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JUAN MANUEL PACHECO, S.J.

LOS JESUITAS
EN COLOMBIA

TOMO III
( 1696- 1767 )

BOGOTA, D.E. - COLOMBIA


\

JUAN MANUEL PACHECO, S.J.

LOS JESU ITA S


E N COT r>TviBiA
271.5
P12
V. 3

TOMO III
( 1696- 1767)

BOGOTA, D.E. - COLOMBIA


f o c r i n a A T lH m m tn iD
BIBJ.TOTECA C E S K H A L
2
P12.

PRESENTACION

El 27 de septiembre de 1990 se cumplen cuatrocientos cincuenta


años de la jitndación de la Compañía de Jesús. Fecha de trascendental
importancia para los herederos de San Ignacio de Loyola (1491-1556).
Los Jesuítas de Colombia nos sentimos en la obligación de celebrarla de
alguna manera que deje huella profunda en las almas. Y ¿qué mejor,
que hacer con este motivo la publicación de una obra histórica de altura
como todas las del Padre Juan Manuel Pacheco, S.J., recientemente
fallecido: Los Jesuítas en Colombia, T. III (1696-1767),

La obra permanecía inconclusa, pues en los últimos años prefirió


el Padre consagrarse con mayor ahínco a la historia de la Iglesia en Co­
lombia; y del tomo III, casi terminado, quedaron artículos suyos, pape­
les sueltos, material disponible para que una mano inteligente terminara
de organizado y darle cabo. Precisamente en su lecho de muerte como
Provincial, pregunté al historiador si le parecía que pudiera completarse
a fin de publicarlo, y si el trabajo se le podría confiar a un discípulo,
amigo, historiador y confidente suyo, al Padre José del Rey, S.J., en la
actualidad Rector de la Universidad Católica del Tdchira en Venezuela.
La respuesta fue inmediata: —"De él me fío plenamente”. Pues bien,
encargado este Padre, revisó papeles y resolvió no retocar nada ni añadir
nada nuevo que no hubiera ya publicado el autor en algún lugar. Con
eso la obra sería íntegra del Padre Pacheco, como los dos primeros
tomos. Algunos temas que en su plan primitivo el jesuíta ocañero tenía
pensados, servirán para iniciar el tomo IV cuando se escriba.

A sí tenemos aquí la obra original del Padre Pacheco. Una Nota


liminar la hace, amanera de prólogo, el Padre José del Rey a quien deseo
agradecer el interés y cariño por la obra de su maestro.

La Provincia Colombiana de la Compañía de Jesús y la Universidad


Javeriana han querido patrocinar la presente publicación, como un
Homenaje a San Ignacio y a la Compañía en esta fecha para nosotros
JUAN MANUEL PACHECO, S. J.
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gratísima. Homenaje que, como es natural, pertenece en primer lugar a


la Santa Iglesia.

Un agradecimiento muy sincero al Padre Manuel Briceño Jáuregui,


S.J., coordinador de la presente publicación, y a los Padres Fortunato
Herrera, S.J., e Ignacio Acevedo, SJ., por su abnegada labor en la co­
rrección de pruebas, la verificación exacta de las citas, ¡a aclaración en
las dudas que pudieron presentarse, la elaboración de los índices y la bi­
bliografía. Sin ellos hubiera sido demasiado difícil la presente edición;
por ellos Ja historia del modesto sabio jesuíta ve la luz pública en forma
tan agradable y fácil. Agradecemos asimismo al Padre Jorge E. Acero,
S.J. y a su equipo de composición y montaje, su colaboración.

GERARDO REMOLINA, S.J.


Provincial de la Compañía de Jesús en Colombia

Bogotá, abril 22 de 1989

En la festividad de Santa María Virgen, Madre de la


Compañía de Jesús
NOTA O M INAR

El día 30 de diciembre de 1986 alcanzaba la eternidad, en la sede


de las Facultades Eclesiásticas de la Pontificia Universidad Javeriana, el
R.P. Juan Manuel Pacheco, S.J., acompañado de sus dos incansables
consejeros la humildad y la discreción, virtudes tan exquisitas para el
científico que estudia el cuerpo y el alma sociales.

Mas su muerte dejaba inconclusa su obra más dilecta Los Jesuítas


en Colombia, tarea a la que había dedicado los mejores años y las más
fecundas ilusiones de su vida.

En efecto, quien analice el haber historiográfico del P. Juan M. Pa­


checo observará de inmediato que la obra de la Compañía de Jesús en el
Nuevo Reino de Granada constituyó el norte de sus preocupaciones y
de su proyecto histórico. Mas si la temática aflora firme y decidida en
sus anos de juventud será en la madurez intelectual cuando se lance a re­
dactar su obra fundamental no sin antes haber consagrado un largo peri-
plo a los archivos del viejo y del nuevo continente y de gozar del aval
que otorga la docencia universitaria para lo que al método científico se
requiere.

La expectativa que provocó la aparición del tomo I de Los Jesuítas


en Colombia (Bogotá 1959) se vio precisada con la publicación del To­
mo 11 en 1962 y quizá el tomo IIIpudiera haber conocido la luz publi­
ca antes de la década del 70 si no se hubiera interpuesto otra empresa a
la que el eximio jemita norte santandereano le brindó preferencia tem­
poral: la historia eclesiástica de Colombia.

Mas la planificación de los tomos dedicados a ese ramo en la His­


toria extensa de Colombia f ue sufriendo variaciones que conllevaron
a la larga la asumpción por parte del P. J.M. Pacheco de toda la histo­
ria colonial.
JUAN MANUEL PACHECO, S. J.
8

La redacción de la Historia Eclesiástica absorbe la actividad pache-


quiana durante toda una década 1969 -U980 y de esta forma fue rele­
gando su obra jesuítica en espera de un tiempo adecuado para concluir­
la. Lamentablemente ese tiempo privilegiado no llegó y la redacción que
hoy presentamos al público obedece casi en su totalidad al impulso ini­
cial que plasmó la primera entrega en 1959. Sólo algunos retoques, fru­
to de su inquebrantable voluntad de lector, aparecen en algunos capítu­
los del manuscrito como actitud lógica del que cuida hasta el último
momento la edición de su investigación preferida.

Ferviente y asiduo visitante del Archivo Nacional comenzó —hacia


1981— a dejarlo de frecuentar sin lugar a dudas por el notable descenso
en su vitalidad física, hecho que solapadamente iría consumiendo sus
fuerzas y su férrea disciplina hasta reducirlo a una añoranza.

Muy bien pude darme cuenta de este trazado de la salud de tan es­
timado jesuíta ya que desde 1955 (año en que fui su alumno) me dispen­
só una singular y cariñosa amistad, distinción que fue en aumento con
el correr de los años. Como amigo me convertí en testigo fidedigno de
la evolución espiritual y física de tan gran maestro.

Cuando en 1975 tuve que aceptar el cargo de Decano de la Facul­


tad de Humanidades y Educación de la Universidad Católica Andrés Be­
llo de Caracas, mis viajes al Archivo Nacional se congelaron y recuerdo
que ya en dicha oportunidad le insistí al P. Pacheco para que publicara
el tomo III de Xos Jesuítas en Colombia ya que prácticamente estaba
concluido. Dos objeciones fundamentales oponía siempre: primera, él
veía que el tercer volumen debía concluir con la obra de los jesuítas
neogranadinos expulsas en Italia a fin de iniciar el tomo IV con la res­
tauración de la Compañía de Jesús en 1814; segunda, el estudio délas
haciendas jesuíticas en el Nuevo Reino ameritaba un buen capítulo so­
bre la historia económica de tales entidades, amén de que la documen­
tación recensada por él era vigente sobre todo a raíz de los inventarios
levantados in situ con motivo de la expatriación de los jesuítas en
1767 del Nuevo Reino y a la luz de la gestión que sobre dichos bienes
ejercieron las Juntas de temporalidades.

Con todo, el peso de las dos objeciones mencionadas pudo más


que la sugerencia de cortar el volumen tercero en 1767 y dejar todo ese
rico y sugerente horizonte histórico para el tomo JV. Tal decisión del P.
Pacheco coincide con la toma de conciencia —silente y cristiana— de
que sus fuerzas físicas comenzaban a entrar en quiebra y actividades
que habían sido normales e intrascendentes para su trabajo diario, como
NOTA LIMINAR
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la “Vida Nacional" de Revista Javeriana, comenzaron de repente a con­


vertirse en una pesada carga.

En la última visita que le dispensé en agosto de 1986 me habló de


su incapacidad para concluir la obra comenzada tantos años atrás e in­
cluso —con la humildad del sabio— intentó sugerirme que fuera yo
quien concluyera su Historia. Su gesto me emocionó profundamente y
más cuando él conocía que mi producción científica estaba paralizada
desde 1982 por la designación como Rector de la Universidad Católica
del Táchira, con sede en San Cristóbal, Venezuela.

Esta conversación generó en mi conciencia una especie de deuda


moral por la que me comprometía a llevar a término el tomo III de Los
Jesuítas en Colombia. Aunque conocía perfectamente el estado del ma­
nuscrito en referencia, sin embargo revisé sus apuntes y notas con la in­
tención de verificar si en el ínterin había redactado nuevos capítulos
de la obra que mantuvo en silencio por cumplir otros compromisos. Ade­
más, abrigaba la esperanza de encontrar los esbozos de algunos plantea­
mientos históricos que yo le había venido formulando desde la apari­
ción del tomo II en muy diversas ocasiones. Pero no tuve la fortuna de
toparme con ellos... y en parte, celebro tal situación porque de esa for­
ma puedo entregar al público lector la investigación sobre la Compañía
de Jesús en Colombia tal como la dejó su autor. Si bien es verdad que
el capitulo de actividades culturales se enriquece con algunos artículos
publicados en vida del P. Pacheco, es porque expresamente me consta
que su intención era incluirlos en ese preciso espacio. Tal sucede, por
ejemplo, con algunos editados en el Boletín de Historia y Antigüedades
y en la Revista de la Academia Colombiana de Historia Eclesiástica.
De su puño y letra conservo el plandel tomo IIIdesde hace muchí­
simos años y a él me he remitido para estructurar el volumen que hoy
conoce la luz pública:

Libro I: Las fundaciones


Libro II; Los trabajos y los días
Libro III: Actividades culturales
Libro IV: Las misiones de los Llanos y el Orinoco
Libro V: La economía
Libro VI: La expulsión

Objeto de mayores dubitaciones lo constituyó la reflexión sobre


la versión que debería adoptarse con respecto al Libro VI. En un pri­
mer momento pensé anexar una serie de notas del editor en las que se
JÜAN MANUEL PACHECO, S, J,
10

añadirían algunas novedades de la historia misional orinoquense. Pos­


teriormente me convencí de que era más conveniente incluir el capí­
tulo que el P. Pacheco escribió sobre el tema en la Historia Extensa
de Colombia advirtiendo a los estudiosos que el autor deseaba reha­
cerlo de acuerdo con las pautas metodológicas que había venido apli­
cando en los dos volúmenes anteriores a la historia misional.

De igual forma hacemos notar que el libro V: La economía, pasa a


formar parte no del tomo III sino del tomo IV. El libro V ( VI, del antiguo
esquema), reproduce integramente el articulo que con motivo del se­
gundo centenario de la expulsión de los jesuítas de América publicó la
Revista de Indias de Madrid con el título: La expulsión de los jesuítas
del Nuevo Reino de Granada.
Sirvan estas lineas de homenaje y de reconocimiento a la noble
memoria del P. Juan Manuel Pacheco, S.J.: jesuíta vertical, educador
insigne e historiador de quilates en quien la ciencia histórica colombiana
perdió a uno de sus mejores hombres.

JOSE DEL R E Y FAJARDO S. J.


Rector de la Universidad
Católica del Táchira
( Venezuela)
SIGLAS PRINCIPALES

AGI Archivo General de Indias (Sevilla).

AHSI Archivum Historicum Societatis Iesu (Periodicum semestre).


Romae.

ANB Arhívo Nacional. Bogotá.

ApQuit. Archivo de la antigua provincia de Quito. Colegio de San


Gabriel. Quito.

APT Archivo de Ia provincia de Toledo. Madrid.

ARSI Archivo Romano de la Compañía de Jesús.

BHA Boletín de Historia y Antigüedades (Bogotá). Organo de la


Academia Colombiana de Historia.

CDI Colección de documentos inéditos relativos al descubrimien­


to, conquista y organización de las antiguas posesiones espa­
ñolas de América y Oceanía... Madrid, 1864-84.

EX Ecclesiastica Xaveriana. Organo de las Facultades eclesiásti­


cas de la Pontificia Universidad Javeriana. Bogotá.

MHSI Monumenta Historica Societatis Iesu.

MM Monumenta Mexicana.

MP Monumenta Peruana.

RJ Revista Javeriana. Bogotá.

RF Razón y Fe, Revista hispanoamericana de cultura. Madrid,


A R C H IV O S

BOGOTA. Archivo Nacional (ANB)

Archivo Colonia!.
Asuntos eclesiásticos, tom o 2.
Caciques e indios, tomo 25.
Censos Cundinamarca, tomo 8.
Colegios, tomos 2 y 3.
Conventos, tomo 44.
Curas y obispos, tomos 8, 9, 19, 20 y 36.
Encomiendas, tom os 2, 8, 10, 12, 13, 16, 24 y 27,
Gobierno, tomo 2.
Historia (anexo), tomo 1.
Historia civil, tom o 3.
Milicia y marina, tom o 15.
Miscelánea, tomos 6 9 ,7 4 , 110, 126 y 128.
Notaría la., tom o 97.
Poblaciones Boyacá, tomo 2.
Reales Cédulas, tomos 3, 4, 5 y 18.
Temporalidades, tom os 16 y 19.
Testamentaría Boyacá, tomos 9 y 13.
Testamentaría Santander, tom o 3.
Testamentaría Venezuela, tomo 3.
Tierras Boyacá, tomo 2.
Visitas Boyacá, tomo 2.

BOGOTA. Archivo del Colegio Mayor de San Bartolomé

Documentos especiales.

MADRID, Archivo de la Provincia de Toledo (APT)

Leg. 132 - Cartas de PP. Generales.


Fondos Astrain, lees. 4 y 5.
JUAN MANUEL PACHECO, S. J.
14

MEDELLIN. Archivo Histórico de Antioquia (AH Ant.).

POPAYAN. Archivo General del Cauca

Colonia, Eclesiástico I, Sign. 881, 1717, 2021.

QUITO. Archivo de la antigua provincia de Quito (APQuito)

Leg. 1 (Losmártires del Marañón);leg. 3 (1635-1649);leg. 4(1650-1669);


leg. 5 (1670-1689); legs. 7, 8 y 15.

ROMA. Archivo Romano S.I. (ARSI)

Novi Regni et Quitensis (Provincia) N.R. et Q.).

I . Epistolae Generalium.
3 y 4. Catalogi Provinciae Novi Regni et Quitensis.
13- 1. Litterae annuae.
14- 1, 15-11, Historia.
17. Fundationes.
18. Controversia cum Dominicanis.
Congregationes Provinciales, t. 74, 77 y 80.
Historia Societatis, 48, 49, 50.

FONDO GESUITICO, Burs. 203, 842, 843.

SANTIAGO DE CHILE. Archivo Nacional

Fondo Jesuítas, Bogotá 210 (antiguo 404), 211, 214 (antiguo 310),
215 (antiguo 311).

SANTIAGO DE CHILE. Archivo de la Provincia S.I. de Chile

Cartas de los PP. Generales a los Provinciales del Perú.

SEVILLA. Archivo General de Indias (AGI)

Audiencia de Santafé.
Legs. 4, 5, 6, 21,28, 29, 30,3 3 , 35, 198, 228, 229, 230, 240, 247, 248,
249, 250, 253, 256, 259, 260, 261, 402,403, ^08, 495, 529, 530, 531,
532, 759 y 1168.
Audiencia de Quito.
Legs. 16, 67, 78 y 92.
ARCHIVOS
15

Casa de Contratación.
Legs. 5548 y 5549.

TUNJA. Archivo Histórico

Volúmenes 86 (1657), 121 (1693, 2o.), 128 (1700) y 132 (1704).


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LIBRO I
F U N D A C IO N E S Y CO LEG IO S
CA P ITU LO I

EL COLEGIO DE A N TIO Q U IA*

Dos nuevos colegios fundó la Compañía de Jesús en Colombia


durante el siglo XVIII, el uno en Santafé de Antioquia por la provincia
del Nuevo Reino,y el otro en Buga por la provincia de Quito.

Antioquia

En una planicie ligeramente inclinada, a la margen izquierda del


río Tonusco, afluente del Cauca, se encuentra asentada la antigua ciu­
dad de Santafé de Antioquia, capital de la provincia durante el período
colonial. El geógrafo Francisco Javier Vergara y Velasco la describía así
en 1901: “La antigua ciudad de Antioquia se muestra con sus torres y
sus templos sentada en la planicie, entre las frondosas vegas del Tonusco
y una alta y vistosa meseta; al frente se extienden labranzas con árboles
frutales y palmeras de coco, y a la espalda se levantan en anfiteatro
lomas cubiertas de gramíneas, por entre las cuales se dejan ver las ele­
vadas y lejanas cimas de los Andes, casi siempre coronadas de nubes” 1.

Peticiones y donaciones

Desde hacía largos años venía anhelando la ciudad de Antioquia


la fundación de un colegio de ja Compañía. Ya en 1646, con ocasión

Sobre el colegio de Antioquia: FUENTES INEDITAS. Los principales documentos se


encuentran en ANB, Curas y obispos, tomo 20, fols, 258 ss;t. 36, fois. 179 ss; Colegios,
t, 4, fols. 832 ss, — AGI, Santafé, leg. 404. —AHAnt. Temporalidades, tomos 115,117,
118, 122, 123 y 124, - APT., leg. 132, Cartas de los PP, Generales.
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Nueva Geografía de Colombia, p. 462.


JUAN MANUEL PACHECO, S. J.
34

de la misión predicada en la ciudad por el P. Juan de Rivera, tanto el


gobernador como el cabildo se dirigieron al padre provincial pidiéndole
la fundación de un colegio, y ofreciendo para ella la iglesia de los Santos
Mártires y seis mil pesos de capital2.
Estos deseos se renovaron a principios del siglo XV111 con las mi­
siones predicadas en la ciudad por los PP. José de Herrera y Rodrigo de
Celada3 ; y en 1718 por los PP. Miguel de Herrera y Pedro de Molina4 .
Vino a facilitar la fundación la donación de don José Blanco, veci­
no de Honda, que había entregado a la Compañía cuarenta mil pesos
con destino a la fundación de un colegio en Mariquita5 .
Era don José Blanco un español nacido en Galicia, quien encon­
trándose en Honda6 sin obligación ninguna de familia y con abundantes
bienes de fortuna, resolvió fundar un colegio de jesuítas en Mariquita.
En la escritura de donación, que otorgó en Santafé a 12 de marzo de
1717, afirma haber ya entregado a los PP. Mateo de Mimbela y Andrés
de Molina, rector este último del colegio de Honda, la cantidad de cua­
renta mil patacones de a ocho reales, y fijado el plazo de diez años para
obtener la licencia real para la fundación7.
No se consideró conveniente fundar en Mariquita por el poco nú­
mero de sus habitantes, y Blanco, a instancias de don Antonio de la
Pcdrosa y Guerrero, que hacía el oficio de virrey, convino en que se eli­
giera otra ciudad para la fundación del colegio8 . La escogida fue la ciu-*i.

Ctr. tomo 1, 352-353,

Habla de esta misión el P. Tamburmi en carta al P, Calderón, de 12 de febrero de 1704,


y añade: “y en euanto admitir fundación en dieba ciudad supongo no pasará V.R. a ello
sin primero darme noticia de todo lo que contratase” , APT.,lcg, 132, fol. !68.

AHAnt, Temporalidades, 119, doc. 3312.

"Tengo noticia que están ya entregados cuarenta mil pesos para la fundación de colegio
en Mariquita (ste), y el P, Matías de Tapia me ha pedido por cartas que la acepte. Supon­
go que mi aceptación no puede ser hasta constar de la licencia del Consejo,,,” , Tamburini
al Provincial de Santafe, 31 de mayo de 1717; APT., leg. 132, fol. 228.

bn marzo de 1710 se encontraba en Honda como comisario interino; ANB, Real Hacienda,
i. 46, fol. 472.

La escritura de donación se encuentra en el Archivo Nacional de Chile, Jesuítas, Bogotá,


215. fols. 171-173.

” Ln otra carta me informa de la consulta que se hizo acerca de la intentada fundación de


Mariquita, donde no se juzga tan conveniente como en otros pueblos, donde sin duda fuera
de más utilidad, en que me dice ha convenido el fundador, a ruegos e instancias del señor
virrey don Antonio de la Pedrosa y Guerrero, para quien me pide carra de acción de gracias
por lo mucho que favorece a la C om pañía..Tam burini al Provincial del Nuevo Reino, 21
de septiembre 1720; APT. Icg. 132, fol. 253.
EL COLEGIO DE ANTIOQUIA
35

dad de Antioquia. Blanco por escritura pública, fechada el 21 de octu­


bre de 1720, destinó su donación a esta nueva fundación9 .
La congregación provincial de 1720, en su primer postulado, pedía
al P. General licencia para fundar un colegio en Antioquia, alegando el
aprecio que de los jesuítas se tenía en esta ciudad, tanto que no querían
sus moradores admitir otra fundación distinta de ia de la Compañía, y
el contar ya la fundación no sólo con los cuarenta mil pesos donados
por Blanco, sino con otros cuarenta y seis mil ofrecidos por diversas
personas10 .
El P. General, Miguel Angel Tamburini, respondió: “ Gustosos con­
cedemos la facultad de fundar un colegio en la región de Antioquia,
principalmente por el singular afecto que los antioqueños profesan a la
Compañía” 11 .
No pocos vecinos de Antioquia y Medellín, los más de ellos anti­
guos alumnos de San Bartolomé, habían ofrecido su apoyo económico
a la fundación. El doctor Agustín Gómez de Sal a zar, sacerdote resi­
dente en Medellín, había donado una casa que poseía en esa misma ciu­
dad, y veinte esclavos; don Pedro de la Serna Palacios, alférez real de
Medellín, ofrecía cien pesos de oro; el párroco de Rionegro, doctor
don Francisco José de la Serna, otros cien pesos, el sargento mayor don
Carlos de Molina, la misma cantidad, doscientos el doctor don Pedro Al-
varez del Pino; quinientos el maestre de campo Felipe Rodríguez; y el pá­
rroco de Medellín, doctor don Lorenzo de Castrillón, una casa de teja.
Cantidades menores ofrecían otros vecinos12.
Don Gregorio de Borja y Ezpeleta, al prometer vender a los jesuí­
tas sus haciendas de Abejuco, Pocuna y Jagual, con sus esclavos, gana-
dosy trapiches, avaluadas en tres mil castellanos de oro, les hacía a la
vez donación de quinientos pesos de oro13.
En la misma ciudad de Antioquia, el sargento mayor don Francis­
co Javier del Espino y Guzmán, alcalde ordinario, y su hijo, ofrecían
quinientos pesos de oro; Juan Bernardo Fcrraro, también alcalde de la

Q
Cfr. Informo del fiscal del Consejo; AGI, Santafé, !eg. 404.

10 ARS1. Congr. Prov. t. 88, fol. 326.

11 'Perlibenter concedimus petitam facultatem fundandi Collegium in dictione Antiochena,


praecipue ob singularem affectum quo antiochenses Societatem prosequuntur", ARSI,
Congr. Prov. t. 88, fol, 329,
L2 P.se ritu ras de varias donaciones de vecinos de Medellín y Antioquia para fundar eoleeio de
la Compañía de Jesús en aquella provincia; AGI. Santafé leg. 405.

13 AGI Santafé, leg. 404. ANTB, Notaría 2a, t. 107 (1720) t. 360v-361v.
JUAN MANUEL PACHECO, S. J.
36
ciudad, ofrecía cien; el alférez real, don Francisco Javier Zapata, cin­
cuenta; y así otros vecinos14 .
Se cedería además a la Compañía la iglesia de Santa Bárbara, ava­
luada en siete mil pesos15.

En busca de la licencia real

Con el fin de obtener la licencia real para la fundación del colegio


se dirigieron al rey en sendos memoriales el obispo de Popayán, don
Juan Gómez de Frías, la real audiencia de Santafé.el vicario y clero de
la ciudad de Antioquia16, y los cabildos seculares de Antioquia17 y
Medellín18.
El obispo de Popayán decía en su carta:

“El representar a V.M ...las utilidades que trae al bien de las almas
un colegio de la Compañía de Jesús en toda la universal Iglesia, y en
especial en esta tierra de la América, lo tengo por superfluo, porque es
tan claro a todos los que bien sienten como la luz del medio d ía. Pero
en estas partes es bienaventurada la tierra que goza de este especial
beneficio de Dios, porque tiene en ellos unos continuos operarios que
con la luz de su incesante doctrina están desterrando las ignorancias de
que tanto abundan esta tierra; ellos son los que componen la más desba­
ratada conciencia con lo compuesto de sus procederes; ellos son el ali­
vio de los pobres enfermos en sus mayores necesidades, sin más interés
que el remedio de las almas y mayor honra y gloria de Dios. Esto es,
señor, lo que tengo experimentado en esta tierra en todas mis visitas.
De este beneficio está privada la ciudad y provincia de Antioquia, en
donde experimenté el gran deseo con que están aquellos vecinos de
lograr este especial beneficio de Dios, que no lian conseguido por falta
de medios; pero ofreciéndose hoy la buena coyuntura de ver cumplido
este deseo por medio de la ayuda de un buen hombre que suministra,
para la manutención de los sujetos y edificación del colegio, cuarenta
mil patacones, debo decir a V.M .,en descargo de mi conciencia y cargo

14 Ib id.

15 Ibid,

15 Carta del vicario y clero de la ciudad de Antioquia a S.M. informando la necesidad que tie­
ne aquella ciudad de que se funde en ella algún colegio de ta Compañía de Jesús; Antioquia,
julio 18 de 1720; AGI, Santafe', log. 404,

17 Carta del cabildo de Antioquia; Antioquia Julio 15 de 1720; AGI, Santa fé, leg. 404.

18 Carta del cabildo de la villa de Nuestra Señora de ia Candelaria de Medellín; Villa de Mede­
llín Julio 22 de 1720. AGI, Santafé, leg. 404.
EL COLEGIO DE ANTJOQDIA
37

pastoral que indignamente ejerzo, que en concederles la licencia que


rendidamente pido les conceda, logran las almas de toda aquella provin­
cia su mayor bien, porque tendrán demás de pasto espiritual, que tanto
necesitan, unos operarios continuos, y V.M. por este medio logrará el
que muchas de aquellas almas vayan a ver a Dios” 19.

La real audiencia representaba a su vez, en carta del 7 de octubre


de 1720:

“La provincia y ciudad de Antioquia es una de las principales de


este Nuevo Reino. Hállase en distancia de ciento y cincuenta leguas
de esta ciudad, de caminos muy áspero y sin abrigo. Tiene cuatrocientas
leguas de circuito y ciento de longitud. Hay en ella otras dos ciudades,
Zaragoza y Arma, y dos villas principales y cuatro parroquias y dos
curatos de españoles, y en algunos de sus valles viceparroquias, y seis
poblaciones principales de indios, con clérigos seculares doctrineros, y
toda la ribera del caudaloso río de Cauca,que atraviesa la provincia y es
navegable, y desemboca al río de la Magdalena. Tiene gran número de
gentío y muchas haciendas, y suficiente número de esclavos en algunos
minerales de oro, y también muchos libres que se aplican al trabajo y
cata del graneaje de este metal. Y siendo tan corto el número de parro­
quias y gran falta de ministros espirituales en todo el distrito de la pro­
vincia y sus valles, y sin convento, ni comunidad de clérigos regulares
o seculares, destituida totalmente de la enseñanza en los primeros rudi­
mentos de las letras, algunos de los vecinos principales y hacendados,
mirando y atendiendo con su piedad y caridad al adelantamiento espiri­
tual y a su conveniencia y de sus descendientes, en que no carezcan de
enseñanza, han otorgado escripturas con toda seguridad, que componen
la cantidad de cuarenta mil pesos, para que se funde un colegio de la
Compañía de Jesús en aquella provincia, y don José Blanco, residente
en esta ciudad, tiene ya entregados al mismo efecto otros cuarenta mil
pesos. Con todos estos fundamentos, al mismo tiempo que esta audien­
cia tiene muy presente las órdenes de V.M. sobre que no se propongan
nuevas fundaciones de conventos o colegios, le ha parecido ser de su
obligación en el presente caso poner en la consideración de V.M. las
especialidades ya expresadas que concurren en esta fundación, con que
se consigue la más cumplida administración espiritual y enseñanza pú­
blica en una provincia tan dilatada y ya poblada, y que los genios de los
habitantes no lo desmerecen, y se adelantarán en virtud y letras. Y sien­
do como es tan cuantiosa la dotación, logrará el estado temporal el ade­
lantamiento de las limosnas con que diariamente se socorre en las comu­
nidades y colegios que están competentemente dotados a los pobres
necesitados, sirvie'ndose V.M., si fuere de su real agrado, por todos estos

19
Caita al rey, fechada en Popayán a 25 de junio de 1720, AGI, Santa fé,leg. 404.
JUAN MANUEL PACHECO, S. J.
38
motivos conceder el real despacho de licencia para la fundación del
colegio en la provincia de Antioquia”20,

En vista de estos informes, Felipe V concedía licencia para la fun­


dación por real cédula fechada en Balsaín el 5 de septiembre de 172221.

Hacia la fundación

Con el fin de dar los primeros pasos hacia la fundación del colegio,
el P. Francisco Méndez, provincial, envió en 1726 a la ciudad de Antio­
quia a los PP. José de Molina, nacido en Medellín, y Fernando Vergara,
santa fe re ño22 .
Escribiendo el P. General, Miguel Angel Tamburini, al sucesor del
P. Méndez en el provincial ato, P. Diego de Tapia, le decía:

“En vista de las razones que me representa su antecesor de V.R.,


apruebo la resolución de haber enviado sujetos a Antioquia a tantear la
fundación, para la que me dicen hay fondos sobrados y muy seguros,y
mucho más habiéndose ahora conseguido sentencia favorable en el plei­
to , que nos movieron años pasados, sobre las minas de oro del Chocó,
que donó el capitán Blanco para la misma fundación... La permuta de la
fundación de Antioquia en Maracaibo, en que se me ha insistido tantas
veces, no es practicable, siendo como es la donación del capitán Blanco
determinadamente para fundar en la provincia de Antioquia, y no solo
suficiente sino también superabundante para la fundación. No hay en
mí facultad o arbitrio para interpretar la voluntad del fundador, y más
cuando está tan declarada. Sí convengo con mucho gusto en que la fun­
dación se haga en la ciudad de Antioquia o en Medellín, donde parezca
más conveniente, atendidas las calidades del terreno y pueblos de la
comarca” 23.

C o m o se d esp ren d e de esta carta h u b o to d a v ía en la p rovin cia algu­


na v a cila ció n sobre la fu n d a ció n en A n tio q u ia , p u es se p refería fundar

1Q AGI, Santa te, leg. 404. Firman esta tarta: Jorge de Villa! onga, don Juan Gutiérrez
, de Arce
y Antonio de Corbián Valdés, Una copia de esta carta se encuentra en ANB, Curas y obis­
pos, t. 20, fol, 286,

21 Copias de esta real cédula se encuentran en AGI, Santa fe', leg. 273: ANB, Curas y obispos,
t. 20, fois, 280 ss, y t.36, fols. 179-181.

Poder dado por el P. Francisco Mendez a los PP. José de Molina y Femando de Vergara
que van a fundar a Antioquia, (Santafé, 29 julio 1726); AHAnt. Temporalidades 121 doc
3349, fol. 27. Cfr. Cassani, Hist, 328.

23 Carta del 13 de diciembre de 1727; APT. leg. 132, fol, 282-283.


EL COLEGIO DE ANTIOQUIA
39

en Maracaibo, Y aun decidida la fundación en la provincia de Antio-


quia, se dudaba entre la ciudad de Antioquia y la villa de Medellín,
cuyo porvenir ya se avizoraba.
En mayo de 1727 el P. Pedro Manuel Carvajal, procurador general
de la provincia, pidió a la real audiencia que decidiera sobre cuál de las
dos poblaciones debía se preferida. Parece, dice en su memorial, que
entre la ciudad de Antioquia y la villa de Medellín, “ donde reside gran
parte de la nobleza y familias calificadas de la provincia y contribuyen
porciones considerables para esta fundación, hay competencia, alegando
la preferencia a su favor, y sobre que se funde los unos en la ciudad, y
otros en su villa”24 .
La audiencia declaró que la fundación debía hacerse en la ciudad-
de Antioquia, pues !a real cédula en que se concedía la licencia seña­
laba a esta ciudad25.
El P. Tamburini aprobó por su parte la elección de la ciudad de
Antioquia.
“He visto, escribía al P, Tapia el lo . de junio de 1729, las razo­
nes que por ambas partes se ofrecieron y tuvieron vuestras reverencias
presentes para resolver y determinar el lugar, en el cual,en la provincia
de Antioquia, se ha de fundar el colegio. Y habiéndolas considerado con
reflexión, juzgo mucho más fuertes y poderosas las que favorecen a la
ciudad. A cuya causa apruebo la resolución de V.R. de haber principia­
do la fundación en la ciudad. Y me agrada y tengo a bien la asignación
de los sujetos que V.R. me refiere, porque cuiden y entiendan en esta
nueva fundación, cuyos felices progresos me prometo de su celo, cui­
dado, discreción, destreza y aplicación” 26.

La fundación
La real cédula de Felipe V, en que autorizaba la fundación, había
sido presentada, no sólo en Santafé, ante la audiencia27, sino en Popa-
yán ante el obispo de la diócesis.
El señor Gómez Frías dio gustoso su autorización para la funda­
ción del colegio. Al prestar obediencia a la real cédula, declaró: “por lo
que toca a su ilustrísima desde luego interpone y da plenamente su con­
sentimiento, autoridad y licencia para la fundación del colegio de la

ANB, Colegios, tom o 4 , fol. 832.

25 Ibid. fol. 833.

26 APT. leg. 132, fol. 287.

27 La real cédula fue obedecida en Santafé, el 16 de setiembre de 1723: ANB, Curas y obis­
pos, t. 20, fol. 282.
JUAN MANUEL PACHECO, S. J,
40

sagrada Compañía de Jesús en la dudad de Antioquia, y ofreciendo


cooperación con todo el esfuerzo que su ilustrísima pueda y deba tocar
para su consecución, a la cual manda que ninguno de sus inferiores vica­
rios, curas, ni otros se opongan, antes bien que todos y cada uno minis­
tren los fomentos, favor y ayuda que a su jurisdicción tocare”28 .
El 17 de diciembre de 1726 el P. Molina presentó en Antioquia la
real cédula ante el gobernador de la provincia, don Facundo Guerra Cal­
derón. El gobernador la obedeció y mandó pasarla al cabildo para que
se la registrara en los libros capitulares29.
Al año siguiente, 1727, se daba comienzo al colegio. Su primer
rector fue el mismo P. José Molina30.
De la iglesia de Santa Bárbara tomó posesión el P. Molina el 29 de
marzo de 1727, en presencia del gobernador, y de don Fermín de Sal-
darriaga, esposo de doña María Teresa de Landeta, cuyos abuelos ha­
bían sido los fundadores de la iglesia31 , Al año siguiente, el 6 de agosto
de 1728, don Francisco José Zapata y Muñera, cura y vicario de la ciu­
dad, hacía donación a la Compañía de la Iglesia32. Esta donación fue
aprobada, el 4 de agosto de 1729, por el cabildo eclesiástico de Popa-
yán, que gobernaba la diócesis en nombre del señor Manuel Antonio
Gómez de Silva33.

28 ANB, Cutas y obispos, t. 36, fol. 188. El señor Juan Gómez de Frías nació en la villa de
Cebolla, arzobispado de Toledo. Estudió en la universidad de Alcalá, y se graduó de doctor
en teología en la universidad de Sigüenza. Recibió en 1690 el presbiterado. Fue su primer
curato Villaseca de Ueeda. Era cura de Móstolcs cuando Felipe V lo presentó para la sede
de Popayán (AGI, Quito, leg, 185, Informaciones). Tomó posesión de su obispado, por
medio de procurador, el 25 de mayo de 1716. (Bueno, M.A. Compendio histórico y crono­
lógico del obispado de Popayán, p. 157). Groot (llist. !!, 23) narra que viniendo este prela­
do a Popayán, pasó por Antioquia, y al ver !a falta que allí había de establecimientos de
enseñanza, concibió la idea de fundar en aquella ciudad un colegio de la Compañía de Je­
sús. No hemos hallado el documenta del que tomó Groot estas noticias; F.l P, F.L. TORO
(Ripios Históricos, p. 108-109) tiene por error el que el Sr. Gómez Frías entrara a su dió­
cesis por Antioquia. pues en octubre de 1716 consta que estaba en Popayán y solo el 8 de
septiembre de 1717 llegaba de visita a Ja ciudad de Antioquia. En 1726 fue el señor Gómez
de Erías, trasladado a la sede de Quito, y en esta ciudad murió el 21 de agosto de 1729
(J.B. Ortiz. Historia de la diócesis de Popayán, p. 289-290),

29 ANB, Curas y obispos, t. 36, fol. 188 v. Sobre Facundo Guerra Calderón, cfr. Restrepo
Sáenz, J .M., Gobernadores d e Antioquia, (2 ed.), I, 177-180.
3Q Cfr. ANB. Colegios, t. 6, fol. 1016 "Estado y abstractos del Colegio de los Regulares de la
Compañía de esta ciudad de Antioquia, su dotación, posesiones, bienes y rentas..." Cassani,
328. señala el año de 1729 como el de la fundación del colegio.

31 ANB. Curas y obispos, t. 20, fols. 264 v - 265; AHAnt. Temporalidades lI 5 ,d o c . 3240.

32 ANB, Curas y obispos, t. 20, fols. 258-259 ss; AHAnt. Temporalidades, 115, doc. 3240.

33 ANB, Curas y obispos t. 20 folio 260-262


EL COLEGIO DE ANTIOQUIA
41

Personal del colegio

Gobernaron como rectores del colegio de Antioquia los PP. José


Molina, Femando Vergara, José Guillén, Pedro Liner, Victorino Padilla,
Manuel Zapata, Jerónimo Godoy, Salvador Quintana y Sebastián Sán­
chez34 .
El P. Ljner era austríaco35, y vino al Nuevo Reino en 1723. Des­
pués de haber sido profesor de teología en Santafé, fue nombrado,
hacia 173836, rector del colegio de Antioquia, cargo que desempeñó
hasta su muerte, acaecida el 6 de diciembre de 174537.
[Del tiempo de su rectorado se conserva un curioso expediente en
el archivo histórico de la gobernación de Antioquia38. En 1744, una
negrita, llamada María, esclava de doña Juana de Vargas, se refugió en el
colegio, huyendo de los rigores con que la trataba su ama. Se pudo com­
probar que doña Juana castigaba con crueldad a la pobre niña, llegando
a quemarle con tizones las manos y la boca. Dos veces había tenido que
intervenir personalmente el alcalde de la ciudad, Bernardo de Hoyos
y Serantes, para librar a la esclavita de aquellos tormentos, y había dado
de ponerla en venta, para sacarla del poder de su cruel ama. Pero nadie
había querido comprar a la débil creatura, pues era casi lo mismo que
comprar un cadáver. El P. Liner resolvió amparar a la niña, y pidió a las
autoridades que se la adjudicasen al colegio, obligándose a pagarlo que
había costado, “por ser, dice, obra de caridad y amparo de misera­
bles”39.]
Por el catálogo de 1736 sabemos que en este año vivían en el cole­
gio seis jesuítas, tres sacerdotes y tres hermanos coadjutores40. En 1756
el número de sujetos había descendido a cuatro: tres sacerdotes, los PP.
Jerónimo Godoy, rector, Victoriano Padilla, prefecto de la congrega­
ción de la buena muerte, y Salvador Molina, profesor de gramática; y un

Véase Apéndice

35 Catáiogo de 1736; HUONDER, A. Deutsche Jesuitenmissionáre, 154,

36 Catálogo de 1738.

ARSI, Ilist. Soe. 53; Libro de la Iglesia y sacristía de este colegio de Tunja. fol. 156 v., in­
dica que al morir era rector del colegio de Antioquia.
38
AHAnt. Esclavos 39, n. 932.
39
Ibid.
40
Catálogo de 1736; ARSI. N.R. et. Q. 4. Eran estos los PP, José' de Molina, rector; José Gui­
llén y Francisco Villa, y los HH. Marcos Wcltzemberg, Juan de la Seda y José Talavcra.
JUAN MANUEL PACHECO, S. J.
42

solo hermano coadjutor, el H. Pedro Utrey, que administraba las hacien­


das del colegio41. Siete años más tarde, en 1763, sólo residían en el
colegio cuatro sacerdotes, y ningún hermano coadjutor42 .

La iglesia de Santa Bárbara

La primitiva iglesia de Santa Bárbara era pequeña y de una sola


nave. En 1763 el P. Salvador de Quintana representaba al gobernador
la estrechez de la iglesia, que no daba cabida a la gente que acudía a los
divinos oficios. Pensaba construir la capilla mayor, de la que carecía la
iglesia, y pedía permiso para tomar de la calle la pequeña franja de te­
rreno que se necesitaba para los cimientos. El gobernador, capitán José
Barón de Chaves, concedió sin dificultades el permiso43.
Al salir expulsada la Compañía, en el año de 1767, la iglesia se
encontraba en obra. La nueva iglesia debía tener 54 varas de largo por
25 de ancho, de las que estaban construidas 42 y media. Era de tres
naves, y en el altar mayor se había edificado un camarín de cuatro
varas, de figura octogonal.Faltaban por concluir diez varas hasta la por­
tada, y la torre desde sus cimientos. Ya se habían edificado dos sacris­
tías; la principal del lado del evangelio, unida con el colegio, que medía
I I varas y media de largo por 7 y media de ancho; la otra, de lado de
la epístola, servía de capilla a la congregación de la Virgen de los Do­
lores44 .

Bienes del colegio

El 14 de febrero de 1728, Juan Salvador de Castañeda, apoderado


de don Gregorio de Borja, vendía al P. Molina la hacienda de Abcjuco,
sobre el río Cauca, en tierras del actual municipio de Anzá. En ella se
encontraban algunas salinas45.

41 Catálogo de 1756; ARSI, N.R. et Q .4 .

42 Catálogo de 1763; ARSI, N.R. et Q. 4 . fol. 358. Eran los PP. Salvador Quintana, rector;
Victorino Padilla, Salvador Molina y Manuel Vélez.

43 AHAnt. Temporalidades 117, doc. 3279.

44 AHAnt. Temporalidades 118, doc. 3287. Más tarde en 1771 se ordenó demoler parte de
esta obra, pues dejada a medio acabar, amenazaba ruina. En noviembre de 1 7 7 1 ,el maes­
tro albañil Juan Bernardo Holguin, continuó la obra; AHAnt. Temporalidades 117, doc.
3275).
45 AHAnt. Temporalidades 123.
EL COLEGIO DE ANTIOQUIA
43

En 1765 contaba esta hacienda con 68 esclavos. Tenía una plan­


tación de 200 a 300 árboles de cacao y siembras de caña y plátano.
El número de sus reses era de 434. En 88 meses sólo había dejado de
utilidad 695 pesos46.
En 1753 se pensó en explotar el oro que se encontraba en la que­
brada de Tausira, que pasaba por la hacienda. En este año, el P. Manuel
Zapata, rector del colegio, pedía al gobernador de la provincia que
amparase los derechos del colegio sobre la mencionada quebrada. “Su­
plico, decía en un memorial, ampare a este dicho mi colegio en dicha
quebrada, sus amagamientos, aven laderos y sobresabanas, con la facul­
tad necesaria para correrle aguas y acequias” . La quebrada había sido
ya registrada en 1741 por Francisco López y doña Tomasa Lainez, pero
éstos habían perdido sus derechos por no haberla trabajado en todo
ese tiempo, ni poder hacerlo por falta de esclavos47 . Pero, en 1767, esta
explotación estaba abandonada.
En 1731 el P. Fernando Vergara, rector, pidió al cabildo de la ciu­
dad un pedazo de tierra, en los ejidos de la ciudad, para poder tener
cerca del colegio algunas cabalgaduras y unas cuantas vacas. Señalaba
como apto para este fin el terreno que había poseído el capitán Juan
Bernardo Ferraro, que estaba desocupado.
En la sesión del cabildo, celebrada el 8 de septiembre de 1731, se
dividieron los pareceres, Los alcaldes Francisco de Otero y Lorenzo de
Vargas se declararon en contra de la concesión, por redundaren perjui­
cio de los vecinos que tenían sus ganados en los ejidos. En favor se
manifestaron el alférez real Juan Salvador de Castañeda y el alcalde
provincial Francisco Javier Rodríguez, pues aquellos terrenos estaban
desiertos.
El asunto, al hallarse empatados los votos, pasó al gobernador don
José de la Rocha y Labarcés, para su decisión. El gobernador resolvió
conceder al colegio el usufructo de “la loma referida, dice, que tengo
vista y reconocida con el dicho reverendo P. Rector en otra ocasión” .
Al señalar los linderos, la situó equivocadamente entre las quebradas
Guadual y Aguaclara; pero reconocida la equivocación, modificó su
decreto señalando la loma comprendida entre las quebradas Aguilar y
Guadual. El 26 de septiembre el alcalde provincial, en nombre del cabil­
do, dio posesión al P, Vergara de aquel terreno48. En él levantó más
tarde el colegio un tejar y un trapiche49.

46 AHAnt. Temporalidades 124, doc. 3408.


47 AHAnt. Temporalidades 122, doc. 3390.
48 AHAnt. Libros Capitulares, Colonia, 1731 - 1742, fols. 10v-20.
49 AHAnt. Libros Capitulares, Colonia, 1731 · 1742, fol. 34; Temporalidades 118, doe. 3284.
JUAN MANUEL PACHECO, S .J.
44

Fue también posesión del colegio la mina de La Miel, sobre el Rio-


chico, afluente del Porce50, comprada en 1755 por mil pesos51. En
1765 residían en ella 46 esclavos. Sus utilidades, en 88 meses, habían
sido de 1875 pesos5253.
La mina contaba con su capilla, en la que al amanecer se reunían
los trabajadores para rezar el Ave María, el Magníficat, e! Alabado y
otras oraciones. Los días festivos oían misa, si se encontraba allí algún
sacerdote; y si no, rezaban el rosario. Por la noche, terminado el traba­
jo, se reunían de nuevo en la capilla para rezar el rosario. Acabado éste,
se quedaban los niños y los bozales para la instrucción catequética. Este
mismo régimen se tenía en la hacienda de Abejucos3.
La situación económica del colegio, en 1753, era holgada. En el
Status rerum de ese año, se dice del colegio de Antioquia: “ Susténtame
en este colegio cuatro sujetos, tres sacerdotes y un hermano coadjutor.
De los sacerdotes, uno es profesor de gramática, sin que esté obligado el
colegio a esta enseñanza. Las rentas anuales llegan a 2.035 patacones.
No paga ningún censo, aunque debe 1.134 patacones; para pagarlos
tiene 4.766 patacones que le deben, y que ciertamente se le pagarán.
Cómodamente puede sustentar los mencionados sujetos” 54 .

50 “ El Rioehico, desdo sus cabeceras hasta su unión con el Rjogrande, ha sido aurífero en gra­
do supremo, y aunque elaborado con tenacidad, sus placeres no están del todo agotados”,
M. URIBE ANGEL, G e o g r a fía G e n e r a l y C o m p e n d io h is tó r ic o d e l E s ta d o d e A n tio q u ia en
C o lo m b ia (París, 1885),p. 335.

51 AH An t. Tcmp oralídades 124, doc. 34 0 8.

52 Ibid.

53 AHAnt. Temporalidades 118, doc. 3 2 9 1.

54 ANB, Historia I, fol. 80.


CAPITULO II

EN EL VALLE DEL CAUCA

EL COLEGIO DEBUGA

Buga

La ciudad de Buga se encuentra situada en el hermoso valle del


Cauca, a orillas del no de Las Piedras o Guadalajara, en uno de los más
bellos rincones de Colombia, Fue fundada hada 1558 por el capitán
Alonso de Fuenmayor, como un bastión contra los belicosos indios, en
la parte alta de la cordillera. En 1569 la trasladó al sitio actual el gober­
nador de Popayán, don Alvaro de Mendoza y Carvajal1.

Donación de don Cristóbal Botín

Era don Cristóbal Botín un acaudalado comerciante español, naci­


do en Málaga. Se había radicado en Popayán y cobrado gran afecto a la
Compañía de Jesús. Después de unos ejercicios espirituales hechos en el
colegio de Popayán había solicitado del P. General su admisión en la
orden2 .
Hallándose gravemente enfermo en Quito, hizo, el 22 de octubre
de 1731, donación a la Compañía de 40.000 pesos, con destino a la fun­
dación de un colegio en Buga. Como motivos de esta donación señalaba
el tener‘larga experiencia de la notoria santidad de la esclarecida religión
de la Compañía de Jesús y de sus hijos” y del celo apostólico de sus
miembros3 . Agradecido aceptó esta donación el P. Miguel de Salazar.
El 8 de noviembre redactó su testamento, y en el incluyó la siguien­
te cláusula: “ Item mando se saquen de lo mejor y más bien parado de

Cfr. TULIO ENRIQUE TASCON. Historia de la conquista de Buga, 2a. cd., Bogotá, 1938.

2 [L. Dcubler j B e c e r r o , fot. 17 v.

3 Escritura de donación. AGI, Quito, Icg. 198.


JUAN MANUEL PACHECO, S. J.
46

mis bienes cuarenta mil patacones, para que se haga fundación de un co­
legio en la ciudad de Buga... en donde he deseado mucho fundar un co­
legio de dicha sagrada religión”4 .
En otra de las cláusulas del testamento dejaba 40.000 más para la
fundación de otro colegio en la ciudad de Cartago; “ Item mando que
asimismo se saquen de lo mejor y más bien parado de mis bienes otros
cuarenta mil pesos para otra fundación de otro colegio de la dicha sagra­
da religión de la Compañía de Jesús en la ciudad de Cartago, en el dicho
obispado de Popayán, en donde hay aun más necesidad de socorro espi­
ritual para aquella ciudad, la de Anserma y Toro, ciudades circunvecinas,
como lo he experimentado en el tiempo que he vivido en aquella ciu­
dad” , Pedía luego al padre provincial de Quito que encargara la funda­
ción de este colegio al P, Fernando María Conosciutíi, superior a la sazón
del colegio de Guayaquil, “de quien tengo, dice especial confianza y sa­
tisfacción de que con especial cuidado y celo atenderá a dicha funda­
ción” . Si esta última fundación no se podía conseguir, “quiero y es mí
voluntad, añadía, que de dichos cuarenta y cinco mil pesos se apliquen
veinte mil pesos, como con efecto los aplico, para ayuda de la fundación
que está para hacerse de un colegio de dicha sagrada religión de la Com­
pañía de Jesús, en la ciudad de Cali” 5 .
Si la provincia de Quito, decía al final, no podía encargarse de es­
tas fundaciones, pedía que las realizara la provincia de Santafé.
Ese mismo año falleció en Quito el generoso Botín6 .

Donación de doña María de Lenis Gamboa

Unos años antes, doña María de Lenis Gamboa, casada con el capitán
don Miguel de Peñalvery Moya, hallándose sin hijos, había otorgado en
Buga, el 4 de abril de 1728, una escritura de donación de 50.000 pata­
cones para la fundación de un colegio de la Compañía de Jesús en la
misma ciudad.
La escritura fue otorgada ante el alcalde de Buga, don Miguel Na-
gle Alvarez de Toledo. El alcalde certifica que doña María temía el dis­
gusto de su esposo, ausente a la sazón en Popayán, si se enteraba de esta
donación; pero que consciente del derecho que tenía de disponer de sus

4 Apud JOUANFN. 3. tfist. II. 132.

5 Ibid., pp. 132-133.

6 Cfr. tarta del P. Angel María Manca a] P. Lucas Burno Sata (Santafé. nov. 19, 1747). Copia
en ANB, Convenios. 16, fol. 725 v.
EN EL VALLE DEL CAUCA
47

bienes, había determinado destinar la mayor parte de ellos a obras pías;


por esto, espontánea y libremente, “con título de culto a Dios Nuestro
Señor y remuneración a su divina Majestad por los bienes espirituales y
temporales, que le debe, y por obra pía que cede en beneficio de toda
esta ciudad”, hace donación a la Compañía de Jesús de 50.000 pataco­
nes, y se obliga a consignarlo por cláusula especial en su testamento. Por
temor a su marido quiere que esta escritura permanezca oculta hasta el
fallecimiento de uno de los dos esposos. Testigos de esta donación fue­
ron el doctor Juan Nieto Polo, más tarde obispo de Santa Marta y Quito,
y a la sazón cura y vicario de la ciudad, los doctores Gaspar y Francisco
de Oviedo y Francisco Gómez Constantina, presbíteros7.
Muerto Peñalver en 1735, doña María entregó cumplidamente los.
50.000 pesos en doblones a los jesuítas. Por orden del P. Andrés de Za­
rate, visitador de la provincia de Quito, fueron depositados en el colegio
de Popayán, en una caja de tres llaves8 .

Permiso del P. General

Informado de estas donaciones, mandó el P. Francisco Retz, gene­


ral de la Compañía, al P. Pedro de Campos, provincial de Quito, que
reunido con sus consultores ordinarios y extraordinarios, examinara “si
las cantidades señaladas para aquel fin son suficientes, si en aquellas ciu­
dades hay el número suficiente de almas para que los nuestros no vivan
en la ociosidad sino en el ejercicio de nuestros ministerios, y las cualida­
des que se requieren para que en ellas se mantenga con decencia. Téngase
también presentes las contingencias que hay de que recibamos o no las
cantidades señaladas y la falta se sujetos que hay en esa provincia; final­
mente que es mejor atender a conservar con la debida decencia las fun­
daciones que ya tenemos que admitir de nuevo otras que no son de muy
grande importancia”9 .
Resultado de estas consultas fue un informe del P. Campos del to­
do favorable a la fundación del colegio de Buga. La ciudad, informaba,
se encuentra habitada por gente noble, goza de activo comercio, clima
sano y situación buena, y abunda en todo género de productos. En cam­
bio no se mostraba partidario de fundar en Cartago, por lo ‘‘malsano del
temperamento, donde reina la contagiosa enfermedad de lazarinos, lo
pobre y escaso del país que necesita le entre todo de fuera, y su tan li-

7 Escritura de donación; AGI, Santafé, lcg. 198.


8 [L. DEü BLER], Becerro, fol. 17.
9 Apud. J. JOUANEN, Hist. II, 134
JUAN MANUEL PACHECO, S, J .
48

irritada jurisdicción y terreno, que en él no hay haciendas o bienes raíces


en qué poder emplear el capital de la fundación. La ciudad es un agrega­
do de pocas casas pajizas, en la que apenas se encuentran tres familias
de alguna distinción, y situada en terreno tan húmedo que sólo a caba­
llo puede andarse en invierno” 10
Informes también favorables al colegio de Buga rindió el P. Andrés
de Zárate, visitador de la provincia de Quito,
El P. Retz aceptó la fundación, y así lo comunicó al P. Zárate en
carta del 15 de enero de 1737. Años más tarde, el 25 de marzo de 1741,
escribía el mismo P. Retz confirmando la aceptación al P. Baltasar de
Moneada, provincial de Quito: “En orden a la fundación de Buga, nada
tengo que determinar pues ya la he aceptado y sólo falta la licencia del
rey. La cual aceptación, confirmada así, confirmamos aun más con el
hecho, intimando a toda la Compañía los sufragios correspondientes a
doña María de Lenis Gamboa y don Cristóbal Botín como fundadores
del colegio de Buga. Y porque deseamos llegue a efecto esta fundación,
para la cual ha recibido la Compañía noventa mil pesos que existen y
nos consta estar en depósito para emplearse en bienes y dotación del fu­
turo colegio, de nuevo confinnamos nuestra aceptación, y encargamos
al dicho P. Tomás Nieto Polo solicite la licencia de S.M,, a cuyo fin le
damos la nuestra y nuestro poder en la forma que más necesaria sea” 1011.

La licencia real

Los jesuítas habían conseguido que informaran favorablemente al


rey sobre la conveniencia del nuevo Colegio la audiencia de Quito, los
obispos de Popayán y Quito, el gobernador de Popayán, el capítulo cate­
dral de Popayán y el cabildo de Buga12 .
El gobernador de Popayán, Fernando Pérez Guerrero y Peñalosa,
escribía desde Quito, el 28 de noviembre de 1731:
“Son señor las referidas ciudades de Buga y Cartago las que se ha­
llan en mayor distancia que otras de la capital de Popayán; sus vecinos,
los más pobres de su gobierno, viven retirados en los montes por el in­
terés de conservar sus ganados, y así se mantienen en aquella pastoril

10 Ibid., pp. 134-135. Cartago es hoy una de las más importantes ciudades del departamento
del Valle. Es sede episcopal.

11 Apud. J. JOUANEN, Hist. II, 208.


12 a
Todas estas cartas se encuentran en AGI, Santafe, leg. 198. La carta del P. Miguel Salazar
al cabildo de Buga pidiéndole que informase al rey sobre la conveniencia de la fundación,
en TULIO ENRIQUE TASCON, Historia de Buga en la Colonia, pp. 133-134.
EN EL VALLE DEL CAUCA
49

rudeza en que se criaron desde sus niñeces. En cada una de estas ciuda­
des hay un cura clérigo y un convento de religiosos de las órdenes de
Santo Domigno y San Francisco, que regularmente en cada uno, cuan­
do más, hay dos sacerdotes, que siendo tan pocos no se puede lograr el
fin de que tengan el pasto espiritual que necesitan, porque siendo como
es tan extendida la grey no está en manos de estos ministros el velar co­
mo quisieren sobre la custodia de tan abundante y disperso rebaño. De
la falta de estos ministros eclesiásticos se experimenta, con grave dolor,
que esta pobre gente viva en total ignorancia de la doctrina cristiana,
pues la explicación que de esta se hace un solo una vez al año, se expe­
rimenta de que por falta de frecuencia en su enseñanza la ignoran tanto
como si nunca se les hubiera explicado.
“Así como la referida ciudad de Cartago es la más distante de la de
Popayán, del mismo modo es la más próxima y que hace escala a la pro­
vincia del Chocó, y por esto la que con mayor razón hace instancia a la
fundación de dicho colegio, porque las depravadas costumbres de estas
gentes carecen de toda ponderación. Y habiendo puesto Dios de reme­
dio, inclinando la voluntad de aquel caritativo benefactor, rendidamen­
te me pongo a los pies de V.M. para que en consideración de las justas
causas que promueven el glorioso fin de esta fundación, se sirva de con­
cederles a estas dos ciudades la licencia de que necesitan para su conse­
cución” 13 .
El cabildo de Buga presentaba la necesidad urgente de un colegio
en la ciudad, “a causa de imposibilitarse los estudios por el término dis­
tante de más de setenta leguas al más próximo colegio” 14.
Todos estos informes los presentó ante el Consejo de Indias el P.
Tomás Nieto Polo, junto con un memorial suyo en que exponía varios
motivos favorables a la fundación.

“ Es la ciudad de Buga, escribe, numerosa de vecinos españoles,


mestizos, indios, mulatos y negros. No hay en ella más que un convento
de la sagrada religión de Santo Domingo en que por lo común no hay
más que dos religiosos, quienes, por la pobreza del convento, necesitan
salir de la ciudad a buscar con qué alimentarse y vestirse por los pueblos
y haciendas de la comarca. Los clérigos sacerdotes, que dudo lleguen a
diez, viven lo más del año en sus haciendas, y cuando más quedan firmes
el cura y dos o tres sacerdotes para la administración de sacramentos en
la ciudad y en los anejos que hay fuera de ella. Por eso es lastimosa y

13 *
AGI, Samafé, leg. 198, Se conserva otro ejemplar de la misma carta con algunas variantes.

14 Carta del cabildo y regimiento de la ciudad de Huga (Buga, marzo 10, 1732). AGI, Samalé,
leg. 198.
JUAN MANUEL PACHECO, S i .
50

grande la falta de ministros que confiesen y prediquen a tantos como


lo necesitan. El reverendo obispo de Popayan y el cura de Buga piden
repetidas veces al procurador de la Compañía y al rector del colegio de
Popayan que les envíen sujetos que les ayuden. Pero estas misiones no
pueden ser tan frecuentes como las desean y las han menester, así por­
que los jesuítas que hay son pocos, como porque en la distancia de mas
de 76 leguas que hay de Popayan a Buga son crecidos los gastos y mayo­
res los peligros de las montañas, ríos caudalosos y malísimos caminos, y
la vez que van experimentan que no bastan dos ni tres meses de conti­
nuo trabaja para instruir y confesar entre dos misioneros a tanto pueblo
como concurre” .

Buga, continúa diciendo, es como un centro a cuyo alrededor se


encuentran varias poblaciones de españoles, como Cali, Cartago, Caloto,
Anserma, Toro, Arma, la Vega de Supía y Roldanillo, varios pueblos de
indios y numerosas haciendas en que viven muchos vecinos y esclavos.
Desde Buga se puede atender más fácilmente a todos estos sitios.
En todos estos lugares hay muchos jóvenes y niños que carecen de
educación y se crían “con tal rusticidad y libertad de costumbres que
suelen pasar a ser el escándalo de los pueblos y embarazo a su buen go­
bierno” . Un colegio sería el remedio para estos males.
Es también Buga, añade, escala para la provincia del Chocó. Se ha­
lla ésta habitada no sólo por los indios naturales sino por millares de ne­
gros esclavos ocupados en las minas, “ tan ignorantes los más de la doctri­
na cristiana que en poco se distinguen sus costumbres de las que tenían
en la Africa” . Los curas y doctrineros no pueden atenderlos debidamen­
te por la dificultad de las distancias y de los ásperos caminos. Desde Bu­
ga es más fácil enviarles misioneros que desde Popayán.

“ De lo dicho parece, concluye, que dicha fundación es útil y ne­


cesaria para el bien espiritual de muchos pueblos, a quienes en lo tempo­
ral no puede juzgarse perjudicial, ni tampoco a la real hacienda, pues la
dotación que tiene asignada es competente para mantener a los sujetos
del colegio y las misiones circulares para el Chocó y los pueblos comar­
canos, sin gravar el real erario, ni a la república de Buga, la cual por la
experiencia que tiene de la Compañía desea y pide dicha fundación, no
ignorando las utilidades que le pueden venir con ella en las limosnas que
reparte, en los frutos que cultiva, en el concurso a las obras públicas a
que contribuyen los colegios donde los hay, con más puntualidad que
ninguno, y de modo que en algunos lugares es la Compañía acreedora
de muchos pesos con que ha concurrido” 15.

15
AGI, Santafc, leg, 198.
EN EL VALLE DEL CAUCA
51

Resultado de todos estos informes fue la autorización para fundar


el colegio. La real cédula fue rubricada por Felipe V, en San Lorenzo, el
30 de noviembre de 1743. En ella hace mención el rey del memorial del
P. Nieto Polo sobre la utilidad de la fundación del colegio para la educa­
ción de los jóvenes y bien espiritual de la población, de las donaciones
hechas para este fin por don Cristóbal Botín y doña María de Lenis y
Gamboa, y de los diversos informes favorables a la fundación del cole­
gio. Y añade: “ Sin embargo de que por repetidas órdenes tengo manda­
do se excuse el proponerme estas fundaciones, he resuelto condescender
a esta instancia por haber constado estar depositados los expresados no­
venta mil pesos para la erección del referido colegio y sustento de los re­
ligiosos que le han de componer, sin gravamen de mi real hacienda. Par
tanto, por la presente doy y concedo licencia a la religión de la Compa­
ñía de Jesús, de la provincia de Quito, para que pueda fundar un cole­
gio en la ciudad de Buga...pero con la calidad (y no de otra suerte) que
este colegio haga obligación precisa en la audiencia de Quito, de que ha
de ejecutar todo lo que yo determinare por punto general en cuanto a
prohibir la adquisición de nuevas haciendas...” 16.
No era esta la primera vez, como ya vimos en el caso de Ocaña, en
que se imponía a las nuevas fundaciones la prohibición de adquirir nue­
vas haciendas.
Al presentar, el P. Francisco Monerris, procurador general de la
provincia de Quito, esta real cédula ante la audiencia de Quito, en octu­
bre de 1744, se obligó, en nombre del colegio, a no adquirir nuevas ha­
ciendas17 .
El escogido para dar comienzo al colegio de Buga fue el P. Joaquín
Bonilla, payanés, quien contaba a la sazón 45 años. Llegado a Buga, pre­
sentó ante el cabildo de la ciudad, el 8 de febrero de 1745, la real cédula
con la licencia para la fundación. El acta de la sesión de este día, después
de anotar la presencia, en la sala del cabildo, del cura y vicario de la ciu­
dad,doctor Pedro Pablo de Escobar, y la del lugarteniente de goberna­
dor, don Miguel de la Bandera, refiere la presentación de la real cédula
por el P. Bonilla, y las muestras de respeto con que la obedecieron los
miembros del cabildo. Prometieron estos, añade el acta, “estar prontos
a dar todo el auxilio necesario que para ía dicha fundación prevenida se
necesitase..., por cuya utilidad en beneficio de las almas le dan a Dios
nuestro señor las debidas gracias, y a nuestro católico rey y señor natu­

16 Copias de esta real cédula se encuentran en ANB, Colegios, 2, fol. 679; Tierras Cauca, 4,
fol. 405; T.E. Tascón, Historia de Buga en la Colonia, pp, 160-162.

17 Cfr, T.E. TASCON, Historia de Buga en la Colonia, pp, 163-166.


JUAN MANUEL PACHECO, S, J.
52

ral, y a la religión y reverendo padre provincial actual Carlos Brentano


que con tanto celo y eficacia ha querido se ponga en efecto esta funda­
ción, y asimismo al reverendo padre procurador Tomás Nieto Polo, y
asimismo al dicho reverendo padre rector electo Joaquín Bonilla, de
quien se espera que con su celo y vigilancia se ponga en obra dicha fun­
dación” 18.

Los bienes de la fundación

En ese mismo año de 1745 se dio comienzo al colegio. Según el li­


bro de cuentas del colegio de Buga, conservado en el archivo general del
Cauca, sólo lina pequeña parte del dinero de la fundación se encontraba
en depósito. Con este dinero se compró la hacienda de Barragán en
$ 6.437.
Al legado de don Cristóbal Botín de cuarenta mil pesos, debían la
procura de la provincia de Quito y el Colegio Máximo de la misma ciu­
dad, $28.757, y el colegio de Popayán, $10.824. De los cincuenta mil
donados por doña María de Lenis, que estaban depositados en el cole­
gio de Popayán, había mandado sacar el P. Carlos Brentano $25.500
para la procura de la provincia, $5.512 para los colegios de Cuenca, Lo-
ia y Panamá, y $5.910 para la misión del Marañón19 .
No tardó el P. Francisco Monerris, procurador general de la provin­
cia, en enviar al P. Bonilla $35.035, para saldar la deuda de la provincia,
según le avisaba por carta fechada en Quito el 21 de n o v ie m b re de
174520. Suponemos que los demás colegios fueron cubriendo, poco a
poco, sus deudas con el colegio de Buga.
Para colocar el capitai de la fundación, además de la hacienda de
Barragán, se compraron otras tres, llamadas Sepulturas, Sabaletas y Tre-
jo. Conocemos el estado de estas haciendas, en 1760, quince años des­
pués de su compra. La hacienda de Barragán estaba dedicada a la gana­
dería; contaba con 18 esclavos y 267 cabezas de ganado, además de 200
yeguas. En Sepulturas tenía el colegio cultivos de caña, con dos trapiches
para su molienda, y 52 esclavos; además 220 cabezas de ganado. La ha­
cienda de Sabaletas la cultivaban 57 esclavos; contaba con un trapiche,
tres fondos, y toda la herramienta necesaria; su ganado llegaba a 245 re-

18 Apud. T ascón,/íisí., pp. 167-168.


19 -
Libro de cuentas de recibo y gasto de esta nueva fundación de Buga, ano de } 745, fol 1
(Archivo General del Cauca, Lelas. I, 9 s; sign. 4916).
20
Archivo General del Cauca, sign. 6988.
EN EL VALLE DEL CAUCA
53
ses. En Trejo se tenían 189 cabezas de ganado y 492 yeguas. De 1758
a 1760 los gastos de estas haciendas habían subido a $3.193, y sus utili­
dades brutas a $6.03021.
El P. Velasco afirma que siendo la dotación del colegio de Buga
una de las mejores, “ fue de las menos bien logradas, porque no siendo
para el caso el P. Bonilla, por su inocente candor, fue gravemente enga­
ñado en reducir el contante en bienes raíces. Cuando se advirtió el mal,
no hubo ya remedio, y el colegio quedó con notables atrasos”22.

Progresos del colegio

No tenemos mayores informaciones sobre la marcha del colegio en


los años siguientes. Pero sus progresos debieron de ser satisfactorios,
cuando el P. Francisco Retz, general de la compañía, escribía al P. Joa­
quín Bonilla: “ La de V.R. de 25 de marzo de 1746 me es de mucho
consuelo por las gustosas noticias que en ella me da de los progresos y
actual estado de esa fundación, que no dudo haya de ser de mucha glo­
ria a Nuestro Señor y utilidad a las almas. Yo doy muy afectuosas gra­
cias a V.R, por este informe que me hace, y por lo mucho que con su
ejemplo, aplicación y santo celo promueve el bien de esa fundación y
buen nombre de la Compañía”23.
Los moradores del colegio no sólo atendían a la labor educativa,
sino que ejercitaban su celo sacerdotal en confesiones, predicaciones,
misiones y congregaciones. El P. Bonilla fundó la congregación de Nues­
tra Señora de Loreto24, y el P. Juan Garriga la de San Luis Gonzaga y la
de la Buena Muerte. El P. Garriga debió de pedir al P. Ignacio Visconti,
general de la Compañía, alguna reliquia de San Luis, pues éste le contes­
taba: “Tendré cuidado de enviar alguna reliquia del santo joven para fo­
mentar su devoción, aunque sólo sea de vestido suyo, porque de hueso
es difícil haberla”2s .

21 Libro de recibo de este Colegio d e la Compan ia de JHS de Buga que comienza por el mes
de agosto de 1759; Archivo General del Cauca, Ecles. I, 9 S;sign. 4655.
22 Apud. J. JOUANEN, Hist. 11, 209. En una relación del estado económico de los colegios
de la Provincia de Quito, del ano de 1764, se dice del colegio de Buga: “Mantiene 6 religio­
sos: 5 Padres y 1 Hermano Coadjutor. Uno de los sacerdotes es maestro de gramática, sin
ninguna obligación. La renta anual es de 1.316 pesos. Tiene un censo en contra de 1.800
pesos con un interés anual de 90 pesos. Debe el colegio 640 pesos. A duras penas se sus­
tentan los moradores dei colegio” . Ap. J. JOUANEN, Hist. II, 355.
23
Carta del 15 de enero de 1749; Archivo General del Cauca, sign. 4793.

24 Ibid.
25
Carta del 18 de julio de 1753; Archivo General del Cauca, sign. 6989, n. 9.
JUAN MANUEL PACHECO, S. J.
54

El celo apostólico del P. Garriga era notable; el P, Jerónimo de


Herce provincial de Quito, le escribía, en noviembre de 1749: “ Doy a
V.R, las debidas gracias de sus misiones, y del infatigable celo con que
V R. atiende a todos sus ministerios, principalmente del confesionario,
y de su editicativo y religioso proceder”26. Era el P. Garriga natural de
San Jorge (España) y había entrado en la Compañía el 24 de agosto de
174127.

Una información

Ignoramos qué motivos movieron al P. Juan Garriga, que era vice­


rrector y procurador del colegio, a pedir, en diciembre de 1760, al ca­
bildo de la ciudad una información sobre los moradores del colegio,
conforme a las siguientes preguntas:
“Primeramente diga del conocimiento de los rectores y súbditos
que ha tenido este colegio desde su erección que fue el año pasado de
1740.
“Item. Si han observado los rectores y operarios de dicho nuestro
colegio la continua tarea en la reformación de costumbres, practicando
para ello la enseñanza de la doctrina cristiana los domingos del año, con
la incesante fatiga de predicar, confesar, por cuya causa se ve estableci­
da la frecuencia de sacramentos, corriendo el vecindario de tiempo en
tiempo con las repetidas misiones y cuadragesimales tareas... sin costo,
y se ve predicadas por los sujetos de mi colegio.
“ Item. Si hemos sido prontos a socorrer con piedad cristiana a los
necesitados y moribundos, sin reparar en estaciones del año de lluvias
y ardores, movidos del celo e instituto de nuestra religión.
“Item, diga si por algún jesuíta de dicho nuestro colegio se ha dado
o presumido algún escándalo, en cualquier materia que sea; diga y ex­
prese el sujeto, las circunstancias y el caso; o, si al contrario, se han por­
tado dando el mejor ejemplo que ha alcanzado y dirigido la Providencia,
sin dar nota en sus hechos.
“Y fecha que sea la certificación o informe en el modo debido, se
sirva vuestra señoría de volvérmela original, para los efectos que con­
vengan a la buena reputación, crédito y honor de este colegio” .
El cabildo se limitó a contestar: “Visto lo relacionado con este
pedimento dice su señoría que en cuanto a la doctrina y ocupaciones
que se ha reconocido por los reverendos padres de la Compañía de Jesús

26 Archivo General del Cauca, sign. 6988.


27
Cfr. J. JOUANEN, Hist. ¡1, 733.
EN EL VALLE DEL CAUCA
55
en esta ciudad han sido tan exactas que no ocurre otra cosa que decir
en este cumplimiento”28.

Casa de ejercicios

Dependiente del colegio se inauguró en 1761, según el P. Velasco,


una casa de ejercicios espirituales. La dirección estaba en manos de la
Compañía, pero la administración corría a cargo de personas seglares.
[“La hicieron, narra el P. Velasco, entre diversos benefactores, siendo el
principal y el motor de todos, el doctor don Antonio López. No quiso
la Compañía hacerse cargo, ni de la fábrica material de la casa, ni del
manejo y administración de sus fondos, por más empeño que hicieron,
y sólo se hizo cargo de la espiritual dirección de ella. Señalaron por eso
administradores, diputados y ecónomos para la fábrica y para el servi­
cio en bellísimo orden; fabricaron una casa de dos cuadros, cada uno
con veinte cámaras, destinadas las del un cuadro para hombres, y las del
otro para mujeres, con separadas puertas para afuera y para la interior
capilla de en medio; con oficinas amplias, con adornos y cuadros de pin­
turas devotas; y la casa y capilla con el título de la Madre Santísima de
la Luz, a quien estaba dedicada”29.
En los primeros años la obra debió tener por sede una casa provi­
sional, pues el 18 de abril de 1763, don Alonso de Molina Rendó'n hacía
donación al doctor Antonio López, “representante de los devotos de
nuestra Madre Santísima de la Luz” , de un solar, situado en las cerca­
nías del colegio, para edificar una casa de ejercicios30.

Pleitos

Algunos pleitos se vio obligado a sostener el colegio de Buga para


defender sus haciendas. Uno de estos fue con don Manuel Rengifo en
1761. Desconocemos su trayectoria. El pleito se ventiló en Santafé, y la
sentencia debió de ser favorable al colegio. El P, Martín de Egurvide
escribía desde Santafé, el 20 de junio de 1761 al P. Joaquín Bonilla:
“Estoy en que ya habrá recibido la que el H. Rafael de la Vega escribió
a V.R. dándole noticia del auto que se proveyó en la causa con Rengifo,

18 Archivo General del Cauca, sign. 4793.

Historia moderna del Reino de Quito y Crónica de la Provincia de ¡a Compañía de Jesús


del mismo Reino. T. III, lib. 1, & 54. Cfi. LESMLS CRIAS, S.J. Campaña de ejercicios
en el antiguo reino de Quito, a mediados de! siglo XVIII; en Manresa. 5 (1929). 263.

30 T.E. TASCON. Historia de B u ga en la Colonia, p, 194.


JUAN MANUEL PACHECO, S. J.
56

quien también debe de haberlo tenido por favorable, pues sacó la ejecu­
toria, con lo que nos ha excusado el costo de sacarla” 31.
Más enojoso parece haber sido el pleito que entabló, en 1764, don
Francisco Javier de Figueroa, Fi güero a se quejó ante el cabildo de la
ciudad de que el colegio había invadido tierras de su propiedad, colin­
dantes con la hacienda de Sabaletas. El tono de su memorial es amargo:
“ Después de varias extorsiones que he padecido, me tienen dichos Pa­
dres con su cerco ocupada parte de mi tierra, de que he recibido y reci­
bo tal pexjuicio, que a no tener obligaciones a que atender, ya hubiera
abandonado dicha mi hacienda para que en el todo se apoderaran de
ella, y fueran absolutos dueños y señores, como lo son y pretenden ser
de las muchas que reconocen por suyas, contra lo estipulado con su
Majestad..,”32.
Pero no se contentaba con esto sino que acusaba al colegio de estar
violando la prohibición que le había puesto el rey de adquirir nuevas
haciendas.
El cabildo entró a estudiar esta acusación. El procurador de la ciu­
dad certificó que el colegio poseía cuatro haciendas, las de Barragán,
Sepulturas, Trejo y Sabaletas, y había comenzado a entablar otras dos,
llamadas Las Piedras y Derrumbaderos33 .
Era rector entonces del colegio el P. Francisco Javier Azzoni. Pro­
testó ante el cabildo por los términos injuriosos del memorial de Figue­
roa, y pidió que se suspendieran las providencias hasta que este probase
las extorsiones de que se decía víctima. Figueroa insistió en su denun­
cia de estar los jesuítas violando la voluntad del rey. Juro, decía en su
memorial, no ser mi ánimo calumniar a los Padres, "sino demostrar mi
obediencia y celo para con mi monarca, rey y señor natural” 34 .
El P. Azzoni pidió al cabildo que trasladase la causa a la audiencia
de Quito, ya que algunos de los capitulares no se mostraban im pare iales.
Varios capitulares, escribe, no concurren, como están obligados, al cabil­
do, y del proceso se reconoce “el favor que merece la parte contraria en
ser luego atentida en el mismo día de su presentación, y mi religión des­
preciada, postergándosele sus decretos” 35.

31 Archivo General del Cauca, sign, 4793.

32 ANB, Tierras C a u c a , t, 4, fol. 395.

33 Acta del cabildo de) 4 de s e p tie m b re de 1764; ibid. fol. 397 v. - 398.

34 Ibid. fol. 415 v.


35
Ibid. fol 416 v. ss.
EN EL VALLE DEL CAUCA
57

Figueroa convino en que la causa pasase a Quito, “que yo desde


luego, manifiesta, ofrezco poner uno [sumario de la causa] en el supe­
rior gobierno del excelentísimo señor virrey, y otro en el real y supremo
Consejo de Indias, cuya conocida rectitud y justicia verá si es justa mi
denuncia”36.
No conocemos cómo se defendió el colegio. Pero la sentencia final
debió de serle favorable. En el libro de cuentas se anota, con relación
a este pleito, los gastos ocasionados por un chasqui o correo expreso
enviado desde Quito con una real provisión, y por los derechos que
cobró el escribano para notificarla37.

El terremoto de 1 7 6 6

El 9 de julio de 1766 un fuerte terremoto sembró la consternación


en Buga. Se vino al suelo la iglesia parroquial y quedó maltrecha la igle­
sia de Santo Domingo. “El colegio de la Compañía, escribía su rector
P. Azzoni, quedó casi del todo inservible en la vivienda alta”, y añade
que apenas quedó casa en la ciudad que no hubiese padecido daño.
(Carta al gobernador de Popayán, José Ignacio de Ortega. Milicia y Marina
126, fol. 136.- J.E. Ramírez, “Historia de los Terremotos en Colom­
bia”, p. 74).

II - EN CALI

Cali

Cali es hoy una de las más prósperas ciudades de Colombia. Es


capital del neo departamento del Valle y sede arzobispal. Cuenta actual­
mente con 1.300.000 habitantes. Su origen data de 1536, año en que
la fundó Sebastián de Belalcázar. En tiempos coloniales fue la segunda
ciudad de la gobernación de Popayán.

Donaciones

El 9 de abril de 1721 moría en Cali el presbítero Juan Rodríguez


Montano, cura y vicario de la ciudad. En su testamento legaba a la Com­

36 Ibid.rol.440v.-441.

37 “Con ocasión del pleyto que movió al colegio don Francisco Xavier Figueroa... Fn chasqui
de una real provisión... 9 pesos. En derechos del escribano por la notificación de la real
provisión. 4 pesos”. Libro de gastos del colegio de Buga. fol. 30 v.- 31; Archivo General del
Cauca, sigo. 5015. El libro comienza en el fol. 24.
JUAN MANUEL PACHECO, S. J.
58
pañía de Jesús dos solares, con sus casas de teja y paja, algunas tierras
entre Jamundí y Pance, y su biblioteca, avaluado todo en 20.000
pesos, con destino a la fundación de un colegio en la ciudad38.
La idea de tener un colegio de jesuítas en la ciudad entusiasmó a
los caleños. No pocas personas ofrecieron contribuir con sus donacio­
nes. Bartolomé Fernández de Velasco cedió los bienes que le había
legado su tío materno el maestro Francisco de Cárdenas. L1 indio Juan
Guillermo Cartagena y su esposa doña María Bruca prometieron donar
sus tierras3*. Las donaciones ofrecidas ascendieron a la suma de 30.000
pesos™.
El más entusiasta de todos era don Nicolás Cayzedo Hinestrosa,
alférez real y teniente del gobernador, quien había sido varias veces
alcalde de la ciudad. Era la persona más influyente de Cali41.
Por medio del P. Florencio Sánchez, rector del colegio de Popa-
yán, elevaron los caleños al P. Juan Bautista Mújica, provincial de Quito,
la petición formal de colegio42. El P. Mújica miró con buenos ojos esta
fundación, y dio poder, en 1725, al P. Sánchez para aceptar el legado
del doctor Rodríguez Montano43.
Pero el P. General, Miguel Angel Tamburini, aleccionado por la
experiencia, no confiaba demasiado en ofrecimientos y promesas. Dio
orden al P. Mújica de examinar la seguridad de las donaciones y la con­
veniencia de fundar en Cali. Esto último no se le ocultaba al Padre Pro­
vincial. Cali se presentaba como un privilegiado centro para las activi­
dades apostólicas de la Compañía y como base para las misiones del
Chocó. El colegio de Buga aún no había sido fundado.

Se desiste de la fundación

Pero el obispo de Popayán, don Juan Gómez Frías, fundándose en


una cláusula del codicilo del doctor Rodríguez Montaño, que fijaba un
determinado tiempo para la fundación del colegio, había ya dispuesto

33 GUSTAVO ARBOLEDA, Historia de Cali, II, 27-28.

39 lbi<l. 11,4243.

40 J, JOUANEN.liist. 11,97.

41 G. ARBOLEDA, Historia de Cali, 11,87.

42 J. JOUANEN, Hist. II, 96.

43 [ l . DEUBLER], Becerro, fol. 14 v.


EN EL VALLE DEL CAUCA
59
de los 5 20.000, dedicándolos a otra obra pía44. Siguióse un pleito con
el obispo ante la audiencia de Quito45.
El nuevo general de la Compañía, P. Francisco Retz, al enterarse
de la situación, resolvió renunciar a la fundación. El 5 de mayo de 1731
escribía: “Habiendo visto lo que me dice V.R. de la fundación de Cali,
y considerado atentamente el negocio delante de Nuestro Señor, lie
determinado no admitir, ni ahora ni en adelante, esta fundación, y así
lo escribo a don Nicolás Cayzedo Hinestrosa, administrador de los bie­
nes que el doctor don Juan Rodríguez dejó para esta fundación, para
que vista esta determinación con los albaceas y testamentarios de dicho
señor Rodríguez o la persona a quien tocare, distribuyan dichos bienes
según su mente y voluntad”46.
El cabildo de Cali insistió ante el padre general en la fundación del
colegio. El P. Retz contestó con ia siguiente carta:
“Recibí la de vuestra señoría y adjuntos testimonios, con tanto
aprecio y agradecimiento a su cristiana piedad, estimación y afecto a la
Compañía, como sentimiento en que ésta no pueda corresponder a su
fineza, y significarle yo en su nombre nuestra gratitud a los singulares
oficios y repetidos deseos de vuestra señoría de tener ahí colegio. Mas
examinada segunda vez la materia, considerando cuanto sobre lo cuan­
tioso de esa fundación, sanidad de temple y abasto de ese pueblo me
dice vuestra señoría, y sobre todo teniendo muy presentes sus respetos
y los que la Compañía le debe, para atender estos con una favorable
respuesta, ni tengo arbitrio para esta, ni para condescender con los
deseos de vuestra señoría y míos de complacerlo como intentaba, si
la cosa fuera asequible. Aseguro a vuestra señoría no lo es, y que
no puedo mudar la determinación que di, en 5 de mayo de 1731,
a don Nicolás Cayzedo, que con tanta fineza como liberalidad se ha em­
peñado en esta fundación. Y 1a que viéndome hoy precisado a repetirle
para que dicho caballero pase a otras disposiciones del difunto, se me
hace igualmente sensible haberle de significar a vuestra señoría, cuyo
respeto y amor a la Compañía siento no queden atendidos en esta oca­
sión. Y los que si en otras de su agrado me significare,mostraré a vues­
tra señoría cuál sea la gratitud con que en mi memoria y de toda la
Compañía vivirá siempre y cuáles son mis deseos de servirle, y de que
nuestro Señor guarde a vuestra señoría muchos años. Roma, y enero 15
de 1737”47.

^ J, JOUANEN, f lis t. 11,97.

45 "... sobre lo tjual huvo pleyto con el señor obispo D, Juan Gómez Erías'’. {L. DEUBLER |
Becerro, fot. 14 v.;J. JULIAN EN. Mr?. 11, 131.

46 Apud. J. JOUANEN. H ist. ][, 131.

47 Apud. G. ARBOLEDA, H isto r ia d e C ali, 11,41-42.


JUAN MANUEL PACHECO, S. J.
60

Un nuevo legado

En í 731 moría en Quito don Cristóbal Botín, En su testamento,


como ya anotamos, dejaba cuarenta mil pesos para la fundación de un
colegio en Cartago, y si esta fundación no podía llevarse a cabo, aplica­
ba de estos cuarenta mil pesos, veinte mil al colegio “que está para
hacerse... en la ciudad de Cali” .
También a este legado renunció la Compañía por orden del P.
Retz48.
Sólo en el presente siglo vio Cali satisfechos sus deseos de contar
con un colegio de la Compañía. En 1933 se fundó el colegio Berchmans,
el que ha producido ya abundantes frutos.

ANB, Conventos, t. 16, fot 687 v. El P. Baltasar de Moneada, provincial de la provincia


de Quito declara que recibió carta del P, Francisco Retz, general de la Compañía de Jesús,
con fecha del 15 de enero de 1737, en que dice no ser conveniente fundar en Cartago y
Cali, “y que así no admite antes sí desecha dichas fundaciones, aunque don Cristóbal
Botín dexó congrua suficiente para ellas, y que así se le dé parte a don Pedio de Valencia,
albacea de dicho don Cristóbal Botín” .
CAPITULO III

EN VENEZUELA

El principal movimiento de expansión de la provincia del Nuevo


Reino se dirigió, en el siglo XVIII, hacia la actual república de Vene­
zuela. Ya contaban allí los jesuítas con un colegio, el de Mérida, funda­
do en 1628. En el siglo XVIII se establecen en Maracaibo y Caracas, y
tratan de fundar en Coro.

I - MARACAIBO

La ciudad

Maracaibo, hoy la segunda ciudad de Venezuela y uno de los más


importantes centros de la industria mundial del petróleo, fue fundada
por Alonso Pacheco en 1569, con el nombre de Nueva Ciudad Rodrigo.
Destruida por los indios, fundóla segunda vez Pedro Maldonado en
1574. La llamó Maldonado Nueva Zamora, nombre que cambió por el
de Maracaibo1.
Está situada en la parte occidental del Lago de Maracaibo, sobre
una llanura arenosa y seca. Su temperatura media es de 28°. Llueve
poco y el calor sólo es mitigado por algunas débiles brisas. Contaba en
1801 con 22.000 habitantes. Todavía a principios del siglo XIX, tas
numerosas casas de techumbre pajiza le daban un aspecto de aldea2.

Intentos de fundación

Al hablar del colegio de Mérida, en el tomo anterior, narramos


cómo el sacerdote Alejo Rodríguez Luzardo, nacido en Maracaibo,

1 Cfr. H. Nectario María, O r íg e n e s d e Maracaibo (Publicaciones de la Junta Cultural d e la


Universidad del Zu lia, Madrid, 1959).

2 F. DEPONS, Viaje a la p a r te o r ie n ta l d e T ierra F ir m e (Caracas, 1930), p . 45 2.


JUAN MANUEL PACHECO, S. J.
62

había legado en 1661 a la Compañía de Jesús sus bienes, entre ellos la


extensa hacienda de La Ceiba, para la fundación de un colegio en su ciu­
dad natali*3 .
En la congregación provincial de 1668 se estudió esta nueva funda­
ción. Todos los Padres estuvieron de acuerdo en pedir al rey “con todo
conato y diligencia” la licencia para fundar en Maracaibo. Como razón
se daba la esperanza de recoger abundante fruto espiritual, tanto entre
los españoles como entre los indios de aquella comarca, y el estar Mara­
caibo cercana a la misión de los Llanos4 .
En Madrid dio los primeros pasos para obtener la licencia real el
P. Pedro Bermudo, procurador de las provincias de América. Alegó,
como principal argumento, que en toda la provincia de Venezuela no
había más maestro de gramática que el de Caracas, y de aquí la conve­
niencia para la ciudad de Maracaibo de contar con un colegio de la
Compañía. Fruto de estas gestiones fue la real cédula de 16 de enero
de 1667, dirigida a la audiencia de Santo Domingo, en la que el rey
pedía informes sobre la conveniencia de la nueva fundación5.
Presentó esta real cédula ante la audiencia el P. José Hernández,
superior de la casa de Santo Domingo. La audiencia rindió su informe el
20 de julio de 1669. Según este alto tribunal el único inconveniente era
“el que esta religión suele adquirir algunas haciendas y tiene pretensión
de no pagar diezmos” , pero en este caso, añadía, no existe este reparo
“ porque la cantidad que se les ha dado para la fundación no sólo no es
bastante para adquirir nuevas posesiones y propiedades, sino aún dudamos
sea suficiente para fundar, por lo que por acá cuesta todo”, y porque ya
les ha ordenado el Consejo de Indias pagar diezmos. En cambio, prosigue
diciendo la audiencia, la fundación “será de mucha conveniencia a am­
bas majestades, porque el mayor conato de esta religión es la educación
en todo género de policía, virtud y letras”6 .
A esta recomendación se unía, al año siguiente, el cabildo de Mara­
caibo, en carta del 4 de mayo de 1670, a la Reina Gobernadora:
“Habiendo discurrido con todo cuidado no ha hallado se siga a
esta ciudad inconveniente alguno y las conveniencias que de esta funda­
ción pueden resultar son muchas, porque no habiendo en toda esta pro­
vincia (si no es en la ciudad de Caracas) estudios de gramática, son muy

i
Los Jesuítas en Colombia, II, 169.
A ,
Actas de la congregación provincia! de 1668; ARSI, Congr. Prov. t. 77, fols. 267 ss. ■

* Texto de esta reai ce'dula en M.R. LOPEZ PARDO, Los Jesuítas en Maracaibo, Apéndice
documentaI.no. 3 ,p . 17-18.

6 Texto del informe en M.R. LOPEZ PARDO, op. cit. Apéndice documenta!, no. 4 ,p . 18-19.
EN VENEZUELA
63

pocos los que pueden ir a ella, por la distancia de ciento cincuenta


leguas que lo embarazan, y no pudiendo sin estos principios pasar a cur­
sar ciencias, se malogran muy buenos ingenios que aprovecharan en ellas
y fueran de mucho fruto a toda esta gobernación. Con que también
concurre que por esta causa hay mucha falta de quien explique y predi­
que el sagrado Evangelio, y es cierto que en las partes donde esta reli­
gión asiste, no sólo trabaja en este ministerio, pero también son muy
importantes para la buena educación de la puericia, instruyéndola desde
su primera edad en buenas costumbres y en la comprensión de la doc­
trina cristiana” 7 .
No obstante estas recomendaciones, por entonces no se pudo obte­
ner la licencia real.

La donación de don José Blanco

El deseo de fundar en Maracaibo perduraba en los jesuítas cincuen­


ta años después. Al donar, en 1717, don José Blanco a la Compañía la
cantidad de cuarenta mil pesos para la fundación de un colegio en Mari­
quita, se pensó en destinar esta donación a otra ciudad, ya que no pare­
cía conveniente fundar en Mariquita. Se dudó entre Maracaibo y An-
tioquia.
Los Padres del colegio de Mérida no esperaron la decisión. El
P. Miguel Monroy, rector del colegio, decidió ir a Maracaibo, no sólo en
busca de salud sino para “ dar calor a las primeras diligencias de la fun­
dación” 8 .
Aunque la balanza se inclinó a favor de Antioquia, todavía el
padre Migel Angel Tamburini, general de la Compañía, escribía al
P. Francisco Antonio González, provincial del Nuevo Reino;
“Por lo que toca a la fundación de Antioquia, ya tengo repetido
que se vea si tendrá más conveniencia en Maracaibo; y aunque en la
respuesta a los postulados de la congregación tengo ya dada la facultad
para que se funde colegio, esto no quita que pueda conmutarse en otro
paraje, si el fundador o bienhechor conviene en ello y las circunstancias
persuaden la permuta”9 .
Blanco, como ya escribimos, convino en destinar su donación al
colegio de Antioquia, pero todavía se siguió pensando en Maracaibo,

7 Texto completo en M.R. LOPEZ PARDO, op. cit. n. 5, p. 19-20.

8 Libro de consultas, fol. 4 0 , apud. M. AGUIRRE ELORR1AGA, La Compañía de Jesús en


Venezuela, p. 142-143.

9 Carta del 27 de marzo de 1723; APT, Cartas de los PP. Generales, leg. 132, fols. 260-261.
JUAN MANUEL PACHECO, S. J,
64

hasta que el padre general dio por cerrado el debate: “ La permuta de


la fundación de Antioquia en Maracaibo, en que se me ha insistido tan­
tas veces, no es practicable, siendo como es la donación del capitán
Blanco determinadamente para fundar en la provincia de Antioquia,
y no solo suficiente sino también superabundante para la fundación,
Ni hay en mí facultad o arbitrio para interpretar la voluntad del funda­
dor, y más cuando está tan declarada” 101.

Nuevas donaciones

El 12 de marzo de 1722 un caballero español, Lucas García de


Cueto, natural de Marchena y residente en Trujillo (Venezuela), hacía
cesión de sus bienes a la Compañía para la fundación de un colegio en
una de estas tres ciudades: Maracaibo, Caracas o Trujillo, Ponía estas
condiciones: La Compañía debía pasar a cada una de sus cuatro lujas
cien pesos anuales, y él se reservaba, por los días de su vida, una quinta
parte de estos bienes". Entre estos bienes se contaba la hacienda de
Marañones, en las orillas del Lago de Maracaibo.
Aceptó esta donación, en Santafe, el provincial P. Francisco Anto­
nio González12, y el padre general, Miguel Angel Tamburini, envió a
García de Cueto y a sus hijas, en agradecimiento, la carta de hermandad
y ordenó que en la provincia se hiciesen por ellos los sufragios acos­
tumbrados.
Pero al recibir el P. Tamburini posteriormente mayores y más pre­
cisos informes sobre esta donación, no le agradó el que se la hubiese
aceptado. Así lo manifestó en carta al P. Diego de Tapia, sucesor del
P, González en el gobierno de ia provincia:
“Empezando por la fundación de Maracaibo, me duele mucho se
admitiese la donación de don Lucas García de Cueto, con la carga y gra­
vamen que se me dice, sin haber tanteado primero con Ja mayor exac­
ción la calidad de su hacienda de Marañones, en que parece consiste
toda su donación, cuyo valor, se me avisó, era de cuarenta mil pesos,
ahora se me dice no puede dar cuatrocientos, deductis expensis. Para
cosa de tanta monta debieran haberse enviado sujetos de inteligencia y
práctica, y no haber pasado a la ejecución de las escrituras sin muy segu­
ros informes, y nunca podía ser bastante el dicho solo del P. Andrés de

10 Carta del P. Tamburini al P. Diego de Tapia, 13 diciembre de 1727; ibid. fols. 283.

11 Donación de don Lucas García de Cueto; Archivo Nacional de Chile, Jesuítas, Bogotá 21$
fols, 175-178,

12 ANB - Notaría 3a, T. 143 (1718-1722), K 248.


EN VENEZUELA
65

Saks, y más con la circunstancia del mal informe que se me hace de este
sujeto... El rescindir el contrato, como se resolvió en consulta, lo juzgo
preciso. Yo veo que no es muy decoroso a esa provincia, y puede traer
las consecuencias de que nos tengan por hombres de mala fe y de nin­
guna seguridad en los contratos, Pero tampoco se puede mantener el
que se ha hecho con tanto perjuicio de esa provincia. Ni en términos
cristianos ni políticos puede pretender don Lucas Cueto que la Compa­
ñía trabaje en la labor y cultivo de esa hacienda, y en que en lugar de
tener utilidad haya de desembolsar para mantener sus hijas. Ultimamen­
te V.R. lo disponga del mejor modo que pudiere, de suerte que esa pro­
vincia quede bien y no sea perjudicada. Y puede añadir V.R., si le pare­
ce, que esa donación no se pudo absolutamente haber admitido, ni váli­
damente otorgado las escrituras, sin preceder mi licencia y aproba­
ción, que por ningún caso hubiera dado, ni puedo dar con toda la facul­
tad que tengo como general de la Compañía, con las condiciones que se
han pactado, Y por lo que mira a la fundación, no tengo que decir no
habiendo por ahora fondos, ni esperanza de que los haya en muchos
años; pues no basta la conveniencia, por la calidad del terreno, si falta
lo principal para poderse mantener” 13.
El haber revocado la Compañía su aceptación, movió a García
Cueto a modificar sus condiciones. “Habiendo el capitán don Lucas Cue­
to, escribía el P. Tamburini, con el aumento de fincas y disminución de
cargas, reducido y puesto la donación que nos hizo para fundar colegio
en la ciudad de Maracaibo en estado, en que a juicio uniforme de V.R.
y sus consultores no nos es, como antes, de gravamen, cargo y daño,
sino de utilidad y provecho, tengo a bien y apruebo su aceptación hecha
por V.R. Y asimismo la asignación del P. Agustín González para admi­
nistrador de sus bienes” 1415.
Al morir García de Cueto, en Trujillo, hacia 1726, el P. Agustín
González hizo reconocer por el alcalde de Mérida, Juan Salvador de
Peralta, en marzo de 1733, los bienes que se hallaban depositados en
el colegio de Mérida para la fundación del de Maracaibo, En total
ascendían a $ 22.633ls .
Unos años antes había aparecido otro bienhechor del colegio de
Maracaibo: don Juan Chourío. Había cedido a la Compañía, en agosto
de 1729, los caudales que le debían en (a provincia de Caracas, “y tam-

13 Carta dot 1o. de may o de 1727; APT. Cartas de los PP, Generales, leg. 132, fols. 278- 279 ,
14 Carta al P. Tapia, lo . junio 1727; ibid, 161. 287,

15 Certificación del alcalde de Merida, en M R. LOPL-Z PARDO, Los Jesuítas en Maracaibo,


Apéndice documenta], no. 7, p. 20-21.
EN VENEZUELA
65

Saks, y más con la circunstancia del mal informe que se me hace de este
sujeto... El rescindir el contrato, como se resolvió en consulta, lo juzgo
preciso. Yo veo que no es muy decoroso a esa provincia, y puede traer
las consecuencias de que nos tengan por hombres de mala fe y de nin­
guna seguridad en los contratos, Pero tampoco se puede mantener el
que se ha hecho con tanto perjuicio de esa provincia. Ni en términos
cristianos ni políticos puede pretender don Lucas Cueto que la Compa­
ñía trabaje en la labor y cultivo de esa hacienda, y en que en lugar de
tener utilidad haya de desembolsar para mantener sus hijas. Ultimamen­
te V.R. lo disponga del mejor modo que pudiere, de suerte que esa pro­
vincia quede bien y no sea perjudicada. Y puede añadir V.R., si le pare­
ce, que esa donación no se pudo absolutamente haber admitido, ni váli­
damente otorgado las escrituras, sin preceder mi licencia y aproba­
ción, que por ningún caso hubiera dado, ni puedo dar con toda la facul­
tad que tengo como general de la Compañía, con las condiciones que se
han pactado, Y por lo que mira a la fundación, no tengo que decir no
habiendo por ahora fondos, ni esperanza de que los haya en muchos
años; pues no basta la conveniencia, por la calidad del terreno, si falta
lo principal para poderse mantener” 13.
El haber revocado la Compañía su aceptación, movió a García
Cueto a modificar sus condiciones. “Habiendo el capitán don Lucas Cue­
to, escribía el P. Tamburini, con el aumento de fincas y disminución de
cargas, reducido y puesto la donación que nos hizo para fundar colegio
en la ciudad de Maracaibo en estado, en que a juicio uniforme de V.R.
y sus consultores no nos es, como antes, de gravamen, cargo y daño,
sino de utilidad y provecho, tengo a bien y apruebo su aceptación hecha
por V.R. Y asimismo la asignación del P. Agustín González para admi­
nistrador de sus bienes” 1415.
Al morir García de Cueto, en Trujillo, hacia 1726, el P. Agustín
González hizo reconocer por el alcalde de Mérida, Juan Salvador de
Peralta, en marzo de 1733, los bienes que se hallaban depositados en
el colegio de Mérida para la fundación del de Maracaibo, En total
ascendían a $ 22.633ls .
Unos años antes había aparecido otro bienhechor del colegio de
Maracaibo: don Juan Chourío. Había cedido a la Compañía, en agosto
de 1729, los caudales que le debían en (a provincia de Caracas, “y tam-

13 Carta dot 1o. de may o de 1727 ; APT. Cartas de los PP, Generales, leg. 132 , fols . 278 279
- ,

14 Carta al P. Tapia, lo . junio 1727; ibid, 161. 287,

15 Certificación del alcalde de Merida, en M R. LOPL-Z PARDO, Los Jesuítas en Maracaibo,


Apéndice documenta], no. 7, p. 20-21.
JUAN MANUEL PACHECO, S. J.
66

bien los del asiento de Francia procedidos de la Compañía de Portu­


gal” 16 . Encargóse de estos difíciles cobros el P. González, y en agosto
de 1732 podía entregar a Chourío “la mitad de su líquido que impor­
tó catorce mil seiscientos y nueve pesos, siete y medio reales, quedando
cancelada y cumplida la escritura hasta la fecha referida” 17.
Estas donaciones, con todo, no le parecieron suficientes al P. Fran­
cisco Retz, sucesor del P. Tamburini en el gobierno de la Compañía. En
carta al P. Francisco Antonio González le decía:
“El P. Agustín González me escribe que para la fundación de
Maracaibo hay ya existentes 40.000 pesos en dinero, producidos de los
créditos que cedió para esta fundación el señor don Juan Chourío, y en
la hacienda que para este mismo fin donó otro bienhechor, que supon­
go es la de don Lucas García Cueto. Con solo este informe yo no puedo
dar mi licencia para dicha fundación; ya porque está diminuto, no expli­
cando cuánto hay efectivamente en dinero, cuánto es el valor de la
hacienda, qué cargas tiene, qué fructificará en cada año, deducidas las
expensas, ya por lo poco favorables informes que tuvo mi antecesor, de
buena memoria, de la donación hecha por dicho Sr. D. Lucas. A cuya
causa no la aceptó Su Paternidad, antes ordenó se rescindiese la acepta­
ción que había hecho esa provincia, como con efecto se rescindió.
“Aunque después se informó a Su Paternidad por el antecesor de
V.R. había aumentado la donación y disminuido las cargas dicho don
Lucas Cueto, a cuya causa aprobó Su Paternidad la nueva aceptación
hecha por esa provincia; pero este informe es muy genérico para que
yo determine en cosa de tanto peso. Finalmente, para fundación en
Indias, no bastan 40.000 pesos. Son menester 60,000; y aun en Mara­
caibo será menester más, pues estando tan distante de la provincia,
serán crecidos los gastos de los viáticos. V.R. con sus consultores ordi­
narios y ad graviom y otros Padres de su satisfacción vean este punto
con la necesaria reflexión, atendiendo no solamente a la buena calidad
del lugar para fundar, sino también a si hay o no, con efecto, el caudal
suficiente, así para la fábrica de decente casa e iglesia, como para la con-1

16 Inventario del archivo de la residencia de Maracaibo. en Archivo Nacional de Chile, Bogota


205. -D on Juan Chourío era natural de la villa de Ascain (Bajos Pirineos, branda). Se ha­
bía encargado de la pacificación de los indios motilones y de la colonización de los valles
de Perijá. Falleció el 5 de noviembre de 1757 . Cfr. Documentas para la historia colonial de los
Andes Venezolanos {siglos XVI al XVIII) (Universidad Central de Venezuela, Caracas,
1957) p. 78- 84; ANTONIO DE ALCACER O.F, M Cap. El indio motilón y su historia (Se­
minario Capuchino. Puente Común, 1962). p. 113-120,128-131.

17 Inventario del archivo de la residencia de Maracaibo; Archivo Nacional de Chile, Jesuítas,


Bogotá. 205.
EN VENEZUELA
67

grúa sustentación de los sujetos. Infórmeseme de todo con distinción


y claridad, para que yo determine lo que sea más conveniente” 18.
Fundación de la residencia
Mientras se abría el camino para la fundación del colegio determi­
naron los jesuiías del Nuevo Reino abrir una residencia en Maracaibo.
Debió de inaugurarse en marzo de 1735, pues el 25 de este mes y año se
abre el “libro de gasto y recibo” 19. Fue su primer superior el P. Miguel
de Monroy20 . Era el P. Monroy santafereño, nacido el 29 de septiembre
de 167821. Había sido rector de los colegios de Mérida y Mompós22.
Sin embargo el P. Retz advertía al P. Jaime López: “ La fundación
de Maracaibo que tanto V.R. me celebra, que el P. Mimbeia y oírosm e
alaban, estará siempre suspensa mientras no se haga lo que ordené en
31 de diciembre de 1731, pues yo no puedo dar licencia por la sola rela­
ción de decirme: es una buena fundación”23.
En el “Catalogas rerum’’ de 1738 se dice de Maracaibo y Caracas:
“Viven en estas ciudades seis de los nuestros, cuatro sacerdotes y dos
coadjutores, los que se mantienen de los frutos de las haciendas o a cos­
ta del obispo, sin que se tome nada de los principales destinados a las
fundaciones, más aún estos se han acrecentado, principalmente en la
ciudad de Caracas” 24.
En el siguiente catálogo que se conserva, que es el correspondiente
al año de 1751, figura ya la “Residentia Maracaybensis’’, con sólo tres
religiosos: el P. Manuel Zapata, superior; el P. Andrés García,profesor
de gramática, y el P. Tomás Gallart, administrador de la hacienda Mara-
ñones25.
En el mismo año de la fundación de la residencia se hicieron nue­
vas instancias ante ia corte para obtener la licencia de fundar el colegio.

18 Carta del 31 de diciembre de 1 7 3 1 ,6a carta; APT. Icg. 132, fol. 311-312; Cfr. Astrain,H in.
Vil, 437-438.
19 Inventario del archivo de la residencia de Maracaibo; Archivo Nacional de Chile, Jesuítas,
Bogotá 205.
20 En la petición del cabildo de Maracaibo al rey de 22 de agosto de 1735 se nombra al P. Mi­
guel de Monroy como superior de la residencia; en M.R. LOPEZ PARDO, Los jesuítas en
Maracaibo, Apéndice documental, no. 1 0 ,p .2 3 .
21 Catálogo de la provincia del Nuevo Reino de 1711; ARSI, N.R. ct. Q. 4.
22 El P. Monroy murió en Maracaibo el 6 de mayo de 1739 (Catálogo de la provincia del
Nuevo Reino de 1751, suplcm.). En el libro de la iglesia y sacristía del colegio deTunja,
se dice que murió “en la barra de Maracaibo, estando a bordo” (Biblioteca Nacional de Bo­
gotá, Mss. 105, fol. 155).
23 Reta a López. 15 septiembre 1736. APT. leg. 132 y 344.
24 ARSI, N.R. et. Q .4 .
ÎS ARSI, N.R. et. Q .4 .
JUAN MANUEL PACHECO, S. J,
68

El 22 de agosto de 1735, el cabildo de Maracaibo escribía al rey que la


Compañía, gracias a la generosidad de don Lucas García de Cueto y don
Juan de Chourío, tenía “suficiente y bastante congrua’* para fundarlo.
“ De otra forma, añade, ni a expensas de este vecindario siempre fuera
imposible dicha fundación, por los grandes atrasos, miserias y calamida­
des que ha muchos años está experimentando, aumentándose cada vez
con mayor rigor, a causa de que, además de hallarse circunvaladas las
mejores haciendas del fruto del cacao de los muchos ríos que con sus
crecientes las inundan, tienen encima de sí los indios motilones, que
continuamente las están destruyendo con las muchas muertes de escla­
vos y hombres libres que han hecho y que actualmente las están hacien­
do, de forma que las más de dichas haciendas están ya en los presentes
en poder de estos ba'rbaros, y las pocas que han quedado las mantienen
trabajosísimamente estos pobres vecinos con las armas en la manos, por
lo que parece va llegando ya esta pobre provincia cuasi a los últimos tér­
minos de su total ruina” . Más adelante pondera “lo muy útil y conve­
niente que sería dicha fundación” , ya por la total falta de escuelas que
padece la ciudad, ya por el celo apostólico de los padres de la Compañía,
no sólo en predicar y confesar, sino en la educación de la juventud, ya
también por las misiones que pueden establecer los jesuítas entre los nu­
merosos gentiles comarcanos 26.
Junto con este informe del cabildo de Maracaibo envió también a
la corte, el provincial del Nuevo Reino, P. Jaime López, los conceptos fa­
vorables de la audiencia de Santafé, del señor don Claudio Alvarez de
Qu iñoñez, arzobispo ya muerto de Santafé, del obispo de Caracas, señor
José Félix Valverde, y del gobernador y clero de Maracaibo27.
Nuevas instancias
En 1750 la congregación provincial, en uno de sus postulados al
Padre General, manifestaba: “La residencia de Maracaibo va en aumen­
to y tiene buenas esperanzas de tener lo necesario para ser colegio, co­
mo escribe su superior, P. Manuel Zapata. La congregación ruega aV.P.
dé permiso para incoar el colegio y para hacer en Madrid las diligencias
necesarias en orden a obtener la licencia real; se cuenta con el favor del
gobernador de la ciudad para obtenerla más rápidamente” 28.
Nuevas recomendaciones en favor del colegio, recogidas en 1752
por el P. Andrés García, superior de la residencia de Maracaibo, se envía-

26
En M.R. LOPEZ PARDO, Los Jesuítas en Maracaibo, Apéndice documental, no. 10, p. 23*

27 Carta del P. Jaime López al rey (Santafé. 6 noviembre 1736); ibtd.no. 11, p. 24,
28
ARSI, Congr. Prov. t. 90, foL 166.
EN VENEZUELA
69

ron a Madrid. Las habían dado el exgobernador de la provincia, tenien­


te-coronel Francisco Miguel Collado; los oficiales reales Pedro de Leiza
y José Amiesto de Sotomayor, el convento franciscano de Maracaibo y
el párroco de Maracaibo, doctor Alberto de Bustos29.
Para la contrucción del colegio contaba ya la residencia con cerca
de $34.000. Así lo manifiesta el Status remm provineiae Novi Regni
Gmnatensis del año de 1753:
“Residencia de Maracaibo. Viven tres sujetos, todos sacerdotes, de
los cuales uno, sin obligación ninguna, enseña gramática para ganar la
benevolencia de los ciudadanos. Sus rentas son 3-300 pesos, de los cua­
les debe pagar un censo anual de 288 patacones, por un principal de
5.760 patacones. Tiene reservados en dinero para la construcción casi
34.000 patacones, de loscualesó.OOOse guardan en la misma residencia,
en una arca de dos llaves, y se están acrecentando con los productos de
las haciendas. Lo restante está en poder de] procurador de la provincia,
menos4.000 patacones que le deben a la residencia” 30.

[Los dos procuradores enviados a Europa por la provincia, PP.


Martín de Egurvide y Ambrosio Battaglia, debieron de trabajar en Ma­
drid por obtener la licencia real]. El 13 de sept. de 1755 el rey, por
medio de una real cédula, pedía informes sobre el pretendido colegio.
La audiencia de Santafé respondía el 14 de octubre de 1757:
“Se compone el actual vecindario de aquella ciudad de tres mil
trescientas cincuenta y una personas de todas edades y calidades, sin
que para la asistencia y pasto espiritual tengan recurso más que a los po­
cos religiosos del orden de San Francisco y al reducido clero que concu­
rre a su iglesia parroquial, por lo que es manifiesta la necesidad de aten­
der al provecho espiritual de aquel vecindario por medio de la funda­
ción del pretendido colegio. Del que también se seguirán otras utilida­
des respectivas a las primeras letras de la juventud, en la enseñanza de
los rudimentos de leer y escribir y aprender la latinidad, con los buenos
documentos y costumbres que tiene acreditada esta religión en cuantas
partes florece. Y como la dicha ciudad sea capital de aquella goberna­
ción y provincia, sin que en toda ella haya más que un pequeño colegio
en la ciudad de Mérida, a larga distancia, se hace más recomendable la
erección del premeditado en dicha capital de Maracaibo, que por ser ma-

29 Todas estas recomendaciones las trae _M.R. LOPEZ PARDO, Los Jesuítas en Maracaibo,
Apéndice documental, n. 12, 13, 14, 15 p, 25-29.

50 ANB, Historia, t. 1, fol. 79 v.


JUAN MANUEL PACHECO, S. J.
70

rítima requiere más abundancia de sujetos bien instruidos para la comu­


nicación y consuelo de la diversidad de gentes que ocurren a su puerto,
y resolución de los casos de conciencia que puedan ofrecerse, mayor­
mente cuando sin molestia, ni gravamen público tiene ya este colegio
para su dotación fondos suficientes con que mantener sus operarios,
con la posible esperanza de que si se llega a conseguir lo que tan justa
y repetidamente ha providenciado V.M., para el común alivio, restaura­
ción y libertad en aquella provincia, sobre la pacificación y expulsión
retirada de los bárbaros indios motilones que invaden sus haciendas de
campo, podrán entonces los de dicho colegio rendir más copiosos frutos
con que subvenir a la conservación y aumento de aquel colegio.
“Y si por los provechosos fines que vienen referidos fuera siempre
conveniente su fundación, mucho más lo será, en consideración de vues­
tra real audiencia, para el efecto de misioneros que podrán salir de aquel
colegio a la reducción de las misiones de los indios, cocinas, guajiros,
atiles y otros confinantes con Ja mencionada ciudad de Maracaibo, a dos
o tres días de distancia, sea por tierra o por la misma costa del mar, con
el fácil recurso de la inmediación a dicho colegio en casos de enferme­
dad, mudanza o descanso de alguno de los sujetos empleados en dichas
misiones, de que resultará el beneficio de la conversión de tan misera­
bles infieles, que habitan toda la costa de Rio de Hacha y Cabo de la Vela
hasta el Castillo de Payjana, y a V i l . se seguirá el especial servicio de
sujetar a la obediencia tantos vasallos que se la negaron después de su
conquista, demás de las utilidades de real hacienda.
“Y no pu di end o darse para estos intentos mejor situación que la
de Maracaibo, como centro para estas prontas expediciones espirituales,
juzga esta audiencia de útil proporción y de consecuencias tan superiores
y justificadas al servicio de Dios y de V M . la licencia que se pide para la
fundación de dicho colegio, que aunque no se promoviera por la ardien­
te caridad de esta sagrada religión de la Compañía, podría inclinarse al
catolicismo real celo de V.M. a encargarla la mencionada fundación, y a
prevenir que efectivamente tuviese suficiente copia de operarios de que
echar mano para el servicio de aquellas misiones, que con el tiempo lle­
garán a ser las más recomendables, como único medio para allanar y re­
ducir las útilísimas provincias de Maracaibo y la de Santa Marta su con­
finante, logrando ambas el fácil auxilio de escoltarse con las guarnicio­
nes de sus respectivos presidios” 31.
A pesar de todos estos informes favorables la casa de Maracaibo si­
guió siendo una residencia hasta la expulsión de la Compañía en 1767.

31 Copia de los informes y respuestas de Reales Zédutas y cartas que esa Rl. Audiencia escri-
ve al supremo Consejo de las Indias”, ANB, Reales Cédulas, t. X, fol. 170.
71

I I - CARACAS
Primeros proyectos
Antiguos eran los deseos de la ciudad de Caracas, actual capital de
la república de Venezuela, de poseer un colegio de la Compañía de Je­
sús. El primer proyecto de traer jesuítas se remonta a 1629, cuando mi­
sionaron la ciudad los PP. Pedro de Varáiz y Juan Cabrera. Entonces el
cabildo de la ciudad pidió con instancia a los misioneros que se queda­
ran y fundaran un colegio. Secundaban al cabildo en su petición el obis­
po de la ciudad, fray Gonzalo de Angulo, y el gobernador, don Juan de
Meneses y Padilla3132.
Años más adelante, en 1705, es el señor don Diego de Baños y So-
tomayor, obispo de Caracas y antiguo alumno de San Bartolomé, el que
intenta entregar el colegio-seminario de Santa Rosa de Lima a la Compa­
ñía. El colegio seminario contaba con dos cátedras de gramática, una de
filosofía y dos de teología. El prelado temía que con el tiempo decaye­
ran los estudios por falta de profesores, y para evitarlo había pensado
en confiar estas cátedras a los jesuítas33.
Con este fin escribió al padre provincial del Nuevo Reino, que lo
era entonces el P. Pedro Calderón. Respondió el P. Calderón que sería
muy grato para la Compañía poder fundar en Caracas, y le daba espe­
ranza de hacerlo cuando llegara la expedición de misioneros que se esta­
ba esperando34.
Secundaba al obispo en estos deseos el rector del seminario, don
José de Ramos Serrano, quien había hecho también todos sus estudios
en Santafé, en el colegio de San Bartolomé. Según el P. Schabel, era
muy adicto a la compañía y no dejaba piedra por mover para traer a los
jesuítas35.
Pero el prelado no quiso pasar adelante hasta no tener el beneplá­
cito del rey36. El rey, por cédula del 17 de junio de 1706, pidió al ca­
bildo catedral de Caracas:
“ ..m e infomiéis en primera ocasión con toda individualidad y cla­
ridad de las conveniencias o inconveniencias que pueden seguirse a esa

31 Carta del P. Pedro Varáiz al P. Asistente de España (Caracas, julio 8 de 1629); ARSI, N.R.
et. Q. 14, Hist. I, fol. 147;Cír. J.M. Pacheco,¿os Jesuítas en Colombia, I,p . 338.

33 Cfr. M. AGUIRRE ELORRIAGA S.J., La Compañía de Jesús en Venezuela, p. 123-124

34 Tomamos estas noticias de una relación del P. Miguel Schabel, dirigida al P. Tamburini,
ARSI, N. R. et Q. 1 6 ,1. fol. 49.

35 Ibid.

36 Así lo dice la real cédula de 17 de junio de 1706; cfr. M. AGUIRRE ELORRIAGA, op.
cit. p. 124.
JUAN MANUEL PACHECO, S. J.
72
provincia y a las demás circunvecinas ae las proposiciones expresadas del
obispo de poner el colegio a cargo de los Padres de la Compañía, y con­
ceder la facultad de que en él se puedan dar grados. Y de si la congrua
detescMeÓjzs, y ofrece ¿crecen-
tar, sera' existen fe, perpetua y suficiente, para en su vista tomar la reso­
lución que más convenga”37.
Mientras se tramitaban estos informes, murió el 15 de mayo de
1706 el señor Baños. El cabildo eclesiástico nada contestó por suponer
abandonado el proyecto. En cambio, el gobernador Femando de Rojas y
Mendoza, a quien se debió de pedir idéntica información, declaraba, el
20 de julio de 1707, que el colegio-seminario tenía una renta anual de
2.802 pesos,y añadía:
“ ...se adelantarán los estudios estando el colegio a cargo de tos Pa­
dres de la Compañía, por la aplicación y cuidado que ponen en la ense­
ñanza... y mantendrán perpetuamente los estudios sin que en tiempo al­
guno se falte, como puede suceder por defecto de sujetos que lean las
cátedras, sin que por ello parezca haber inconveniente alguno a la pro­
vincia, ni fuera de ella, antes sí mucho útil, así por la aceptación que en
todas partes tienen los Padres de la Compañía y por su buen ejemplo,
como por la doctrina y buena educación que dan a los niños y estudian­
tes que tienen a su cargo, y todo redunda en aumento y lucimiento de
esta provincia. A que se agrega la facilidad que se encuentra de estar ya
el colegio fundado, con sus clases y aposentos y oficinas necesarias, y
con capacidad bastante para acrecentarlo; y que con la renta referida de
cátedras, y tres por ciento de las rentas eclesiásticas, se podrá mantener
el número de colegiales, que no pasen de dieciocho, y seis padres de la
Compañía que se consideran necesarios para las cátedras y demás minis­
terios” .
De nuevo instó el rey, en agosto de 1709, al cabildo eclesiástico a
que informase. Tampoco esta vez respondió el cabildo, de lo que se que­
ja el rey en 1715 y pide explicaciones. Pero el proyecto tampoco prospe­
ro, y el colegio de Santa Rosa continuó su marcha sin alteraciones38.

Nuevos intentos

En 1731 se renueva el intento de fundar el colegio de la Compañía,


esta vez por iniciativa del gobernador de Caracas, don Sebastián García
de la Torre. Hallábase entonces en esta ciudad el P. Agustín González,

37 Ibid.
38
Ibid. p. 123.
EN VENEZUELA
73

y su trato debió de despertar en el gobernador el deseo de dotar a Cara­


cas de un buen centro educativo.
García de Ja Torre dirigió a ambos cabildos, secular y eclesiástico,
una carta proponiéndoles el proyecto. Al cabildo eclesiástico le decía:
“Siendo a toda la cristiandad más que notorias las utilidades que
en servicio de una y otra majestad incesantemente produce la especial
política, celo y doctrina de la Compañía de Jesús, experimentándose
por los esmeros de su educación el lucidísimo auge de virtud y letras
con que en todas partes resplandece más, y consumadísimos sujetos que
laudabilísimamente administran en varias partes los empleos de mayor
dignidad y honorificencia, haciéndose por estos y otros muy útiles efec­
to singularmente apreciada, aplaudida y deseada desde sus principios de
todas las repúblicas del orbe cristiano, no pude menos que extrañar, a
los primeros ingresos en esta provincia, reconociendo la numerosidad
del vecindario de esta ciudad, el que habiendo sido fundada con el famo­
so crédito que ha procurado aumentar el cuidadoso desvelo de la genero­
sidad de sus patricios, no hubiesen estos promovido la consecución de
un medio tan poderoso como es la fundación de dicha Compañía, para
alcanzar más fácilmente el fin a que han aspirado sus deseos, que es el
mayor lustre de su república y utilidad espiritual y temporal de todo su
vecindario, siendo constante ser este el blanco a que se dirige el Institu­
to de dicha Compañía, el cual siempre solicita su cuidado, como debe
ser, por la exacta educación de la juventud, la cual en esta república se
reconoce igualmente numerosa y hábil para recibirla con crecidísimc
fruto.
“Y observando haber provenido esta omisión de sólo falta de per­
sona que solicitase su fundación, no pudo permitir el afecto con que de­
seo los mayores intereses de esta provincia dejase de solicitarle éste. En
cuya consecuencia hice propuesta de este asunto al cabildo secular, cu­
ya respuesta y dictamen acompaña a ésta, mas porque en tales obras,
por ley y por razón, debe ser singularmente consultado y atendido el
parecer de V.S., apreciaré que a continuación de estas mis letras me lo
signifique , como también el que, en caso de ser de su aprobación, me
insinué todos aquellos arbitrios que a la alta comprensión de V.S. pare­
cieren oportunos para la más breve construcción y rentas del colegio
que se hubiere de fundar”39 .
El cabildo eclesiástico, en su sesión del 11 de abril de 1731, consi­
deró la misiva del gobernador.Por parecerunánime se acordó responder­
le que la proyectada fundación era de la mayor complacencia del cabil­
do por las grandes ventajas que traería el colegio para toda la provincia.

39 Apud. N.E. NAVARRO, L os Jesuítas en Venezuele, Apéndice, p. 59-60.


JUAN MANUEL PACHECO, S. J.
74
Prometió que pronto se convocaría al clero para que cada eclesiástico
indicara la cantidad con que podía contribuir a la fundación, y se escri­
biría a los vicarios foráneos para que interesaran en el asunto a los de­
más eclesiásticos de la provincia.
Días antes, el 2 de abril, había discutido la fundación del colegio
el cabildo secular en presencia del gobernador. El cabildo agradeció a
García de la Torre el interés que tomaba por la fundación del colegio,
colegio que la ciudad “por tantos años ha deseado como sumamente ne­
cesario para esta república”. Para asegurar más rápidamente los recursos
necesarios para la fundación propuso que el gobernador, acompañado
de uno de los capitulares y de un alcalde, por una parte, y el otro alcalde
con dos capitulares por otra, recorriesen la ciudad preguntando a cada
vecino con cuánto podía contribuir; y que esta misma diligencia se hi­
ciera en todas las ciudades y lugares de la provincia. Y tan pronto co­
mo “se reconociese haber cantidad competente, se digne dar parte, con
copia de las diligencias, al prepósito provincial de los venerables padres
jesuítas de la provincia de Santafé, con súplica que hará también este ca­
bildo, para que manden sujetos para dicha fundación, e informando al
mismo tiempo a su majestad, que Dios guarde, de las utilidades que de
ello redundan y se expresan en la propuesta del dicho señor gobernador
que las tiene por muy ciertas este cabildo” 40.
No fueron solo palabras. En agosto de 1735 certificaba el obispo
de Caracas, don José Félix Valverde, que las donaciones para la funda­
ción del colegio ascendían a S 40.000, incluyendo en esta cantidad las
tierras de Sabanalarga, avaluadas en tres mil pesos, que había prometido
donar don Sebastián García de la Torre. El obispo se obligaba a tener
estas donaciones en depósito y entregarlas a los jesuítas “luego que se
presentaren en esta ciudad con las licencias necesarias para dicha funda­
ción, es a saber, la de su Majestad, que Dios guarde, y la del R.P. Prepó­
sito general de la Compañía de Jesús” 41.
Sin embargo la Compañía no se mostraba muy dispuesta a empren­
der esta fundación. El P General Francisco Retz escribía al padre provin­
cial del Nuevo Reino, el 15 de septiembre de 1736:
“ La fundación de Caracas, aunque por lo que hay para ella es muy
buena y sería mejor a efectuarse lo que diseña el señor obispo de hacer
en ella un gran colegio para noviciado y estudios, ni eso lo veo muy ase­
quible, ni aun como presentemente se nos ofrece esta fundación carece
de dificultad el admitirla. No dudo que la ciudad es opulenta y rica,

Ibici. p. 60-62

41
Archivo Nacional de Cliilc, Jesuítas, Bogotá 211.
EN VENEZUELA
75

bueno el temperamento y buena la dotación de 40,000 pesos que están


en poder del señor obispo, sobre darnos iglesia y casa hecha; pero ni pa­
ra dar mi licencia tengo los informes necesarios, ni jamás la daré sin que
se satisfagan primero algunas dificultades nacidas de la distancia que
hay desde Caracas al resto de la provincia. Consultada, poco ha, en tiem­
po del P. Francisco Antonio González, provincial de esa provincia, esta
fundación, fueron de parecer los consultores no se admitiese, por la
gran distancia de 200 leguas que hay de camino desde Caracas a Santa-
fé, por la falta de comercio y correspondencia entre estas partes, y por
los gastos de los tráficos que no son menos de 400 pesos. Y si bien a
todo esto parece satisfacer V.R. y los consultores de Cartagena, ni me
basta el parecer de estos, ni asiento muchos de sus motivos y*a las uti:
lidades que se le representan a V.R. Yo no veo otras que la de estar Cara­
cas próxima a la isla de Santo Domingo, a Maracaibo y al Orinoco, y po­
derse por esta vía atender mejor a aquel colegio, a Maracaibo si se funda,
y al Orinoco si allí se establecen misiones; más sobre ser todas estas cer­
canías, y las que hay desde Maracaibo a Cartagena, ni son para todos,
ni sé cuál sea la oportunidad y frecuencia de embarcaciones de estos pa­
rajes para enviar a ellos sujetos y para la visita del provincial, y por con­
siguiente no sé si podrá o no tenerse aquella correspondencia tan nece­
saria a muchas providencias, que no son fáciles en largas y costosas dis­
tancias,

“Bastante ejemplar es el colegio de Santo Domingo, donde, si su­


cede algo que necesite de la providencia del provincial, se pasan años
antes que llegue el remedio... Y finalmente nada menos que practicables
son las otras utilidades que V.R. apunta, de la cercanía de Caracas a mu­
chas islas de Barlovento, y especialmente a Curazao, cuya misión (que
ya no hay) juzga V.R. pudiera agregarse a esa provincia. Ella está tan
falta de sujetos que apenas puede cumplir con sus obligaciones, y el ex­
tenderse en muchas islas y emprender muchas cosas y distantes entre sí,
sólo es abarcar mucho y lograr poco... Al señor obispo de Caracas escri­
bo muy agradecido, pero suspendiendo toda determinación hasta tener
nuevos informes en esta materia” 42.

Ya en 1735 se encontraban viviendo en Caracas dos jesuítas, los


PP. Ignacio Ferrer y Carlos Nigri. En este año acude a ellos el P. Jaime
López, provincial del Nuevo Reino, para que defiendan al P. Bernardo
Rotella, misionero del Orinoco, de la acusación que se le había hecho

42 APT, leg, 132, Cartas de los PP. Generales, fols, 344-346.


JUAN MANUEL PACHECO, S. J.
76
de introducir telas de contrabando43. El P. Nigri residió en Caracas has­
ta su muerte, acaecida en esta ciudad el lo. de noviembre de 17 4 244 .
“En 1738, narra el P. Manuel Aguirre, el P. Ignacio Ferrer aparece
en un curioso proceso que se refiere a la primera hacienda que poseye­
ron los Padres de Caracas. Se la nombra en términos vaguísimos: “una
hacienda de arboleda de cacao en el valle del Tuy” , Lindaba esta hacien­
da con otra de don Pedro Garabán, y ambas tenían una acequia común
de agua corriente, perteneciendo una tercia de agua a la hacienda de la
fundación del colegio, y las otras dos tercias a la hacienda de Garabán.
El P. Ferrer se quejaba de que Garabán no les dejaba hacer uso conve­
niente de su derecho de agua. Median una serie de incidencias, que reco­
ge minuciosamente el proceso, del que se deduce que don Pedro era
hombre hábil en esquivarla autoridad. Al fin se ve forzado a comparecer
ante ella y declara que nunca ha tratado de perjudicar, por malicia, a la
hacienda de los padres de la Compañía de Jesús, con los cuales no quie­
re litigio, “ antes en todo obsequiarles en cuanto pudiere” , reconoce el
derecho de sus vecinos y conviene con el P. Ferrer en que “ él regará por
ocho días naturales y después, soltará toda el agua para que se riegue la
hacienda de la fundación del colegio por otros cuatro días naturales”45,
Esto indica que seguía preparándose la fundación, reuniendo los
bienes necesarios para ella. Lo que confirma un párrafo de una carta del
P. Manuel Román al P. José Gumilla, fechada en la reducción de Nues­
tra Señora de los Angeles, a lo .d e octubre de 1738:
“Me dice (don Diego) Domínguez que quiere vender la hacienda;
di parte de esto al P. Ferrer por haber sabido de Domínguez que, en
caso de venderla, diera parte primero a los Padres de Caracas, por si aca­
so la querían comprar. Según el informe que tengo dicha hacienda me
parece tuviera gran cuenta al comprarla, pero puede ser que falten los
medios. Mucho puede hacer V.R. en esto. La cuenta fuera buena así pa­
ra Caracas como para Orinoco. Dios lo disponga como más convenga” 46.

43 Cí'r. carta del P, Jaime López al oidor José Martínez Malo (Santa fé, junio 27 de 1737);
ANB, Reales Cédulas, t. 9, fol, 838. Véase además P.P. BARMOLA S.J., Los Jesuítas en
Venezuela (SIC.4 (1 9 4 1 )p. 32).

44 Catálogo de la provincia del Nuevo Reino de 1751, Supplem. ARS1, N.R. et. Q. 4. El P.
Carlos Nigri nació en Genova el 21 de noviembre de 1698; ingresó en la Compañía el 29 de
agosto de 1716 (Catálogo de 1736). Vino al Nuevo Reino, aun estudiante, en 1723 (AGI,
Contratación 5549). Fue en Tunja prefecto de misiones circulares, y en Santafé, ministro
del colegio de San Bartolomé y profesor de filosofía (Biblioteca Nacional, Mss. 255, lol.
70v), En 1736 se encontraba en Caracas (Catálogo de 1736),

45 La Compañ ia de Jesús en Venezuela. 129-130.

46 En A.B. CUERVO, Colección de documentos inéditos, IV, 207.


EN VENEZUELA
77

Para 1746 los bienes de la fundación consistían en dos haciendas,


una en el valle de Tuy y otra en el de Caucagua, un terreno en jurisdic­
ción de San Felipe, un principal de mil pesos con sus réditos donado
por el entonces arcediano don José Mijares de Solórzano, y otros vales y
libranzas41.
Pero todos estos bienes eran insuficientes. El 4 de agosto de 1746
el padre provincial, Angel María Manca, ordenaba al P. Ferrcr depositar
en manos del obispo los bienes de la fundación y regresar con el P. Jo­
sé Benavente, su compañero, a Santafé. La razón era no haberse reunido
aun la dotación suficiente para la fundación, “ y haber por ahora, escri­
be el P. Ferrer al obispo, poca esperanza de que pueda juntarse tan en
breve y sin qtiepase mucho tiempo, como la experiencia lo tiene mostra­
do en los muchos años que ha que me hallo en dicha ciudad solo a este
fin, y más cuando debe de ser cuantiosa la expresa donación” por ser
precisos en esta ciudad mayor número de sujetos y estar muy distante
de Santafé4748.
El prelado, que lo era don Juan García Abadiano, nombró al licen­
ciado don Manuel de Granda, cura de la Sabana de Ocumare, y al ba­
chiller don Marcos Reyes, doctrinero del pueblo de Guarenas, para
hacer el inventario. Recibió los bienes, como administrador de los mis­
mos, el canónigo don José Martínez de Porras, quien “se ha aplicado, se
dice en su nombramiento, a solicitar y proteger el logro de dicha funda­
ción, con el mayor anhelo y ahinco de su eficacia”49.

La fundación

La congregación provincial de 1750, reunida en Santafé, expuso al


padre general que para la fundación de Caracas se habían ofrecido ya
570.000, de los cuales estaban ya entregados S 50.000. Las haciendas
donadas se avaluaban en $ 18.000. El donante difunto, añade la congre­
gación, puso por plazo ocho años, y ya han transcurrido dos, y si no se
funda el colegio, la donación se aplicará a otra obra pía. Tanto el gober­
nador, como el obispo de Caracas, están interesados en la fundación.
“Ruega toda la congregación al M.R.P. General, termina diciendo, que
se digne aprobar benignamente el incoar esta fundación, y permitir que
en Madrid se hagan las diligencias para conseguir el permiso real” 50.

47 Inventario, en Archivo Nacional de Chile, Jesuítas, Bogotá, 211.

48 Memorial del P. Ferrer (Caracas, noviembre 11 de 1746), ibid.

49 Archivo Nacional de Chile, Jesuítas, Bogotá 211.

so ARS1, Congr. Prov. t. 90, fol. 166,


JUAN MANUEL PACHECO, S. J.
78

El P. General Ignacio Visconti respondió: “Envíense las informa­


ciones sobre rentas, casa y construcción de iglesia, y se proveerá sobre
un colegio no ya incoado sino perfecto” 51.
Por su parte el P. Pedro Fabro, provincial, escribía al rey en 1751,
“ se sirva de conceder y dar licencia para que esta provincia pueda fun­
dar y funde dos colegios, uno en la ciudad de Caracas y otro en la de
Maracaibo” 52.
La licencia real la obtuvo, en 1752, el P. Ignacio Altamirano, pro­
curador general de las provincias de Indias. Femando VI, por real cédu­
la de 20 de diciembre de 1752, concedió la licencia de fundación y
aprobó la donación hecha al colegio del “sitio y fábrica que antes se ha­
bía destinado a las monjas carmelitas” . Según esta cédula la dotación
total subía a $98,066, incluyendo en esta suma el valor del sitio, avalua­
do en $20.85853.
Los jesuítas volvieron pronto a Caracas. En el catálogo de 1753 fi­
gura ya la “nueva fundación de Caracas” . Componían esta casa losPP.
Jaime de Torres, superior, y Rafael García, y el H. Julián Fernández54.
Ese mismo año perdieron los jesuítas a uno de sus mejores amigos
de Caracas, el canónigo don José Martínez de Porras, electo obispo de
Puerto Rico. Murió el 3 de setiembre de 1753, y en toda la provincia se
hicieron especiales sufragios por su alma como a “ benefactor insigne de
la fundación de Caracas”55,
El edificio, abandonado por las carmelitas como insalubre y aisla­
do, tampoco era a propósito para colegio. Se compró un nuevo terreno

51 Ibid. fol. 170.

52 Carta dot 23 de abril de 1751; ANB. Curas y obispos, t. 20, fols. 13-14.

s3 Texto de la real cédula en N.E. NAVARRO, Los Jesuítas en Venezuela,


Apéndice, no. 2, p. 62-64.

54 Catálogo de 1753; ARSt, N.R. et. Q. 4.

55 Libio de la Iglesia y sacristía del colegio de Tunja; Biblioteca Nacional de Bogotá, Mss. 105,
fol. 137. “El doctor don José Martínez de Porras, bautizado en Caracas el 25 de agosto de
1688, fue hijo legítimo del capitán don Lucas Martínez de Porras y de doña Juana María
Piñango. Hizo sus estudios de filosofía en el seminario de Santa Rosa, y los de teología
concurriendo a oiría a las clases conventuales de su ciudad natal. Profesor de moral y vice­
rector del seminario desde septiembre de 1717; más tarde fue provisor y vicario general del
obispado; canónigo de merced en 1746; tesorero del cabildo eclesiástico en 1751, y obispo
presentado para la sede de San Juan de Puerto Rico en 1752; murió sin haberse consagrado,
en 1753. En los días 20, 21, 25 y 26 de diciembre de 1717, había recibido en Santo Do­
mingo, los grados de bachiller, licenciado y maestro en artes, y los de bachiller, licenciado
EN VENEZUELA
79

para levantar el edifico del colegio56. Alguna dificultad debió de pre­


sentarse para la construcción en el nuevo sitio, pues el P. Jaime de To­
rres, ahora procurador general de las provincias de Indias, obtuvo, el 24
de octubre de 1759, una real orden en la que se declaraba que la conce­
sión hecha a los jesuítas del sitio de las carmelitas, no los obligaba a fun­
dar precisamente allí S7.
Hacia 1763 debió de comenzar la construcción del edificio. En
agosto de este año el P. Rafael García, superior de la fundación, se diri­
gió al cabildo de la ciudad en solicitud de agua, pues estaba “para fabri­
car iglesia y colegio... en la calle que sube de la iglesia catedral para la
Santísima Trinidad, a la segunda cuadra de la plaza mayor”58. Para diri­
gir laconstrucción llegó de Santafd el H. Miguel Schlesinger,arquitecto59.
Los Padres del colegio, además de ejercitar sus ordinarias activida­
des sacerdotales,fundaron en Caracas una casa de ejercicios. “ Uno de los
documentos estudiados, escribe el P. Pedro P. Bamola, habla del infor­
me que se pasó a hacer al Padre García en “la casa de recogimiento de
los Padres de la Compañía de Jesús” . Esta frase nos hace sospechar si la
tal casa de recogimiento habría de entenderse la casa de Retiro o Ejerci­
cios que de hecho sabemos existió en Caracas”60.

III - CORO

La ciudad

Coro es una de las más antiguas ciudades de Venezuela. Fue funda­


da con el nombre de Santa Ana de Coro.

y doctor en sagrada teología" FR. CIPRIANO DE UTRERA, Universidades de Santiago de


la Paz y Samo Tomás de Aquino y Seminario Conciliar de la Ciudad de Santo Domingo de
la Isla Española (Santo Domingo, 1932). Sobre su prisión por creérsele comprometido en
la rebelión del capitán Juan Francisco León, cfr. N.E. NAVARRO, L o s J e s u íta s e n V e n e ­
zu ela . p. 17-19.

56 Sobre su ubicación en la cuadra comprendida entre las esquinas de Vcrocs y Jesuítas, cfr.
N.E. NAVARRO, op. cit. p, 70-71.
57 Cfr. Texto de esta real orden en N.E. NAVARRO, op. cit., p. 65-66.

58 Apud. P.P. BARNOLA, L o s J e s u íta s e n V e n e z u e la . SIC (Caracas) 4 (1941) p. 33.

59 Ibid. Cfr. M. AGUIRRE ELORR1AGA, L a C o m p a ñ ía d e J e s ú s en V e n e zu e la , p . 135-13/.


EIH. Miguel Schlesinger había nacido en Dilingen (Alemania) el 19 de mayo de 1729; en­
tró en la Compañía de Jesús el 18 de febrero de 1753. Vino a América en 1754. Salió des­
terrado por orden de Carlos III, Murió en Sinigagiia (Italia) el 21 de diciembre de 1793.
50 Art. cit. p. 33. Esta casa de ejercicios sobrevivió a la expulsión de la Compañía. Cfr. M
AGUIRRE, o p . c it. p. 131-132.
JUAN MANUEL PACHECO, S. J.
80

José Luis de Cisneros la describía así en 1764


"A distancia de tres leguas de la cordillera, en una alta y alegre
meseta, se halla fundada la ciudad de Coro. Esta es una de las más anti­
guas fundaciones de esta provincia; estuvo en un tiempo allí la catedral,
y también el gobernador y capitán general de esta provincia. La planta
es hermosa; su temperamento es cálido y seco; lo más del año soplan re­
cias brisas; las calles son largas y derechas; la iglesia de fábrica antigua,
aunque bien adornada. Tiene un convento de religiosos, hospital y una
ayuda de parroquia. La plaza hermosa y bien delineada. El puerto es
bueno, distante de la ciudad como dos leguas. Tiene un teniente de go­
bernador, alcaldes y regimiento. Es estéril de aguas, pues las que tiene
la ciudad las traen por cañería de grande distancia. Sus campos son in­
fructíferos, poblados de árboles y plantas espinosas. Sus moradores son
poco aplicados a la agricultura, por lo que carecen de vituallas y de todo
género de granos” 61,

Pide un colegio de la Compañía


Una misión dada en la ciudad por los PP. Antonio Naya y Francis­
co Javier Oraa, en 1753, causó un intenso movimiento espiritual. Se si­
guió a la misión, como lo testifica el procurador de la ciudad, Miguel
Antonio de Medina, una gran reforma de constumbres y una mayor fre­
cuencia de sacramentos62.
Empeñóse entonces la ciudad en poseer un colegio de la Compañía.
El más interesado era un sacerdote, el licenciado Pedro Silvestre de Que-
vedo, quien ofreció todos sus bienes, avaluados en más de S26.00 063.
Quevedo hizo levantar una información en la que constaba ser
muy pocos los eclesiásticos en la región, estar desamparados de todo
consuelo espiritual los feligreses de varios curatos por falta de sacerdo­
tes, y no tener la ciudad quien se ocupase de educar a los niños y de en­
señarles los primeros rudimentos de la gramática. Uno de los testigos, el
alférez José Francisco Atienza, declaraba que Coro sólo contaba con
tres sacerdotes, contando entre ellos el vicario y el sacristán mayor; en
el convento de los franciscanos sólo vivían cuatro religiosos “ que apenas
pueden satisfacer a sus precisos ministerios” ; a los niños añadía, había
que enviarlos a estudiar a Caracas.
El 23 de marzo de 1754 se celebró un cabildo abierto. Todos los
concurrentes declararon unánimes lo útil y conveniente del colegio,

61 CFSNCROS, J.L., Descripción exacta de ¡a Provincia de Venezuela (Reproducción de las


ediciones de Valencia (1764) y Madrid (1912), (Caracas, 1950), p. 78.
62 A rch iv o N acio n al d e C h ile, J e su íta s , B o g o tá, 2 1 1 .
63
Ib id .
EN VENEZUELA
81

ofrecieron colaborar con donaciones para su fundación64 y determina­


ron acudir al gobernador de la provincia y al obispo de la diócesis para
que obtuvieran la licencia del rey. El cabildo, en nombre de la ciudad,
se dirigió al obispo de Caracas, don Francisco Julián de Antolina, mani­
festándole que se contaba ya con $40.311 pesos para la fundación, y
pidiéndole que informara al rey sobre la conveniencia del colegio. Igual
petición debió de hacerse al gobernardor, pues el 17 de setiembre de
1755, el gobernador de Venezuela, Felipe Ricardos, representaba al rey
la utilidad de un colegio de la Compañía en C oro65.

Se desiste de la fundación

Durante once años permanecieron los jesuítas en Coro66. En 1756


se encontraban allí los PP. Francisco Javier Oraa y Antonio Meislz67 y
en 1763 el mismo P. Oraa y el P. Enrique Rojas68.
Sin embargo se desistió de la fundación. Un poder dado por el P.
Manuel Balzátegui, provincial del Nuevo Reino, al P. Oraa habla muy
vagamente de las razones que movieron a esta determinación: “ están­
dose entendiendo [en esta fundación] , por justas causas y considera­
ciones se ha disuelto su prosecución, y determinado por esta provincia
del Nuevo Reino se suspenda la dicha fundación y no se ejecute”69.
No hemos hallado en ningún otro documento expuestas con más clari­
dad estas razones70.

09 Entre los que ofrecieron donativos se cuentan, fuera del licenciado don Pedro Silvestre
de Quevedo, don Francisco de la Colina, vicario, con S500;don Juan de la Colina, alcal­
de provincial con $600; don Cristóbal Chirinos, cura dé la ciudad, con $650; doña Nico-
lasa Ana de Oyarvide, con $500; el maestro Francisco Dávalos Chirinos, con $500; el al­
férez real don José Gregorio de la Colina, con $500; el doctor don Juan de Osorio, con
$300; doña Rosa Quevedo con $300, etc. (Archivo Nacional de Chile, Jesuíta, Bogotá,
211).
65 Este informe del Gobernador se encueñtra en Archivo Nacional de Chile, Jesuítas, Bogo­
tá 211.
66 En la devolución de los bienes del licenciado don Pedro Silvestre de Quevedo se dice:
“Los un mil doscientos y die2 pesos que se han pagado en once años por los alquileres de
las casas de la habitación y residencia que hemos tenido en esta ciudad y los viáticos de
ocho sujetos de la Compañía que ha costeado esta fundación..." (ANB. Curas y obispos,
21, fo!. 21).

67 Catálogo de la Provincia del Nuevo Reino, 1756, ARS1, N.R. et. Q.4.

68 Catálogo de la Provincia del Nuevo Reino, año de 1763. ARSI, N.R. et Q. 4 ,fo l, 3S9.

69 ANB, Curas y obispos, t. 21, f.3.

70 ANB. Curas y obispos,!. 21. fols. 2-24; t, 39, fols. 139-149.


JUAN MANUEL PACHECO, S. J.
82

Ei P. Oraa, nombrado rector del colegio de Mompós, recibióla


orden de devolver a los benefactores del proyectado colegio los bienes
que ya habían entregado para su fundación. Así lo hizo el P. Oraa, en
los últimos meses de 1764, no sin agradecer a los donantes, en especial
al licenciado don Pedro Silvestre de Quevedo, en nombre de la provin­
cia “el buen celo, amor y afecto que manifestaron”71,

En el P, Antonio Julián en “ La Perla de la América” (3a p., disc, 6, 4, p. 290) apunta es­
ta razón: "...tratándose de la fundación de cierto colegio en la dudad de Coro, no quiso
admitirse porque los fondos destinados para la fundación eran Únicamente haciendas abun­
dantes de muías, de las cuales sólo se podía salir vendiéndolas con ilícito comercio a los
extranjeros” .
CAPITULO IV

EL COLEGIO DE SAN TO DOMINGO

Primeras dificultades

Dejamos dicho en el tomo anterior1 cómo Felipe V, por su cédula


de 26 de setiembre de 1701, no sólo concedió licencia a la compañía de
Jesús para fundar un colegio en la ciudad de Santo Domingo, en la Isla
Española, sino que ordenó se le entregara el edificio que ocupaba el se­
minario y colegio deGoijón con sus cátedras, rentas y cargas. Esta entre­
ga tenía el carácter de temporal, pues por dos veces la real cédula repite
la palabra “por ahora” . Bien se fijaron en ello los miembros del cabildo
eclesiástico.
El cabildo eclesiástico que gobernaba la arquidiócesis por muerte
del arzobispo Fray Fernando de Carvajal ( +21 de julio de 1699), obe­
deció la real cédula y comisionó la chantre don Nicolás Fernández de
Montesdoca para hacer la entrega del seminario al P. Juan Andrés de Te­
jada, rector del colegio. La entrega se hizo en noviembre de 1702 con
todas las formalidades del caso, en presencia de los representantes de
los dos cabildos, eclesiástico y secular, y de algunos vecinos distinguidos.
Fernández de Montesdoca hizo constar que dicha entrega se hacía “por
ahora” , reservándose el derecho de informar a su majestad lo que pare­
ciere más conveniente.
El viejo caserón necesitaba reparaciones impiescindíbles, y los je­
suítas, sin previa consulta a] cabildo, emprendieron las obras. Esto dis­
gustó al cabildo. El 17 de agosto de 1703 acordaba dar cuenta al rey de
que los Padres de la Compañía “pretendían alterarla real disposición y
pretendían mudar la fábrica del colegio” .
Las obras se hubieron de suspender, y los jesuítas continuaron en
su antigua y alquilada morada. Pero desde entonces pensaron en cons­
truir un nuevo edificio en un lugar más apropiado2.
1 II, p. 56.
2
ANTONIO VALLE LLANO, S.J. La Compañía de Jesús en Santo Domingo d u r a n te el pe­
riodo colonial (Santo Domingo, 1950), p, 161-164.
JUAN MANUEL PACHECO, S. J.
84
Privilegios universitarios

Un paso de consecuencias más importantes dieron en aquellos días


los jesuítas. Deseosos de ennoblecer su colegio con la facultad de dar
grados recurrieron a la real audiencia “representado que en el supuesto
de haber recaído en su colegio, en fuerza de la real cédula de 26 de sep­
tiembre de 1701, las casas, rentas, cátedras, cargas y gravámenes impues­
tos por Hernando de Goijón, y de haberse el que este fundó erigido en
universidad y estudio general, por real cédula expedida en Valladolid a
23 de febrero de 1558, con los mismos privilegios que goza la de Sala­
manca, tocaba al colegio de la Compañía dar grados en las facultades
que allí se cursaban...” 3 .
A medidados del siglo XVI un español, radicado en Santo Domin­
go, Hernando de Goijón, había soñado con fundar una universidad.
Reveses de fortuna le impidieron convertir en realidad este sueño duran­
te su vida. Pero al morir destinó más de 40,000 ducados a la fundación
de un colegio. Aunque sobre estos bienes cayó la plaga de los acreedores
y se sacaron a pública subasta, una real cédula de 23 de febrero de 1550
ordenó respetar la última voluntad de Goijón y fundar el colegio.
Bien pronto deseó este colegio convertirse en universidad. En su
representación a la corte sostuvo que ya tenía para ello autorización
pontificia y envió copia de la bula4 . Felipe II accedió a esta petición, y
por real cédula de 23 de febrero de 1558, concedió al colegio el título de
universidad, con los mismos privilegios de la Universidad de Salamanca5.
Sin embargo la nueva universidad llevó en los años siguientes una
vida lánguida. En 1568 sólo se enseñaba en ella gramática y una lección
de teología a contados alumnos. Sus rentas habían sido malversadas y
no se encontraba quien quisiese encargarse de la enseñanza. El licencia­
do Rodrigo de Rivera, nombrado en 1580 visitador de la Universidad,
trató de darle nueva vida con acertadas disposiciones, pero en 1586 la

Rea) cédula de 26 de mayo de 1747; ANB, Reales Cédulas, t. l l .f o l s . 442 ss. Cfr. VALLE
LLANO, p. 170.

“ Aunque el texto original de esta Bula sea hasta ahora desconocido, su existencia es indu­
dable. La aseguran las palabras citadas en el texto, tomadas de las resoluciones de la audien­
cia, alcaldes y regidores de la ciudad, a 3 de febrero de 1552, en el acto de acatar y ejecutar
una real cédula de 1550 (Cito, año XVI, n. 82, julio-diciembre, 1948, p. 148 b.);la supone
el visitador Ribero en sus Ordenanzas de reforma de la universidad, ei 5 de mayo de 1583
(Fray CIPRIANO DE UTRERA, "In apostolarus culmine’’ Bula m (tica de Paulo III (Ciu­
dad Trujillo. 1939), p. 282). La misma bula de 1538. aun en el supuesto de negarle auto­
ridad legal, la tiene histórica, y también se refiere a lo mismo, en sentir del P, Fr. C. de
Utrera: "In dicta c ivita te... in qua Studium apostólica auctoritate novitererectum est" VA­
LLE LLANO, p. 153, nota 9.
5
VALLE LLANO, p. 124.
EL COLEGIO DE SANTO DOMINGO
85

invasión del inglés Francisco Drake dejó a Santo Domingo en la miseria.


La universidad quedó reducida a una escuela de primeras letras, con es­
casos alumnos.
Felipe III, por cédula de 7 de junio de 1602, autorizó al arzobispo
Fray Agustín Dávila y Padilla O.P. para fundar en el colegio de Gorjón
el seminario. Esto no logró sacar al colegio de su precaria situación.
Un informe del arzobispo Fray Cristóbal Rodríguez O.P. (1609-
1612) refleja el deplorable estado del colegio-seminario y de la enseñan­
za en general:
“La ignorancia de los clérigos todos, aunque entren prebendados y
frailes, es tanta que no hay a quien se pueda encomendar un curato con
satisfacción que cumplirá con sus obligaciones; y allende que esa tierra
influye flojedad y aplicarse poco la gente al estudio, no hay en toda ella
quien les pueda enseñar siquiera casos de conciencia y administrar sacra­
mentos, que aunque es verdad que en el seminario se enseña bastante­
mente la gramática, y el arzobispo crió dos cátedras, la una de sacramen­
tos, la otra de casos de conciencia, y las encomenzaron a leer unos pa­
dres dominicos, no han dado dello tan buena cuenta que lo lleven ade­
lante. Y así es forzoso, para acudir al remedio de tanta ignorancia y a
cosa que tanto importan, se sirva V.M. mandar orden de que de allá ven­
ga persona o personas que puedan hacer este oficio; que anejando aes­
tas dos lecciones dos canonicatos con el salario que además dará el semi­
nario, que serán 130 ducados a cada uno, será suficiente paga para
quien hubiere de venir, o por otra vía que V.M. fuere más servido... Los
frailes no tienen menos necesidad, por no tener en sus conventos quien
les enseñe, ni se quieren aprovechar de tan buena ocasión, ni quieren
oír lo que tanto tienen necesidad, como la tienen también de predica­
dores, que entre todas estas tres órdenes: dominicos, franciscanos y mer­
cedarios, apenas hay uno u otro que predique ni sepa predicar”6
En este estado se encontraba aún el colegio de Gorjón cuando lo
tomó a su cargo la Compañía de Jesús. El colegio era ciertamente uni­
versidad, al menos por derecho real. Los jesuítas quisieron utilizar este
derecho para poder otorgar grados. El error consistió en que no se con­
tentaron con esto.
“Si hasta aquí y no más, comenta el P. Antonio Valle Llano, hu­
bieran llegado las aspiraciones de los jesuítas para su colegio, aunque
tampoco es seguro de que hubiesen evitado toda contradicción, su po­
sición hubiera quedado dentro de la más estricta legalidad, entonces de
hecho establecida; pero dieron un paso, que nos atrevemos a calificar
de verdadero error, que además de poderles en contingencia de perder

6 VALLE LLANO, p. 136-137


t

JUAN MANUEL PACHECO, S. J.


86

lo que razonablemente exigían, les complicó en un largo y enojoso plei­


to, si al fin, parcialmente al menos, coronado por el éxito, fue causa de
que se retardara el desenvolvimiento normal de la nueva institución y de
que se desviaran energías y recursos, que hubieran podido estar mejor
encaminados. La atrevida pretensión consistía no sólo en que se le reco­
nociese a su colegio el derecho a ser universidad, con la facultad de dar
grados; sino que se le considerase como la única existente, negándole al
convento de Santo Domingo “ que sin título alguno de universidad lo
estaba ejecutando” *89.

La Universidad de Santo Tomás

Los padres dominicanos se habían establecido en Santo Domingo


desde 1510. Los estudios establecidos en su convento fueron reconoci­
dos por el capítulo general de la orden de 1551 como “Estudios genera­
les” o universidad. Los dominicos sostenían además que su convento
era universidad pública en virtud de la bula de Paulo 111, In apostolatus
culmine, dada el 28 de octubre de 1538®. Es un hecho comprobado que
niel original de esta bula, ni copia legalizada de la misma ha aparecido
hasta el momento actual. Tampoco tenía el pase del gobierno español.
Pero es también un hecho cierto que en la mitad del siglo XVI el con­
vento actuaba como universidad, no sin protesta de las autoridades9.

1 VALLE LLANO, p. 170.

8 Texto de esta bula en HERNAEZ, F.J., C o le c c ió n d e B u la s, b r e v e s ,.., II, 438-139.

9 “ La noticia más antigua (1538-1540) está tomada del proceso que se formó al licenciado
Juan Calvo Padilla, quien “según confesión propia, consignada en el mencionado proceso,
fue uno de los que asistieron a oír teología al referido convento, y aun nos proporciona
el nombre de uno de los profesores que leían esta materia, un tal Jordana...” ( “ L a C iencia
T o m is ta " 42 (Salamanca, 1922) pp. 169 ss.; Fr. M. CANAL GOMEZ, E l C o n v e n to d e San­
t o D o m in g o , en la Isla y c iu d a d d e e s t e n o m b r e (Roma, 1934 P. 12 señal evidente de que a
las aulas conventuales acudían estudiantes externos a seguir cursos superiores eclesiásticos",
VALLE LLANO, p. 147-148.
A la bula de Paulo III dedicó el P. Fray Cipriano de Utrera O.F.M.Cap. el libro "In a p o s ­
to la tu s c u lm in e " , B u la míríco d e P a u lo I I I (Ciudad Trujillo, 1939). De este libro es el si­
guiente párrafo: “ Una bula “In apostolatus culmine” tan perseguida antes de serlo, tan
desconocida oficialmente en los registros papales, en el archivo de la Orden de Predicado­
res, en la historia de Santo Domingo, en el Consejo de ludias; tan inútil en su texto que
nunca los dominicos lo cumplieron, pues nunca, en virtud del mismo, tuvieron estatutos,
académicos con que regirse y gobernarse, ni menos pudieron nunca entrar en el Estudio
que ese texto menciona, ni ellos en todo el siglo XVI pudieron titularlo, como propio, con
el nombre bularlo “Universitas Sancti Dominici” , Universidad de Santo Domingo, nombre
que en ningún documento público del siglo XVI aparece, y es título o denominación que
el mismo texto expresa formalmente porque la concesión que se hace, se hace en el Estu- i
dio General que está en la c iu d a d de Santo Domingo,.,, esa bula nunca fue tal bula, y su
texto, aunque texto para una bula, sólo llegó a alcanzar ser y estado de contenido de una
m in u ta para una bula” .
EL COLEGIO DE SANTO DOMINGO
87

En 1568 los dominicos presentaron a la audiencia de Santo Do­


mingo un memorial con los siguientes puntos:
1) Reconocimiento de no tener capacidad legal para conferir gra­
dos universitarios, pero sólo por defecto de la aprobación real.
2) Nunca tropezaron en la práctica con dificultad alguna, desde
que comenzaron a usar de la bula.
3) El resultado es altamente beneficioso para la ciudad y los estu­
diantes.
4) Por esto piden se les permita seguir usando las facultades que les
otorga la bula, y
5) Que la potestad real sane m radiee lo hecho hasta entonces, es
decir, reconozca los grados otorgados10.
En el siglo siguiente la universidad conoció años de progreso y años
de decadencia. La presentaba como floreciente, en 1632, el P. Fray Luis
de San Miguel O.P. en una relación al general de su orden11 ; pero en
1663 el arzobispo Francisco Cueva Maldonado, en carta al rey, escribe
que cuando él llegó no se enseñaba filosofía en el convento de Santo
Domingo, y que gracias a sus gestiones se nombró un catedrático12. En
1679 se quejaba el arzobispo dominico Fray Domingo Fernández de
Navarrete de lo mal que usaban sus hermanos de hábito de los privile­
gios universitarios, pues con facilidad otorgaban grados a gente imprepa­
rada13 .

El pleito universitario

Al intentar los jesuítas que su colegio fuese considerado como el


único centro docente de Santo Domingo con facultad de dar grados, la
Universidad de Santo Domingo se sintió amenazada de muerte. Para es­
quivar el golpe los dominicos renovaron la petición, que antes habían he­
cho, de que pasase a su convento la universidad que estaba fundada en
el colegio de Gorjón.
La real audiencia, previo informe favorable del fiscal, dictaminó
que el colegio de Gorjón podía usar el título de universidad, pero con
los otros puntos debían ambas partes defender sus derechos ante el
Consejo de Indias14.

