You are on page 1of 6

3.

La Emanación de Potencias del Alma y su Especificación

La observación del fenómeno de la vida a través de los distintos reinos que


lo configuran en el mundo, nos permite afirmar con certeza la existencia de
diversas “operaciones vitales”, es decir, operaciones que apuntan a alcanzar
diversas per fecciones según el viviente de que se trate. Ejemplos: crecimiento y
desarrollo del cuerpo, conocimiento, afectividad, reproducción, etc. Tenemos que
distinguir el alma de sus potencias. Santo Tomás lo prueba distinguiendo entre el
acto primero y los actos segundos: entre el ser y el obrar. El alma es para el cuerpo
su acto primero o dador de la vida, constitutivo de la sustancia según una especie
de viviente. Ese acto primero es permanente, pues es “acto de ser de determinada
especie”. Pero hay también actos segundos u operaciones vitales (diversas), las
cuales son intermitentes, como puede verse en los movimientos del corazón, o de
la nutrición en general, o bien observando cómo, en ciertos momentos pensamos,
y en otros no (como cuando dormimos profundamente). Esos actos segundos son
por lo tanto, originados no inmediatamente por el alma sino mediante ciertos
principios potenciales, que a veces obran y a veces no. Estas potencias son
entonces “principios próximos de las operaciones vitales”, pues si bien el alma es
principio remoto, o primero de toda la vida de la sustancia corpórea, no produce
las operaciones directamente sino a través de potencias operativas que emanan
de ella. Veamos:
“... (el alma) por su propia esencia es un acto...Si la esencia misma del alma fuese el principio inmediato de su
operación, quien tiene alma ejercería siempre en acto operaciones de vida, como el que tiene alma está
siempre vivo en acto; porque el alma, no por ser forma es un acto ordenado a otro ulterior, sino que es el
último término de la generación. Según esto el que el alma se halle todavía en potencia para otro acto no le
compete por su propia esencia en el concepto de forma, sino por razón de su potencia: y así es que el alma
misma, en cuanto depende de su potencia, es la que se dice acto primero, ordenado al acto segundo. Se
observa empero, que el que tiene alma no siempre se halla en acto ejecutando operaciones vitales: razón por
la que en la definición del alma se dice que es el acto del cuerpo, que tiene la vida en potencia; sin que esta
potencia excluya no obstante al alma...”.

Sigamos: ¿Cómo se distinguen las potencias del alma entre sí? Las
diversas potencias se distinguen unas de otras por sus objetos, ya que toda
potencia se ordena a un acto determinado como la potencia de crecer en las
plantas se aplica a su acto que es “crecer”, tomando el alimento del entorno. Y ese
acto de crecer, a su vez, apunta como “objeto” a alcanzar el tamaño adecuado
según la especie del vegetal. La potencia se conoce por su acto y éste por su
objeto. Esto vale tanto para una potencia pasiva, como para una potencia
activa. Así en la vista, que es potencia pasiva o receptora, el color (objeto propio
de la vista) es como el principio que imprime en ella su forma (semejante a la
impresión de una forma cualquiera en una materia, aunque debemos advertir
siempre que al tratarse de una acción vital, el origen primero de esta actividad es
el propio viviente, claro que su acción no se verifica sino con cierta
“pasividad”). Tratándose de una potencia activa (en capacidad de actuar alguna
forma por sí misma) el objeto es a modo de término o fin, como es el caso
mencionado del desarrollo del cuerpo vegetal: el objeto (tamaño y forma
adecuada el cuerpo) es el fin de la operación.
“... la potencia en su propio concepto se ordena al acto. Por lo cual la razón de la potencia debe tomarse del
acto a que se ordena; y en consecuencia diversificarse, según se diversifique la razón del acto. La naturaleza del
acto se diversifica según la diversidad de razón del objeto; pues toda acción o lo es de potencia activa, o de
potencia pasiva. El objeto se refiere al acto de la potencia pasiva como principio y causa motora: así el color,
en cuanto mueve la vista es principio de la visión; pero al acto de potencia activa se refiere el objeto como a su
término y fin: así el objeto de la potencia aumentativa es el máximo de perfección o límite final del aumento.
La acción pues se especifica según estos dos términos, a saber: principio y fin: como la calefacción difiere del
enfriamiento, en que aquella procede de lo cálido activo a lo cálido pasivo; y este de lo frío a lo frío. Luego
necesariamente las potencias deben diversificarse según sus actos y objetos...”