10 VALLE LLANO, p. 148-149.

11 M. CANAL GOMEZ, £7 c o n v e n t o d e S a n to D o m in g o , p . ¡ 5 .

12 B o le tín del A r c h iv o d e lo Nación (Santo Domingo) 7 (1944) p. 3 8 7.

13 VALLE LLANO, p . 151.


14
VALLE LLANO, p. 171-172.
JUAN MANUEL PACHECO, S. J.
88

Al enterarse de este litigio, el maestro general de los dominicos,


R.P. Antonio Cloche, escribió al P. Fray Juan de Salcedo, viceprovincial
de la Isla Española:
“ Recibo la de V.P. de 12 de julio del corriente año, y quedo con la
noticia de la novedad que se intenta despojar de la universidad que en
nuestro convento poseemos en ciento y sesenta años. Es justo que el
convento haga oposición con términos hábiles y decentes, deduciendo
nuestra razón y justicia al tribunal a quien tocare; y debemos esperar
de la real benignidad que, mejor informado, nos mantendrá en nuestra
posesión. V.P. cuide que cuanto antes se remitan a Madrid los papeles y
autos que hagan el caso, y que el procurador de quien se fiare esta agen­
cia en la corte se valga de mi agente para lo que fuere necesario, y me
avise de todo lo que ocurriere, porque por mi parte aplicaré los medios
convenientes para que seamos oídos como V.P. desea...’’15 .
Durante cuatro años se ventiló este pleito ante el Consejo de Indias.
El 20 de marzo de 1708 determinó el Consejo que, mientras se senten­
ciaba definitivamente el pleito, los dominicos podían continuar gozan­
do del privilegio de universidad; pero nada dijo del intento de los domini­
cos de anexionar a su convento el colegio de Gorjón.
Hasta 1716 no presentaron los dominicos la real cédula que conte­
nía este dictamen ante la real audiencia de Santo Domingo. Inmediata­
mente replicaron los jesuítas, pero el Consejo confirmó el 13 de marzo
de 1719 su primer dictamen16.
Nuevo memorial elevó al rey el P. Nicolás de Aguilar, rector del co­
legio, el 14 de julio de 1719. Expone en él el bien que está haciendo el
colegio a los estudiantes, y la necesidad de que se vea el expediente le­
vantado por el fiscal de la audiencia sobre los derechos universitarios de
ambas partes, en el que consta el derecho antiguo del colegio de Gorjón
de otorgar grados, fundado en reales cédulas. El expediente, añade, se
halla detenido, hace más de diez años, en la sala de justicia del Consejo
de Indias, “ de que se ha seguido que los RR. PP. Predicadores del Or­
den de Santo Domingo estén gozando de una posesión muy dudosa de
conferir dichos grados... y al contrario, el derecho tan antiguo del cole­
gio de Gorjón ha estado y está en suspenso de poder conferir dichos
grados hasta tanto que se determine su justicia’’17 .
Dormido quedó este litigio hasta 1736. Este año el colegio invitó
a uno de sus actos literarios echando por delante el título de universi-

15 M. CANAL GOMEZ, El convento de Santo Domingo, pp. 17-18; VALLE LLANO, p. 174.
16
VALLE LLANO, p. 175.
17 Boletín del Archivo General de la Nación (Santo Domingo), 5 (1942) 330 s.
EL COLEGIO DE SANTO DOMINGO
89

dad. Al punto protestaron los dominicos ante la audiencia. El presiden­


te, Alfonso de Castro, adverso por entonces a los jesuítas, ordenó el 22
de diciembre de 1736 “que por ahora no se intitule universidad el cole­
gio de Goijón” . Apeló la Compañía ante la audiencia en pleno, y esta,
sin querer pronunciarse sobre el pleito principal, remitió a las partes al
Consejo de Indias.
Una nueva real cédula del 3 de mayo de 1741, sin prejuzgar el fa­
llo ultimo, vino a confirmar lo anteriormente dispuesto, manteniendo a
los dominicos en sus derechos universitarios, al colegio de la Compañía
le prohibía taxativamente usar el título de universidad.
Esto espoleó a los jesuítas a activar en Madrid la decisión final del
pleito. Se encargó de ello el procurador de las provincias americanas, P.
Pedro Ignacio Altamirano. Esta vez la solución del litigio se inclinó a fa­
vor de los jesuítas, pues los dominicos no habían podido presentar el
original o una copia auténtica de la bula de Paulo 111 en que fundaban
sus derechos.
Pero ya en Santo Domingo el largo pleito había exaltado los áni­
mos de los estudiantes que se enfrentaban divididos en dos bandos rivales.
Las dos órdenes religiosas nada ganaban con la pérdida de la paz y la
concordia. Intervinieron los dos superiores generales, el maestro general
de los dominicos, P. Tomás Ripoll, y el general de la Compañía de Je­
sús, P. Francisco Retz, quienes impusieron silencio a sus respectivos
súbditos y convinieron en suspender el pleito por medio de un acuerdo
similar al que se había adoptado en Santafé y Quito. Según este acuerdo
tendrían iguales derechos el convento de Santo Domingo y el colegio de
la Compañía. El Consejo de Indias acogió esta solución. Femando VI,
por las reales cédulas del 17 de febrero y 26 de mayo de 1747 otorgó e!
título de universidad a los dos centros educativos.
En la última de estas cédulas dice el rey:
“Y sin embargo de que el convento de Santo Domingo de la ciu­
dad de este nombre en la Isla Española no tiene título para continuar
en la posesión en que ha estado de universidad, y de dar en consecuen­
cia los grados a sus cursantes, pues aunque exhibiera en su original la
bula del Papa Paulo III, todavía le faltaba el pase del referido mi Conse­
jo de las Indias y la real condescendencia para su uso, sin la cual ni po­
día tenerle en mis dominios, y atendiendo a que por la cédula del 23 de
febrero del año de 1558 estaba erigido en universidad y estudio general
el mencionado colegio de Goijón, agregado al de la Compañía de Jesús
con todas sus cátedras, rentas y gravámenes, y deseando igualmente la
unión y paz entre estas dos religiones, he venido asimismo en condes­
cender también a la súplica del padre procurador general de la Compa­
ñía en la parte de que el nunciado convento de Santo Domingo de la
Isla Española sea erigido en universidad y estudio general, y que como
JUAN MANUEL PACHECO, S. J.
90

tal pueda conferir grados a sus cursantes en todas facultades, en la mis­


ma conformidad en que quiero lo ejecute y ha de poder practicarlo el
colegio de la Compñaía de Jesús de la propia ciudad, a fin de que ambas
comunidades puedan conferir los grados mayores y menores a sus alum­
nos y cursantes en sus respectivas escuelas... para que por este medio y
debajo de su buen régimen y dirección florezcan las letras en aquellos
dominios con la aplicación y emulación de sus profesores...” 18 .
Como coronación de este suceso los jesuítas pidieron para su uni­
versidad la confirmación pontificia. Benedicto XIV la concedió por el
breve In supereminenti de 14 de setiembre de 174819.

La vida del colegio

El P. Juan Martínez de Ripalda. procurador de las provincias de


América, había pedido a la corte que el costo de los viajes de los jesuítas
de Santafé a Santo Domingo lo pagase la real hacienda.20 . Así lo conce­
dió el rey en la cédula de 26 de setiembre de 1701 por la que autorizó
la fundación del colegio de Santo Domingo, y más concretamente en
otra real cédula de 10 de abril de 1704. En esta última cédula se fijaba
el número de los religiosos fundadores en quince, diez sacerdotes y cin­
co hermanos coadjutores21.
Sin embargo en 1716 el P. Matías de Tapia, procurador de la pro­
vincia del Nuevo Reino, representaba en Madrid que, no obstante haber
viajado a Santo Domingo varios religiosos, en cuyo transporte y viáticos
se habían gastado 1.800 pesos, los oficiales reales no habían pagado en
diez años un solo peso.
Una nueva cédula, fechada el 20 de setiembre de 1716, ordenaba
a los oficiales reales de Santafé pagar ios gastos de los jesuítas enviados a
Santo Domingo22 . Esta cédula lúe presentada en Santafé por el P. Juan
Méndez, procurador de la provincia del Nuevo Reino, el 11 de junio de
1719. Al presentarla, representó que desde 1711 hasta 1719 se habían
gastado otros 1.500 pesos en los viajes de nuevos religiosos enviados a
Santo Domingo.
Cómo en la cédula de 1716 se aludía a la de 1704, exigieron los
oficiales reales que se presentase esta también. Declaró el P. Méndez que

18 Real ccdula de 26 de mayo de 1747ANB, Reales ccdulas, t, 1 \ y fols, 447-448. Cfr. VALLt
LLANO, p, 183-184.

19 T e x to e n H E R N A F-Z , II, 4 7 2 -4 7 5 .

20 Memorial del P. Martinez de Ripalda: AGI, Santafc, leg. 402.


21 A N B , C u ra s y o b isp o s, t. 3 6 , lo is. 157 v - 1 5 9

22 Ibid. fols. 141 -1 4 3 .


EL COLEGIO DE SANTO DOMINGO
9)
no la tenía en su poder, pero que no era necesaria su presentación ya
que estaba refundida en la cédula que había presentado. Con todo, se
comprometía a traer, dentro del término ultramarino, un duplicado de
la cédula pedida, o en su defecto la aprobación real del pago hecho en
fuerza de la cédula de 1716 y dar para ello las correspondientes fianzas.
Aceptaron esta propuesta los oficiales reales y pagaron al procurador los
3300 pesos, no sin antes hacer una minuciosa averiguación de los gastos
de un viaje de Santafé a Santo Domingo. Los testigos llamados a decla­
rar coincidieron en fijar estos gastos alrededor de 500 pesos por perso­
na23. En 1722 pudo el nuevo procurador, P. Andrés de Molina, presen­
tar la cédula de 1704 y hacer cancelar la escritura de obligación firmada
por un antecesor en el cargo24 .
Para 1719 la provincia del Nuevo Reino había enviado ya a Santo
Domingo diez religiosos. Eran estos los PP. Juan Andrés de Tejada, To­
más de Liceta, Miguel de Heredia, Jaime López, Juan de Guevara, Fran­
cisco Sánchez, Ambrosio de Maya, Juan Prieto y Francisco Méndez25.
En 1711 el P. Juan Andrés de Tejada se había visto obligado a salir
apresuradamente de la isla. Fue el caso de que en un encuentro con los
piratas ingleses, los españoles capturaron a un niño, hijo del calvinista
inglés Alejandro Smith. El niño fue educado católicamente en Santo
Domingo y bautizado con el nombre de José Gregorio. Era presidente
de Santo Domingo el mariscal de campo Guillermo Morphy, quien tan
malas pruebas dio de su gobierno que a los tres años hubo de ser depues­
to y encausado. Morphy vio un buen negocio en el rescate del niño, y
mediante una buena suma de dinero lo devolvió a su padre. Esto causó
escándalo en Santo Domingo, pues no podía ser expuesto el niño al pe­
ligro de perder la fe26. Esta doctrina sostuvieron el provincial de la or­
den de la Merced, Fray Andrés de Herrera, y el P. Tejada, que era comi­
sario de la Inquisición.
Lleno de cólera arremetió el presidente contra estos dos religio­
sos27. El P. Tejada, no encontrándose seguro en el colegio, buscó asilo

23 Cfr, información;ibid, fols. 150 ss.

24 Ibid. fol. 159.

25 Certificado del P. Ignacio de Meaurio; ANB. Curas y obispos, t. 36, fol. 144 · 144 v. Cfr.
VALLE LLANO, p. 213, nota 11.

26 Un caso similar fue el famoso del niño judío Mortara en tiempo de Pío IX. Sobre este caso
y la doctrina de la Iglesia cfr, J. SOUBEN, O.S.B. art. M o rta ra ( A f fa ir e j en D ic tio n a ir e
A p o lo g é tiq u e d e la f o t c a th o liq u e , II l, c. 940-942. 2
1*

21 Colección Lugo. Comisiones de Santo Domingo. Leg. 14; B o l e t í n d e l A r c h i v o G e n e r a l d e


la S a c ió n (Santo Domingo), 2 (1939 p. 134).
JUAN MANUEL PACHECO, S. J.
92
en el convento de la Merced18 y poco después huyó a Curazao2829. Más
tarde vino a Santafé como profesor de teología, y en esta ciudad murió
el 9 de noviembre de 172230.
El P. Ignacio Meaurio, provincial del Nuevo Reino, en un informe
al P. General sobre la provincia, escrito en 1718, refiriéndose al colegio
de Santo Domingo decía: El P, Francisco Sánchez, nombrado rector del
colegio, murió a poco de llegar a Santo Domingo31. Antes de morir
señaló por rector al P. Nicolás de Aguilar, a quien yo he confirmado. Un
padre enseña gramática, y el otro teología y filosofía a la vez. He envia­
do otros dos sujetos, con orden de predicar una misión en Maracaibo,
“ de la que hasta ahora no he tenido razón” . Uno de estos dos sujetos esr
tá destinado-a enseñar teología, y el otro a enseñar gramática, para que
el que actualmente tiene esta última clase pase a ser operario.El número
de estudiantes en las facultades mayores es muy pequeño, pues no lle­
gan a doce, y en la clase de gramática son un poco más. Este colegio,
añade, es también casa de noviciado para hermanos coadjutores, pero
“ hoy no tiene ningún novicio” . Se está construyendo una iglesia, pues
la que hay es muy pequeña. En la catedral no quieren admitir otros pre­
dicadores distintos de los jesuítas. En Santiago de los Caballeros quieren
tener misión todos los años, y la ha predicado dos voces el P. Aguilar
con gran fruto. El cabildo de la ciudad ha escrito pidiendo una residen­
cia de jesuítas32.
La facultad de tener noviciado para hermanos coadjutores en el co­
legio fue negada por el padre general Francisco Retz33 .
La pobreza del colegio debía de ser grande pues el P. Matías de Ta­
pia, procurador de la provincia en España y Roma, representó al rey
que los jesuítas de Santo Domingo no tenían casa en que vivir, ni iglesia
en que ejercitar sus ministerios, pues el edificio del colegio de Goijón se
hallaba en ruinas y no tenían con qué repararlo.

28 Carta del P, Tamburini al P. Francisco Sierra (14 setiembre 1710) APT, leg. 132, fol. 190.

29 Carta del P. Tamburini al P. Mateo Mimbela (3 diciembre 1711);íbid. fol. 191.

30 Catálogos de la Provincia del Nuevo Reino; ARSI, N.R. et Q. 4 fol, 193.

31 Murió el 26 de noviembre de 1717; ibid. fol. 142. E1P. Sánchez había nacido en Sayatón
(España) el 23 de agosto de 1677; ingreso en la Compañía el 26 de julio de 1697; había
sido vicerector del colegio de Honda. (Catálogos de la Provincia del Nuevo Reino de 1702
y 1711).

32 " E s ta d o e s p ir itu a l d e la P ro v in c ia d e l N u e v o R e in o y s z s m in is te r io s . A ñ o d e 1 7 1 8 . D e re­


s u lta d e ¡a v is ita q u e h i z o e l P . P r o v in c ia l Ig n a c io M e a u r io “; APT. Fondo Astrain, 46.

33 Carta del P. Retz al P. Francisco A. González, 15 de setiembre 1*733; APT. Leg. 132, fol,
327;Cfr. VALLE LLANO, 201.
EL COLEGIO DE SANTO DOMINGO
93

Por el “status” de 1715 sabemos que las rentas del colegio apenas
bastaban para sustentar a los seis religiosos, cuatro padres y dos herma­
nos, que moraban en la Isla, y que ya el colegio estaba adeudado en una
fuerte cantidad34.
El rey, por cédula de 22 de diciembre de 1716, concedía al colegio
una limosna de mil pesos, que debía pagarse con el producido de las va­
cantes del obispado de Caracas o del arzobispado de Santafé35.
Este cobro no pudo hacerce efectivo en Caracas, pues el rey aplicó
las rentas de la vacance al obispo electo don Juan de Escalona36. En
1737, más de veinte años después, trataba de cobrarlos en Santafé el P.
Antonio Naya, procurador de la provincia. Dio repetidas órdenes de pa­
go el oidor don José de la Quintana, pero los oficiales reales declararon
"hallarse consumidos los efectos de la vacante” 37 .
A la mala situación económica se añadían los pleitos. El P. Miguel
Angd Tambuñni escribía el 13 de mayo de 1719 al P. Ignacio Meaurio,
provincial del Nuevo Reino:
“Esta fundación me tiene con sumo cuidado en virtud del informe
que poco ha me hizo el P. Juan Francisco de Castañeda, procurador de
las provincias de Indias en Madrid, a donde me dicen que han acudido
los herederos del fundador moviendo pleito sobre dicha fundación y pi­
diendo los $300 por cada año, que tocan al patrón de dicho colegio y
ha dejado de percibir en tantos años, y aun es de temer que pidan que
se visite el testamento, y que se dé cuenta de la obligación de las misas.
“Este pleito tiene visos de poco decoroso para la Compañía, por lo
cual podría abrazarse el partido que desean los herederos del fundador
de venir a alguna concordia razonable” . A continuación mandaba el pa­
dre general remitir al P. Castañeda todos los papeles referentes a este
pleito, empezando por el testamento del fundador del colegio, don Juan
de Ribera y Quesada, un balance de los bienes en el principio de la fun­
dación, y otro balance de los actuales bienes, indicando las razones de
su deterioro38.
El pleito con los herederos del fundador lo perdió el colegio. El
Consejo de Indias lo condenó a capitalizar sobre el valor de las fincas
6.000 pesos, para constituir una renta de 300 pesos anuales para los pa­

34 VALLE LLANO, 220.

35 T exto de e s ta real c é d u la e n A N B , R eales C é d u la s, t . 6 , 1 1 2 v * 114 v.

36 Memorial del P. Nicolás de Aguilar, rector del colegio de Santo Domingo, mayo de 1719.
Ibid. fol, 119.

37 ANB, Reales Cédulas, t, 6 , fols. 123 ss.

38 API, leg. 132, fol. 239.


JUAN MANUEL PACHECO, S. J.
94

tronos del colegio39 , Esta cantidad la hubo de aprontar el P, Castañeda


con dinero prestado a las otras provincias americanas40 ,
Sin embargo, en 1734, el colegio se encontraba muy retrasado en
el pago de esta renta, El P. Retz, general de la Compañía, se vio obliga­
do a escribir al P. Jaime López, provincial del Nuevo Reino: El colegio
de Santo Domingo adeuda a don Martín de Aoiz y Quesada, residente
en Puerto de Santa María y sobrino del fundador del colegio, desde hace
varios años los 300 pesos anuales, deuda que asciende a más de 40.000
pesos. Don Martín pide que le paguen al menos mil pesos. Ordeno arre­
glar esta deuda “teniendo por cierto que el celo de V.R. no me dará lu­
gar a que tome otra providencia más costosa para la provincia”41.
Esta angustiosa situación se vio aliviada cuando los esposos don
Francisco de Sierra Castilla, alférez real, y su esposa doña Lucía de Mo-
jica, hicieron donación a la Compañía de un ingenio de azúcar avalua­
dos en $ 40.000 para la fundación de una escuela de primeras letras42.
Otra donación fue la del arzobispo de Santafé, antiguo arzobispo de
Santo Domingo, don Antonio Claudio Alvarez de Quiñones, quien al
morir dejó al colegio de la Isla un legado de $5.60043 .
Otro amargo sinsabor tuvo el colegio en julio de 1721. El 21 de
ese mes pereció trágicamente el P. Juan Antonio Ubandurraga que iba
a Santo Domingo, nombrado rector del colegio. Lo asesinaron en el via­
je unos ladrones sólo por robarle44. Había nacido el P. Ubandurraga en
Mariquita el 15 de setiembre de 1676 y entrado a la Compañía en Tunja
el 17 de julio de 1695. Había residido varios años en el colegio de Car­
tagena45 .

En pugna con el presidente


El 27 de marzo de 1723 escribía elP . Miguel Angel Tamburini, ge­
neral de la Compañía, al P. Francisco Antonio González, provincial del
Nuevo Reino: “ Estoy disponiendo que vayan esta primavera, en la flota
de Nueva España, cuatro sujetos que hayan de quedar en la isla de San·
to Domingo; y entre ellos pasa, con patente de rector el P. José Maiíi

39 VALLE LLANO, 224.


40 Caita del P. Tamburini al P. Francisco Antonio González., 11 septiembre 1723; APT, leg.
132, fol. 265.
41 Carta del P. Francisco Retz al P, Provincial Jaime López, lo . Enero 1735; ibid. f. 337.
42 VALLE LLANO, 203.
43 Carta del P. Francisco Retz al P. Jaime López, 15 setiembre 1736, APT. lee, 132, fol. 340
44 Carta del P. Tamburini al P. Francisco A. González, 27 marzo 1723, ibid. fol. 262.
45 Catálogos de la Provincia del Nuevo Reino de 1702, 1711 y 1718, ARSI, N,R. et Q. 4.
EL COLEGIO DE SANTO DOMINGO
95
Mcmesiglio, de nación siciliano y de excelentes prendas y talentos; y es­
to es lo que puedo más prontamente disponer”46.
Los otros sujetos destinados a Santo Domingo fueron los PP. An­
drés Neuhauss, Pedro Kreins y Juan Snelling, y el H. Juan Miguel Sca­
pula47. En 1730 el P. Francisco Antonio González destinaba al mismo
colegio a los PP. Cándido Goezfried y Antonio Manca4* .
En 1734 el P. Manca, que era a la sazón rector del colegio49, el P.
Neuhauss y el H. Scapula se vieron obligados a salir de Santo Domingo.
La causa fue un litigio con el presidente de la Isla.
No sabemos, escribe el P. Valle Llano, si este presidente fue el sa­
liente, don Francisco de la Rocha Ferrer, o el entrante, don Alfonso de

46 APT. leg. 132. fol. 260. FJ P. Monesíglio era de Mesina en donde había nacido el 19 de
marzo de 1682; había ingresado en la Compañía el 10 de octubre de 1699 (ARSI, N.R.
et Q. 4, fol. 223). En 1736 se encontraba de misionero en los Llanos (Catálogo de 1736).
En el catálogo de 1751 figura en el colegio de Santafé, con el calificativo de inva'lido (Catá­
logo de 1751). Murió en Santafé el 7 de octubre de 1754 (ARSI. N .R .etQ . 4, fol. 159 v.).
47 Catalogas soctorum missionís N ovi Regni Soc teta tis lesu, anni 1723; ARSI, N.R. et O. 4,
fol. 223. El P. Andrés Neuhauss, de la Provincia Renana Inferior, había nacido en Hungría
en 1684; ingresó en la Compañía el 28 de octubre de 1723 (ibid). En 1736 se encontraba
de misionero en los Llanos (Catálogo de 1736). Murió en Monpós el 21 de marzo de 1741.
El V. Pedro Kreins era luxemburgués, nacido el 6 de enero de 1681, entró en la Compañía
el 21 de enero de 1706 (ARSI, N.R. et Q, 4 , fol. 223). Pasó a las misiones de los PP. fran­
ceses (Carta del P. Tamburini al P. Diego de Tapia, lo . setiembre de 1729; APT. leg. 132,
fol. 288). El P. Snelling era de Cádiz, nacido el 28 de enero de 1692; entró en la Compañía
el 2 de agosto de 1706 (N.R. et Q. 4 , fol. 223). El P, Tamburini lo nombró rector de Santo
Domingo en junio de 1729 (Carta al P. Diego de Tapia; APT, leg. 132, fol. 290). El 31 de
diciembre de 1730 escribía el P. Retz al Provincial P. Francisco Antonio González; "No
carece de riesgo haber dado la patente de rector de Santo Domingo al P. Juan Jacobo Sne-
Uing". Murió, siendo rector de este colegio, en 1731 (Catálogo de la Provincia del Nuevo
Reino, 1736; supplementum; Libro de la Iglesia y sacristía del colegio de Tunja, fol. 152
*.)■
El H. Juan Miguel Scapula era siracusano, nacido el 8 de mayo de 1703;había entrado en
la Compañía el 28 de marzo de 1722 (ARSI, N.R. et Q. 4 , fol. 223). El rey dio orden de
que saliera de Santo Domingo, pero esta orden le encontró ya muerto; había fallecido en
Santo Domingo el 29 de junio de 1733 (Catálogo de la Provincia del Nuevo Reino, 1736,
supp.; ARSI. Hist. Soc. 50).
48 ANB, Curas y obispos, t. 36, fol. 168. El P. Cándido Gozfried pertenecía a la Provincia de
Germania Superior; había nacido en Fischbach (Constanza) el 18 de febrero de 1691 ; en­
tró en la Compañía el 17 de octubre de 1709 (A. HUONDER S.J. Deutsche Jesuitenmis-
sionire. p. 152). Vino al Nuevo Reino, en la expedición del P. Mimbela, en 1723 'AGI.
Contratación, 5549). Pasó a Santo Domingo, y allí según el P. Huondcr se unió a los solda­
dos alemanes en Poít-au-Plince, y murió en 1755.
El P. Antonio Manca había nacido el 6 de setiembre de 1695 en Alguer (Cerdeña);entró
en la Compañía el 31 de mayo de 1711 (Catálogo de 1736). Vino, ya sacerdote, al Nuevo
Reino en 1123 (AGI, Contratación, leg. 5549). En 1736 se encontraba en Cartagena (Ca­
tálogo de 1736) y en 1748 de rector del colegio de Honda (ANB, Tierras Bolívar, t, 1 1,
fol. 326). Murió en este colegio el 16 de julio de 1757 (ARSI, N.R. et Q. 4 , fol. 346).
49 Aparece como rector dd colegio de Santo Domingo en un memorial, fechado el 6 de julio
de 1734, en el que cobra 9.524 pesos que se debían a D. José Laguna (Archivo Nacional
de Chile, Jesuítas, Bogotá 211).
JUAN MANUEL PACHECO, S. J.
96
Castro y Mazo, o el oidor don Juan Félix García Chicano, durante el
brevísimo intermedio de las dos presidencias50. Por lo que dice, años
más tarde, el P. Retz, colegimos que el presidente en cuestión fue don
Alfonso de Castro Mazo, con quien tuvo sus divergencias el arzobispo
fray Juan de Galavís51. Lo mismo se desprende de un memorial del P.
Jaime López en el que se habla de “la satisfacción a la Compañía del
presidente don Alfonso de Castro” 52 .
Los hechos sólo se conocen por una carta del P. Gaspar Rodero,
procurador de las provincias de Indias, al P. Francisco Antonio Gonzá­
lez, provincial del Nuevo Reino, fechada en Madrid el 20 de octubre de
1733.
La carta* dice así:
“Ojalá y hubiera sido tan fácil el evitar la pesadumbre que todos,
hasta en Roma, hemos tenido con el suceso del colegio de la isla de San­
to Domingo, pero pleito en que no se oye más que una parte, ni se quie­
re oír en justicia, ni se da traslado para la defensa, sino que a puerta ce­
rrada se condena sin apelación alguna, da mucha sospecha de mal juzga­
do. Lo que me consta es que de los autos hechos por el señor arzobispo
y de las cartas escritas de este prelado a Roma, resulta una total inocen­
cia de los padres. De los que hizo el presidente claro está que resultaría
culpa, pero siendo de naturaleza nulos, por ser juez y parte, no pueden
probar nada. No obstante, el señor don Juan Ventura Maturana, secreta­
rio del Consejo de Indias por lo tocante a la Nueva España, me intima
de parte de su majestad y de su consejo que luego que V.R. reciba ésta,
saque de dicho colegio a los PP. Andrés Ncuhauss, Antonio Manca y H.
Juan de Escápula por no haber procedido con la madurez y prudencia
que pedía la constitución de cosas de aquella ciudad, y que en lugar de
estos envíe V.R. otros tres de prudencia y prendas suficientes. Ello es
preciso obedecer; y en caso que V.R. se vea imposibilitado por falta de
medios (por estar tan alcanzado aquel colegio) requiera jurídicamente
al presidente que los suministre de lo que su majestad tiene mandado
pagarle en esas cajas, o que dé providencias para enviarlos.

50 VALLE LLANO, 211.

51 Cfr. CIPRIANO DE UTRERA, t'piscopologio Dominicano, en Boletín dei Archivo General


d é la Nación, 18 (1955) 332.
c i
En un inventario de los papeles del colegio de Santo Domingo, hecho en tiempo de la ex­
pulsión de la Compañía (1767), se enumera un memorial del P. Jaime López, fechado el 24
de agosto de 1735, “en que informa a S.M, el dictamen que (ha) formado de los disturbios
de Santo Domingo, de haber sacado algunos sujetos de aquel colegio, satisfacción a la
Compañía del presidente don Alfonso de Castro, de haber remitido a dicho colegio dos su­
jetos: en dos folios” . (Archivo Nacional de Chile, jesuítas, Bogotá, 214).
EL COLEGIO DE SANTO DOMINGO
97
Supongo que el padre procurador Ignacio de Meaurio escribirá con
más extensión y puntualidad sobre esto, y por eso solo digo que ojalá y
no hubiera tan colegio donde los ministerios y obras de caridad se casti­
gan como delitos. Espero en la justísima providencia que el motor de
todo pasará por la pena del talión”53 .
Tampoco faltó la reprensión al arzobispo don fray Juan de Galavís
por haber admitido la información que le pidieron los jesuítas54 .
Alguna culpa debieron de tener estos religiosos, cuando el P. Retz
escribía en 1736 al provincial del Nuevo Reino; “ Bien están fuera de la
isla de Santo Domingo los PP. Neuhauss y Manca, así para obedecer de
ese modo al decreto del rey de que ambos saliesen, como para quitarles
la ocasión de fomentar las discordias entre el arzobispo y el presidente.
Al P. Manca, que me pide volver a su provincia de Cerdeña, le escribo
con expresiones bien sentidas de lo que le sucedió con V.R,, y mostrán­
dome sabidor de todo su artificio y astucias” 55.

Pleito sobre el seminario56

El mejoramiento de la situación económica permitió a los jesuítas


adelantar rápidamente la construcción del colegio y de la iglesia. Ya en
1744 se dictaban las clases en el nuevo edificio, y sólo se conservaban
en el vetusto caserón del colegio de Goijón algunos actos académicos.
A juicio de los jesuítas este viejo edificio, o se debía reparar, lo que
suponía un gasto de 4.000 pesos, o se debía demoler, y en este último
caso pasarían al nuevo edificio todas las rentas y obligaciones del anti­
guo colegio de Gorjón.
En este sentido elevó el P. Pedro Ignacio Altamirano, procurador
genera! de Indias, un memoria! al rey. Al Consejo de Indias, previo dic­
tamen del fiscal, se inclinó a la demolición, y así lo indicó al rey. El 24 de
julio de 1745 una real cédula autorizaba a los jesuítas “ para que se de­
muela el referido colegio de Gorjón, y para que se agreguen y adjudi­
quen todas las rentas, bienes y efectos que este tuviere al otro colegio
que la religión de la Compañía de Jesús tiene en la misma ciudad de

53 ANB, C u ras y o b i s p o s , t , 3 6 . f o l . 1 7 6 .

54 VALLE LLANO, 212.

55 Carta del P. Rctz al Provincial del Nuevo Reino (15 setiembre 1736): APT. log, 132, f. 348.

56 Clr. VALLE LLANO, 225-236, quien ha utilizado para su relato la obra del Fray CIPRIA­
NO DE UTRERA. Universidades de Santiago de la Paz y de Santo Tomás de Aquino, y Se­
minario Conciliar de la Ciudad de Santo Domingo d e la Isla Española (Santo Domingo,
1932).
JUAN MANUEL PACHECO, S. J.
98

Santo Domingo, con declaración de que recaigan en éste las mismas car­
gas y gravámenes de funciones y ejercicios literarios que tenía el de Gor­
jón...” 57 .
Por parte de la audiencia y del presidente don Pedro Zorilla de San
Martín no hubo la menor dificultad para dar ejecución a esta cédula, Pe­
ro al ser presentada al arzobispo, el agustino Fray Ignacio Padilla y Es­
trada, hizo notar éste que en la cédula se hacía referencia a otra anterior
(a la de 1701), por la que se había adjudicado a la Compañía el colegio
deG orjón.
Hay que recordar cómo Felipe III había autorizado la fundación
del seminario en el Colegio de Gorjón, que al entregar Felipe V a la
Compañía el edificio del colegio lo hizo con la cláusula “por ahora”.
Eran estos derechos del seminario al viejo edificio los que reclamaba el
arzobispo.
EI P. Miguel Gereda, que era vicerector del colegio, sostuvo que la
nueva cédula daba a la Compañía pleno y absoluto dominio sobre el in­
mueble. Pidió a la audiencia, que previos inventario y valuación, se le
diera nueva posesión del edificio, y se notificara a los inquilinos que en
adelante debían pagar los réditos y arrendamientos al nuevo propietario.
Todo lo concedió la audiencia a la medida de la petición. Se proce­
dió al inventario y tasación material de la fábrica, y el 18 de abril de
1746, el oidor Juan Antonio de Velarde y Cienfuegos, nombrado por el
rey juez conservador de los estudios del colegio de Goijón, dio solemne
posesión de todo el edificio al P. Gereda.
Al día siguiente el arzobispo, en carta al juez conservador, presen­
taba los derechos de su Iglesia al edificio,y pedía que se suspendieseis t
demolición hasta dar cuenta de todo al rey. Para llevar adelante esta i
demanda se nombró promotor fiscal eclesiástico al presbítero Antonio i
Vásquez Girón.
El litigio se prolongó hasta los primeros meses de 1749. El arzo­
bispo pensó en crear un seminario independiente, pero no pudo reali­
zar su propósito por falta de medios. “Tal vez, escribe el P. Valle Llano,
alguna mediación venturosa intervino entre las dos partes, o la buena
voluntad de ambas les persuadió a limitar sus pretensiones recíprocas \
y llegar así a un previo acuerdo que elevaron a escritura pública el 20 i
de mayo de 1749” 58.
Por este acuerdo el arzobispo y cabildo renunciaron en favor de
la Compañía todos los derechos que podían tener sobre el colegio de
Gorjón, y el arzobispo ponía el seminario bajo la dirección y cuidado de

57
VALLE LLANO, 225-226
5S
VALLE LLANO, 214.
EL COLEGIO DE SANTO DOMINGO
99

los jesuítas. Estos se comprometían a no cobrar de los seminaristas cosa


alguna, sino lo correspondiente a la alimentación, la que se avaluaba en
110 pesos por seminarista, pensión que pagarían las rentas del arzobis­
pado. “Este fue, anota el P. Valle Llano, el final del pleito, no tan airo­
so, aunque tal vez el único posible para la Iglesia. Por de pronto, esta
aseguraba el fin que intentara con la instalación del Seminario indepen­
diente. Después de tantos años de luchas y de desesperanzados anhelos,
de triunfos y de descalabros, los padres de la Compañía veían consegui­
dos todos sus sueños: tener su universidad real y pontificia y poseer edi­
ficios de colegio e iglesia propios” 59.

Pleito de los estatutos

La solución del litigio sobre los derechos de universidad no supri­


mió todos los conflictos. El título de “Universidad primada de las In­
dias”, que se arrogó la Universidad de Santo Tomás en los programas de
un acto académico, motivó las protestas del P. Jaime de Torres, procu­
rador de las provincias de Indias en Madrid. El rey, por cédula de 2 de
agosto de 1758, declaró categóricamente no competer tal título a la
Universidad de Santo Tomás, ni otro alguno que denotase anterioridad
o preeminencia sobre la universidad jesuítica de Santiago de La Paz60.
La precaria concordia entre las dos universidades vino a romperse
violentamente en 1766, cuando la Universidad de Santo Tomás preten­
dió que sus propios estatutos obligasen también a la Universidad de San­
tiago de la Paz.
La Universidad de Santo Tomás acusó ante la audiencia a la Uni­
versidad de Santiago, entre otras cosas, de haber matriculado en su fa­
cultad de teología a varios alumnos que habían terminado los estudios
de filosofía en la de Santo Tomás, lo que no tenía otra explicación que
la campaña de atracción hecha entre los alumnos de ésta por los jesuítas.
Además había recibido a tres estudiantes venidos de Cuba, que pocos
días antes se habían inscrito en la Universidad de Santo Tomás. Esta
atracción de la Universidad de Santiago, decía, nacía de la diferencia de
estatutos entre las dos universidades, y por ello pedía que los estatutos
de la de Santo Tomás obligasen también a la de Santiago.
Respondió en nombre de la universidad de la Compañía el aboga­
do Juan Bautista Brizuela: La universidad de Santo Tomás no tenía tí­
tulo alguno para exigir esto. Como todas las universidades del mundo,
la de Santiago de la Paz tenía derecho y era muy libre para darse sus

59 VALLE LLANO. 236.

60 VALLE LLANO, 269-271.


JUAN MANUEL PACHECO, S, J,
100

propios estatutos, los que sólo debían tener la aprobación real. Preten­
der que la igualdad querida por el rey obligase a la una a adoptar las le­
yes de la otra era un absurdo, pues era reducir la Universidad de Santia­
go a la categoría de súbdita de la de Santo Tomás, Cuando esta última
redactó sus estatutos para nada consultó a la de Santiago.
Además, proseguía alegando Brizuela, hay en las constituciones de
la Universidad de Santo Tomás artículos que la otra universidad no pue­
de observar, como son el que ordena alternar el cargo de rector entre un
religioso y un seglar, el que reduce a seis meses los cursos de leyes o cá­
nones, y el que sefíala propinas en la colación de grados para los religio­
sos, ya que los jesuítas no pueden recibirlas. Es falso que la Universidad
de Santiago'no tenga estatutos pues se rige por los de la Universidad Ja*
veriana de Santafé, y ya tiene redactados los propios.
Respondiendo, por último, a las acusaciones más concretas, recha­
za el que la Universidad de Santiago haya sonsacado estudiantes de la
Tomista, pues en doce años sólo tres o cuatro se han pasado, y en cam­
bio son decenas los santiaguístas conquistados por la de Santo Tomás.
La rigidez de los exámenes que pregona la de Santo Tomás poco se
compadece con el hecho de una misma cuestión sirva para todos los
exámenes, desde los Quodlibetos hasta el examen para doctorado. Fi­
nalmente, una prueba evidente de la seriedad de los estudios de la Uni­
versidad de Santiago es que en ella se ha graduado catedráticos y aún
rectores de la Universidad de Santo Tomás. Los actuales catedráticos de
leyes y cánones son de ello una buena prueba.
Desafiante e hiriente fue la contrarréplica de Fray Juan Antonio de
Frómeta, en nombre de la Universidad de Santo Tomás. Acusa a los je­
suítas de conferir grados sin exámenes, de dispensaren los cursos prefi­
jados por las leyes, de adjudicar cátedras sin oposición, y de omitir, en
la colación de grados, el vejamen, composición burlesca en que salían a
relucir los defectos de los graduados, desórdenes todos, decía Frómeta,
que no sólo son dañosos para la recta formación de la juventud, sino
que perjudican a la Universidad de Santo Tomás robándole alumnos.
No se injusta su demanda al pedir la igualdad de estatutos, pues esa
igualdad es la que busca el rey ,, y cualquiera dispensa que se conceda,
no contemplada en los estatutos de la de Santo Tomás, es la destrucción
de ésta, pues tos estudiantes buscan ganar sus grados con poco trabajo y
menor costo. No se trata, añade, de que la Universidad de Santiago co­
pie a la letra los estatutos de la otra, sino que los estudiantes encuentren
en la una y en la otra las mismas ventajas. Defiende la elección alterna
de rector entre religiosos y seglares, explica el cómputo de tiempos para
la graduación, y justifica la aceptación de propinas, ya que las cátedras
de la Universidad de Santo Tomás no están fundadas, como lo están en
el colegio de Goijón. Si los jesuítas, prosigue, no reciben propinas indi-
EL COLEGIO DE SANTO DOMINGO
101
vidualmente, si las reciben en común y han logrado juntar, en poco tiem­
po, un crecidísimo fondo, lo que en muchos años no lo ha conseguido
la Universidad dominicana.
Es injurioso y calumnioso, continúa, imputar a la universidad deli­
tos que no ha cometido. Si alguna vez alguno tuvo la suerte de ser exa­
minado con una misma cuestión para graduarse de bachiller y licenciado,
sería pura casualidad. La prueba más concluyente de la seriedad de sus
estudios es el crecido número de sus graduados que ocupan puestos im­
portantes.
Por último toca al tema de la erección de ambas universidades con
palabras que muestran el sentimiento que lastimaba a Fray Juan Anto­
nio de Frómeta, al oír afirmar que la Universidad de Santo Tomás debía
su erección a la súplica del P. Altamirano. Discute ampliamente los de­
rechos de ambas universidades, impugnando los de la Universidad de
Santiago, y reforzando los de la Universidad de Santo Tomás con argu­
mentos muy subjetivos y algunas veces inexactos.
“Y aquí, comenta el P. Valle Llano a quien hemos venido resu­
miendo, termina este conflicto, o por lo menos no ha llegado a nosotros
noticia alguna sobre su prosecución y solución. Pocos meses después
quedaba el campo despejado, y el fantasma de una segunda universidad
en Santo Domingo desaparecido. La Compañía de Jesús cerraba forzo­
samente sus puertas y tomaba el camino del destierro” 61.

Dispensas matrimoniales

Otro roce tuvieron los padres del colegio de Santo Domingo con el
arzobispo Fray Ignacio de Padilla, agustino. Lo motivó las dispensas de
impedimentos matrimoniales que dio, durante unas misiones circulares,
el P. Martín Garicano, en virtud de los privilegios pontificios de que go­
zaba la Compañía de Jesús. L1 arzobispo no aprobó la conducta del mi­
sionero y ordenó a los párrocos no admitir semejantes dispensas y reva­
lidar los matrimonios contraídos en virtud de las mismas62.
Los jesuítas acudieron al Consejo de Indias por medio del P. Pedro
Ignacio Altamirano, procurador de las provincias de Indias, El P. Alta­
mirano hizo imprimir un memorial quejándose de la conducta del arzo­
bispo y pidiendo que se le ordenase dar satisfacción a la Compañía, ya

61
VALLE LLANO. 269.
62
Cfr. Colección Lugo, en Boletín del Archivo General de la Nación (Santo Domingo), 5
(1942) 139.
JUAN MANUEL PACHECO. S. J.
102

que sus providencias habían causaao graves escándalos63. El señor Pa­


dilla dio cuenta a la corte de lo ocurrido, pero esta le ordenó respetar
los privilegios pontificios de la Compañía.
El asunto fue llevado a la Santa Sede. La Congregación de cardena­
les falló, el 29 de julio de 1756, en favor de los jesuítas, y Benedicto XIV
ratificó este fallo el 27 de enero de 175764.
En Santo Domingo, el sucesor de Fray Ignacio de Padilla, Fray Jo­
sé Moreno, se adelantó a este decreto pontificio, ordenando restituir a
la Compañía de Jesús el uso de dispensar a los neófitos en los impedi­
mentos matrimoniales65.

Los colegiales

Al P. Rafael García, residente en Santo Domingo en 1766, le debe­


mos un escrito en que transcribe la distribución de tiempo observada
por los colegiales. El día comenzaba a las cinco de la mañana en que se
levantaban; consagraban un cuarto de hora a la oración y luego oían la
santa misa. Solían tener dos largas clases, la una de ocho a nueve y me­
dia de la mañana, y la otra de tres a cuatro y media de la tarde. A estas
horas de clase se añadían otras dos horas, una por la mañana y otra por
la tarde de “passo público”, o sea de aplicación dada por el maestro o
el pasante. El resto del tiempo estaba distribuido entre estudios, recreos
y descansos, fuera del tiempo dedicado a las comidas y al rezo del rosa­
rio. El día terminaba a las nueve y media de la noche, en que se acosta­
ban, después de haber consagrado un cuarto de hora a la preparación de
la meditación del día siguiente, y otro al examen de conciencia.
El P. García añade: “Esta distribución se observa con una regulari­
dad increíble en muchachos, sin trabajo de los padres en hacérsela se­
guir, porque como vivimos barajados padres y colegiales, siempre tienen
a la vista alguno que los contenga, y algunos padres acostumbran salirse
a rezar a los corredores para el respecto.

63 En el inventario citado de los papeles del colegio ue Santo Domingo (cfr. nota S 2) se lee:
“Cuatro memoriales impresos, presentados a S.M. de que el Arzobispo de la Isla Española
de satisfacción de los graves escándalos que ha ocasionado en aquella Isla mandando hacer
informaciones jurídicas y que se revaliden los matrimonios ante testigos, dando por insub­
sistentes los privilegios de que indudablemente goza la Compañ ía, que los que está legíti­
mamente casados se den por absueltos del vínculo matrimonial, de lo que puede resultar
poligamia prohibida por derecho divino. En seis folios" (Archivo Nacional de Chile, Je­
suítas, Bogotá 214.

64 Cfr. B u U a ríi R o m á n i C o m in u a tio . Bencd. XIV (Prati, 1747) til, P. II, p .4 0 2 ss. DELPLA-
CE, L. S.J. S y n o p s is a c to r u m S. S e d is i n c a u t a S o c ie ta n s ie s u , II, Bened. XIV, n.73,p.479.

65 VALLE LLANO, 281, nota 33.


EL COLEGIO DE SANTO DOMINGO
103

“Yo no he reparado, ni dentro de casa, ni en el campo cuando he


salido a pasear con ellos, todos en comunidad, travesura alguna que di­
suene, antes mucho juicio y compostura.
“Todas las fiestas y vacantes salen juntos por la tarde al paseo
acompañados de un padre. Nunca salen dos solos, sino es en algún caso
urgente y raro, aun los que son de esta ciudad. No les traen golosinas y
comistrajos de afuera, ni se los traen a vender a la puerta. No les he vis­
to tabaco de humo. Ellos no manejan dinero, ni hay naipes, ni guitarras
ni otro instrumento músico, ni tablero u otro juego alguno, ni hablan
con las lavanderas para que Ies laven la ropa. Comulgan todos los meses
en comunidad a la misa primera, coronándose el presbiterio con edifica­
ción de los que los miran, y en el jueves santo comulgan en comunidad,
enlamisa de los oficios. Nunca acompañan a los padres, y así se mantie­
nen los que son forasteros sin comunicación ni conocimiento de afuera.
En una palabra, ni son visitados ni visitan.
“Concluido esto, vi que en el colegio había algunos tableros, más
estos sólos los usan los colegiales en los tiempos de recreo, y muy rara
vez;he puesto cuidado y sólo una vez lo he visto”66.

66
ANB, Miscelánea, t. 68, fol. 380,
LIBRO II
V LOS TR A BA JO S Y LO S D IA S

fc­
*t
CAPITULO I
EL GOBIERNO DEL P. PEDRO CALDERON

P. Pedro Calderón1
El 20 de mayo de 1700 tomaba posesión en Santafé del cargo de
provincial del Nuevo Reino el P. Pedro Calderón. Sucedía en el gobier­
no de la provincia al P. Juan Martínez Rubio.
Había nacido el P. Calderón en el pequeño puerto de San Vicente
de la Barquera, hoy perteneciente a la provincia de Santander (España),
hacia 1638. Fue admitido el 3 de mayo de 1657 en la Compañía de Je­
sús, probablemente por el P. Hernando Cabero quien se encontraba en
España como procurador de la provincia del Nuevo Reino, y con él vino
a Cartagena en la expedición de 1658. En el catálogo de 1659 figura co­
mo novicio en el colegio de Tunja, en donde era maestro de novicios el
P, Gaspar Vivas2 .
En 1668 se encuentra, ya sacerdote, en el colegio de Cartagena, co­
mo operario3. Volvió a Tunja en 1671 para hacer su año de tercera pro­
bación4, y el 2 de febrero de 1676 hace su profesión solemne.
De 1678 a 1683 es rector del colegio de San Bartolomé5 y a la vez
profesor de teología en la Universidad Javeriana. De esta época son sus

1 Cfr. CRIARTE, J.E. - LECINA, M., Biblioteca de escritores de la Compañía de Jesús, II,
4748. TORRES SALO AMANDO, E., L o s a n tig u o s J e s u íta s d e l P e rú , p. 274-275.

2 Catálogo breve de 1659; ARSI, N.R. e t Q. 3.

3 Catalogus Provinciae Novi Regni, 30 sept. 1668; ibid.

4 Catalogus Provinciae Novi Regni, 1671; ibid.

s RESTREPO POSADA, José, Rectores del Colegio-Seminario de San Bartolomé, Revista Ja-
vtriana 38 (1952) 96.
JUAN MANUEL PACHECO, S. J .
108
tratados teológicos De auxiliis6 (1678-1679), De praedestinatione
(1680)7, De divina scientia (1681 )8 y De Verbo incamato9 .
En 1684 vuelve a Tunja nombrado rector del colegio y maestro de
novicios, cargos que desempeñaba todavía en diciembre de 168810. Co­
mo formador de los hermanos novicios mereció los elogios del P. Gene­
ral11 .
El P. Diego Francisco Altamirano lo escogió como su secretario en
la visita de la provincia, y en 1690 lo envió a España para arreglaren Ma­
drid varios asuntos graves de la provincia.
Antes de embarcarse predicó una fructuosa misión en Cartagena,
ciudad que se encontraba muy turbada por los conflictos con su obispo
don Miguel Antonio Benavides. Fue tal la asistencia a sus sermones que
los oyentes buscaban puesto en la iglesia desde cuatro horas antes. En­
tre los oyentes se contaron el presidente del Nuevo Reino, Gil Cabrera
y Dávalos, a la sazón en aquella ciudad, el gobernador, ambos cabildos
y una gran multitud que colmaba las calles adyacentes. El último de
sus sermones, sobre las bienaventuranzas, causó especial conmoción. “Sa-
có, narran las cartas annuas, un crucifijo en el remate del sermón el pa­
dre, y aunque había sido de gozo el sermón, convirtióse en lágrimas con
tal epílogo. Oíanse sollozos, llantos, golpes de pecho, bofetadas... Las

6 Tractatus de auxüiis, per R.P. Petrum Calderón, dignissimum vespertinae cathedrae profe­
ssorem. Initium fecit die 19 Octobris, anno 16 78”. (Biblioteca Nacional, Mss. 41). Cfr. RI­
VAS SACCONI, J,M. El Latín en Colombia, p. 99; QUECEDO, Francisco O.F.M., Manus­
critos teológico-filosóflcos coloniales santafereños, Ecclesiastica Xaveriana,2 (1952), 237,

7 Tractatus de praedestinatione, reprobatione e t providentia Dei, per R.P. Petrum de Calde­


rón elaboratus, chatedram (sic) occupantem primariam. (Terminado el 22 de julio de
1680). Biblioteca Nacional, Mss. 51). Cfr, RIVAS SACCONI, op. cit. p. 99\Quecedo,art.
cit. p. 236,

8 Tractatus de divina scientia, per R.P. Pedrum de Calderón, elaboratus, cathedram occupan­
tem primariam. Terminado el 20 de junio de 1681. (Biblioteca Nacional, Mss. 51). Cfr. RI­
VAS SACCONI, op. cit. 96; QUECEDO, art. cit. 236-237.

9 Tractatus de Verbo incamato, per R.P. Petrum de Calderón, primariae cathedrae digmssi-
mum professorem. (Biblioteca Nacional, Mss, 31). Cfr. RIVAS SACCONI, op. cit. 99:
“No tiene fecha, pero ha de ser posterior al año lectivo de 1679-1680, en que el P, Calde­
rón ocupó por primera vea la cátedra de prim a". QUECEDO, art. cit. p . 235-236.

10 Catálogo de la provincia del Nuevo Reino, 1687; ARSI, N. R. et Q. 3.

11 “ En los noviciados de Tunja y Latacunga alaba (el P. Mercado) el mucho cuidado que los
PP. Benito Carvajal y Pedro Calderón pusieron en la buena crianza de los HH. Novicios y
de los HH. Seminaristas y Padres de tercera probación, con muy buenos efectos, que debe­
mos desear continúen los sucesores” . T. González a Altamirano, (25 octubre 1689; 5 a. car­
ta) AP Quito, leg. 15.
1

EL GOBIERNO DEL P. PEDRO CALDERON


!09

primeras cabezas de aquella ciudad y el presidente de este Reino fueron


al aposento del padre a dar las gracias del fruto hecho en aquellos días” 11*.
En España desplegó el P. Calderón una intensa actividad, especial­
mente en lo relacionado con los grados de la Universidad Javeriana de
Santafé y Gregoriana de Quito, y con el pleito del P. Gabriel Alvarez13.
Regresó al Nuevo Reino, en diciembre de 1695, con una expedición de
45 misioneros,
A poco de llegar fue nombrado primer provincial de la nueva pro­
vincia de Quito. En su nuevo cargo uno de sus primeros cuidados fue el
recorrer las casas de la provincia, menos el colegio de Panamá al que no
pudo visitar por su distancia. Su gobierno, afirma el P. Jouanen, “ fue
de franca prosperidad para toda la provincia, pero de un modo particular
para el colegio de Quito” 14 . Era “ hombre de excelentes dotes de gobier­
na y de grandes aptitudes en todos los ramos de la ciencia” 15.
Al terminar su provincialato en Quito, el padre general Tirso Gon­
zález, le concedió volver a su provincia del Nuevo Reino16. Llegado a
Santafé fue nombrado provincial.

Provincialato

El P. Calderón emprendió muy pronto la visita de la provincia. Al


visitar los colegios de Merida, Mompós y Pamplona “no halló más faltas
que de operarios” , comentaba el padre general17. En esta misma carta
alaba el P. Tamburini la paz, caridad, observancia y fervor en toda la
provincia, “sin que de toda ella, añade, rne haya venido ni una carta en
que me avisen falta que pida remedio“ .
Sólo tuvo que observarle el P. General que únicamente por razones
urgentísimas cambiara los cargos de gobierno que se enviaban de Roma,

11 ¿« m i annuas de la Provincia del Nuevo Reino de Granada. C orfiene los años de 1691, 92
y 93. APT. Fondo Astrain, leg. S.

13 Cfr. Las jesuítas en Colombia, II, 1 14-115; 258-259.

14 JOUANEN, J. S.J.- Historia de la Compon ¡a de Jesús en la Antigua Provincia d e Quito, II, 7.

15 lbid.M. 13.

16 “A los deseos que V .R . me ha representado de pasarse a la provincia del Nuevo Reino, ten­
go ya respondido en otras cartas concediendo el que pase, y con oficio de que envié paten­
te e) dos del pasado mes de enero". T. González a Calderón (22 noviembre 1699). Apud J.
JOUANEN, op. cit. 11,13.

17 Tamburini a Calderón (15 septiembre 1703); APT, Cartas de PP. Generales, leg. 132, fol.
166v,
JUAN MANUEL PACHECO, S. J.
no
pues “ sólo tres de los señalados por su paternidad entraron en la pose­
sión de sus oficios” 18.
Al final de su gobierno volvió a apuntar en la provincia un brote de
nacionalismo, “También oigo con el más grave sentimiento de mi cora­
zón, le escribía el P. Tamburini, la división y discordia que hay en esa
provincia por el nocivo afecto de nacionalidad, que en palabras y obras
se manifiesta. En unos [estos defectos]19 se disimulan y en otros aun los
levísimos con severidad se castigan”20 .
Se conserva el catálogo de la provincia, correspondiente al año de
1702, elaborado por el P. Pedro Calderón. Contaba entonces la provin­
cia con siete colegios, los de Santafé, Tunja, en donde estaba el novicia­
do, Pamplona, Mérida, Mompós, Honda y las Nieves, este último en,
Santafé, Figuran además tres residencias: las de Ocaña, Fontibón e Isla
de Santo Domingo. Por último las misiones de los Llanos y el Airico en
donde trabajaban doce sacerdotes y un hermano coadjutor. El número
total de los sujetos de la provincia asciende a 128, de los cuales 66 eran
sacerdotes, 21 escolares y 41 hermanos coadjutores. El mayor número
de sujetos se encontraba en el Colegio Máximo de Santafé, cincuenta y
seis, de los cuales 13 estudiaban filosofía y teología. Le seguía el cole­
gio-noviciado de Tunja con 20, de los cuales 4 eran estudiantes de huma­
nidades, 4 novicios escolares y otros 4 novicios coadjutores. El colegio
de Honda y las residencias de Ocaña y Fontibón contaban únicamente
con dos sacerdotes cada una21.

Expedición misionera

En 1705 las provincias del Nuevo Reino y Quito se vieron reforza­


das con un contingente de 43 misioneros. No había sido fácil conseguir
este refuerzo. Fue un triunfo del P. Juan Martínez de Ripalda, procu­
rador de la provincia en España.
En el tomo anterior dejamos narrada la prolongada batalla que hu­
bo de dar la Compañía de Jesús en el Consejo de Indias para lograr el
que también ios jesuítas extranjeros pudieran pasar a las misiones de
América22.

18 Tamburini a Calderón (22 noviembre 1704); ibid. fol. 172.

En el original h a / varias palabras tachadas.

20 Tamburini a Calderón (6 enero 1707);ibid. fol. 185 v.

21 Catálogo de la provincia del Nuevo Reino de 1702, ARSI, N. R. et Q. 4.

22 II, 199-205.
EL GOBIERNO DEL P. PEDRO CALDERON
211

El P. Pedro Calderón obtuvo el permiso de traer a las provincias


del Nuevo Reino y Quito 60 jesuítas, pero sólo pudo embarcarse, en
1695, con 44, 16 de los cuales eran extranjeros.
El P. Juan Martínez de Ripalda, que llegó a Europa en 1698, como
procurador de ambas provincias, se encargó de completar la expedición.
Se encontraba esta en Cádiz lista para embarcarse, cuando la guerra por
la sucesión del trono español, vino a traer nuevas y grandes dificultades.
Entre los misioneros que componían la expedición se encontraban varios
italianos, franceses y alemanes. Los de Flandes y Milán se vieron obliga­
dos a regresar a sus provincias23. Y el Consejo de Indias se negó a conce­
derle el pase a los alemanes.
El P. Martínez de Ripalda hizo imprimir un memorial, que lleva la
fecha del 22 de marzo de 1702, en que hacía ver que no había por qué
recelar de los jesuítas extranjeros. Se encargó de presentar este memo­
rial al monarca el P. Guillermo Daubeton S.J., que era el confesor de
Felipe V. El rey, después de consultar con el cardenal Portocarrero y el
presidente de Castilla, dio orden el 31 de marzo a la Casa de Contrata­
ción de no poner dificultades al embarque de los jesuítas alemanes24.
El Consejo de Indias llevó muy a mal esta determinación. Se trans-
parenta su disgusto en la consulta que elevó al rey el 29 de abril: [“De­
be el Consejo, dice, representar a V il, que la extensión que se dio en­
tonces de que de los 60 religiosos los 20 fueran extranjeros y de los do­
minios austríacos, y la gracia que V.M. nuevamente concede en el decre­
to citado de que se transporten ocho religiosos tudescos, se oponen di­
rectamente a todas las leyes de Indias y reglas de la conservación, pues
esto pertenece a los españoles, en que se ha tenido gran cuidado, y aun
es gracia particularísima pasen los propios vasallos de V.M. que no son
españoles, en que se repara mucho y sería de mal ejemplar si se ejecuta­
re lo contrario. A que se añade son inútiles, pues los indios no los en­
tienden y necesitan de aprender dos lenguas, la nuestra y la de los indios
que se estudia de exprofesso, con que se dificulta la conversión, que im­
posibilita el hacerlos a nuestras costumbres. Y cuando se quiera decir
por la Compañía de Jesús que ésta ya es gracia concedida y verificada a
los seis que están allá, admita al Consejo solicitasen de V.M. hoy ia pro­
secución de esta concesión, y ya que en su política han faltado, no ex­
cusa el Consejo, por su obligación, hacer memoria a V,M. de que se tie-

23 habiéndose excluido de la misión que había juntado... los sacerdotes que con la misma
licencia, y según la costumbre de tantos años le había enviado a Sevilla su general, d élas
provincias de Milán y Flandes, vasallos de V.M...”. Memorial del P. Juan Martínez de Ripal­
da al tey ;5 julio 1702. AGI, Santaíé, leg. 403.
14 AGI, Santafé, leg. 35. Cfr. LAZARO DE ASPURZ, O.F.M. L a a p o r ta c ió n e x tr a n je r a a la s
m isio n es e s p a ñ o la s d e l P a tr o n a to R e g io , p . 243.
JUAN MANUEL PACHECO, S. J.
112
ne noticia de haber pasado a la América navios ingleses con banderas
imperiales, y que es otro tiempo el de hoy que el del año de 93 en que
se concedió” .
Termina el Consejo proponiendo que se sustituyan los ocho alema­
nes por otros tantos españoles, “pues habrá muchos en una religión tan
numerosa y dedicada a acto tan heroico que irán de muy buena gana”,
y que se haga volver a España, en la primera ocasión, bajo custodia a los
seis jesuítas alemanes que habían pasado ya al Nuevo Reino en 16952i.
El P. Martínez de Ripalda insistió en un nuevo memorial, aducien­
do las siguientes razones: 1) Así lo ha mandado el rey; 2) La falta de
misioneros españoles es notoria. Las provincias de Castilla, Aragón y
Andalucía sólo han concedido dos sujetos cada una, y la misión que ha
de llevar consta de 45 sujetos; 3) Los inconvenientes de la guerra no los
estimó por tales su majestad, principalmente siendo los misioneros varo­
nes apostólicos, escogidos, que se desnudan de todo afecto natural a sus
tierras; 4) Estos religiosos vienen a ser voluntarios vasallos del rey; 5) El
rey conserva actualmente para la defensa del Estado de Milán un tercio
de soldados alemanes, y “ no parece que puede haber cosa que dé moti­
vo a la desconfianza de dichos ocho misioneros” ; 6) La provincia de
Santafé y sus misiones distan de los puertos del mar océano más de dos­
cientas leguas, y la de Quito y sus misiones 500, lo que basta a desvane­
cer toda sospecha; 7) Los ocho religiosos que vinieron a Sevilla, con li­
cencia expresa del rey, han hecho considerables gastos252627*.
Pero el débil Felipe V cedió ante la presión del Consejo de indias.
Dio orden a la Casa de Contratación de impedir el viaje de los jesuítas
alemanes, y se enviaron instrucciones a la audiencia de Santafé para que
repatriara a los otros seis que estaban ya en el Nuevo Reino37 .
No se desalentó con esto el decidido P. Martínez de Ripalda, y tor­
nó a la carga apoyado por el confesor del rey. Una vez más volvió atrás
Felipe V, y por decreto deí 3 de julio restableció la primera concesión.
Ante este decreto, el Consejo elevó, el 27 de julio, una nueva con­
sulta al rey en la que hace la historia de todo lo ocurrido, “como para
dar en rostro a su majestad, anota el P. Lázaro de Aspurz38, con su falta
de firmeza” Felipe V se contentó con escribir al margen de esta consul­
ta: “ El Consejo satisface a su obligación en lo que me representa, pero
respecto a los gastos que las provincias han hecho, se ejecutará lo resuel-

25 Consulta del Consejo de Indias a SAI. (29 abril 1702); AGI, Santafé, leg. 262.

26 Af*T.

27 LAZARO DE ASPURZ O.F.M., op. cit. p. 243.


28 lbid. p. 243.
EL GOBIERNO DEL P. PEDRO CALDERON
113

to en cuanto al pasaje de estos religiosos a Indias; y quedo en cuidado


de excusar estas licencias en adelante”29.
Pero el Consejo no cedió, y Felipe V terminó por hacer volver a
sus provincias a los ocho jesuítas alemanes30. Lo único que pudo obte­
ner el P. Martínez de Ripalda fue el que el Consejo conviniese en que se
le resarcieran los gastos que había hecho hasta entonces en su conduc­
ción31 .
El 13 de noviembre se daba orden formal a la Casa de Contratación
de impedir el paso a América de todo religioso extranjero32.
Pero no fue este el único problema a que tuvo que enfrentarse el
P. Martínez de Ripalda. Se le ordenó de parte del Consejo que señalase,
entre los misioneros que le quedaban, quiénes estaban destinados a tra­
bajar en las misiones de infieles, porque únicamente a estos se les paga­
rían los costos del viaje33.
El Consejo había ya dispuesto, el 12 de febrero de 170034, que los
jesuítas que pasaban al Nuevo Mundo como misioneros de los gentiles se
dirigieran inmediatamente a la misión señalada, sin que sus superiores
pudieran retenerlos en los colegios, ni moverlos de las misiones, sin
consentimiento de las autoridades civiles, como representantes que eran
estas del patronato real. Además se prohibía a los superiores destinar a
cátedras, pulpitos y prelaturas de los colegios a los misioneros que hu­
biesen pasado a América a costa del real erario.
Contra estas determinaciones protestó el padre general de la Com­
pañía de Jesús, en un memorial al rey, haciendo ver cómo eran total­
mente opuestas a la legislación y espíritu de la Compañía. Si se mante­
nían se vería obligado a renunciar a todas las misiones que tenía la Com­
pañía en América35.

19 Consulta del Consejo de jodias a S.M. (27 julio 1702); AGI, Santafé, leg. 262.

30 Estos jesuítas alemanes eran los PP. Juan Dillier, J acobo Sterzinger, Francisco Schmalzgru-
ber, Félix Frigierí, Baltasar Hammerle y el H. Miguel Perncr. Cfr. L. de ASPURZ, op. cit,
p. 243, nota 1.
31 Consulta del Consejo de Indias a S.M. (9 junio 1703); AGI, Santafé, leg. 262.
32 L. de ASPURZ, op. cit., p. 243.
33 Memorial dei P. Juan Martínez de Ripalda a S.M. sobre el pase de religiosos jesuítas extran­
jeros a las misiones del Nuevo Reino y Quito (5 junio 1702); AGI, Santafé, leg. 403.

34 no parece puede dejar de hacerse presente a V.M. hallarse pendiente en el Consejo un


punto de gravedad sobre que los religiosos que pasan a misiones sólo se dediquen a este
fin para que se piden, sin ponerlos en otra operación, ni dejarlos en los colegios.,, lo cual
se resolvió a consultadelConsejo de 12 de febrero del año de 1702..,”. Consulta del Conse­
jo de Indias (27 julio 1702); AGI, Santafé, leg. 262.

35 Cfr. Real Cédula de 27 de junio de 17 03 en P. P ASTELLS S. J . H is to r ia d e la C o m p o n ia d e


IV, 530-533, n. 2.922.
J e s ú s e n la P r o v in c ia d e l P a ra g u a y ,
JUAN MANUEL PACHECO, S. J.
114

Por su parte el P. Martínez de Ripalda redactó un extenso memorial


en contra de estas medidas, Comienza diciendo que todos los oficios
que desempeñaban los jesuítas en América eran trabajos misioneros. Mi­
sioneros eran los que trabajaban en las reducciones establecidas en los
Llanos de Casanare y en el Marañón; misioneros eran también los que f
recorrían las poblaciones indígenas predicando y administrando los sa- [
cramentos, y los que iban por las ciudades y villas de españoles refor­
mando las costumbres, pues si no se quitaban los malos ejemplos de los i
blancos y mestizos, el fruto a la conversión y educación de los indios no j
correspondería al inmenso trabajo de los misioneros. En Quito y Santa- ;■
fé había jesuítas destinados exclusivamente a atender a los indios, y en j
Cartagena y Panamá otros dedicados a los negros.
Por real cédula de diciembre de 1602, prosigue, se ordenó a la !
Compañía fundar en las ciudades del Nuevo Reino para ayudar a la con- e
versión de los indios y para educar a la juventud. Así se le confió desde i¡
el principio el colegio-seminario de San Bartolomé, que ha producido
tan copiosos frutos y en el que se han formado todos los curas y doctrine­
ros de indios. “Si la misma experiencia acredita la utilidad de este minis­
terio con el aprovechamiento y enseñanza de los indios naturales y ma­
yor progreso de las mismas misiones, ¿cómo puede dejar de ser de vues­
tro real agrado el que, cuando la necesidad lo pidiere, puedan los supe­
riores aplicar algunos de los que pasan en las misiones al ministerio de
esta enseñanza?” .
Para todos estos oficios han pasado siempre, a expensas de la real
hacienda, los misioneros enviados por el padre general.
El suplicante, continúa diciendo, representa la suma necesidad que
tiene la Compañía de obreros evangélicos para los cargos mencionados.
Como de la misión preparada se han excluido los jesuítas de Milán,
Flandes y Alemania, sólo le han quedado cuatro sacerdotes españoles,
con algunos hermanos estudiantes y coadjutores.
Aunque no pueden negarse los grandes gastos del rey en los viajes de
los misioneros, tampoco puede negarse el fruto que estos han obtenido
agregando muchos vasallos a la corona real.
Muchos millones gasta la real hacienda en el gobierno temporal de los
indios, en gobernadores, presidentes, oidores, etc. y siendo cierto que el
rey tiene mandado que en orden a la enseñanza y conversión de los
naturales se posponga cualquier interés temporal, cree el suplicante que
no se conforma con la grandeza del real ánimo el que se ponga reparos
al auxilio que se da a los misioneros para su viaje.
Siempre se ha permitido que los misioneros vayan a América con la
indiferencia que pide su Instituto, y no ha pasado hasta ahora misión al­
guna en que los sujetos vayan señalados para determinados cargos. En
carta al P. Mercuriano de 12 de mayo de 1575, Felipe II prometió pagar
EL GOBIERNO DEL P. PEDRO CALDERON
115

e! viaje de los misioneros que pidió para las Indias36, y por real cédula
del 20 de octubre de 1573 se mandó sufragar los gastos del P. Plaza que
iba por visitador al Perú37. Si cuando la Compañía comenzaba a trabajar
en América, se tuvo confianza en su celo y buen gobierno, ¿cómo ahora,
después de ciento treinta años, se ha de innovar lo referido con tanto
perjuicio para su instituto?
No puede haber inconveniente en que el general aplique a los cargos
de gobierno a algunos de los que han pasado de Europa para las misio­
nes, pues los mismos provinciales en sus visitas suelen hacer misión,
como lo ha hecho el P. Diego Francisco Altamirano en su visita a las
provincias del Nuevo Reino, Quito, Lima y Charcas, y actualmente se
encuentra en'la misión de los mojos en Santa Cruz de la Sierra.
No se niega que hay en las provincias americanas ilustres familias y
sujetos de calidad “que comúnmente llaman criollos” , y no obstante el
gobierno ordinario propone a V.M. personas beneméritas de estos reinos
para que pasen a ocupar los puestos de mayor graduación, asi en lo secu­
lar como en lo eclesiástico, “a cuya imitación no puede extrañarse que
entrando tan pocos en la Compañía de los naturales de aquellas partes,
su general informado de lo que más conviene, y según la necesidad lo pi­
de, aplique alguno o algunos de los que han pasado de Europa a los em­
pleos de gobierno, sin que por esto, aun en dichos empleos, falten, co­
mo dicho es, al fin de la instrucción y enseñanza de los indios” .
1 En la Compañía no hay elecciones, ni capítulos, ni alternativas de
!criollos y españoles, y sería de gravísimo inconveniente el que, como
pretende el fiscal, pasen unos sujetos para superiores y otros para la en­
señanza de los indios, sin que puedan los superiores cambiarlos. Siempre,
desde los comienzos, los jesuítas han pasado a América con indiferencia
para los diversos ministerios y no se encontrará real cédula o despacho
que ordénela división que hoy quiere el fiscal.
En la última parte del memorial hace ver el P. Martínez de Ripalda
cómo los gastos que hace la Compañía en el viaje de los misioneros son
también muy considerables, pues los auxilios de la real hacienda no cu­
bren todos los costos.
Y termina con estas palabras:
“A V.M. pide y suplica sea servido de mandar se ejecute en conformi­
dad de lo que lleva representado, y según que dicha su religión tiene pe­
dido y suplicado en nombre de dicho su general. Y en caso de no tener
lugar esta súplica, atendiendo a la suma falta que tiene de sujetos dichas

56 Puede verse esta carta de Felipe II al P. Everardo Merco r ¡ano, general de la Compañía de
Jesús, en F. ZUBI LLAGA S/J., M o n u m e n to M e x ic a n a , I, n. 65, p. 164-165.
II Véase en A. EGAÑA S.J., Monumento Peruana, I. n. 128, p. 567-569.
JUAN MANUEL PACHECO, S. J.
11 6

dos provincias, como al perjuicio que se le sigue de no pasar estos con


la dicha indiferencia y subordinación, se ha de servir V.M. de tener a
bien se dé providencia para que las misiones que en dichas sus dos pro­
vincias están a cargo de su religión, se encarguen a quienes las puedan
asistir, exonerando a su religión deste cuidado para que pueda servir a
V.M. en aquellas partes sin el inconveniente de perjudicarse su sagrado
instituto” 38
Esta vez el Consejo cedió. Por la real cédula de 27 dejuniode 1703,
el rey, deseando manifestar el aprecio y la gratitud que tiene a la Com­
pañía, permite que sus misioneros pasen sin la obligación de encaminar­
se directamente a las misiones, y deja a los superiores la libre disposición
de sus súbditos misioneros, pero impone a los superiores de América la
condición “ de dar noticia al vicepatrono del número de religiosos que
llegare, y que si de estos no pasaren algunos a las misiones, por haberse
de instruir en la lengua o por otro justo motivo, haya de haber en dichas
misiones quien por entonces las esté sirviendo; practicándose lo mismo
cuando por muerte u otro accidente se viere precisado el superior a sacar
alguno de los misioneros del territorio de la misión, subrogando al mis­
mo tiempo otro sujeto en su lugar” 39 .
El P. Martínez de Bipalda continuó preparando su laboriosa expedi­
ción. En febrero de 1704 la tenía ya reunida, cuando siete de los misio­
neros enfermaron de tal modo que no había esperanza de que pudiera
viajar. Rápidamente hubo de buscar el P. Martínez reemplazos. Uno de
estos fue el P, José Gumilla, quien por aquellos días entró en la Compa­
ñía.
Una circunstancia vino a ayudar al P. Martínez de Ripalda. El P. Fer­
nando Burgés, procurador del Paraguay, pidió licencia para reunir hasta
70 misioneros, de los cuales una tercera parte pudieran ser extranjeros.
A pesar de que el fiscal del Consejo se declaró adverso a esta concesión,
el Consejo se mostró generoso. Aunque redujo el número de los misio­
neros a 45, permitió que la tercera parte pudiera ser “vasallos precisos
de V.M.: napolitanos, milaneses y flamencos”40.

38 Memorial del P. Juan Martínez de Ripalda, 5 julio 1702; AGI, Santafé, leg. 203. Cfr. J.
JOUANEN, Historia de la Compañía d e Jesús en la antigua provincia de Quito, II, 40-42.

39 Real cédula a los virreyes y presidentes y gobernadores que ejercen ol real patronato para
que observen lo que se manda en cuanto a los religiosos de la Compan ía de Jesús que fue­
ren a misiones (27 junio 1703); AGI, Santafé, leg. 278. Cfr. P. PASTELLS,Historia déla
Compañía d e Jesús en ¡a Provincia d e Paraguay, IV, n. 2.922, p. 530-533.

40 L. de ASPURZ O.F.M., La aportación extranjera a las misiones españolas del patronato re­
gio, p, 244-245.
EL GOBIERNO DEL P. PEDRO CALDERON
117

Inmediatamente el P. Martínez de Ripaida aprovechó esta oportuni­


dad, Presentó una lista de 43 misioneros, entre los que se contaba cinco
flamencos, dos milaneses, y un sardo41,
Esta expedición partió en los galeones de 1705. En ella iban dos de
los futuros grandes misioneros de los Llanos y el Orinoco, los HH. Juan
Rivero y José Gumilla, ambos de 18 años de edad. Viajaban también los
futuros provinciales del Nuevo Reino, Tomás Casabona y Jaime López.
El P. Martínez de Ripaida no pudo acompañarlos, pues había sido
nombrado procurador general en España de las provincias de Indias. Vi­
no de superior el P. Juan Valenciano42,

En Santafé: San Bartolomé versus Rosario

Un suceso importante tuvo lugar en Santafé durante el provincialato


del P. Calderón: la terminación del pleito del P. Gabriel Alvarez, y la
muerte de éste, el 28 de enero de 1702, reconciliado con la Compañía.
De estos sucesos hablamos largamente en el tomo anterior43.
El 21 de agosto de 1701 escribía desde Cartagena el P. Baltasar Feli­
ces al P. Juan Martínez de Ripaida, quien se encontraba como hemos
visto en España:
“Lo que ha habido en el Reino es que en Santafé en el concurso de
las comunidades a las honras de nuestro rey Carlos II, que Dios haya, y
de los dos colegios, de el de San Bartolomé y de el Colegio del Rosario,
se levantó competencia entre estos dos colegios sobre la precedencia en
el puesto; y el señor C. Gil de Cabrera, presidente de su Audiencia, le
dio la precedencia al colegio del Rosario, sin valer la antigüedad del de
San Bartolomé, ni que uno de San Bartolomé fue el fundador o rector
del dicho colegio; sin valer el ser colegio real, en donde su majestad de
su real caja paga cuatro becas, y que llevan las armas reales en la hopa,
como V.R. sabe; sin valer que este colegio de San Bartolomé tiene todo
este Nuevo Reino lleno de hombres de letras. V.R. vea este desaire y es­
te suceso, y vea si podrá enmendar el caso”44

Eran flamencos los PP, Juan Capucl, Francisco de Rocq, Pedro Bollaeri, Guillermo Destrez
y Simón Wynants; milaneses, los PP, Honorato Francisco Rossi y Juan Bautista lnviziati, y
sardo el H. Francisco Mana Tola.C fr. AGI, Contratación, .¡eg. 5548;AP Quito,leg. 5 : Catá­
logo de los sujetos de las misione., del Nuevo Reino y Quito.
42 Era el P. Juan Valenciano natural de Granada (España) en donde nació el 21 de junio de
1653; ingresó en la Compañía en la provincia de Toledo, el 14 de marzo de 1681. Fue pá­
rroco de Tame (ANB, Caciques e indios, t. 70, fol. 323) En 1713 estaba en el colegio de
las Nieves en Santafé (Catálogo de 1713) y en 1718 en Mompós (Catálogo de 1718) Murió
en Cartagena el 7 de diciembre de 1722 (ARS1, Hist. Soc. 50).
43 L o s J e s u íta s en C o lo m b ie , II, 106-119.
44
AGI, Santafé, leg. 702.
;
î
JUAN MANUEL PACHECO. S. J.
ns
Esta competencia, a la que entonces se daba desmedida importancia,
está narrada ampliamente por Guillermo Hernández de Alba en su Cló­
nica del Colegio Mayor de Nuestra Señora del Rosario45. \
Preparábase Santafé para celebrar las honras fúnebres del rey Carlos [
II, fallecido el lo .d e noviembre de 1700. A ellas debían asistir los dos í
colegios de San Bartolomé y Nuestra Señora del Rosario. Pocos díasan- j
tes de los funerales, el P. Juan Antonio Varillas, que era rector de San
Bartolomé, reclamó la precedencia,ya que su colegio aventajaba en anti­
güedad al del Rosario.
Protestó inmediatamente el rector del colegio del Rosario, el doctor
Cristóbal de Torres Bravo, quien era a la vez canónigo magistral, La
Compañía, arguye en su escrito, no es parte en este asunto, “respecto
de que a la Compañía no le toca el gobierno de dicho colegio seminario, ;
y estar despojado dél la clerecía a quien pertenece, y en que quien se ra­
dicó en su primera fundación, sobre lo que protesto pedirlo convenien­
te a su tiempo ocurriendo ante el ilustrísimo señor arzobispo deste Rei­
no sobre que se restituya al clero, como patrón de dicho seminario y
cabeza de la clerecía” . Recuérdese que eran los tiempos del señor arzo­
bispo fray Ignacio de Urbina, que abundaba en estas mismas ideas46.
Entrando luego en el punto controvertido de la precedencia, afirma
Torres Bravo que el colegio de San Bartolomé no puede en modo algu­
no “ladearse ni alternar” , con su colegio ya que el colegio del Rosario
es Colegio Mayor y le “asiste la universal facultad de leer todas las cien­
cias, y que lo ha hecho con tanta utilidad de la república, que toáoslos
abogados de esta audiencia real son profesores de mi colegio, y uno de
los relatores catedrático de prima de leyes actual, y el provisor actual
de este arzobispado, y don Francisco Fuentes, que lo fue ha muy poco
de Santa Marta, y cuatro abogados que están en Cartagena, en que relu­
ce el fructo de la jurisprudencia de mi colegio, de que tanto carecía este
Reino” .
Más aún, prosigue diciendo, el Rosario no puede aceptar el ala dere­
cha, sin embargo de ser preferente, mientras San Bartolomé lleve !a iz­
quierda. Su puesto está “ detrás del cabildo secular inmediatamente, no
teniendo dicho seminario asiento que pueda hacerle eco al de dicho mi
colegio que tiene tan radicado el título de Mayor” .
El presidente, Gil Cabrera y Dávalos, ateniéndose a lo que se había
determinado en 1666, con ocasión de los funerables de Felipe IV, deter­
minó que en el desfile de las casas reales hasta la catedral, llevase la dere­
cha el colegio del Rosario y la izquierda el de San Bartolomé.

45
I, 250-257.
46
Cfr. carta del señor Urbina al rey (14 marzo 1697); L o s J e s u íta s en C o lo m b ia , II, 135*156
EL GOBIERNO DEL P. PEDRO CALDERON
119
Contra esta determinación protestó enérgicamente el rector del co­
legio del Rosario en grado de apelación. El 4 de junio de 17 0 1, a la hora
de los pésames, no se presenta San Bartolomé “porque el Rosario, narra
Hernández de Alba, no abandona el campo y madruga a integrar el con­
curso”.
Las vísperas de las solemnes honras están programadas para el 8 de
junio. Hay temor de que San Bartolomé dejé nuevamente de concurrir.
Por esto el secretario de cámara, José Flórez de Acuña, pide la interven­
ción del arzobispo. El señor Urbina llama al P. Varillas y le reprende por
haberse propasado en tomar resoluciones sin haber consultado primero
con su ilustrísima, como a patrono que es del colegio.
No bien regresa el P. Varillas a San Bartolomé cuando redacta un
memorial pidiendo que se exima a los bartolinos de concurrir a las hon­
ras, pues según el ánimo en que se encuentran los colegiales es de temer
algún alboroto. El señor Urbina impone su autoridad. Anuncia sancio­
nes tremendas contra los colegiales revoltosos. El P. Rector tiene que
volver al palacio a informar al arzobispo “estar ya todo sosegado y desva­
necidos los recelos y sospechas que se tenían, y que cumplirían dichos
colegiales con lo mandado sin que pudiera ofrecer el menor disturbio” .
Días después de las honras, el 18 de junio, redacta el P. Varillas un
nuevo memorial en que hace presente el desafecto de] rector del colegio
de] Rosario a la Compañía, y contrapone los méritos de los dos colegios.
Viniendo al debatido punto de la precedencia, escribe:
“Y porque según la altura en que por alegaciones contrarias se han
puesto las precedencias de dicho Colegio Mayor será preciso que el mío
ceda, cede con tal que se observen Jas que se refieren en dichos escritos
y afirma su rector competerle a su colegio, pues siendo una de ellas el
que debe preceder al deán y cabildo, porque así, dice, está declarado
por el real consejo, ponga en práctica y observancia el dicho colegio esta
precedencia, y con esto está acabado el litigio, pues debiendo preceder
y precediendo y acaso que se le conceda dicha precedencia, la tiene per­
dida por la ejecución de actos en contrario, pues es una de las causas
por donde se pierde el privilegio” .
Recuerda el P. Varillas que desde la fundación del Rosario jamás
los dos colegios han alternado en conclusiones y otros actos literarios,
“porque donde replica y arguye el del Rosario no lo hace el de Sab Bar­
tolomé, y cuando y donde le toca a este se abstiene el otro” .
Finalmente refiriéndose al sitio que ocupaba el Rosario en la cate­
dral, apunta maliciosamente que ese lugar no lo escogió el colegio, ni
le fue señalado por la audiencia, “sino el ser el lugar que únicamente se
Aatfaóa vacío por ser incómodo para oír los sermones; comprueba así
mesmo, continúa, el que el estar más arriba o más abajo en la catedral
no es efecto de precedencia, pues la religión de San Francisco está tras
JUAN MANUEL PACHECO, S. J.
120

los bancos de la audiencia más inmediata al altar mayor que la de Santo


Domingo que está tras los del cabildo eclesiástico, siendo así que esta
prefiere a la otra, Y lo que pasa es que cada comunidad tiene el que fue
ocupado y tuvieron por más cómodo cuando se entablaron las concu­
rrencias, y sólo la real audiencia, cabildo seglar y el señor arzobispo tie­
nen designados asientos en las catedrales por ley” .

San Bartolomé Colegio Mayor

Esta controversia acució al P. Martínez de Ripalda para obtener el


título de Colegio Mayor para San Bartolomé. Ya en octubre de 1701
presentó un memorial al rey en el que manifestaba que la igualdad de­
seada por la corte no se guardaba en Santafé.

“Porque la religión de Santo Domingo gradúa en decretos y sagra­


dos cánones a los colegiales del Rosario que siguen la escuela tomista; la
religión de la Compañía carece de esta facultad para graduar a los cole­
giales de San Bartolomé, ni a otro alguno. El colegio del Rosario tiene
cátedras que regentan sus colegiales en dichas facultades de cánones y
decretos; los colegíales de San Bartolomé no las tienen ni en su colegio
ni en las escuelas que frecuentan de la Compañía. El colegio del Rosa­
rio goza de los honores y privilegios de Colegio Mayor; y el de San Bar­
tolomé, siendo más antiguo, más numeroso y teniendo cuatro becas rea­
les que se confieren por vuestro vicepatrono carece de dicho renombre
y honores de Colegio Mayor”.

Por esto pide a su majestad “sea servido conceder al dicho colegio


de San Bartolomé, que está a cargo de la Compañía, los privilegios y ho­
nores de Colegio Mayor, así como lo goza el colegio del Rosario en di­
cha ciudad de Santafé, y como se le concedieron al de San Luis para la
igualdad con el de San Fernando en Quito; pues esta es una gracia sin
perjuicio de tercero y muy propia d éla real magnificencia de V.M.y
nuevo estímulo para que los maestros y estudiantes enseñen y aprendan
con más cuidado y lucimiento”47.
El Consejo de Indias admitió ésta, junto con otras peticiones del
P. Martínez de Ripalda. Al divulgarse esta noticia en Santafé hubo una
explosión de júbilo entre los amigos de los jesuítas. El cabildo eclesiásti­
co en pleno pasó al colegio de San Bartolomé “a celebrar la merced”, ya
que el colegio había dado “ insignes sujetos de que abundan hoy muchos,
sirviendo a esta Iglesia y los beneficios de vicarios y párrocos de losin-

47 Memorial del P. Juan Martínez de Ripalda sobre la igualdad en los privilegios y facultades
de estudios concedidos a las religiones de Santo Domingo y la Compañía de Jesús; AGI,
Santafé, leg. 403.
EL GOBIERNO DEL P. PEDRO CALDERON
121

dios”. El cabildo escribió al rey, el 11 de junio de 1702, una carta de


agradecimiento48.
Como eran varios los asuntos que gestionaba a la vez el P. Martí­
nez de Ripalda, demoróse hasta 1704 la expedición de la real cédula
que concedía a San Bartolomé el título-de Colegio Mayor. En un memo­
rial de octubre de 1704 insistía el padre procurador:
“Y por lo que pertenece a la determinada igualdad de dichos dos
colegios, y que el de San Bartolomé, que está a cargo de la Compañía,
tenga los privilegios y honores de Colegio Mayor como los tiene y goza
el dicho colegio del Rosario, respecto de ser este punto separado del an­
tecedente de las cátedras, se ha de servir V.M. de mandar se le dé despa­
cho aparte, en que se le conceda al dicho colegio de San Bartolomé los
privilegios y prerrogativas de Colegio Mayor en la misma conformidad
que lo goza el mismo colegio del Rosario de Santafé,y que para ello se
mande librar despacho y título en la misma forma que se concedió para
quitar las mismas diferencias al colegio de San Luis de la ciudad de Qui­
to por vuestra real cédula de 18 de marzo de 1697”49.
La real cédula vino a expedirse el 25 de noviembre de 1704. Entre
otras cosas ordenaba “ que los dos colegios de Nuestra Señora del Rosa­
rio y de San Bartolomé gocen recíprocamente el uno de los privilegios
del otro, y el otro de los del otro sin diferencia alguna’’50.
En una escritura del 23 de marzo de 1706 aparece ya el P. Francis­
co de Herrera con el título de “ Rector del Colegio Real Mayor Semina­
rio del Señor San Bartolomé’’51.

En Cartagena

El 17 de junio de 1699 tomaba posesión de la gobernación de Car­


tagena el maestre de campo don Juan Díaz Pimienta y Zaldívar, caballe­
ro de la orden de Calatrava. Era un joven militar, sólo contaba veintiséis
años, impuetuoso y altivo. A los pocos días de haber asumido el gobier­
no se enfrentaba a la Inquisición. Este tribunal tenía en sus cárceles a
un capitán judío, que había llegado a Cartagena en una embarcación ho­

48 Cfr, J. RESTREPO POSADA, Rectores del Colegio-Seminario de San Bartolomé , en Revis­


ta Javeriana, 38 (1952) 97.

49 Memorial del P. Juan Martínez Ripalda de la Compañía de Jesús suplicando a S.M. se guar­
de lo que está mandado sobre la igualdad que debe existir entre los colegios de su religión
y los de Santo Domingo en el Nuevo Reino de Granada. AGI, Santafé, leg. 402.

50 Texto de esta real cédula en J A . Solazar. O.R.S.A., Los estudios eclesiásticos superiores
en el Nuevo Reino de Granada, apénd. 2, p. 753-756.

51 AGI, Santafé, leg. 294.


JUAN MANUEL PACHECO, S. J.
122

landesa. Al llegarle la protesta del gobernador holandés de Curazao, Díaz


Pimienta pidió a los inquisidores la libertad del reo. Pero estos, lejos de
acceder, dieron a conocer al gobernador las bulas que poseían para casti­
gar a los judíos de las regiones circunvecinas..
La respuesta de Díaz Pimienta fue tajante; No iba a permitir que la
plaza se pusiera en peligro por mala inteligencia con los vasallos de domi­
nios extranjeros; el Santo Oficio no le iba a subministrar cuatro o seis
mil hombres para defenderla. Por evitar esto está dispuesto a enviar “ fuera
de esta plaza, con todo el respeto debido, a ese santo tribunal” 52 .
Las relaciones continuaron tan tensas entre Díaz Pimienta y el in­
quisidor don Juan de Layseca, que cuando se cruzaban sus carrozas en
la calle, evitaban el saludarse.
Un jesuíta, el P, José Melgar53, hubo de mediar para conseguir una
reconciliación entre los dos altos personajes.
En enero de 1705 se encontraba Díaz Pimienta gravemente enfer­
mo. Había ya recibido el sacramento de la extremaunción. En la antecá­
mara se comentaban las discordias tenidas entre el gobernador y el in­
quisidor. Alguno propuso al P. Melgar que mediara para que el goberna­
dor no muriera sin reconciliarse.
Aceptó el P. Melgar el delicado encargo. Al insinuarle al goberna­
dor que parecería bien a Dios y al mundo que diese satisfacción al in­
quisidor, respondió Díaz Pimienta: “Por razón de persona no tengo el
menor escrúpulo; por razón de oficio me parece hecho lo que debí; si
hubo exceso o agravio que me perdonen” . Y añadió que si no estuvie­
se enfermo iría a ponerse a los pies del inquisidor.
Enterado de todo esto el inquisidor Layseca, se dirigió inmediata­
mente a la casa del gobernador, aunque se bailaba todavía convaleciente
de una grave enfermedad.
Dejemos hablar al escribano José Blanco García, testigo de la entre­
vista: “ Dentro de poco llegó dicho señor inquisidor, a quien recibió
gran concurso de la nobleza de esta ciudad que estaba allí. Y entrando
dentro, su excelencia se incorporó en la cama y le besó la mano al señor
inquisidor y ví se abrazaron dos o tres veces, acto que causó a todos

52 Caita de don Juan Díaz Pimienta al señor inquisidor don Juan de Ley seca Aivarado. En J.
BECKER - J.M. RIVAS CROOT, E l N u e v o R e in o d e G ranado e n e l siglo X V H l, Apend. 7.
p. 157-159.

53 El. P. José Melgar había nacido en Santafé el 19 de marzo de 1665 y entrado en la Com­
pañía el 18 de junio de 1683. Residió en los colegios de Santafé (Catálogo de 1691). Carta­
gena (Catálogo de 1702) y Pamplona (Catálogo de 1711). Murió en Vil)avieja (Huila) el 27
de diciembre d e 1720 (Catálogo d e 1718, supplement.; ARSI, N.R. et O., 4, fot 1 93;Li­
bro d e la Iglesias y Sacristía de este Colegio de Tunja, fol. 148 v,).
EL GOBIERNO DEL P. PEDRO CALDERON
123

mucha ternura: y después se salió el concurso, y quedó dicho señor in­


quisidor sentado a la cabecera por un rato” 54.
El padre rector del colegio de Cartagena era llamado con frecuen­
cia por las altas autoridades a tomar parte en las juntas en que se estudia­
ban los graves problemas de la ciudad. Asi lo encontramos en una junta,
convocada por el gobernador Díaz Pimienta, para deliberar lo que debía
hacerse frente a la invasión escocesa del Darién55 .
En 1705 llegó a Cartagena el P. Joaquín de Velasco, procedente
probablemente del Perú, en viaje hacia Roma. Se le confió el proceso de
San Pedro Claver para que lo llevase a la Ciudad Eterna. Apenas habían
salido a alta mar los barcos españoles cuando se vieron atacados por los
piratas. Hubo un momento en que se creyeron perdidos. El. P. Velasco
atribuyó a San Pedro Claver, a quien se había encomendado, el triunfo
de los españoles y la huida del enemigo56 .

La hacienda de La Miel

En esta época el colegio de Honda encontró un notable bienhechor


en la persona del capitán Cristóbal de Pantoja. Había nacido en España,
en Sanlúcar de Ilarrameda, y era hermano del almirante del Mar del Sur,
Manuel Pantoja. Muy joven debió de venir al Nuevo Reino, pues en
1654 contraía matrimonio con doña María de Zúñiga, momposina, hija
del capitán Juan de Zúñiga. Radicóse en Honda y fue encomendero de
Ambaleina.
La Compañía de Jesús debíale varios favores pues el P. Pedro de
Mercado le dedicó su pequeño libro ‘‘Festejos de nueve días al Niño
Dios Jesús”, editado en Cádiz en 1700, En la dedicatoria le dice: “ ¿No
debe mucho la Compañía a v jn . en el su colegio de Honda? Sí debe,
que así lo confiesa sin ningún sigilo el P. Tomás José de Mancilla, rector
dei colegio nombrado”57.
Una de las grandes empresas de Pantoja fue montar una gran ha­
cienda de cacao, a orillas del Magdalena, entre los ríos La Miel y Cocor-
ná. En aquella región inculta se había hecho adjudicaren 1673, por el

54 Sobre el recado que trajo el señor Inquisidor don Juan de Layscca Alvarado de parte del
gobernador don Juan Pimienta, José Blanco García, en que dicho gobernador pide perdón
al dicho señor Inquisidor, En J, BECKER - J.M. R1VAS GROOT, op. cit, Apend. 9, p.
164-166.

55 J. BECKER - J.M. RIVAS GROOT, op. cit. p. 46

56 L itte ra e ann u a e C o lte g liC arm ginensis (1 7 H ),A R S l,N .R .e tQ . 13-III.

57 P. DE MERCADO S.J. F e s te jo d e n u e ve d ia s a l N iñ o D io s Jesús. (Cádiz, 1700). Dedicato­


ria al capitán Cristóbal Pantoja, teniente general de la Villa de Honda.
JUAN MANUEL PACHECO, S. J.
124
presidente del Nuevo Reino, el arzobispo don Melchor Liñán y Císneros,
un gran globo de tierra, que medía de frente tres caballerías58.
El 25 de abril de 1705 encontrándose sin hijos, y sintiéndose monr,
hizo su testamento. Deja en él varios legados en favor de algunos parien­
tes y amigos, y algunas mandas pías. Entre otras ordena que a costa de
sus bienes se cubra de ladrillo el pisó de la Iglesia de Honda y se la acabe
de blanquear.
La hacienda de La Miel, con sus 40 esclavos y 18.500 nuevos pies
de cacao, la deja al colegio de Honda, con la carga de pagar 2.000 pata­
cones al convento de las monjas de la Concepción de Santafé. y una ren­
ta de 100 patacones anuales para Antonia de la Trinidad, religiosa del
mismo convento y sobrina de su esposa. Hace además al colegio herede­
ro del remanente de sus bienes y nombra por albaceas al P. Francisco de
Saldaña, rector del colegio, y al P. Gabriel de Aguilar59 . Los bienes deja­
dos por el capitán Pantoja al colegio se avaluaron en 30.000 pesos60. En
1736 esta hacienda de La Miel contaba con 60 esclavos, entre útiles e
inútiles, y 20.000 árboles de cacao. Se avaluaba entonces en 25.000 pe­
sos. Era la principal finca del colegio de Honda61.

El colegio de Ocaña

Durante el gobierno del P. Calderón obtuvo el P. Martínez de Ri-


palda, en 1704, e-1 permiso real para fundar el colegio de Ocaña. En esta
ciudad, como anotamos en el tomo anterior, vivían ya dos jesuítas, el P.
Matías de Tapia, como superior, y el P. Pedro de Molina62.
El pleito alrededor de los bienes de la fundación donados por el
capitán Antonio García de Bonilla continuaba en el tribunal del obispo
de Santa Marta, fray Juan Vítores de Velasco. Al morir el licenciado
Antonio Rayo de Bonilla, apareció como heredero de los bienes del ca­
pitán, el hermano del licenciado, Andrés Rayo de Bonilla, y el obispo lo
reconoció por tal.
ElP. Calderón daba el 5 de junio de 1703 poder a los PP. Matías de
Tapia, Diego de Tapia, vicerrector del colegio deMompós, Juan Lorenzo

ANB, Temporalidades, t. 13, fots. 812 ss,

59 ibid. fols, 907 ss.

60 “Díceme V.R. que el capitán Cristóbal de Pantoja murió en la Villa de Honda, y dejó a
aquel colegio bienes que según se dice llegarán a 30.000 pesos...” , Tamburini a Calderón;
6 de enero 1707; APT, leg. 132, Cartas de PP, Generales, fol. 185.

61 ANB, Miscelánea, t. 129, fol. 807,

62 Cír. T. 11, p. 4 4 4 6
EL GOBIERNO DEL P. PEDRO CALDERON
125

Medina, procurador de este mismo colegio, y Francisco Javier Yopolo.


residente en Aguachica, para defender los derechos de la Compañía ante
el tribunal del obispo de Santa Marta. En este poder afirma el P. Calde­
rón que los legados mandados cumplir por el señor Vítores de Velasco,
a favor de Andrés Rayo de Bonilla, en fuerza de una memoria secreta
dejada por el capitán Antonio García de Bonilla eran nulos, pues “ la di­
cha memoria es supuesta y falsa, dispuesta a fuerza de inducimiento y
sugestión extraña, a fin de defraudar a dicha su sagrada religión de la he­
rencia de bienes en que la instituyó” el capitán García de Bonilla para
fundar un colegio en Ocaña63 .
Sin embargo la permanencia de los jesuítas en Ocaña se había he­
cho ya imposible, como lo revela una carta del P. Matías de Tapia al pa­
dre provincial, que se conserva fragmentariamente64. La carta está es­
crita en Ocaña e! 9 de octubre de 1703.
Andrés Rayo, narra el P. Tapia, había logrado soliviantar contra
los jesuítas a los esclavos de las haciendas donadas por García de Bonilla
para la fundación del colegio. Según se desprende de la carta hubo entre
estos esclavos una sublevación que con dificultad pudo ser dominada.
Públicamente propalaban los negros que no servirían a los jesuítas, y si
salía la sentencia en favor de estos se habían de fugar. Veinte de ellos,
aleccionados por Rayo, se habían presentado ante el Señor obispo a
quejarse de que los jesuítas los mataban de hambre, dándoles un limón
por sola comida, y que algunos habían muerto de inanición; que los ha­
cían trabajar día y noche, sin perdonar los días de fiesta, y que aun los
enfermos eran obligados a trabajar, y uno se había muerto de repente
en el trabajo a que se le forzó.
El administrador que ahora tienen estos negros, añade el P. Tapia,
les permite tener sus bailes, y él mismo baila con las negras, y los deja
embriagarse. El cacao lo están vendiendo a cambio de aguardiente. “ Mi­
re V.R., decía el P. Tapia, en faltándoles esta libertad, o en queriéndola
impedir, como es necesario, ¿qué tropelías habrá? Y si no se 1c impidie­
se, ¿qué borracheras, qué peligros y qué desórdenes?". La vida del jesuí­
ta que viviera entre ellos correría peligro. “ Es cierto, escribe, que teme­
rosos harán otra peor sublevación que la pasada, y será imposibilitarnos
el remedio de sujetarlos en esta provincia, por falta de medios para ello,
para sustentarlos, sustentamos, aviar las haciendas y padecer sus latroci­
nios, descomedimientos y demás cosas que tenemos experimentado, sin
remedio ni esperanza de él".
Añadíase a esto que no se podía esperar gran cosa de las haciendas.
“Aguachica, escribe tiene las tierras cansadas, y no hay donde poder

63 ANB. Notaría 2a. t.9 1 (1702-1703). f. 108v-l09.


64 ANB, M iscelánea, t . 7 9 , fo ls. 2 7 7 -2 7 8 .
SM
JUAN MANUEL PACHECO, S. J.
126

sembrar arriba de dos mil árboles de cacao. Sólo Santa Rosa puede su­
frir hasta 15.000 árboles a retazos. Para caña San Francisco no sirve el
verano, porque aunque le hemos echado un poquito de agua, no alcanza
y se seca la caña, y ha menester mucho avío de muías y ganado. La gen­
te hoy no está para meterse entre ellos con lo vicioso que intuyen y ma­
las mañas de veneno” .
Por otra parte el pleito presentaba aspectos poco favorables: “El
señor obispo, dice el P. Tapia, ha de sacar 8.000 pesos de costas. Las
mandas importan tres mil y ochocientos, y estos se sacarán sin falta y
aun entrando nosotros. Juzgo se deben pagar por constar en el testamen­
to, ser del descargo de su conciencia, y ser cierto no haber satisfecho al­
guna el P. Antonio Rayo” . Y en un post scriptum añadía: “Olvidábase-
me que tiene ya dispuesto el señor obispo el sacar por alcaldes este año
en esta ciudad a su sobrino y a don Pedro del Rincón, confidente suyo,
porque tengan cuidado de recoger los frutos de las estancias de Agua-
chica, y se los remitan, por si no pudiera sacar todas las costas agora” 65.

P. Miguel A. Sehabel

Entre los misioneros que llegaron al Nuevo Reino en 1695 venía el


P, Miguel Alejo Sehabel. Había nacido en Bohemia, en Komotau el 17
de julio de 1662, y entrado en la Compañía el 8 de diciembre de 5680.
Estudió filosofía y teología en Praga. Antes de ser ordenado pidió las
misiones de América, petición que renovó cuando hacía en Teplitz su
año de tercera probación66.
Al llegar al Nuevo Reino, el P. Altamirano lo destinó a la misión de
los Llanos. En Tame hizo sus últimos votos el 2 de febrero de 1697.
De repente apareció en Holanda. La noticia la daba el padre gene­
ral Tirso González al padre Juan Martínez Rubio, provincial entonces
del Nuevo Reino, en carta del 7 de febrero de 1699:
‘‘Este sujeto, le escribía, se ha aparecido de repente en Holanda,
habiendo aportado a uno de aquellos puertos con un indio cacique y
otro niño también indio, con quienes se embarcó en Curazao, valiéndo­
se de la ocasión de una nave que se hacía a la vela a Holanda. Viene sin
patente alguna de V.R., ni de otro superior, sin que sepamos de cierto
hasta ahora otro fin de su venida que de llevar sujetos para aquellas mi­
siones, en donde según su declaración habían dado muerte los caribes a

65 El seiiur Vítores de Velasco fue trasladado, en 1703, a la sede de TrujiUo (Perú), sede de la
que tomó posesión en 1705. F1 clero de esta diócesis le acusó, ante el virrey de Lima, de
espíritu de codicia. Cl'r. VARGAS LIGARTE, R. H istoria d e la Iglesia en el P en i, tV.59-60,

66 Catálogo de la provincia del Nuevo Reino de 1702, n. 128. Figura “extra provinciam"
ARSI. N.R. el Q. 4;cfr. nota 67.
EL GOBIERNO DEL P. PEDRO CALDERON
127

los PP. Alonso de Neira y José de Silva. Quiera Dios que esta resolu­
ción de su celo indiscreto (por no calificarlo de otra suerte hasta oirle)
no sirva sólo de hacer nuevos gastos a esa provincia” 67.
La ida del P. Schabel había sido no sólo sin permiso de sus supe­
riores, sino contraviniendo sus órdenes. El hecho comentaba en otra
carta el padre general, merecía una severa demostración, ‘‘pero aten­
diendo a que su resolución ha nacido de celo, aunque imprudente, me
ha parecido no hacer ninguna, porque puesto en Europa ha necesitado
más de consuelo que de aflicción. Tiene ya orden mía (después de va­
rios lances) para que en la próxima ocasión pase a Cádiz desde Holanda,
en donde se halla, y espere allí al P. Juan Martínez de Ripalda” para
volver con él a la provincia. “ Ha estado temeroso, añade el P. Tirso, de
que volviendo a la provincia le han de castigar por la resolución tomada.
Hele asegurado que no se le hará molestia alguna, y ponga al padre en
las misiones de los Llanos con orden de que no salga de ellas” 68'
Se embarcó de regreso para América en Amsterdam, el 23 de mayo
de 17G469, pero no vino esta vez al Nuevo Reino sino a la Isla de Cura­
zao, destinado por el P. Miguel Angel Tamburini, sucesor del P. Gonzá­
lez en el generalato de la Compañía, para dar comienzo en esta isla a
una misión 70.
En una extensa relación escrita en 1705 y dirigida al P. Tamburini
narra el P. Schabel un viaje que realizó por tierras hoy venezolanas71.
Como lo hace notar el P. A. Euwens O.P., en la introducción que escri­
bió para la versión castellana de este relato, es imposible que todo lo
que narra aquí el P. Schabel hubiese sucedido en este viaje, que debió

37 APT, Canas dePP. Generales, leg. 132, fol. 136,

63 T. González a Martínez Rubio, 12 marzo 1700. ibíd. fol. !49.

69 A. EUWENS O.P. R e la c ió n h istó rica , Boletín del Centro Histórico Lárense, 2 (1943, n. 6)1
p- 33.

,0 Tamburini a Martínez de Ripalda, 18 julio 1705, APT., Cartas de PP. Generales, leg. 132,
fol. 177.
71 El origina) de esta narración se encuentra en ARSI. N.R. et Q. 16,1. Lleva este título: ' ‘N o -
tilia a d m o d u m R e v e r e n d o P atri M ich a c li T a m b u rin o , p r a e p o s ito vicario gen era li S o c ie ta tis
le su a Futre M ichaele A le x io S ch a vel eiu sd em S o c ie ta tis m issio n a rio d a ta a n u o I 7OS, 9
epriiis, ex A m erica , d e n o va illic m íssio n e in In su tis C urasao, B o n a yre, O ruba. a tq u e a d ¡ lu ­
men A pure, in In d ica ierra fir m a N o v i R e g n i G r á n a te m e " .
El H. Nectario María publicó una traducción castellana de esta narración en el Boletín del
Centro Histórico Larensc (Barquisimeto), n , 6(1 9 4 3) p. 33-46, y n. 9 (1944) p. 32-51. con
el título: "R ela ció n H istórica q u e de su viaje a C o c o ro te, B a rq u isim e to , A ra u re , Guanare,
Tucupio, B arinas y t i R ea l h a c e el M isio n ero J e s u íta M ig u el A le jo S c h a b el en el a lio d e
1104“. Va precedida de una introducción sobre el autor y su escrito por el P.A. Euwens
O.P.
JUAN MANUEL PACHECO, S. J .
128

de durar sólo pocas semanas. Mezcla en realidad en la narración sucesos


de viajes anteriores.
Ya había estado el P. Schabel en aquellos parajes. Claramente indi­
ca que ocho años antes, o sea hacia 1697, había fundado cerca a Barinas
una reducción de indios guahivos, con el nombre de S. Francisco Javier,
la que encontró acrecentada ahora con indios charamises. También se le
debía otra reducción de indios guamonteyes. En otro lugar narra cómo
estuvo a punto de ahogarse en el río Ticoporo, en Pedraza, y debió su
salvación a dos indios que lo acompañaban.
Probablemente a estas reducciones del P. Schabel se refería el P.
Tirso González en una carta al P, Martínez Rubio, de 12 de marzo de
1700. Aprueba el parecer del provincial y de sus consultores de dejar
“ aquellos mal formados principios de misión o misiones de Barinas72.
así por la gran distancia a que estaban, que hacía difícil su gobierno,
como por la falta de subsistencias y “los pleitos que el arzobispo suscita
por haber en lo antiguo cuidado de aquellos pueblos sacerdotes segla­
res“ 73. Este arzobispo no puede ser otro que fray Ignacio de Urbina, ar­
zobispo de Santafé.
Por orden del P. Martínez Rubio había visitado estas misiones e!
padre rector de Mérida, que lo era entonces el P, Martín Niño. Su infor­
me fue desfavorable74. El P. Schabel habla elogiosamente del P. Niñoy
le atribuye una reducción de indios guaneros, en el territorio de Pedraza.
Recuerda el P. Schabel en su relato una visita que hizo a la ciudad
de Barinas, en donde tenía viejos amigos. No bien supieron estos su lle­
gada,enviaron peones y muías a su encuentro y le rogaron que los hon­
rase con su predicación en la fiesta de la Inmaculada Concepción de Ma­
ría, titular de su iglesia.
En e-1 camino se le presentó una delegación de indios achaguas, en­
cabezada por dos indios cristianos, Remigio y Fortunato, a pedirle que
estableciese con ellos una reducción. Los dos indios cristianos eran ya
conocidos del padre; uno de ellos, Fortunato, había sido su músico y
cantor en Casanare.
“ No bien me vieron con la sotana de jesuíta, narra el P. Schabel,
todos los que venían a caballo, jóvenes y viejos, echaron pie a tierra sin
ninguna excepción. Esta tribu sobresale entre todas por su humanidad:
es respetuosa, especialmente con los padres misioneros, dócil y educa-

72 En el original se lee “misión o misiones de Varillas”,

73 APT. Caitas de PP. Generales, leg. 132, fol. 149.

74 Ibid.
EL GOBIERNO DEL P. PEDRO CALDERON
!2V

ble, y capaz de todas las artes. Nuestros padres misioneros han forma'
do entre esta gente, en las antiguas misiones, carpinteros, pintores, ama­
nuenses y todo género de obreros y mecánicos. Aprendieron muy bien
a tejer telas de algodón” .
Cerca a Barinas había edificado el párroco de la ciudad, Diego Bra­
gado, una iglesia, en el sitio en que un pastor había encontrado una ima­
gen de Nuestra Señora75. Allí reunió el P. Schabel a los indios achaguas,
cuyo número se acercaba a los cuatrocientos. Su cacique, aunque no es­
taba bautizado, llevaba un nombre cristiano, Juan. Bautizó el padre a
un centenar de estos indios, y eligió como sitio de la nueva reducción
un lugar llamado Palmasola, entre los ríos Paguey y Santo Domingo,
abundante en caza y pesca. La nueva reducción distaba una llora de ca­
mino de la primera reducción de San Francisco Javier.
Habiendo dejado encomendados estos indios a don Diego Bragado,
continuó su viaje, En el camino pudo contemplar los estragos de la lan­
gosta. “Con estos ojos vi la miseria que nunca antes había contemplado
en ningún lugar de la tierra. Sin exageración puedo decir que en algunas
partes tantas eran las langostas que volaban por los cielos, que apenas
se podía ver el sol y las nubes; y tal multitud se encontraba posada en
los caminos que las cabalgaduras se negaban a seguir asustadas por las
innumerables que levantaban el vuelo. En muchos sitios la gente pade­
cía ya hambre” .
A la langosta había precedido una epidemia de viruela que había
hecho estragos, principalmente entre la población negra.
En Barinas encontró que los padres agustinos veneraban en su igle­
sia una imagen de San Francisco Javier, regalo de don Diego Bragado,
discípulo de los jesuítas. El P. Schabel les regaló otra imagen y algunas
reliquias del santo, que él había recibido en Colonia, enviadas desde Ro­
ma por el H. Bruno Roelen. En la fiesta del santo y durante toda la oc­
tava fue expuesta esta reliquia a la veneración de los Heles, los que acu­
dieron en gran número a besarla. Antes de la fiesta se había celebrado
su novena, y se resolvió celebrarla en adelante todos los años.
Tocole en Barinas al P. Schabel la celebración de la fiesta de Santa
Lucía, una de las fiestas principales de la ciudad. La celebraron con vís­
peras, misa solemne con panegírico, procesión, fuegos artificiales, come­
dias y corridas de toros. El padre describe minuciosamente todos estos
festejos.
En otra de sus visitas a Barinas, previniendo el recibimiento que le
tenían preparado, entró inesperadamente de noche en la ciudad. Al día

75 Ll hato de don Diego Bragado se llamaba "Hato de Santo Domingo de las Palmas” , en
donde se fundó el pueblo de indios de Nuestra Señora del Real; hallábase situado al sudes­
te de Barinas (Nota del H, Nectario María),
JUAN MANUEL PACHECO, S. J.
130

siguiente vinieron a ciarle la bienvenida no sólo los principales de la po­


blación, sino toda clase de gente. De Barinas pasó a visitar la iglesia de
Nuestra Señora del Real, distante tres días de la ciudad. Entre los guar­
dianes de la iglesia se encontraba un mulato, Nicolás Peredes, quien es­
taba muy agradecido con elP.Schabel, pues le debía no haber sido apre­
sado por los de Gaunaguanare76, con quienes había tenido disgustos por
razón de la Virgen de Coromoto.
Desde Araure había venido con el padre trayendo consigo dos imá­
genes de Nuestra Señora, la de Nuestra Señora del Real y la de Coromo­
to, las que exponían a la veneración de todos en los sitios por donde pa­
saban. Al llegar al pueblo indígena de Tucupide, narra el P. Schabel, sa­
lieron a recibir la imagen a varias leguas de distancia gran número de ji­
netes precedidos por el párroco del lugar. Entraron en el pueblo entre
los vivas de Ja gente, el repique de las campanas y el estruendo de las
escopetas. Una gran fiesta religiosa se celebró en el pueblo. La razón de
todo era la veneración que se profesaba allí a la Virgen de Coromoto,
pues había sido encontrada en ese mismo sitio77.
En Barquisimeto había sido recibido también, en otras ocasiones,
muy honoríficamente el P. Schabel. Allí tuvo ocasión de hablar con un
belga de apellido Van de Vogel, que ejercía en la ciudad la medicina.
Una desagradable experiencia tuvo Schabel en aquella ciudad: el robo
de su equipaje. Los alcaldes hicieron todas las diligencias para descubrir
al ladrón, el vicario lanzó contra el mismo la excomunión; todo fue inú­
til. Más tarde supo el misionero que varias cosas suyas habían sido ven­
didas en Carora.
Al despedirse de los moradores de Barquisimeto, todos le manifes­
taron el deseo que tenían de que la Compañía fundase un colegio en su
ciudad; ofrecían para ello toda ayuda.
Ai llegar nuevamente a Venezuela el P. Schabel, las circunstancias
habían cambiado. Se estaba en plena guerra de sucesión, aunque poco
se hacía sentir la guerra en estas regiones. Sin embargo en Barquisimeto
alguien hizo correr la voz de que el jesuíta venía en Compañía de su ca­
pitán austríaco y con tropas. Ed mismo obispo de Caracas da orden de
prenderlo. Escribiendo at rey le comunica el mismo prelado “Habiendo

76 Hoy Guana re, municipio do) Estado Portuguesa.

77 Según la tradición la Virgen María se apareció en dos ocasiones, en 1651 y 1 6 5 2 .al caci­
que de los indios cuspes. Ln la última le dejó su imagen. (Cl'r. Nectario María H.N.O, La
m aravillosa h isto ria de .Vuestra S eñ o ra d e C o r o m o to , Barcelona, 1924, R. VARGAS
UGARTIi. H istoria d e l c u lto d e M aría e n Ib ero a m érica y d e su s im á g en es y san tu a rio s m ás
celeb ra d o s (2 cd. Buenos Aires), p. lista imagen es la conocida con el nombre de Nuestra
Señora de Coromoto, i ue trasladada a Guanare. y su iglesia es e! santuario mañano más
importante de Venezuela. l‘ío XII declaró a Nuestra Señora de Coromoto patrona princi­
pal de la república de Venezuela.
EL GOBIERNO DEL P. PEDRO CALDERON
131

renido noticias” (Arralóla Borges- Los aliados del Archiduque Carlos,


p. 29).
Uno de los alcaldes de Barquisimeto, había salido con gente a su
encuentro. Se llenó de rubor al encontrarse con el misionero que venía
acompañado tan sólo de un criado y dos peones. Llegados a la ciudad,
Schabel mostró todos sus papeles, y obtuvo de las autoridades tanto
eclesiásticas como civiles un certificado honorífico. “También, escribe
el P. Schabel, tuve que defender mi buen nombre con los nuestros, pues
hasta la ciudad de Mérida, en la que tenemos un colegio, distante ocho
días de Barinas, llegó la mendaz y diabólica fábula” .
En efecto, el P. Tamburini, en carta al P. Martínez de Ripalda, se
lamenta de que el padre rector del colegio de Mérida hubiese escrito al
párroco de Barinas llamando a Schabel un “sacrilego apóstata”78.
Por aquellos días habían llegado a las costas venezolas seis o siete
naves holandesas, las que al pasar por Cumaná, para atemorizar a los
moradores del puerto, izaron la bandera inglesa. Esto dio motivo al go­
bernador de Cumaná, José Ramírez, para avisar al gobernador de Cara­
cas de la llegada de una armada inglesa. La noticia conmovió a toda la
provincia, y en todas partes se llamó a las armas. Se añadió a esto el ha­
ber recibido el gobernador de Caracas una real cédula en que se le ad­
vertía sobre el viaje de una armada inglesa a la América Hispana. En ella
irían dos religiosos trinitarios, el uno español y el otro alemán, quienes
bajo pretexto de predicar la religión, iban a hacer campaña en favor del
emperador79.
Anota el P. Schabel que él había conocido en Londres, de paso
para Holanda, a estos dos religiosos. Llamábase el uno el P. Mauro de
Aranio.
Y prosigue así el P. Schabel:

“Después que las seis naves zel and esas, tenidas por la armada ingle­
sa, aparecieron en La Guaira, puerto de Caracas, al nuevo alcalde de Ca­
racas, recientemente elegido, Barrabás80, (nombre ominoso para todo

78 Tambuiiní a Martínez de Ripalda (18 julio 1705); APT, Lcg. 132, Cartas de PR, Generales,
fot. 177.

Se refiere a una real cédula de 27 de diciembre de 1702 “para que no se admitan sin expre­
sa licencia religiosos ni seglares extranjeros” (AG1‘ Santafc, lcg, 35). Nada se dice en ella, a
los menos en la remitida al presidente del Nuevo Reino, de una armada inglesa, pero sí se
habla de los dos religiosos trinitarios, el uno castellano y el otro alemán, que serán envia­
dos a las provincias americanas por los “enemigos de esta corona... con pretexto de asegu­
rar a los naturales de ellas de la permanencia de nuestra católica religión, no siendo este el
motivo sino el de perturbar esos dominios con los discursos imperiales” .
Ninguno de los alcaldes de Caracas en estos años lleva el nombre de Barrabas. Ln 1703
eran alcaldes Juan Nicolás de Ponte y Diego Pantoja;en 1704, el capitán Felipe Rodríguez
de la Madrid y Francisco Alonso Gil; y en 1705. Francisco de Tovar y Francisco de Mene-
JUAN MANUEL PACHECO, S .J .
132

varón), a causa de ía real cédula mencionada, le entró la sospecha barra­


bas o mejor infernal de que aquellas naves no sólo eran la armada ingle­
sa, sino que yo era uno de los dos religiosos trinitarios indicados en la
cédula. Por esto resolvió detenerme apenas llegase a Caracas. Por unos
buenos amigos, o mejor buenos ángeles que me envió Dios, supe en el
camino lo que se maquinaba contra mi. Cambiando pues de plan, me
alejé de esta zorra herodiana, y por otro camino, acompañado de Dios
y comilona de los ángeles, regresé felizmente a mi región, en la que Dios
y mis superiores deseaban que residiese para promover la mayor gloria
de Dios y la salvación de muchas almas” .
Por singular providencia de Dios, apenas llegué al litoral, después
de meve días de camino desde Barinas, encontré listas en la costa tres
naves juntas de la isla de Curazao, como si Dios me diera a escoger la
que quisiese de las tres... Sin tardanza subí a una de las naves, y despue's
de un descanso de tres días, merecido después de tal arduo viaje, y de
una navegación propicia de veintitrés horas, con viento siempre favora­
ble, brisa io llaman los españoles, llegué a la isla de Curazao”.
“En los tres días que estuve descansando en el litoral, un clérigo
vecino, el señor Juan José Picón, párroco de una aldea indígena, llama­
da Guayguasa, me envió un mensajero con una carta invitándome be­
nignamente. Por la premura de la navegación no pude visitarlo”.
üs posible que el p u erto en que se em barcó para C urazao, fuera
Puerto Cabello, ya que en sus cercanías queda la población de Guaygua­
sa, hoy Goaigoaza,
Sobre estos incidentes habla tam bién el historiador m oderno Luis
A lberto Sucre, en su libro "Gobernadores v Capitanes Generales de Ve-
H.£Zildcif *’
“En tiempo de su gobierno (de don Francisco de Tovar y don
Francisco de Meneses) corrió en Caracas la noticia de que en Barquisi-
meto se tramaba una conspiración a favor del emperador, dirigida por
un conde Anteriá, agente de éste, en complicidasd con el presbítero
Montañés de Rigo y otros clérigos...
“Para investigar el caso, los gobernadores hicieron conducir a su
presencia al capitán Francisco Adán Granado, vecino de Barquisimeto,
de tránsito en Caracas, el que interrogado por éstos, declaró bajo jura­
mento: que efectivamente en Barquisimeto había estado un jesuíta del
que se dijo conspiraba contra el rey; que el alcalde de allí trató de ave­
riguar qué había de cierto en el asunto, para lo cual exigió dei vicario
que no pusiese obstáculos a la justicia, y que estamos en la investigación
había desaparecido el jesuíta, sabiéndose luego que se había emburrado
clandestinamente para Curazao, dejando allí cartas subversivas contra
el rey.
“Averiguando esto, los gobernadores dictaron un auto mandando
a los alcaldes de Barquisimeto y de Barinas hicieran “todas fas diligencias
S-’S. (Cfr. LUIS ALBERTO SUCRE, Gobernadores y Capitanes Generales de Venezuela (2
ed.) p. 200 y 201).
EL GOBIERNO DEL P. PEDRO CALDERON 133

hasta descubrir y coger las dichas cartas que el dicho padre jesuíta dejó
escritas para diferentes sujetos de Barinas y del Reino”. Esto aconteció
en marzo de 17058182. ¿Era realmente un agente de los imperiales ei P.
Schabel? Así se propaló entonces y se obligó a Schabel a refugiarse en
Curazao. Arralóla Burges en su artículo “Los aliados del archiduque
Carlos en la América Virreinal (Anuario de Estudios Americanos 27
(1970) 321-370, presentó a Schabel como uno de los principales agentes
del Archiduque Carlos, pero su argumentación es débil ya que no pre­
senta ninguna prueba decisiva sino solo las sospechas recayeron sobre el
jesuíta; sus argumentos, como lo advierte varias veces, son solo conjetu­
ras. Tiene además algunas apreciaciones que no son tan exactas como el
negar que no se trataba entonces de llevar a los jesuítas a Caracas (p .345).
En Curazao se encontraba el P. Schabel ya en agosto de 1704, pues
el 23 de este mes enviaba a Roma un diario de sus viajes. Supo más tar­
de que el barco, en que iba su diario, se había perdido, por lo que redac­
tó una nueva narración, ya de m em oria, sin orden cronológico ni fechas.
Esta narración la term inó en Curazao el 9 de abril de 1705, y la envió
junto con una extensa carta el 11 del misino m es81.
El P. Tamburini escribía ai P. Calderón, el 6 de enero de 1707:
“Siento que se esparciese ese rum or de ser espía de Holanda el P.
Schabel por la incom odidad que se le ocasionó y motivo de adaptarse
y estar en su misión sosegado. No me dice V.R. ciertam ente dónde, pa­
ra, sino que presume se ha retirado a su isla. Pues V.R. conoce el genio
del padre, vaya con prudencia y blandura apartándole de las ocasiones
enque se juzgue puede peligrar su crédito y el de la C om pañía” 83.
Años más tarde, el 3 de diciembre de 1711, ordenaba el P. Tam-
burini aj P. Mateo Mimbela hacer volver al P. Schabel a su provincia de
Bohemia84. Y el 16 de marzo de 1715 el m ismo P. Tam burini com uni­
caba que el P. Schabel había sido despedido de la C om pañía85.
P. Juan Francisco Ricci
No fue el P. Schabel el único que regresó a Europa, en esta época,
sin licencia de sus superiores. El P. Tirso González informaba, el 13 de
abril de 1700, al P. Juan M artínez Rubio, entonces provincial del Nuevo
Reino: E1 día 20 de m arzo amaneció en el l íber el P. Juan Francisco
Ricci, fugado del colegio de Tunja, quien habiendo desem barcado en

L A , S u c r e , op. cit., p. 202-203.

82 A. EUWF.NS, R e la c ió n h is tó r ic a . B o l. d e ! C e n tr o H is t ó r i c o L a r e n s e 2 (1 9 4 3 , no. 6) p: 34.

93 APT. Leg. 132, Cartas de PP. Generales, fot. 185.

u Ibid. fol. 191

85 Tamburini a Mimbela, 16 marzo 1715; ibid. tol. 220.


JUAN MANUEL PACHECO, S. J.
134
Marsella, vino a esta corte. Ha hecho ocho días de ejercicios, y se le ha
dado orden de ir a Cádiz a em barcarse para esa provincia. Me ha pareci­
do usar de benignidad, y “ así ordeno a V.R. que no se le dé penitencia,
ni se le haga m olestia alguna... Desea y me ha pedido vivir en comuni­
dad num erosa y observante... Será m ejor que viva en el colegio de San-
tafé” 86.
El P. Riccí había venido al Nuevo R eino, en 1690, en la expedi­
ción traída p o r el P. Segovia. Era de M alta, en donde había nacido ci
12 de diciembre de 1659, y había en trad o en la C om pañía, en la provin- j
cia de Sicilia, el 24 de diciem bre de 16 7 4 87. !
Una de sus prim eras ocupaciones en Santafé fue la de ministro de
júniores8889. En 1698 era recto r del colegio de las Nieves, en Santafé. No
sabem os por qué m otivos se le depuso de su cargo y se le envió al cole­
gio de T unja com o recluso88.
De Tunja hizo fuga y se presentó en Rom a com o hem os visto. So­
lo se em barcó de nuevo para América en 1705. Así lo comunicaba al
P. Calderón el P. Tam burini con estas palabras: “ En los galeones se vol­
vió a esa provincia el P. Juan Francisco Ricci... Pero habiendo trabajado
con m ucho celo y portándose m uy religiosam ente, según los informes
que tengo, en la provincia de A ndalucía, es muy digno y encargo a V.R. jj
lo atienda con toda caridad religiosa, para que estando gustoso pueda
mejor em plear sus religiosos talentos en servicio de Dios y de esa pro­
vincia” 90.
El P. Ricci residió algún tiem po en el colegio de M ompós, y en j
1712 pasó a la provincia de Q u ito 91. Murió en la ciudad de Q uito el j
13 de febrero de 174492.
Estos casos obligaron al P. Tirso González a ordenar, bajo precepto
de santa obediencia, que nadie, sin licencia del provincial, pasase los lí­
mites de su propia provincia93.

86 rbid. fol. 153.

87 Cfr. L o s J e s u ít a s e n C o lo m b ia , II, 488; Catálogo de 1711 (A RSI, N.R. et Q. 4 ).

88 Catálogo de 1691; Lbid.

89 T. Gozáler a Martínez Rubio, 7 de febrero 1699; APT, !og, 132, Cartas de PP. Generales,
fol. 130.

90 Tamburini a Calderón, 6 enero 1707; ibid. fol, 185.

91 Catálogo de la Provincia del Nuevo Reino de 1711 (ARSI, N.R. ct Q. 4 ) y Congregación


Provincial de Quito de 1712,

92 Cfi, JOUANCN, J. H is t. II, 743, bajo el nombre de R i z z i n .

93 Tirso González a M artínez Rubio, 12 marzo 1700; APT. leg. 132, fol. 149,
EL GOBIERNO DEL P. PEDRO CALDERON
135

Ultimos años del P. Calderón

En 1706 entregó el P. C alderón el gobierno de la provincia al P.


Francisco Daza. Su salud estaba ya m uy quebrantada, con sentim iento
del padre general que pensaba no m brarlo provincial del P erú 94.
Dos años más tarde m o ría en Santafé, el 31 de octu b re de 1708,
cuando ejercía el rectorado del Colegio M áxim o95.
Escribió el P. C alderón, según Torres Saldam ando96, las “cartas
amuas de ¡a provincia de Quito de los años 1696 a 1700”, en las que
daba importantes noticias sobre las misiones del M arañón, y las “Oir­
ías annuas de la provincia del Nuevo Reino de los años de 1700 a 1703 ”
Editó en 1695 un extenso m em orial, en respuesta a o tro del P.
Ignacio de Quesada O.P., sobre el pleito universitario de Santafé y Q ui­
to, De é] hablamos en el tom o a n te rio r97.
Escribió además, estando en M adrid, la aprobación del libro del
P. Pedro de Tobar y B uendía O.P., “ Verdadera, histórica relación del
origen, manifestación y prodigiosa renovación por sí misma, y milagros
de la imagen de la sacratísima Virgen María, Madre de Dios, Nuestra Se­
ñora de El Rosario de Chiquinquirá”, E n esta aprobación dice:
“He tenido ia dicha de haber visitado el Santuario donde se venera
ésta, y haber visto, que no sólo p o r lo extraordinario de su milagrosa re­
novación y manifestación parece cosa del o tro m un d o , sino p o r su h er­
mosura, y por la devoción y respeto que influye en todos los que la mi­
ran parece cosa del cielo, y así, p o r lo que vi de la veneración de esta
santa imagen, del concurso universal y devoción de to d o s los fieles de
aquellas regiones y otras distantes, a reverenciarla; del recurso a ella en
todas sus necesidades, y p o r lo que siem pre he o íd o decir de los continuos
e innumerables prodigios de M aría Santísim a en esta devotísim a imagen
de su Rosario, no extraño los que el a u to r refiere en su relación” 98.

M Tamburini a C alderón, 15 sep tiem b re 1 703: ibid . fo!. 166.

El "Libro 5o. de la Iglesia y S acristía del Colegio d e S an ta fé ” , registra a s í su m u e rte : “ Di-


xcronse en este colegio quatxo Missas y q u a tio C o ro n as p o r el P. R e c to r P ed ro C alderón,
Provincial .que fije prim ero de Q u ito y d esp u és d este Rey n o , m u rió a 31 de O ctu b re de
1708" (fol. 186 v.)

ENRIQUE TORRES SA LDAM ANDO, L o s a n tig u o s Jesu ítas d e l P erú , p. 275.

57 11,256-259.

Cfr. “ Aprobación del R m o. Padre P ed ro C ald eró n , d e la C o m p añ ía de Jesús, C ath ed ra tico


del Colegio Regular de la C iudad de S an ta F e, R ecto r que fue del S em inario d e San B a rth o ­
lome, y Procurador G eneral en am bas Curias por su Provincia del N uevo R eino de G ra n a d a ” .
CAPITULO II

LA VISITA DEL P. FRANCISCO SIERRA

I— P. Francisco Daza

Antecedentes

El sucesor del P. Calderón en el gobierno de la provincia, P, Fran­


cisco Daza C alderón1, acababa de ser también provincial de la provin­
cia de Q uito. Era su patria Campanario (Badajoz?), en donde había na­
cido el 27 de marzo de 1647, A los 21 años había entrado en la Com­
pañía de Jesús, el 21 de abril de 1668, probablem ente en el noviciado
de Tunja2 .
En 1682 se encontraba en Santafé como profesor de la Universi­
dad Javerianá3 . Por esta época fue confesor del presidente del Nuevo
Reino, Francisco Castillo de la Concha4 .
De 1691 a 1695 desempeñó el cargo de rector del colegio de San
Bartolomé y ocupó la cátedra de teología5 . Se conserva su tratado De .
Incarnatione (1693-1695), copiado por su discípulo Juan Esteban Cize-
ras6 . Como rector de San Bartolomé dirigió al señor Urbina, arzobispo

1 Cfr. UR1ARTE, J.E. —LECINA, M „B iblioteca, II, 345.

2 Catalogus Provinciae Novi Regni, 1668, n, 122; ARSI, N.R. et Q. 3.

3 Libro de grados de Ja Universidad Javeriana, fol. 441.

4 Cfr. RESTRFPO SAENZ, S.M. Biografías d e los mandatarios y minístrasele la Real Audien­
cia, p. 8.

5 RESTKEPO POSADA, lo sé , R ectores del Colegio-Seminario d e Sen Bartolomé, en RJ, 38


(1 9 5 2 ) p, 96.

6 Tractatus de ¡ncanatione, per R.P. Franciscutn Daza Calderón Societatis lesit, dignisímum
theologiae cathedrae m oderatorem . Initium p assuit (sic) die ] 9 mensis octobñs, anno Do­
mini 1693. A u d ito re loanne Stephano Cizems. En el fol. 208 v.: “Finem dedim us die 21
Februarii, anno D om ini J695". (Biblioteca Nacional, Mss. 8 4 ). Cfr. RIVAS SACCONI, J.M.,
¿7 L atín en Colom bia, p. 10G; QL'ECEDO, Francisco O .F .M,, Manu serit os teológico-füoió-
ficos coloniales santafereños, en EX 2 (1 952), 239-240.
I LA VISITA DLL P. FRANCISCO SIERRA
137

de Bogotá, una carta para exponer las razones que tenia el colegio-se­
minario para no rendir cuentas ante el prelado*67 .
En enero de 1700 reemplazó al P. Calderón en el cargo de provin­
cial de Quito. Inmediatamente empezó la visita de la provincia, y en
agosto de 1701 se encontraba visitando las misiones del M arañón8 . A
finales de ese misino año de 1701 em prendió una segunda visita de la
provincia. El padre general le escribía: “ Doy a V.R. las gracias p o r el
cuidado y trabajo que ha puesto en visitar los colegios de la provincia,
y me alegro que los haya hallado en tan buen estado” 9 .
Durante su gobierno se dejó sentir en Q uito el sentim iento nacio­
nalista que enfrentaba a criollos y peninsulares. “ Me avisan, le escribía
el padre general, pero averigüe si es verdad, que los padres criollos tie­
nen tomada tal posesión de las cátedras, que sienten m ucho cuando se
le da a algún europeo... Encargo a V.R. con toda eficacia que procure,
cuanto estuviere de su parte, desarraigar esta parcialidad, y que in e r avi­
se con individualidad de los que estuvieren en esto más notados para
apartarlos de todo puesto y aun proceder a m ayor castigo; porque .este
afecto de nacionalidad es de muy perjudiciales consecuencias” . Y añade
el P. Tirso González: “ De V.R. me dicen que perm ite y aun se inclina
a parcialidades. Avisóle a V.R. para que si en esto hay algo que enmen­
dar. lo haga” 10.
En 1703 volvió el P. Daza a la provincia del Nuevo Reino, nom bra­
do rector del Colegio Máximo de Santafé,11 y en 1706 se le confiaba el
gobierno de la provincia12.

Cfr. L os J e s u íta s en C o lo m b ia . 11, 133-134.

6 AP, Quilo, Icg. 8.

* Apud JOU AMEN, J,. H isto ria d e la C o m p a ñ ía d e J e s ú s e n la a n tig u a P ro v in c ia d e Q u ito , 11,


13.

1(1 Ibid. p. 10.

11 11 10 Je-julio de 1701 al comunicar el P. Tirso González al P. Calderón el nuevo gobierno


de la provincia del Nuevo Reino, señalaba com o rector del colegio de Santafé a! P. Daza,
"que volverá a esa provincia, acabado el gobierno de la de Q uito” (A PT,, Leg. 132. Carta*
de PP. Generales, fol. 158). El 29 de octubre de 1703 daba el P. Daza, com o rector del co­
legio de Santafé, poder al P. I-ernando Zapata rector de Cartagena para cobrar de los here­
deros de D. Diego de Ortiz, de Mena dos mil patacones que este había legado al colegio.
ÍANB. Notaría 2 .1 .9 1 <1702-1703), fol. 208 v.

11 El P. Tamburini escribía al P. Daza en diciem bre d e 1707: “ En carta d e 9 de ju lio d e 1706


me da noticia V .R. de haber en trad o en el oficio de provincial de esa provincia" (APT. Icg.
132, Cartas de PP. G enerales, fol. 1 8 7 ) . Pero ya el 7 de abril de 1706 el P. D aza, com o p ro ­
vincial. daba licencia a los entonces HH. Ignacio de Plaza y José de la Sota para hacer su re­
nuncia de bienes (AMB, N otaría 2 . t. 94 (1 7 0 6 ) ibis. 5 3 y 5 4), y el 23 de m arzo de ese mis­
mo año otorgaba la escritura de d o tació n de las cátedras de leyes de la Universidad Javeria-
na (AGI. Santafé. leg, 294).
í

JUAN MANUEL PACHECO, S. J.


138

La Iglesia de San Ignacio: la custodia

Uno de los sucesos más im portantes durante el gobierno del P. |


Daza fue la inauguración de la facultad de derecho en la Universidad Ja· j
veriana. De ella hablarem os detenidam ente más adelante.
El 31 de julio de 1707, fiesta del fundador de la Com pañía de Je· !
sús, se estrenó en la iglesia de San Ignacio de Santafé la famosa custodia. · |
conocida con el nom bre de “ La Lechuga” , p o r el predom inio en ella del : j
color verde, dada la profusión de sus esmeraldas. ·J
El Libro 5o. de la Iglesia y Sacristía del Colegio de la Compañía de : j
Jesús de Santafé da cuenta asi de este hecho:
“ Item una custodia de oro de quina m ayor, que se acabó y estre- |
nó el día 31 de julio de 1707. Y consta de lo siguiente: primeramente i
tiene de oro líquido 1433 castellanos, que valen 3.582 pesos y 4 reales, i
a razón de 20 reales en que hoy está. t
Tiene m il y quinientas esm eraldas, a 3 pesos una con otra, que [
m ontan qu atro mil y quinientos pesos. Tiene un topacio grande que |
costó 400 pesos. Tiene cinco am atistas grandes que valen 300 pesos. Tie- J j
ne cuatro am atistas pequeñas y otras varias en los granos de las uvas que j I
m ontan todas 66 pesos. Tiene 28 diam antes, a 4 pesos m ontan 112 pe- j j
sos. Tiene 13 rubíes a 8 pesos im portan 104 pesos. Tiene un zafiro que ¡ \
vale 25 pesos. El costo de las vidrieras labradas en el Im perio valen 20 i
pesos. Tiene cinco marcos de plata en las piezas interiores, valen 40 pesos, ;
C oncertóse la hechura en sus principios p o r mil y cien pesos y di í
com er a tres personas por tiem po de siete años que duró la obra, que
im portaría 600 pesos. Acabada la obra se le dieron de regalo al Maeso
José Galaz cuatrocientos pesos p o r el prim or grande, especial afecto y \
aplicación con que hizo la custodia. Im porta este concierto dos mil y i
cien pesos, si bien vale la obra de m anos cuatro mil pesos.
Sum a toda esta obra avaluándola el mismo Maeso muy de espacio ;
y con gran cuidado, pieza p o r pieza, once mil doscientos y cuarenta y ;
nueve pesos y cuatro reales, 11.249 p. 4.
El m ismo Maeso acabada la obra la tasó en veinte mil pesos.
Item un cordón de seda carm esí y oro que costó 50 pesos, y está ;
en la sacristía para fiador de la custodia cuando sale. El trono consta del :
espejo grande que costó 325 pesos, y de otros tres espejos medianos que
sirven de frontalitos, con planchas de filigrana de plata, y cuatro jarritas
asimismo de filigrana, que sirven de ram illetes, y un arco de flores de
seda m uy curioso, que sirve de círculo a ia custodia dentro del sagrario,
Esta obra se com enzó a hacer por septiem bre de 1700 años, día
jueves dedicado al Santísim o Sacram ento, y se acabó día jueves 16 de :
junio de 1707. Hizo la obra el M. José de Galaz, platero de oro. Comen- ¡
zose dicha obra siendo provincial de esta provincia el P. Pedro Calderón i
LA VISITA D EL P. FRANCISCO SIERRA
139

y rector de este Colegio M áxim o el P, Juan M artínez R ubio, y se acabó


siendo provincial el P. Francisco Daza, y re c to r de este Colegio el P.
Pedro Calderón” 13.

El altar de N. Sra. de Loreto

El 28 de enero de 1709 m o ría en Santafé el P. M artín N iño14. E n


sus últimos años, transcurridos en Santafé, dirigió la congregación de
Nuestra Señora de L oreto. A sus desvelos se debió, com o consigna su
suesor en el cargo, P. Ignacio de M eaurio, “ el retab lo nuevo que hoy tie­
ne la congregación, pero no se halló, añade, que hubiese escrito el pa­
dre... gasto y recibo della, ni de las alhajas que en su tiem po tuvo” 15.
El retablo, de estilo barroco, es uno de Jos más bellos de la iglesia.
Se compone de dos cuerpos. El principal lo form an tres nichos recubier­
tos, en otro tiem po, de filigrana de p lata. El nicho central lo ocupa una
imagen de Nuestra Señora sentada sobre la santa casa de L oreto, y los
laterales las estatuas de San Jo aq u ín y Santa Ana. Los nichos están sepa­
rados por columnas de fuste calado. El cuerpo superior, de m enor altura,
tiene también tres nichos, ocupado el central p o r un relieve de la A n u n ­
ciación, y los laterales p o r las estatuas de San José y San Juan Evangelis­
ta. Remata el retable una pequeña estatu a del Padre E tern o . Sobre los
pilares que forman la capilla se encuentran en relieve dos ángeles poli­
cromados, obra posterior a la m uerte del P. N iño16.

13 fols. 41 v - 42. R ecientem ente ha sido así descrita esta custodia: “La custodia pesa 19 li­
bras y ocho onzas, es de oro, de una vara de alta y está dividida en tres cuerpos: los círcu­
los superiores, al mástil y el pedestal. El círculo del viril tiene 4 2 perlas finas; el círculo de
la custodia concéntrico a éste, 96 esmeraldas por el frente y 108 por detrás. El tercer círcu­
lo 128 por cada lado. El cuarto círculo tiene en la guirnalda de uvas 6 0 amatistas por cada
lado. En los 22 radios mayores hay 19 8 esmeraldas por cada lado. En los radios m edios tie­
ne 20 perlas finas de m edio taladro, y en la cruz once esmeraldas por cada lado y una esme­
ralda grande en forma de ojo de buey al pie de la cruz,
“Sobre la cabeza del ángel que forma el mástil, tiene un topacio y ocho esmeraldas por el
frente y una amatista grande por el otro lado. En el collar de! ángel tiene un rubí y 10 dia­
mantes por delante, y por detrás una esmeralda en el broche en que se articulan las alas.
En el cinturón del ángel hay un zafiro y 12 rubíes por delante y 14 diam antes por detrás.
En las piernas de! ángel hay 4 diamantes.
“La peana tiene 4 0 8 esmeraldas y 8 amatistas, siendo de advertir que faltan cuatro remates
en los cuales debía haber 15 esmeraldas que faltan.
‘Total de las piedras preciosas: 1.485 esmeraldas, 62 perlas, 168 am atistas,2 8 diamantes,
13 rubíes, un topacio, un zafiro. Total: 1.758 piedras preciosas” (A pud. G. HERNANDEZ
DE ALBA, La Iglesia d e San Ignacio, en A nuario d e estudios am ericanos, 5 (1 9 4 8 )5 3 9 -
540,

Sobre el P, Niño, cfr. tom o II, p, 170, nota 5 9 .

15 Gastos de la Congregación de N. Sra. de L oreto; ANB, Curas y obispos, t. 19, fo l. 370.

'6*lo13 En el libro de cuentas citado se encuentra esta partida: “ 1710... Obra añadida al retablo.
JUAN MANUEL PACHECO, S, J,
140

El frontal del altar está profusam ente decorado con preciosas mi­
niaturas alusivas a la vida de Nuestra Señora*17.

En Mérida

En septiem bre de 1706 el capitán Bartolom é Suárez Paniagua or­


denaba en Trujillo, a petición del P. Juan Sim ón de Cuellar, rectordd
colegio de Mérida, levantar una inform ación sobre un decreto del gober­
nador de Maracaibo, Laureano de E scaray18, en el que prohibía a toda
embarcación llegar al puerto de la Ceiba, hacienda que poseían los jesuí­
tas a orillas de lago de Maracaibo, bajo el pretexto de que por él se intro­
ducían m ercancías de c o n trab an d o 19.
Uno de los testigos es el alférez Manuel Pascual y Quevedo, llamado
a declarar cuando pasaba por enfrente de la sala de la audiencia. El alfé­
rez declara haber estado en muchas ocasiones en La Ceiba y nunca ha
visto com prar ni vender allí telas de contrabando; ni en Trujillo, ni en
Mérida ha oído decir “ que los Padres de la Com pañía com prem ropa de
mala entrada para vender, ni que traten de com erciar, y que el ejercicio
en que siempre los ha visto ejercitarse, así en aquella ciudad com o en esta
en las ocasiones que han venido a ella es en cosas de virtudes, aplicándo­
se a la honra de Dios nuestro señor, con su predicación, doctrina, vida
ejem plar” 20. O tro de los testigos, el maestre de cam po Sancho Briceño
de las Bastidas, añade que lo del contrabando “ es falso y siniestro, pues
siendo el P. Melchor de Alvarado21 quien asiste en dicha hacienda, no lo
había de perm itir ni consentir, por serp erso n aen quien concurren todas
las partes de virtud y conciencia, arreglándose en todo a su profesión” 35.
en las pilastras, en lo pagado al carpintero, dorador, etc. y hechura de dos dangeles, 195
pesos” (lb id . fol. 373),

17 Cír, HERNANDEZ DE ALBA, Guillermo, T e a tr o d e ! a r t e c o lo n ia l, p. 100.

Gobernó la provincia de Mérida y Maracaibo desde julio de 1702 o 1703. Era un vetera­
no y valeroso soldado, con 19 años de servicios en los ejércitos de F landesy Cataluña,si­
tios de Barcelona y Ceuta. Cfr. MARTINEZ-MENDOZA, Jerónimo, L o s gobernadores
e s p a ñ o le s d e la a n tig u a p r o v in c ia d e M é rid a y M a ra c a ib o , e n B o l e t í n d e la A c a d e m ia Na­
c io n a l d e H is to r ia (Caracas), 41 (1 958) p. 378,

19 ANB, Curas y obispos, t. 2 1 , fol. 25.

20 lbid, fol. 26.

21 El H, Melchor Alvarado había nacido en Benavente (España) hacia 1642. En 1668 desem­
peñaba el cargo de portero en el colegio de Las Nieves, en Santafé, y en 167 8 ya se encuen­
tra en Mérida. en donde pasó el resto de sus días, ocupado principalmente en la adminis­
tración de la hacienda de La Ceiba. Murió en Mérida el 7 de noviembre de 1715 (L ib ro 5 o .
d e ¡a Ig lesia d e S a n Ig n a c io , fol. 188; ARSI, Hist. Soc. 50).

21 ANB, Curas y obispos, t, 2 1 , fol. 27,


LA VISITA DEL P. FRANCISCO SIERRA
14]

Una información similar se hizo en la ciudad de Mérida en enero


de 1707. El P. Cuellar, en el interrogatorio que presentó a los testigos,
hace ver los perjuicios que tal decreto estaba causando a la hacienda, la
que, además de las plantaciones de cacao, contaba con extensos sem bra­
dos de caña y un trapiche. La m edida, por otro lado, dificultaba a los
esclavos de las haciendas vecinas venir a misa a La Ceiba, pues sólo les
era factible llegar a ella por agua. Además njngún m otivo había dado la
hacienda para decir que por ella se in tro d u cía contrabando. Mucho más
fácil era introducirlo por cualquiera otra de las haciendas de la laguna
que por esta.
Se dice continúa diciendo el P. Cuellar, que dio m otivo a este de­
creto una carta de don Benito de Balza al gobernador, en la que se le
avisaba que al colegio de Mérida habían llegado telas de contrabando. El
jesuíta pide que se llame a declarar a Balsa, aunque este niegue haber es­
crito tal carta, y el gobernador Escaray niegue a su vez haber dado el de­
decreto.
Los testigos interrogados, don José de Ibarra, el m aestre de Campo
Diego de la Peña, el capitán Fem ando Dávila y varios otros afirman ha­
ber oído hablar del bando ordenado p or el gobernador, y reconocen los
graves daños que sufría la hacienda con tal m edida. Todos son contestes
en reconocer la probidad del H. M elchor del Alvarado, adm inistrador de
La Ceiba, de quien dice, v. gr. Ibarra: “ es m uy ajustado a su estado reli­
gioso y leal vasallo de su m ajestad” 23

II— P. Juan de T obar

Biografía

Al P. Daza sucedió en el gobierno de la provinica el P. Juan de To­


bar, Era el P. Tobar santafereño, nacido hacia 1644. E ntró en la Compa­
ñía el 20 de junio de 1668 a los 24 años de ed ad 24. Fue algunos años
ministro del colegio de S antafé25. y luego rector de los colegios de Pam-
plona2É y Tunja27. En esta últim a ciudad fue confesor de la célebre es-34*6

33 Ibid. fol. 88.

34 Cfr.Catalog. prov. Novi Regni, 1668, n. 133; ARSI, N.R. et Q. 3.

33 Catálogos de 1684 y 1687.

36 C a tá lo g o d e 1 6 9 1 .

” Catálogo de 1702.
JUAN MANUEL PACHECO, S. J.
142

critora Sor Francisca Josefa de la Concepción Castillo y Guevara, como


lo consigna esta en su autobiografía28,
N om brado provincial de la provincia Q uito dio com ienzo a su go­
bierno en Popayán a mediados de abril de 1703. A llí se encontró con el
P. Daza, que regresaba a Santafé, y pudo enterarse del estado de la pro­
vincia29.
El P. General Miguel Angel Tam burini le escribía el 8 de diciembre
de 1704; “ M ucho nos ha edificado la resignación con que aceptó el go­
bierno de esa provincia y la p ro n titu d con que se puso luego a hacer
viaje tan largo, no obstante las m uchas dificultades en que se hallaba
V.R. y propuso aí P. Pedro Calderón. No dudo que V.R. habrá hallado
consuelo en obedecer a costa de ta n to trabajo, y que N uestro Señor ha­
brá prem iado su obediencia dándole luz y acierto en su gobierno, por
más que V.R. se tenga por tan inútil para él. En acabando V.R. su trie­
nio y entregado el oficio al sucesor, podrá volverse a su provincia del
Nuevo Reino, si los años y los achaques se lo perm iten, pues veo que
V.R. lo desea con ansia y lo pide como por prem io de las fatigas que le
ha causado la obediencia, y yo tengo p o r muy ju sto el concedérselo” 30.
En Q uito presidió la prim era congregación provincial de esta pro­
vincia, la que se reunió el 8 de setiembre de 1705. Uno de los postula­
dos de esta congregación fue el que se trabajase en Roma p o r la beati­
ficación de la hoy Santa Mariana de Jesús Paredes31.
El P. Tobar gobernó la provincia de Q uito hasta el 17 de noviem­
bre de 170632. Regresó a Santafé, y en enero de 1709 figura com o rec­
tor del Colegio M áxim o33. Pero en mayo de este mismo año de 1709
tiene ya el gobierno de la provincia, pues com o provincial da licencia,
el lo . de mayo, a los PP. Tomás Morales, Esteban de Araújo y Juan de
Puerta para hacer la renuncia de sus bienes34.

SOR FRANCISCA JOSEFA DE LA CONCEPCION, S u v id a , e s c r ita p o r e lla m is m a . (Bi­


blioteca de autores colom bianos, 1 0 3 ),p. 105-106, 149-150.

29 ¡QUAHEN, ]. Historia, 11,46,

30 Apud JOL'ANEN, J. H isi. II. 46.

31 Cfr, JOUANEN, Hist, II. 51; ESPINOSA POLIT, Aurelio, S.J. S a n ta M a ria n a de J e s ú s hija
d e la Compañía de Jesús, (Quito. 1957) p. 3 3 1 .

33 JOUANEN, i. H ist. 11,53.


35 .
El 4 de enero de 1709 da, com o rector del colegio de Santafé. junto con el P. Daza, provin­
cial. poder a Francisco Rodríguez de Cetina, procurador de la real audiencia, para todas las
causas ANB , Notaría 2 , t. 98 ( i 709) Col. 5 . v.

34 ANB, Notaría 2 , t. 98 (1 7 0 9 ) fols. 1 2 9 .1 3 0 y 131.


LA VISITA DLL P, FRANCISCO SIERRA
143

El colegio de Ocana

Continuaba el pleito sobre los bienes de la fun d ació n . La com pa­


ñía había apelado de la sentencia dada p o r el obispo de Santa M arta an te
el arzobispo de Santafé, El arzobispo Francisco Cossio y O tero anuló
todos los autos anteriores a esta apelación, y o rd en ó devolver a la Com ­
pañía todos los bienes asignados a la fundación del colegio p o r el capi­
tán Antonio García de Bonilla. Para hacer cum plir estas disposiciones el
P. Tobar dio poder, e] 26 de setiem bre de 1709, al P, Diego de Tapia,
rector del colegio de M om pós, y al P. M atías de T apia, re c to r del cole­
gio de Cartagena. Se les facultaba, adem ás, para e n tra r en u n a com posi­
ción con los que “ hayan p reten d id o o in te n ta d o algún d erech o ” sobre
estos bienes, y “ para en el caso o casos en que p o r parte de la religión
de la Compañía de Jesús les dieren sus derechos, puedan desistirse y re­
nunciar los de esta fundación en aquellas personas en quienes hubiere
de recaer la herencia o bienes de dicho A n to n io G arcía de Bonilla, difun­
to, o con título de institución hereditaria, o de legado o p o r o tro cual­
quiera modo, recaudando an te to d as cosas y asegurando los costos y
costas causados en el seguim iento de la causa, p o r haberse suplido p o r
parle de la provincia, respecto a que los referidos costos los causaron los
que movieron y siguieron dicho p leito , precisando a su religión a que
por defender sus derechos y la justicia que le asistía tos hiciese” 35.

Muerte del P. M artínez R ubio

El 3 de setiembre de 1709 m oría en Tunja el P. Ju an M artínez R u­


bio. Al dejar el cargo de provincial, en 1709, se le n o m b ró recto r del
Colegio Máximo de S antafé, oficio que desem peñaba en 17 0 2 36 . Pasó
luego de rector del colegio de T unja. A q u í dirigió espiritualm ente a la
Madre Sor Francisca Josefa de la C oncepción C astillo37, la que escribe
del P, Martínez Rubio: “ es increíble la caridad que Dios p o n ía en aque­
lla alma santa, para consolar y aliviar mi alm a, y así me consolaban y
Confortaban mi corazón las palabras; au n q u e yo no p o d ía hablarle con
la claridad, ni libertad que necesitaba” 38.
Un poco más adelante refiere: “ M uchos avisos tuve, de N uestro Se­
ñor me parece, para saber que pasaba de esta vida a la eterna el san to

33 ANB, N otarial, to m o 9 8 (1 7 0 9 ) fot. 195. Sobre el colegio de Ocafia, cfr. r. II, p, 33-46.

3Í Catalogo de 1702. Sobre el P. M artínez R ubio, cfr. i. II. p. 9 9 -1 0 0 .

31 SOR FRANCISCA JO S E F A D E LA C O N C E P C IO N ,Sír vid a ., p. ISO, 18 9. 19 4. 212.

38 ibid, cap. 29, p. 212.


JUAN MANUEL PACHECO, S. J.
144
padre, y para conocer el gran m érito de su alma y virtudes, que excuso
decir aquí; más a la hora que estaba expirando y en que m urió, sentí yo
en mi alma una gran ternura y ansia, que me hizo prorrum pir en mucho
danto, sin poder excusar el que lo vieran las religiosas, que estábamos
todas en el coro; mas no dije p or qué. Después me decían los padres que
un poco antes de expirar había m andado que vinieran a avisarme cómo
se partía ya de este m undo” 39,
F.1 F. M artínez Rubio dejó diversos escritos: m em oriales, cartas ne­
crológicas, e tc .40. Su escrito más notable es la “Relatio de statu praesenti
missionum, quas Planorum et Orinoci vocant, occasione capta ab eo
quod P. Vincenrius Loverso infidelium manibus sit ibi intermptus”, fe­
chada en Santafé el 13 de diciembre de 1693,
La dio a conocer en su tex to latino G iuseppe Rosso en 1940 en
Armali Lateranensi41. Una traducción castellana de esta relación, debida
al P. Manuel Briceño S.J., la publicó el P. José del Rey S J ., en su libro
“Documentos Jesuíticos relativos a la historia de ¡a Compañía de Jesús
en Venezuela”42.
Tres capítulos, fuera de una breve introducción, com prende la rela­
ción. El prim ero lleva por títu lo : “De Missione Planorum et Orinoci Jlu-
minis ingressu”; describe brevem ente la región y sus habitantes, y narra
la m uerte de los prim eros misioneros jesuítas que se establecieron en
1682 en el O rinoco. El segundo, con el titu lo de “Iterum Orinoci missio
e fundamentis stabUitur”, se refiere al segundo in ten to de establecerla
misión, hecho en 169 1, en el que ocupan lugar prim ordial las cartas del
P. Loverso. En el últim o, com o lo dice el títu lo ; “Patris Vincentii Lover­
so felix lethum missionisque itlius status proscribitur”, se narra la muer­
te del P. Loverso a manos de los caribes y las dificultades p or las que
atravesó la misión de los Llanos por aquellos años.
Esta narración fue conocida por el P. Juan de Rivero, quien la uti­
liza am pliam ente en el libro IV de su Historia de las Misiones de ¡os Lla­
nos de Casanare y ríos Orinoco y Meta 43.

39 Ib id .p . 213.
40 , . , „„
Clr. su ficha bibliografica en J. del REY S.J., D o c u m e n t o s J e s u í t i c o s r e la tiv o s a ¡a h isto ria
J e ia C o n i/ta ñ ía d e J e s ú s e n V e n e z u e la , p, XLVIII-XLIX.

4J
ROSSO. Giuseppe, I l c o n t r i b u t o d i u n m is s io n a r io g e s u ita ita lia n o a lia c o n o s c e n z a delia
g e o g r a fia c d e ll'e tn o lo g ia d e i S u d - A tn c r ìc a , Appendice documentaria, en A n n a l i L a t e r a n e li­
s i (Citta del Vaticano), 4 < 19401 145-15 8.

42
p. 143-168. Et P. Del Rey en la introducción de su obra tiene un estudio crítico sobre el P.
Ju a n Martínez Rubio y su informe (p, XLVIi -L X V ).
43
Sobre !a utilización del informe del P. Martínez Rubio por el P. Rivero, efr Del Rey op.
oit. p .L X I-L X lll.
LA VISITA D E L R FRANCISCO S I E R R A 145

III— La visita del P. Francisco Sierra

Envío de un visitador

Durante el provincialato del P. T o b ar llegó a la provincia el P. F ran ­


cisco Sierra com o visitador de las provincias del Nuevo Reino y Q uito.
Desconocemos los m otivos que m ovieron al padre general Miguel A n­
gel Tamburini para enviarlo. Quizás influyeron Ja rigidez con que go­
bernaban los superiores y los antagonism os de origen nacionalista que
dividían a españoles y am ericanos.
El 23 de diciem bre de 1709 ya se en co n trab a el P. Sierra en San­
ta til. pues ese día firma la visita hecha a la iglesia de San Ignacio44. Pe­
ro no parece que hubiese asum ido el gobierno de la provincia, al menos
durante algún tiem po, pues el P. T o b ar, el 11 de julio de 1710, nom bra
como provincial p ro cu rad o r de la C om pañía ante la audiencia al aboga­
do Juan V icente Sánchez de L eón45.
El P. T obar m urió en Santaí'é, al año siguiente, el 10 de m arzo de
1711. a los 67 años de ed ad 46 .

Disposiciones del P, Sierra

Las actuaciones del P. Sierra debieron de ser acertadas pues el P.


Tamburini se m ostró satisfecho de esta visita47,
Una de sus m edidas fue corregir cierto espíritu de rigidez que ya de
antiguo se notaba en la provincia. Recuérdese com o el P. Tirso G onzá­
lez reprobaba el sum o retiro y recogim iento en que se tenían a los p a ­
dres, y la desconfianza que m ostraban los superiores de sus sú b d ito s48.
Había padres graves que juzgaban relajación el conceder vacaciones y
paseos a los m aestros y estudiantes, y p reten d ían que debía lim itarse a
los operarios el tiem po que podían estar fuera de casa.
No era de este criterio el P. Sierra. C oncedió a Jos estudiantes las
vacaciones y descansos necesarios y q u itó las trabas que dificultaban el

1,4 Libro 5o. de la Iglesia y Sacristía d el C olegio d e la C om pañía d e Jesús de Santafé, fol. 220
220 v.

45 ANB. Notaría 2 , t. 9 9 11 7 1 0 ), ibis. 185 v - 1 8 6 v .

46 Catálogo di: la Provincia del Nuevo R eino, 1 7 1 1 , ARSI, N.R. et Q. 4 .; Libro 5o. de la Igle­
sia de San Ignacio, fol. 136 v.

47 Cfr. Astrain. Hist. V il, 4 4 0 4 4 1 .


48
Cfr. Tomo M. p. 199.
JUAN MANUEL PACHECO, S. J.
146
apostolado de los sacerdotes. Com o algunos criticasen estas medidas
juzgándolas perjudiciales, el P. Tam burini h u b o de confirm arlas y de ex­
poner el genuino espíritu de la C om pañía. En carta al P. Mimbela, a
quien el P. Sierra había dejado, al partir para Q uito, de viceprovincial,
d e cía :
“ Encargo a V .R . que mantenga y haga observar con exacción las
disposiciones y órdenes del padre visitador, haciendo entender a todos
que están aprobadas por mi, m ientras y o , inform ado expresamente, no
revocare algunas de sus órdenes. Estos no han sido bien recibidos de al­
gunos sujetos de autoridad de la provincia, que juzgando que el espíritu
de la C om pañía consiste en retiro de tra to con los seglares y en exterio­
ridades, juzgaban grande observancia el estarse en casa retirados en un
quietísim o ocio. Por opuesto a éste, juzgan relajación el orden de que
no se les señale tiem po de estarse fuera de casa los que son llamados a
enfermos o m oribundos. Como si pudiera tasarse el tiem po de las con­
fesiones, que unas necesitarán de más y otras de m enos; o pudiera el
confesor señalar el tiem po en que ha de m orir el enferm o que desead
consuelo de tenerle en su m uerte a la cabecera. Para evitarlos inconve­
nientes que dice, tiene la regla señalado el rem edio, que es estar el com­
pañero a la vista.
“Tam bién cuentan com o relajación, que el P. V isitador ha introdu­
cido el orden de que los m aestros salgan de casa el día de asueto. £n
esto ordenó el padre lo mismo que se observa en toda la Compañía y
ordena expresam ente el Ratío studiorum. Cuando se supiere que algu­
no de los m aestros, en lugar de irse al cam po, se va a visitas que tengan
inconveniente, al superior inm ediato toca el corregirle y darle peniten­
cia o privarle de salir de casa; pero en lo general, ios maestros han de te­
ner el alivio de salir los jueves, pues lo m erecen muy bien, si cumplen
com o deben su obligación. Para que se observen, pues, estos y los otros
órdenes que hubiere dado el padre visitador, ha de aplicar V.R. todo su
celo, pues oigo con escándalo que m uchos, (y algunos de autoridad en
la provincia, que cuentan por relajación, ajena al espíritu de la Compa­
ñía, los órdenes arriba dichos, están lejos del espíritu de ella, que es una
rendida obediencia a la m ínim a señal de la voluntad del superior), se
han atrevido a contradecir y no poner en ejecución lo que el padre visi­
tador ha ordenado. Al que faltare en este p u n to , sin distinción de sujetos,
castigúelo V .R .” 49 .
Y en otra carta de la misma fecha se refería el padre general a otro
defecto que le daba especial cuidado: el espíritu nacionalista.

T a m b u r i n i a M im b e la (3 d ic ie m b r e 1 7 1 1 ) ; A P T . C a i t a s P P . G e n e r a le s , leg . 1 3 2 , fols. 193-


1 9 4 ; C f r . A s tra in , V I I , 4 4 1 - 4 4 2 ,
LA VISITA DF.L P. FRANCISCO SIERRA
147

“Lo que más cuidado m e da en esa provincia, escribía al m ism o P.


Mimbela, es el espíritu de nacionalidad, que p o r las cartas que vienen y
otros avisos, reconozco está m uy vivo. A desarraigar este, deseo y ruego
a V,R. aplique todo su c o n ato y religioso celo, haciendo que todos se
persuadan que para ningún oficio juzgaré a p to aquel, sea de la nación
que se fuere, que estuviese tocado de tan indigno vicio, peste de toda
observancia y buen gobierno y que tira a destruir el ser de la C om pañía,
que no puede conservarse sin la unión de los m iem bros en tre sí. Sepan
todos y V.R. lo ejecute sin distinción de personas, que de aquel se hará
más caso que fuere más religioso, y a aquel se darán los oficios de más
estimación que fuere para ellos m ás ap to ; pues siendo todos herm anos
en Jesucristo, y tan im pertinente para el caso el lugar del nacim iento,
esta circunstancia para nada debe atrasar ni ad elan tar. Ponga en este
punto V.R. un sum o cuidado y en castigar con severidad a los que a n ­
dan haciendo la distinción de indianos y eu ro p eo s” 50

Otros asuntos

En algunos enojosos asuntos hubo tam bién de intervenir el P. Sie­


rra. El P.T am burini le ordenó investigarlas actuaciones del P. Pom peyo
Carcasio, superior de las m isiones de los Llanos. “ C uando visite V .R . las
misiones, le escribía, se inform ará del P . Pom peo C arcaseo, superior de
ellas, y del m odo que ha tenido en gobernar y tra ta r a sus súbditos, y si
es verdad que ha in troducido el obligar a los indios a las hilanzas para
que tengan ese útil los gobernadores, y hallando que este cargo subsiste,
dará V.R. al padre una buena penitencia, para que todos aprendan a m i­
rar a los neófitos con am or” 51.
No sabemos si tuvo que ver con esta co n d u cta del P. Carcasio el ju ­
ramento que se im puso a los m isioneros de los Llanos de d ar cuenta de
sus entradas y gastos, ju ram en to del que pedía la congregación provin­
cial de 1720 se librara a los m isioneros5253.
Ai partir el P. Sierra para Q uito dejó ordenado al P.M im bela que
presentara renuncia de las doctrinas de los Llanos, renuncia que, com o
veremos más adelante, no fue adm itida por las autoridades. El 8 de sep­
tiembre de 1711 ya se encontraba el padre visitador e n Q u ito 5·*. Visita­

50 T a m b u rin i a M im b e la (3 d i c i e m b r e 1 7 1 1 , 2 a . carta): A T T . le g . 1 3 2 . fo ls . 1 9 1 · 19 2 : C f r A s-
tra in , V H , 4 4 2 4 4 3

51 T a m b u iin i al P. F r a n c is c o S ie r r a , v i s i t a d o r ( S e p t i c i n b r o 1 4 , 1 7 1 0 ) ; A P T , leg . 1 3 2 , f o l, 1 8 9 .

5Î A R S I. C o n g r . P r o v ., t . 8 8 , f o l . 3 2 6 .

53 JO UANEN.J. Hist. 11,63.


JUAN MANUEL PACHECO, S. J.
148

da la provincia de Q uito regresó al Nuevo R eino. El 11 de julio de 1713


firmaba en Santafé el acta de una nueva visita de la iglesia de San Igna­
cio545, y días antes había concedido perm iso, como visitador y vicepro­
vincial, al P. Ignacio de M eaurío, rector del Colegio de Santafé, para
vender algunas tiendas ss.
Antes de regresar a Europa debió de prom ulgar el nuevo gobierno
de la provincia; enviado desde 1711 p or el P. Tamburini: Provincial: P.
Mateo M imbela; rector del Colegio M áxim o, P. Ignacio de M eaurio; rec­
to r del colegio de Tunja, P. Francisco Javier de U rbina; rector del cole­
gio de las Nieves, P. Cristóbal de Céspedes; rector del colegio de Carta­
gena, P. Juan de R ibera; rector del colegio de Santo D om ingo, P. Fran­
cisco Méndez; rector del colegio de H onda, P. Pedro de Carvajal; rector
del colegio de Pam plona, P. Francisco A ntonio González; rector del co­
legio de M ompós, P. Gjnés M arín; y rector del colegio de M érida,P. Mi­
guel de Heredia. Señalaba com o consultores ordinarios del provincial a
los PP. Ignacio de M eaurio, Francisco Daza, Juan Valenciano y el socio
que escogiera el padre provincial56.
El P. Sierra era natural de M adrid, en donde había nacido el 6 de
diciembre de 1661. Ingresó en la C om pañía en la provincia deToledo el
6 de agosto de 1675, Fue tam bién provincial de Toledo visitador déla
provincia de Aragón y asistente de España de 1723 a 1737. Murió en
Roma el 4 de diciembre de 173757 ,

54 L ib r o S o . d e la Ig le s ia d e S a n Ig n a c io , fo is . 2 2 0 v - 2 2 1 .

55 A N B , N o t a r ía 3 , t. 14 1 ( 1 7 1 6 - 1 7 1 7 ) , fo l. 1 2 8 .

56 Tamburini a M im b e la (3 d ic ie m b r e 1 7 1 1 ) ; A P T , le g . 1 3 2 , fo l. 2 0 0 . E n e s to s n o m b ra m ie n ­
t o s se p r e s e n t a r o n n u m e r o s o s c a m b io s , d e lo q u e se q u e ja b a el P . T a m b u r i n i e n c a r ta al P,
M im b e la d e 16 d e m a r z o d e 1 7 1 5 .

57 S o b re e l P. S ie rra c f r . S O M M E R V O G E L , B i b li o t h . V I I , 1 2 0 1 .
CAPITULO III

P. MATEO MIMBELA 1

I—El P. Mimbela Viceprovincial

Antecedentes

Al partir para Q uito ei P. Sierra dejó, com o ya anotam os, p o r vice-


provincial del Nuevo Reino al P. M ateo Mimbela. H abía nacido el P.
Mimbela en Fraga (A ragón) en 1663 en una cristiana familia. Tres de
sus hermanos se consagraron com o él a Dios en la vida religiosa. Manuel
abrazó la orden franciscana, y llegó a ser obispo de G uadalajara en Méji­
co2. Jaime vistió el hábito dom inicano, m isionó en las Filipinas en don­
de fue catedrático de la Universidad de Santo Tom ás, y vino a América
nombrado obispo de Santa Cruz de la Sierra, y luego de Trujillo (P erú)3 .
Sor Bernarda fue abadesa del m onasterio de bernardas en Zaragoza4 .
Mateo ingresó en la C om pañía de Jesús el 2 1 de noviembre de 1677,
a los catorce años, en el noviciado de Tarragona. Sus estudios de fisolo-
fía y teología los hizo en Zaragoza. H abiendo pedido instantáneam ente
d consagrarse a las misiones de infieles, fue destinado a las misiones de
la pronvincia del Nuevo Reino. No pudíendo em barcarse p or aquellos

1 Sobre cl P. Mimbela cfr, CASSAN1, Jose, Hist. p. 605-618; RESTREPO, La Compartía


de Jesús en Colombia, p . 3 9 3 - 3 9 4 ,

' Fr. Manuel de Mimbela O.E.M, fue nombrado obispo de Guadalajara el 26 de febrero de
1714; murió el 4 de mayo de 1721; cfr. EUBEL C -R IT Z L E R , R .— SEFRIN, P. Hierar­
chie Calholica M edil e t R ecen t io n s Aevi, V , 214.

3 Fr. Ja im e M ú n b e la , n a c i d o e n F r a g a , b a u t i z a d o e l 2 0 d e a b r il d e 1 6 6 6 , h iz o la p r o f e s i ó n
religiosa e n 1 6 8 2 ; f u e n o m b r a d o o b i s p o d e S a n t a C r u z d e la S ie r r a e l 2 6 d e f e b r e r o d e
1714 ; tr a s la d a d o a T r u ji l lo el 2 0 d e m a r z o d e 1 7 2 0 ; m u r i ó el 4 d e a g o s to d e 1 7 3 9 ( E U B E L ,
C. Op. c it. V , 176 y 3 9 3 ) C f r . V A R G A S U G A R T E , R u b e n S .J .H istoria de la Iglesia en el
Perú. IV , 6 1 -6 5 ).

4 CASSANI, H is t. 6 0 5
JUAN MANUEL PACHECO, S. J.
150

días, pasó a Alcalá en donde term inó su teología. Poco antes de venira
América recibió en Sevilla la ordenación sacerdotal5 .
Llegó a Cartagena el 3 de mayo de 1690 en la expedición de misio­
neros traída por el P. Juan de Segovia. Terminada la tercera probación
en Tunja, fue destinado al colegio de Santafé com o ministro y profesor
de filosofía en la Universidad Javeriana6 . Se conservan manuscritas las
lecciones que dictó en 1693, copiadas por uno de sus discípulos, Juan
de Herrera. Es el “ Physices tractatus”al que sigue un breve tratado so­
bre astronom ía7. Tradujo y publicó algunos capítulos de esta obra Juan
David García Bacca, en su “ antología del pensamiento filosófico en Co­
lombia“ 8 .
Un paréntesis en su docencia fue la excursión misionera que-en
1695 hizo a los Llanos Orientales por orden del P. Altamirano, para ex­
plorar la región llamada entonces Airico, o sea los territorios situados al
sur del río Meta. Vuelto a Santafé y rendido su informe, se le destinó a
la enseñanza de la teología. “ Ningún año, escribe Cassani, repitió mate­
ria, trabajando de nuevo cada año lo que había de dictar. Sólo un año
repitió una materia dictada dos años antes, porque había logrado tanto

5 C A S S A M , t f iif . 6 0 5 -6 0 7

6 C a ta lo g o d e k P ro v in c ia d e i N u e v o R e in o , 1 6 9 1 A R S I, N .R . c t. Q , 4 .

7 C fr. Q U E C F D O , F . Manuscritos teologico-fiiosoficos coloniales santaferehos, E X , 2 (1952)


2 8 3 ; R IV A S S A C C O N I, J .M ., EI L a t i n e n C o lo m b ia , p . 9 9 - 1 0 0 . E s el M ss. 1 4 9 d e la B i-
b lio te c a N a c io n a l d e C o lo m b ia . L leva e s t a p o r ta d a ; "Physices tractatus, per R.P. Mathaeum
Mimbela Societatis /esu, dignissimum philosophiae catedrae (sic) praeceptorem huius Xs·
verianae Accademiae civitatis Sanctaftdensis. Die vegesima mensis Octobris, anno a Nativi­
tate D om ini 1693 loanne de Herrera, au ditore” 1 4 8 fo ls. E s ta d iv id id o e n lo s siguientes
lib ro s : L ib e r 1: De p r in c ip iis in trin s e c is e n tis n a tu r a lis ; L ib e r I I : D e n a t u r a , a r te e t causis;
L ib e r III: De m o t u , a c tio n e e t p a s s io n e . D e i n f in i t o ; L ib e r IV : D e lo c o , v a c u o e t tem pore;
L ib e r V i: Dc c o n ti n u o : { F a lta el lib r o V I I ) ; L ib e r V III; A n a liq u a c r e a tu r a p o t u e r i t esse ab
a e te rn o .
Despues d e i in d ic e v ie n e u n t r a t a d o s o b r e a s t r o n o m i a sin t i t u l o . E n e l h a b la d e un eclip«
so la r to ta ! q u e fu e v isib lc e n S a n ta fe : “ ... in hac civitate Sancta Fidens i die 23 Augusti
anno Domini 1691 Luna operuit solem, taliter u t eum absolute non videremus", (fo l. 7 v.)
D c fie n d e c o n tr a C o p e r n ic o el s is te m a s o la r dc T o lo m e o : “Certeissimum est contra Nicolaum
Copernicum. sequentem Pytagoram et Aristarcum, m overi astra e t non terram, u t constat
ex locis Sacrae Scripturae supra allegatis, in quibus m otus sem per tribuit astris e t non te­
rrae. Et evidenti ratione demonstratur, nam si terra m overetur e t non astra, sequeretur
quando quis directe sursum proiicit sagittam magna vi, non caderet in terram aut super
prolicientem , sed in loco distanti, u t accidit quando cx navi velociter m ota lapis aut sagitta
proiecit" ( f o l, 9 ) . T e rm in a c o n e s ta s p a la b ra s : "Ei haec brevis notitia de coelo et astris suf­
ficiar ad phylosophum purum; nam alia, quae hic exagitari solet, vel ad theologos vel ad as­
trologos spectant" (fo l. 12 v>.
O
C A R C I A B A C C A . J u a n David, An tolog ia dei pensam iento fdosoH co en Colombia. p . 201-
232.
P. MATEO MJMBELA
151
¿plauso, que deseosos de tenerla todos, le pidieron con instancia su re­
petición”5.
Su curso de 1699 versó sobre ia esencia y atrib u to s de D io s**10. Fue
el primero que dictó después de su regreso de los Llanos. “ H abiendo
interrumpido por tres años las labores escolásticas, dice en el prólogo,
me veo obligado a com enzar de nuevo la tarea... Procuraré suplir con un
ímprobo trabajo lo que la angustia del tiem po me ha negado” 11.
Fue prefecto de estudios d é la Universidad Javeriana, y en 1702 era
secretario y socio del P. Provincial, Pedro C ald eró n 12. C om o vacase el
rectorado del colegio de T unja y no hubiese llegado a Santafé el nom bra­
miento de Roma, el P. Provincial lo designó vicerrector y m aestro de
novicios. Logró el P. Mimbela que se le exonerase de este cargo, pero a
poco llegó el nom bram iento que de él hacia el P. G eneral para el m ismo
cargo, y no tuvo más recurso que o b ed ecer.13.
Siendo rector del colegio de T unja, h u b o de venir a S an tafé14 ; de re­
greso a Tunja, no lejos de esta ciudad, se le encabritó el caballo y fue
derribado en tierra. El resultado de la caída fue una pierna ro ta . Pudo
llegara Tunja, pero no encontró allí sino un inhábil m édico que durante
año y medio no hizo otra cosa que ato rm entarle. AI cabo de este tiem ­
po se le soldaron los huesos, pero le quedó de por vida un p erp etu o do-
lora] caminar.
Durante varios años estuvo al frente del noviciado de T u n ja 15. En
1711 el P. Sierra le dejaba por viceprovincíal.

’ Hìst, m

1(1 Trùciotus de Essentia ex A ttrib u tis D eiP .R .P . M ateum (sicj M im bela Vcspertinae Cathedrae
Moderatorem dignisamum. Initium d e d i die Ì 9 m ensis o cto b ris A n n o 1699. M ss. d e la
Academia de H is to ria , i n c l u i d o e n u n o d e l P . J o s é M . d e H e r r e r a . C f r . Q u e c c d o ,/ « ? . cit. p .
241-243.

11 Cír.Q ueced o ,a n . cit. 242.


p
* Catálogo de la P ro v in c ia d e l N u e v o R e in o , 1 7 0 2 .

1J CASSAM I, Hist. 6 1 1

14 ·
Según eí P. C assani (p . 6 1 1 ) e l P . M im b e la h a b í a v e n id o a S a n t a í c , p o r o r d e n d e l P . S ie r r a ,
a verse con su h e r m a n o J a im e q u e p a s a b a p o r e s t a c iu d a d d e s p u é s d e h a b e r r e c i b id o la c o n ­
sagración e p isco p a l e n C a r ta g e n a . El s e ñ o r M im b e la n o p u d o s e r c o n s a g r a d o e n C a r ta g e n a ,
pues esta sede n o tu v o o b i s p o c o n s a g r a d o d e s d e 1 6 9 1 a 1 7 1 6 . A d e m á s su s b u l a s p a r a S a n ta
Cruz de La S ierra so n d e l 2 6 d e f e b r e r o d e 1 7 1 4 , Si p a s ó p o r S a n t a f é , y a c o n s a g r a d o , el P ,
Mimbela ya n o e ra r e c to r d e l c o le g io d e T u n ja .

15 “En este e sta d o , e sc rib e C a s s a n i, p r o s i g u i ó p o r o c h o a ñ o s r e c t o r d e l N o v i c ia d o " ( p . 61 3 ).


JUAN MANUEL PACHECO, S. J.
152

La congregación provincial de 1711

El P. Sierra había convocado la congregación provincial para el 8 de


septiembre de 1711. Bajo la presidencia del P. Mimbela se reunió el día
fijado. Participaron en ella 29 padres. Secretario fue elegido el P. Andrés
de Molina. El día 10 se verificó la elección de procuradores. En el pri­
m er escrutinio fue elegido por 24 votos prim er procurador el P. Matías
de Tapia, a la sazón rector del colegio de Cartagena, en segundo lugar,
por 17 votos, el P. Pom peyo Carcasio, y en tercer lugar el P. Juan Ma­
nuel Romero, rector de San Bartolomé.
Uno de los primeros tratados en la congregación fué la beatificación
del P. Pedro Claver. Los padres congregados m anifestaron su esperanza
de verlo pronto en el catálogo de los beatos y propusieron diversos me­
dios para reunir el dinero necesario para los gastos de la causa.
Pidió tam bién la congregación que no concurriesen el mismo día 10
de octubre, las fiestas de San Luis Beltrán, declarado patrono del Nuevo
Reino, y de San Francisco de Borja, lo que pedía tam bién el cabildo ca­
tedral y el cabildo de la ciudad.
Toda la congregación, por voto unánim e, decidió pedir al rey la su­
presión del colegio de la isla de Santo Domingo, por la distancia a que ;
estaba del resto de la provincia, y los fuertes gastos que ocasionaban los :
viajes de los sujetos destinados a este colegio. A este postulado respon­
dió el padre general Miguel Angel Tamburini; “Creemos que no se debe
innovar nada” .
Otros de los postulados versaban sobre la disminución de las conclu­
siones o actos académicos en las facultades de teología y filosofía, dado
el escaso núm ero de alumnos, y sobre el declarar hábiles para los bene­
ficios y dignidades eclesiásticas a los expulsos de la Com pañía, como
cosa más conform e a la caridad y edificación. El arzobispo Urbina, ano- ;
taba la congregación, se había negado a ordenar a los jesuítas si no se les
asignaba antes patrim onio, para el caso de salir de la Com pañía.
Finalm ente decidió la congregación no pedir por el m om ento a las
provincias de Europa nuevos refuerzos de misioneros, pues la pobreza >
de la provincia y de ios colegios no perm itía sufragar los gastos16 j

Los procuradores ·
I;
Los dos procuradores elegidos eran, como anotam os, los PP, Matías s!
de Tapia y Pom peyo Carcasio. El prim ero había nacido en Mcdellínel |

16 A.RS1, C o n g r. P ro v . t. 8 7 , f o ts . 2 8 6 s$.
P. MATEO MIMBELA
153

25 de octubre de 1657. H abía sido re c to r de los colegios de Mérida, y


Las Nieves en Santafé, y lo era en 1711 del de Cartagena, El P. Carcasío.
era italiano, nacido en Capua el 30 de m ayo de 1666 entró en la Com­
pañía en la provincia de Ñapóles, el 4 de ju n io de 1681, y vino al Nuevo
Reino, ya sacerdote, en 1694. Había sido superior de la misión de los
Llanos,
El 23 de diciembre de 1711 el P. M imbela daba su poder a los dos
procuradores. Especialm ente los com isionaba para pedir al rey alguna li­
mosna, de las vacantes de los obispados, y para sufragar los gastos de la
beatificación del P. Claver; debían obtener la confirm ación de los grados
en cánones dados por la Universidad Javeriana, y dos becas reales para
los estudiantes de esta facultad , y conseguir finalm ente, para que “en
caso que se m antenga el colegio de la C om pañía de Jesús de la isla Es­
pañola de Santo Dom ingo, se dé providencia... para que se paguen los
viáticos de los sujetos que van y vienen del colegio de dicha isla” 17.
El P. Carcasio llegó prim ero a Europa, pues el P. Tapia, por haber­
se retirado a M ompós, perdió esta ocasión de em barcarse18. Lo hizo
más tarde, en un navio extranjero, lo que le ocasionó algunas dificulta­
des al presentar sus credenciales en España19 ,
En 1714 se encontraba el P. Tapia en Madrid. En septiem bre de este
año presentaba al rey los autos sobre la renuncia que hizo la C om pañía
de las doctrinas de P auto, Tame y M acaguane, renuncia que no había
sido aceptada por las autoridades del Nuevo R eino20. Ai año siguiente
pedía que del producto de la bula de Ja Cruzada en los partidos de Tun-
ja y los Llanos, se pagase a los m isioneros de los Llanos su estipendio y
a los soldados de la escolta su sueldo. Para reforzar esta petición hizo
imprimir un escritor que tituló: “Mudo lam ento de la vastísima y num e­
rosa gentilidad, que h abita las dilatadas márgenes del caudaloso O rino­
co, su origen, y sus vertientes, a los piadosos oídos de Ja Majestad C ató­
lica de las Espadas, nuestro señor don Felipe V, que Dios guarde” 21. El

ANB, Notaría 2a. t. 100 (1711) fols. 343 - 344.


jg
El P. Tamburmi avisaba, en carta del 8 de mayo de 1713, la llegada a Europa del P. Pompe-
yo Carcasio. “ perdiendo e] P. Tapia su viaje por haberse retirado a Mompox” ; APT. leg.
132, Cartas del PP. Generales, fol. 204.
19
Cfr. DEL REY, José', Documentos jesuíticos, p. L X X IX . Por una real cédula de 4 de di­
ciembre de 1708 se había prohibido a todos, eclesiásticos y seculares, embarcarse en na­
vio que no fuese español (ANB, Reales Cédulas, t.6, fol. 14S).

10 AGI, Santafé, leg. 4 0 3 .


21 <■
AGI, Santafé, leg. 403: “Consulta del Consejo de Indias, representando a S.M. las órdenes
y providencias que se deberán expedir para el fomento de las Misiones del Orinoco” . En
esta consulta se dice: “ Antes de haberse visto en el Consejo el memoria] expresado se díg-
JU A N MANUEL PACHECO, S. J.
154

Consejo y el rey accedieron gustosos a estas peticiones. El rey ordenó


que se señalara un núm ero suficiente de soldados para p ro teg er la vida
de los m isioneros22.
Esta benevolencia real anim ó al P. Tapia a ped ir que el número de
soldados fuera elevado de 25 a 36, y se le s asignara ei m ism o sueldo de
los oficiales y soldados de C artagena y Santa M arta, Pidió adem ás que a
los m isioneros se les ascendiera de 180 a 200 pesos el estipendio, por es­
ta r á n regiones tan lejanas, y se les diese, para la prim era en trad a, cálices
y ornam entos. F inalm ente solicitó cu atro o cinco pedreros para el fuer­
te de Carichana, sobre el O rinoco, pues con fusiles y escopetas no se
p o d ía im pedir el paso de las em barcaciones enemigas. A to d o accedió
el C onsejo; más aún, dispuso que si eran necesarios más soldados “ se les
den a los m isioneros con to d o ío demás que se juzgare necesario para
conseguir el feliz suceso de atraer aquellas almas al conocim iento de
nuestra santa ley’' 23,
F ru to de to d o esto fueron dos reales cédulas, fechadas el 10 de
m ayo de 1716, en las que se facultaba al provincial de la C om pañía de
Jesús dei Nuevo Reino para presentar al gobierno una terna de oficiales,
entre los que se debía escoger el capitán de la escolta de las misiones24,
asignaba a los soldados de esta escolta el m ism o sueldo d elo sd e Cartagena
y Santa M arta, subía de 180 a 200 pesos el estipendio de los misione­
ros25 .

nó V.M. remitir a él, con papel de don Manuel de Vadillo y Velazco de 17 de julio de este
año, un impreso dilatado que por parte de la Compañía de Jesús se puso en las reales ma­
nos de V.M., en que con particular expresión describe la numerosa gentilidad que habita
las márgenes del río Orinoco, cuyas almas son legítimas acreedoras al católico celo de
V.M. y sus reales haberes para lograr el soberano fin de su conversión, añadiendo el su­
ceso de la muerte de los misioneros que quedaron sin escolta, y manda V.M. que sobit
su contenido represente a V.M. lo que se le ofreciere y pareciere” .
El Memorial del P. Tapia fue de nuevo publicado por el P. José del Rey en D ocum entos
J e s u ític o s relativos a la h isto ria d e la Compañía d e Jesús en V e n e z u e la p. 169-213. De
él hablaremos más adelante.
22 Ibid. “ Me conformo en todo con el Consejo y mando que en las órdenes que se expidiere
se prevengan que desde luego se señale el número proporcionado de soldados para asegurar
estas misiones, y que a cJlos y a los religiosos se les consignen los sueldos y socorros com­
petentes para su manutención” .

23 “ Consulta del Consejo de Indias a S.M. expresando su parecer de que se acceda a las preten­
siones de la Compañía de Jesús para cf más seguro logro de las Misiones del Orinoco”;
AG I, Santafé, leg, 403.
ja ,
Real Cédula al Presidente de Santa fe sobre el nombramiento de oficial de la escolta de las
misiones del río Orinoco; AG I, Santafé, leg. 271.
25
Real Cédula al Presidente de Santa Fe previniéndole haberse aumentado hasta 200 pesos
la cantidad que se daba a los Religiosos Misioneros de la Compañía de Jesús; A G I. Santafé,
leg. 271.
F

P. MATEO MIMBELA
155

Otro memorial del P. Tapia versa sobre los indios cantores de las mi­
siones. Representa que el rey ha exim ido de pagar trib u to , en los pue­
blos de Fontibón, Pauto, San Salvador de Casanare, a cuatro indios can­
tores, para que puedan solem nizar los oficios divinos. Pero com o este
número de cantores es tan pequeño, los m isioneros han tenido que aña­
dirles doce a catorce m uchachos. A estos los m isioneros los educan en
la misma casa parroquial, enseñándoles a leer, escribir y contar, sirvien­
do de maestros los cuatro indios cantores.
Las ventajas de este m étodo han sido grandes, pues en el coro no só­
lo toman parte los cuatro cantores señalados, “ sino cinco o seis m ucha­
chos tiples, organista, bajón y cornetilla, por otros cuatro o cinco que
tocan sacabuche y chirim ías, y otros con cajas y clarín ” . Además “cria­
dos estos niños desde cinco o seis años hasta los dieciseis (en que salen
de la escuela a pagar trib u to ) en sujeción y buenas costum bres, en su
edad crecida son los de menos vicios y más seguros en la fe” . Son ya
muchos los que así se han form ado; gozan entre los demás indios de
mayor prestigio, com o m ejor educados e instruidos, y ayudan grande­
mente a los párrocos, a quienes tienen gran cariño. Por últim o aprenden
muy bien la lengua española, y con “ su com ercio la m ayor parte del
pueblo viene a entenderla; que es la m ayor conveniencia para la cristian­
dad, como ha sido el m ayor im pedim ento la diversidad de lenguas” .
Pero es un gran inconveniente que estos m uchachos tengan que salir
a trabajar a los diecisesis años para poder pagar el trib u to , pues pierden
los misioneros las mejores voces del coro y los de m ejores costum bres;
“prepondera y com enta, la necesidad del trib u to a este divino c u lto ” .
Pide que se eximan de pagar trib u to , que es de 8 pesos en F ontibón,
y menos en Pauto y San Salvador de Casanare, a otros seis indios canto­
res16 .
Respecto del colegio de Santo Domingo obtuvo el P. Tapia, como
ya vimos, que se urgiera a los oficiales reales de Santafé, por real cédula
del 20 de septiem bre de 1716, el pago de los gastos de viaje de los jesuí­
tas destinados a este colegio17 .
Otra petición del P, Tapia motivó la real cédula de 22 de septiembre
de 1716 dirigida al arzobispo de Santafé. Le pedía el rey rem itir al Con­
sejo los estatutos de la Universidad Javeriana, pues el P. Tapia había re­
presentado que esta Universidad se regía por los estatu to s de la Univer­
sidad de Alcalá, y en esta estaba ordenado que para recibir el grado de
doctor en teología se requería ser clérigo de orden sacro. El que se gra-

16 AGI, Santafé, Icg. 403.

17 ANB, Curas y obispos, t. 36, fols. 141-143;cfr. supra, lib. lo., cap. V, p.
JUAN MANUEL PACHECO. S. J.
156
duaba en teología no podía contraer m atrim onio, so pena de dos mil
pesos de m ulta. En Santafé, en los últim os años, dos doctores en teolo­
gía habían contraído m atrim onio; la universidad recurrió a la audiencia
pidiendo la ejecución de la pena, pero la audiencia la negó alegando que
esto no se había practicado, “ siendo así, decía el P. Tapia, que ha pro­
cedido de no haber habido caso de contravención al e sta tu to ” . El Con­
sejo consideraba “ que e! referido procurador no ha presentado los esta­
tutos de la expresada universidad, ni justificado los dos casos de contra­
vención, ni lo demás que expone” , pero para que se pueda deliberar esta
m ateria con el pleno conocim iento que se debe, proseguía diciendo el
rey, atendiendo al m ayor decoro del sagrado objeto de la facultad que
se trata, he querido rogaros y encargaros, com o lo hago, me informéis
por vuestra parte con toda expresión lo que en razón de este asunto se
os ofreciere y pareciere” 28.
Más adelante hablarem os de la expedición de m isioneros que prepa;
ró el P. Tapia, y de su m uerte.
Nada sabemos del segundo procurador, P. Pom peyo Carcasio. No
volvió al Nuevo Reino, ignoramos por qué motivos.

Estado de la provincia

En el catálogo de la provincia del Nuevo Reino, correspondiente al


año de 1711, aparecen las mismas casas que ten ía en 1702, con excep­
ción de la residencia de Ocaña que había desaparecido. La casa de Santo
Domingo figura ya como colegio. El núm ero de sujetos es de 148, vein­
te más que en 1702. Los sacerdotes son 85, 21 los escolares y 42 los
hermanos coadjutores. Los sacerdotes han aum entado en 18, mientras
el núm ero de los escolares y coadjutores perm anece prácticam ente el
mismo. El núm ero de novicios es escaso: cuatro escolares y cuatro coad­
jutores.
Por nacionalidades los sacerdotes se dividen así: 52 nacidos en el
Nuevo Reino, 26 españoles, 3 belgas, 3 italianos y uno de Bohemia. En­
tre los herm anos coadjutores predom inan los españoles, pues llegan a
23; once son del Nuevo Reino, dos son portugueses, dos italianos, uno

2o
AGI, Santafc, Icg. 271: Real Cédula al Arzobispo de Santafé pata que informe sobre la pre­
tensión de la Compañía de Jesús relativa a no poder contraer matrimonio los graduados en
teología. Copia esta real cédula el P. José Abel SALAZAR , Los estudios eclesiásticos supe­
riores en el Nuevo Reino de Granada, p. 664-666, nota 129. En el texto dice: “ Ignoramos
el curso y remate de este incidente, pero suponemos fueia en contra de la Javeriana, ajuz­
gar por el criterio de la Corona en casos semejantes".
P. MATEO MIMBELA
157

belga39, otro irlandés2930 y otro dinamarqués31. Los escolares eran 16 del


Nuevo Reino, 4 españoles y un cubano323.
Del mismo año de 1711 es una síntesis de la situación economía de
los diversos colegios.
El de Santafé poseía 9 haciendas, 3 casas, 31 tiendas, un molino y
una tenería. Todo esto producía al año la suma de 18.178 pesos. Las
rentas de! molino y de doce tiendas las había cedido el colegio a la fa­
cultad de leyes. Con las rentas restantes con dificultad sostenía a sus 69
moradores. De agosto de 1710 a julio de 1711 habían entrado 15.716
pesos, 6 reales, pero los gastos en el mismo lapso de tiem po habían su­
bido a 18.818 pesos, 2 reales, lo que daba un déficit de 3.102 pesos,
4 reales.
El de Cartagena contaba con tres haciendas destinadas a los cultivos
de maíz, yuca, caña de azúcar y plátano, y otra a la ganadería. Poseía
un tejar en Tierrabomba. Contaba además con el arrendam iento de 60
casas y tiendas. Las entradas en total subían a 9.987 patacones. No te­
nía deudas. Su situación económica era holgada, y podía sustentar no
sólo a los 14 religiosos con que contaba sino a 12 más. En los últim os
cuatro años se habían adquirido nuevos ornam entos y muebles, cons­
truido y dorado algunos altares y comprado 38 esclavos.
En cambio la situación del colegio de Mompós era difícil. Conta­
ba con cuatro sacerdotes y dos donados, pero sus rentas anuales, 1.004
pesos apenas bastaban para sustentarlos, pues tenía un censo de 230 pe­
sos en su contra. Algo aliviaban la situación las limosnas de los fieles,
con las que se había levantado el templo, el mejor de la villa.

29 Lleva el nombredelH. Joan Fernández, nacido hacia 164 8: entró en la compañía el 23 de


diciembre de 1673; residió largos años en los colegios de Mompós y Santo Domingo. Mudó
en Santo Domingo el 23 de agosto de 1722,

30 Es el H. Tomás Luis, "hibernus” (Catal. 1711), nacido hacia 1648;entró en la Compañía


el 16 de agosto de 1672; vivió en Santafé y en Pamplona; murió en Santafé el 19 de mayo
de 1722.

3* Aparece con el nombre del H. Juan de Robles, “dinamarquensis” (Catal. de 1684), “ Dan-
luis" (Catál. de 1711). Desempeñó los oficios de carpintero y herrero. Murió en Santafé el
28 de diciembre de 1729.

33 Era cubano el P. Vicente Ramos, nacido el 13 de enero de 1687. fueron sus padres el sar­
gento mayor don Juan Ramos y doña María teresa I-crrer. Entró en la Compañía el 30 de
octubre de 1705 (Catal. de 1711). El 3 de julio de 1721 el P. francisco Javier de L'rbina,
rector del colegio de Santafé,daba poder a don Pedro Manuel de Santacruz, deán de la ca­
tedral de La Habana, para cobrar los bienes del P. Ramos, que este había cedido al colegio
de Santafé a la muerte de sus padres (ANB, Notaría 3a.T tomo 143, fols. 178 ss). Nada de­
bió de hacerse entonces, pues en julio de 1728 el P. Diego de Tapia daba licencia al P. Ra­
mos. residente entonces en el colegio de Cartagena, para pasar a Cuba a reclamar su heren­
cia (ANB, Notaría 3a. tomo 160 (año 1728), fol. 31). El Ramos murió en Santafé el 6 de
abril de 1735 (Catal. 1736),
JUAN MANUEL PACHECO, S. J.
158

Tunja tenía de renta 3.700 pesos, pagaba 479 de censo, y debía en


total 4.37 í pesos. Mérida gozaba de 3.468 pesos de renta y carecía de
censos y deudas. Pamplona contaba con 1.000 pesos de renta y pagaba
150 de censos. Finalmente Honda debía 2.000 escudos y pagaba cen­
sos por valor de 300 pesos; sus rentas llegaban a 2.600 pesos33 .

El tejar de Tierrabomba

Pocas noticias tenemos de los colegios en estos años. Solo hemos


podido reunir algunos hechos aislados.
En abril de 1711 un vecino de Cartagena, Diego Bosque de Contre-
ras, dueño de un tejar, representaba ante el cabildo de la ciudad que,
desde el tiempo de la conquista, todos los tejares de la ciudad se proveían
de greda en la estancia de San Bernabé de Tierrabomba, perteneciente a
la Compañía de Jesús. Pero el rector del colegio, contra la costumbre in­
memorial, se oponía a dejarlo sacar, y sólo permitía vender una canoa
de barro cada mes, a 24 reales la canoa. Bosque de Contreras pedía al
cabildo que saliera en defensa de la antigua e inmemorial costumbre.
El cabildo, en su sesión del 9 de julio de 1711, declaró común para
todos los vecinos que fabricaban loza el barro de la estancia; si los padres
de la Compañía trataban de oponerse, los vecinos debían recurrir al go­
bernador de la provincia para que amparase sus derechos.
Era rector del colegio el P. Francisco Javier Yopolo. No bien supo
la decisión del cabildo, se presentó ante el gobernador, don José de Zú-
ñiga, y presentó una serie de documentos. Entre estos documentos estaba
la escritura de compra de aquellas tierras, hecha en 1631 a don Baltasar
de Escobar Maldonado y doña Catalina de Navas, sus dueños, por 16.000
pesos, y una real provisión de la audiencia de Santafé, fechada el 21 de
marzo de 1695, que prohibía a personas extrañas sacar tierra de la estan­
cia. Esta real provisión la había obtenido el P. Juan Martínez de Ripalda,
procurador general de la provincia. Había representado cómo el colegio
de Cartagena estaba construyendo su iglesia, “para lo cual había compra­
do un tejar para fabricar en él la teja y ladrillo necesario y adelantar y
perfeccionar la obra, y hacer otras labores de locería, para cuyo efecto
aquel colegio tenía una hacienda, llamada Tierrabomba, donde la tierra
que se da es muy a propósito para las dichas tejas, y respecto de que su
colegio de Cartagena necesitaba de dicha tierra, y sin embargo recelaba
y temía el daño y perjuicio de que personas extrañas se introdujesen a
sacar tierra de dicha estancia, para evitar este daño pidió que la audiencia

33 Status collegiorum; ARSJ, N.R, et Q. 4.


P. MATEO MIMBELA
159

le despachase real provisión para que ninguna persona pudiese sacar tierra
de dicho sitio” 34.
El gobernador pasó al cabildo esta real provisión para que la cum­
pliese. El cabildo resolvió consultar a la audiencia de Santafé, enviándo­
la para su información copia de los acuerdos y una información que se
haría sobre la inmemorial costumbre.
El asunto llegó hasta el Consejo de Indias. El fiscal de este supre­
mo tribunal conceptuaba que en vista de que las tierras pertenecían sin
disputa a la Compañía, que la servidumbre y prescripción no se había
probado, y de que la Compañía había ganado en la audiencia provisión
de amparo, era de parecer que se despachara una real cédula mandando
el mismo amparo que había mandado la audiencia de Santafé; si las par­
tes tenían algo que pedir o alegar ocurriesen a la misma audiencia35.
El año anterior de 1710 el colegio se había visto obligado a defen­
der sus derechos sobre un pozo de agua que tenía en esta misma estan­
cia de Tierrabomba. El P. Matías de Tapias, rector entonces del colegio,
hubo de escribir al P. Alonso Quirós, procurador de las provincias de In­
dias, sobre los muchos daños que los grumetes de la armada habían
causado en este pozo36.
F! colegio hizo levantar una información sobre las violencias he­
chas por el almirante de la armada de galeones dice: Manuel Agustín
de Villanueva, “ para la extracción de agua del pozo de Tierrabomba”
y el P. Quirós elevó un memorial al rey pidiéndole que prohibiese sacar
agua del pozo para el servicio de los soldados37.

Rebelión en Mompós

Ya hemos hablado de! P. Juan Francisco Ricci. En 1711 se encon­


traba en Mompós, y hubo de intervenir en una sedición para librar de
la cárcel a Gaspar de Castilla enviado por el gobernador de Cartagena
para realizar una investigación.
Al gobernador de Cartagena, José de Zúñiga, le habían llegado de­
nuncias de ser centro Mompós de un intenso contrabando de mercan-

34 Informe de] fiscal del Consejo de Indias; AGI, Santafé, leg. 403.

35 Ibid.

36 Habla de esta carta un inventario de los papeles del colegio de Cartagena hecho en 1767.
La carta lleva la fecha de 11 de septiembre de 1710. Archivo Nacional de Chile, Jesuítas,
446.

37 H1 testimonio está firmado por francisco Javier González, notario mayor, en Cartagena
a 22 de diciembre de 1710; ibid.
JUAN MANUEL PACHECO, S. J.
160

cías. Para investigar las denuncias envió al teniente general y auditor de


guerra José Francisco Madrigal Valdés. Pero avisados con anticipación
los culpables de la venida del investigador huyeron con todo el contra­
bando y propalaron la voz de que Madrigal Valdés venía a destruir la
villa.
No bien llegó Madrigal, el pueblo enfurecido atacó, a los gritos de
Viva Felipe V y Muera el mal gobierno, el hospital de San Juan de Dios
en donde se había refugiado. Medio desnudo lo sacaron del hospital,
y no lo asesinaron gracias a los religiosos que lo protegían, y sin darle
tiempo para nada lo embarcaron para Cartagena.
E] gobernador Zúñiga envió fuerzas militares a Mompós para some­
ter a los sublevados y confió la investigación de los hechos a Gaspar de
Castilla. No bien llegó Castilla a Mompós, el cabildo dio orden de apre­
sarlo. Castilla se refugió en el colegio de la Compañía, pero a la fuerza
lo sacaron de él y lo metieron en la cárcel. Intervino entonces el P. Ri-
cci. Hizo ver a los momposinos la excomunión en que habían incurrido
por haber violado el derecho de asilo de la Iglesia, y logró poner en li­
bertad al enviado de Cartagena38.
La audiencia de Santafé tomó cartas en el asunto y ordenó que
fueran remitidas a la capital del Nuevo Reino las cabezas del motín. En
Mompós trataban ya de declarar traidor al que apoyase las provisiones
de la audiencia, cuando llegó a la villa el nuevo presidente Francisco Me­
tieses y calmó los ánimos39 .

II—Provincia)

F.n 1713 asumió el P. Mimbela el cargo de provincial, por nombra­


miento que recibió del padre general Miguel Angel Tamburini40.

La elección del vicario capitular41,

Como provincial hubo de intervenir el P. Mimbela en un conflicto


que conmovió por entonces a Santafé. Al morir, el 29 de noviembre de

38 RESTRKPO TIRADO, Ernesto, Gobernantes del Nuevo Reino de Granada durante el ji-
glo XV¡II, p. 28-29.

39 Ibid.p. 31-32

40 El nuevo gobierno de la provincia lo había enviado el P. Tamburini al P. Mimbela en car­


ta del 8 de diciembre do 1711 ; APT. leg, 132, Cartas de PP. Generales, fol. 200.

41 Sobre la elección del vicario capitular: cfr. GROOT, J.M. Misi. II, 6-9; RESTREPO PO­
SADA, José, Una página de la historia eclesiástica de la Nueva Granada, en Academia
Colombiana de Historia. Conferencias (1948), p. 162-180, y Arquidiócesis de Bogotá,
I, 139-141.
P. MATEO M1MBELA
161

1714, el arzobispo Francisco de Cossio y Otero, el capítulo metropoli­


tano encargó interiifamente el gobierno de la arquidiócesis al doctor
lacinto Roque Flórez de Acuña, hasta que se eligiera vicario capitular.
El 3 de diciembre se reunió el capítulo para llevar a cabo esta elec­
ción. El escrutinio de la votación dio los siguientes resultados: siete vo­
tos por el racionero José Valero Tobar y Buendía, tres por el chantre
Francisco Ramírez Floriano y uno por el deán Carlos de Bernaola y
Carvajal. El chantre declaró que no siendo Valero doctor en derecho
no podía ser elegido vicario capitular, y por consiguiente la elección re­
caía en él por seguirlo en número de votos.
No convencieron las razones del chantre a la mayor parte de los
capitulares, por lo cual manifestó Ramírez Floriano que apelaría a la
real audiencia.
Ramírez Floriano apeló a la audiencia, y esta envió al capítulo un
auto ordenándole guardar las reales cédulas referentes a la elección del
vicario capitular. Resolvió el capítulo admitir la apelación en suspensi­
vo y que entretanto siguiera gobernando el doctor Flórez de Acuña, pe­
ro la audiencia le envió el 10 de diciembre una nueva real provisión or­
denándole tener por válida la elección de Ramírez Floriano. Como el
capítulo diese largas al asunto, la audiencia resolvió multarlo en la can­
tidad de doce mil patacones.
Para estudiar la solución del conflicto el capítulo convocó una reu­
nión a la que asistieron los provinciales de las órdenes religiosas, entre
ellos el P. Mimbela junto con el P. Francisco Cataño. Los religiosos, se­
gún Groot42, aconsejaron buscar una conciliación con los oidores, pero
los canónigos sostuvieron que los miembros de la real audiencia estaban
excomulgados por haber violado los derechos de la Iglesia. El 17 de di­
ciembre fue fijado en las puertas de la catedral el edicto de excomunión
contra el presidente Meneses, los oidores y otros funcionarios reales.
Una nueva reunión de los canónigos con ios superiores religiosos
tuvo lugar el 18 de diciembre por la noche. Los religiosos volvieron a in­
sistir en la conveniencia de los medios pacíficos, pero los capitulares re­
solvieron agravar las penas con la declaración del entredicho local y per­
sonal. Se redactó un decreto en el que se ordenaba a los párrocos de la
ciudad y sacristanes maldecir a los excomulgados.
Pero no se llegó a este extremo. La mediación del cabildo de la ciu­
dad tuvo acogida entre los contendientes. La audiencia derogó la multa,
el cabildo catedral levantó las excomuniones y se procedió a la elección
de un nuevo vicario capitular. El elegido fue el doctor Nicolás de Ver-
gara Az cara te.

42
ílist. II, 7.
JUAN MANUEL PACHECO, S. J.
162
El Dr. Vergara Azcárate

Había sido el doctor Vergara jesuíta. Nacido en Bogotá el lo.de


junio de 1660 en el hogar de don Antonio de Vergara Azcárate y doña
Alfonsa de Mayorga, entró en la Compañía el 15 de enero de 1675. Or­
denado de sacerdote, residió varios años en el colegio de Tunja, en don­
de fue operario y director de la congregación de Nuestra Señora de la
la Asunción43. El 16 de junio de 1688 salía de la Compañía44 .
Fue después cura de Cucaita, Sesquilé y Tenjo. En 1708 obtuvo
por oposición la canongía penitencial de la catedral de Santafé. El señor
Cossio y Otero le nombró provisor y vicario general. Como vicario capi­
tular gobernó la arquidiócesis hasta el 18 de diciembre de 1715, día en
que falleció con gran sentimiento de todos45. Fue enterrado en la iglesia
de la Compañía, en la capilla de Nuestra Señora de los dolores46.

El presidente Francisco Meneses47

El 4 de febrero de 1712 había llegado a Santafé Francisco Meneses


de Saravia, nombrado presidente del Nuevo Reino. Era hijo del portu­
gués Francisco Meneses, gobernador de Chile, y doña Catalina Bravo de
Saravia.
Su primer año de gobierno mereció los elogios de los vecinos más
distinguidos de Santafé, del fiscal de la audiencia y de los dominicos y
franciscanos. También se unió a este coro de elogios el P. Ignacio de
Meaurio, rector entonces del colegio de Santafé. Su carta, fechada el 28
de marzo de 1713, dice así:
“Señor.
“ Siendo tan del gusto del V.M. tener individuales y verdaderos in­
formes de los ministros que en estas tan distantes partes llevan el peso
del gobierno, debo decir a V.M. que en el tiempo que ha servido la pre­
sidencia de este Reino el coronel don Francisco de Meneses Bravo de

43 Catálogos de la provincia del N. Reino, de 1684 y 1687: ARS1, N.R. et Q. 3.

44 Catálogo de 1687.

45 Cfr. VERGARA, Julio C,, Don Antonio de Vergara Azcárate y sus descendientes, 1,58-
60.

46 VARGAS JURADO, J.A„Diario, p. 9.

47 Sobre el presidente Francisco Meneses, cfr. RESTREPO TIRADO. Ernesto. Gobernantes


del Nuevo Reyno de Granada durante el siglo XVIH, p. 30-43; RESTREPO SAENZ, José
María, Biografías de los mandatarios y ministros de la Real Audiencia, p. 3241.
P. MATEO MIMBELA
163

Saravia he visto y observado, sobre un gran celo de bien y utilidad co­


mún, muy especiales acciones de su desinterés, piedad y cristiandad,
que entre otras individua en la presente calamidad que padece este Rei­
no, por su pobreza y general epidemia de viruelas, la caridad con que
este caballero está repartiendo personalmente repetidas limosnas para
las casas de los necesitados, siendo su palacio amparo de los pobres, que
hallan en su providencia prevenido el remedio de su necesidad y des­
nudez.
“Veo al mismo tiempo tan adelantado en este lugar, por su solici­
tud, el culto y veneración del Señor Sacramentado, cuando sale su divi­
na Majestad a los enfermos, que es para que todos le alabemos y demos
infinitas gracias. El remedio de los desórdenes comunes le veo prevenido
por este realísimo ministro con la guardia de veinte y cinco hombres
que sirven de gran freno a las gavillas de salteadores y ladrones, y de
quietar el lugar y poner en temor a los más osados y atrevidos; pues si
bien la lealtad y fidelidad de estos vasallos es conocida, no se puede du­
dar que la libertad y falta de presidios en estas tierras empezaba a oca­
sionar insultos públicos c irrespetos a la justicia; daños que ha obvia­
do este celoso ministro con cordura y prudencia tal, que sin violencia
mantiene grande paz, y es amado por conocerse su sana intención y
deseo de la utilidad pública.
"Hace más plausible la manutención de estos pueblos en aquella
fidelidad y obediencia que habían tenido aun a los más inferiores mi­
nistros, el deseo y verdad con que procura este caballero estampar en
todos los ánimos el anhelo de los mayores servicios de V.M. con una
cierta docilidad magnánima con que hace alegre rostro a sus propias
incomodidades para entregarse todo a los empleos de su ejercicio, sien­
do a un tiempo puntural su vigilancia en las audiencias, acuerdos y tri­
bunales y demás gobiernos dependientes, como agradable su afabilidad
para despachar y consolar a todos, sin permitir que a ninguno se le trae
sino con aquel buen término que es debido y conforme a su esfera y ca­
lidad, de que son testigos los primeros caballeros de este Reino, que veo
gustosos y en aquella sazón de verse atendidos y puestos en aquella je­
rarquía en que les colocó la lealtad y servicios de sus antepasados,
“ No es menos el desvelo con que procura y le vemos ejecutar todos
los medios que conducen a la recíproca unión de los vecinos, terciando
siempre su respeto y gran celo por evitar disturbios, enconos y discor­
dias, teniendo, siempre presente la real y grandiosa benignidad con qu
que quiere V.M. se mantengan con paz y cristiana urbanidad los mi­
nistros de sus tribunales, y que todos teman el brazo y severidad de la
justicia, sin faltarles la gratitud y amor a su cabeza, y es así que todos
hallan en medio de la afabilidad y agrado con que se ven atendidos,
respetos de entereza que temer y venerar.
JUAN MANUEL PACHECO, S. J.
164

"Y porque el adelantarse este caballero a todos en las piadosas


asistencias a todos los actos de piedad y devoción, no es el menor in­
centivo en estos vasallos para que a vista de su buen ejemplo veamos
los ministros del evangelio conseguidos los frutos de nuestros sudores
en la reformación de las costumbres, no puedo omitir el gozo con que
se halla reconocido nuestro agradecimiento a los influjos con que coad­
yuva y coopera este gran ministro a nuestros deseos, aplicados a la en­
señanza de estas incultas gentes y miserables almas. Por cuyos benefi­
cios hacen unos y otros motivos de lo que llevo expresados una admi­
rable consonancia en esta república, para que a una deseemos a este
tan leal y piadosísimo gobernador los mayores ascensos que merece”4®.
Pero muy pronto cambió la situación. A pesar de la cortesana fi­
nura de Meneses, su carácter vanidoso y voluble y su lengua mordaz le
fueron granjeando muchas enemistades. Al acuerdo real llegaba vestido
de militar con bastón y sombrero de plumas. Se jactaba del aprecio de
que gozaba en la corte, especialmente con la reina María Luisa y la prin­
cesa de los Ursinos. Si en algunas ocasiones, refería Meneses, se tardaba
en ir a besar las manos de los reyes, lo notaba la princesa: “Ya tardabas
Meneses, le decía, porque sus majestades ya habían preguntado por
tí”49.
Con el arzobispo Cossio y Otero tuvo agrias diferencias; un exhor­
to que le dirigió y que provocó la cólera de éste, le mereció al presiden­
te una reprensión del rey y una multa de dos mil pesos50 .
Se enemistó también con los oidores. Desde que llegó a las costas
del Nuevo Reino se mostró prevenido contra el oidor más antiguo Do­
mingo de la Rocha Ferrer. Ya en Santafé se le oyeron a Meneses duras
expresiones contra el anciano oidor.
Un esclavo de Rocha Ferrer dio muerte a un soldado de la guadia.
Meneses dirigió personalmente, la investigación por estar impedidos los
alcaldes. En el curso del proceso creyó encontrar cierta complicidad del
oidor, y por esto ordenó, el 23 de febrero de 1714, adelantar una inves­
tigación secreta contra Rocha. El 15 de marzo dictó un auto contrae!
oidor, ordenándole salir confinado para Neíva, sin que pudiera alegarla
menor excusa, so pena de cuatro mil patacones de multa51 . Rocha se4

4S AGi, Santafé, leg. 403.


4Q
Memorial del oidor Domingo do la Rocha Ferrer; AGI, Santafé, leg. 396.

50 RFSTRFPO SAENZ J.M.op. cit. p. 34-35.

51 Testimonio de la Informazión sobre los axamientos hechos por el Sor. Dn. Francisco Me­
neses a ¡os Sres. ministros de esta Rí, Audiencia y expesialmente al Dr. Dn. Domingo de la
Rocha y Dn. Luis de Losada y el Dr. Dn. Diego de Córdova" ANB, Asuntos criminales,!
20, fol. 311.
P. MATEO MIMBELA
165

refugió en el colegio de la Compañía. Varios de sus hijos estaban estu­


diando en el colegio de San Bartolomé. Salió de él ya tan enfermo que
murió a los pocos días. Meneses se permitió decir que había hecho muy
bien en morir, pues de lo contrario le hubiera cortado la cabeza52 .
También el oidor Luis Losada fue víctima de los dicterios de Me­
neses por haber hecho llevar a su casa los papeles del gobernador de Mara­
caibo, Pedro de Esmeyle, que había muerto sin dejar testamento. Peores
insultos recibió otro de los oidores Vicente de Arámburu.
La pugna entre los oidores y el presidente se fue haciendo cada vez
más violenta. Aquellos terminaron por apresar a Meneses y embargarle
sus bienes el 23 de septiembre de 1715. Pocos días después lo remitían
preso a Cartagena.
Este golpe de estado causó estupor en Santafé. La opinión pública
se inclinó favorable a la víctima, El cabildo eclesiástico refiriéndose a la
prisión de Meneses escribía al rey: “ Si las piedras hubiesen sido capaces
de sentimiento se hubieran despedazado viendo suceso tan lastimoso y
jamás imaginado; preso vuestro presidente,se le mortificó con tanta aspe­
reza y rigor, que estuvo en términos de perder la vida poT no tener ni aún
el alivio de una gota de agua, hasta que pasadasunas veinte y cuatro ho­
ras se le dió este corto consuelo” 5354.
Un curioso escrito contemporáneo de los hechos, titulado Carta de
las Brujas, del que publicó una parte Groot en su Historia de la Nueva
Granada**, refleja lo que pensaba una parte de la sociedad santafcreña
sobre los oidores que se apoderaron del gobierno. Al oidor Arámburu lo
moteja de aficionado al alcohol y de haber medrado en su oficio, “por­
que al oir su nombre, se repetirán los aullidos que hasta ahora están dan­
do Santa Marta, el Chocó y este reino. Horrenda desgracia es la nuestra,
prosigue diciendo, que porque nosotras chupamos un muchacho seamos
brujas, y porque este chupa y se traga ciudades, y cuando no está de
chupa provincias y reinos, haya de ser oidor” 55. Otro de los oidores, Ma­
teo de Yepes, “es ladrón, con traición, con alevosía, con engaños” 56 . Al
fiscal, Manuel Antonio Zapata, lo tacha asimismo de ladrón y lo describe
“con aquellas quijaditas de hambre, ojos de Magdalena convertida, pre-

tbid.fol.290.

53 Apud RESTREPO TIRADO, E. op. cit. p. 36

54 GROOT, J.M. Hist. II, Apéndice, no. lo., p. III-XVI.

55 Ibid. p. VI.
56
Ibid. p. IX.
JUAN MANUEL PACHECO, S. J.
166

Tendiente de vicio, aprendiz de hombre grave, ñatos postizos, todo un


runchjto, todo titerito, todo zorríta, todo ridiculito” 57 .
No es de extrañar ias arbitrariedades cometidas durante este tiempo
por tales hombres. Groot los acusa de violar la correspondencia de los
particulares para evitar los informes a la corte y de hacer caso omiso de
las reales cédulas que les eran desfavorables58 .
También la Compañía tuvo que sufrir de este gobierno. En un inven­
tario de los papeles que se encontraron en los archivos de la Compañía,
en tiempo de la expulsión, figura un legajo titulado: “Testimonio de los
autos sobre la exclamación hecha de las violencias por los oidores de
Santafé en pleito de la Compañía de Jesús” , fechado el 5 de mayo de
1716, y una “ Escritura de exclamación otorgada y firmada por los PP.
Mateo de Mim bel a, provincial de la Compañía de Jesús, Ignacio Meaurio,
rector de la Compañía de Jesús, y Francisco Andrés Sánchez, procurador
general, fechada en Santafé el 22 de mayo de 1716” 59.
Solo sabemos que el pleito versaba sobre el remate de la hacienda
de Las Juntas, en la provincia de Vélez, y que su contendor era don An­
tonio de Herrera60.
“ En este tiempo, escribe Cassani en la biografía del P. Mimbela,
como el oficio tiene tantas ocasiones y precisiones de trato con externos,
en algunas de estas logró todo el mérito su humildad y paciencia. No
fue solo una vez la que la inconsideración, apasionada por el interés,
contra derecho claro de la Religión, se desahogó contra su persona; pero
no hubo vez alguna en que el desahogo ajeno inquietase ia serenidad de
su buena conciencia” 61.
En 1717 llegó a Santafé como investigador de la prisión de Meneses
el oidor Antonio de Cobián Valdes. Cobián dió orden, en enero de 1718,
de apresar a todos los ministros de la audiencia. Arámburu falleció,s es­
tando aún preso, el 18 de mayo de este mismo año. Yepes y Zapata
fueron remitidos presos a España62 .

57 Ibid.p.XIV.

58 Hist. II, 12-13.


59 Archivo Nacional de Chile, Jesuítas. 446.
60
"Escritura de protesta en ia causa que están siguiendo contra Dn. Antonio de Herrera en
defensa de los derechos de los Colegios de la Compañía sobre el remate de venta de la ha­
cienda de Las Juntas en la Provincia de Vélez, otorgada en Santafé a 30 de junio de 1716”
Ibid.

61 /Air. p. 613.

62 Cfr. VARGAS JURADO, J.A., Diario, p.9.


P. MATEO MIMBELA
167

Visita de la provincia.

El P. Mimbela debió de visitar toda la provincia. Al menos consta


que en 1715 se encontraba de visita en la misión de los Llanos63. Estan­
do en Tame recibió la visita de los indios betoyes que venían a pedir un
sacerdote. El P. Mimbela se interesó por ellos; buscó un sitio apto en
donde establecer su futura reducción y les prometió enviarles un misio­
nero, Al regresar a Santafé cumplió su promesa enviándoles al P. José
Gumilla.
En junio de ese mismo año de 1715 visitaba el colegio de Mérida,
en donde di ó licencia para vender algunas de las haciendas del colegio64.
El P. Mimbela, por una u otra causa, debió de hacer frecuentes
cambios en los nombramientos de superiores enviados de Roma. El P.
Tamburini le dió, el 16 de marzo de 1715, esta orden: “Y porque ha
llegado a excesivo abuso la inversión de rectorados enviados por mí y / m i s
antecesores, mando expresamente que si en adelante se juzgare, por
mayor parte de los votos de la consulta, que alguno de los que van nom­
brados por mí o mis sucesores para gobierno de algún colegio o casa no
puede servir el empleo, no pasen a hacer elección de vicerrector, sino es
mi voluntad que prosiga el que se hallare actualmente en el gobierno de
la tal casa o colegio” , y que me escriban “las causas porque se ha juzgado
que el provisto no puede servir aquel gobierno cada consultor en parti­
cular”65.

El P. Yopolo.
Por esta época regresó a Europa, con disgusto del padre general, el
P. Francisco Yopolo. Era este Padre italiano, nacido en Caltanisetta el 2
de agosto de 1668. Ingresó en la Compañía el 19 de febrero de 1681 en
la provincia de Sicilia66 . Vino al Nuevo Reino en 1694 en la expedición
del P, Pedro Calderón. Residió algún tiempo en Pamplona, en donde fue
rector del colegio67 y en 1711 vivía ya en Cartagena.

63 RIVERO, Juan de, Historia, 356.

64 Libro de consultas (Manuscrito). Este manuscrito perteneció a don Tulio Pebres Cordero.
Lo mandó transcribir cuidadosamente el P. Julio Barrena S.J., rector del colegio de Mérida.
Debemos al P. José del Rey S.J. una fotocopia de esta tanscripción.

65 Tamburini a Mimbela, 16 de marzo 1715; APT, Cartas de PP. Generales, leg. 132, fols. 222-
223.

66 Catálogo de 1711; A RS1, N. R. et Q, 4.

67 En el catálogo de la provincia de 1702 aparece en el colegio de Pamplona. En los años de


1706 (ANB, Curas y obispos, t. 46, fot. 557) y de 1707 (Cfr. VERGARA. J.C. Don A nto­
nio de Vergara, t, 102) era rector de este colegio.
JUAN MANUEL PACHECO, S. J.
168

El P, Yopolo para lograr su regreso a Europa se había valido de la


mediación del Príncipe de Santo Buono, virrey del Perú, que había lle­
gado a Cartagena, el 10 de enero de 1716, en viaje para Lima.
Ei P. Tamburini le escribía así al P. Mimbela:
“ La última (carta) en la fecha, que es la que trajo el P. Yopolo, preten­
de excusar su venida a Europa, pero no alcanza a la disculpa, siendo su
venida expresamente contra toda mi voluntad, y contra todo el orden
de buen gobierno, como consta de carta que tenía yo escrita a dicho pa­
dre, y que a poco más que se hubiera detenido, le hubiera sin duda al­
canzado. En esta resolución han intervenido dos cosas que grandemente
me han desazonado: la una es la interposición del señor virrey Príncipe
del Santobono, que es dificultoso creer no fuese solicitada, y por el mis­
mo caso debía ser repelida, pues supongo que no le faltarían a V.R. pa­
labras cortesanas con que poder excusarse, y como quien no podía dejar
de ser sabidor del recurso a este oficio, y lo breve que podrían arribar
mi resolución. La segunda, el perniciosísimo ejemplar (y ya repetido en
esa provincia) para que otros se valgan de semejantes pretextos paliando
con ellos su descontento de vivir en la provincia señalada”68.

Una carta del colegio de Tunja. !

No hemos podido hallar noticias sobre la vida de los demás colegios 1


de la provincia durante el gobierno del P. Mimbela. j
El colegio de Tunja había sostenido un pleito con el cura de Paipa
Francisco de Cifuentes. La sentencia la dió el Arzobispo C o sío el 9 de
diciembre de 1712, ordenando a Cifuentes, en vista de las inquietudes
y tumultos que había propiciado, permutar el curato dentro de cuatro
meses y le provó del oficio de párroco. Cifuentes había obtenido en
1710 este curato de Paipa permutándolo con el Dr, Francisco de Agu-
delo por unas capellanías. Agudelo pidió la anulación de esta permuta,
pues las rentas, de estas capellanías eran incobrables en gran parte. En
vista de este nuevo pleito mandó el Provisor y vicario general del arzo­
bispado Domingo de la Rocha que Cifuentes entregara el curato a su
antiguo párroco Agudelo y volviera a sus capellanías (Archivo de San
Bartolomé).
En el archivo nacional de Colombia se encuentra una carta del
P. Simón Wynants, que firmaba Vinans, castellanizando su apellido,

68
Tamburini a Mimbela, 31 marzo 1717; APT. Caitas de PP. Generales, leg. 132, fols, 226
P. MATEO MIMBELA
169

fechada en Tunja, el 4 de octubre de 1712, y dirigida alP. Pedro Manuel


de Carvajal, rector del colegio de esa ciudad. El P. Wynants era de Alost
(Bélgica) y había venido al Nuevo Reino en 1705, ya ordenado de sa­
cerdote. Desempeñaba en 1712 el cargo de padre espiritual en el colegio
de Tunja69.
En esta carta se refiere el P. Wynants a cierto pleito de la
con el párroco de Paipa (Boyacá), población situada a 47 kilómetros al
nordeste de Tunja.
La carta dice así:

“P. Rector Pedro Manuel de Carvajal.

P.C. Hoy 4 de octubre a las 4 de la tarde llegó acá Medina. Una


carta entregó al corregidor70, otra me entregó a m í, y luego pasó ade­
lante con un pliego para Paipa, donde está el Dr. Valero71, tomando de­
claraciones, estando en el interim el cura de Paipa detenido en Tunja
con*censuras. Volvamos a la carta que se me entregó a mí.
La víspera de S. Mateo fui a Paipa; de no haber ido yo, lo Io no
hubiera ido e! señor corregidor, siendo necesario su ida para nuestros
negocios, y lo 2o ., después de haberle ahí los indios quitado su vara, su
espada, sus carabinas, etc., no solo lo hubieran detenido preso cuasi un
día entero en su casa, mas en la misma cárcel con el padre procurador,
pues corre dió el cura tal orden a los indios, y ¿quién lo estorbó?, ¿quién
los sesegó? Digan los otros.
El día de S. Mateo volví a Paipa para ver si había otro motín con
el Maestro Francisco, como había habido con el Maestro Pico, y para
estorbarlo. No había tal. Dije ahí misa, y acabada la misa monté a caba­
llo con el Maestro Florencio, y repicaron para la misa del cura, y fuimos
a los aposentos. Me dijo en el camino el Maestro Florencio habían al cu­
ra no poco ablandado los dos despachos.
Al día siguiente volví al pueblo, por consejo de algunos, para abrir
camino a que entrase el corregidor sin riesgo de nuevo motín, a castigar
a los delincuentes y a nuestros negocios. El cura que había motivado el

69 Cfr. SOMMERVOGEL, C. Biblioíheque, VIH, 1305-6. Catálogo de la provincia del Nuevo


Reino, 1711 (ARS1, N.R. e tQ .4 ).
70
Era entonces corregidor y justicia mayor de Tunja el capitán Martín José de Recaldc. Cfr.
ROJAS, Uliscs. Corregidores y Justicias mayores de Tunja (Tunja, 1963), p. 479-481.
71
Debe de ser el Dr. José Valero Tobar y Buendía, quien fue provisor y vicario general del
arzobispado de Santafé.
JUAN MANUEL PACHECO, S. J.
170

m otín pasado me aseguró no había riesgo de motín nuevo, entrase el


corregidor como entrase. Volví a casa, lo referí con el señor corregidor,
el poco fue fiado partió para Sotaquirá. Luego recibo una carta del cura
sobre lo mismo. Le respondí que ya se había ido el señor corregidor. Es­
ta es mi carta responsoria. Podía yo no responder estando en los despa­
chos poco antes notificados. ¿Había de haber buena correspondencia
entre él y la Compañía? Por esto huygo (sic) y siempre huiré de puestos
oficios. Adelante. Pasemos a cosas domésticas, dentro de las cuales me
contendré, ofrézcase lo que se ofreciere, con mas descanso y con más
gusto, Pero se me olvidaba añadir que no sé qué día después a losapo-
scntos por causa de varios enredos en la ejecución de los despachos, así
en Tunja como en Paipa. Nos consultamos en dichos aposentos. Digo
que el cura de Paipa hubiera ido libre a Santafé y estuvieron ahí días ha,
si yo no lo hubiera estorbado, como es notorio. Perdone V.R. mi nuevo
y mal estilo de escribir. Pademos ahora ad domestica.
Lunes próximo, lo, del corriente, recibiré los votos del H. Agus­
tín [Conzález] y del 11, (Juan j Talens. Supongo que el H. Agustín pasa­
rá luego después al.juniorado. Al presente habían de entraren ejercicios
los que no los hicieron, que son el P. Luis [Coronado], el padre procura­
dor, losHH. Fernando [Rosales] y Clemente, los júniores, los novicios y
yo. Hay varios embarazos ut patet. Se dilatará esta función hasta la
vuelta de V.R. que Dios me guarde muchos años como deseo. Tunja oc­
tubre 4 de 1712 — Muy siervo de V.R.siempre — Simón Vinans.”7^.

Contrariedades en Cartagena.

Gobernaba desde 1713 la diócesisde Cartagena,como obispo electo,


Fray Antonio María Cassani Silva y Lobo, religioso basilio y antiguo
profesor de sagrada escritura en la universidad de Alcalá. Era Cassani un
carácter conflictivo, y muy pronto se enredó en pleitos con los alcaldes
de Cartagena y de Mompós, con el gobernador Jerónimo Badillo, con
los franciscanos, con los inquisidores y con su mismo cabildo catedral73.
De una manera indirecta rozó también con los jesuítas. Un decreto
suyo había relevado los derechos de las parroquias por los entierros en
las iglesias de los religiosos. Reclamaron estos, y ante la actitud intransi­
gente del prelado, habían ya nombrado juez conservador al P. Juan de

ANB. Miscelánea, t. 126, tol. 816.

Ctr i.M. PACHECO, Los obispos de Cartagena en la primera mitad del siglo XVII] en
£.eclesiástica Xavcriana (Bogotá), 15 (1965) 111-127.
P. MATEO MIMBELA
171

Rivera74, rector del colegio de la Compañía, cuando las autoridades


civiles lograron evitar el conflicto haciendo que toda la causa se remitiera
a la Santa Sede75 .
En las repetidas desavenencias entre el gobernador y el obispo se
vieron una vez involucrados los jesuítas. El 14 de febrero de 1714 había
muerto en Madrid la joven reina María Luisa Gabriela de Saboya, pri­
mera esposa de Felipe V. Al llegar esta noticia a Cartagena se prepararon
en la catedral solemnes honras fúnebres por la ilustre desaparecida.
La esposa del gobernador, doña María Antonieta Monreal y Cruzat,
quiso tributarle también unas honras en la iglesia de la Compañía. Debía
pronunciar la oración fúnebre el P. Juan Romeo. Creyó el señor Cassani
que el cabildo, por no asistir a las de la catedral, había promovido estas
honras, y envió a decir al padre rector que no eran de su gusto y que
debían suspenderse. Se suspendieron, y el gobernador se vió obligado a
informar al obispo que no era el cabildo el que las había ordenado sino él
y su esposa.
Se pospusieron las honras para el 27 de julio de 1715. Llegado el día,
las campanas de la iglesia de la Compañía las anunciaron con los toques
acostumbrados. Al oir las campanas ordenó inmediatamente Cassani fijar
edicto, en los sitios más concurridos de la ciudad prohibiendo, bajo ex­
comunión, asistir a las honras y envió un notario a promulgar el edicto
en la iglesia de la Compañía. No contento con esto, él mismo en persona
visitó los conventos de los religiosos para exhortarlos a no concurrir, y
por último se presentó en el colegio para prohibir las honras bajo graves
censuras.
En vista de esto, narra el P. Rivera en carta al gobernador, “ deter­
miné hacer las que después había de hacer mi colegio por este mismo
fin, y di orden al sacristán para que en el mismo túmulo y aparato que
estaba dispuesto pusiese la cera que estaba preparada para la festividad
de mi glorioso padre San Ignacio, que estaba ya inmediata; mas no lo
permitió la liberalidad de vuestra señoría mandando que no se quitase
la que estaba puesta, añadiendo las ofrendas correspondientes a su gene­
rosa piedad, que aunque se admitieron no se pusieron, por temerse aun

ñA ,
El P. Juan de Ribera había nacido en La Palma el 22 de mayo de 1666 e ingresado en el
noviciado de Tunja el 6 de mayo de 1688. En 1709 fue nombrado ecónomo general de la
provincia (ANB, Notaría 2, t. 98 (1709), fol, 312 v), y en 1713 era rector del colegio de
Cartagena (Catálogo de 1713). Murió siendo rector de este mismo colegio el lo . de noviem­
bre de 1715 (Catálogo de 1715).

75 Carta de los superiores religiosos de Cartagena (Cartagena, 15 febrero 1715), AGI, Santafé,
leg. 468.
JUAN MANUEL PACHECO, S. J
172

de esto algún alboroto, porque estábamos informados de que, de man­


dato de su ilustrísima, habían de venir uno o dos notarios a nuestra igle­
sia, como vinieron a las puertas, a notar si había alguna luz por donde se
trasluciese se hacían dichas honras en nombre de vuestra señoría, y fijar
por excomulgados a los que asistiesen a ella” 76.
Con asistencia de los religiosos de San Francisco y San Agustín,
que cantaron la misa y la vigilia, se celebraron las honras. Los cantores
seglares no se atrevieron a tomar parte por temor de una excomunión77.
La conducta del prelado obligó al Consejo de Indias a ordenarle,
en 1717, que regresara a España,en el primer navio que saliera de Carta­
gena. Esta real cédula se la entregó don Antonio de la Pedrosa y Guerre­
ro que venía a organizar el virreinato. Se disponía Cassani a obedecer,
cuando le sorprendió la muerte el 25 de noviembre de 1717.

Cambio de gobierno.

Cerca de cinco años gobernó la provincia el P. Mimbela, tres de


ellos como provincial, de 1713 a 1716.
Le sucedió en el gobierno de la provincia el P. Ignacio de Meaurio.
Desde el 16 de marzo de 1715 el P. Tamburini había enviado el nuevo
gobierno: Provincial: P. Ignacio Meaurio; rector del Colegio Máximo: P.
Francisco Javier de Urbina; rector del colegio de Tunja y maestro de
novicios: P. Matías de Tapia; rector del Colegio de Cartagena: P. Pedro
Carvajal; rector del Colegio de las Nieves (Santafé):
P. Alberto Buckowsky; rector del colegio de Mérida: P. Francisco An­
tonio González; rector del colegio de Mompós: P. Simón Wynants; rec­
tor del colegio de Honda: P. José Galarza; rector del colegio de Pamplo­
na, P. Tomás Cassabona; rector del colegio de Santo Domingo: P. Fran­
cisco Sánchez, superior de la misión de los Llanos: P. Juan Capuel. Con­
sultores ordinarios: PP. Urbina, Mimbela, Buckowsky y el Socio; consul­
tores extraordinarios: PP, Céspedes, Daza y Juan Valenciano78 .

76 Caita al gobernador Jerónimo Badillo (Cartagena, 5 agosto 1715); ibid.

77 Carta del gobernador Badillo al rey (Cartagena, 14 agosto 1715), ibid.


■78 Tamburini a Mimbela, 16 marzo 1715; APT, Cartas de PP. Generales, leg. 132, fol. 213.
CAPITULO IV

P. IGNACIO DE MEAURIO

Biografía

El sucesor del P, Mimbela en el gobierno de la provincia fue, como


ya lo anotamos, el P. Ignacio de Meaurio, Había nacido en Santafé el 10
de diciembre de 1670 e ingresado en la Compañía a los 17 años, el 6 de
mayo de 1688. Ordenado de sacerdote, trabajó algún tiempo en el cole­
gio de Mérida1. En 1705 se le encuentra de profesor de filosofía en la
Universidad Javeriana. En este año explicó la física y cosmología, y sus
lecciones se conservan transcritas por su discípulo José Victorino de
Luna2 .
Fue nombrado rector del Colegio Máximo y de la Universidad Ja­
veriana el 8 de agosto de 1710, cargo que confirmó el P. General en di­
ciembre de 17 1 13 . Lo desempeñó hasta 1716.
Debía de tener fama de orador pues se le escoge para predicar en las
más solemnes ocasiones. Siendo rector de la Universidad Javeriana pre­
dicó, en 1714, en la catedral en los solemnes funerales del arzobispo de
Santafé, don Francisco de Cossio y Otero4 . Años más adelante, en 1725,

1 Catálogo de la Provincia del Nuevo Reino, 1702, n. 90; ARSI. N.R, et Q. 4.

2 T ra c ta tio n e s p h y s ic a e , p e r R .P , Ig n a tiu rn M e a u r io S o c ie ta tis Ie su , d ig n is s im u m P h y a e [P h i·


lo so p h ttte ] m a g tsfru m . A u d ito r e D.D. J o se p h o V ic to r in o d e lAtna. in itiu m dedi d i e JO Oc-
to b ris, 1 7 0 6 . La fecha de la portada, como lo hace notar Rivas Sacconi, debe considerarse
errada, pues el curso terminó el 23 de julio de 1706 (vid, fol. ¡94 r.) Comprende 194 fols.
(Biblioteca Nacional, Mss. 151). Cfr. J.M. RIVAS SACCONI. E l L a tín e n C o lo m b ia , p.
105, nota 53.; F. QUECEDO, M a n u s c r ito s te o ló g ic o - f ilo s ó f ic o s c o lo n ia le s sa n ta fe re ñ o s .
p. 283-284.

3 Cfr. Catálogo de la provincia de 171 1, n, 3. El 3 de diciembre de 1711 envió el P. Tambu­


rini al P. Mimbela el nuevo gobierno de la provincia, en el que designaba al P. Meaurio co­
mo rector del colegio de Santafé ÍAFT, Cartas de PP. Generales, ieg. 132, fol. 200).
4
Cfr. J.A. Vargas Jurado, D ia rio , p. 8.
.lUAN MANUEL PACHECO. S. J.
174

predica en las honras fúnebres tributadas al rey Luis Fernando 1 en los


conventos de La Concepción y Santa Inés5 .

Estado de la provincia

En 1716 entró el P. Meaurio a gobernar la provincia. Para 1718'ha­


bía ya visitado todas las casas, con excepción del lejano colegio de San­
to Domingo, El 17 de diciembre de ese año escribía al P. General: “Ten­
go visitados todos los colegios de la provincia, menos el de Santo Do­
mingo de la Isla Española donde he deseado mucho entrar por no haber­
lo visitado provincial ninguno. Pero no me ha parecido conveniente por
la contingencia de no hallar, después de haber entrado, embarcación pa­
ra salir en un año y en más. Y también por poder cumplir el orden de
V.P. de visitar tres veces las misiones de los Llanos” 6 .
Refiriéndose al estado de la provincia, manifiesta en este mismo in­
forme al P. General, que no había cosa particular, con excepción de la
pérdida de los nuevos misioneros que venían al Nuevo Reino, en el nau­
fragio de 1717. Sólo se esperaban refuerzos para acometer nuevamente
la misión del Orinoco, “sin detenerse en los Llanos donde hay muy po­
co que hacer” .
En todos los colegios, añade, se está trabajando bien en los minis­
terios, y son estos bien recibidos. Han salido dos padres a predicar mi­
siones circulares, y pasada la cuaresma de 1719 saldrán dos más de San-
tafé y otros dos de Tunja a ocuparse en estas misiones. En algunos co­
legios se ha ya predicado la misión que el P. Sierra había ordenado orga­
nizar cada tres años.
Da luego cuenta de los colegios uno por uno. Escribiendo del cole­
gio de Santafé dice: “He procurado se mantenga la caridad de unos con
otros, y me parece no hay en esto cosa particular más de lo que tengo
dicho en el informe... La frecuencia de sacramentos en nuestra iglesia es
grande. Las congregaciones están bien atendidas, pero no con aquel es­
plendor, ser y concurso de gente principal que las de Europa, así por
haberse acabado la gente principal en mucha parte, como por llevarse
más de exterioridades, procesiones y ruidosas fiestas, que de lo que es
pura devoción” .

Cfr. C. MESA C.M.F. Honras y exequias del rey Luis Fernando Primero, en Hojas de Cul­
tura Popular Colombiana (Bogotá) no, 71.

Estado espiritual de la provincia del Nuevo Reino y sus Ministerios. Año de 1718. De re­
sulta de la visita que hizo el P. Provincial Ignacio Meaurio (Archivo de la Provincia de To­
ledo, Fondo Astrain 46). Otro ejemplar de esta carta se encuentra en ARSI, N.R. ct. Q.
13-111.
P. MATEO M1MBELA
175

En la Universidad Javeriana se dictaban dos clases de gramática,


una de filosofía, (ios de teología escolásticas y una de teología moral,
“Es universidad, añade, y tiene copia de estudiantes colegiales y man­
teistas, que llegarán al número de ciento y veinte más o menos” . La fa­
cultad de derecho contaba con tres cátedras regentadas por profesores
seglares, “ las dos, indica, que están leyendo actualmente, y la otra se
trata de que se ponga en concurso de opositores de los mismos sujetos
que ha criado la universidad, Y en la primera oposición que se hizo hu­
bo cinco opositores, todos estudiantes de ella” .
Entre los estudiantes estaba establecida la congregación mariana.
“Danse los ejercicios todos los años a los que quieran entrar en ellos, y
se ve el fruto en su modo de vivir después” .
En la portería del colegio diariamente se repartía limosna a los.po-
bres. Al hospital y a las cárceles se iba todos los viernes como lo había
dejado ordenado el P. Visitador Francisco Sierra. “ Y todos los domin­
gos de mes van seis de los nuestros, añade, a llevar de comer a los pobres
de la cárcel, como ha sido costumbre antigua en este colegio” .
Del colegio-seminario de San Bartolomé escribe: “ Los tres sujetos
que hay en este seminario, que es colegio mayor y colegio real, tienen
bien que hacer, porque las distribuciones son puntuales y de todo el
día. Por no haber hermano, hay un donado virtuoso de cocinero y des­
pensero. Los sujetos subordinados en todo al rector del Colegio Máxi­
mo, como a su superior ordinario, y siguen en mucha parte la distribu­
ción de los colegiales” . El número de colegiales es de 70 a 80. Goza de
seis becas reales, y dieciseis sí minarías, además de otras cuatro que fun­
dó el arzobispo Sanz Lozano, sin obligación de ir a servirá la catedral,
y otra establecida por un prebendado para sus parientes. Esta última be­
ca era la fundada por el deán de la catedral de Santafé don Juan Martí­
nez de Oviedo.
Ha dado este colegio, prosigue diciendo el P. Meaurio, grandes
hombres no sólo a este reino sino a los demás de América. Hoy tiene
cinco deanes. Ha dado a Antioquia, donde basta ahora no hay funda­
da religión alguna, una clerecía docta y virtuosa. Ha dado setenta pre­
bendados, seis obispos7, un mártir que fue el P. Pedro Suárez, muchos
santos y doctos religiosos y numerosos curas. Aun antes de tener nues-

Los seis obispos aludidos eran don Francisco de Borja, obispo de Córdoba de Tucumán
y Trujillo; don Lucas Fernández de Piedrahita, obispo de Santa Marta y Panamá;don Gre­
gorio Jaimes Bazán y Pastrana, obispo de Santa Marta: don Diego de Baños y Sotomayor,
obispo de Santa Marta y Caracas; don Luis de Betancur, obispo electo de Popayán, y Fray
Andrés de Betancur, obispo electo de Concepción de Chile (Cír. Tomo 1, p. 142-144).
Nuevos prelados, de los que hablaremos más adelante, se educaron en San Bartolomé du­
rante el siglo XVIII.
JUAN MANUEL PACHECO, S. J.
176

tras escuelas leyes, tuvo varios abogados, cuatro oidores y un fiscal en


la Inquisición de México.
En la misma ciudad de Santafé estaba el llamado colegio de Las
Nieves, por el nombre del barrio en que está situado. No era propiamen­
te colegio sino una residencia. De él informa el P. Meaurio:
Es muy importante para los ministerios porque el concurso de
aquel barrio es grande. La clase de gramática que en él se hubiere de
fundar habrá de ser de corto número de niños, y aun se embarazará con
la que tenernos en este colegio grande “porque el lugar no es tan popu­
loso de gente principal y blanca como de gente ordinaria” . Fuera más
conveniente dedicarlo a tercera probación, pero es mejor esperar, para
tomar una decisión, a que esta casa quede desahogada y libre de censos,
y que entre tanto sea sólo residencia con dos padres y un hermano” .
La situación jurídica de esta residencia preocupaba al P. General
Miguel Angel Tamburini, El año anterior había escrito al mismo P.
Meaurio.
“El colegio de Las Nieves que ni bien es colegio, pues no tiene cáte­
dra alguna que le dé la denominación, ni casa profesa, pues tiene rentas,
ni tampoco de probación [noviciado] que parece fue la mira del funda­
dor; es forzoso que tome otro temperamento y que del mejor modo po­
sible se observe el fin para que fue instituido, poniendo en ¿1 a los me­
nos la tercera probación. Para que esto pueda lograrse, sin el gravamen
que de presente fuera intolerable, será bien que los seis sujetos que man­
tiene se reduzcan a tres, esto es, dos sacerdotes y un hermano, quedán­
dose en residencia por algunos años, hasta que con los réditos que fue­
ren sobrando (los cuales se depositarán en arca de dos llaves distintas,
de las cuales tendrá una el P. Provincial y otra el superior), se haga algún
empleo, cuyos frutos sirvan a la manutención de dichos padres tercero-
res”8 .
El colegio de Tunja dice el P. Meaurio en su informe, conserva la
puntual observancia. En él se dictaba una clase de gramática a veinte o
veinticinco estudiantes, entre los que florecían una congregación maria-
na. “Es muy raro, observa e¡ padre provincial, el religioso de otras órde­
nes que no haya estudiado con nosotros estos primeros rudimentos, co­
mo los de la virtud y urbanidad... Porque por acá no hay otros precep­
tores, y donde no hay jesuítas está cerrada la puerta a la enseñanza de
la latinidad” .
También contaba, como el colegio de Santafé, con una escuela de
párvulos, atendida por un hermano coadjutor, a la que asistían un cen­
tenar de niños.

8
Carta del 31 de mayo de 171 7 (APT. Cartas PP. Generales,leg. 132, fol. 230). Cfr. A. AS­
TKAIN. Hist. Vf), 434.
í

P. MATEO MIMBELA

Tanto los novicios como los sacerdotes que hacían la tercera pro­
bación pasaban por todos los experimentos o pruebas establecidas por
San Ignacio, como son el hacer los ejercicios espirituales ignacianos
durante un mes, el servir a los enfermos en los hospitales, el ayudar en
los oficios humildes de la casa, etc. Solamente no se tenía la peregrina­
ción, “que ojalá la hubiera” , comenta el P. Meaurio, pero jamás las ha
habido porque así convendrá” . Al hospital iban los novicios y tercero­
nes cada ocho días J u n to con el rector del colegio y maestro de novicios
a ocuparse en el servicio de los enfermos. Diariamente los novicios iban
a la cárcel a llevar de comer a los pobres. Los domingos se organizaba
con los niños que asistían al catecismo una procesión que terminaba
en la iglesia del colegio con una plática.
Los padres del colegio de Cartagena trabajaban activamente en di­
versos ministerios. Uno de los padres tenía a su cuidado, como en tiem­
po de San Pedro Claver, a ios esclavos negros. Para ellos todos los do­
mingos se tenía un catecismo; salían luego por las calles cantando la
doctrina cristiana y en una de las plazas se les predicaba una sencilla plá­
tica. A este acto no sólo asistían los esclavos sino muchos blancos y la
gente del servicio. “Y así, añade el P. Meaurio, como el cuidado de los
negros está solo a cargo de nuestro colegio, así también es raro el negro
o negra, bozales y ladinos, que no se confiesen en nuestra casa y que no
llame padre para morir cristianamente, con grande consuelo nuestro” .
No estaba tan floreciente la congregación de los caballeros. Aun­
que se ha aumentado con el aseo de sus alhajas y altares en lo que cabe
en la corta iglesia que tenemos, no tiene aquellos concursos que en otros
tiempos, y han decaído las asistencias a Jas pláticas y las acciones públi­
cas en que llevaban los congregantes de comer a los hospitales” .
Regentaba además el colegio de Cartagena una clase de gramática
con cuarenta o cincuenta estudiantes, y una escuela de más de cien ni­
ños.
El colegio de Mompós contaba con una clase de gramática para
veinte o veinticuatro alumnos. Los ministerios en que ejercitaban su ce­
lo los pocos sacerdotes eran frecuentes. “ Por el sumo calor de la tierra,
narra el P. Meaurio, más que en otras partes, se hace de noche a puerta
franca y con- luces el ejercicio de la buena muerte para toda la villa y
gente de todo sexo, con plática de doctrina cristiana todos los viernes
del año, y con mucho concurso y devoción porque la gente es especial­
mente piadosa, y tiene especial amor y aprecio de ios jesuítas” .
No era fácil en el pequeño colegio de Honda llevar vida de comu­
nidad, pues sus moradores tenían a su cargo la parroquia y además de­
bían atender a dos iglesias dentro de la misma población. “Aquí, cuenta
el P. Meaurio, puse sujeto que leyese gramática, y murió; después señalé
otro que no podrá hacerlo sin muchas fallas por haber de asistir a su rec-
JUAN MANUEL PACHECO, S. J.
178

tor en la administración del curato” . Se refiere el padre provincial en


primer lugar al P. Diego Landazabal, quien había muerto en Honda el 4
de marzo de 1718, cuando solo contaba 32 años9 . “ Y aunque hay otros
dos sacerdotes, prosigue diciendo el P. Meaurio, el uno es viejo y muy
enfermo, y el otro sobre andar también enfermo me será necesario sacar­
lo para la asistencia de una hacienda de provincia, por la falta que hay
de hermanos. Puse en este colegio un hermano coadjutor para una de
sus haciendas, de muy buena salud, y luego murió” . Este hermano era el
italiano Paulo Maestre, muerto en Honda el 22 de marzo de 1718, a los
38 años10.
Sólo dos sacerdotes, los PP. Tomás Casabona, rector, y José de Ro­
jas, residían en el colegio de Pamplona. Les acompañaban dos hermanos
coadjutores ocupados en la administración de las haciendas del colegio.
A la clase de gramática sólo asistían diez o doce niños. Se había estable­
cido una explicación del catecismo, todos los domingos, con cantos de
la doctrina por las calles y plática final. A este acto concuna el vicario
de la ciudad con toda la clerecía y un buen grupo de personas nobles. El
P. Casabona había dado nuevo auge a la congregación de la buena muer­
te, Se estaba levantando la capilla mayor de la iglesia con las limosnas
de los vecinos, pues el colegio no tenía medios para construirla11 .

El colegio de Mérida

En Mérida residían cinco padres y dos hermanos. Anota el P. Meau­


rio que los ministerios habían decaído por la pobreza del lugar, habien­
do sido antes tan rico que la menor moneda que corría era un real de
plata. “Mas habiendo mantenido Dios nuestras haciendas, es nuestro
colegio el socorro del lugar, y a él acuden con las menores necesidades
que se les socorren, y así lo dejé dispuesto y ordenado... Es tal el afec­
to de la gente a los jesuítas que hasta para la comunión annual del jue­
ves santo pide todo el pueblo licencia a su cura para comulgar en nues­
tra iglesia” . Sermones no los oyen en todo el año sino es nuestra casa.
Añade que envió a uno de los padres a residir en una hacienda del
colegio, cercana al lago de Maracaibo, con orden de ir a predicar, duran­
te las cuaresmas, a Gibraltar y Maracaibo, como ya lo ha hecho con gran

El P. Diego Landazabal había nacido en Pamplona (N. de S.) el 5 de diciembre de 1685,y


entrado en la Compañía el 10 de julio de 1701 (Catálogos de 1702 y 1711). Era hijo de
don Diego de Landazabal y doña Matea Carrillo (ANB, Notaría 2a. t. 93 (1705) fol. 128).

10 Cfr. Catálogos de 17II y 1715 Supl.

11 üstado espiritual de la provincia del Nuevo Reino y sus Ministerios... (Archivo de la provin­
cia de Toledo, hondo Astrain, 46).
P. MATEO MIMBELA
179

fruto. Este mismo padre, sigue narrando, sacó de un palenque a cuaren­


ta y cinco negros esclavos, que se habían retirado a vivir como bárbaros,
y no los había podido sacar el gobernador. El padre los devolvió a sus
amos, encargando a estos los tratasen con especial cuidado12 .
Por el libro de consultas del colegio de Mérida sabemos que este
padre era el P. Andrés de Salas. Se encontraba en la hacienda de La Cei­
ba cuando se le presentó un numeroso grupo de negros y le declararon
que querían servir a la Compañía, pero no a otros amos aunque los hi­
ciesen pedazos. El P. Salas propuso al padre rector de Mérida, que lo era
el P. francisco Antonio González, recibir a estos negros, hablando para
ello con el gobernador. Pero reunidos los consultores del colegio opina­
ron que no era esto conveniente, en primer lugar por la poca confianza
que inspiraban aquellos negros, pues era de temer que sembraran el ma­
lestar entre los demás esclavos de la hacienda, y en segundo lugar daría
motivo para murmuraciones y censuras entre los amos de estos esclavos.
La decisión final fue el que buscase el P. Salas otra manera de ayudar a
aquellos pobres negros hablando para ello con el gobernador de Mara-
caibo13.
Este mismo libro de consultas nos permite observar un poco más
de cerca la vida ordinaria del colegio de Mérida.
Componían este colegio en 1718 los PP. Francisco Antonio Gon­
zález, rector, Tomás Va reía, Andrés Salas, residente en La Ceiba, y
Francisco Arias, y los hermanos Bernardo Arias y Francisco Ibarra14.
En febrero de 1717 se preguntaba en la consulta del colegio si
sería conveniente cambiar las pláticas de la doctrina cristiana que se
tenían los martes en la iglesia, por una serie de pláticas, durante ocho
o nueve días continuos, como preparación para la comunión pascual.
A todos los consultores les pareció conveniente, lo mismo que pedir
licencia al arzobispo de Santafé, Francisco del Rincón, que por aquellos
días pasó por Mérida, de viaje hacia Santafé15, para trasladar la comu­
nión pascual del domingo de Pasión al domingo de ramos, por ser mayor
el concurso de gente en este último domingo. “Y así se ejecutó, dicen
las actas de la consulta, con grande fruto y concurso de fieles” .
El colegio tenía autorización para recibir dos donados, o sea per­
sonas, que sin emitir los votos religiosos, se consideraban como miem-

12 Ibid.
13 L ib ro d e c o n su lta s Consulta del lo, de abril de 171 8, lols. 33-34.

14 Catálogo de la Provincia del Nuevo Reino, 1718 ARS1, N.R. et Q. 4.

15 CU. J. RESTRLPO POSADA, Arquidiócesis d e fiogotá, Datos biográdicos de sus Prelados,


1, 43.
JUAN MANUEL PACHECO, S, J.
180

bros de la comunidad16. En mayo de 1717 se discutió si sería bien des­


pedir a uno de estos donados, llamado Cosme, por la poca confianza
que inspiraba. Prevaleció por entonces el parecer de uno de los consul­
tores: esperar su enmienda, una vez avisado de sus faltas. Pero no ha­
biéndose conseguido la enmienda, en la consulta siguiente se resolvió
despedirlo.
Un año más tarde se proponía si sería conveniente recibir como
donado a Blas del Nogal, quien ayudaba al P. Salas en el cuidado de la
hacienda de La Sabana. Conocidas sus buenas cualidades, se resolvió
“que se le diese la sotana pues supliría con su buen talento por un her­
mano” . AI mes siguiente se trataba de la admisión de otro donado, Jo­
sé Sánchez, “ hombre devoto, de habilidades, muy al propósito para la
sacristía” . Pero surgió una dificultad: el colegio no podía admitir más
de dos donados, y ya contaba con los dos: Nogal, recibido hacía un mes,
y otro más antiguo, Francisco Melgarejo. Los consultores respondieron
que con Melgarejo ya no se podía contar por estar del todo impedido
y curándose en su casa de Capuru17.
En junio de 1717 se presentaba en Mértda el P. Meaurio con el ob­
jeto de visitar el colegio. Una de sus órdenes fue que el P. Rector visita­
se, acompañado del H. Ibarra, la hacienda de La Ceiba. En enero del
año siguiente todavía no había podido el padre González efectuar esta
visita y consultaba si sería mejor dejarla para la fiesta de San Juan (24
de junio). Las razones que daba eran los muchos asuntos a que debía
atender en el colegio, en especial al entable de las dos haciendas de El
Hato y Las Tapias, y el no ser urgente la visita a La Ceiba, ya que el P.
Salas la estaba administrando bien y la cosecha de cacao no sería muy
abundante. En cambio la visita en junio sería más útil, por celebrarse
en ese tiempo la feria y la cosedla se esperaba más abundante para en­
tonces. Todos fueron de parecer que se difiriese el viaje, y dar de ello
aviso al padre provincial.
Un muy diverso asunto se trató en la consulta del mes de agosto
de 1718, El P. Francisco Arias era el encargado de la hacienda de Las
Tapias. Habiendo enfermado fue atendido y curado por doña Josefa
de Uscátcgui en la propia casa de ésta. No pareció esto conveniente, y
se dio orden al P. Arias de venir al colegio a curarse en caso de nueva
enfermedad. Pero habiendo recaído gravemente enfermo el P. Arias,
doña Josefa, sin hacer caso de esta orden, lo llevó a su casa. Estudiado

Iti
Clr. Tomo I, p. 169-170.
17 Libro de consultas; consulta de julio de 1718, lo i. 34.
P. MATEO MIMBELA
181

el caso se d e c id ió( “que atentas las circunstancias seria más acertado dejar al
padre que se curase en casa de diclia señora, así por no agravar la enfer­
medad con la mutación, como por ser casa de edificación y no causar
novedad en los que ya sabían que el padre estaba en dicha casa. Y se
añadió que por lo que toca al reparo y nota que se pudiera tener en la
ciudad de que un sujeto se curase fuera del colegio, no era de cuidado,
pues en otros tiempos se había así practicado con otros sujetos; y que
en adelante se procurase evitar esta costumbre y estilo” ).

El colegio poseía una hacienda, a orillas del lago de Maracaibo, en


Bobures. El atender bien a esta hacienda, que no prometía mucho, hacía
descuidar alas otrásque eran mejores. No había en esta tierras aptas para
nuevas plantaciones de cacao, y sobre todo el ríoTorondoy le causaba
graves daños. Se había pensado en venderla, pero no se había decidido
el colegio a hacerlo en consideración al donante de la hacienda, el maes­
tre de campo Pedro Hernández, benefactor del colegio, que aún vivía.
Habló con Hernández el P. Arias, y el buen señor, oídas las razones,
“solo con el fin de hacernos bien” , dice el acta de la consulta, resolvió
comprar la haciendo por 2.500 pesos. Para no perder la ocasión era me­
nester proceder con celeridad a firmar las escrituras, y no había tiempo
para recurrir al padre provincial. Se decidió que bastaba dar aviso más
tarde al padre provincial, pues ya habían dado licencia el P. Mimbela en
1715 y el P. Meaurio en 1717 para vender esta hacienda.
Otras consultas nos manifiestan la buena marcha del colegio en la
observancia regular, como el aviso que díó en una de ellas el padre rector
sobre una mayor puntualidad a los exámenes de conciencia18, y la preo­
cupación por los “ negritos y muchachos del colegio” , a los que un padre
daba todos los sábados una clase de catecismo, y el H. Arias les hacía
rezar “todas las noches así las oraciones como los mandamientos” 19 .

Formación de los jóvenes.

No estaba muy satisfecho el padre general de la formación que se


venía dando en la provincia a los novicios. E! espíritu nacionalista no es­
taba aún del todo extinguido. Por esto escribía el P. Tamburini, el 31 de
mayo de 1717, al P. Meaurio:

'‘Habiendo observado que son mas los nacionales que salen de )a


Compañía que no los que pasan de Europa, se discurre que pueda ser la

18 Ibid, consulta del 5 de enero de l7 1 9 .fo I. 37.

19 Ibid, consulta del mes de mayo de 1718, fol. 34.


JUAN MANUEL PACHECO, S. J.
182
causa la falta de probación. En cuya suposición encargo a V.R. que vele
sobre la crianza de los novicios, y sobre que su maestro cuíde de fundar­
los en sólidas virtudes, sin omitir alguna de las pruebas que se prescriben
en el Instituto y se compadecen con los estilos de esa región.
“Una de las principales consecuencias de esta falta de crianza creo
es el no desarraigarse jamás el pernicioso afecto a la nación y a los
nacionales, fuente y seminario de varios desórdenes que se ven y lloran
con desconsuelo universal de la provincia. Nada le hará a V.R. más
plausible en su gobierno, como tampoco más acepto en mj estimación,
que la solicitud en cortar esta perjudicialísima raíz de tanto daño; y así
me alegraré que al maestro de novicios se le encargue con toda especia­
lidad este cuidado, como también al instructor de los padres que hacen
la tercera probación“ 20.
El P. Meaurio debía de tender algo a la rigidez como lo demuestra
la distribución del tiempo que ordenó para las vacaciones generales de
los estudiantes jesuítas. Sobre ella advertía el padre general al P, Gonzá­
lez, sucesor del P. Meaurio en el gobierno de la provincia:
“En respuesta de lo que últimamente escrib í acerca de las vacacio­
nes generales de los hermanos estudiantes, me dice el P. Meaurio, que ha
dado una nueva planta y distribución que me remite, de cuánto tiempo
y cómo han de ser dichas vacaciones, para que de ellas resulte aprove­
chamiento en las letras. A este fin está bien dispuesta. Mas reparo que
fuera de los jueves y días de fiesta, es poco el tiempo que se de a la
recreación, y la tarea de estudio muy tirada, no dándoseles al día más
que una hora de recreación extraordinaria por la tarde. No me dice si ha
conferido esta planta con sus consultores, cuyo parecer tengo por
conveniente que se oiga. Ejecútelo así V.R. y resuelva lo que se confor­
mare con el mayor número de pareceres“21.
San Bartolomé: de nuevo la precedencia.

En 1716 había sido nombrado nuevamente rector del colegio de


San Bartolomé el P. Juan Antonio de las Varillas. No había olvidado el
P. Varillas la controversia que había sostenido en 1701 con el colegio de
Nuestra Señora del Rosario sobre precedencia. Se acercaba la recepción
del primer virrey del Nuevo Reino, Jorge Vi Halón ga, quien había exigido
un pomposo recibimiento similar al que se tributaba en Lima y Méjico
a sus virreyes. E1P. Varillas temiendo un conflicto con el colegio del Ro­
sario presentó ei siguiente memorial al virrey:

C a rta (lcl 31 do m a y o d o 1717 (A P T . C a rta s d e PP. G e n e ra le s, leg. 1 3 2 , fol. 2 3 0 ; C fr. AS-


T R A IN , V il, 4 4 3 ).'

21 C a rta d e l 21 d e se p tie m b re de 1 7 2 0 , 2a. c a rta . (A P T . C a rta s de PP1. G en erales, Ice. 132 fol.
249).
P. IGNACIO DE MEAURIO 183
“Exmo. señor:
“ El P. Juan Antonio de las Varillas de la Compañía de Jesús, pre­
fecto de la Universidad de San Francisco Javier, sita en el Colegio Máximo
de la Compañía de Jesús de la ciudad de Santafé, rector del Colegio real
y mayor y seminario de San Bartolomé parece ante V.E. y dice: que en
dicha ciudad hay dos universidades, la referida y la del Angélico Doctor
Santo Tomás, sita en el convento máximo de la religión de Santo Do­
mingo de dicha ciudad, y hay asimismo el dicho Colegio Mayor de San
Bartolomé y el Colegio Mayor de Nuestra Señora del Rosario;y por real
cédula despachada en Madrid en 25 de noviembre de 1704, presentada
y obedecida en la real audiencia, manda S.M,, que Dios guarde, que las
dos dichas universidades sean en el todo iguales en gracias, privilegios y
prerrogativas, y en esta conformidad corren, aunque es así que por lo
que toca a la dicha Universidad de Santo Domingo, sus cátedras las
regentan solo religiosos de la misma orden a sus mismos religiosos, y sin
concurso de estudiantes externos; y por lo que mira a la dicha Univer­
sidad de San Francisco Javier, regentan sus cátedras religiosos de la
Compañía y doctores seculares que obteinen las cátedras en concurso
público de personas seculares. Y por lo que mira a dichos colegios,
manda asimismo S.M., que Dios guarde, en la citada cédula, que sean en
todo iguales, gozando el uno los privilegios del otro, y el otro los del
otro, y tiene el dicho Colegio Mayor de San Bartolomé de tener más de
cuarenta años de antigüedad respecto del Colegio Mayor del Rosario, y
estar fundadas en el de San Bartolomé seis becas reales de real dotación,
lo que no hay en dicho Colegio Mayor del Rosario.
“Y porque a) informante se le ha mandado entregar por el escri­
bano superior la orden y mandato de V.E. para que en la elevada dignidad
que obtiene de virrey, gobernador y capitán general de este Reino,
ejecuten las ceremonias debidas la Universidad y colegios de la dicha
ciudad, y puede cada parte pretender preferencias, y esta pretención
puede ser embarazo en la mayor solemnidad y cumplimientos debidos
que desean observar la dicha Universidad de San Francisco Javier y
Colegio Mayor de San Bartolomé, en el solemne recibimiento de V.E., y
las asistencias que deben tener para que en el todo llenen su obligación,
se ha de servir V.E. y lo suplica el informante de dar las providencias
necesarias para el modo que deben observar en la concurrencia y asis­
tencia y del presente recibiemiento... Santafé,noviembre 21 de 1719"22.

La respuesta de Villalonga fue la siguiente: “Por la presente ocasión,


el Colegio de San Bartolomé v el del Rosario excusen la concurrencia, y
en las demás esta parte ocurra a S.M., que Dios cu arde y dénsele los tes­
timonios que pidiere”23.
Para defender los derechos del colegio en la corte, resolvió el P.
Varillas hacer una amplia información, no solo en las diversas ciudades12

12 AG L, S a n ta f é . leg. 4 0 4 .

23
Ib id .
JUAN MANUEL PACHECO, S. J.
184

del Nuevo Reino, sino en Quito, Caracas y Trujillo (Perú), sobre la anti­
güedad del colegio de San Bartolomé y sus numerosos e ilustres discípu­
los.
El archivo del colegio conserva las informaciones realizadas en la
ciudad He Antioq><ia. La primera se Mzc en febrero de 1719 a petición
del P. Miguel de Herrera, quien con el P. Pedro de Molina había viaiado
a Antioquia. Se llevó a cabo ante el cura y vicario de la ciudad, el doctor
Francisco Javier Záoata y Muñera, antiguo bartolino. La segunda se rea­
lizó un año después, en febrero de 1720, esta vez ante el gobernador de
la provincia F;asnar d e Cluiral, a netición d el P. Rodrigo de Celada. F.n
noviembre de 1719 el P. Varillas había dado poder a los PP. Rodrigo de
Celada y José de Molina oara hacer levantar esta información24
El cuestionario presentado a los testigos fue el siguiente:
“ ]a.— Primeramente digan del conocimiento de la parte.
2 a .- Item si saben y han visto que todos los curas que lia habido en esta
ciudad y provincia se criaron y educaron en el colegio de San Bartolomé,
de la dicha ciudad de Santafé, y qué curatos han servido, y digan qué
sujetos y cómo se llaman,
3 a — Item si saben que dichos sujetos son de las familias más nobles,
autorizadas y conocidas de esta provincia y ciudad.
4a.— Item si saben que por el dicho colegio se han criado sujetos hijos
de esta ciudad y su provincia, que han entrado en la Compañía de Jesús,
regentando cátedras, sirviendo en pulpitos, ocupando rectorados, y
quiénes fueron y si fueron de las familias ilustres.
5a - Item si saben que a más de los sujetos que han sido curas después
de criados en dicho colegio, y graduados en la dicha Universidad de San
Francisco Javier, han ilustrado otros con sus letras en toda la provincia,
enseñando en los pulpitos, y con su ejemplar vida, y en los confesiona­
rios, y quiénes son, y si son todos personas nobles y calificadas,
6a — ítem digan si se hace aprecio en esta ciudad y provincia de la crianza
y educación que se lia dado siempre y está dando dicho colegio a sus
hijos, y no de otra cosa, sin que ninguno envíe a criarlos a otra parte,
por haberles enseñado la experiencia que esta es la mejor y más ütil para
criarlos, estudiar y para e! bienestar de las buenas costumbres;porque ios
dichos colegiales salen de allí como si se hubieran criado en una religión.
7a.— Item sí saben que a más de ios curatos que lian servido en toda la
dilatada provincia ios hijos del dicho colegio, sin que de otro alguno se
haya visto un cura en ella, saben que otros, también en ella nacidos, y
educados en dicho colegio, han pasado a servir prebendas a las ciudades
de Santafé, San Francisco de Quito y Popayán; y si los conocen y saben
lo ilustre de su sangre.
8a.— Item digan los sujetos seculares que estudiaron y fueron colegiales
de dicho colegio de San Bartolomé; y si han obtenido oficio real, varas

24
A rchivo del C o leg io de San B a rto lo m é , D o c u m e n to s varios. Siglo X V II. II.
P. IGNACIO DE MEAURIO 185

de alcalde ordinarios, oficios militares y otros de graduación; y quiénes


son, su nobleza y sangre.
9a.— Item si saben que no hay casa de esplendor y calidad en esta ciudad
y provincia, que teniendo hijos no los haya enviado a educar en dicho
colegio, haciendo grandes expensas y gastos para lograr su educación y
enseñanza.
10a - Item si saben que no habiendo ninguna religión en esta ciudad, ni
toda su provincia, ha bastado la doctrina que aprendieron sus hijos, del
dicho colegio, llenándose la dicha ciudad y provincia de hombres doctos
y aptos para el confesonario y pulpito, resolución de casos, consejo aun
en materias políticas, todos de autoridad y de la veneración de toda la
tierra, por haber salido del dicho colegio siempre hombres venerables y
de estimación; y digan si actualmente los hay en esta ciudad y provincia,
con grande consuelo de todos los vecinos, por su rectitud, caridad y
ejemplar vida.
1 l a . - Item digan de público y notorio, pública voz y fama”25.

Una de las respuestas, la del sargento mayor y alcalde ordinario,


Francisco Miguel de Pino, publicada por el P. Daniel Resírepo26*, da a
conocer los numerosos sacerdotes antioqueños, ya diocesanos, ya religio­
sos, educados en San Bartolomé, junto con un grupo de notables segla-
res2 7 .
Sabemos que esta información se realizó también en Cartagena,
Pamplona, Girón, Popayán, Quito, Trujillo y Caracas28. En Madrid, en
el archivo de la provincia de Toledo, se conserva la levantada en la ciu­
dad de Maracaibo29.
Con esta campaña debe de tener conexión el folleto del doctor
Nicolás de Barasorda y Larrazabal (Nota; biog. de Barasorda), publicado
en Madrid en 1723 con el título de “ Relación de los sujetos que se han
criado en el colegio Seminario y mayor de San Bartolomé. Fundado en

25 Este c u e s tio n a rio fue p u b lic a d o p o r e l P . D A N IE L R E S T R E P O S .J. E l C o le g io d e S a n B a r ­


to lo m é , p . 2 2 -2 4 .

26 I b id .p . 1 0 5 -1 2 6 .

21 Cfr. m ás a d e la n te líb, III, cap,

28 En un in v e n ta rio de los p ap eles d e l colegio de S a n ta fé , h e c h o e n 1 7 6 7 , se h a b la de to d as


estas in fo rm a c io n e s . E n este m ism o in v e n ta rio se reseñ a u n a c e rtific a c ió n del D r. D. M ario
de B e ta n c u r. d e á n d e C a rta g e n a , “ e n la q u e dice los s u je to s q u e h an sid o c o n d is c íp u lo s su­
y o s, y las d ig n id a d e s q u e han o b te n id o ios colegiales qu e h a n sid o del R eal S em in ario de
San B a rto lo m é ” (C a rta g e n a . 7 d e a g o s to d e 1 7 2 0 ). (A rch iv o n a c io n a l d e C h ile, Je s u íta s ,
B o g o tá, 2 1 4 ),

29 APT. leg. 6 1 6 . L a in fo rm a c ió n fue p e d id a p o r e l P . F ra n c isc o A n to n io G o n z á le z , p o r e n c a r­


go d el P. J u a n A n to n io de las V arillas en 1 7 2 0 . Se h izo tam bie'n en M a rac aib o , en m a rz o de
este m ism o a ñ o , y e n tr e los te stig o s e s tá n e l lic e n c ia d o D. Ignacio S e rra n o D ávila, e l P b ro .
Ju a n d e S o so , e tc .
JUAN MANUEL PACHECO, S. J,
186

la ciudad de Santafé Nuevo Reino de Granada. La dedicatoria, “e-1 muy


noble y muy ilustre colegio mayor de San Bartolomé” está fechado en
Santafé a 10 de enero de 1721. En él después de dar una información
de lo que son los seminarios y en concreto el colegio-seminario de San
Bartolomé traza brevemente la biografía del fundador del colegio, el
Arzobispo Don Bartolomé Lobo Guerrero y presenta un “ catálogo de
los empleos, cargos y actos positivos, así eclesiásticos como seculares,
que han ejercitado los colegiales del colegio seminario, real y mayor de
San Bartolomé” .
Ya en la censura que escribió para esta relación el licenciado Julián
de Hermosillo se dice que del colegio han salido, desde 1605 hasta 1719
seis obispos, 72 prebendados, once provinciales religiosos, un insigne
mártir y 55 presidentes, oidores, gobernadores y capitanes generales.
(La Iglesia P. 355).

Donación de don José Blanco.

El 12 de marzo de 1717 hizo donación a la Compañía, el capitán


José Blanco, de la suma de 40.000 patacones, con destino a la fundación
de un colegio en Mariquita. El colegio debía fundarse en el término de
diez años. Recibieron esta suma los PP. Mateo Mimbela y Andrés de
Molina, rector este último del colegio de Honda30.
Al ser informado el P. Tamburini de esta donación, escribió al
P, Meaurio:
“Tengo noticia que están ya entregados cuarenta mil pesos para la
fundación de colegio en Mariquita [sic], y el P. Matías de Tapia me ha
pedido por cartas que la acepte. Supongo que mi aceptación no puede ser
hasta constar de ia licencia del Consejo. Pero entre tanto me es forzoso
prevenir a V.R. dos cosas; la una, que tengo por imposible que esta can­
tidad alcance a la fundación si de ella se ha de sacar para las expensas de
fábrica, pues en tal caso ¿qué quedará para emplear en raíces bastante a
los alimentos de los sujetos que compongan el colegio? La otra es, que
se procure proporcionar un número decente de hasta ocho o diez jesuítas
en dicho colegio, para que no padezca la regular observancia, como suele
padecer cuando son pocos y acaso malavenidos”. Y a continuación pone
precepto de no tocar para otro fin este capital destinado a la fundación
del colegio de Mariquita31.

No llegó a fundarse en Mariquita el colegio, por lo pequeño del lu­


gar, y el capitán Blanco convino en destinar su donación para la funda-

30 E sc ritu ra de d o n a c ió n (A rc h iv o N acional d e C h ile , J e su íta s , B o g o tá 2 1 5 , fols. 1 7 1 -1 7 3 ).

31
C a tt a d e l 31 d e m a rz o d e 1 7 1 7 . 2 a. c a r ta ; A P T . Icg. 1 3 2 , fol. 228.
P. IGNACIO DE MEAURIO
187

ción del colegio de Antioquia, como ya lo anotamos al narrar la funda­


ción de este colegio32..

El naufragio de la misión.

En la congregación provincial de 1711 se había decidido no pedir


nuevos misioneros a las provincias de Europa, pues la provincia, por su
pobreza, no podía sufragar los gastos de la expedición.
Con todo, en diciembre de 1715, el P, Matías de Tapia, que se en­
contraba en España como procurador de la provincia, elegido en la men-
sionada congregación, pedía autorización para traer treinta misioneros.
El Consejo de Indias no solo concedió la autorización pedida, sino que
declaró que en virtud del decreto del 23 de octubre de ese mismo año,
la mayoría de los misioneros podían ser extranjeros, ya que no se había
limitado el número de estos.
No obstante todo esto, el Consejo, en su consulta del 20 de diciem­
bre, no dejaba de advertir al monarca:

“No puede dejar el Consejo de exponer reverentemente a la real


consideración de V.M. que aunque todo lo que por el anunciado decre­
to se ha servido dispensar a la Compañía en esta parte es muy correspon­
diente al celo y vigilancia con que sus hijos se aplican infatigablemente
a la conversión de aquella gentilidad, es conveniente se atienda también
a que las Indias no se llenen de extranjeros, aunque sean misioneros y
de la Compañía, pues siempre que estos sean en mayor número que los
que de ellos fueren vasallos de V.M., es preciso se viva con recelo y des­
confianza de lo que en algún tiempo puede ocurrir, mayormente en la
parte del Orinoco, para donde son estos misioneros, pues por su situa­
ción está expuesto a cualquier invasión de enemigos.
“Por cuya razón parece al Consejo será preciso advertir al general
de la Compañía que, en correspondencia de lo mucho que su religión
debe a la piedad de V.M,, espera de su celo y atención que haciéndose
cargo de esta inportancia, gobierne esta materia con tal prudencia, que
ahora ni en ningún tiempo se pueda recelar que por ser en mayor núme­
ro los jesuítas extranjeros que pasen a las Indias que los vasallos de V.M.,
suceda algún contratiempo.
“Y que aunque señaladamente para estas misiones del río Orino­
co vayan ahora (en virtud de la extensión que se concede a la Compa­
ñía, pretextada por la falta de sujetos españoles) más jesuítas extranje­
ros que vasallos de V.M., podía encargar a los provinciales y superiores
de las misiones que, en llegado allá, envíen a los extranjeros a las mi­
siones de la tierra adentro, donde tienen menos inconvenientes, y que

32 ('ti. Iib. I . cap. 2 p.


JUAN MANUEL PACHECO, S. J.
188

a los que estuvieren en estos parajes vasallos de V.M., en lugar de los


otros vayan al Orinoco, practicando esto mismo en todas las partes de
las Indias, donde se reconozca el mismo reparo, pues de esta manera,
sin abusar de las piedades de V.M., se podrá ocurrir a todo y lograrse
sin zozobra el santo e importante fin de la conversión de aquella genti­
lidad. V.M. resolverá lo que fuere más de su real servicio” 33 .

El rey, Felipe V, respondió;

“Como parece al Consejo en cuanto ai aumento de los catorce


religiosos sobre los 16 que en la misión antecedente no fueron por falta
de oportunidad; pero en lo que mira al lugar, misión, región o colegio
en que hayan de residir los jesuítas que pasasen a Indias, ya españoles o
ya extranjeros, es mi voluntad que no se ponga limitación alguna a la
disposición de los superiores de la religión, en cuyo celo y prudencia fío
que harán en todo caso lo que juzgaren más conveniente para mi real
servicio” 34 .

En este sentido se expidió la real cédula de 10 de mayo de 1716,


dirigida al provincial de la Compañía de Jesús de Santafé. En ella le co­
munica el rey el aumento de misioneros concedido, y añade;

“Y respecto de que por mi real decreto de 23 de octubre del


próximo pasado de 1715 tengo dispensado que para todas las misiones
de Indias, que están al cuidado de vuestra religión, se puedan llevar su­
jetos que se empleen en tanto santo fin de los reinos de Francia, y de
Polonia, del círculo de Baviera, de las Provincias Gallobélgicas de Flan-
des, de las repúblicas de Venecia y Genova, del Estado de la Iglesia y
de todos los demás estados de que se compone la Italia, excluyendo so­
lamente el Reino de Nápoles y ducado de Milán, he resuelto asimismo
que, por lo que mira al lugar, misión, región o colegio en quehayan de
residir los jesuítas que pasen a Indias, ya españoles o ya extranjeros, no
se ponga limitación alguna a la disposición de los superiores de vuestra
religión. De que he querido advertiros para que os halléis en inteligen­
cia de ello, y que por lo que toca a esa provincia fío de vuestro celo y
prudencia haréis en todo caso lo que juzgaréis más conveniente para
mi real servicio” 35 .

Sólo pudo reunir el P. Tapia 23 misioneros, de los cuales seis per­


tenecían a la provincia de Baviera, otros seis a la provincia de Castilla,

33 AGI, S a n ta fé , lcg, 4 0 3 .

34 Ibid,

35 A G I, S a n ta fé , leg, 271
P. IGNACIO DE MEAURIO
189

tres a la provincia romana, tres a la provincia de Sicilia y cuatro a la de


Toledo36.
La primera desgracia de esta expedición fue la muerte de su supe­
rior el P. Tapia, quien murió en Cadiz, el 28 de julio de 171737, el mis­
mo día en que se hacía a la vela la misión.
Cerca de dos años más tarde escribía el P. Tamburini al P. Meaurio;

“Tengo lástima de V.R. y de toda la provincia, así de Quito como


esa del Nuevo Reino, si comtse ha esparcido la voz y las señas de la tar­
danza funestamente lo anuncian, se han ido a pique las dos misiones
que para esas dos provincias salieron de Cadiz el 28 de julio de 1717,
Sólo ha habido el consuelo, no sé qué voz confusa, de haber aportado a
Buenos Aires; pero de ninguna parte ha venido aviso que con seguridad
nos pueda consolar, ni sacar del temor de tan lamentable desgracia. Dios
nos consuele con más alegres noticias”38.

Desgraciadamente los rumores eran ciertos. El navio Sangronis en


que viajaban los misioneros naufragó, después de salir de las Canarias, a
causa de una tempestad, el 9 de agosto de 17 1739 .
Desde Chile escribía en 1720 el H. Bitterich al P. Nicolás Pottu, de
la provincia de Germania superior:

“Quizá V.R. no se ha enterado todavía del naufragio de nuestra


expedición de 40 sujetos y destinados a las provincias de Nueva Grana­
da o Santafé y Quito; de ellos cinco eran de la Provincia de Germania
Superior, a saber: P. Winter, Jorge, P. Lippert, P. Francisco Bertel, P.
Weingartner, P. Riedmiller Juan, novicio. Holandeses eran los PP. Neu-
mann Luis, de Köln, Wichenschlat Luis, Wolffenbrock, Messmacher,
todos de la provincia de Holanda”40.
Según cuenta el P. Velasco, que coloca equivocadamente este nau­
fragio en 1713, el navio en que iban los misioneros navegaba junto con
otro barco mercante, “ El navio en que iban los misioneros comenzó

AGI, C o n tra ta c ió n 5 5 4 8 ,

37 C atálogo d e la P ro v in c ia d e l N u e v o Reino, 1 7 1 5 , S u p l. (A R S I, N.R. e t Q . 4 , fol. 142). C ar­


ta d e l P . T a m b u rin i a l P ro v in c ia l d e l N u ev o R e in o , 2 2 m a rz o 1 7 1 8 (A P T . leg. 1 3 2 . fo l. 2 3 6 ).

38 C a rta d e l P . T a m b u rin i al P . M e au rio , 13 m a y o 1 7 1 9 ,2 a . c a rta (A P T . leg. 1 3 2 , fo l. 2 3 9 ).

39 C fr. M em orial d e l P. M e a u rio ( 1 7 3 3 ) (A G I. S a n ta fé , leg. 4 0 6 ). y C o n s u lta del C o n sejo de


Indias te n id a el 27 de ju lio d e 173 3 (A G I, S a n ta fé , leg. 2 6 4 ). L a fe c h a d e l n a u fra g io la da
S o m m ervogel, Bibliothèque, V III, 3 7 4 , a l h a b la r del P . V a lc k c n b o rg , u n o d e lo s n áu fra g o s.

40 A pud. V .D . S IE R R A , L os J e s u íta s G e r m a n o s e n la c o n q u is ta e s p ir itu a l d e H is p a n o - A m é ­


rica, p . 126.
JUAN MANUEL PACHECO, S. J.
190
desde luego a hacer agua, y viéndose en peligro grave pidió socorro al
otro dentro de breves días. Pasó el P.[Nicolás de la Puente], [procurador
de la provincia de Quito], en una lancha a pedir al capitán del otro na­
vio que lo admitiese con sus veinte misioneros. Respondióle que cuando
más le admitiría a él, porque la carga y la estrechez de su navio no daba
lugar para tantos. Instó el Padre y rogó en vano ofreciéndole más que
doble paga; y no teniendo consuelo alguno, resolvió ir a morir en el otro
en compañía de sus misioneros. Así sucedió, porque hundiéndose el na­
vio aquella misma noche se ahogaron todos miserablemente sin que se
salvase ninguno” 41.

Visitador de la provincia de Q uito42

Antes de terminar su provincialato había sido nombrado el P. Meau-


rio visitador de la provincia de Quito. El 7 de agosto de 1720 escribía al
padre general acusando el recibo de la patente y comunicando que es­
taba ya preparando su viaje.
Una vez en Quito, arregló definitivamente la donación de cuarenta
mil pesos que el capitán Rafael Sánchez Pabón, había hecho a la Com­
pañía para la fundación de un colegio anexo al colegio-seminario de San
Luis. Esta fundación había tropezado con algunas dificultades, entre
ellas, la oposición del procurador de la ciudad, Francisco Ramírez de
Arellano. Vencidos los obstáculos, el P. Tamburini aplicó la donación a
los jesuítas que atendían al Colegio de San Luis.
Despachado este asunto emprendió el P. Meaurio la visita de las
diversas casas de la provincia. En agosto de 1721 se hallaba visitando el
colegio de Cuenca. Uno de los defectos que le encargó el padre general
corregir en la provincia era el excesivo rigor y dureza de los superiores,
ya en imponer demasiadas penitencias con poca caridad, ya en negar
a los súbditos los necesarios descansos y recreaciones. Todo esto en­
gendraba amargura y descontento entre los súbditos. Otro defecto que
también preocupaba especialmente al padre general era el antagonismo
entre españoles y americanos. El P, Tamburini ordenó a los provincia­
les acabar con las reuniones de carácter partidista y castigara los cabe­
cillas desterrándolos a los colegios más apartados con los cargos menos
gustosos.
Por dos veces visitó el P, Meaurio la provincia de Quito, llegando
hasta el lejano colegio de Panamá. Visitó también, lo que ningún visi­
tador o provincial había hecho, las misiones del Marañón.

41
A pud JO U A N E N , Hist. II, 7 5.
42
J , JO U A N E N , H is to r ia d e la C o m p a ñ la de Jesús e n la a n tig u a P r o v in c ia d e Q u ito , II, 81-91.
p. IGNACIO DE MEAURIO
191

No dejó de tener sus sinsabores, como en Popayán, con el P. Es­


teban Riofrío, rector del colegio, quien puso obstáculos a la misión que
había ordenado predicar en la ciudad e hizo volver a Pasto al P. Floren­
cio Santos enviado a predicarla43.
A principios de octubre de 1723 el P. Meaurio dio por terminada
la visita, y por ¡a vía de Panamá y Cartagena regresó a Santafé.

43 I n s tr u c c ió n q u e d a e i P. V is ita d o r I g n a c io d e M e a u r io a l P . J a n u a r io G a r o fa lo p a ra q u e v is i­
te e l c o le g io d e P o p a y á n ; A P Q u ito , Icg. 10.
CAP ITU LO V

P. FRANCISCO A N TO N IO G O N ZALEZ

El nuevo gobierno

El 5 de agosto de 1720 entró a gobernar la provincia el P. Francis­


co Antonio González1. Con el nuevo provincial fueron designados los
siguientes superiores: rector del Colegio Máximo de Santafé, P. Mateo
Mimbela; rector del colegio de Tunja y maestro de novicios: P. Nicolás
Aguilar, quien se encontraba en Santo Domingo y no llegó a desempeñar
este cargo; rector del colegio de Cartagena, P. Francisco Méndez; de la re­
sidencia de Las Nieves en Santaféj P. Pedro Manuel Carvajal; rector del
colegio de Pamplona, P. Tomás Casabona; del de Mérida. P. Miguel
Monroy; de Mompós, P. Carlos de Anisson; del de Honda, P. José de
Eizaguirre, y del de Santo Domingo, P. Juan Manuel Romero. El P. Juan
Capueí fue confirmado como superior de la misión de los Llanos2 .
El P. González había nacido en Jerte, población de la provincia de
Cáceres (España), el 28 de marzo de 1668. Siendo de 28 años,y yasa-
cerdote, vino al Nuevo Reino en 1694, con el P. Pedro Calderón3 . Había
residido en Cartagena como operario4 y en Santafé como socio o secre­
tario del P. Provincial Mateo Mimbela. De 1715a 1720 estuvo al frente,
como rector, del colegio de Mérida.
Al comunicarle el P. Tamburini su próximo provincíalato, le encar­
gaba “ que vele con especialidad sobre la conservación de la unión y cari­
dad fraterna, y precediendo con el ejemplo en e] amor indiferente a los
naturales del país y a ios extraños, se esfuerce en desarraigar cualquier
afecto de nacionalidad, deshaciendo cualesquiera juntas o conventículos,

1 Cfr. ARSI, Congr, Prov. t. 88, fol. 322.

2 C a rta del P. T a m b u rin i al P, M e au rio , 13 m a y o 1 7 1 9 ; A P T ., leg, 1 3 2 , Ibis, 2 4 7 -3 4 8 ,


3 ,
Cfr. tomo II, Apendicc, pag. 489.

4 Catàlogo de 1711.
P. FRANCISCO ANTONIO GONZALEZ
193

tanto de europeos como de indianos, que se presuma pueda ser ocasión


de desuniones y discordias de una nación con otra” . Le recomendaba
también hacer observar las órdenes que había dejado el padre visitador
Francisco Sierra5 .

Congregación provincial de 1720

Uno de los primeros actos del P. González fue presidir la congre­


gación provincial que había sido convocada por su antecesor, el P, Meau-
rio, para el 8 de septiembre de 1720.
Concurrieron a ella treinta y tres padres6 . Al inaugurarla dio cuen­
ta el P. González del doloroso naufragio de la expedición de misioneros
acaecida tres años antes.
La congregación eligió secretario al P. Juan Capuel, superior de la
misión de los Llanos. La elección de procuradores tuvo lugar el 10 de
septiembre. Fueron elegidos, en primer lugar el P. Mateo Mimbela, rec­
tor del Colegio Máximo, por 26 votos; en segundo lugar el P. Juan An­
tonio de las Varillas, rector del colegio de San Bartolomé, por 18 votos,
y en tercer lugar el P. Francisco Méndez. El P. Mimbela trató de excu­
sarse, exponiendo sus enfermedades, pero la congregación no admitió la
excusa y ratificó la elección.
Al día siguiente se ocupó la congregación de la fundación del cole­
gio de Antioquia. Para él se había ofrecido, por diferentes personas,
86.000 pesos, de los cuales 40.000 estaban ya en poder de la Compañía.
La congregación decidió pedir al padre general la licencia para fundarlo.
Corno motivo especial se alegó el gran afecto que los antioqueños mos­
traban a la Compañía.
El 12 se discutió la fundación del colegio de Maracaibo. Se deter­
minó que el padre provincial consultara por carta al padre general so­

5 C arta d el 13 de m a y o d e 1 7 1 9 ; A P T ,, leg. 1 3 2 , fo l. 2 4 4 v - 2 4 í.

6 F u ero n ello s; F ra n c isco A n to n io G o n z ále z, p ro v in c ia l; C ristó b a l de C ésp ed es, su p e rio r del


colegio de L as N ieves; F ra n c is c o D aza, F ra n c is c o Jav ier U rb in a ; Ju a n R o m e ro , v ice rec to r
d el colegio d e T u n ja ; M ateo M im b ela, re c to r d el colegio d e S a n ta f c ; Ju a n A n to n io de las
V arillas, re c to r del colegio d e San B a rto lo m é ; D iego de T ap ia, so c io d el P. P ro v in cial, A n­
drés de M olin a, v ic e re c to r del colegio de H o n d a ; R o d rig o d e C elad a, Ju an T ejad a , P edro
C arvajal, re c to r d el colegio de C a rta g e n a ; Ju a n C ap u el, su p e rio r d e la m isió n de los L lan o s;
Ignacio de M eau rio , v isita d o r y vicep ro v in cial de Q u ito ; S im ón V in a n s, re c to r del colegio
de H o n d a ; M iguel d e H e rrera , F ra n c isco M é n d e z; Jo sé L y za g u irre , su p e rio r de la re sid en ­
cia de F o n tib ó n ; Ju a n M én d ez, p ro c u ra d o r de la p ro v in c ia ; M iguel M o n talv o , G a b riel de
Aguilar, L o re n z o D ía z , Ju a n U b a n d u rra g a , F ra n c isco C a ta ñ o , T o m ás C a sa b o n a, re c to r del
colegio de P a m p lo n a ; C arlos A n iso n , M iguel M o n ro y , D io n isio M orales, D iego T e rre ro s,
P edro G u e rre ro , J u a n de P u e rta , Ju a n M edina y Ju a n R o m eo , (A R S I, C ongr. Prov. to m o
8 8 , fol. 3 2 2 ).
JUAN MANUEL PACHECO, S. J.
194

bre ella; entre tanto se debía fomentar con diligencia todo lo que pu­
diera ayudar a esta fundación.
Se habló también de dar comienzo a una misión a orillas del río
Sarare, para facilitar la penetración en el Orinoco. La congregación juz­
gó que era mejor diferir esta empresa misionera hasta que el padre ge­
neral enviase nuevos operarios, y el rey pusiese freno a las incursiones
de los caribes con un puesto militar en la isla de Caróní. En cambio
recomendó la congregación ayudar con toda generosidad al misionero
del pueblo de San Ignacio de Betoyes, en los Llanos, —que lo era el P.
José Gumilla,— para que pudiera aumentar su reducción atrayendo a
más indios gentiles. Lo mismo se debía hacer con el P. Cavarte que es­
taba fundando el pueblo de San Francisco de Regis de Guanapalo.
La comisión de misiones preguntó qué debía hacerse con los in­
dios tunebos, rebeldes desde hacía más de sesenta años, al evangelio,
de los cuales una gran parte habían apostatado de nuevo y tornado al
gentilismo. No se encontró otra mejor solución que atenderlos del me­
jor modo posible y procurar que los fugitivos volvieran de nuevo al se­
no de la Iglesia,
La congregación aprobó un postulado en el que se pidió al padre
general librar a los misioneros de los Llanos de juramento que se les ha­
bía impuesto de dar cuenta de sus entradas y gastos. Este juramento era
una carga intolerable que hacía odiosas las misiones. Además ya no vi­
vían en la provincia las personas que habían dado motivo para este justo
rigor.
Otra de las recomendaciones de la congregación fue el colegio de
Santo Domingo. Un nuevo pleito habían puesto contra él los herederos
de don Juan de Rivera, fundador del colegio. La herencia de Rivera era
prácticamente la única renta del colegio, y la congregación estaba segura
de que el colegio perdería el pleito. Se preguntó al padre general qué de­
bía hacerse en caso de perder aquella herencia.
El colegio, en efecto, perdió el pleito, y se vio, como ya antes na­
rramos, en graves apuros económicos para pagar a los herederos del fun­
dador.
Con relación a los estudios se vio la conveniencia de fundar una cá­
tedra de sagrada escritura en la Universidad J averi a na, lo que se haría
tan pronto como se contara con un profesor competente para esta mate­
ria. Se aprobó además pedir al rey que a los catedráticos de derecho,
que hubiesen enseñado durante cuatro años en la universidad, se les pro­
moviera a las canonjías y togas, con prelación a los demás.
A los predicadores se les recomendó que no descuidaran la enseñan­
za de la doctrina moral en los panegíricos.
P. FRANCISCO ANTONIO GONZALEZ
195

Decidió la congregación dar calor a la beatificación del P. Pedro


Claver y hacer nuevás colectas con el fin de reunir fondos para los gas­
tos de la causa.
Pidió la congregación al padre general el envío de una nutrida ex­
pedición de misioneros. Para los viáticos de los procuradores se señala­
ron 30.000 patacones, suma que debían aportar los colegios por una
parte y la provincia por otra. Si no se alcanzaba a reunir esta suma, lo
faltante se debía tomar prestado a censo.
El 15 de septiembre se celebró la sesión de clausura7 .

Los procuradores

Los procuradores elegidos en esta congregación sólo se pusieron en


camino hacia Europa al año siguiente, pues el poder general que les dio
el P. González lleva la fecha del 8 de enero de 17218 .
De sus actuaciones en Madrid y Roma sólo conocemos algunos me­
moriales del P. Mimbela sobre varios asuntos de la provincia. En febrero
de 1722 elevaba el P. Mimbela un memorial al rey pidiendo que los ofi­
ciales reales de Santafé tomaran a su cargo el pagar las cuatro becas,
reales fundadas por la corte en San Bartolomé. La dotación de estas be­
cas, que era de 500 pesos, estaba impuesta sobre varias encomiendas.
Como todas las encomiendas habían sido incorporadas por el rey a la
reai corona correspondía ahora ei pagar estas becas a los oficiales reales,
a cuyo cargo estaba el recaudar los tributos de las encomiendas9 "
El fiscal del Consejo de Indias exigió la presentación de la real cé­
dula de fundación de las becas. Como en la secretaría del Consejo no se
encontraban los documentos anteriores a 1700, hubo de pedirse a San­
tafé una copia legalizada de la real cédula, copia que a 14 de agosto de
1722 sacaba el escribano real Diego de Rojas y Vargas10.
A su vista el rey ordenó a los oficiales reales de Santafé, el 8 de
septiembre de 1723, “satisfacer al colegio de la Compañía de Jesús (de
Santafé) los quinientos pesos señalados para la mantención de dichas
cuatro becas, con la precisa calidad de que dichos quinientos pesos en
cada un año se hayan de pagar al referido colegio en su lugar y grados” 11.

7 ARSI, C o n g r. P rov, t. 8 8 , fo ts. 3 2 2 ss.

* ANB. N o ta ría 3a. t. 148 (a ñ o 1 7 2 1 ) fol. 1.

9 AG I, S a n ta fé , leg. 4 0 4 .

10 T estim o n io d e la R eal C é d u la d e 26 de m arz o d e 1664 so b re la c re a c ió n de 4 B ecas e n el


C o leg io -S em in ario d e la C o m p a ñ ía d e Je sú s d e S a n ta fé , A G I, S a n ta fé , leg. 4 0 4 .

11 Real c éd u la d e 8 d e se p tie m b re d e 1 7 2 3 . A G I, S a n ta fé , leg. 75 9


JUAN MANUEL PACHECO, S. J.
196

Otro de los memoriales del P. Mimbela versa sobre un privilegio de


los indios del pueblo de Fontibón, doctrina de la Compañía. Los pue­
blos indígenas de la altiplanicie, desde los tiempos del presidente An­
tonio González, se habían visto obligados a contribuir con trabajadores
para la explotación de las minas de plata de Las Lajas12. Fontibón lo­
gró librarse de tan penosa carga comprometiéndose a tener siempre un
buen estado el camino que conducía a Santafé, camino importante que
solía anegarse en la estación de las lluvias. La corte aprobó este conve­
nio por real cédula de 14 de marzo de 1676.
Con el correr de los años la falta de mercurio trajo la decadencia
de las minas de Las Lajas. Pero en 1718 Pedrosa y Guerrero dio nuevo
impulso a la minería, y los indios chibchas se vieron nuevamente obli­
gados a trabajar en aquellas minas. Esta vez Fontibón no fue excep­
tuado.
El P. Mimbela en un memorial, presentado en la primera mitad del
año de 1722, pide que se les conserve el privilegio a los indios de Fonti­
bón. El fiscal .dio un concepto favorable a la petición del P. Mimbela13.
La más afortunada gestión del P. Mimbela fue el obtener la licen­
cia real para la fundación del colegio de Antioquia. Con este fin elevó,
el 23 de mayo de 1722, un memorial en el que decía:
“ En dicho Nuevo Reino está la provincia de Antioquia, que es go­
bierno separado con ciudades, villas y pueblos, todo dentro de los tér­
minos de dicha provincia de la Compañía, y dista el dicho gobierno de
la ciudad de Santafé más de ciento y cincuenta leguas, muchas de ellas
de fragosos caminos y muchas de navegación, y en dicho gobierno nin­
guna religión está fundada, ni tiene cátedra de letras alguna, ni aun de
gramática, por lo cual los clérigos que allí hay para habilitarse y tener
este estado han salido a la ciudad de Santafé, a costa de mucho gasto,
para estudiar, y en consideración de esta necesidad ios vecinos de aquel
gobierno y don José Blanco, debajo de escrituras ciertas, ofrecen can­
tidad de más de sesenta mil pesos para congrua de un colegio de la Com­
pañía, y el obispo de aquel gobierno, la real audiencia de Santafé y los
cabildos informan a V.M. sobre la necesidad de tal colegio, como todo
parece por los instrumentos que presenta el suplicante” 1415.
Su petición fue acogida, y Felipe V otorgó su licencia por cédula
de 5 de septiembre de 1722,s .

12 C fr. to m o I, p . 3 2 2 ss.

13 A G I, S a n ta fé , leg. 4 0 4 .

14 A G I, S a n ta fé , leg. 4 0 4 .

15 A G I, S a n ta fé ,Ic g . 27 3 .
P. FRANCISCO ANTONIO GONZALEZ
197

La competencia entre los colegios de San Bartolomé y Nuestra Se­


ñora del Rosario por la precedencia seguía en pié. Los dos colegios ha­
bían convenido en que en la catedral San Bartolomé tendría su puesto
al lado del Evangelio, y el del Rosario ocuparía el lado de la Epístola;
en cuanto a las conclusiones y actos literarios, el Rosario asistiría a los
que se celebraran en el convento de San Francisco, Colegio Máximo de
la Compañía y colegio de San Bartolomé, éste, a su vez, a los que se tu­
vieran en los conventos de Santo Domingo y San Agustín y en el cole­
gio del Rosario. Pero el conflicto surgía cuando ambos colegios debían
concurrir a un mismo acto, como a las honras fúnebres de un miembro
de la familia Teal o al recibimiento de un nuevo virrey.
El P. Mimbela elevó un memorial para pedir que se le concediera la
preferencia al colegio de San Bartolomé, dada su mayor antigüedad en
la fundación1617.
El fiscal del Consejo propuso que se cometiese al oidor decano de
Santafé el estudio y solución del asunto. Pero el Consejo acogió lo que
ya había dispuesto el virrey Villalonga para los casos aludidos por el P.
Mimbela. En este sentido se expidió la real cédula de 17 de septiembre
de 1723 ordenando que ninguno de los dos colegios concurriese a los
recibimientos de los virreyes, ni a las honras fúnebres11.
Esta cédula se cumplió ya en Santafé en 1725 con ocasión de las
honras fúnebres celebradas en honor del rey Luis Femando I. En la des­
cripción que de ellas hizo el entonces presidente Antonio Manso y Mal-
donado advierte que los dos colegios no concurrieron a los pésames
“por la cédula nuevamente expedida de S.M. en que prohíbe el concur­
so de dichos dos colegios por la competencia que han tenido sobre el
punto de la antigüedad” 18.
Cuenta el P. Cassani que el P. Tamburini, vista la mala salud del P.
Mimbela, le dio licencia para quedarse en la provincia de Aragón, pero
el padre lo rehusó diciendo: “Con todos estos ay es y enfermedades salí
de Santafé, y muchos me decían que no había de llegar a España, y no
obstante llegué, he venido a Roma y espero volver, pero cuando no vuel­
va, moriré sirviendo a mi provincia. Yo soy soldado de la Compañía, mi
vida, según mis achaques, no puede ser larga, déjeme V P. que muera en

16 M em orial d e l P. M a te o M im b e la d e la C o m p a ñ ía d e J e s ú s su p lica n d o se le r e c o n o zc a a su
C olegio d e Sa n B a rto lo m é de S a n ta fé p rim a c ía so b r e el de N u e stra S eñ o ra del R o sa rio en
los casos q u e re fie re ( 1 7 2 3 ) ; A G I, S a n tafé , leg. 4 0 4 .

17 AGI, Santafé, leg. 272.


18 “N o tic ia d e la m u e r te d e l r e y n u e stro se ñ o r D. L u is P rim e ro y d e m o stra c io n e s d e se n ti­
m ie n to q u e hi20 la R e a l A u d ie n c ia y ciu d a d d e S a n ta fé " fol. 6 r, E n C arlos E. M ESA ,
C .M .F , H onras y E x e q u ia s d e l R e y L u is F ern a n d o P rim e ro " , H ojas d e C ultura P o pular Co­
lo m b ia n a , n. 72 (1 9 5 6 ).
JUAN MANUEL PACHECO, S. J.
198
guerra viva, y sepa que yo no moriré consolado, sino muero trabajando
en servicio de mi provincia” 19.

Expedición misionera de 1723

Los PP. Mimbela y Varillas llevaba el encargo de pedir un gran es­


fuerzo de misioneros. A este deseo de la provincia ya el P. General había
prometido todo su apoyo: “ Con el mayor número de operarios que po­
damos socorreremos a esa necesitada y benemérita provincia”20. Y en
carta al padre provincial le repetía: “Por mi parte estoy pronto a dispo­
ner una copiosa misión para cuando vengan tos primeros procuradores”21.
En 1722 presentó el P. Mimbela un memorial al rey pidiendo licen­
cia para traer treinta religiosos, ya que los misioneros enviados enl717
había perecido en el naufragio del Sangronis22 . Al año siguiente pedía
que se ampliara el número de misioneros hasta cuarenta, y asi lo conce­
dió el rey el 9 de marzo de Í72323 .
Con todo no pudo reunir el P. Mimbela los cuarenta jesuítas que
pretendía. El 26 de noviembre de 1723 sólo podía presentar 28 misio­
neros a la Casa de Contratación, de los que trece eran de lengua alema­
na, de las provincias de Austria y Germania Inferior, cuatro italianos y
once españoles de las provincias de Aragón y Castilla. Entre los espa­
ñoles se contaban el P, Ignacio Ferrer, y tos dos futuros misioneros del
Orinoco, Manuel Román y Bernardo Rotella24.
El 31 de diciembre de 1723 se embarcaban en Cádiz 82 jesuítas, de
los cuales 31 estaban destinados al Nuevo Reino, los restantes iban para
las provincias de Quito y Perú25.

19 V ida d e l P adre M a te o M im bela, e n H istoria, p . 6 15.

20 A R S I, C ongr. P rov. t . 8 8 , lo l. 3 2 9 .

21 T a m b u rin i a l P ro v in cial del N uev o R e in o ; 21 s e p tie m b re 1 7 2 0 ; A P T . leg. 1 3 2 , fol. 251.

22 A G I, S am afe', ieg. 4 0 4 .

23 C o n su lta d e l C o n se jo d e In d ia s , 8 m a rz o 1 7 2 3 ; A G I, S a n ta fé , leg. 4 0 0 .

24 A G I, C o n tr a ta c ió n , leg. 5 5 4 9 .

25 C o m p e n d io de c u a tro c a rta s del P. F ra n c is c o Jav ier Z ep h y ris e sc rita s en P o p a y á n a 24 de


ju lio de 1 7 2 4 y e n L ata c u n g a a 9 d e m a rz o d e 1725 a los PP. F ra n c isco M olíndes, rector
de S an ta A na e n V iena, M iguel B o m b a rd i, d e c a n o de te o lo g ía en G ra tz , F ra n c isco G ottner
y S antiago R o sp ic h le r, en S T O C K -L E IN , t. 11, W e ltb o tt, n o , 2 8 3 , p . 88 ,
El P, Z ep h y ris n ació en B rix cn (T iro l) el 22 de ju n io de 1 6 9 5 ; fue a d m itid o en la provincia
de A u stria el 27 de o c tu b re d e 1 7 1 2 ;v in o a la p ro v in cia de Q u ito en 1 7 2 3 . F u e misionero
en el M a rañ ó n , y re c to r d e los co legios de L atac u n g a y G u a y aq u il, En 1767 re g re só deste­
rra d o a E u ro p a y resid ió en la casa p ro fe sa de V ien a en d o n d e m u rió el 17 de diciem bre de
1769 C fi. S O M M E R V O G E L , V IH , 1 4 9 0 -1 4 9 1 ; J, JO U A N E N , H ist. 1 1 ,2 1 3 ,2 2 2 ,4 3 6 ,7 4 9 .
P. FRANCISCO ANTONIO GONZALEZ
199

El viaje por mar fue feliz y corto, pues gozaron de buen viento. El
19 de febrero de 1724 llegaban a Cartagena.
Estando los misioneros en Cartagena murió allí el P. Rodrigo de
Celada con fama de santidad. Había estado consagrado durante varios
años a atender espiritualmente a los esclavos negros, los que obtuvieron
permiso de llevar el féretro durante el entierro. Durante la velación del
cadáver vinieron a cantar los oficios fúnebres los religiosos de los varios
conventos de la ciudad, y el colegio, al decir del P. Francisco Javier Zep­
hyris, uno de los misioneros de la provincia de Quito, resonaba como
una catedral. El P. Celada contaba al morir 56 años. Había nacido en
Medellín el 10 de julio de 166 826 y entrado en la Compañía el 21 de
julio de 1686, cuando estudiaba en el colegio de San Bartolomé.
Después de descansar algunos días en Cartagena, el 6 de marzo se
embarcaron de nuevo los misioneros destinados al Perú, rumbo a Por tó­
belo. Al día siguiente salieron los del Nuevo Reino y los de Quito con
dirección al río Magdalena. En Cartagena se quedaron el P. Ernesto Steig-
miller, gravemente enfermo, y el P. Pedro Liner quien se encargó en el
colegio de Cartagena de la clase de gramática latina.
“Salimos de Cartagena, cuenta el P. Jean Magnin, el 7 de marzo de
1724 en tres embarcaciones llamadas canoas, hechas de un solo y enor­
me árbol, que no tienen un solo clavo ni nada de hierro, pues es tal la
humedad de este clima que la herrumbre corroe más fácilmente el más
duro acero que un gusano un madero podrido. Salimos del puerto, al
que tomaron los franceses en una ocasión, por un delicioso canal orla­
do por ambos lados de numerosos árboles que hacen sombra agradable
al pasajero. En tres días llegamos al sitio de Mahates, y de allí, pasando
por una tupida y extensa selva, entre los gritos y chillidos de los monos,
las culebras y los loros, a la desembocadura del río Magdalena, llama­
da Barranca, el 13 del mismo mes. Nos embarcamos nuevamente en cua­
tro canoas, más pequeñas que las anteriores, los 28 misioneros con dos
sobrinos del obispo de Quito, ocho en cada canoa, cuatro en la proa y
otros tantos en la popa. Iban además de nuestros criados, una decena de
indios en cada una. Por esto quedaba en Jas embarcaciones un espacio
tan estrecho que era necesario ir continuamente sentados o acostados
sobre los encerados que cubrían nuestro equipaje. Un techo de palmas
extendido encima de la canoa nos defendía del ardor del sol. Nuestra
diversión era ver remar a los indios que empujaban la barqueta con largas
palancas, animándose mutuamente con gritos parecidos a los de las ranas
y algunas veces lanzando otros de indignación contra la canoa”27.*21
16 Catálogo de l i l i .
21 C arta d el P. Je a n M agnin S.J. ( Q u ito , 7 m a rz o 1 7 25). en JE A N B EC K M A N N ,
}m prittiiére [raversée de Colombie pai' un missionaise suisse (1 725}, le Pére Jean Magnin
SJ.t en AnnalesEribourgeoises, (1964) 33-65 (43-44).
JUAN MANUEL PACHECO, S. J.
200

En el viaje por el Magdalena perdió la misión de Quito al H. Mar­


tín López, víctima de las fatigas del viaje. Eran tales que el H. Juan
Goldstein, coadjutor alemán, afirmaba no haber sufrido otras iguales,
ni aun en sus dos años de prisión entre los turcos28.
Les llamó la atención a los padres alemanes el que en los peque­
ños colegios de Mompós y Honda la cocina fuese atendida por mujeres
ancianas que cocinaban en una casa vecina al colegio y pasaban la comi­
da a través de una pequeña ventana abierta en el muro·29.
En Honda se demoraron algún tiempo los misioneros de Quito pues
no fue fácil reunir las cincuenta muías necesarias para proseguir el viaje
por tierra. Era necesario llevar todo lo necesario para el largo viaje a lo­
mo de muía, pues en el camino no se encontraban posadas ni tiendas.
Un viaje así tenía que ser necesariamente lento. Diariamente era menes­
ter armar las tiendas, buscar agua, hacer fuego, cocinar, y al día siguien­
te empacar todo de nuevo, cargar las ínulas lo más pronto posible para
poder emprender la marcha hacia las ocho de la mañana.
El 24 de mayo llegaron a Guayabal30, en cuyo templo se veneraba
una imagen de piedra de la Madre de Dios, a la que se atribuía un origen
milagroso. El 30 acamparon a orillas del río Recio, y el 31 junto al río
la China, en cuyas arenas se encontraba oro. En estos paísesde América,
observa el P. Zephyris, abundan tanto las corrientes de agua que un día
hay que atravesar siete u ocho riachuelos, y casi diariamente un cauda­
loso río, cuya anchura no cede a la del Danubio.
Algunos días pudieron descansar en la hacienda de Chípalo, pro­
piedad del colegio de Santafé, a donde llegaron e] lo de junio. El lugar
les pareció gracioso y ameno. Un hermano coadjutor cuidaba de la ha­
cienda. Salió a recibirlos vestido de sotana, pero luego apareció con pan­
talones azules, camisa blanca y medias del mismo color, lo que no nos
espantó, comenta el P. Zephyris, porque en Honda habíamos visto de
igual manera a un religioso perteneciente a una severa orden.
El 9 de junio pasaron el río Saldaña y se internaron por un ameno
bosque de naranjos, limoneros, dátiles y otros frutales. El 13 tropiezan
por primera vez con una culebra ya muerta; al día siguiente uno de los
peones da muerte a otra;desde entonces queman ios alrededores del sitio
en que va a acampar para ahuyentar a todas las sabandijas.
Al llegar a orillas de un río, son advertidos de las temibles arañas
poyas31, cuyo veneno mata sin remedio ai animal que llegue a comer
28 F.J. ZEPHYRIS, carta citada, p. 90

29 Ibid.

30 Guayabal es lioy un caserío perteneciente al municipio de Armero (Tolima).

So llaman asi unas arañas del género Latrodectusf cuya picadura es muy tóxica.
P. FRANCISCO ANTONIO GONZALEZ
201

una oculta en el pasto; y si una persona aplasta a una de estas aranas so­
bre la piel, solo puede escapar de la muerte sometiéndose a penosos
remedios32.
El 16 de junio tienen ocasión de admirar el Palo de Cruz33, llamado
así porque si se corta un tallo se ven sus haces en forma de una cruz. Se
le consideraba un poderoso hemostático y su corteza un eficaz remedio
contra las mordeduras de culebra34. El P. procurador Juan Bautista Mu-
gica hizo cargar una muía con ramas de este árbol para enviarlas como
regalo a España y Roma.
Pasado el río Páez dejan la tierra caliente para ascender a las regio­
nes frías de la cordillera. El 22 de junio llegaron a La Plata. Salió a reci­
birlos el párroco con los principales vecinos, y los alojaron en una de las
mejores casas de la ciudad. Tenía esta techo de paja y aspecto de grane­
ro, a los ojos del P. Zephyris. Se parecía, añade, a una mala casa campesi­
na de Alemania. Las iglesias, continúa, con excepción de las de unas
pocas ciudades, no son mejores que un establo de nuestro país.
El Párroco, después de los primeros saludos, entregó al padre pro­
curador una carta del obispo de Popayán, en que concedía a los misio­
neros licencia para administrar los sacramentos y predicar en todo su
obispado.
Tuvieron ocasión en La Plata de presenciar la procesión de la oc­
tava del Corpus. Iban delante dos músicos, tocando el uno un tambor
y el otro una chirimía; les seguían tres danzantes vestidos de rojo, con
campanillas en los pies. Venían enseguida dos estandartes y la estatua

32 Escribiendo de estas arañas dice el P. F'r. Juan de Santa Gertrudis O.F.M. “ Si se revienta en
las palmas de las manos o en las plantas de los pies, no hace daño alguno pero si se reventó
en cualquier otra parte del cuerpo es veneno mortal tan activo, que dentro de 24 horas
muere el envenenado. Dos contras tiene este veneno, que le quitan la virtud; pero no sé
que escogiera más, morir o tomar la contra para vivir. La una es tomar el envenado y atar­
lo a una palanca larga, y chamuscarlo a la candela bien, que propiamente es un martirio de
fuego. La otra es desleír en un pilche con agua bastante excremento humano fresco, y
que se lo beba” (.Maravillas de la naturaleza) (Bogotá, 1956) 1,92-93. Habla también de es­
tas arañas el P. Felipe S. Gilij Ensayo de Historia Americana (Bogotá, 1955) p. 93.
33
Son árboles de diversas especies de Brownea Cfr. E. PEREZ ARBELAEZ, Plantas útiles de
Colombia, (Bogotá, 1956), 259-260.

34 Sobre el Palo de Cruz escribe el P. Gilij: “Con respecto al Palo de Cruz he aquí lo que me
comunica una persona muy entendida en las curiosidades de Tierra Firme: El Palo de Cruz
es alto y frondoso, sus hojas son semejantes a las del árbol del Cacao, su flor es grande en
forma de rosetón y compuesta de muchos pétalos rojos; si se cortan las ramas o el tronco
se ve una cruz perfectísima, lo que he observado centenares de veces. La madera de este
árbol reducida a pedacitos y hervida en agua, corta Ja abundante hemorragia nasal si se
aplica su conocimiento embebido en una tela. La misma virtud tiene también el conoci­
miento de la flor, que corta el vómito de sangre y restaña inmediatamente la más fuerte
hemorragia" (Ensayo de Historia América, p. 38).
JUAN MANUEL PACHECO, S. J.
202

del patrono de la ciudad llevada en andas; más lejos aparecían las imá­
genes de San José y la Santísima Virgen rodeadas de un buen grupo de
devotos. Seguía otro músico, junto al cual saltaban cuatro danzantes
vestidos como los anteriores de rojo; luégo dos clérigos con incensarios,
y por último el párroco con el Santísimo Sacramento. Las mujeres pia­
dosas se aglomeraban al final de la procesión.
Allí también asistieron a las fiestas de San Juan. La víspera reco­
rrían la población muchachos a caballo gritando alegremente: San Juan,
San Juan, Viva el señor San Juan. AI atardecer el pueblo se congregaba
frente a la imagen del santo, colocada en medio de la iglesia, y hacía ar­
der centenares de velas a su alrededor. De una manera semejante se ilu­
minaba el atrio de la iglesia, en donde bailaban los mencionados danzan­
tes al sonido del tambor y la chirimía.
Esta iluminación y las danzas se repetían la víspera de la fiesta de San
Pedro y San Pablo. Por ia tarde soltaban por las calles un toro, y ay de
los hombres que encontraban a su paso.
El 29, en la solemne fiesta, predicó el P. Pablo Maroni, otro de los
misioneros austríacos, un elegante sermón en honor de los santos após­
toles. Para estas fechas ya todos los padres extranjeros podían oír con­
fesiones en castellano. En La Plata permanecieron hasta el 8 de julio, y
durante todos estos días se dedicaron a confesar a todos los cristianos
de la ciudad y de sus alrededores.
El 9 de julio llegaron al río Negro, y el 1 1 a Guanacas, población
indígena, en donde nadie, con excepción del párroco y del alcalde, ha­
blaba castellano. Los indios les dieron la bienvenida con tambores y flau­
tas, Fuertes aguaceros los retuvieron allí dos días. El 15 atravesaron el
temido páramo de Guanacas. En el camino tropezaron con numerosos
huesos de hombres y animales, víctimas del frío y de las fatigas.
El P. Magnin dedica un largo párrafo de su carta a describir el paso
de este páramo: “ El llamado paramo de Guanacas es un monte bien alto,
siempre rodeado de nubes; allí las lluvias son continuas, la niebla espesa,
el frío intenso, el viento penetra hasta la médula de los huesos. Los árbo­
les están cubiertos de musgo que destila el continuo gotas de agua, o por
mejor decir, lloran con abundancia de lágrimas su infortunio. No se ven
pájaros ni otros animales silvestres. El camino está cubierto de huesos
de mutas muertas; es estrecho, unas veces tiene forma de escalones
hechos de piedra o de madera, otras es una extensión de lodo, con pan­
tanos a uno y otro lado en donde se hunden las muías con su carga, La
primera noche dormimos en medio de la montaña, en unas cabañas que
se prepararon, sin cama, sobre hojas de árboles, Al día siguiente, después
dei desayuno, proseguimos el camino, teniendo a uno y otro lado rocas
de una altura excesiva. Nos llamó la atención que todas las piedras pe­
queñas están colocadas en orden sobre las grandes; se nos dijo que es una
F

P. FRANCISCO ANTONIO GONZALEZ


203

superstición de los indios que trata por este medio, y guardando un pro­
fundo silencio en las cercanías de un lago que hay encima de la montaña,
de aplacar al páramo y evitar la tempestad, que de ordinario sigue a los
gritos y al tumulto. En el lago se ven siempre tres patos, ni más ni menos,
que los antiguos de estas tierras representaban como a tres divinidades,
que recompensaban las ofrendas que se les hacían, y se vengaban tam­
bién cruelmente de las injurias que se les infirieran. Puedo decir que si
la abundancia de lluvia que cayó sobre nosotros, después de pasar este
lago, no justifica la superstición de los indios, al menos significa que hay
en estos lugares mucho de maleficio y brujería. Llegamos a un paraje frío,
húmedo e inundado, y no pudimos encender fuego para calentamos y
secarnos, ni para preparar la comida. Partimos al día siguiente, en ayunas,
por un camino peor que el primero, en sitios tan lleno de lodo que las
muías se hundían hasta el vientre, y otras tan liso que se dejaban resbalar,
apoyándose firmes sobre las cuatro patas, hasta el final de la pendiente.
En estos parajes las caídas eran frecuentes, pero a Dios gracias, sin con­
secuencias” 35
Al salir del páramo, narra el P. Zephyris, les esperaba, comisionado
por el padre rector del colegio de Popayán, un sacerdote del clero secular.
Los llevó a su hacienda, en donde pasaron un agradable día. Allí pudie­
ron ver por vez primera cultivos de origen europeo, trigo, manzanos,
madroños, y otros frutales, cultivados con esmero por el dueño de la ha­
cienda.
Al acercarse a Popayán les salieron a recibir los estudiantes del co­
legio y unos cincuenta señores principales de la ciudad, montados a ca­
ballo. Los misioneros quedaron admirados del lujo de los vestidos y jae­
ces, en los que la plata reemplazaba al hierro.
Cerca de la ciudad, a la sombra de unos grandes árboles, les estaba
esperando toda la comunidad del colegio: cinco padres y siete hermanos.
El padre rector, que lo era el P. Esteban Riofrío, no había podido venir
por hallarse enfermo.
Las gentes al verlos entrar en la ciudad se decían: ya llegaron los
santos padres, ya vino la santa misión. No pocos, con gran confusión de
los misioneros, se arrodillaban a besarles la mano,
Llegados al colegio, el P. Rector entregó al P. Procurador Juan
Bautista Múgica una carta del padre general en que le nombraba provin­
cial de la provincia de Quito.
Una de las visitas que lucieron los misioneros en Popayán fue al
señor obispo, que lo era entonces don Juan Gómez de Frías. El prelado
los recibió amablemente v los invitó a comer en su mesa. Popayán, se-

3S
En BECKMANN, J., art. cit. p. 45-46.
JUAN MANUEL PACHECO, S. J.
204

gún el P. Zephyris, era una agradable ciudad, y el colegio de la Compa­


ñía el más importante de la provincia, después del de Quito,
El 27 de julio prosiguieron su viaje, y el 7 de agosto llegaba a Pasto,
en donde se detuvieron seis días. El 13 salían para Q uito36.
Otro de los misioneros de esta misma expedición, el P, Ernesto
Steigmiller, también austríaco, relató las experiencias de su viaje en car­
ta, escrita en Santafé en septiembre de 3724, al P. Antonio Vanossi,
profesor de la Universidad de Viena. Más que narrar las peripecias del
viaje, el P. Steigmiller procurar describir las impresiones que iba recibien­
do de las tierras americanas. Su enfermedad y débil salud debieron de
contribuir a que este viaje fuera para él demasiado penoso. Su carta
abunda en consejos y advertencias para los futuros misioneros.
Al llegar a Cartagena cayó gravemente enfermo. Durante varios
meses tuvo que debatirse entre la vida y la muerte, tanto el médico co­
mo sus compañeros de expedición le dieron por perdido. En mayo se
sintió ya fuerte y pudo proseguir el viaje. Quien no lleve para todo el via­
je, escribe, todo lo necesario, a saber, bizcocho, carne salada, cama,
utensilios de mesa y cocina, vestidos, etc. se expone a perecer en el ca­
mino. En una canoa, empujada por doce bogas, se embarcó en el río
Magdalena. Los bogas por todo vestido llevan un lienzo atado a la cin­
tura; el resto del cuerpo lo llevan desnudo pues es intenso el calor. El
río abunda en peces, tortugas y cangrejos, que no ceden en tamaño a
los del mar. En las orillas y en los bancos de arena se ven multitudes de
cocodrilo, llamados caimanes. Bellos bosques orlan las riberas, por las
que vaga el tigre, que despedaza sin piedad a todo animal que cae bajo
su vista Calma su sed, sigue diciendo el misionero, no sólo con la sangre
de sus víctimas, sino con el agua del río, y en una de estas ocasiones
tuvo oportunidad para admirar su forma.
Los moradores de las riberas del río son de muy diferente color,
forma y costumbres. Los que viven en la orilla derecha son en su ma­
yoría católicos, atentos y bondadosos; reciben gustosos a los misione­
ros y los hospedan, si bien, como pobres, no tienen nada que ofrecerles
sino su buena voluntad, que vale más que todas las riquezas. Las casas
son de caña, cubiertas de ramas o juncos. Su mayor tesoro es una piel
de toro en que duermen, y una que otra jarra para traer agua. Se ali­
mentan con plátanos, que tienen buen sabor, y con una cerveza que ex­
traen del maíz y la mezclan con miel. Beben tanto de esta bebida como
un europeo vino. Sacan también de la caña de azúcar un fuerte aguar­
diente.
A la izquierda del río se extienden grandes ciénagas dominadas por
indios salvajes.
36 Carta citada del P. Zephyris, p, 88-95.
P. FRANCISCO ANTONIO GONZALEZ
205

Después de un mes de navegación por el Magdalena, sigue narran­


do el P. Steigmiller, llegué felizmente al puerto de Honda, pero tan de­
macrado y picado de mosquitos que mi rostro parecía haber sido peina­
do con un rastrillo. Hay gran variedad de mosquitos, prosigue diciendo,
unos chupan la sangre, otros dejan ronchas en la piel, y lo peor es que
uno no puede rascarse sin peligro de la vida, pues sobreviene la gangrena.
Hasta ahora no hay otro remedio contra estos bichos que el tabaco, cu­
yo humo no pueden soportar. Pero con nada sufre más el extranjero
que con el calor; es tan intenso que le parece a uno estar metido dentro
de un gran horno.
Las orillas del río están llenas de peligro para el viajero. Ya son las ve­
nenosas serpientes que matan a todo el que muerden, ya los tigres, que
temen tan poco al hombre que pasan la noche junto a una casa con la
esperanza de un buen asado, ya los terribles caimanes.
Después de descansar siete días en Honda, continuó su viaje a San-
tafé. El camino o sendero, narra, increíblemente estrecho y angosto, va
por las faldas de escarpados montes y peñascos. Quien no camine con
gran precaución, puede despeñarse, junto con la muía en que cabalga, y
romperse una pierna o desnucarse. Se sube a un alto monte para descen­
der luego a una hondonada o valle, en el que es necesario atravesar a na­
do un profundo torrente, con peligro de verse arrastrado por las rugien­
tes aguas. A mi me sucedió, narra, ver arrastrado por las aguas mi equi­
paje, con todas las provisiones, cama, cajas, etc.
Con gran gozo llegó a la esperada sabana de Bogotá, la que reco­
rrió montando en un buen caballo y admirando sus bellos campos. En
Fontibón tuvo ocasión de oír cantar y tocar órgano, arpas y flautas a un
conjunto de músicos indios. Confiesa que no oyó más tarde cosa igual
en Santafé. No pudo menos de sorprenderse de que “estos medio bárba­
ros de una pequeña aldea canten tan artísticamente los cantos latinos de
la Iglesia y toquen los instrumentos musicales de un modo que se oiría
con gusto en una ciudad europea” 37 ,
Después de un viaje de trece meses entró en Santafc. “ La ciudad,
escribe, es bonita y grande. Las casas construidas al estilo español. Abun­
dan las iglesias y conventos. Entre las casas de Dios es la nuestra una de
las mas bellas. Los habitantes son en parte señores españoles y funciona­
rios, y en parte indios, cuyo vestido exterior consiste en una ruana. La
ruana es una especie de levita que se viste introduciéndola por la cabeza.
Las mujeres llevan un manto sobre la cabeza y se cubren con un sombre­
ro blanco. La temperatura es fría, pues el lugar está alto. Nuestros pa­

37 Carta del P. Emest SteigniiUer al P. Antonio Vanossi S.J. profesor de la Universidad de


Viena. Santafé, 30 de septiembre de 1724. En J. STOCKLEIN, Weltbott, t. 14, n. 324,p.
70.
JUAN MANUEL PACHECO. S. J
206

dres, añade, gozan de gran aprecio por su bondad con los pobres y nece­
sitados”38 .