4. Distinción de las potencias operativas del alma y grados de vida

Los distintos objetos de las diversas potencias se distinguen según el grado


de universalidad de la forma que aspiran a alcanzar. Se distinguen así cinco
“géneros”: vegetativo-sensitivo-intelectivo-apetitivo-locomotivo. El género
vegetativo tiene por objeto sólo el cuerpo unido al alma, por lo que sus potencias
miran ya sea a la constitución del tamaño y la forma de cuerpo como a su
conservación o reproducción. El género sensitivo es más universal que el
vegetativo, pues mira más allá del propio cuerpo del viviente, hacia algo exterior;
apunta a incorporar en sí mismo las formas de las cosas que rodean al viviente
(proceso cognoscitivo); se extiende pues a “toda forma sensible”, y no sólo a la
forma del propio cuerpo. El género intelectivo, que también tiene como objeto (en
tanto que es intelectivo en potencia) algo exterior y en esto supera en
universalidad al sensitivo, pues se dirige a alcanzar las formas de todas las cosas en
absoluto (abstracto, como veremos). No está limitado a las formas que existen en
la materia sensible sino que se extiende a las formas inmateriales, a la totalidad
del ser. El género apetitivo tiene también por objeto algo exterior, pero no en
cuanto algo que el sujeto trae a existir en sí mismo (como es el caso del
conocimiento sensitivo o intelectivo del hombre) sino en cuanto el alma misma se
siente inclinada a salir hacia el objeto exterior. El género locomotivo mira también
a un objeto exterior como saliendo hacia él pero en cuanto es término del
movimiento de lugar.
“...Los géneros de las potencias se distinguen según sus objetos: porque cuanto más noble es una potencia,
tanto más universal es el objeto... En efecto: alguna potencia del alma tiene por objeto sólo el cuerpo unido al
alma; y este género de potencia del alma se llama vegetativo, por cuanto la potencia vegetativa no obra sino
sobre el cuerpo, al que está unida el alma: hay otro género de potencias del alma, que se refiere a un objeto
aún más universal, es decir, a todo lo sensible, y no solamente al cuerpo unido al alma: y hay un tercer género
de potencias del alma, cuyo objeto es todavía más universal, siéndolo no solamente todo cuerpo sensible, sino
también todo ente sin excepción. De donde resulta evidente que la operación de estos dos últimos géneros de
potencias del alma recaen no sólo sobre alguna cosa adjunta, sino sobre las extrínsecas. Debiendo empero
estar el agente unido de algún modo al objeto de su operación, es menester que la cosa extrínseca, objeto de la
operación del alma, se refiera a ésta bajo un doble concepto:1º según que tiene naturaleza apta para unirse al
alma, y estar en ella por su semejanza; y bajo este aspecto son dos los géneros de potencias, el sensitivo
respecto del objeto menos común, que es el cuerpo sensible, y el intelectivo respecto del objeto más común,
cual es el ente universal; 2º en cuanto el alma misma se inclina y propende al objeto exterior, y en este
concepto resultan otros dos géneros de potencias del alma: el apetitivo, por el que el alma se dirige hacia el
objeto exterior como a su fin, que es lo primero en la intención; y el locomotivo, en cuanto el alma tiende al
objeto extraño como al término de su operación y movimiento; puesto que todo animal se mueve para
conseguir algo, que desea e intenta...”.

Una vez distinguidos los géneros, podemos observar cómo se hallan incluidos
en tres grados de vida en este mundo: vida vegetativa, vida sensitiva y vida
racional. Los géneros “apetitivo” y “locomotivo” no constituyen grados de vida
distintos sino que se incluyen en la vida sensitiva y racional, pues todo el que
conoce tiene apetito hacia lo conocido y como lo apetecido sea algo distante, se
hace necesaria la locomoción, como es el caso de los animales más desarrollados:
“...Los modos de vivir (los cuales determinan tipos de alma en los vivientes corpóreos) ...unos solo tienen el
vegetativo, como las plantas; otros además del vegetativo el sensitivo, pero sin el locomóvil, cuales son los
animales inmóviles, como ciertos moluscos; otros tienen además el movimiento local, y estos son los
animales perfectos, que necesitan de muchas cosas para vivir, y que tienen precisión de moverse, para
procurarse lo que les es necesario distante de ellos: y por último hay seres vivientes, que tienen además el
intelectivo, como los hombres. El apetitivo no constituye un grado de vivientes, pues todos los que están
dotados de sensibilidad tienen también apetito”.

En el nivel de la vida vegetativa se observan tres potencias operativas: la


nutritiva, la aumentativa y la generativa; Así nos lo enseña Santo Tomás:
“...la parte vegetativa consta de tres potencias: porque lo vegetativo tiene por objeto... el cuerpo vivificado por
el alma, el cual exige tres operaciones del alma: una por la que adquiera el ser, y esto se ordena a la potencia
generativa; otra por la que el cuerpo vivo adquiere las proporciones que debe tener, cuya operación es propia
de la potencia aumentativa; y otra por la cual el cuerpo del viviente se conserva en su ser y magnitud propia, y
tal es el objeto de la potencia nutritiva... y a la generativa sirven tanto la aumentativa como la nutritiva, así
como a la aumentativa la nutritiva”.