El estado de la provincia.
El padre general, Miguel Angel Tamburini, se lamentaba en carta al
P. González de que hubiese decaído en la provincia el entusiasmo por
el estudio de las lenguas indígenas39, lo mismo que el interés por la ense­
ñanza del catecismo a los niños40.
“ La segunda cosa que se me avisa, añadía el padre general, y en que
deseo una total enmienda, es la falta de latinidad en nuestros hermanos
estudiantes, de donde se sigue necesariamente el poco aprovechamiento
en las facultades superiores. Témome que el ansia de hacer gente y de
tener recibidos sea la causa de este desorden. Pero de qué servirá que se
multiplique la gente, si esta no ha de ser a propósito para los fines que
intenta la Compañía? Estas ansias es justo moderarlas con el respeto
que debemos a nuestra buena Madre, no adoptándola hijos menos dignos
de lo que deben ser a gloria de Dios nuestro señor. Tengo por necesario
que haga V. R. un serio encargo con carta circular ordenada a este solo
fin, de que no se muestren tantos deseos de aumentar la provincia en
número de personas, que disminuyen su honor con la falta de cualidades
necesarias, Y siendo entre estas la principal la latinidad en nuestros esco­
lares, cargará V.R. las conciencias de los examinadores sobre que no
aprueben a los que no supieren la gramática de suerte que en el año que
tiene destinado la Compañía después dei bienio, no solo sean capaces de
perfeccionarse en ella, sino de adelantarse en la retórica y letras huma­
nas41 .
Tampoco los estudios mayores marchaban muy bien. “Me dicen,
advertía el P. Tamburini, que los estudios mayores no se toman con
aquel calor con que se solían aplicar en otro tiempo maestros y discípu­
los. Encargue V.R. la vigilancia a los prefectos y superiores locales, orde­
nando que le den aviso de los que fueren remisos, para removerlos de
los estudios o las cátedras, sino basta para la enmienda la serie corrección
de sus omisiones” 42.

38 Ibid.

39 Carta del P. Tamburini al P. González, 27 marzo 1723, 3a. carta; APT. Leg. 132, fol. 257.

40 Carta del P. Tamburini al P. González, 27 marzo 1723,5a. carta; ibid, fol. 266.

41 Ibid. Cfr. ASTRAIN, Hist. VII, 445.

42 Carta del P, Tamburini al P. González, 27 marzo 1723, 6a. carta, ibid. p. 268.
P. FRANCISCO ANTONIO GONZALEZ
207

Con todo, en tiempo del P. González se estableció en la Universidad


Javeriana la cátedra de sagrada escritura43 .
En el colegio de Cartagena se había introducido el utilizar los jesuí­
tas una especie de calesa o silla volante para ir a confesar a los enfermos
que vivían a alguna distancia del colegio, o para ir a celebrar misa en
una de las haciendas, distante una legua de la ciudad. “Para este segundo
ministerio, advertía el padre general, se ha usado siempre de caballería,
y para el primero no es de ninguna edificación el uso de la calesa o silla.
Haga V.R. que efectivamente se quite esta novedad”44.
El P. González hubo de deponer, no sabemos por qué razones, al
P. José de Eizaguirre del rectorado del colegio de Honda. El padre gene­
ral encontró justas las causas de este proceder del provincial45.
En Maracaibo debió de acusarse al P. Andrés de Salas, administra­
dor de la hacienda de La Ceiba, de haberse mezclado en la introducción
de mercancías de contrabando. Se hizo una información a favor del P.
Salas, en octubre de 1721, “sobre no haberse mezclado en otro trato
ni comercio, más que el de cuidar de las haciendas de que estaba encar­
gado” 46.
No habla de este incidente el libro de consultas del colegio de
Mérida, del que dependía la hacienda de La Ceiba. Solo se halla la siguien­
te acta redactada por el P. Miguel de Monroy, rector entonces del colegio:
“Octubre[1721 ]. En este mes habiéndonos juntado more solito
propuse el ánimo en que me hallaba de dar una vuelta a La Ceiba el
mes que viene, así por ver la hacienda y su estado, como también por el
consuelo del P. Andrés de Salas que me lo ha pedido por cartas repetidas
veces, y también por enterarme cómo lo hace el H. Juan Talens.y que si
en caso de hallar oportunidad, sería bien pasar a Maracaibo, por diversión,
haber sí hallo mejoría en la salud sudando, pues desde julio me veo mo­
lestado de algunos accidentes; añadiendo que así podría yo dar calor a

43 Tamburini ai P. González, 27 marzo 1723, la, carta;ibid. fol. 259.

44 Carta del P. Tamburini al P. González, 27 marzo 1723, 6a. carta, ibid. p. 268.

45 Tamburini al P. González, 27 marzo 1723, 3a. carta; ibid. fol. 256, El P. Eysaguirre, naci­
do en Antíoquia el 26 de mayo de 1675, era hijo del capitán Antonio de Eysaguirre, teso­
rero real de la provincia de An ñoqui a, y de doña Jerónima de Arce y Sandoval. Entró en el
noviciado de Tunja el 28 de mayo de 1691. Fue operario en los colegios de Pamplona y
Mérida; rector del colegio de Pamplona (catálogos de 1713 y 1715), y superior de la resi­
dencia de Fontibón (Catálogo de 1720). Murió en Santafé ei 10 de julio de 1733 (Libro
5o. de la Iglesia de San Ignacio, fol. 137 v,), Cfr. D. RESTREPO,E l Colegio de Sen Barto­
lomé, p. 121,

Se menciona esta información en un inventario de los papeles del colegio de Santafe, Ar­
chivo nacional de Chile, Jesuítas, Bogotá, 214,
JUAN MANUEL PACHECO, S. J.
208

las primeras diligencias de la fundación de Maracaibo. Respondieron los


padres que no hallaban inconveniente en ello, habiendo de ser por corto
tiempo, y con esto se concluyó’’47.
Se encuentra también en las consultas de estos años del colegio de
Mérida un detalle pintoresco sobre las costumbres de aquella época: En
septiembre de 1723 el P. Monroy advierte dos cosas: “ La primera que
en nuestra iglesia estaba un Niño Jesús vestido de casaca, calzones y
espada y bastón como capitán general, y esto era materia reparable por
sí, aunque el pueblo no lo nota, por oponerse al decreto de Urbano oc­
tavo y al del Tridentino;y pareciéndoles a los padres, (a lo que pienso),
menudencia, mandé se le mudase el vestido, como se hizo. La segunda
si sería contra dicho decreto el poner las pinturas de las Sibilas en la en­
trada de la Iglesia por ser la prohibición de pinturas profanas; fueron de
parecer que estaban con bastante decencia pintadas, y que no se debían
tener por pinturas profanas, con lo que me conforme” 48.

Visita de la provincia.

El P. González debió de visitar toda la provincia. Al menos nos


consta que en junio de 1721 hacía la visita del Colegio Máximo en San-
tafé49 y en marzo del año siguiente se encontraba en el colegio de Méri­
da50 .
En enero de 1723 llegaba el P. González a la recién fundada reduc­
ción de San Francisco de Regis de Guanapalo, en su visita a las misiones
de los llanos. Allí se hallaba de misionero el P. Juan Rivero. Cuenta este
mismo padre, en su Historia, que cuando se encontraba allí el padre
provincial supo que unos indios sálivas habían comprado a los achaguas
de Guanapalo dos niñas de tierna edad, con el intento de revenderlas a
los holandeses o a los caribes. Sintióle grandemente el padre González,
y llamando a los que habían hecho aquella venta tan inicua les hizo
comprender lo mal que habían obrado. Se rescindió el contrato, y las
dos niñas se quedaron en el pueblo. Bautizólas luego el P. González, dan­
do a una de ellas el nombre de Francisca Antonia, “la cual, añade Rive­
ro, permanece todavía en al reducción, con señales bien notables de ser
una de las almas escogidas de Dios por su puntual asistencia a las funcio-

47 Libro de consultas del colegio de Mérida, p. 39-40.

48 Ibid. p. 43. Cfr, M. AGUIRRE ELORRIAGA, S.J. La Compañía de Jesús en Venezuela, p.


116-117.

49 El lo . de junio de 1721 firma la visita de la congregación de Nuestra Señora de Loreto, de


la iglesia de Santafé; ANB, Curas y obispos, t. 19, fol. 337 v.
50 Libro de consultas del colegio de Mérida, p. 40,
P. FRANCISCO ANTONIO GONZALEZ
209

nes cristianas, devoción a la Santísima Virgen y frecuencia de sacramen­


tos de confesión y comunión”51.
El P. González dio en San Francisco de Regis de Guanapalo algunas
órdenes encaminadas a la estabilidad y progreso de la nueva reducción,
y dispuso que se hicieran algunas expediciones tierradentro en busca de
indios que vinieran a acrecentar la población.

Bienhechores
Al hablar del colegio de Maracaibo hicimos mención de la dona­
ción que don Lucas García de Cueto hizo a la Compañía de la hacien­
da de Maraño nes, a orillas del lago de Maracaibo, para la fundación de
un colegio en la ciudad de este nombre, o en Caracas o en Trujillo. El
P, González aceptó la donación52.
En Santafé murió el 17 de mayo de 1723 el doctor Juan Coronel
de la Mora, provisor y vicario general del arzobispado53. En su testa­
mento dejó por heredera de sus bienes a la Compañía, los que fueron
aplicados por el P. González a la continuación de la construcción del
Colegio Máximo54.

Fallecimientos
Durante el provincialato del P. González falleció en Santafé, el 23
de abril de 1723, a los 76 años, el P. Francisco Daza, antiguo provincial
de las provincias del Nuevo Reino y Quito. Sus últimos años habían
transcurrido en el colegio de Santafé,
El año anterior había perdido la provincia al P. Juan de Tejada,
profesor de teología, quien murió el 9 de noviembre de 1722. Estaba
dictando en la Universidad Javeriana el tratado De mérito, curso que
hubo de continuar el P. Diego Terreros55.
En Cartagena murió el 7 de diciembre de 1722, a los 70 años, el
P. Juan Valenciano, granadino, que había venido de superior de una
expedición de misioneros en 1705. Había sido misionero en los Llanos.
En Santafé había fallecido, el 11 de abril de 1721, el P. Cristóbal
de Céspedes, de quien hablaremos al tratar de los escritores de la pro­
vincia.

5' J. RIVERO, Historia de tas Misones, p. 401.

52 Cfr. lib. lo ., cap, IV, p,

53 J. VARGAS JURADO, Diario, p. 11

54 C a rta d e l P. T a m b u rin i al P. M éndez, 15 d icie m b re 1725, 3a. c a r ta : APT, leg. 132, fol. 274.

55 Cfr. F. QUECEDO, Manuscritos teológico-filoso fíeos coloniales santafereños, en EX 2


(1952) 245
CAPITULO VI

PP. FRANCISCO MENDEZ Y DIEGO DE TAPIA

-I-
P. Francisco Méndez

Nuevos superiores

El 27 de marzo de 1723 envió el P.Tamburini al P. Francisco An­


tonio González el nuevo gobierno de la provincia. En él designaba pro­
vincial al P. Francisco Méndez1 . Se encontraba el P. Méndez de rector
del colegio de Cartagena. Anteriormente, de 1711 a 1716, lo había sido
del colegio de Santo Domingo2 . Era natural de Pamplona, en el Nuevo
Reino, en donde había nacido hacia 1671, y entrado en la Compañía el
9 de julio de 1693.
No sabemos qué día tomó posesión. El 22 de septiembre de 1724
aparece ya como provincial dando un poder general al P. Juan Antonio
de las Varillas, nombrado procurador general de la provincia3. Sin em­
bargo debía de ser provincial desde el año anterior, ya que en octubre
de 1723, el P. González, su antecesor, no figura ya como provincial sino
como rector del colegio de Santafé4 .
Con el P. Méndez fueron designados los siguientes superiores:
Colegio Máximo (Santafé): P. Francisco Antonio González
Colegio de Las Nieves (Santafé) P. Carlos de Anisson
Cartagena: P. Dionisio Morales
Honda: P, Jaime López
Mérida: P. Miguel de Montalvo

1 Carta del P. Tamburini al P. Francisco A. González, 27 marzo 1723; APT, leg. 132, fols.
263-264.

2 Cfr. VALLE LLANO, A. S.J. La Compañía de Jesús en Sanio Domingo, 318.

3 ANB, N o ta ría 3a. t. 153 ( 1 7 2 4 ) , fol. 18 6 .

4 ANB, Notaría 3a. t. 151 (1723), fol. 201.


P P. FRANCISCO MENDEZ Y DIEGO DE TAPIA
211

Mompós: P. Andrés de Molina


Pamplona: P. Juan Méndez
Tunja: P. Tomás Casabona
Santo Domingo: P. José Monesiglio
Superior de la Misión de los Llanos: P. José Gumilla.
Consultores ordinarios del provincial fueron nombrados los PP.
Francisco Antonio González, Mateo Mimbela y Francisco Javier de Ur-
bina, y extraordinarios los PP. Francisco Daza, Juan Antonio de las Vari­
llas y Nicolás de Aguilar5 .

Estado de la provincia

Fue un período de paz y fervor el gobierno del P. Méndez. El 15


de diciembre de 1725 le escribía el P. Tamburini: “He tenido particular
consuelo con los buenos informes que se me han dado del buen estado
en que se hallan en esa provincia la regular observancia y la aplicación
a los ministerios, en cuanto permite el corto número de sujetos”6 .
Con el fin de iniciar la fundación del colegio de Santafé de Antio-
quia envió el P, Méndez a esta ciudad a los PP. José de Molina y Fernan­
do Vergara, a quienes dio sus poderes el 29 de julio de 17267 .
Visitó varias veces el P. Méndez las casas de la provincia. El colegio
de Mérida lo visitó en junio de 1725. Dio allí normas sobre las consultas
de la casa, las que debían reunirse cada quince días. En ellas debían leer­
se, según el decreto 36 de la VI Congregación General, algunos trozos
de las reglas de la Compañía, de las ordenaciones de los padres generales
y otras cosas semejantes. La primera consulta del mes debía consagrarse
a examinar la ejecución de las órdenes recibidas de los superiores. El
consultor más antiguo debía redactar las actas, guardándose en todo lo
que había dejado ordenado el P. Altamirano, visitador de la provincia8 .
En junio de 1726 se encontraba visitando el Colegio Máximo9 .
Tres visitas suyas al colegio de Tunja encontramos registradas en el Li­
bro de la sacristía de este colegio: en abril de 1724, en septiembre de
1725 y en este mismo mes del año siguiente10. En una de estas visitas

5 Carta citada del P. Tamburini al P, González.

6 Tamburini a Méndez, 15 diciembre 1725 ;APT, leg, 132, fol, 273.

7 Archivo histórico de Antioquía, Temporalidades 121, doc. 3349, fol. 27.

8 Libro de consultas de colegio de Mérida, fol. 45.

9 ANB, Curas y obispos, t, 19, fol. 388.

10 Libro de la sacristía del colegio de Tunja. Mss. 105. fols. 141 y 141 v.
JUAN MANUEL PACHECO, S. J.
212

advierte: “que la ropa blanca que sirve en los altares está notablemente
inmunda. Esto depende, añade, de que no se lava sino de tarde en tar­
de, y entonces mal” 11.
Dos visitó la misión de los Llanos y se interesó especialmente por
la reducción de los indios guahívos12. Sobre estas misiones le escribía
el P. Tamburini: “En el informe repetido que tengo del feliz estado y
progreso de las misiones, me ha llenado de gozo viendo las nuevas reduc­
ciones formadas, y los que cada día acuden para ser instruidos en nues­
tra santa fé; con singularidad me informan del infatigable celo del P.
Gumilla, superior de ellas, y de lo mucho que también trabaja el P. Ri-
vero” . Sólo siento, añade, que no haya toda aquella aplicación que se
requiere, en algunos, para aprender las lenguas de los indios13.

Renuncia de los curatos de Fontibón y Pauto

El P. Méndez pidió permiso al padre general para presentar renun­


cia de los curatos de Honda, Fontibón y Pauto. Concediólo el padre ge­
neral para los dos últimos, pero no para el de Honda. “Doy mi consen­
timiento, le escribía el P. Tamburini, para que se renuncien los curatos
de Pauto y Fontibón, como se me ha pedido, pero no el de Honda, por
motivos que tengo para suspender por ahora esa resolución” 14 .
Esta renuncia la presentó en Madrid, ante el Consejo de Indias, el
P, Juan Francisco de Castañeda, procurador general de las provincias de
Indias. Como razones de esta renuncia había invocado, por una parte al
hallarse ya los indios de Fontibón y Pauto bien educados e instruidos y
prácticos en la lengua española, y por otra, hallarse la provincia muy fal­
ta de sujetos, así para las misiones como para los colegios15. Pero tam­
poco esta vez fue admitida. “Me escribe el P. Castañeda, comunicaba el
P. Tamburini al P. Diego de Tapia, que no ha querido admitir el Conse­
jo de Indias la renuncia de los curatos de Fontibón y Pauto... Y aunque
siento la resolución por la ninguna utilidad en mantenerlos, me ha con­
solado mucho el motivo como las expresiones con que los señores mi­
nistros han significado su aprecio y satisfacción de ios jesuítas, como
habrá escrito el mismo padre a V.R.” 16 .
11 Ib id . fo l. 142.

12 C fi. R I V t R O , J . S .J. H is to r ia d e la s m is io n e s , p . 4 1 2 .
13
T a m b u rin i a M é n d ez, 15 d ic ie m b re 1 7 2 5 , A PT. leg. 1 3 2 , fo l. 2 7 0 .
14
T a m b u rin i a M én d ez, 15 d ic ie m b re 1 7 2 5 , 3 a c a r ta ;ib id . fo l. 2 7 4 .
15
Cfr. Real cédula de 30 de julio de 1727. ANB, Miscelánea, t. 49, fol. 947.

16 T a m b u rin i a T a p ia , 13 d ic ie m b re 1 7 2 7 ; A P T , leg. 1 3 2 , fo l. 2 8 2 .
P P. FRANCISCO MENDEZ Y DIEGO DE TAPIA
213

El Consejo había pedido por real cédula de 30 de julio de 1727


informes sobre esta renuncia al presidente del Nuevo Reino. Sólo en
mayo de 1729 respondió don Antonio Manso y Maldonado, pero lo ha­
ce en términos muy elogiosos para la Compañía:
“Puedo asegurar a V.M., como que tengo la cosa presente, que no
sólo son los pueblos mejor educados e instruidos de todo el Reino, sino
los de mayor número de indios, y los que con más prontitud satisfacen
sus tributos, aun sin cuidado alguno de los corregidores, porque el celo
y vigilancia de la Compañía en su administración no sólo se ciñe a que
florezca lo espiritual, sino también a que en lo temporal experimenten
su mayor alivio, por cuyo motivo dichos pueblos se pueden llamar ricos
en comparación de otros, concurriendo a esto el que las mismas primi-
cías y obvenciones con que les contribuyen se refunden en su utilidad
misma, en las necesidades que padecen, como lo acabo de experimentar
en la presente epidemia de sarampión que ha fatigado este Reino. Todo
lo cual cesará si condesciende V.M. a su instancia y aun se puede temer
se disuelvan los pueblos con la novedad de otro régimen que no sea tan
favorable a su naturaleza, pudiendo desearse para el mayor servicio de
Dios e interés de V.M. el que todos estuviesen sujetos a tan prudente
dirección, que es lo que puedo y debo informar a V.M.” 17 .
El rey, que ya en la cédula del 30 de julio de 1727 había determi­
nado suspender la admisión de la renuncia, considerando que aquellos
dos pueblos “son los que se hallan en mejor disposición y más adelan­
tados en su población y asistencia de los indios reducidos, que todos
los demás que hay en ese Nuevo Reino” , y “desamparados del cuidado
de los religiosos a cuyo encargo están, podrán padecer el quebranto que
experimentan los demás” , en vista de los informes del presidente, resol­
vió, por cédula de 16 de agosto de 1730, no admitir la renuncia18 .

Un bienhechor en Mompós

Al morir en Mompós, en enero de 1726, el Pbro. José de Ascasúa,


dejó a la Compañía un legado de cuatro mil pesos para la fundación de
una escuela de niños19, y oíros mil para la celebración anual de las fies­
tas de Nuestra Señora de los Dolores y San Francisco de Borja.

n AGI, Santafé, leg, 301.


la de 16 agosto de 1730, ANli, Reales Cédulas, t. 9, ful. 52. Vide RFSTRE-
Cfr. Real Cédula
PO SAENZ, J ,M B io g r a fía s d e l o s m a n d a ta r io s y m in is tr o s d e la R e a l A u d ie n c ia , p. 66.
JUAN MANUEL PACHECO, S. J.
214

Ascasúa, poco antes de morir, había hecho los votos de la Compa­


ñía, como con anterioridad se lo había concedido el padre general1920*,
Refiriéndose al legado para la escuela escribía el P, Tamburinj al
sucesor del P. Méndez, el P, Diego de Tapia: “Me dicen que la cantidad
no es suficiente congrua para un sujeto. Sin embargo apruebo se haya
admitido el legado, con la condición de que se impongan en finca segu­
ra, quedando el colegio sin obligación de escuela, hasta que de los rédi­
tos se pueda formar capital suficiente para la manutención de un suje­
to” . Y a continuación ordena los sufragios acostumbrados por Asea-
sua21 ,
'

No sabemos cuándo se fundó esta escuela de niños en Mompós,


pero ya en el catálogo de 1751 aparece un hermano coadjutor, el H.
Toribio Molina, como maestro de la escuela22 . Y en "status rerum” de
1753 se dice, al hablar del colegio de Mompós: “Uno délos sacerdotes
es profesor de gramática, sin que tenga obligación el colegio; pero en
cambio si está obligado, por una dotación, a sostener a un maestro de
escuela”23.

Muerte del P. Méndez

Terminado su provincialato pasó el P. Méndez a ser rector del Co­


legio Máximo, en Santafé, cargo que ya desempeñaba en diciembre de
172624. Ocupaba aun este cargo cuando falleció en Santafé el 3 de oc­
tubre de 17282S, El último acto suyo que hemos encontrado fue la sus­
titución de un poder que hizo un mes antes de morir26 .

19 ANB, Temporalidades, t. 3, fol. 468.


20 Tamburini a Tapia, 13 diciembre 1727; APT. leg. 132, fol. 276,

22 Catalogus Brevis (1751); ARSI, N.R. et Q. 4. El H. Toribio Molina nació en Antioquiael


12 de julio de 1701 y entró en la Compañía el 12 de junio de 1729. En 1756 era aún maes­
tro de escuela en Mompós, y en este colegio se encontraba cuando sobrevino en 1767 la
expulsión de la Compañía.
23 ANB, Hist. 1, fol. 79 v,
24 ANB, Notaría la., 1.140 (1726) fol. 157.
25 Libro 5o. de la Iglesia y Sacristía del Colegio de Santafé, fól. 189 v., y Libro de la Iglesia y
Sacristía del Colegio de Tunja, fol. 150.
26 ANB, Notaría la.,t, 143 (1728) fol. 286.
P P. FRANCISCO MENDEZ Y DIEGO DE TAPIA
215

-II-

P. Diego de Tapia

Cambio de gobierno

Desde el 15 de diciembre de 1725 había enviado el padre general


el nuevo gobierno de la provincia. Venía designado en él provincial el P.
Diego de Tapia. Los rectores eran los siguientes: rector del Colegio Máxi­
mo de Santafé, el P. Francisco Méndez; rector del colegio de Tunja y
maestro de novicios, el P. Ignacio de Meaurio, de Cartagena, el P. Car­
los Anisson, del colegio de Las Nieves en Santafé, el P. Juan Antonio de
las Varillas; de Mérida, el P. Andrés de Molina; de Pamplona, el P. Jeró­
nimo Mesa, de Honda, el P. Jaime López, que continuaba en el mismo
cargo; de Mompós, el P. Miguel Monroy, y de Santo Domingo, el P. Juan
de Medina. El superior de la misión de los Llanos sería el P. José Gumi-
11a o el P. Enrique Minaya. Como consultore del Provincial eran señala­
dos los PP. Mimbela, Varillas y el socio o secretario del provincial, que
debía ser el P. Francisco Cataño o el P. Dionisio de Morales27.
Era el P. Diego de Tapia el segundo de cuatro hermanos antioque-
ños que habían vestido la sotana jesuítica. Ya hemos hablado del her­
mano mayor, el P. Matías de Tapia, quien murió en Cádiz, desempeñan­
do el cargo de procurador de la provincia. El más joven, el P. Francisco,
había muerto en Tunja, el 31 de enero de 1694, a los cinco meses de or­
denado28 . También había muerto ya el P. Andrés, en Cartagena, el 9 de
octubre de 1716, después de haber sido profesor de teología29 y rector
del colegio de San Bartolomé30.
El P. Diego había nacido en Medellín el 2 de febrero de 166631.
Vino a Santafé muy joven a estudiar, como sus hermamos, en el colegio
de San Bartolomé32 y a los 17 años entraba en el noviciado de Tunja, el

21 Tamburini a Méndez, 15 diciembre 1725; APT. leg 132, s.f.


28 L e tr a s a n n u a s d e la P r o v in c ia d e l N u e v o R e i n o d e G r a n a d a d e la C o m p a ñ ía d e J e s ú s d e s d e
cap. 13, & 2. APT, leg. 26.
e l a ñ o d e 1 6 9 4 h a s ta f i n e s d e 9 8 .

29 Catálogo de la Provincia del Nuevo Reino (1711); ARSI, N.R. et Q. 4.


30 RESTREPO POSADA, José, R e c to r e s d e l C o l e g i o - S e m i n a r i o d e S a n B a r to lo m é , RJ. 38
(1952) 97.
31 Catálogo de la Provincia del Nuevo Reino (1711).

32 Cfr. RESTREPO, Daniel, S.J. El C o le g io d e S a n B a r to lo m é , p, 120.


JUAN MANUEL PACHECO, S. J.
216

18 de junio de 1683 33 . Había sido ya rector de los colegios de Mompós


(1702-1709)34 Mérida (1710-?) y Tunja35.

Progresos y problemas

La provincia continuaba en floreciente estado. Buenas noticias me


dan, le escribía el P. Tamburini, “de la regular observancia en que flore­
ce esta provincia, con igual aplicación a nuestros sagrados ministerios”36.
Mayores elogios merecía la provincia dos años después. “Me infor­
ma V.R., le decía el padre general, del buen estado en que así lo espiri­
tual como en lo temporal esa provincia se halla, floreciendo en todos la
observancia regular, la paz, unión y caridad, la aplicación a los ministe­
rios, el celo de la salvación y perfección de las almas; por lo cual doy
muchas gracias a nuestro Señor y le pido con todo mi corazón lo con­
serve y aumente a su mayor honra y gloria. Así lo espero de su infinita
bondad y del celo, discreción, caridad, cuidado y aplicación, con que
seguramente me prometo la rige y gobierna V.R., por lo cual le doy mis
agradecimientos”37.
No faltaban con todo problemas, pero eran casos aislados. Ya eran
el P. Cándido Gózfried y el H. Juan Grebner, ambos alemanes, que re­
presentaban al padre general el sumo desconsuelo en que se hallaban y
pedían con vivísima instancia volver a Europa. “No puedo condescen­
der, le escribía el padre general al P. Tapia, por los gravísimos inconve­
nientes que tienen semejantes mudanzas. V.R. los consuele y aliente. Si
perseveran en su tentación pasen a la provincia de Q uito” 38. El P. Góz­
fried vivía en Tunja en los años de 1727 y 172839, y en 1730 fue envia­
do a Santo Domingo40*.

33 Catalogus Provinciae Noví Regnict Quíti (1684); ARSI, N.R. etQ. 3.


34 Cfr. ANB, Notaría 2, t. 91, fol. 108 v. y Curas y obispos, t. 20, fol. 344, para el rectorado
de Mompós.
35
En el Catalogo
- de la Providencia de 1711 se dice que es rector del colegio de Merida desde
el 2 de enero de 1710; y en Libro de la Iglesia y Sacristía del colegio de Tunja aparece co­
mo rector en los años de 17 21 a 1723( fols. 129 v -130).
36 Tamburini a Tapia, 31 diciembre 1727, APT. leg, 132, fol. 282.
37 Tamburini a Tapia, 1 junio 1729;ibid. fol. 286. Cfr. ASTRAIN, A, H ist. VII, 443.
38 Tamburini al Provincial, 26 julio 1727, APT. leg. 132, fol. 280.
39 ,
En el L ib ro d e la Iglesia y S a c ristía d e l colegio de T u n ja fig u ra el P. G ó z frie d c o m o p re fe c to
d e las m isio n es circ u la re s, carg o q u e d e se m p e ñ a d esd e e! 30 d e a b ril d e 1 7 2 7 a l 8 d e agosto
de 1728 (fo l. 192).
40
ANB, Curas y obispos, t. 36, fol. 168.
PP. FRANCISCO MENDEZ Y DIEGO DE TAPIA
217

En la isla de Santo Domingo daba en que entender el P, Pedro


Kreins. Me avisan, escribía el padre general, que el P. Pedro Kreins “des­
pués de largo tiempo no se había restituido de las poblaciones francesas
del Guarico a su colegio de la Isla de Santo Domingo. Yo supongo habrá
ya vuelto, pues no le he dado licencia para que se quede entre los padres
franceses, antes le tengo escrito lo contrario” . Si no ha regresado al cole;
gio, continuaba diciendo el padre general, ordénesele al rector del cole­
gio de Santo Domingo que lo obligue a volver, si es necesario en virtud
de santa obediencia41 . No debió de regresar el P. Kreins a la provincia
del Nuevo Reino, pues su nombre no figura en ningún catálogo de los
conservados.
En el noviciado de Tunja había causado serios conflictos la con­
ducta de un solo hombre. “Aunque me han servido de mucho consuelo,
escribía el P. Tamburini al P. Tapia, los buenos informes que me da su
antecesor de V.R. de los colegios de Mérida y Pamplona, por la regular
observancia con que florecen, me ha causado bastante sentimiento la
desunión y poca caridad que halló en el noviciado de Tunja, fomentada
por el genio imprudente y atrevido del P. Andrés de Salas, de que larga­
mente me informan, como de las penitencias que se le han dado por las
calumnias contra el P. Monroy” , A continuación ordena no mantener al
P. Saias en el noviciado42 .
No había sido muy acertado en Cartagena el gobierno del P. Dioni­
sio Morales. Así lo reconocía el mismo P. Morales, “quien, informaba el
padre general, me pide con instancia lo releve de todo género de gobier­
no, y le conceda dedicarse por toda su vida en el ministerio de negros, a
que condesciendo con mucho gusto” 43 . Dos años después informaba el
mismo padre general: el P, Dionisio Morales se halla muy gustoso en el
ministerio de negros44 . Y en este heroico cargo perseveraba aun veinte
años después, en 1748, como lo anota el P. Bernardo Recio que pasó
este año por Cartagena45*.

41 Tamburini al Provincial, lo . marzo 1727, 2a, carta, APT, leg. 132, fol. 284.
42
lbid.

44 Tamburini a Tapia, lo . junio 1729; ibid. fol. 288,

45 Cfr. GARCIA GOLDARAZ, Carlos, S,J, Vida del P. Bernardo Recio, en la introducción a
la obra de este, Compendiosa relación de la cristiandad de Quito, p. 27, El P. Dionisio Mo­
rales nació en Sevilla el 8 de agosto de 1680, entró en la Compañía de Jesús el 16 de junio
de 1695 (Catálogo de 1711). Vino a) Nuevo Reinocu 1705, ya ordenado de sacerdote (A
GI, Contratación, leg, 5548). En 1711 era ministro del colegio de Santafé, y en 1718 figura
ya en Cartagena en donde pasó todo resto de su vida, En esta ciudad murió en 176! (Libro
de la Sacristía del Colegio de Tunja, fol. 163),
JUAN MANUEL PACHECO, S. J
218

El colegio de San Bartolomé pasaba por una crisis. El P. Tamburini


escribía el lo . de marzo de 1727 al padre provincial: “ Del seminario de
San Bartolomé me avisan es mucho el desorden de los convictores, nin­
guna la aplicación al estudio, demasiado el juego y diversión que se les
permite, lo que se atribuye a la desacertada ponducta de su rector el P.
Juan Manuel Romero. Aquí me dicen que años pasados se le quitó a
este sujeto el gobierno del seminario por sus descuidos y mucha con­
descendencia, lo que me persuade la verdad y sinceridad del informe,
juntándose ahora la ancianidad y muchos achaques. Y me causa no po­
ca extrañeza que para el gobierno de un seminario, que tanto crédito y
lustre da a una provincia, y de que depende la buena crianza de la juven­
tud, con que debemos corresponder a la confianza que hacen sus padres,
se ponga a un sujeto, que aun para cuidar de sí no está hábil, y con el
conocimiento de su ineptitud. Por tanto ordeno a V.R. que por ningún
caso se mantenga más tiempo el P. Romero con el gobierno de dicho se­
minario; pase a vivir al colegio donde se le asista como merecen sus años
y achaques: y V.R. señalará con sus consultores otro rector que con sa­
tisfacción gobierne aquel seminario, aplicando al mismo tiempo los me­
dios que parecieren oportunos para que se restablezca y repare de las
quiebras que ha padecido”46.
Cuando esta carta se escribía, ya había muerto en Santafé el R.
Romero, el 7 de junio de 172647.
En Mompós tuvo que ser removido del rectorado el P. Miguel de
Monroy. El P. Tamburini pedía informes sobre esto, pues el P. Monroy,
en parta del 12 de julio de 1728, se quejaba del modo y circunstancias
de su remoción48 . Las causas debían serjustas, pues en 1731, el P. Retz,
sucesor del P. Tamburini en el gobierno de la Compañía, aprobaba la
destitución y ordenaba que no se incluyera más al P. Monroy entre los
aptos para gobernar49.

Tamburini al Provincial, lo . marzo 1727; APT., leg, 132, fol, 284. El P. Romero nació en
Santafé el lo . de enero de 1663 y entró en la Copañíael lo . de septiembre de 1679. Fué
párroco de Fontibón (Catálogo de 1691) y rector del colegio de San Bartolomé, por prime­
ra vez, de 1709 a 1713, cargo que unió con el de prefecto de estudios déla Universidad la-
veriana (Catálogo de 1711). Fue luego rector del colegio de Tunja y maestro de novicios
(Catálogo de 1720). De 1721 a 1726 fue segunda vez rector de San Bartolomé (Cfr. RES­
TREPO POSADA, José, Rectores del Colegio-Seminario de San Bartolomé, RJ. 38 (1952)
p. 97 y 98.
47 Libro 5o. de la Iglesia y Sacristía del colegio de Santafé, fol. 138.

48 Tamburini a Tapia, lo . junio 1729; APT. leg. 132, fol. 286.


49
Retz a González, 31 diciembre 1731; ibid. fol. 301. El P. Monroy era santafereño, nacido
el 29 de septiembre de 1678. Ingresó en la Compañía el 9 de Julio de 1693. Fue durante
algunos años misionero en los Llanos (Catálogos de 1711, 1713 y 1718); gobernó luego
P P. FRANCISCO MENDEZ Y DIEGO DE TAPIA
219

Bienhechores

El 14 de marzo de 1729 hizo su último testamento en Pamplona el


Pbro. José Quintero Príncipe. Había sido casado, antes de ordenarse,
con doña María Margarita de Vivar, pero no había tenido hijos en su
matrimonio. En el testamento dejó al colegio de Pamplona una hacien­
da en el valle de Cúcuta, junto al río Pamplona, llamada San Francisco
Javier y también La Vega. Abarcaba siete estancias de ganado menor.
La Compañía, en cambio, debía pagar una pensión anual de S50 a sus
hermanas, Juana y Antonia Quintero, residentes en Mérida50 .
La hacienda debía de valer $3.312, pues es ésta la cantidad que in­
dica el P. Retz haber donado Quintero al colegio de Pamplona, al seña­
lar los sufragios que en agradecimiento debía hacer la provincia51 .

Visita de la provincia

Muy pocos pormenores tenemos sobre las visitas de la provincia


realizadas por el P, Tapia. En junio de 1727 y en noviembre de 1728 es­
tuvo visitando el Colegio Máximo de Santafé52, y en abril de 1727 y
mayo de 1728 el colegio de Tunja53.
Visitó también el P. Tapia la misión de los Llanos. Lina de sus pro­
videncias fue el suspender los ensayos que se estaban haciendo para re­
ducir a los guahivos a vivir en poblaciones, pues todos los esfuerzos ha­
bían resultado fallidos54.

Fiestas de San Luis Gonzaga

En diciembre de 1726 fueron canonizados en Roma, por Benedic­


to XIV, San Luis Gonzaga y San Estanislao de Kostka. Estas canoniza­
ciones se celebraron en Santafé en 1729 con gran solemnidad. Era en­
tonces rector del Colegio Máxiipo el P. Mimbela. “ Aplicóse, narra el P.

como rector los colegios de Mérida y Mompós. En 1736 se encuentra de misionera rural en
la diócesis de Caracas (Catálogo de 1736) y de superior de la residencia de Maracaibo.
Murió el 6 de mayo de 1739, en el lago de Maracaibo, a bordo de un barco (Catálogo de
1751 supl,, y Libro de la iglesia y sacristía del colegio de Tunja, fol. 153).

50 ANB, Curas y obispos, t. 36, fol. 292ss.

51 Retz a López, 15 septiembre 1736; APT, leg. 13 2, fo l. 340.

52 ANB. Curas y obispos, t. 19, fol. 338,339.

53 Libro de la iglesia y sacristía del colegio de Tunja, fol. 1 4 2 y 142v.

54 C f r . R 1 V E R O , J u a n d e , S .J . H isto ria d e las M isio n es, p. 420.


JUAN MANUEL PACHECO, S. J.
220

Cassani, a solemnizar esta festividad con el mayor lucimiento, como a


expensas de sus fatigas lo consiguió, aplaudiendo con luces, con instru­
mentos, con fuegos, con sermones y con el mayor aparato esta función,
que lo es de la gloria de los santos en el cielo, y del mayor honor de la
Compañía en la tierra” 55. Vargas Jurado recuerda en su diario estas
fiestas: “En este año (1729) fueron las fiestas de San Luis Gonzagaen
la Compañía de Jesús, y después los toros”56 ,

Congregación provincial

A fines de 1729 se debió de reunir en Santafé la congregación pro­


vincial, en la que fueron elegidos procuradores los PP. Ignacio de Meau-
rio y Francisco Cataño. No conocemos las actas de esta congregación.
Pero no debió de ser tranquila, pues el padre general alude más tarde a
la falta de unión y caridad que en ella se advirtió57.

—III—

Pleito sobre las tierras de El Tigre

En estos años el colegio de Santafé se vio implicado en un largo y


acalorado litigio por asunto de tierras.
El colegio poseía una hacienda denominada El Espinal, en las estri­
baciones de La Mesa (Cundinamarca), en jurisdicción de ia ciudad de
Tocaima58.
En agosto de 1721 ordenó el P. Francisco Javier de Urbína, rector
del colegio, a los hermanos Francisco Cetina e Ignacio Carranza efectuar
un reconocimiento de las tierras de la hacienda y no permitir a nadie,
que no fuese arrendatario, establecerse dentro de ella. Si encontraban
que algunas personas habían invadido ya terrenos del colegio “les amo­
nestará se vayan, decía la instrucción, con estilo religioso y eficaz, sin
dar lugar a voces, ni pleitos, para que en caso de no quererse ir, avisará
mi hermano para que pidamos juez que los lance” 59 .

55 CASSANI, José S.J. Historia de la Provincia d e la Compañía de Jesús del Nuevo Reino de
Granada, p. 615-616.

56 VARGAS JURADO, J.A. Tiempos Coloniales, en POSADA, E. IBAÑEZ, P.M., ¿a Patria


Boba, p. 13.

57 Retz a González, 31 diciembre 1731; APT, leg. 132, fol. 313.

58 Cfr. ANB., Temporalidades, t. 8, fols. 90 v - 135; t. 14, fols. 936 ss.

59 ARSI, Fondo Gesuitico. Bursa 203


P P. FRANCISCO MENDEZ Y DIEGO DE TAPIA
221

Algunas personas de la familia del Pbro. Francisco de Mercado


ocupaban ya algunas tierras de la hacienda, en los alrededores de la que­
brada de El Tigre. Debieron de poner resistencia a su salida, pues la
Compañía hubo de defender sus derechos ante la real audiencia. El 16
de octubre de 1725 el presidente del Nuevo Reino, Antonio Manso y
Maído nado, vistos los autos, dio un decreto de amparo, posesión y lan­
zamiento en favor del colegio. La ejecución de este decretóse cometió
al alcalde de Tocaima, en cuya jurisdicción, como hemos dicho, caía la
hacienda de El Espinal60. Con este decreto se presentó en Tocaima el
H. Francisco de Hoces para que el alcalde, Francisco Antonio de Orte-
gosa, le diese cumplimiento.
Los ánimos empezaron a acalorarse. En el camino esperaron al H.
Hoces un Javier Guerrero, acompañado de otros sujetos, con ánimo de
asesinarle, según asevera en una carta al P. Meaurio don José de Herrera
y So t o mayor61. No se atrevieron a tanto. Se contentaron con insultarlo
con “ desvergüenzas inauditas” , según la misma carta. El hermano se
quejó ante el alcalde del partido, pero éste no le prestó mayor atención.
Debía de ser el H. Hoces de genio ardiente y de armas tomar pues
hizo dar azotes a uno de los acompañantes de Guerrero y maniatado lo
llevó a Tocaima para entregarlo al alcalde de la hermandad. Súpole
Francisco Quijano, alcalde de La Mesa, y parte interesada en el litigio
por estar casado con una hermana del Pbro. Mercado, y con diez o doce
hombres bajó a prender al H. Hoces. No sabemos si llegó a hacerlo.
A fines de 1726 el P. Francisco Méndez, que había pasado a ser
rector del colegio de Santafé, convino con Mercado en someter el pleito
al arbitraje de don Francisco de Ortegosa, exalcalde de Tocaima y Gre­
gorio Santos de Carvajal62. El laudo arbitral se dio el 4 de mayo de
1727.
Pero lo rechazó el P. Pedro Manuel Carvajal, procurador general de
la provincia, pues el fallo no sólo era contrario al derecho y la equidad,
sino doloso63 . Los derechos de la Compañía sobre estas tierras se funda­
ban en ser poseedora de un título otorgado por el cabildo de Tocaima al
capitán Antonio de Céspedes el 29 de abril de 1581; los de Mercado, en
cambio, se basaban en un título posterior otorgado por el presidente
don Juan de Borja, el 23 de enero de 1619, a favor de Pedro de Córdo-

60 Ibid.

61 Carta desde El Espinal, a 20 de marzo de 1726; ibíb.

62 ANB, Notaría la., t. 140 (1726> fol. 15 7.

63 Cfi. ANB, Empleados Públicos, Mise. t. 22, fols. 163-164,


JUAN MANUEL PACHECO, S. J.
222

ba. Los árbitros habían desconocido ei título de Antonio de Céspedes


por la sola razón de no haber tomado posesión de las tierras, cuando
constaba claramente de lo contrario.
El provisor y vicario general del arzobispado, doctor Nicolás de Ba-
rasorda, por auto del 23 de agosto de 1728, declaró que no estaba obli­
gada la Compañía a pagar la pena pecuniaria establecida en el compro­
miso de arbitramiento, y que la causa debía someterse “a arbitrio de
buen varón”64.
Mercado apeló al tribunal del obispo de Cartagena y se le concedió
la apelación65. Poco después Mercado traspasaba todos sus derechos a
su cuñado Francisco Quijano.
Como pasase el término de la apelación sin que ésta se hubiese
efectuado, el P. Luis Franco, procurador del colegio, pidió que la de­
clarase desierta. Así lo declaró el doctor Barasorda, el 8 de noviembre
de 1729, previo el concepto favorable de promotor fiscal José Ignacio
Flórez66.
Procedió luego el colegio a pedir que se le amparase en la pose­
sión de aquellas tierras y se lanzara a los invasores, condenándolos a pa­
gar los costos del pleito. Protestó Quijano alegando que lo que se pedía
era contra derecho, ya que sólo se había mandado “reducir a compro­
miso celebrado a arbitrio de buen vecino” . Mandó Barasorda a las partes
nombrar, dentro de cuatro días, un tercer árbitro, pero el colegio no ad­
mitió esta providencia y pidió que se dictara sentencia definitiva en la
que se declarara haber sido injusto el fallo de los árbitros por haber ad­
judicado a Mercado tierras que eran claramente de la Compañía.
Por d e c r e to del 1 8 de j u n io de 1 7 3 0 d io Barasorda la sen ten cia defi­
nitiva. Se d e b ía n , en primer lugar, entregar a la C o m p a ñ ía las tierras se­
ñaladas en el t ít u lo c o n c e d id o a A n t o n io d e C ésp ed es; verificar luego
sobre el terreno un t ít u lo o to r g a d o a G ó m e z Suárez, y por ú ltim o , en
las tierras sobrantes, verificar el t ít u lo de P edro d e C ó r d o b a , siguiéndose
en t o d o la antigüedad respectiva de los t í t u l o s 6 7 .
P rotestó el a p od erad o de Q uijano contra e ste a u t o , alegando defec­
to de citación y otras “insanables n u lid a d e s” que n o indica.
En se p tie m b r e d e 1 7 3 0 el d o c t o r Barasorda en persona vino a La
Mesa e in s p e c c io n ó las tierras en litigio, a c o m p a ñ a d o d e Q uijano y de
los HH. Jaime de O ña y Lucas A m a t. L os testigos llam ad os a declararse

64 Ibid. fol. 173.

65 Ibid. fols. 173 v - 174.

66 Ibid. fols. 177 v - 178.


67
Ibid. fol. 181.
P P. FRANCISCO MENDEZ Y DIEGO DE TAPIA
223

empeñaron en afirmar que las tierras concedidas a Céspedes se encontra­


ban en otro sitio, en las estribaciones de La Mesa, mirando al río Apulo.
Esta inspección la contradijo el P. Andrés de Salas, procurador general
de la provincia.
Por ausencia del doctor Barasorda asumió el cargo de provisor el
canónigo magistral doctor Juan de Alea. Alea por auto del 8 de enero
de 1731 mandó depositar las tierras en litigio en la persona del maestre
de campo José de Mendiburu68 . Nuevamente apeló Quijano ante el obis­
po de Cartagena, y se le concedió la apelación en devolutivo pero no en
suspensivo. Esto no le satisfizo y recurrió “p ° r v út de noción de fuerza”
a la real audiencia, pero esta declaró que el juez eclesiástico no se había
sobrepasado en su determinación.
Una vez más pidió la Compañía que se nombrara a u n juez que am­
parara al colegio en la posesión de aquellas tierras y lanzara a los inva­
sores.
Barasorda, que había ya regresado, ordenó una nueva inspección
del terreno y la cometió a don José de Mendiburu69 . La Compañía re­
cusó a Mendiburu, y la parte contraria recusó a su vez a don Juan Anto­
nio de Pedrosa y Herrera, nombrado en lugar de Mendiburu. Por fin
todos aceptaron a don José Gabriel Gómez de Abreu.
Pero, pocos días después, en ausencia de Quijano, su esposa doña
Manuela Mercado recusaba también a Gómez de Abreu. Se le mandó
presentar las razones de su recusación en el término de pocos días, y
como no lo hiciese fue confirmado como inspector.
El 20 de agosto salió Gómez de Abreu de Santafé para La Mesa, y
el 25 daba comienzo a la inspección o visita de ojos” , con la asistencia
de Quijano y del P. José de Rojas, representante del P. Salas.
Con los documentos en la mano probó el P. Rojas que Antonio de
Céspedes había sido dueño de las tierras reclamadas por el colegio, en
virtud del título que le habla otorgado el cabildo de Tocaima en 158170.
Las tierras inspeccionadas por el doctor Barasorda también habían perte­
necido a Céspedes, pero en virtud de una compra que había hecho de
ellas a Juan Camargo, y sobre estas tierras no había controversia.
Después de confrontar sobre el terreno los linderos mencionados
en los documentos, declaró Gómez de Abreu que las tierras en litigio
pertenecían en derecho a la Compañía, no obstante la contradicción de
Quijano, y el 3 de septiembre dió de nuevo posesión de ellas al colegio71.

ÉS Tt-íd. fol. 190 v.

69 Auto del 29 de mayo de 1731, ibid. fol. 194.

70 Este titulo se encuentra en el expediente que venimos citando, fols. 218-219 v.

71 Ibid. fols. 259-261.


JUAN MANUEL PACHECO, S. J.
224

Esta sentencia fue confirmada por el visor y vicario general del arzobis­
pado, doctor Francisco José de Cabrera y Dávalos, quien había sucedido
en el cargo al doctor Barasorda72. Con esto se daba por terminada la
causa. Quijano debía pagar los costos del pleito73.
En las tierras en litigio había levantado Quijano una casa. Se comi­
sionó al cura párroco de Guayabal, don José Franco de Irurita, el intimar
a Quijano la orden de desalojar. Como Franco de Irurita no encontrase
a Quijano, la notificó a la esposa de Quijano doña Manuela Mercado.
Doña Manueia se encontraba algo enferma. Era además difícil que encon­
trase rápidamente otra casa para trasladarse. Por esto se dió a la familia
de Quijano un plazo prudencial para salir.
Pero iban pasando los meses y Quijano se negaba a salir. El P.Tomás
de la Seda, procurador del colegio, pidió en mayo de 1732'una nueva
orden de lanzamiento. Fue esta intimada el 9 de septiembre a doña Ma­
nuela y al mayordomo de Quijano. Pero estos se negaron a obedecer,
pretextado que la orden venía dirigida a Q u ija n o y n o a ellos74.
Entre tanto, en Santafé, Quijano apelaba de la sentencia ante el tri­
bunal del obispo de Cartagena.75. El provisor negó la apelación76, pero
Quijano acudió nuevamente a la rea! audiencia en grado de noción de
fuerza, y la audiencia declaró que se debía conceder la apelación77.
Lo último que encontramos sobre este pleito es un poder que el 19
de octubre de 1733 otorgó el P. Diego de Tapia, rector del colegio de
Santafé, al P. Jaime López, rector del colegio de Cartagena, para represen­
tar al colegio, ante el tribunal del obispo, en el pleito con Quijano78 .
Probablemente se llegó más tarde aun arreglo entre las partes, pues
en una escritura de 1742 se dice que el colegio de Santafé había vendido
a Francisco Quijano y a su esposa, por mil patacones, las tierras de El
Tigre79.

72 Auto del 27 de septiembre de 1731; ibid. fols. 268 v - 270 v.

73 ANB, Tierras, Cundinamarca, t. 20, fols. 942-945 v.

74 Ibid. fol. 959 v. y fol. 962.

75 Ibid. fol. 949 v.

76 Ibid. fol. 951.

77 Ibid. fol. 953.

78 ANB, Notaría 3a„ t. 169 (1733) fol. 41.

79 ANB, Notaría 3a., 1. 181 (1742) fol. 112v.


CAPITULO VU

SEGUNDO PROVINCIA LATO DEL P. GONZALEZ

Nuevos superiores.

El 17 de enero de 1730 asumió de nuevo el gobierno de la provin­


cia el P. Francisco González1. Con él fueron nombrados por el padre
general los siguientes superiores:
Rector del Colegio Máximo de Santafé y de la Universidad Javeria-
na, el P. Diego de Tapia, que acababa de ser provincial.
Superior de la residencia de Las Nieves: P. Andrés Molina, quien
era rector del colegio de Mérida.
Rector del colegio de Tunja y maestro de novicios, el P. Carlos de
Anisón.
Rector del colegio de Cartagena, el P. Francisco Cataño, quien
desempeñaba el rectorado del colegio-seminario de San Bartolomé. Como
el P. Cataño fue elegido procurador de la provincia, le reemplazó como
rector de Cartagena el P. Jaime López.
Rectores de los colegios de Mérida, Mompós y Pamplona, los PP.
Agustín González, José de la Sota y Alfonso Olmos, respectivamente.
Fd P. Baltasar Caicedo, san tafe re ño, fue nombrado rector del colegio
de Honda, y en este cargo murió el 3 de junio de 17332 .
Fl rectorado del colegio de Santo Domingo fue confiado al P. Juan
Snclling, nacido en Cádiz, “No carece de riesgo liaber dado la patente

1 "... me díte tomó a su cargo el gobierno de esa provincia el día 17 de enero de ]730’\
Retz a González, 31 diciembre 1731; APT, leg. 132, fot. 301.

2 Catálogo de la Provincia del Nuevo Reino, D e f u n c ti: ARSI, N.R. et Q. 4; Libro 5o. de !a
Iglesia de Colegio de Santafé, fol. 189 v.- El P, Caicedo nació en Santafé, en enero de 1690
(Restrepo S,- Rivas, G e n e a lo g ía s d e S a n ta fé d e B o g o tá , I, 162); entró de convictor en el
colegio de San Bartolomé el 14 de octubre de 1707, y pasó a vestir una beca real en no­
viembre de 1708 (Libro de matrículas, fols. 65 y 1 v). El 3 de junio de 1711 ingresó en el
noviciado de Tunja (Catálogo de 1711).
JUAN MANUEL PACHECO, S. J.
226

del rector de Santo Domingo al P. Juan Jacobo Snelling” , escribía el P.


Ret2.3 . Pocos días gobernó el P. Snelling, pues murió en 17314 .
Superior de la misión de los Llanos debía ser el P. Juan de Rivero
o el P. Juan Galarza; fue escogido el primero5.

Los procuradores.

Ya anotamos como a fines de 1729 se debió de reunir la congrega­


ción provincial en la que fueron elegidos procuradores los PP. Ignacio
de Meaurio y FranciscoCataño. El 23 de enero de 1730 el nuevo provin­
cial les daba su poder para todos los asuntos civiles6 .
Con ocasión del viaje de los procuradores el P. González dirigió al
rey una representación sobre la escasez de sujetos que padecía la pro­
vincia:
“ Señor, escribía, en la congregación provincial que se celebró en
esta provincia de la Compañía de Jesús de el Nuevo Reino, fueron electos
procuradores para las dos cortes de V.M. y la de Roma, los Padres Igna­
cio de Meaurio y Francisco Cataño, religiosos profesos de la misma Com­
pañía; y siendo el fin principal de la dicha elección el que se socorra esta
provincia con una copiosa misión de número competente de cincuenta
sujetos, me veo precisado, en cumplimiento de mi obligación, informar
a V.M. de la precisa necesidad que esta provincia tiene del número dicho
de operarios.
“ Lo primero, los colegios de esta provincia están muy faltos de
sujetos necesarios para el empleo ordinario de sus ministerios, en tanto
grado que en el colegio de la Isla de Santo Domingo, el rector se ve pre­
cisado a leer cátedra de teología y la de gramática; y de esta suerte van
los demás colegios en su proporción.
“ Lo segundo, insta la providencia de socorrer con gran número de
sujetos a las misiones de gentiles, así para los Llanos, como para las del
río Orinoco, si es que se ha de llevar adelante y a debido cumplimiento
lo mandado por V.M. en orden a la propapagadón del santo evangelio
en aquellas numerosas naciones, tan ciegas a la verdadera luz, como bár­
baras en sus costumbres.
“ Lo tercero (que no es menos principal) se necesita de operarios
fervorosos para discurrir por las varias poblaciones de este Reino, mul­

3 Retz a González, 31 diciembre 1731.

4 Catálogo de la provincia del Nuevo Reino, D e f u n c t.

5 Tamburini a Tapia, 1 junio 1729; APT., leg. 132, fol. 290-291.

6 ANB, Notaría 3, t. 160, año 1730. fol. 1.


SEGUNDO PROVINCIA LATO DEL P. GONZALEZ
227

titud de rancherías y haciendas, en donde viven los cristianos de solo


nombre y en las costumbres peores que gentiles. Y parece no permitir la
razón que al tiempo que se conquistan nuevas gentes, se dejen perder las
ya conquistadas, como con dolor lo estamos viendo, en medio de que
siempre la Compañía en esta provincia tiene el cuidado de enviar misio­
neros a dichos pueblos y parajes, sufriendo la falta que hacen a los cole­
gios.
Respecto a lo cual parece constante que para los fines mencionados
es indispensable el número expresado de los cincuenta sujetos, que toda
esta provincia y yo, en nombre de ella, postrado a los pies de vuestra ca­
tólica majestad, suplicamos humildemente los conceda para mayor exal­
tación de nuestra Santa fe, reformación de las costumbres y cumplimien­
to de los católicos deseos con que el celo de V.M. procura dilatar los do­
minios de la fe... Santafé, 14 de febrero de 1730”7 .
Esta petición iba reforzada con una carta del presidente Antonio
Manso sobre el mismo tema8 .
E] doce de mayo se embarcaron los procuradores en Cartagena,
aunque el P. Cataño se encontraba con quebrantos de salud . Probable­
mente pudieron asistir estos dos jesuítas novogranatenses a la XVI Con­
gregación General que se celebró en Roma del 19 de noviembre de 1730
al 13 de febrero de 1731, y en la que fue elegido general de la Compañía
de Jesús el P. Francisco Retz.
No bien regresó el P. Meaurio a España presentó al Consejo de In­
dias las cartas mencionadas del presidente del Nuevo Reino y del provin­
cial de la Compañía, Explicó que no podía presentar la del arzobispo de
Santafé, pues cuando salió del Nuevo Reinoaun no se había posesionado
el nuevo prelado, que lo era don Antonio Alvarez de Quiñones. Pidió
que se le diera autorización para poder llevar al Nuevo Reino una expe­
dición de cincuenta jesuítas “con más los coadjutores correspondientes7’9
El Consejo estudió esta petición. Se verificó que de los cuarenta mi­
sioneros concedidos al P. Mimbela solo habían pasado 3 6 .Consideradas
las necesidades de la provincia se vino a conceder que podían ir al Nuevo
Reino otros treinta, incluyendo en este número los cuatro que habían
dejado de pasar en la expedición anterior. En el decreto que concedía
esta autorización se añadió: “Al mismo tiempo se pidan secretos infor­
mes al nuevo arzobispo y presidente, encargándoles mucho el sigilo y

7 AGI, Santafé, leg. 406. Otro ejemplar en ANB, Miscelánea, t. 110, fol. 898.

8 Carta cid presidente de la Audiencia de Santafé, don Antonio Manso, 28 enero 1730; AGI,
Santafé, leg. 406.

9 Memorial del P, Ignacio de Meaurio, 1731 AGI, Santafé, leg. 298.


JUAN MANUEL PACHECO, S. J.
228

reserva, y que con grande expresión digan que de el número de religio­


sos que han pasado para esta misión, cuántos han estado empleados en
ella, cuántos existen actualmente, y si han muerto o tenido otro destino
los más y sobre todo qué progreso o extensión ha producido, qué pue­
blos hay formados, y qué disposición o esperanzas promete de mayor
fruto la situación y genio de quel distrito y naturales” 10 , Una real cédula
en este sentido, fechada el 27 de abril de 1731, se envió al presidente
del Nuevo Reino, recomendándole “el mayor sigilo y reserva” 11.
Dos años más tarde, en 1733, luchaba aún el P. Meaurio por organi­
zar su expedición de misioneros. Estando en ello, le llegaron de la pro­
vincia nuevas instancias. Habían muerto en poco tiempo nueve sacerdo­
tes, y la falta de misioneros impedía a los que trabajaban en los Llanos
emprender nuevas excursiones en busca de indios gentiles.
El P. Meaurio pidió al Consejo que se le permitiera elevar a sesenta
el número de los misioneros. Desde 1705, dice en un nuevo memorial,
la provincia del Nuevo Reino solo ha logrado una misión, compuesta de
36 sujetos, incluyendo en estos los dos procuradores, que fue la llevada
por el P. Mimbela. La misión anterior del año 17 pereció en el naufragio
del navio Sangronis. La provincia solo cuenta con 180 religiosos, entre
sacerdotes, estudiantes y coadjutores, y debe atender a diez colegios,
muy distantes entre sí, a un numeroso seminario “para la educación y
crianza de la juventud” y a varias doctrinas de indios. Pero la principal
necesidad de misioneros la tienen las misiones del Orinoco, “tierra igno­
rada hasta ahora, no se ha podido descubrir y tener noticia a punto fijo,
aunque no carece de tradición antigua que desde las bocas del Drago
hasta los últimos dominios que posee V.M., a la banda del sur, hay la
distancia de más de mil y quinientas leguas de abundantes y crecidas po­
blaciones que las habitan” . Es gente gentil, prosigue escribiendo, que vi­
ven en sangrientas guerras. Los caribes, incitados por los holandeses,
invaden frecuentemente las tierras de los otomacos y otras naciones,
con el único fin de “depositarlos en sus vientres", o cautivarlos. Cada
año venden más quinientos esclavos a los holandeses, cambiándolos por
pertrechos de guerra y otras cosas de poca monta. Los holandeses con­
sideran a estos indios esclavos como de inferior calidad a los negros, y
los envían a trabajar en los ingenios de azúcar y haciendas de Suprimena,
Esquivo y Berbir12.

10 Decreto del Consejo de 13 de abril de 1731; Ibid.


11 ANB, Reales Cédulas, t. 9, fol. 126.
12
AGI, Santaí'é, leg. 406.
SEGUNDO PROVI NCI ALATO DEL P. GONZALEZ
229

El consejo, dice en su consulta del 27 de junio de 1733, “ haciendo


cargo de la nueva instancia que hace [el P. Meaurio] de que demás de los
treinta misioneros que le están concedidos, se añada el de otros treinta
sujetos, y considerando que habiéndose aumentado a esta religión, de­
más del número de misioneros que necesita para acudir a tantas partes
como tiene de sus misiones antiguas, las que se le han añadido en el Ori­
noco, que pueden producir los efectos que convienen al servicio de
ambas Majestades, es de sentir el Consejo que, atendiendo V.M. a tan
especial motivo, se sirva V.M, convenir nuevamente en concederle licen­
cia para que sobre los treinta concedidos se 1c permita llevar otros veinte,
cincuenta en todos, con los coadjutores que les corresponden, en cuyo
número se incluyan el de los cuatro que, como va expresado, dejaron de
ir, librándose el costo de la conducción y transporte de estos misioneros,
en la misma forma que va mencionado y está prevenido para los treinta
que están concedidos” 13.
El rey accedió a lo pedido.

La Expedición de 1735.

En Cádiz, en mayo de 1735, se embarcaron los dos procuradores


con una misión de 56 jesuítas, en el navio guardacostas El Incendio. 14.
De los 56, 17 eran sacerdotes y los demás escolares y coadjutores. Todos
eran españoles, menos los PP. Pedro Labro15 y Pedro Brander, flamencos,
bernardo Antenolfi y José María Cervellini, italianos, y el hermano holan­
dés Lorenzo Kóníg. Entre los españoles venían el P. Roque Lubián, que
había de distinguirse como misionero del Orinoco y el Meta, y el P. Ni­
colás Candela, entonces estudiante, el último rector de la Universidad
Javeriana. Venía además el primer impresor que vino al Nuevo Reino, el
H, Francisco de la Peña.
El P. Cervelli ni en carta al P, Francisco Pepe, fechada en Tame a 2
de julio de 1737, cuenta algo de este viaje. La navegación por el río Mag­
dalena, en canoa, duró más de veinte días, en lo que no faltaron los
sobresaltos. “ El primer sitio que encontramos, narra, fue la ciudad de
Mompós, habitada por unas 8000 almas, entre las que se contaban algu­
nas de nobles linajes y religiosos de diversas órdenes, como franciscanos,
jesuítas, agustinos y hermanos hospitalarios. El segundo lugar y término
de nuestra navegación fue Honda, pequeña ciudad, con 2.000 habitantes,
de la que es párroco el padre rector de nuestro colegio” .

13 Consulta del Consejo de Indias, 27 junio 1733; AGI, Santafé, leg. 264.
14 AGI, Contratación, leg. 5549.

Aparece en el registro de la Contratación con el nombre de Pedro Fcbure
J U A N M A N U E L P A C H E C O , S . J.
230

Todos los días, sigue narrando, al anochecer, saltábamos a tierra y


armábamos nuestras tiendas. Predicábamos a los indios llamados bogas,
que son los que impulsan fatigosamente las canoas contra la corriente
del río, con largas y fuertes palancas, cenábamos y nos entregábamos al
descanso nocturno. Al dormir a campo raso éramos molestados no sólo
por el calor y los insectos, sino por las frecuentes lluvias, que aquí son
más comunes de noche.
Por la mañana temprano uno de los sacerdotes, por tum o de anti­
güedad, celebraba la misa y los demás sacerdotes comulgaban;en deter­
minados días recibían también la comunión los hermanos. El desayuno
era, al uso del país, un pocilio de chocolate. Empacábamos luego nues­
tras cosas y proseguíamos la larga navegación.
Después de Honda hay que transmontar una escarpada y peligrosa
cordillera, para llegar, después de un penoso y molesto viaje de diez días,
a la sabana que rodea a la ciudad de Santafé. En la cordillera se usan
muías y en la sabana caballos.
Santafé, continúa escribiendo, por estar situada a 4 grados sobre el
Ecuador debía ser muy cálida, pero es un lugar muy frío. No bien lle­
gué la fiebre me echó a la cama, y tuve que echarme encima no sólo tres
mantas sino todo cuanto tenía de abrigo para defenderme del extraordi­
nario frío.
Pasa luego el P. Cervellini a describir los diferentes géneros de per­
sonas que habitaban la ciudad: chapetones o españoles, criollos, indios,
negros, mestizos, mulatos, etc. “Todos estos géneros, añade, se pueden
determinar casi únicamente por el color del rostro; los de sangre europea
son blancos o amarillos, los indios y los esclavos negros o morenos, los
más son de color aceitunado. Apenas si se ve un semblante sano y lleno
de vida” .
Someramente da cuenta de la organización eclesiástica del Nuevo
Reino, y prosigue: Santafé no está mal en órdenes religiosas. Los fran­
ciscanos cuentan con dos conventos, los agustinos con otros dos, uno
tienen los dominicos, y nosotros dos, uno pequeño, el de Nuestra Seño­
ra de Monserrate, y el grande, en que por falta de casa profesa, reside el
padre provincial. A este colegio está anexo el bello seminario de San
Bartolomé, en el que se educan en virtud y letras un centenar de jóvenes.
Explica a continuación la duración de los estudios y los grados que
concedía el colegio, y pasa a relatar algo de la vida de comunidad. Los
júniores (Neulingen), después de terminar sus dos años de noviciado, vi­
ven con los antiguos, otros dos años. Hacen oración por la mañana, y
otra media hora por la tarde. Cada martes acuden a la resolución de ca­
sos de conciencia, acto a que asisten todos, aun el provincial y los profe­
sores de filosofía y teología. El primer día de cada mes se reúne toda la
comunidad. El provincial, o en su defecto el rector del colegio, expone
SEGUNDO P ROVI NCI A LATO DEL P. GONZALEZ
231

las necesidades de la casa, y luego todos, uno por uno, arrodillados, van
diciendo públicamente qué patrono tuvieron durante el mes, y qué vir­
tudes practicaron y qué penitencias hicieron por las necesidades del co­
legio. Todos los sacerdotes, semanalmente predican por tum o una plá­
tica de media hora a los pobres de la portería. El primer domingo de
cada mes se tiene la comunión general, y uno o varios jesuítas visitan
las cárceles públicas de la ciudad para llevar a los presos tanto el ali­
mento espiritual como el corporal. Los escolares, alternativamente con
los estudiantes del colegio, predican diariamente a los sirvientes de la
casa y a los niños mayores, con tal fervor y fruto que infunden general­
mente en sus oyentes un especial recogimiento y temor de Dios. Narra
a continuación el caso del joven sirviente que se dejó matar por conser­
var su castidad, caso referido también por el P. Pedro de Mercado en su
historia de la provincia16 .
Se refiere luego a la iglesia de San Ignacio, que es, escribe, “entre
las hermosas iglesias de la ciudad una de las más suntuosas y bellas, edi­
ficada con todo arte, alta y amplia” , a los altares de la misma iglesia y a
las festividades religiosas. Las últimas páginas de su carta las dedica a las
misiones17.

Por la provincia

El estado espiritual de la provincia era en general satisfactorio. El


padre general Francisco Retz alaba especialmente el buen estado de las
misiones18. Sin embargo no dejaban de presentarse algunos defectos.
No faltó quien se quejara de la poca selección que se tenía en la admi­
sión de novicios. El P. Retz escribía al P. González: “ Se me dice... que
es muy poco el cuidado que se pone en averiguar la vocación del preten­
diente, su nacimiento y calidad, sus talentos y demás partes que requie­
re la Compañía. No duda V.R. que el bien de la religión depende de los
recibos; póngase en este particular el mayor cuidado que se pueda, ni se
admita por motivo alguno a aquel en quien no concurran todas aquellas

16 MERCADO, Pedro, S.J. Historia de la Provincia del Nuevo Reino y Quito, I, p. 67-68. En
nota añade ei P. Mercado: “Uno de los padres rectores de este colegio [de Santafé] le puso
el nombre de Armiño. Hizo que lo pintasen con una palma y azucena en una mano y un
armiño en la otra, con este título: Yo soy Armiño, que no quise vivir sucio. Esta imagen
se colocó en nuestra sacristía como en su propio lugar". Aun se conserva este cuadro en
la sacristía de la iglesia de San Ignacio.
17
Brief R.P, Joscphi Cervellim, der Gesellschaft Jesu Missionar», an R.P. Franciscum Pepe
S.J. geschrieben zu Tarne, den 2 Julii 1737, en STOECKLEIN, J. Neue-Weitbott, t. 19,
n. 568, p. 105 ss.

18 Retz a Gonzalez, 31 diciembre 1731; APT, Leg. 132, fol. 305-306.


JUAN MAN UHL PACHECO, S. J.
232

cualidades que pide la Compañía. A lo que si se contraviniere (que no


espero) me veré precisado a dar en esa la providencia ya dada en otras
provincias por este motivo” 19 .
La decadencia en los estudios continuaba. El padre general se la­
menta de que los estudiantes jesuítas descuidaban el estudio de las hu­
manidades. “ Este defecto, anota el P. As train, fue bastante general en
toda España desde el siglo XVI en adelante. Pasada aquella época bri­
llante del renacimiento, extinguidas las lumbreras de Vives, Vergaras,
Sepulvedas, Perpiñá y otros muchos que con tanta gallardía y elegancia
habían manejado la lengua del Lacio, había sucedido en nuestras uni­
versidades aquel lenguaje pedestre, aquel latín de cocina, como se decía
vulgarmente, en que se entendían bien o mal nuestros teólogos y legis­
tas. Era natural que en las provincias de América, más alejadas todavía
del movimiento literario que había en Europa, se resintiese la enseñanza
todavía más de un defecto tan general”20.
El P. Retz escribía en carta del 15 de septiembre de 1733; “Seme
dice que nuestros hermanos estudiantes, con sola una medianía de gra­
mática y sin saber poesía y retórica, son señalados para los estudios ma­
yores de filosofía y teología, y que en algunos maestros no hay el celo
y aplicación que se requiere, repitiendo en formales términos las mate­
rias de otros, y a veces no bajando a la clase, sino dando el cartapacio al
hermano bedel para que dicte; que la cátedra de Escritura está muy caí­
da, y que ya no se tienen aquellas públicas funciones de ella que se ha­
cían antes. Todo esto, si es así, cede en perjuicio no pequeño de nuestros
estudios y de nuestros estudiantes. Dé V.R. las providencias que juzgare
más convenientes para el efectivo remedio. Acerca de la cátedra de Escri­
tura me alegraré se ejecute lo que encargó mi antecesor en la primera
carta de su despacho de 27 de marzo de 1723”21.
Brotó también de nuevo el antagonismo por motivos regionales.
“ La más segura señal de los verdaderos jesuítas, comentaba el P. Retz,
es la unión de unos con otros y religiosa caridad, más veo con gravísimo
dolor que esta virtud, tan del todo necesaria, tiene en esta provincia al­
gunas quiebras y menoscabos, de que es buena prueba lo sucedido en la
última congregación provincial. Yo, en cumplimiento de mi oficio, en­
cargo a V.R, y a sus sucesores que celen este punto con la mayor solici­
tud”22 .
Carta del 13 septiembre 1733; ibid, fot. 324.

20 ASTRAIN, A. Hist. VII, 446.

21 Retz a González, IS septiembre 1733, 2a. Carta; APT, Cartas de PP. Generales, leg. 132
ibis. 331-33 Iv.

22 Retz a González, 31 diciembre 1731, la. Carta; ibid, fols. 313v.


SEGUNDO PROVINCIALATO DEL P. GONZALEZ
233

Otra falta que empieza a preocupar a los superiores es el abuso del


tabaco y el aguardiente por parte de algunos sujetos. Era fácil que en las
haciendas, donde se molía caña y se fabricaba aguardiente, algunos de
los que cuidaban de ellas, se aficionasen a la bebida. En concreto orde­
naba el padre general que si el H. José Perea no se enmendaba de este vi­
cio, se le despidiera23 . No hubo necesiddad, pues cuando esta carta se
escribió, ya había muerto el II. Perea en el colegio de Tunja24 .
Reprende además el padre general “la demasiada frecuencia de los
Nuestros en acudir a los conventos de religiosas a oir sus confesiones,
con pérdida de no poco tiempo” 25. Se lamenta de que algunas congre­
gaciones de nuestras iglesias hubiesen decaído26 .
No faltaban problemas con algunos superiores. El P. Juan de Me­
dina hubo de ser retirado del gobierno del colegio de Santo Domingo y
sacado de la isla. El P. Retz ordenaba imponerle alguna penitencia y que
no se le incluyera más en la lista de los aptos para gobernar27*. Hubo
también quejas del gobierno del P. José de ia Sota, rector de Cartagena2 8 “
En Pamplona habla dejado el P. Miguel de Montalvo, con permiso
de los superiores, un depósito de mil quinientos pesos pertenecientes a
los bienes de don Juan del Barco, para ser distribuidos entre las perso­
nas que Barco había señalado en su testamento. Pero el P. Miguel de
Monroy, siendo rector del colegio, había gastado mil pesos de este de­
pósito en la compra de una posesión. El P. Retz ordenaba que el cole­
gio restituya ai P. Montalvo inmediatamente esa suma, y si no tiene di­
nero “véndase, escribe, la posesión que con dicha cantidad se compró y
con su producto cúmplase inmediatamente esta gravísima obligación”29 .
Desaprueba también el que el P. Diego de Tapia, rector del colegio
de Santafé, hubiese tomado de los bienes donados por don José Blanco
para la fundación del colegio de Antioquia, 17.000 pesos para comprar

23 Retz a González, 31 diciembre 1 7 3 1 ,7a. Carta; ibid, ibis. 3 0 5 - 306.

24 Murió el 30 de junio de 1730; Catálogo de la Provincia dd Nuevo Reino de 1736, Supple­


menta; ARSI, N.R. ct Q. 4.

35 Rete a González, 15 septiembre 1 7 3 3 ,2a. Carta; APT, leg. 132, fol. 331-332.

26 Ibid.

27 Retz a González, 31 diciembre 1731, la . Carta; ibid, fol. 301.

-8 ibid.

29 Retz a González, 31 diciembre 1 7 3 1 ,2a. Carta; ibid, fols. 309-310.


JUAN MANUEL PACHECO, S. J .
234

una hacienda. Manda que el colegio devuelva esa cantidad pagando


anualmente mil pesos30.
Algunos sujetos, venidos de otras provincias, se encontraban des­
contentos y pedían volver a Europa. Tal era el caso del P. Cándido Goz-
fried, alemán, quien se encontraba en Santo Domingo31, y el de los PP.
Luis Jerónimo de Grossis y Francisco Antonio Quirós, y el del H. Juan
Grebner32. Del P, Quirós se admiraba el P. Retz que pudiera decir que
contaba con medios suficientes para regresar a Europa, sin gastos de la
orden33. El caso del H. Grebner, alemán, debía ser grave, pues el padre
general temía que se fugara34 y aconsejaba dimitirle de la Compañía
si pedía salir de ella35. En 1736 se encontraba aún en Santafé el H.
Grebner, pero su nombre desaparece de los catálogos siguientes36.

Bienhechores

En las cartas del P. Retz aparecen los nombres de varios bienhecho­


res de la Compañía. De algunos de ellos ya hemos hablado, como de
don Juan Chourío, que hizo una notable donación para la fundación del
colegio de Maracaibo, del Pbro. Juan Quintero, bienhechor del colegio
de Pamplona, y del arzobispo de Santafé, don Antonio Claudio Alvare2
de Quiñoñez, que había donado, al salir de Santo Domingo para la su
nueva sede de Santafé, cinco mil seiscientos pesos al colegio de aquella
isla.
Entre los nuevos bienhechores aparecen don Jacinto Díaz, que do­
nó al colegio de Pamplona 3.280 pesos; don Nicolás Alejo de Tapia,
deán de la catedral de Santafé y hermano de los padres Tapia, quien al
morir había dejado al Colegio Máximo como heredero de sus bienes,

30 Retz a González, 15 septiembre 1733, 3a. Carta; ibid, lois. 329-330.

31 Retz a González, 3 l tlieicnibre 1731 ;ibid. fols. 3 1 3 -3 1 4 .0 3 . lib. 1. cap. 5, nota. 48. p.

32 Retz a González, 31 diciembre 1 731 ; APT. leg. 132, fols. 313 s.

33 Ibid.

34 [hid.

3 5 ·-
Retz a Gonzalez, 9 enero 1732, Kl H. Juan Grebner había naeido en el Pala ti nado, el 13 de
mayo de 1694, y entrado en la Compañía el 2 de junio de 1 722 (Catálogo de la provincia
del Nuevo Reino, 17361, Vino al Nuevo Reino en 1723 {AGI, Contratación, ley. 5549).
36 Catálogo de la Provincia del Nuevo Reino - 1736: ARS1, N.R. et Q. 4, fo!, 224 ss.
SEGUNDO PROVINO ALATO DEL P. GONZALEZ
235

avaluados en doce mil pesos37, y don Juan González Anedo, bienhechor


del colegio de Mompós, al que había donado $7.21638 .
A este último le había permitido el padre general vivir en el colegio
de Mompós y ser recibido en la Compañía a la hora de su muerte39.
En otros documentos de estos años aparece el Colegio Máximo de
Santafé como heredero de los bienes del doctor Andrés López Rebollo,
cura de Vélez40. En abril de 1731 el P. Mimbela, vicerector del colegio,
daba poder para vender la hacienda de Las Juntas, en jurisdicción de
Vélez, la que había pertenecido a López Rebollo41.
En diciembre de 1731 el P. Retz enviaba carta de participación en
las buenas obras de la Compañía a doña Magdalena de Subía y Loyola,
a doña María Rosalía de Santamaría y Angulo y a la Madre Bárbara To­
masa de la Trinidad, carmelita descalza42 .
Y en 1733 extendía esta misma carta al gobernador de Girón, don
Pedro Velásquez43 y a su esposa doña Melchora Martínez Nieto44.

El seminario de Cartagena

La diócesis de Cartagena carecía aún de seminario. En 1731 pensó


en fundarlo su obispo, el señor Gregorio de Molleda y Clerque. Era el

37 “ El P. Diego de Tapia, rector del Colegio Máximo, me escribió que su hermano don Nico­
lás Alejo de Tapia, Deán de
esa catedral, ya difunto, había dejado por su heredero a ese
colegio, el cual ya había percibido ocho mil pesos, y percibirá después
otros cuatro mil, de
suerte que toda laherencia.serán doce mil pesos” , Retz a
González, septiembre15 1733,
3a. Carta; 132, 329.
APT, lcg. fol.

38 Retz a López, 15 septiembre 1736; ibid. fol. 340,


39 Retz a González, 31 diciembre 1731; ibid. fol. 307.

40 ANB, Notaría 3, t. 160, año 1731, fol. 20 v.

41 Ibid. fols. 21 v.-22.

42 Retz a González, 31 diciembre 1731, 7a. carta; APT., lcg. 132, foi. 315. Doña Magdalena
de Subió, era hija del capitán Pedro de Subía y de doña Catalina de Mena Loyola y Mazme-
la, y estaba casada con don Antonio de Cabrera y Quirós, quien fue alférez real y alcalde
de Santafé en los años de 1711 y 1715 Cfr. RESTRLPO SALNZ - R1VAS, - G e n e a lo ­ R
g ía s d e S a n ta fé d e B o g o tá , 1, 145-146.

43 Retz a González, 15 septiembre 1733, 4a. carta; APT. leg. 132, fol. 327. En esta carta se
le llama don Pedro Velardc, gobernador de Girón; Pero debe ser don Pedro Velásquez, quien
fue gobernador de Girón de 1727 a 1736, y por segunda vez de 1751 a 1753. En 1761 se
eneontraba de alcalde de San Gil. Cfr. RLSTREPO SAENZ. José María, G o b e r n a d o r e s d e
San J u a n d e G iró n , ( ] 7 3 1 - 1 8 1 0 ) , en t's n id io s (Bucaramanga) 5 (1936), n, 56-57, p. 185.

44 ,
En la carta citada se la llama Melchora Martin Nieto, pero Rcstrcpo Sáenz la llama Melcho­
ra Martínez Nieto.
JUAN MANUEL PACHECO, S. J.
236

señor Molleda natural de Lima, y se había educado con los jesuítas en el


colegio de San Martín de esta ciudad. Estando en Roma, promoviendo
la causa de canonización de Santo Toribio de Mogrovejo, Benedicto XIV
lo nombró obispo titular de Isauria, y lo consagró personalmente. Desig­
nado obispo de Cartagena en 1729, llegó a esta ciudad al año siguiente.
Desde un comienzo se empeñó en corregir muchos de los abusos que
encontró difundidos; dos veces recorrió el difícil territorio de su dióce­
sis y se preocupó especialmente por la evangelización de los indios45.
Uno de los anhelos del señor Molleda fue el seminario. Una piado­
sa señora, María Cabeza de Vaca, muerta en Cartagena en 1690, había
legado todos sus bienes para la fundación de un hospital, que llevaría el
nombre de Obra Pía de la Caridad de Nuestro Señor Jesucristo, Pero lle­
vada de los prejuicios raciales de la época, había puesto como condición,
que sólo se admitirían en él mujeres de raza blanca, que no tuviesen
mezcla de sangre india hasta la cuarta generación, ni de sangre negra
hasta la segunda. Esta condición había imposibilitado la fundación del
hospital. Ninguna mujer blanca, como escribía el señor Molleda, se atre­
vería a exponerse “a que se le manifieste lo que tenía oculto” , y tal era
la vanidad de estas damas que preferían dejarse morir que ir a un hospi­
tal de caridad. Los bienes de la fundación entre tanto se iban deterio­
rando, pues algunos parientes de doña María habían conseguido la ad­
ministración de estos bienes y disponían de ellos como si fuesen suyos
propios. Las cinco haciendas habían quedado sin esclavos, “que son los
que en estas partes, dice el obispo, dan valor a las haciendas” , y por es­
to fue necesario venderlas. Las casas se estaban cayendo pues nadie se
sentía obligado a repararlas. Todos aquellos bienes no producían en el
momento ni siquiera lo suficiente para pagar las medicinas que se nece­
sitarían.
Pensó el señor Molleda, que en virtud de la facultad que le daba el
Concilio de Trento para conmutar los legados de los testamentos, podía
aplicar aquellos bienes a la fundación de un seminario. Como aquellos
bienes no eran suficientes, determinó aplicar también al seminario el 3
por ciento de todas las rentas de su diócesis, y el 3 por ciento de los no­
venos reales de los diezmos, como lo había concedido Felipe IV para
Chile. Si estas rentas no bastaban, se podían aplicar las ocho becas que
había fundado el señor Antonio Sanz Lozano en los colegios de Santafé
para estudiantes cartageneros.
Todo esto lo exponía el prelado en carta a la corte fechada el 9 de
enero de 1731. El seminario es muy necesario, recalcaba, pues he expe-

45 Sobre el Sr, Molleda, cfr. VARGAS UGARTE, Rubén, S J , Historia de la Iglesia en el Perú,
IV, 234-236, El Sr Molleda fue trasladado a la sede de Trujillo en 1740, y e n 1747 a la sede
arzobispal de Charcas. Murió en Cochabamba el 1 de abril de 1756.
SEGUNDO PROVINCIALATO DEL P. GONZALEZ
237

rimentado la total falta de literatura en los eclesiásticos. Habiendo pues­


to edictos para la provisión de siete curatos vacantes, los mejores de la
diócesis, no se había presentado clérigo alguno por temor al examen. En
la ciudad no había más estudios que los de gramática.
Este seminario, terminaba diciendo, podía ser confiado a los jesuí­
tas. “Y teniendo, son sus palabras, tan calificada su acertada dirección
en la gran doctitud, buena educación y crianza de los religiosísimos pa­
dres de la Compañía de Jesús, y los frutos que continuamente está dan­
do en todos los colegios seminarios de Indias que tiene adjudicados esta
sagrada religión, siendo en la real aprobación de V.M. lo que llevo pro­
puesto, y con su soberano beneplácito, fuera de especial consuelo mío
se les hiciese el mismo encargo que a los demás que gobiernan, mante­
niendo en la posesión del patronato a los obispos de esta diócesis, según
está prevenido por las leyes de estos reinos, y tienen conferido por lo
respectivo a la Obra Pía de la dicha doña María de Vaca”46.
El rey, por cédulas del 13 de febrero de 1732 y 13 de mayo de
1733, ordenó al presidente y a la audiencia del Nuevo Reino informar
sobre la conveniencia del seminario propuesto por el señor Moheda47.
No pudo con todo el prelado ver realizada esta obra tan importante.

La doctrina de Cereté
A orillas del río Sinú fundaron, en 1722, el alférez Cristóbal Ji­
ménez de León y otros colonos, un pueblo de indios, al que dieron
el nombre de San Antonio de Mocarí. Una epidemia de viruelas obli­
gó a sus moradores a pasar al sitio de El Palmar, y una nueva trasla­
ción los llevó a Cereté48 .
Procedían estos indios de la región de Urabá. Para su instrucción
religiosa venía de vez en cuando un sacerdote. Ya era el agustino fray
Juan de Aguiar, o el franciscano fray Juan de Segura, o los licencia­
dos Antonio Ruiz del Coro y Francisco López de la Vega49 .
El señor Moheda, compadecido del abandono espiritual de aque­
llos indígenas, logró que la Compañía de Jesús tomase a su cargo aque­
lla doctrina. Fue nombrado doctrinero el P. Agustín de Salazar50.

46 Cana det Sr. Molleda al rey:Cartagena. 9 enero 1731; AGI, Santafé, leg. 488.
47 ANB, Reales Cédulas, t. 9 , fols. 179 y 211.
Aü , , , ,
Declaraciones de José Nudez; Mocan, 4 mayo 1734; AGI, Santafe. leg. 489. Ceretc es hoy
un próspero municipio de Córdoba, situado a 19 kilómetros de Montería. Ln 1964 conta­
ba con 29.600 habitantes
Declaraciones de José Nuñez y Agustín Corcho; AGI, Santafé, leg. 489.

S" L-l I1. Agustín de Salazar, hijo del capitán Lorenzo de Sa lazar y doña Rosa de la Guerra,
nadó en Santafé el 12 de febrero de 1698. (Catálogo de 1720). A los 12 años entró en el
JUAN MANUEL PACHECO, S. J.
238

Salió el misionero de Cartagena el 13 de noviembre de 1731, y el


29 del mismo mes, después de varias aventuras, llegaba a Cereté. El es­
tado moral en que halló al pueblo era lamentable. Los indios estaban
dominados de tal modo por la embriaguez, que duraban seis y hasta
ocho días sin recuperar el juicio. En medio de estas borracheras, los
homicidios y las deshonestidades eran cosa ordinaria. Casi todos vivían
amancebados, y la ignorancia de la religión era total.
Comenzó el P. Salazar por organizar el catecismo de los niños. Dos
veces al día los reunía, por la mañana y por la tarde, para enseñarles los
rudimentos de la fe. A unos cuantos les enseñó a leer y con ellos formó
un coro para cantar en la iglesia. Uno de estos niños le servía de intér­
prete para entenderse con los indios gentiles. A los adultos íes predica­
ba todos los domingos. Valiéndose, ya de consejos y regalos, ya de ame­
nazas y moderados castigos, procuró corregir sus vicios. Aunque al prin­
cipio no se notó enmienda, poco a poco fueron cediendo, al ver princi­
palmente el desinterés del misionero, “iban con esto, escribe el mismo
P. Salazar, apreciando su doctrina, cobrándole amor y rindiéndose a sus
manos”*51.
Había encontrado en el pueblo una pobre ermita construyó una
amplia iglesia de tres naves, con dos sacristías y campanario52 . Estable­
ció la costumbre de cantar los sábados el rosario por las calles de la po­
blación, devoción a la que todos acudían.
No descuidó a los indios gentiles. Por medio del niño intérprete
preparó para el bautismo a un grupo de éstos. El 31 de mayo de 1732
bautizó con gran solemnidad a cuarenta y tres indios. Y no fueron es­
tos los únicos bautizados. Para 1734 todos los indios de la población
eran cristianos53.
Pero surgió un adversario de esta misión en la persona del goberna­
dor de Cartagena, Antonio de Salas54, muy poco afecto a los jesuítas.
No sólo obstaculizó la evangelizadón de los indios gentiles tunacunas,

Colegio de San Bartolomé, a 4 de enero de 1710 (Libro de matrículas, fol. 21 v.) El 3 de


diciembre de 1719 ingresaba en la Compañía de Jesús. Fue misionero en el Orinoco. En
1751 se encontraba en Mcrida como director espiritual de la casa, y en 1763 en Cartagena,
en donde se ocupaba de los esclavos (Catálogos de 1751,1756 y 1763; RECIO, Bernardo,
Compendiosa Relación la Cristiandad de Quito, p. 568-569). Murió en Cartagena.

51 Declaración del P. Agustín de Salazar; Cartagena, 5 agosto 1732; AGI, Santafé, lcg. 489.

52 Declaración de José Núñez, ibid.


53 ,
Declaración del Licenciado lorenzo de Alcocer y Tejada; ibid.

54 Era brigadier de los reales ejércitos. Gobernó la provincia de Cartagena desde 1731 basta
1737. Cfr. RESTREPO SAENZ, J. M., Gobernadores d e Cartagena en el siglo XVIII, en
BHA, 35 (1948) 64. Ei P. Jaime López, rector del colegio de Cartagena le sindica de “natural
desafecto a las cosas de mi sagrada religión"; AGI, Santafé, lcg. 489.
SEGUNDO PROVINCIALATO DEL P. GONZALEZ
239

vecinos a Cereté, los que se internaron más en sus bosques55, sino que
agregó a la real corona el pueblo de Cereté y exigió al obispo que nom­
brara de doctrinero a un sacerdote secular. De nada valió el que el se­
ñor Molíeda insistiera en mantener allí a un jesuíta. “ Los progresos, le
escribía al gobernador, que dicho padre ha ejecutado en el tiempo que
asiste en dicho pueblo son tan notorios cuanto vuestra señoría puede
informarse de cuantos habitan las cercanías de él” 56.
Tanto el obispo como el gobernador escribieron sobre este asunto
al rey. La respuesta fue una real cédula, fechada el 6 de mayo de 1733,
en que se ordenaba al obispo colocar edictos convocando a oposiciones
para el curato de Cereté. Así io hizo el señor Molleda, pero no se pre­
sentó ningún candidato. En carta del 3 de octubre de 1735 insistía el
obispo en que se dejara a Ceretc al cuidado de los jesuítas57 , pero no de­
bió de conseguirlo pues esta doctrina no vuelve a figurar entre las de la
compañía.

Los andakíes58 .

Eran los andaquíes una belicosa tribu indígena que, venida de las
selvas del Caquetá, se había establecido al sur del actual departamento
del Huila. Los colonos blancos los desplazaron empujándolos nueva­
mente hacia el Caquetá. A fines del siglo XVII, deseosos de reconquistar
sus tierras, empezaron a atacar a Timaná ya las haciendas establecidas
en el valle del Alto Magdalena. Estos recios ataques movieron a los colo­
nos a emprender varias expediciones militares entre ellos, con resultados
poco satisfactorios59.
A principios del siglo XVIII una expedición, al mando del maestre
de campo Pedro Jovel de Lozada, penetró en las tierras de los andaquíes,
“en que estuvieron casi seis meses en dicha provincia, declara el capitán
Bartolomé de Velásquez, talando los sembrados que tenían en ella; con
estas y otras industrias sólo se consiguió ponerlos en necesidad de vitua-

55 Carta del Señor Molleda al rey ; Cartagena, 1 agosto 1732; AGI, Santafé, leg, 489.

56 AGI, Santafé, leg. 489.

57 Carta del Señor Moñuda al rey, Cartagena, 3 octubre 1735; ibid.

SS Sobre los indios andaquíes, cfr. FRIEDE, Juan, L o s A n d a k i. 1 5 3 8 ·1 9 4 7 . H is to r ia d e la acu i-


tu ra c ió n d e u n a tr ib u s e lv á tic a Fondo de Cultura Económica. México, 1953 VARGAS
MOTTA, Gilberto, M o n o g r a fía h is tó r ic a d e A c e v e d o . (Apuntes sobre los Andaki alrededor
de la historia de San Francisco Javier de la Ceja de los Andaki), Biblioteca de autores hui-
lenses, Neiva, 1962.

FRIEDE, Juan, op. cit. p. 200 ss,


JUAN MANUEL PACHECO, S. J.
240

lias y mantenimientos, para que forzados de ella cediesen tres mestizos


que fueron Bartolomé Aniray y sus hermanos Melchor y Juan” . Estos
tres mestizos eran considerados como los instigadores de la rebelión60.
Un ataque de los indios, en 1708, en el que dieron muerte a Miguel
de Olivos, y se llevaron cautiva a doña Antonia de Lozada, motivó otra
expedición en la que iba por capitán en licenciado Manuel del Campo
Salazar. Procuró este atraer a los indios con regalos, y “con tal amor y
caridad, dice el mencionado capitán Velásquez, que lo murmurábanlos
españoles, en consideración de las maldades cometidas por dichos in­
dios”61 .
Resultado de estas expediciones fue la fundación del pueblo de San
Francisco Javier de Guaduas Pintadas, en una pequeña meseta, cerca del
río Suaza62. Por real cédula de 29 de junio de 1720 el rey concedió a
esta población “ todos los privilegios e inmunidades que las demás po­
blaciones de misiones” , exonerándola de pagar tributos y diezmos, y
eximiéndola del gobierno de encomenderos y tenientes, y la confió al
cuidado del obispo de Popayán63 .
El señor Juan Gómez de Frías, obispo de Popayán, nombró el 19
de septiembre de 1720 cura interino del pueblo de San Francisco Javier,
al licenciado Campo de Salazar, quien dejados los arreos militares, se ha­
bía ordenado de sacerdote64.
En noviembre de este mismo año informaba el obispo al rey que el
pueblo de San Francisco Javier contaba con 133 almas; uno de los que
en él se habían establecido era el cacique de los charaguais con toda su
familia. El había regalado a los indios, continuaba informando el obispo,
vestidos y herramientas, y a cada familia le había dado dos vacas, A don
Manuel del Campo y Salazar lo había nombrado doctrinero, porque en-

In fo rm a c ió n le v a n ta d a e n T im a n á a 33 d e o c tu b r e d e 1 7 2 9 . E n A u to s so b re la en treg a a la
C o m p a ñ ía d e J esú s d e l N u e v o R e in o d e G ranada d e la m isió n d e lo s A n d a q u íe s ; A G I, San-
ta fé , leg. 3 0 1 .

61 D eclaració n del c a p itá n B a rto lo m é V elásq u ez ; ibid.

62 El o b isp o de P o p a y á n , J u a n G ó m e z de F ría s, e n c a rta del 28 d e n o v ie m b re de 1 7 2 0 (AGI,


Q u ito , leg. 1 8 5 ) h a b la y a del p u e b io d e “ S an F ra n c isc o J a v ie r d e G u a d u a s P in ta d a s ” d e los
a n d a q u íe s . Se d e b e c o rre g ir a F rie d e {op. cit. p , 8 2 ) q u ie n c o lo c a e n 1 7 2 2 la fu n d a c ió n de
un p u e b lo lla m a d o la C eja de la G u ad u as P in ta d a s, p o b la c ió n q u e d esap arece en 1 7 5 6 . y
nace u n nuevo p u e b lo c o n el n o m b re de S an F ra n c isc o Ja v ier d e la C e ja d e lo s A n d aq u íes. |
T a m b ié n se e q u iv o c a V argas M o tta (o p . c it. p . 6 7 ) al a tr ib u ir a lo s fra n c is c a n o s la funda­
ció n d e l p u e b io de S a n F ra n c isc o J a v ie r, cerca del añ o 1 6 6 0 .

63 R eal C éd u la d e 29 d e ju n io d e 1 7 2 0 ; e n lo s A u to s c ita d o s e n la n o ta (6 0 ).

64 El n o m b ra m ie n to e s tá fe c h a d o e n P o p a y á n , a 18 d iciem b re 1 7 2 0 ; ibid.
SEGUNDO PROVINO ALATO DEL P. GONZALEZ
241

tendía la lengua de los indios y era muy amado por estos “ por haberse
ocupado en sacarlos del monte a costa de mucho trabajo”65.
Pero nueve años después la situación había cambiado desfavorable­
mente para Campo y Salazar. “El cura que tienen, —escribía el cabildo
de Timaná—, lo tienen amenazado. Como no tienen sujeción ni gobier­
no, ni alguna enseñanza política cristiana, y toman lo ajeno sin recelo,
amenazan con su vuelta al monte, y nos tienen perdido el miedo, y no­
sotros no podemos ni aun pasar a doctrinarios porque nos lo han impe­
dido”66 .
El cambio lo atribuían los testigos a los tres hermanos mestizos ya
nombrados, que incitaban a los indios a dar muerte a los blancos y a
huir de nuevo a sus selvas67. Campo y Salazar ya no se atrevía a vivir en
el pueblo. Cuando iba a él se hacía acompañar de una escolta. Ocasión
hubo en que los indios sacaron de la iglesia la imagen de San Francisco
Javier68 y la arrojaron con gran alboroto contra la casa del cura69 .
Para remediar esta situación proponía el calbildo de Timaná con­
fiar esta reducción a la Compañía de Jesús. “Todo tendrá feliz éxito,
escribía, si estos indios se ponen al cuidado de la Compañía de Jesús” 70.
Acogió esta sugerencia el vicario de la diócesis de Popayán, Francisco
Javier Torrijano, y en este sentido escribió a! presidente Antonio Manso
y Maldonado, pidiéndoles su mediación.
El fiscal de la audiencia hizo pedir informes al gobernador de Nei-
va. Lo era entonces el teniente coronel José de Caicedo y Pastrana71,
quien por aquellos días se encontraba en Santafé. Caicedo corroboró los

65 C arta del Sr. G ó m e z de F ría s al r e y ; P o p a y á n , 28 n o v ie m b re 1 7 2 0 ; A G I, Q u ito , leg, 1 8 5 ,

56 C arta del C a b ild o d e T im a n á al d o c to r d o n F ra n cisco Ja v ie r T o rrija n o , p ro v iso r y vicario


general de P o p a y á n ; T im a n á , 30 d ic ie m b re 1 7 2 9 ; A G I, S a n ta fé , leg. 3 0 1 ,

67 “ A la q u in ta p re g u n ta d ijo q u e lo q u e sabe es qu e las p e rso n a s q u e in d u c e n a d ich o s in d io s


son tre s h e rm a n o s m e s tiz o s , lla m a d o s J u a n , M elchor y B a rto lo m é , q u e h a n e s ta d o y e stán
viviendo co n d ic h o s in d io s, p ro v o c á n d o le s e in stá n d o le s a q u e se le v a n te n d a n d o m u e rte a
la g e n te e sp a ñ o la y q u e se r e tire n a sus a n tig u a s m o n ta ñ a s y d e s ie rto s ,..” , D eclaració n del
c a p itá n B a rto lo m é de V e lá s q u e z ; A u to s c ita d o s .

68 Es u n a im a g e n ta lla d a e n m a d e ra , d e u n o s 7 0 -c m . d e a ltu r a , q u e se co n serv a e n e l te m p lo


de A c e v e d o ; V arg as, o p . cit. p . 7 9 .

69 D eclaració n d e l sa rg e n to d o n N ico lás d e C u e lla r, e n los a u to s c ita d o s .

C a rta c ita d a d e l C a b ild o d e T im a n a a l p ro v iso r y v ic a rio g e n eral d e P o p a y a n .

71 J osé d e C a ic e d o y P a stra n a fu e b a u tiz a d o e n S e rte z u e la (h o y M ad rid ) e l 21 m a rz o 1 6 84.


D e se m p e ñ ó la g o b e rn a c ió n d e N civa d e sd e 1726 o 1 7 2 7 h a s ta 1 7 3 1 . E n 1737 e r a alcalde
de B o g o tá . M u rió a fines d e 1 7 4 0 . C fr. R E S T R E P O S A E N Z , Jo sé M ., G o b e r n a d o r e s y P ro ­
c e r e s d e N e iv a (B ib lio te c a d e H isto ria N a c io n a l, vol. 6 3 ) , A ca d e m ia C o lo m b ia n a d e H isto ­
ria, B o g o tá , 1 9 4 1 , p . 5 2 -5 3 .
JUAN MANUEL PACHECO, S. J.
242

informes del cabildo de Timaná y del vicario de Popayán y se adhirió a


la solución propuesta. “ Halló por cierto y como preciso, decía, que los
padres de la Compañía de Jesús cojan en sí esta empresa, así por ser su
principal instituto, como porque las que han estado a cargo de esta reli­
gión tenemos bastante experiencia de su buen éxito, el fruto que han sa­
cado en servicio de ambas majestades, pues con su clara doctrina, tesón,
eficacia y prolijidad y sobreabundante política y su loable gobierno, se
asegura la enseñanza de los reducidos y atracción de la gran porción que
hay que reducir de esta nación, de donde resultará que otras naciones
amigas de esta se podrán reducir“ ’72.
De todo esto dio cuenta al rey el presidente del Nuevo Reino en
carta del 17 de julio de 1730. En esta carta insinuaba que los jesuítas de
la provincia de Quito podían, a su vez, entrar por la dudad vieja de Mo-
coa, a evangelizar a los charaguais, vecinos de los andaquíes, que habían
pedido el bautismo7374.
El Consejo de Indias, después de revisar todas esta documentación,
propuso al rey, en su consulta del 16 de abril de 1731, el que se manda­
ra al presidente del Nuevo Reino tomar las providencias más eficaces pa­
ra impedir la sublevación de los andaquíes, entre ellas, sacar del pueblo
a los tres mestizos instigadores de la subversión. En cuanto a la evangeli-
zación de estos indios, debía el presidente hablar con el provincial de la
Compañía de Jesús y dar todas las facilidades para el envío de misio-
ñeros 7 4 ,
Estas órdenes le llegaron al presidente en una real cédula fechada
en Sevilla el 18 de julio de 173 175.
Cuando esta cédula llegó a Santafé ya los andaquíes habían aban­
donado el pueblo de San Francisco Javier. El alcalde de Timaná, capitán
Bartolomé Vásquez de Velasco, informaba en ] 73 1 que los indios “aho­
ra han conseguido la fuga sin que haya quedado familia ninguna en di­
cho pueblo” . Sólo dos indias enfermas no habían podido huir76 .
Probablemente la huida de los indios hizo que las negociaciones
con la Compañía, sobre esta nueva misión, quedaran suspendidas. Para
72 '
C a rta de d o n Jo sé C a ic e d o y P astran a al p re sid e n te del N uevo R e in o ; S a n ta fé , 2 ! abril
1 7 3 0 , A u to s c ita d o s.

73 A G I, S a n tafé, ieg. 3 0 1 .

74 C o n s u lta d el C o n sejo de In d ias a S.M. re p re se n ta n d o lo q u e se le o fre c e so b re el e s ta d o y


re d u c c ió n de los in d io s a n d a q u íe s ; 16 ab ril 1 7 3 1 ; A G I, S a n ta fé , ieg. 2 6 7 .

7* A N B , R eales C é d u la s, t. 9 , fols. 1 6 3-164.

76 G A R C IA D O R R C R O , J o a q u ín , N e iv a e n el s ig lo X V I I (B ib lio te c a d e H isto ria N acional,


v o l. 6 2 ) , A cad e m ia C o lo m b ia n a d e H isto ria , B o g o tá , 1 9 3 9 , p . 1 2 9 . C fr. V A R G A S M OTTA,
o p . c it. p. 8 2 .
SEGUNDO PROVINCIALATO DEL P. GONZALEZ
243

entonces la provincia de Quito había manifestado que carecía de perso­


nal para encargarse de un nuevo campo de apostolado. La provincia del
Nuevo Reino había ya destinado dos “ grandes sujetos” , al decir del P.
Deubler, que llegaron hasta Timaná. Pero en vista de las dificultades
mencionadas, regresaron a Santafé77 .
Años más tarde aparece de nuevo el pueblo de San Francisco .Ja-
vjr de La Ceja, pero trasladado al sitio que hoy ocupa la población de
Acevedo (Huila). Doña Elena de Valderrama, viuda de Juan Jovel de
Lozada, el 6 de agosto de 1756, perfecciona la donación que en 1752
había hecho a los indios de todas aquellas tierras, imponiéndoles por
condición el conservar en el altar mayor de la iglesia del pueblo la ima­
gen de San Francisco Javier78.
Esta nueva misión de los andaquíes fue confiada a los padres fran­
ciscanos79 ,

La misión del Orinoco

Si las misiones de Cereté y de los andaquíes se malograron, no


sucedió lo mismo con las misiones del Orinoco, que restauró el P. Gon­
zález. Destinó para ella a dos extraordinarios misioneros, los PP. José
Gumilla y Bernardo Rotclla, quienes se embarcaron en el Casanare,
rumbo al Orinoco, en diciembre de 1731. De esta misión trataremos
ampliamente más adelante.

La hacienda de Pacho

El 29 de diciembre de 1731 el sargento mayor Juan Bernardo


Gaona y Bastidas vendía a la Compañía de Jesús, representada por el P.

77 B ecerro o S u m a r io d e la fu n d a c ió n , p rin c ip io s... d e l c o le g io d e P o p a yá n , fo l. 16 (A rch iv o


d e la P ro v in c ia S .J. d e C o lo m b ia ).

78 V A R G AS M O T T A , G . M o n o g ra fía h istó rica d e A c e v e d o , p . 9 2-96.

79 El virrey Jo sé S o lís esc rib e e n su R e la ció n d e M an d o : “ La co n v e rsió n d e los in d io s a n d a q u íes


e n e l o b isp a d o d e P o p a y á n m o d e rn a m e n te se h a e n c o m e n d a d o p o r S.M . al r e fe rid o C olegio
de fran c isc a n o s m isio n e ro s d e P o p a y á n , y se h a n m a n d a d o se les d en p o r e s te s u p e rio r go­
b iern o lo s a u x ilio s q u e n e c e s ite n . Y h a b ié n d o s e le e s c rito al p a d re p r e fe c to o su p e rio r so b re
q u e avisase los q u e le co n v en g an , h a re s p o n d id o está e sp e ra n d o las ó rd e n e s d e su co m isa rio
g eneral, q u ie n v in o d e la C o rte , p a r a q u e d ic h o colegio se en carg u e de esta s m isio n e s” . R ela ­
c io n e s d e M a n d o (e d . d e E. P o sa d a y P.M . Ib a ñ e z ), A cad e m ia C o lo m b ia n a de H isto ria,
B o g o tá , 1 9 1 0 , p . 7 6 -7 7 . C fr. A R C IL A R O B L E D O , G re g o rio , O .F .M ., L as M isio n es Fran­
ciscanas e n C o lo m b ia , p . 3 6 5 -3 8 3 .
JUAN MANUEL PACHECO, S .J.
244

González, provincial, y elP. Andrés de Salas, procurador de la provincia,


la hacienda llamada de Pacho, junto a la de Las Lajas, contigua a ella.
Recibió, como precio, la hacienda de Doima, situada en el territorio y
valle de Tena, jurisdicción de Tocaima, con sus 58 esclavos, trapiches y
aperos, avaluado todo en $28.733, más otros $15.302 en moneda co­
rriente80 .
Creyó el padre general que para la compra de esta nueva hacienda
se habían utilizado los $ 40.000 donados por don José Blanco para la
fundación del colegio de Antioquia. Así lo escribió al sucesor del P.
González, reprendiendo lo hecho. “ Siendo cierto que la provincia no
tenía 48.000 pesos, que le costó la hacienda de Pacho, (es) creíble tam­
bién emplease en esta compra los 40.000 que recibió en dinero, y Dios
sabe si algo más de los bienes de Blanco, Por semejantes medios no
dudo tenga la provincia muchas y buenas haciendas, como V.R. me di­
ce; mas no sé si Dios la favorecerá con la utilidad que pretende de lo
que quizás no es suyo” 81. Y pedía a continuación al P. López que expli­
cara con detención y claridad los hechos.

Muerte del P. González

La salud del P. González no era buena , y debió de pedir al padre


general que lo exonerase del provincialato. El P. Retz le respondía, el
15 de septieembre de 1733: “Mucho siento se halle la salud de V.R. tan
quebrantada; mas no puedo darle el alivio que me pide de exonerarle
del gobierno” 82. Cuando esta carta llegó a Santafé ya había muerto el
P. González. Expiró en esta ciudad el 3 de noviembre de 1733. Contaba
65 años, de los cuales 43 había pasado en la Compañía.
En carta del lo. de enero de 1735 se lamentaba el P. Retz de la
muerte del P. González, muerte, declaraba, “que me ha sido muy sensi­
ble”83 . El gobieno de la provincia lo asumió el P. Mimbela, quien esta-

80 A N B , N o ta r ía l a . , t. 1 6 5 , a ñ o 1 7 3 1 , fo l. 5 1 1 .

81 R e tz a L ó p ez, 15 s e p tie m b re 1 7 3 6 ; A P T , C a rtas de P P . G e n erales, leg. 1 3 2 , fol. 3 4 4 -3 4 5 .

82 R e tz a G o n z á le z , 15 s e p tie m b re 1 7 3 3 , 4 a, e a r ta ;ib id . fol, 3 2 7 .

83 R e tz a L ó p e z , l o e n e ro 1 7 3 5 ; ib id . fol. 3 3 5 ,
r

SEGUNDO PROVINCIALATO DEL P. GONZALEZ

ba nombrado provincial en caso de muerte del que estaba gobernando


la provincia84 .
El P. Mimbela, en su corto gobierno, hubo de deponer del cargo
de procurador del colegio de Santafé al P. Tomás de la Seda, por la in­
dependencia que tenía de los superiores y por cuenta que daba de los
asuntos económicos. Esta medida fue aprobada por el padre general85.

84 CASSAN1, J ó s e , H is to r ia d e la P ro v in c ia d e la C o m p a ñ ía d e J e s ú s d e l N u e v o R e m o d e
G ra n a d a , p. 6 1 6 .

#5 Retz a López, lo enero 1735; A P I, b g . 132, fol. 335.


CAPITULO VIH

EL P. JAIME LOPEZ

Movimiento de superiores.

El 15 de septiembre de 1733 designaba,desde Roma, el P. Fran­


cisco Retz, los nuevos superiores. Para provincial escogía al P. Jaime
López, a quien se le debían indicar las faltas que había cometido en su
rectorado del colegio de Cartagena.
El P. Francisco Antonio González era nombrado rector del Colegio
Máximo de Santafé, pero este nombramiento le encontró ya muerto.
Los demás superiores eran los siguientes: Antioquia, P, José Molina, Car­
tagena, P. Agustín González; Honda, P. Alonso de Olmos; Mérida, P.
Diego Torreros; Mompós, P. Miguel de Montalvo; Colegio Las Nieves
(Santafé), P. Carlos Anissón; Pamplona, P. Juan de Galarza, Tunja, P.
José Gumilla; Santo Domingo, P. Pedro Guerrero superior de las misio­
nes de los Llanos y el Orinoco, P. Juan de Rivero o P. Pedro López. Con­
sultores ordinarios: los PP. Mimbela, Anissón y el P. Socio, que debía
ser el P. José de Rojas o el P. Ignacio Ferrer.1.
Sin embargo fue necesario hacer en Santafé numerosos cambios
en esta nónima de superiores. Por muerte del P. González se encargó del
rectorado del Colegio Máximo el P. Mateo Mimbela. Sólo dos años esca­
sos ejerció este cargo, pues el 22 de abril de 1736 moría santamente,
cuando contaba 72 años de edad. Al narrar su muerte, escribe Cassani:
“Confesóse generalmente, acudió la comunidad cuando se le administró
el Viático, y en este tiempo dio el mayor de los ejemplos que puede dar
un jesuíta, pues pidiendo humildemente perdón de sus faltas a la comu­
nidad, alegó por méritos los sincero y bien intencionado de sus opera­
ciones, añadiendo cláusula bien digna de admiración, diciendo, no tengo,
ni llevo escrúpulo a la otra vida de haber dado paso en mi vida que no

i C arta d e l P . Francisco R e tz a l P . Francisco A. G o n z á le z , 15 se p tie m b re 1 7 3 3 ; A P T . Loe.


1 3 2 , C artas d e PP. G e n e ra le s, fo l. 3 5 2 .
EL P. JAIME LOPEZ
247

haya sido por Dios” 2 , A su entierro asistieron el presidente, Rafael Esla­


va, la audiencia y el cabildo de la ciudad. El cabildo eclesiástico le cele­
bró unas honras solemnes el último día del novenario3 .
El P. José Gumilla presentó algunas dificultades para aceptar el
rectorado del noviciado de Tunja, y en su lugar fue nombrado vicerrec­
tor y maestro de novicios el P. Tomás de Casabona, “tan a propósito
para ese empleo” , como anotaba el padre general. El P. Olmos alegó sus
enfermedades para no encargarse del colegio de Honda, y en su lugar
fue el P. Martín de Egurvide. Las mismas razones presentó el P. Montal-
vo para no asumir el rectorado del colegio de Mompós, y hubo de con­
tinuar en este cargo el P. José de la Sota. Sin embargo el padre general
advertía que había recibido varias quejas contra el P. Sota, como su
“ninguna caridad con los enfermos, aspereza de genio y aun poco reli­
gioso modo de tratar con sus súbditos, especialmente con los coadjuto­
res, a quienes habla con palabras de desprecio y ofensión”4*.
A Santo Domingo, en vez del P. Guerrero, quien murió en Santafé
el 17 de marzo de 1734s , pasó de rector el P. Pedro López6*.
También había presentado dificultades el P. José de Molina para ir
a Antioquia a tomar la dirección del recién fundado colegio. Pero estas
no habían sido juzgadas suficientes para exonerarle del oficio. Sin em­
bargo el P. Molina retardó su viaje a Antioquia, lo que no dejó de disgus­
tar al padre general. “Este, escribía refiriéndose al P. Molina, me tiene
con no leve cuidado si ha obedecido, partiendo a su rectorado de Antio­
quia o no; pues sobre los motivos y pretextos de su demora por tantos
meses en los colegios Máximo y de Honda, me hallo con carta suya de 5
de septiembre de 1735, escrita desde Santafé; y si hasta entonces no ha
tomado posesión del oficio, contaba ya más de 16 meses de repugnar
con tenacidad y de salirse con su empeño de no admitir el rectorado.
Yo supongo que V.R. no se habrá descuidado en esto ,y en lo que deseo
muy cabal información para las providencias que juzgare convenientes a
fin de castigar ese mal ejemplo, y de enseñar al padre y a otros la obe-

3 C A S S A N I, J o s é , S .J . H is t. p. 61 7

3 Ib id . p. 6 1 8 .

4 R etz a L ó p ez, 15 se p tie m b re 1 7 3 6 ; A PT. leg. 1 3 2 , fol, 3 4 0 -3 4 1 .

3 C a tá lo g o d e la p ro v in c ia d e l N u e v o R e in o , 1 7 3 6 ; s u p le m e n to : A R S I, N .R . c t Q , 4 , H a b ía
n acid o el P . G u e r re ro e n F o n te ( E x tr e m a d u ra , ¿ p a ñ a ) e l 19 d e ab ril d e 1 6 7 6 y e n tr a d o
en La C o m p a ñ ía e l 5 d e m a y o d e 1 6 9 6 , V in o al N u ev o R e in o en la e x p e d ic ió n d e 1705
(A G I, C o n tra ta c ió n , leg. 5 5 4 8 ) . F u e m isio n ero en los L lanos (C atálo g o s d e 1 7 1 1 ,1 7 1 3 y
171 8).

6 Rctz a López, 15 septiembre 1736; APT., leg. 132, fol. 340.


JUAN MANUEL PACHECO, S. J.
248

diencia y subordinación con que deben mirar las disposiciones de sus su­
periores” 7 .
El P. Anissón no había satisfecho como rector del colegio de Tun­
ja. El P. Re tz se vio obligado a escribir, aunque ya tarde: “Si las noticias
que del P. Anissón tuve, las hubiera tenido antes, estuviera muy ajeno
de conferirle el rectorado de las Nieves; no porque tema haya de repetir
las imprudencias que ejecutó en el rectorado de Tunja, sino por castigo
de éstas, y para quitar toda ocasión a su ardiente y atropellado genio, y
la que está quitada con no proponérmelo jamás para gobernar” 8 .
En Cartagena no duró mucho el rectorado del P. Agustín Gonzá­
lez, pues falleció el 30 de noviembre de 17359 , Había nacido el P. Gon­
zález en Ocaña (Norte de Santander) en el hogar del capitán Rodolfo
González del Busto y doña Ana de Sotomayor el 5 de mayo de 1691, '
De dieciseis años vino a estudiar en San Bartolomé, colegio al que entró,
como convictor, el 11 de septiembre de 170710 . Tres años después, el 9 |
de octubre de 1710, ingresaba en el noviciado de Tunja. Fue profesor
de gramática en el colegio de Tunja11 y rector del colegio de Mérida de
1730 a 1734. En este cargo trabajó activamente por la fundación déla
residencia de Maracaibo12.
El nuevo provincial, P. Jaime López, había nacido en Cartagena
del Levante (España) el 25 de julio de 1680. Entró en la Compañía de
Jesús el lo, de abril de 1704, probablemente para la provincia del Nue­
vo Reino, pues al año siguiente se embarcaba en los galeones de las in­
dias, con la expedición de misioneros que venía al Nuevo Reino. Ei re-

Retz al provincial del Nuevo Reino, 25 septiembre 1736;ibid. fol. 342.


g
Ibid. El P. Carlos Anissón había nacido en Madrid el 12 de noviembre de 1676 y entrado
en la Compañía de Jesús el 2 de diciembre de 1694. En 1702 se encontraba de estudiante
en el colegio de Santafé (Catálogo de 1702). Enseñaba gramática en Cartagena en 1711
(Catálogo de 1711), Fue luego ministro del colegio de Santafé (catálogos de 1713 y 1718),
rector del colegio de Mompós en 1723 (ANB, Tierras Bolívar, t. 11, fol. 392) y del de
Tunja. Murió en Santafé, siendo superior del colegio de Las Nieves, el 15 de marzo de
1736 (Catálogo de 1738).

9 Catálogo de 1736.

10 Libro de matrículas; (Archivo del Colegio de San Bartolomét). fol. 56 v.

11 Catálogo de 1718.
j2 f
“ El P. Agustín González, de la Compañía de Jesús, fue rector del colegio de Cartagena,y
bajando por Ocaña predijo allí su muerte, diciendo a sus deudos que iba a verlos y despe­
dirse de ellos por si fuese la última vez. Finalmente murió en su rectorado” , José Nicolás
DE LA ROSA, Floresta de la santa Iglesia catedral de la ciudad de Santa Marta (Valencia
1833) p. 104.
EL P. JAIME LOPEZ
249

gistro de la Casa de Contratación lo describe así “de unos 24 años,


buen cuerpo, blanco, barba rubia” 13 .
Fue maestro de gramática en los colegios de Pamplona14 y de San­
to Domingo15. En 1728 se encontraba de rector del colegio de Honda16 ,
y en 1730 pasó a gobernar el colegio de Cartagena. El padre general le
agradeció el adelanto que dio a la construcción del colegio17.

Dificultades y progresos

Una vez más hubo de quejarse el padre general, Francisco Retz, de


la poca selección que se había tenido en la admisión de novicios. Re­
prueba además el que se hubiera permitido a los hermanos estudiantes
“vestirse a su costa y pedir para ello dinero a sus parientes” , y prohíbe
el que reciban sotanas o manteos ya hechos, aunque los donantes de­
claren que los dan de limosna18 ,

Sigue preocupando al padre general el vicio del aguardiente. “ Rue­


go a V.R., escribía al P. López, que en perseguir tan torpe vicio, que es
raíz de muchos otros, no omita providencia alguna y correcciones secre­
tas, y no bastando estas proceda a las públicas” 19*.En otra carta vuelve
a insistir sobre esto mismo y amplía las facultades del provincial para
que extirpe este vicio. No sólo debe prohibirlo bajo precepto de obe­
diencia, sino castigar a los culpables con penitencias y cárcel por algún
tiempo, y si no se corrigen expulsarlos. Si han hecho ya los últimos vo­
tos, la expulsión debe ser aprobada por la consulta, por mayoría de vo­
tos, y dar de ella cuenta al padre general30 .
“No puedo menos que agradecer muy de corazón a V.R., le escri­
be en esta misma carta, su empeño en conservar a todos en unión y mu­
tua caridad, como tan necesaria para conservarse la Compañía, y a este

AGI, Contratación, leg, 5548.

14 Catálogo de 1711.

15 Catálogos de 1713 y 1718,

ifl ANB. Curas y obispos, t. 20, toi. 291.

17 Retz al Provincial del Nuevo Reino, 15 septiembre 1736; APT. leg. 132, fol. 342.
I Retz a López:, lo . enero 1735 ; ibid. fol. 335.

Retz al Provincial del Nuevo Reino, 15 septiembre 1736, 7a. caita; ibid. fol. 348.
JUAN MANUEL PACHECO, S. J.
250

fin fue muy acertado, para extinguir las faccioncillas que había en el
Colegio Máximo, dividir en varios colegios a los parciales de éstas”21.
Algunas casas marchaban bien, el padre general alaba en especial
a los colegios de Mérida y Pamplona. Sobre el colegio de San Bartolomé
escribía: “Las noticias del Real Seminario de San Bartolomé me son
muy gustosas, así por el buen estado de esa casa, como por el copioso
número de sus convictores, que dice V.R. llegan a ciento” . El P. López
había derogado un precepto impuesto a los profesores de la Universidad
Javeriana por el P. Meaurio: debían examinar con el mismo rigor que a
los estudiantes jesuítas a los colegiales de San Bartolomé. Temía el P.
López que este rigor obligara a los alumnos bartoünos a salir del colegio
para irse a graduar a la Universidad de Santo Tomás, y derogó el precep­
to a petición de los mimos profesores. Pero el P. Retz juzgó que debía
mantenerse, si con él se conseguía un mayor aprovechamiento, ya que
llevaba dieciseis años de vigencia, y el colegio, lejos de disminuir, había
aumentado22.
El 2 de marzo de 1736 el arzobispo de Santafé, Antonio Claudio
Alvarez de Quiñones, fundó cuatro becas perpetuas en San Bartolomé23·
Con este fin entregó al colegio $5.600 para ayudar a comprar la hacien­
da de El Rosario, contigua a la hacienda de Techo, con cuyos productos
debían sostenerse los beneficiados con estas becas24 .
El colegio de Mompós había progresado materialmente durante el
rectorado el P. Sota, y se esperaba que el P. Egurvide, vicerrector del co­
legio de Honda, sacara a este colegio de la ruina e infeliz situación en
que lo había dejado el P, Nicolás González25. Un bienhechor apareció

22
Retí al Provincial del Nuevo Reino, 15 septiembre 1736, 2a. carta;ibid, fol. 342,
23
Texto de la fundación de las becas, en TORERO PALACIOS, Antonio,.Motivos de una re­
clamación. Demostración auténtica del derecho que tiene el Seminario Conciliar de Bogotá'
a la devolución de la hacienda de Techo... (Bogotá, S.í). p, 129-131.

ANB. Notaría 3, t. 174, fol. 35. El colegio del Rosario vendió al colegio de San Bartolomé
la hacienda de El Rosario 14 de mayo de 1736. Veáse la escritura en Derecho de la Com­
pañía de Jesús sobre la hacienda de Techo (Bogotá, S.E.) p. 65-74.
Las becas fundadas por el señor Alvarez de Quiñones estaban destinadas así: una para la fa­
milia Rangel de Mérida; otra para la familia Cayzcdo de Tunja; la tercera para la familia de
don Francisco Díaz Quijano, y la última para la familia de los Díaz y Murillos de la ciudad
de Santa Rosa (Archivo de San Bartolomé, Libro de cuentas (1751 ss), fol. 17v.

25 Retz al Provincial del Nuevo Reino, 15 septiembre 1 7 3 6 ,2a. carta; APT, leg. 132, fol, 342.
El P, Nicolás González había nacido en Pamplona (Colombia) el 9 de septiembre de 1675
(Catálogo de 1736) o 12 noviembre 1676 (Catálogo de 1711). Entró a la Compañía el 28
de mayo de 1691. Residió en los colegios Cartagena, Honda y Santafé. Murió en Honda el
20 de julio de 1738 (Catálogo de 1751, suplemento).
EL F. JAIME LOPEZ

en estos años en Honda en la persona de español Francisco Antonio Ci-


ceTO, que años adelante, había de entrar en la Compañía. En abril de
1735 hizo donación al colegio de siete esclavos, avaluados en 2.080 pe­
sos, y de $200 en efectivo, con la condición de que el colegio se encar­
gara de designar, cada tres años, a un sacerdote que predicara misiones
en Honda y en las poblaciones vecinas de Mariquita, Guayabal e Ibagué26 .
El P. López ordenó construir en el colegio de Tunja un nuevo tra­
mo destinado a los novicios. Sobre esto le escribía el P. Retz: “ La fábri­
ca que para habitación de los novicios ordenó V.R. en el noviciado de
Tunja, era muy precisa, según su relación, para tenerlos así más inme­
diatos a su rector, más separados de los padres de tercera probación, y
sin los inconvenientes a que estaba expuesta la vecindad de una calle,
habitada por la gente más vil del pueblo. No dudo que los materiales
que a ella aplicó V.R. serían de casas tan inútiles como viejas, y que
mandó derribar” ,
Por último se lamenta el P. Retz de la situación económica del Co­
legio Máximo: “ Del infeliz estado en que se halla el Colegio Máximo no
puedo hablar con iguales expresiones a mi sentimiento por la disipación
que de sus bienes ha hecho el P. Tomás de la Seda, su procurador, y por
la vituperable condescendencia con él del P. Diego de Tapia, su rector,
no tomándole cuenta en treinta y dos meses, y cooperando así a la rui­
na del colegio, entregado a la despotiquez de un hombre tal cual V.R. y
otros me pintan” 27.
Al hablar del Colegio de San Domingo nos referimos ya a la orden
dada por el P. Retz al P. López de saldar la deuda que tenía este colegio
con los herederos de su fundador don Juan de Ribera y Quesada.
En cuanto a los ministerios, alaba el P. Retz la orden dada “de sa­
lir uno de los Nuestros, todos los domignos, con los estudiantes de nues­
tras escuelas, cantando la doctrina por las calles, y convidadas a este fin
las escuelas de leer y escribir, y que el padre explique la doctrina en una
parroquia” . Aprueba además el haber reducido a dos las cinco congrega­
ciones que tenía la iglesia de San Ignacio, ya que habían decaído28.
Las misiones del Orinoco seguían progresando, como veremos más
adelante, y el P. Retz envía sus felicitaciones a los PP. Gumilla, Román
y Rotella “ que con tanto empeño trabajan” en ellas. Sin embargo 1c
preocupaba el futuro de estas misiones porel peligro caribe29 .

26 ANB, Temporalidades, t. 11, fol. 716 ss.


27
Retz al Provincial del Nuevo Reino, 15 septiembre 1736, 2a. caita; APT, leg. 132, ful. 343,
2& Retz al Provincial del Nuevo Reino, 15 septiembre 1736, 8a, carta; ibid. ful. 350.

Retz a López, lo . enero 1 7 3 5 ,2a. carta; ibid, fol. 337.


JUAN MANUEL PACHECO, S. J.
252
La residencia de Maracaibo

Durante el provincialato del P. López se abrió la residencia de Ma­


racaibo, de cuyas vicisitudes ya hemos hablado. Su primer superior fue
el P. Monroy. Este nombramiento no debió de ser muy del agrado del
padre general, pues escribe al P. López: “Aun con todo el buen informe
que del P. Monroy me hace V.R., por la experiencia que de él tiene en
los cuatro años que ha sido su súbdito en Cartagena, y por la edificación,
celo y estima con que allí está, ni debe descuidarse con él, ni deben
fiársele gobiernos y administraciones temporales por los motivos que en
31 de diciembre de 1731 dije” 30.
También en estos años dos jesuítas, los PP. Ignacio Ferrer y Carlos
Nigri, residían en Caracas preparando la fundación del colegio.

Catálogo de 1736

Uno de los catálogos de la provincia del Nuevo Reino que se ha


conservado es el correspondiente al año de 1736. A las casas ya antiguas
se añade en este catálogo el colegio de Antioquia, gobernado por el P.
José de Molina, y en el que residían tres padres y tres hermanos. Apare­
cen también como misoneros de las diócesis de Caracas cuatro padres
y un hermano, que eran los je surtas que residían en Maracaibo y Caracas.
El número total de sujetos de la provincia es de 208, repartidos así:
sacerdotes 96, escolares 45 y hermanos coadjutores 67; de estos últimos
16 eran novicios.
En las misiones de los Llanos y Orinoco se encontraban 21 sacerdo­
tes y un hermano coadjutor. La casa más numerosa seguía siendo el Co­
legio Máximo con 74 jesuítas, y seguíale la de Tunja con 42.
De los escolares, 8 estudiaban teología, sin contar seis que eran ya
sacerdotes; siete hacían sus estudios de filosofía, otros seis los de huma­
nidades; uno enseñaba en el colegio de Cartagena, y otro se encontraba
enfermo.
Los novicios escolares eran 2 2 ;de estos 14 habían venido de Espa­
ña y los 8 restantes eran oriundos del Nuevo Reino. De los novicios
coadjutores, 12 eran españoles y sólo cuatro nov ogran a tenses,
Si se distribuyen los sacerdotes por nacionalidades, 43 correspon­
den al Nuevo Reino, 34 a España, 6 a Italia, 3 a Bélgica, otros 3 a Aus­
tria, 2 a Alemania, 2 al actual Ecuador y sendos a Cerdeña, Hungría y
Santo Domingo.31.

30
Retz al Provincial del Nuevo Reino, 15 septiembre 1736, 7a. carta;ibid, fot. 348-349.
31
Catálogo de 1736; APSI, N.R. e l Q. 4, fol. 224 ss.
EL P. JAIME LOPEZ
253

Visita de la Provincia

El P. López hizo un recorrido por toda la provincia, y fue el único


provincial, que sepamos, que llegó hasta el colegio de Santo Domingo.
Su itinerario lo podemos seguir con bastante aproximación. En no­
viembre de 1734 se encontraba visitando el Colegio Máximo32 y en di­
ciembre del mismo año visitaba el colegio de Tunja33. De Tunja siguió a
las misiones de los Llanos. De esta visita dio cuenta al rey en carta pos­
terior, fecha en Cartagena a 10 de octubre de 1735. Narra en esta carta
que hallándose en la reducción de Guanapalo, por febrero de este mis­
mo año, recibió a 96 indios que se agregaron a la reducción y tuvo el
consuelo de bautizar a los párvulos34 .
En mayo de este mismo año ya se hallaba en Mérida35. De paso de­
bió de visitar el colegio de Pamplona que quedaba en el camino. Siguió
luego a Maracaibo, y de aquí pasó a Curazao. El P. Retz le agradece las
noticias que le da del P. Fray Agustín de .Cay cedo36, “y las que me co-

32 ANB, Curas y obispos, t. 19, fol. 339.

33 Libro de la Iglesia y sacristía del colegio de Tunja, fot. 143 v. Biblioteca Nacional (Bogotá),
Mss. 105.

34 AGI, Santafé, leg. 289.

33 Libro de consultas del colegio de Mérida, fol. 5 7,

36 Fray Agustín de Caicedo y Velasco, agustino, había nacido en Santafé, en el hogar de


Francisco Félix Beltrán de Caicedo y doña Angela Vásquez de Velasco (RESTREPO
SAF.NZ, J.M.- RIVAS, R., Generalogias de Santafé de Bogotá, I, 155). En una obra suya,
de que luego hablaremos, se da los siguientes títulos: "presentado en sagrada teología, co­
misario general y presidente del capitulo provincial de la provincia del Nuevo Reino de
Granada, doctrinero del pueblo de Cómbita, visitador y comisario general de Santa María
de la Esperanza en el Reino de Ñapóles, definidor general e hijo del convento de Santa Fe
de Bogotá” .
En 1712 publicó en Villafranca una obra antijesuítica con el título de “Expugnado appe­
llationis, vel appellantis a decreto e t executione decreti Eminentissimi Cardinalis Patriar­
chae Antiocheni. Commissarii e t Visitatoris Apostolici, cum potestate Legati a latere in
Regno Chtnarum, D, Caro!i de Toumon, emanati die 25 lanuarii 1707". EI libro va dirigi­
do contra el escrito del agustino Alvaro de Bcnavente, obispo titular de Ascalóny vicario
apostólico de Kiangsi, quien, en la cuestión de los ritos chinos se había pronunciado deci­
didamente a favor de los jesuítas. La obra la dedicó Caicedo al conde Coreana, Diego Hur­
tado de Mendoza. (Cfr. RIVAS SACCON1, J.M., B latín en Colombia, p. 187-190).
Fray Agustín de Caicedo se había radicado en Curazao. Allí lo entrevistó en 1728 el arzo­
bispo de Santafé, Antonio Alvarez de Quiñones, en su viaje de venida a Santafé. Sobre el
resultado de sus conversaciones informa así al rey: Al llegar a Curazao administró el sacra­
mento de la confirmación a mas de cuatro mil católicos que se congregaron en “la casa de
la misión apostólica que hay en dicha isla, encomendada por su Santidad al Maestro fray
Agustín Beltrán de Cayccdo, donde me fui a aposentar con mi familia, así para experimen­
tarle su genio c inclinación, y procurar reducirle a que saliese de dicha isla, sujetándose a la
obediencia de sus prelados y religión de San Agustín en esta provincia de Santafé, de don­
de es hijo, teniendo para ello presente el real orden de V.M. que recibí el año de 14 en San-
JUAN MANUEL PACHECO, S. J.
254

múnica del celo y fruto que hacía en Curazao el P. Vanschelle que está
de vuelta a su provincia” 37 . Este paso por Curazao lo confirma un anó­
nimo, apasionado enemigo de la Compañía, que bajo el nombre de Gui-
llaume Duez, escribe el rey: “que es ver a un provincial de la Compañía,
no con cuatro o cinco cargas, sino con tres o cuatro partidas de cargas,
e ir a comerciar a Curazao, con pretexto de ir a visitar la provincia, co­
mo lo ha hecho este provincial Jaime López”38 .
En Santo Domingo se encuentra en agosto, y desde allí informa al
rey sobre las diferencias surgidas entre el presidente Alonso de Castro y
algunos jesuítas, a los que había sacado de este colegio39.
De Santo Domingo navegó a Cartagena, ciudad a la que llegó el 24
de septiembre40. Se conservan dos cartas suyas fechadas ambas en Car­
tagena, a 10 de octubre de 1735, En la una da cuenta al rey de las mi­
siones de los Llanos y Orinoco41. La otra es un informe, que se le había
pedido, sobre varias acusaciones hechas al arzobispo de Santafé, Anto­
nio AIvare z de Quiñones. Declara que ha tenido estrecha comunicación
con el arzobispo desde el tiempo en que ambos vivieron en Santo Do­
mingo, y que le consta la gran generosidad del prelado que ha manifes­
tado tanto en Santo Domingo como en Santafé. Al colegio de la Isla le
ha dado, dice, más de 16.000 pesos en diferentes ocasiones. Los delato­
res, prosigue diciendo, hablan con muchas generalidad y no disimulada
pasión. Es cierto que los derechos de órdenes, 100 reales de plata, son
algo excesivos, y que ha conferido la ordenación a algunos indignos,
_____________ 'i
to Domingo, sobre que me aplicase a extraerle de dicha isla, por convenir así al servicio de
ambas majestades, lo que sin duda hubiera conseguido en esta ocasión, sino fuera en él tan
poderoso el miedo y temor reverencial que me nianifesió le asiste de la justa indignación
de V.M. por la dedicatoria que hizo de un libro al conde de la Corzana, en el tiempo que
éste se hallaba auxiliando las armas de las potencias enemigas de V.M. Y aunque yo y mi
confesor el P. Ambrosio de Naya, de la Compañía de Jesús, nos preferimos, por el nuevo
estado que hoy tienen las cosas c indultos... a asegurarle se ío conseguiríamos también para
el, si se reducía a seguirnos hasta Santafé, no lo pudimos reducir” {Carta fechada en Mara-
caibo.a 19 diciembre 1728; AGI, Santafé, leg, 397).

37 Retz al Provincial del Nuevo Reino, 15 septiembre 1736, 6a. carta; APT, leg. 132, fol. 346.
38
Carta fechada en Santafé a lo . de marzo de 1737; AGI, Santafé, leg. 400.

39
En un inventario de los papeles del colegio de Santo Domingo se habla de un memorial del
P. López, fechado en Santo Domingo a 24 de agosto de 1735, sobre los asuntos menciona­
dos en el texto; Archivo Nacional de Chile, Jesuítas, Bogotá, 214.
4-0 ,
Carta del P, López a Miguel de Villanucva; Cartagena, 10 de octubre de 1735; AGI, Santa-
fc, leg. 397.4

4' AGI, Santafé, leg, 289.


EL P. JAIME LOPEZ
255

“pero parece estar ya enmendado en este punto” . Lleva también mucho


por las dispensas matrimoniales, de acuerdo con la calidad del penitente,
lo que trae graves inconvenientes. Es también verdad que ha visitado
frecuentemente los conventos de monjas, pero está enmendado, “aun­
que todavía persevera en entrar a los conventos de monjas en tiempo de
sus capítulos, y suelen entrar algunos acompañados y salir tarde” .
En cuanto a los curatos, exageran mucho los denunciantes, porque
regularmente hablando los nombrados son aptos. Muchas veces el presi­
dente de Santafé los presenta con gran empeño, y el arzobispo cede,
con detrimento de los de mayores méritos. “En cuanto a los curas que
por sus tratos cometen excesos con los indios, digo que hay muchos cu­
ras buenos en los pueblos, y que si algunos delinquen no dejan de ser
castigados” . Al terminar propone que se le avise al arzobispo de los si­
guientes puntos: “ 1) Que no entre en los conventos de monjas fuera de
los casos y con las circunstancias que permite el derecho entrar. 2) Que
en los derechos de órdenes y penitencia en las dispensas matrimoniales
se modere del todo, mayormente cuando son pobres. 3) Que haga elec­
ción de personas para conferir las sagradas órdenes. 4) Que los curatos
no se den por concordia, ni de resulta, sino por oposición, al que pre­
sentare el vicepatrón; con advertencia al presidente que, a juicio de su
teólogo, presente el más digno, sin atender a respectos”42 .
De Cartagena debió de pasar al colegio de Mompós, y luego al de
Honda, en donde se encontraba en enero de 1736. Durante esta visita
puede examinar con toda exactitud las rentas del colegio, lo que le es
dado hacer gracias al cuidado conque ha llevado las cuentas el P. Martín
de Egurvide, rector. Encuentra que el colegio tiene una renta segura de
$4.100 anuales para la manutención de los sujetos del colegio. Sus prin­
cipales bienes son dos haciendas: la del río La Miel, donada por don
Cristóbal de Pantoja, que cuenta con 70 esclavos útiles e inútiles, y
20.000 árboles de cacao, avaluada toda ella en 25.000 pesos; y la hacien­
da de Pumio, con 42 esclavos, 11.000 árboles de cacao, trapiche y gana-

! 2 Carta citada a Miguel de Villanueva; Agi, Santafé, leg. 397. También al presidente del Nuevo
' Reino, Rafael Eslava, so le pidieron informes sobre el arzobispo. Su respuesta, en resumen,
fue la siguiente: Lleva a los ordenantes por cada título 12 pesos y medio de plata;antes se
llevaban ocho. El producto de los títulos lo tiene destinado para dotar monjas. No ha oído
I que Heve excesivos derechos a los que confirma, antes le consta de lo contrario, por haber­
se hallado presente a las confirmaciones. Siempre está dispuesto a confirmar a cualquier
hora a los fieles que se lo pidan. No te consta que haya ordenado indignos;solo sabe que
para que alguno se ordene le hace tener od io días de ejercicios espirituales. “ He visto que
( cualquier persona de distinción que hace alguna función fúnebre o festiva, lo primero que
con instancia solicita para autorizarla es convidar al reverendo arzobispo... y se concibe el
desaire el dejarlo” . En los conventos el concurso se disuelve a las Avemarias. No ha sabido
que sea vena! en la colación, de los curatos, Carta fechada en Santafé a 24 de septiembre
de 1739; AGI, Santafé, leg. 397,
JUAN MANUEL PACHECO. S. J.
256

do, avaluada en 18.000 pesos. Los restantes bienes son varias casas, tien-
das y solares que poseía el colegio en la misma ciudad. La de mayor va­
lor, $3.000 pesos, es una casa situada en la plaza, con cuatro tiendas,
sobre la que pesa una capellanía de mil pesos43.
En febrero de 1736 ya se encontraba de regreso en Santafé44. Cer­
ca de catorce meses había empleado en el recorrido de la provincia. No
sabemos si llegó a visitar el colegio de Antioquia. Parece poco probable
que visitase por segunda vez a todos los colegios de la provincia. En
agosto de 1736 se encontraba en San tafé, pues en este mes preside una
colación de grados en la Universidad Javcriana45.
En julio de 1737 hubo de defender el P. López al P. Bernardo Ro-
tella, misionero de Orinoco, de la acusación de introducir contrabando
que le hizo el teniente de Calabozo, Pedro de Miraval. De este incidente
hablaremos al tratar de la misión del Orinoco.
Terminado su gobierno pasó el P. López a ser rector del Colegio
Máximo de Santafé.*27

ANB, Miscelánea, i. 129, fols. 807-808.

4 Cfr. Derechos de la Compañía de Jesús sobre ¡a hacienda de Techo, p, 74.


45
Archivo de San Bartolomé, Libro de grados de la Universidad Javeriaría, siglo XVIIÍ fol
27 v. '
CA P ITU LO IX

GOBIERNO DE LOS PP. JOSE G U M ILLA Y TOM AS DE CASABONA

Una valiosa fuente parala historia de la provincia nos ha acompaña­


do hasta aquí: las cartas de los padres generales a los superiores de la
Provincia. Una preciosa y auténtica mina de datos históricos hemos en­
contrado en un tomo de estas cartas, que van desde el año de 1687 al de
1736, conservado en el archivo de la provincia de Toledo. Gracias a
ellas hemos podido observar un poco más de cerca las actividades, avan­
ces y dificultades de los jesuítas en el Nuevo Reino.
No sabemos si en algún sitio se conservan aún tas cartas posteriores
a 1736. Su falta hará que en adelante nuestro relato sea más somero y
fragmentario. Trataremos de escribir la historia de los últimos treinta
años de la antigua provincia del Nuevo Reino valiéndonos de los docu­
mentos que hemos podido encontrar.

I - P. José Gumilla.

El P. Gumilla provincial.

Varios documentos nos hablan del P. José Gumilla, el célebre misio­


nero del Orinoco, como provincial sucesor del P. Jaime López. Es el pri­
mero una carta del P. Tomás de Casabona a la conocida escritora Madre
Francisca de la Concepción Castillo. En ella Je dice: “ Ya sabrá salió por
provincial nuestro el padre José Gumilla. Cosa es que me ha dado no
poco para darle a Nuestro Señor repetidas gracias” 5 . Es de lamentar que
la carta no tenga fecha.

i
En SOR FRANCISCA JOSEFA DE LA CONCEPCION, Su vida escrita por ella misma.
(Biblioteca de autores colombianos, Bogotá, 1956). Cartas escritas por los confesores a la
V.M. Francisca Josefa de la Concepción, p, 397.
JUAN MANUEL PACHECO, S. J.
258

Un segundo testimonio es ia portada del libro El Orinoco Ilustrado.


Entre los títulos de su autor, el P. Gumilla, figura el de “Provincial que
fue de su Provincia del Nuevo Reino de Granada” .
Otras dos cartas se refieren también al P. Gumilla designándolo
como provincial, y nos indican el tiempo en que lo fue. El P. M.Román
le dirige, desde la reducción orinoqueña de Nuestra Señora de los Ange­
les, a lo . de octubre de 1738, una carta en que le llama “Mi padre pro­
vincial José Gumilla”12 . Y al margen de una carta del mismo padre Gu-
milla al rey, fechada en Santafé a 30 de junio de 1738, se anota: “El
Provincial de la Compañía de Jesús del Nuevo Reino informa a V.M.
de lo ejecutado por el provisor y vicario general del cabildo con el
devoto provincial de San Francisco”3 .
Del P. Gumilla como escritor y como misionero hablaremos más
adelante. Fuera del informe que acabamos de citar no conocemos nin­
guna otra actuación del P. Gumilla como provincial.

Congregación provincial de 1738.

En septiembre de 1738 se reunió la congregación provincial. En


ella fueron elegidos procuradores los PP. Diego Terreros y José Gumi­
lla4 .
No conocemos las actas de esta congregación. Ellas nos resolve­
rían un interrogante. Si era provincial el P. Gumilla, ¿Cómo pudo ser
elegido procurador, cuando la fórmula de la congregación prohíbe ele­
gir para este cargo al provincial? Si ya no lo era, ¿cómo explicar el corto
período de su gobierno?
El P. Terreros, elegido procurador en primer lugar, era a la sazón
rector del colegio de Mérida. Había nacido en Santafé el 24 de julio de
16825 . Era hijo del capitán Agustín Terreros y Villareal y doña Maria­

1 ANB, Curas y obispos, t. 36, í'oi. 132. Esta carta se encuentra publicada en ANTONIO B.
CUERVO, C o lec ció n d e d o c u m e n to s in é d ito s so b re la geo g ra fía e h isto ria d e Colombia,
IV, 205.

3 AGI, Santafé, leg. 415, Esta carta se refiere a la ruidosa controversia entre el vicario capi­
tular y provisor de Santafé, doctor Nicolás Javier de Barasorda, y e) P. f'r. Jerónimo del
Camino, provincial de Jos franciscanos, que tuvo su origen en el pago de una deuda, Cfr.
JUAN MANUEL PACHECO S J., U na ru id o sa c o m p e te n c ia eclesiástica e n S a n ta fé de
B o g o tá , en E cclesiastica X a ver lana, 14 (1964) 148-157.

4 Carta de ios PP. Diego Terreros y José Gumilla en que comunican haber sido elegidos por
su provincia procuradores generales, en ia congregación provincial celebrada en Santafé
el 8 de septiembre de 1738; AGI, Santafé, leg. 406.

5 Catálogo de ia provincia del Nuevo Reino de 1711; ARSi, N.R. etQ . 4.


GOBIERNO DE LOS PP. JOSE GUMILLA Y TOMAS DE CASABONA
259

na de Villarreal6 A los quince años había entrado en el noviciado de


Tunja el 30 de julio de 1697. Había desempeñado, entre otros cargos, el
de ministro del colegio de San Bartolomé7 y el de rector del colegio de
las Nieves (1728,1729) y del colegio de San Bartolomé (1730-1733)®.
Los dos procuradores se dirigieron a embarcarse en La Guaira; Por
Mérida pasaron en febrero de 1739, y en esta ciudad predicaron una mi­
sión89 . En Caracas recibió el P. Gumilla una carta del P. Román en que
le informaba de las incursiones de los portugueses por el Orinoco10 .

La Imprenta.

En 1738 aparecen las primeras publicaciones editadas en la primera


imprenta que funcionó en el Nuevo Reino. Había llegado esta imprenta
a Santafé en el año anterior, enviada desde España por el procurador ge­
neral de Indias. A ella le dedicaremos un capítulo al hablar de las activi­
dades culturales.

II - P. Tomás Casabona

Los Superiores.

En el catálogo de 1738 aparece ya como provincial el P. Tomás


Casabona. Era de Valencia, en donde había nacido el 21 de diciembre
de 1679. A los 15 años de edad había ingresado en la Compañía, en la
provincia de Aragón, el 17 de enero de 1694. Vino ya de sacerdote al
Nuevo Reino en 170511 . Su fisonomía la describe así el oficial de la
Contratación de Sevilla: “bueno cuerpo, trigueño, pelo negro” 12.

8 ANB, Miscelánea, t. 69, fol. 71,

7 Catálogo de 1718,

8 Cfr. JOSF. RESTREPO POSADA. R e c to r e s d e l C o leg io -S em in a rio de S a n B a rto lo m é (1605-


1767), RJ„ 38 (1952) 98.

9 Libio de consultas del colegio de Mérida, p, 62.

10 “ ... como me consta por carta del padre superior, Manuel Román, que recibí antes de em­
barcarme para España en Caracas...” , JOSE GUMILLA, E l O rin o c o Ilu stra d o , la, parte,
cap. 2 4 ,p. 252.

11 AGI, Contratación, leg. 5548.


12
Ibid.
JUAN MANUEL PACHECO, S. J.
260

Había sido profesor de filosofía en Santafé, vicerrector del colegio


de Las Nieves (1713*1715), rector del colegio de Pamplona (1715-1724)
y dos veces rector y maestro de novicios en Tunja (1724-1727; 1734-
1738).
En el mismo catálogo de 1738 figuran los siguientes superiores:
Santafé, Colegio Máximo: P. Jaime López.
Antioquia P. Pedro Liner.
Cartagena: P. Jerónimo de Grossis, vicerrector.
Honda: P. Martín de Egurvide.
Mérida: P. Cristóbal Hidalgo
Mompós: P. Fernando Vergara
Las Nieves (Santafé): P. Francisco Cataño.
Pamplona: P. Miguel Montalvo.
Santo Domingo: P. Pedro López.
Tunja: P, Diego de Moya.
Superior de la misión de los Llanos: P. Pedro Fabro.

Estadísticas.

La provincia contaba entonces con 193 sujetos, lo que causa una


disminución de 15 religiosos con relación al año de 1736. Las casas más
numerosos eran las de Santafé, con 79 jesuítas (28 sacerdotes, 27 esco­
lares y 24 coadjutores), Tunja con 26 (8 sacerdotes y 5 coadjutores). En
las misiones de los Llanos y Orinoco trabajaban 19 misioneros, de los
que 18 eran sacerdotes.
En el Colegio Máximo de Santafé a las cátedras ordinarias se había
añadido una de sagrada escritura. En el colegio de Cartagena se dictaban,
además de la cátedra de gramática, una de filosofía y dos de teología (es­
colástica y moral). Tenía también este colegio su escuela para niños, para
cuya dotación había recibido 4.000 patacones. En Santo Domingo se se­
guían sosteniendo las cátedras de filosofía y teología.
La situación económica de los colegios era satisfactoria, pues de
casi todos se anota que podían sostener un número mayor de sujetos13.

El ataque inglés a Cartagena y los jesuítas.14.


El 23 de octubre de 1739 Inglaterra declaraba oficialmente la gue­
rra a España, disgustada por los ataques de los barcos españoles a los co-

13 C atalogus re ru m (1738); ARSI, N.R. el Q. 4.

14 Son varias las fuentes contemporáneas que se conservan sobre este memorable suceso. Da
la parte española la principa] es el “D iario d e to d o lo o c u rrid o e n ¡a e x p u g n a c ió n d e los
fu e r te s d e B o ca c h tc a y s itio d e la C iu d a d d e C artagena d e In d ia s e n 1 741. F o rm a d o d e los
GOBIERNO DE LOS PP. JOSE GUMILLA Y TOMAS DE CASABONA
261

merchantes ingleses que introducían abundante contrabando en los do­


minios españoles de América. España había reclamado el derecho de vi­
sitar los barcos negreros ingleses, que tenían permiso de llevar esclavos a
las posesiones españolas de América, para confiscar las mercancías que
llevaran fuera de registro y exigido a la compañía inglesa de comercio la
suma de 68.000 libras por sus derechos al “asiente de negros” . Estas exi­
gencias causaron gran excitación en el parlamento inglés, y se había ame­
nazado a Felipe V con la guerra si no abolía “el derecho de visita” 15. El
hecho que precipitó los acontecimientos fue la presencia del capitán
Robert Jenkins en Ja cámara de los comunes, a quien el comandante de un
guardacostas español había cortado una oreja, después de capturarlo16.
Tres meses antes de la declaración de guerra, el 23 de julio, había
zarpado de Portsmouth una escuadra de nueve barcos, al mando del vi-

p fíeg o s r e m itid o s a S.M . (q u e D io s guarde) p o r el V irrey d e S a n ta fé , D , S e b a stiá n Eslava,


c o n D. P ed ro de M ur, su a y u d a n te genera!". Este diario fue publicado en 1894, en Madrid,
en la “C o lecció n d e lib r o s raros o cu rio so s q u e tratan d e A m é r ic a " , en el volumen XI, titu­
lado "T res T ra ta d o s d e A m é rica , (Siglos X V I U ) ”, págs. 99-214.
En el B o le tín H isto ria l (Cartagena) tomo 4, (enero 1929) págs. 38-40, se publicó una car­
ta de D. Blas de Lezo al marqués de Villairas, fechada en Cartagena el 30 de mayo de 1741.
Las fuentes inglesas son más abundantes. En 1743 apareció en Londres un folleto titulado
“A n a c c o u n t o f th e e x p e d itio n to C arthagena, w ith e x p la n a to r y n o te s a n d o b serva tio n s.
L o n d o n , Printed for M. Cooper, 1743” . Este foUeto dio lugar a una polémica, pues en él
se hacía recaer la responsabilidad del fracaso de la expedición sobre la infantería que esta­
ba al mando del general Wentworth, A este folleto se respondió con otro titulado: " A jo u r ­
n a l o f th e e x p e d itio n to Carthagena. In answer to a late pamphlet entitled: An account...
London, Printed for J. Roberts. 1744” . El propio Vernon intervino en la controversia con
la publicación de "O riginal P apers re la tin g to th e e x p e d itio n to Cartaghena. London, Prin­
ted for M. Cooper. 1744”. En este mismo año de 1744 se editaron en Londres los ‘A u th e n tic
P apers re la tin g t o th e e x p e d itio n a g a in st C artaghena b e in g th e re so lu tio n s o f c o n n cils o f
war... W ith c o p ie s o f th e le tte r s w h ich p a ssed b e tw e e n A lm tr a l V ern o n a n d G eneral W ent­
w o rth , a n d a lso b e tw e e n th e G o v ern o r o f C arthagena a n d th e A lm ir a l''.
Estas fuentes han sido reunidas y traducidas en ROBERTO ARRAZONA, H isto ria l d e Car
tagena (Cartagena, 1955).
La bibliografía es también abundante. Se pueden citar: CROOT, J.M. H ist. II, 31-33;
HART, Francis R. A ta q u e d e l A lm ir a n te V ernon a! C o n tin e n te A m e ric a n o , en BHA 11
(1917) 513-521; BERMUDEZ PLATA, CRISTOBAL, C artagena d e In d ia s en e l a ta q u e de
tos ingleses. A ñ o 1 7 4 1 (Sevilla, 1931); HERNANDEZ DE ALBA, GUILLERMO, S ir E d ­
w ard V ern o n y d o n B las d e L e z o , BHA, 28 (1941) 468A73; RESTREPO CANAL, Carlos,
El s itio d e C artagena p o r e l A lm ir a n te V ern o n , BHA, 28 (1941) 447-473; MARCO D O R-
TA, ENRIQUE, Cartagena d e In d ia s Sevilla, 1951), p. 134-136, PORRAS TROCONIS,
GABRIEL, C artagena H ispánica Bogotá, 1954), p. 224-239; NOWELL, CHARLES E.,
T h e D e fe n s e o f Cartagena, e n T h e H isp a n ic -A m eric a n H isto ric a l R e v ie w , 42 (1962) 477-
501, ZAPATERO, JUAN MANUEL, La guerra d e l C aribe e n e l siglo X V I I I (Instituto de
cultura puertorriqueña, San Juan de Puerto Rico, 1964) p. 11-62.

15 Cfr. ZAPATERO, JUAN MANUEL, op. cit. p. 16-20;

16 Cfr. NOWELS, CHARLES E. art. cit. p. 480.


JUAN MANUEL PACHECO, S. J.
262

cealmirante sir Edward Vernon17, con orden de destruir las colonias


hispanas del Mar Caribe.
Vernon tomó fácilmente a Portobclo, prácticamente solitario, en
noviembre del mismo año. Este triunfo se celebró en Londres con ju­
bilosas manifestaciones y se acuñaron medallas para perpetuarlo en la
historia.
En Cartagena se temía el ataque. Desde 1737 se encontraba en la
plaza el valiente y experimentado marino Blas de Lezo, teniente gene­
ral de la armada española, quien preparó la defensa de la bahía. En la
ciudad organizó los preparativos el gobernador Pedro Fidalgo, y a su
muerte su sucesor Melchor de Navarrete.
Vernon se presentó por primera vez frente a Cartagena en marzo
de 1740, Sólo venía a reconocer el sitio y a bombardear la ciudad, pues
sus fuerzas aún eran débiles para intentar la toma de la plaza. El bom­
bardeo inglés sólo causó leves daños en la ciudad.
El 24 de abril era recibido pomposamente en Cartagena el nuevo
virrey don Sebastián de Eslava18, teniente general de los reales ejérci­
tos, quien había llegado con un contingente de tropa en el navio de
guerra San Luis.
Vernon se mantuvo durante algunos años en Jamaica, pues en Car­
tagena se encontraba la escuadra española al mando de don Rodrigo de
Torres, y por el Mar Caribe navegaba la escuadra francesa. Sólo cuando
estas fuerzas se alejaron de Cartagena, resolvió Vernon atacar a esta plaza.
Contaba ahora con una escuadra fonn¡dable, después de ios refuer­
zos que le habían llegado de Inglaterra al mando del contraalmirante sir
Charloner Ogle.

Edward Vernon, segundo hijo del secretario de estado del Guillermo 111, James Vernon,
nació en Westminstcr el 12 noviembre 1684. Ingresó en la armada en I 707, En 1722 se eli­
gió para la cámara de los comunes; fue en esta el más acérrimo partidario de la guerra con­
tra España, en contra de la política pacifista de Sir Robert Walpole, Murió en Nacton, Suf-
folk.cl 30 oct. 17S7. (Cfr. E n c y c io p e d ía B ritarm ica (Chicago, 1959) t. 23, p. 88).
Nuevos documentos sobre el ataque de Vernon fueron dados a conocer por Carlos Res tre­
po Canal, bajo d título de D o c u m e n to s H istó rico s, en la revista X im é n e z d e Q ucsada (Bo­
gotá) 3 (1968) 178-212. Entre estos documentos figuran algunas cartas del virrey Eslava, ¡a
narración de Carlos Desnuux sobre d ataque al castillo de Bocacbica, y un nuevo diario del
sitio.

En Enériz (Navarra) había nacido en 1685 don Sebastián de Eslava. Muy joven ingresó en
el Tercio de Navarra. Tomó parte activa en varias campañas durante la guerra de sucesión
en España y en Italia, Era teniente general cuando fue nombrado, el 20 de agosto de 1739,
virrey del Nuevo Reino. Aunque fue designado virrey del Perú, se le exoneró de este caigo
por su quebrantada salud. Permaneció en Cartagena hasta febrero de 1750 en que regresó a
España. I ue allí nombrado director general de la infantería española, y en 1754 secretaria
de estado del despacho universal de guerra. Murió el 21 de junio de 1759. J.M. RESTRE­
PO SAENZ, B io g ra fía s de los m a n d a ta rio s y m in is tr o s d e la real audiencia, p. 81-88. Cl'r.
F.. RESTREI’O TIRADO. G o b e rn a n te s d e! N u e v o R e in o d e G ranada d u r a n te el siglo X V iil,
p. 68-73.
I

GOBIERNO DE LOS PP. JOSE GUMILLA Y TOMAS DE CASABONA


263

El 13 de marzo de 17 41 la armada inglesa se dejó ver en las cercanías


de Cartagena, Eran 30 navios de combate, 22 fragatas y numerosas em­
barcaciones menores, con 14,000 hombres.
Después de silenciar las baterías de Santiago y San Felipe, Vemon
desembarcó en Tierra bomba ocho regimientos de infantería. El 5 de
abril, no obstante su valerosa resistencia, tuvo que abandonar el castillo
de San Luis de Bocachica, su jefe Carlos Desnaux. Replegados hacia la
ciudad, decidieron Eslava y Lezo cerrar el canal de Manzanillo, en la
bahía, echando a pique los navios Dragón y el Conquistador. Pero los
ingleses lograron remover uno de los navios y dar paso a sus barcos. El
13 comenzaron a hacer fuego con sus morteros contra la ciudad y varias
casas fueron destruidas. Los fuertes de Castillo Grande y Manzanillo ca­
yeron en su poder, y pocos días después el cerro de La Popa. El 20 de
abril se lanzaron mil quinientos ingleses al asalto del castillo de San Feli­
pe. Después de cuatro horas de lucha se vieron obligados a replegarse,
y esta retirada fue aprovechada por los defensores del castillo para caer
sobre ellos. Ya en franca fuga los ingleses dejaron el campo sembrado
de cadáveres.
Este fracaso movió a Vernon a levantar el sitio y emprender su re­
tirada a Jamaica. Había perdido 9.000 hombres, en tanto que los espa­
ñoles sólo registraron 93 muertos y 250 heridos, entre estos Blas de Le­
zo, quien murió poco después el 7 de septiembre. Contribuyó podero­
samente a la derrota inglesa las enfermedades del trópico y las disen­
siones entre sus generales.
Una de las preocupaciones de las autoridades españolas durante
el sitio fue el abastecer suficientemente a Cartagena de víveres. Para
esto se solicitó la cooperación de la Compañía de Jesús. Los jesuítas se
comprometieron voluntariamente a remitir a Cartagena cuatro mil arro­
bas de carne, del ganado de sus haciendas. Les pidió la audiencia que
aumentasen esta cantidad, pero ya esto les era imposible. “Me ha pare­
cido prevenir esto, —escribía a los oficiales reales el P. Antonio Naya,
en nombre del P. Jaime López, rector del colegio de Santafé,— para
que se esté en la inteligencia de que la Compañía no puede ser capaz
por si sola de socorrer con todo lo necesario en tanta y tan urgente ne­
cesidad” . Se carecía de suficientes caballos para sacar la carne a embar­
carla en el río Magdalena, y no se habían encontrado a ningún precio;
las continuas lluvias no daban lugar a condicionar la carne para que no
se dañara en el transporte, y lo continuado de la faena había enfermado
a gran parte de los peones'9.

Carta del P. Antonio Naya a los oficiales reales; Santafé, 10 mayo 1741; ANB. Abastos, t.2,
fol. 672-673.
JUAN MANUEL PACHECO, S. J.
264
El virrey Eslava mandó suspender la remisión de carne, ya que la
plaza de Cartagena est-aba suficiente abastecida de este artículo20.
Esta gran victoria sobre los ingleses la atribuyó Felipe V, según na­
rra el P. Recio, a la protección del santo jesuíta San Francisco de Re­
gis21, cuya reciente canonización habla procurado y costeado22. De­
claró al santo patrono de la plaza de Cartagena y envió una reliquia del
mismo para la catedral de la ciudad23.
El Archivo Nacional de Colombia guarda la siguiente real cédula,
fechada en San Ildefonso a 27 de agosto de 1742:
“ El rey. Mi virrey, gobernador y capitán general de las provincias
del Nuevo Reino de Granada y presidente de la audiencia de Santafé.
Habiendo fallecido en Francia un religioso de la Compañía de Jesús y
dejado una reliquia del cuerpo de San Juan Francisco Regis, con instru­
mento firmado del arzobispo de Vienna, primado de aquel Reino que
califica su legitimidad, con deseo de que se la coloque en la santa iglesia
de la ciudad de Cartagena y que se ponga su plaza debajo de la protec­
ción de este glorioso santo, a cuya intercesión encomendó con celoso
afecto su defensa en la ocasión que últimamente la atacó la armada in­
glesa. He condescendido a que tenga efecto su piadosa intención y vo­
luntad, y mandado se entregue al brigadier don Basilio de Gante, a quien
he nombrado por gobernador y comandante general de esa ciudad y
provincia la expresada reliquia, para que la ponga en manos del reveren­
do obispo de esa santa iglesia, y en su ausencia del venerable deán y ca­
bildo de ella, a fin que concurran con el ayuntamiento de esa ciudad a
su colocación y culto, y considerando os hallaréis en ella al recibo de
este despacho, os lo advierto como que será de mí agrado autoricéis y
solemnicéis este acto con vuestra asistencia y ejemplo” 24.

20 Carta del virrey Eslava a la audiencia; Cartagena, 2 mayo 1741; ANB, Virreyes, 1 .19. fol.
891 v.

21 San Francisco de Regis fue un insigne misionero rural de Francia. Nació el 31 de enero de
1597 en Fontcouverte; entró en la Compañía'de Jesús en el noviciado de Toulouse en
1616; a partir de 1632 se consagró a las misones rurales. Murió en la brecha, durante una
de estas misiones, en La Louvesc, el 31 de diciembre de 1640. Cfr. G. GU1TTON S. J.
Après les guerres de religión, Saint Jean-François Régis, 1597-1640. Paris, Editions Spes,
1937.

22 San Juan Francisco de Régis fue canonizado por Clemente XII el 16 de junio de 1737.

23 BERNARDO RECIO S.J., Compendiosa Relación de la Cristiandad de Quito, p. 115-116.

24
ANB. Milicia y marina, t. 9 1, fol. 247 v.
GOBIERNO DE LOS PP. JOSE GUMILLA Y TOMAS DE CASABONA
265

Misiones circulares

Durante estos años se registró en la provincia un activo movimien­


to de misiones circulares. El P. Casabona escribiendo al rey en 1738 le
decía: “ En estos últimos años ha ocupado esta provincia treinta y cua­
tro operarios en misiones circulares entre los españoles, con notable re­
formación de sus costumbres; y actualmente dos misioneros cultivan
sin interrupción todo el obispado de Caracas; otros dos evangelizan por
todo eí obispado de Cartagena, y tros dos desde Honda, por el valle del
Magdalena, hacen misiones en este nuevo Reino” (Carta al rey, Santafé,
15 nov. 1738; AGÍ, Santo Domingo, leg. 632).

Tres obras importantes

Durante el provincialato del P. Casabona se editaron en España


tres libros importantes, relacionados con los jesuítas del Nuevo Reino.
En 1741 apareció en Madrid, en la imprenta de Manuel Fernández, la
primera edición de la obra del P. José Gumilla, El Orinoco Ilustrado,
obra que había de encontrar tanto eco en el mundo científico de la
Europa de entonces.
Ese mismo año salió la obra del P. JoséCassani, erudito polígrafo
madrileño, “Historia de la Provincia de la Compañía de Jesús del Nuevo
Reino de Granada en la América, descripción y relación exacta de sus
gloriosas misiones”. Fue esta historia la única fuente impresa, durante
muchos años, para el conocimiento de las actividades de los jesuítas en
nuestra patria.
Al año siguiente, en Córdoba, publicaba el doctor don Juan de
Alea y Estrada, chantre de la catedral de Santafé, el Teatro del desenga­
ño, obra póstuma del P. Juan de Rivero. De estas tres obras hablaremos
en la parte referente a las actividades culturales.

Visita de la provincia

El P . Casabona debió de visitar los diversos colegios de la provincia,


pero sólo hemos encontrado sobre esta visita escasas y escuetas indica­
ciones. El Colegio Máximo de Santafé lo estaba visitando en mayo de
173925, y en agosto de 1740 se encontraba en el colegio de Tunja·26.

25 ANB, Curas y obispos, t. 19, fol. 356 v,


26 '
Libro de la sacristía del colegio de Tunja, fol, 143 v. Biblioteca Nacional (Bogotá). Mss.
105.
JUAN MANUEL PACHECO, S. J,
266

Por comisión suya visitó el colegio de Mérida, en abril de 1740, el P, Pe­


dro Fabro22.
El P. Casabona gobernó la provincia hasta 174328.

Libro de consultas del colegio de Mérida, p. 62.

En una escritura de venta de unas tiendas, fechada en Santafé el 11 de enero de 1743 apa­
rece aun el P. Casabona como provincial; ANB, Notaría 3a., t. 182, fol. 282.
CAPITULO X

P. A N G EL M ARIA MANCA

El nuevo provincial

No sabemos qué motivos movieron al P. Francisco Retz, general de


la Compañía de Jesús, para designar provincial del Nuevo Reino al P.
Angel María Manca, que pertenecía a la provincia de Quito. El P. Manca,
de la familia de los marqueses de Manca, había nacido el 5 de octubre
de 1668 en Alghero (Cerdeña). Ingresó en la Compañía de Jesús en Ca-
gliari el 27 de enero de 1704, y en esta misma ciudad recibió la ordena­
ción sacerdotal el 27 de diciembre de 1705. Durante algunos años traba­
jó en el colegio de Cagliari como ministro, profesor de retórica y prefec­
to de la congregación mariana. En 1723 fue destinado a la provincia de
Quito, a la que llegó en 1724. Se le ocupó primero en la enseñanza de la
teología y de la exégesis 1.
En 1735 era rector del colegio de Latacunga, de donde le sacó el
P. Andrés de Zarate, visitador de la provincia de Quito, para hacerle su
secretario2 , El mismo P. Zarate lo envió a Roma en lugar de los procu­
radores elegidos en la congregación provincial de 17353 . No sabemos si
permaneció en Europa hasta 1743. Lo cierto es que en enero de este
año se embarcaba en Cádiz, en el navio francés /:'/ Dichoso, rumbo a
Cartagena, en compañía del P. José Pagés4 . Probablemente venía ya
nombrado provincial del Nuevo Reino.

1 G. KRATZ, S.J., Gesuiti italiani nelle missioni spaglinole al tem po dell'espulsione (1767-
1768), en Archivum Historicum Socie taris [esu, 11 (1942} 49-50.

2 J. J OU ANEN, Hist. 11, 140.

3 Ibid. 11. 153-154.

4 AGI, Contratación, leg. 5549.


JUAN MANUEL I*ACHECO, S. J.
768

La misión de 1743

Por real cédula de 18 de febrero de 1741 se había concedido a los


PP. Terreros y Gumilla, procuradores de la provincia, licencia para traer
al Nuevo Reino 34 misioneros. El 19 de enero de 1743 se daba a la vela
el P. Gumilla con nueve jesuítas, cinco de ellos alemanes, y dos italianos,
los futuros misioneros del Orinoco, PP. Felipe Salvador Gilij y José Ma­
ría Fomeri, en el navio San Rafael, al mando del maestre don Francis­
co Alvarez Campana5 .
Les siguió el P. Terreros, el 15 de abril, en la saetía catalana Nuesr
tra Señora de Monscrrat, con otros 16. En este mismo barco venía el P.
José María Maugeri con parte de los misioneros destinados a la provin­
cia de Quito6 .
El P. Gumilla llegó sin mayores contratiempos a Santafé, en donde
entró el 16 de abril7 . El P, Gilij, en el cuarto tomo de su Saggio di Sto-
ria Americana, da algunas noticias de este viaje. Describe a Cartagena
que “ya por la amplitud y seguridad del puerto, ya por las casas, fortale­
zas y baluartes construidos para su defensa, es una de las ciudades más
bellas de Tierra Firme” . “ Las casas, dice más adelante, que constan de
una planta baja y otro piso, son muy bonitas y adornadas con bellos
balcones de madera, pues el aire marino, según dicen, consumiría el hie­
rro si se usara para este fin. Las calles son amplias, los conventos varios
y numerosos.., No menos ilustre es Cartagena por sus habitantes, entre
ios cuales además de varios comerciantes ricos inscritos entre los de Cá­
diz y ellos también declarados nobles por el rey de España para fomen­
tar todavía más el comercio, hay algunos condes, marqueses y otros de
esclarecido linaje” 8 .
Estando en Cartagena tuvo ocasión de ver una delegación de indios
cunas del Üarién que habían venido a pedir misioneros al virrey Eslava.
“ Un día, narra, vinieron al colegio bien vestidos y dijeron, más por se­
ñas que con palabras que yo no entendía, que habían venido por misio­
neros y que deseaban a alguno de nosotros”9 .
Viajando hacia Santafé, prosigue narrando, la primera población
que se ve, a la banda izquierda del Magdalena, es un lugar llamado La

5 lbid.
6 lbid,

7 Vargas Jurado, Diario, p, 24.

8 FM.IPL SALVADOR GILIJ, Ensayo de Historia Americana (Bogotá, 1945) p. 351.


9
lbid., p. 353.
P. ANGEL MARIA MANCA
269

Barranca. “Cuando yo pasé por allí no había otra cosa sino algunas rús­
ticas barracas destinadas al alojamiento de los viajeros’’10 .
Al cabo de cinco días de navegación llegaron a Mompós, población
“compuesta de casas en parte buenas, en parte rústicas, pero poblada y
rica. Los jesuítas tenían allí un colegio mediocre en el cual me detuve
algunos días” 11.
Pasó luego por Honda, la que le pareció estar edificada en un sitio
poco apropiado, si “hubieran escogido otro entre los muchos muy bellos
de sus alrededores, Honda sería un lugar digno de estar a la par con los
más renombrados de Tierra Firme... Las casas, la iglesia y los edificios
públicos están construidos de calicanto. Hay un buen convento de obser­
vantes cerca del Gualí, y un poco más arriba en lo alto se ve una iglesia
dedicada a la Virgen bajo el título del Rosario” 12.
El viaje del P. Terreros, con el otro grupo de misioneros, fue un
viaje lleno de peripecias. España estaba aun en plena guerra con Ingla­
terra, Debemos al P. Manuel Uriarte13, misionero de Quito, una detalla­
da relación de la accidentada travesía del Atlántico, en una carta que es­
cribió desde Cartagena a su hennano José Agustín de Uriarte14 :
“Apenas comenzamos a navegar cuando casi todos fueron asalta­
dos de aquellas ansias y vómitos que comúnmente padecen los nuevos
navegantes. Solo yo, entre tantos jesuítas, me he conservado con perfec-

10 Ibid., p .3 5 2 .

11 Ibid., p. 352.

12 Ibid., p. 359.

13 El P. Manuel Uriarte S.J. nació en el pueblo de Zurbano {hoy provincia de Vitoria) el 14


de septiembre de 1720. Fue paje en Sevilla del arzobispo don Luis de Salcedo y Aseona.
Entró en el noviciado de Sevilla el 3 de diciembre de 1737. En Granada hizo sus estudios
de filosofía. Pasó a la provincia de Quito en 1743, y en 1750 fue destinado a la misión del
Marañón, de la que fue algunos años vicesuperior. Después de la expulsión de ¡os jesuítas
por Carlos III, vivió largos años en Raveiwa (Italia), hasta que se le permitió volver a Espa­
ña, Sus últimos años los pasó en Vitoria, en donde murió hacia 1800. Cfr. M. URIARTE S,J,
Diario de un misionero de Mainas Transcripción, introducción y notas del P. Constantino
Bayle S.J. 2 vols. Consejo Superior de Investigaciones Científicas, Madrid, 1952 {Bibliote­
ca Missionalia Hispánica, 8-9). F. MATEOS S.I, En pleno corazón del Amazonas, en Razón
y Fe (Madrid) 152 (1955) 99-109.

14 Carta del P. Manuel de Uriarte, escrita en Cartagena de Indias, a 4 de junio de J 743. con el
motivo de su viaje a la Misión de la Provincia de Quito. A su hermano el señor don Joscph
Agustín de Uriarte, Inquisidor de Zaragoza, etc. en Carras edificantes y curiosas escritas de
las misiones extranjeras, 16 (Madrid 1757) 57-74. Esta carta fue reproducida en Cartas del
Amazonas, Escritas por los misioneros de la Compañía de-Jesus de 1705 a 1754, Edición
revisada por Juan B, Bueno Medina. Prensas de la Biblioteca Nacional, Bogotá, 1942, p,
47-54.
JUAN MANUEL PACHECO, S. J.
270

ta salud hasta el día de hoy. Aquella misma noche encontramos hacia


las doce, cinco o siete navios, a lo que se cree ingleses, y sin saber cómo
pasamos entre ellos, sin que ninguno nos acometiese ni hiciese la menor
dem ostración, cosa que todos tuvimos p o r prodigiosa. No nos faltaron,
pasados tres o cuatro días, calmas que nos detuvieron bastante; más erra
una misa que se cantó a nuestro apóstol Xavier, y novena que comenzó
un fervoroso padre al Sagrado Corazón de Jesús, predicando todos 1«
días, volvió a soplar favorable viento que duró hasta el penúltimo día di
la novena, fiesta el evangelista San Marcos [25 de abril], en que permi­
tiéndolo Dios para nuestro bien, se levantó com o a las dos de la tarde
un furioso Sudeste por proa que nos redujo al últim o aprieto. Vacilaba
la nave, movida de las olas, como una paja, esperando todos a cada ba­
lance nuestro fin. No se pudieron valer con el tim ón los manneros,y
así lo ataron casi sin confianza. Bajaron también las velas, y faltos to­
dos de consejo, sólo se trataba de confesión y de disponerse para morir,
y la hice generalm ente con un padre que ya salió de esta vida, por lo
que después diré. Cuando todos compungidos no se atrevían aclamar
a Dios en público, me dio Su Majestad esfuerzo para que tomándola
m ano, delante de un cuadro de la Santísim a Virgen, ofreciese un rosario
dos o tres veces, y m uchas, las letanías de N uestra Señora y de los san­
tos , respondiendo todos en alta voz, Luego hice actos de fe, esperanzay
caridad, y procuré que nos aparejásemos lo m ejor que se podía para una
santa m uerte. Estando en esto, vino una oleada tan fuerte, que nos de­
rribó en ei suelo, y jun tam en te desquició todos los trastos y mucha car­
ga al lado derecho. A um entó la congoja al ver el agua hacia la Santa Bár­
bara15 , sin poderse sacar con la bom ba, y por encima entraban lasólas,
como si toda la nave fuese m ar. Que más llegó a hundirse la parte delan­
tera, que tiraba a hundir lo restante de la em barcación, pero poniendo
la pequeña vela de gavia, salió después de casi sumergida. Hiciéronse va­
rios votos y promesas a San Francisco Xavier, San A ntonio y otros san­
tos: unos de visitar los santuarios, descalzos, otros de diversos ayunos,
otros de pintar el milagro, y dedicarse toda su vida a sus cultos. Final­
m ente, por mi consejo, se ofreció a San Luis Gonzaga un ayuno, confe­
sión y com unión en su honor; a este santo atribuía principalmente el
habernos librado de tan evidente riesgo. Pero en este aprieto experimen­
té cuán cierto es el adagio: quien quiera aprender a orar, entre en la mar.
Lo cierto es que muchos m udaron su vida y sacaron mucho fruto dees-
ta que pareció desgracia. Solo y o , miserable, nunca salgo de mí frialdad
o tibieza; por lo cual te ruego te acuerdes de m í en tus fervorosas ora­
ciones.

is Llamábase “cámara de Santa Bárbara, en el navio, la que está en la parte inferior respecta
del castillo de popa” (TERREROS, Diccionario castellano, r, 218).
I5. ANGEL MARIA MANCA
271

“Perú volviendo a mi narración: al anochecer quiso Su Majestad


que tomase viento favorable, con que proseguimos felizmente, con el
regocijo de hallarnos a la vista y muy cerca de las Islas Canarias, luego
que rayó el día. Acabamos la novena al Corazón Sagrado, con comunión
general, misa y sermómgjáuego día de los apóstoles San Felipe y Santia­
go | lo. de mayo], comenzamos otra de nuestro apóstol indiano16, con
sermones de misión, y se dio fin a ella tam bién, confesando y comulgan­
do todos, con no poco fruto de m uchos pasajeros y m arineros, cantán­
dose misa a San Marcos, en cum plim iento de un voto que se hizo el día
déla borrasca. Inmediatamente, continuando feliz nuestro viaje, se dio
principio a tercer novena a la Madre Santísima de la Luz, con sermones
de mi procurador general, hombre santo y a quien debo lo que no te
puedo explicar. Mientras duró esta novena palpamos la divina providen­
cia, así no en no hacerse daño un misionero que el prim er día cayó de
una vela, y otro que el últim o se desprendió de lo más alto de la gavia y
dio de espaldas ju n to a m í, sobre un cañón de artillería; como en no
haber tenido encuentro, con ser así que vimos algunas embarcaciones.
Víspera de la Ascensión (22 de m ayo), descubrimos tierra de la Améri­
ca. con harto consuelo de quien tanto suspiraba por ella, com o fin y
término de Um trabajosa navegación. Pero Dios, que nos tenía reserva­
dos para mayores trabajados, nos dio a conocer que la descubierta no
era tierra fírme sino la isla de la Martinica, que tuvimos a la vista el día
todo de la Ascensión del Señor.
En esta gran fiesta, dado fin a la novena de nuestra Madre, con
igual suceso que las antecedentes, principiamos la octava de mi santo
patriarca y novena de San Antonio, asimismo con pláticas de diversos
padres misioneros. Y para que en breve sepas cuán santam ente se ha pro­
cedido en esta navegación, digo que todas las mañanas se gastaban en
oír misas, cantar letanías y otras obras de piedad; y las tardes en sermo­
nes, novenas y rosarios; a las noches un estudiante nuestro catalán a los
de su lengua, que era la de la m ayor parte de la tripulación, y yo, con
mi tibieza, a los otros españoles, preguntábamos y explicábamos la doc-
trina cristiana, dando algunos premios de medallas, rosarios y estampas,
con que acudían gustosos y devotos. Y te aseguro encontré, entre cien­
to y veinte o más pasajeros, personas de mucha cristiandad y perlección,
con no poca confusión mía. por lo cual puedo ciertamente decir que
nos castigó Nuestro Señor con las calamidades que voy a referirte solo
en pena de mis pecados pasados y tibieza presente. Más antes de entrar
en tan triste relación dire una cosa que nos aconteció el sábado de esta
misma semana, y fue a cosa de las dos de la tarde. Descubrimos una em-

16
San Fraudito Javier, apóstol de las Indias.
JUAN MANUEL PACHECO, S. J.
272

barcación algo m enor que la nuestra, la cual, acometida de los nuestros,


se rindió al tercer cañonazo; y registrada, la dejaron ir en paz la mañana
del día siguiente, por haber averiguado ser de franceses. Ejercieron una
obra de caridad porque podían causarle mucho daño por la desobedien­
cia y duda de ios despachos, y no contribuyeron poco a este buen trata­
miento nuestros misioneros. Pero volvamos al fin de nuestra tragedia.
“Dilatóse demasiado el viaje, y por la m ucha gente y poco víveres
se nos empezó a faltar el agua, y se dio por tasa a cada uno un pequeño
vaso al día, cosa del todo intolerable por los grandes calores que hace en
estos parajes. Las dos comidas que se hacen al día se redujeron a una a
las tres de la tarde, y esta corta, seca por falta de agua y casi fría, por
ilegar también a acabarse la leña para guisar, aunque en esto no asistióla
divina providencia con un árbol de cedro visto entre las ondas; cogiéron­
le los marineros con bastante trabajo y se proveyeron para pocos días.
Cantáronse varias misas y preces; hízose oración particular y común im­
plorando la divina clemencia, cuando el martes de la semana siguiente,
al acabar una solemne misa votiva a nuestra madre María Santísima, divi­
samos unas altísimas montañas que parecían nubes muy elevadas. De­
cían algunos caía allí el puerto de Santa Marta, e instando todos, en es­
pecial nuestros padres procuradores (que así lo habían concertado), al
capitán, aportásemos a él, hechas sus observaciones el piloto mayor, que
era un r"p le guipuzcoano, mandó a toda prisa virar velas, diciendo que
nos hallábamos en la altura de Cartagena, y apenas tenía la nave agua
para proseguir.
“Todos alegres nos prometimos llegar aquella noche a esta ciudad.
Pero, ¡oh abismo de los juicios divinos!, estando tan cerca nuestro de­
sembarco, pasamos tres días dando bordo cerca de tierra no conocida,
hasta que faltos de consejo los pilotos que eran muy diestros pero no
prácticos, porque nunca habían navegado a la América, determinaron
ancorar cerca de una m ontaña, víspera de Pentecostés [lo . de junio],
por la mañana, así para tom ar alguna lengua, si hubiese quién la diese,
como para hacer agua y leña, de que nos hallábamos extremadamente
necesitados. Para esto se despidió a tierra una lancha con bastante gen­
te armada. Ante que esta volviese descubrimos, y yo fui uno de los
primeros, una embarcación tan a lo lejos que apenas se distinguía. Eran
las once del día cuando primero se divisó, y ciegos los que mandaban,
no sospecharon cosa hasta las dos de la tarde, que ya se conocía serna-
vio grande y venir derecho a nosotros. Entonces empezaron aprevenir
las armas, aunque todavía no se persuadían sería enemigo. Aquí se vie­
ron en notable confusión los oficiales y pilotos. Estaba la nave anclada,
aguardando que volviese de tierra la lancha. Dábamos a toda vela caza el
navio, que ya se tem ía y era enemigo. No se podía levantar el ancla, por
273
P. A N G E L M A R I A M A N C A

faltamos la lancha y su gente, que era del todo necesaria para las manio­
bras.
Se dispararon algunos cañonazos, a cuya novedad volvió a toda
prisa la lancha, pero llegó a tiem po, que ya estábamos de una legua de
distancia el enemigo. Cortóse a toda prisa el cable, nos entregamos a la
fuga, virando hacia Santa Marta ia proa. Hubimos de tom ar este consejo
porque toda otra resolución era im prudente, por ser el contrario navio
tle guerra de más de sesenta cañones, y el nuestro una pequeña saetía
marchante, bien cargada de géneros, pero mal pertrechada de cañones y
de todo lo necesario para la defensa. El navio enemigo, ligero y con
viento en popa, nos alcanzó a tiro de cañón al cerrarse la noche, y poco
después nos llamó, como es estilo, con un tiro, para que diésemos la
obediencia. Nuestra gente, más temeraria que prudente, no hizo caso,
prosigiendo su fuga que parecía imposible. Acercando más el navio, que
ya se veía ser inglés, nos disparó desde las seis hasta las ocho más de
cien cañonazos; los nuestros resistiendo también con la artillería de po­
pa, se dieron tan buena maña que para las ocho ganaron tanta ventaja al
enemigo, que no llegaban sus balas. Entonces paró el viento, y por con­
siguiente el seguimiento del que ya nos tenia por suyos. Con esto subi­
mos todos el combés a tom ar algún alimento, y por cena (no habían to­
mado bocado todo el día y casi nada el antecedente) un vaso corto de
agua, que no alcanzó para todos: de aquí puedes inferir que tal estaría
la gente para pelear, y nosotros nunca hechos a tales afanes..
Pero mucho más vale una alma, por cuya salvación nos abrasamos.
Con todo esto, sacando fuerzas de flaqueza, y viendo a media legua al
enemigo por la luna, que hacía muy clara, rezamos medio desmayados
; el resano, pidiendo a la Madre de los afligidos su asistencia, si convenía,
pata libramos de las garras de aquel hereje, y no nos desamparó esta Se-
; ñora, así por la ligereza con que esta noche huim os, como porque, sin
saber cómo, se amedrentaron y volvieron tres lanchas que nos envió lle­
nas de gente de guerra para tom arnos. De allí a dos horas sopló otra vez
| el viento, que nos dirigía hacia este puerto de Cartagena viramos, y con
| él caminamos hasta la m añana, sin que nadie pudiese descansar, así por
el susto, como por estar los colchones puestos en los bordes de la nave
por papareto a las balas enemigas, que no sin especial providencia pasa­
ron sin daño alguno por encima. Amaneció el día 2 de junio, consagrado
al Espíritu Santo, que propiam ente nos visitó con lenguas de fuego, por­
que viéndose algo lejos el enemigo, añadió tanta vela que nos dió alcance
antes de las nueve. Comenzó luego a hacer fuego, y duró por espacio de
seis horas e] combate, rebatiendo los nuestros con nunca oída fortaleza,
con una saetía que parecía barquillo en presencia de la otra.
No obstante que llovió tantos balazos, no hicieron hasta las doce
otro daño que horadar todas las velas, aunque bastante para impedirnos
JUAN MANUEL PACHECO, S. J.
274

el camino. Sin embargo, teniendo por temeraria la resistencia, y casi por


imposible el libramos de ser apresados, se resolvió virar hacia tierra, para
varar en la playa, que estaba pocas leguas distante, y escapar a los menos
las personas, ya que se daban por perdidos los bienes. Para ejecutar con
más aceleración esta fuga, se m andó quitar la de la mayor cuadrada y
poner en su lugar una gran vela latina que recogía mucho más viento.
Y a esta maniobra (en que trabajaron hasta los jesuítas) se atribuyó
el no ser apresados de Jos ingleses. Después de las doce disparó el enemi­
go con más acierto su artillería, porque una bala arrancó una astilla del
bordo de nuestra nave; quitó una pierna a un mozo que luego muñó
desangrado, y la vida a un niño de once o doce años. A vista de esta
desgracia todos nosotros nos empleábamos en ofrecer a Dios nuestras
vidas y rogarle se aplacase, si fuese su voluntad. Los sacerdotes confesa­
ban y nosotros nos preveníamos y preparábamos a los otros, o para mo­
rir, o para sufrir con paciencia las prisiones de los herejes. Poco después
otra bala de a veinte y cuatro rompió el costado de la nave, por la parte
que miraba a nuestra habitación, y quitó repentinamente la vida a tres
jesuítas17, y abolló la cabeza y m altrató la mano a dos hermanos estu­
diantes, aunque estos, gracias a Dios, han sanado perfectamente. Dejo a
tu consideración el sentimiento nuestro en este lance, no solo por ver
yertos a tres carísimos hermanos y compañeros muy ejemplares, y de
grandes esperanzas, sino por no poderles dar sepultura, ni saber qué fin
tendrían tan funestos principios. Los padres procuradores, hombres ve­
nerables por sus canas y virtudes, suplicaron entonces, como ya lo habían
hecho antes a los capitanes, quitasen la bandera y se rindiesen, pues a lo
menos restauraríamos las vidas, y acaso conseguíam os morir a manos
de los herejes, por otro fin más glorioso, predicándoles las verdades de
la Iglesia Romana. De nada hacían ellos caso, con la esperanza que ofre­
cía la tierra que estaba a la vista y no muy distante.
Proseguía el enemigo con su batería, y llegaron los nuestros a estado
de no poder trabajar, y algunos ni aun moverse, faltos de fuerza, pomo
haber comido en dos días. A quí te puedo asegurar que palpé la especial
providencia de Dios, pues entre un torbellino de balas que pasaron por
mis oídos, no recibí la m enor lesión. Volvimos a acudir a Su Majestad;
hízose un voto a la Santísima Virgen de celebrarle una fiesta con sermón,
si libraba lo restante de la misión con la vida. No tardó en socorremos
esta piadosísima Madre. Hacia las tres de la tarde llegamos como a un ti­
ro de piedra de tierra, y varando la nave, aunque combatiendo sin cesar
de la otra, que ancló a poca distancia, fuimos poco a poco saliendo, los

17 , ·
Estos tres jesuítas pertenecían a la misión de Quito, pues en los catálogos de los difuntos
de la provincia del Nuevo Reino no aparece ningún jesuíta muerto en este día.
P. ANGEL MARIA MANCA
275

unos en el bote (la lancha la dejamos de com ún acuerdo, la noche antes,


porque su peso nos servía de estorbo para la fuga), y nadando los que
sabían, habiendo dado licencia los superiores para ello en esta ocasión.
Me dió Nuestro Señor tal confianza, que sin susto alguno deseaba en
parte ser apresado de los herejes, y por mi gusto me detuve hasta los últi­
mos, en que pasando ju n to a mi cabeza una bala gruesa de artillería, no
causó en m í otro daño que rozarme un poco el cutis de la sien derecha.
También me libró Su Majestad de otras muchas balas, p o r más de media
hora, que fuimos corriendo por la playa a vista del navio inglés.
A nuestro ejemplo salieron todos los pasajeros, quedando en la na­
ve el capitán, los dos pilotos y algunos marineros. Estos, asaltados a
nuestra vista, de tres lanchas armadas, después de alguna resistencia,
arrayaron la bandera y rin d iéro n la em barcación. Nosotros parte desnu­
dos, parte cubiertos de solo las camisas y sotanas, camínanos casi desma­
yados, unos por los m ontes, y los más por la playa, hasta que encontra­
mos unos negros, y después un español, que com padecidos nos guiaron
a una choza, dos leguas distante del sitio de la desgracia, en donde con
agua lodosa y pan de raíces reparam os algún tanto las fuerzas casi perdi­
das. Aquella noche, libres ya de los vaivenes de la nave, dorm im os bien,
aunque sobre el duro suelo y al descubierto. Este sitio, en que hicimos
noche, está sobre Punta Canoa, distante seis leguas de Cartagena, de don­
de vino el día después, a las nueve de la m añana, un herrero con ropa
para cubrir a muchos desnudos, y víveres con qué entretener el hambre
de todos. Este socorro lo dispuso el padre rector de Cartagena, a quien
el padre procurador Diego Terreros dio noticia de nuestra desgracia lue­
go que llegamos a la choza.
Después de haber tom ado algún refresco, nos pusimos en camino
para Cartagena, los más a pie, porque sólo se hallaron nueve caballerías
que se repartieron entre los más enferm os y débiles. Así anduvimos dos
leguas hasta llegar a una gran ciénaga o laguna en donde, por disposición
del padre rector, nos estaban aguardando una piragua y una canoa para
transportarnos hasta La Boquilla, sitio poco distante de Cartagena. Estas
embarcaciones, que se previnieron para el alivio, sirvieron para algunos
de mucho trabajo, porque com o los buques eran pequeños y la gente
mucha, hubieron de entrar veinte personas en ia canoa, que es una ma­
la embarcación de una sola pieza hecha de un tronco de árbol. El peso
era superior a lo que podía sufrir la pequenez del vaso; su bordo sobre­
salta a las aguas sólo tres dedos; con el m ovim iento y vaivenes recibía
mucha agua; y com o carecíam os de o tro instrum ento, nos servíamos de
los zapatos para aligerarla. Estábam os todavía predom inados del susto
que había dejado en nuestros corazones la tem pestad de fuego, de que
acababa de libramos la providencia divina; y la fresca memoria del peli­
gro pasado nos abultaba m ucho el riesgo presente de ahogarnos. No po-
JUAN MANUEL PACHECO, S. J.
276
clíamos ser socorridos de la piragua, porque estaba muy lejos y oprimi­
da también de su carga. Resolvimos, pues, tom ar otra vez tierra,yaque
tan adversa experimentamos el agua. Desembarcamos al ponerse el sol.
Por una mal trillada senda caminamos a pie hasta las tres de la madruga­
da, hora en que llegamos a este colegio de que es rector el padre Fernan­
do de Vergara, cuyo amable genio y caritativo agasajo va borrando de
nuestra memoria los sustos y trabajos pasados” .
En otra carta, fechada en Quito el 27 de noviembre de 1746,narra
el P. Uriarte el resto del viaje hasta esa ciudad, a través de tierras colom­
bianas. La navegación del río Magdalena duró un mes, y en sus orillas
pudo contemplar caimanes “ cuya deformidad había leído en las histo­
rias y nunca se pinta bastantem ente” y tigres sobremanera carniceros.
De Honda siguieron por tierra, y al atravesar un río tuvieron la pena de
perder ahogado a un novicio. En La Plata predicaron una misión de
ocho días. El provincial de Quito, P. Carlos Brentan, les esperaba en Po-
payán. En esta ciudad se demoraron algunos días para predicar otra mi­
sión18 .

El terrem oto de 1743

El 18 de octubre, a las diez y cuarto de la mañana, un formidable


terrem oto estremeció a todo el Nuevo Reino. Vargas Jurado lo consignó
con estas frases en su diario: “hubo un gran terrem oto; ruido y ladridos
de perros; el cielo oscurecido con llovizna, se dañaron los más templos,
pues la torre de la catedral se ve fajada, las del Sagrario sin pirámides:
Santo Domingo, un claustro del patio de la cocina nuevo, y el camarín
de Nuestra Señora nuevo, y los bastiones que había en el altozano ca­
yeron con la Señora que está sobre la puerta de la iglesia. En San Fran­
cisco, la torre está nueva; en San Agustín, la torre nueva, y en la Com­
pañía, la media naranja nueva como se ve; lo mismo en el hospital,que
era hermosa; y la de Santa Inés que la apearon; la del Humilladero,
nueva, y la de Egipto, también, como también Monserrate. Solo Guada­
lupe del todo cayó, sin daño de la señora, que la bajaron ilesa, que con­
fieso no haber visto procesión igual, pues las iuces desde Egipto llegaba
a la catedral. En todos estos trabajos no peligró persona, y hubo confe­
siones de treinta y cuarenta años” 19.

18 Cfr. C. B A Y L E S.J. Introducción al Diario de un misionero de Mamas, p. X XV III XXIX.

19 VA R G A S JU R A D O , Diario, p. 24. Cfr. C A R LO S RESTREPO C A N A L , t'l terremotv di


i 743, en Boletín Cultural y Bibliográfico (Bogotá) 6 (n. I I , 1963) p. 1728-1731,
P. ANGEL MARIA MANCA
277

El fruto espiritual lo corrobora tam bién un corresponsal en Honda


del P. Francisco Rauber, aludiendo a una carta de este20.
Las pérdidas se calcularon en un millón de pesos21. Uno de los
templos afectados por el terrem oto fue el de San Ignacio cuya media
naranja se vino a tierra.
Como consecuencia de este sismo el cabildo de Santafé, renovan­
do un voto de 1625, eligió patrono de la ciudad contra los temblores
a San Francisco de Borja, com prom etiéndose a asistir a su fiesta en la
iglesia de la Com pañía. Pidió tam bién el cabildo al arzobispo fray Die­
go Fermín de Vergara que declarase fiesta de guarda el día de este san­
to. a lo que accedió el prelado, teniendo en cuenta que así lo había dis­
puesto el concilio provincial de 1625 convocado por el arzobispo Her­
nando Arias de Ugarte22.

Ls congregación del Sagrado Corazón

La devoción al Sagrado Corazón de Jesús se había ya extendido


por el Nuevo Reino. “ Vargas Jurado, com enta Mons. José Restrepo Po­
sada, trae una nota, cuya fecha debe marcarse con letras de oro en los
anales de esta ciudad, y que es uno de los enorm es beneficios que debe­
mos a la Compañía de Jesús: el 7 de diciembre de 1743 se comenzó la
Congregación del Corazón de Jesús en la Com pañía” 23.

Renuncia del curato de Honda

En 1745 presentó el P. Manca ante el virrey Eslava, como a vicepa­


trono, la renuncia del curato de la villa de Honda, al que hacía muchos
años la Compañía deseaba renunciar. En su memorial expone las razones
Que motivaban esta renuncia. En prim er lugar ser este la única parroquia
de blancos que poseía la Com pañía en el Nuevo Reino, y probablem en­
te en todas las Indias. Estos curatos, declara, son muy ajenos al instituto
de la Compañía, y opuestos a la libertad y desinterés con que ejerce sus

w Carta fechada en Honda, a 3 dic. 1743; A N B, Témporalidade?, t. 15, fol.457 v,

21 Declaración del abobado Bernardo Márquez, AN B, Notaría 1. X. 168 (1745-1747) tol. 63:
y declaración del maestro alarife Santiago Sarm iento, íbid. fot. 55 v.

12 Documentos sobre San Francisco de Borja y la ciudad de Bogotá, en ¡m Iglesia, /Bogotá/ 50


(19561 606-60$ Cfr. JO S E R E S TR E P O PO S A D A , Arqu¡diócesis de Bogotá, l, 178-180.

23 VARGAS JU R A D O , D ia r io , p. 25 ; J. RUSTRLPO PO SA D A , op, eit. I. 180.


JUAN MANUEL PACHECO, S, J.
278
ministerios. En segundo lugar “la experiencia de muchos años, en que
han sido curas de dicha villa los de su religión, ha enseñado el poco fruto
que ha conseguido en las almas por medio de sus ministerios, sin embaí·
go del continuo trabajo, fervorosas diligencias y medios más proporcio­
nados que se han aplicado para ello” ; espera, al dejar el curato, lograr
un m ayor fruto “como lo experimenta la Compañía, por la divina mise­
ricordia, en otras ciudades y villas, en que por sólo el impulso de ia cari­
dad trabaja en beneficio de las almas, no pudiendo negarse el mayor
atractivo de esta para cautivar las voluntades, en orden al fin sobrenatu­
ral” . Finalmente la posesión de este curato ha sido para la Compañía
una fuente de envidia y de odio entre los vecinos de la villa. Porque,ex­
plica, “siendo preciso que por el ministerio de curas pongan remedioa
muchos escándalos y desórdenes, a que está expuesta dicha villa por ser
paso y gargante de todo ei Reino, y a donde concurren mucha gente li­
bre, que no reconoce más sujeción que la de sus pasiones, lo es también
en su consecuencia el granjearse el desafecto y mala voluntad de los co­
rregidos y castigos, porque ninguno quiere justicia en su misma causa;
cuyo pernicioso efecto ha de cesar indefectiblemente cesando las causas
de la obligación de practicar semejan tes demostraciones, y en consecuen­
cia, quietos y pacíficos los ánimos, han de ser más útiles y fructuosos to­
dos sus ministerios” . Por otra parte había quienes ambicionaban pan
sus hijos el curato de la villa “la que se va aumentando más cada día,
.„no pudiendo dudarse que por sola esta razón se hará plausible esta re­
nuncia, y la admisión de V.E. tendrá tantos reconocimientos como in­
teresados pueden imaginarse en este Nuevo Reino, que son muchos por
ser copioso el número de sacerdotes, y que exceden sin comparación a
los curatos” .
Pedía al mismo tiempo el P. Manca autorización para trasladare!
colegio e iglesia que tenía la Compañía en Honda a otro lugar máscó-
modo, pues estaba situado el colegio en un sitio distante del centro de
la villa, en un paraje m ontuoso, “y para llegar a él se ha de vencer uní
cuesta bastantem ente penosa, que en temple tan ardiente como el de
aquel puerto, no puede menos que retraerlos (a los vecinos) gravemente,
por evitar la molestia, la cual es mayor para los muchachos y niños que
frecuentan el aula de gramática y escuela que tenernos en aquel nuestro
colegio, que por este motivo no asisten en tanto número y con la conti­
nuación que pudieran, si el colegio estuviera en sitio menos distante y
más proporcionado para su asistencia”24.
La noticia de esta renuncia causó sensación en Honda. Un grupo
de vecinos, encabezados por Ambrosio José Rodríguez, Francisco An-

24 ANB, Curas y obispos, t. 51, fols. 601-602.


P. ANGEL MARIA MANCA
279
ionio Cicero, Manuel Gregorio Alvarez de! Río,i etc. dirigió un memo­
rial al cabildo para que pidiera al P. Jaime López suspender la transla­
ción del Santísimo Sacramento de la iglesia de la C o m p a ñ ía a la pa­
rroquial, ceremonia que iba a efectuarse el 26 de diciembre de 1745,
mientras se suplicaba al ordinario eclesiástico la suspensión de la orden
del virrey, y a este se le representaba lo perjudicial que sería para el bien
espiritual de la villa el que la Compañía dejara la parroquia, dada, escri­
bían, “la admirable educación, fervoroso celo, exacto cumplimiento en
el ministerio, pastoral cuidado y entrañable caridad e infatigable desve­
locon que los reverendos padres han beneficiado esta villa en el ministe­
rio y administración de este curato” 25.
E! cabildo acogió la petición del vecindario. A las razones expues­
tas en el memorial añadió la de estar sin terminar la iglesia parroquial, la
que se encontraba en parte sin techar y carecía de puertas y ventanas.
Al ser notificada al P. López la petición del cabildo, respondió que
éi sólo era un simple ejecutor de las órdenes de sus superiores, el Santísi­
mo Sacramento, añadió, se iba a trasladar no a la capilla de El Carmen,
sino a la viceparroquia de Nuestra Señora del Rosario, que era iglesia ca-
paz y decente; pero en atención a la representación del cabildo suspen­
día la traslación hasta recibir nuevas órdenes26 ,
El 26 de enero de 1746, Juan Alonso Pérez, en nombre del cabil­
do de Honda presentaba al virrey un memorial pidiendo que no se admi­
tiese a los jesuítas la renuncia del curato. No hay, decía, “ en todo el
Reino (y aún en las Indias todas) pueblo alguno de españoles que tenga
pastores tan ilustres, y sobre todo encomio (sin injuria de los demás)
tan singulares varones; ...siendo estos sujetos verdaderos secuaces del
más celante apóstol. San Pablo digo, que desasidos de los intereses terre­
nos, con tal limpieza manejan el ministerio que no buscan su utilidad,
sino el provecho de los feligreses” 27.
Con este memorial presentaba las representaciones elogiosas para
los jesuítas de fray Nicolás Antonio Ramírez, guardián del convento de
San Francisco de Honda, y fray José de San Buenaventura, prior de los
agustinos28.
Sin embargo no todos en Honda estaban de acuerdo con la actitud
asumida por el cabildo. A la sesión en que se trató de la renuncia de los

55 Ibid, Tais. 607-608.

U Ibid., fols. 608 v .- 611.

Ibid., fols. 625-630. Las palabras ciladasen cl fol, 626.


2-3
Ibid., fols. 6 L3 y 615
JUAN MANUEL PACHECO, S. J.
280
jesuítas, no habían asistido el alcalde Pedro Calvo de Arana ni los regido­
res José de la Torre y Francisco García Lledias, quienes, por su parte,
pidieron al virrey “despreciar el pedim ento” , considerando “que dichos
padres, con sus grandes capacidades, habrán considerado y premeditado
que el ser curas beneficiados de españoles les toca a los clérigos”29.
Los jesuítas mantuvieron su renuncia. Hl cabildo eclesiástico de
Santafé, después de convocar a oposiciones, proponía al virrey parala
parroquia de Honda la siguiente tema: el doctor José de Tejeira, cura de
Cáqueza, el doctor Cipriano de la Cruz, cura de San Victorino en Santa-
fé, y don Miguel de Masústegui, cura de Girón, Eslava eligió al primero
el 3 de junio de 174630 .
Este mismo año la consulta del colegio deliberaba sobre el sitio a
que debía trasladarse el colegio. Se habían examinado todos los lugares
posibles, “solar por solar” , y el que parecía más conveniente era el “que
está al pié del puente, con cola y campo su ficientísimo para nuestra vi­
vienda y oficinas necesarias, sin que tenga registro de parte alguna. La
puerta de la iglesia, que ha de ser, hace frente con la calle más principal,
llana y extendida, y hoy en día adornada con muchos edificios de casas
y tiendas de cal y canto y teja. El sitio es apacible;goza de los mismos
vientos que hoy en día tenemos, y de los que vienen de todas cuatro
partes, oriente, occidente, aquilón y m ediodía. Los que hasta hoy han
vivido y están viviendo en este sitio gozan y han gozado de robusta vvi­
gorosa salud; y todos los que han vivido y están viviendo en toda la pobla­
ción de caserío que está fundada, en más de tres cuadras, a las márgenes
y orillas de este río de Gualí, vemos y sabemos gozan de salud” .
El sitio en que hoy estamos, añadían los consultores, es una incul­
ta selva, rodeada de ásperas serranías, y tan alejada del comercio, que
nuestra iglesia se ve muy poco concurrida. Don Francisco Cicero y sus
hermanos ofrecen construir a su costa una iglesia decente y capaz, com­
prar el viejo colegio, y prestar, sin interés, el dinero necesario para la
construcción del nuevo.
El P. Manca aprobó la translación al sitio elegido31.

Un funcionario puntilloso

Puntilloso en extrem o era el caballero español don José Palacio y


Valenzuela quien desempeñaba el cargo de juez de puerto en Honda.

Ib td ., fots. 6 1 7 - 6 1 8 .

30 ANB, Curas y obispos, t. 13, fols, 183-185.

31 ANB. Miscelánea, t. 129, fo). 809. La consulta tuvo lugar el 10 de julio de 1746, y la tit­
ulan Pedro Montero, Juan Peláez, Antonio de Beáteeui (?),y francisco Javier de Rivas,
P. ANGEL MARIA MANCA
281

Había venido a Cartagena en 1737 como alférez de fragata en ios


navios comandados por D. Illas de Lezo, y el virrey Eslava le confirió
el cargo de juez de puertos en Honda en 1741 (Menor, de D. José de
Mesa y Armero al rey Re. t. 22. f. 920).
Era sobrino del cardenal don Luis Belluga, y en una carta al P.
Manca se ufanaba de contar con varios parientes en la C om pañía. Pero
no debía de profesar gran afecto a esta, pues era uno de los que abogaban
poique se les adm itiera la renuncia del curato. Sus encuentros con los
jesuítas habían sido frecuentes.
El 22 de m arzo de 1742 llegó a H onda una balsa procedente de la
hacienda de Villavieja, finca del colegio de Santafé, con varias arrobas
de carne para vender. Palacio la confiscó, puso preso en la cárcel al mu­
lato que la conducía y lo m ultó con cuatro pesos. Para proceder así, ale­
gaba que se había violado el decreto dado por él de no desem barcar co­
sa alguna en el puerto sin darle previo aviso. El padre rector del colegio
de Honda, que lo era entonces el P. M artin de Egurvide, dirigió una enér­
gica carta al Palacio pidiéndole recibo por los cuatro pesos de multa, pa­
ra dar razón, decía, al rector del colegio de Santafé, y quejándose de la
manera violenta con que se había procedido. Si aquella carne se necesi­
taba para remitirla a Cartagena, añadía, “ una súplica y cortesano recado
de vjti. hubiera sobrado para dar a S.M. los frutos que trajo dicha bal­
sa”32 .
Contestó tam bién agriamente Palacio pretextando el decreto que
tenia dado sobre la entrada de artículos en el puerto, y las órdenes que
había recibido del virrey para rem itir a Cartagena toda la carne posible.
“Siesta carta, term inaba, no satisface a V.R, daré certificación, sirvién­
dose V,R. mandar a persona de su satisfacción para que se pesen los die­
cisiete tercios de carne y aperciba su im porte. Debiendo saber V.R. que
sólo es mi anhelo cum plir con las órdenes de S. Ex. y servir a V.R. en
cuanto fuere de su obsequio” 33.
Al año siguiente se presentó un nuevo conflicto. Ya hemos narrado
cómo la saetía catalana Nuestra Señora de M onserrat, en que venía una
expedición de m isioneros jesuítas, fue apresada p o r los ingleses no lejos
de Cartagena. Se logró más tarde rescatar en Jamaica la embarcación y la
mayor parte del equipaje de los m isioneros. Este salió de Cartagena, en
noviembre de 1743, al cuidado del H. José Paray, En la guía que le die­
ron los oficiales reales figuraban 20 baúles medianos, ó grandes, 23 cajas
y 51 cajones. El II. Paray pasó sin tropiezos por los registros de los puer-

32 Cana del Martín de Egurvide al contador don José Palacio, Honda 26 mareo 1742; ANË,
Impuestos varios, Cartas, t. 17, fol. 650.

33 Carta de José Palacio al P, Egurvide; Honda, 26 marzo 1742; Ibid. fols. 650 v. * 652.
JUAN MANUEL PACHECO, S. J.
232

tos de Mompos y Tamalameque; pero al llegar a Carare halló el jefe de


este puerto que venían diez cajones más de los señalados en la guía, e
inmediatamente dio aviso al juez de puertos de Honda. No bien llególa
carga a Honda, fue confiscada por Palacio. El P, A ntonio Uscátegui, rec­
tor del colegio, dirigió un memorial a Palacio pidiendo el desembargo de
los equipajes, pues se debía a un error de pluma el error en el número
de los cajones, y para que esto no parezca vano efugio, añadía, los pue­
de registrar con la seguridad de que no encontrará en ellos cosa alguna
que pueda denigrar el buen nombre de la Compañía.
Sólo accedió Palacio a devolver lo restante del equipaje, dejando
en la bodega todos los cajones, hasta no recibir orden del virrey, pues
no podían determinarse, decía, cuáles eran los que venía de más34. Hu­
bo de venir orden del virrey Eslava para que desembargara los cajones35.
El bautismo de una niña, de la que había sido nombrado padrino
Palacio, dio ocasión a nuevo encuentro. El suceso, referido por el mismo
Palacio, revela el carácter puntilloso del funcionario. Dejando aun lado
los pormenores, el hecho fue que el padre rector Pedro López, en vez
de bautizar a la niña como lo esperaba Palacio, envió en su lugar a) P.
Diego Tejeiro, que se encontraba de paso en Honda, “Quedé sonrojado,
escribe Palacio, por no haber faltado en cosa alguna” , y aunque invité,
añade, al P. Tejeiro a refrescar en mi casa, como es aquí costumbre, no
se me correspondió, lo que fue notado por todos.
Ardido andaba Palacio cuando, poco después, tropezó cerca de la
iglesia con el padre rector. El diálogo que sostuvieron lo reproduce ej
mismo Palacio, Acompañaban al juez otros dos caballeros importantes
de Honda, y al verlos exclamó el P. López:
—Qué tres, y en fila.
— Y suficientes para batir en brecha cualquier plaza por fuerte que
sea, - replicó Palacio.
— El jesuíta le extendió la mano para saludarlo y añadió: Ahora
iba a casa de vuestra merced.
— Siempre que me vé, comentó el juez, me dice que va a mi casa.
—No sea Ud. picaro, —se chanceó el rector.
—Y no sea Ud. doblado, —gritó Palacio.
Sintióse el P. López, y ya acalorados se dijeron algunas frases más
que no recordaba Palacio.

34 ANB, Impuestos varios, Cartas, t. 17, fols, 656-662. En el rescate de los equipajes habúl
trabajado con eran empeño el P. José Fígnon, uno de los expedicionarios, perteneciente a
la provincia de Quito que se había quedado en Cartagena con este intento. Cfr. J. JOCA-
NEN, Hist. II, 214.
35
Carta de Palacio al virrey, Honda, 18 mayo 1744; ibid. fol. 800.
P. ANGEL MARIA MANCA
283

I
Más Urde, reconvenido el juez por el corregidor Pedro Carrillo por
er tratado mal de palabra al rector del colegio y párroco de la ciu-
, excusóse diciendo que había sido un acto primo, y "en esta forma,
lenta, tengo hecho juicio no se ofende a Dios, con que m ucho menos
emos damos por ofendidos sus criaturas” 36 .

Pero lo que más disgustó a Palacio fue el hecho de que poco des-
i le negara el P. Fernando Vergara, sucesor del P. López en el recto-
), mía recomendación que le pidió.
Carta de Palacio al P. Angel María Manca ¡Honda, 20 agosto 1745¡lbid. fols. 637’640.
Palacio no sólo se había malquistado con los jesuítas, sino que con
nodo altivo de proceder se habían granjeado numerosos enemigos.
Ibitl.
) atribuía al rigor conque perseguía el contrabando. Las acusaciones
eron contra él, y durante más de cuarenta días estuvo preso por or-
de la real audiencia. Para justificarse pidió recomendaciones aí ca-
a de la villa, a las comunidades religiosas y a los eclesiásticos residen-
;n Honda. El P. Vergara se excusó, Y lo que más dolía a Palacio fue
esta negativa la aprovecharon sus adversarios para corroborar sus in-
íes.
JUAN MANUEL PACHECO, S. J,
284
a que asistió v.m., en que se forjaron calumnias, urdieron imposturas
contra nosotros". V 31: podrá decirme si en esos lances, en que peligraba
el crédito de una religión, sacó la espada en su defensa. Le recuerda
también la carta que escribió al capitán del Carare, con ocasión de haber
subido a pacificar a los negros de la hacienda del río La Miel el padre
rector del colegio de Mompós, P. Egurvide38 .
Todo esto, añadía, le impulsaba a concederle la certificación,pero
había otras razones insuperables para negarla, como era el tener los je­
suítas prohibido dar recomendaciones que redundaban en perjuicio y
ofensa de otros, y el ser útiles, pues en los tribunales se las miraba como
pruebas adquiridas más por la industria que por la justicia39 .
De todo esto dio cuenta Palacio al virrey Eslava en una larga carta,
tratando de justificarse40 . Pero su animadversión a los jesuítas lo mues­
tra también otra de sus cartas al virrey, fechada el 23 de diciembre de
1745, en la que se refiere a la sesión del cabildo en que se pidió que no
se aceptara la renuncia presentada por la Compañía al curato. Todo lo
presenta como obra del “confidente" de Jos jesuítas, Francisco Cicero,
“el hombre más poderoso de la ciudad” , y como maniobra del P, Jaime
López. A este cabildo, decía, no habían sido citados ni los clérigos déla
villa, ni otras personas im portantes, entre otras él, “siendo ministro del
rey y vecino de excepción". Terminaba su carta pidiendo al virrey que
nombrara párroco de la población a un clérigo y nó a un jesuíta41.
No sabemos si con el tiempo se mejoraron las relaciones de Palacio
con los jesuítas. Lo cierto es que envió más tarde a sus hijos, José y Cris­
tóbal, a estudiar en el colegio de San Bartolomé42,
Durante largos años desempeño Palacio el cargo de juez del puerto
de Honda, y en este cargo se encontraba en 1767 cuando fue comisiona­
do por el virrey para ejecutar en esa ciudad la orden de destierro dada
por Carlos III contra los jesuítas.

3fi
En la hacienda del río La Miel los negros habían dado m uerte a un esclavo y maltratado a
otro.

39 Carta del P. Angel M. Manca a José Palacio, Chamicera, 25 agosto 1745 Ibid. fol. 633-635.
40
Carta de José Palacio al virrey Sebastián de Eslava, Honda, 6 septiembre 1745; Ibid, fols.
643-648.

41 Carta de José Palacio al virrey; Honda, 23 diciembre 1745 Ibid. fols. 609-607, (está mal
encviademada),,
42
Archivo de San Bartolomé. Libro de m atrículas, fol. 5 v, 6 y 26.
P. ANGEL MARIA MANCA
285
En h diócesis de Santa Marta

El 21 de marzo de 1743 era presentado por el rey para la sede sa­


mada el doctor Juan Nieto Polo del Aguila, graduado en la universidad
de San Gregorio de Quito, y chantre de la catedral de Popayán. El nue­
vo prelado había nacido en la capital del Cauca, hacia 1703, y contaba
en la Compañía de Jesús con dos herm anos, los PP. José y Tomás que
había entrado en la provincia de Q uito43. Se consagró el 28 de octubre
de 174444 y al año siguiente tom aba posesión de su sede,
No bien llegó a su diócesis, se le presentó un panoram a desolador.
La falta de clero era angustiosa. La catedral contaba únicam ente con
dos prebendados, y a uno de ellos hubo de suspender muy pronto por
su vida escandalosa. La ciudad sólo disponía de cinco sacerdotes,
Los candidatos que se presentaron a las órdenes sagradas carecían
de la ciencia necesaria y de congrua sustentación. El rey había asignado
300 pesos anuales para dos profesores, uno de gramática y otro de m o­
ral, pero sólo enseñaba gramática, el prior del convento de Santo Do­
mingo, quien, al decir del prelado, no era a propósito para enseñar45.
Bien contados eran tam bién los sacerdotes en el resto de la diócesis, y
estos pocos, escribía “ necesitan correcciones y tenerlos a la vista, ya por
sus costumbres com o por su ¡literatura” 46.
Esta angustiosa escasez de sacerdotes movió al señor Nieto Polo a
pedir al P. Manca que le concediera dos misioneros jesuítas. Escribiendo
al rey desde Riohacha le inform aba: “ Considerando la taita de educación
que padece por la carencia de operarios, me valí del reverendo padre
provincial de la Com pañía de Jesús para que me diese dos operarios
evangélicos, com o con efecto me envió a los PP. Ambrosio Batalla [Ba-
ttaglia] y Francisco Riveros, los que a mi costa andarán toda la provin­
cia haciendo en todos los pueblos su misión (com o ya lo van haciendo
con sumo fructo) por necesitarla tan to esta provincia para la extinción

1,3 LUliEL-RITZLER, Hicrarchte Catholfca Medii et Recentioris Aevi, VI, 2 7 8 ;G . ARBOLE­


DA. Diccionario biográfico y genealógico del antiguo departamento del Cauca, 2a. edic.)
Bogotá, 1962, p. 306. Cfi. LUIS GARCIA B E N IT E Z ,Reseña histórica d e b í obispos que
han regentado la diócesis de Santa Marta, I, 215-224. El señor Nieto Polo fue trasladado a
la sede de Q u ito en 17 4 6 ; desde Ocaña dio poder, el 30 de julio de 1748 al deán de Quito
para que tom ara en su nom bre pesesión del obispado. Murió en Quito en 1759, el 12 de
mayo, González Suárez lo llama “ uno de los mas benem éritos de la iglesia de Q uito"(His-
toria General de te República del Senador, V, 169).

44 E. RESTREPO TIRADO, H is to r ia de te Provincia de Santa M a r t a . II, 204,

45 Carta del señor Nieto Polo al re y ; Riohacha, 21 abril 1746; AG1, Santafé, lcg. 5 23.

46 Caria al rey; Ocaña, 4 m arzo 17 4 7; ib id.


JUAN MANUEL PACHECO, S. J.
286

de vicios y reforma de costumbres”47 . Y más tarde, desde Oeaña, aña­


día: “Mucho han limpiado los padres misioneros jesuítas, porque no han
dispensado al trabajo, en medio de ser los tem peram entos muy cálidos,
porque su fervor reemplaza esos calores” 48 .
No se contentó con esto el señor obispo. En vista de tantas necesi­
dades escribe el rey: Por estos motivos me ha parecido tan propio de mi
ministerio hacer a V.M. la súplica de que se dígne conceder a esta du­
dad la fundación de padres de la Compañía, tan provechosa y útil a to­
dos estados, así por su religiosa enseñanza, como por la extensión de
vuestra real corona en tantos infieles que habitan y talan esta provincia,
pareciéndome muy proporcionado y sin especial gasto de vuestras reales
arcas como expresaré” . Las medidas económicas que propone para sos­
tener el colegio son, en síntesis, las siguientes: aplicar al colegio los 300
pesos asignados para la cátedra de gramática y inoral, hacerle una dona­
ción de 6.000 pesos de las cajas reales, concederle algunas tierras baldías
y licencia para traer 100 o 150 negros para m ontar una hacienda49.
También en 1743 se dieron misiones en la provincia de Mariquita
con gran fruto, según escribía el corresponsal del P. Rauberen Honda;
“Ya avisé a V.R., le dice, el mucho fruto que hicieron en Mariquita los
padres misioneros, habiendo allanado los escollos que se oponían“50.

Una vocación notable

El 30 de julio de 1746 ingresaba en el noviciado deT unjaun conoci­


do abogado de las audiencias de Lima, Q uito y Santafé, y asesor del vi­
rrey del Nuevo Reino Jorge Villalonga, el doctor Pedro Félix de Moya
Había nacido en Villar de la Encina (Belmonte, España) el 22 de febre­
ro de 1688. Fue en su juventud jesuíta, pues en un antiguo catalogóse
dice que estudió tres años de filosofía dentro de la Compañía, “cuando
estuvo por primera vez en ella” 51 . En efecto había venido a América,
aun novicio, para ia provincia de Quito, en 1705, en la expedición pre­
parada por el P. Juan Martínez de Ripalda52 . Al dejar de ser religioso se

47 Carta al rey. Riohacha, 22 abril 1746; ibid.

48 Carta al rey; O caña, 4 m arzo 1 7 4 7 ; ibid.

49 Carta al rey R ioh ad ta, 21 abril 1 7 4 6 ;ib íd ,

50 Carta del 3 diciembre 1743; ANB, Temporalidades, t. 13, fol. 457 v.

51 ANB, Miscelánea, t. 56, fol. 759.

AGI, Contratación, teg, 5548; - Catálogo de los sujetos de Jas Misiones del Nuevo Reino y
Quito; APQuito, leg. 5.
P. ANCEL MARIA MANCA
287
consagró al estudio de la jurisprudencia y se graduó en ambos derechos.
Contrajo matrimonio con doña Ana Váscones y Velasco, y fruto de este
matrimonio fue don Francisco Javier de Moya, canónigo de la catedral
de Santafé, Habiendo enviudado, contrajo nuevas nupcias con doña Te­
resa Correa, la que murió en 1743 sin dejarse sucesión. Fue profesor en
la Universidad Javeriana, y regentó en ella las cátedras de Instituta y de
prima de cánones33 . El 6 de diciembre de 1743 se ordenaba de sacerdo­
te53545^ dos años y medio después tomaba la sotana del jesuíta. Permane­
ció en Santafé basta su m uerte, consagrado a los ministerios sacerdota­
les. durante algún tiem po fue director de la congregación de Nuestra Se­
ñora de Loreto33, Murió en esta misma ciudad el 12 de junio de 1763567.

Ultimos años del P. M anca

Sólo fragmentarias indicaciones hemos hallado sobre la visita del P.


Manca a la provincia. En abril de 1744 visitaba el colegio d eT u n ja37 y
en marzo del año siguiente se encontraba en Mérida, en donde reprueba
d descuido que se había tenido en la reunión de las consultas del cole­
gio53.
En los primeros meses de 1746 recorrió las misiones del Casanare,
Meta y Orinoco, “con gran consuelo m ío, escribe al virrey Eslava, por
haber visto en ellas bien logrados los sudores de aquellos operarios que
trabajan en coger aquella sazonada mies“39,
Desde noviembre de 1746 estaba nom brado el P. Manca provincial
de Quito, pero la carta del padre general tardó cerca de dos años en lle­
gar a su destino. No bien recibió el P. Manca el nuevo nom bram iento se

53 J. M. RESTREPO SAENZ, Biografías de los mandatarios y ministros de k Real Audiencia,


p. 525.

54 I. VARGAS JURADO, Diario, p. 25.

55 Catálogo breve de 1756; ARSI, N.R. et Q. 4 , fot. 347.

W Catlialogus publícus Novi Regnianno I763;ib¿d. fot. 377.

S7 Libro de La sacristía d d colegio de Tanja, fot. 144 v.

ífl
Libio de consultas del colegio de Mcrida, fol. 64.

í? Carta al virrey Sebastián de Eslava; Santafé, 24 abril 1746; ANB, Miscelánea, t. 90, fol. 54.
JUAN MANUEL PACHECO, S. J.
288

puso en cam ino, y el 30 de octubre de 1748 llegaba a Popayán, primer


colegio de la provincia de Q u ito 60,
Dejó en Q uito el P. Manca un buen recuerdo com o provincial. Ter­
m inado su gobierno, fue designado rector del Colegio Máximo de esa
provincia. El decreto de expulsión de Carlos IH le sorprendió en el cole­
gio de Q uito, cuando contaba 79 años de e d a d . A unque el presidente le
perm itió quedarse en la ciudad, rehusó hacerlo, y salió cam ino del des­
tierro el 31 de agosto de 1767. M urió durante la travesía del océano, el
13 de octubre de 176761.

60 J. JOUANEN, Hist. II, 228-229.

61 6', Kratz, Gesuiti italiani nuHe missioni spagnuote al tempo dell* espulsione; eri Archisum
Historicum Societatis lesa. 11 (1 9 4 2 )5 0 .
C A P Í T U L O XI

L A M IS IO N D E L D A R IE N

I — El Darién y su historia

La región.

El Darién comprendía una extensa región de la costa atlántica, des­


de el río Sinú, en Colombia, hasta el río Mandinga en Panamá1 En su
centro se encontraba el golfo deU rabáen el que desaguan más de treinta
ríos. El principal es el río A trato, uno de los más caudalosos del mundo
con relación a la longitud de su curso, 750 kilómetros.
Dos regiones se distinguían entonces: el Darién del Norte, al oriente
del golfo de Urabá, y el Darién del Sur en el Istmo de Panamá, con cos­
tas a ambos océanos. La costa oriental del golfo de Urabá es baja y ane­
gadiza, y está cubierta de manglares. De Turbo hacia el norte se presen­
tan algunos ribazos y playas, Para volver a llenarse de manglares al acer­
carse a ia península que cierra el golfo. Ya en pleno litoral dei Caribe se
encuentran los ríos Mulatos, Damaquiel, San Juan Canalete y otros.
La cordillera del Darién recorre toda la región del Darién del Sur, y
de ella se desprenden algunos ríos, pocos y cortos en la vertiente del
atlántico, y algunos de m ayor importancia en la vertiente del Pacífico,
como el Changres y el Chucunaque-Tuira.
Todo el antiguo Darién es una zona selvática, de suelo siempre
húmedo y pantanoso, de clima cálido y malsano. Las continuas lluvias
hacen todavía m á s desapacible esta región. “ Es lo más horrible que
pueda imaginarse” , escribía el P. Pedro Fabro2

1 JACOBO WALBURGER SJ. Breve noticia de la Provincia del Darién de la ley y costum­
bres de los indios, de la poca esperanza de plantar nuestra santa fe y dei número de sus
naturales (1749). ANB, Milicia y marina, t. 123. fols. 31 v, ss.

2 Carta - informe del P. Pedro Fabro al virrey de San tale (Santalc, L2 febrero 1754); ANB,
Milicia y marina, t. 135, fol. 258v. Sobre la región del Darién cfr. ERNESTO HERNAN­
DEZ, Urabá Heroico (Biblioteca de autores colombianos) I, 39-46 MANUEL LUENGO
MUÑOZ, Génesis de ¡as expediciones militares al Darién. en Anuario de estudios ameri­
canos (Sevilla) 18(1961) 339-343.
JUAN MANUEL PACHECO, S. J.
290

Los cunas,3

Habitan aun hoy día estos territorios los indios cunas, de raza can-
be, Son de pequeña estatura, membrudos, con tendencia a la obesidad,
de cara redonda, piel atezada y cabello negro y recio4 . Vivían disemina­
dos a las orillas de los ríos y en litoral atlántico. Solo en el Darién dd
Sur se encontraban algunos pueblos de indios, como Molineca, Balsas y
Pirri, atendidos por los padres dominicos. Su alimento lo buscaban prin­
cipalmente en la caza y en la pesca, pues su agricultura se reducía a unas
pocas siembras de plátano y maíz. Como todos los indios eran muy pro­
pensos a la embriaguez. Fabricaban una especie de chicha de maíz fer­
mentado, y bebían también sin medida todo el aguardiente que encon­
traban5 .
Admitían la existencia de un Dios supremo, quien vivía en su casa
de oro y plata, adornada de espejos, sentado en un banquito de oro. Este
Dios estaba del todo ignorante de lo que pasaba en el mundo, y los úni­
cos informes que recibía eran los de los indios que m orían e iban al cie­
lo6 . Era distinto del Dios de los blancos.
Entre los cunas gozaban de un gran prestigio y autoridad losfera,
personajes que eran a la vez adivinos, curanderos y jueces. Eran el centro
de la vida religiosa y civil de los cunas. Como su Dios no tenía noticias
del mundo, era preciso, decían, consultar al diablo, quien es muy prác­
tico y sabio. Los leres tenían este oficio. Se encerraban para ello en una
pequeña choza construida al efecto, y allí pasaba varias noches cantando,
gritando e imitando los rugidos del tigre o los ladridos de los perros. De
vez en cuando echaba unos granos de cacao en una olia con carbones
encendidos que tenía en medio de la choza. Pocas horas antes de salirse
tendía en tierra para escuchar las revelaciones del diablo. Salía comore-

Sobre los indios cunas cfr. V IC E N T E RESTREPO, Viajes de Leonel Wafer al Istmo dd Da­
rién. (Cuatro meses entre los indios. Traducidosy anotados por Vicente Restrepo. (Bogotá,
1888). Este libro había sido publicado con anterioridad, por entregas, en El Repertorio
Colombiano (Bogotá) tomos V II (1881) y V III (1882); A N T O N IO A R E V A LO , Descrip­
ción o relación del golfo de el Darién, en C U E R V O , A.B. Colección de documentos inédi­
tos, II, p, 259-261; E R N ES TO RESTREPO T IR A D O , Un viaje al Darién (Apuntes de car­
tera) en El Repertorio Colombiano, 13 (1887) 345-400. Parala bibliografía moderna,cft.
NILS M. H O LM ER y S. H E N R Y WASSEN, Nia-íkala. Canto mágico para curar la locura.
Texto en lengua cuna, anotado por el indio Guillermo Hay ans; en Etnologiska Studier. 2),
p. 133-137 (Göteborg).

4 V . RESTREPO, Viajes de Leonel Wafer, p. 49-50.

5 A. Arévalo, Descripción o relación del golfo de el Darién, p. 260.

6 J. W ALBU R G ER , Breve noticia de la provincia del Darién, no. 2.


r
LA MISION DEL DARIEN

sucitado de la m uerte, eon muestras de gran fatiga y haciendo horribles


gestos. Encendía un cigarro, y después de lanzar bocanadas de hum o so­
bre el rostro de los circunstantes, con voz solemne, revelaba lo que los
indios debían hacer ya con un enfermo, ya en el caso de una desgracia,
o en un proyecto de utilidad común.
Eran también los leres los que bañaban a los recién nacidos, con­
firiéndoles una especie de bautismo, y los que presidían las ceremonias
del matrimonio7 .
Los cunas celebraban el entierro de sus capitanes con la mayor
pompa que les era posible. Enterraban juntam ente con el cadáver del
capitán a los esclavos que este había poseído, indios chocoes o páparos,
a los que daban muerte a flechazos o lanzadas. Igualmente arrojaban a
la sepultura todos los enseres del m uerto, no solo los arcos y flechas, la
ropa y las joyas, sino sus animales domésticos. Más aún, sus mujeres ma­
taban en el seno a los niños que habían tenido de él, y sus parientes des­
truían las sementeras y cortaban ios árboles que él había plantado8 .

7 El P, Walburger describe así estas ceremonias: “ La segunda función solemne que se celebra
en el carro es cuando el lere bautiza según su ley y religión. Ocho o doce días despuós de
haber nacido la criatura, se mete él en su caíto por algunas horas. Se le previene una olla
grande llena de agua, y otra pequeña con carbones encendidos. Mientras él está gritando y
haciendo sus ceremonias acostumbradas, hay una chicha grande, y todos sin falta se embo­
rrachan como siempre. Uno solo que es el padrino se queda algo raciona). Este después trac
al lete la criatura, a la cual baña por un buen rato, cantando varios cantos;después la saca
del baño y la ahúma con cacao. Acabado esto sale el lere con la criatura y la entrega a su
madre, amonestándole que cuide de ella porque saldrá un gran indio, que defenderá sus ue-
rras de los españoles. La madre muy contenta de tales esperanzas y promesas, le regala al
lere dos varas de género, dos ovillos de algodón hilado, y se va a la chicha, la que ordina­
riamente dura por dos días.
“Pero aun más tiempo dura la solemnidad de la chicha que hacen con ocasión de algún ca­
samiento a su ley. Para esta solemnidad se convidan los indios de los demás ríos. Antes que
llegue el día de Las bodas, se van unos a montear y otros a pescar. Traen ordinariamente
puercos de monte, saínos, monos, iguanas, pejes, etc,, y lo ahúman todo. Ocho días a lo
menos antes que se celebre el casamiento, se mete la esposa del todo desnuda en el carro,
en donde de día y de noche continuamente la están bañando las mujeres, de tal manera
que muchas veces sucede que se le desolla el pellejo, y otras muchas cae enferma. Su des­
canso sólo es a media noche, por dos o tres horas, en una hamaca armada en el carro, sin
tener licencia de taparse. Su comida y bebida es la chicha y unos plátanos asados. La octa­
va noche sale la esposa tapada con un velo o manto hasta medio cuerpo, y la acompañan
mujeres mozas cantando. í-'l esposo ha de estar borracho de tal suerte que ya no tenga uso
de sentidos. Luego acude el Lere como el supremo ministro, y hace sobre él sus ceremonias,
ahumándole con humo de cacao, y sienta junto al esposo la esposa, a la cual le corta el
pelo cantando, y los demás, borrachos, responde y bailan. En levantándose la esposa del
lado del esposo suyo, vienen las mujeres parientas y se la llevan consigo, cuidándola por es­
pacio de cuatro meses. Pasado este tiempo empieza a hacer vida con su marido” (Breve no­
ticia. n, 9 y 10).

*■ J. W A LB U R G ER , B reve noticia de la provincia del Darién. n, 11. “ En época no lejana


estos indios enterraban los cadáveres con todas las riquezas que poseían el difunto, lo que
daba pié para muchas profanaciones de sus sepulturas de parte de los civilizados codiciosos.
JUAN MANUEL PACHECO, S. J.
"Xp

Los leres solían m atar a los enferm os que creían incurables, atra­
vesándoles una lanza por el costado, después de haberles persuadido
que era m ejorm orir e i r á gozar en el cielo. O tros enferm os eran enterra­
dos vivos, y los más abandonados a su suerte en m edio de la selva, “ti
enterrar vivo es tan común entre estos indios, escribe el P. JacoboWa]-
burger, que en térm ino de dos años y m edio enterraron los de mi pueblo
nueve adultos vivos y aun muchas más criaturas” 9 .
Practicaban la poligamia, y en este vicio encontraban los misioneros
uno de los mayores obstáculos para la cristianización de los cunas.
En sus frecuentes bailes, en los que corría la chicha, todos termina­
ban embriagados, tendidos por el suelo. En estas ocasiones se entrega­
ban, sin reparo alguno, al desenfreno de sus pasiones.10

La colonización española.

En esta región del Darién iniciaron los españoles la primera coloni­


zación del continente americano. A orillas del golfo de Urabá surgieron
San Sebastián de U rabá11 y Santa María la Antigua del Darién, que llegó
a ser sede episcopal12, efímeras poblaciones que desaparecieron por lo
insalubre del clima y las hostilidades de los indígenas.

Antecedentes misionales.

Durante el siglo XVII se hicieron varios intentos para evangelizara


los cunas. Una rápida excursión misionera realizaron al río Damaquiel
(Urabá) los padres Diego de Torres y Alonso de Sandoval en 160613

Hoy d ía. aleccionados por la experiencia y los buenos consejos de gente desinteresada.no
los cntierran sino cou parte de sus habetes y no los m is preciosos". SEVE RIÑO DE SAN­
TA TERESA O C., Ritos fúnebres de los indios Karibe-Kunas de Urabá, en Revista de Mi­
siones (Bogotá) 9 (1933) 405.

9 Breve noticia, n. 15.

10 S. WALBURGER, Breve noticia, n. 20.

11 Eue fundada por Alonso de Ojeda en 1509 en la banda oriental del golfo de Urabá. Cír.
SEVE RIÑO DE SANTA TERESA, Historia documentada de la ¡ kIcsio en Urabá y el Da-
rién, 11, 38 ss.

12 La fundó el bachiller Martín Eernández de E",neis o a mediados de 1510, a la margen dere­


cha del río Tanela, en la banda occidental dei golfo de Urabá (SEVER1NO DE SANTA
TERESA, op. cit, 11,63 ss) Eue elevada asede episcopal por León X en 1513 por bula dtl
9 de septiembre, y su primer obispo fue el franciscano Eray Juan de Quevedo (Ibid, p. 331
ss). Esta sede fue trasladada a Panamá en 1524 (Ibíd, 111, 369 ss).

13 Cfr, I jOS Jesuítas en Colombia, I, 335-358.


LA MISION DEL DARIEN 293
Más fructuosa fue la actividad del célebre misionero agustino reco­
leto, fray Alonso de la Cruz García Paredes, quien en 1626 se estableció
en Urabá y fundó la población de Santa Ana a orillas del Damaquiel. La
sagrada congregación de la propagación de la fe le nom bró, en 1629, pre­
fecto de estas misiones. Pero en 1633 moría a manos de lo indios Junto
con otros dos religiosos141567
En laparte delistm o u n joven español, Julián Carrizolio de Alfaraz,
que a los trece años de edad había sido cautivado por los cunas, al nau­
fragar el barco en que viajaba, logró adquirir gran ascendiente entre ios
indios y los persuadió a que hicieran las paces con los españoles y pidie­
ran misioneros. Con el salió de Panamá, el 24 de noviembre de 1737, el
dominico flamenco fray Adrián de Santo Tomás para establecer una mi­
sión en el Darién. Pronto se le unieron otros misioneros de su orden.
Fundaron varias poblaciones, entre ellas, a San Jerónim o de Yaviza y
San Juan de la Vega de Tacarcuna, Establecieron además un colegio para
niños indígenas, del que hace grandes elogios el P. A driánl s . Más de un
siglo después, en 1746, se encontraban los dominicanos al frente de va­
rías reducciones en el D arién16 .
También los capuchinos intentaron establecer una misión entre los
indios de! Darién. En 1647 llegaban a Cartagena, por diferentes vías,
dos expediciones de misioneros capuchinos, la una con destino al Darién
traía por prefecto al padre fray Antonio de Oviedo, y estaba compuesta
de religiosos castellanos; la otra de andaluces, dirigida por el P. Gaspar
de Sevilla, había venido a América en busca de un campo misional, ya
que no había podido entrar en Guinea. Los andaluces se establecieron
en (Jrabá, y fundaron la población de Tunacuna en el golfo de Urabá,
pero bien pronto recibieron orden de sus superiores de regresar a Espa­
ña, por haber m uerto num erosos religiosos en la provincia11. Los caste­
llanos se dirigieron a Panamá y luego al río Tarena. La prim era impre­
sión que recibieron de los indios fue muy desfavorable: había, escribie­
ron, que enseñarles primero a ser hombres para poderlos cristianizar18.

14 PEDRO FABO O.R.S.A., Historia de la provincia de la Candelaria de Agustinos Recoletos.


I, 143-183 ¿33 2 46 MARCELINO GANL'ZA, O.R.S.A. Monografía de las Misiones vivas
de Agustinos Recok tos ( Candelarios) en Colombia, 1,54-98,

15 Cli. SEVERINO DF, SANTA TERESA,op. eií. IV, 27-101.

16 Cfi. Informe del P. Pablo Maroni, rector del Colegio de Panamá al presidente de Panamá,
don Dionisio de Alcedo y Herrera (Panamá, lo . julio 1746); ANB„ Milicia y marina, t. 119,
fol. 638.

17 Cfr. LAZARO DE ASPL'RZ O.F.M.C., Redin, soldado y misionero. (Madrid, 1951) p. 241
ss,

18 Ibid.p. 247.
JUAN MANUEL PACI IECO, S. J.
294

El trabajo se presentó duro e ingrato. La presencia de un destacamento


de soldados que vino a protegerá los misioneros fue la señal para unte-
vantam iento de los indios. En septiembre de 1652 el P. Antonio de
Oviedo cafa víctima de los salvajes. Los demás misioneros optaron por
regresar a España, dando por imposible la prosecución de la empresa19.
Varios intentos hicieron los capuchinos por restablecer esta mi­
sión. En 1681 salió de España una misión de siete capuchinos castella­
nos, con el P. fray Bernardino de Madrid por superior. Fundaron dos
poblaciones, una en el río Tarena, y otra en las riberas de! río Paya. Pero
la rebelión de los indios los obligó a regresar a Panamá y luego a España
en 168 9 2021.

Los escoceses31

El Darién es un sitio estratégico por la proximidad de los dos océa­


nos. Por esto fue una región muy visitada por piratas y contrabandistas.
En la última década del siglo XVII los escoceses intentaron fundar
una colonia en “esta puerta de los mares y llave del universo”13. Una
flota con 1.200 expedicionarios, dirigida por Guillermo Paterson, se di­
rigió al Darien en 1698. Allí fundaron la colonia de Nueva Caledonia.
Pero los desalojó, en 1700, el gobernador de Cartagena, Juan Díaz Pi­
mienta ,
La Iglesia de Escocia había enviado algunos pastores presbiterianos
para organizar una iglesia en la colonia y predicar a los indígenas.Pero
se habían desalentado porque no pudieron comunicarse con los indios
por ignorar su idioma23.

Los franceses

Cuando llegaron los escoceses al Darién encontraron a numerosos


extranjeros, en gran parte franceses, establecidos allí. En su mayoría

19 Ibid. p. 285-289

20 SEVERINO DE SANTA TERESA, Historia documentada de la Iglesia en í/raba y el De-


rién, fV, 197-244.

21 Cfr. RESTREPO SAENZ, EDUARDO. Los escoceses en el Darién, BH A 18 (1930) 379-384;


VAUGHAN, EDGAR, La colonia escocesa en el Darién (1698-1700'} y su importantia tu
los anales británicos en Boletín CUf tunal y Bibliográfico (Bogotá) 9 (no. 2.1966) 189-211;
SERGIO ELIAS ORTIZ, Presidentes de capa y espada (1654-1 719}, en Historia txtena
de Colombia, vol. 3, tomo 3. p. 252-258.

22 VAUGAN, E. art. cit. p. 195.

23 Ibid. p. 208.
LA MISION DEL DARIEN
295

eran forajidos que se dedicaban ai robo y al asalto. Los que caían en po­
der de las autoridades españolas iban a parar a la horca en Panamá;
otros caían asesinados por los indígenas2425.
Uno de estos franceses, Carlos Tibon, aliado con los indios, asaltó
y saqueó las minas de Santa Cruz de Caná. El presidente de Panamá,
Manuel Alderete, envió contra él tropas al m ando de Luis García, un
mestizo valiente y sagaz, quien puso térm ino a la revuelta'dando muer-
tea los cabecillas.
Pero García, descontento porque el gobierno no había premiado
suficientemente sus servicios, encabezó otra rebelión, dándose el título
de El Libertador del Darién. Al frente de numerosos indios cayó sobre
Yaviza en 1727 y dio m uerte al cura, al alcalde y al teniente. El Real
de Santa María, Chepigana, Molineca y Santa Cruz de Caná fueron re­
ducidas a cenizas. Fuerzas españolas enviadas contra él lo acorralaron
en el río Chucunaque, y aunque los indios pelearon con valor, García
fue vencido y m uerto35.
Un grupo de sesenta franceses, que vivía de la agricultura y de la
pesca de tortugas, viéndose acosados por los indios, pidió a las autori­
dades españolas que se les concediese un indulto, el que consiguieron
en 174026. Según informaciones del capitán Rafael de Simancas, a
quien se le encomendó investigar la situación de los franceses en el Da­
rién, llegaban estos acerca de doscientos en 1754. El grupo mayor,
cerca de sesenta, se encontraba al oriente del golfo de Uraba, en las
márgenes del río Caimán. Se habían dedicado al cultivo del cacao27 .

Los españoles

Las anteriores revueltas habían obligado a muchos colonos espa­


ñoles a abandonar el Darién. En 1749 contaban los españoles con tres
fuertes en esta región, fuertes que no eran otra cosa que casas pajizas,
muy expuestas a ser incendiadas por los indios. El principal era el Real
de Santa María, en la confluencia del Pirre y el Tuira, en donde residían
SOsoldados con su com andante y su capellán. Alrededor del fuerte vi­
vían unas ocho familias de blancos. Los otros dos fuertes eran los de

24 ANTONIO ARi'VALO, Descripción o reloción del golfo del Darién, en ANTONIO B, Cuer­
vo, Colección de documentos inéditos, II, 258.

25 Cft. Sevcrino de Santa Teresa, Hist. IV, 258-259, 292.

26 Ibid. p. 258.
27
ANB, Milicia y marina, t. 119, fots. 702 ss. Las haciendas de cacao se encontraban abando­
nadas en 1761 por haber muerto o emigrado sus dueños (AR EV ALO, Descripción, p, 268).
JUAN M ANUEL PACHECO, S. J.
296

Cliepigana y Cana, con 30 y 12 soldados respectivamente, y unas pocas


familias de blancos y negros. Fuera de estos fuertes existía el pueblo de
Tucutf en donde vivían más de cincuenta familias de blancos18,

El tratado de paz

El presidente de Panamá, Dionisio Martínez de la Vega, había reci­


bido orden de sujetar por las armas la provincia del Darién, Los indios,
según informaba el presidente, se dieron cuenta de los preparativos,y
durante dos años vivieron en la expectativa y la zozobra, acosados por
el hambre y la miseria, pues habían descuidado sus cultivos. Al fin,ren­
didos por la intolerable situación, resolvieron hacer las paces con loses-
pañoles. En 1738 se presentó con gran pompa en Panamá, unos délos
principales caciques del Darién del Sur, don Juan Sanni, hijo de padre
francés y madre india, acompañado de varios caciques, a prestar obe­
diencia al rey2829. El 10 de noviembre firmó la paz y la obediencia a Is
corona española bajo ciertas capitulaciones. En esta se estipulaba que
quedaba a la libre voluntad de los indios el residir en las poblaciones;
no se Ies haría violencia ni amenaza para obligarlos a abrazar la fe ca­
tólica, ni se les impondría ninguna contribución de carácter eclesiás­
tico. Tampoco se nombrarían blancos como tenientes de los indios,
dadas las violencias y extorsiones que habían padecido de estos, ni se
daría puesto de inando a ninguno que no fuera español europeo.
En la segunda cláusula de estas capitulaciones decían los caciques:
“Que viniendo recelosos por la antigua experiencia de las vejaciones de
los curas doctrineros, no se nos pongan ninguno con este título, y que
sí se nos envíen sujetos de conocida virtud y buenas costumbres, exclui­
dos todos los religiosos, a excepción de los padres de la Compañía, que
con el título de misiones nos prediquen e instruyan en los misterios de
la santa fe o bauticen, enseñen la doctrina y celebración de los oficios
cristianos y demás que corresponden a su ministerio” 30.
El rey, por cédula del 27 de marzo de 1740, aprobó todo lo hecho.
En la dirigida en la misma fecha al virrey Eslava le decía; “Y por lo que

28 J. WALBURGER, Breve noticia, n. 27 y 35.


29
El P. Walburger atribuye a este cacique el haber dado muerte a medio millar de blancos.y
□firma que sólo buscó el abrigo de los españoles al verse perseguido por franceses e indios
(Breve noticia, n. 34).
Un plan español para sujetar a los indios cunas fue publicado por ENRIQUE WASSEN con
el título de “ Un manuscrito español anónimo del año 1739 sobre la provincia del Darién"
reproducido en el Boletín de la Sociedad Geográfica de Colombia, 7 Otilio 1941) 76-88,
(mayo 1944) 320-330, y (agosto 1947) 452.
30 ANB, Milicia y marina, t. 122, fols. 619 v,621.
LA M ISION D E L D A R IEN
297
mira a la segunda capitulación de los indios, en que piden se les pongan
en sus doctrinas religiosos de la Com pañía, reconociéndose que los cua­
tro propuestos por el presidente, de acuerdo con el reverendo obispo,
son pocos para las dos bandas y núm ero de veinte mil personas que hay
en la provincia, he m andado al presidente que, si es preciso aum ento,
se pidan unos y otros por vos o por él a los provinciales de esa ciudad y
la de Quito, a cuyo fin se les da la orden conveniente” 31.
En 1740 se adhería a este convenio y prestaba obediencia al rey
uno de los principales caciques del Darién del Norte, don Felipe de Uri-
naquicha, con varios de los caciques que le seguían32. Tanto a San ni
como a Urinaquicha, se les dio el título de coroneles y se les asignó un
sueldo de treinta pesos mensuales, y a los demás caciques se les nombró
capitanes con sueldos de doce y trece pesos.
Sin embargo este despliegue de pom pa y de diplomacia solo disi­
mulaba un tinglado de farsa. Aquellos jefes del sur y del norte no tenían
ninguna autoridad sobre los demás indios, y los caciques que los acom­
pañaban solo eran pobres indios, figuras de comedia. Todo había salido
del Real de Santa María en donde un día se había presentado un indio
a pedir herramientas. La buena acogida que halló movió a otros indios
a presentarse en el Real con idéntica finalidad, y de repente se vieron
convertidos en embajadores que fueron a Panamá a negociar un tratado
de paz con el gobierno español33.
Los demás indios no reconocieron estas capitulaciones. Ellas no
impedían al cacique Francisco del río Cogo asaltar una pequeña embar­
cación que cargada de tabaco navegaba de Cartagena a Portobelo y dar
muerte a sus ocupantes, y asesinar luego a otros dieciseis blancos que se
encontraban pescando en el m ar34 .
Los sueldos no hicieron sino envalentonar a los indios que se cre­
yeron indispensables a los españoles, y se convirtieron en un fuerte de­
sangre de la real hacienda.
Todo esto lo había ya sospechado el virrey Sebastián de Eslava, y
más claramente lo vio el sucesor de Martínez de la Vega en la presiden­
cia de Panamá, Dionisio de Alcedo. Escribiendo al virrey le decía: “ des­
de luego que llegué, y aun desde el tránsito por la costa de la banda del
norte comprendí que la ponderada pacificación, después de aquel gene­

Real cédula de 27 marzo 1740, en ANB,Milicia y Marina, t. 122, fols. 647-650.

:'2 A.B. CUERVO, Colección de documentos inéditos, II, 282-294.

!í Caita - informe del P. Pedro Fabro al virrey; ANB, Milicia y marina, t. 135, fol. 261 v.

34 J. WALBURGER, Noticia breve, n. 20.


JU A N M A N U EL PACHECO, S. J.
298
ral levantamiento que sucedió en el tiempo del señor don Manuel de
Alderete, no fue más que una casualidad aprovechada para figurar un
gran merecimiento, mantenida a esfuerzos de la contribución, siendo
tributaria la real hacienda de los que antes eran sus tributarios, como se
ve en los sueldos que hallé asignados a los caciques y capitanes, y de la
incesante pensión de los paniquíris y moras, y cuya codicia son conti­
nuos en venir a esta ciudad en partidas los indios, sin que haya arbitrio
no sólo de extinguir sino aun de m oderar este gasto que se ha estableci­
do como costumbre, y lo arguyen los mismos indios como derecho en
fuerza de aquel contrato de las capitulacones” 35.

II— La misión jesuítica


Los comienzos
La misión del Darién se confió a las dos provincias del Nuevo Reino y
Quito. La provincia de Quito tom aría a su cargo el Darién del Sur, y la
del Nuevo Reino el Darién del Norte.
No bien recibió el P. Tomás Casabona, entonces provincial, la real
cédula en que se le ordenaba enviar jesuítas al Darién, escribió al presi­
dente de Panamá, Martínez de la Vega, comunicándole que ya tenía de­
signados dos misioneros para el Darién del N orte. Contestóle el presiden­
te, el 27 de octubre de 1740, que aun faltaban algunos pasos parala pa­
cificación de los indios y que se le daría aviso oportuno para el envío de
los jesuítas36.
El P. Retz, general de la Compañía, escribía por su parte, el 25 de
marzo de 1741, al provincial de Quito, P. Baltasar de Moneada, advir­
tiéndole que no se podía diferir por más tiempo el dar comienzo ala
misión del Darién, en vista de los deseos del rey. Si la codicia de Jos mi­
neros blancos se preveía que iba a ser un gran obstáculo, quedaba la es­
peranza de poder hacer algún bien entre aquellos desamparados indios3’.
Correspondió al P. Carlos Bren tan, sucesor del P. Moneada, dar
comienzo a la misión. El personalmente viajó a Panamá con los PP. Joa­
quín Alvarez y Claudio Escobar, escogidos para evangelizar el Darién
del sur, parte asignada a la provincia de Q uito38 . Sin embargo más de un

35 Carta de don Dionisio de Alcedo al virrey don Sebastián de EsJaba (Panamá, 27 enero 17461
ANB, Milicia y marina, t, 135, fol. 297-301 (298).

36 Carta de don Dionisio Martínez de la Vega al P. Tomás Casabona (Panamá, 27 octubre


1740); ANB, caciques e indios, t, 12, folj, 1-2,

37 J. JOUANEN, Hist. II, 244.


*3 0

Carla del P, Carlos Bientan al virrey Sebastia'n de Esiaba; Panamá, 6 mayo 1744; ANB,
Impuestos varios. Cartas, t. 17, fol 812-813. El P. Joaquín Alvarez había nacido en Andú- -
jar (España) el 22 julio 1713; ingresó en la Compañía el 24 marzo 1731: vino a Amena en
LA M ISION D E L D A R IEN
299

afío hubieron de esperar los misioneros para poder seguir a su campo de


apostolado.
La misión comenzó con buen augurio. El P. Alvarez visitó el río
Yaviza, en donde encontró a diez familias indígenas que le acogieron
amigablemente, y luego m archó al río Chucunaque llamado por el ca­
cique Juan Sanni. Este viaje fue en extrem o penoso por lo difícil del
i camino. El padre perdió un ojo, tal vez p o r haber tropezado con una
¡ rama espinosa que formaba un arco sobre el cauce de un rio . Halló al
cacique atacado p o r la viruela. Solo tuvo tiem po para instruirlo en las
principales verdades del cristianismo, de las que ya tenía alguna idea,
y bautizarlo con gran consuelo de su alma. Antes de m orir pidió don
Juan a su herm ano A tunchiie, temible adversario de los españoles, que
ratificase la paz con estos y abrazase el cristianismo. La cristiana m uer­
te del cacique movió a un gran grupo de indios a pedir el bautism o, y
a ochenta y nueve de ellos halló el misionero capaces de recibirlo. Uno
de los bautizados fue Atunchiie que tom ó el nom bre de Juan de Dios.
! Con el cacique Juan de Dios y otros indios principales se presentó
el P, Alvarez en Panamá, el 8 de febrero de 1745. Venían a ratificar la
paz y a recibir el sacram ento de la confirm ación de manos del obispo
Fray Pedro Morillo Rubio. Fueron confirmados el 11 de febrero, y al
día siguiente, en presencia de la tropa, se hizo entrega solemne al cacique
de las insignias de coronel. El 13 juraron los indios nuevamente su obe­
diencia al rey y Ja guarda de las capitulaciones39.
El P. Escobar se dirigió a Paya, en donde se había refugiado don
Felipe Urinaquicha, perseguido p o r los franceses y algunos de sus indios
por haber c o n s e n tid o en la venida de los misioneros. Pero pronto
cayo enfermo el P. Escobar y hubo de ser llevado a Panamá. Su enferm e­
dad la atribuía el padre dom inico fray Gregorio Díaz Pim ienta, doctri­
nero del Darién, a los insultos y ultrajes que había recibido de Joaquín
de Balcárcei, protector de los indios, sujeto a quien pinta con som bríos
colores40. El P. Alvarez fue también llamado muy pronto a Panamá *1

1743, En 1756 fue elegido procurador de la provincia de Quilo en la congregación provin*


ciai de este año. Era rector dei colegio de Latacunga, en 1767, cuando fue expulsada la
Compañía. En Italia fue viceprovincial, y murió en Ravenna el 13 de abril de 1791. (JOU-
ANEN, J,//rrr. II, 3 1 2 ,6 6 0 , 724), El P, Claudio Escobar era de Ambaro (Ecuador), nacido
el 1 abril 1713; ingresó en la Compañía el 5 de jumo de 1732. Se desconoce la fecha de su
muerte (1. JOU AMEN,Hist. 11,731).

s Caita del presidente de Panamá, Dionisio de Alcedo, al virrey Sebastián de Eslava, Panamá,
11 mareo 1745; ANB, Milicia y marina, 1 .140, fots, 329 ss.

40 Carta de Fray Gregorio Díaz Pimienta O.P. al virrey Panamá, 28 septiembre 1746; ANB,
Milicia y marina, t. 122, fol. 557 ss.
JU A N M A N U EL PA CH ECO , S .J .
300

para que se encargara de una cátedra de filosofía en la recién fundada


universidad. Ambos misioneros, inform a el P. Maroni, principalmente
el P. Alvarez, bautizaron bastante número de niños y a algunos adultos.)
a n o haber entrado la peste de viruela, que hizo estragos entre los indios
y cortó las comunicaciones, se hubiera podido fundar algún pueblo41.
Sustituyeron a estos dos primeros misioneros los PP. Ignacio Ma­
ría de Franciscis42, palermitano, y Jacobo Walburger, austríaco43. El
P, Franciscis se dedicó a aprender la lengua cuna, y pronto pudo com­
poner un catecismo y un vocabulario44. Visitó en Paya al cacique don
Felipe, y a su insinuación pasó, en enero de 3746, a la parte oriental
del golfo de Urabá para sondear la disposición de los franceses y entre­
vistarse con el P. Pedro Fabro45. Cuenta él mismo que encontrándose
en el río Caimán, cinco mozos franceses lo asaltaron y robaron, y los
indios que le acompañaban le abandonaron y dejaron en el mayor de­
samparo durante mes y medio46. Más tarde los mozos franceses, repren­
didos por los ancianos, devolvieron al misionero lo que le había robado
y le pidieron perdón47.

El P. Walburger

El P. Walburger emprendió la fundación de una reducción en Ya-


viza, en donde veinte años atras' había existido el destruido pueblo del

41 Informe del P. Pablo Maroni al presidente de Panamá, Dionisio de Alcedo; Panamá, lo, julio
1746; ANB, Milicia y marina, t, 119, fois. 632-640 (635 v.).

42 El P. Ignacio María de Franciscis nació 18 mayo 1705 (1704) en Palermo; entró en la Com­
pañía el 23 de mayo de 1719 ; sacerdote en 1731. Enseñó retórica en Palermo, filosofía en
Trapani y Mesina, y teología en Modica, Monreale y Piazza Armenia. Se embarcó en 1741
con destino a la provincia de Quito. Era misionero en ei Marafiórt cuando fue expulsada la
Compañía en 1767. Se estableció en Viterbo, y allí murió el 24 septiembre 1777. (G. KRA­
TZ, Gesuiti italiani nelle missioni spagnuoie..., Archivum Historìcum Socie latís ¡esu, l!
(1942) 47-48.
A 3
El P, Jacobo Walburger había nacido en Innsbruck d 18 de junio de 1 715; ingreso en la
Compañía el lo . de abril de 1731, Vino a la provincia de Quito en 1742, Murió en 17Í9
( l ) (J. JOUANEN, Hist, II, 749).

44 Informe del P. Franciscis al presidente de Panamá, Dionisio de Alcedo; Panamá, 20 jamo


1746; ANB, Milicia y marina, t, 119, foli. 662-631 (629 v).

45 Informe del P. Pablo Maroni; ibid. fol, 636.

46 Informe del P. Franciscis, fol. 627.


47
Ibid. fol. 631.
LA MISION DEL DARIEN
301

mismo nombre. El sitio sólo distaba cuatro leguas del Real de Santa Ma­
ría, y se le escogió para que los indios pudieran fácilmente vender sus
cosechas a los blancos.
Con 197 indios dio comienzo al pueblo. Empezaron por limpiar el
terreno y hacer algunas siembras. Luego se levantó el caserío: una am­
plia plaza rodeada de casas. El edificio más alto era “una hermosa igle­
sia con seis lumbres” . En medio de la plaza se erigió una cruz de diez
varas de alta. El pueblo se terminó en mayo de 1747.
Los comienzos fueron prometedores. Los indios acudían a la ense­
ñanza del catecismo que se les explicaba en su lengua dos veces al día,
una por la mañana y otra por la tarde. Al atardecer se celebraba una
procesión por la plaza en que iban cantando las oraciones y la doctrina.
Al poco tiempo todos los niños sabían las oraciones, y los mayorcitos
ayudaban a misa.
Pero en el pueblo se habían establecido también cuatro lercs. Pron­
to entraron en acción. Poco a poco fueron alejando a los indios del mi­
sionero, motejando de engaño y haciendo burla de todo lo que enseña­
ba el jesuíta. El infierno, comentaban no es para ios indios sino para los
españoles.El padre iba viendo cómo se le disminuían los fieles. Al cate­
cismo sóio venían ya una docena de mujeres y otros tantos niños, y días
había en que la iglesia quedaba vacía.
Trató de ganarse a los le res mostrándoles benevolencia y haciéndo­
les algunos regalos, pero fue inútil. Un año infructuoso había transcurri­
do. Resolvió un día dar un golpe de audacia. Convocó a todo el pueblo
anunciándoles que tenía algo muy importante que decirles. Y delante
de toda la gente desafió a los le res a que le atrajeran una enfermedad,
sometiéndose durante ocho días a sus conjuros, y prometiéndoles darles
cincuenta pesos silo lograban; pero, en caso contrario, les harían dar
cincuenta azotes. Los leres quedaron confusos ante tal propuesta y abo­
chornados por las risas del pueblo. Tramaron ya dar muerte al misione­
ro, ya llevarlo amarrado al Real de Santa María, pero no se atrevieron.
Pero su odio se acrecentó desde aquel día. Apodaban al padre Chue mor
chichi, el diablo de vestido negro. Y redoblaron sus empeños para im­
pedir que los indios se bautizasen, persuadiendo a los enfermos que no
se hicieran cristianos para morir, porque no irían a ver a sus parientes en
el otro mundo. Más daño, escribe el misionero, hacen en tres días, que
yo provecho en tres meses. No se atrevía a expulsar a los leres del pue­
blo, pues tras ellos se irían todos los indios, y era de temer una rebelión.
Por otra parte, el pueblo no progresaba. Los indios que vivían en la
montaña se negaban a vivir en él. No eran ellos, decían gallinas para que
los españoles los encerraran en un gallinero, sino tigres libres de la selva.
Por el contrario, algunas de las familias que se habían establecido en Ya-
viza retomaron a sus montes. En junio de 1747 sólo contaba el pueblo
JUAN MANUEL PACHECO, S. J.
302

con 149 almas. Y para colmo de males a fines de este año hizo su apari­
ción en Yaviza la epidemia de sarampión. Se llevó a unos cuarenta indios,
entre niños y adultos. La mayoría de estos últimos murieron sin querer
recibir el bautismo, y uno de ellos llegó a escupir el Crucifijo, Otros in­
dios huyeron por miedo a la epidemia. El pueblo se redujo a sólo 25 fa­
milias, y aun estas, comenta el P. Walburger, tan rebeldes a Dios que ra­
ro es quien acude a las funciones de la iglesia” 48.

En el Darién del Norte

La guerra con Inglaterra impidió largo tiempo a los jesuítas de la


provincia del Nuevo Reino dar comienzo a la misión por la parte de
Urabá.
El 20 de mayo de 1744 el virrey Eslava comunicaba, desde Carta­
gena, al P. Manca que ya había llegado a Panamá el provincial de Quito
con dos misioneros para emprender la misión del Darién por la parte
del sur, y que ya era tiempo de ejecutar lo mismo por la parte del nor­
te, conforme a los mandatos del rey. Respondió el P. Manca, el 30 de
julio, anunciándole que designaría a dos jesuítas “sujetos de la mayor
satisfacción y mejores calidades” y que estarían en Cartagena en sep­
tiembre a su disposición49.
Los dos misioneros escogidos fueron los PP. Pedro Lefèvre o Fa-
bro, antiguo superior de la misión de los Llanos, y Salvador Grande,
flamenco el primero y granadino el segundo.
Pero los obstáculos no habían cesado con la terminación de la gue­
rra. La situación en el norte era aún más precaria que en el sur. No se
encontraba en toda aquella región ningún poblado, ni de blancos ni de
indios. Estos vivían dispersos y jamás habían reconocido el dominio
español.
En la parte oriental del golfo de Urabá vivía un anciano francés, al
que los documentos españoles dan el nombre de Santos Bullíco. Las
autoridades de Panamá le habían nombrado capitán de guerra de los
franceses reducidos. Al enterarse de que ios jesuítas se encontraban en
Cartagena listos para pasar al Darién, escribió una carta, en enero de
1745, al presidente de Panamá, Dionisio de Alcedo, advirtiéndole que
aun no estaban preparados los indios para recibir a los misioneros. La
“ mayor parte de los indios, escribía, están todavía prevenidos contra los

48 J. WALBURGER.BrCTí noticia, n. 22,23,25,y 33.


49
Carta del P. Manca al virrey Sebastián de Eslava; Santafé, 30 julio 1744 ANB, Curas y obis­
pos, t. 20, fols, 133-134,
f

LA MISION DEL DA RIEN


303

eclesiásticos, y no han olvidado los malos tratos que recibieron de los


oficiales de Cartagena, especialmente de su corregidor, un hijo de Ma­
nuel Bravo, que hizo morir en los grillos a muchos de sus parientes” .
Proponía que los misioneros se alojaran primero entre los franceses, has­
ta acostumbrar a los indios a su presencia50.
Tantas dilaciones supieron mal al presidente de Panamá, y contestó
algo secamente aBullico recordándole el compromiso que tenia de faci­
litar la entrada a los misioneros y de conseguir de los indios el que cum­
plieran las capitulaciones51.
Sólo en octubre de 1745 llegaron los dos misioneros a Urabá, y se
establecieron a orillas del río Caimán. El protector de los indios Joa­
quín Bale arce 1 les había preparado casa e iglesia “todo decente y aco­
modado” , al decir de los misoneros52.
Pero se encontraron con una desagradable sorpresa. La carta que
habían escrito los franceses declarándose dispuestos a recibir a los misio­
neros la había escrito uno de ellos solamente, sin conocimiento de los
demás. Y al mostrar los jesuítas esta carta, declararon los demás que
ellos no habían pedido sacerdotes, y sólo les ayudarían con la condición
de que a todos ellos, que eran medio centenar, se les asignara un sueldo
como a los indios. En favor de esta solución escribieron los misioneros
tanto al virrey como al presidente de Panamá, “porque mientras los
franceses estén descontentos apartarán de nosotros los indios y embara­
zarán aun el sustento necesario” y “sin ellos no es dable traficar el golfo,
sus ríos y montañas”53.
Por otra parte la situación de los franceses no era nada halagüeña.
Vivían pobremente bajo ramadas, recelando continuamente las traicio­
nes de los indios. Era tanto el miedo que Ies tenían que ni se atrevían a
quejarse de los mayores y más sensibles abusos. El tema de sus conversa­
ciones giraba siempre en torno de los indios: que si estaban tranquilos,
que si algún francés, les había dado motivo de queja. Aunque casados
con indias, no se fiaban de ellas ni de sus hijos, y por esta razón no les
enseñaban ni una palabra de francés para que no se enteraran de sus

53 ANB, Milicia y marina, t. 119 fols. 581 v - 584.

51 Carta de don Diunisio de Alcedo a Santos Bullíco; Panamá, 13 febrero 1745; ibid, fols.
584-585.

52 Carta de los PP. Cabro y Grande al presidente de Panamá Dionisio de Alcedo; Río de Cai­
mán, 28 octubre 1745; ANB., Milicia y marina, t. 135, foLs. 295-296. En septiembre de
1745 pasaron los misioneros por las bocas dei río Sinú, de camino para el Darién, y fueron
allí atendidos por Félix de Olier y Oliva; ANB, Milicia y marina, t. 137, foi. 808.
í 1
Carta citada de los PP. Fabro y Grande al presidente de Panamá.
JUAN MANUEL PACHECO, S. J.
304

conversaciones. Aunque vivían dispersos, se reunían con frecuencia pa-


ra mantenerse unidos frente a los indios. “ Viven, informaba el P. Fabro,
sin sujeción o subordinación alguna, mudan habitación o se van de la tie­
rra cuando se les antoja, siendo los que más suelen permanecer en ella
los que por sus delitos o por sus enfermedades no esperan ya en otra
parte mejor fortuna. Esta es la vida infeliz y miserable de los extranjeros
del Darién, que tienen solamente el nombre de cristianos y europeos, y
en los demás son gentiles y bárbaros” 54.
Pasaban los días y ios misioneros se sentían impotentes para hacer
algún bien a los indios, Estos huían de ellos por temor a que se les obli­
gara a vivir en poblaciones. Los jesuítas se encontraron pronto abando­
nados y sin recursos para poder vivir. El protector Balcárcel hacía siete
meses que no se dejaba ver.
El P. Fabro resolvió que su compañero el P. Grande pasara a Carta­
gena a conseguir los auxilios indispensables y a informar al virrey de la
verdadera situación de Urabá55. El viaje lo hizo el P. Grande atravesan­
do las montañas y buscando las cabeceras del río Sínú, se embarcó en
este y salió a Lorica, de donde pasó a Cartagena56. “La odisea del P.
Salvador Grande, comenta el P. Serverino de Santa Teresa, sólo admite
comparación con las hazañas de Balboa y de los primeros capitanes de
Castilla de Oro. Nosotros que conocemos la ruta aproximada que el pa­
dre siguió, saliendo de Urabá hasta las cabeceras del río Sinú, contem­
plada desde el avión, estamos capacitados para admirar el heroísmo de
este misionero jesuíta” 51.
No bien supo Balcárcel este viaje del P. Grande se presentó ante el
P, Fabro todo asustado. Se excusó de no haber podido cumplir las órde­
nes del virrey y prometió darles prontamente su debida ejecución. Echó­
le en cara el P. Fabro las falsedades que se habían escrito a la corte so­
bre el Darién. Sólo respondió que él no era el autor de ellas, y que no se
encontraría una sola vez su firma en los autos para que se le pudiera
acusar de embaucador. Replicóle el misionero que ya que había sido
empleado del gobierno durante seis años, había debido informar de la
verdad de todo el virrey y al presidente de Panamá, para que se evitaran

54 Carta del P. Pedro Fabro al virrey; Santafé, 12 febrero 1754; ANB, Milicia y marina, 1 .135,
fols. 258-265 (259 v - 260).

55 Ibid. fol. 263.

56 Declaración de Manuel Hilario Bravo, alférez real de Tolú, en Cartagena en septiembre de


1760, en SEVERINO DE SANTA TERESA, Historia documentada de la Iglesia en Urabá y
el Darién, [V, 299.
57 SEVERIANO DE SANTA TERESA, op. cit. IV, 307.
LA MISION DEL DARIEN
305

tan cuantiosos e inútiles gastos. “Si tal hiciera, me apedrearían en Pana­


má”, se contestó con responder.
Con esto sólo se ganó el P. Fabro la inquina del protector, quien
empezó a acusar a los jesuítas de que sólo habían venido al Darién para
comerciar. Contra el P. Fabro lanzó tales calumnias, que el obispo de
Panamá hubo de amenazarlo con censuras si continuaba en su difama­
ción58 .

Los obstáculos

Ya en 1746 el P. Pablo Maroni, rector del colegio de Panamá, había


presentado a Don Dionisio del Alcedo un informe sobre los obstáculos
con que tropezaba la misión. Era de parecer que debían trasladarse a
regiones distantes los extranjeros que vivían en el norte del Darién, pues
no sólo no cumplían lo pactado, sino que se dedicaban al contrabando,
y en lugar de sosegar a los indios los alborotaban, haciéndoles odiosos
los nombres de español y católico. Por vivir a sus anchas, con toda liber­
tad, impedían el establecimiento de la misión.
Lo mismo sucedía en el sur donde los pocos blancos y negros que
allí vivían llevaban muy a mal la presencia de los misioneros, y su vida
licenciosa era un obstáculo para la conversión de los indios59.
También el P. Manca, desde Santate, representaba al virrey las difi­
cultades de los misioneros. El número de los indios sólo llegaba a una
cuarta parte de los veinte mil que se había dicho, y estos se habían ex­
trañado tanto de ver jesuítas en su tierra “ que sin darse por obligados
de los agasajos, regalos y cariño con que los padres les han tratado, con
deseo de ganarles la voluntad o insinuarse por este medio a (tratar) de
su bien espiritual, que no parece piensan en otra cosa que en acabar con
la vida de los padres, denegándoles el corto y preciso alimento para
mantenerla, ya pidiendo precios tan desmedidos sobre el justo, que ma­
nifiestan bien el ningún deseo de que permanezcan en sus tierras, con
graves fundamentos de que en todo esto van de acuerdo los indios con
los franceses” .
“Ningún trabajo, de estos, dice más adelante, entibiara el celo de la
Compañía si concibiera fundadas esperanzas de salir con esta empresa.
Por esto he determinado poner en la consideración de V.L. dos punios,
para mí de bastante peso, para que a vista de ellos resuelva V.F. lo que
hallare ser del servicio de ambas Majestades.

Carta del P. Pedro Labro al virrey; Santafé, 12 febrero 1754; ANB, Milicia y marina, t. 135.
fol. 263-263 v.

Informe del P. P. Maroni; ANB. Milicia y marina, t. 119, fol. 632.


JUAN MANUEL PACHECO, S. J.
306

“ El primero, la ninguna seguridad que tienen los padres misioneros


en un país que puede considerarse como enemigo, que todos, indios y
franceses, conspiran contra ellos, negándoles aun los precisos alimentos,
y más estando la experiencia de haber unos franceses robado y tratado
muy mal a un padre misionero de la provincia de Quito.
“ El segundo, y no de inferior peso que el primero, es el considera­
ble gasto que hace la real piedad de su majestad en esta gloriosa expe­
dición, por la presente sin posible esperanza de algún fruto; y porque se
consiga alguno, o por lo menos para que se haga experiencia de si con el
afable trato y comunicación de los padres se amansan estos indios y se
reducen, tengo por del todo necesario dos providencias: la primera que
se les de escolta competente, no sólo para el resguardo y seguridad de
sus personas, contra cualquier insulto de indios o franceses, sino tam­
bién para que les asistan en el ejercicio de sus ministerios y los acompa­
ñen en sus viajes a tratar con los indios que se hallan dispersos en que­
bradas y ríos muy distantes, por caminos muy ásperos y pantanosos,
sin verse precisados los padres a valerse de indios ni de franceses. La se­
gunda providencia es que así a los padres como a la escolta se les provea
de lo necesario para mantener la vida con total independencia de los
mismos, y esto me parece pudiera practicarse enviando desde Cartagena
embarcación dos veces al año, por noviembre y por mayo, que son los
tiempos más favorables, cargadas de los bastimentos necesarios, como se
ha practicado con otras misiones que por la esterilidad de la tierra no
producen los frutos necesarios para mantener la vida“ 60.

Fin de la misión

El P. Fabro se vio obligado salir de Urabá a principios de 1749,


Cuando en noviembre de ese año llegó a Cartagena el P. Antonio Julián,
hacía poco que había llegado a esta ciudad los misioneros del Darién.
Pudo hablar con el P. Grande, quien, escribe “ fue el que pudo informar
a boca a los dos señores virreyes61, y damos a nosotros luces del Darién,
luces que nos acobardaron y quitaron los alientos y esperanzas de entrar
en tal misión. Las noticias que daba eran las siguientes en pocas palabras:
que está aquello perdido por causa del trato y comercio de los indios
con los extranjeros, por las perversas máximas contra la religión, y con­
tra el católico monarca, y contra todos los españoles, ministros y sacer­
dotes, en que los tienen imbuidos aquellos extranjeros. En fin, aquel

60 Carta dol P. Angel María Manca al virrey Sebastián de Eslava; Santafc, 24 abril 1746; ANB,
Miscelánea, t. 90, fols, 54-55.

61 Se refiere a los virreyes Sebastián de Eslava y José Alfonso Pizarra, quienes se encontraban
en Cartagena en noviembre de 1749.
LA MISION DEL DARIEN
307

país viene a ser una Ginebra de la América: tal mezcla hay de naciones y
de razas de gente, tanta libertad de costumbres, y tanta diversidad en
materia de religión” 62.
Los misioneros del sur se retiraron un poco más tarde, pasando a
la misión de los guaimíes que ofrecía más prometedoras esperanzas63.
Debió de contribuir a esta salida una nueva inquietud que se notó entre
los cunas, en 1750, debida, según informaba el presidente de Panamá,
Manuel de Montiáno, a los procedimientos del gobernador del Darién,
José Pestaña64.

A. JULIAN, La Perla de la América, (Bogotá, 1951), Paite 2a., Discurso XIX, p. 248.

63 J. JOUANEN, Hist. II, 251.

64 Carta fechada en Panamá a 26 febrero 1750; ANB, Milicia y marina, t. 120, fols. 854 ss.
En junio de 1758 era doctrinero de Yaviza el P. Fray Santiago de Jesús, agustino recoleto.
El 27 de este mes los indios gentiles asaltaron la población y dieron muerte a varios indios
cristianos. Cfr. cartas del cacique y del doctrinero de Yaviza en ANB, Milicia y marina, t.
138. fol. 640-650
CAPITULO XII

UN A N TIG U O B O L A N D IS TA 1

I— Por la Provincia

El P. Pedro Fabro

Por agosto de 1746 salía de Cartagena para Santafé el P. Pedro Fa­


bro, después de haber pasado un año en la estéril misión del Darién2.
“Era, al decir del P. Julián, de nación flamenca; a más de su religiosidad
de tan insigne talento y crítica en discernir las cosas, que antes de pasar
de Flandes al Nuevo Reino, había sido destinado para continuar con los
demás socios la grande obra de los padres bolandos llamada Acta Sanc-
torum ”3 .
Poco después de llegar a Santafé se encargó como viceprovincia]
del gobierno de la provincia. Ignoramos la fecha exacta en que empezó
a ejercer este cargo, pero en un poder otorgado, en mayo de 1747, por
el P. Meaurio, aparece ya como provincial4 y en septiembre del siguien­
te año hacía la visita canónica del colegio de San Bartolomé5 .

Se llaman h o la n d illa s una agrupación de escritores, principalmente de jesuítas belgas, que


emprendió la publicación de las fuentes hagiográficas de la Iglesia Católica, con c! título de
A c ta S a n c to r u m . Deben su nombre al P. Juan Bolland (1596-1665) iniciador de la obra.
Cfr. H. DELKHAYK, A trtivers tro ts siécies, L ó e u v re des B o ila n d iste s (1615-1915) (Brúce­
les, 1920); P. PEETF.RS, L ó e u v re d e s B o lla n d iste s (Bruxelles, 1942); MARIO SCADUTO,
B o lla n d , J ea n - B o lla n d isti, e n E n cic lo p e d ia C a tto lica (Citta del Vaticano) II, col. 1781-
1790.

Cfr. carta de! virrey Sebastian Eslava a la real audiencia de Santafé ;Cartagena, lo . Agosto
1746; ANB, Virreyes, 1 .19, fol. 1022,

3 ANTONIO JULIAN S.I., L a Perla d e la A m e rica , 2a. parte, disc. 19, (ed. Bogotá, 1951) p.
248.

4 ANB, Notaría 2a„ t, 1 12 (1747-1748) fol. 40 v.

5 Archivo del colegio de San Bartolomé, Libro de recibo, fol. 3


UN a n t i g u o b o l a n d i s t a
309

Su verdadero apellido era Lefèvre, y había nacido en Audenarde


(Bélgica) el 2 de enero de 1968. Ingresó en su patria a la Compañía, el 2
de octubre de 1715, y en 1735 vino al Nuevo Reino, ya de sacerdote,
con el P. Ignacio de Meaurio6 .
Fue destinado, al llegar a Santafe, a la misión de los Llanos7 . En
Abril de 1738 se encontraba en la reducción de San Ignacio de Betoyes8,
y en este mismo año figura como superior de la misión9 .En 1740 visita,
por comisión del P. Casabona, el colegio de Mérida10 .
Se le eligió, como ya hemos visto, junto con el P. Grande para dar
comienzo a la difícil misión del Darién.De paso para su misión se detuvo
en Mompós, en julio de 1745, para arreglar, por orden del padre provin­
cial. algunos asuntos de este colegio11. Ya hemos dejado narrada su ac­
tuación en el golfo de Urabá.

Congregación provincial de 1750

El 27 de noviembre de 1749 se congregaron en la capilla del Cole­


gio Máximo, convocados por el P. Fabro, los padres profesos que residían
en Santafé para deliberar sobre la reunión de la congregación provincial.
Fl P. Fabro expuso la pobreza en que se encontraba la provincia por los
fuertes gastos que había tenido que hacer en los últimos años.
Todos los padres, menos cuatro, juzgaron que se debía reunir la
congregación. Se apoyaban en las si guie ates Tazones: en 17 50 se cumplían
los doce años que había concedido el padre general como prórroga para
la celebración de la congregación provincial, y en esta concesión se orde­
naba taxativamente que pasada la prórroga debía reunirse; en segundo
lugar, la finalidad de la congregación no era traer nuevos operarios de
Europa, sino examinar el estado de la provincia para dar cuenta de ella
al padre general; y por último la pobreza no era suficiente motivo para
omitirla, ya que la congregación general XVI había ordenado que no se

6 Catalogo de la provincia del Nuevo Reino, 1736 (ARSI, N .R .e t.Q .4 ) AG i. Con tratación
3349.
7
Catálogo de la provincia del Nuevo Reino, 17 36.

S ANB, Miscelánea, t. 71. fol. 156.

9 Catálogo de 1738,
10 Libro de consultas del colegio de Mérida, p. 62.

11 Carta del P. Let'cvre al virrey Scbaslián de Lslava; Mompós, 28 julio 1745; ANB, Milicia y
marina, t. 120. I'ol. 232.
n

JUAN MANUEL PACHECO, S. J.


310

pretermitieran las congregaciones provinciales sin gravísima causa, y entre


éstas no se debía computar la pobreza de la provincia12.
Una nueva reunión se celebró el lo . de septiembre de 1750. Por
carta se había pedido el parecer a los vocales que vivían fuera de Santa-
fé. Se verificó que la mayoría se inclinaba por la celebración de una
congregación abreviada, es decir, por una congregación a la que sólo
fueran convocados los superiores y profesos de las casas de Santafé y de
los colegios más cercanos. Eran estos los de Tunja y Honda.
Se decidió así convocar una congregación abreviada, y como fecha
para su instalación se señaló el 15 de diciembre.
La víspera de la instalación se encontraban en Santafé 24 vocales.
Se les reunió en la capilla para preguntarle si un padre, cuyo nombre ig­
noramos, que había excluido de la congregación anterior, con aproba­
ción del padre general, debía ser llamado a ésta. Se decidió que no “pa­
ra conservar la paz y la caridad” , pues subsistían aun las mismas causas
para su exclusión. Se preguntó además si debía ser llamado el superior
de Fontibón, P, Francisco Antonio Quirós, ya que el padre provincial
podía declarar residencia mayor la residencia de Fontibón. Respondie­
ron afirmativamente.
El 15 de diciembre se celebró la primera sesión. Fue elegido secre­
tario el P. Ambrosio Battaglia. Se discutió si los padres del colegio de
Santo Domingo estaban legítimamente impedidos para concurrir a las
congregaciones provinciales, dada la distancia a que se hallaban. Trece
fueron de parecer que no, pues no les perecía que su venida fuera tan
difícil, ni los gastos tan extraordinarios. Como la duda quedase flotan­
do en el ambiente, se decidió consultar al padre general. La respuesta
que dio aclara el interrogante que inquietaba a los jesuítas del Nuevo
Reino: “ Los que se piensa que están legítimamente impedidos, no lo
están de tal modo que pierdan el derecho a ser convocados” 13.
Uno de los vocales representó que el P. Fabro podía ser elegido
procurador, ya que sólo era viceprovincial y se sabía que había llegado
ya el nombramiento del provincial. Se le respondió que el P. Fabro es­
taba ejerciendo el cargo de superior en toda su plenitud.
En la segunda sesión fueron elegidos los PP. Simón Wynants y
Francisco Cataño, rector este último del colegio de San Bartolomé, pa­
ra seleccionar los postulados. Y en la tercera y última sesión se eligió a
los procuradores. Los fueron, en primer lugar y al tercer escrutinio el
P. Fernando Vergara, por 14 votos; en segundo lugar y al primer escru-

12 Institutum Societatis ¡esu, (Florentiae, 1892-1893) 11,427.


13
Qui censentur legitime impediti, non ita censendi sunt impediti u t non habeant ius et non
sint vocandi ad congregationem. ARSI, Congr, Prov. t. 90, fol. 170.
UN ANTIGUO BOLANDISTA
311

tinio, el P. Martín de Egurvide, por 17 votos; y en tercer lugar, y al ter­


cer escrutinio, el P. Ambrosio Battaglia14.
En el primer postulado pidió la congregación al padre general que
en vista de que por la guerra y otras circunstancias, desde hacía ocho
años, no había venido nuevo gobierno, que para estos casos, cuando se
nombrara un nuevo gobierno, se hiciera saber al provincial por medio de
una carta que éste había sido ya enviado no hay que innovar nada, res­
pondió el nuevo general P. Ignacio Visconti.
En el segundo se pedía el envío de algunos hermanos coadjutores,
yaque el número de sacerdotes en la provincia se juzgaba suficiente.
En otros dos postulados se hablaba de las buenas perspectivas que
presentaban la fundación de Caracas y la residencia de Maracaibo; para
la primera se pedía licencia de incoar la fundación, y para la segunda la
de incoar el colegio, y de iniciar para ambas las negociaciones en Madrid
para obtener la licencia real.
Por último se pedía que el padre provincial pudiera promover a los
diferentes grados de la Compañía, pasados tres años de enviados a Roma
los informes, ya que por la distancia y otros inconvenientes se diferían
los grados por muchos años. A esto prometió el padre Visconti procurar
que llegaran a tiempo los grados, para lo cual debían ser enviados a Ro­
ma oportunamente los informes15 .
Aparecen también otros postulados que no sabemos si proceden de
la congregación o del padre provincial. Uno de ellos fue el de conceder
voto en la congregación al superior de la residencia de Maracaibo y al
rector del colegio de San Bartolomé, lo que fue concedido. En otro se
urgía la beatificación del Venerable P. Pedro Claver. “Se procurará, res­
pondió el padre general, si se envían los milagros suficientemente pro­
bados, que es lo único que falta” 16 .
Terminada la congregación, el P. Fabro, teniendo en cuenta la si­
tuación económica de las diversas casas,fijó las siguientes cuotas para su­
fragar los gastos del viaje de los procuradores a Europa, y para ayudar a
la provincia a pagar algunas de las muchas deudas que sobre ella pesaban:

Colegio Máximo.................................. 1.500


Colegio de Tunja................................. 500
Colegio de Pamplona......................... 1.700
Colegio de Cartagena........... ........... 700

>4 ARSI, Congr. Prov. t. 90, fol. 162 ss,


1$
Ibid. fols. 166 ss.
16 Curabitur si mittantur miracula satis probata, quod unice deest, Ibid.
JUAN MANUEL PACHECO, S. J.
312

Colegio de Mérida............................... 3.000


Colegio de Honda.............................. 400
Colegio de Mompós........................... 200
Colegio de las Nieves........................ 200
Colegio de la Isla................................ 700
Colegio de Antioquia........................ 400
Residencia de Maracaibo................... 700
Procura de las misiones de Casanare.. 3.000
Procura de las misiones del Orinoco. 2.000

“Suman las trece partidas mencionadas arriba quince mil pesos,


añadía el padre provincial, los que encargo al padre procurador de pro­
vincia cobre con prontitud, sin perdonar diligencia conducente a este
asunto” 17.
Este documento hace ver que los colegios de Mompós, Las Nieves,
Honda y Antioquia, no gozaban de una gran holgura económica. En
cambio el colegio de Mérida podía contribuir con una suma elevada, lo
mismo que las misiones del Casanare.

Estado de la provincia

Una carta del P. Fabro al rey, fechada en Santafé a 26 de mayo de


1750, nos da a conocer el estado de la provincia. Después de dar cuenta
de las misiones de los Llanos, en obediencia a una real cédula del 19 de
junio de 1747, añade:
“Tiene esta provincia diez colegios y un seminario. En esta ciudad
de Santafé están fundados dos, el uno es el Máximo en que instruye a
la juventud primero, en la escuela, a leer y escribir, después en letras hu­
manas, filosofía, teología escolástica y positiva, con ocho sujetos que
tiene destinados a este ministerio; y siempre que las fuerzas temporales
de estos colegios lo permiten, andan dos padres las misiones, haciéndo­
las en las ciudades y pueblos de cristianos.
“Otros sujetos ocupan los confesionarios de la iglesia y claustro,
oyendo confesiones. Otros explican los domingos al pueblo la doctrina
cristiana, y en los ministerios de salir a las confesiones que noche y día
pide el pueblo en sus enfermedades. Otros se emplean en instruir y en­
señar a los que nos sirven en las haciendas la doctrina cristiana, y algu­
nos hermanos coadjutores sirven en dichas haciendas para su mejor go­
bierno temporai. Otros finalmente se mantienen en este máximo ya in­
válidos por muy ancianos y enfermos.

17 ANB, Miscelánea, t. 90, loi. 7.


UN ANTIGUO BOLANDISTA
313

“En el otro colegio que tiene en una de las parroquias de esta ciu­
dad hay cinco sujetos que se emplean en las confesiones y prédicas de
aquella parroquia, a excepción de dos hermanos que sirven a lo tempo­
ral y a la portería y sacristía.
“Tiene también en esta ciudad a su cuidado la Compañía el Cole­
gio real mayor y seminario de San Bartolomé, en que tiene puesto un
rector, un ministro y un pasante para sujeción, crianza y adelantamien­
to en letras de los colegiales, que por lo común son 80.
“En la ciudad de Tunja tiene el colegio del noviciado en que ins­
truye en la virtud esta provincia a los que recibe en ella. Además a los
superiores hay un sujeto destinado para enseñar la gramática a los ni­
ños. Otro para enseñar a leer y escribir. Otro par? explicar al pueblo la
doctrina todas las semanas del año, y otros se ejercitan en los ministerios
de confesar y predicar.
“En el colegio que tiene en la ciudad de Pamplona, fuera del rector,
hay un sujeto destinado a enseñar gramática, y otro para la explicación
de la doctrina todas las semanas del año, algunos hermanos para la asis­
tencia y cuidado de lo temporal, y otros padres para el confesionario.
Estos ministerios son los que ejercitan los sujetos que hay en el colegio
de Mérida, en el de Honda y Villa de Mompós, y también en el de Car­
tagena, en el que sólo se añaden dos sujetos que están destinados, el uno
para catequizar a los negros del asiento y predicar la doctrina por las
plazas, y el otro que es necesario tener para que sirva a la Inquisición
en sus consultas.
“Tiene también esta provincia un colegio en la Isla de Santo Do­
mingo, y los sujetos de aquel colegio enseñan gramática, filosofía, teo­
logía escolástica y moral, y una cátedra de cánones, y tiene a su cuidado
el colegio de Gorjón y su universidad que poco ha adjudicó V.M. a aquel
colegio, y anualmente salen algunos sujetos a misiones circulares para
la Isla.
“ En la ciudad de Antioquia se emplean cinco sujetos en los minis­
terios de predicar, confesar y enseñar gramática, y al año sale uno de
los padres a hacer misiones por los pueblos. Estos mismos ministerios
ejercen cuatro sujetos que tengo puestos en la residencia de Maracaibo.
“Tiene también en esta Sabana de Bogotá el pueblo de Fontibón
con novecientos indios, y en este pueblo hay dos sujetos que sirven en
la administración de todos los sacramentos al pueblo, y la suma del to­
tal de indios que gobiernan los jesuítas en este Nuevo Reino es diez mil
trescientos sesenta y siete” 18 .

1o ,
AGI, Santafe, leg. 269. lista carta se encuentra también reproducida en parte en A. AS-
TRA1N, fJist. VII, Apéndice 16, p. 830-831.
JUAN MANUEL PACHECO. S. J.
314

Estas noticias pueden complementarse con el catálogo del año de


1751. En él figura como provincial el P. Pedro Fabro, y de secretario
suyo o socio, el P. Martín de Egurvide.
Del Colegio Máximo de Santafé era rector el P. Tomás de Casabo-
na; prefecto de estudios de la Universidad Javeriana, el P. José Molía;
profesores de teología dogmática, los PP. Pedro Choperena y José Pagés;
de sagrada escritura, el P. Nicolás Candela de teología moral, el P. Jai­
me de Torres; de filosofía, el P. Manuel Balzátegui, y de gramática los
PP. Diego de la Pava e Ignacio Zubimendi. Contaba el colegio con 41 sa­
cerdotes, varios de los cuales residían en las haciendas del colegio, y dos
terminaban sus estudios de teología. Los estudiantes eran once, reparti­
dos entre teólogos, filósofos, y estudiantes de humanidades. Los herma­
nos coadjutores llegaban a 18, y varios de ellos vivían en las haciendas
como dminístradores.
En el colegio de Las Nieves vivían tres padres y tres hermanos, y
en el de San Bartolomé tres sacerdotes.
Tunja contaba con once sacerdotes, cuatro de los cuales hacían su
tercera probación, seis hermanos coadjutores y cinco novicios (tres es­
colares y dos coadjutores). Era rector y maestro de novicios el P. Diego
de Terreros,; instructor de tercera probación, el P. Cristóbal Hidalgo, y
profesor de gramática el P. Fernando Pinzón.
En Cartagena, en donde era vicerrector el P. Pedro López, residían
seis sacerdotes y tres hermanos. El P. Salvador Pérez era el profesor de
gramática. El colegio de Pamplona tenía por rector al P. Alonso de Ol­
mos; los sacerdotes eran seis y los hermanos cuatro. Mérida contaba con
un sacerdote más que Pamplona y con igual número de hermanos. Su
rector era el P. Juan de la Puerta.
Honda sólo tenía tres sacerdotes y cuatro hermanos, y Mompós
cinco sacerdotes y dos hermanos. En la primera ciudad era rector el P.
Gaspar Alvarez, y en la segunda vicerrector el P. Cayetano González.
Antioquia aparece con sólo tres padres y un hermano, y su rector
era el P. Victorino Padilla. La residencia de Maracaibo sólo contaba con
tres sacerdotes. Y en la isla de Santo Domingo atendían a la univesidad
y colegio siete padres y cinco hermanos. Era rector de la universidad el
P. Miguel Gereda.
En las misiones se encontraban 26 jesuítas, ocho en Casanare, siete
en el Meta y once en el Orinoco. Dos padres, finalmente, los PP, José de
Rojas y Antonio Julián se ocupaban en misionar la diócesis de Santa
Marta.
El total de los jesuítas en el Nuevo Reino era de 196, 130 sacerdo­
tes, 14 estudiantes y 52 hermanos19 .

19
Catalogas brevis, 1751; ARSI, N.R. et Q. 4, fols, 298 ss.
UN ANTIGUO BOLANDISTA
315

Los procuradores

Los principales asuntos que debían agenciar los procuradores en la


corte de Madrid los da a conocer el P, Fabro en una carta dirigida al rey.
Era el primero obtener la licencia real “poder conducir a esta pro­
vincia ocho o diez hermanos coadjutores de que necesita para el servicio
de los oficios domésticos y administración de las haciendas que nos
mantienen, por la falta que hay en la tierra de hombres de confianza
para dicha administración” .
En segundo lugar conseguir autorización para poder fundar los co­
legios de Caracas y Maracaibo. Debían además lograr el que se permitie­
ra a uno o dos jesuítas, nombrados por el provincial, ser catedráticos de
cánones en la Universidad Javeriana, como se había concedido a otras
universidades.
“Ya casi se ha establecido, continúa escribiendo el P. Fabro, en la
universidad que la religión de Santo Domingo tiene en esta ciudad de
Santafé el conferir grados de doctor, así en teología como en sagrados
cánones, sin los cursos que deben tener los estudiantes, y sin la suficien­
cia necesaria, y con esta facilidad de poder graduar, descaecen y han
descaecido notablemente las letras y su aplicación. Para obviar daño de
la mayor consideración no han sido bastantes los remedios que se han
practicado y que ha podido sugerir la prudencia y discreción religiosa,
por lo cual se vale la Compañía de la suprema autoridad de V.M., solici­
tando con las más ansiosas y más rendidas súplicas el eficaz remedio,
como solicitarán, con las mismas veras, los mencionados procuradores” .
Una orden de la corte había suspendido el pago de pensiones a car­
go de la hacienda real. Por este motivo se habían dejado de pagar las
cuatro becas reales fundadas en San Bartolomé. El colegio, sin embargo,
había seguido manteniendo estas becas, y ahora el P. Fabro pedía que
las reales cajas de Santafé reconocieran esta deuda y pagaran las pensio­
nes atrasadas.
“ Sobre estar todo este Reino en la miseria y ruina, proseguía el P.
Fabro, la que nunca se ha visto, se halla grabado por vuestro virrey con
una nueva contribución para reparar un cierto camino, la que se cobra
por un colector secular, sin distinción de personas ni estados, y la Com­
pañía que se mantiene únicamente de los frutos muy cortos de sus ha­
ciendas, se ve precisada a contribuir por cada carga y bestia mular que la
conduce a esta ciudad, un real y cuartillo de plata, sin que haya bastado
el haber presentado una real cédula obtenida por la provincia del Para­
guay que declara se tenga a la Compañía por libre de semejantes contri­
buciones. Sin embargo de esa exención ofreció la Compañía contribuir,
según sus fuerzas, con 200 pesos de plata o más si a vuestro virrey pare­
ciere,pero no fue admitida esta oferta” .
JUAN MANUEL PACHECO, S. J.
316

“Asimismo se intenta pensionar a los colegios que tiene la Compa­


ñía en esta ciudad con un censo enfitéutíco anual por pajas de agua que
le concedió la ciudad y su concejo, de tiempo inmemorial, sin tributo
alguno, aunque los dichos colegios no se negaron a contribuir y contri­
buyeron cuando se han ofrecido algunos gastos extraordinarios para el
almo de la cañería. De estos gravámenes suplicarán a V.M. los procura­
dores que van, con el mayor rendimiento, sea declarada por libre la
Compañía y amparada en sus fueros y exenciones, como espera de la
real piedad y magnificencia de V AI.”20 .
Conforme a lo ordenado por la real cédula del 21 de mayo de
174721, el P. Fabro solicitó de las autoridades de Santafé el informe re­
lativo a la necesidad que tenía la provincia de hermanos coadjutores22.
Así lo hicieron el virrey José Alfonso Pizarro23, el arzobispo Pedro Fe­
lipe de Azúa2425y la audiencia23 .
Partieron los dos procuradores para Cartagena, pero al llegar a esta
ciudad cayó gravemente enfermo el P. Vergara, y hubo de ser reempla­
zado por el P. Ambrosio Battaglia, elegido procurador en tercer lugar26.
F.n julio de 1752 se encontraban ya en Madrid los PP. Egurvide y
Battaglia27. Una de sus peticiones al Consejo de Indias fue el que se les
concediera traer catorce jesuítas, de los cuales diez fueran hermanos
coadjutores y cuatro sacerdotes. Alguna dificultad puso el Consejo ale­
gando un auto del 9 de abril de 1639 en que se fijaba el número de her-

ANB. Curas y obispos, t. 20, fols. 13-14.

21 En esta real cédula se ordena: “Por cuanto por la ley la . del título décimo cuarto del libro
primero de las de la Recopilación de mis Reinos de Indias está prevenido y mandado que
los virreyes, presidentes y oidores de mis reales audiencias de aquellos dominios procuren
por todos los medios posibles saber continuamente los religiosos que hay en sus distritos,y
si se necesita que de estos reinos se envíen algunos, comunicándose los arzobispos, obispos
y prelados de las religiones, que deben estar advertidos de que cuando los hubieren de en­
viar a pedir, ha de ser con relación y parecer de los virreyes, presidentes y oidores, y de los
arzobispos y obispos de las diócesis, en que han de decir y declarar la necesidad que hay de
ellos, y cuántos son menester y de qué calidades, si son para doctrinal o leer o predicar o
para el buen gobierno de sus religiones, y para qué partes...” (AGI, Santafé, leg. 306).

22 Memorial al virrey del P. Eabro; ANB, Miscelánea, t. 89, fol. 617.

23 Carta al rey; San talé, 10 mayo 1751; AGI, leg. 408.

24 Carta del 8 de mayo de 1751; ibid.

25 Carta del 10 de mayo de 1751; ibid.

26 Cfr. pasaporte concedido por el virrey Pizarro al P. Battaglia: Santafé, 20 octubre 1751;
AGI, Santafé, leg.408.

27 Memorial de los PP. Egurvide y Battaglia al Consejo de Indias; AGI, Santafé, leg, 408.
UN ANTIGUO BOLANDISTA
317

manos que podían ir en las expediciones misioneras al Nuevo Mundo:


uno por cada ocho sacerdotes.
Para obviar esta dificultad redactó el P. Pedro Ignacio Altamirano,
procurador general de las provincias de Indias, un memorial en el que
exponía la necesidad en que se encontraban las provincias americanas
de hermanos coadjutores. Ellos eran los que enseñaban a los indios a
cultivar la tierra y otros oficios, los que dirigían las escuelas de primeras
letras, cuidaban de las haciendas, acompañaban a los sacerdotes en los
ministerios espirituales y desempeñaban los oficios domésticos, como
sacristanes, porteros, roperos, etc. No eran, añadía, muchos los criollos
que entraban en América para hermanos coadjutores, lo uno, “ porque
los naturales de aquel país son poco aplicados, aun cuando les ha de re­
sultar interés propio (de que son incapaces en la Compañía), lo otro,
porque viendo que en otras religiones se admiten legos que no son des­
cendientes de españoles, el recelo de que no los tengan por limpios de
toda mala raza, les retrae de entrar por coadjutores en la Compañía” .
El decreto de 1639, seguía diciendo, no limitó el número de her­
manos coadjutores que podían pasar a las Indias. Su finalidad fue cor­
tar el abuso que existía de multitud de criados seculares que pasaban a
América bajo el pretexto de ir sirviendo a los religiosos28 .
Aunque el fiscal rindió un informe favorable a la petición del P.
Altamirano, el Consejo resolvió pedir al arzobispo de Santafé y al cabil­
do informes reservados “sobre esta pretensión y si los coadjutores de la
Compañía de Jesús son absolutamente necesarios por las razones que se
expresan, para el fomento y utilidad de las misiones, y por las mismas se
deberá distinguir en esta parte a esta religión de las demás que pueden
solicitar igual gracia. Y mándese lo propio al virrey y audiencia, sin em­
bargo de los informes que presenta la parte”29 .
Insistió el P. Altamirano en un segundo memorial probando que
no eran necesarios nuevos informes pues estaba bastantemente compro­
bada la necesidad de hermanos coadjutores. En uno de sus párrafos
dice:
“ Da nuevo vigor a lo expresado el ser constante que vuestro actual
virrey de aquel Reino es en extremo celoso de los reales haberes y del
mayor alivio de la real hacienda, cuyos intereses procura por todos los
medios posibles, sin que sea dable que en esta parte haga la menor gra­
cia, no dando paso que pueda perjudicar al real erario, sin que primero
le conste que lo que se pretende expender o gastar de él sea de rigurosa

28
AGI, Santafé, leg. 408.
29 Decreto del Consejo del 14 de agosto de 1752, AGI, Santafé. Icg. 408.
JUAN MANUEL PACHECO, S. J.
318

justicia. Por lo que sólo su informe sobre los coadjutores es mayor prue­
ba en las circunstancias presentes de la verdadera necesidad, que en otras
los pareceres de virrey, audiencia y arzobispo juntos, y siendo estos in­
formes bastantes según la ley, con superior razón parece lo debeseren
estas circunstancias el de dicho vuestro virrey, pues verifica mejor y con
más segura prueba la necesidad que requiere la citada ley para llevar re­
ligiosos a las Indias. Luego llegándose a este informe el de vuestra real
audiencia, no queda la menor duda de ser evidente la necesidad que tie­
ne la provincia de Santafé de que se le conduzcan los hermanos coadju­
tores, para cuya conducción solicita licencia de V.M.” 30 .
Esta vez el Consejo cedió. Su dictamen fue: “ Sin embargo del
acuerdo de 14 de agosto de este año, en atención al informe del muy re­
verendo arzobispo que se presenta y nuevas razones que se exponen, há­
gase consulta a S.M. con el dictamen favorable de que puede, en aten­
ción a ellas, servirse de conceder la licencia que se solicita” 31 .
Por la real orden del 20 de marzo de 1754 se concedió a los procu­
radores del Nuevo Reino la licencia que pedían para traer diez herma­
nos coadjutores y cuatro sacerdotes.
Esta misión se embarcó el 2 de diciembre de ese año en la fragata
San Francisco de Paula, o por otro nombre Andalucía. Sólo vinieron
tres sacerdotes: los PP. Luis Felipe Bizzocchi, Juan Bautista Polo, italia­
nos, y Juan Nepomuceno Burckhart, alemán. De los hermanos, cinco
eran españoles, cuatro alemanes y un italiano. Entre los alemanes venía
el H. Miguel Schlesinger, notable arquitecto32 . Al P. Bizzocchi lo encon­
tramos más tarde en la provincia de Quito debió de cambiarse por el P,
Cayetano Pfab, bávaro, que vino al Nuevo Reino en este año.
Otro triunfo de los procuradores fue el haber conseguido, con la
ayuda del P. Altamirano, la real cédula de 20 de diciembre de 1752, en
la que se concedía licencia a la Compañía para fundar un colegio en
Caracas.

Misiones en la provincia de Santa Marta.

F1 9 de febrero de 1750 había tomado posesión de la sede episco­


pal de Santa Marta el señor José Javier de Arauz y Rojas. El nuevo prela­
do era quiteño, y había hecho todos sus estudios en el colegio-seminario

30
Memorial del P. Pedro Ignacio Altamirano presentado al Consejo el 21 de agosto de 1752;
AGI, San tale, leg. 408.

31 Decreto del 19 de septiembre de 1752;ibid.

32 AGI, Contratación 5549-


UN ANTIGUO BOLANDISTA
319

de San Luis con los jesuítas y graduóse en la Universidad Gregoriana de


Quito33. Conservaba un gran afecto a sus antiguos maestros.
Pronto sintió el señor Arauz la falta de clero y de estudios de que
adolecía la diócesis samaría. En carta al rey le decía que movido por esto
había pedido al padre provincial de la Compañía de Jesús “ me ministre
dos padres que, en calidad de misioneros, me ayuden en la parte posible,
y ai mismo tiempo sirvan de consultores en los negocios que lo pida la
atención, y recurrido al virrey, marqués de Villar, para que corrobore
con su influjo esta instancia, haciendo presente los motivos que me im­
pulsan a ello, llevado del celo y amor del bien y salvación de las almas”34.
El P. Fabro le envió a los PP. José de Rojas y Antonio Julián. Uno
de los primeros actos de los dos jesuítas fue predicar una misión en Santa
Marta a los pocos días de su llegada. El fruto fue extraordinario, según
comunicaba al virrey, el guardián del convento de San Francisco, Fray
Francisco Linero: se ha experimentado, le escribía, gran fruto en la re­
forma de costumbres, frecuencia de los sacramentos, asistencia a las
funciones de la Iglesia y ejercicios espirituales y gran concurso de niños
a la explicación de Ja doctrina cristiana35.
Los misioneros establecieron la devoción al Sagrado Corazón de
Jesús en la ciudad con exposición del Santísimo Sacramento los viernes
por la noche y plática, dieron conferencias a los eclesiásticos y a los estu­
diantes, y organizaron catecismos para los niños y la gente ruda36 .
Todo esto hizo que la ciudad pidiera la fundación de un colegio de
la Compañía. Cartas en este sentido dirigieron al virrey el gobernador
don Antonio de Alcalá Gal iano, los cabildos eclesiástico y secular, el
prior de Santo Domingo y el guardián de San Francisco37.
En compañía del señor obispo recorrieron la diócesis. Una gran
parte de su territorio estaba infestado de los temibles e indómitos chimi­
las38 , El vicario de Valledupar en uno de sus viajes había sido asaltado

33 JOSE RESTREPO POSADA, Arquidiócesis de Bogotá. Datos biográficos de sus prelados,


1, 193.

34 Cana al rey; Santa Marta, lo . abril í 750; AGI, Santafé, leg. 523.

35 ANB, Milicia y marina, 1. 137,fot 776.

36 Carta del deán y cabildo al virrey Pizarra;Santa Marta, 19 junio 1750; lbid. iol. 777.

37 Carta del gobernador Antonio de Alcalá Galiano; Santa Marta, 13 junio 1750 ANB, Milicia
y marina, 1 .137, fol. 772). Carta del cabildo (lbid. fo t 778) y carta del prior de Santo Do­
mingo f Ib id. fo t 857).

38 Son muy escasos los datos históricos sobre esta tribu de los chimilas. Se la describe como
una tribu muy agresiva. Cfr. G E R A R D O R t l C H E L - D O L M A T O F F , D a to s h isto rie o-cultura-
les so b re ¡as trib u s d e la a ntigua g o b ern a ció n d e S a n ta M arta (Bogotá, 1951) p . 42-44; 104-
105.
JUAN MANUEL PACHECO, S. J .
320

por un grupo de chimilas, y a duras penas salvó la vida entregándoles


todo cuanto llevaba, incluso el altar portátil39. La providencia divina
libró al prelado y a los misioneros de caer en manos de estos indios. El
hecho lo cuenta el mismo P. Julián:
“ Partimos de Valledupar y llegamos a aquel mismo sitio donde los
chimilas asaltaron al vicario. No pareció chimila alguno, porque nos
esperaba más allá en emboscada dentro de un espeso monte que había­
mos de atravesar. Acompañaban a su ilustrísima para defensa y escolta
de su persona y familia varios caballeros prácticos en reencuentros con
los chimilas, y ciertos españoles de valor probado en aquellas tierras,
todos con bocas de fuego. Al atravesar el monte me dijo uno de estos:
Ya no tenemos hoy chimilas. Preguntado por qué, respondióme: ¿No
oye usted el ruido y bulla que meten los saginos o puercos de monte
dentro de esa selva? ¿Y qué tienen que verlos jabalíes con los chimilas?
repliqué yo. Entonces me descubrió el secreto, que en aquellos países
solo la experiencia había enseñado, y es que como los chimilas van des­
nudos y con todo el cuerpo pintado de achote (color como de almagre),
los jabalíes sienten luego el hedor del achote, y no entran en el monte
donde hay chimilas, o huyen al instante que estos llegan a pisar el monte.
Consolados con esta noticia, tiramos a salir del monte; lo cierto es que
no vimos chimila alguno, por más que nos esperaban setenta y tantos de
ellos. Erraron el lance, y se aparecieron después que habíamos pasado, e
hicieron no sé qué daños en una hacienda donde habíamos estado noso­
tros el día antecedente. Eran setenta los indios chimilas, pero venía de
capitán o bárbaro jefe de ellos un mestizo, y viendo que nosotros había­
mos escapado de sus manos, desfogaron su rabia con los pobres negros
de la hacienda; mas estos,’ acostumbrados ya a lidiar con ellos, presto los
hicieron retirar al m onte”40.
En mayo de 1751 se encontraban en Ocana. Su celo apostólico
suscitó de nuevo en la ciudad e] anhelo de tener un colegio de jesuítas.
En este sentido, el corregidor Fermín Dionisio de Amado y los alcaldes
dirigieron al virrey Pizarro una significativa carta. Empiezan alabándola
persona de señor obispo y los buenos efectos de la visita pastoral, y lue­
go hablan del fruto de los ministerios del P. Julián y de sus deseos de
ver en Ocaña a los jesuítas. La carta dice así:
“Con motivo de haber venido a esta ciudad, siguiendo su pastoral
visita, el limo. Sr. Obispo de esta diócesis, acompañado del P. Antonio
Julián de la Compañía de Jesús, nos ha parecido inexcusable hacer pre-

ANTONIO JULIAN S.J., L a perla d e la América, 2a. parte, disc. 5, (ed. Bogotá) p. 191.
40
Ibid. p. 191-192,
UN ANTIGUO BOLANDISTA
321
sente a la alta representación de V,E. los buenos efectos que hemos ex­
perimentado de su benignidad; y tenemos noticia la ha usado en toda su
provincia, siendo este lim o. Prelado un ejemplo de virtudes, derramando
su propensa caridad en todos los actos que se le presentan para ejercitar­
la en continuas limosnas, no solo a los pobres mendigos, sino también a
los vergonzantes, reformando en su visita todo lo que ha sido digno de
reparo, con la mayor honestidad, sin agravio de la justicia, siendo muy
venerador de la real jurisdicción y celoso de la paz.
“Luego que llegó a esta ciudad, habiendo visto el estado de esta
santa iglesia parroquial y que por falta de medios estaba suspensa su fá­
brica o conclusión, se ha esmerado en facilitar la continuación, de sus
cortas rentas, sin perdonar la fatiga y personal asistencia, siendo su res­
peto incentivo para que hoy se vea en los últimos remates de la arquitec­
tura, y nos persuadimos su incesante aplicación.
“No siendo de menos importancia la misión practicada por el
ejemplar y apostólico varón, el P. Antonio Julián, cuyo copioso fruto
ha llenado de consuelo a todos los que han logrado oir (su) doctrina;
aplicando su ardiente celo a las continuas tareas del ministerio, hacién­
dolas este infatigables asi en el confesionario a todas horas, como a la
enseñanza de los ni ños por las calles, tan amable que sin duda sentirá esta
ciudad carecer de semejante alivio y aunque se desea su permanencia,
envidiosos de los espirituales frutos que otros lugares logran con las fun­
daciones de la Compañía de Jesús, hay la diferencia que en aquellos ha
habido fondos para su precisa sustentación, y en este, señor excelentísi­
mo, solo hay pobreza, pero buenos deseos, por ser el clima muy apacible,
con experiencia de genios hábiles sñ. tuvieran el cultivo de que carecen,
y solo se pudiera lograr, con la superior protección de V.E., al ejemplar
de la villa de Honda, pues hallándose vaco este curato con sus rentas (por
el término que fuere V.E. servido) se pudiera establecer la subsistencia
del referido padre misionero y otros dos sujetos. A lo que creemos con­
curra de su parte este señor ilustrísimo, y los vecinos, en medio de sus
escaseces, no omitieran cuánto estas permitan a un fin tan santo, como
urgentísimo, en esta provincia, siendo del agrado de V.E.”41.
Mons. Luis García Benítez, al referirse a esta visita, escribe en sus
biografías de los prelados que rigieron la diócesis samaría:
“ En agosto de 1751 hizo [el señor Arauz] visita pastoral en la ciudad
de Ocaña, donde fue acogido en medio de general alborozo. Solemne­
mente fue recibido en el convento de San Agustín que por aquel enton­
ces prestó servicio de iglesia parroquial. Con las ritualidades propias ins-

41 ANB, Miscelánea, t. 89, foL 736-737.


JUAN MANUEL PACHECO, S. J.
322

tituyó y erigió la hermandad o congregación del Sagrado Corazón de Je­


sús”42 . En esto último se descubre la mano del P. Julián.

El arzobispo de Santafé, Pedro Felipe Azúa.

Después de un largo y penoso viaje desde su patria, Chile, entraba


en Santafé, el 20 de enero de 1748, el nuevo arzobispo Pedro Felipe de
Azúa. Se había educado con los jesuítas, primero en el convictorio de
San Francisco Javier de Santiago de Chile, y luego en el colegio de San
Martín de Lima.
En su anterior sede, Concepción de Chile, había desplegado un in­
tenso trabajo pastoral y mostrado su espíritu organizador43.
Desde su llegada a Santafé mostró su afecto a la Compañía cele­
brando su primera misa en la iglesia de San Ignacio. El hecho lo anotó
en su diario Vargas Jurado: “El viernes, 20 de enero de este año [1748],
dentro el Ilustrísimo señor don Pedro Felipe de Azúa, nación chilena,
muy afecto a la Compañía, donde dijo la primera misa”44. Según el mis­
mo cronista estableció el arzobispo en la iglesia de la Compañía “las
agonías”, el viernes santo, desde las 12 hasta las tres de la tarde45.
Pronto se sintió en la arquidiócesis la actividad del celoso prelado
quien dirigió principalmente su atención a urgir la disciplina eclesiástica,
fomentar la devoción y proteger a los indios y desvalidos46.

42 LUIS GARC1A BFNITEZ, Reseña h istórica de los obispos que han regentado la diócesis de
Santa Marta. I, 229.

43 Cfr. JOSE RESTREPO POSADA, Arquidiócesis de Bogotá. Datos biográficos de sus prela­
dos, 1. 183-191: C. SILVA COTAPOS, Historia eclesiástica de Chile (Santiago de Chile,
1925) 119-120.

44 J. VARGAS JURADO.Diario, p. 29.

46 ,
Prohibió a los curas el trasladar a los indios y feligreses tos derechos de la visita pastoral es­
tablecidos por el arancel, y el cobrar propina por la entrega de las cédulas de confesión y co­
munión y exigir otra “en los días festivos de misas precepto con pretexto de ofrenda y besar
el manípulo”. (Auto del 7 de abril de 1745 ¡Archivo de San Bartolomé, Providencias y despa­
chos de gobierno librados por los limos, señores arzobispos de esta Metrópoli, fol. 90).
Mandó que las chicherías se cerraran durante los días de tiesta y multó con dos pesos a la
tendera que vendiera chicha esc día (AGI. Santafé, leg. 398). A petición suya el rey ordenó
dividir las parroquias para que no vivieran juntos blancos e indios, pues los primeros priva­
ban a los indios de sus tierras, ganados y labranzas (ANB, Miscelánea, t. 66, fol. 218) Man­
dó a los párrocos de la ciudad enseñar personalmente el catecismo, todos los domingos, a
los indios, esclavos y gente de servicio (AGI, Santafé, leg. 398). Ordenó, para evitar los ma­
trimonios forzados, que los presos por concubinato solo se pudieran casar al salir de la pri­
sión (GROOT, J.M., Hist. II, 41) Dispuso que en las informaciones matrimoniales consta­
se el consentimicnio de la mujer, y restringió la dispensa de las proclamas (ibid). Urgió a
UN ANTIGUO BOLANDISTA
32 3

El 29 de diciembre de 1748 salió a la visita pastoral llevando en su


compañía al P. Antonio Naya. Visitó las parroquias del norte de su ar-
quidiócesis, llegando, al menos, hasta Pamplona47 .
No todas las medidas dictadas por el señor Azúa habían sido bien
recibidas y no pocas personas se sentían ofendidas. Esto posiblemente
fue causa de una bochornosa humillación que sufrió el arzobispo al re­
gresar a Santafé, el 16 de agosto de 1749. Se sometió su equipaje a un
“ignominioso registro” , como lo califica el mismo prelado, y se hicieron
averiguaciones sobre siete cargas “que confabulaba el vulgo haberse ocul­
tado, con efectos vedados, en casa de don Juan de Mendigaña”48 .
El señor Azúa pidió al P. Naya que declarara, bajo juramento, si en
toda la visita había advertido en él y en toda su familia “ acción alguna
que declinase a la más leve intervención en negocio alguno”
El P. Naya rindió el 25 de octubre su declaración, delante de escri­
bano y notario. Narra cómo el arzobispo rechazó en varias ocasiones los
obsequios que le quisieron hacer, y llegó a reprender severamente a un
sacerdote que le quería obligar a aceptar una sortija, A su secretario le
causó tanto rubor haber recibido de un cura un poco de plata acuñada,
que luego dió cuenta de ello al arzobispo y la volvió. Acercándose a la
ciudad de Santafé notó el prelado que entre su equipaje venían entre­
verados algunos fardos de lienzo y no paró hasta averiguar de quién eran.
Resultaron ser del regente del tribunal de cuentas, don Francisco Vergara,
que venía no lejos. Si supiera que alguno de mi séquito, declaró el prela­
do, se ocupa en semejantes negocios, no solo sentiría gran pesadumbre,
sino que al punto tomaría una severa resolución para castigar semejan­
tes abusos. Lo único que aceptó el prelado, declara el P. Naya, fueron
unas cintas estampadas que le obsequiaron los padres dominicos en
Chiquinquirá como recuerdo del santuario49 ,
No fue este el único sinsabor que sufrió el señor Azúa, En carta al
rey del 29 de octubre de 1749, se queja de una serie de intromisiones de

los confesores el no tolerar en los trajes de las mujeres modas indecentes, y censuró el que
las damas hubiesen abandonado los mantos para usar mantillas “Moda de la plebe de ne­
gras y mulatas" (AGI, Santafé, leg, 398). Prohibió a los clérigos bajo severas penas el co­
merciar y el rematar las rentas de licores (J. M. GROOT, II, 43-44). A estos mismos les
prohibió jugar públicamente a los naipes en las tiendas de la calle real, bajo pena de suspen­
sión y de cárcel (AGI, Santafé, leg. 398). Organizó los tribunales eclesiásticos y elaboró un
reglamento para el coro metropolitano (GROOT, I!, 41-42; J. RESTREPO POSADA, op,
cit, 1 ,186-187), etc.

47 Declaración del P, Antonio Naya; AGI, Santafé, leg. 397.

48 Carta del señor Azúa al P. Pedro Fabro; 23 octubre 1749 (lbid.).

49 AGI, Santafé, leg. 397.


JUAN MANUEL PACHECO, S. J.
324

la audiencia en el gobierno eclesiástico50. También sostuvo una larga


polémica con el fiscal de este tribunal, Manuel Bernardo Alvarez, quien
le quería obligar a tener un notario laico en vez de su secretario privado,
el Pbro. don Juan José de los Ríos y Terán51 , El caso más ruidoso fue el
de la rebelión de las monjas del convento de la Concepción, a las que
apoyó la audiencia, porque las quiso obligar a moderar los excesivos gas­
tos que hacían en las fiestas religiosas52 .
Estos y otros encuentros fueron agriando el carácter del señor Azúa.
Su salud se resintió fuertemente, y hablaba ya de la “mala tierra”
Sus enfermedades y el hallarse en edad avanzada e imposibilitado
“para continuar con el celo que debe las tareas de tan elevado ministe­
rio” , le impulsaron a presentar renuncia de su sede ante el rey53,

50 La audiencia había declarado nula la prohibición hecha por el señor Azúa en Turmequé de
vender aguardiente de caña ; 1c había exigido castigar a un visitador eclesiástico, sin haber
visto el proceso, porque había excomulgado al alcalde de Gibraltar (Venezuela);mandó
suspender el pago del estipendio a un párroco interino, a quien el arzobispo había nombra­
do para reemplazar a otro trasladado a otro curato por sus faltas; había favorecido, put
empeños de uno de los ministros, al agustino fray Francisco Abreu, residente en Gibraltar,
a quien su provisor había desterrado por sus faltas, etc. AGI, Santafé, leg. 397.

51 ANB, Curas y Obispos, t. 15, fols. 812 ss,


52
En agosto de 1748 visitó el señor Azúa el convento de Nuestra Señora de la Concepción,
que era el más numeroso y rico de los monasterios de Santafé. Contaban con 51 religiosas
de velo negro y 23 donadas. Notó que en algunas fiestas, especialmente en la de la Inmacu­
lada Concepción, se hacían excesivos gastos, no sólo en llores y cirios para adorno de los
altares, sino en pólvora y en regalos a personas de fuera, regalos que eran llevados por más
de veinte criadas vestidas con todo esmero.
Acercándose la fiesta de la Inmaculada ordenó a las religiosas, bajo censura, moderar los
gastos. Las religiosas no obedecieron, y el día de la fiesta adornaron el altar con cerca (le
un centenar de eirios, razón por la cual el arzobispo se negó a asistir a la fiesta. El ptelado
había dado orden repetidas veces a la Madre Mariana del Sacramento de presentar las cuen­
tas del convento, pero no fue posible que las presentara todas. Esto y el haber obligado la
abadesa aun notario a certificar sobre la moderación de los gastos, ¡novio el arzobispo a de­
clarar que habían incurrido en las censuras tanto la abadesa. Madre María Luisa de San An­
tonio, como la Madre Mariana del Sacramento, a suspender a la abadesa en el gobierno del
monasterio, y a dar otras órdenes relativas al número de capellanes, sueldo del síndico,etc.
Las religiosas le negaron la obediencia al prelado y acudieron a la real audiencia para que
hiciera suspender las medidas dictadas contra ellas. El arzobispo se encontraba en visita
pastoral fuera de la ciudad, y el provisor hubo de suspenderlas, pues la audiencia ic amena­
zó con la ocupación de las temporalidades. (Carta del señor Azúa al rey, Pamplona, 16 ma­
yo 1749; AGI, Santafé, leg. 397).
El Consejo de Indias significó a la audiencia la extraheza que se tenía por haber admitido
recursos en negocios tocantes a la visita de regulares (Parecer del fiscal del Consejo. AGI.
Santafé, leg. 409), y al virrey Pizarro se le escribió que reprendiese a las monjas su inobe­
diencia (ANB, Miscelánea, t. 56. f. 4 5 3 4 5 8 ).

53 Memorial del apoderado del señor Azúa, Domingo de Lauda, presentando la renuncia del
prelado (AGI, Santafé, leg. 398).
UN ANTIGUO BOLANDISTA
325

El 28 de mayo de 1753 el Papa Benedicto XIV, a petición de la


corte de Madrid, aceptó la renuncia del arzobispo, y le señaló una pen­
sión anual de 8.000 pesos sobre las rentas de la arquidiócesis54 .
De regreso a su patria, le sorprendió la muerte en Cartagena, el 22
de abril de 1754. Fue enterrado en la iglesia de la Compañía55.

Visita de la provincia

El P. Fabro en su visita a las casas de la provincia llegó hasta las


misiones de Casanare y Meta, y pudo informar al rey de su estado “co­
mo testigo ocular, escribe que soy de todas ellas, por las visitas que co­
mo provincial he hecho de todas, para proveer de remedio lo que pudie­
re, y dar a los sujetos que se hallan en aquellos destierros el consuelo
que pueden desear con la visita de su prelado” 56.
De la visita a las demás casas sólo sabemos que en septiembre de
1748 hizo la del colegio de San Bartolomé57 .

Fallecimientos

En 1750 tuvo la misión de los Llanos una dolorosa pérdida con la


muerte del P. Gumilla, probablemente en su reducción de Sanlgnacio de
Betoyes, el 16 de julio de ese año58.
Al año siguiente fallecía en Santafé, el 14 de octubre, el P. Ignacio
de Meaurio a los ochenta años. Siendo rector del colegio de Tunja había
pedido a los superiores el poder consagrarse a las misiones, y el P. Tam-
burini se lo concedió. En junio de 1729 escribía el padre general al P.
Diego de Tapia, entonces provincial: “Con repetidas instancias me ha
pedido el P. Ignacio Meaurio mi licencia y facultad para dedicarse a las
misiones, y considerando así la gravedad del negocio, como el no pe­
queño provecho que a estas les será su vivo y poderoso ejemplo, conde­

54 AGI, Santafé, leg, 398, El cardenal Portoearrcro en carta a don Joaquín José Vásquez y
Morales (Roma, 31 mayo 1753) escribe que el Papa ha admitido la renuncia del señor
Azúa con bastante repugnancia, por no haber venido el poder del prelado y los certificados
médicos, y pide que estos documentos se le envíen,

55 JOSE RESTREPO POSAD A, op. cit. 1. 191.

56 Carta del P. Fabro al rey; Santafé, 26 mayo 1750: AGI, Santafé, leg. 269.

57 Archivo del Colegio de San Bartolomé Libro de recibo, fol. 3.

58 ARS1, N.R. et Q. 4. fol. 328.


JUAN MANUEL PACHECO, S. J.
326

ciendo con sus deseos, y para su ejecución le doy mi facultad y licen­


cia”59 .
Le debió de impedir el ir a las misiones el haber sido elegido pro­
curador por la congregación provincial de ese año. Al regresar de Euro­
pa debió de pensar entrar por el Orinoco. Esta noticia se la comunicaba
el gobernador de Cumaná y la Guayana, Carlos de Sucre al P. Gumilla.
“El consuelo que V.S. me da, respondía este, de la venida del P. Igna­
cio de Meaurio lo será grande a los padres de Santafé a quien lo parti­
ciparé. El gran fervor de dicho padre, quien después de haber goberna­
do largos años las provincias de Quito y Santafé pidió por favor a nues­
tro padre general el bajar acá a ser misionero, me hace creer que habrá
renovado en Roma la súplica y que vendrá con misioneros muy escogidos
a este Orinoco, de cuyo transporte acá con que haya aviso en la Trini­
dad. tengo allá favorecedores que a porfía los pasarán a Guayana. Dios
ios traiga aprisa” 60.
Su último cargo fue el de prefecto de la congregación de Nuestra
Señora de Loreto de la iglesia de San Ignacio61 .
Vargas Jurado registra escuetamente en su diario esta muerte: “El
14 de octubre de este año (1751) murió el P. Meaurio” 62.

II— La misión de la Guajira

Los guajiros63*

En el extremo norte del litoral colombiano, en la frontera con Ve­


nezuela, se encuentra la península de la Guajira. Casi toda ella es una di­
latada planicie semidesèrtica, desolada, cubierta a trechos de arena y a

' ATT, Cartas de PP. Generales, leg. 132, fot, 295.