Las potencias “aumentativa” y “nutritiva” se orientan a que el individuo alcance el


tamaño y la forma adecuados de la especie, como por ejemplo, que el
organismo humano posea lo que debe tener para servir correctamente a una “vida
humana”. Podríamos cifrar en esto lo que llamamos comúnmente “salud” o, más
precisamente, “salud física”: consiste en que el cuerpo sea bien “conformado” y
las funciones de cada órgano puedan ejercerse eficazmente en orden a la
totalidad, es decir, al hombre. Se trata de desarrollar los órganos necesarios con su
debida disposición de tamaño y funcionalidad (a esto mira la palabra “forma”, es
decir a la “virtud” de cada órgano y del conjunto). La constitución del organismo
viviente se verifica mediante los procesos de la alimentación: incorporación y
asimilación de materiales del entorno. Se trata todavía de la constitución “materia-
forma”, pero ya en el nivel de perfección de la vida: el vegetal tiene un impulso
vital, es decir, que emerge de sí mismo y asume los materiales que le llegan del
entorno (agua, aire, sol, minerales...) y los usa para la constitución del organismo
según la forma de la especie. La potencia generativa es lo último a lo que mira
todo este desarrollo: una vez que el viviente vegetativo ha sido constituido
perfectamente, puede engendrar otro ser viviente de su misma especie. El sentido
que aquí aplicamos del término “generación” abarca no sólo la aparición de una
sustancia que antes no existía (sentido opuesto a “corrupción”) sino el de la
procedencia de un ser sustancial completo a partir del “progenitor” y de su misma
naturaleza específica. Esta capacidad mira a la subsistencia de la especie,
superando así la caducidad de los individuos. La vida sensitiva consta de facultades
cognoscitivas llamadas “sentidos”, facultades apetitivas llamadas “apetitos
sensitivos” y, en los animales más perfectos, de “locomoción”. Entre los sentidos
hay algunas potencias que tienen por objeto lo exterior-material- individual, apto
para existir en el sujeto por su forma (como vemos u oímos, que incorporamos las
formas de lo visto u oído).

Hay sentidos externos y sentidos internos.

• Los sentidos externos son cinco: tacto (objeto: temperatura, humedad,


dureza, rugosidad...); gusto (objeto: los sabores); olfato (objeto: los olores);
oído (objeto: los sonidos); vista (objeto: los colores).

• Los sentidos internos son cuatro: sentido común (objeto: todas las
sensaciones externas); imaginación (objeto: representación de una semejanza de
las cosas percibidas por los sentidos externos, según rasgos todavía individuales);
estimativa (objeto: lo útil o nocivo al animal); memoria (objeto: lo pasado según
el antes y el después). Los apetitos sensitivos son dos: el apetito concupiscible
(objeto: el bien fácil); el apetito irascible (objeto: el bien difícil). Por último, la
potencia locomotriz, que existe en los animales perfectos. En efecto, la capacidad
de moverse existe en primer lugar en el apetito sensitivo, pero sólo como
imponiendo el movimiento, mientras que se necesita, para que pueda moverse el
animal que haya otra potencia que habilite las partes del cuerpo para ejecutar ese
movimiento; de lo contrario, el movimiento no se realiza. De hecho, algunos
animales que no están ordenados por la naturaleza a conquistar algo distante,
tienen apetitos pero no locomoción:
“...aunque los sentidos y el apetito sean los primeros motores en los animales perfectos, sin embargo estas
potencias consideradas como tales no bastarían para moverlos... porque los animales inmóviles
tienen sensibilidad y apetito, y sin embargo no tienen potencia motora: y ésta no solamente reside en el
apetito y los sentidos, como imponiendo el movimiento, sino también en las partes mismas del cuerpo, a fin de
habilitarlas para obedecer al apetito del alma que las mueve, como lo prueba el hecho de que, cuando los
miembros están privados de su disposición natural, no obedecen al apetito por el movimiento”.

En cuanto a la vida racional del alma humana, posee además las


potencias intelectivas, que son el entendimiento y la voluntad. Por el
entendimiento o razón, el hombre tiende a conocer las esencias de las cosas y el
ser absoluto. Por la voluntad se orienta a su real y efectiva posesión, es decir, a la
unión con el bien universal. Una sola alma, la humana, posee los tres grados de
vida mencionados. No hay más que una sola alma en el hombre, que contiene
todas las perfecciones inferiores. La razón está en que las formas superiores
siempre contienen eminentemente las perfecciones de la formas inferiores:
“...el alma sensitiva, nutritiva e intelectiva es numéricamente una misma en el hombre.... Se advierte que las
especies y las formas de las cosas difieren entre sí, según que son más o menos perfectas. Así en el orden de la
naturaleza los seres animados son más perfectos que los inanimados, los animales más que las plantas, los
hombres más que los animales... (Aristóteles) De an. l. 3, t. 30 y 31 compara las diversas almas a las especies
de figuras de las cuales una contiene a otra como el pentágono contiene al cuadrilátero, y le excede. Así pues el
alma intelectiva contiene en su virtud todo lo que hay en el alma sensitiva de los brutos y en la nutritiva de las
plantas...”

You might also like