60 Carta del P. Gumilla al gobernador Carlos de Sucre: 1 enero 1734: AGI, Santo Domingo,
leg. 599.

61 Catálogo de 1751; ARSI. N.R. ct Q. 4 . fol. 298.

62 J. VARGAS JURADO. Diario, p. 32.

63 Sobre la Guajira y sus habitantes efr. GUILLERMO HL: RN ANDliZ Dll ALUA, flis rafia y
etnografía de las trib u s guajiras, en BU A. 23 (19361 9-44: JOSf AGUSTIN Dl; BARRAN-
QUILLA. O.l'.M. Cap.. A s i es la Guajira. Itin e ra rio d e Un m isio n e ro c a p u c h in o (2a. eti. Bo­
gotá, 1953): M U DAD l-S CHAV1-.S, La G uajira un a religión y u n a c u ltu ra d e C olom bia, cu
ftev co lo m b ia n a d e A n tr o p o lo g ía . (Bogotá) 1 (1953) 123-195. Para una bibliografía más
amplia sobre los diversos aspectos de la Guajira, efr. G1 RARDO - I Í N C H Í I - DOI MA-
TOIT, B ib lio g ra fía d e la Guajira, en R evista d e la A c a d e m ia C o lo m b ia n a d e cie n cia s exac­
tas. físicas y naturales, (Bogotá) 12 (noviembre 1963) 47-56,
UN ANTÍGUO UOLANDISTA
327

trechos de pajonales. Su seco suelo reverbera bajo un cielo límpido y


azul. Sólo en tiempo de lluvias corre alguna agua por los secos y areno­
sos cauces de sus arroyos.
En esta árida, península viven, desde los tiempos de la conquista,
los indios guajiros, repartidos en pequeñas rancherías. Son hoy cerca de
30.000, incorporados en su mayoría a la vida civilizada, pero que conser­
van su sonoro idioma y sus costumbres típicas.
Es el indio guajiro de gallarda apostura, musculoso y arrogante. Es
valiente, frugal y sufrido, muy celoso de su independencia, astuto, muy
buen amigo pero también un terrible enemigo64 .
El P. Antonio Julián los contempló en Riohacha caminando el in­
dio a paso lento, con aire majestuoso y dominante, mientras su mujer,
humilde y abatida, marchaba delante cargada con un haz de leña y lle­
vando en los brazos al hijo pequeño65.
Vivían antiguamente de la caza y la pesca, pero luego, gracias a la
introducción del ganado, se transformaron en pastores que conducen
sus animales por toda la península en busca de agua y pastos. Se hicie­
ron también ágiles jinetes, y reemplazaron el arco y las flechas por las
amias de fuego66 .
El carácter altivo e independiente del guajiro rechazó durante to­
da la época colonial el dominio del blanco. Esto mismo hizo que la la­
bor misionera entre ellos rindiera muy escasos frutos. Sólo en época
reciente el guajiro se lia ido incorporando a la nación colombiana, gra­
cias a la labor de los orfanatos sostenidos por los misioneros capuchinos
y al mestizaje.

Los misioneros capuchinos

Carlos II por real cédula de 27 de agosto de 1694 había confiado a


los capuchinos valencianos la evangelízación de los indios guajiros de la
provincia de Santa Marta. En octubre de 1696 llegaban a Riohacha el
P, Pedro de Orihuela y otros tres religiosos, procedentes de los Llanos
venezolanos, a los que pronto se unieron otros diez venidos directamente
de España67. Estos primeros misioneros fundaron cerca de Riohacha va-

M JOSI-: AGUSTIN DF BARRANQU1LLA, op, cit. p. 63.

6í ANTO NI O .1IX l AN, La Perla de la América . 2a. p arte, disc. 1 3 , p 323.

66 Ibid.dise. 12,p. 220.

67 ANTONIO DF ALCACER O.l'.M. Cap. Las Misiones Capuchinas en el Nuevo Reino de


Granada, hoy Colombia (Bogotá, 1959) p. 44,56-5 7.
JUAN MANUEL PACHECO, S. J.
328

rías poblaciones indígenas, pero una sublevación de los indios los obligó
a retirarse a Maracaibo.
En 1716 emprendieron ia reconstrucción de la misión con autori­
zación de la corte. Les apoyaron el gobernador de Santa Marta, y don
Antonio de la Pedrosa y Guerrero, encargado de establecer el virreina­
to68 , pero hallaron una cerrada oposición en el autoritario y voluntario­
so obispo de Santa Marta, fray Antonio Monroy y Metieses69 . El prelado
excomulgó a los capuchinos y puso en entredicho a Riohacha. Logró lue­
go del virrey, Jorge de Villalonga, que ordenase a los misioneros retirarse
a Maracaibo, mientras la audiencia de Santafé resolvía el conflicto70 .
Pero desde Madrid ordenó el rey restituir a los capuchinos las mi­
siones de la Guajira y así lo hizo el gobernador Juan Beltrán de Caice-
do.
En esta ocasión acompañó a Caicedo el P. Miguel de Herrera71,
que habiendo sido trasladado de Cartagena a Mérida, recibió la orden
de ir predicando misiones por las poblaciones del tránsito. Después de
misionar en la provincia de Cartagena, pasó el P. Herrera a Santa Marta

68 Ib id. p. 86-87

H señor Antonio Monroy y Mencscs, merced ario, nació en Talavera (España) el 16 de oc­
tubre de 1673. Fue en su provincia de Castilla, maestro de teología, definidor y predica­
dor real. El 18 de agosto de 1714 el rey le presentó para la sede samaría, y las bulas se le
expidieron el 21 de enero de 1715 {EUBERITZLER, Hierarchia Cathoíica, V, 258). En
marzo de 1716 tomó posesión de su obispado. Su carácter autoritario le llevó a ruidosos
conflictos con los gobernadores de la provincia, el cabildo eclesiástico, los alcaldes de varias
poblaciones, los capuchinos, etc. El rey le ordenó, el 4 de julio de 1732, presentarse en Es­
paña. Sólo en agosto de 1735 salió para Cartagena, desde donde presentó renuncia de su
obispado, alegando que sus enfermedades no le permitían viajar a España. El Consejo de
Indias le aceptó la renuncia. (E. RESTREPO TIRADO, Historia d e la Provincia de Santa
Marta, II , 125-188). Mons. Luis García Benitez, en su biografía de este prelado, escribe:
“Demasiado autoritario, don Antonio Monroy, se creía revestido de omnímodos poderes y
no consentía que nada se hiciese sin contar con su beneplácito, cuando él por su parte que­
ría proceder con absoluta independencia, desatendiendo hasta las reales disposiciones”
fReseña histórica de los obispos que han regentado la diócesis de Santa Marta, I, 204).
<1 A
En su despacho, fechado en Cartagena a 31 de marzo de 1721, manda el virrey que los
capuchinos se retiren a Maracaibo, y ruega ai obispo que se restituya con la mayor breve­
dad a su iglesia y "en lo que no fuere de su incumbencia no se entrometa” (AGI, Santafé,
519). Y en carta al rey refiere que el obispo le tuvoasediado en Cartagena y que éste lleva­
ba las cosas muy violentamente “¡o que da motivo a discurrir hay algún amor propio en
ejecutarlas, siendo un poco pagado solo de su dictamen” (Apud. RESTREPO TIRADO,
op. cit. II, 140).
71
El P. Miguel de Herrera había nacido en Antioquia el 8 de mayo de 1671 y entrado en la
Compañía el 3 de diciembre de 1689 (Catálogos de 1691 y 1711). Fue procurador del co­
legio en Santafé (ANB, Notaría 2, t. 90, fol. 169). En 1711 estaba en Honda de operario
(Catálogo de 1711). En el catálogo de 1718 se anota que está “extra provinciam". Murió
en Mérida el 4 de marzo de 1728 (ARSI, Hist. Soc. 50).
UN ANTIGUO BOLANDISTA
329

en donde predicó una misión y tuvo por oyente al gobernador. Con este
siguió a Riohacha con el mismo fin de misionar.
En Riohacha se encontraron el gobernador Caicedo y el obispo fray
Antonio Monroy. Puso este todo su empeño en impedir que el goberna­
dor visitara las misiones. Pero viendo inútiles sus afanes, porfió en que
había de acompañarlo en la visita, pretextando que los indios de El Sala­
do, que hacía poco habían dado muerte a su doctrinero, habían de huir
si sabían que venía el gobernador sin el obispo. Cay cedo se mostraba
renuente, pues temía que el miedo que inspiraba el prelado cerrara la
boca de muchas personas que podían informar, pero temiendo un nuevo
rompimiento con el prelado condescendió. Pero el señor Monroy el día
de la partida amaneció enfermo y se quedó en Riohacha.
El P. Herrera siguió con el gobernador. En una extensa carta al rey,
fechada el 20 de febrero de 1724, informa de esta expedición y del esta­
do en que se encontraban los pueblos de la misión. Se muestra pesimis­
ta de la labor realizada por el señor Monroy en aquellas regiones y que
este tanto ponderaba. De los ocho pueblos, varios habían sido fundados
por los capuchinos, y los tres fundados por el obispo se encontraban en
ruinas, sin doctrinero y con losindios en estado de rebelión. Meses antes
habían dado muerte al doctrinero del pueblo de San Pedro Nolasco del
Salado, y en San Ramón de Parauje quemaron la iglesia. Los doctrineros
puestos por el señor Monroy eran clérigos muy jóvenes, sin muchos estu­
dios, que se contentaban con bautizar a los párvulos y ni siquiera lleva­
ban libro de bautismos72.
También el obispo escribió al rey sobre esta visita del gobernador.
Procura en su carta desacreditar tanto al gobernador como al P. Herre­
ra diciendo que por las tardes se ponían ambos a jugar a los naipes en
compañía de dos mulatos, Habla de que el gobernador procedió en la
visita como un riguroso visitador eclesiástico que pedía a los curas las
nóminas de los casados y bautizados, y hacía firmar los indios y negros
que aquellos pueblos habían sido de los capuchinos. Y que el fruto de
todo había sido el dejar alterada la tierra y armiñada la obra que él ha­
bía levantado personalmente en tres años de trabajo73. En otra carta
acusa al P. Herrera de “ que está dando público escándalo con su irregu­
lar modo de vida” , pues mandaba comprar públicamente aguardiente74 .

72 Curta del P. Miguel de Herrera al Rey; Rloliaeha, 20 lebrero 1 724; AGI. Stimale. 404.
73 Carta del señor Monroy al rey; Tamalameiiue, 15 mayo 1 724; AGI. Salitale, 5 19,
■?<! Carta al rey; Tamalameque, 25 mayo 1724 : AGI, Súmale, 520.
JUAN MANUEL PACHECO, S, J,
330

El rey no sólo aprobó lo realizado por Caicedo, por cédula del ó de


mayo de 17257S, sino que dispuso el envío de otros doce capuchinos
para esta misión y que se suministrara a los misioneros todo lo necesa­
rio. Al obispo se le ordenó “desentenderse en estas dependencias” y
dejar al gobernador y a los capuchinos en completa libertad.
Un nuevo esfuerzo de doce misioneros llegó en 1727 a Maracaibo,
y seis de ellos pasaron a Riohacha. Tratóse de establecer dos poblacio­
nes de blancos entre los guajiros, pero no se encontró quien se arriesgara
a vivir entre tan belicosos indígenas767.
Difícil era esta misión. Los misioneros, se lamentaba el P, Andrés
de Oliva, prefecto de las misiones capuchinas, “ no servimos de otra cosa
más que de testigo de sus insolencias; únicamente se consiguen los pár­
vulos que mueren, y los que no, salen peores que los gentiles, por estar
totalmente a su voluntad depravada, sin el menor respeto e intención”71.

El señor Nieto Polo y los guajiros


T
Estando de visita en Riohacha el señor Juan Nieto Polo dei Aguila,
quien desde 1745 regía la diócesis samaría, se le presentó una delegación
de indios guajiros. Venían a pedirle que nombrara para sus pueblos cu­
ras clérigos pues los capuchinos, decían, los habían abandonado.
Esto movió al señor Nieto Polo a visitar el territorio de las misio­
nes. Según informaba al rey, sólo encontró dos pueblos atendidos por
dos religiosos, los PP. fray Silvestre de La Bata y fray Basilio de Cálig.
“ En el uno, escribe, no me atreví a administrar el sacramento de la con­
firmación porque están como gentiles, y por demás el religioso” . En San
José del Rincón se celebraban los divinos oficios en una choza que servía
también de gallinero. A dos causas atribuía el prelado tan triste situa­
ción: a la libertad con que querían vivir los indómitos guajiros, especial­
mente para practicar la poligamia, y al abandono en que se tenía a los
misioneros “por el descuido con que les pagan lo que tenían asignado”78.
Pensó entonces que podía ser una solución el entregar estas misio­
nes a la Compañía de Jesús. “Tengo señor por cierto, escribía al rey,

75 Real cédula de 6 de mayo de 1725, en ANTONIO DE ALCACER. O.E. M. Cap. ¡.as misio­
nes capuchinas en el Nuevo Reino de Granada. p. 116-119.

76 Ibid. p. 122.

77 Ibid. p. 138.

78 Cartas del 4 y 25 de marzo de 1746; AGI, Santafé, 523.


UN ANTIGUO BOLANDISTA
331
que sólo los padres jesuítas tienen esta gracia en estas partes. No solici­
tan dinero y sólo atienden al fin de su destino” 79 .

Jesuítas para la Guajira

El señor Nieto Polo encontró apoyo en el virrey Sebastián de Esla­


va para enviar nuestros operarios a la Guajira80 . “Oyó la real piedad del
señor don Fernando VI, narra el P. Julián, el deplorable estado y críticas
circunstancias en que se hallaba la nación de los guajiros, y la necesidad
urgente que había de mandar nuevos operarios a aquella inculta viña, y
mandó luego que se dieran las oportunas providencias, arregladas a los
informes que de ambos jefes habían ido a la corte, y a medida de sus sú­
plicas y deseos. Ordenóse luego que fueran para Santa Marta y conquis­
ta de los guajiros siete misioneros jesuítas (que no los había en aquella
provincia), sacerdotes todos, jóvenes, robustos, y tales que pudieran en­
trar con apostólicos alientos en tan gloriosa empresa, según las instruc­
ciones que llevaba el nuevo señor virrey nombrado entonces, el señor
don José Pizarro, marqués del Villar” 81 .
Sobre esta misión escribió el marqués de la Ensenada al nuevo vi­
rrey la siguiente carta que copia el P. Julián82 .
“Excelentísimo señor:
Me ordena S.M. dar a V.E, la noticia de haber determinado mandar
siete misioneros, ya sacerdotes, a la conquista de los indios guajiros de
la provincia de Santa Marta, perteneciente al gobierno del virrey del
Nuevo Reino. Por tanto, es voluntad expresa de su real majestad que
partan luego tales misioneros, y estén siempre debajo la protección de
V.E., a cuyo cargo queda prevenirles competente buque en la misma na­
ve en que se embarque V.E., y llegados a su destino proveerá V.E. de
darles la escolta necesaria y conveniente para entrar a la dicha conquista,
mas si por no tener estos sacerdotes práctica todavía de la lengua y cos­
tumbres de los bárbaros, no tuviere V.E. por conveniente meterlos, lue­
go entre aquellos indios, podrá V.E. m a n d a rlo s entretanto al Daríén
a tomar luces y experiencias de las naciones incultas, y después de algún
tiempo llamarlos e introducirlos en la provincia de Santa Marta, a fin de

79 Carta al rey; Ocaña, 4 mano 1747; AGI, Santafé, 523.

80 ANTONIO JULIAN S.J., La Perla de la América, 2 parte, disc. 15 (ed. Bogotá, 1951) p.
231.

81 Ibid. p. 233.

82 Ibid.. p. 234-235.
332
JUAN MANUEL PACHECO, S. J. í
reducir y pacificar esa nación de los guajiros. De la prudencia y celo de j
V.E. en ejecutar las órdenes del real agrado espera S.M. la más oportunas
providencias para el feliz éxito de la conquista” 83*.
En Puerto de Santa María se encontraron el virrey Pizarro y los mi­
sioneros destinados a la Guajira. Con frecuencia venía visitarlos y los lla­
maba los misioneros de Santa Martam .
Embarcóse Pizarro con su comitiva el 24 de septiembre de 1749 en
la nave La Galga85. Un día antes lo habían hecho los jesuítas en la fraga­
ta La Margarita, junto con el teniente Ignacio de Salas, ingeniero, que
venía nombrado gobernador de Cartagena86.
Los siete jesuítas eran los PP. Juan Bautista Manila, italiano, quien
venía de superior; Miguel Angel Melis y José Antonio Garrucho, de
Cerdeña; Miguel de Ibazeta, de Lequeitio (España) y Antonio Julián,de
Camprodón (España): Jorge Schmitz y Jaime Nille, alemanes87.
Llegados a Cartagena a mediados de noviembre del mismo año, tu­
vieron el gusto de encontrar allí el virrey Eslava. “Fuimos luego a pre­
sentarnos y a rendir nuestros obsequios a su excelencia, narra el P. Ju­
lián, el cual así que nos vio, lleno de gozo exclamó: gracias a Dios, etc.
Y comenzó a manifestarnos la necesidad de la conquista de los guajiros
y a referir ciertos casos (que omito por no ofender a nadie) sobre las
circunstancias y estado de los guajiros; y animados, por fin, para la em­
presa, nos despidió afabilísimo, ofreciéndonos su protección y favor en
cualquier lance que se nos ofreciera” 88 .
Esperaban en Cartagena los jesuítas nuevas instrucciones para diri­
girse a la Guajira, cuando llegó una real cédula “al parecer contraría,
narra el P. Julián, bien que absolutamente no era más que precisiva, ori­
ginada (a lo que yo pienso) de informes o representación, que prescin­
diendo de la providencia anterior dada por su majestad, le suplicaba y
representaba otra cosa, que bien podía componerse con la primera real
disposición sobre la conquista. Por fin, después de haber el real erario
costeado enteramente, no sólo el viaje de los siete primeros misioneros
de Santa Marta, sino de otros siete que vinieron, aun después de haber

A. tULIAN, iliid 234.

34 ibid. p. 234.

35 ]\. RFSTRLPO TIRADO, G o b e r n a n te s d e l N u e v o R e in o d e G r a n a d a , p. 80.


86 A. J U L I A N , o p . d t . p. 23 5 .

87 AGI. Contratación, 5549

88 A. JULIAN, op. dt. p. 23&.


UN ANTICUO B0LAND1STA
333

llegado la segunda real cédula, al parecer contraria (para que se vea que
la posterior determinación de la corte no excluía la primera, más esta
persistía en su vigor) nunca pudimos entrar en la conquista de los gua­
jiros, ni de otra bárbara nación de Santa Marta, los catorce misioneros
mandados expresamente a ese fin por su real majestad, con tantos cos­
tos y tan prolijas disposiciones acertadísimas de la corte. Si me pregun­
taran el por qué, digo que no lo sé, y aunque lo supiera no lo dijera.
Basta decir que las intenciones y providencias de la corte eran piadosas,
sabias y convenientes para obtener el éxito feliz de la conquista” 89 .
En efecto una nueva expedición de seis jesuítas había salido de Cá­
diz en octubre de 1750 en el navio Nuestra Señora del Rosario. La com­
ponían los PP, José Navarro, valenciano, que venía de superior, y José
Ignacio Valls, catalán y los estudiantes José Térez. Vicente Ballesteros,
Juan Fuentes y Antonio de Campos90 .
“ Lo que su real majestad ordenaba, prosigue diciendo el P. Julián,
era en substancia que los padres capuchinos que estaban en Maracaibo
y provincia de Venezuela, pasaran a los guajiros; y los que estaban en
los guajiros pasaran a los chimilas de la misma provincia de Santa Mar­
ta”91 .
Esta cédula la recibió el nuevo obispo de Santa Marta, José Javier
de Arauz, y quedó no poco sorprendido. Hizo llamar al P. Andrés de
Oliva, prefecto de las misiones capuchinas, para informarse del estado
de la misión. Era el P. Andrés, al decir del P. Julián, “ hombre verdade­
ramente de verdad y juicio, y religioso, y por su virtud y buen ejemplo
venerado en la provincia” . Venido el padre prefecto, ie dice con toda
sinceridad al prelado: “Señor, aquella misión se halla en deplorable es­
tado; nosotros, cinco que somos, casi nada podemos hacer entre los
guajiros, ni servimos de otra cosa que de ser testigos de sus maldades;
de buena gana dejáremos sus tierras a los nuevos misioneros y nos vol­
viéramos a España, o las dividiéramos con ellos, que para todos hay
campo bastante para trabajar”92 .
Oídos los informes del P. Andrés de Oliva y visitando las misiones
de la Guajira, redactó el señor Aráuz una nueva representación a la cor­
te. Envióla al virrey Pizarro para que la corroborara con su dictamen.
“Su excelencia el señor Pizarro, en carta que yo mismo leí, cuenta ci P.

89 . p. 236-237,
[bid

90 AGI, Con Tratado n, 5549: ANB. Miscelánea, t. 69. fot. 290,

91 A. JULIAN, op, L'it, p. 238.


92 l b i d . p. 2 39.
JUAN MANUEL PACHECO, S. J.
334

Julián, respondió al señor Obispo alabando su celo pastoral, los deseos


de la reducción de los guajiros, concluyendo que de su parte haría cuan­
to podía y debía en la corte, para que se lograra el fin tan importante
de la conquista de la nación guajira, etc. Hasta aquí sé. Pero si su excelen­
cia mandó tal representación a la corte, o si se traspapeló en la secreta­
ría de Santafe, ni el señor obispo lo supo, ni lo pude yo tampoco, de
parte de su ilustrísima, averiguar cuando subí a Santafé. Lo cierto es
que el señor obispo Aráuz como encontró las misiones de los guajiros,
así las dejó cuando fue promovido al arzobispado de Santafé”93 .
Los jesuítas venidos para la misión de la Guajira fueron repartidos
por diversos sitios. En 1751 encontramos a] P. Manila en Cartagena; a
los PP. Carrucho, Melis, Nille y Schmitz en las misiones del Meta y el
Orinoco, al P. Ibazeta en Honda, y a los demás en Santafé94.

93 Ibid. p. 239-240.
94
Catálogo de la provincia del Nuevo Reino, 1751 ARS¡, N.R. ct Q, 4, fol. 298 ss.
CAPITULO XIII

LOS ULTIMOS PROVINCIALES

1— P. Ignacio Ferrer

El nuevo provincial

En agosto de 17511 aparece ya el P. Ignacio Ferrer como provin­


cial. Había venido al Nuevo Reino, en 1723, ya sacerdote, cuando solo
contaba 29 años de edad. Su patria era la ciudad de Olot en Cataluña
(España), en donde había nacido en 14 de febrero de 1694. En la Com­
pañía ingresó el 26 de mayo de 1712.
Una de sus primeras ocupaciones en el Nuevo Reino fue el de pre­
fecto de las misiones circulares del colegio de Tunja2 . Pasó luego a San­
tafé como profesor de filosofía, cátedra que desempeñaba en 17313 . De
1734 a 1735 fue rector de San Bartolomé4 . En este último año fue en­
viado a Caracas a preparar la fundación del colegio, y allí pennaneció
hasta 17465 . A principios de 175 1 se encontraba en el Colegio Máximo
de Santafé con el cargo de director espiritual de la comunidad6 .

1 Iil 20 de agosto de 1751 el P. Ignacio Ferrer como provincial otorga su poder general al P.
Salvador de Quintana, nombrado procurador general de la provincia (ANB, Temporalida­
des, t. 22, fol. 6.52).

2 Libro de la Sacristía del colegio de Tunja. fol. 192, Biblioteca Nacional, Mss. 105,

3 Biblioteca Nacional, Mass. 255, Miscelánea, fol. 64.

4 RKSTRKPO POSADA, José, R e c to r e s d e l C o leg io -S em in a rio d e S a n B a rto lo m é, RJ. 38


(1952)98.

5 Memorial del P. Ferrer, fechado en Carcas i II de noviembre de 1746, en que dice tener
orden de regresar a Santafé. Archivo Nacional de Chile, Jesuítas, Bogotá 211.

6 Catálogo de la provincia del Nuevo Reino de 175 1; ARSI, N,R. et Q. 4.


JUAN MANUEL PACHECO, S. J.
336

El colegio de Caracas

Correspondióle ai P. Ferrer, como provincial, dar comienzo al colé-


gio de Caracas, por el que había trabajado tantos años. En el catálogo
de 1751 ya aparece la nueva fundación.
Este mismo año, como ya dejamos narrado, una misión predicada
en Coro por los PP. Antonio Naya y Francisco Javier Oraa, dio origen a
un movimiento en pro de un colegio de la Compañía en esa ciudad. Aun­
que los jesuítas residieron varios años en Coro, la fundación al fin no
pudo realizarse7 .

Catálogo de 1753

En el catálogo de la provincia de 1753 figuran los siguientes supe­


riores:
El P. Pedro Fabro es rector del Colegio Máximo de Santafé. El P.
Domingo Seribani, vicerrector del colegio de Tunja, instructor de terce­
ra probación y maestro de novicios. Los demás rectores son: Antioquia:
P. Manuel Zapata; Cartagena, P. Jerónimo de Grossis; Honda, P. Gaspar
Alvarez; Mérida, P. Antonio Meislz; Mompós, P. Jerónimo Godoy; Las
Nieves. P. Francisco Räuber: Pamplona, P. Pedro López; San Bartolomé
(Santafé), P. Jaime López; Santo Domingo, P. Miguel Gereda. Superio­
res: de Fontibón, el P. Francisco Antonio Quirós; de la residencia ele
Maracaibo, ei P, Andrés García, y de la fundación de Caracas, el P. Jai­
me de Torres.
En las misiones se encontraban 17 jesuítas. Los novicios escolares
eran ocho, entre ellos dos sacerdotes, los PP. Manuel Alvarez y Cornelio
'Firado, y los novicios coadjutores, tres8 .
La situación económica de los colegios eran en general holgada. El
colegio de Santafé contaba con 62 sujetos (33 sacerdotes, 12 escolares y
17 coadjutores). Sus rentas, que se habían acrecentado en los últimos
años, ascendían a 14.000 pesos anuales. De esta renta debían emplearse
779 pesos, como réditos de diversas donaciones, en misiones circulares,
culto divino, celebración de una misa por sacerdotes no jesuítas a las 10
de la mañana, y biblioteca. El colegio debía 4.000 pesos, pero tenía có­
mo pagarlos.
También se habían mejorado, gracias a un mejor cuidado de las ha­
ciendas, las rentas del colegio de Tunja. Sostenía a 27 religiosos: 9 sacer-

7
Ct'r. supra. p. SO.
8
Catálogo do la provincia del Nuevo Reino, 1753. ARSt, N.R. et Q. 4.
LOS ULTIMOS PROVINCIALES
337

dotes, 7 hermanos coadjutores y 11 novicios. Uno de los sacerdotes te­


nía a su cargo la enseñanza de la gramática a los niños de la ciudad, y un
hermano atendía a una escuda que contaba con una fundación. Sus ren­
tas ascendían a 4.000 pesos; tenía un censo de 354 pesos y una deuda
de 1667 patacones, pero le debían 3 .739.
En Cartagena residían once jesuítas (6 sacerdores y 5 hermanos).
Contaba con una fundación para sostener una escuela de niños. La dase
de gramática se daba sin obligación alguna. No aparecen ya las clases de
filosofía y teología que se dictaban en 1738. Sus rentas ascendían a
9.000 pesos, de los que tenía que dedicar 863 a las misiones circulares,
ai culto divino y a la escuela. Debían 1 1.200 patacones, deuda contraí­
da durante la guerra, pero podía pagarla. Estaba construyendo la iglesia.
El colegio de Pamplona sostenía a seis sacerdotes y cinco hermanos,
Uno de ios sacerdotes era maestro de gramática, clase que sostenía el
colegio sin ninguna obligación. Sus rentas al año sumaban 3.000 no
tenía deudas, fuera de un censo de 292 patacones. El edificio del colegio
amenazaba ruina, pero para reconstruirlo contaba con 4.000 patacones.
Mérida contaba con siete sacerdotes y un hermano. Se enseñaba allí
la gramática sin ninguna obligación. Las rentas llegaban a 3.200 pataco­
nes, y sobre el colegio no pesaban censos ni deudas. Pero debía reedificar
el edificio del colegio, para lo cual tenía reservados 8.484 patacones.
El colegio de Mompós siempre había sufrido de estrechez econó­
mica, pero ahora con sus 2.700 patacones de renta podía sostener, sin
mayor dificultad, a cinco sacerdotes y dos hermanos que en él residían.
Uno de los sacerdotes era maestro de gramática y un hermano maestro
de párvulos;solo la escuela contaba con su fundación.
Solo dos padres y dos hermanos residían en Honda. LTn padre ense­
ñaba gramática y un hermano era maestro de la escuela, la que contaba
con la donación hecha por el P. Francisco Cicero. Sus rentas solo eran
1.800 patacones, lo que indica un fuerte descenso con relación a las del
año de 1736 que llegaban a 4 .i 00 pesos9 ■Tenía un censo de 574 pata­
cones .
Las rentas del colegio de Antioquia llegaban a 2.035 patacones,
con las que podía cómodamente sostener a sus moradores, tres sacerdo­
tes y un hermano. Se enseñaba gramática sin obligación alguna. Tenía
una deuda de 1 .314 patacones, pero a su vez le debían 4.7ó6.
El colegio de la isla de Santo Domingo que había conocido días de
angustias económicas, había mejorado. Sus rentas ascendían a 5.000
patacones, aunque tenía un censo de 1.501 pesos, por un capital de 30.

9 Cfr. supra p. 268


JUAN MANUEL PACHECO, S. J.
338

020. Había pedido prestados 2.500 patacones para terminar la iglesia,


pero tenía cómo pagarlos.
En el colegio de Las Nieves, en Santafé, se observaba un notable
descenso en sus rentas. Eran estas 2.000 patacones, con un censo de
323 pesos y una deuda de 3.091. Esta deuda se debía a empréstitos he­
chos para mejorar las haciendas. Con dificultad podía sostener a sus cin­
co moradores: tres sacerdotes y dos hermanos10.

El nombramiento del P. Scribani.

El nombramiento del P. Scribani para rector del colegio de Tunja


trajo un pequeño roce con el virrey José Alfonso Pizarro. Era el P. Scri­
bani párroco de Tame, en las misiones del C’asanare. Al presentar el P.
Ferrer la tema de jesuítas para que se escogiera el nuevo párroco, la re­
chazó el virrey exigiendo que se expusieran por escrito las razones para
remover al P. Scribani, Con repugnancia obedeció el P. Ferrer, pues
nunca antes habían exigido las autoridades del Nuevo Reino el que la
Compañía manifestara las razones que tenía para cambiar a sus religiosos.
Tal privilegio se fundaba en una real cédula de lo de junio de 1654 en
la que se decía que en los casos “que el prelado regular de la Compañía
de Jesús tuviere por conveniente remover a los religiosos de tales doctri­
nas por causas que para ello tenga, lo pueda hacer sin que sea obligada a
manifestarlas ni proponerlas al dicho mi gobernador ni al obispo de a-
quella provincia, cumpliendo con volver a proponer otros tres sujetos” .
En nombre del P. Ferrer presentó el caso al Consejo de Indias el P.
Pedro Ignacio Altamirano, procuradorgeneral de las provincias de Indias.
En su memorial cita, además de la real cédula de 1654. otra de 27 de
junio de 1703 en la que el rey facultaba a los superiores de la Compañía
de Jesús para disponer libremente de sus súbditos misioneros, aun cuan­
do hubiesen pasado a América a cuenta de la real hacienda.
Estudió el memorial el riscal del Consejo y no halló dificultad “en
que se expidan las cédulas que se piden, añadiéndose en ellas para mayor
claridad, no deberse precisar a los superiores de la Compañía a expresar
las causas que tuvieren para apartar a cualquier religioso de la doctrina
que estuviere sirviendo” 11 .
E! Consejo se adhirió a este parecer. El archivo de Indias guarda
una minuta de una real cédula, fechada el 26 de diciembre de 1753, en

10 ANB, Historia, t.l, Tols, 79 ss.

11 Memorial del P. Podro Ignacio Altamirano, procurador general de indias, al Consejo de In­
dias. presentado el 30 de octubre de 1753; AGI, Santafé, leg. 408.
LOS ULTIMOS PROVINCIALES
339

la que se exonera a los superiores jesuítas de la obligación de “exponer


las causas que tuvieren para apartar a cualquier religioso de la doctrina
que estuviere sirviendo. Por tanto mando a mis virreyes del Perú, Nueva
España y Nuevo Reino de Granada que entendidos en esta mi real reso­
lución, la observen, guarden y cumplan, y hagan guardar, y cumplir y
ejecutar precisa y puntualmente en la parte que a cada uno toca, que tal
es mí voluntad” 12.
En el colegio de Mérida.
Muy poco es lo que sabemos de la vida interna de las casas de la
Compañía durante los últimos años de la provincia. Algo nos dejan vis­
lumbrar las actas de las consultas del colegio de Mérida. Era allí rector
desde 1751 el P. Antonio Meislz, nacido en Pozega (hoy Yugoeslavia) y
que había venido a América en 1743. En la consulta del 10 de marzo
de 1752 advierte el padre rector algunas faltas por él observadas. Eran
ellas: poca aplicación a oir confesiones, charlas con mujeres en la iglesia,
no decir las misas en el altar mayor según el orden prescrito, sacar los
platos y el pan del refectorio, y usar remedios y medicinas según el pro­
pio parecer y sin avisar al superior. “Pregunté, añade el P. Meislz en el
acta, si habían notado alguna otra falta. Respondió el P. N.N. que no las
decía por saber que luego me sentía. Lo cual ciertamente no sé por
donde lo podía decir el padre, Y con esto se dió fin a la consulta” 13.
Otro día pregunta el padre rector si debía presentar a la justicia un
vale por $ 225, firmado por don Lorenzo de Uscátegui, y que este se
negaba a pagar. Los consultores, con excepción de uno, fueron de pare­
cer que se debía presentar14 .E l 15 de junio de 1754 se delibera sobre
una mulata que doña María Dávila había vendido a¡ colegio ocultando
el que padecía “mal de corazón” 15. Meses más tarde se da cuenta de
haberse quemado la capilla y ranchería de la hacienda de Marañones, y
se decide pasar los esclavos de esta hacienda a la de La Ceiba” 16.
Los abastos.
El 24 de noviembre de 1753 tomaba posesión del virreinato de
Santafé, don José de Solís Folch de Cardona, tercer hijo del duque de

12 AGI. Santafc, leg. 278.

13 Libro de consultas del Colegio de Mérida, p. 66

14 Ibid p. 67.

15 Ibid. p. 67.

16 Ibod.p. 68.
JUAN MANUEL PACHECO, S. J.
340

Montellano y de la Marquesa de Castelnovo, quien contaba a la sazón


37 años17. Su gobierno fue uno de los más progresistas.
Una de sus preocupaciones fue el abastecer a Santafé de víveres.
En un informe al rey escribía el cabildo de la ciudad: “Propensa su gene­
rosidad al bien público, manifestó en ¡a generosa acción (propio efecto
de su sangre) que viendo esta ciudad falta de carne, por no haber perso­
na que tuviera fondo para poder ponerlos abastos, con magnánimo de­
sinterés ofreció sus rentas para habilitar esta tan necesaria utilidad” '8.
Pensó Solís que los jesuítas con el ganado de sus haciendas podían
prestar este servicio a Santafé. Ya, en pasada ocasión, por petición de la
audiencia y de) cabildo, se habían encargado de suministrar el ganado
necesario para las carnicerías de la ciudad, pero una prohibición del
padre general les obligó a retirarse de este contrato. Al recibir el padre
provincial la petición del virrey se sintió penosamente perplejo, pues
por lina parte le era sensible y doloroso no poder complacer a Solís.a
quien se debían muchos favores, y por otra mediaba la prohibición ex­
presa del padre general. Para buscar una solución, no solo convocóla
consulta en la que participaron once padres, sino que ordenó a todos
los sacerdotes celebrar una misa para impetrar del Señor el acierto. Des­
pués de una prolija deliberación no se encontró manera de complacerá!
virrey. La prohibición del padre general era clara y terminante, por tra­
tarse de una negociación contraria a las leyes canónicas y a las constitu­
ciones de la Compañía. L1 virrey afirmaba que sólo la Compañía era ca­
paz, por el momento, de prestar eficazmente este servicio a la ciudad,
pero el padre provincial, en su respuesta, hacía ver que tampoco la
Compañía estaba en capacidad de hacerlo, pues gran parte del ganado de
las haciendas cercanas a Santafé se consumía en la manutención de ma­
yordomos, peones y esclavos, y se había visto obligada, en la pasada
ocasión, para poder cumplir con sus compromisos, a traer parte del ga­
nado de los Llanos “con crecidos costos y pérdidas considerables” 19 ■
Insistió Solís poniendo de presente la extrema necesidad en que se
encontraba la ciudad, “Llevamos, escribía, cuatro años de esterilidad,
sin que hayan precedido ningunos de abundancia” . En este caso, alega-

17 Sobre el virrey dim José Solís. cti. RLSTREPO TIRADO, Ernesto, G o b e rn a n te s del Nuevo
R e in o d e G ranada d u r a n te el siglo A' 17//, p,81-87; REST REPO SAENZ, José María, Bio­
grafías d e los m a n d a ta rio s y m in istro s d e la real a u d ien cia , p, 97-125 ; SAMPER ORTEGA,
Daniel. D o n Jo sé S o lís, V irrey d e l N u e v o R e in o de G ranada (Biblioteca de Historia Nacio­
nal, 871. Bogotá. 1953.

18 En SAMPER ORTEGA, D. op. cit. p. 159.

19 Borrador de una carta dirigida al virrey Solis, sin ti mi a, ni tedia; ANB, Miscelánea, t. 89,
Ibis. 465-466.
LOS ULTIMOS PROVINCIALES
341

ba, el precepto de la caridad prevalece sobre toda otra disposición ca­


nónica y disciplinar. Al padre general debemos suponerlo una persona
adornada de todo género de virtudes, y que llevará benignamente la sus­
pensión de sus decretos por conservar el bien de la república20 .
No sabemos lo que respondió el P, Ferrer a esta nueva instancia.
Pero no aparece, en los documentos posteriores, que la Compañía hu­
biese tomado a su cargo los abastos.

La imagen y camarín de Nuestra Señora de la Luz

Que al virrey Solís debían varios favores los jesuítas, se deduce de


un fragmento del inventario de la iglesia llamada Compañía Chiquita,
hoy uno de los salones del Museo Colonial. En este inventario se encuen­
tra la siguiente anotación:
“El camarín de la Madre Santísima hecho por el H. Jorge Puyó y
costeado enteramente por el excelentísimo señor don José Solís, y cos­
tó por todo 900 pesos” 21.
Se trata del camarín de Nuestra Señora de la luz, cuya imagen, do­
nada también por Solís, fue colocada con gran pompa, e! 25 de enero
de 1761, en la Compañía Chiquita. La víspera había sido traída de la
iglesia de Santa Clara en solemne procesión22.

El P. Francisco Antonio Cicero

Entre los novicios de 1753 figura Francisco Antonio Cicero. Era


español, nacido en Santoña (Santander), y frisaba entonces en los cin­
cuenta años. Al venir al Nuevo Reino se estableció en Honda, en donde
fue uno de los grandes amigos y benefactores de la Compañía. En 1735,
como ya dejamos anotado, hizo una buena donación al colegio de Hon­
da con destino al sostenimiento de misiones circulares por la provincia
de Mariquita23. Más tarde donó otros cuatro mil pesos para la fundación
en Honda de una escuela para párvulos, anexa al colegio, y contribuyó
con otros cuatro mil para sufragar los gastos de los procuradores que

20 Carta del virrey Solís al i\ terrcr ÍSaiitilfé, 3 lebrero 1754); ANli. Abastos. 1.4, íuls. 46 I-
466.

2' ANB, Miscelánea, t. 63, fol, 291.


22 V A R G A S J U R A D O , J. D ia r io , p. 5 6 -5 7 .

23 ANB, T e m p o r a l i d a d e s , t o m o 1 ! . fol. 716. Cfr. su p r a p_ 2 6 4 .


JUAN MANUEL PACHECO, S. J.
342

iban a Europa24. Había prometido edificar, junto con sus hermanos,


la nueva iglesia del colegio de Honda.
No sólo era generoso con la Compañía de Jesús. Se había decidido
a fundar en Honda un convento de carmelitas25, pero ignoramos qué
dificultades le impidieron realizar este piadoso designio.
Se ordenó de sacerdote y desempeñó por varios años el cargo de
procurador general de la provincia. Murió en Santafé en diciembre de
176026 .

II—P. José Molina

Antecedentes

En diciembre de 1754 se encuentra de provincial ei P. José Moli­


na27, contaba el P. Molina 65 años, pues había nacido en Medellín el
19 de marzo de 168 928, en el hogar de don Carlos Molina y doña Jeró-
nima Palacio. A los quince años de edad vino a Santafé a estudiar en el
colegio de San Bartolomé, colegio al que entró de convictor el 15 de
octubre de 170429 . Cuatro años más tarde, el 15 de agosto de 1709, in­
gresaba en la Compañía de Jesús. Siendo escolar tuvo a su cargo una
clase de gramática en el colegio de Santafé30. Residió, ya sacerdote en
el colegio de Tunja31. Fue uno de los fundadores del colegio de Antio-
quia, y luego su rector, cargo que aceptó con alguna repugnancia. En
1737 desempeñaba la cátedra de prima de teología en la Universidad Ja-
veriana, y explicó ese año el tratado de divina providentia et praedesti­
natione32 . Al año siguiente es nombrado rector del colegio de San Barto­

24
ANB, Colegios, t. 5, fols. 673 y 680 v,
25 ANB, Miscelánea, t. 50, fol. 86.
26
Libro de !a sacristía del Colegio de Tunja, fol. 163.
27
ARSl, Congr. Prov. t. 92, fol. 115.
28
Catálogo de la provincia del Nuevo Reino de 1711; ARSI, N.R. et Q. 4.
29
Archivo de San Bartolomé. Libro de colegiales, fol. 123 v.
30
Catálogo de 1711.
31
Catálogo de 1718.
32
QUECEDO, Francisco, M a n u s c r ito s t e o l ó g i c o f i l o s ó f le o s c o lo n ia le s s a n ta f e r e ñ o s . EX 2
(1952) 251-252.

LOS ULTIMOS PROVINCIALES


343

lomé33, cargo que ejerció hasta 174334. En 1749 es rector y maestro de


novicios en Tunja35.

Preparando la congregación provincial

Una de las primeras preocupaciones del P. Molina fue la reunión de


la congregación provincial, que según la legislación de la Compañía debe
convocarse cada tres años. El 12 de diciembre de 1754 reunió a los pa­
dres profesos que se encontraban en Santafé para deliberar sobre la con­
vocación de la congregación. Todos, excepto uno, juzgaron que se debía
pedir dispensa al padre general para diferirla. No vino en ello el P. Luis
Centurione, que había sido elegido general el 30 de septiembre de 1755,
y en carta del 12 de julio de 1756 indicaba que no debía pasar el año
sin convocarla. La lentitud de los correos hizo que sólo el 18 de abril de
1757 convocase de nueva el P. Molina a los profesos para convenir si la
congregación debía ser abreviada o no. De los 16 votantes,todos menos
dos, fueron de parecer que abreviada. Los demás electores de la provin­
cia fueron consultados por carta. Cuando llegaron estos votos ya era
otro el provincial36 .

Catálogo de 1756

En el catálogo breve de 1756 aparece ya la provincia con casas en


Santafé, Tunja, Cartagena, Pamplona, Mérida, Mompós, Honda, Antio-
quia, Fontibón, isla de Santo Domingo, Maracaibo y Caracas. Figuran
además dos jesuítas en Coro con el título de misioneros. La provincia
cuenta con 190 sujetos, seis menos que en 1751. De estos 116 eran sa­
cerdotes, 13 estudiantes, 54 hermanos coadjutores y 7 novicios (5 esco­
lan y 2 coadjutores).

Las misiones han recibido un notable resfuerzo pues son 26 los mi­
sioneros, todos sacerdotes; once trabajan en el Casanare y tienen por su­
perior, al P. José Gereda; cinco, bajo la dirección del P. Manuel Román,
en las reducciones del Meta, y diez en el Orinoco con el P. Roque Lu-
bian por superior.

33 Catálogo de 1738.

34 Cfr. RESTRLPO POSADA, José, R e c to r e s d e l C o le g io -S e m in a r io d e S an B a r to lo m é , RJ.


38 (1952)9 9 .

35 Como rector del colegio de Tanja da un informe en favor de los Hermanos de San Juan de
Dios; AGI, Santafé, leg. 398.

36 ARS1, Congr. Prov. t. 92, fol. 115.


JUAN MANUEL PACHECO, S. J.
344
Los superiores de la provincia son: P. Ignacio Ferrer, rector del Co­
legio Máximo; P. Matías Liñan, rector del colegio de Tunja y maestro
de novicios; P. Francisco Rauber, rector del colegio de Cartagena;!1.
Manuel Zapata, rector del colegio de Pamplona; P. Miguel Gereda, rec­
tor del colegio de Mérída; P. Salvador Quintana, rector de! colegio de
Mompós: P. Jerónimo Grossis, vicerrector del colegio de Honda, P. José
Suarez; vicerrector del colegio de Santo Domingo y profesor de teología:
P. Diego de Moya, rector del colegio de Las Nieves (Santafé); P. Jeróni­
mo Godoy, rector del colegio de Antioquia; P. Manuel Raizategui, rector
del colegio-seminario de San Bartolomé y profesor de teología; P. Gas­
par Alvarez, párroco y superior de Fontibón; P. Pedro Millán superior
de la residencia de Maracaibo; P. Rafael García, superior de la residencia
de Caracas37.

La doctrina de Güicán

En este catálogo de 1756 aparece una nueva doctrina, la de Güicán,


en donde se encontraba de misionero el P. Miguel Blasco. Güicán es hoy
una importante población del departamento de Boy acá, situada en una
elevada meseta, cerca del imponente nevado del Cocuy.
Al visitar esta región, en 1635, el oidor Juan de Valcárcel encontró
a un grupo de 79 indios tunebos, a los que ordenó agregarse al pueblo
del Cocuy.
Más de un siglo después visitó en 1755 esta población el oidor An­
drés Berdugo. Los tunebos, que ya eran 190, permanecían sin agregarse
a! pueblo del Cocuy en el sitio de Güicán, en donde contaban con “muy
buenas sementeras más bien cercadas y dispuestas que en otros pueblos”.
Determinó el oidor dejarlos allí y señalarles tierras suficientes y abun­
dantes, y potreros para sus ganados.
1 spiritualmente estaban del todo abandonados. Unos eran todavía
gentiles y ios bautizados ignoraban las más elementales verdades de la fe.
A este pueblo venían a comerciar otros indios tunebos aun gentiles, pro­
cedentes de Cubaría y otras regiones.
El oidor propuso al virrey Solís separar este pueblo de Güicán de
la jurisdicción eclesiástica del Cocuy y confiarlo al cuidado de un misio­
nero. Acogió la idea el virrey, y “dio, dice en su informe el oidor Berdu-
go. las precisas y eficaces providencias para poner un religioso de lasa-
grada Compañía de Jesús en el pueblo de Güicán, c! que ha muchos me­
ses se Italia en él cumpliendo exactamente con su ministerio, y según me

37
Catúloiro breve de la provineb del Nuevo Reino. 1756: ARS1. N.R. et Q. 4. t'ols. 347 ss.
LOS ULTIMOS PROVINCIALES
345

han informado personas que han venido de aquel territorio se ha aumen­


tado el pueblo del número de más de trescientos al mes”38 .
El misionero escogido fue, como lo acabamos de indicar, el P, Mi­
guel Blasco. El P. Blasco había venido al Nuevo Reino, siendo aun estu­
diante, en la ajetreada expedición misionera del P. Terreros de 1743.
Era natural de Codos (Aragón) en donde había nacido el 24 de junio de
171339 . Destinado a la misión de los Llanos había trabajdo entre los tu­
nebos de la reducción de Nuestra Señora del Pilar40 y debía de conocer
ya perfectamente su lengua.
La parroquia de Güicán fue fundada el 26 de febrero de 1756 bajo
el patrocinio de la Inmaculada Concepción. Probablemente data de esta
época una hoy muy venerada imagen de la Inmaculada, pintada sobre
cañamazo, que representa a María con dos indiecitos tunebos a sus
pies41 .
Refiriéndose a esta doctrina escribía, en 1761, Basilio Vicente de
Oviedo en su obra “Cualidades y riquezas del Nuevo Reino de Granada'*2
“ En cinco años se ha adelantado mucho y va en aumento, Su igle­
sia, de maderos y paja, con los precisos ornatos y una imagen milagrosa
que juzgó que la dio uno de los dos principales43 . Los indios son muy
devotos en cuanto se convierten, y trabajadores, y dan sus primicias al
cura, cuya renta es sólo esta. El país frío, al pié de la Sierra Nevada, pe­
ro ameno; muy cercano al pueblo del Cocuy”4445.

El colegio de Mérida

Por las actas de las consultas del colegio de Mérida vemos que el P.
Molina no llegó a visitarlo, y envió en su lugar al P. Nicolás Candela. El

38 I n f o r m e d e l v is ita d o r re a l d o n A n d r é s B e r d u g o y O q u e n d o s o b r e e l e s ta d o c iv il y e c o n ó m i­
c o d e la p o b la c ió n in d íg e n a , b la n c a _y m e s tiz a d e las p r o v in c ia s d e T a n ja y V é le z a m e d ia ­
d o s d e l s ig lo X V I I I . A n u a r io C o lo m b ia n o d e H is to r ia S o c ia l y d e la C u ltu r a (Bogotá), 1
(1963) 136-138.

39 Catálogo de 1751.

40 Catálogos de 1751 y 1753

41 MESANZA, Andrés O.P., C é le b r e s im á g e n e s y sa n tu a r io s d e N u e s tr a S e ñ o r a en C o lo m b ia ,


2 ed. Chíquinquirá, 1950, p. 391.

42 cap. X, p. 154.
43 El virrey o el arzobispo de Santafc.

44 Sobre Guicán, efi. CORREA, Ramón,M o n o g ra fía s.

45 Librp de consultas del colegio de Mérida, p. 70.


JUAN MANUEL PACHECO, S. J .
346

P. Candela lo visitó en marzo de 1756. En la consulta que preside el 24


de este mes, pregunta si se ha advertido algo sobre la observancia regular
del colegio o hay algo que decir sobre lo temporal del mismo. Todos los
padres responden que no se les ofrece cosa particular45 . Era entonces
rector del colegio el P. Miguel de Gereda.
El P. Candela hubo de estudiar el caso de los esclavos que se Habían
huido de la hacienda de La Ceiba para pasarse a la de La Sabana, y el
pleito, a que ya aludimos, con doña María Dávila sobre la venta de una
mulata enferma ai colegio. El pleito se había llevado ante los tribunales.
Pero ahora se sabía que el superior que la había comprado estaba ente­
rado de la enfermedad de la esclava, y la había adquirido, a pesar de to­
do “porque estaba desatinado por ella un buen esclavo de Las Tapias
para casarse”, y el rector lo quiso complacer. En el curso del pleito ha­
bía exigido doña María que se le entregara el hijo de la esclava, y el co­
legio se negó a ello. “ Cuando se advirtió que la señora pedía bien, escribe
en el acta de la consulta el P. Candela, y se le ofreció la cría, ya no qui­
so, haciendo punto de honra el defenderse”. Se añadía a todo esto los
gastos del pleito, la publicidad del mismo, su poca formalidad y el poco
aprecio que mostraban los jueces de los jesuítas del colegio. Todos los
padres eran de parecer que se desistiera del pleito, y con este parecer se
conformó el P. Candela45 . Todo lo determinado por el P. Candela reci­
bió la aprobación del P. Molina47 .
Otro problema se le presentó al colegio a principios de 1757. Un
buen señor, don Sancho Briceño, había edificado una casa en las tierras
de Carambú, propiedad del colegio, situadas en jurisdicción de la ciudad
de Trujillo. Se resolvió comisionar a don Pedro Barrueto para que con la
presentación de las escrituras pidiese a las autoridades el lanzamiento de
los invasores48.
En junio de este mismo año se acuerda dar los ejercicios espiritua­
les de San Ignacio a varias personas, y permitir que algunas matronas de­
votas tuvieran algunas horas de oración en la iglesia delante del Santísi­
mo expuesto49 .
También sabemos, por declaración de él mismo, que el P. Molina
no pudo visitar las misiones de los Llanos, debido a los quebrantos de su
salud50.

46
[bid. p. 71.
47
Ibid. p. 72.
48
Ibid. p. 74.
49
Ibid. p. 74-75.
50
Archivo de la provincia de Colombia, “Testimonio de lo actuado por el Gov. do Santo dr­
ías Atalayas, informa que los PP. jesuítas cobraban estipendio de los 2 procuradores que
LOS ULTIMOS PROVINCIALES
347

III— P. Domingo Scribani

Nombramiento

“El 29 de julio de 1757 salió de provincial de la Compañía de Jesús


el P. Domingo Scribani, hombre santo y docto” , anota Vargas Jurado
en su diario*51.
Había nacido el P. Scribani en Piacenza (Italia) el 21 de septiembre
de 1707 y entrado en la Compañía de Jesús, en la provincia de Venecia,
el lo, de febrero de 17 25. Llegado al Nuevo Reino enseñó durante al­
gún tiempo retórica a los estudiantes jesuítas del colegio de Santafé52,
y pasó luego a la misión de los Llanos, en donde permaneció durante
dieciseis años. En 1753 se le llamó a Tunja para gobernar el colegio co­
mo rector y maestro de novicios53 y en 1756 se encontraba en Santafé
como profesor de derecho canónico en la Universidad Javeriana54 .

Congregación provincial

Correspondió al P. Scribani presidir la congregación provincial que


había empezado a preparar el P. Molina. El 16 de agosto de 1757 se
abrieron los votos de los vocales que vivían en los colegios distantes de
Santafé, y se verificó que la mayoría daba su voto por una congregación
provincial completa. En tal virtud fue convocada la congregación para el
29 de diciembre.
Todos los que tenían derecho a asistir fueron citados, con excep­
ción de un padre, que por voto casi unánime de los profesos de Santafé
fue excluido, por parecer estar comprendido entre los excluidos por el
párrafo décimo de la Fórmula de la congregación provincial. En este
párrafo se dice que no tienen derecho alguno a participar en la congre­
gación aquellos a quienes ha sido impuesta una grave penitencia por una
culpa grave.

mantenían en las Haciendas de Tocaría y Cariabare como si fueran misioneros". La decla­


ración del P. Molina es del 9 de julio de 1768.

51 Diario, p, 47.

52 KRATZ, G. B. I., Gesuiti italiani nelle missioni spagnuole al tem po dell’ espulsione (1767-
1768), AUSI 11 (1942) 44.

53 Catàlogo de 1753.

54 Catàlogo de 1756.
Jl/AN MANUEL PACHECO, S. J.
348

Se reunieron 38 padres55 . Asistieron los rectores de Tunja, Cartage­


na, Honda, Mompósy Antioquia, pero faltaron los de Pamplona y Méri-
da. til P. José Pages fue elegido secretario.
El 31 de diciembre se procedió a la elección de procuradores. Re­
sultaron elegidos, en primer lugar el P. Fabro, al segundo escrutinio, por
20 votos; en segundo lugar el P. Pages, al tercer escrutinio, por 19 votos;
y en tercer lugar el P. Manuel Balzátegui.
Uno de los primeros asuntos discutidos fue el reparo de un profesor
de que no se podía juzgar con criterio suficiente de la ciencia de los que
defendían un acto público de teología, para promoverlos a la profesión
solemne, pues las objeciones de los externos apenas si tenían fuerza, y
además el defensor conocía de antemano las tesis sobre las que se le ar­
güiría. Varias soluciones se propusieron, como la de que todos fueran
sometidos al examen, pero se decidió consultar al padre general. Con re­
lación a la profesión solemne algún padre opinó que no consideraba ra­
zón suficiente para otorgarla la pericia en una lengua indígena.
A algunos les pareció conveniente que los estudiantes jesuítas de­
fendieran las conclusiones semanales de filosofía y teología, alternando
con los alumnos externos, pues la costumbre era que un jesuita defen­
diera primero, y luego tres alumnos externos seguidos, lo que daba por
resultado que sólo uno o dos jesuítas eran los que se ejercitaban en esta
palestra intelectual durante todo el año. Se replicó que la tal costumbre
la había aprobado un visitador, probablemente el P. Sierra, pero que se
consultaría al padre general.
La congregación lamentó que la demasiada facilidad con que otor­
gaba el grado de doctor la Universidad Tomista, cedía en perjuicio de la
Javeriana, pues ni siquiera exigía el que hubiesen seguido los cursos re­
glamentarios.
En la parte económica se advirtió que los colegios se encontraban
cargados de deudas. Se propuso que a los sacerdotes que residían en las
haciendas, encargados de atender en lo espiritual, se les diera también
alguna autoridad en la administración de la hacienda. En concreto se
discutieron el caso de una hacienda de propiedad de Ja provincia, que se

55 Tomaron parte en esta congregación los PP. Domingo Scribani, provincial; Diego de Terre­
ros, José de Molina, rector del colegio de Santal'é; Tornando Vcrgara, Francisco Räuber rec­
tor dei colegio de Cartagena: Ignacio í-errer, Pedro i-abro, Pedro López, Diego de Moya,
Martin liugurvide: Miguel de Gereda, rector del colegio de Mompós;Cristóbal Hidalgo, Ig­
nacio Asuaje. Ambrosio Batraglia, rector del colegio de Tunja; Matías Linán, Pedro Chope-
rena, Salvador Quintana, rector, rector del colegio de Antioquia; Antonio Meislz, José Pages,
Pedro García, Jerónimo Godoy. rector del colegio de Honda; Sebastián Sánchez, Salvador
Maldonado, Manuel líalzátcgui. Francisco Ovalle, Pedro Pérez, Javier Eraso, Javier Trías.
Juan Antonio Fe rearo, Amonio Julián, Bartolomé Ruiz.Blasde Aranda, Francisco Amonio
Quirós, superior de Fontibón, y Francisco Antonio de Cicero, procurador de la provincia.
LOS ULTIMOS PROVINCIALES
349

estaba desmejorando por estar obligada a sustentar a los esclavos de otra


hacienda, y la cesión hecha por un padre provincial de una hacienda de
ganado que pertenecía a la misión de los Llanos.
Se deliberó sobre la costumbre introducida, hacía pocos años, de
ir un sacerdote solo, las vísperas de fiesta, a un predio suburbano, a cele­
brar misa para los vecinos que allí se reunían, y la de llevar diariamente
comida a los presos. Se resolvió dejarlo al parecer del superior.
Se observó que algunos hermanos coadjutores omitían la acostum­
brada lectura espiritual, y que no convenía que vinieran con tanta fre­
cuencia a la ciudad los músicos indios de Fontibón.
Por último se propuso pedir al padre general que en el Menologio
de la Compañía se incluyeran a los varones ilustres de la provincia. Muy
pocos eran los jesuítas de la provincia que aparecían en estos menolo-
gios.
La congregación se terminó con un Te-Deum de acción de gracias
el 7 de enero de 175856 .

Los procuradores

No sabemos qué motivos movieron a los dos procuradores a diri­


girse a Europa, no por la vía acostumbrada del río Magdalena y Carta­
gena, sino por el Meta y el Orinoco para salir a la Guayan a y a Caracas.
En mayo de 1758 llegaban a Cabruta, reducción jesuítica sobre el
Orinoco, Allí se encontraron con el jefe de la expedición de límites, Jo­
sé Iturriaga, a quien no dejó de disgustarle la facha en que halló al P.
Pagés, “con gorro blanco, desabrochada la sotana hasta el ceñidor, des­
descubierta la camisa y una chupilla de lienzo pintada del Reino” . En
tal facha, anota, no se recibe ni a un escribano. En cambio, el P. Fabro
estaba “con toda la buena crianza que acostumbra su religión” .
Nuevo disgusto de Iturriaga cuando los procuradores, ya en tren
de viaje, le hicieron una visita de cortesía para despedirse. Fabro llegó,
escribe, como jesuíta; en cambio Pagés se presentó “con sombrero de
paja sobre gorro blanco, pañuelo al cuello, y una manta de algodón me­
tida por la cabeza” 57.
Probablemente el P. Pagés se permitía este atuendo por el cálido
clima del Orinoco. Era el P. Pagés oriundo de Barcelona (España) y con­
taba a la sazón 48 años. En el Nuevo Reino se encontraba desde 1743.

56
ARSI, Congr. Prov. t. 92, fols. 115 ss.
S7 RAMOS, Demetrio, El tratado de limites d e 1 750y la expedición de Iturriaga al Orinoco,
p. 272-273.
JUAN MANUEL PACHECO, S. J.
350

A fines de 1758 llegaron a España los dos procuradores, pero el P.


Fabro moría a poco en Madrid el 8 de diciembre de este mismo añoss,
Muy sentida debió de ser su pérdida en toda la provincia.

Escasez de sujetos.

Uno de los principales encargos que llevaban los procuradores era


el de obtener del rey licencia para traer una numerosa expedición de
misioneros. Llevaban en este sentido cartas apremiantes del virrey José
So lis59 y1·del arzobispo de Santafé, José Javier de Arauz y de la Audien­
cia58*60 .
También el P. Domingo Scribani, escribía así al rey:
“Señor. En la congregación provincial que se celebró en esta pro­
vincia de la Compañía de Jesús del Nuevo Reino fueron electos procura­
dores para las dos cortes de V.M. y la de Roma, Pedro Fabro y José Pa-
ges, religiosos profesos de la misma Compañía, y siendo el fin principal
de dicha elección el que socorra esta provincia con una copiosa misión
de número competente de sujetos, precisado de mi obligación, debo re­
presentar al católico real celo de VJV1. la grande necesidad que esta pro­
vincia tiene de operarios,
“ Lo primero: los colegios de esta provincia y las misiones de los
Llanos, Meta y Orinoco (donde solo hay 24 sujetos que están clamando
por más operarios) no pueden ejercer los acostumbrados ministerios por
hallarse escasos sumamente de sujetos, habiendo en estos cuatro o cinco
años muerto cincuenta y siete, y otros imposibilitándose.
“Lo segundo, porque se está ofreciendo un cuantioso número de
almas que moran en los desiertos del Guaviare, provincia confinante con
los Llanos de Casanare, Meta y río Orinoco, y que según la disposición
que manifiesta la inmensidad de estos idólatras en quererse sujetar al

58 Memorial del P. Pages; AGI, Santafé, 409.

La carta del virrey José Solis dice asi: “ Señor. Hallándose esta provincia de la Compañía
de Jesús del Nuevo Reino de Granada con notoria falta de sujetos para los ministerios del
bien espiritual de las almas a que se dedican conforme a su sagrado instituto, de forma que
se ven los colegios y misiones desnudos de lo que necesitan para su cumplimiento, y los
superiores con el afán de multiplicar en unos las ocupaciones que aun divididas son de gra­
vamen considerable, por haber fallecido desde que fueron los antecedentes procuradores
como cuarenta religiosos de toodos grados. Parece conforme a la real piedad de V.M. que a
los que ahora van se les conceda facultad y se les den las correspondientes providencias y
expensas para que sean conducidos los misioneros que sean suficientes a reemplazar esta
falta, y a que se ejerciten sin tanta incomodidad sus píos ministerios, en que tanto se in­
teresa el real servicio de V.M... Santafé, 20 de febrero de 1758". AGI, Santafé leg. 670.
60 AGI, Santafé, leg, 670.
LOS ULTIMOS PROVINCIALES
351

santo evangelio, esperando resulte la conversión de tantos miserables in­


fieles, y a V.M. el servicio de sujetar a su obediencia tantos vasallos,
demás de las utilidades de los reales haberes.
Lo tercero, porque no menos se necesitan operarios fervorosos, que
corriendo todo este Nuevo Reino en misiones circulares, alumbren a
tantos pobres como están esparcidos por esos montes, que apenas conser­
van el nombre de cristianos, y que si el católico real celo de V Al. no in­
fluyen, como hasta aquí, con el socorro de ministros evangélicos, igno­
raran la fidelidad y obediencia que deben a ambas magestades.
Lo cuarto, porque habiaendo la real piedad de V.M. condescendido
con los fervorosos ruegos de vuestros fíeles vasallos de la ciudad de Cara­
cas, y esperando ahora el mismo real beneficio vuestros fieles vasallos de
la ciudad de Maracaibo, en la fundación de los tan deseados colegios, se
hace preciso el socorro de nuevos sujetos, así para ejercer nuestros minis­
terios con los mismos vecinos, como para correr sus dilatadas jurisdiccio­
nes con los acostumbrados misioneros, para el socorro de tantas almas,
que por la distancia de las ciudades, están destituidas de todo pasto es­
piritual.
Toda esta provincia, puesta a los reales piés de V.M., espera de
vuestra real clemencia este anhelado beneficio, y los demás que puestos
a vuestros piés, representarán los dichos procuradores”61.

La expedición misionera de 1760.

Esta carta y los demás documentos los presentó el P. Pagés en Ma­


drid, ante el Consejo de Indias. Pidió que se le concediera licencia para
traer sesenta misioneros con los hermanos coadjutores correspondientes,
y que se le diera el avío necesario.
El Consejo, previo el dictamen del fiscal, acogió favorablemente,
aunque con notable tardanza, esta petición62, y el rey la corroboró por
cédula del 9 de abril de 1760.
La nueva expedición de misioneros se dividió en dos grupos. El
primero, compuesto de treinta y cuatro jesuítas, se embarcó en Cádiz el
2 de septiembre de 1760 en el navio San Francisco de Sales o La Tetis.
Llevaba por superior al P. Ignacio de Olarte63 . En el segundo grupo vino
el P. Pagés con otros veinticinco jesuítas. Estos salieron de España en di-

61 AGI, Santafé, leg. 670.


62
AGI, Santafé, leg. 670.
63 AGI, Contratación, leg. 5549,
JUAN MANUEL PACHECO, S. J.
352

eiembre deJ mismo año, en la fragata real “La Ninla”, y llegaron a San­
tafé el 26 de agosto de 176 164.

Misiones populares.

En la cuaresma de 1759 predicó el P. Antonio Julián una misión en


Santafé que debió de remover espiritualmente a la ciudad, Vargas Jurado
la recuerda con estas palabras: “La cuaresma de este año se hizo misión
por el P. Antonio Julián de la Compañía de Jesús. Se hizo una procesión
de penitencia, a la oración, en que saldrían más de 3 .000 personas, cada
una con luz, y las señoras cargando a la Madre de Dios; y el señor virrey
[José de Solís] llevó el Cristo, con corona de espinas y soga al cuello”65.
Otra misión notable fue la predicada en la misma ciudad de Santafé,
en enero de 1763, por los PP. Manuel Román y José Pagés, que “se re­
mató, según el mismo cronista, con una procesión de muchas penitencias
y más de 800 luces”66.

El último catalogo

El último catálogo de la provincia del Nuevo Reino que se conser­


va es el correspondiente al año de 1763. Figura aún como provincial el
P. Scribani, y como su socio o secretario el P. Manuel Baizátegui. No
aparece variación alguna en las casas. El número de sujetos sube a 220:
1 16 sacerdotes, 44 escolares y 60 hermanos coadjutores. De los escola­
res, cuatro eran novicios, y de los coadjutores dos67 .
Este mismo catálogo registra entre agosto de 1762 y noviembre de
1763, es decir en el breve espacio de quince meses, veintiún jesuítas
muertos. Sólo en el mes de noviembre de 1763 murieron en Santafé tres

65 VARCAS JURADO, J. Diario, p. 50.

66 Ibfci.p. 65.

67 ARS1, N.R, et. Q. 4, fols. 374 ss, En este catálogo figuran los siguientes superiores: Colegio
Máximo (Santafé): P. Manuel Romas; Tunja, P. Nicolás Candela [Cartagena, vicerrector, P.
Jerónimo Grossis; Pamplona, P. Manuel Gaitán; Metida, P. Manuel Morolo, Mompós, P,
Manuel Collado; Honda, P. Agustín Rueda; Santo Domingo, P, Salvador Quintana; San
Bartolomé (Santafé), P. Lorenzo Tirado; Maracaibo, P. Pedro Millán, Caracas, P. Rafael
García; y Coro, P. Javier Orea. En las misiones de Casanare trabajaban ocho misioneros y
cía superior el P, Manuel Castillo;en el Meta, cinco , con el P, Roque Lubián por vicesupe­
rior; y en el Orinoco, ocho, con el P. Felipe Gilij por superior. Fuera de la provincia se en­
contraba el P. Jaime Torres, quien desempeñaba en Madrid el cargo de procurador general
de las provincias de Indias.
LOS ULTIMOS PROVINCIALES
353

sacerdotes, un escolar y tres coadjutores, y en el mes anterior habían


muerto otros dos escolares68. Desde 1760 reinaba en el Nuevo Reino
una epidemia que, según Vargas Jurado, había venido del Japón y causa­
do estragos en Lima, Quito y otras ciudades69 . Para Pedro María Ibañez
se trata de una peste bubónica conocida con el nombre de “ fiebre de
Levante y tifo de Oriente” 70.

“Un regalo gravoso”

Con este título escribió Tulio Pebres Cordero una regocijada leyen­
da que tiene su fundamento en una de las consultas del colegio de Méri-
da celebrada por estos años.
La consulta dice así:
“En primero de septiembre del año 1761, habiéndose juntado los
padres a consulta, se leyeron las reglas y cuentas, y preguntados si ha­
bían reparado alguna cosa tocante a lo espiritual o temporal que nece­
sitase de remedio, respondieron no ofrecérseles cosa. Uno de los padres
propuso los inconvenientes graves que había en la caja de guerra que se
prestaba a todo género de personas en casi todas las festividades que ha­
bía en el año en toda la ciudad: lo primero, porque el negro que lo to­
caba perdía semanas enteras de trabajo, lo segundo, por ser necesario
abrir las puertas de la clausura a deshoras de la noche y de la madruga­
da, con harta incomodidad de la comunidad y aun reparo de los de afue­
ra; lo tercero, que de esto se seguía que el negro venía las más de las ve­
ces ebrio, y propuestas estas razones y otras, fueron unánimes de pare­
cer que para quitar quejas a los externos, de la caja se vendiera, si se pu­
diere, y si no, se rompiese u ocultase, de manera que no sirva para nada.
Xavier Eraso, Cayetano González, Enrique de Rojas”71.
En vano se intentó venderla, narra Pebres Cordero, pues nadie lo
quiso comprar. Pero tampoco se resolvieron a romperla. Aprovechando
una solicitud de los agustinos les obsequiaron el tambor. Pero pronto se
dieron cuenta los agustinos de la carga que significaba este instrumento,
y lo regalaron a las monjas clarisas, Las monjas quisieron salir de él pa-

68 El 13 de octubre de 1763 murió el H. Manuel Eerrer, escolar;el 24 el H. Juan Llevet, esco­


lar; el 2 de noviembre, el P, Ignacio Jiménez; el 6 el P. Bernardo Añas;el 7 d escolar Juan
Misa; el 16, el P. Pedro Cliopcrena; el 20, el H. José Hagen, el 23, el H. Antonio Vieeo, y el
28 el H. Andrés Sierra, estos tres últimos coadjutores, Ibid. fol. 37 7.

69 Diario, p. 52,

70 IBAÑEZ, Pedro María, Crónicas de Bogotá, I, 313.

71 Libro de consultas del colegio de Mérida, p. 81-82.


JUAN MANUEL PACHECO, S. J.
354

sandolo a los dominicos, pero éstos lo devolvieron diciendo que ellos


habían sido las primeras víctimas del tambor hasta que pasó a poder de
los jesuítas. Intervino por último el vicario de la ciudad quien incorporó
el instrumento a los bienes del hospital con la orden de no facilitarlo
sino mediante la paga de cuatro reales por cada tocada72.

IV— P. Manuel Balzátegui

El P. Balzátegui

En diciembre de 1763 era ya provincial el P. Manuel Balzátegui73.


Había nacido en Oñate (Guipúzcoa, España) el 6 de enero de 1715 y
entrado en la Compañía de Jesús para la provincia del Nuevo Reino el
21 de febrero de 173574. Enseñó filosofía, teología y sagrada escritura
en la Universidad Javeriana75. Se conservan sus lecciones de filosofía,
transcritas por uno de sus discípulos, Pedro Maldonado, con los siguien­
tes títulos: “ Lógicauniversa iuxta Doctoris Eximii76 mentem elaborata”
(1749), “Disputationes in universam Aristotelis physicam’’ ( 1750),
“Tractatus de principiis extrinsecis sive de causis” (1751) y “Tractatus
de meteoris” ( 1751)77. De 1755 a 1761 fue rector del colegio de San
Bartolomé78, y en 1763 era socio del padre provincial79 .

La última congregación provincial

El P. Scribani había convocado la congregación provincial para el


29 de diciembre de 1763, y en este día se reunió bajo la presidencia del
nuevo provincial. Asistieron treinta y tres padres, entre ellos los rectores

72 PEBRES CORDERO, Tulio, Arcivo de Historia y Variedades, Caracas, 1931, II, 312, apud
AGUIRRE ELLORRIABA, Manuel S.J. La Compañía de Jesús en Venezuela, p. 112-116.

73 ARSI, Congr. Ptov. t. 92, fol. 106.

74 URi ARTE-LEON A, Biblioteca, 1,416.


75 a
Catálogos de la provincia del Nuevo Reino de 1751, 1753 y 1756.
76
Dase el nombre de Doctor Eximio al P, Francisco Suárez (1548-1617).
77
QUECEDO, Francisco, Manuscritos teológico-filosóficos coloniales Santafereños, EX, 2
(1952) 287-288.
>W
RESTREPO POSADA, José, Rectores del Colegio-Seminario de San Bartolomé, RJ 38
(1952) 100,

79 Catálogo de 1763.
LOS ULTIMOS PROVINCIALES
355
del Colegio Máximo de Santafé, P. Domingo Scribani; Tunja, Manuel
Román; Cartagena, Juan B. Manna; Antioquia, Sebastián Sánchez;Méri-
da, Manuel Collado;y Honda. Bartolomé Ruiz. Se eligió secretario de la
congregación al P. Jacobo Nille80.
Una de las primeras cuestiones debatidas fue: si se debía esperar a
los vocales que aún no habían llegado a la ciudad. Se resolvió por unani­
midad que no se les debía esperar más. La segunda, si el P. Jaime de To­
rres, que se encontraba en Madrid como procurador general de las pro­
vincias americanas, tenía voz pasiva. Los pareceres se dividieron, y por
último se decidió que no podía ser elegido procurardor por hallarse fue­
ra de la provincia.
El 31 de diciembre se procedió a la elección de los procuradores.
El P. Scribani fue elegido en primer lugar, al tercer escrutinio, por 18
votos en segundo lugar el P. Antonio Meislz, al cuarto escrutinio, por
21 votos y en tercer lugar el P. Juan Antonio Ferraro.
En la sesión cuarta se leyeron los severos preceptos que el P. Igna­
cio Visconti había impuesto, en 1753, a los procuradores de las provin­
cias americanas.
En esta instrucción, el padre general:
1) prohibía, en virtud de santa obediencia, a los procuradores lle­
var a Europa oro, plata, géneros o encomiendas de cualquier clase, per­
tenecientes o no a la Compañía, sin expresa licencia del provincial. Todo
lo que llevaran debía ser declarado a las autoridades portuarias y debían
además pagar todos los impuestos oficiales.
2) Todas las cosas que llevaban, con especificación de su especie,
dueño, destino, etc., debían figuraren cuatro diferentes listas, firmadas
por el provincial. De estas listas una debía quedar en el archivo de la
provincia, otra se entregaría en Puerto de Santa María al procurador ge­
neral de las provincias de Indias, y otra tercera se enviaría a Roma.
3) Al llegar a España debían hacer entrega de todo al procurador
de Indias, quien se encargaría de pagar los derechos reales y de remitir
las encomiendas a sus respectivos dueños.

Tomaron parte en esta congregación ios PP. Manuel Balzátegui, Diego Torreros, José de
Molina, Pedro López; Manuel Román, rector del colegio de Tunja; Martín Egurvide, procu­
rador de la provincia; Domingo Scribani, rector del colegio de Santafé; Manuel Zapata,
Francisco Granados, A ntonio Meislz, José Pages, Jerónim o Grossis, Juan Díaz, José Bcna-
vente, Nicolás Candela, Juan B. Manna, rector del colegio de Cartagena; Antonio Naya,
Francisco Riberos; Sebastián Sánchez, rector del colegio de Antioquia; Francisco Gálvez,
Pedro Pérez; Manuel Collado, rector del colegio de Mérida; Jacobo Nille, Javier Trías, Juan
Antonio Ferraro, Bartolomé Ruiz, rector del colegio de Honda; Diego de la Pava, Everardo
Hcngstebeck, Ignacio Zubimcndi, Lorenzo Tirado, José Y arzay José Térez. ARSI, Congr.
Prov. t. 9 2 ,fo l. 106.
JUAN MANUEL PACHECO, S. J
356

4) Los procuradores no podrían comprar para sus provincias y co­


legios que lo autorizado expresamente por sus provinciales y procurado­
res de provincia.
5) Lo que trajeren de regreso a sus provincias, perteneciese o no a
la Compañía, debía ser declarado a las autoridades y pagados los dere­
chos reales.
6) Todos estos artículos, con especificación de sus dueños, precios
de compra, etc., debían figurar en otras cuatro listas, una para el procu­
rador general de la provincia, otra para el procurador de las provincias
de India, y otra tercera para el provincial de la respectiva provincia.
7) Todos los géneros y mercancías traídos debían ser entregados al
procurador general de la provincia.
8) Prohíbe a los provinciales, en virtud de santa obediencia, autori­
zar a los procuradores que debían ir a Europa, para encargarse de enco­
miendas de seglares, a no ser de personas de especial respeto y recomen­
dación para la Compañía. En este caso, debían registrar la encomienda
y pagar los debidos derechos, y conseguir de sus dueños una constancia
jurídica de que no harían reclamación alguna a la Compañía en caso de
que se perdiera la encomienda.
10) Los provinciales debían cerciorarse de que los procuradores es­
taban guardando todos estos preceptos. Si alguno faltaba a ellos debía
ser privado de voz activa y pasiva, y el padre general informado de ello.
11) Se ordena, en virtud de santa obediencia, al procurador de las
provincias de Indias, residente en Puerto de Santa María, examinar la
conducta de los procuradores81.
La congregación discutió en esta misma sesión la situación del cole­
gio de Las Nieves que ni era casa de probación ni tenía escuelas. Se res­
pondió que esta misma dificultad se había expuesto al padre general
Francisco Retz, quien había ordenado tener en ella tercera probación.
Hxaminado de nuevo el asunto, se comprobó que el colegio no tenía
rentas suficientes para sostener a los padres de tercera probación, y se
determinó consultar nuevamente al padre general.
En la siguiente sesión aprobó ¡a congregación el pedir que el cole­
gio de San Bartolomé, dependiente del Colegio Máximo, fuera declara­
do independiente, y que se destinaran a él seis u ocho jesuítas. Como

Una copia de estos preceptos enviada por el P. Tomás Nieto Polo provincia] de Quito, al P.
Juan Antonio Giraldo, rector del colegio de Buga, se encuentra en el Archivo General del
Cauca (Popayán) E. 1,9 s. sign. 8989. También los copia íntegramente JOL'ANEN, J. Hist.
H, 255-258.
No sabemos si los procuradores de la provincia del Nuevo Reino dieron motivo para estos
severos preceptos. Sobre la conducta de algunos de los procuradores de la provincia de
Quito, cñ. JOUANEN, J. Hist. II, 259-260.
LOS ULTIMOS PROVINCIALES
357

razón se dio el que los hijos de las principales familias de toda la provin­
cia venían a este colegio a formarse en letras y virtud, y que crecería la
estima de la Compañía entre los habitantes del Nuevo Reino si veían
que dedicaba un mayor número de sus religiosos a la educación de sus
hijos.
El último día de la congregación, 4 de enero, se consagró al exa­
men del estado de la provincia82.

La misión de 1767

Uno de los principales encargos que llevaban los procuradores era,


como siempre, el traer nuevos refuerzos de jesuítas. El virrey Pedro Me-
ssía de la Cerda les dio la siguiente recomendación para el rey:
“Señor. La cuidadosa atención que he puesto en tiempo de mi go­
bierno, me ha hecho conocer que entre las religiones destinadas a la
conversión de tantos infieles como existen en la vasta extensión de este
Reino, ninguna con mayor aplicación se singulariza más que la de la sa­
grada Compañía de Jesús en adelantar las misiones que se hallan a su
cargo; pues infatigable en este santo ministerio, lo acreditan exactamen­
te sus favorables progresos; pero hallándose extremamente escasa de
operarios, y nombrado en la congregación que acaban de celebrar dos
procuradores que hacen viaje a esos Reinos a dependencias relativas a su
misma religión y al importante objeto de promover la conducción de un
competente número de sujetos que puedan llenar el hueco de más de
cuarenta, que en este último triennio han fallecido, y sin recursos de re­
ponerlos en estos, porque son pocos los que se inclinan a lomar la sotana.
No debo desentenderme de la obligación en que estoy constituido de in­
formar a V.M. la necesidad de operarios que padecen todos los colegios
de esta provincia, no sólo para que subsistan las misiones de que está en­
cargada, que por consecuencia forzosa decaecerán, cuando no se extin­
gan, sino para los demás fines que contribuyen al fomento de ellas, con­
siderando que a uno y otro propósito convendrá que en los cuarenta in­
dividuos a que aspira la religión, se incluyan catorce o quince que sean
hermanos coadjutores, por la reducida copia que de ellos hay, y que no
se regulen presentemente al respecto de uno por cada ocho sacerdotes,
como está establecido, y se pueda reparar cabalmente la actual urgencia.
Lo expongo a V.M. como tan útil a la causa pública y servicio de la divi­
na. para que en esta inteligencia se digne resolver lo que contemple por
más acertado” 83.

82
ARS1, Congr. Prov. t. 92. ibis. 106 ss.
83 AGI, Santaie, leg. 677.
JUAN MANUEL PACHECO, S. J.
358

Recomendaciones similares les dieron también la audiencia84 y el


arzobispo de Santafé, don José Javier Arauz85.
En noviembre de 1764 se encontraban ya en España los PP. Scriba-
ni y Meislz. En sus nombres el P. Jaime de Torres, procurador de las
provincias de Méjico, Nuevo Reino y Quito, pidió al Consejo de Indias
autorización para traer cuarenta jesuítas, de los cuales quince fueran
coadjutores86.
El fiscal, aunque no encontraba reparos para conceder la solicitada
autorización, puso sin embargo objeciones al aumento del número de
los coadjutores, pues la práctica había sido conceder un coadjutor por
cada ocho sacerdotes. Pero el Consejo, no obstante los malos vientos
que soplaban entonces contra la Compañía, se mostró más generoso que
el fiscal, y autorizó la traída de diez hermanos coadjutores87. Tal vez se
trataba de no dar ningún motivo de alarma.
En abril de 1766 presentaba el P. Jaime de Torres una lista de 28
jesuítas, todos españoles, destinados al Nuevo Reino. De estos sólo dos
eran sacerdotes, dos coadjutores y los demás estudiantes88.
El 3 de abril de 1767, después de una feliz navegación de cincuen­
ta y dos días, llegaba el P. Scribani con su expedición a Cartagena. Así
se lo comunicaba al virrey en carta del 6 del mismo mes89.
El P. Martín de Egurvide, procurador de la provincia, era el en­
cargado de recibir a los misioneros. Con este fin había viajado a Honda
a prevenirlo todo90, y de regreso a Santafé dirige varias cartas a don Jo­
sé de Villanueva, residente en Cartagena, para que ayude al P. José Tro-
conis, procurador del colegio, un poco inexperto en estas lides, a prepa­
rar la continuación del viaje de la misión.
En carta de 4 de junio de 1767 le escribe:
“ ..Agradezco a van. la buena noticia que me comunica del feliz
arribo de La Fortuna a ese puerto, y haberse v jnd. presentado a los
padres procuradores, constituyéndose inquilino para todos los negocios

84 Carta del 23 de enero de 1762; Ibid.

85 Carta del 25 de enero de 1764; lbid.

86 AGI, Santafé, leg. 677.

87 Decreto del 16 febrero 1765 ; lbid.

88 AGI, Contratación, leg. 5549.

89 ANB, Empleados públicos. Miscelánea, t. 27, fol. 192.

90 Carta de Diego Antonio V ianaal H. Rafael de la V ega;Honda, 8 enero 1767; ANB.,Misce­


lánea. t. 104 fol. 1085.
LOS ULTIMOS PROVINCIALES
359
que les ofreciere para avíos en seguimiento de su viaje y para pagarlos
fletes del navio... He oído decir que bajaban las canoas el día veinte y
cinco de abril para el embarque de nuestros padres. Muy temprano me
ha parecido para las cachazas que yo considero en los que bullen la mi­
sión, sino es que vm d. lo haya suplido. Nuestro Señor los traiga con fe­
licidad al puerto de Honda, y desde allí, sin quebrarse las costillas, hasta
este colegio, donde puesto de pié parado se van mis cuidados, que los he
tenido muy buenos desde la salida de los padres procuradores hasta la
presente” 91,
Y en otra carta le decía:
“por aquí suena que ha muerto el P.Troconis. En esta suposición
ya ve v jn d . cómo andarán mis cosas... Dígale a mi señora doña Toribia
que se resigne a tener el mérito de facilitar al P. Scribani las menunden-
cias que habrá menester para la manutención de sus misioneros. Las ca­
mas, toldos, y silletas estarán en el colegio, pues todo lo dejó hecho el
P, Guerra” 92.
No fue la muerte del P. Troconís el único contratiempo, pues tam­
bién debió de morir en esos días el mismo don José de Villanueva. El 13
de julio su viuda, doña Toribia Berrueco, hace entrega al capitán del na­
vio Nueva Loreto, de dos mil doblones remitidos por el P. Egurvide,
con destino al procurador de la casa de Puerto de Santa María93.
En Honda contaba el P. Egurvide con los buenos oficios de don Es­
teban Tirado. El 15 de mayo le escribe:
“No me desconsuela que el señor don Diego (Viana) no se halle en
esa Villa al arribo de la misión, porque áe que no hará falta estando v.
md. en su lugar. En esta confianza le suplico se sirva de disponerse
muelan diez millares de cacao y se le entreguen al H, Luis Mari que vie­
ne cuidando de los sujetos. También he de deber a v.dm. que pague los
fletes de canoas, según dispondrá el señor don Diego. Al padre rector
prevengo que en cuanto tenga noticia cierta de cuándo sale de Mompós
la misión, o por dónde anda en el río, me avise con un chasqui a la lige­
ra para despachar las muías y avíos. Estimaré a v jn d . que si fuese me­
nester contribuya a su logro.
“ Al H. Mari se servirá v.md. entregarle doscientos pesos para gas­
tos de camino, y me avisará de todo para satisfacer al señor don Diego.
SÍ necesitare de peones o de alguna otra cosa, espero me desempeñe v.m.
a cuyas órdenes me repito...” 94.

9 Arcivo Nacional de Chile, Jesuítas, Bogotá 208.


92 Ibid.
93 Ibid.
94 Ibid.
I

JUAN MANUEL PACHECO, S. J.


360

El 29 de junio enviaba Tirado un correo expreso al P. Egurvide pa­


ra avisarle que la misión había arribado al puerto de Honda95. En julio
debieron de llegar a Santafé. Sólo unos días permanecieron en la ciudad.
En los primeros días del mes de agosto emprendían el regreso a España,
por el mismo largo camino que habían traído, desterrados por orden del
rey Carlos III.

La traslación del colegio de Honda

El colegio de Honda, en tiempo del provincialato del P. Manca, ha­


bía decidido, como ya vimos, trasladarse al centro de la ciudad, junto al
puente sobre el río Gualí. Para ello se había conseguido, desde 1736, la
autorización del presidente del Nuevo Reino, quien la dio con la condi­
ción de que se demolería lo construido en caso de no obtenerse la auto­
rización del rey96*. Con este permiso se comenzó la construcción del
nuevo colegio.
Pero en 1764 se presentó una inesperada oposición. El convento
de los franciscanos de Honda pi di ó al virrey que ordenase la suspensión
de la obra, pues por una parte, decían, los jesuítas carecían de licencia
para construir, y por otra entre el nuevo colegio y su convento no me­
diaba la distancia que prescribían sus privilegios91.
El redamo pasó a la audiencia en vía de consulta. El dictamen del
fiscal, dado el 28 de enero de 1765, fue que no se debía atender ala
contradicción de los franciscanos “como intempestiva e injusta” , ya que
la hacían cuando la obra se hallaba casi terminada, El privilegio que tie­
nen, añade, para impedir la construcción de otro convento que no esté
a determinada distancia del suyo, no habla con los jesuítas sino con los
verdaderos mendicantes98. Y recuerda la sentencia que obtuvieron los
jesuítas en 1657, en un caso similar, cuando trataban de fundar el cole­
gio del barrio de Las Nieves en Santafé99.

95 Ibid.
96
Apuntamiento de! expediente seguido en el Consejo de indias sobre la traslación de un
colegio de la Compañía de Jesús en la villa de Honda de! Nuevo Reino de Granada, AGI,
Santafé, leg. 677.
M ( t
La Compañía de Jesús, por concepción de los Papas Pío IV (Const. í'tsi ex d e b i t o , 1571) y
Gregorio XIII (Const. S a lv a to r ís D o m in i, 1576) podían construir cerca de los conventos de
los mendicantes, no obstante los privilegios de estos.
98 Cfr. Zamora, A. O.P. Historia ele la Provincia de San Antonino (Caracas, 1930), p. 469.

99 Informe del virrey don Pedio Messía de la Cerda sobie el traslado del colegio de la Compa­
ñía de Jesús en Honda; AGI, Santafé, leg. 677.
LOS ULTIMOS PROVINCIALES
361

Añadióse a esto el que el cabildo de Honda estaba interesado en


conseguir el antiguo colegio de los jesuítas para convertirlo en hospital.
Era esta una imperiosa necesidad de la villa10®
En consideración a estas razones el virrey Messía de la Cerda autori­
zó a los jesuítas, por decreto del 20 de mayo de 1765, para poner la
obra “en estado de seguridad y precaver la ruina que de no ejecutarse
así ocasionaría la inclemencia de los temporales1 0 Sugirió además al
rector del colegio de Honda redactar un informe muy circunstanciado
de las ventajas espirituales que traería para los habitantes de la villa el
traslado del colegio**102.
El mismo virrey en carta al rey, fechada el 14 de mayo de 1765,
abogó en favor de los jesuítas, pues la traslación del colegio facilitaba
grandemente ios ministerios del colegio y permitía la fundación del hos­
pital. En esta carta declaraba que el convento de los franciscanos de
Honda contaba con muy reducido número de religiosos, y en el de San
Agustín sólo moraba un religioso sacerdote103.
En el Consejo de Indias el fiscal dio su dictamen favorable a la tras­
lación del colegio, dadas las ventajas que esta traería, no ser nueva funda­
ción, y haber contado con la autorización del presidente del Nuevo Rei­
ne104. El rey, por real decreto del 12 de marzo de 1766, autorizó la
traslación105.
Al conocerse en Honda la autorización real, don Diego Viana, uno
de los más interesados en la fundación del hospital, urgió la traslación
de los padres al nuevo edificio y el otorgamiento de la escritura de ven­
ta del antiguo colegio. Escribiendo al P. Egurvidc le decía:
Me ha sido muy plausible la noticia de haber venido la real
aprobación para la traslación del colegio que tanto he deseado, como la
fundación del hospital, y estando ya allanado todo, sólo resta que V.R.
mande la orden para que los padres de este colegio, como dispuso el pa­
dre provincial, se muden luego a la casa alta que les tengo facilitada con
don Gregorio Alvarez, sin interés por dos años, y que sin pérdida de
tiempo, con aceptación del padre maestro frav Juan Antonio de Guz-

100
Ibid.
101
Apuntamiento del expediente, citado en la nota 95.
102 AGI, Santafé, leg. 677.
103
Ibid.
104
Ibdi,
105
ANB, Miscelánea, t. 104, fol. 970.
JUAN MANUEL PACHECO, S. J.
362

mán, del apoderado del cabildo o de quien deba aceptarla, otorgue la


formal escritura de venta del colegio, iglesia y tierra en que están, por
los siete mil pesos tratados, los que inmediatamente tomará este padre
rector de los diez mil pesos que de reales cajas ha de sacar el H. Rafael
de la Vega, para cuyo recibo en esta ocasión le mando el poder del ca­
bildo. Ambas diligencias las regulo urgentes, porque como los padres de
San Juan de Dios tienen ya su licencia para fundar y no faltan algunos
malos... acaso pudiéramos temer alguna novedad” 106.
En el nuevo sitio los jesuítas habían ya levantado una nueva iglesia
que dedicaron al Sagrado Corazón de Jesús107. Pero no sabemos si llegó
a realizarse la traslación del colegio, pues esta se suspendió hasta que pa­
sase la misión que venía de Europa, porque en el nuevo sitio no había
manera de hospedarla108. Pocos días después del paso de la misión so­
brevino la expulsión de la Compañía de Jesús del Nuevo Reino.

Renuncia a varias doctrinas

En tiempo del P. Balzátegui presentó una vez más la Compañía la


renuncia a varias de sus doctrinas por juzgar que sus feligreses estaban
ya suficientemente formados en la vida cristiana. Por esta carta del P.
Balzátegui nos enteramos de que una renuncia similar había sido pre­
sentada por el P. Fabro, renuncia que no fue admitida por el virrey.
La carta del padre provincial dirigda al virrey Messía de la Cerda
dice así:
“Señor, Esta provincia del Nuevo Reino tiene a su cargo los pue­
blos de Fontibón, Tame, Macaguane, Manare, Casanare y Güicán, de
los que por hallarse los indios educados e instruidos en la religión cató­
lica y prácticos en la lengua castellana, lia representado repetidas veces
la Compañía la disposición pronta en que estaba de hacer renuncia de
ellos cuando y en la forma que pareciera conveniente a los señores vice­
patronos. Esa misma representación repitió mi antecesor el P. Pedro Fa­
bro en circunstancia en que se publicó la real determinación sobre los
curatos de los religiosos, la que no fue admitida por el exmo. señor mar­
qués del Villar, virrey que fue de este Reino, antes algunos años después
se vio la provincia precisada a petición del Exmo. señor virrey don José
Solís a admitir a su cuidado el ya citado curato de Guicán. Esto mismo

Carta de Diego Viera al H. Rafael de ia Vega; Honda, 23 Junio 1766 Ibid. fol. 989 v.

107 Carta de Diego Viana al P. Egurvide; Honda, 7 Agosto 1766: Ibid. fol. 1000 v.

108 ANB. Miscelánea, t. 89 fol. 712.


LOS ULTIMOS PROVINCIALES
363

expuse confidencialmente a V.E. luego que entré en el oficio, y sin em­


bargo que por entonces me respondió V.E. no tenía que pensar en ello,
más ahora en virtud de orden de mi padre general me veo en precisión
de hacer presente a V.E. la prontitud de ánimo con que la Compañía
hará renuncia de los ya referidos curatos en caso de que V.E. juzgase así
conveniente, pues de no, está la Compañía igualmente dispuesta a conti­
nuar con los mismos, si así pareciere a V.E. será servicio de Dios y del
agrado de su majestad que Dios guarde... Del Colegio Máximo, 31 de
mayo de 1767” '
CAPITULO XIV
LOS COLEGIOS DE POPAYAN Y PASTO

I—El colegio de Popayán

El P. Diego Abad

Algo al margen han quedado los colegios de Popayán y Pasto por


no haber pertenecido a la provincia del Nuevo Reino sino a la de Quito.
Nos proponemos en este capítulo recoger lo poco que sabemos sobre la
vida de estos dos colegios en el siglo XVIII, dejando para más adelante
la fundación de la Academia de San José enPopayán,con sus vicisitudes.
Al separarse de la provincia del Nuevo Reino la provincia de Quito
en 1696, gobernaba el colegio de Popayán el P, Diego Abad Cepeda,
quien lo rigió hasta junio de 1697. Había nacido el P. Abad en Riobam-
ba en 1637 e ingresado en la Cor >añía de Jesús en mayo de 1655. An­
tes de ser rector de Popayán había sido profesor de filosofía y teología,
y son varias las obras sobre teología dogmática y moral que de él se con­
servan manuscritas1. Murió en Quito en 1708. Según el P. Juan de Velas­
co pocas horas antes de expirar le había llegado la patente de provincial
de Quito2 .

Las minas de Jelima

Sucedió al P. Abad en el gobierno del colegio de Popayán el P. Bar­


tolomé de Arauz (1697-1703), quiteño. En su tiempo visitó al colegio el

JOSE JOUANEN, S.I.: Historia de la Compañía de Jesús en la antigua provincia de Quito,


II, 723, Entre las obras manuscritas del P, Abad se conservan: "De conscientia et libertó­
te ”, "Tractatus de divina essentia divinis que attributis", “Tractatus de Deo auxiliante. Sive
de d ivin is auxiliis gratis a Deo Coliatis (1700) "Tractatus de peccatis,., virtuti oppositis
(}6 7 6 "De contractibus tan in genere quam in specie eorumque obligatione controver­
siae, 1674", etc. JOSE EUG. de URI ARTE Y MARIANO LECINA: Biblioteca de escrito­
res d e Ia Compañía de Jesús... I, 5; MIGUEL SANCHEZ ASTUDILLO, S.J.: Textos de ca­
tedráticos jesuítas en Quito Colonial, n. ] 94 ,1 9 5 , 2 8 1 ,3 5 2 , 357.
2 CRIARTE - LECINA: op. cit. I, 5.
LOS COLEGIOS DE POPAYAN Y PASTO
365

P. Juan de Tobar, provincial entonces de Quito, quien dio orden de ex­


plotar las minas de oro de Jelima, que desde 1691 estaban inactivas3 .
Esta medida la tomó posiblemente por insinuación del rector, que se
mostraba partidario de ella. Se conserva un escrito del P. Arauz, fecha­
do el 22 de mayo de 1703, titulado: “ Razones que se ofrecen para no
enajenar las minas de oro que tiene este colegio de Popayán, contrarias
a las que propone el P. Francisco Daza, provincial que fue de esta pro­
vincia de Quito para enajenar y vender dichas minas”4 . En este escrito
se rebaten las objeciones contra este género de explotación, como la de
estar prohibido por leyes y reales cédulas, la de no tenerlo ningún cole­
gio de la Compañía, y su alto costo. Dice ei padre rector que no son su­
ficientes las haciendas para mantener el colegio y proseguir la construc­
ción de la iglesia. Se ha experimentado la mortandad del ganado en ve­
rano, y en estos últimos años se ha apestado debido a la plaga de la lan­
gosta. Las tierras de Llanogrande se van enmontando y el ganado se alza
y no hay forma de recuperarlo. Los trapiches apenas dan para el gasto
de las mismas haciendas por el bajo precio de la miel, debido al estanco
del aguardiente.
En esta ciudad de Popayán, prosigue, solo los mineros y mercade­
res “tienen buena pasadía” . Aunque se saque mucho oro no estaremos
sobrados porque la tierra es cara y falta mucho en la obra de la iglesia.
Terminada esta habrá que construir el colegio “porque las casas bajas,
malas y muy húmedas y desabridas en que vivimos, además de ser perju­
diciales a la salud, se están cayendo y son muy viejas” . Si no se trabaja
en la mina, añade finalmente, puede introducirse en ella algún particu­
lar, como ya se ha intentado, con el pretexto de que el rey no pierda
sus quintos. Si se quieren vender es muy poco lo que ofrecen por ellas.
La orden de explotar las minas fue revocada por el P. Florencio
Santos quien mandó trasladar los esclavos que la trabajaban a las hacien­
das de Japío y Llanogrande5 . A estas minas atribuía la mala situación
económica que tenía el colegio.
De octubre de 1703 a mayo de 1707 gobernó ei colegio el P. Fran­
cisco Coloma, nacido en Loja (Ecuador) en 1663, y de 1707 a 1709 el
P. Lorenzo Lucero, a quien consagramos varias paginas en el tomo ante­
rior6 .

L. DEUBLLR. S.J.: Becerra osumario de la fundación, principios y progresos y otros acae­


cimientos del Colegio de Popayán, fol. 11 v.

Archivo de la provincia de Quito, leg. 8.

Memorial de ¡a visita del colegio de Popayán p o r el P. Florencio San tos, por comisión del
P. Sebastián Luis Abad, provincia!; Archivo de la provincia de Quito, leg. 8.
6
L o s J e su íta s en C olom bia, 11,465-480.
JUAN MANUEL PACHECO, S. J.
366

Visita del P. Santos

Siendo rector el P, Lucero visitó al colegio en 1709 el P. Florencio


Santos por comisión del P, Sebastián Abad, provincial. Encontró satis­
factorio su estado, bien atendidos los ministerios, acreditados los estu­
dios y los jesuítas muy estimados por la ciudadanía. Una de sus órdenes
fue la de que ningún religioso del colegio saliera a descansar sólo a las
haciendas cercanas de la ciudad; prohibió nuevamente, por orden de]
padre general, el tener los padres sirvientes particulares; urgió la celebra­
ción periódica de las consultas del colegio, y la resolución semanal de
casos de moral, y ordenó que no se dejaran de leer en el comedor las re­
glas de la Compañía de Jesús cada mes, pero que esta lectura no la hicie­
ra ningún colegial o externo; encargó al promover las misiones populares
y dio orden para que los PP. Juan Ignacio García y José Alvarez salieran
en el mes de julio a predicarlas en Cali y Buga7 .
Ya había empezado a favorecer al colegio la marquesa de San Mi­
guel de la Vega, Dionisia Pérez Manrique, hija del presidente del Nuevo
Reino, Dionisio Pérez Manrique. La marquesa costeó el sagrario para la
nueva iglesia e hizo otras donaciones8 .

El P. Jacinto Morán

De 1709 a 1712 estuvo al frente del colegio de Popayán como rec­


tor el P. Jacinto Morán, quien inauguró la nueva iglesia; durante más de
treinta años se había estado trabajando en su construcción9. Es el P. Mo­
rán una personalidad controvertida. Había nacido en Guayaquil en 1668
e ingresado en la Compañía de Jesús en 1684. Fue el primer biógrafo de
Santa Mariana de Jesús, vida que escribió por orden del P. Diego Fran­
cisco Altamírano, y se imprimió en Madrid en 172410 . Al terminar su
rectorado en Popayán, ei P. Francisco Sierra, visitador de la provincia,
le confió la visita del colegio de Guayaquil, y luego se le nombró rector
del colegio de Panamá. Estando todavía el P. Sierra en Quito, aparecie­
ron en las calles de la ciudad copias de un pasquín denigrante contra el
visitador y los jesuítas españoles. Las sospechas recayeron en el P. Mo­
rán de genio ardiente y espíritu nacionalista. Súpole el sindicado y des-

Memoñtai de la visita, citado en la nota 5.

8 L. DEUB LE R : Becerro, fot. 12 v.

9 Ibid. fol. 13.

10 AURELIO ESPINOSA POLIT, S.I.: Santa Mañana de Jesús hija de la Compañía de Jesús
(Quito, 1957) pp. 328-333.
LOS COLEGIOS DE POPAYAN Y PASTO
367

de Panamá escribió al padre general de la Compañía de Jesús desmintien­


do semejante imputación. Cree el historiador de la provincia de Quito,
P. José Jouanen, que el autor de los pasquines fue un expulso de la
Compañía o algún colegial descontento, pero no un jesuíta11. El Morán
murió en Guayaquil en 1749.

Los marqueses de San Miguel

En agosto de 1715 entró a gobernar el colegio el P. Matías Lasso,


bugueño. Hasta entonces los jesuítas del colegio vivían en unos aposen-
tillos bajos, oscuros y estrechos. Don Baltasar Carlos de Viveros, mar­
qués de San Miguel, quien había sido gobernador de Popayán, y estaba
casado con doña Dionisia Pérez Manrique, se constituyó en el bienhe­
chor del colegio. Resolvió construir el piso alto de este. “ Es sumamente
difícil en esta ciudad, escribía el P. Leonardo Deubler, el edificar cual­
quiera cosa, así por lo costoso de los materiales, oficiales y peones, co­
mo por la dificultad de conseguirlos” 12.
Pero el marqués contaba con los indígenas de su encomienda, con
un buen número de esclavos y con un tejar de su propiedad. Hizo un
contrato con el P. Lasso, comprometiéndose a cobrar tan sólo los gastos
de ia construcción, construcción que se realizó en dos años. El P. Deu-
blcr calcula en diez mil pesos los gastos de ia edificación, de los que
1.400 pesos donó el marqués13.
No menos generosa siguió mostrándose doña Dionisia. Para la cus­
todia de la iglesia obsequió en 1719 varias perlas avaluadas en 575 pesos
y una cadena de oro con sus cuentas tasada en 104,pesos14 . Años más
tarde entregaba con el mismo fin 34 esmeraldas grandes y 40 pequeñas15 .
Uno de los rectores, ei P. Florencio Santos, llegó a vender las perlas.
Sintiólo tanto doña Dionisia, que las volvió a comprar y las devolvió al
colegio. Este hecho debió de motivar la orden que se intimó a los recto­
res de no vender objetos de valor de la iglesia sin licencia del provincial16 .

11 J O S E J O U A N E N , S .J.: Historio de la Compañía de Jesús en la antigua provincia de Qui­


to... [I, 65-72.

12 L. DEUBLF.R.S.J.: Becerro... fol. 124 v.

13 Ibid.

14 Ibid. fol. 13v.

15 Ibid. fol. 15
16
Ib id .
JUAN MANUEL PACHECO, S. J.
368

Un rector en conflicto

Al hablar del P. Meaurio como visitador de la provincia de Quito


aludimos al disgusto que sufrió con el P. Esteban Riofrío, rector del co­
legio de Popayán por los obstáculos que puso a una misión que debía
predicarse en la ciudad.
El P. Meaurio había ordenado en 1723 que se predicase una misión
en Popayán, y con esta finalidad envió al P. Florencio Santos, quien se
había acreditado como misionero. Llegó el P. Santos a Popayán en los
primeros días de junio, pero al P. Riofrío no le pareció aquel tiempo a
propósito para una misión por ser época de cosechas y fiestas. Determi­
nó suspender la misión mientras daba cuenta al padre visitador y dejó
que el P. Santos regresase a Pasto en donde debía estar para el día de
San Ignacio, 31 de julio.
Súpole muy mal al P. Meaurio la suspensión de la misión. Envió
al P. Januario Garofalo a Popayán con orden de llevar consigo al P. San­
tos para predicar la misión. El P. Riofrío debía responder por escrito a
un interrogatorio ya preparado, y si sus respuestas no eran satisfactorias,
el P. Garofalo se encargaría del gobienro del colegio como vicerrector y
haría ir a Pasto al P. Riofrío17 .
El 16 de septiembre llegaba el P, Garofalo a Popayán muy enfermo,
pues desde Mercaderes hubo de ser traído en camilla. Llegó también el
P. Santos y se dio comienzo a la misión. El concurso fue grande, lo mis­
mo que el fervor y el fruto.
No era fácil entenderse con el P. Riofrío; se encontraba en un esta­
do de violenta tensión, A las preguntas del interrogatorio respondió por
escrito:
“ A todos y cada uno de los puntos de que se me ha hecho cargo en
las nueve preguntas del interrogatorio, que he leído una, dos y tres ve­
ces, y a las cuales se me manda con precepto de santa obediencia respon­
der, respondo diciendo que no tengo que añadir en respuesta de ellas a
lo dicho por escrito en las consultas y cartas a las cuales me remito, en­
tendiéndolas como suenan. —Esteban Riofrío” .
El P. Garofalo trató de calmarlo y suavemente le instó a que res­
pondiese. El P. Riofrío se sinceró manifestando que solo había propues­
to un cambio de tiempo y de misioneros, pero no por ser pertinaz en su
dictamen, como creía el padre visitador. Ya había escrito al padre ge­
neral para que señalara un juez desapasionado y mientras tanto, añadió,
“el padre visitador tenía el mando y el palo, le quitase el rectorado, lo

17 in s tr u c c ió n q u e d a e l P. V is ita d o r, I g n a c io d e M e a u r io , a i P. J a n u a ñ o (¡ a r o fa io p a r a q u e vi­
s i t e e l c o le g io d e P o p a y á n ; Archivo de la provincia de Q uito, leg. 10.
LOS COLEGIOS DE POPAYAN Y PASTO
369

metiese en una cárcel, lo desterrase a su gusto, que él a todo estaba


pronto” .
No juzgó prudente el P. Garofalo deponerle del rectorado, ya que
se avecinaba el cambio de superiores en toda la provincia, y la falta del
padre se reducía a haber expuesto su parecer aunque mostrando resisten­
cia. “Escándalo no hubo, avisaba el P. Garofalo, pues los señores Mos­
quera y otros afirman que sí dijeron que el tiempo no era oportuno pa­
ra misiones” 18 .

El P. Fernando María Conosciutti

Otro motivo de desagrado para el P. Meaurio fue el que el P, José


Montesinos hubiese propuesto que se sacara del colegio de Popayán al
P. Femando Conosciutti. Era este padre, italiano, nacido en Ferrara en
1689. El P. Meaurio exigió al P. Montesinos exponer las razones de su
propuesta. Hízole así en una carta algo desenfadada, en la que descubre
la poca simpatía que le causaba el P. Conosciutti. Manifiesta que este
padre no se entendía con el P. Riofrío, ni se preocupaba por pequeños
detalles de disciplina, pero sabía ganarse el aprecio de muchos. Al P.
Montesinos se le puede catalogar entre esos espíritus intransigentes, que
todo lo exageran e interpretan mal. “Todos los estudiantes, llega a escri­
bir, son pocos para hacer mandados del P. Fernando; fuera de estos todos
los mulatillos y negritos de las señoras, que todos los muchachos de Po­
payán son pocos para tanto recaudo como tiene que enviar afuera” .
Uno de los reproches que hace al P. Conosciutti era el apartarse
del estilo de la Compañía en la manera de exponer la primera semana de
los ejercicios espirituales de San Ignacio, pues introducía “otras medita­
ciones de la vía unitiva” , y esto, según su censor, lo hacía “ para lucir su
grande entendimiento y no para coger fruto de los ejercicios” 19.

Un pleito

En estos mismos años de 1723 y 1724 sostuvo el colegio un reñido


pleito con Alonso Hurtado que pretendía hacer un camino por Pandi-
guando, predio de propiedad del colegio. “Pleito muy reñido, se anota
en el libro Becerro, llevado por vía de apelación hasta Cartagena” . Lo
ganó el colegio. Durante él un negro de Hurtado llegó a herir en la ca-

1S Carta del P. G a r o f a l o al P. Nicolás de Araiu; P o p a y á n . 14 o e t u b r e 1723 ; Archivo de la P r o ­


vincia de Q u i t o , icg. 10.

19 C arta del P, M o n tesin o s al P, M e a u r i o ; P o p a y á n , 22 s e p tie m b re 1723 ; AP Q . icg. 10.


JUAN MANUEL PACHECO, S. J.
370

beza a un hermano coadjutor porque le intentó impedir el paso por el


discutido camino20.
No sabemos si este Alonso Hurtado es un sacerdote payanés del
mismo nombre, comisario del Santo Oficio, partidario del gobernador
Juan Miera Ceballos en las banderías de tripitenorios y pambazos que
dividieron a Popayán en los primeros años del siglo XVIII21.

El P. Leonardo Deubler

Desde diciembre de 1727 gobernaba el colegio de Popayán el P.


Leonardo Deubler, alemán, nacido en Bamberga en 1689, jesuíta de la
provincia de Renania Superior desde 1709, quien había venido al Nuevo
Mundo en 172 122.
Malos informes llegaron al P. Ignacio de Hormaegui, provincial, del
gobierno del P. Deubler. Se decía que por su proceder violento y poco
considerado se había indispuesto con toda la ciudad23 .
Fuerte debía ser el carácter, del P. Deubler, como lo muestra este
hecho narrado por él mismo. En las tierras de Palo, propiedad del cole­
gio, se introdujo un sujeto de apellido Jiménez en 1729, alegando tener
derechos sobre estas tierras. Las autoridades de Caloto le hicieron el jue­
go fingiendo ignorar los títulos de la Compañía. “Hallé después, escribe
el P. Deubler, los papeles claros y conocí la malicia de los caloteños, por
lo cual, por no meter tan patente justicia a juicio de gente ruin, sin andar
con jueces, mandé al tal Jiménez se salga luego o pague arrendamiento,
que si no, enviaría a la gente de la hacienda a pegar fuego a su casa.
Aceptó de buena gana el arrendamiento y confesó el ningún derecho
que tenía” 24.
En diciembre de 1731 se deponía al P. Deubler del rectorado. Sin
embargo las acusaciones constra él no tenían mayor fundamento. El P.
Retz, genera] de la Compañía, reprobó lo hecho con estas sentidas
frases:

20 L. D E U B L E R : B e c e r r o , fols. 14 y 101 v .
2 1
G U S T A V O A R B O L E D A ; D ic c io n a r io b io g r á f ic o y g e n e a ló g ic o d e l a n tig u o d e p a r ta m e n to
d e l C a u ca (2 e d .) P. 2 1 1 ; JA IM E A R R O Y O : ¡m g u e r r a d e lo s T r ip ite n o r io s y P a m b a z o s en
A N T O N [N O O L A N O : P o p a y á n e n la C o lo n ia , a p é n d ic e n , II, p , 3 6 - 5 0 .

JO S E JO U A N E N , S .I.: H is to r ia d e la C o m p a ñ ía d e J e s ú s e n la a n tig u a p r o v in c ia d e Q u ito ,


II, 7 3 0 ; V IC E N T E D . S IE R R A : L o s J e s u íta s g e r m a n o s e n ¡a c o n q u is ta e s p ir itu a l d e His­
p a n o -A m é r ic a , p . 378.

23 JO S E JO U A N E N : o p . c it. H , 137.

24 L . D E U B L E R ; B e c e r r o , fol. 16 v.
LOS COLEGIOS DE POPAYAN Y PASTO
371

“Vistos los capítulos por los cuales el P. Leonardo Deubler fue de­
puesto del rectorado de Popayán, las pruebas y fundamentos, los des­
cargos que el padre da con otras noticias en su favor, que por personas
fidedignas me constan, hallo que dicha remoción fue sin causa, sobrada­
mente precipitada y con modo muy ajeno de la prudencia y discreción,
y en consecuencia declaro que dichos capítulos son de ningún valor, ni
pueden obstar para que el padre sea propuesto para gobernar. Y para
que se repare el daño que en su buen nombre ha padecido, ordeno que
en la primera consulta de provincia se lea esta determinación, y que si
no hay otra cosa en contra, en la primera ocasión se me proponga a di­
cho padre para gobernar. Y porque espero que semejante atentado no
sucederá otra vez, me contento con sola esta providencia”25.
Cuando esta carta llegó a Quito, el P. Deubler se encontraba en las
misiones del Ñapo, adonde había sido enviado a petición suya.
Con todo parece que el padre general ignoraba entonces la verda­
dera causa de la destitución. El P. Deubler, en una explicación de la
doctrina cristiana, profirió algunas expresiones que fueron mal recibidas.
Una de sus frases fue: Si al matrimonio le falta el fin de la prole, el casa­
miento es un amancebamiento paliado. En otra ocasión en que se le pi­
dieron unas velas para una imagen de Nuestra Señora, respondió que
aquella imagen sólo era un lienzo pintado26 .
Corrió el rumor de que podía ser denunciado a la Inquisición por
personas poco afectas a los jesuítas, y el padre provincial se apresuró
a sacarlo de Popayán27.
El 6 de octubre de 1728 moría el marqués de San Miguel, siendo
rector el P. Deubler, a quien nombró albacea, pero el provincial no juz­
gó conveniente que aceptara este cargo.
Al mismo P, Deublerdebemos un libro que se conserva manuscrito,
titulado: “Becerro o sumario de la fundación, principios, progresos y
otros acaecimientos del Colegio de Popayán” . En él va narrando por
orden cronológico ios adelantos del colegio y de sus haciendas. /\lgo
ufano presenta el estado del colegio en su tiempo:
“Ha empezado este colegio el año 1641 sin más posesión ni espe­
ranza humana que la corta estancia del Jesús que dio doña Ana de To­
bar y la que había prometido en un papel simple el deán don Antonio
Véiez de Zúñiga, lo cual tuvo menester tres años de litigio antes de con­
seguirlo; y todo paró en unas minas mal corrientes, con 22 esclavos en-

25
JO S E JO U A N E N : o p . cit. II, 137.

26 I b i d . I i , 1 4 3 -1 4 4 .
27
I b i d . i l , 1 4 2 -1 4 4 .
JUAN MANUEL PACHECO, S, J,
372

tre chicos y grandes, útiles e inútiles. Y al presente tiene comentes y


bien aperadas sus minas de Jelima, las mejores de todo el Quinamayo,
codiciadas de todos sus vecinos; tiene sus hatos con tantos millares de
ganados de todo género en línea de mayores y capaces de mucho más;
tiene sus trapiches corrientes y molientes en Japío y Lian ogran de; tiene
sus yeguas y novilladas, y sus potreros de Augí y Pandiguando; tiene
hasta 160 esclavos y de estos los 120 útiles y de trabajo...
“Ha empezado con una casa particular, que fue de don Melchor
Quintero Príncipe, corto recinto para un colegio, y hoy tiene toda la
cuadra en cuadro, con vivienda capaz, y una iglesia dos veces caída y
dos veces reedificada, y le sobraron casas para alquilar, para vender y
para deshacer, como se ha dicho en este libro ‘en’ distintos años.
“Los auxilios humanos han sido tan cortos, que según el catálogo
de los benefactores, que están también al principio de este libro, apenas
llegan a 654.438 pesos en casi un siglo, omitiendo en este cómputo algu­
nos miles que más han sido carga que beneficio, de unos que los grava­
ron con censos, que hasta hoy nos tiene en servidumbre, y con todo es­
te colegio ha llegado a este estado que hoy tiene, y lo que más es, ha he­
cho más negocio espiritual y de almas, que ninguna de las demás Religio­
nes de esta ciudad” .
Al margen de esta última frase una mano posterior escribió: “Esto
lo sabe sólo Dios”28 .

Visita del P. Zárate

Por abril de 1735 llegó a Quito con el cargo de visitador el P. An­


drés de Zárate. Sus medidas causaron una gran conmoción interna, que
sacudió fuertemente a toda la provincia, y tuvo sus repercuciones en los
colegios de Popayán y Pasto. No es nuestro intento volver a narrar todos
esos desagradables incidentes, tratados ya por los PP. Astrain y Joua-

L. DEUBLER: B e c e r r o , fot. 18. Las razones para atribuir el B e c e r r o al P. Deubler quedaron


expuestas en el tom o I, p. 200, nota 1. Podemos añadir una más: en el folio 116 habla de
que en el año de 1730 se compraron varios novillos a cinco pesos por más crecidos, y un
poco más adelante dice refiriéndose a los novillos: “estos comprados, como los c o m p r é , a
cinco pesos” . En el año de 1730 era el P. Deubler el rector del colegio. Lo escribió cuando
ya había salido de Popayán, pues en el fol. 100 escribe: “ Pasóme después la obediencia al
gobierno del colegio de Pasto ¡entonces hallé un orden entre otros, pues por ai R. el P. Visi­
tador y Provincial Andrés de Zárate, en que ordenaba expresamente lo mismo que yo había
ideado, con lo cual animado, aunque ya fuera de este colegio, puse en papel lo que va en
este libro desde su principio hasta fox. 18” . Esto explica el que pueda referirse a años pos­
teriores, como al año 1736 (fol. 119).
El P. Deubler se encontraba de misionero en el Marañón cuando le sorprendió el destierro
decretado por Carlos III. Tenía entonces 78 años. No pudo soportar las penalidades de
aquellas tristes jornadas, y falleció, poco después de llegara Lisboa, el 11 de marzo de 1769.
LOS COLEGIOS DE POPAYAN Y PASTO
373

nen29. Nos contentaremos con indicar la trayectoria general de los he­


chos.
El P. Francisco Retz, general de la Compañía de Jesús, había envia­
do, en carta del lo . de mayo de 1731, los nombramientos de superiores
para toda la provincia. Pero estos nombramientos fueron cambiados no­
tablemente por el padre Pedro de Campos, provincial, y sus consultores,
Al P, Ignacio Hormaegui, designado rector del Colegio Máximo de Qui­
to, se le dejó como rector del colegio de Pasto en donde se hallaba, y se
nombró en su lugar al P. Marcos de Escorza, que venía señalado en la
lista como rector del colegio seminario de San Luis (Quito); al P. Deu-
ler se le suprimió la patente de rector del colegio de Pasto; y lo mismo
se hizo con los PP. Jerónimo Herce y Luis Andrade, que venían elegidos
para rectores de Cuenca y Guayaquil.
Estos cambios, y especialmente el haberse negado la patente al P.
Deubler, rehabilitado, como ya anótanos, por el padre general, movie­
ron al P. Retz a enviar de visitador a Quito al P. Zarate, un vascongado
que frisaba en los cincuenta años. No bien llegó el P. Zarate a Quito entró
a examinar el asunto. Su sentencia fue privar de voz activa y pasiva al
provincial y sus consultores, desterrarlos de Quito, ordenarles hacer un
mes de ejercicios espirituales y vestir durante un año la sotana parda
que entonces usaban los novicios.
Estas medidas, divulgadas por toda la provincia, causaron una fuer­
te reacción contra el visitador, a quien se tachó de demasiado rígido.
Desde Popayan le escribía al rey el obispo fray Diego Fermín de Vergara:
“Debo también representar a v jn . los grandes tumultos que en este
Reino de Quito y sus provincias ocasionó el padre visitador de la Com­
pañía con su violento modo de proceder contra sus súbditos, lo que juz­
gó al real servicio de v_m. muy ofensivo, perdiendo los indios con los tu­
multos el miedo con que Dios los crió, y perdido éste, perderá la real
corona las Indias; por lo que debe v jn . mandar se retire dicho padre vi­
sitador a su provincia, respecto estas remotísimas más se deben gober­
nar con amor que con el rigor” 30 .
Uno de los castigados fue el P. Marcos de Escorza, quiteño, quien
fue desterrado a Popayán. Siendo rector del colegio de Cuenca algunos
sujetos le acusaron de graves faltas, acusaciones que el P. Campos, pro­
vincial, declaró infundadas, después de maduro examen. Pero las acusa-

29 A N TONIO A S T R A IN , S .I.: H is to r ia d e la C o m p a ñ ía d e J e s ú s e n ¡a A s is te n c ia d e E sp a ñ a ,
V il, 3 8 4 -3 9 4 ; JO S E JO U A N E N , S.Í.: H is to r ia d e la C o m p a ñ ía d e J e s ú s e n la a n tig u a p r o ­
vincia d e Q u ito . II, 1 3 8 -1 5 2 ; F E D E R IC O G O N Z A L E Z S U A R E Z . H is to r ia g e n e r a l d e la
R e p ú b lic a d e l E c u a d o r ( 2 e d .) V , 74-8 7 .

30
C arta de fray D iego F e rm ín V e rg a ra a l r e y ; P o p a y á n , 2 8 j u n io 1 7 3 6 ; A G I, Q u ito 185.
JUAN MANUEL PACHECO, S. J.
374

dones se renovaron al llegar el P. Zárate de visita a Cuenca. El visitador


dio orden de recluir al P. Escorza mientras se investigaban los cargos.
Esto llegó a oídos del P. Escorza, quien se encontraba ya en Popa-
yán. Temeroso de una prisión se refugió en el convento de lo fracisca-
eos. El P. José Vorés, rector del colegio, intentó, por orden del visitador,
sacarlo del convento, pero no sólo se opusieron los franciscanos sino
que el pueblo se amotinó en favor del P. Escorza. En vano acudió el rec­
tor al obispo, quien se negó resueltamente a dar su apoyo, diciendo que
si el privilegio de asilo amparaba a los mayores criminales, mucho más
debía favorecer a un religioso de tantas letras y virtud como el P. Escorza.
El cabildo de la ciudad tomó cartas en el asunto. No sólo escribió
al P. Zárate solicitándole a moderar sus providencias para calmar las in­
quietudes, sino al cabildo de Quito estimulándolo a seguir defendiendo
a los jesuítas hostilizados por el visitador31 . Respondió el P. Zárate al
cabildo payanes quejándose de que se le estaba impidiendo el ejercicio
de su autoridad32.
El P. Escorza permaneció algún tiempo asilado en el convento de
San Francisco hasta que tuvo oportunidad de viajar a Roma para defen­
der su causa ante el padre general. Debió de justificarse pues no se le im­
puso penitencia alguna. Pero no volvió a América sino que se quedó en
España como procurador de las provincias americanas33.
El P. Deubler fue llamado de las misiones del Ñapo por el P. Zárate
y nombrado rector del colegio de Pasto. Pero apenas llevaba algunas se­
manas al frente de este colegio cuando fue llamado de nuevo a Quito. El
padre visitador se encontraba temeroso de que la Inquisición procediese
contra el P. Deubler por las proposiciones nial sonantes que había predi­
cado en Popayán. Le mandó en virtud de santa obediencia que explicara
el sentido de aquellas frases. Aunque el P. Deubler contestó haciendo
una hermosa confesión de fe, y negando algunas de las acusaciones y ex­
plicando otras, no se sintió seguro el P. Zárate y resolvió enviara Lima
al P. Deubler con el oficio de procurador de la provincia de Quito34.

El terremoto de 1736
Próspero era el estado del colegio en 173 1 según oímos al P. Deu­
bler, pero pocos años después iba a sufrir una grave pérdida. El 2 de fe­

31 FEDERICO GONZALEZ SUAREZ: o p .c it. V .8 0 .

32 JAIME ARROYO: H isto r ia d e la g o b e r n a c ió n d e P o p a y á n , 2 parte, en P o p a y á n , n. 162


(enero 1936) p. 18.

33 JOSE JOUANEN: op. cit. II, ISO.


34
Ib id.. II. 143-144.
LOS COLEGIOS DE POPAYAN Y PASTO
375

brero de 1736 un violento terremoto arruinó la mayor parte de los edi­


ficios de Popayán. Uno de ellos fue la iglesia de la Compañía. Solo el
presbiterio quedó en pié33*35.
Logró el obispo fray Diego Fermín de Vergara que un legado para
limosnas dejado por don Miguel de Peñalver se aplicara a la reconstruc­
ción de los templos36, comúntación que fue aprobada por el Papa Cle­
mente XII por breve del lo. de mayo de 1738. Sólo en 1750 vino a ha­
cerse la distribución por el señor Francisco de Figueroa. Para entonces
la iglesia de Santo Domingo estaba completamente reedificada, y la de

San Agustín contaba con un legado suficiente dejado por doña Dionisia
Pérez Manrique. La catedral, aunque no había quedado arruinada, nece­
sitaba costosas reparaciones. Para esta señaló el prelado 8.000 pesos;y
para las iglesias de San Francisco y de la Compañía, totalmente destrui­
das, cuya reedificación sólo iba en los cimientos, asignó 5.000 y 10.000
pesos respectivamente37 .
Para dirigir las obras de la nueva iglesia vino a Popayán el H. Simón
Schónherr, quien construyóla bella iglesia de San José de la que después
hablarem os,

El legado de la marquesa

El 12 de abril de 1744 moría en Popayán la marquesa de San Mi­


guel, doña Dionisia Pérez Manrique. En su testamento, fechado el 20
de marzo anterior, había dejado al colegio las haciendas de Coconucos
y Cimarronas con sus ganados y aperos, dos mil pesos para la obra de la
iglesia, y lo nombraba su único y universal heredero; el padre rector
quedaba como albacea y tenedor de sus bienes. El colegio debía tomar
cada año 600 pesos, y el resto de la renta darlo, por vía de limosna, al
convento de carmelitas, del que era fundadora la marquesa38 .
No le parecieron bien estas condiciones al padre general, quien en
carta del 23 de noviembre de 1746 advertía al P. Carlos Bren tan, pro­
vincial de Quito, que el colegio quedaba como un mero administrador

33 ANTONIO OLANO: P o p a y á n en la C o lo n ia , p. 72.

36 La conmutación de este legado halló una tenaz resistencia en uno de los albaceas de Peña-
Ivcr.José de Montenegro, quien podía distribuir a su arbitrio las limosnas. Montenegro llevó
su oposición ante la audiencia de Q uito y el arzobispado de Santafé; ANB, Historia eclesiás­
tica t. 6 (1269) (oís. 186 ss.
17
Archivo genera! del Cauca, E I -8 op., sign. 4629.

38 El testam enta de la marquesa de San Miguel se encuerna en ANB,Conventos, t. 14 (530)


fols. 71 ss.
JUAN MANUEL PACHECO, S. J.
376

de los bienes de doña Dionisia, y eran de temer divergencias entre el co­


legio y las carmelitas.
El P. Nicolás de la Torre, que sucedió en el gobierno al P. Bren tan,
examinó todo el asunto en su visita al colegio de Popayán, y envió a Ro­
ma una copia del testamento, con indicación de los legados confidencia­
les, públicos y secretos, dejados por la marquesa. El P. Retz en carta al
nuevo provincial P. Guillermo Grebner le ordenaba revisar lo hecho has­
ta entonces, y aceptar la donación en caso de encontrarlo conveniente,
cuidando de cumplir exactamente todo lo mandado por la donante39.
Las haciendas de Coconucos y Cimarronas había pasado ya, desde
abril de 1744, a ser propiedad del colegio40 .
No dejaron de presentarse las temidas dificultades con el convento
del Carmen, y en 1754 el P. Miguel de Manosalvas, rector del colegio,
renunció a seguir siendo tenedor de los bienes de la marquesa, con tres
condiciones: 1) el colegio no debía dar cuenta alguna de la administra­
ción de los bienes ante juez alguno, conforme a lo expresado en el testa­
mento; 2) si se presentaba algún litigio sobre los bienes, estos debía res­
ponder; y 3) en caso de introducirse algún pleito sobre la adminsitra-
ción, el colegio reasumiría el cargo de albacea. La priora del convento
del Carmen, Tomasa Josefa de San Rafael, aceptó estas condiciones, y
el obispo Diego del Corro aprobó la renuncia hecha por el colegio. Los
bienes de la marquesa ascendían para entonces a 113.386 pesos41 .

Los estudios

Antiguo anhelo del colegio de Popayán había sido el contar con es­
tudios universitarios. En sus comienzos se habían dictado en él clases de
filosofía. En octubre de 1744 se restableció esta cátedra de filosofía42.
Era su catedrático el P. Sebastián Rendón, nacido en Loja (Ecuador). A
esta cátedra se añadió la de teología a cargo del P. José Escobedo, espa­
ñol. El P. Pedro Eróla era el prefecto de estudios43. El obispo de la ciu­

JOSE JOUANEN, op. cít. II, 216-217.

40 "Libro de las nuevas haciendas llamadas de Coconuco y Zímarrortos, que entraron en este
Colegio de Popayán en 11 de abril de 1744. Por muerte de la sra. Marquesa de la Vega, Da.
Dionisio Manrique de Lara.Benefactora insigne de este Colegio"; Archivo general del Cauca,
Ecles. 1-9 s., Sign. 4741.

41 ANB, Conventos, t. 14 (530) fols. 130-138.


42
Acta del cabildo eclesiástico de Popayan, 7 noviembre 1744; ANB., Conventos, t 16 (532)
fols. 699 v.
43 JAIME ARROYO: Historia de la gobernación de Popayán, 2 paite, en Popayán, n. 162
(enero 1936) p. 28.
LOS COLEGIOS DE POPAYAN Y PASTO
377

dad, Francisco José de Figueredo resolvió dotar a estas cátedras con


20.000 pesos aplicándoles un legado de don Cristóbal Botín, y se co­
menzaron a otorgar grados universitarios. Así nació la Academia de San
José, de cuyas vicisitudes hablaremos más extensamente al tratar de las
actividades intelectuales de los jesuítas en este período.
Ya eran varios los colegios de los jesuítas que contaban con una es­
cuela anexa de niños. Popayán sólo vino a tenerla en 1762. Manuel Díaz
del Vivar había dejado en su testamento un legado de 4.000 pesos para
pagar con sus réditos a un maestro de primeras letras en la ciudad. Su
viuda, Ana Parías, nombró maestro a don Pedro de Castro, para que pu­
diese ordenarse de sacerdote. Castro dio comienzo a la escuela, pero sus
resultados no correspondieron a las esperanzas. El albacea de Díaz de
Vivar, José Rodríguez de Cárdenas, habló con el rector del colegio para
que los jesuítas se encargaran de la escuela. El P, provincial Jerónimo de
Herce dio el permiso y el obispo don Jerónimo de Obregón lo aprobó.
El 25 de febrero de 1762, por escritura pública, Rodríguez fundábala
escuela no sólo con los 4.000 pesos dejados por Díaz de Vivar, sino con
2.000 más añadidos por él. La escuela debía acoger a todos los niños
“sin excepción de los de ninguna clase” y suministrar a los pobres carti­
llas, papel y plumas“14.

El colegio en sus últimos años

En una síntesis del estado de los colegios de la provincia de Quito


en 1794, se dice del colegio de Popayán:
“Viven en el colegio 19 religiosos: 12 sacerdotes, y 7 hermanos
coadjutores. De los sacerdotes uno es prefecto de estudios, dos son
maestros de teología escolástica y moral, y uno de filosofía, por obliga­
ción de la dotación, y uno de gramática sin ella. Uno de los hermanos
coadjutores enseña primeras letras por obligación de fundación reciente.
La renta anual es de 8.253 pesos, de los que hay que restar 1.045 pesos
de censo anual por un capital de 22.912 pesos. Debe el colegio 2.707.
La construcción del templo está casi terminada. Hay lo suficiente para
el mantenimiento de los religiosos”4445.
Sobre la actividad apostólica de este colegio da cuenta el P. Juan
de Velasco, uno de sus últimos moradores: Después de aludir al gran nú­

44 PEDRO VARGAS SAEZ, C.M.: Historia del real colegio seminario de S. Francisco de Asis
de Popayán, pp. 457-458; JESUS MARIA OTERO: La escuela de primeras letras y la cul­
tura popular española en Popayán (Popayán, 1962) p. 64-67.

45 JOSE JOUANEN: op. cit. II, 353.


JUAN MANUEL PACHECO, S. J.
378

mero de sermones que predicaban los jesuítas en la ciudad y a las misio­


nes que se daban por los lugares circunvecinos, añade:
“A todo lo dicho hay que añadir la frecuente asistencia a los mori­
bundos a cualquier hora del día y de la noche, las consultas del clero y
principalmente del obispo, los exámenes así para órdenes como para be­
neficios, los frecuentes empeños para componer las discordias y enemis­
tades en las familias, y sobre todo el cuidado de la cárcel, cuyo prefecto
tenía que hacer no poco en todo el año. Este iba cada semana a consolar
a los presos, a exhortarlos y ver si alguno quería confesarse.Tenía lista
de todas las personas de la ciudad que distribuidas por meses y semanas
querían concurrir voluntariamente a socorrerlos. Para el cumplimiento
pascual iban cuatro padres a la cárcel para exhortar a los presos, expli­
carles la doctrina cristiana y confesarlos. Asimismo cuando algún reo
era sentenciado a muerte le asistía de día y de noche.
“ Era considerable la cantidad de limosnas todos los sábados en
nuestra portería; pero mucho más las que por tabla se daba a varias ca­
sas de señoras pobres y monjas, ya en dinero, ya en carne y otros efec­
tos. Estas limosnas se aumentaban mucho más siempre que había algu­
na epidemia o carestía de víveres, en que se distribuían por las casas
pobres varios efectos de haciendas como azúcar, harina, arroz y otros
granos. Era no poca la limosna que se hacía también con la escuela de
niños, que aunque tenía seis mil pesos de dotación en nuestro colegio,
era mucho más lo que este gastaba en mantener dicha escuela, prove­
yéndola de un todo, después de darle habitación suficiente para ciento
cincuenta o doscientos, que eran por lo común, asistidos de un hermano
coadjutor, y cuando tal vez faltaba éste, de un sacerdote”46 .

II—el colegio de Pasto

Los jesuítas del colegio

Muy escasas son las noticias que tenemos sobre la marcha del cole­
gio de Pasto. En el tomo anterior dejamos anotado cómo se abrió el lo.
de noviembre de 171247 .
En el catálogo de la provincia de Quito de 1719 figuran tres jesuí­
tas como residentes en él: los PP. Ignacio Hormaegui, que había sido su
fundador, y desempeñaba el cargo de vicerrector, Elias Ignacio Sighardt,
alemán, y Ambrosio Acosta, español48. En el catálogo de 1727 son ya

40 En JOSE JOUANEN: op. eit. II, 574-575.


47 II, 33.
48
Catalogo de la provincia de Quito, 1719; APQ. leg. 9.
LOS COLEGIOS DE POPAYAN Y PASTO
379
cuatro los jesuítas: el P. Hormaegui sigue figurando como vicerrector,
pero sólo lo fue hasta el año siguiente, en que asumió el cargo de provin­
cial; el P. Esteban Riofrío, a quien ya encontramos en Popayán, nacido
en Segovia (España), quien era prefecto de espíritu y operario, y el P.
José María Maugeri, maestro de gramática. Los acompañaba el H. Hila­
rio Adrián, quiteño, que sólo contaba con 26 años de edad49 .

El P. Maugeri

En 1727 fue nombrado rector del colegio el P. Maugeri. Ha dejado


el P. Maugeri vinculado su nombre a la propagación de la devoción ál
Sagrado Corazón de Jesús en América, pues es suyo uno de los mejores
tratados que sobre el Sagrado Corazón se escribieron en el siglo XVIII50.
Es también el introductor de la primera imprenta en el Ecuador51 .
El P. Maugeri había nacido en Vizzini (Sicilia) el lo . de febrero de
1690. A los 26 años de edad entró en la Compañía de Jesús, el 5 de oc­
tubre de 1716, y seis años después vino a América. En Pasto hizo su
profesión solemne el lo . de noviembre de 172652 .
Siendo rector del colegio de Riobamba, la congregación provincial
de 1735 lo eligió procurador de la provincia. Con este cargo viajó a
Europa y allí adquirió la primera imprenta que vino al Ecuador. Nom­
brado superior de la residencia de Ambato, residencia recién fundada,
trabajó animosamente en su consolidación. Allí instaló la imprenta, de
la que se encargó el H. Juan Adán Schwartz, alemán.
El ardor del P. Maugeri por la consolidación de la residencia de
Ambato lo llevó a cometer algunas imprudencias, como la de contraer
fuertes deudas para la construcción del futuro colegio. Esto lo movió a
pedir, cuando fue nombrado rector del colegio de Popayán, que se le
permitiera seguir en Ambato para no dejar a su sucesor la pesada carga
de las deudas. Ambato le debió no sólo la imprenta sino la traída del
agua a la ciudad y un camino para el oriente ecuatoriano53.
Sus últimos años los pasó en el noviciado de Quito en donde fa­
lleció santamente el 22 de octubre de. 1759.

49 Catálogo de la proviancia de Quito, 1726; APQ. leg. 10.

50 JOSE JOUANEN: op, cit. II, 186.

51 FRANCISCO MIRANDA RÏBADENEIRA, S.I.: La primero imprenta ecuatoriana. Su pri­


mer prom otor. El primer impresor (Quito, 1955).

52 JOSE JOU ANEN : op . cit. II, 184.

53 FRANCISCO MIRANDA: op. cit. pp. 19-21.


JUAN MANUEL PACHECO, S. J.
380

El P. Joaquín Pietragrassa en el elogio del P. Maugeri, escrito a raíz


de su muerte, afirma: “Las virtudes de este religioso han sido tales y tan
conocidas en toda la provincia, y aun fuera de ella, que casi me parece
hacerles agravio en quererlas tocar, aunque sea de paso” . Pondera su es­
píritu de oración; su devoción a los Sagrados Corazones de Jesús y Ma­
ría y al Santísimo Sacramento; su humildad y sencillez; su caridad y
amabilidad y su celo apostólico. Durante la cuaresma de 1758 estuvo el
P. Maugeri predicando los ejercicios espirituales a las señoras de Quito,
y se mostraba interesado en establecer una casa de ejercicios54 .
Su libro sobre la devoción al Sagrado Corazón de Jesús lleva por tí­
tulo: “Práctica de la devoción a tos santísimos, dulcísimos y amabilísi­
mos Corazones de Jesús y María” 55. Apareció en Barcelona en 1743.
Está dedicada al arzobispo de Tarragona, don Pedro Copons y de
Copons56, quien fue “el primero, dice el impresor Mauro Martí, autor
de la dedicatoria, en este Principado que gloriosamente fervorosamente
levantó la bandera a favor del divino Corazón de Jesús, promoviendo
con indulgencias, exhortaciones y otros medios su adoración” .
Lleva la aprobación del P. Mariano Alberich S.J. (1686-1764), pre­
fecto de estudios del colegio de Nuestra Señora de Belén de Barcelona.
“Bien merecía, escribe el P. Alberich, el ardiente celo del P. José
María Maugeri, autor de este libro, que en vez de la censura, pasase mi

En JOSEJOUANEN: op. cit. II, 185-186. El P. Juan de Velasco en su “Relación histórico


apologética sobre k prodigiosa imagen, dovoción y culto de Nuestra Señora, con el título
de Madre Santísima de ia L u z..." escribe del P, Maugeri:
‘‘Fue dotado de muy amable y dulce genio, de un candor angelical y de una ingenuidad in­
comparable. Era al mismo tiempo hombre docto en todas líneas, sin que los sagrados cáno­
nes ni la jurisprudencia le fuesen facultades extrañas. Mas sobre todo podía llamarse suya
propia la de la teología moral, con que se hizo tan célebre director de espíritus y conque
compuso y dio a luz algunas obras ascéticas que fueron sumamente apreciadas...
“Le concilio el respeto y veneración común el conjunto de virtudes religiosas, entre las
cuales se dejaron distinguir como características su humildad, su caridad, su ardiente celo
por la salvación de las almas, su retiro a la oración en medio de las ocupaciones más graves
y más urgentes, y su ticmadevoción a los Sagrados Corazones y al centro de sus más tiernos
afectos, que era la Madre Santísima de la Luz. La sal de estas y de todas las demás virtudes
era su chistosa y risueña jovialidad con que encantaba los afectos de todas clases de perso­
nas, se hacía fácilmente dueño de todos los corazones”, en AURELIO ESPINOSA POLIT*
S.I.: Los Jesu ¡tas quiteños del extrañamiento (Biblioteca Ecuatoriana Mínima) Quito, 1960,
pp. 106-107.

55 Práctica de la Devoción a los Santísimos Dulcísimos, y Amabilísimos Corazones de Jesús y


María. Su autor el M.R.P. Joseph María Maugeri de la Compañía de Jesús, Procurador gene­
ral de su Provincia de Quito en las Indias Occidentales, embiado de la misma Provincia a las
Cortes de Roma, y Madrid, etc... Con licencia y privilegio. Barc.
En la Imprenta de MAURO/MARTI. Año 1743.

56 Sobre don Pedro de Copons véase JOSE EUGENIO DE URIARTE S. I.: Principios del
Reinado del Corazón de Jesús en España (Bilbao, 1912) p. 460-461.
LOS COLEGIOS DE POPAYAN Y PASTO
381

pluma a formarle el panegírico por el acierto y piedad con que ha escri­


to en asunto tan de la gloria de Dios y provecho de las almas. Pero, lo
que no puedo excusar, le doy las gracias cuantas puedo, por el riquísimo
tesoro que nos deja en Europa, aun cuando su fervor le llama otra vez a
trabajar en el cultivo de aquella dilatada cristiandad de las Indias Occi­
dentales, en donde su espíritu, más que doblado, vale por el de muchos
operarios en bien de innumerables almas, no sólo de los ya antiguos cris­
tianos, sino también de los indios neófitos, que como plantas nuevas ne­
cesitan de que el riego sea continuo, y más constante la aplicación. Tuve
la fortuna de tratarle íntimamente a la ida y vuelta de Roma, y me pare­
ció que su alma era de fuego, y ascuas encendidas sus palabras para abra­
zar los ánimos en amor de la virtud, e inspirar devoción a los dulcísimos
Corazones de Jesús y de María, que por lo común era el asunto de sus
conversaciones domésticas; y que deseaba promover, no sólo con la voz
de sus palabras, sino aun mucho más allá de lo que le durare esta mortal
vida”57.
El tratado del P. Maugeri está dividido en tres partes. En la primera
explica en qué consiste esta devoción, su origen y difusión, y la manera
de extenderla por medio de congregaciones o cofradías. En la segunda
parte reúne una serie de consideraciones sobre las excelencias y amabi­
lidad de los Sagrados Corazones, una para cada uno de los treinta y un
días del mes de junio. En la tercera se indican una serie de prácticas de­
votas en obsequio de los Sagrados Corazones. Al lado de Jesús coloca
siempre a María como el camino para llegar al corazón del Redentor.
No fue ésta la única obra del P.Maugeri. Publicó además en Madrid
en el mismo año de 1743 “El suave yugo de Cristo manifestado en la
suave distribución de las obras de cada día y en las instrucciones de la
confesión, comunión y otras virtudes necesarias...” , y escrito una rese­
ña histórica de la devoción a Nuestra Señora de la Luz58 .

El colegio en 1764

En el ya citado estado de los colegios de la provincia de Quito del


año de 1764, se dice del de Pasto:

57 En MAUGERI: op. cit. Las páginas introductorias de la obra están sin paginar.

58 El P. Velasco en la obra citada en la nota 54 enumera entre las obras del P, Maugeri:"La
compendiosa noticia sobre el origen y progresos de la devoción a la Madre Santísima de la
Luz". Habla también de una novena sobre el mismo asunto, que posiblemente es la citada
por el P. Miranda: La primera imprenta ecuatoriana, p. 43,: '‘Novena de María, Madre San-
tísiama de la Luz, escrita por un sacerdote deseoso de que se propague esta su Devoción
para mucho fruto, provecho de las almas. Reimpreso en Hambato, en ¡a Compañía de Jesús,
el año de 1 758".
JUAN MANUEL PACHECO, S. J.
382

“Mantiene este colegio siete religiosos; cinco sacerdotes y dos her­


manos coadjutores. Uno de los sacerdotes es maestro de gramática sin
obligación alguna. La entrada anual es de 3.207 pesos, con los que me­
diocremente se mantienen los religiosos, y algo queda para la construc­
ción del templo. No tiene deudas” 59 .

59
En JOSE JOUANEN: op. eit. II, 355.
CAPITULO XV

LOS TEMPLOS JESUITICOS

Sólo de paso nos hemos referido a los templos construidos por los
jesuítas en el siglo XVIII. Queremos en este capítulo recogerlas noti­
cias que hemos podido hallar no sólo sobre su construcción sino sobre
sus altares e imágenes y los artistas que en ellos trabajaron.

La Iglesia de San Ignacio

Dejamos anotado en tomo segundo como el H. Juan Bautista Mi­


lán había terminado en 1694 la iglesia de San Ignacio, en Santafé,
construyendo su cápula. En Santafé era mirado el H. Milán como uno
de los mejores arquitectos de la ciudad. En repetidas ocasiones se le pi­
de su parecer en materias de su oficio. En 1704 inspecciona, comisiona­
do por el cabildo de Santafé, a Puente Grande, sobre el río Bogotá, y
propone algunas medidas para repararsus daños1 . El es uno de los encar­
gados de reconocer en 1711 el estado de las torres de la catedral de San­
tafé que amenazaba desplomarse2 . En 1722 el arzobispo lo nombre
“como persona perita y de grandísima inteligencia en el arte” para ins­
peccionar los daños ocasionados en el convento del Carmen por la aper­
tura de una cañería3 . Murió el H. Milán en Santafé, a los 80 años de
edad, el 6 de enero de 17404 .
No duró muchos años la cúpula levantada por el H. Milán. El terre­
moto del 18 de octubre de 1743, que averió la mayor parte de los tem­
plos de Santafé, la dejó tan maltrecha que hubo necesidad de descargar-

Informacíón sobre las obras dd puente de Bogotá, AGI, Santafé 43.

2 JOSL RLSTRF.PO POSADA: Arqu¡diócesis de Bogotá, 1, 136.

3 ANB, Notaría 3a., t. 143. fol. 244.

4 Libro Quinto de la Iglesia y Sacristía del Colegio de la Compon ía d e Jesús de Santafé. tol.
138 v; Catálogos de la provincia del Nuevo Reino; Supplemta; ARSL N.R, ctQ. 4, l'ol. 264.
JUAN MANUEL PACHECO, S. J.
384

la5 . Reconstruida, volvió a caerse en parte el 10 de septiembre de 1763.


Esta noticia la encontramos en unos apuntes de don Antonio Margallo,
quien escribre: “El 10 de septiembre de 63 cayó la copa de la media
naranja de la Compañía. Y no hizo daño por estar ya prevenidos’’6.
Expulsada la Compañía por Carlos III, la iglesia de San Ignacio pa­
só a llamarse de San Carlos, En noviembre de 1800 informaba el virrey
Pedro de Mendinueta que era necesario reparar la media naranja, pues
amenazaba ruina7 8. En este año trataba de repararla el arzobispo fray
Fernando,del Portillo, con fondos de la catedral, pero tropezaba con la
resistencia del capítulo®. Se encargó el reconocimiento del templo a
don Bernardo Anillo, que había venido a Santafé con el nombramiento
del director de oh ras públicas; Anillo conceptuó que no era necesario
descargar la cúpula sino ceñirla con una cadena de hierro, y así se hizo9.

Pedro Laboria y la Capilla del Rapto

En 1739 terminaba el insigne escultor andaluz, Pedro Laboria10, la


estatua yacente de San Francisco Javier para el altar del mismo santo
en la iglesia de San Ignacio. Laboria había venido a Santafé traído por
don Cristóbal de Vergara11. Cuando el P. Felipe Salvador Gilij llegó a
Santafé en 1743 encontró a Laboria trabajando para los jesuítas. Afir­
ma que fueron muchas las obras que entonces realizó el artista, pero só­
lo nombra la “bellísima estatua yacente de San Francisco Javier Mori­
bundo” , ya mencionada, y la de San Francisco de Borja.12. Vargas Ju­
rado enumera en su diario varias obras de Laboria para diversas iglesias
de Santafé. “ Hizo para la Compañía, escribe, el Rapto del señor San

Declatación del maestro Santiago Sarmiento; ANB, Notaría i a., 1 .168 (1745-1747) íbl. SJ
v. Sobre este terremoto de 1743 véase JESUS EMILIO RAMIREZ S.J.: Historia de ¡os te­
rremotos en Colombia, pp. 69-72.

6 En ENRIQUE TOBAR Y TOBAR: Antiguallas Curiosas, en Santafé y Bogotá (Bogotá) 7


(1926) 81. Cft. PEDRO MARIA 1BAÑEZ: Crónicas de Bogotá II, 337.

7 ANB, Miscelánea, t. 89 (1635) fol. 2.

8 JOSE RESTREPO POSADA: Arquidiócesis de Bogotá, I, 305-310.

9 JOSE MANUEL GROOT: Historia, 11,375-376.

10 Sobre Laboria cfr. LUIS ALBERTO ACUÑA: La escultura, Historia Extensa de Colombia,
v, 20, t, 3, pp. 185-189.

11 J. VARGAS JURADO: Diario, p. 19.

12 EEL1PE SALVADOR GILIJ: Ensayo de Historia Americana. Estado presente de la Tierra


Firme, p. 294.
LOS TEMPLOS JESUITICOS
385

Ignacio, a señor San Javier, a señor San Borja, y a señor San José” . Pa­
ra la iglesia de San Ignacio esculpió las imágenes de San Joaquín, Santa
Ana y San Luis Bertrán; para la catedral un San Juan Nepomuceno, y
para la de San Juan de Dios un San Francisco de Paulaen talla heroica13.
La obra principal de Laboria es sin duda el retablo de la capilla del
Rapto, terminado en 1749. El P. Eduardo Ospina S.J. le consagró un es­
tudio con el tíulo de “Un joyel artístico” 14. Al describir el retablo es­
cribe: La escena del rapto “se difunde en un nicho profundo y abocina­
do que representa en su aprovechable perspectiva co'nica la capilla del
Hospital de Santa Lucía en Manresa. En el fondo se ve el altar con una
imagen de Nuestra Señora. A lado y lado, las paredes del nicho (o sea de
la capilla del Hospital) fingen, en pintura, dos rompimientos. Por el de
la izquierda, que es una puerta, se ve un salón, con series de lechos en
que los enfermos presentan diversas actitudes. Por el rompimiento de la
derecha, que es una ventana, se divisa un amplio panorama: hacia el pri­
mer término, el vetusto puente de piedra sobre el río Cardoner, más allá
en vertientes que al ascender se alejan se ve la serranía de Monserrat
(Mont-serat), entre cuyas ásperas quiebras se distingue el convento be­
nedictino, y el santuario virginal, como un nido de aguila” .
“ En el interior del nicho tiene lugar la escena del Rapto. La com­
posición de las figuras (que, a excepción del protagonista, son todas an­
gélicas), quiere representar lo que San Ignacio contempló en su célebre
arrobamiento” .
Describe luego la parte superior del nicho, con sus figuras e inscrip-
cones, y prosigue:
“A la derecha, en tallas de alto relieve, casi exentas, otros dos ánge­
les llevan en las manos el futuro uniforme de la milicia ignaciana: el man­
teo, la sotana, el bonete y el negro fieltro de grandes alas.
“ Finalmente, ocupan el primer ténnino la estatua yacente de San
Ignacio en éxtasis y una bella figura angélica, que con expresión enter­
necida sostiene el busto del santo, y parece entrar, y a su vez, en arroba­
miento con una mirada alta y humedecida por la emoción.
“ San Ignacio, en pardo sayal de penitente, deja caer hacia atrás la
hermosa cabeza de cabello oscuro, perfil aguileno y ojos entreabiertos,
el brazo derecho está tendido y abandonado a su propio peso, mientras
el izquierdo se dobla sobre el pecho, en el cual las ropas abiertas permi­
ten ver parte de! férreo cilicio que sube, ciñéndolo, desde la cintura” 15 .

13 J. VARGAS JU RAD O Diario, p, 18.

14 L'DL' ARDO ÜSPINA, S.J.: Un joyel a rtístic o . La Capilla del Rapto en la Iglesia de San Ig­
nacio ; en X im é n e z d e Quesada (Bogotá) 1 (octubre 1953) 64-67.

15 Ibid. pp. 66-67.


JUAN MANUEL PACHECO, S. J.
386

Luis Alberto Acuña, al tratar de definir el arte de Laboria, escribe:


“no vacilaríamos en decir que el suyo es el arte del movimiento por
excelencia que traduce a perfección el anhelo espiritual, la inquietud
anímica y el pathos moral” 16.

La iglesia de Cartagena17

El bello templo de San Pedro Claver de Cartagena es obra del siglo


XVIII. Estuvo en sus primeros años consagrado a San Francisco de Bor-
ja. Con esta advocación figura en la fórmula de profesión del P. Gerva­
sio Guerra, profesión que hizo en Cartagena el 29 de enero de 1764 “in
ecclesia S. Francisci Borgiae” 18. Quizás su primera advocación fue la de
San Miguel pues, unos años antes, en 1761, figura con este nombre en
la fórmula de los últimos votos del H. Francisco Casañes19.
Por un memorial dirigido a la audiencia de Santafé por el P. Juan
Martínez de Ripalda, procurador entonces de la provincia, sabemos
que en 1695 se trataba de la construcción de la nueva iglesia y que se
estaba haciendo acopia de materiales20 , Las obras debieron de iniciarse
muy poco después, pues en las cartas annuas de 1698 se informa que el
colegio de Cartagena había empezado la construcción de una muy capaz
y hermosa iglesia21 . Pero desgraciadamente el saqueo que padeció el co­
legio en 1697, durante la toma de la ciudad por el barón de Pointis, lo
redujo a una dura pobreza y las obras se suspendieron. El P. Ignacio de
Meaurio, provincial, en el informe que hace de su visita a la provincia,
fechado en 1718, refiriéndose a] colegio de Cartagena alude a “la corta
iglesia que tenemos” 22.
No sabemos cuándo se reanudaron las obras. Pero ya en 1741 el
P.Cassani alude ala “nueva iglesia” , en una de cuyas columnas se encon­

16 LUIS ALBERTO ACUÑA: op. cit. p. 189.

1' Cfr. ENRIQUE MARCO DORTA: Cartagena d e Indias. La ciudad y sus monumentos, p.
136-140; JAIME ALVAREZ, S.J.: Ñolas históricas sobre el templo, casa y restos de San
Pedro Claver. Revista Javeríana (Bogotá) 41 (1954) 133-145.

18 ANB. Miscelánea, t. 89 (1635) fol. 695.

19 ANB, Curas y obispos, t, 20 (854) fol. 396.

AGI, Santafé 403:C fi. E. MARCO DORTA: op. cit. p. 136, nota 7.

2 1 Letras annuas de la Provincia del Nuevo Reino de Granada de la Compañía de Jesús, desde
el año de 1694 hasta fines de 98. APT, fon d o Astrain, 46.

22 Estado espiritual de la Provincia del Nuevo Reino y sus ministerios. Año de 1 718; JOSE
DEL REY FAJARDO. S.J..' Documentos jesuíticos relativos a la historia de la Compañía
de Jesús en Venezuela. II, 288.
LOS TEMPLOS JESUITICOS
387

traba un nicho con los restos de San Pedro Claver23, La obra se prose­
guía todavía en 1753. En el "status rerum" de este año se informa que
se estaba trabajando en la contrucción de la iglesia24 .
Tampoco sabemos la fecha en que fue terminada. Sólo disponemos
de una referencia dada por el P. Bernardo Recio, que en enero de 1766
pasó por Cartagena, de viaje para España. “Sobre todo, escribe, me delei­
taban las funciones de aquella iglesia, la mejor de Cartagena, acababa
pocos años ha por un hermano nuestro gran arquitecto”25 . Y en otro si­
tio refiere que la iglesia fue dedicada “con muy festivo aparato”26 .
¿Quién fue el arquitecto? Ya oímos decir al P. Recio que fue un
hermano jesuíta. No dice su nombre. Pero en los catálocos de la provin­
cia encontramos no a uno sino a dos hermanos arquitectos que por es­
tos años vivieron en Cartagena. El primero es el H. Lorenzo Koninck27,
holandés, a quien se le llamó también Rey, castellanizando su apellido.
Ya en 1736 se encontraba en Cartagena28 . Había venido al Nuevo Rei­
no el año anterior, en la expedición de misioneros traída por el P. Meau-
rio29. Había nacido el 13 de marzo de 1698 en Amsterdam, e ingresa­
do en la Compañía el 28 de febrero de 1729, Residió en Cartagena al
menos hasta el año de 17 53 30. En 1763 se encontraba en Pamplona y
en 1767 en Maracaibo. Allí le sorprendió la expulsión de Carlos III,
pero no pudo ir al destierro por su edad y achaques. Se lo llevó al hos­
pital de Santa Ana y allí murió el 17 de febrero de 176831 . El goberna­
dor de Maracaibo al comunicar su muerte informa que este hermano
“era maestro en arquitectura y carpintería, y le habían traído aquí los
padres para la fábrica del colegio” .
En el inventario que se hizo de los libros que dejó se mencionan
de un modo genérico varios en holandés y algunos de su oficio, entre

23 JOSE CASSANE S.J.: Historia de la Provincia de la Compañía de Jesús de! Nuevo Reino
de Granada. Exemplar vida del venerable... Pedro Claver, P. 408.

24 ANB, Historia, tomo 1, fot. 79.

25 BERNARDO RECIO, Compendiosa relación de la cristianan de Quito, p. 567,

26 I b id .p .lU .

27 JOSE DEL REY FAJARDO, S.J.: Bio-bibliografia de los Jesuítas en ia Venezuela Colonial,
p. 292.

28 Catálogo de la Provincia del Nuevo Reino, 1736 ; ARSI. N. R. et Q. 4.

29 Figura con el apellido de Rey en la lista de los misioneros; ACE Contratación 5549.

30 Catálogo de la Provincia del Nuevo Reino, 1753.

31 ARCHIVO Nacional de Chile, Jesuítas, Bogotá. 205.


JUAN MANUEL PACHECO, S. J .
388

ellos: “ Regla de los cinco órdenes de arquitectura”32, muy probable­


mente la obra de Giacomo Barrozzi Vignola de este mismo titulo.
En 1756, posiblemente en reemplazo del H. Koninck, se encuen­
tra en Cartagena como arquitecto el H. Miguel Schlesinger, natural de
Dillingen(Baviera), en donde había nacido en 1729. Al Nuevo Reino ha­
bía llegado en 1754 en la expedición del P. Martín el Egurvide. En el
registro de la Casa de Contratación de Sevilla se le describe como “rehe­
cho, blanco, entradas de calvo, poblado de barba, ojos y pelo negros”33.
En 1763 se halla en Santafé y en 1766 en Caracas. En esta última ciu­
dad estaba dirigiendo la construcción del colegio, cuando sobrevino el
terremoto del 21 de octubre de 1766. El hermano, “arquitecto de ofi­
cio” com se le llama, fue uno de los comisionados para inspeccionarlos
daños causados por el sismo en los templos34. De Caracas salió con los
demás jesuítas desterrados por Carlos III, y murió en Italia, 26 años des­
pués, en la ciudad de Sinigaglia, cerca de Ancona, el 21 de diciembre de
17 93 35.
Para Enrique Marco Dorta la iglesia de San Pedro Claver es “la
obra de arquitectura eclesiástica más rica e importante que se construyó
en Cartagena durante la época colonial” . “El conjunto, dice más adelante,
tiene un empaque monumental y una severa sencillez que constituyen
su característica más interesante. Es la obra de un verdadero arquitecto
que se plantea problemas constructivos y los resuelve con facilidad y
con arte, logrando al mismo tiempo efectos estéticos”36 . La fachada, la­
brada en piedra de tonos dorados, “es también la más rica y monumen­
tal de Cartagena de Indias” 37,
Según el P, Félix Alfredo Plattner el segundo piso, encima de las
capillas laterales, sólo se encuenta en Sur-América en las iglesias levanta­
das por hermanos alemanes, lo que habla de la dirección de los HH. Ko­
ninck y Schlesinger en la construcción del templo de San Pedro Claver.

32. Carta do] gobernador Alonso del Rio al conde de Aran da; Maracaibo, 4 octubre 1768; Ar­
chivo Nacional de Chile, Bogotá 206. Cfr. VICENTE D. SIERRA Los Jesuítas Germanos
en la conquista espiritual de Hispano-América, p. 326.

JOSE DEL REY, S.J.: Documentos jesuíticos relativos a la historia de la Compañía de Je­
sús en Venezuela, III, 43.

34 MANUEL AGUIRRE ELORRIAGA, S.J.; La Compañía de Jesús en Venezuela, pp. 135-


136.
35 Lista de jesuítas fallecidos; Archivo Nacional de Chile, Jesuítas 431.

36 ENRIQUE MARCO DORTA: Cartagena de Indias, pp. 1 33,138.

37
Ibid. p. 138.
LOS TEMPLOS JESUITICOS
389

También la fachada, añade, muestra una notable semejanza con la iglesia


del noviciado de Lansberg, comenzada en 1753,1o que podía significar
que el H. Schlesinger trajo consigo una copía de los planos de esta igle­
sia jesuítica38 .

La Iglesia de San José39


El actual templo de San José en Popayán es la cuarta iglesia que le­
vantaron los antiguos jesuítas en esa ciudad. Ya dejamos anotado có­
mo el terremoto de 1736 destruyó la tercera iglesia terminada en 1712.
Sólo el prebísterio había quedado en pie40 .
En 1743 vino de Quito a dirigir los trabajos de la reconstrucción
del templo el H. Simón Sellónherr, nacido cerca de Trieste, el 4 de ju ­
nio de 1711. Encontró ya echados los cimientos de la nueva iglesia y
tuvo que acomodarse a ellos41 . La obra se terminó, en vísperas de la
expulsión, en 1766, siendo rector del colegio el P. Luis Duque 42.
“Guarda, escribe Santiago Sebastián, una estrecha semejanza con
los templos jesuíticos construidos a lo largo del continente. Más aún,
supusimos, dadas las capacidades del H. Schónherr, lo que hubiera po­
dido ser dicho templo, de haberlo dirigido desde el principio. Debe des­
tacarse, como obra de la imaginación creadora del arquitecto, la enorme
columna central de la sacristía baja. El capitel de esta columna es un
elemento arquitectónico resuelto dentro de las más claras tendencias del
espíritu barroco. Está decorado con cabezas de aire indígena, de cuya
boca salen vastagos que terminan en volutas. Fue ante todo un alarde
de su técnica ingenieril, resuelto con altura estética”43 .
Sobre la portada exterior, en donde se ve más acentuada la mano
del H. Schónherr, ha escrito Marco Dorta:
“ Aunque remozada por una restauración reciente, la portada prin­
cipal es interesante por el barroquismo de su planta. Dispuesta sobre

3S FELIX ALFRED PLATNER: Deutsche Meister des Barock in Südamerika im J 7. und 18.
Jahrhundert, p. ¡36-J37.

39 SANTIAGO SEBASTIAN: Arquitectura colonial en Popayán y Valle de! Cauca (Cali, 1965)
p. 99-108,

40 L. DEUBLER. S.J.: Becerro, fol. 13.

41 MANUEL ANTONIO BUENO Compendio histórico y cronológico del obispado de Popa­


yán, p. 38.

42 ANB, Temporalidades, t. 17. fol. 471.

43 CARLOS ARBELAEZ CAMACHO - SANTIAGO SEBASTIAN La Arquitectura Colonial.


Historia Extensa de Colombia, vol. 20 t. 4 , p. 392.
JUAN MANUEL PACHECO, S. J.
390

una superficie ligeramente curva, sus soportes en esviaje y el abocina­


miento del gran arco que la cobija, forman un cuerpo de líneas curvas
que delatan en planta una composición de gran movimiento. El vano
de ingreso se encuadra entre pilastras acanaladas cuya base está sustitui­
da por un roleo”44.
No fue la iglesia de San José la única obra del H. Schonherr en Po-
payán, Comenzó la nueva iglesia del convento de la Encarnación45, y
suyos son los planos de las casas destinadas para las oficinas públicas de
la ciudad y los de un puente sobre el río Cauca46 .
El H, Schonherr permaneció en Popayán hasta la expulsión de los
jesuítas en 1767. Murió, camino del destierro, en La Habana el 18 de
diciembre de 1767.
Esta iglesia contó con el apoyo económico de doña Dionisia Pérez
Manrique que como ya vimos fue la gran bienhechora del colegio, y de
don José Beltrán de Caicedo, quien cooperó con oficiales y albañiles47.

La Iglesia de Santa Bárbara (Santafé de Antioquia)

En el capítulo dedicado al colegio de Antioquia48 hablamos de la


emprendida reconstrucción de la iglesia de Santa Bárbara. La obra que­
dó inconclusa al sobrevenir el destierro de los jesuítas, Como nadie se
encargase de continuarla, se deterioró de tal modo que se pensó en de­
molerla pues amenazaba ruina. Sólo en 1771 se encargó el maestro alba­
ñil Juan Bernardo Holguín de proseguir la construcción49 . Se continuó
con algunas interrupciones y vino a terminarse en los últimos años del
siglo XV111. En carta al virrey, fechada el 23 de julio de 1797, narran
los oficiales reales de Antioquia cómo habiéndose cedido la iglesia ala
nueva confraffa de Nuestra Señora de los Dolores, continuó su construc­
ción el regidor Manuel Ladrón, quien levantó al coro y parte de la por­
tada, utilizando los materiales dejados por los jesuítas y los que se pudie-

44 DIEGO ANGULO INIOUEZ: Historia dei arte hispanoamericano, III, 246 (El cap. 5 es de
E. Marco Dorta).

45 MANUEL ANTONIO BUENO: op. cit. p. 18.

46 3AIME ARROYO: Historia de ki gobernación de Popayán, 2a. parte, en Popayán, n, 162


(enero 1936) p. 20.
d H , *
Memorial de I'rancisco Basilio de Angulo, procurador de la ciudad de Popayan; Popayan,
25 agosto 1772; ANB, Temporalidades t. 21, íol. 81 v.
48 Cfr. p.
49
Archivo Histórico de Antioquia, Temporalidades 117, doc. 3275.
LOS TEMPLOS JESUITICOS
391

ron aprovechar de la antigua iglesia. Algunas personas habían ayudado


con sus limosnas, como los herederos de don Bernardo Martínez. La
vino a terminar don Juan Pablo Rudas. Se sirvió de los materiales de la
iglesia de Santa Lucía, destruida en aquellos días por un incendio. El
obispo de Popayán no había creído necesario el reconstruir esta última
iglesia, y ordenó trasladar la imagen de Santa Lucía con sus rentas a la
iglesia de Santa Bárbara50 .
De esta iglesia dicen Carlos Arbeláez Camacho y Santiago Sebastián
en su obra Arquitectura Colonial:
“ Donde sí se advierte plenamente el sentido popular del barroco es
en la Iglesia de Santa Bárbara, la cual sirvió a los padres de la Compañía
hasta el momento de su destierro. La conformación espacial sigue el
ejemplo de ¡a bogotana iglesia de la Compañía, aunque en lugar de bó­
veda de cañón en la nave, ostenta cubierta de madera con los elementos
a la vista. Los valores del barroco popular los debemos buscar entonces
en su fachada. En ella se presenta una curiosa tendencia a tapar las dife­
rentes alturas de la nave y capillas laterales, no en composición triangu­
lar como hubiera sido lo más natural, sino mediante un alargamiento en
el sentido horizontal, creando además, con la ayuda de tres cornisas,
cuatro cuerpos, lo cual aumenta notablemente la horizontalidad. El
tímpano central es de una factura tan libre y al mismo tiempo tan dife­
rente a cualquier otro ejemplo conocido. En los costados se colocaron
dos espadañas rematadas en agudo piñón.
“ Los dos tipos de solución entonces en boga: la espadaña y el tím­
pano central se combinaron de una manera que Marco Dorta define
muy acertadamente al decir que ‘es de una ingenuidad que hace pensar
en un maestro de escasos recursos artísticos, que en vano trataba de
conseguir algo original fundiendo elementos aprendidos en otros edifi­
cios’ ”51 .
No es aventurado proponer como autor de la fachada al maestro
Juan Bernardo Holguín, quien, como hemos dicho, se encargó de conti­
nuar la obra interrumpida por la expulsión de la Compañía..

so A N B, Temporalidades, t. 2 2 . fols. 629-633.


si CARLOS ARBI LA1.Z CAMACHO - SANTIAGO SEBASTIAN Im arquitectura colonial.
p. 404.
C APITU LO XVI

LA ESPIRITUALIDAD Y LA OBSERVANCIA RELIGIOSA

Los ejercicios espirituales

Los ejercicios espirituales conforme al método de San Ignacio de


Loyola han sido considerados por la Compañía de Jesús como la fuente
y centro de su vida espiritual. En ellos renueva el jesuíta su entrega total
a Cristo y su compromiso de trabajar por la salvación de las almas. De
aquí la importancia que siempre han tenido en la historia de la Compa­
ñía no sólo para la formación de los mismos jesuítas sino como uno de
los ministerios más importantes para llevar las almas a Dios.
La congregación general sexta, reunida en 1608, impuso a todos los
jesuítas la obligación de practicar anualmente los ejercicios de San Igna­
cio durante ocho días. Los padres generales no dejaban de urgir esta
obligación a los superiores de la provincia. El P. Tirso González en carta
al provincial P. Juan Martínez Rubio le recomendaba:
“La puntualidad que todos deben tener en hacer los ejercicios de
N.P.S. Ignacio, sin que se permita que ninguno los deje, y para eso con­
ducirá el que se hagan de comunidad... y para ese tiempo se llamen de
las haciendas para los colegios los hermanos que cuidan de ellas, porque
siendo los más necesitados de ese medio espiritual, será muy reprensible
en los superiores cualquier descuido y el que cedan a cualquier dificul­
tad que ocurra para no dejar las haciendas solas” .
Le exhortaba además a aconsejar a los seglares, y de manera especial
a los eclesiásticos, a practicar los ejercicios “pues sobre ser éste un me­
dio de la eficacia maravillosa que en todas partes se reconoce para con­
certar cristianamente las vidas, sirve también para conciliar los ánimos y
las voluntades hacia la Compañía” 1 .

i
C a rta del P. T irs o G o n zález al P. Ju a n M a rtín e z R u b io ; R o m a , 7 fe b re ro 1 6 9 9 ; APT, Car­
tas PP. G e n erales, leg, 1 3 2 , fol. 6 7 .
I

LA ESPIRITUALIDAD Y LA OBSERVANCIA RELIGIOSA

En otra carta anterior al P. Diego Francisco Altamirano le proponía


tener en Pauto una casa capaz para que en ella pudieran juntarse los mi­
sioneros de los Llanos a hacer los ejercicios espirituales cada año2 .
Por el P. Meaurio sabemos que en Santafé se organizaban tandas de
ejercicios para los estudiantes de la Universidad Javerianaque quisieran
hacerlos, “y se ve el fruto, anota, de un modo de vivir después” 3 .
Un ignoto colegial de San Bartolomé4 nos ha conservado, en un li­
bro de variados apuntes, la distribución del primer día de unos ejercicios,
dados en 1731:

4,30-5 Levantarse
5 -6 Oración. “Esta fue el fin para el que fue creado el
honi bre.
6 - 6 ,3 0 Oír misa
6 .3 0 - 6,45 Examen de la oración
6 .4 5 - 7’ “ Leer contemptus mundi” 5
7 - 7,30. “ Rezar devociones”
7 .3 0 - 8 “ Leer la vida de algún santo”
8 - 8,45 “ Examinarse para confesión general”
8,45 -9 “Puntos para la oración
9 - 10,15 Oración y examen de la oración. Su materia fue
“ El fin para que fueron criadas las demás criaturas” .
10,15 - 11 “ Lección espiritual”
11 - 1 1,45 “ Examen de conciencia, y hasta comer apuntar
propósitos” .
11.45- 12,45 “Comer y hablar cosas espirituales”

2 Carta del P. Tirso González al P. Diego Francisco Altamirano; 15 agosto 1693; ibid. fol.
76.

3 Estado espiritual de la Provincia del Nuevo Reino y sus Ministerios (Año de 1 718) en JO­
SE DEL REY FAJARDO, S.J.; Documentos jesuíticos relativos a la historia d e ¡a Compa­
ñía de Jesús en Venezuela, II, 286.

4 Biblioteca Nacional (Bogotá) Mss. 255. Sobre este manuscrito escribe JOSE MANUEL Rl-
VAS SACCONI (El Latín en C o lo m b ia , p. 179, nota 13): “ Se trata de una colección de es­
critos varios de diferentes manos: tesis, conclusiones, versos, casos de moral, etc. Por una
anotación puesta en la hoja 65, se comprende tjue se formó en el Colegio de San Bartolo­
mé. en la tercera década del siglo XVIII: la primera pieza, unas Theses de filosofía, tienen
fecha 9 de julio de 1731, V« h o c D.B. Coll. ’ Las piezas pudieron ser recogidas por algún
padre o colegial, por curiosidad propia o con destino al archivo de la institución” .
JUAN MANUEL PACHECO, S. J.
394
A la tarde

12.45 - 2 “ Descansar”
2-2,45 “Leer la vida de algún santo”
2,45 - 3 “Preparar la oración”
3 -4,15 Oración y examen de la oración. “ El modo cómo
se han de usar las criaturas” .
4,15-4,45 “ Rezar la corona de Nuestra Señora” .
4 .4 5 - 5,30 “Apuntar los propositos o rezar alguna devoción, o
examinarse para confesión general” .
5 ,3 0 -6 “ Leer lección espiritual y preparar la oración” .
6-7,15 Oración y examen de la oración. “Por sólo el peca­
do mortal se pierde el último fin” .
7,15-7,45 “ ... ejercicios” .
7,45 hasta cenar: “hacer algún ejercicio devoto” .
“Después de cenar hasta la 9: hablar cosas espiri­
tuales” .
9-9,15 “Leer los puntos” .
9,15-9,30 “Examen de conciencia y acostar” .

Anota a continuación los libros que eligió para leer durante los días
del retiro: “Ejercicios de San Ignacio” ; “Temporal y eterno” , o sea la
obra tan popular entonces: “De la diferencia entre lo temporal y lo
eterno” (Madrid, 1640) del P.Juan Eusebio Nieremberg S.J. “Vida del
P. Alonso Rodríguez” ; creemos que se trata de la “Vida, hechos y doc­
trina del Venerable Hermano Alonso Rodríguez” (Madrid, 1638) escri­
ta por el P. Francisco Colín, S J .; “Vida del P. Cíaver”5 y “Vida del P.
Baltasar Alvarez”67. En el comedor se leía: “El aprecio de la divina gra-

Casas de ejercicios

En el siglo XVIII se extendió por la América Hispana un movimien­


to iniciado en Europa de casas de ejercicios espirituales, destinadas ex­
clusivamente a albertar a los que querían practicar por varios días los
ejercicios de San Ignacio. En México se levantó en 1751 una casa de
ejercicios anexa al colegio de San Andrés; anterior era la de Puebla

5 JO SE F E R N A N D E Z , S .J.: Apostólica y penitente vida de el V.P. Pedro Claver, Zaragoza,


1666.
6 LUIS D E LA P U E N T E , S J . : Vida del P, Baltasar Alvarez, religioso de la Compañía de
Jesús. M adrid, 1 6 1 J ,
7 JU A N E U SE B IO N IE R E M B E R G , S .J.: Aprecio y estima de la divina gracia que nos me­
reció el Hijo de Dios con su preciosa sangre y pasión. M adrid, 1 6 3 8 .
LA ESPIRITUALIDAD Y LA OBSERVANCIA RELIGIOSA
395

abierta en 1727. La casa de ejercicios de Quito se debió al P. Baltasar de


Moneada, provincial.
En Colombia la primera casa de ejercicios se inauguró en Buga en
1761.
“La hicieron, narra el p. Juan de Velasco, entre diversos benefacto­
res, siendo el principal y el motor de todos, el doctor don Antonio Ló­
pez: No quiso la Compañía hacerse cargo, ni de la fábrica material de la
casa, ni del manejo y administración de sus fondos, por más empeño
que hicieron, y sólo se hizo cargo de la espiritual dirección de ella.
Señalaron por eso administradores, diputados y ecónomos para la fábri­
ca y para el servicio con bellísimo orden fabricaron unas casas de dos
cuadros, cada uno con veinte cámaras, destinadas las de un cuadro para
hombres y las del otro para mujeres, con separadas puertas para fuera y
para la interior capilla de en medio; con oficinas amplias, con adornos y
cuadros de pinturas devotas; y la casa y capilla con el título de la Madre
Santísima de la Luz a quien estaba dedicada” 8 .
En los primeros años la obra debió de tener por sede una casa provi­
sional, pues, el 18 de abril de 1763, Alonso de Molina Rondón hacía
donación al doctor Antonio López, “ representante de los devotos de
Nuestra Madre Santísima de la Luz", de un solar situado en las cercanías
del colegio, para edificar una casa de ejercicios9 ,
En Santafé el P. Antonio Julián, prefecto de la congregación de
Nuestra Señora de la Luz, había establecido una casa de ejercicios, la de
San Felipe. Esta noticia la debemos a Bernardo José Camacho, quien en
1765 otorga una escritura de donación por mil cien pesos en favor de
la congregación de Nuestra Señora de la Luz, para que personas pobres
pudieran hacer los “ejercicios espirituales que anualmente tienen los co­
frades de dicha congregación y otros muchos devotos cristianos en la ca­
sa denominada San Felipe, que se halla destinada para dichos santos
ejercicios” 10.
Esta casa de San Felipe era el antiguo hospital de San Pedro, a espal­
das de la catedral, cedido por los canónigos en 175611.

8 JUAN DE VELASCO, SJ.: Historia moderna del Reino de Quito y Crónica de ¡a Pro­
vincia d e la Compañía de Jesús del mismo Reino, t. III, lib. 1, & 54. Cfr. LESMES FRIAS,
S.J.: Campaña de ejercicios en el antiguo Reino de Quito a mediados del siglo XVIII,
en Manresa 5 (1929) 263.

9 TULIO ENRIQUE TASCON: Historia de Buga en ¡a Colonia, p 194.

10 ANB, Temporalidades, t. 9, fol. 877.

11 JOSE RESTREPO POSADA: Arquidiócesis de Bogotá, I, 196. José Manuel Marroquin en


Una historia que debiera escribirse (Obras escogidas, Bogotá, ¡875, p. 78-79) recoge esta
tradición: en 1759, en la Semana Santa, eligió el virrey Solís por confesor a un padre de
JUAN MANUEL PACHECO, S. J.
396

Devoción al Sagrado Corazón de Jesús

Una de las devociones cristianas que mayor acogida han tenido en el


mundo católico ha sido la del Sagrado Corazón de Jesús. Se debió no
sólo a que la Iglesia la ha acogido oficialmente en múltiples declaracio­
nes, sino porque se presentó como un remedio providencial primero
contra los rigores del jansenismo y luego contra los ataques del indife­
rentismo y de la incredulidad. La Compañía de Jesús tuvo gran parte
en la propagación de esta devoción.
Tiene sus raíces bíblicas y no fue desconocida en la antigüedad
cristiana*12. Sin embargo su mayor impulso se debió a las revelaciones
hechas a la religiosa visitandina Santa Margarita María de Alacoque,
en Paray Le Monial (Francia), en la segunda mitad del siglo XVII.
En España es un jesuíta, el P. Agustín de Cardaveraz, el que predi­
ca el primer panegírico del Sagrado Corazón de Jesús en Bilbao en
173313. Un grupo de entusiastas y fervorosos jesuítas le dan a esta de­
voción un vigoroso auge en la península: los PP. Bernardo de Hoyos,
Agustín de Cardaveraz, Juan de Loyola, Pedro de Calatayud. En 1734
se publica en Valladolid en libro del P, Juan de Loyola: “Tesoro escon­
dido en el Sagrado Corazón de Jesús descubierto a nuestra España” .

Oratorio de San Felipe de Neri, que había venido a Santafé a fundar una casa de su congre­
gación. Este confesor le negó la absolución, lo que impresionó tan profundamente al virrey
que resolvió cambiar de vida y dejar el mundo.
No consta en los documentos que se conocen de estos años que un padre Grato rían o trata­
ra de fundar una casa de su congregación en Santafé, La fecha de 1759 y el nombre de San
Felipe nos hace pensar en el P. Antonio Julián S.J. quien en este año de 1759 estableció la
congregación de Nuestra Señora de la Luz, una de cuyas obligaciones eran practicar los ejer­
cicios espirituales ac San Ignacio, y para facilitarles a los congregantes esta obligación fundó
la casa de ejercicios de San Felipe.
En Santafé se distinguió como fervorosa promotora de los ejercicios doña María Clemen­
cia de Caycedo, esposa del oidor Joaquín de Aróstcgui, y fundadora del Colegio de la Ense­
ñanza. En un informe del cabildo de Santafé, fechado el 20 de septiembre de 1766, se dice
de doña María Clemencia que “ha mucho años que está dedicada a toda clase de ejercicios
de virtud y religión, particularmente en los que profusa expende el gasto de mantener en
un todo de su propio caudal ochenta y más mujeres, que dos semanas en cada un año se re­
cogen por ocho días a tener los dichos ejercicios, asistiéndolas con su personal cuidado, lia
más de catorce años, con grande fruto de las almas” (MANUEL DEL SOCORRO RODRI­
GUEZ): Fundación del Monasterio de la Enseñanza (Biblioteca de la Presidencia de Colom­
bia, 44) p. 21,
12 HUGO RAHNER: Ideas para un fundamentación bíblica de la devoción al Corazón de Je­
sús. en JOSE STIERLI: Cor Salvatoris (Herder, Barcelona, 1958) p. 53-81, ID.: Los co­
mienzos de la veneración al Corazón de Jesús en la patrística; ibid. pp. 83-110.

13 JOSE EUGENIO DE URIARTE, S.J ..Principios del reinado del Corazón de Jesús en Espa­
ña (Bilbao, 1912) pp. 83-85; ANTONIO ASTRAIN,S.J.: Historia de la Compañía de Jesús
en ia Asistencia de España, VII, 125 -126,
LA ESPIRITUALIDAD Y LA OBSERVANCIA RELIGIOSA
397

No tardó en llegar a la América Hispana. Probablemente la trajeron


los misioneros jesuítas que vinieron al Nuevo Mundo en la tercera déca­
da del siglo XVIII. Uno de los primeros testigos de la presencia de esta
devoción en el Nuevo Reino es la “Novena del Corazón de Jesús sacada
de las prácticas de un librito intitulado Tesoro escondido en el Corazón
de Jesús. Por un devoto del mismo Corazón, en la Imprenta de la Com­
pañía de Jesús. Año de 1738” . Es uno de los primeros impresos, si no es
ya el primero, de la recién llegada imprenta a Santafé1415,
El 7 de diciembre de 1743, anota en su diario José Vargas Jurado,
“se comenzó la congregación del Corazón de Jesús en la Compañia” ls
“Fecha, comenta Mons. José Restrepo Posada, que debe marcarse con
letras de oro en los anales de esta ciudad, y que es uno de los enormes
beneficios que debemos a la Compañía de Jesús” 16. La inauguración de­
bió de hacerse con notoria solemnidad para que mereciera este recuerdo
del cronista. Dos años largos después, en marzo de 1746, era prefecto
de esta congregación el P. Antonio Naya. En este mes, doña Clara y
doña Juana Donoso, residentes en Santafé, donaban a la congregación
unas casas y censos que poseían en Cádiz17 .
Creemos que debe considerarse al P. Naya como a uno de los pri­
meros apóstoles de la devoción al Sagrado Corazón de Jesús en nuestra
patria, y no es aventurado suponerlo el devoto del mismo Corazón que
hizo imprimir la novena mencionada antes, ya que el P. Naya intervino
directamente en la introducción de la imprenta en Santafé. Había nacido
en Ortilla (Huesca, España) en 1710 y venido a América en 1735 en la
expedición organizada por el P. Meaurio. En Santafé terminó sus estu­
dios de teología, y en 1738 figura ya como procurador de la provincia.
Residió posteriormente en los colegios de Mérida y Tunja, y en tiempo
de la expulsión se encontraba de nuevo en Santafé. Murió desterrado en
Gubbio (Italia) el lo. de junio de 177318.

14 LUIS A. CUERVO: El primer año de la imprenta en Santafé, en Bol, de Historia y Antigüe­


dades (Bogotá) 30 (1943) 874-877 ; Revista Javeriana, 2 0 (1943) 245-247.

15 JOSE VARGAS JURADO: Tiempos coloniales, p. 25.

16 JOSE RESTREPO POSADA : Arquidiócesis de Bogotá, I, 180.

17 ANB, Notaría 3 a ., t. 161 (1727 y 1746) fol. 269 v.

10 JUAN MANUEL PACHECO, S.J.: Los jesuítas de ¡a provincia del Nuevo Reino de Granada
expulsados en 1767, Ecclesiastica Xaveriana. 3 (1953) 33; JOSE DEL REY FAJARDO,
S.J.: Bio-bibliografia de los Jesuítas en la Venezuela Colonial, p. 395.
JUAN MANUEL PACHECO, S. J.
398

Entre los que sucedieron al P, Naya al frente de la congregación


del Sagrado Corazón figuran ios PP. José Benavente, Diego Terreros en
1761, y José Pagés en 176519 ,
En Cartagena también se estableció esta congregación. Según el
testimonio del P. Recio que pasó por Cartagena en 1766, sus actos pia­
dosos atraían a una gran concurrencia de devotos, lo mismo que los de
la congregación de buena muerte20. Antioquia también contaba con la
congregación del Corazón de Jesús, a la que había dejado la mitad de
una casa don Jacinto de la Puerta, a la otra mitad para la congregación
de Nuestra Señora de los Dolores21 . En Honda aparece también una
confraternidad el Sagrado Corazón fundada por los jesuítas22 .
Los misioneros de la Compañía de Jesús procuraban en sus corre­
rías apostólicas propagar la devoción al Corazón de Jesús. Así lo hacen
los PP. Julián y Rojas en Santa Marta, durante la misión celebran los
viernes un acto piadoso en su honor, con exposición del Santísimo Sacra­
mento y plática23. En Ocaña deja fundada el P. Julián la congregación
del Sagrado Corazón, durante la visita que hizo a esta ciudad el obispo
de Santa Marta, José Javier de Arauz, en 1751, en cuya compañía iba el
misionero jesuíta24 .
En Mompós, Blas Garay y Vargas donó ai colegio de la Compañía
quinientos pesos “para que con sus réditos se costease la cera para des­
cubrir todos los viernes del año, a mañana y tarde, el divino y augustísi­
mo Sacramento en honor del divino Corazón de Jesús”25.
En las iglesias de los jesuítas empezaron a consagrarse altares al Co­
razón de Jesús como aparece en el inventario de la iglesia de Antioquia26.
Y no sólo altares sino iglesias; la nueva iglesia que estaba levantado los

19 ANB, Temporalidades, t. 23, fol. 293 v.

BERNARDO RECIO. S.J.; C o m p e n d io s a r e la c ió n d e ¡a c r is tia n d a d d e Q u ito , p_ 567-568.

21 ANB, Colegios,!. 6 (461) fots. 1017 v - 1018 v.

22 ANB, Curas y obispos, t. 43 (877) fol. 216.


23
Carta del cabildo eclesiástico de Santa Marta al virrey Pizarro; Santa Marta, 19 junio 1750;
ANB, Milicia y marina, t. 137 (1511) fol. 777.

24 Carta del corregidor de Ocaña, Fermín Dionisio Amado a] virrey, Ocaña, 15 mayo 1751;
ANB, Miscelánea, t. 89 (1635) fols. 736-737; MANUEL BENJAMIN PACHECO: M o n o ­
g r a f ía e c le s iá s tic a d e ¡a p a r r o q u ia d e O c a ñ a , en Biblioteca de autores ocañeros; H is to r ia d e
ia c iu d a d d e O c a ñ a , p. 229-230.

25 ANB, Temporalidades, t. 11, fol. 950.

26 ANB, Temporalidades, t. 17, fol. 820.


LA ESPIRITUALIDAD Y LA OBSERVANCIA RELIGIOSA
399

jesuítas en Honda, cuando fueron expulsados, estaba dedicada al Cora­


zón de Jesús27.

Devoción a la Virgen Santísima

Tradicional ha sido entre los jesuítas la devoción a la Madre de


Dios. En todos los colegios del Nuevo Reino se mantenían las congrega­
ciones marianas en geneal bien atendidas, aunque, como confiesa el P.
Meaurio, no contaban ya en Santafé y Cartagena con el antiguo esplen­
dor y concurso de gente principal28 . En Mompos funcionaba, en tiempo
de la expulsión, una congregación de Nuestra Señora de ios Dolores, lo
mismo que en Antioquia29 .
En Santafé florecía la congregación de Nuestra Señora del Socorro,
de la que hablamos en el tomo primero30 . Su prefecto, el P. Fernando
Vergara, publicó en 1760 en Madrid una “Breve noticia” sobre ella.
Uno de sus capítulos está consagrado a las funciones y ejercicios que se
practicaban en la congregación: la fiesta solemne de la patrona, el 30 de
noviembre, precedida por la novena; el aniversario de ios congregantes
difuntos con una solemne misa cantada; y los actos de los primeros
domingos de mes con letanías y salve a la Virgen y una plática.
Entre las advocaciones marianas propagadas en el siglo XVIII por
los jesuítas se destaca la de Nuestra Señora de la Luz. Tuvo su origen en
Sicilia. Un fervoroso misionero, el P. Antonio Genovessi (1684-1743)
juzgó conveniente llevar por los pueblos una imagen de María para con­
vertir a los pecadores. Una religiosa, que gozaba de fama de santidad,
ideó la imagen. Representa a la Virgen María en un nimbo de gloria ro­
deada de serafines. Uno de estos le presenta un cestillo lleno de corazo­
nes, del que toma uno el divino Niño. Hacia la derecha, Satanás, en figu­
ra de dragón, trata de atrapar a una alma pecadora, pero se lo impide
María31 .
Esta devoción pasó a América. En la provincia de Quito uno de sus
principales propagadores fue el P. Maugeri, siciliano, a quien ya encon-

A N B , C u ras y o b isp o s, t . 43 ( 8 7 7 ) fo l. 159.

28 IG N A C IO M E A U R IO , S .l.: Estado espiritual de k Provincia del Nuevo Reino y sus minis­


terios faño de 1718), en JOSE DEL REY FAJARDO, S J.: Documentos jesuíticos, Π,
2 8 6 -2 8 8 .

29 ANB, Temporalidades, t, 16, fol. 301; Colegios, t. 6 (461) fol. 1018 v.

30 JUAN MANUEL PACHECO, S.J.: Los jesuítas en Colombia, I, 349-350.

31 AGUSTIN DRIVE, S.J. MANUEL TARRE, S.J.: María y la Compañía de Jesús, (Torta-
sa, 1916) pp. 130-131.
JUAN MANUEL PACHECO, S, J.
400

tramos de rector del colegio de Pasto32 . La propagó también el P. Juan


de Velasco, uno de los últimos jesuítas moradores del colegio de Popa-
yán, quien escribió una relación sobre su culto33.
En Santafé se dio comienzo, en 1759, en la iglesia de San Ignacio,
a la congregación de la Madre Inmaculada de la Luz. Entre sus primeros
congregantes se contaba el virrey Solís. El orador de este día, que cree­
mos fue el P. Antonio Julián34, comenzó así su panegírico:
¿“Qué es ésto moradores ilustres de Santafé? ¿Que es ésto? Ayer
fuegos en las calles, hoy luces en la iglesia; ayer festivas salves de gozo,
hoy júbilos de magnífica fiesta. ¿Qué es ésto? ¿Tan lucido concurso en
la Compañía, tan honorífica asistencia del excelentísimo príncipe y rea­
les tribunales, tanta nobleza congregada, tanto tropel de llamas y de lu­
ces en ese tabernáculo, y tanto fuego sagrado de devoción y amor en el
pecho de todos?... Ya entiendo que tanta fiesta, tanto concurso, tanta
llama y tanto golpe de luz viene de la Inmaculada Madre de la Luz, Ma­
ría” 35 .
En 1761 el virrey Solís donó a la iglesia de San Ignacio una imagen
de Nuestra Señora de la luz, y costeó su camarín36 .
La congregación de Nuestra Señora de la Luz fue extinguida por
orden de Carlos III, al desterrar a los jesuítas. Pero en Santafé algunos
antiguos congregantes quisieron seguir celebrando la fiesta de Nuestra
Señora de la Luz en la antigua iglesia de la Compañía, llamada en esos
días iglesia de San Carlos. Los párrocos de la catedral, a cuyo cuidado
estaba aquella iglesia, se encontraron perplejos, pues si lo permitían se
les tendría por afectos a los jesuítas, y si lo prohibían se les acusaría de

32 JUAN DE VELASCO, S.J.: Relación histórico-apologética sobre la prodigiosa imagen,


devoción y culto de Nuestra Señora con el titu lo d e Madre Santísima de la L uz...’’, en
AURELIO ESPINOSA POLIT, S.J. Los Jesuítas quiteños del extrañamiento (Biblioteca
Ecuatoriana Mínima) p. IOS ss,
33
Véase la nota anterior.

34 El P. Julián aparece en 1765 como prefecto de la congregación de Nuestra Señora de la


Luz (ANB, Temporalidades, t. 9, fol. 877). Desterrado en Italia compone un "Saggio della
divozione alia Madre Sandísima del Lume... ", LORENZO HERVAS Y PANDURO: Biblio­
teca Jesuitico-E spañola..., I, Julián Antonio.
35
Sermón panegírico que en la primera solemne fiesta d e ¡a Yhtstre Congregación de la Ma­
dre Ynmacuiada d e la Luz Ma. Ssa. y del grande Sn. Francisco de Borja. En el Colegio
Máximo de la Compañía de Jesús: en la tercera fiesta del Espíritu Santo’’(Archivo SJ. de
la Provincia Colombiana).

J. VARGAS JURADO: Tiempos coloniales, p. 56-57. En un inventario de la iglesia llama­


da La Compañía chiquita, hoy Museo colonial, se lee: “ El camarín de la Madre Santísima
de hecho por el H. Jorge Puyó y costeado enteramente por el excelentísimo señor don Jo­
sé Solís, y costó por todo 900 pesos” ANB, Miscelánea t. 63 (1609) fol, 291.
LA ESPIRITUALIDAD Y LA OBSERVANCIA RELIGIOSA
401

excederse en sus facultades. El asunto fue llevado al concilio provincial


de 1774, y en él se acordó no tratar más de este tema, pues sería intro­
ducir discordias en la ciudad en torno a los religiosos extinguidos, vio­
lado así el silencio impuesto por el rey, y por otro lado sería insólito
condenar una imagen que se veneraba en toda Europa37.

La observancia regular

Como lo hace notar el P. Astonio Astrain, la observancia regular


floreció en la provincia del Nuevo Reino más que en el siglo XVII. No
aparecen en el siglo XVIII los fraudes y recursos a los tribunales eclesiás­
ticos o civiles para obtener la nulidad de los votos, ni se presenta una
crisis semejante a la sufrida por la provincia en la segunda mi tal del si­
glo XVII.
En los últimos años de este último siglo el péndulo se movió hacia
una excesiva rigidez. El P.Tirso González, general de la Compañía, reco­
mendaba en 1699 al provincial P. Juan Martínez Rubio moderar “el su­
mo retiro y recolección” a que se obliga a los jesuítas del Nuevo Reino
“sin darles ni una vez licencia de salir afuera de casa” 38 . En ese mismo
año el P. González, en carta al mismo P. Martínez Rubio, se alegraba
“del buen estado que tiene el noviciado de Tunja en donde, aunque el
número de los novicios es corto, pero según el informe que V.R. me da
se atiende con cuidado a su buena educación”39 .
No menos satisfactorio era el estado de las casas de Santafé. “Muy
buenos informes, escribía el mismo padre general, nos da V.R. del cole­
gio de Santafé y de su seminario, pues se ve en él muy en su punto la
observancia religiosa, regulares los estudios, los estudiantes aplicados y
por la mayor parte de buenos talentos, los ministerios muy asistidos, y
lucidas y frecuentadas las congregaciones; y el seminario con el buen
número de más de ochenta entre seminaristas y convictores, aplicados
no menos a los ejercicios de piedad y devoción que a los literarios. Dios
lo conserve todo” 40.
El sucesor del P. González en el generalato de la Compañía, el P. Mi­
guel Angel Tamburini, alababa a su vez “ La gran observancia en que se

37 Archivo del Colegio de San Bartolomé, Documentos sobre el Concilio de 1774; JOSE M.
GROOT: Historia eclesiástica y civil de la Nueva Granada, II, 158.

38 Carta del P. Tirso González al P. Juan Martínez Rubio; 7 febrero 1699. 2a. carta; APT.
Cartas de losPP. Generales, leg. 132, fol. 67 v.

39 Carta del P. Tirso González al P. Martínez Rubio; 7 febrero 1699; 5a. carta; ibid. fol. 139 v.

40 Carta del P, Tirso González al P. Martínez Rubio; Roma, 12 marzo 1700; ibid. fo!. 155.
JUAN MANUEL PACHECO, S. J.
402

halla el colegio” de Santafé y “lo mucho que a Dios nuestro señor se sir­
ve con los frecuentes ministerios en que se ejercitan los sujetos” . En to­
da la provincia reinaba la paz, la caridad y el fervor, junto con la aplica­
ción a los ministerios, y de toda ella no había llegado una sola carta en
que se le avisase alguna falta que pidiese remedio41.
La visita del P. Sierra suavisó la demasiada rigidez que se notaba en
la provincia; concedió a los maestros y estudiantes vacaciones y paseos.
No faltaron quienes consideraran verdaderas relajaciones estas concesio­
nes, y el padre general hubo de recordar el espíritu con que debe proce­
derse en la Compañía42 .
Después de haber visitado a los colegios rindió el P. Me aun o un in­
forme sobre el estado de la provincia, en él expone la facilidad que se
daba a los fieles en nuestras iglesias para la recepción de los sacramentos,
la atención espiritual a los moribundos, las visitas a las cárceles y hospi­
tales. La predicación eran tan frecuente que el P. Sierra había ordenado
dejar algunos sermones para que “por menos frecuentes hiciesen más
impresión en los oyentes” . Aun los que miraban con desafecto a los je­
suítas, añade el P. Meaurio, no debajan de venerarlos y apreciarlos por
su caridad para con todos.
En los colegios pequeños se notaban algunos descuidos. Para reme­
diarlos había ordenado el P. Meaurio a los rectores celebrar una consul­
ta de casa al fin del mes en la que se examinaran las faltas y se discutie­
sen los medios para evitarlas43.
En 1725 elogiaba de nuevo el P. Tamburini el buen estado de la
provincia: “He tenido particular consuelo con los buenos infonnes que
se me han dado del buen estado en que se hallan en esa provincia la re­
gular observancia y aplicación a los ministerios, en cuanto permite el
corto número de sujetos”44 , En otro sitio hemos copiado los elogios del
mismo P. Tamburini hechos pocos años después en carta al P. Diego de
Tapia45.

41 C a rta d e l P. M iguel A ngel T a m b u rin i al P . P e d ro C a ld e ró n ; R o m a , 15 se p tie m b re 1703:


ib id . fol. 166.

44 Cfr-pp.

43 IG N A C IO DE M E A U R IO , S J . : E s t a d o espiritual d e la P r o v in c ia N u e v o R e i n o y sus minis­


terios, e n JO S E D E L R E Y F A JA R D O , S .J.: D o c u e m n t o s j e s u ít i c o s , II, 2 8 5 .
44
C a rta del P. M iguel A ngel T a m b u rin i al p ro v in cial del N uevo R e in o ; R o m a , 15 diciem bre
1 7 2 5 ; A PT. C a rtas de los PP. G enerales, leg. 1 3 2 , fol. 2 7 3 .
4S
C fr. p. 224
LA ESPIRITUALIDAD Y LA OBSERVANCIA RELIGIOSA .
403

Defectos

No faltaban los defectos los superiores se muestran diligentes en


corregirlos. En los comienzos del siglo XVIII, como ya anotamos, se no­
tó en la provincia cierto espíritu de rigidez en los superiores y de descon­
fianza para con los súbditos, defectos que hubo de corregir el P. Sierra,
visitador de la provincia46 .
Quizá esta rigidez fue motivo para que varios jesuítas italianos re­
gresaran a Europa sin permiso de los superioes. Así lo hicieron los PP.
Juan Francisco Rizzio, Juan de Obino y Francisco Javier Yopolo. El
P. Rizzio47 había sido removido del rectorado de la casa de las Nieves,
en Santafé, y enviado a Tunja como recluido48 . Pocos años después apa­
rece en Europa. En enero de 1707 le escribía el P. Tamburini al P.
Daza: “ En los galeones se volvió a esa su provincia el P. Juan Fran­
cisco Ricci que salió de ella en el modo y con la ocasión que V.R.
sabrá. Pero habiendo trabajado con mucho celo y portándose muy reli­
giosamente, según los informes que tengo de la provincia de Andalucía,
es muy digno, y encargo a V.R. le atienda con toda caridad religiosa,
para que estando gustoso pueda mejor emplear sus religiosos talentos en
servicio de Dios y de esa provincia”49 .E n 1712 fue agregado a la pro­
vincia de Quito y en ella permaneció hasta su muerte, el 13 de febrero
de 1744S0.
El P. Obino había nacido en Cerdena en 1661 e ingresado en la
Compañía de Jesús en 1686S1. Vino al Nuevo Reino en 1694 en la ex­
pedición de misioneros traída por el P. Calderón. Se le destinó a la mi­
sión de los Llanos de Casanare y fue párroco de Tame52. Regresó a
Europa sin permiso. El P. Tamburini le ordenó regresar a América y

46 C f r .P . 136

47 Había nacido el P. Rizzio en la isla de Malta en 1658 e ingresado en la Compañía en 1674;


JOSE JOUANEN, S.J.: Misiona de la Compañía de Jesús en ¡a antigua provincia de Quito,
II, 743.

48 Carta del P. González al P. Martínez Rubio; 7 febrero 1699, 6a. carta; APT. Cartas de los
PP. Generales, leg. 132, fol. 130.

49 Carta del P. Tamburini al provincial del Nuevo Reino; Roma, 6 enero 1707; ibid. fol. 185.

50 En la congregación provincial de Quito de 1712 aparece como aplicado a la provincia de


Quito y destinado al colegio de Panamá.

51 JOSE DEL REY FAJARDO, S.J.: Bicr b ibiiografia délo s Jesuítas en ¡a Venezuela Colonial,
p. 407.

52 JUAN DE RIVERO, S. J.: Historia de ¡as misiones de los Llanos de Casanare y los río Meta
y Orinoco, 1.5 cap. 9, p. 349.
JUAN MANUEL PACHECO. S. J.
404

encargó ai P. Sierra, visitador, recibirle “con caridad y sin darle peniten­


cia por lo que toca a la fuga“53 . Pero no llegó a presentarse en Santafé.
En el catálogo de 1711 aparece como despedido de la Compañía en la
isla de Curazao54,
El caso de P. Yopolo ya quedó narrado en el capítulo tercero de
este mismo tomo55.
Un defecto que preocupó a los superiores fue la deficiencia en los
estudios que se realizaban en la provincia. El P. Tamburini escribía al
P. Francisco Antonio González en 1723:
“Me dicen que los estudios mayores no se toman con aquel calor
con que se solían aplicar en otro tiempo maestros y discípulos. Encar­
go a V.R. la vigilancia a los prefectos y superiores locales, ordenando
que le den aviso de los que fueren remisos para removerlos de los estu­
dios o de las cátedras, si no basta para su enmienda la seria corrección
de sus omisiones”56.
Y en otra carta, que ya hemos dejado copiada, se queja de la falta
de latín en los jóvenes escolares de la Compañía57. Lamentos que se
repiten diez años después58.
Con alguna frecuencia aparecen en la provincia brotes de naciona­
lismo que enfrentan a los jesuítas de diversas nacionalidades. El P.Tam-
burini hacía notar al P. Mimbela, provincial, en 1717:
“Habiendo observado que son más los nacionales que salen de la
Compañía que no los que pasan de Europa, se discurre que puede ser la
causa la falta de probación. En cuya suposición encargo a V. R. que vele
sobre la crianza de los novicios, y sobre que su maestro cuide de fundar­
los en sólidas virtudes, sin omitir algunas de las pruebas que se prescri­
ben en el Instituto, y se compadecen con los estilos de esa región.
“Una de las principales consecuencias de esta falta de crianza es el
no desarraigarse jamás el pernicioso afecto a la nación y a los nacionales,
fuente y seminario de varios desórdenes que se ven y lloran con descon­
suelo universal de la provincia. Nada le hará a V.R. más plausible en su

53 Carta del P. Tamburini al P. Sierra; Roma, 14 septiembre 1710; APT. Cartas de PP. Gene
rales, leg. 132, fol. 189.
54 Catalogo de la provincia del Nuevo Reino, 1711 ;Dimissi; ARSI, N.R, et. 0 .4 ,

55 Cfr. pp. 162-163.

56 Carta del P. Tamburini al P. Francisco Antonio Gorizález; Roma, 27 marzo 1723; APT.
Cartas de PP. Generales, leg. 132, fol. 268.

57 Cfr. p. 209-210

58 Cfr. p. 241
LA ESPIRITUALIDAD Y LA OBSERVANCIA RELIGIOSA
405

gobierno, como tampoco más acepto en mi estimación, que la solicitud


en cortar esta peijudicialísima raíz de tanto daño; y así me alegraré que
al maestro de novicios se le encargue con toda especialidad este cuidado,
como también al instructor de los padres que hacen la tercera proba­
ción” 59 .
El cultivo de caña de azúcar en las haciendas de la Compañía y la
fabricación de aguardiente trajo el peligro de que algunos jesuítas se afi­
cionaran a esta bebida. El P. Retz aconsejó al provincial, P. Jaime López,
prohibir el tomar aguardiente bajo precepto de obediencia, y si las co­
rrecciones secretas no bastaban para enmendar a los culpables, se recu­
rriera a las públicas60 . En una de sus cartas manda expresamente despe­
dir de la Compañía a un hermano coadjutor si no se había enmendado
de este vicio61.

CQ
Carta del P. Tamburini al P. Provincial del Nuevo Remo; APT. Caitas de PP. Generales, leg.
132, fol. 230.

60 Carta del P. Retz al provincial del Nuevo Reino; Roma, 15 septiembre de 1736; ibid. fol.
348.
61
Carta del P. Retz al P. Francisco Antonio González; Roma, 31 diciembre 1731, 2 carta;
ibid. fo!. 305.
LIBRO III
ACTIVIDAD CULTURAL
CAPITULO I

LAS U N IVERSIDADES

I - LA UNIVERSIDAD JAVERIANA

La facultad de derecho

En el tomo anterior quedaron consignadas las gestiones que se rea­


lizaron, en las postrimerías del siglo XVII, para poder fundar una facultad
de derecho en la Universidad Javeriana, y la autorización para erigirla
dada por el rey por cédula del 25 de noviembre de 17041.
Previamente el Consejo de Indias había aceptado y mandado secu­
larizar la dotación de 13.000 pesos, ofrecida por los jesuítas para las
cátedras de derecho, y ordenado que estas fueran regentadas por seglares.
La dotación estaba asegurada en los legados que e] Pbro. Pedro de Angulo
y Gamba había dejado a la Compañía de Jesús, que ascendían a $ 9.000,
y en varias haciendas del colegio de Santafé2.
El P. Francisco Javier de Urbina presentó el 9 de marzo de 1706
ante la audiencia de Santafé la real cédula del 25 de noviembre de 1704,
y manifestó la disposición en que se hallaban los superiores de la Com­
pañía para otorgar prontamente las escrituras de dotación de las cáte­
dras3. Estas fueron firmadas el 23 de marzo por los PP. Francisco Daza,
provincial, Pedro Calderón, rector del Colegio Máximo, Francisco de
Herrera, rector del colegio-seminario de San Bartolomé, y Francisco de
Urbina, procurador.

Cfr. Los Jesuítas en Colombia, II, 260-262, 265.

2 Real cédula de 25 de noviembre de 1704. lista publicada en JOSL ABEL SALAZAR,


O.R.S.A.: Los estudios eclesiásticos superiores en el Nuevo Reino de Granada, pp. 753-756;
GUILLERMO HERNANDEZ DE ALBA: Documentos para la historia de la educación en
Colombia, II, 400-403,

3 AGI. Santal'c 294.


JUAN MANUEL PACHECO, S. J.
410

Juntamente con los breves pontificios y reales cédulas se presenta­


ron los estatutos de la nueva facultad4 . Se impone en ellos a los cate­
dráticos y alumnos de la facultad de derecho la obligación de asistir, en
forma de claustro, a la fiesta religiosa de San Francisco Javier, patrono
de la Universidad, y la de pertenecer a la congregación de Nuestra Señora
de la Anunciación. Nadie podría entraren lafacultad sin haber aprobado
los cursos de latinidad y concluido el primer año de filosofía consagra­
do a la lógica. El curso comenzaba el 19 de octubre y terminaba al fin
de julio, y para ganarlo se debía probar que se había asistido al menos a
seis meses íntegros de clases. Para obtener el grado de bachiller se reque­
ría haber cursado en cánones cinco cursos y en leyes siete. Pero el rector,
con causa calificada, podría dispensar de un curso. Para el doctorado
eran necesario además haber tenido dos años y medio de pasantía, o
sea de ayudantes del catedrático, en cánones y en leyes por lo menos
tres años. Los pretendientes a los grados deberían presentar exámenes
públicos, los que se reglamentan detalladamente.
Las horas de clases serían: por la mañana de siete y media a nueve,
la de prima de cánones, y de nueve a diez y media la de leyes; por la
tarde, de tres a cuatro la de Instituciones, y de cuatro a cinco la segunda
de cánones. Fuera de las clases se tendrían repeticiones y discusiones
académicas.
A los catedráticos de prima de cánones y de leyes se les señalaba
un sueldo anual de 250 pesos, y a los demás catedráticos de 200 pesos.
Las cátedras se otorgarían en concurso de opositores.
No fue fácil encontrar catedráticos para la nueva facultad pues los
juristas no abundaban entonces en Santafé. Aceptó por fin la cátedra el
doctor Pedro Sarmiento Huesterlín, fiscal de la real audiencia y graduado
por la Universidad de Salamanca5. El 13 de junio de 1706 fue el día
escogido para la apertura de la facultad. Ese día, a las tres de la tarde, se
encontraban en la iglesia de San Ignacio el presidente del Nuevo Reino,
Diego de Córdoba Lasso de la Vega, los oidores, los miembros de los
dos cabildos, secular y eclesiástico, los superiores de las órdenes religio­
sas y un buen número de caballeros y personas cultas. Ante tan selecto
concurso disertó el doctor Sarmiento durante una hora, “en que, como
dice el acta protocolaria, con estilo magnífico y sublime expresó la uti­
lidad que se les sigue a los reinos con la jurisprudencia, !a que debía

4 Fueron publicados por SALAZAR: op. cit. 757-766, HERNANDEZ DE ALBA: op. cit.
III. 41-52.

5 Sobre Pedro de Sarmiento Huesterlín cfr. JOSE MARIA RESTREPO SAENZ: Biografías
de los mandatarios y ministros d e la real audiencia, p. 447.
LAS UNIVERSIDADES
411

esperar esta ciudad, que vistió y adornó con conceptos, sentencias y


erudiciones y singulares doctrinas” 6. Por la noche la ciudad celebró el
acontecimiento con iluminación de las calles, fuegos artificiales y repi­
que de campanas.
Al día siguiente dió el catedrático principio a sus lecciones de de­
recho canónico en presencia del presidente y oidores y otras personas
notables. Se habían matriculado en la nueva facultad veintisiete alum­
nos, entre ellos varios doctores en teología y algunos párrocos7.
En octubre del mismo año comenzó un nuevo curso. La materia
de cánones la continuó explicando el doctor Sarmiento, y la de Institu­
ciones la tomó a su cargo el doctor Juan Coronel Mora, presbítero8.
Fue difícil en los años siguientes conseguir catedráticos, pues
pocos juristas querían someterse a las pruebas que exigían las oposicio­
nes. Entre 1746 y 1754 anunció la universidad dos convocatorias a
oposiciones y solo se presentó un pretendiente que no dio buena cuenta
de sí. Este mismo fenómeno se había presentado en Quito, y allí los
jesuítas obtuvieron autorización del rey para nombrar catedráticos de
derecho en la Universidad Gregoriana a miembros de la orden, durante
ocho años. En 1754 el procurador de la provincia, P. Martín de Egurvi-
de, pedía a la corte, en vista de estos inconvenientes, “se digne conceder
a la Compañía de Jesús en el Nuevo Reino el que pueda leer [enseñar]
las dos cátedras del derecho canónico perpetuamente, proveyendo el
provincial de dos jesuítas, los más hábiles, para este ministerio”9.
Otro motivo tenían los jesuítas para pedir el encargarse ellos de
efctas cátedras, y era el incumplimiento de algunos catedráticos seglares.
En 1729, comentando el padre general, Miguel Angel Tamburini, esta
deficiencia con el P. Diego de Tapia, le decía:
“Siento los atrasos de los estudios de cánones en el colegio de San-
tafé. Veo lo escrupuloso de la materia; mas al mismo tiempo veo ser el
remedio sumamente dificultoso, siendo como son los catedráticos per­
sonas tan condecoradas, con quienes los medios fuertes nunca sirven de
otra cosa que de daño. Y más, si como puede acontecer, se dieren por
ofendidos los señores de esa audiencia, el señor obispo y esa Iglesia Ca­

6 AGI, Santafé 294.

7 Ibid.

8 Carta de la audiencia de Santafé al rey; Santafé, 9 diciembre 1706; HERNANDEZ DE


ALBA: Op. cit. II, 405-406.

9 AGI, Santafé 409; HERNANDEZ DE ALBA: op. cit. III, 208-209.


JUAN MANUEL PACHECO, S. J.
412

tedral. Váyase V.R. en este punto con muchísimo tiento y con esperas
muy largas” 10.
En el Consejo de Indias se habían traspapelado los expedientes
relativos a la fundación de las cátedras de derecho tanto de la Universi­
dad Javeriana como de la Gregoriana de Quito, lo que atribuía el fiscal
injustamente a descuido de las audiencias por no haberlos remitido11.
Se resolvió pedir informes a ambas audiencias. La de Santafé respondió
el 3 de agosto de 1761 enviando una copia de la real cédula de 8 de ju­
nio óe M Vri en Va que, ñafovs, aprobado los estatutos de la facultad
de derecho de la Universidad Javeriana y las actuaciones realizadas en la
erección de las nuevas cátedras12 .
Solo en abril de 1764 vino a negar el Consejo la petición del procu­
rador de \a Coruvddra de iemU3 , En. Vos, años anteriores varios jesuítas
habían regentado interinamente las cátedras de derecho canónico, como
el P. Domingo Scribani en 175614 y en 1761 el P. Fernando Vergara15.

El doctor Nicolás Vélez Suescún

Un enojoso pleito, que solo conocemos por un informe de la audien­


cia de Santafé, se presentó en 1761 con motivo de las oposiciones. Esta­
ban vacantes las tres cátedras de la facultad de derecho. El rector de
entonces, P. Manuel Román, mandó fijar los edictos de convocatoria a
las oposiciones. Presentáronse varios candidatos para las cátedras de
cánones, pero para la de Instituía solo dos: los doctores Nicolás Vélez
Suescún y Miguel Vélez Ladrón de Guevara. Terminados los ejercicios
literarios, la víspera de la provisión de las cátedras, Vélez Suescun pre­
sentó una serie de objeciones contra el doctor Vélez Ladrón de Guevara,
quien, alegaba, no podía ser catedrático por ser párroco de Macheta.
Esta demanda impidió que se nombrara por entonces catedrático de
Instituía. Las otras dos cátedras recayeron en los doctores Francisco
Moreno y Escandón y JoséMozo.

10 Carta del P. Miguel Angel Tamburini al P. Diego de Tapia; Roma, lo . junio 1729; APT,
Leg. 132, fol. 295.

11 AGI, Santafé 409; HERNANDEZ DE ALBA, III, 210-211.

12 Carta de la audiencia de Santafé al rey; Santafé, 3 agosto 1761; AGI, Santafé 395.

13 informe del fiscal del Consejo de Indias y decreto del Consejo del 5 de abril de 1764; AGI,
Santafé 395.

14 Catálogo breve de la provincia del Nuevo Reino, 1756; ARS1, NR. et Q. 4, fol. 347.

15 ANB, Médicos y abogados, t. 3, fol. 927.


LAS UNIVERSIDADES
413

Uno de los opositores a las cátedras de cánones, el doctor Nicolás


Vidal, se presentó 'entonces como opositor a la de Instituía y fue admi­
tido por la universidad al concurso, Protestó Vélez Suescun ante la audien­
cia, fundándose en que el concurso estaba ya cerrado. Los oidores le
dieron la razón y ordenaron revocar la admisión de Vidal.
No debía ser Vélez Suescun del agrado de la universidad, pues esta
pretendió abrir un nuevo concurso. Alegaba el padre rector que una
elección no podía hacerse con un solo sujeto. Mas la audiencia salió de
nuevo en defensa de Vélez Suescun y prohibió las nuevas oposiciones.
Dió entonces la universidad la razón de su oposición al único can­
didato: no tenía este la competencia necesaria para poder enseñar. Mas
habiéndose propuesto al claustro universitario la admisión de Vélez
Suescun salió aprobada por seis votos contra dos.
Sobre todo este episodio informó la audiencia al Consejo de Indias.
No corrían a la sazón vientos favorables para los jesuítas en la corte
madrileña. El fiscal del Consejo proponía: se “podrá mandar expedir
dos cédulas, la una dirigida al padre rector y demás individuos de la uni­
versidad Xaveriana, en que después de manifestarles el desagrado con
que se ha oído el irregular método que han tenido en la provisión de la
cátedra de Instituta, se les prevenga que en lo sucesivo procedan con la
justificación e indiferencia que requiere un asunto, en que se interesa
la pública enseñanza, sin dar lugar a quejas; y otra a la audiencia, en que
después de aprobar cuanto ha ejecutado en los varios recursos que inter­
puso ante ella el doctor Suescun, se le advierta que en las vacantes que
ocurran en las dos cátedras de cánones y de la otra de Instituía, que de­
ben regentarse por seglares, esté muy a la mira del modo y forma con
que se proveen estas y todas las demás de aquella universidad, y dé
cuenta de todo al Consejo quien resolverá lo que tenga por más conve­
niente” 16 .
En los años siguientes no debió Vélez Suescun de concillarse los
ánimos de las autoridades de la universidad. Moreno y Escandón de
viaje a España le nombró sustituto suyo en la cátedra de prima de .cáno­
nes, pero el claustro de la universidad, reunido el 27 de marzo de 1764,
no aceptó esta designación por ser el nombrado catedrático en propiedad
de Instituta. Reemplazó al doctor Moreno el doctor Francisco Javier de
la Sema17.

16 Carta de la audiencia de Santafé al rey; Santafé, 28 septiembre 1763, AGI, Santafé 395;
cfr. SALAZAR, op. cit. 680, nota 165.
17 ANB, Colegios, t. 3 (458) fols. 846-851; HERNANDEZ DF. ALBA: op. cit. III, 227-234,
JUAN MANUEL PACHECO, S. J.
414

Un pleito sobre precedencias

Otro pleito en que se intentó renovar la antigua controversia entre


las universidades Javeriana y Tomista se suscitó en 1765. El rector de la
Universidad Javeriana, P. Manuel Zapata, protestó ante el virrey porque
la Universidad de Santo Tomás había invitado a unas conclusiones pú­
blicas para el 15 de abril, contra la costumbre de ser la Universidad Ja­
veriana la primera en el año en celebrar estos actos públicos; juzgaba
que esta novedad perturbaba la inmemorial posesión de la Javeriana y
pedía al virrey que mandase suspender el acto de la Tomística. Así lo
hizo el virrey Messía de la Cerda por decreto del 12 de abril, en que
mandaba guardar la costumbre.
Sintió esta orden el rector de la Universidad de Santo Tomás, fray
Luis Nieves. Es indecoroso para mi orden, decía, tener pendiente sus
conclusiones del arbitrio de los padres jesuítas, mayormente cuando las
que se tienen en mi universidad son para defender la doctrina de Santo
Tomás, cuya protección toca a vuestra excelencia. Y discute luego cual
de las dos universidades es la más antigua.
Respondió el P. Zapata con otro extenso memorial defendiendo la
antigüedad de la Javeriana, y las costumbres de ser la primera, en el año
escolar, en defender conclusiones públicas.
Los provinciales de Santo Domingo y la Compañía de Jesús, Anto­
nio de Auertenechea y Manuel Balzátegui, resolvieron cortar la discu­
sión por medio de un convenio.
Acordaron: 1) que las conclusiones del final del curso se tendrían
alternativamente, un año la Universidad de Santo Tomás y al siguiente la
Javeriana; 2) que la Javeriana continuaría con su costumbre de dar prin­
cipio al curso el día de San Lucas (18 de octubre) con el acostumbrado
discurso latino, pues fue la que introdujo en Santafé estas oraciones de
estudio, sin que se lo tuviera por acto de preferencia; 3) por haberse
presentado algunos disgustos motivados por expresiones poco comedi­
das en algunas conclusiones, se mandaría a los catedráticos evitar tales
motivos de queja; 4) para evitar competencias ambas universidades se
abstendrían de concurrir en forma de claustro a las entradas de los virre­
yes y ocasiones semejantes; pedirían al virrey lo mandase, como lo había
hecho el virrey Viílalonga con los dos colegios mayores de San Bartolo­
més y el Rosario, lo que había aprobado el rey; 5) como algunos igno­
raban que Academia y Universidad eran una misma cosa, ambas se lla­
marían universidades.
Este convenio recibió la aprobación del virrey el 26 de junio de
176518.

18
ANB, Colegios, t. ] (456) fols. 503-556).
LAS UNIVERSIDADES
415

La cátedra de Sagrada Escritura

En marzo de 1723 escribía el padre general, Miguel Angel Tambu-


rini, al P. Francisco Antonio González, provincial:
“He tenido gusto con el nuevo entable de la cátedra de Escritura.
Solo que me parece muy poco el que se lea solo una vez cada semana;
deseo que se entable, si puede conseguirse, con lección cuotidiana de
media hora, y por el mismo espacio de tiempo se tengan una vez cada
semana conferencias o repetición, al modo que se ejecuta en los colegios
de Europa donde está entablada” 19.
Diez años después, en 1733, se lamentaba el P. Francisco Retz
de que “la cátedra de Escritura está muy caída, y que ya no se tienen
aquellas públicas funciones de ella que se hacían antes”20.
La cátedra de Sagrada Escritura se conservó hasta la extinción de
la Universidad Javeriana. Entre sus profesores encontramos en 1736 al
P. Simón Wynants, belga, de quien hablaremos al tratar de los catedrá­
ticos de teología; en 1751 era profesor de Sagrada Escritura el P. Nico­
lás Candela, en 1753 el P. Manuel Balzátegui, y en 1756 el P. José Be-
navente21. Los últimos profesores conocidos fueron el P. Antonio Ju­
lián en 176322 y el P. Lorenzo Tirado en 176 423.
Del P. Tirado se ha conservado un pequeño tratado que lleva el
título de “Prolegomena inSacram Scrip turam ” dictado en 1764. Son
comentarios a diversos pasajes de la Biblia, como la aparición de Samuel
a la pitonisa de Endor (I Sam. 28,12), el pez del libro de Tobías (Tob,
6,8), la caída de las estrellas en el Apocalipsis (Ap. 6, 13) y otros24.

19 Carta del P. Tamburini al P. Francisco Antonio González, Roma, 27 marzo 1723; APT.
leg. 123, fol. 259.
20 Carta del P. Retz al P. González; Roma, 15 septiembre 1733;ibid. fol. 331 v.
21 Catálogos de la provincia del Nuevo Reino de 1751, 1753 y 1756; ARSI, NR. et Q. 4.
22 Catálogo de la provincia del Nuevo Reino de 1763; ARSI, NR. et Q. 4, fol. 349 v.
23 ANB, Misceláneas 130 (1676) fol. 892.

FRANCI SCO QUECEDO: M a n u s c r ito s te o ló g ic o - f ilo s ó f ic o s c o lo n ia le s Ecclesiastica Xavc-


riana 2 (1952) 282. Era e! P, Tirado natural de Medellín en donde había nacido el 27 de
noviembre de 1725; ingresó en la Compañía de Jesús en 1745 e hizo sus estudios de teolo­
gía en la Universidad Javeriana. Fue rector del colegio de San Bartolomé de septiembre de
1761 a febrero de 1767, y en tiempo de la expulsión se hallaba de rector del colegio de
Pamplona. En 1795 vivía en Roma (ANCh. Jesuítas 431). Siendo catedrático de teología
moral en la Universidad Javeriana dictó en 1763 un “Tractatus theologico-moralis deiusti-
tía et iure" (Biblioteca Nacional, Mss. 247; F, QUECEDO; art, cit. p. 272.).
JUAN MANUEL PACHECO, S, J.
416

II - LA UNIVERSIDAD DE SAN JOSE DE POPAYAN

La iniciativa del Señor Figueredo

Desde que fundaron los jesuítas en 1640 el colegio de Popayán


pensaron establecer en él los estudios mayores de filosofía y teología,
pero este deseo no vino a convertirse en una realidad sino muchos años
después, a mediados del siglo XVIII.
El 5 de enero de 1745 el señor Francisco José de Figueredo, obis­
po de Popayán25 dirigía al rey la siguiente carta:

Señor:
Cumpliendo con vuestras reales leyes paso por esta a informar a
V.M. sobre la necesidad y falta de estudios de facultades mayores en
esta provincia. Es grande la falta de operarios evangélicos, y su causa
claramente es la falta de estudios. Están muy distantes las dos universi­
dades menos remotas, pues así la de Quito como la de Santafé cada una
dista más de ciento y cincuenta leguas de caminos cuasi intratables por
sus montañas, desiertos, ríos sin puentes, páramos y valles de insufribles
calores. Por eso son pocos los que se determinan a buscar las letras que
les son tan costosas y aun con muchos riesgos de la vida.
Todo esto me ha movido, pareciéndome hacía una obra agradable
a las dos majestades, a convertir veinte mil patacones, que estaban desti­
nados para la fundación de un colegio de la Compañía de Jesús en la
ciudad de Cartago o en la de Cali, en la fundación de estudios mayores
en esta ciudad, siendo de vuestro agrado. Dejó este legado don Cristóbal
Botín en su testamento para dicha fundación, con más veinte y cinco
mil patacones para la misma fundación26. De los veinte y cinco mil
dispone que en caso de no tener efecto una ni otra fundación, se apli­
quen al hospital de esta ciudad, sobre cuyo adelantamiento estoy enten­
diendo con vuestro vicepatrono.
La fundación del colegio de la Compañía de Jesús no tuvo efecto
en la ciudad de Cartago ni en la de Cali; y así para lograr el fruto un iver-

25 El señor Francisco José de Figueredo y Victoria nació en Popayán; se graduó de doctoren


teología en la Universidad Gregoriana de Quito. Era maestrescuela en Popayán cuando fue
elegido obispo de esta diócesis en 1741; se consagró en Quito en 1743. Fue trasladado al
arzobispado de Guatemala en 1752. Murió en 1761. Tanto en Popayán como en Guate­
mala se mostró muy afecto a la Compañía de Jesús. En la Biblioteca Nacional de Bogotá se
encuentra un folleto del P. Juan José Sacrameña S.J. impreso en México en 1766 que lleva
por título: “Lágrimas de las dos Amé ricas, la Meridional, donde tuvo el más lúcido oriente,
la Septentrional, donde hubo el más lúgubre ocaso. El limo, sol el Sr, Dr, D, Francisco
Joseph de Figueredo y Victoria, doctor en theologia, párroco dos veces, maestrescuela de
Popayán su patria, allí mismo Visitador del Obispado, y después su obispo, de donde
pasó a dignísimo Arzobispo de Guatemala".
26 Cfr. fbid.
LAS UNIVERSIDADES
417

sal que de los estudios mayores resultaría a toda esta provincia, acordé
aplicar dichos veinte mil patacones a este fin en este colegio de la misma
Compañía.
Y para que sea con el mayor acierto y logro de mis deseos y de to ­
da esta provincia, suplico a V.M., como su humilde capellán, se sirva de
ampliar los privilegios de universidad a este dicho colegio, para que se
puedan conferir todos los grados correspondientes a las facultades que
se enseñaren; que siendo del agrado de V.M. como lo espero, será tam­
bién de mucho bien para las almas de toda esta provincia y un eterno
monumento a vuestros reales favores”27.
La iniciativa del prelado no solo encontró entusiasta acogida entre
los canónigos sino en el cabildo de la ciudad. Los miembros de este,
encabezados por don José de Mosquera y Figueroa, representaba al rey
el “regocijo universal” por la determinación del obispo, y añadían que
no bastaba la cátedra de filosofía, sino que era necesaria una universi­
dad con facultad para conferir grados28.
Desde el 19 de octubre del año anterior, 1744, se había comenza­
do a dictar en el colegio la cátedra de filosofía.
El P. Francisco Retz, general de la Compañía de Jesús, escribiendo
al P. Carlos Brentano, provincial de la provincia de Quito, le decía:

“ Las instancias que hizo a V.R. la ciudad de Popayán para poner


desde luego un maestro de filosofía fueron tales y tan fundadas en
razón, alegando a más de esto la práctica de haberse enseñado filosofía
en aquel colegio en tiempos pasados, que hizo bien V.R. y ha sido de mi
aprobación que desde luego les concediese un maestro de filosofía.
Los 20.000 pesos destinados a la dotación de las cátedras se
impondrán cuanto antes en cosa redituosa y segura para alimentos de
los tres maestros, procurando que estos sean tales que plenamente
satisfagan a su obligación y a la confianza que han hecho de la Compa­
ñía aquel ilustrísimo Ordinario y la ciudad”.

Y en otra carta añadía;


“ Concedo también facultad para que en el colegio de Popayán se
funden las tres cátedras que pide V.R., una de filosofía, otra de moral y
la tercera de teología escolástica, que ha dotado ya aquel ilustrísimo
prelado con los 20.000 pesos que don Cristóbal Botín dejó para la
fundación de Cali, que yo no admití, y que por la muerte de este toca
ahora al dicho señor obispo aplicarlos a una obra pía, como los aplica a

27 AGI, Quito 185.


28 Carta del cabildo de Popayán al rey; 7 enero 1745; AGI, Quito 185.
JUAN MANUEL PACHECO, S. J.
418
la erección de las tres referidas cátedras, que no dudo hayan de ser
muy útiles a la ciudad de Popayán y sus vecindades”29.

Pleito por la dotación

El 2 de enero de 1744 había ordenado el doctor Juan Nieto Polo


del Aguila, provisor y vicario general de la diócesis, a don Pedro Agustín
de Valencia, heredero de Cristóbal Botín, entregar de los bienes de este
20.000 pesos, cantidad “que desde ahora, en virtud de especial facultad
que tiene su señoría del ilustrísimo señor obispo de este obispado, la
aplica y dedica para la fundación de estudios mayores a cuidado de los
RR.PP. de la Compañía de Jesús de esta ciudad y provincia de Popayán,
con cuyos réditos se mantengan para la enseñanza de la juventud de
todo este obispado” 30.
Era don Pedro Valencia uno de los personajes más destacados de
Popayán. A él debía la ciudad la real casa de moneda, el primer acue­
ducto público y otros adelantos31.
Como no tuvo lugar la fundación de ios colegios de Cartago y Cali,
don Pedro de Valencia había entregado 25.000 pesos al hospital de Po­
payán, y recurrido a la Santa Sede para que declarase que los 20.000
pesos restantes del legado de Botín, en atención a que había renunciado
la Compañía de Jesús a las fundaciones propuestas, se incorporaran a
la herencia y quedaba libre Valencia de toda ulterior obligación.
Al recibir la orden del vicario, Valencia representó la consulta que
había elevado a la Santa Sede y añadió el parecer de varios juristas se­
gún los cuales este legado había caducado y pasado a los herederos32.
Con todo, añadió, si Su Santidad comete al prelado de Popayán la con­
mutación y aplicación de los 20.000 pesos, conviene en que se apliquen
a la fundación de las cátedras, “con la condición que para honra y me­
moria del testador, y a favor de los descendientes de don Pedro de Va­
lencia, mi padre, heredero del dicho don Cristóbal Botín, se funde,

29 JOSE JOUANLN, S.J.- Historia de la Compañía de Jesús en la antigua provincia de Quito,


II, 215-216.
30 “Autos de D. Pedro Balencia sobre una conmutación de veinte mil pesos"; ANB, Conven­
tos, t. 16 (532) fol. 689-689 v.
31 JOSE MARIA ARBOLEDA LLORENTE: P a y tm e s e s ilu s tr e s , BHA 36 (1949) 13-14.

32 Pareceres de los doctores José Joaquín de la Rocha (Popayán, 27 abril 1744), Fernando
Antonio Gómez de Molina (Santafé, 9 mayo 1738) y Antoniode Verástcgui (Santafé, 15
julio 1739), en A u t o s fols. 689 v - 697.
LAS UNIVERSIDADES
419

embebida en los 20.000 pesos una beca, para que por línea recta puedan
gozarla los dichos sus descendientes”33.
Pocos días después consignaba Valencia los 20.000 pesos, catorce
mil en moneda usual, y los 6.000 restantes a cargo de don Tomás Valen­
cia, residente en Quito, quien los reconocería a censo. Los consignaba
“bajo la protesta de que si Su Santidad fuese servido de declarar que
pertenecen dichos veinte mil pesos al heredero del remanente que nom­
bró dicho don Cristóbal, se hayan de devolver”34.
Como don Tomás Valencia no admitiese la libranza de los $ 6.000,
se obligó don Pedro Agustín a entregar la totalidad de los $ 20.000,
como lo hizo el 18 de junio de 1745.
Dos años después llegaba a Popayán el breve del Papa Benedicto
XIV, fechado en el Quirinal el 21 de agosto de 1746, en el que se de­
claraba pertenecer a la herencia el legado de los S 20.00035. Inmediata­
mente los presentó Valencia al obispo, señor Figueredo. Como en el
breve no se mencionase la conmutación hecha por el prelado, y se afir­
mase en él que Botín no había consentido en ninguna conmutación,
aun en caso de que no se realizaran las fundaciones pretendidas, se orde­
nó a Valencia probar este último punto. El pleito se continuó en un
ambiente que se hizo tenso y en el que no faltaron las frases hirientes.
La setencia, dictada el 23 de diciembre de 1747, mandó suspender la
ejecución del breve pontificio y absolvió al colegio de la devolución de
los $ 20.00036.
Valencia apeló ante el tribunal del arzobispo de Santafé; el arzo­
bispo, que lo era don Pedro Felipe de Azúa, revocó la sentencia dada
por el tribunal eclesiástico de Popayán, por no entrar en las facultades
de los obispos el suspender las decisiones de los tribunales superiores37 ~
El P. Francisco Rauber, apoderado del colegio de Popayán, inter­
puso apelación ante el obispo de Cartagena; y a su vez el apoderado de
Valencia reclamó a los jesuítas el pago de los intereses corridos de los
$ 20.000, intereses que ascendían a $ 9.000. En Cartagena se revocó, en
febrero de 1752, la sentencia del arzobispo de Santafé, y se ordenó tras­
ladar la causa a los tribunales de Madrid y Roma.

33 Memorial de Pedro Agustín de Valencia, ibid., fols. 697 ■ 698.


34 Memoria! de Pedro Agustín de Valencia, Vid., fols. 7-lv 702.
33 Breve de Su Santidad Benedicto XIV; ibid. fols. 706 v - 707 v.
36 Decreto del 23 de diciembre de 1747; ibid. fols. 732-733.
37 Sentencia del 10 mayo 1751; ibid. fols. 782- 783.
JUAN MANUEL PACHECO, S. J.
420

Entre tanto Valencia había obtenido en Roma, del Tribunal de la


Rota, unas letras ejecutoriales en las que se mandaba al colegio de Po-
payán devolver los S 20.000 y sus intereses. Pero al llegar estas letras al
Consejo de Indias ordenó retenerlas. No obstante esta decisión del Con­
sejo, el provisor de la diócesis de Popayán expidió el 6 de abril de 1761
una ejecutoria en favor de Valencia, mandando al colegio devolver los
$ 20 . 000 .
El P. Lorenzo Ricci, general de la Compañía de Jesús, resolvió
renunciar al derecho que pudiera tener la Compañía de Jesús, y en con­
creto el colegio de Popayán, sobre el discutido legado. En vista de esto,
el Consejo de Indias dispuso que se observara el breve pontificio de
1746, pero que se reprendiera al arcediano don Andrés de Valencia, y
al provisor don José Correa, por haber mandado ejecutar el despacho de
la curia romana que estaba retenido en el Consejo38.
Duro fue el golpe que recibió el colegio, pero lo mitigó don Pedro
Agustín de Valencia, cediendo en favor del colegio los intereses corridos
del capital, los costos del pleito que ascendían a diez mil pesos y do­
nando para la Biblioteca del colegio más de $ 50 039. Uno de sus hijos,
Pedro Vicente, entró no mucho después en la Compañía de Jesús; fue
uno de los jesuítas que emprendió el camino del destierro, por orden
del rey Carlos IIL y murió en el viaje, en Las Cruces (Panamá), el 19 de
noviembre de 1767, cuando solo contaba 28 años de edad40 .
Por otra parte varias personas de Popayán se apresuraron a ayudar
al colegio para que pudiera subsistir la Academia o Universidad, que ya
venía dando sus frutos. Un grupo de vecinos hizo una donación de siete
mil pesos, y otro, que ocultó su nombre, otra de seis mil41. No sabemos
si esta última donación es la misma que hizo el obispo de Popayán don
Diego del Corro, para dotar una cátedra de teología moral, a la que de­
bían asistir los eclesiásticos de la ciudad42.

38 Memorial del P. Jaime de Torres S.J. al Consejo de Indias; consulta del Consejo de Indias
de 16 febrero 1762: AGI,Quito, S97.
39 PEDRO VARGAS SAKZ, C.M.: H isto r ia d e l R e a l C o le g io S e m in a r io d e S an F rancisco de
A s i s d e P o p a y á n , p. 456.

40 JOSE JOUANEN: H is to r ia d e la C o m p a ñ ía d e J e s ú s e n la a n tig u a p r o v in c ia d e Q uito, II,


748; GUSTAVO ARBOLEDA: D ic c io n a r io b io g r á f ic o y g e n e a ló g ic o d e l a n tig u o departe
m e n tó d e l C a u ca (3a. edición, Bogotá, 1942) p. 449.

41 PEDRO VARGAS SAKS: op. cit, p. 456 -457,


42 Memorial de Francisco Basilio de Angulo, procurador de Popayán; 25 agosto 1772; AS'B,
Temporalidades, t. 21 (2097) fol, 84; PEDRO VARGAS SAEZ: op. cit. p. 482- 483.
LAS UNIVERSIDADES
421

Los grados

La Academia o Universidad de San José, tal fue el nombre que


adoptó, no había esperado especial facultad para empezar a otorgar
grados. Los jesuítas creían tenerla en virtud de varios breves pontificios
como los de Paulo V, Carissimi in Christo, de 11 de marzo de 161943,
y Gregorio XV, ín supereminenti, de 8 de agosto de 162144 y de la real
cédula de Felipe III, de 2 de febrero de 1622, que facultaba a la Compa­
ñía de Jesús para otorgar grados académicos en los colegios distantes de
las universidades públicas45.
Los primeros grados de bachilleres y maestros en filosofía se con­
firieron el 25 de febrero de 1748 a don Francisco y a don José Monte­
negro y a seis estudiantes más, siendo rector el P. Lucas Bruno Satta,
nacido en Cerdeña y venido a América en 173 146. Los últimos grados
se otorgaron dos meses antes de la expulsión de la Compañía de Jesús
de los dominios españoles, el 8 de junio de 17674748.

Entre los graduados en la Academia de San José se contaron: don


Joaquín Mosquera y Figueroa (1748-1830), quien fue oidor de las audien­
cias de Santafé y México, visitador de la audiencia de Caracas, minis­
tro togado del Consejo de Indias y miembro de la Junta de Regencia de
España en 18124is; su hermano, José María Mosquera y Figueroa (1752-
1829), gobernador de la provincia de Popayán en 1814, y padre de Ma­
nuel José Mosquera, arzobispo de Bogotá, y de Joaquín y Tomás, presi­
dentes de Colombia; Francisco Antonio Rodríguez (c .l750-1817),
doctor en derecho, miembro de la Tertulia Eutrapélica de Santafé y
alcalde provincial de Popayán49 ; Tomás Antonio Quijano (1750-1817),
muy versado en ciencias, miembro de la sociedad patriótica “Escuela de

4J FRANCISCO JAVIER HERNAEZ, S.J.: Colección de bulas, breves y otros documentos


relativos a la Iglesia de América y Filipinas, II, 446 - 447. El mismo breve se dio a los jesuítas.
44 Ibid. II, 447.
45 Ibid. II, 448.
46 JAIME ARROYO: Historia de la gobernación de Popayán, 2a. parte, P o p a y á n , n. 162
(enero 1936) p. 28; JOSE JOUANEN, op. cit. II, 746.
47 JAIME ARROYO; art. cit. p. 28.
48 JOSE MARIA RESTREPO SAENZ: Biografías de los mandatarios y ministros de la Real
Audiencia, p. 388 - 393.
49 JÓSE MAREA VERGARA Y VERGARA: Historia de la literatura en Nueva Granada (3a.
edic.) II, 71-75.
JUAN MANUEL PACHECO, S. J.
42">

la Concordia” de Quito50 y Gregorio Ignacio López Garrido, afamado


teólogo51.

Los catedráticos
Los últimos catedráticos de la Academia de San José fueron los
PP. José Fernández52 de teología dogmática, José Garrido53 de teología
moral, y el conocido historiador ecuatoriano Juan de Velasco54 de filo­
sofía. Del P. Garrido se cita en el inventario de la biblioteca del Colegio
de Popayán un manuscrito titulado “De scientia Dei” y un “Curso de
arte” o filosofía55.
El P. Mateo Folch era, en tiempos de la expulsión, prefecto de
estudios y director de la Escuela de Cristo56. Había nacido en Cambrils
(España) en 1722 e ingresado en la Compañía de Jesús en 174157. Fue
profesor de teología en la Universidad Gregoriana de Quito. De sus años
de profesorado se conservan varios tratados teológicos, como “Tracta­
tus scholastico-theologicus de divina scientia media” , “Tractatus theolo­
gicus de essentia et attributis Dei” , “Tractatus theologieus de quo divus
Thomas angelice disputavit, la. Parte a quaestione 50 ad 64 et alibi”58.
En Popayán se conserva otra obra suya: “Methaphysica aristotélica ad
mentem utriusque doctoris Angelici et Exmii, iesuitica methodo con­
cinnata” 5960! El P. Folch murió desterrado en Ravena (Italia) el 7 de julio
de 17816?..

50 GUSTAVO ARBOLEDA: Diccionario biográfico y genealógico del antiguo depar!amento


del Cauca, p. 292, 365.
51 Ibid, p¡ 292, 293.
52 El P. Antonio José Fernández nació en Tuy (España) en 1725: se hizo jesuíta en 1743;
murió desterrado en Ravena (Italia) el 12 de abril de 1807, JOSE JOUANEN: op. cit. 11,731.
53 El P. José Garrido nació en Loja (Ecuador) en 1741; murió en Faenza (Italia) el 26 abril
1780; JOSE JOUANEN: op. cit. 11, 733.

54 Del P. Juan de Velasco hablaremos más adelante.


55 Archivo del Seminario de Popayán, ieg. A, doc. 5,
56 JOSE JOUANEN: op. cit. II, 574,
57 Ibid. ]|, 732.

58 MIGUEL SANCHEZ ASTUDILLO, S.J.: Textos de catedráticos jesu ¡tas en Quito colonial,
p. 97.
59 PEDRO VARGAS SAEZ, C.M.: Historia del Real Colegio Seminario de San Francisco de
Asís de Popayán, p. 463 - 464.
60 JOSE JOUANEN, op. cit. II, 732.
LAS UNIVERSIDADES
423

El último rector de la Academia de San José fue el P. Francisco


Javier Azzoni. Había nacido en Praga en 1717, y entrado en el novi­
ciado de la provincia de Bohemia en 1732. Antes de venir a América
había publicado en Praga, en 1752, las obras tituladas: “Examen lumi­
nis celebrem controversiam de ratione sive substantia, sive accidentis
luci tribuenda discutiens, ternis articulis definitum” y “Epitome selec­
tarum quarumdam exercitationum scholasticarum quibus diversa philo­
sophorum systemata discutiuntur”61. Desterrado, regresó a su patria y
murió en Praga en 178662 .

61 JOSE EUG. DE URIARTE - MARIANO LECINA, S.J.: Biblioteca de escritores de la


Compañía de Jesús pertenecientes a la antigua asistencia de España, 1, 400.
62 El P. Jouanen (op. cit. Ii, 725) señala la muerte del P. Azzoni el 5 de julio de 1788.
CAPITULO II

TEOLOGOS Y FILOSOFOS

I—P. Juan Martínez de Rjpalda

Biografía

Un notable teólogo aparece entre los profesores de la Universidad


Javeriana a finales del siglo XVII: el P. Juan Martínez de Ripalda1 cuyo
nombre ha salido repetidas veces en las páginas de esta historia. Había
nacido en Olite (Navarra) hacia 1642 e ingresado en la Copanía de Jesús
el 20 de septiembre de 16592. Tenía solo veinte años de edad cuando
vino al Nuevo Reino en 1662, siendo aun estudiante, en la expedición
del P. Pantoja3*. Sus estudios de filosofía y teología los cursa en la Uni­
versidad Javeriana. Recién ordenado de sacerdote es nombrado ministro
del colegio-seminario de San Bartolomé, cargo que desempeñó durante
varios año^, hasta que fue nombrado rector del mismo colegio en 16835
Ya era catedrático de la Universidad Javeriana desde 16776 7. Más tarde
fue designado procurador general de la provincia, oficio que ejercía en
los años de 1687 y 1691 ^ .
En la congregación provincial reunida en septiembre de 1695, la
que fue presidida por el P. Diego Francisco Altamirano, visitador, fue

1 Sobre el P. Martínez de Ribalda, cfr. CARLOS SOMMERVOGEL: Bibliothèque de la Com­


pagnie de Jesús, V, 643; JOSE DEL REY FAJARDO, S.J.: Bio-bibliografia de los Jesuítas
en la Venezuela colonial, p. 327-331.
2 Cfr. JOSE DEL REY FAJARDO: op. cit. p. 327,330.

3 Cfr. JUAN M. PACHECO: Los jesuítas en Colombia, II, 486.

^ Catálogos 1671, 1678.

5 JOSE RESTREPO POSADA: Rectores del Colegio-Seminario de San Bartolomé (1605-


1767), Revista Javeriana 38 (1952) 96.

6 Libro de grados de la Universidad Javeriana, fol. 411 v.

7 Catálogos 1687 y 1691.


TEOLOGOS Y FILOSOFOS
425

elegido procurador de la provincia para las cortes de Roma y Madrid.


Mientras le era posible viajar a Europa, viaje impedido por la guerra con
Francia, el P. Altamirano lo nombró rector del Colegio Máximo y de la
Universidad Javeriana el 21 de abril de 16968 . Al año siguiente salió el
P. Martínez de Ripalda para España, pero al acercarse a Cartagena supo
que la armada francesa, al mando del barón de Pointis, había atacado a
Cartagena, y hubo de retroceder a Mompós, en donde permaneció ocho
meses. Solo en mayo de 1698 se pudo embarcar en Cartagena9.
En 1704 apareció en Lieja su obra: De usu et abusu doctrinae Divi
Thomae10 Les Mémoires de Trévoux, revista publicada por los jesuítas
franceses, al reseñar esta obra decían:
“Hace dos años que esta obra se imprimió, pero razones particula­
res han impedido su salida hasta el presente. Veinticinco años hace que
el Consejo Superior de las Indias permitió a los jesuítas del colegio de
San tale el conferir a sus escolares los grados universitarios. Los domini­
canos se opusieron a ello; habiendo perdido su causa en España, lleva­
ron el asunto a Roma, hicieron ver allí que la doctrina de Santo Tomás
corría peligro de ser enteramente abandonada en las Indias, que los
jesuítas no tenían dificultad alguna en rechazar varias opiniones del
Doctor Angélico, etc.... El P. Martínez para destruir esta acusación frí­
vola hizo imprimir los apuntes que en tiempos pasados había dictado a
sus alumnos... Los jesuítas ganaron el proceso en 1701” 11 .
El título del libro puede confundir. No se trata de una obra en que
se exponga el recto uso de las doctrinas de Santo Tomás contra sus posi­
bles abusos. El fin que se propone el autor es mostrar cómo las enseñan­
zas dadas en la Universidad Javeriana concordaban con la doctrina del
doctor Angélico, y en cambio se apartaban de ellas los que se preciaban
de seguirlo fielmente.
En un artículo publicado en Ecclesiastica Xaveriana12 el P. Luis
Carlos Ramírez S.J. expuso así el contenido del libro del P. Martínez
de Ripalda:

B APT, Lctras annuas de la provincia del Nuovo Reìno de Granada... desdc cl ano 1694 hasta
fines de 98: APT, leg. 26.
9 CU. Los Jesttitas en Colombia. [1,219,
10 De usti et abusu doctrinae Divi Thomae prò Xaveriana Academia Collegii Sanctaefidensis
in Novo Regno Granatensi etc. Authore P. Joanne Martinez de Ripalda, Navarro ex urbe
Oiittensi, in eadem Academia Theologiae Professore, postea ejusdem Academiae et Collegii
Rectore, nunc misso Procuratore ad utramque Curiam Pontificiam ct Regiam Matritensem
... Leodii. Apud Guilielum Hernicum Strccl, Suae Serenissimae Celsitudinis Typographus.
MDCC1V, fol. 6 ff. pp. 244 et 346.
11 lin SOMMI RVOGEL: op. eit. V. 643.
12 LUiS C'ARLOS RAMIREZ, S.J.: Un libro, causa de una controversia, Ecclesiastica Xave­
riana, (Hogota) 1 (1951) 295-298.
i
JUAN MANUEL PACHECO, S. J.
426

“La obra se divide en dos partes: una filosófica, y es la primera, la


otra teológica. Aquella está dedicada ala Universidad Javeriana, esta a la
Universidad de Quito. Seiscientas ocho páginas dedica a la filosofía. De
manera exhaustiva expone el problema de los universales y con la doc­
trina de Santo Tomás, citada fielmente, refuta a quienes pretendiendo
seguirlo le imponen una concepción ajena a su propia mente.
Con brillante extraordinaria y con una lógica de férrea contextura
expone y resuelve el espinoso y mortificante problema de la distinción
entre los grados metafísicos y la agitada contienda sobre el principio de
individuación; luego, siguiendo la costumbre de la época, se explaya en
la exposición y defensa de los predicamentos, entre los cuales se detiene
particularmente en dos, la cantidad y la relación...
La parte teológica se encuentra desarrollada a lo largo de doscien­
tas cincuenta y nueve páginas. Aquí es donde se hallan las cuestiones
candentes y delicadas, origen sin duda del reclamo de los Padres Predi­
cadores, las que se relacionan con la disputadísima materia de emxiliis.
Tal controversia tenía que tener sus repercuciones también en el Nuevo
Mundo.
Abre el autor su tratado nada menos que con el problema de ia
moción divina y el concurso de Dios con las criaturas. El enunciado que
le da aquí a los diversos temas es suficiente para hacer ver que allí se
hallaba el nudo de las divergencias: De usu et abusa divirne motionis, la
semejanza que tiene con el título de la obra es suficiente testimonio de
que era uno de los puntos candentes y que tenía tan agitados a los con­
trincantes.
Da gusto ver en esta parte cómo deja establecidos ios principios
patrísticos tradicionales que deben profesar todas las escuelas, para pa­
sar luego al examen acucioso de las teorías. Como era de esperar, hace
un detenido y concienzudo análisis de la doctrina de la predeteminación
física; dedica especial atención al autor delClypeusThomis ticas, Gonet...
Al lado de esta delicada materia, necesariamente tenía que figurar
el problema central de esas controversias: el de la ciencia media. De
nuevo el título hacer ver cómo era otro de los caballos de batalla de ese
entonces: De usu eí abusa scientiae mediae. Cien páginas le son dedica­
das. Penetración, agudeza, dominio de la teología positiva y de la doc­
trina de Santo Tomás son cualidades que resaltan a lo largo de este tra­
tado. No cabe duda de que su autor, además de ser un estupendo filó­
sofo es un excelente teólogo, así se echa de ver en la forma como capta
y luégo resuelve las dificultades levantadas.contra esta doctrina, presen­
tada por el P. Luis de Molina y luégo patrocinada por toda la Orden.
La última parte del tratado teológico la dedica al misterio de la
Santísima Trinidad, menos disputada, pero muy apropiada para mostrar
destreza en el manejo de la teología y de la filosofía escolástica. Escoge
los temas más agudos: las procesiones divinas, las relaciones, en especial
se detiene en la generación del Verbo Divino. Aborda la sutil cuestión
de la subsistencia in divinis con sus consiguientes precisiones. Breve tra­
tado, si se quiere, pero de bella y sólida especulación”.
TEOLOGOS Y FILOSOFOS
427

Y luego emite el siguiente juicio sobre el valor de la obra del P.


Martínez de Ripalda
”La obra de Martínez de Ripalda es sin duda lo más denso que se
haya escrito sobre filosofía y teología en estas latitudes. El autor mues­
tra un completo dominio de estas ciencias, unido a una estupenda cla­
ridad. Ni se vaya a creer que se contenta con resumir la doctrina de otros,
tiene sus opiniones propias perfectamente defendidas, que demuestran
un maduro y muy personal estudio de los puntos más vitales. Su preci­
sión de conceptos y su recia contextura dialéctica lo hacen un tenaz
arguyente y un adversario muy serio. El conocimiento que posee de los
diversos autores y la forma como expone sus doctrinas revelan al hom­
bre de estudio reposado y al sagaz captador dei pensamiento ajeno.”

El P. Martínez de Ripalda no regresó al Nuevo Reino, pues fue


nombrado procurador de las provincias de América en Madrid. Ya deja­
mos expuesto en capítulo anterior13 el éxito que tuvo en Madird en su
porfiado empeño en lograr que el Consejo de Indias permitiése el paso a
América de jesuítas no españoles. Y en el volumen segundo14 se habló
de la parte que tuvo en la autorización dada por el Consejo de Indias
para establecer cátedras de derecho en la Universidad Javeriana y para
igualar en sus privilegios y honores a los dos colegios de San Bartolomé
y del Rosario.
Murió el P. Martínez de Ripalda en Madrid el lo. de diciembre de
170715 .

II - PROFESORES DE FILOSOFIA Y TEOLOGIA

Los catedráticos

Durante el siglo XVIII fueron numerosos los jesuítas que regenta­


ron las cátedras de Filosofía y teología. La Universidad Javeriana, ade­
más de la cátedra de filosofía, contaba con tres de teología. Dos de estos
profesores, narra el P. Gilij, “explicaban uno tras otro por la mañana
diferentes tratados especulativos, y el otro después del almuerzo explicaba
los irados morales. Pero antes de que este último profesor subiera a

13
Cfi. p. lib. ti. Cap. 1. 450.
14 II, 263-264.
15
APC, Libro quinto de la Iglesia y sacrisi ia del colegio... de Santa fé, fot. 1 86.
JUAN MANUEL PACHECO, S. J.
428

la cátedra, había también otro que daba, aunque en menos tiempo, lec­
ciones de Sagrada Escritura” 16.
Era costumbre que un solo profesor explicara toda la filosofía en
el curso de tres años. Terminado el curso de filosofía este mismo profe­
sor pasaba a explicar teología dogmática, primero como maestro de
prima y luego de vísperas. Sin embargo encontramos maestros de prima
que ocuparon esta cátedra por varios años, como el P. Pedro Choperena,
que es ya en 1748 catedrático de prima17 y lo sigue siendo en 176118.
La falta de textos impresos obligaba a los profesores a dictar, y
esto explica la relativa abundancia de manuscritos en que se han conser­
vado sus lecciones copiadas por los alumnos19. La Ratio studiorum de
los jesuítas recomendaba no dictar si los discípulos podían cómodamen­
te captar lo que habían de escribir; pero si se dictaba no debía dictarse
toda la lección de una vez sino ir dictando y explicando20.
San Ignacio ordenó en las Constituciones de la Compañía de Jesús
seguir la doctrina teológica de Santo Tomás21, pero como explicabais
Ratio no se trataba de seguirlo tan estrictamente que no pudieran apar­
tarse de él en algunos puntos, ya que los mismos teólogos de la escuela
que se confesaba tomista se apartaban de él algunas veces22.
No debía el profesor proponer, en cuestiones de alguna importan­
cia, opiniones nuevas sin consultar al prefecto de estudios, ni apartarse
del común sentir de los doctores, sino enseñar aquellas doctrinas más
recibidas en las universidades católicas23.
El P. Gilij, que estudió en la Universidad Javeriana, habla de los
PP. Jerónimo Godoy y Nicolás Cancela que dieron “una mejor forma a
las sutilezas de la filosofía peripatética” . Hubiera deseado, escribe,
“para el cultivo de los buenos talentos de los hispanoamericanos: geo­
metría, por ejemplo, historia natural, historia eclesiástica, griego y he­

16 FELIPK SALVADOR G1L1J: Ensayo de Historia Americana. Estado ptesente dela Tima
Erinne, p. 286.

17 ANB, Notaiia la ., 1 . 175, fol. 84.

18 ANB, Medicos y abogados, t. 3, fol. 927.

19 Sobre estos manuscritos, cfi. JOSE MANL1EL RIVAS SACCON1; Et Latin en Colombia
(1949) p. 89-93.

20 Ratio atque Institutio studiorum. Regulae communes, 9,

21 Societatis lesu Constitutiones, P. IV, c, 14, 1 (464).

22 Ratio, Regulae professoris theologiae, 2.

23 Ibid., Regulae communes, 6.


TEOLOGOS Y FILOSOFOS
429

breo, filosofía menos sutil, teología más erudita”24. Pero no habían


llegado aun al Nuevo Reino los tiempos de la Ilustración.
Reseñaremos a continuación las biografías de varios de los profeso­
res de filosofía y teología de la Universidad Javeriana, de los que aún no
hemos hablado expresamente, y de los que se conservan algunos tratados
didácticos.
P. Juan Antonio Varillas. Era santafereño, nacido el 13 de junio de
1663; ingresó en la Compañía de Jesús el 13 de junio de 16 7 8 25. En
1691 se hallaba de profesor de gramática en el colegio de Pamplona26.
Estuvo al frente del colegio de San Bartolomé como rector desde marzo
de 1699 hasta el 14 de marzo de 170227*. De esta época son dos trata­
dos suyos: “Tractatus de conscientia” (1697) y “Tractatus perutilis de
actibus humanis” (1698) que dictó como profesor de teología moral.
Del primer tratado tradujo y publicó varios capítulos Juan David García
Bacca en su "Antología del pensamiento filosófico en Colombia29.
Como rector tuvo el P. Varillas que intervenir en el ruidoso pleito con el
Colegio del Rosario sobre precedencia, con ocasión de las honras fúne­
bres del rey Carlos II29. De nuevo fue nombrado rector del Colegio de
San Bartolomé, cargo que ejerció de octubre de 1716 a abril de 172030.
Una vez más se planteó la disputa sobre precedencia en 1719 con el
Colegio del Rosario, con motivo del recibimiento del virrey Jorge de
Villalonga. El P. Varillas resolvió, como vimos, hacer una amplia infor­
mación en las principales ciudades del virreinato sobre las personas no­
tables formadas en el colegio31. En septiembre de 1724 fue nombrado
el P. Varillas procurador de la provincia, cargo que desempeñaba en

24 Felipe Salvador G1LIJ: Ensayo de historia ame riatan a. Estado presente de la l'ierra Firme
(Bogotá, 1955), 284-285.

25 Catálogos 1678,1711.

26 Catálogos 1691.

21 JOSE RESTREPO POSADA: Rectores del Colegio-Seminario de San Bartolomé (1605-


1767), Revista Javeriana, 38(1952) 96-97.

2® JOSE MANUEL RIVAS SACCONI: El Latín en Colombia, 100-101 ; FRANCISCO QUE-


CEDO: Manuscritos teológico-Alosó fie os coloniales santafereñ'-s. Ecclesiastica Xaverianp,
2 (1952) 267-268; JUAN DAVID GARCIA BACCA: Antología del pensamiento filosófico
en Colombia (de 1647 a 1761) 267 - 283.

29 Cfr. iib. I. Cap. IV. pág. 100.

30 JOSE RESTREPO POSADA: art. cit. p. 98.

31 Cfr. Varasorda, y Larrazabal. O. C. p. 185.


JUAN MANUEL PACHECO, S. J.
430

172632. Murió en Santafé el 31 de julio de 1728, siendo superior de la


residencia de las Nieves, en Santafé33 .
P. José Matías de Herrera. Tres fueron los hijos del capitán Felipe
de Herrera, alcalde de Santafé de Antioquia, y de doña J erónima de
Guetaria que ingresaron en la Compañía de Jesús: José, Francisco y
Miguel34 . El mayor, José, había nacido en Santafé de Antioquia el 24
de febrero de 165935. Empezó su noviciado, a los 16 años de edad, en
septiembre de 1675 en Tunja36, después de haber estudiado algunos
años en el colegio de San Bartolomé. Concluyó sus estudios en la Uni­
versidad Javeriana. Los primros años de sacerdocio transcurrieron en
Tunja en donde fue ministro del colegio y director de la congregación
de indios37. Llamado a Santafé fue nombrado profesor de filosofía, y
más tarde de teología. Desempeñó además los cargos de prefecto de
estudios de la universidad y de rector del colegio de San Bartolomé de
1697 a 169938. Los años de su rectorado fueron de tirantez entre el
colegio y el arzobispo fray Ignacio de Urbina39. Se interesó por la fun­
dación de cátedras de derecho en la Universidad Javeriana40. Los últimos
años los pasó en el colegio de Cartagena, en donde residía en Í71141.
Murió en esa ciudad el 27 de septiembre de 171642.
De su labor docente en la cátedra de teología queda un tratado
titulado: “Tractatus de sacrosaneto Triados mysterio” { 1698)43.

32 ANB, Notaría 3, t. 153, fol. 186; t. 156, fot 216.

33 APC, Libro 5o. de la iglesia y sacristía,., del colegio rie Santafé, fol. 189 v.; ARS1, Hlst.
Soc, 50.; Biblioteca Nacional de Colombia, Mss. 105; Libro de la iglesia y sacristía de este
colegio de Tunja... fol. 150.

34 Cfi. DANIEL RESTREPO, S.J.: El Colegio de San Bartolomé, p. 119.

35 Catálogo 1711.

36 Catálogo 1678.

37 Catálogos 1684, 1687.

38 JOSE RESTREPO POSADA: art. cit. p. 96.

^ Cti. t. \\, p. YlA-YiS.

40 Cfr, t. II, p, 261-262.

41 Catálogo 1711.
42 a , é
Supl, catalogo 1715; APC„ Libro 5o. de la iglesia y sacristía.,, del colegio de Santafé, fol.
188 v.

43 JOSE MANUEL R1VAS SACCONI: El Latín en Colombia, p. 101; FRANCISCO QUE-


CEDO: art. cit. p. 240-241.
TEOLOGOS Y FILOSOFOS
431

P. Francisco de Herrera. Hermano del anterior, y como él nacido


en Santafé de Antioquia hacia 166844. Vistió la sotana del jesuíta el 26
de mayo de 168545. En Santafé fue profesor de gramática latina en
169146. Fue catedrático de filosofía y teología47, y rector del colegio
de San Bartolomé de enero de 1704 a octubre de 170848*50. Murió a la
temprana edad de 41 años, el lo. de marzo de 1709 en Santafé45.
Se conserva una obra suya: “Tractatus de soneto sacramento pae-
nitentiae” (1704)so.
P. Juan Manuel Romero. Del P. Romero se conserva en la Biblio­
teca Nacional de Bogotá un Tractatus de peccatis, que dictó en 1697,
como catedrático de teología moral51. Había nacido en Santafé e! lo.
de enero de 1663 y entrado en la Compañía de Jesús el lo. de septiem­
bre de 167952. Sus estudios eclesiásticos los realizó en la Universidad
Javeriana53. Ordenado de sacerdote, fue nombrado párroco de Fonti-
bón en 169154. Se le llamó a la Universidad Javeriana para que ocupara
la cátedra de teología moral, cargo que debía unir en 1704 con el de
procurador del colegio de Santafé55. De 1709 a 1713 gobernó el cole­
gio-seminario de San Bartolomé como rector56; al mismo tiempo era
prefecto de estudios de la universidad57 .E n 1718 aparece en el catálogo

44 Catálogos 1687, 1702.

45 Catálogo 1687.

46 Catálogo de 1691.

47 GUILLERMO HERNANDEZ DE ALBA: Documentos pata la historia de la educación en


Colombia, III, 78.

46 JOSE RESTREPO POSADA: art. cit. p. 97.

45 APC. Libio 5o. de la iglesia y sacristía... del colegio de Santafé, fol, 186 v.

50 JOSE MANUEL RIVAS SACCONI: op. cit. p. 101; FRANCISCO QUECEDO, art. cit. p.
268.

52 Catálogo 1711.

53 En 1684 estudiaba teología en Santafé.

54 Catálogo 1691.

55 En diciembre de 1704 vende, como procurador del colegio de Santafé, un negro al alférez
Juan José Salas; ANB, Notaría 2a.,t. 92, fol. 316.

56 JOSE RESTREPO POSADA: ait. cit. p. 97.

57 Catálogo 1711.
JUAN MANUEL PACHECO, S. J.
432

de la provincia de este año como vicerrector del colegio-noviado de


Tunja; en este cargo sirve de testigo de la entrega que hace el corregidor
José de Mendiburu de la causa que seguía a su antecesor Juan Antonio
Espinosa de los Monteros58. En los años siguientes es rector y maestro
de novicios en el mismo colegio hasta 172159. Vuelve a Santafé con el
cargo de rector, por segunda vez, del colegio de San Bartolomé, recto­
rado que ejerce de 1721 a 1725. Su gobierno no satisface por su dema­
siada condescendencia con los convictores,el P. Miguel Angel Tamburini,
general de la Compañía de Jesús, lo atribuía a la edad del P. Romero y
sus muchos achaques60. Cuando el P. Tamburini escribía esta carta ya
había muerto el P. Romero en la misma ciudad de Santafé, el 7 de junio
de 172661.
P. Juan José Romeo62. Él P, Romeo, nacido en Falces (Navarra,
España) en 1683, fue recibido en la Compañía de Jesús el 3 de mayo de
1701, con destino a una de las dos provincias del Nuevo Reino o de
Quito63. Se le escogió para la primera y vino a Cartagena en 170564.
En 1711 se encontraba en el noviciado de Tunja en Tercera Probación y
en 1713 en Cartagena de ministro y profesor de gramática latina65,
aparece de misionero en los Llanos de Casanare en 171866 y al año si­
guiente acompañó al P. Capuel en un viaje de exploración por el río
Orinoco67 . Fue llamado luego a Santafé, y de su enseñanza como profe­
sor de teología quedan dos manuscritos: '!Disputationes de Sacramento

Catálogo 1718; CLISES ROJAS; Corregidores y Justicias Mayores de Tunja... 493.

59 Catálogo 1720.

60 JOSE RESTREPO POSADA; art. cit. p. 98, Carta del P. Tamburini al provincia!; Roma, lo
marzo 1727; APT, leg. 132,fol. 284 v.

61 APC. Libro 5o. de la iglesia y sacristía del colegio... de Santafé, fot, 137 v.

62 Cfr. JOSE DEL REY FAJARDO, S.J.: Bio-bibliografía de los Jesuítas en la Venezuela Co­
lonial, p, 483-484.
63 *
APQ, leg. 5.: Catálogo de tos sujetos de las Misiones del Nuevo Reino y Quito.

64 Expedición de 1705; JOSE DEL REY FAJARDO, S.J.: Documentos jesuíticos relativos a
la historia de la Compañía de Jesús en Venezuela, III, 25.

65 Catálogosde 1711 y 1713,

66 Catálogo de 1718.

67 Informe del P. Juan Capuel; Casanare, 17 enero 1720, en JOSE DEL REY FAJARDO: op.
cit, li. 307.
TEOLOGOS Y FILOSOFOS
433

Eucharistiae ” dictado en el curso de 1721-1722, y "Disputatio de divi­


na grafía ", posiblemente materia del curso anterior68.
Atendiendo a sus deseos los superiores le permitieron volver en
1725 a sus misiones del Llano69 , Al hablar de las misiones nos referire­
mos a sus fatigas entre los guahivos de la reducción de Concepción de
Cravo. Su débil salud sufrió quebrantos y hubo de salir de la misión.
En 1736 se encontraba en Cartagena con el cargo de prefecto de estu­
dios, y allí murió el 7 de diciembre de 174170.
P. Francisco Cataño71. En 1721 era profesor de vísperas en la
Universidad Javeriana, y en este año explicaba el tratado De angelis7273.
En 1725 comenzó a explicar el tratado De ftde72. Con anterioridad
había sido profesor de teología moral74 .
Había nacido el P. Cataño en Medellín el 14 de julio de 16 7 875,
en el hogar del teniente general de la gobernación de Antioquia y alcal­
de de Medellín, Francisco Cataño Ponce de León, y de María de Castri-
Uón76 . Estudiaba en el colegio de San Bartolomé cuando decidió hacer­
se jesuíta77 e ingresó en el noviciado de Tunja el 21 de abril de 170078.

68 FRANCISCO QUECFDO: art. cit. p, 246-247, En el prólogo de su tratado De divina gratta


alude el P, Romeo a su vida de misionero.

69 JUAN DE RIVERO, S.J.: Historia de las Misiones,.. (Bogotá, 1956) 1. 6, c. 7, p. 421. So-
bie la fecha, cfr. JOSE DEL REY FAJARDO, S.J. Bio-bibliografia... p. 484, nota 7.

Catalogo 1736; APC. Libro 5o. de la iglesia y sacristía del colegio,., de Santafé, fol. 109;
ARSI, Hist, Soc, 53,

71 Cfr. JOSE E, UR1ARTE - MARIANO LEClNA: Biblioteca de escritores d e la Copan ia de


Jesús... II, 200;JOSEDEL REY FAJARDO: Bio-bibliografio... p. 132-133.

72 JOSE MANUEL RIVAS SACCONI: op. cit. p. 105-106 ; FRANCISCO QUECEDO: art. cit.
P, 246,

73 MIGUEL SANCHEZ ASTUDILLO, S.J.: Textos de catedráticos jesuítas en Quito Colonial,


p. 112, n. 300.

74 Catálogo 1711.

75 Ib id .

76 Renuncia del P. Cataño a sus bienes; ANB, Notaría 2, t. 92, fot. 104, DANIEL RESTRE­
PO, S.J,: El Colegio de San Bartolomé, p. 120-121.
77
Lista de ios ilustres alumnos del Colegio Real Mayor y Seminario de San Bartolomé...;
GUILLERMO HERNANDF.Z DE ALBA: Documentos para la historia de la educación en
Colombia, III, 78.
7S Catálogo de 1702,
JUAN MANUEL PACHECO, S. J,
434

Fue nombrado rector del colegio de San Bartolomé en 1726 y lo gober­


nó hasta noviembre.de 172979. Siendo rector del colegio dictó un curso
sobre el sacramento del matrimonio, copiado por Pedro Maldonado80.
Había sido nombrado rector del colegio de Cartagena81 cuando fue ele­
gido en 1729 por la congregación provincial procurador de la provincia
para Madrid y Roma. Viajó al año siguiente a Europa, junto con el P.
Meaurio, procurador en primer lugar. Estando en España escribió en ele­
gante latín un breve elogio de la obra Defmitionarium morale del sacer­
dote santafereño doctor Juan Bautista Toro, en que da una muestra de
su conocimiento de los poetas clásicos. Regresó en 1735 con una ex pe­
dición de 56 misioneros82 y reasumió en Santafé su cátedra de teología83.
Fue de nuevo rector de San Bartolomé de 1743 a 175184, y en el
primer año nombrado era también prefecto de estudios de la Universi­
dad J averia na85. Murió en la capital del Nuevo Reino el 7 de mayo de
175586.
P. Juan Andrés de Tejada87. Era cartagenero, nacido el 26 de di­
ciembre de 166 3 88 y jesuíta desde el 10 de julio de 168089. En la Uni­
versidad Javeriana cursó sus estudios de filosofía y teología. En 1691,
ya sacerdote, fue destinado a la isla de Santo Domingo como profesor
de gramática latina90. Varios años vivió en esta isla y llegó a ser cate­
drático de filosofía y teología, rector del colegio y comisario de la Inquí-

79 JOSE RESTREPO POSADA: art. cit. p. 98.

80 FRANCISCO QUECEDO art. cit. p. 269.

81 Carta del P. Tamburini al P. Diego de Tapia; lo . junio 1729; APT, leg. 132,fol. 290.

82 Expedición de 1735; JOSE DEL REY FAJARDO, S.J.: Documentos jesuíticos... 111, 32.

Catalogo 1736. En 1738 era superior de la residencia de las Nieves en Santafc (Catalogo
1738).

84 JOSE RESTREPO POSADA: art. cit. p. 99.

85 Firma como prefecto en 1743 el grado de maestro en filosofía de Rafael del Pulgar; ANB,
Notaría 1, t. 175, fo). 81-82.

86 ARSI, Cathalogii 1754-1755, Supplementum 1 i. et 2 i. Libro de la Iglesia y sacristía de es­


te Colegio de Tunja... Biblioteca Nacional (Bogotá) Mss. 105, fol, 160.

87 JOSE DEL REY EAJARDO, S.J.: Bio bibliogra¡ia de los/esuitas en la Venezuela Colonial
p. 537-538.
88 Calálogo 17) I.
89 Catálogos 1684, 1691.
90 ,
Catalogo 1691. Sobre su viaje a Santo Domingo, cfr. 11,440-441.
TEOLOGOS Y FILOSOFOS
435

sición, pero hubo de salir de Santo Domingo apresuradamente por la


persecución del gobernador Guillermo Morphy91. Después de residir
algún tiempo en los colegios de Mérida y Tunja, llegó a Santafé en don­
de se encargó de dirigir la congregación de Nuestra Señora de Loreto92
y de la cátedra de teología. Se conservan los tratados: Elucidationes in
gratia actuali et habituali y De merito copiados por sus discípulos93.
Dictaba este último tratado cuando le sobrevino la muerte el 9 de no­
viembre de 172294.
P. Luis Chacón. Se conservan de este catedrático de la Universidad
Javeriana tres manuscritos filosóficos y uno teológico copiados por el
que fue más tarde gobernador del arzobispado de Santafé, José Grego­
rio Quijano. El primero de los tratados filosóficos es el De physica, que
se guarda en el Colegio de San Bartolomé de Bogotá y corresponde al
curso de 1735-17369S ; el segundo se titula Disputationes methaphysicae,
dictado en el año escolar 1736-1737, y el último Disputationes in libros
Aristotelis De anima (1737)96. A estos dos últimos manuscritos está
unido el Tractatus scholasticus et tehologicus de Dei scientia, que dictó
el P, Chacón con catedrático de vísperas de teología en el curso 1738-
173997.
Su discípulo Díaz Quijano dejó consignado el aprecio que sentía
por el P. Chacón en una nota que puso al final de las Disputationes
me thaphysicae: “Esta obra fue leída y terminada por mi preceptor de
filosofía, el amabilísimo y doctísimo P. Luis Chacón. Es lucidísimo
esplendor de esta Universidad Javeriana y ejemplo singular de peniten­
cia y castidad”98.

91 Cfr. lib. I. Cap, IV. pág. 100.

92 ANB, Curas y obispos, 1. 19 (853) fol. 350, 379.

93 JOSE MANUEL RÍVAS SACCON'I: op. cit. p. 105-106; FRANCISCO QUHCEDO: art.
cit., 244-245.

94 FRANCISCO QUECEDO; art. cit. p. 245; ARS1, Supplem. lí et 2i Catalog. 1722-1723;


ANB, Libro de la Iglesia y sacristía de este Colegia d e Tunja... Biblioteca Nacional (Bogotá)
Mss. 105, fol. 149.
Q5
El Mss forrado en pergamino carece de portada y comienza en el fol. 59. En el lomo se lee
“P, Chacón”, y al final de la obra se encuentra una anotación firmada por el bachiller José
Gregorio Quijano en la que afirma que en el curso de física "tuve conclusiones con mi
maestro e! P. Luis Chacón de la Compañ ía de Jesús” el 6 de julio de 1736. Dos folios anota
que esta obra se terminó el 24 de julio de 1736.

96 FRANCISCO QUECEDO: a rt. c i t . p. 284-285.

97 Tbid. p. 247-248.
9» Ibid, p. 285.
JUAN MANUEL PACHECO, S. J.
436

Pocas noticias tenemos del P. Chacón. Había nacido en Huete (Es­


paña) el 5 de enero de 1705 y entrado en la Compañía de Jesús en enero
de 1720" . Tenía 18 años cuando vino al Nuevo Reino, en 1723, siendo
aun estudiante99100. En el catálogo de 1736 figura como profesor de filo­
sofía y en el de 1738 lo era de teología. En 1743 era profesor de prima
de teología101. Murió en Santafé el 30 de enero de 1747102 .
P. Simón Wynants103, Se conserva un tratado suyo: Controversia
de Deo trino etuno, copiado por José Quijano, y dictado en 1737 cuan­
do era catedrático de Sagrada Escritura104. Era el P. Wynants belga, y a!
venir a América en 1705105106 castellanizó su apellido llamándose Vinans,
Había nacido en la población flamenca de Alost en septiembre de 1669
y héchose jesuíta el 26 de septiembre de 1687100 . Fue profesor de lati­
nidad en Courtrai y de humanidades y retórica en Dunkerque107. Siendo
sacerdote vino a la provincia del Nuevo Reino, y en 1711 se encontraba
en el colegio de Tunja108. Fue rector del colegio de Mompós de 1715 a
1720109. En 1736 ya era catedrático de Sagrada Escritura en la Univer­
sidad Javeriana110 y continuaba al frente de esta enseñanza en 1740 y
1741, pues figura con este título en las aprobaciones que dió para la
novena de San Pablo del doctor José de Texeira y Mena11112y la de Nues­
tra Señora del Socorro del doctor Bernardo José García113. Los últimos

99 Catálogo 1736.

100 Expedición de 1723; JOSE DEL REY 1' AJARDO, S.J.: Documentos jesuíticos... 111,30.

101 Catálogos 1736 y 1738: Título del doctor Rafael del Pulgar; ANB, Notaría 1, t. 175, fol.
81-84.
1 C \1 *
Biblioteca Nacional (Bogotá) Mss. 105: Libro de la Iglesia y sacristía de este co le ro de
Tunja... fol. 157. En ARSI, Hist. Soc. 53, se da la fecha del 20 de enero de 1747.

103 Cfi. CARLOS SOMMERVOGEL: BiblíotM que de la Compagnie de Jesús, Vil 1,1035-1036

104 1-RANCISCO QUECEDO: art. cit. p. 250.

Expedición de 1705; JOSE DEL REY I'AJARDO. S.J.: Documentos jesu i tic os... 111, 24.

106 Catálogo 1711.

107 CARLOS SOMMERVOGEL: op. cit. VIH, 1035-1036.

108 Catálogo 1711,

109 Catálogo 1718, 1720.

110 Catálogo 1736.

111 BANCO DE LA REPUBLICA: Incunables bogotanos, Siglo XVI11, p. 66.

112 ERANCISCO QUECEDO: art. cit. p. 250.


TEOLOGOS Y FILOSOFOS
437

años del P. Wynants transcurrieron en Santafé, dedicados a los minis­


terios sacerdotales, y en esta ciudad murió en enero de 1759113 .
P. José Rojas. Era natural de Río de Oro, en donde había nacido
el 2 de febrero de 1688. A los 17 años de edad entró en la Compañía
de Jesús el 17 de septiembre de Í705114 . Hizo sus estudios en la Univer­
sidad Javeriana. En 1718, ya sacerdote, se encontraba en el colegio de
Pamplona. Fue rector del colegio de San Bartolomé de enero de 1736 a
octubre de 1738115. Durante este gobierno el arzobispo Alvarez de Qui­
ñones fundó, en marzo de 1736, cuatro becas perpetuas en el colegio116.
Debió de seguir enseñando teología, pues en el año escolar 1738-1739
dicta como profesor de prima de teología el tratado De proemialibus
tehologiae et disputationibus gratiae actualis; en el prólogo de este tra­
tado afirma que ha enseñado teología siete años continuos, pero un ho­
nor conferido por la obediencia, probablemente el rectorado del colegio
de San Bartolomé, le alejó por algún tiempo de la enseñanza, a la que
vuelve con gusto117.
En los años anteriores debió de ser profesor de retórica, pues es
suyo un pequeño tratado titulado: Compertdium totius artis rethoricae,
dividido en tres libros, en los que habla especialmente de la manera de
elaborar un discurso (exordio, narración, argumentación, peroración)
y de las principales figuras retóricas, con ejemplos tomados de los clá­
sicos latinos118.
En los años de 1750 y 1751 estuvo, como ya narramos, misionan­
do la diócesis de Santa Marta en compañía del P. Antonio Julián119*.
Murió en Santafé el 10 de abril de 1755130 “
P. Jerónimo Godoy. Momposino, hijo de don Blas Godoy y doña
Sebastiana Núñez121. Había nacido el 30 de septiembre de 1713 y

11 8 L ibrode la iglesia y sacristía de este colegio de Tunja... Biblioteca Nacional (Bogotá) Mss.
105, fol. 162 v.

114 JOSE DEL REY FAJARDO: Bio-bibliografía de los Jesuítas en la Venezuela Colonial, p.
475-477.

115 JOSE RE UTRERO POSADA; art. cit. p. 98.

116 ANB, Notaría 3, t. 174, fol. 35.

117 FRANCISCO QUECEDO: art. cit. p. 248-249.

118 Biblioteca Nacional (Bogotá) Mss. 86.

119 Cfr. lib. II. Cap. XII. pág. 420.

120 Libio de la Iglesia y sacristía de este colegio de Tunja... Biblioteca Nacional (Bogotá) Mss.
IOS, fol. 160.

121 Renuncia de sus bienes; Santafé, 26 marzo 1732; ANB, Notaría 3, t. 146, fol. 340, 338 v.
JUAN MANUEL PACHECO, S. J.
438

tomó la sotana de jesuíta el 23 de enero de 1728122. Suyo es el tratado


titulado .Dialecticae seu logicales regulae, vulgo Summunculae nuncupa­
tae, copiadas por Juan Ignacio Solórzano, alumno del colegio de San
Bartolomé, y dictadas probablemente en 1742123. En 1746 era el P.
Godoy catedrático de filosofía, y como tal firma el diploma del docto­
rado en teología de Rafael del Pulgar124. En 1751 figura en el colegio
de Mompós,y en 1753 de vicerrector de este mismo colegio125. Es luego,
en 1756, rector del colegio de Santafé de Antioquia126. Murió en Santa-
fé en septiembre de 1758127 .
P. José Valls. Vino el P. Valls al Nuevo Reino, siendo ya sacerdote,
en 1750. En el registro de la Casa de Contratación se lo describe así:
“Cuerpo delgado, moreno, nariz larga, barba y pelo negro”128 . Había
nacido en Cervera (Cataluña, España) el 31 de enero de 1725, y el 7 de
diciembre de 1741 empezó su noviciado en España, Antes de venir a
América había sido profesor de gramática en Urgel. En Santafé fue pro­
fesor de teología moral129 y de esta enseñanza se conserva el “Tracta­
tus te o lógico-mora lis de conscientia” , explicado en 17 52 130, En el catá­
logo de 1763 se anota que estaba enfermo. Al ser expulsados los jesuítas
se quedó en Santafé a causa de su enfermedad131. Debió de morir en el
hospital de San Juan de Dios de Santafé en 1792, pues el 6 de noviem­
bre de ese año se ordenaba pagar al prior del hospital el entierro del P.
Valls132.
P. Pedro Choperena. Había nacido en Mompós el 2 de septiembre
de 1708 en el hogarde Don José Choperena y doña Teresa de Molina133.

122 Catálogos 1736, 1753.

123 FRANCISCO QU1 CEDO: art. cit. p. 286-287.

124 ANB, Notaría 1, t. 175, fol. 82 v - 84 v.

125 Catálogos 1751, 1753.

126 Catálogo 1756.

127 Libro de la Iglesia y sacristía de este colegio de Tunja... Biblioteca Nacional, i Bogotá), Mss.
105, fol. 162.

128 Expedición de 1749: JOSE DEL REY FAJARDO, S.J.: Documentos jesuíticos... 111,41.

129 Catálogo I7S6.

130 FRANCISCO QUECLDO: art. cit. p. 270.

131 ANB, Miscelánea 89 (1635) fol. 915.

132 ANB, Reales Cédulas, t. 23 (627) fol. 87 9.

133 Catálogo 1736, Renuncia de sus bienes; ANB, Notaría 3, t. 160, fol. 4.
TEOLOGOS V FILOSOFOS
439

Ingresó en la Compañía de Jesús el 8 de diciembre de 1725134*.En 1738


era catedrático de filosofía en la Universidad Javeriana133 y en 1743
profesor de vísperas de teología136. En el catálogo de 1751 figura ya
como profesor de prima de teología. En 1763 un estudiante de San Bar­
tolomé, en un manuscrito anónimo, registró la muerte del P. Choperena:
“el día diez y seis (de noviembre) murió el P. Pedro Choperena, maestro
de prima y prefecto de estudios, el cual permaneció leyendo veinte y
tantos años. Fue hombre muy insigne así en letras como en virtud“ 137.
De su labor docente queda un “Tractatus teologicus scholasticus de an­
gelis”, dictado en 1753, y copiado por el maestro don Pedro Maldonado.
En el prólogo declara el P. Choperena que ha explicado anteriormente
los tratados referentes a la naturaleza divina, atributos de Dios y proce­
siones y perfecciones de la Santísima Trinidad138 .
Otros dos tratados del P. Choperena se conservan en la biblioteca
de la Universidad de Antioquia: el Tractatus scholasticus de divina vo­
luntate, dictado en 1753, y el Tractatus theologicus de divina providen­
tia, correspondiente al año de 17 56*39.
P. Francisco Granados. Fue el último prefecto de estudios de la
Universidad Javeriana. Era español, nacido en Barbastro en noviembre
de 1706140, y jesuíta desde el 6 de febrero de 1732. Cuando entró en
la Compañía ya había hecho sus estudios eclesiásticos, y muy poco des­
pués de pronunciar sus primeros votos religiosos vino al Nuevo Reino,
ya sacerdote en 1735141. Su primer cargo fue el de ministro en el novi­
ciado de Tunja. Ya en 1738 figura como catedrático de teología moral
en la Universidad Javeriana142 y en 1742 lo es de filosofía, pues se con­

Era hermano del Dr. José Javier de Choperena; cfr. carta del p. Pedro al virrey Messía de
la Cerda; Santafé, 1 septiembre 1762; ANB, Empicados públicos, Miscelánea, t. 27 { 1 151)
fol. 716.

134 Catálogo 1736.


133 Catálogo 1738.

136 Grado de Rafael del Pulgar: 31 julio 1743: ANB, Notaría 1, t. 175, fols. 81-82.

137 FRANCISCO QUFCEDO: art. cit. p. 291-292, 253.

138 lbid. p. 253.

139 FRANCISCO QUECEDO: Manuscritos filoso fie o-teológicos de la Biblioteca General de la


Universidad de Antioquia en Medellín. Universidad de Antioquia, n, 147 (1961) p. 861.
Las fechas dadas en este artículo, 1793 y 1796, están erradas.

140 Catálogos 1736, 1763.

141 Expedición de 1735; JOSE DF.L REY FAJARDO, S.J.: Documentos jesuíticos... III, 32.

142 Catálogo 1736; 1738.


JUAN MANUEL PACHECO, S. J.
440

serva un trabajo suyo, dictado en este año, sobre la física de Aristóteles


143. De su enseñanza como moralista queda un “Tractatus de actibus
humanis”w .
Durante varios años estuvo ausente de la Universidad Javeriana,
pues en 1751 se encontraba de operario en Ja residencia de las Nieves
de Santafé*145 y entre los años de 1753-1763 en Cartagena, encargado
de evangelizar a los esclavos negros146. Volvió a la Universidad Javeriana,
y siendo, como dijimos, prefecto de estudios, lo sorprendió la expulsión.
En el viaje a Honda murió el 9 de agosto de 1767 y su entierro se celebró
en ese puerto147.
P. José Pagés. En la expedición misionera que vino al Nuevo Reino
en 1743 se encontraba el P. José Pagés, un joven sacerdote de 33 años,
que es reseñado por la Casa de Contratación como de “buen cuerpo,
moreno, pelo negro, barba poblada, ojos negros, dos señales de heridas,
una en la frente y otra en la barba” 148.
Había nacido en Barcelona el 15 de diciembre de 1709 e ingresado
en la Compañía de Jesús el 16 de mayo de 1727149 . Una vez en el Nue­
vo Reino se le dedicó a la enseñanza: en 1748 es profesor de vísperas de
teología y enseña en este año el “Tractatus theologico-scholasticus de
perfectionibus Christi’’150. Cuatro años más tarde, en 1752 ocupábala
misma cátedra y tema de sus explicaciones es el “Tractatus theologico-
scholasticus de iustificatiorte impiorum ac de iustorum meritis“151. En
1754 enseña el “Tractatus theologico-scholasticus de Deo-Homine sive
de divino Verbo Incamato ”152. En estos años fue el P. Pagés confesor
del virrey José Alfonso Pizarro153.

FRANCISCO QUECEDO: Manuscritos/286... coloniales santafereños.


L44
' rbid, p. 269.
145 Catálogo 1751.
146 Catálogos 1753, 1756, 1763.
147
Oficio de José Palacio a los oficiales reales de Mompós; Honda, 10 agosto 1767; ANB,
Temporalidades, t. 7 (2083) fol. 278.

148 Expedición de 1743: JOSE DEL REY FAJARDO, S.J.: Documentos jesuíticos,,. Ili, 37.

149 Catálogo 1763. Cfr, JOSE DEL REY FAJARDO, S.J.: Rio-blibliografía de los Jesu (tas en
la Venezuela Colonial, p. 425-427.
150 FRANCISCO QUECEDO: art. cit. p. 254.
151 fbid.p. 253-255.

157 FRANCISCO QUECEDO: Manuscritos filos ó tico-te ológicos de la Biblioteca General de la


Universidad de Antíoquia en Medellín; Universidad de Antioquia, n. 147 ( 1961) 862,

153 ANB, Temporalidades, i. 16 (2092) fol. 649 v.


TEOLOGOS Y FILOSOFOS
441
Ya quedó narrado cómo viajó a España, elegido procurador de la
provincia en 1757, y cómo regresó a Santafé con una expedición de
misioneros. Volvió a las cátedras universitarias, y en 1763 era profesor
de prima de teología y prefecto de estudios de la Universidad Javeriana
154, Debió el P. Pagés de mantener especial amistad con Messía de la
Cerda, pues se conservan dos cartas suyas a este virrey. Una del 26 de
enero de 1763, en la que le habla del conflicto surgido en el colegio del
Rosario por haber sido destituido el vicerrector, don Manuel de Vicuña,
lo que había causado el disgusto de los colegiales, y de lo arrepentido
que estaba el teniente de caballería don jerónimo de Mendoza y Hurta­
do, a quien pide se le dé el cuartel por cárcel15*; en la otra carta del 28
de abril de 1764 se refiere a los candidatos para la canonjía penitencia­
ria, doctores Manuel Navarro y José de Santamaría*15156.
El lo. de marzo de 1767 salía el P. Pagés para Caracas1S7 y en esa
ciudad le sorprendió la expulsión. Durante la permanencia de los jesuítas
desterrados en Ajaccio (Córcega) aparece el P. Pagés como viceprovin­
cial158. En 1774 vivía en la ciudad italiana de Fano159.
P. Francisco Javier Trías. En la biblioteca de la Universidad de
Antioquia se encuentran dos tratados filosóficos dictados por el P. Fran­
cisco Javier Trías: “De anima et generatione” (1755) y el titulado “In
Methaphysicam” (1755)160. Era el P. Trias, español, nacido en Esporlas
(Mallorca), el lo. de marzo de 1721161162.Se hizo jesuíta en diciembre de
1740152 y vino al Nuevo Reino en 1743163. Fue algunos años profesor
de filosofía y de Sagrada Escritura en la Universidad Javeriana. En 1756
desempeñaba el cargo de procurador en la residencia de las Nieves164 y

Catálogo 1763.

155 ANB, Milicia y marina, 128 (1502} fol. 181.

156 ANB, Empleados públicos, Miscelánea, 27 (11511 fols. 47-48.

157 ANB, Temporalidades, t. 16 (2092) fo. 651.

158 Synopsis historiae Societatis lesu (Lovanii, 1950) c. 667.

159 Archivo nacional de Chile, Jesuítas, 442.

160 FRANCISCO QUECEDO: Manuscritos filoso fie o-teológicos de la Biblioteca General de la


Universidad de Antioquia en McdcHín; Universidad de Antioquia, n. 147 (1961) 863.

161 Catálogo de 1763.

162 Catálogo 1763.

163 Expedición de 1743; JOSE DEL REY FAJARDO, S.J.; Documentos je s u ític o s ... III, 39.

164 Catálogo de 1756.


JUAN MANUEL PACHECO, S. J.
442

en 1763 era administrador de una de las haciendas del colegio de Santa-


fél6S. La expulsión le sorprendió en este mismo colegio.
P. José Antonio Ferraro. En la Academia Colombiana de Historia
y en la Biblioteca Nacional de Bogotá se conservan varios tratados suyos.
Son ellos “Tractatus theologico-scholasticus de Deo Trino” (1762166,
“Disputatíones theologjco-scholasticae de Deo-Homine” (1764), “Trac­
tatus bipartitus de gratia habituali et mérito” 167 y otro “De íustitia et
iure” 168.
Había nacido el P. Ferraro en Santafé de Antioquia el 24 de sep­
tiembre de 1717 e ingresado en la Compañía de Jesús el 18 de julio de
1738 en el noviciado de Tunja.169. Era hijo del capitán Juan Bernardo
Ferraro, alcalde de Antioquia, y doña Juana de Herrera17017. Hizo sus
estudios de filosofía y teología en la Universidad Javeriana. Fue maes­
tro de gramática en Cartagena y ministro del colegio de Tunja en 1751
171. En 1753 era profesor de filosofía en la Universidad Javeriana172 y
más tarde lo fue de teología173174. En 1767 había sido nombrado rector
del Colegio de Santo Domingo y de su universidad, y se dirigía a esta is­
la cuando en Maracaibo le cogió el decreto de expulsión de los jesuítas
174. En 1774 residía en Gubio (Italia)175. El P, Gilij en su obra sobre el
Nuevo Reino menciona una carta que le dirigió el P. Ferraro el 28 de
enero de 1777176.

165 Catálogo de 1763,

166 FRANCISCO QUECEDO: Manuscritos... coloniales santafereños, p, 255.

167 Ib id, p. 256.

168 Ibid. p. 272.

169 Cfr. JOSE DEL REY FAJARDO, S.J.: 8 io-bibliografía de los Jesuítas en la Venezuela
Colonia], p, 200-201.

170 Renuncia de sus bienes: ANB, Notaría 2, t. 115, fols. 334-335; GABRIEL ARANGO ME-
JIA; Genealogías de Antioquia y Caldas, (2 ed. Medellín, 1942) pp. 319-320; JOSE MA­
NUEL RIVAS SACCONI: El Latín en Colombia, p. 108, nota 62.

171 MARIA RITA LOPEZ PARDO: Los Jesuítas en Maracaibo, apend. n. 20; en Missionalia
Hispánica (Madrid) 16 (1959) 115;Catálogo de 1751.

172 Catálogo de 1753.


173 Catálogo de 1763.

174 MARIA RITA LOPEZ PARDO: art. cit. p. 115.

175 Catálogo de Archimbaud, n. 4472, en JOSE DEL REY FAJARDO, S.J. Bio-bibliografía...
p. 201.
17® FELIPE SALVADOR GILU: Ensayo de Historia Americana. Estado de Tierra Firme,
p. 364.
TEOLOGOS Y FILOSOFOS
443

P. Nicolás Candela. Fue el último rector de la Universidad Javeria-


na. Había venido al Nuevo Reino en 1735, recién ingresado en la Com­
pañía de Jesús, pues había dado comienzo a su noviciado el 23 de abril
de ese año177178. Su patria era Castalia, en el antiguo reino de Valencia, en
donde había nacido el 6 de diciembre de 1712m . Terminó en Tunja su
noviciado, y en Santafé, en la Universidad Javeriana, sus estudios ecle­
siásticos. En 1747 era catedrático de filosofía en esta universidad, pues
de este año es un “Cursus philosophicus in quinque tractatus et ad Aris­
totelis mentem consignatus” que se conserva en la biblioteca del Cole­
gio de Nuestra Señora del Rosario179. Ya citamos al P. Gilij su discípulo,
quien dice que el P. Candela dio una mejor forma a las sutilezas de la
filosofía peripatética180. En 1751 enseñaba Sagrada Escritura181 paralo
cual le ayudaba su notable conocimiento del griego182. Poco después,
en 1753, enseñaba teología moral183. Los cargos de gobierno ocuparon
sus últimos años de permanencia en el Nuevo Reino: socio o secretario
del padre provincial rector y maestro de novicios en Tunja184 y por úl­
timo rector de la Universidad Javeriana.

177 Catálogos de 1736 y 1763; Expedición de 1735, en José DEL REY FAJARDO, S.J.: Do­
cumentos jesu ¡ticos... 1M. 34.

178 Catálogo de 1736.


179 J.r. FRANCO QUIJa NO: ¡m filosofia tomistica en Venezuela, en Revista del Colegio Ma­
yor de Nuestra Señora del Rosario (Bogotá) 12 (1916) 376-377; JO SE MANUEL RIVAS
SACCONI: op. cit. p. 107-108; FRANCISCO QUECEDO: Manuscritos,., coloniales sama-
fereños, pp. 288-289.

180 FELIPE SALVADOR GILIJ: op. cit. p. 284-285.

181 Catálogo de 1751.

182 FELIPE SALVADOR GILIJ: op. cit. p. 290.

183 Catálogos de 1756 y 1763.

184 JOSE MANUEL GROOT: Historia, (2 ed. 1890) II, Apend. n. 9, p. XXX
CAPITULO III

DOS MANUSCRITOS JAVERIANOS

I - PHYSICA SPECIALIS ET CURIOSA

Un notable texto de ciencias es el titulado Physica speciaiis et cu­


riosa, explicado en la Universidad Javeriana en 1755* y que atestigua la
penetración de las corrientes de la Ilustración en esos años en el Nuevo
Reino12.
Su autor es un jesuíta3. Su nombre se desconoce, pues han sido
repeladas las páginas de la portada, pero quizá pueda atribuirse al P.
Juan Antonio Ferraro, quien en los años 1753 y 1756 era catedrático
de filosofía4 .
El tratado esta dividido en cuatro libros. El primero está consagra­
do al mundo en general; el segundo a los cuatro elementos tradicionales
de la filosofía griega: tierra, agua, aire y fuego, y se añade como quinto
elemento, la luz; al mundo vegetal está dedicado el tercero, y el último

1 El manuscrito, conservado en la Biblioteca Nacional de Bogotá. lleva actualmente el


No. 97. Al dorso se lee: Metafísica. Comprende 130 folios numerados modernamente a
lápiz. Empieza con un tratado titulado: Metaphysica Aristotélica, al que le falta la portada
Cfr. FRANCISCO QUECEDO: Manuscritos teológico-filoso fleos coloniales santafereños,
en Ecctesiastia Xaveriana, 2 (1952) 292. En el fot 63 comienza la Physica speciaiis et
curiosa. El año de 1755, como año de su composición, se encuentra en el fol. 65, en donde
dice: “Hurte vero artnum Christi 1755... ”

2 Cfr. JUAN MANUEL PACHECO, S . J La ilustración en el Huevo Reino, ps. 9-11.

3 Que el autor sea un jesuíta aparece en el colofón, en ci que dedica la obra a "nuestro santo
Padre Ignacio, al Angélico Doctor Santo Tomás de Aquino y al patrono de todos los estu­
diantes, el angélico joven Luis (Gonzaga)”.
En el fol. 9S v., n. 25, refiriéndose a la aurora boreal,escribe: es "splendor extraordinarias
noctu apparens, et occupans ferme totum tractum septentrionis, uf vidim lis anno 1726".
Esta afirmación hace pensar en que su autor es un jesuíta del norte de Europa, pero en es­
tos años ninguno de ellos aparece como profesor de filosofía. Tal vez la frase hay que tra­
ducirla: “como sevió en el año 1726”.

4 El P. Ferraro figura como profesor de filosofía en los catálogos de ia provincia del Nuevo
Reino de 1753 y 1756.
LOS MANUSCRITOS JAVERIANOS
445

al mundo animal. Es una curiosa mezcla de la antigua filosofía aristoté­


lica con las investigaciones de la naciente ciencia. Advierte el autor que
serán sus guías las experiencias, la naturaleza y la razón, y que si se
aparta del sistema aristotélico y de los antiguos maestros, lo hace porque
cree que estos hubieran seguido su misma manera de filosofar si hubie­
ran conocido los trabajos y las ingeniosísimas experiencias de los filó­
sofos modernos5.
Al tratar de la creación del mundo sigue literalmente el relato del
Génesis, pero quiere precisar más y se pregunta en qué mes fue creado.
Advierte que solo se trata de conjeturas, pero se inclina a creer que la
creación tuvo lugar en el equinoccio de primavera, esto es en marzo,
pues en ese tiempo dice el Génesis que empezó a germinar la tierra. ¿En
qué año?, sigue preguntando. La respuesta es más difícil, responde, pues
hay más de ochenta opiniones diversas; los eruditos de su tiempo se in­
clinan con James Usher6 a fijar el año 4.054 ó 4.000 antes de Cristo7.
Juzga que el mundo podría durar perpetuamente, aunque perecen con­
tinuamente muchos seres y surgen otros, pero por la fe sabemos que pe­
recerá.
Hablando de los sistemas planetarios explica en primer lugar el de
Pitágoras que hacía de la tierra el centro del mundo, luego el de Tycho
Brahe, “caballero danés y varón desagaz ingenio”, y por último el de
Copémico.
“ Esta opinión, dice, que se juzgaba en un principio blasfema, po­
co a poco se ha ido admitiendo en las universidades y en las mismas
comunidades religiosas y ha suplantado a las contrarias. Fuera de Espa­
ña, predomina públicamente en todas partes, aun en Roma, la sede de la
religión, y en España tiene también algunos partidarios. Los mismos
jesuítas que antiguamente la atacaban, hoy la defienden públicamente
en Italia, Francia y en algunas regiones de Alemania” y más adelante:
“Los sistemas de Tolomeo y Pitágoras están en contradicción con
las observaciones de los astrónomos; el de Tycho Brahe no se ha podido
comprobar; el de Copérnico es el más sencillo, pero se le cree poco cató­
lico. Por esto en España todos lo rechazan como tesis, pero algunos lo
admiten como hipótesis, es decir, que explica rectamente todos los mo­
vimientos de los planetas, pero que parece contrario a la fe, pues mu­
chos textos de la Escritura atribuyen inmovilidad a la tierra y movimien­
to al sol y a los astros. Responden los copernicanos que la Biblia habla

5 Fol. 63.

6 lames Ushcr o Ussher (1581-1656), prelado anglicano inglés; entre sus obras se encuentran:
Armales veteris e t novi testamenti (1650-1654) y Chronologia sacra (Oxford, 1660).
7
Fol. 65.
JUAN MANUEL PACHECO, S. J
446

sí porque se adapta al lenguaje ordinario de la gente, que así piensa y


habla”* .
Al preguntarse sí los astros y los planetas están habitados, cita a
una señora francesa que sin telescopio creía ver en la luna, torres y cam­
panarios. Su opinión es, y la juzga probabilísima y cercana a la fe, que
no hay más hombres que los que habitan la tierra, pues todos los hom­
bres deben descender de Adán*9 . Si hay bestias y árboles, es del todo
desconocido, y solo es cierto, añade en castellano:

El mentir de las estrellas


es un seguro mentir
pues que nadie puede ir
a preguntárselo a ellas.10.

Trata enseguida con alguna detención sobre el influjo de los astros


en el mundo sublunar, negándolo totalmente en contra de los astrólogos.
Y aun llega a poner en duda el influjo de la luna en las mareas, lo que
“necesita comprobarse con nuevos experimentos” 11. Y anota: “Quien
desee leer la futilidad de este arte (astrologia), lea al P. Claudio Antonio
Milliet de Chales12 y al P. Benito Feijoo13
La disertación cuarta versa sobre los astros y planetas. El número
de los astros, escribe, es imposible decirlo; los astrónomos cuentan 1.022
estrellas divididas en 60 constelaciones, pero gracias al telescopio se han
observado muchas más, y la Vía Láctea “no es sino un increíble número
de estrellas” . Sobre su magnitud y distancia, añade, solo se puede hablar
por conjeturas; en el sistema copernicano las estrellas de sexta magnitud
son 86 millones de veces mayores que la tierra, y una bala lanzada desde

s Fols. 7 0 v , n. 15, y 72, n 25.

9 Foi. 7 4 ,0 .1 4 .

10 Ibid.

11 FoL. 75, n. 20,

12 Claude François Milliet de Chales, S.J., nacido en Chambert (Francia) en 1621 y muerto
en Turin en 1678. Notable matemático nombrado por Luis XIV profesor real de hidrogra­
fía en Marsella. Escribió: Clirsus seu Mundus Mathematicus en tres volúmenes; Euclidis
ciernen torum libri octo (Lyons, 1660) y Principes généraux de la géographie mathématique
(Paris, 1672).
i a
Benito Feijoo, religioso benedictino español, nacido en Casdcmiro (Orense) en 1676 y
muerto en Oviedo en 1764. Sus Cartas eruditas y curiosas y su Teatro crítico universal,
fueron muy conocidas en el Nuevo Reino. El autor cita el diálogo 8o. del tomo primero
del Teatro Crítico titulado: Astrologia judiciaria y almanaque.
LOS MANUSCRITOS JAVERIANOS
447

el cielo necesitaría cerca de 90 años para llegar a la tierra a la velocidad


de 200 leguas por hora14.
Los copemicanos niegan que puedan ser las estrellas iluminadas
por el sol debido a la gran distancia en que están de este: “Sobre la titu­
lación de los astros, y por qué no titilan los planetas, nada he oído que
me satisfaga” 15.
El sol según los modernos astrónomos es 10.000 veces mayor que
la tierra y dista de esta 30 millones de leguas. Alude luego a las manchas
solares “las que vió el primero de todos el P. Cristóbal Scheiner16 con
ayuda del telescopio, las cuales prueban la rotación del sol sobre su
propio eje” 17 Los que han observado al sol con el telescopio aseguran
que es una masa ígnea, como un horno oceánico que vomita llamas ar­
dentísimas que causan pavor al observador1* . Se pregunta qué alimenta
este fuego que ha durado miles de años, o en términos modernos, cuál
es el origen de la energía solar. Descartes, anota, niega que necesite el
sol de combustible, pues lo rodea una materia que no se disipa. “Confe­
saré ingenuamente que ignoramos la causa de este fuego” 19.
La luna, menor que el sol, dista, dice, 62.700 leguas, su cuerpo
aparece, para el que lo observa por un telescopio, desigual, con altísi­
mos montes y largos. Explica a continuación las fases de la luna y sus
eclipses por la posición que tiene con respecto al sol y a la tierra.
Sobre la distancia de los planetas a la tierra, hay gran variedad de
cálculos entre los astrónomos. Unos juzgan que Mercurio, que es mucho
menor que la tierra, dista 25 millones de leguas; señala luego las distan­
cias de Venus, Marte y Júpiter, distancias que pueden medirse por me­
dio del paralaje y aplicando las reglas de la trigonometría20.
Aunque las secciones del segundo libro se dividen según los cuatro
elementos de la filosofía griega: tierra, agua, aire y fuego, y varias veces
confiesa que se ignoran las causas de ciertos fenómenos, como el viento

14 Fol. 78, n. 6.

15 Fol. 78, n. 8.

16 Christopher Scheiner, S-i-, jesuíta alemán (1575-1650), brillante matemático, físico y as­
trónomo. Publicó numerosas obras, entre ellas, Refractionés Coelestes (Ingolstadt, 1617,
Rosa Ursina sive Sol (Bracciani, 1626-1630), Pantographica (Roma, 1631), etc.

17 1-01.79. n. 14.

18 Fol. 79, n. 15.

19 Fol. 7 9 v ,n . 16.
20
Fols. 80 v- 81.
JUAN MANUEL PACHECO, S. J.
448

21, no son pocos los avances cintíficos que conoce. Así, por ejemplo, al
hablar de la figura y magnitud de la tierra, habla de las dos expediciones
que midieron los arcos del meridiano terrestre, una en las proximidades
del ecuador, en la que tomaron parte los franceses Luis Godin, y Carlos
María de LaCondamine, y los españoles, Jorge Juan y Antonio de UUoa,
y la otra, dirigida por Pedro Luis Moreau de Maipertuis y Andrés Celso,
sueco este último, en la región de Laponia.2122. Poco antes ha hablado de
las experiencias de Cristian Huygens e Isaac Newton sobre el achata-
miento del globo terráqueo23.
Después de la tierra trata del agua, segundo elemento de la filoso­
fía aristotélica. Su naturaleza, dice, es muy oscura, y algunos creen que
el agua y el aire son de la misma naturaleza; el agua no sería más que
aire condensado, y el aire, agua enrarecida.
Era entonces un enigma el explicar el origen de las fuentes; el autor
expone las diversas teorías entonces en boga.
Pasa luego al aire. No admite que sea cálido y húmedo como quería
Aristóteles, sino que por su naturaleza no es cálido ni frío, sino que
esto depende de los corpúsculos que nadan en él. Sostiene que el aire es
pesado, aunque no lo sintamos, y se refiere a las experiencias de] físico
Edmundo Manotte sobre la dilatación del aire24.
Explicando la naturaleza del fuego, cita entre otras, la opinión de
los cartesianos que creían que consistía en ei movimiento rápido y pe­
renne de materias de todo género. Habla de la importancia del aire para
encender, aumentar y conservar el fuego conforme a las experiencias
hechas en la máquina neumática25.
De la luz, escribe, nadie ha disputado mejor que nuestro Francisco
María Grimaldi26, a quien se deben valiosos experimentos. Después de
Grimaldi, Newton añadió mayores esclarecimientos sobre estas cosas de
la luz, que son oscurísimas. Para Newton la luz es un cuerpo muy diver­

21 f-ol. 96, n. 27.

22 Fol. 83, n, 7.

23 Fol. 82, n. 2.

24 l ol. 93, n. 7.

25 Fol. 93 v. n. 10.

26 Francesco María Grimaldi, S.J., nacido en Bolonia en 1613 y muerto en la misma ciudad
en 1663. F u e uno de los grandes matemáticos de su tiempo y un experto observador, espe­
cialmente en el campo de la Optica. Su obra, Physico-mathesis de lurriine, coloríbus et iride
(Bolonia, 1665) fue publicada después de su muerte.
LOS MANUSCRITOS JAVERIANOS
449

so de los otros, conformado por glóbulos muy ágiles y sutiles; su pro­


pagación, aunque rapidísima, no es instantánea sino que requiere ai*
gún tiempo; se propaga por ondas, como las ondas que vemos en el agua
cuando cae en ella alguna piedra. Según las observaciones de Roemer la
luz tarda en llegar a la tierra desde el sol, siete u ocho minutos27.
Hay en la luz, prosigue, dos misterios: la refracción y la reflexión,
pero sabe que el ángulo de incidencia de la luz es igual al de la reflexión,
y que la refracción consiste en el cambio de dirección de los rayos lumi­
nosos al pasar por un cuerpo diáfano.
Se debe aquí disputar, añade más adelante, si la luz es una cualidad
o una sustancia; los antiguos aristotélicos creían que era una cualidad,
pero hay quienes sostienen que es un cuerpo, y con esta sentencia se
pueden explicar más fácilmente infinitos prodigios, que de otro modo
no se podrían antender28*.
En el libro tercero: “Déla naturaleza vegetal, o mejor, de la genera­
ción y corrupción de los seres” se muestra más seguidor de la filosofía
aristotélica, y los temas tratados son la generación de los seres, su des­
trucción y corrupción, las alteraciones, etc.
El último libro lo dedica a los seres vivientes. En uno de sus capí­
tulos se pregunta si las plantas viven,y su respuesta es negativa; solo se
puede decir de las plantas que viven de una manera analógica. Trata
también los órganos de los sentidos, en lo que muestra algún conoci­
miento de la anatomía y fisiología, y de las potencias espirituales del
alma. Los últimos capítulos están consagrados a los actos de la voluntad
y a sus relaciones con la libertad y la moralidad.
Como ya lo anotamos este tratado muestra el interés por las cien­
cias naturales que ya se había despertado en el Nuevo Reino, antes de la
llegada de José Celestino Mutis. Entre los autores que cita no solo se
encuentran Descartes, Huygens, Newton, sino el médico holandés Her­
mán Boerhaave, a quien llama doctísimo, cuando trata de explicar las
sensaciones de hambre y sed39 y los filósofos “materialistas” Tomás
Hobbes y Baruch de Spinoza, cuyas sentencias sobre la naturaleza del
alma humana califica de “blasfemas” 30.

27 Fol, 94. n, 15, Olaf Roemer (1644-1710), astrónomo danés, determinó la velocidad de la
luí, aprovechando las inmersiones y emersiones de los satélites de Júpiter en el cono de
sombra proyectado por el mismo planeta.

28 Fol. 94, v, n. 18.

39 Fol. 98 v, n. 20. Hermán n Boerhaave (1668-1738), médico holandés, profesor en Ley den.

30 Fol. 111, n. 25.


JUAN MANUEL PACHECO, S. J ,
450

II— Un tratado de urbanidad.

Conservase en la Biblioteca Nacional de Bogotá un curioso tratado


de urbanidad compuesto por un joven jesuíta para los alumnos del cole­
gio de San Bartolomé. Lleva por título: “ Lo mejor d é la vida, religión,
doctrina y sangre, recogido en un noble buen colegial del Real, Mayor y
Seminario Colegio de San Bartolomé, propuesto en instrucción cristia­
no política para el uso de dicho Colegio, a quien lo dedica un estudiante
teólogo de la Compañía de Jesús, en su segundo año, a súplicas de la
misma Juventud Noble. Publicado el año de MDCCLX1V, dos después
de su composición” .
La obra la presenta el mismo padre rector del colegio con estas pa­
labras:
“Hásenos presentado un cuaderno de Instrucción Cristiano-política por
un estudiante, teólogo jesuíta, para el uso de este mi Colegio Real, Ma­
yor y Seminario de San Bartolomé, para que viéndolo permita su pro­
mulgación, si hallare conveniente. Se conoce bien el celo grande que tu­
vo dicho estudiante, mientras estuvo en este colegio, de que sus alum­
nos se aprovechasen en virtud, letras y política, pues supo darles tan be­
llas instrucciones, instrucciones dignas no solo de promulgarse, sino
también de que se escriban en láminas de bronce para su perpetuidad, y
de que todos los alumnos de este Colegio las graben en sus pechos y
fijen en sus mentes, leyéndolas con frecuencia y recopilándoselas cada
uno de ellos o trasladándoselas para su mayor utilidad. Así lo juzgo, y
ruego movido por el bien de este mi Colegio se haga” 31 .

Como afirma su autor en la carta dedicatoria, lo escribió a petición


de los mismos colegiales.

“Me vj honrado con toda la confianza de un tan ilustre como es­


timado gremio de la más noble juventud del Reino, que puso en m í sus
ojos por tenerme a mano y conocer los grandes sentimientos de que esta­
ba animado. Se prometió de m í que no sabría negarme a tener siquiera
vado y abrir camino. Conocilo, e hicieron tal impresión en mis entrañas
que me pareció no poderme negar, a pesar de la enfermedad de que es­
tábamos convaleciendo, a pesar de las tareas de nuestra teología a que
estábamos dedicados, e instando ya el tiempo anual de dar razón de ella”.
Emprendió !a tarea, prosigue escribiendo, a pesar “de nuestro
conocido corto talento, de la falta de todos libros, aun de uno que de
algún modo nos pudiera servir de guía, y lo que lo cierra todo, de toda

31
Biblioteca Nacional (Bogotá), Mss. 17. En el fol. 5: “Dictamen del Padre Rector de el
Colegio”. Era rector el P. Lorenzo Tirado.
LOS MANUSCRITOS JAVERJANOS
451
experiencia y práctica, pues la mayor parte de los años de nuestra razón
los hemos pasado en el gustoso y suave retiro que prescribe nuestra reli­
gión, en los años de tareas de estudio, sino apenas ofrecernos más prác­
tica que la que consigo lleva la sociedad de religiosos en actos de comu­
nidad, que se viene a reducir a ciertos peculiares estilos que no pueden
prescribirse a todos”3132.
La forma que eligió es la de un diálogo entre un ya experimentado
colegial y un joven de trece años recién llegado al colegio. El método,
escribe, se encamina a proponer en boca del experimentado colegial,
padrino de beca, al nuevo ahijado “una idea cabal de un jóven noble ad­
mirable y respetable de toda la república, de aquel número que tarde
amanece y duran poco, verdadero dechado de nobleza, que en sus obras
transcribe más que en el nombre”33.
Comprende siete diálogos en los que va tratando “de lo que ha de
guardar en su persona y lo que le pertenece” (diálogo 2o.), “lo que debe
guardar con los de casa” (diálogo 3o.), “loque debe guardar en losactos
o funciones de comunidad” (diálogo 4o.), “lo que debe guardarse fuera
de casa” (diálogo 5o.), “lo que debe guardarse en las visitas de estrado o
damas” (diálogo 6o.), “de las atenciones ordinarias” (diálogo 7o.).
Todo en el colegio es diferente y nuevo para el recién llegado. “Me
parece, dice este, haber entrado en un mundo nuevo y muy distinto del
que yo he visto y en que estuve siempre. Gente nueva, nuevas caras,
nuevo modo, nueva lengua, nuevo andar, nuevas costumbres en casa para
mí nueva, todo se me hace nuevo, y así no sé que me está sucediendo”34.
Más adelante manifiesta el joven colegial su admiración por sus
condiscípulos:
“Todo me gusta y me admira, parte por nuevo, parte por ser en sí
tan gustoso. Un porte tan serio y circunspecto, un rostro tan afable, un
modo tan atractivo, unos pasos tan mesurados, acciones tan medidas,
unas palabras tan cultas, un estilo tan limado, unas conversaciones tan
doctas, un trato tan humano y tan cortés, nada tosco, nada vulgar, nada
común con la plebe, y nada que no sea indicio de grandes sentimientos;
todo me causa gran novedad, pero gustosa, y solo siento que atrayén­
dome la voluntad como un encanto es para m í, pues no sé distinguir en
qué consiste, que solo de ver a los colegiales me lleno de veneración y
respeto, que por una parte me retira de ellos, avergonzado de no ser así,
y por otra me atraen de gusto de sus acciones”35.

31 Fols. 3 - 3v.
33
Fol. 3v.
34
Fol. 5 v.
35
Ibid.
JUAN MANUEL PACHECO, S .J.
452

Cuando el colegio sale a la calle, “nadie piensa, comenta el padrino,


que llenarlos de bendiciones y alabanzas a ellos y a los afortunados pa­
dres que los engendraron, de suerte que nosotros oímos muchas veces
con confusión nuestra los elogios de que nos colman, y yo en particular
oí que decía pasito un forastero a un ciudadano: esto es la maravilla de
Santafé, no he visto entre tantas una mejor ni más gustosa, pues otras
había visto en otras partes, mas esta solo acá y en el cielo se puede lo­
grar; si viviera yo aquí, cuantas veces saliera este espectáculo me fuera
tras él” 36.
Las instrucciones están llenas de minuciosos preceptos que mues­
tran la severa etiqueta de la sociedad de entonces y las costumbres de
la época.
Por ejemplo, el padrino da estas normas al nuevo colegial para el
caso de encontrarse con algunas personas en la calle. Hay que anotar
que en esa época solía correr un caño de agua por el centro de las calles
de Santafé. “Si pasan al otro lado del caño, explica, haremos nuestra
graciosa cortesía no más. Si del mismo lado que nosotros, a cosa de
ocho pasos de distancia, para que ninguno vaya al caño, y no turbán­
donos, nos inclinaremos hacia el caño, nos quitaremos el bonete, y
suplicaremos sea servido pasar. Con esta diferencia: sí es personaje muy
superior, hasta tres veces suplicaremos, que es el término de estos cum­
plidos, quedándonos quietos hasta que se determine, si no es tanto o
igual, dos; y si inferior, no más que ofrecimiento, y pasaremos. Si es
persona con quien el tomar o ceder se quiera hacer punto crítico, con
tiempo y gran disimulo pasarnos al otro lado”37.
Al hablar de la visita a una dama que les ha participado el matri­
monio de su hijo, explica el modo como van a proceder en ella. Lase-
ñora, escribe, la encontrarán en la sala de su casa “sentada en la testera
en medio que viene enfrente la puerta; a un lado están las damas del
cortejo y al otro los caballeros” . Después de saludar a la señora, saludarán
sin moverse a las demás damas y luego a los caballeros. Una vez sentados,
“haré, dice el padrino, otra salutación comenzando por la visitada:
cómo se halla usted mi señora doña Fulana, y según me respondiere,
diré que me alegro de su felicidad, etc., con estas o parecidas palabras,
y responderé por la mía, preguntado de ella. Luego, siguiendo a las de­
más damas, diré a la primera, nombrándola, si le sé el nombre, queme
alegro, etc.; a todas las demás no se hace más, cuando son muchas, que
nombrarlas, mirándolas. Si no se saben Jos nombres, decir: mi señora

36 Fot 41 v. El autor llega a afirmar: "El Colegio es el non plus ultra en virtud, unión, apre­
cio, atención, cortesanía y letras como lo tiene la pública voz en toda la ciudad” (fol. 50).
37
fo l. 4 3 .
LOS MANUSCRITOS J AVERIANOS
453

doña, de suerte que conozcan a quien se encamina la salutación... Lo


mismo para los caballeros... Si viéremos que nos dilataremos mucho,
diremos: Caballeros, celebro mucho verlos con salud”.
La seriedad de la vida bartolina no estaba reñida con la sana ale­
gría, y en el colegio se practicaban también “los juegos honestos, can­
tos, música, baile, diversiones, agasajos, merienditas para fomentar el
cariño y la unión, honradas conversaciones y otras cosas de mucha
formalidad; son propias de nobles, y las verás practicadas” 38.
Sazona sus instrucciones con algunas anécdotas jocosas, “que al
tiempo que sirven de gustosa instrucción, no dejan de ser doctrinales” ,
como el mismo autor anota39.

Cuenta que vino al colegio "“un cabalíerito, de quien decía la fama


pública, que era de buena sangre” , pero que al cabo de un tiempo fue
enviado a su casa “como indigno de tan noble y culta compañía” , Lo
pinta con elvestido andrajoso, “desbrochado, mostrando todo el pecho”,
que usaba por pañuelo las arandelas de la camisa, cuando no eran “los
pedazos de mangas de chupa y opa” . Los zapatos, prosigue, “siempre
alegres, reían constantemente a bocas llenas, dando paso franco libera­
les a los dedos del pié que asomaban risueños a tomar el fresco” . Anda­
ba gritando y corriendo todo el día, con una voz de caña quebrada, que
por no poderla aguantar nadie se le quiso enviar a estudiar en la huerta.
No eran menos quebradas sus frases y palabras; esto de vmd. es un caba­
llo, miente, bestia, pandero, lo decía .solo a sus amigos, que pare reñir,
que era cada rato con cualquiera sin distinción, tenía otras muy a pro­
pósito, que mostraban el celo con que se enardecía”40.
Aparece en esta obrita que el café era ya una bebida acostumbrada.
Cuenta de un cabalíerito que “no era bartolo” , asistió a una magnífica
boda. En el curso de la comida, escribe, “sacaron al fin café, el que le
presentó luego c a lien tico, hirviendo. Tomó el pozuelo en la mano, y
diciendo: “Brindo por la salud de vmd” , echó a beber como si fuera
vino sin usar de la cucharita, ni dejarlo enfriar poco a poco como el
cacao; pero como estaba ardiendo, aquí el paso. Cesó luego de sorber,
quédase con la boca llena, levanta la cabeza encendido el rostro como
una ascua, y meneando la lengua por la boca, resollaba por las narices,
como caballo nadando; ya finalmente tragó, creo que el café con toda
la piel del paladar y encías. No paró aquí. Todos estaban mordiéndose

38 fol. 41.

39 fol. 4 v.
40 fol. 19-19 v.
JUAN MANUEL PACHECO, S. J.
454
los labios para no reirse, y cuando acabó, preguntó el huésped qué le
parecía aquel café, que era de nueva provisión, a lo que respondió:
especial, señor, mándeme traer un poco más” .
“Vaya padrino, comenta el nuevo colegial, que eso es fábula de
Esopo. ¿Cuándo yo creo este conjunto de rusticidades?”41.
No todas las costumbres de la época las aprueba. Así censura el
“arrodillarse ante las damas para hablarles más de cerca en los estrados,
y así hacerlas viento con abanicos, y darles el refresco en esa postura,
y otras malditas modas que cada día inventan chiribelos sospechosos de
ateístas en las mismas invenciones”42.
El autor se muestra un buen conocedor*le la literatura latina, espe­
cialmente de sus poetas, y son numerosas las citas de Horacio, Virgilio,
Ovidio, Marcial, Catulo, Juvenal, etc., con que corrobora sus enseñanzas,
poniéndolas ya en labios del padrino, ya en los del joven gramático. La
obra termina con dos largos trozos de poesía, debidos el uno a Virgilio
y el otro a Ovidio.
¿Quién es el autor? No aparece su nombre en ningún sitio del ma­
nuscrito. Los datos que nos da sobre su persona son los de haber abra­
zado muy joven la vida religiosa, haber vivido como pasante en el
colegio de San Bartolomé durante tres años, y el estar estudiando en
1764 el segundo año de teología.
En los años de 176343 y 176444 era pasante en el colegio de San
Bartolomé el P. Ignacio Julián, a quién con mucha probabilidad se puede
atribuir este escrito. Había nacido en Camprodón (España) el 27 de
enero de 1737 e ingresado en la Compañía de Jesús en la provincia de
Aragón, el 13 de mayo de 17 5545, a la edad de 18 años. Era hermano
de los PP. Antonio y Javier Julián, que como él vinieron al Nuevo Reino.
Después de haber hecho sus años de magisterio, como profesor de lati­
nidad, en la Universidad de Cervera, vino a América en la expidición de
176O46. En Santafé hizo sus estudios de teología, y a la ve2 fue pasante
de filosofía en el colegio de San Bartolomé. Ya sacerdote, fue ministro

41 foL 4 8 v.

42 fol. 49.

43 C a tá lo g o de la p ro v in c ia del N uevo R e in o , 1763; ARSI, NR. et Q. 4, fol. 359.

44 Informe del P. Manuel Balzátegui al virrey; Santafé, 17 febrero 1764; AGI, Santafé 675.

45 Catálogo de 1763.
4-6
MARIA RITA LOPEZ PARDO Los Jesuítas en Maracaibo, Apéndice documental, n. 20;
en Missionalia Hispanica (Madrid) 16 (1959) 115.
CAPITULO IV
P. JUAN DE RIVERO

Biografía1. No solo fue el P. Juan de Rivero uno de los grandes


misioneros de los Llanos Orientales de Colombia sino un notable escri­
tor en los campos de la historia, la ascética y la lingüística.
En una riente población de la diócesis de Toledo, Miraflores de la
Sierra, nace el P. Juan de Rivero el 15 de agosto de 1681, y allí mismo
realiza sus primeros estudios. Su padre, Juan Rivero, lo envió a Alcalá a
continuar su formación, pero el joven más se preocupa por la música y
las canciones que por los silogismos de la filosofía. El haber ocupado el
último lugar entre sus condiscípulos da pie para que estos lo sometan,
como a Sancho Panza en Ja venta, a una manteada, con tan mala suerte
que Juan cayó de cabeza sobre el enlosado y sus compañeros huyeron
despavoridos creyéndolo muerto. Sanó del fuerte golpe, y desde enton­
ces se consagró con tesón al estudio de la medicina, a la que lo llevaba
su afición. La confidencia de uno de los maestros sobre un error que le
costó la vida a un paciente preocupó al joven estudiante, y decidió
cambiar de rumbo y hacerse religioso de la Compañía de Jesús.

Escribió una necrología del P. Rivero, a raíz de su muerte, el P. Francisco Antonio Quiros,
que se ha perdido. Más tarde el P. José Cumilla publicó en Madrid en 1739, en un folleto,
una más completa biografía con el título: “ Breve noticia de ia apostólica y exempiar vida
del angelical y V.P. Juan Ribero, de la Compañía de Jesús, missionero de indios en los ríos
de Cazanare, Meta y otrasvertientes del gran río Orinoco, pertenecientes a la provincia del
Nuevo Reyno”. Esta biografía la incluyó luego don Juan de Alea en su edición del Teatro
del Desengaño (Córdoba, 1742), p, 1-50; y ai ser reeditada esta misma obra en Bogotá en
1956, file nuevamente reproducida (p, 11-35). La última edición es la del P. José del Rey
en: JOSE GUM ILLA: Escritos varios (Caracas, 1970). p. 21-54. Citamos esta última edición.
Sobre el P, Rivero y sus obras pueden consultarse: Un libro curioso y útil, Papel Periódico
Ilustrado (Bogotá), 1 (1882)· 260-262; DANIEL RESTRF.PO S.J.: La Compañía de Jesús
en Colombia, p. 394-396; MARIO GERMAN ROMERO: El P. Juan Rivero y ei Teatro del
Desengaño, Revista Javeriana (Bogotá) 46 (1956) 37-60; JOSE DEL REY, S.J.: “El Orino­
co y un clásico colonial ”, Sic (Caracas) 20 (1957) 258-260; ID: A portes Jesuíticos a la
filología colonial venezolana (Caracas, 1971) I, 214 216, 311-315; ID. Bio-bibUografia de
los Jesuítas en la Venezuela Colonial (Caracas, 1974) p. 462-465.
P. JUAN DE RIVERO
457
Ingresó en el noviciado de Sevilla el 22 de octubre de 1703, con la
intención de pasar como misionero a la provincia del Nuevo Reino. Al
partir para el noviciado no quiso pasar por su patria Miraflores, pero su
madre, doña Josefa de Badajoz2, vino a verle a Madrid y le dio gustosa
su bendición3.
En 1705 se embarcó para América junto con el entonces escolar
José Gumitla, su compañero en las misiones y futuro biógrafo. La rese­
ña que de Rivero se hizo en la Casa de Contratación le describe como
“blanco, buen cuerpo, frente grande”4 .
Terminó sus estudios eclesiásticos en Santafé de Bogotá, y en esta
misma ciudad recibió la ordenación sacerdotal. Su primer apostolado
fue el de misionero rural por los actuales departamentos de Boyacá y
Santander; dejó consignadas sus experiencias en un “gran cuaderno”
que conoció Gumilla en el archivo de la provincia5. Destinado al colegio
de Pamplona, desempeñó allí los cargos de profesor de gramática latina,
predicador y operario. En esta ciudad recibió clases de pintura, arte que
le iba a ser muy útil en las misiones.
Por sus quebrantos de salud fue trasladado al colegio de Honda,
pues se pensó que un clima cálido le vendría mejor, y de Honda pasó a
Mompós con los mismos oficios de profesor de gramática y operario. Se
encargó además de la congregación de Nuestra Señora de los Dolores6.
El catálogo de la provincia de 1718 lo reseña entre los moradores de es­
te colegio7. En mayo de 1719 escribía el padre general, Miguel Angel
Tomburini, al P. Meaurio, Provincial: “Pídeme el P.Juan Rivero licencia
para ocuparse continuamente en las misiones, en los lugares que están
alrededor de las ciudades donde hay colegio. Remito a V.R., quien se­
gún el talento y prenda del sujeto le podrá ocupar en este ministerio,
dándole este consuelo en cuanto pudiere” ' . AI mismo P. Rivero le es-

2 El nombre de los padres del P. Rivero consta en la renuncia de sus bienes que este hizo en
Santafé en 1707; ANB, Notaría 2, t. 96, fol/314.

3 J. GUMILLA: Breve noticia... n, 4, p, 26.

4 AGI, Contratación 5548, JOSE DEL REY: Documentos Jesuiticos relativos a ta historia
de la Compañía de Jesús en Venezuela, 111, 25.

5 Breve noticia... n. 8, p. 30.

6 Breve noticia, n. 9, p. 30-31.

7 APT, Cartas de PP. Generales, leg. 132, fol, 241 v.


JUAN MANUEL PACHECO, S. J.
458

cribió el padre general: ‘Tengo por bien dar gusto a V.R. y así se lo in­
sinúo al padre provincial de esa provincia” 8.
Llamó el p. Francisco Antonio González, sucesor del P. Meaurio,
al P. Rivero a Santafé. Los consultores de provincia aconsejaron que se
le dejara en el colegio de esta ciudad con el cargo de ministro para “po­
ner a vista de nuestros estudiantes un vivo ejemplo de toda regular ob­
servancia” 9 , pero el provincial decidió destinarlo a las misiones délos
Llanos.
En el viaje a los Llanos se extravió en los riscos de la cordillera, en
el llamado Volador de Cravo, y a especial providencia de Dios se atribu­
yó el que hubiera podido salir a Cravo101.
Comenzó su vida misionera en la reducción de San Francisco Javier
de Macaguane, en donde se dio con ahinco a aprender las lenguas airico
y girara. En la primera era su maestro un indio, Pedro Guitarra, y en la
segunda un misionero que vivía a siete leguas de distancia, y de quien
iba a recibir clase todos los jueves. A los nueve meses ya podía explicar
la doctrina cristiana en ambas lenguas y oir confesiones.
Hizo su profesión religiosa en diciembre de 1721, y al año siguien­
te partía para San Francisco Javier de Guanapalo a ayudar al P. Cavarte.
En la parte dedicada a las misiones hablaremos más detenidamente de la
labor del P. Rivero en esta reducción. Allí desplegó sus dotes de músico
y de pintor, y en sus excursiones apostólicas llegó hasta el río Guaviare.
El P, Gumilla dejó este retrato del P. Rivero de misionero itinerante:
“El avío se redujo siempre a casabe o pan de palo, maíz tostado
y alguna carne seca a fuerza de sol; su traje: esclavina, bordón, y los pies
defendidos por unos alpargates, que en breve le dejaban descalzo, un
breviario, y un libro espiritual en una alfoijiila que terciaba al hombro”
11 _
En 1725 podía escribir el P. Tamburini al padre provincial: “En el
informe repetido que tengo del feliz estado y progresos de las misiones,
me he llenado de gozo viendo las nuevas reducciones formadas y los que
cada día acuden para ser instruidos en nuestra sata fe;con singularidad
me informan del infatigable celo del p. Gumilla, superior de ellas, y de
lo mucho que también trabaja el P. Rivero” .
En 1730 entró el P. Rivero a ejercer el cargo de superior de las mi­
siones, Al nombrarlo superior, encargaba el P. Tamburini al P. Diego de

8 í. GUMILLA: Breve noticia..., n. 11, p. 33.

9 Breve noticia, n. 12, p. 34.

10 Breve noticia..., n. 13, p. 35-36.

11 Breve noticia..., n. 17, p. 38-39.


P. JUAN DE RIVERO
459

Tapia, provincial, dar “en mi nombre muchos agradecimientos a los mi­


sioneros y con especialidad a los dos padres Gumilla y Rivero que tan
gloriosamente trabajan en la viña del Señor*’12.
Tenía el P. Rivero fama de hombre que aprovechaba avaramente el
tiempo, lo que supo unir con un ejemplar celo apostólico, lleno de amor
y caridad para con los indígenas, y con un alto espíritu de oración13. Su
actuación como superior ha quedado en la penumbra por falta de do­
cumentos.
Murió, siendo aun superior, víctima de la caridad fraterna. Al saber
que el P. Pedro Brander, recién llegado a la misión, había caído enfemio
de tifo, acudió en su auxilio. El P. Brander murió el 12 de julio de 1736
auxiliado espiritualmente por el P. Rivero; el 17 de agosto le siguió éste
contagiado por la misma enfermedad14. En la lista de jesuítas difuntos
del libro de la sacristía del colegio de Tunja, se señala la hacienda de Cariba-
bare como lugar de la muerte del P. Rivero15. Su cadáver fue trasladado
a la reducción de San Salvador del Casanare en donde se le enterró16.
Labor lingüística. Desde niño había mostrado el P. Rivero su incli­
nación por los estudios lingüísticos. Al llegar a las misiones puso especial
empeño, como ya anotamos, en aprender las lenguas indígenas. En Ma-
caguane estudió el airico, lengua gutural y “por sus muchas consonantes
difícil de pronunciar” 17, y el girara, afin esta del betoi. Sobre la lengua
girara dejó el P. Rivero, en Macaguane, un legajo de cartas cruzadas en­
tre su profesor y él18.
En Guanapalo estudió el achagua, el saliva, el guahivo y el chiricoa.
Explicando a otro misionero su interés por éstos idiomas, le decía: “Yo,
padre mío, miro cada palabra, verbo y frases de estas lenguas como granos
de oro finísimo, que recojo con esta codicia: porque sembrados después
en el terreno de los gentilismos veo que, a manos llenas, rinden frutos de
vida eterna” 19.

12
Tambutini a Tapia, lo . junio 1729; APT., Cartas de PP. Generales, leg. 132, fol. 288.
13 J. GUMILLA: Breve noticia.. . n. 24-27, p. 46-50.
14
Ibid. n. 21, p 45.
15
Libro de la Iglesia y sacristía de este colegio de Tunja... Biblioteca Nacional (Bogotá),
Mss. 105, fol. 153 v.
16
J. GUMILLA: Breve noticia. .., n. 22, p. 45-46.
17
Breve noticia... n. 16, p. 37.
18 Ibid. p. 38.
19
Jbid. n. 20, p. 43.
JUAN MANUEL PACHECO, S. J.
460

El P. Gumilla advierte que escribió el P. Rivero gramáticas de las


lenguas que estudió y compuso en ellas sermones y pláticas de doctrina
20

En 1928 se publicó en Madrid, en la colección “Lenguas de Améri­


ca”, un “Arte y vocabulario de la lengua achagua sacado de lo que tra­
bajaron los Padres Alonso de Neira y Juan Rivero de la Compañía de
Jesús. Trasuntado en el pueblo de San Juan Francisco Regís. Año de
1762” . Como lo advierte el P. José del Rey, no es una obra de colabora­
ción de ambos misioneros, pues no llegaron a conocerse, sino que un
misionero posterior se valió de los manuscritos de Neira y Rivero para
redactar esta gramática y vocabulario21.
“Teatro del Desengaño” 22. En la reducción del Beato Regis em­
prendió el P. Rivero, en 1727, la composición de su obra “Teatro del
Desengaño” “más para ocupar el tiempo que para sacarla a luz” 23. Por
orden de su superior la terminó. El mismo Rivero advierte en el prólogo:

“Llamo a esta obra Teatro del Desengaño por la semejanza que


tiene esta idea a los teatros, en donde representan sus papeles los per­
sonajes, y en que se ven varias transformaciones y figuras, ya de jardines,

20 J. GUMILLA: Breve noticia, n. 20, p. 44.

21 JOSE DEL REY, S.J.: Aportes jesu ¡ticos a la filología colonial venezolana, I, 305-306.
El P, Del Rey ha reeditado e! “Arte y vocabulario de la lengua achagua... Sacado de lo que
trabajaron los Padres Alonso de Neira y Juan Ribero de la Compañía de Jesús. Trasuntado
en el Pueblo de Sn, Juan Francisco Regis. Año de 1762". Para esta edición se ha valido de
los dos manuscritos existentes, el uno en la Biblioteca de Palacio de Madrid, publicado en
la colección “Lenguas de América" y el segundo en la Biblioteca Nacional de Bogotá. Se
encuentra en A pones ¡estíficos, II, 25-182.

22 “Theatro de el Desengaño, en que se representan las verdades eath ó lie as, con algunos avisos
espirituales a los estados principales, conviene a saber, Clérigos, Religiosos y Casados, en
que se instruye a los mancebos solteros, para elegir con acierto su Estado, y para vivir en el
ínterim en costumbres Christianas. Obra pósthuma escrita por el V.P. Juan Ribero, religioso
profeso de la Compañía de Jesús, Missionero Apostólico y Superior de las Misiones de
Orinoco, Meta y Casanare, que cultiva la Provincia del Nuevo Reino, en la América Meri­
dional. Dala a luz el Doct. D. Juan de Alea y Estrada, Chantre de ia S. Iglesia Metropolitana de
Santa Fe de Bogotá, Prefecto y Director de la Venerable Congregación de la Escuela de
Cristo, Hermanos y Esclavos del Señor, instituida con authoridad Apostólica en el Sagrario
de dicha Santa Iglesia. Y la dedica a todos los Hermanos de dicha Congregación,
En Córdoba: En el Taller Divino de las Letras del Colegio de N.S. de la Assumpción, por
Juan Pedro Crispo y Antonio Serrano".
La tasa, firmada por don Miguel Fernández Munilla, escribano de cámara del Consejo, esta
fechada el 22 de enero de 1742. 18,5 x 13,5 cms; 8 + 696 pp
“Theatro de el Desengaño” Bogotá, 1956; 24 x 16 cms, XXXIX, 381 pp. (Biblioteca de la
Presidencia de Colombia, 26). Citamos esta última edición.

23 Teatro del desengaño . Prólogo al lector, p. 43.


P. JUAN DE RIVERO
461

ya de bosques, ya de tempestades, ya de mares, en que hace el Desenga­


ño el principal papel. Es la idea del libro llevar como de la mano el De­
sengaño a un mancebo, a quien llamaremos el Escarmiento, por los es­
tados principales, para notar en ellos lo bueno y lo malo, para elegir con
más acuerdo su estado después. A vueltas de este mancebo, y como en
cabeza suya, se les dice lo que les hace al caso a los eclesiásticos en el
primer libro; a los religiosos en el segundo; a los casados en el tercero,
y a los solteros en el cuarto, como se irá viendo” 24.

Confiesa el autor que le parecía nueva la idea de este libro, pero


que después de haber escrito las dos primeras partes dió casualmente
con la obra del obispo de Puebla de los Angeles, don Juan de Pala fox,
El Pastor, en que halló “no sin admiración mía gran parte de mi idea
puesta en planta con los mismos nombres de muchos personajes que yo
pongo en mi libro, si bien el rumbo muy distinto del que yo sigo” 25.
Abunda la obra en descripciones y alegorías en las que se desborda
la imaginación artística del autor. Rivero lo justifica alegando el uso que
de las figuras hacen los profetas y San Juan en el Apocalipsis, y no pocos
escritores cristianos, antiguos y modernos, como Prudencio, Santa Teresa
y Palafox.
Oigamos cómo describe uno de los escenarios del teatro:
“En hombros de los alados jóvenes se hallaron súbitamente en
una selva, matizado tapete, en quien la divina idea ostentó los primores
y valentía de su pincel, Las espejadas fuentes, las frescas alamedas, las
matizadas flores, lo verde de los prados eran embelezo a la vista, al paso
que la fragancia del país no menos recreaba el olfato que le confortaban,
cuando suspendían oído muchos coros de pintadas y peregrinas aveci­
llas, que sobre las frondosas copas de las hayas, de los laureles y los mir­
tos entonaban acordes la dulce melodía de su canto. Divisábase a lo
lejos una hermosa y populosísima ciudad formada en cuadro. En los
capiteles y torreones reverberaba el sol como en cristalino espejo. El
eco y armonía de sus músicas y campanas llenaba de alegría el campo.
Toda ella estaba poblada de alcázares, palacios y mansiones, como lo
había notado nuestro Eusebio; de hermosos pabellones de campaña
eternos, como los llamó Cristo Nuestro Señor” 26.

Más adelante, describiendo una inundación que arrastró a los mora­


dores de la comarca, narra:

24 Ibid, pp, 44-45.

25 Ibid. p. 43.

26 Ibid., lib. 1, cap. 1, & IV, p. 54.


JUAN MANUELPACHECO, S. J,
462

“Venía fluctuando sobre las olas gente de todas suertes y estados,


y como embarcado cada cual en los instrumentos de su arte y oficio,
Allí venían mostradores, varas de medir y tijeras, de que jugaban como
remos para seguir su rumbo. Allí venían carrozas de galanes y damas,
tajones con sus cuchillas, cubas, tinajas y corambre con sus vasijas de
medir. Allí sobre bufetes y sillas personajes muy graves de soberano
ceño, muy de golilla y puños, a quienes servían de remos tajados y suti­
les plumas, y de velaje hinchado resmas enteras de papel. Allá se miraban
otros muy de bigote y pera sobre rollizas muías rozando pendientes y
gualdrapas de terciopelo negro, regoldando aforismo. Acullá con sus
vacías otros innumerables con tantos gobernalles y remos para cortar
las olas cuantas lancetas y navajas, punzas, fajadores y tientas contenían
su estuche. Otros innumerables,en fin, venían en esta flota y galeones,
que fuera largo el referirlos, y de quienes perecían innumerables hundi­
dos entre los ascos del estiércol y cieno.
“Más lo que más admira es lo que diré ahora, y es que venían iodos
joviales y muy risueños, sin temer el peligro de inundación tan grande
y en que se hundían tantos; y al llegar a un arróyelo de agua clara que
desembocaba en las heces y en donde hacían pie muchos, aquí era el
levantar el grito y el echarse a morir, dándose muchos por perdidos. No
sé sí sería afectado este llanto de cumplimiento y ceremonia; más sea lo
que fuere, dejémoslos quejar a estos; giman, lloren y revienten, pues se
quejan en vano, mientras voluntarios navegan por su hediondez y
lodo”27 28.

El primer libro, dedicado al estado al estado sacerdotal, comienza


con una carta dirigida por el Desengaño a un sacerdote distraído. En
esta carta hay párrafos en que resalta una fina ironía:

“Ya sé que Vmd. tiene devociones y que suele dar de vez en cuan­
do su cornadillo a los pobres. Esto es bueno. Que reza su rosario a la
Virgen y trae su escapulario. Esto es bueno. Que es devoto de nuestro
Padre San Pedro y de Santa Bárbara. Esto es bueno. Que tiene otros
muchos santos de su devoción, y que anda cargado de medallas, y se
precia de tener muchos santos en sus salones. Esto también es bueno.
Ya sé también que se fía de estas sus devociones Vmd. para darse más
libremente a sus liviandades, Esto es mal. Padre Sacerdote: si son sus
devociones de esta data, mucho me temo que con todas sus devociones
se le ha de llevar el diablo. No hay ramera, ni ladrón que no tenga su
devoción, dice el refrán castellano; y es cierto que, después de todo eso,
está lleno de rameras y ladrones el infierno” 2®.

27 Ibíd,;lib. 2, cap, 12, & I,pp. 185-186.

28 fbid., lib. l.c a p . 3, & V, p. 73.


P. JUAN DE RIVERO
463

A continuación propone a los sacerdotes una serie de medios para


perseverar en sus buenos propósitos como el espíritu de penitencia y
mortificación, el recogimiento, la oración y el examen de conciencia.
Fustiga también el P. Rivero la codicia que era un vicio no raro en­
tre los eleciásticos de aquella época;

“No se puede decir sin lágrimas, escribe, lo que está pasando en


esta parte. Ver, digo, unos hombres cuyo trato debía ser únicamente
con Dios, y de las cosas del cielo, metidos en tratos y contratos en los
mercados y ferias como negociantes y mercaderes, como si esto no les
estuviera prohibido severamente... Cosa lamentable por cierto que esté
triunfando el pastor y banqueteando en convites profanos y superfluos
a costa de las pobres ovejas, que perecen de hambre por su avaricia injusta
¡Crujiendo tafetanes y sedas y rozando quizá tisúes con e! patrimonio
de sus corderos desnudos y sin abrigo! Descansando sobre colchones de
pluma entre pabellones de oro y seda, a expensas de su ganado que
perece de frío sobre la tierra dura! Vistiendo las paredes de su casa y
manteniendo perros, criados superfluos y caballos a costa de los desnu­
dos“ 29.
Arremete luego contra los que se escudan en la teología moral para
defender su codicia. “Si el clérigo es teólogo, escribe, y esta picado de la
codicia no le faltara teología para componerlo todo. Yo no sé, que me
he oído por allá de esto de qui altan servir, de altare viril, y de per
modum congruae.... No se Ies antoja cosa alguna que no lo reduzcan a
congrua. Si se les pone en la cabeza que es decente a su estado vestir de
tapicerías el zaguán de su casa, la despensa y cocina, y aun la caballeriza
de su muía, han de decir que a esto es congrua. Si se les atraviesa al
pensamiento que han menester varios caballos, para cada día de la sema­
na el suyo, y otros tantos para tas ferias de cuaresma, pentecostés y
adviento, se han de salir con ello, y les han de cubrir de gualdrapas y
ropajes de todos colores, según la feria ocurrente, porque así lo pide la
decencia de su condición y estado, y esto es congrua también" .
Pero r e c o n o c ía ta m b ién q u e m u ch o s ec le siá stic o s eran honra de la
c le r e cía y sa b ía n atesorar sus riq u ezas en m a n o s de lo s pobres. A dem ás:
"No se opone a la pobreza de espíritu el aparato y decencia que
pide el carácter del estado... No se opone a este espíritu el vestir con de­
cencia, que no son ermitaños los clérigos para vestir sayales"3’ .
E l libro seg u n d o , en el q u e se dirige a los religiosos, c o m ien za tam ­
b ién c o n una carta a u n religioso d istr a íd o . Habla lu eg o d e las graves
ca íd a s q u e han su frid o a lg u n o s d é lo s q u e han h e c h o p ro fesió n de virtu d ,

29 Ibid., Lib. 1, cap. 8. & II, pp. 112-114.


30 Ibid. lib. 1, cap. 8, & III, pp. 117-118.

31 Ibid. p. 119.
JUAN MANUEL PACHECO, S. J.
464

y entre las causas que han preparado esta caída da especial importancia
a la tibieza. Los últimos capítulos de este libro los consagra a los escrú­
pulos y a sus remedios.
El tercer libro está consagrado a instruir a los casados en sus debe­
res; los previene especialmente contra los celos, y les da sabios consejos
para la educación de los hijos.
Finalmente en el último libro enseña a los solteros a dominar sus
pasiones, a huir de las malas compañías, a luchar contra las malas cos­
tumbres y a evitar las ocasiones de pecado.
Las numerosas referencias y citas que hace de autores religiosos y
profanos, antiguos y modernos, causa sorpresa si se tiene en cuenta el
lejano y retirado sitio en que escribía, a orillas de! río Meta.
Mons. Mario Germán Romero, al analizar detenidamente esta obra
del P. Rivero, escribe que sus numerosos capítulos “son una serie de
conversaciones familiares, llanas, sencillísimas, pero nunca bajas ni in­
cultas, mucho menos vulgares o chocarreras. Allí todas las gradaciones
de estilo, alto y bajo, llano y vehemente; todas las formas retóricas o
artísticas a que se suele acudir en la conversación familiar, al alcance del
vulgo. Su Imaginación rica y pintoresca, era pintor, le sugiere mil medios
para explicar e! pensamiento con singular viveza y claridad”. Y concluye:
“En suma, se trata de un libro profundo, delicioso, que se deja leer,
salpicado de gracia e ironía, y que merece un concienzudo estudio de
parte de los lingüistas y gramáticos” 32.
El Teatro del Desengaño lo hizo publicar en Córdoba (España) en
1742 el doctor Juan de Alea y Estrada, chantre de la catedral de Santafé
y director de la Escuela de Cristo de la misma ciudad, a quien le envió el
manuscrito original un misionero de los Llanos33. Lo hizo preceder de
la biografía del P. Rivero escrita por el P. GumiUa34.
Jorge Luis Arango lo reeditó en 1956 en la “Biblioteca de la Presi­
dencia de Colombia”, y le puso por prólogo el estudio de Mons. Mario
Germán Romero, publicado en la Revista Javeriana35.
“Historia de las misiones de los Llanos de Casanare y los ríos Ori­
noco y Meta. En 1728 acometía el P. Rivero la redacción de esta histo-

32 MARIO GERMAN ROMERO: El Padre Juan Rivero y el "Teatro del desengaño” , Revista
Javeriana, 46 (1956) 59-60.

33 El doctor Juan de Alea y Estrada nació en Santafé en 1675; fue colegial de San Bartolomé
y obtuvo el título de doctor en teología en la Universidad Javeriana. Ingresó en el capítulo
de la catedral de Santafé en 1726. Murió en esta misma ciudad el 26 de febrero de 1748;
JOSE RESTREPO POSADA: Arquidiócesis de Bogotá. Cabildo Eclesiástico, pp. 83-84.

34 Cfr. nota 23.


35 Ibid,
P. JUAN DE RIVERO
465

ria por orden del P. Diego de Tapia, provincial. Del archivo de Santafé
le llegaron relaciones, cartas y otros documentos escritos “por los mis­
mos misioneros que fundaron los pueblos” 36.
En la introducción de su obra pide el P. Rivero disculpas por los
defectos de esta:
“Mi estilo es tosco sin arte; sírvame de disculpa sobre mí corta
habilidad el sitio donde se ha escrito, sobremanera incómodo; las ribe­
ras del Meta han sido el taller en que se forjó esta obra... No es pequeño
estorbo el poco uso de la lengua castellana que por acá se hace, pues
con la necesidad de tratar a estas gentes en sus idiomas bárbaros, se
beben insensiblemente sus modos tosquísimos de hablar y se olvidan los
propios” *
31.

En esta obra logró el P. Rivero salvar del olvido la gesta heroica de


los misioneros del Llano y del Orinoco, yes fundamental para la historia
de estas misiones. La dividió en seis libros siguiendo un orden cronoló­
gico y geográfico. En el primero, después de presentar la geografía de la
región y las costumbres de sus primitivos habitantes, habla de la primera
misión de los jesuítas en ios Llanos, emprendida en 1624 y cortada por
la actitud adversa del arzobispo de Santafé, don Julián de Cortázar. Los
libros segundo y tercero se refieren a la segunda misión comenzada en
1659 y a las vicisitudes de las primeras reducciones. El cuarto está con­
sagrado al fracaso del primer intento de penetración en el Orinoco con
la muerte trágica de los misioneros a manos de los indios caribes. Las
empresas misioneras de los PP. José Cavarte y Alonso de Neira en las
selvas del Meta, y del P. José Gumilla entre los betoyes llenan el libro
quinto. El último está dedicado a las reducciones del Meta en las que
desempeñó un papel tan descollante el mismo P. Rivero. La historia
llega hasta 1727.
“Hay que dejar asentado, escribe el P. José del Rey, que Rivero es
el auténtico historiador de las misiones llaneras y orinoquenses, en el
sentido de que constituye la primera fuente en importancia. Dispone
(aunque a veces la ignora mas o menos concientemente) de la obra de
Mercado que completa en forma mucho más profunda de lo que a pri­
mera vista pudiera parecer. Su narración se prolonga hasta el año de
1727; dispone de más documentos y con una perspectiva mucho más
lejana. Ha vivido como misionero y esto le ha hecho familiarizarse con

36 JUAN RIVERO: Historia de las Misiones de los Llanos de Csanarc y los ríos Orinoco y
Meta (Bogotá, 1956), Al lector, p. XIIi.

31 Ibid., p. XIV.
JIJAN MANUEL PACHECO, S. 3.
465

el medio, con los hombres e incluso ha conocido a muchos de sus pro­


tagonistas. Por esto triunfa en las descripciones del medio ambiente;
indios, folklore, comidas, ritos, costumbres, etc.
“Tiene más mentalidad histórica: sigue fielmente la cronología,
los hechos, las personas y las grandes líneas fundamenales; Mercado por
el contrario se contenta con narrar sistemáticamente los acontecimien­
tos. Una diferencia curiosa, provocada quizá por la diferente mentalidad:
Mercado es siempre breve, demasiado a veces; Rivero se va al extremo;
pues mientras el misionero de los Llanos trabaja sobre los documentos
copiándolos casi al pie de la letra, Mercado pretende generalmente dar
una noticia sintética y clara; de ahí sus omisiones” 3a.
Esta historia de las misiones no vino a publicarse sino en 1883, en
Bogotá, gracias a Ramón Guerra Azuola3839, Se reeditó en 1956 en la
Biblioteca de la Presidencia de Colombia, por Jorge Luis Arango. Des­
graciadamente, como ya lo hemos anotado, el lenguaje original del P.
Rivero fue notablemente modificado.
No nos detenemos más en esta obra del P. Rivero, pues el lector ha
encontrado y encontrará numerosas referencias a ella en los capítulos
de esta historia consagrados a las misiones.

38 JOSE DEL REY FAJARDO, S.J.: Misiones Jesuíticas en la Orínoquia, I, p. 16-17.


39
“Historia de- las Misiones de los Llanos de Casan are y los ríos Orinoco y Meta. Escrita el
año de 1736. Por el Padre Juan Rivero de la Compañía de Jesús. Bogotá. Imprenta de Sil­
vestre y Compañía, 1883” ; 23,5 x 16 cms., IX - 450 pp.
CAPITULO V

P. JOSE GUMILLA

Biografía1

Uno de los jesuítas más notables en el Nuevo Reino, durante el


siglo XVIII, fue el P. José Gumilla, emprendedor misionero, notable
escritor, cartógrafo y superior. En Cárcer, pueblecito valenciano,
situado a la orilla derecha del río Júcar, nació el P. Gumilla el 3 de
mayo de 1686; fueron sus padres Francisco Gumilla y Margarita Ana
Moragues2. Hizo sus primeros estudios en la ciudad de Valencia3 . A los

* Para una bibliografía más amplia sobre el P. Gumilla, véase: JOSE Del REY, S.J.: Estudio
prelem im r a P. JOSE GUMILLA: Escritos varios (Caracas, 1970), p. XI- XVI. Sobre el P.
Gumilla pueden consultarse: M. BRICEÑO IRAGORRY; Historiadores de Indias. P. José
Gumilla, en Boletín de la Academia Nacional de la Historia (Caracas), 14 (1931) 1-7; E,
OTERO D ’COSTA: El Padre José Gumilla, en Senderos (Bogotá), 1 (1934) 131-134; J.R.
ARBOLEDA, SJ.: El P. José Gumilla, S.J. y su obra, Introducción a El Orinoco Ilustrado
(Bogotá, 1944) p. IX-XX; C. B AYLE, S.J.: El Padre José Gumilla y su libro, Introducción
a El Orinoco Ilustrado (Madrid, 1945) p. XIII-XXTV; L A CUERVO: Retrato del Padre
José Gumilla, en BHA, 32 (1945) 638-640; R. TOVAR ARIZA; Elogio del Padre José
Gumilla, en BHA 32 (1945) 641-653; D. RAMOS PEREZ: Un plan de inmigración y libre
comercio defendido por Gumilla para Guayanaen 1739, en Anuario de Estudios America­
nos (Sevilla), 15 (1958) 201-224; El etnógrafo Gumilla y su grupo de historiadores. Nue­
vos datos sobre las obras misionales de éstos al mediar el siglo XVIII, en Miscelánea P. Ri-
vet, México, 1958, II, 857-869; P. OJER Gumilla, Evangelizador del Orinoco, en SIC (Ca­
racas), 13 (1950) 379-381.
J. DEL REY, S.J.: El Padre José Gumilla, S.J.: un sociólogo audaz y un americanista ol­
vidado, en Revista Javeriana (Bogotá) 50 (1958) 5-22; Gumilla y su obra literaria, en Sic
(Caracas) 26 (1963) 323-324; J. M. Barradas: Unas cartas desconocidas del Padre José
Gumilla, 1740-1741, en Archivum Historicum Societatis Iesus (Roma, 1968) 37 (1968)
418-426; J, DEL REY, S.J., Estudio preliminar a JOSE GUMILLA S.J. Escritos varios
(Caracas, 1970) p. XVII-CIX, D. RAMOS PEREZ: Estudios de Historia Venezolana (Ca­
racas, 1976).
En las notas siguientes serán citados otros estudios.

2 FRANCISCO MATEOS, S.J.: La patria del Padre José Gumilla, en Razón y Fe, (Madrid),
148(1953) 79-82.

3 VICENTE J¡MENO, Escritores del Reino de Valencia, II (Valencia, 1749) 285, apud F.
MATEOS: art. cit. p. 79-80.
JUAN MANUEL PACHECO, S. J.
468

18 años de edad ingresó en la Compañía de Jesús, en el noviciado de


Sevilla, con destino a las misiones del Nuevo Mundo. En un “Catálogo
de los sujetos de las Misiones del Nuevo Reino y Q uito” figura entre los
novicios estudiantes, bajo el número 28: “H. Joseph Gumilla, natural de
Cárcer, arzobispado de Valencia, entró en la Compañía de 18 años, fue
recibido en el noviciado de Sevilla para una de las dos provincias, el 13
de junio de 1704”4 . Se embarcó rumbo a América el 4 de mayo de
1705 en el navio San José de la Flota de Tierra Firme. En la reseña que
se hizo de los misioneros en la Casa de Contratación se le describe:
“mediano de cuerpo, señales de viruela, lunar pequeño junto al ojo
derecho” 5,
Los años de estudio en el colegio de Santafé pasan sin que tenga­
mos datos concretos. En 1711 se hallaba estudiando teología. Eran
entonces, rector del Colegio Máximo el P. Ignacio de Meaurio, a quien
el P. Gumilla califica, en su El Orinoco Ilustrado, como “el sujeto más
calificado de mi provincia del Nuevo Reino” 6, y profesores de teología
ios PP. Andrés de Tapia, Miguel Montalvo y Francisco Cataño7 *. El 31
de marzo de 1714 recibió la ordenación sacerdotal®.
Se encontraba en 1715 en Tunja, en el año de tercera probación,
cuando el P. Mateo Mimbela, provincial, puso los ojos en él para encar­
garlo de la evangelización de los betoyes. Ese mismo año parte para la
misión de los Llanos. En susquinee años de vida misionero en los Llanos
solo una vez, en 1729, regresó temporalmente a Santafé por asuntos de
la misión9 . En la parte referente a las misiones trataremos de su labor
evangelizad ora.
Después de quince años de vida en los Llanos, es destinado en
1731 por el P. Francisco Antonio González a restaurar con el P. Bernar­
do Rotella la difícil misión del río Orinoco, en el que los indios caribes
son una continua amenaza. Hace entonces un viaje a la Guayana para
entrevistarse con las autoridades y pasa luego a la isla de Trinidad. En
San José de Oruro predica una misión de quince días10

4 APQ. leg. 5.

s T O m . w v.\_ v a l s , 'á .s .. 5sw M ïf\en\.os ytai'nvitM . ivX aïw t» a \ a Vi\%vma i c \ a C o m p añ ía áe


Je sú s e n V en ez u ela, 111, 25.

6 El Orinoco Ilustrado (ed. Bay le), p_ 262-263.


7 Catálogo de la Provincia del Nuevo Reino, 1711 ; ARSI, N.R. et Q. 4.

Supplementi m Calai. 1715, ib id.

9 ANB, Notaría 3, t. 160(1729) fols. 61-62, 66.


10 J. GUMILLA; El Orinoco Ilustrado, (ed. Bayle) p. 44-45; cfr. J. GUMILLA:£'rcrifos varios
p. 97.
P. JOSE GUMILLA
469

Regresa Guayaría en 173311 y al año siguiente firma en Santo


Tomé un convenio con los capuchinos de la Guayana y los franciscanos
de Píritu sobre los límites de las respectivas misiones12 .E n 1735 acepta
el nombramiento que le hace el gobernador Carlos de Sucre de capellán
de la infantería del castillo de San Francisco de Asís, nombramiento
que aprueban el vicario de Cumaná, el bachiller Felipe Martínez13 y
el provincial de los jesuítas, P. Jaime López14. Gumilla ha puesto la
condición de que se agreguen a su feligresía los indios circunvecinos,
sálivas y aruacas, y se compromete a dejar un sustituto en las ausencias
que debe hacer por razón de su cargo de superior de las misiones1S.
¿Pensaba el P. Gumilla fijar su residencia en Guayana como en sitio
estratégico para las misiones del Orinoco?
En 1736 va a Caracas para arreglar varios asuntos de la misión, y
en especial los límites de la misión del Orinoco con la de los capuchinos
de Caracas, que no habían sido tenidos en cuenta en el anterior conve­
nio de 1734. El nuevo convenio se firma el 28 de noviembre de 173616.
Una carta venenosamente antijesuítica, firmada por un Guillaume
Duez, fechada en Santafé el lo. de marzo de 1737, y dirigida al rey,
habla así del P. Gumilla:
“Lo cierto es que habiendo su General a este P. Gumilla que fuera
a ser rector de Tunja, como allí no hay puerto, ni es posible haberlo, no
admitió. Y apenas el Provincial Jaime López le mandó ir a Cartagena,
que es puerto, se fue con toda ligereza, sin reparar en misiones de las
cuales finge mil primores que escribe, que apoya el Provincial Jaime
López, porque es valenciano” 17.

Carta de Gumilla ai gobernador Carlos de Sucre; Guayana, 14 noviembre 1733, en J.


GUMILLA: Escritos varios, p. 165.

12 Concordia, ibid. p. 101-104; Cfr. ANTONIO ASTRAIN, S.J.: Historia de la Compañía de


Jesús en la Asistencia de España, V il, 466-468.

13 Nombramiento de Capellán del P. Gumilla; AGI, Santafé, 289.

14 Carta del P. López al rey; Cartagena, 10 octubre 1735; AGI, Santafé 289; J. GUMILLA:
Escritos varios, p. 294.

15 agregándose a esta feligresía los expresados indios, aceptaré bajo de esta condición el
título de tal capellán, por tener para ello comisión de mi provincial Jaime López, con lo
cual por lograr la conversión y enseñanza de dichos gentiles se hará cargo la provincia del
Nuevo Reino de la Compañía de Jesús del cultivo espiritual de esta infantería y feligresía
que hubiere, y no en otra forma...” ; Memorial a Gumilla al gobernador Sucre; AGI, Santa-
fé 289.

16 Concordia de 28 de noviembre de 1736 entre el P. Gumilla y fray Salvador de Cádiz, Cara­


cas (1736), en Escritos varios, p. 107-116.

17 AGI, Santafé 400.


JUAN MANUEL PACHECO, S. J.
470

El padre general Francisco Retz había nombrado, en septiembre


de 1733 rector del noviciado de Tunja al P. Gumilla18, No sabemos qué
motivos mediaron para que el P. Gumilla no desempeñara este cargo.
En 1736 escribía el mismo P. Retz al P. Jaime López: “ Apruebo la
mutación que en el gobierno se hizo admitiendo la propuesta del P.
Gumilla y poniendo en su lugar vicerrector del noviciado al P. Casabona,
tan a propósito para ese empleo” 19.
El P. Gumilla pasó a ser rector del colegio de Cartagena, en donde
se encontraba en octubre de 17372021.No estuvo mucho tiempo al frente
de ese colegio, pues en junio de 1738 ya actúa como provincial31.
En la congregación provincial reunida en septiembre de 1738 fue
elegido procurador general de la provincia ante la corte española y el
general de la Compañía de Jesús, junto con el P. Diego Terreros22.
Los procuradores deciden viajar a Europa por la vía de La Guaira, y
así pasan por Pamplona3'5, se encuentran en Mérida en febrero de 173 924.
y poco después en Caracas25. En junio de este último año ya había llega­
do el P. Gumilla a Madrid, pues el 28 de este mes firma en esa ciudad la
biografía del P. Rivero26. El 28 de julio el Consejo de Indias concedía
licencia a los dos procuradores para seguir a Roma27.
Desde Roma, a 25 de marzo de 1740, escribía el P. Gumilla al H.
Miguel Sanchís, residente en Sevilla, ayudante del procurador de las
provincias de América, una carta en la que le daba noticias del conclave
en que saldría elegido Benedicto XIV28. A Principios de noviembre de

18 Carta del P. Retz al P. Francisco Antonio González, 15 septiembre 1733; APT. Cartas PP.
Generales, leg. 132,fol. 352.

19 Retz a López; 15 septiembre 1736, íbid. fol. 340.


A Q
Carta del P. Joseph Gumilla S.J., rector del colegio de Cartagena de Indias al señor Presiden­
te de la Casa de Contratación, en Sevilla, Don Francisco de Baras y Valdez, Cartagena, y
octubre 18 de 1737. Remite un conocimiento de mil doblones oro que dejó el limo. Sr. D.
Antonio Claudio Alvarez de Quiñones, arzobispo que fue de Santa Fe, a S,M, para las ur­
gencias de la Plaza de Oran; AGI, Contratación, 5149.

21 Carta del P. Gumilla al rey; Santafé, 30 junio de 1738; AG i. Santafé 4 1 5 ;cfr. p.

22 AGI, Santafé 406.


23 El Orinoco Ilustrado (ed. Bayle) p, 256.

24 Libro de consultas del colegio de Mérida, 2 febrero 1739.


25 Ll Orinoco Ilustrado (ed. Bayle) p. 252.

26 JOSE GUMILLA; Escritos varios, p. 54.

27 AGI, Santafé 406.


13
JOSE M. B ARNADAS: Unas cartas desconocidas del P, José Gumilla, 1740-1741 ; Archivum
Historicum Societatis [esu, 37 (1968) 421-422.
P. JOSE GUMILLA
471
1740 ya se encontraba de regreso en Madrid, en donde redacta su obra
El Orinoco Ilustrado. De su permanencia en Madrid queda el testimonio
de su coterráneo Vicente limeño, quien escribe en su obra Escritores de
Valencia:
“ Sus virtudes admiraron a todo el Colegio Imperial de Madrid, y le
hizo amado de todo su genio obsequioso y su trato siempre igual, alegre
y santamente festivo. Todos los padres se iban tras él sin saber apartarse
de su dulzura. Su humildad es extremada, como lo manifestó también
pasando por Valencia y visitando a la familia en cuya casa había estu­
diado” 29 .
Se embarcó de regreso para el Nuevo Reino, con una expedición de
misioneros, el 19 de enero de 1743 en el navio francés San Rafael,30 y
llegó a Santafé el 16 de abril31.
Una vez en su provincia del Nuevo Reino, volvió a sus amadas mi­
siones de los Llanos. En 1745 era superior de estas misiones, y como tal
pide dos títulos, uno para el alguacil mayor, y otro para el notario; y en
1747 siete temos de flautas32. Diego Tabares, en un informe al virrey
Eslava, cita un párrafo de una carta que le escribió el P. Gumilla, desde
el Casanare, el 4 de octubre de 1746, sobre la fortificación de la isla de
Limón33.
En San Ignacio de Betoyes le halló el P. Gilij, en enero de 1749, de
paso para el Orinoco; hablando del cuidado de los enfermos, escribe:
“El P. Gumilla, a quien después de seis años de ausencia volvió a ver en
Casanare, en la reducción por él fundada, era especialísimo en esta ma­
teria. En su cabaña tenía toda suerte de remedios y al primer aviso del
fiscal dábase prisa, como amorosa madre, a utilizarlos, era todo agilidad,
todo prontitud, todo alegría. Yo estaba a su lado sorprendido de
sus dulces maneras, y viéndome atento a este nuevo modo de farma­
cia, me dice con esa manera de hablar que le era familiarísima: Católico,
así se hace” 34.
Y en otro lugar cuenta: El P. Gumilla “estaba componiendo, en
enero de 1749, unas adiciones para su historia, que él mismo me leyó,

29 En JOSE TORIBIO MEDINA: Biblioteca Hispano-Americana, IV, p. 344.

30 JOSE DEL REY, S.J.: Documentos jesuíticos, III, 36-37.

31 J. VARGAS JURADO Tiempos Coloniales, p. 24. Sobre el viaje de la expedición de misio­


neros traída por el P. Gumilla, cfr. p.

32 CXientas de la misión de los Llanos con el colegio de Cartagena; ANB, Temporalidades t. 5


(2081) fols. 788 v, 789.

33 ANB, Gobierno, t. 5, fot 1S. Véase la carta íntegra en JOSEGUMILLA: Escritos varios, p.
174-176.

34 E1LIPPO SALVATORE GILIJ; Saggio di storia americana, III, lib. 2, cap. 10, p. 76; trad,
castellana, Ensayo de Historia Americana (Caracas, 1965) III, 81-82.
JUAN MANUEL PACHECO, S. J.
472
en las que después de retractar sus errores, describía larga y amenamen­
te, a su manera acostumbrada, los nuevos descubrimientos. Pero la muer­
te que le sobrevino al año siguiente, con sentimiento de cuantos gozamos
de su amabilísimo trato, hizo que quedara imperfecta e inédita la obra”
35
El P. Gumilla murió en efecto, al año siguiente, en 1750, el 16 de
julio, en su amada misión de Los Llanos36.
“El Orinoco Ilustrado” 37. La obra que ha hecho famoso el nombre
de Gumilla es la de El Orinoco Ilustrado, compuesta y editada en Espa­
ña en 174138. Su título completo es el siguiente:
“El Orinoco Ilustrado, Historia natural, civil y geográfica de este
gran río y de sus caudalosas vertientes; gobierno, usos y costumbres de
los indios sus habitadores, con nuevas y útiles noticias de animales, ár­
boles, frutos, aceites, resinas, yerbas y raíces medicinales;y sobretodo,
se hallarán conversiones muy singulares a nuestra santa fe y casos de
mucha edificación” .
La obra la dedicó a San Francisco Javier y a los misioneros sus imi­
tadores. En las páginas preliminares lleva las aprobaciones y elogios de
los PP. Antonio de Goyeneche y Tomás Nieto Polo, procurador este de
la provincia de Quito, y de don Dionisio de Alcedo y Herrera, presiden­
te de la real audiencia de Quito.
Se propuso en esta obra dar a conocer el río Orinoco “para que el
gran río, hasta ahora casi desconocido, renazca en este libro con el re­
nombre de Ilustrado; no por el lustre que de nuevo adquiere sino por
el caos del olvido de que sale a la luz pública”39.
Es un mundo nuevo el que quiere presentar ante los ojos del lector
europeo, que se negaba a creer lo que sobrepasaba a sus visiones habi­
tuales40 .
Divide la obra en dos partes. En la primera, después de presentar algu­
nas noticias históricas, no sin algunos errores, sobre el descubrimiento

35 F.S. G1L1J: Saggio, 1, lib .l, p. 2 8, Ensayo, l, 53.

36 Catálogo de la Provincia del Nuevo Reino, 1751, Supplcm. ARSI, N.R.ct 0 4, fol. 3 28.

37 Sobre El Orinoco ¡lustrado pueden consultarse: JOSE NUCETE-SARDI: Comentario preli­


minar a El Orinoco Ilustrado y Defendido (Caracas, 1963); DEMETRIO RAMOS PLR1-.Z:
Gumilla y la publicación de El Orinoco Ilustrado, estudio preliminar a la edición de I I
Orinoco Ilustrado y Defendido (Caracas, 1963) p. XXIX - LXXV; Curva operatoria de Ca­
milla en la defensa del territorio venezolano, en el estimulo de progreso y en la valoración
científica, ibid. p. LXXVI11-CXXXVI1; 1 0 SE DEL REY. S.J.: La génesis dei Orinoco Ilus­
trado, en Boletín Histórico (Caracas), n. 24 (1970) 357-364.
38 La primera edición fue hecha en Madrid “Por Manuel Fernández, Impressor de la Reverenda
Cantara Apostólica, en su Imprenta y Librería, fíente la Cruz de Puerta Cerrada”.

39 El Orinoco Ilustrado (edición Bogotá, 1955), Prólogo, p. 41 citamos esta edición por re­
producir la primera de El Orinoco Ilustrado.
40
Ibid. p. 42-43.
P. JOSE GUMILLA
473

del Orinoco y la colonización de la Guayana, describe el curso del río


Orinoco y de sus principales afluentes y el clima de la región; se detiene
especialmente en pintar las costumbres de las tribus indígenas que habi­
taban en sus orillas, y expone finalmente las fauna y flora orinoquense.
Teirnina esta primera parte con un capítulo dedicado al mito de el
Dorado.
“ La materia de esta segunda parte, escribe en la introducción de
esta, coincide con la de la primera, y se reducirá a responder a varias
preguntas y dudas curiosas originadas de lo mismo que llevo ya referido,
y dar satisfacción a otras que de las mismas respuestas han citado per­
sonas de literatura, y como tales ansiosas de saber más y más, me han
preguntado”41. Entre otras preguntas responde si aquellos gentiles tie­
nen alguna idea de Dios, si practican la idolatría y tienen trato con el
demonio, si disminuye el número de los indios. Otras interrogaciones se
referían a la variedad de lenguas indígenas, a las guerras, armas y vene­
nos de los indios, a las enfermedades y remedios que usan. Habla también
de las incursiones de los indios caribes y daños que causaban a las misio­
nes, de los insectos y animales ponzoñosos, de los caimanes, del modo
de cultivar la tierra, de las cacerías, etc. Finaliza la obra con un “ Apostro­
fe a los operarios de la Compañía de Jesús que Dios se sirviere destinar
para la conversión de los gentiles”42 .
La ocasión que movió al P. Gumilla para componer esta obra fue,
según declara él mismo en carta al H. Sanchis, las preguntas que le hiciera
la duquesa de Gandía43 sobre el Orinoco: “ínsinúele a su Excelencia
cómo todo este invierno me he llevado respondiendo por escrito a las
preguntas que su excelencia me hizo, y a todas cuantas se me pueden
hacer (que es cuanto se puede pedir), de las cuales ha resultado un libro
cuyo título es: El Orinoco ilustrado. Historia natural, civil y geográfica,
con la variedad de usos y costumbres raras de aquellas gentes. Sale nueva­
mente a luz por N.N. Dedícase al grande Apóstol San Francisco Javier,
después de haber resistido a tres graves impulsos de dedicarlo a la señora
la duquesa-de Gandía y de Béjar; pero basta mi buena intención, aun­
que resistida, para que su excelencia se digne de tomar la obra en sus
manos, que saldrá a más tardar para mayo”44*.

41 El Orinoco Ilustrado, (cd, Bogotá, 1955), Parte segunda, Introducción, p. 231-232.

42 El Orinoco Ilustrado, (ed. Bogotá, 1955) p. 402-410.

43 Era en 1741 duquesa de Candía, doña María Ana de Borja ( + 14 de mayo de 1748).
MUSI, Borgía I, 360.
Carta de Gumilla al H. Miguel Sanchis; Madrid, 14 (enero) 1741; JOSE MARIA BARNA-
DAS: Unas cartas desconocidad del Padre José Gumilla, 1740-1741, en Archivum Histori­
cum Societatis lesu, 37 (1968) 423-424.
JUM'Í MMÚJEL P M3HEC0, S . 3.
474

Respondía también t i Orinoco ilustrado al momento cultural que


se vivía en Europa; la Ilustración se había difundido con su entusiasmo
y curiosidad cintífica, y eran bien recibidos los libros de viajes y de paí­
ses extraños. Gumilla se propuso tratar “ de las cosas singulares que ob­
servó y notó acerca de las aves, animales, insectos, árboles, resinas, hier­
bas, hojas y raíces” , demarcar “la situación del Orinoco y sus vertientes”,
señalar “ el caudal de sus aguas, la abundante variedad de sus peces, la
fertilidad de sus vegas y el modo rústico de cultivarlas” , presentar los
usos y costumbres de aquellas tribus indígenas y dar “ su parecer en
algunas curiosas y útiles deserta dones”45.
Hay además una motivación de carácter religioso y es la de atraer
hacia aquellas misiones la atención de los espíritus apostólicos y misio­
neros y reclutar para ellas fervorosos operarios46.
La obra, como ya dijimos, la compuso en España y debió de con­
cluir su redacción en los primeros meses de 174147. El P. Del Rey sostiene,
con fundamento, que se valió de un diario o libro de notas, merced al
cual puede fijar con precisión el sitio y las fechas de los sucesos que na­
rra48*. Su base principal son sus experiencias vividas en sus años de mi-
- 4Q
sionero .
El éxito del libro fue notable. El fiscal del Consejo de Indias, José
Borrul, afirmaba en 1745 que la edición de 1741 se había hecho ya tan
rara “ que al presente casi no se puede conseguir un ejemplar”50.
No le faltaron censores, cuyos ojos, escribe el mismo Gumilla,
“semejantes a los de aquellas aves nocturnas que, abominando la luz,
buscan y hallan su gusto y consuelo entre las sombras de la noche”51;

45 El Orinoco ¡lustrado, (ed, Bogotá, 1955), Prólogo, p. 41.

46 agregándose cuanto antes estas ovejas perdidas al rebaño de la Santa Iglesia.


"A este nobilísimo fin, como a centro único, corren todas las líneas de esta breve historia;
el cual, a la verdad será más asequible, sabiendo los operarios de antemano las calidades de
los terrenos, los genios de las naciones...” (El Orinoco [lustrado y Defendido (ed. Bayle),
Primera parte, cap. 1, Sí II, p. 53.

47 JOSE DEL REY, S.J.: La génesis del Orinoco Ilustrado, Boletín Histórico (Caracas) 8, n. 24
(1970) 361.

45 ibid. p. 362-363.

“Por lo que mira a la solideü de la verdad, basa principal y fundamento de la historia... serán
noticias hijas de mi experiencia y de aquello mismo que ha pasado por mis manos y he visto
por mis ojos, no sin cuidadosa observación” (El Orinoco Ilustrado, Prólogo (cd. Bogotá,
1955) p. 41-42.

50 El Orinoco Ilustrado, (ed. Bayle), Parecer del señor fiscal, p. 25.

51 1:1 Orinoco Ilustrado, Primera parte, Introducción (ed. Bayle) p. 39.


P. JOSE GUMILLA
475

otros deseaban mayores informes y explicaciones. Entre los pasajes con­


trovertidos se encuentran, entre otros, el referente a la palma de los gua-
raúnos52 y el que equiparaba las minas del Nuevo Reino a las del Perú y
Nueva España53. Esto lo movió a preparar, estando aun en Madrid54,
una nueva edición con retoques y adiciones. Su regreso al Nuevo Reino
le impidió dirigir esta nueva edición, pero se encargó de hacerlo el P. Jo­
sé Cassani55, Obtuvo el permiso para la nueva edición el P. Pedro Alta-
mirano, procurador general de las provincias americanas. Salió en Madrid
en Í745, en dos tomos. El título cambia un poco, pues al epíteto de
ilustrado dado al Orinoco se le añade el de defendido.
La acogida que tuvo el libro en los medios cintíficos lo muestra
las amplias recensiones que de él hicieron las revistas de la época56.
Las Memoires pour l ’Histoire des Sciences et des beaux arts no solo lo
comentó si no que tradujo numerosos párrafos del mismo57. En su núme­
ro de enero-marzo de 1748 se refirió la comunicación del Orinoco con
el río Marañón, negada por Gumilla58, e informó que en agosto de 1743
M. Bouguer se encontró en Honda con varios jesuítas quienes le asegu­
raron que el P. Gumilla había cambiado de parecer y estaba persuadido
de la comunicación entre los dos ríos. “ Sobre esta materia, añade, hemos
recibido una carta muy interesante de M. de la Condamine, en la que es­
tablece de una manera incontrovertible la comunicación del Orinoco
con el Marañón”59.

52
El Orinoco Ilustrado, Primera parte, cap. IX.

53 Ibid. Primera parte, cap. 25 (ed. Bogotá, 1955) p. 217. En la segunda edición añadió el pá­
rrafo; “Reflexión y noticia fundada de los tesoros del Nuevo Reino de Granada” (ed. Bay­
le ) p, 257- 264.

54 En la segunda edición aparece este párrafo, que es una edición a la primera; “Explicóme
con lo que sucede en el temperamento de esta Corte... la práctica de un famoso médico de
esta Villa..." El Orinoco [lustrado. Primera parte, cap. IV (ed, Bayle) p. 77,78.

55 Un académico, M. Bouguer, nos ha hecho saber que el P. Gumilla retornó a América en la


primavera de 1743, y que en su ausencia el P, Cassani cuidó de la edición en Madrid; Me­
moires pour 1 'Histoire dos Sciences et des beaux arts, (1748) p. J89.

56 Année Littéraire (Amsterdam) 6 (1758) 327-350; 7 (1758) 73-92; Journal encyclopédique


(Licge)l (1759) 73-84; 2 (1759) 82-100: Journal Etranger (Paris) 1756, p. 3-46; Journal
des savants (Amsterdam) 1758,sep-oct., 353-359.

57 Memoires pour l 'Histoire des Sciences et des beaux ans, 1747, oct- dcc, 2319-2345,2501-
2511; 1948, janv-mar. 27-55, 189-191; 1759 (mar-abril) 623-640.

58 EL ORINOCO ilustrada (ed. Bayle), Primera parte, cap. 2 p. 61-63.

59 Memoires pour l 'Histoire ... 1747, (dec.) p. 2345.


JUAN MANUEL PACHECO, S, J,
476

La obra del P. Gumilla fue traducida al francés por M. Fidous. tra­


ducción que se publicó en tres tomos en Avignon en 175860.
Biografías. Una costumbre tradicional en la Compañía de Jesús es
escribir, a la muerte de algún jesuíta, una breve o extensa necrología en
la que se narren las principales etapas de su vida y se realcen sus virtu­
des y méritos. Del P. Gumilla han llegado hasta nosotros dos de estas
necrologías, verdaderas biografías, de dos ilustres misioneros de los Lla­
nos, las de los PP. José Cavarte y Juan de Rivero.
La existencia de la biografía del P. Cavarte se conocía por el testi­
monio del P. Rivero, quien la utilizó en su “Historia de las Misiones”61.
Se creía perdida hasta que la localizó el P. José del Rey en la obra inédi­
ta “Historia del Colegio de la Compañía de Jesús en Zaragoza”, del P.
Juan Arbizu, cuyo manuscrito reposa en el archivo del Colegio del Sal­
vador de Zaragoza. Uno de sus capítulos esta consagrado al P, . Cavarte,
quien había nacido en Zaragoza. Al final del capítulo advierte el P. Arbizu:
“ Esta carta, como va escrita, menos el principio de día que da razón de
su vocación, noviciado y partensa a 1ndias, es traslado de la que me envió
desde Santa Fe de Bogotá y recibí en marzo de 1725 el Hermano Lucas
Amat, valenciano... Y en la que me escribe me dice... que el P. Gumillas,
misionero y residente en la reducción de San Ignacio de los Betoyes, fue
el que hizo la carta y la envió al colegio de Santa Fe, de la cual hizo
hacer una copia. Y esta llegó a mis manos y ia guardo con otras de las
Indias”62.
Fsta biografía está fechada en Betoyes a 26 de abril de 1724, y la
publicó el P. Del Rey en “Escritos varios., del P. Gumilla63.
La biografía del P. Rivero fue publicada por el mismo P. Gumilla
en Madrid, en 1739, con el título: “ Breve noticia de la apostólica y
ejemplar vida del angelical y V.P. Juan Rivero, de la Compañía de Jesús
misionero de indios en los ríos de Casanare, Meta y otras vertientes del
gran río Orinoco, pertenecientes a la provincia del Nuevo Reino”. Lsun
folleto de 32 páginas, sin pié de imprenta. La biografía está fechada en
Madrid, a 28 de julio de 1739. Se propuso el autor enviarla impresa,
como carta circular, a la provincia del Nuevo Reino.

60 Joseph GL’MILLA: ¡listoire Naturelle, Civile et Géographique de ! Orenoquc, et des prin­


cipales Rivières que s' y jettent. Dans laquelle on traite du Gouverment, des l'sapcs & des
Cotumes des Indiens qui 1 ' habitent, des Animaux, des Herhes & des Racines Médicinales
quie naissent dans le Pais. Par le P. Joseph Gumilia, de la Compagnie de Jésus. Supérieur des
Missions de L' Orenoquc, Traduite de 1 'Espagnole sur la seconde Edition. par M. liidous,
ci-devant ingénieur des Armées de S.M.C Avignon... MDCCLVill.

61 JUAN RIVERO, S.J.: ¡-(istoria de las Misiones..,, lib. 6, cap. 3, p.40‘J-410.

62 JOSE GUMILLA, S, J.: F serito i varias, p. 16.


63 Ibid. p. 3-20.
P. JOSE GUMILLA
477

Una segunda edición de esta biografía apareció en Córdoba, en


1741, antepuesta a la obra del P. Rivero, Teatro del Desengaño, por el
doctor Juan de Alea y Estrada, su editor, Fue reproducida por Jorge
Luis Arango al reeditar en la Biblioteca de la Presidencia de Colombia,
en 1956, el Teatro del Desengp.no. El P. Del Rey la incluyó en Escritos
varios del P. Gumilla, tomándola de la edición príncipe64.
Relación sobre la reducción de los betoyes. El P. Mateo Mimbela
envió en 1725 al presidente del Nuevo Reino, Antonio Manso y Maído-
nado, una extensa relación sobre la reducción de los indios betoyes en
los Llanos Orientales. Esta relación que se conserva en el Archivo de In­
dias de Sevilla65 fue publicada por el P. Del Rey en “Escritas varios ”
del P. Gumilla6667.
Era conocida por el P. Rivero quien la inserta, casi literalmente, en
su Historia de las Misione^1. Que sea obra del P. Gumilla lo prueba el P.
del Rey68 basándose en las palabras del P. Mimbela, quien escribe: “ Se
han añadido las nuevas fundaciones con relación plena que pedí al supe­
rior de las misiones para satisfacer el celo de vuestra señoría”69. Era en­
tonces superior de las misiones el P. Gumilla por nombramiento del pa­
dre general hecho en 172370. Además, la minuciosa relación con tantos
hechos concretos solo podía provenir de un testigo presencial, que no
era otro que el P. Gumilla, protagonista principal de los sucesos narra­
dos.
Es claro que en la relación se encuentran algunas interpolaciones
debidas a otra mano, como el capítulo 14 en que se presentan las virtu­
des del P. Gumilla, y el capítulo 6 en que se narra la destinación de este
mismo misionero a los Llanos. Probablemente es del mismo P. Mimbela
el capítulo segundo referente al intento de fundación en las selvas del
llamado Airico, a orillas del río Meta, pues en él intervino personalmente.
Esta relación las aprovecharemos ampliamente en la parte referen­
te a las misiones.

64 Ibid.p. 21-54

65 AGI, Santafé 298.

66 JOSE GUMILLAjS.J.: Escritos varios, p. 189-266.

67 JOSE RIVERO,S.J.: Historie de las Misiones, lib. 5, cap. 8-22, p. 346-395.

68 JOSE DEL REY, S.J.: Estudio preliminar a JOSE GL'M fLLA,S.J.: Escritos varios, p. LXV1
EX IX.

69 JOSE GUM1LLA.S.J.: Escritos breves, p. 191.

79 Tamburini a González, 27 marzo 1723; APT. Icg. 132, fo!s, 263-264.


JUAN MANUEL PACHECO, S .J.
478

Memoriales. En í 73971 publicó el P. Gumilla en España un memo­


rial con el titulo de: “Informe que hace a Su Majestad, en su real y su­
premo Consejo de las Indias, el Padre José Gumilla de la Compañía de
Jesús, misionero de las misiones de Casanare, Meta y Orinoco, superior
de dichas misiones, y procurador general de la provincia del Nuevo Rei­
no en esta corte, sobre impedir a los indios caribes y a los holandeses las
hostilidades que experimentan las colonias del gran río Orinoco, y los
medios más oportunos para este fin”72. En él presenta la deplorable si­
tuación en que se encontraban las misiones del Orinoco debido a las in­
cursiones hostiles de los indios caribes, favorecidos por los holandeses
del Surinam; propone defender el gran río construyendo un fuerte en
la isla de Fajardo, isla situada en las bocas del río Caróní, y refuta las
razones que contra este proyecto había presentado el gobernador de
Cumaná, don Carlos de Sucre; y por último aconseja como “grande ante­
mural para el resguardo del Orinoco” el colonizar con familias de las Ca­
narias la isla de Trinidad y la Guayan a.
La defensa de la Guayana y el Orinoco había venido siendo una
preocupación de la corona española desde los asaltos ingleses comanda­
dos por Walter Raleigh en 1595. En la primera mitad del siglo XVIII se
discutían varios proyectos de defensa: uno era el fortificar la isla de Fa­
jardo, proyecto sostenido por los jesuítas; otro, el de establecer una po­
blación en el sitio de la Angostura, y fortalecer en aquel sitio las riberas
del Orinoco; a esto se inclinaban los capuchinos; y un tercer proyecto
consistía en construir defensas en la isla de Limones73.
El P. Gumilla defiende en este memorial el primer proyecto. Sin
embargo, en carta a D. Diego Tabares, gobernador que había sido déla
Guayana, escrita en 1746, le confiesa que había defendido el proyecto
de la isla de Fajardo por obedecer al padre provincial de entonces, pero
personalmente se inclinaba a la fortificación de la isla de Limones.
Tabares, en carta al virrey Eslava, copia el párrafo de la carta de Gumilla:
“El P. Ferrer me avisa los eficaces deseos de vuestra señoría, de
que doy mil gracias a Dios, y me dice que vuestra señoría trae consigo el

71 Sobre la fecha de este memorial, cfr. JOSE DEL REY S.J. : Estudio preliminar, p. LXXXIII
LXXXVL

72 Lo publicaron: ANTONIO B. CUERVO: Colección de documentos inéditos sobre la geo­


grafía e historia de Colombia, : Iil, p. 483-497; y JOSE DEL Rey S.J. en JOSE GUMILLA:
Escritos varios, p. 55-69. Sobre este memorial, cfr, DEMETRIO RAMOS PEREZ: Un plan
de inmigración y libro comercio defendido por Gumilla para Guayana en 1739, en Anuario
de Estudios Americanos (Sevilla) 15 (1958) 201-224; Estudios de Historia Venezolana (Ca­
racas, 1976) p, 483-506.

73 DEMETRIO RAMOS; La defensa de la Guayana, en R e v is ta d e Indias (Madrid) 16 (1956)


527-584.
P. JOSE GUMILLA
479

memorial que presenté a S.M., pero con la ingenuidad que debo y pro­
feso me veo obligado a participar a vuestra señoría, cuyo mayor acierto
deseo mucho, que por obedecer a mi padre provincial que era entonces,
y me lo mandó escribir a favor de la isla de Fajardo, pero porque halle'
en Dios y en mi conciencia que es mucho mejor y mucha menos costa
fortifivar la isla de Limón, cita en la otra banda de la real fuerza de
Guayana, di al señor del Consejo de Indias, don José Borrul, un manus­
crito con mi firma, con muchas razones a favor de que se cierra mejor el
río Orinoco por dicho sitio; lo primero, el menos costo; segundo, que
de fortificar en Fajardo quedan doce leguas descubientas a los extranje­
ros par entrar a las misiones de los reverendos padres capuchinos, o para
marchar por todas las misiones de Píritu, o a Barcelona o a Caracas, y
este solo motivo sobra, y omito los otros aunque no despreciables. La
mucha comprensión de vuestra señoría vera que es así, y para mí es tan
cierto que di cincuenta pesos de contado en que se había tasado una es­
tacada en dicho Caño de Limón, y no se efectuó” 74.
Un segundo memorial escribió el P. Gumilla al Consejo de Indias
en 1742. Se refiere a la controversia sostenida por los misione ros jesuítas
del Orinoco con los capuchinos de la provincia de Venezuela, sobre los
límites de las respectivas misiones. La controversia se había presentado
con ocasión de la fundación de Cabruta. Lo ha publicado el P. José del
Rey entre los “Escritos varios” del Gumilla7576. Nos referimos a él al na­
rrar la historia de la fundación de Cabruta.
Cartografía. Al P. Gumilla se deben varios mapas del río Orinoco
que han sido estudiados por el P. José del Rey, en la introducción a los
“Escritos varios” del misionero16.
El primero es de 1732, y representa al Orinoco desde las bocas del
Caroní hasta su desembocadura en el mar. Lo envió el autor al goberna­
dor de Trinidad, Bartolomé de Aldunate, después de un viaje, el que,
como afirma el mismo P. Gumilla, lo hizo despacio y con especial aten-
cion .

74 ANB, gobierno, t. 5, fol, 15 v,; JOSE GUMILLA: Escritos varios, p. 175-176.

75 JOSE GUMILLA: Escritos varios; p. 119-135.

76 JOSE DEL RFY, S . J Estudio preliminar a JOSE GUMILLA: Escritos varios, p.LXXXVII
XCIV.

77 Carta del P. Gumilla al gobernador Bartolomé de Aldunate; Guayana, 21 febrero de 1732,


en JOSE GUMILLA, Escritos varios, p. 152.

Cfr. E. MORALES PADRON - J. LLAVADOR MIRA: Mapas y planos y dibujos sobre V e­


nezuela existentes en el Archivo General de Indias, en Anuario de estudios americanos, 20
(1963) 533.
JUAN MANUEL PACHECO, S. J.
480

Un segundo mapa dibujado por el P. Gumiila en 1733 fue enviado


a España por el gobernador de la Guayana, Agustín de Arredondo. Es
más completo que el anterior. Para las regiones que desconocía se valió
el P. Gumiila de los datos que le suministraron el P. José Cavarte, el
agustino fray Silvestre de Hidalgo y Juan González Navarro, que las ha­
bían visitado. Un vecino de la Guayana, conocedor de la región, le pro­
porcionó nuevos datos sobre las bocas del Orinoco.
El P. Del Rey se inclina a considerar como obra de Gumiila un
mapa anónimo y sin fecha, estudiado por Demetrio Ramos en su artícu­
lo titulado: “Un mapa inédito del Río Orinoco” 78.
Finalmente el P. Gumiila acompañó su publicación de “El Orinoco
Ilustrado” con un “mapa de la provincia y misiones de la Compañía de
Jesús del Nuevo Reino de Granada”, grabado por Paulo Minguet.

78 DEMETRIO RAMOS: un mapa inédito del Río Orinoco, Es el precedente del P. Gumiila y
el más antiguo de los conocidos, en Revista de Indias (Madrid) n, 15 (1944) 89-IÍÍ4: En
mapa inédito del río Orinoco precedente del impreso de Gumiila, en Estudios de historia
venezolana (Caracas. 1976) P- 541-556.
LIBRO IV
M ISIO N ES JE SU IT IC A S
MISIONES JE SU IT ICA S *

CAPITULO UNICO

A orillas del Guaviare. Cerrada por las incursiones de los caribes la


entrada en el río Orinoco, determinaron los misioneros jesuítas orientar
su acción evangélica hacia los indígenas que se encontraban en las már­
genes de los ríos Guaviare y Ariari. Esperaban poder congregar a los sá-
livas, que ya habían recibido el mensaje cristiano*1.
Para explorar el terreno fueron escogidos los PP. José Cavarte y Jo­
sé de Silva, quienes salieron de los Llanos en 1695. El P. Cavarte logró
llegar hasta un caserío de indios achaguas, llamado Quirasibeni. Su vida
estuvo en peligro, pues el cacique del pueblo, un indio cristiano fugitivo
de las misiones agustinas, temeroso de que el misionero lo entregase a
los blancos, concertó con los indios chiricoas que lo asesinaran antes de
que llegara al pueblo, pero los chiricoas no se atrevieron.
Ya en el pueblo supo el misionero disipar los recelos de los indios
y adquirir algunas noticias sobre la región, que comunicó al P. Diego Al-
tamirano, a la sazón visitador y viceprovincial del Nuevo Reino2 .
El P. Altamirano comisionó a los PP. Alonso de Neira y Mateo
Mimbela para estudiar las posibilidades de establecer una misión entre
estos indios. Llegaron a Sabana Alta en diciembre de 1695; allí se
quedó el P. Mimbela, y el P. Neira, en compañía de los alcaldes de San
Juan, bajaron por el Ariari hasta dar con un pueblo de achaguas, llama­
do Etare, desde donde se pudieron comunicar con el P. Cavarte3.
El P. Cavarte resolvió salir a Santafé a informar.
"Me refiero, escribía el presidente Cabrera y Dávalos al rey, los
m uchos indios que había hallado, y cómo dos años antes había salido del

* Pacheco, S. J„ Juan Manuel. HISTORIA ECLESIASTICA. Vol. XIII. T. III, pág. 386.

1 JUAN DE RIV ERO S.J.: Historia de las Misiones de los Llanos de Casanare v los R íos Ori­
noco y Meta (Bogotá, 1956), lib. 5, cap. 1, p. 317.
Ibid.,p. 317-321.
3
Carta del P. Mimbela al P. Altamirano: Sabana Alta. lo abril 1696 en JUAN DE RIVL-RO:
op. cit., lib. 5, cap. 2 ,p . 322-329.
MISIONES JESUITICAS
486
caribe por el Guaviare, y se cree que con algunos franceses con quienes
está aliado esta nación, dándome razón muy por menor de las berra·
mientas que dicho caribe les había vendido y dejado liadas para volver
por la paga”4.

Los franciscanos de la misión de San Juan de los Llanos se queja­


ron de que los jesuítas se habían introducido en su territorio. El P. Juan
Antonio Varillas, procurador de las misiones jesuíticas, hizo una infor­
mación, en la que probó que en aquellas regiones situadas en el descono­
cido Airico los franciscanos no habían tenido pueblos, y que sus habi­
tantes eran achaguas, cuya lengua no entendían los misioneros de San
Juan, y que a! atravesar los llanos de San Juan sólo buscaban un cami­
no menos peligroso para llegar a estas misiones5.
Cabrera y Dávalos, por decreto del 20 de septiembre de 1696, dio
las gracias a ambas órdenes por el celo que mostraban en la conversión
de los infieles, y declaró que cualquiera de ellas tenía facultad para en­
trar en el Airico, “y si para pasar a dichas entradas una religión necesi­
tase de pasar por el territorio de la misión de otra, lo pueden hacer li­
bremente” . Los franciscanos acataron esta decisión6.
Con el P. Cavarte, ya de regreso, siguió a Etare el P. Mimbela,
quien rindió luego un pormenorizado informe sobre aquella región.
Este informe decidió a los superiores a intentar el establecimiento de
una misión, y dos jóvenes jesuítas fueron enviados a Etare: los PP. To­
más Varela. español, y Félix Cugía, sardo. E! pueblo de San Javier de
Etare prosperó un poco, y llegó a contar con 300 habitantes, pero no
presentaba grandes esperanzas, por estar los indios circunvecinos ene­
mistados con estos achaguas, y la invasión de ios caribes seguía siendo
una amenaza. La pérdida de la salud obligó a los PP, Cugía y Varela a
salir de esta misión. El P, Pedro Calderón, provincial, reunió en Santafé
en febrero de 1702 una consulta, para analizar la conveniencia de esta
misión, y considerado el escaso fruto que prometía, se resolvió llamar a
Santafé al P. Neira, y ordenar al P, Cavarte que volviera a la misión del
Casanarc7 .
Al salir el P. Neira se vinieron tras él los indios de Etare, y el misio­
nero pidió que se le concediera acabar sus días entre ellos. Más que el

4 Caira de! presidente Gil y Dávalos al rey_¡ San tafo, 27 marzo 1697; AGI, Santafc, 36.

3 Memorial del I*3*, fray Jerónimo de Villat'añe. O. l\ M.; memorial del P. Juan Antonio Vari­
lla'.. S. J.: AGI. Santafé. 36.

b Ihvretn del pasideiile Cabrera y Dávalos; Santafc, 20 septiembre 1696 AGI. Santafé, .16

JUAN DE RIVElíO: op. elt .lib . 5, caps. 5 y 6. p. 336-339


JUAN MANUEL PACHECO, S. J.
487

amor al misionero, movía a estos indios el contar con su protección


contra los caribes. Pronto el P. Neira se vio abandonado de sus neófitos.
En carta a los superiores, del 17 de noviembre de 1705, les manifestaba
sus deseos de salir a Santafé para morir con los sacramentos8 . Pero sus
deseos no se cumplieron, pues a poco la muerte sobrevino en Camoa, el
11 de enero de 17069 .
Con el P. Neira perdió la misión a uno de los más veteranos y esfor­
zados apóstoles10.
En el Casanare. En el catálogo de la provincia jesuítica del Nuevo
Reino, correspondiente al año de 1702, aparecen trece misioneros en las
reducciones del Casanare. Era su superior el P. Alberto Buckowsky, na­
cido en Bohemia y venido a América en 169511. En una sóla década de
1700 a 1710, la misión veía fallecer a nueve de sus misioneros12. Sólo
tres sacerdotes y un hermano los sustituyeron.
Las reducciones en el Casanare eran las cinco ya antiguas de Pauto,
Tame, San Salvador de Casanare, Macaguane y Patute. Pauto contaba en
1711 con 500 indios, y tenía agregadas algunas familias de blancos que
vivían en las haciendas comarcanas. San Salvador contaba con 600 acha­
guas, Tame con 1.300 giraras y Macaguane con 900 indios de esta misma
raza; entre estos últimos se encontraban 300 indígenas, que sólo hacía
dos años habían salido de la selva. Con excepción de éstos, todos los de­
más eran ya cristianos, hablaban el castellano y pagaban tributo al rey.
Sólo no lo pagaban los inconstantes tunebos, que en número de 576 se
hallaban en Patute13.

B En JUAN DE RIVERO: op. cit., tib. 5, cap. 7, p. 341.

9 Para la fecha de la muerte del P, Neira, Cfr. Libro de la Iglesia y Sacristía del Colegio de la
Compañía de Jesús de Santafé, fol. 185 v (Archivo de la Provincia de Colombia, S, Jj .

10 El P, Neira nació en Matapozuelos (León, España) hacia 1635 e ingresó en la Compañía en


1650. Desde 1661 era misionero en los Llanos y permaneció en la misión el resto de su vida,
con excepción de cuatro o cinco años que vivió en Santafé. Dominó las lenguas achagua y
saliva, de las que compuso gramática y vocabulario, y escribió en ellas poesías y piezas
teatrales. MATIAS DE TAPIA, S.J.: Mudo lamento de ¡a vastísima y numerosa gentili­
dad que habita en ¡as dilatadas márgenes del caudaloso Orinoco... en JOSE DEL REY, S.J.:
Documentos jesuíticos relativos a la historia de la Compañía de Jesús en Venezuela, /, p.
¡97-201; Ibid. Aportes Jesuíticos a la Filología Colonial Venezolana. I, 199-203.

11 Archivo Romano S. L., N. R. ct Q., 4; JOSE DEL REY: A porte Jesuítico..,, I, 230-231.

12 Murieron en esta década losPP. Domingo María Lanzamani (1700), Julián Vergara (1701),
Agustín de Campos (1702), Felipe Gómez (1703), Pedro Ortega (1704), Alonso de Neira
(1706), Pedro de Castro (1706). Martín Niño (1709) y José de Silva (1710).

13 Informe del P. Maleo Mimbela ai presidente del Nuevo Reino; AGI, Santafé, 403 ANTO­
NIO B. CUERVO: Colección de documentos inéditos.... IV. 194-196.
JUAN MANUEL PACHECO, S. J.
488
La actividad misionera había quedado reducida a conservar estos
núcleos cristianos ya bien establecidos, pues el peligro caribe impedía
extender el radio de acción. Este inmovilismo hacía sufrir a varios misio­
neros, como lo muestra una carta del P. Buckowsky al P. Wenceslao
Breyer, misionero del Amazonas. "Aquí, le escribía, padezco poco y
menos hago; por falta de gentío se trabaja poco y el temporal sobra con
abundancia” 14.
El padre general Miguel Angel Tamburini dio orden, en diciembre
de 1711, de entregar al clero diocesano las reducciones, quedándose só­
lo con la de Patute15. Esto mismo ya había ordenado el P, Francisco
Sierra, visitador de la provincia. El provincia!, que lo era el P. Mimbela,
presentó la renuncia ante el presidente, Diego de Córdoba, reservándose
sólo el puerto de San Salvador del Casanare, por ser la puerta para la mi­
sión del Orinoco16.
Pero tanto el protector de los naturales, Antonio de Lana y Geusa,
como el fiscal de la audiencia, Manuel Antonio Zapata, juzgaron que no
se debía aceptar la renuncia, por el peligro de que retornaran los indios
a sus selvas, y por no haber sacerdotes que supiesen las lenguas indíge­
nas. El presidente pidió a la Compañía de Jesús que continuara al fren­
te de estas doctrinas17 . Tampoco quiso admitir la renuncia el arzobispo
Cossío y Otero, por carecer de sacerdotes que entendiesen las lenguas
de los indios18.
Cinco años más tarde hicieron los jesuítas un nuevo intento para
renunciar a las doctrinas de Pauto y Fontibón, esta vez ante el Consejo
de Indias. E! Consejo, por real cédula del 30 de julio de 1730, pidió in­
formes al presidente del Nuevo Reino19. Antonio Manso respondió que
no sólo “son los pueblos mejor educados e instruidos de todo el Reino,
sino los de mayor número de indios y los que con más prontitud satis­
facen sus tributos, sin cuidado alguno de sus corregidores” . No era con­
veniente, añadía, hacer cambio alguno en el régimen de estos pueblos,

14 Carta al P. Breyer: Santa Bárbara del Casanare. 29 enero 1708; Archivo S. 1. de la provincia
de Quito, leg. 8.

15 Carta del P. Tamburini al P. Mimbela; diciembre 1711; Arellivo S. J. de la Provincia de To­


ledo (Madrid), leg, 132, fol. 191.

16 Memorial del P. Mimbela al presidente del Nuevo Reino; ANTONIO B. CUERVO. Colec­
ción de documentos inéditos..., IV, 192-193.

17 Ct'r, ANTONIO B. CUERVO op. cit., rv, 194-205.


18 ANTONIO ASTRAIN, S.J.: Historia de la Compañía de Jesús en la Asistencia de España,
VII. 452.
19
ANB: Miscelánea, t. 49 (1,595), fol. 947.
MISIONES JESUITICAS
489

“pudiendo desearse para el mayor servicio de Dios e interés de V.M. el


que todos estuviesen sujetos a tan prudente dirección” 20 .
En vista de este informe, el rey, por cédula del 16 de agosto de
1730, ordenó no hacer cambio alguno21.
San Ignacio de Betoyes. Empezaba el año de 1701, cuando salió de
Tame el cacique girara Antonio Calaimi a recorrer mundo. Vino a parar
a Pedraza (Venezuela), en donde encontró a un grupo de betoyes que
hablaban una lengua similar a la suya. Resolvió conocer las tierras de sus
nuevos amigos y logró convencer a un buen grupo de indios que se vinie­
ran con él a l ame2223.
Esto animó al P. Juan Ovino, italiano, doctrinero de Tame, a visitar
en 1703 a los betoyes. y después de tres meses de difíciles conversacio­
nes regresó con un no pequeño número de indios. Se establecieron los re­
cién llegados en Tame, pero las epidemias y las fugas los redujeron a
contadas familias. Se resolvió trasladara estas familias al sitio de Casia-
bo, en donde estuvieron hasta 1715 bajo la dirección de don Antonio,
que asumió la labor de catequista.
Este año de 1715 llegó de visita a Tame el P. Mimbela, ^provincial,
y don Antonio le suplicó que le concediera un misionero para sus beto­
yes. El destinado fue el P. José Gumilla, que acababa de termirar sus es­
tudios.
En enero de 1716 comenzó el P. Gumilla su labor entre los beto­
yes, a los cuales trasladó al nuevo pueblo de San Ignacio, a orillas del
río Tame. Aprendió su lengua y logró levantar una iglesia, la más vistosa
y capaz de toda la misión; estableció una escuela de música, y montó un
hato de ganado para atender a las necesidades de la próspera reducción13.
En 1717, después de algunas infructuosas expediciones del P. Cines
Marín y suyas, logró traer a San Ignacio un centenar de indios Iolacas24 .
Trágica fue la expedición del P. Miguel de Ardanaz en busca de otra par­
cialidad betoye, la de tos quilifayes y mafilitas, pues por no guardarlas

20 Carta del presidente Antonio Manso al rey; Sámate, 16 mayo 17 29) AGI, San tale, 301,

21 ANB: Reales cédulas, t. 9 (614), t'ol. 52; Ct'r, JOSE MARIA RESTREPO SAl.NZ Biogra­
fías de los Mandatarios y Ministros de la Real Audiencia, p. 66.

22 IO S P. GUMILLA. S. i . . Relación de la entrada a las daciones Be ¡oyes y su cristianización;


en Escritos Varios (ed. José del Rey, S J-). p. 201-204: JUAN DE RIMERO, S. J.: Historia
de las Misiones.... ¡ib. 5, cap. 8, p, 346-349,

23 JOSE GUMILLA: Relación, p. 204-213, JUAN DE R1VLRO op. cit.. lib. 5, caps, 9-12, p.
349-358.

24 JOSE GUMILLA: Relación, p. 216-228; JUAN DE RiVERO op. cit. lib. 5, cap. 13-16. p.
'58-367.
JUAN MANUEL PACHECO, S.J.
490

señales convenidas perecieron los indios guías y los buscados huyeron25.


Dirigió entonces la atención el P. Gumilla a los anabalis, en cuya busca
salió en 1718. En una segunda visita, realizada en 1722, regresó con cer­
ca de 300 indígenas, entre ellos el noble cacique Seisere, que tomó el
nombre de don Ventura al ser bautizado. Todavía hizo el P. Gumilla
otras dos entradasalos anabalis,en las cuales sacó otros 190 indígenas26,
Enterado el P. Tamburini de estos progresos, mandó al provincial
que diera al P. Gumilla las gracias en su nombre y lo animara a proseguir
en aquella empresa, que era un ejemplo para los demás27.
San Francisco de Regis de Guanapalo. Hallábase el P. Ignacio Meau-
rio, provincial, visitando en 1718 la misión, cuando llegó una embajada
de una parcialidad de indios achaguas, establecida a orillas del Meta, en
busca de misioneros. El P. Meaurio envió al P. Cavarte, quien debía pro­
ponerles que se vinieran al Casanare o se establecieran cerca de las reduc­
ciones llaneras. Escogieron esto último los achaguas, pero ninguno de
los sitios examinados para fundar el pueblo íes agradó, y se volvieron a
su antiguo lugar, situado en la desembocadura del río Guanapalo en el
Meta, a seis días de distancia del Casanare. Esta distancia hacía dudar de
la conveniencia de establecer allí una reducción28.
Sin embargo, se condescendió con el empeño del P. Cavarte, que
se había encariñado con estos indios. En compañía del P. Juan Capuel,
superior de la misión, volvió el P. Cavarle a Guanapalo en noviembre de
1721. Inmediatamente se comenzaron a construir las casas del pueblo y
una modesta capilla. Con la llegada de nuevas familias indígenas creció
el pueblo, y en abril de 1722 eran ya 170 sus moradores. Esta reducción
iba a convertirse en el centro de la nueva misión del Meta.
En octubre de 1722 llegaba a Guanapalo un joven misionero, el P,
Juan de Rivero, historiador de estas misiones. Traía el encargo de infor­
mar sobre la conveniencia de proseguir aquella obra. Sus primeras impre­
siones fueron favorables. Con fervor juvenil se entregó el P. Rivero al
adelanto de la reducción, pues los años y los trabajos había ya agotado
las fuerzas del P. Cavarte. En algunas excursiones recogió nuevos indíge-

25 JOSF GUMILLA: Relación, p. 228-231: JUAN DE· RIVFRO: op. cit„ lib. 5, cap. 16. p.
367-370.

26 JOSF GUMILLA. Relación, p. 232-253. JUAN DU RIVERO. o p . cit., lib. 5. cap. 17 -21 p
371-388.
27 Carta del P, Tamburini al P Francisco Amonio González, 27 mayo 1723 : Archivo S. J. de
la provincia de Toledo, lcg. 132. fol, 256.
1ñ i
IGNACIO MFAURIO, S.J.: Estado Espiritual de la Provincia del Nuevo Reino y rus Minis­
terios: año de } 718, Archivo S.J. de la Provincia de Toledo fMadrid), Fondo Astraiti, leí:. 46.
MISIONES JESUITICAS
491
ñas, que hicieron crecer la población. Creó una escuela de música, y el 8
de noviembre de 1723 pudo ofrecer a la Reina de los Cielos “una solem­
ne y bien concertada letanía”29.
El 7 de febrero de 1724 moría en Guanapalo el veterano P. Cavar­
te, cuya vida aventurera ocupa un primer plano en la historia de las mi­
siones llaneras durante varios lustros30.
Corría apacible la vida en la reducción de Guanapalo, cuando vino
a perturbarla el ataque del cacique chiricoa Chavinumari, enemigo del
de los achaguas. Tranquilo se encontraba el P. Rivero, el 21 de julio de
1727, escribiendo uno de los capítulos de su Teatro del Desengaño,
cuando fue muerto por los chiricoas un joven indio31. Se organizó una
expedición punitiva, y la muerte de varios de sus indios amedrentó a
Chavinumari32.
En este año de 1727 el pueblo de San Regis fue trasladado a un si­
tio más cómodo, y en él levantó el P. Rivero una “hermosa y capaz”
iglesia, con un vistoso arte sonado de palma33.
Sun Miguel de Macuco. Tenía el cargo de teniente en la reducción
de San Regis un indio saliva, José Cavarte. En su busca llegaron, un día
de 1725, un centenar de salivas, capitaneados por el hermano de José,
Fueron muy bien recibidos en la reducción, y pronto se vio en las se­
menteras y cría de animales el espíritu emprendedor de los recién lle­
gados.
Resolvió el P. Rivero fundar con ellos una nueva reducción, que
se confió al P. Manuel Román. Se dio comienzo al nuevo pueblo en una

29 JUAN DE RIVERO: op. cit., lib. 6, cap. 2 ,p .4 0 2 ,

30 JUAN DE RIVERO: op. cit., Lib. 6 ,3 , p. 403-410. El P. José Cavarte había nacido en Zara­
goza (España) e) 9 de febrero de 1655. Estudiaba jurisprudencia en Salamanca, cuando in­
gresó en la Compañía de Jesús en 1680, llevado del deseo de ser misionero. Al año siguien­
te vino.al Nuevo Reino, y en Santafé se ordenó de sacerdote. Fue destinado a la misión de
los Llanos en 1686 y en ella perseveró hasta su muerte. Logró hablar con expedición las
lenguas achagua, sáliva y girara. El P. Gumilla escribió una necrología del P. Cavarte, la que
utilizó el P. Rivero en su Historia de ¡as Misiones, e insertó el P. José Arbizu en su obra
inédita: Historia del Colegio de la Compañía de Jesús de Zaragoza. El P. José del Rey la
publicó en los Escritos Varios, del P. Gumilla, p 3-20.

31 JUAN DE RIVERO, S.J.: Teatro del Desengaño, p. 331-32.

32 JUAN DE RIVERO: op. cit., lib. 6. cap. 12. p. 440-445, el P.Guniilla dió cuenta de estos
sucesos en carta al presidente Antonio Manso; San Ignacio de Betoyes. 10 octubre 1727;
en Escritos Varios, p. 147-148.

33 JUAN DE RIVERO: op. cit., p. 446.


JUAN MANUEL PACHECO, S. J.
492

bella campiña, junto al caño Macuco, en 1730, y recibió el nombre de


San Miguel34.
Realizó el P, Román tres expediciones al Vichada, en busca de los
sálivas allí establecidos, pero los resultados no correspondieron a las
grandes fatigas de estas entradas. En una de ellas se vio el misionera cer­
cado p o t los caribes, pero la habilidad táctica del sargento Grillo, que lo
acompañaba, hizo que los caribes huyeran dejando abandonado todo su
cargamento35.
' Guahivos y chiricoas. En la tercera década del siglo XV11I se hizo
un gran esfuerzo por asentar y cristianizar a los nómadas tribus de los
guahivos y chiricoas. Cinco reducciones se fundaron entonces, pero to­
das ellas tuvieron vida efímera.
En el siglo anterior los jesuítas habían fundado un pueblo de gua­
hivos, a orillas del río Ariporo. Cierto día salieron sin licencia a una pes­
quería, y el doctrinero, creyendo que habían huido, envió a unos solda­
dos en su busca. Un indio, al verlos venir, disparó una flecha y dio muer­
te a un soldado. Llenos de terror se dieron a la fuga.
Comenzaron entonces los blancos a cazarlos, “como si fueran ve­
nados” 36 . Esta persecución por una parte, y por otra las epidemias, diez­
maron a las tribus guahivas.
El P. Gumilla obtuvo de la audiencia de Santafé una real provisión,
en la que se prohibía a los blancos perseguir y cautivar a los guahivos, y
les hizo saber a los indios que podían salir a poblarse sin temor, pues el
rey los protegía.
Se animó con esto un grupo de guahivos, que se mantenía oculto
junto al riachuelo Cuifotico, a fundar un pueblo a orillas del Tame, cer­
ca de San Ignacio de Betoyes. El 20 de noviembre de 1723 se dio co­
mienzo a la nueva reducción, a la que se dio el nombre de Santa Teresa,
y se confió aljoven misionero austríaco P. Ernesto Steigmiller, No había
cumplido dos años la nueva reducción, cuando los indios huyeron por
un leve castigo de azotes que se impuso a una india37 .
Cerca de San Regis había acampado el valiente cacique chiricoa
Chacuamare. Trabó amistad con él el P. Rivero y logró persuadirlo a

34 JUAN DE RIVERO: op. cit„ lib. 6 . cap, 14. p. 4 4 9 4 5 1 ; JOSE CASSAK1, S.J. : H is to r ia de
la Provincia de ¡a Compañía d e Jesús en el Nuevo Reino de Granada {ed. José del Rey), p.
367-371.

35 JOSECASANN1: op. cit.,p. 371-375.

36 JOSE GUMILLA: Relación; en Escritos Varios, p. 197.

37 JUAN DE RIVERO: H istoria de las M isiones, lib. 6, cap, 6, p. 417-418; JOSE DEL REY,
S.J.: A p o r te s J e s u ític o s a la F ilo lo g ía C o lo n ia l V en ezolana, I, 2 7 0 .
MISIONES JESUITICAS
493

fundar un pueblo a orillas del Meta. Tomó el nombre de la Santísima Tri­


nidad. Por ser muy visitado este pueblo por otras tribus chirieoas, que
dejaban sin cosechas a sus moradores, se trasladó a otro sitio distante, en
donde ya no era fácil al doctrinero de San Regis atenderlo. Cuando es­
cribía el P. Rivero, en 1729, su historia, se hallaba aún esta reducción
sin misionero, pero Chacuamare había recibido el bautismo y se llamaba
don Fortunato38 . Debió de desaparecer pronto este pueblo, pues no se
le vuelve a mencionar.
Por gestiones del P. Gumilla, un grupo de guahivos y chiricoas se
estableció a orillas del Pauto, en un pueblo llamado San José de Macara-
bure. En diciembre de 1725 vino a encargarse de él el P. Jacobo Edeler39 .
Los indios se mostraban piadosos y daban lugar a mayores esperanzas.
Pero un día huyeron los chiricoas, y otro, en una bebezón, pelearon los
indios entre sí. Como la reducción se encontraba muy mermada, los in­
dios enemistados entre sí y el P. Edeler enfermo, resolvió el P, Diego de
Tapia, provincial, suspender esta estéril reducción40 ,
La reducción de Concepción, a orillas del Cravo, se debió también
a la iniciativa del P. Gumilla, quien consiguió para atender a los guahi­
vos allí congregados al P. Juan José Romeo, que acababa de ser profesor
en la Universidad Javeriana.Como los víveres escasearan en la reducción,
pidieron los indios permiso para salir a cacería, y durante todo un año
dejaron casi sólo al misionero. Cuando los indios regresaron y la reduc­
ción empezaba a prosperar, enfermó el P. Romeo y hubo de ser sustitui­
do por el P. Mateo Rivas41. La reducción vino a deshacerse por las riva­
lidades que surgieron entre los mismos indios42.
Más tarde el P. Francisco Rauber, bávaro, intentó evangelizara los
guahivos participando de su vida nómada, pero no pudo resistir tal géne­
ro de vida43.
Como un milagro se juzgaba el que al tiempo de la expulsión de los
jesuítas, permaneciera la reducción guahivade San LuisGonzaga de Casi-
mena44. La había fundado, a orillas del Meta, el P. Juan Espinosa, en
17454S.
38 JUAN Di: RIVERO: op. cil„ lib. 6, cap. 4. p. 410-414.
39 JOSÉ DEL REY: op. cit.. 1, 237
40 JUAN DE RIVERO: op. cit.. lib. 6, cap. 6. p. 419-420.
41 JUAN DE RIVERO: op. cit., lib. 6. cap. 7, p. 420-424.
4‘ JOSE CASSAN'I: op. cit., p. 347.
4 1 .
EELIPll GILIJ, S. J.: Ensayo de Historia Americana. I, 66.
aa
EELIPE S. GILIJ: op. cit., I, 66.
45 EUGENIO DE ALVARADO: Informe Reservado en JOSE DEL REY, S J .: Pociimemos
Jesuíticos Relativos a la Historia de la Compañía de Jesús en Venezuela, 1, p, 327.
JUAN MANUEL PACHECO, S. J.
494

La conquista espiritual del Orinoco. El gran río Orinoco seguía


siendo un imán para el corazón de los misioneros jesuítas. El P. Salvador
de Cádiz, capuchino, en carta al P. Meaurio, provincial de los jesuítas, le
manifestaba su asombro por el gran número de indígenas que poblaban
las orillas del Orinoco y le proponía presentar a las autoridades del Nue­
vo Reino un proyecto de defensa contra los caribes. Así lo hizo el P.
Meaurio. Pedrosa y Guerrero, que regía entonces los destinos del Nuevo
Reino, pidió que los jesuítas exploraran las márgenes del río46.
Fueron escogidos los PP. Juan Capuel y Juan Romeo, quienes, en
1719, recorrieron el Orinoco en compañía de varios prácticos. Emplea­
ron seis meses. Desde Casanare escribió el P. Capuel a Pedrosa, envián­
dole mapas y planos47.
Resultado de estos informes fueron las reales cédulas del 31 de oc­
tubre de 1726 y 22 de diciembre de 1729, en las que el rey ordenaba le­
vantar un fuerte en la isla Fajardo. No bien tuvo noticia de estas órde­
nes el P. Francisco Antonio González, provincial, resolvió restaurar la
misión del Orinoco, y confió esta empresa a los PP. Gumilla y Bernardo
Rotella48.
Salieron los dos misioneros de Casanare el 10 de diciembre de 1731,
y llegados a Guaya na, encontraron que nada se había hecho aún, pero
como les aseguraron que los caribes no se atreverían a nuevas incursio­
nes, escarmentados como estaban por los castigos que habían recibido
en Cumaná y Caracas, resolvieron dar comienzo a su labor misionera49.
Firmaron antes un convenio con los capuchinos de la Guayana, en el
que señalaron el río Caroní como límite de las dos misiones50.
Pronto surgieron las reducciones de la Purísima Concepción, de
indios guaiqueríes, en la que se quedó el P. Rotella; San José, de mapo­
yes; Nuestra Señora de los Angeles, de sálivas y Santa Teresa.
El ataque caribe. Los caribes, que se habían mantenido por algún
tiempo tranquilos, renovaron sus hostilidades en 1733. En marzo de es­
te año, el cacique Taricura incendiaba los pueblos de Santa Teresa y

46 DLMUTRIO RAMOS: La defensa (tela Guayana: en R e v ista de in d ia s (Madrid). 16 (1956),


538-539,

47 Informe del P. Capuel; AGI, Santo Domingo, 632; JOSI DHL RRY, S. J,; D tte u m a u o s J e ­
II, 307-311.
s u ític o s ,


Informe del P, José Ciumilla; en Escritos Varios, p. 60-61.

49 JOS II CASSAN1, S.J.: H isto ria d e la P rovincia d e la Campan ia de J esú s en el N u e v o R eino


d e G ranada (cd. José dd Rey, S.J., Caracas, 1967). p. 378-381.

50
JOSI·'. G1IM ILLA Escritos Varios, p. 94.
MISIONES JESUITICAS
495

Nuestra Señora de los Angeles, y atacaba sin éxito el de San José51*.El


30 de marzo escribía el P. Gumilla al P. fray Francisco de las Llagas:
“ Dos misiones me han quemado los caribes; para defender la tercera pe­
leó mi corta escolta con 500 caribes; la cuarta que es de la Purísima
Concepción aún no sé si está ya quemada y su misionero en el cielo” Sí.
Una expedición punitiva, al mando de Agustín de Arredondo, con­
tuvo por algún tiempo a los caribes. Pero el peligro obligó a los jesuítas
a abandonar a La Concepción y San José, y a reconstruir a Santa Tere­
sa y a Nuestra Señora de los Angeles en sitios más escondidos53.
La concordia de 1734. El misionar tres órdenes religiosas en las
márgenes del Orinoco, los capuchinos, franciscanos y jesuítas, trajo el
problema de la repartición del territorio. El 20 de marzo de 1734 se
reunieron en Santo Tomé de la Guayana sus representantes. Encabeza­
ba la delegación de los capuchinos el P. fray Agustín de Olot, prefecto
de la misión; la de los franciscanos el P. fray Francisco de las Llagas, y
el P. Gumilla representaba a los jesuítas. Se convino en dejar a los ca­
puchinos toda la región comprendida entre las bocas del Orinoco y An­
gostura (hoy Ciudad Bolívar); los franciscanos se encargarían del terri­
torio situado entre Angostura y el río Cuchivero, y los jesuítas desde es­
te río, Orinoco arriba, hasta su nacimiento. El rey aprobó esta concor­
dia, por cédula del 16 de septiembre de 173654.
En 1735 varios jesuítas reforzaron la incipiente misión del Orinoco:
los PP. Juan Capuel, Ernesto Steigmiller, Agustín de Sa lazar y Andrés
Neuhauss. El P. Capuel falleció al año siguiente; el P. Steigmiller hubo
de regresar enfermo al Casanare, en donde murió a poco.
Nuevos ataques caribes. Los caribes no podían resignarse a perder
el lucrativo comercio de esclavos. En septiembre de 1737, 800 caribes,
al mando de un francés, intentan por la noche sorprender la reducción
de Nuestra Señora de los Angeles, pero el capitán Francisco Sanabria los
obligó a huir55. Para contener estas invasiones, se vieron obligados los
jesuítas a fortificar el peñón de Marimarota, en donde se construyó el

51 JOSE GUMILLA: t i Orinoco Ilustrado, IIP., cap. 9 (ed. C. B ayk), p. 331-332.

52 En JOSE DEL REY: Misiones Jesuíticas en la Orinoquia, I, 133-134.

53 JOSECASSANI: Op. cit.,p. 399.

54 E] texto de esta concordia ha sido publicado en RICARDO S. PERLTRA Documentos So­


bre Lím ites de los Estados Unidos de Colombia (Bogotá, 1883). p. 118-121, y JOSE GU-
MILLA: Escritos Varios (cd. José dd Rey), p. 101-104.

55 Informe del P. Manuel Román al rey: Misiones del Orinoco. 18 febrero 1742; en JOSE
GUMILLA: Escritos Varios, p. 304-305; Ibid., El Orinoco Ilustrado, II cap. 11, P. 348
ANTONIO JULIAN: La Perla de ¡a América, p. 156-157.
JUAN MANUEL PACHECO, S. J.
496

fortín de San Javier56, y a fundar el pueblo de Cabruta como antemu­


ral57 .
Al ser controladas las vías fluviales, los caribes buscaron llegar a las
reducciones jesuíticas por tierra. En 1741 incendiaron el pueblo de San
Regis58. En junio de este año escribía el P. Román al P. Gumilla: “ Los
caribes, sicut erat in principio; si no se sujetan no podremos tener paz
ni aumentar pueblos” 59.
Cabruta. Fue una discutida fundación, hecha por el P. Bernardo
Rotella en 1739. Había encontrado este misionero un grupo de indios
guamos, fugitivos de las-misiones capuchinas de Caracas, que iban a re­
fugiarse entre los caribes. Logró Rotella detenerlos y dar aviso al P. Gu­
milla, que había ido a Caracas; convinieron, en 1736, el obispo, José Fé­
lix de Valverde, y el prefecto de las misiones capuchinas, fray Salvador
de Cádiz, que estos indios quedasen al cuidado de los jesuítas60.
Una epidemia obligó a trasladar a estos guamos, en 1739, al sitio
de Cabruta61. Esta traslación trajo un serio problema. Aquella región
era considerada como suya por los capuchinos de Caracas. Entre los je­
suítas se dividieron los pareceres. “ ¿Qué se ha seguido de esta funda­
ción?” , preguntaba en 1741 el P. Román, y respondía: “pleitos, enre­
dos y quimeras”62. En 1740 se había presentado en Cabruta fray Vi­
cente de Ubrique, con gente armada, a llevarse a los indios, pero no se
lo permitió el P. Rotella, alegando el convenio de Caracas. Volvió el
mismo capuchino al año siguiente con igual propósito, pero se lo im­
pidió el capitán de la escolta63.
Las autoridades civiles tomaron parte en el asunto, pues mientras
ei gobernador de Caracas consideraba de su jurisdicción estos territo­
rios, el de Cumaná daba orden de prender a los soldados que bajaran de

56 JOSI: GUMILLA: A'! Orinoco ilustrado. I P., cap. 18, p. 202

57 FELIPE SALVADOR. GiLiJ: Ensayo de Historia Americana. I, 71.

58 Informe del P. Román: 18 febrero 1742; en JOSE GUMILLA. Escritos Varios, p. 306.

59 Carta del P, Román al P. Gumilla: Cabruta, 11 Junio 1741, en JOSE GUMILLA: Escritos
Varios, p, 279.

60 JOSE GUMILLA: Escritos Varios, p. 107-116.

61 Informe sobre la misión dei Orinoco (1739-1744); en JOSE DEL REY: Documentos Je­
suíticos..., II, 329.

62 Carta del P. Román al P. Gumilla; Cabruta, 11 junio 1741, en JOSE GUMILLA: Escritos
Varios, p. 277.

63 ANTONIO ASTRAIN, S..J,: Historia de la Compañía de Jesús en la Asistencia de Espa­


ña, VII, 470471.
MISIONES JESUITICAS 497
Caracas64. El conflicto fue llevado al Consejo de Indias por el P. Gumi-
11a. Determinó el Consejo, en mayo de 1744, que el sitio de Cabruta
pertenecía a la misión capuchina, y recomendó a las dos órdenes armo­
nía y caridad65. Pero el rey Fernando VI avocó a sí la causa y se reser­
vó la decisión final; quedó así paralizada. Cabruta siguió creciendo por
la agregación de indios de diversas lenguas, y con permiso del virrey se
establecieron también algunos vecinos blancos66 .
Nuevas reducciones. Habiendo aumentado el número de los habi­
tantes de Nuestra Señora de los Angeles de Pararuma, se resolvió fundar
un nuevo pueblo de sálivas en Carichana. Se le dio comienzo en 1736
con 400 indios, y se escogió por patrona a Santa Teresa67. De este pue­
blo se encargó el P. Agustín de Salazar, que había recuperado la salud68,
y mas tarde el P. Jacobo Nille69.
Dos valiosos misioneros llegaron por esta época al Orinoco, los PP.
Roque Lubián y Francisco del Olmo. El P. Olmo se encargo de los indios
yaruros, y con ellos dio comienzo en abril de 1739 a la reducción de
San Francisco de Borja, en el sitio de Burari70. El misionero tuvo que
luchar contra la superstición de estos indios, que creían ciegamente los
engaños de sus hechiceros; en cierta ocasión estuvo en serio peligro su
vida, pues los hechiceros atribuyeron a la misa la causa de una epide­
mia infantil71. Esta reducción sufrió varios traslados en los años siguien­
tes72 .

64 Expediente visto en el Consejo de Indias, a instancias de la Compañía de Jesús sobre la pre­


tensión de los religiosos capuchinos de la provincia de Venezuela de querer introducirse en
los territorios señalados a las misiones de la Compañía de Jesús en el Nuevo Reino de Gra­
nada y costas de! río Orinoco; AGI, Santafé, 328.

65 Decreto del Consejo del 7 de mayo de 1744, Ibid.

66 Cfr. BUENAVENTURA DE CARROCERA. O.F.M. Cap., reseña del libro de JOSE GU-
MILLA: Escritos varios: en Mistión alia Hispánica (Madrid), 30 (1973), 128 carta del P.
Román al rey; Misiones del Orinoco, 3 diciembre 1749; en JOSE GUMILLA Escritos
Varios, p, 314; FELIPE SALV ADOR GILIJ: Ensayo de Historia Americana, 1, 7 1.

67 Carta citada del P. Román; AGUSTIN DE VEGA: Noticia del principio y progreso del
establecimiento de las misiones de gentiles en el río Orinoco, en JOSE DEL REY: Docu­
mentos Jesuíticos..., 11,81.

68 Ibid., p. 83.

69 EUGENIO DE ALVARADO: Informe Reservado; en JOSE DEL REY. Documentos


Jesuíticos..., I, 317,

70 Informe Sobre la Misión del Orinoco; en JOSE DEL REY; op. cit.. II, 322; carta citada del
P. Román, en JOSE GUMILLA: Escritos Varios, p. 314.

71 Informe Sobre la Misión del Orinoco; en JOSE DEL REY: op. cit., II, 322-323.

72 FEL1PE SALVADOR GIL1J: op. cit., 1,59.


JUAN MANUEL PACHECO, S. J.
498

En 1747 se fundó en el raudal de Atures el pueblo de San Juan Ne-


pomuceno, en donde se congregaron más de 700 indios de diversas tri­
bus. Se le consideraba un punto estratégico para controlar el Alto Orino­
co. Sin embargo, pronto lo destruyeron los temibles guaipunaves, y hu­
bo de ser reedificado nuevamente. En 1748 surgió el pueblo de Uruana,
a orillas del Orinoco, para los otomanos, y en 1749 el P. Felipe Gilij, da­
ba comienzo al de San Luis de la Encaramada,con indios tamanacos73.
Una epidemia de viruela y sarampión, que duró casi tres años, hizo
estragos entre los indígenas. Los salivas, de más de 1.600 que eran, se
redujeron a 400. Por esto se reunió a los sobrevivientes en Carichana,
abandonando a Nuestra Señora de los Angeles74.
Algunos indios piaroas salieron en demanda de misioneros, y el P.
Román, superior de la misión, destinó al P. Francisco González, quien
fundó con ellos la reducción de San Estanislao de Patura, cerca de Atu­
res75 . Al morir el P. González, en septiembre de 1755, los piaroas aban­
donaron la reducción76.
En las misiones del Meta, el pueblo de San Regis de Guanapalo fue
trasladado a Surimena, nombre que adoptó desde entonces. El P. Juan
Walch, bávaro, fundó en 1749 la reducción de La Quebradita, con indios
amanzanes, la cual se trasladó a Jiramena en 1756. Era este pueblo el
último en la parte occidental de las misiones jesuíticas77.
El descubrimiento del Casiquiare. Un portugués, Agustín Flórez,
que había vivido varios años entre los indios cáveres, llegó a la reduc­
ción de Nuestra Señora de los Angeles y dio cuenta al P. Román de que
los portugueses del Amazonas pasaban al Orinoco, a través del Casiquia­
re y el Río Negro, con el fin de comprar indios. Para impedir este vil
tráfico, resolvió el P. Román ir hasta el rifo Negro en compañía de Fló­
rez. Salió el 14 de enero de 174473, y en el viaje se entrevistó con el ca­
cique Macapu, jefe de los temibles guaipunaves, quien le prometió salir

Caita citada del P. Román: fri JOSE GUMfl.LA: E sc rito s Varios, p. 315-316 FELIPE
SALVADOR GILIJ: op. di., I. 74: IO SI: DLL REY : M isiones J e s u ític a s en la O rinoquia.
i, ¡so.
4 AGUSTIN DL VEGA: op.cit.ten JOSE DEL REY Documentos jesuíticos,.,, II. 104-106.
"Nombre vacío es también el de Nuestra Señora de los Angeles de Pararuma, reducción
antaño muy florida” : FELIPE SALVADOR GILIJ: op. cit., I, 70.

75 GIUSEPPE BOERO. S.,1. : M e n o logia della C om pagnia d i G esù. I, 409.

76 FELIPE GILIJ; Op. cit., I. 59,

77 EUGENIO ALA’AR ADO: In fo r m e R eserva d o : en ,10.SE DEL REY: op. cit. 1, 326-327.

18 informe Sobre la M isión del O rinoco: en JOS!. DUI. RUY : op. cit., II, 333.
MISIONES JESUITICAS
499

a establecerse en las misiones jesuíticas. Se encontró luego con una ex­


pedición de portugueses, y en su compañía siguió hata la misión de los
padres carmelitas. Se entrevistó con el P. Aquiles Avogadri, jesuíta,
quien se encontraba allí “por orden del rey de Portugal para registrar y
examinar si son bien o mal comprados los indios esclavos”79.
Tres puntos acordó el P. Román con los misioneros portugueses:
que no se suministraran armas a los indios paganos, que se impidiera a
los portugueses pasar al Orinoco a cautivar indios, y que todos se ayu­
daran en la labor misionera, sin meter la hoz en mies ajena80. En su via­
je de regreso levantó el P. Román un croquis de todo el trayecto, cro­
quis que iba a servir más tarde a la Expedición de Límites81.
A Macapu hubo de ir a convencerlo el H. Agustín de Vega, y vino
con más de 180 indios a establecerse en Cabruta82 .
La Expedición de Límites83. En 1750 se firmó un tratado secreto
entre España y Portugal, sobre los límites de sus posesiones en el Nuevo
Mundo, tratado perjudicial para España y más que todo para los indios
guaraníes de las misiones jesuíticas del Paraguay84.
Dos comisiones fueron enviadas a Suramérica, una al Orinoco y
otra al Paraguay. En abril de 1754 llegaban a Cuinaná los miembros de
la Expedición, presididos por José Iturriaga; entraron en las misiones de
los jesuítas a fines de 1755 y en ellas permanecieron hasta 1760, Tanto
Iturriaga como el coronel Eugenio de Alvarado tuvieron algunos encuen­
tros con los misioneros, debido a que pretendían tener del todo a su dis­
posición a los indígenas de las reducciones. El P. Roque Lubián escribía
desde Carichana a Alvarado:
“Bastimentos no se niegan ni faltan en las labranzas, pero los in­
dios si no ven la paga por delante y a su gusto, no se mueven a nada, co­
mo V.S. lo habrá visto tal vez después que está aquí. No se reduce sólo
7Q
Carta de] 1*. Román al rey; Misiones del Orinoco, 3 diciembre 1749 en JOSE CUMIELA:
Escritos Varios, p. 317-318, ANTONIO ASTRAIN, S.J.: Historia déla Compañía de Jesús
en la Asistencia de España, Vil, 475-476.

80 Informe Sobre la Misión de! Orinoco; en JOSE DEL REY op. cil., II, 335.
o 1
DEM ITR IO RAMOS: Las ideas geográficas del P. Gumilla. La comunicación Orinoco-
Amazonas y su negación; en Estudios Geográficos (Madrid), 1944, p. 195.

82 (AGUSTIN DE VEGA): Noticia del principio y progresos del establecimiento de las misio­
nes de gentiles en el rio Orinoco...; en JOSE DEL R EY: op. cit., II. 122-1 37.

83 MANUEL AGUIRRE ELORR1AGA, S.J.: La Compañía de desusen Venezuela, p. 48-52:


ANTONIO 13’ CUERVO: Documentos inéditos.... III, 227-482: DEMETRIO RAMOS: El
Tratado de Límites de i 750 v la Expedición de Iturriaga ai Orinoco (Madrid, 1946).

84 GUILLERMO KRATZ. S.J.: El Tratado Hispano-Portugués de Limites de 1750 y sus Con­


secuencias (Roma, 1954).
JUAN MANUEL PACHECO, S. J.
500

a que haya con que pagárselos, sino que ha de ser en cosa que les tenga
cuenta”8® .

La Expedición fracasó. Su presencia había dificultado la labor mi­


sionera de los jesuítas. En carta al rey se quejaba así el provincial:

“Estos son los dos únicos pueblos (San Femando de Atabapo y


San José de Maypures), que dejó fundados la Expedición en lo que lla­
mamos Alto Orinoco, y hubieran fundado muchos más los misioneros
jesuítas si desde el año de 1752 no estuvieran hasta ahora ocupados con
sus indios y soldados en servicio de la Real Expedición, sin dejarles el
tiempo necesario para hacer entradas a los indios infieles, del todo
necesarias para el aumento de los pueblos antiguos y fundación de otros
nuevos, y si no intervinieran otros motivos que se expresan en el papel
que acompaño, que es copia de un informe del superior del Orinoco”®6.

Iturriaga había encargado a Alvarado investigar el gobierno de los


misioneros jesuítas*8687. Así lo hizo Alvarado y redactó un informe, en
donde se encuentran no pocos elogios de la labor de los jesuítas.
Al pedir años más tarde, en 1766, el conde de Aranda a Alvarado,
un informe sobre la actitud de los jesuítas, contraria al tratado de límites
y sobre la conveniencia de su conservación en las regiones del Orinoco88,
Alvarado aprovechó su anterior escrito, pero le añadió “observaciones y
reflexiones” , en donde acumula ingenuas acusaciones contra la orden.
El ambiente en la corte era ya totalmente hostil a los jesuítas y se esta­
ba preparando su expulsión89.

LA LABOR MISIONERA

Las entradas. Las misiones en el Nuevo Reino se desarrollaron en­


tre indígenas que vivían dispersos en las selvas. No le era posible almi-

Carta de) P. Roque Lubián a Alvarado; Carichana, lo. enero I757;en ANTONIO B. CUER­
VO: op. dt,, III, 431.

86 NICOLAS E. NAVARRO: Los Jesuítas en Venezuela (Caracas), p. 16,

87 NICOLAS E. NAVARRO, op, cit., p. 14-15


88
Carta de] conde de Aranda a Alvarado; Madrid, 5 diciembre 1766; en ANTONIO B. CUER­
VO: op. cit., Ill, 111.
ft q
Este Informe Reservado está publicado en A.B, CUERVO, op. cit.. Ill, I09-25S, y en JO
SE DEL REY: op. cit., 1, 215-333. Eugenio Alvarado había nacido en Barbacoas (Nariño)
MISIONES JESUITICAS
50J
sionero ir de choza en choza visitando a los indios, para llevarles la Buena
Nueva, sin grandes peligros. A los neófitos asi dispersos les hubiera que­
dado imposible llevar una vida civilizada y cristiana. Por esto fue necesa­
rio ir a buscar a los indios a las selvas, para atraerlos a vivir en una reduc­
ción, donde se pudiera fácilmente cristianizarlos90 .
En todas las misiones se organizaban entradas a la selva, las cuales
había que preparar cuidadosamente. Se requería que el misionero estu­
viese dotado de fuerzas físicas suficientes para poder soportar las gran­
des fatigas de estas marchas. No eran nada fáciles estas excursiones por
selvas, pantanos o fragosos montes, en las que se atravesaban peligrosos
ríos o se navegaba por ellos en frágiles embarcaciones, y se dormía a la
intemperie. Era necesario llevar víveres para varias semanas, y como no
pocas veces se agotaban estos o se perdían, el hambre acosaba a los ex­
pedicionarios91 . Para transportar estos víveres se requería llevar indios
cargueros, además de los guías y de los intérpretes.
Ir solo un misionero a visitar tribus paganas, muchas de ellas hosti­
les al blanco, era una temeridad; por esto viajaba el misionero con unos
cuantos soldados, para protección de su vida. No era tampoco raro el
tropezar en el camino con fieras o tribus guerreras92.
El sentido misional que tenían estas entradas, en las que diariamen­
te se celebraba la misa con una corta plática a los acompañantes, y por
las noches se rezaba el rosario, redundaba en provecho espiritual de sol­
dados e indios93.
Algunas veces encontraba el misionero que los indios que buscaba
habían huido, pues no faltaban quienes los asustaran, avisándoles que
venían a matarlos o a cautivarlos94. Otras veces los veía venir a su en­
cuentro en son de guerra95. Era entonces de gran ayuda para el misione­

en 1715; pasó con su familia a vivir en Lima, y allí ingresó en la carrera militar. En Europs
tomó parte activa en la campaña de Italia en 1741. Cft. DEMETRIO RAMOS op. cit.,
p. 36.

90 FELIPE SALVADOR GILIJ: Ensayo de Historia Americana, 111,58.

91 Cfi. JUAN DE RIVERO, S.J.: Historia de la s M is io n e s ..., lib. 5. cap. 1, p. 318; JOSE GU-
MILLA, S.J.: Escritos Varios, p, 39.
92 ,
El P. Manuel Román se vio cercado por los caribes en el Vichada; JOSE CASSANf, S.J.:
Historia de la Provincia d e la C o m p a ñ ía d e Jesús d e l N u e v o Reino de G ranada (ed. José
del Rey, S.J.),p. 373-374.

93 FELIPE SALVADOR GILIJ: op. cit., III, 93-94.

94 Cfr, entrada del P. Gumilla a los lolacas; JOSE GUMILLA: Escritos líreves, p. 216,

95 Cfr. JUAN DE RIVERO: op. cit., p. 322, 373, etc. FELIPES. GILIJ: op. cit., III, 112.
JUAN MANUEL PACHECO, S. J.
502

ro poderles hablar en su idioma96. Lo ordinario era encontrar el misio­


nero favorable acogida entre los indígenas97.
Para atraer a los indios iban los misioneros bien provistos de ma­
chetes, cuchillos, anzuelos, espejos y abalorios. Estos regalos y el trato
amistoso del misionero, que los invitaba a una vida mejor, movía a los
indios a salir con él de las selvas para establecerse en alguna población.
Algunas veces estas entradas se confiaban a indios cristianos, quie­
nes llevaban una carta del misionero para los caciques. Antes de que
partieran estos embajadores, se les leía la carta para que se enteraran de
su contenido. “Una vez llegados ante los gentiles, escribe el P. Gilij, les
muestran la carta y como si la leyeran palabra por palabra, les dicen to­
dos los sentidos, y vuelvo a decir que con fruto muchas veces”98.
Las reducciones. Los misioneros dejaban que los indios escogieran
el sitio para las nuevas reducciones, pero procuraban que este fuese sa­
no, con aguas saludables, tierras fértiles para los cultivos, pasto para la
cria de ganado y bosques en las cercanías para la madera y la leña99.
No existía un modelo uniforme para estas poblaciones. De ordina­
rio se trazaba una plaza, a cuyos lados se levantaban la iglesia, la casa
del misionero y el cuartel de la escolta. Tanto la iglesia como la casa cu-
ral eran de bahareque, con techo de paja. Los indios solían construir sus
casas al estilo de su propia tribu.
En todas las reducciones se tenía la doctrina para los niños dos ve­
ces al día, una por la mañana y otra por la tarde. Se les dividía en gru­
pos, y al frente de cada grupo se poma a uno de los muchachos más
instruidos para que dirigiera el aprendizaje del catecismo. Al final el mi­
sionero hacía varias preguntas, para enterarse del adelanto. Por la ma­
ñana solía emplearse en esta instrucción el idioma indígena, y por la tar­
de el castellano. Terminada la doctrina de la tarde se rezaba el rosario y
se tenía un ensayo de música100 .
Los adultos, ya bautizados, sólo tenían instrucción religiosa los
sábados y domingos. A la misa y rosario del domingo asistían todos los
moradores del pueblo. En estas dos funciones religiosas se cantaba a mc-

96 JOSE GUM1LLA: Escritos Varios, p. 222: JUAN DE RIVERO op. cit., p, 327:FELIPES
GÎL1J: op. cit., III. 112.

97 JUAN DH RIVERO: op. cit., p. 196, 426,429.

98 FELIPE SALVADOR GILIJ: op. cit., 111,91,

99 PEDRO DE MERCADO . S.J.: Historia de L· Provincia del Nuevo Reino y Quito de le


Compañía de Jesús. II, 359-360;FELIPE SALVADOR GILIJ: op. cit. II!, 60.

100 EELIPI·: SALVADOR GILIJ: op. cit,, 111, 72-74.


MISIONES JESUITICAS
503

nudo y se tocaban instrumentos musicales101. En las grandes fiestas las


ceremonias litúrgicas revestían mayor solemnidad, y en esos días se per­
mitían a los indios varias diversiones honestas102.
Los indios del Orinoco se sentían atraídos por el sacramento de la
confesión, y se confesaban con exactitud. No se inclinaban tanto a la
comunión, pero cuando comulgaban lo hacían con edificante piedad103.
Las dificultades. De varios géneros eran las dificultades que encon­
traban los misioneros en la evangelización de los indios. Una de las ma­
yores y bastante general era la fuga de los indios de las reducciones. Bas­
taba un leve castigo impuesto a un indio, el que uno de ellos soñara con
que los iban a matar, o una benigna epidemia de gripa, para que todos
huyeran a la selva. Especialmente propensos a la fuga eran los guahívos
y chiricoas.
En las misiones del Chocó tropezaban los franciscanos con el fran­
co repudio del cristianismo de parte de los indios, debido a los malos
tratos que habían recibido de los blancos. En las misiones de Santa Mar­
ta, los capuchinos debían soportar el genio altivo y levantisco de los
guajiros.
Dificultaban también la labor evangelizad ora las libres costumbres
de los indígenas, especialmente la poligamia. No pocos indios, por la di­
ficultad que sentían en dejar a sus mujeres, retardaban el bautismo hasta
la hora de la muerte104. Se unían a estos vicios los de la embriaguez, in­
dolencia e inconstancia.
Entre las dificultades externas se contaron los ataques de las tribus
enemigas. Las reducciones del Orinoco y Meta sufrieron primero el ata­
que de los caribes, y luego el de los guaipu naves y paren es, venidos del
Alto Orinoco. Los pueblos catíos de las misiones choco anas se vieron
hostilizados por los cunas. Estos ataques hicieron necesario el estable­
cimiento de pequeñas escoltas en las misiones.
Tanto en el Chocó como en las misiones llaneras, la codicia de los
blancos que trataban de esclavizar a los indios fue un fuerte obstáculo
a la labor de los misioneros.

101 JUAN DE RIVERO: op. cit„ p. 389; FELIPE SALVADOR GILIJ: op. cit., III, 75-78,

102 FELIPE S.G1LIJ: op. cit., III, 77.

103 FELIPE SALVADOR G1LIJ; op. cit., III, 84-85,

104 Carta del P. Pedro deM uniesa, O.F.M. Cap.; La Cruz, 5 octubre 1718 ANB Historia ecle­
siástica, t. 15 <1.277), fol. 2 2 3 ;FELIPE SALVADOR GILI): op. cit., III, 83.
LIBRO V
LA EX PU LSIO N DE LOS JE SU IT A S
DEL NUEVO REINO DE GRANADA
LA EXPULSION DE LOS JESUITAS DEL NUEVO
REINO DE GRANADA*

CAPITULO UNICO
NARRACIONES

“ La expulsión de los jesuítas de la América portuguesa en 1759 y


de la America Española en 1767 —escribe el historiador sueco Magnus
Morner— fueron medidas oficiales que sacudieron profundamente la
sociedad colonial. Es difícil encontrar otro suceso de la misma magnitud
en el curso de la historia de Latinoamérica entre la conquista y la inde­
pendencia” 1 .
Esta profunda impresión se revela en la lacónica frase con que ano­
tó el hecho, en sus apuntes, un santafereño de entonces, Antonio Mar-
gallo y Duquesne: “El año de 1767 fue el espantoso acontecimiento del
extrañamiento de los jesuítas”2 .
No es nuestro intento analizar las causas y consecuencias de esta
expulsión, sino narrar la manera como se llevó a cabo en los territorios
actuales de Colombia y Venezuela, en donde la Compañía de Jesús con­
taba con una provincia: la Provincia del Nuevo Reino de Granada. Dos
relaciones sobre la expulsión de los jesuítas del Nuevo Reino se conser­
van, ambas anónimas y escritas en italiano. Una de ellas puede atribuirse
al P. José Yarza, el último rector jesuíta del Colegio de San Bartolomé,
en Santafé de Bogotá3, y la otra al P. Ignacio Duquesne, entonces estu­
diante de teología en esta misma ciudad4 . Estos relatos pueden comple­
tarse con lo que escribió el P. Juan Velase o en el tomo tercero, aún iné­
dito, de su Historia moderna del Reino de Quito y Crónica de la Provin­
cia de la Compañía de Jesús del mismo Reino5 .
* T o m a d a de la R E V I S T A D E I N D IA S , núm s. 1 1 2 -1 1 4 (ju lio -d iciem b re). M A D R ID , 1958.

T h e E x p u ls ió n o f t k e J esu íta s fr o m L a tín A m e rica . N e w Y o r k , ¡ 9 6 5 , Introduction, página 3.

En ENRIQUE TQVAR: A n tig u a lla s curiosas, e n S a n ta fé y B o g o tá , 7 . 1 9 2 6 , p. 8 5 .

Una traducción castellana de esta relación la publiqué en R evista Javeriana, 38, pp. 170-
183. Bogotá, 1952.

R e la z io n e sopra i! viaggio d e i G e su iti della P ro vin cia d i S ta. P ede d i B o g o tá . Archivo de la


Provincia de Toledo. Madrid, leg. 700.
El manuscrito de la obra dei P. Velasco se encuentra en el Archivo de la Provincia de Toledo,
leg. 382. Sólo el tomo primero ha sido publicado en Quito en 1941.
JUAN MANUEL PACHECO, S. J.
508

A la Provincia del Nuevo Reino y Quito, erigida en 1605, se le asig­


naron los territorios que hoy forman las repúblicas de Colombia, Vene­
zuela y Ecuador y la isla de Santo Domingo en las Antillas. En 1696 se
desmembró la Provincia de Quito, a la que pertenecieron ios colegios de
Popayán, Buga y Pasto, hoy ciudades colombianas.
En el momento de la expulsión contaban los jesuítas con tres casas
en Santafé de Bogotá, la capital del virreinato del Nuevo Reino de Gra­
nada. La principal era el Colegio Máximo, en el que estaba fundada la
Universidad J averi ana con cátedras de gramática, filosofía, teología y
derecho. A sus clases no sólo acudían los religiosos jesuítas, sino los
alumnos del Colegio de San Bartolomé y numerosos estudiantes exter­
nos. Al Colegio Máximo pertenecían treinta y un sacerdotes, treinta y
ocho escolares y veintiséis hermanos coadjutores.
El Colegio-Seminario de San Bartolomé, fundado en 1605 por el
arzobispo Bartolomé Lobo Guerrero, era un convictorio en donde re­
sidían un centenar de estudiantes venidos de todo el país que seguían
sus estudios en la Universidad Javeriana.
Finalmente, en el barrio de Las Nieves funcionaba un residencia,
con el nombre de colegio, en la que vivían tres sacerdotes y tres herma­
nos coadjutores.
Cerca de Santafé estaba la residencia de Eontibón, pueblo indíge­
na, con dos padres encargados de la parroquia.
En Tunja, capital hoy del departamento de Boy acá y sede arzobis­
pal, se había establecido, en 1611, el noviciado de la Provincia, y allí
perduró hasta la expulsión, con excepción de unos pocos años que estu­
vo en Santafé. Contaba en 1767 con once sacerdotes, cuatro escolares,
que terminados los estudios de teología hacían su tercera probación;
diecisite novicios, trece de ellos escolares y cuatro coadjutores, y siete
hermanos coadjutores. Al lado del noviciado funcionaba un colegio en
el que se enseñaba gramática y las primeras letras a unos cuantos niños.
El colegio más antiguo de la Provincia era el de Cartagena, el prin­
cipal puerto entonces sobre el Mar Caribe, colegio fundado en 1604.
En él perduraba el recuerdo de San Pedro Claver. Desde entonces uno o
varios padres tenían a su cuidado la atención espiritual de los desgracia­
dos esclavos negros. En 1763 desempeñaba este cargo el P. Francisco
Granados, llamado poco después a la Universidad Javeriana como pro­
fesor y prefecto de estudios.
A orillas del río Magdalena, la principal arteria fluvial del país, se
encontraban dos colegios; el uno en el puerto de Honda, iniciado en
1620, y el otro en el de Mompós, fundado en 1643. En Honda residían,
en 1767, tres sacerdotes y un hermano coadjutor, y en Mompós cinco
sacerdotes, un hermano escolar profesor de gramática y tres hermanos.
LA EXPULSION DE LOS JESUITAS DEL N. REINO DE GRANADA
509

En Pamplona, hoy sede arzobispal e importante centro estudiantil


del departamento del Norte de Santander, se había fundado un colegio
en 1624. Contaba en el momento de la expulsión con ocho sacerdotes
y tres hermanos coadjutores. El de Antioquía (1727) fue el último cole­
gio fundado en territorio colombiano.
Pertenecía a la Provincia de Quito el colegio de Popayán, capital
actual del departamento del Cauca. El colegio se había fundado en
1640 y tenía anexo el Colegio-Seminario de San Francisco de Asís, esta­
blecido en 1643 por el obispo de Popayán fray Francisco de la Serna,
O.S.A. En este colegio funcionaba, desde 1745, la Academia de estudios
mayores de San José, con cátedras de filosofía y teología. A la misma
Provincia de Quito pertenecían los colegios de Pasto (1712) y Buga
(1745). Este último contaba con una casa de ejercicios espirituales.
En la actual República de Venezuela los jesuítas de la Provincia del
Nuevo Reino se habían establecido desde 1628 con la fundación de un
colegio en Mérida, actual capital del Estado de su nombre. En el siglo
XVIII habían fundado, en 1735, la residencia de Maracaibo, en donde
funcionaba un incipiente colegio, y en 1753 el de Caracas. En esta últi­
ma ciudad residían cuatro sacerdotes y tres hermanos coadjutores.
En la lejana isla de Santo Domingo ocho jesuítas tenían a su cargo
la Universidad de Santiago de La Paz.
Mas no sólo se ocuapaban los jesuítas del Nuevo Reino en la educa­
ción de la juventud y en la atención espiritual de los cristianos. En los
Llanos Orientales y a las orillas del Meta y del Orinoco habían fundado
varias poblaciones en las que evangelizaban y civilizaban a numerosos
indígenas. En los Llanos trabajaban en 1767 ocho misioneros, todos
ellos sacerdotes. Seis eran párrocos en las doctrinas o reducciones y dos
atendían como procuradores a las haciendas de Tocaría y Caribabare,
con cuyos productos se atendía a las necesidades de los misioneros e
indios. Las seis doctrinas eran las de Tame, Macaguane, San Salvador de
Cas anare, Pauto o Manare, San Ignacio de Betoyes y El Pilar de Patute.
Cerca de doscientos kilómetros al suroeste y a orillas del Meta se encon­
traban otras tres reducciones; San Miguel de Macuco, cercana al río Cra-
vo del Sur, formada por indios salivas; Surimena, cerca del Cusiana, de
indios achaguas, y San Luis Gonzaga de Casimena, de indios guahivos.
Finalmente, en las riberas del Orinoco tenían fundadas seis reducciones:
Cabruta, La Encaramada, Urbana, Carichana, San Borja y Raudal de
Atures. Las atendían ocho misioneros.
En 1767, año de la expulsión, contaba la Provincia del Nuevo Rei­
no con doscientos veintisiete sujetos, de los que ciento catorce eran sa­
cerdotes, cincuenta y siete escolares y cincuenta y seis hermanos coad­
jutores.
JUAN MANUEL PACHECO, S. J.
510

La Provincia acababa de p asar p o r una dura pnieba. El catálogo de


1763 registra, e n tre ag o sto de 1762 y noviem bre de 1763, veintiún
m u erto s; sólo en el m es de noviem bre de este últim o año fallecieron en
Santafé siete jesu ítas6 . P ro b ab lem en te fueron víctimas de una epidemia
que se p resen tó en S antafé en 17607 y que Pedro María Ibáñcz cree ser
la peste b u b ó n ic a 8 . Con un gran alivio recibió la Provincia, en 1766,en
vísperas de la ex p ulsión, la llegada de v eintiocho nuevos misioneros traí­
dos p o r los p adres D om ingo Scribani y A ntonio Meislz, que habían ido
a E uro p a co m o p ro cu ra d o res d e la Provincia. De estos veintiocho reli­
giosos dos eran sacerd o tes, v ein ticu a tro escolares y dos hermanos coad­
ju to re s 9 .
G o b ern ab a el N uevo R ein o com o virrey, desde 1761, don Pedro
Messía de la C erda, m arqués de la Vega de Arm ijo, bailío de la orden
de San Ju a n de M alta, n acido en C órdoba en 1700, Su gobierno progre­
sista h a b ía m erecido el aplauso de los neogranadinos10 .
El 7 de ju lio de 1767 recibió el virrey un paquete de cartas proce­
d en te de la C o rte 11*, en tre ellas u n a escrita de puño y letra del rey Car­
los III. V ariadas co n jetu ras se tejiero n en Santafé alrededor de estas car­
tas, sobre las que pesaba el más riguroso se c re to 13.
La m isteriosa carta real decía así:
“Por asunto de grave importancia y en que se interesa mi servicio
y la seguridad de mis Reinos, os mando obedecer y practicar lo que en
mi nombre os comunica el conde de Aranda, presidente de mi Consejo
Real, y con él sólo os corresponderéis en lo relativo a él.
Vuestro celo, amor y fidelidad me aseguran el más exacto cumpli­
miento, y del acierto en su ejecución. El Pardo, a 1o, de marzo de 1767,
Yo el R e y ”13.

6 Archivo Romano S.J., R. ct Q. 4, fols. 376-77.

7 OV. J. A. Vargas Jurado: Tiempos Coloniales. Bogotá, 19 0 2 , y. 52, Bibliuteej de Misiona


Nacional. I .

* (fónicas de Bogotá. Bogotá, 19! 3 . 1. pp. 312-313.

'J A. i.. Contratación, Icg. 5549.

10 Sobre Messía de la Cerda cfr. J. M. RLSTRIPO SAI NZ: Biografías de tos ataiiáalaríoí i
ministros de la Real Audiencia, Bogotá. 1952,pp. 126-139, y I . RíSTRITO TIRADO
Gobernantes del Nuevo Reino durante el siglo X l 'I I l, Buenos Aires, 1934. paginas 87-90.

!1 JM G R O O T : Historia eclesiástica y civil de la Mueva Granada, 2a. cd, Bogotá. 1890.1!, j»


81.

13 J, YARZA, S.J,: Relación, p. 172.


13
No liemos hallado la carta dirigida por Carlos 111 a Messía de la Cerda, perú éo.t dolíía Jr
ser idéntica a la dirigida al virrey del Perú. Mamiel de Amat, tpie es la (pie reprodueiim* en
LA EXPULSION DE LOS JESU ITA S DEL N. REINO DE G R A N A D A
511

Esta carta venía acompañada de otros docum entos. Eran éstos el


decreto de expulsión de la Compañía de Jesús de los dominios españo­
les y las instrucciones del conde de Aranda sobre el m odo de ejecutarla.
Otra carta de Aranda le ordenaba comunicar la real determinación a los
prelados de la Iglesia para que ayudasen a aceptarla.
Estas órdenes reales causaron honda impresión en el ánimo del vi­
rrey, pues estimaba a los jesuítas. El 9 de mayo de 1763 le había envia­
do el Padre Lorenzo Ricci, general de la Compañía de Jesús, la carta de
hermandad con la Orden*14. “ Las demostraciones de amor y benevolen­
cia -escribe el Padre Yarza— com o de liberalidad y prudencia con que
demostró el virrey su amor a la Compañía no son igualables, merecien­
do en esta ocasión eternas alabanzas y reconocim iento de la Compañía,
la que no ha cesado ni cesará de rogar a Dios le colme de bienes tanto
temporales com o espirituales y eternos. En las amarguísimas circunstan­
cias en que se encontraban los jesuítas les dio todo el consuelo y ayuda
necesaria” 15. El P. Bernardo Recio· lo llama “caballero afectísim o, pero
obligado a lanzar de sí a los que miró siempre con el mayor aprecio y
juzgó muy necearios para ei aumento de aquella cristiandad” 16. Y el P.
Duquesne recuerda a su vez; “El virrey lloraba amargamente, pues era
afectísimo a nosotros, y fue causa de que nos trataran con toda caridad
y magnificencia real” 17.
Recibidos los pliegos m encionados reunió el virrey su consejo pri­
vado y, habiendo exigido previamente a todos sus miembros el juramen­
to de guardar secreto, les dio a conocer las órdenes reales. Después de
madura deliberación se señaló el lo . de agosto para proceder al arresto
de los jesuítas que moraban en las casas asignadas al virrey de Santafé.
En Santafé fueron señalados jueces ejecutores el oidor Antonio
Verástegui y Saracho y el fiscal Francisco A ntonio Moreno y Escandón
para el Colegio Máximo; el oidor Francisco Pey y el provisor del arzo­
bispado Gregorio Díaz Quijano para el colegio de San Bartolom é; y para
el colegio de las Nieves el oidor Luis Carrillo de Mendoza y José A nto­
nio de Peñalver.
Para intimar la expulsión a los jesuítas de Tunja fue comisionado el
oidor Benito Casal y Montenegro, a los de Pamplona el corregidor de
el texto. Cíi. V. RODRIGUEZ CASADO y KPEREZ EMB]D: Memoria del gobierno de!
virrey Amar, p. 129.

14 Archivo Nacjonaí de Chiic, Jesuítas, Bogotá, 213.

15 Relación, p. 174.

16 B. RECIO, SU.: Compendiosa relación de la cristiandad de Quito. Madrid, 1947, página


570.
I?
R e la zio n e s o p r a il v ía g g ip d e i G e su i ti...
JUAN M ANUEL PACHECO, S. J,
512
Tunja Domingo Antón de Guzmán, a los de Honda el teniente de fraga­
ta José Palacio y a los de Antioqufa el gobernador de la provincia José
Barón de Chaves. Fueron asimismo nombrados especiales comisionados
para tomar posesión de las haciendas que poseían los jesuítas,
También recibieron órdenes del virrey de Santafé el gobernador de
Popayán, José Ignacio de Ortega, para ios colegios de su provincia.; el
gobernador de Santiago de las Atalayas, Francisco Domínguez de Teja­
da, para las misiones de Casan are y Meta.
El gobernador interino de Cartagena Fernando Morillo recibió di­
rectamente del rey la orden de expulsar de su territorio a los jesuítas y
así lo comunicaba al virrey de Santafé en carta del 28 de jumo18. Por
su orden fue a ejecutarla en Mompós el alcalde ordinario de Cartagena
Andrés de Madariaga, conde de Pestagua.
Don Alonso del R ío, gobernador de Maracaibo, escribía el 5 de
junio de 1767 al conde de Aranda: “Antes de ayer recibí con propio
que despachó el gobernador de Caracas la de V.E. de lo, de marzo de
este arto, y un pliego reservado que n o debo abrir hasta que pasen 25 ó
30 días’*19 . Del Río comisionó a su vez al doctor Angel Rangel, tenien­
te de gobernador en Mérida, intimar a los jesuítas de esta ciudad ia or­
den de expulsión.
Para las misiones del Orinoco recibió directamente órdenes de
Madrid el comandante general.de la provincia de Guayana Manuel Cen­
turión20 .
Una de las mayores preocupaciones para las autoridades era la de
proceder con el mayor sigilo. Al saber el virrey que el gobernador de
Cartagena había fijado el 15 de julio para intimar a los jesuítas de Car­
tagena y Mompós la real pragmática, ordenó al juez de puertos de Hon­
da que detuviera toda la correspondencia proveniente de esas ciudades
hasta nueva orden y que impidiera la salida de los que llegasen al puer­
to 21 .
Sin embargo el secreto no puedo ser guardado tan estrictamente
que no sospechasen algo los jesuítas. A este respecto es curiosa la decía-

13 “Con fecha del 28 de el próximo pasado junio he dado cuenta a V, h. de las reservada
órdenes con que me hallo del rey, para el extrañamiento de los religiososjesuitas...11Carta
de Fernando Morillo Velarde al virrey Messía de la Cerda. Cartagena, 2 de julio de 1767.
Archivo Nacional de Colombia, Colonia, Miscelánea, t. 89, fol. 677.

19 Archivo Nacional de Chile, Jesu itas, Bogotá, 205.

20 Carta de M. Centurión al conde de Aranda. Guayana, 20 de julio de 1767. Archivo Nacio­


nal de Chile, Jesu{tas, 446.

21 Archivo Nacional de Colombia, Colonia Curas y obispos, t. 14, fol. 113. Confróntese J.M.
GROOT: Historia..., lí, p, 88,
LA EXPULSION DE LOS JESUITAS DEL N, REINO DE GRANADA
513
ración que dio en Honda el H. Diego de Hito. Hallábase éste en la ha­
cienda de El Espinal, y sin esperar a que le notificaran el decreto de ex­
pulsión púsose en camino para Honda, adonde llegó el 8 de agosto. Al
ser preguntado por las causas de su venida declaró que ya sabia, por
relatos de otras personas, lo que había acontecido en Santafé, y que
anteriormente había recibido "una carta de un lego que estaba en la
portería de aquel referido Colegio Máximo por la que le imponía de ha­
berse inteligenciado algunos pobres limosneros de la citada capital de
que en breves días cesarían las limosnas que de su colegio les suministra­
ban, por el motivo de que extrañaban a los padres jesuítas, según se les
había mencionado...”2 2 . Sin embargo los jesuítas de Santafé no tuvie­
ron noticias ciertas de su expulsión sino en la noche del 31 de julio2223.
Con mayor anticipación la supieron los de Pamplona y los misio­
neros del Casanare. El P. Lorenzo Tirado, rector del colegio de Pamplo­
na, al enterarse de lo sucedido en Mérida y Maracaibo, en donde el 29
de junio les fue intimada a los jesuítas la orden de destierro, envió dos
chasquis o mensajeros expresos a dar aviso al padre provincial24. Y el
P. Juan Francisco Blasco escribía desde Tocaría el lo . ele septiembre:
“Por acá no tenemos razón de las cosas presentes, sino que un capitán
viene con frailes franciscanos para los pueblos. El P. Fray Pedro ha ve­
nido a consolarme” 25 .
Los primeros en ser embarcados para España fueron los jesuítas de
los colegios de Cartagena y Mompós. No hemos podido hallar los infor­
mes de los comisionados sobre la ejecución de la pragmática sanción en
estos dos colegios. En ambos debió de intimarse a los jesuítas la orden
de destierro el 15 de julio. Nos consta al menos que así fue en Mompós,
Residía allí el P. Juan Valdivieso, quien el 27 de julio comunicaba
su destierro a su hermano Juan García Valdivieso:

"El día quince de julio de 1767 se nos ha comunicado a todos los


jesuítas una cédula de su majestad con la cual nos destierra de los domi-

22 La declaración del H. Hito se encuentra en el Archivo Nacional de Colombia, Colonia,


Curas y obispos, t. 14, fol. 170. Cfr. GROOT Historia.,, Jl, p. 89.
23 Cfr. J. YARZA: relación, p, 172.

24 En la cuenta de gastos hecha por el juez comisionado Domingo Antón de Guzmán, encar­
gado de intimar el destierro a Jos jesuítas de Pamplona, se encuentra la siguiente partida:
“Id. por seis pesos a charqui que remití de Chicamocha al señor oidor don Benito Casal,
dándole noticia haber pasado dos charquis del rector de Pamnlona avisando al provincial lo
succdidoen Mérida y Maracaibo, por cuyo motivo corte aquella cabuya para que en ocho
días no pase noticia de una ni otra parte” . Archivo Nacional de Colombia .Co/ottfa, Tempo­
ralidades, i. 10, fol. 155v.
25 Archivo Nacional de Colombia, Temporalidades, t. 24, fol. 188.
JUAN MANUEL PACHECO, S. J.
514

nios de España, y aur, que al presente no sé de cierto para dóndevamos,


es regular vamos a la Italia;nada de esto me aflije, ni hasta el presente,
desde que entré en la Compañía, me ha venido el menor arrepentimien­
to, antes bien cada día, gracias a nuestro Dios me hallo (aun enlas pre­
sentes circunstancias) mas alegre y gustoso, y le doy infinitas gracias al
Señor por haberme traído, sin yo merecerlo, a su casa y Compañía... Yo
estoy aguardando a los padres que han de venir de Honda paraviajara
Cartagena, y de allí, según me parece, embarcarme”26.

El P. Juan de Velasco, que pasó poco después camino del destierro


por Mompós, cuenta que la prisión de los padres de este colegio tuvo lu­
gar cuando su rector, P. Salvador Pérez, se hallaba ausente en una ha­
cienda cercana. Hasta allá fueron a prenderle. Le encontraron en un
bosquecillo inmediato “haciendo sangriento sacrificio de su cuerpo con
una disciplina” . Por un fiel esclavo había tenido noticia de lo que pasa­
ba en el colegio27 .
En Cartagena el gobernador Morillo debió de tratar a los desterra­
dos con toda consideración. El célebre P. José Godoy, llamado “el pre­
cursor de la emancipación americana”, hablando de su paso por Carta­
gena escribe a su hermano Ignacio; “Estuvimos muy regalados y asisti­
dos por ser el gobernador un caballero muy piadoso y noble”28,
Los jesuítas de Cartagena y Mompós, junto con los del colegio de
Honda, en número de dieciocho, se embarcaron en las balandras reales
La Pacífica y La Pastora rumbo a la Habana, El registro de embarque
lleva la fecha del 27 de agosto29 , Uno de los oficiales del puerto había
comunicado al virrey la poca comodidad que ofrecían estos barcos y los
fuertes gastos que se habían hecho para acomodarlos30 . El 7 de septiem­
bre llegaban a la Habana, pero sólo diecisiete jesuítas, pues a poco de
salir de Cartagena falleció el Padre Joaquín Visner31 ,

2 6·
Archivo Nacional de Colombia, Temporalidades, t. 16, fot. 336.

27 H isto ria m o d ern a d e l R e in o d e Q u ito , manuscrito, IH, fot. 224.


2S
En RICARDO DONOSO: Persec u sió n , p ro c e s o y m u e rte d e Juan José Gadoy, reo de Esta­
d o , en T ercer C on greso In tern a cio n a l d e H istoria de Am érica, II Buenos Aires, 1961, pp.
46 4 7.

Archivo Nacional de Colombia, C o lo n ia M iscelánea, t, 8 9 , fo l. 784.

30 Carta de Francisco de Bances al virrey, Cartagena, 7 de agosto de 1767, Archivo Nacional


de Colombia, C olonia, M iscelánea, t. 89, fol. 404v.

31 Carta del gobernador de La Habana Antonio Bucarclli al gobernador de Cartagena, Habana,


12 de septiembre de 1767. Archivo Nacional de Colombia, Colonia, Miscelánea, i. 90, fol,
16.
LA EXPULSION D E LOS JESU ITA S D EL N . REINO DE G R A N A D A
515
En Santafé de Bogotá los jesuítas proseguían en sus labores ordina­
rias, aunque con algún recelo de lo que se tramaba contra ellos. Se con­
serva una carta del P. José Térez al P. José Benavente32, escrita un año
antes, el 30 de julio de 1766, en la que le decía: “Cada día llegan más
tristes noticias de España de la ruina que amenaza a nuestra Compañía.
Lo único bueno es la protección del Sumo Pontífice Clemente XIII,
amantísimo de los nuestros, y el favor que da al cardenal Cavalchini, de­
cano del Sacro Colegio y exim io protector de nuestra orden, contra las
enemistades del conde de Aranda en Madrid y del marqués de Pombal
en Lisboa. Por todo esto tem em os que padezca un total naufragio la
Compañía com o lo predijo San Francisco de Borja” 33.
Llegado el 3 1 de julio de 1767, día de San Ignacio de Loyola, fun­
dador de la Compañía de Jesús, se celebró la fiesta con la solemnidad
acostumbrada. Por la tarde la tradicional procesión con el Santísimo Sa­
cramento recorrió la pequeña plazoleta situada frente a la fachada de la
iglesia.
No había terminado el día cuando los jesuítas supieron con certeza
el golpe que les amenazaba. No pudo menos de causarles la noticia pro­
funda impresión. Ninguno pudo dormir aquella noche, sino que se en­
tregaron a la oración para aceptar resignad amen te los designios de la
Divina Providencia34.
Al alborear el lo . de agosto la guardia del virrey rodeó las tres ca­
sas que tenían los jesuítas en Santafé y a una misma hora se presentaron
ante sus puertas los comisionados. Los del Colegio Máximo golpearon
el portón y tocaron la campanilla bajo pretexto de llamar para una con­
fesión. Inmediatamente fue abierto el portón. El oidor Verásteguí y el
fiscal Moreno, seguidos de escribanos, testigos y soldados, se dirigieron
al cuarto del padre provincial Manuel Balzátegui35, quien ya les espera­
ba. A toque de campana fue reunida la comunidad. Todos descendieron

3-2 ,
El P, José Benavente era natural de la villa de Guerrqvino al Nuevo Reino en 1735, Fue
misionero en el Orinoco y profesor en la Universidad Javcríana, El P. José Tcicz era de
Almudia; había venido a América en 1750.

Archivo del colegio de San Bartolomé.

34 Cfr. YARZA; Relación, pp. 172-173.

33 El P. Balzátegüi había nacido en Oñate el 6 de enero de 1715; entró para la Provincia del
Nuevo Reino en la Compañía de Jesús el 21 de febrero de 1735. Fue profesor de la Univer­
sidad Javcrianav rector del colegio-seminario de San Bartolomé. Desde 1763 era provincial.
Cfr. URIARTE-LECINA:5í6/í'oríCB de escritores de la Compañía de Jesús pertenecientes a
la antigua Asistencia de España, I, p. 416, y J. M. PACHECO: Los jesuítas de la Provincia
del Nuevo Reino de Granada expulsados en 176 7, en Ecclesiastica Xaveriana. Bogotá',
1 9 5 3 ,3 ,p . 27.
JUAN M ANUEL PACHECO, S. J.
516
a la sacristía, y allí el oidor, en presencia del escribano y los testigos,
dio lectura al real decreto de Carlos 111, El P. Balzátegui, oída Ja lectura,
tom ó el decreto, lo besó y lo puso sobre su cabeza en señal de obedien­
cia. Se ordenó luego al padre provincial entregar todas las llaves deJ co­
legio, lo que obedeció inmediatamente36 37.
Desde ese m om ento quedaron presos los jesuítas y su colegio se
convirtió en una cárcel. Fueron colocados centinelas en las puertas y se
cerraron todas las ventanas, Se impuso pena de muerte a la persona se­
glar que hablase con los desterrados.
El día aclaraba y las puertas de la iglesia de la Compañía permane­
cían cerradas. Pronto la noticia de la prisión de los padres corrió por to­
da la ciudad y el sentimiento fue público y general. “Los llantos y sollo­
zos de las personas que solían concurrir a aquella iglesia -escribe dP.
Yarza— eran tan grandes y sensibles que quebrantaban los corazones.
La desolación y los lamentos llenaban no sólo las casas de los amigos,
sino el aire mismo, tanto que parecía el último día del juicio”17. Mu­
chos amigos y alumnos obtuvieron permiso para despedirse de los je­
suítas , y aquellas despedidas se hacían entre lágrimas.
A las seis de la tarde fueron trasladados al'Colegio Máximo los je­
suítas que moraban en el vecino Colegio-Seminario de San Bartolomé,
y por la noche llegaron los moradores de la residencia de Las Nieves,el
párroco de Fontibón, P. Pedro Prados, y el H. Leonardo Tristerer, ad­
ministrador de la hacienda de La Chamicera38.
La instrucción mandaba que dentro de veinticuatro horas, a partir
de la intimación del decreto de destierro, se pusieran los jesuítas en ca­
mino “a los depósitos interinos o casas que irían señaladas”, tn virtud
de esta cláusula se dio a los jesuítas de Santafé la orden de partir esa
misma noche para Cartagena. Pero pasaban de un centenarios religiosos
que se encontraban en Santafé y no era fácil movilizarlos a todos a la
vez. Por esto dio orden el virrey de dividirlos en tres grupos,el primero
de los cuales, compuesto de treinta y cuatro jesuítas, saltó en la noche
del lo . al 2 de agosto en dirección a Honda.
A pesar de lo intempestivo de la hora un buen grupo de hombres,
mujeres y niños salió a despedir a los jesuítas y algunos los acompaña­
ron durante un largo trecho del camino39 . “Daba compasión -refiere el

36 Cfr. J. Ai. GROOT: Historia....11, pp. 82-83, quien cita los autos originales,
37 Relación, p. 1 74.
38 GROOT: /tero™ .,.,II, p. 86.
39 YARZA: relación, p. 175,
LA EXPULSION DE LOS JESU ITA S DEL N . REINO DE G R A N A D A
51 7

P. Duquesne — ver a las más nobles personas arrojarse al cuello de los ca­
ballos en que partían los nuestros queriendo1com o por fuerza detenerlos
para que no partiéramos; otros comentaban que así trataron a Jesucris­
to, y aun los esclavos lloraban amargamente, y algunos del pueblo se
ofrecían a defendernos y a no dejarnos partir”40 .
Los sentim ientos que embargaban a ios desterrados ios ponen de
manifiesto estos apartes de una carta del mismo P. Duquesne, entonces
estudiante de teología, a su madre doña lgnacia de la Madrid:
“Aunque vamos desterrados, todos vamos contentos porque no
nos remuerde nada la conciencia; sólo sentimos que el mundo se volverá
a aquel estado de cuando no había Compañía, aunque tenemos esperan­
za de volver dentro de algunos años, que hay revelación de que la Com­
pañía se reduciría a Italia y después se extenderá ora vez por el mundo;
y sobre todo nos anima y consuela el Evangelio que dice, como se cantó
el día de San Ignacio, que los que quieren vivir bien es menester que pa*
dezcan persecuciones. Fuera de esto que el Papa, que es el que está en
lugar de Cristo Nuestro Señor, nos ama tiernamente como quien sabe
lo que es la Compañía, y esto les ha de consolar allá sabiendo que Cris­
to y los apóstoles fueron perseguidos del mundo. En orden alo demás
también les lia de consolar el ver que me ha escogido para pasar trabajos
por su nombre sin delito alguno, y el saber que nadie me puede quitar el
ser jesuíta e hijo de San Ignacio, y el salvarme si yo persevero en su servi­
cio. Ni me pueden desterrar a donde no vea el cielo y la tierra, si no es
quitándome la vida, la cual si me quitaren no me podrían quitarla eter­
na, en donde nos veremos dentro de corto tiempo”41.

El 4 de agosto saltó el segundo grupo de jesuítas, y el último el ó.


Sólo quedaron en Santai'é algunos religiosos ancianos y enfermos que
no podían ponerse en camino sin peligro de la vida. Eran ellos los padres
José Molina, Diego Terreros, quien a pesar de sus ochenta y un años in­
sistía en seguir con sus hermanos al destierro42 ; Manuel Zapata, Martín
de Egurvide, José benavente y José Valls y el H. Manuel Marroquín
El mismo día lo . de agosto, y a ia misma hora, tenía lugar en Tun-
ja el arresto de los jesuítas del noviciado. A las cuatro de la mañana hi­
zo el oidor Benito Casal y Montenegro cercar de tropas el colegio, y
acompañado del teniente del corregidor Pedro Arias, de los dos alcaldes
y del maestre de campo de milicias entró1en él. Se hallaba ausente el P,
Domingo Scribani, rector y maestro de novicios, por lo que el ministro,

40 Reíaiione sopra i! viaggio dei Gcsui ti...


41 La publicó L. POSADA en el Bol. de i/isr. y Antigüedades. Bogotá, 1909, 5, página 501.
La hemos ton frontudo con el original.

42 Nota del fiscal Francisco A, Moreno y Escandón. Archivo' Nacional de Colombia, Colonia,
Miscelánea, t. 90, fo). 1.
JU A N M ANUEL PACHECO, S. J.
518
P. Vicente Ballesteros, hizo reunir a la comunidad, ante la que se leyó el
decreto de expulsión,
Contaba el noviciado con diecisiete novicios. La instrucción del
conde de Aranda mandaba que “ en los noviciados se han de separar in­
mediatamente los que no hubieran hecho todavía sus votos religiosos,
para que desde el instante no comuniquen con los demás, trasladándo­
los a casa particular donde con plena libertad y conocim iento de la per­
petua expatriación que se impone a los individuos de la orden, puedan
tomar el partido a que su inclinación los indujere” . Conforme a esto los
novicios fueron llevados al convento de Santo Dom ingo. Todos, los die­
cisiete, de los cuales catorce eran españoles, venidos los más en la expe­
dición de 1766, y cuatro americanos, manifestaron su voluntad de se­
guir la suerte de sus hermanos desterrados.
Pocos días después, divididos en dos grupos, partían para Honda
al cuidado de Ignacio de Umaña y Manuel Bernal y custodiados por
una escolta de doce hombres. En Tunja se quedaron recluidos en los
conventos de Santo Domingo, San Agustín y San Juan de Dios Jos pa­
dres Francisco Antonio Quirós e Ignacio Asuaje y el H, José Peláez,
ancianos y achacosos43 .
En el colegio de Honda sólo residían cuatro jesuítas, tres sacerdo­
tes y un hermano coadjutor, a los que intimó el destierro, en la forma
mandada por las instrucciones, el teniente de fragata José Palacio. Al
día siguiente, 2 de agosto, fueron embarcados, con excepción del P.
Juan Díaz, rector del colegio, en una canoa de dieciséis bogas, bajo la
custodia de tres soldados. El P. Díaz se quedó algunos días más en Hon­
da para dar cuenta de los bienes del colegio44 .
El 29 de julio llegó a la ciudad de Antioqufa el peón que traía para
el gobernador, José Barón de Chaves, los pliegos con la orden de destie­
rro para los jesuítas. El lo . de agosto el gobernador daba cumplimiento
a estas órdenes. El acta que hizo levantar dice así:

“ En la ciudad de Antioquia en lo . de agosto de 1767, como a las


cinco y cuarto de la mañana, el señor don José Barón de Chaves, capitán
de infantería de los reales ejércitos, gobernador y comandante general
de esta dicha ciudad y su provincia por el rey nuestro señor, en compa·

43
i:i informe deJ oidor Benito Casal sobre la expulsión de ios jesuítas del colegio de Ttmja
fue publicado en el Bol. de Hist. y Antigüedades. Bogotá, 1904, 2, pp. 573*576, Lo repro1
ducen O, S. RUBIO-M. BR1CLÑO en Tunja desde fundación hasta ¡a época presente, pp
128-131,. y RAMON CORREA: Historia de Tunja, I, pp. 133-135. Por error de transe [ili­
c ió n se llama al p a d re rector del colegio d e Tunja Domingo írísarri por Domingo Scribunj.
44
A r c h i v o N a c i o n a l d e C o l o m b i a , C o lo n ia , C u ra s y o b i s p o s , r. 9 3 v s# s. Cfr.. C R O O T
Historia..., II, p. 88 y Apéndice no. 8.
I

LA EXPULSION DE LOS JESUITAS DEL N. REINO DE GRANADA


519
nía de m í el escribano, y de los señores alcaldes don Francisco Antonio
Otero Cossio y don Antonio José de la Fuente, y de los señores oficiales
reales contador don Manuel de Aguirre y tesorero don Francisco José
de Ossa, acompañado de don Diego Hernández de Sierra y de don José
Joaquín de Otero Cossio y de don Francisco de Lora, vecinos principa­
les de esta ciudad y de abono, llegaron en esta forma y hora a la porte­
ría de este colegio de la Compañía de Jesús, y habiendo llamado por su
mano el señor gobernador fueron abiertas las puertas prontam ente, y
entrando todos como viene referido, y dicho señor gobernador conmigo
el escribano pasó a este aposento del muy reverendo P. Rector Victori­
no Padilla, y después de las correspondiente salutaciones, le requirió de
parte de su majestad que Dios guarde para que le franquease el colegio y
todas sus habitaciones, lo que ejecutó prontamente y con mucha resig­
nación, con lo cual el señor gobernador mandó ocupar las avenidas del
colegio, y sucesivmaente rogó al expresado muy reverendo padre rector
se sirviese mandar tocar la campana interior con que se acostumbra lla­
mar a comunidad, lo que fue ejecutado, y concurrieron a este aposento
rectoral del enunciado muy reverendo padre rector Victorino Padilla,
los muy reverendos padres Sebastián Sánchez, Manuel Veloz y José Sal­
vador de Molina, y habiendo expresado no tener más religiosos el cole­
gio, ni donados y novicios, estando en esta forma dichos reverendos pa­
dres y señores arriba referidos, procurada la venia por el señor goberna-
dor en señal de respeto, mandó que yo el escribano leyese e intimase en
alta voz el real decreto de 27 de febrero de presnte año que viene por
cabeza, y habiéndolo así ejecutado respondieron prontam ente los cua­
tro reverendos padres que se conformaban y obedecían todo lo que su
majestad ha sido servido mandar, como leales vasallos que son, resigna­
dos no sólo como viene dicho a la real voluntad, pero aun a la de sus mi­
nistros sin la menor contradicción y excusa, de cuya respuesta, yo el
escribano doy fe.
Y en estos términos el señor gobernador daba y dio por ocupadas
las temporalidades de este colegio, y todo lo que sea anexo y dependien­
te, tanto de lo intem o como de lo externo, y en su consecuencia pidió
luego las llaves, tanto de lo perteneciente a la comunidad como de lo
que contienen los aposentos de cada sujeto nominado, con las de los es­
critorios, arcas y papeles comunes y particulares, y en estos términos el
enunciado padre rector entregó de sus manos a las del señor gobernador
(las diferentes llaves)”45.

Concluidas Jas diligencias de ocupación de los bienes del colegio


ordenó el gobernador la salida de ios padres para Mompós por el camino
más corto y solitario.
El 5 de agosto partieron los padres Sánchez, Vélez y Molina, a ca­
ballo, acompañados del alcalde ordinario José de la Fuente y de algunos

45 Archivo Nacional de Colombia, T e m p o r a lid a d e s , t. 17, ibis. 737 y ss.


JUAN M A N U EL PACHECO, S. J.
S 20
soldados, y el 17 el P. Padilla, a quien se había detenido para que infor­
mara sobre los haberes del colegio. Aunque iba algo indispuesto logró d
P. Padilla, a marchas forzadas, dar alcance a sus compañeros el 25 de
agosto.
Lo duro dd camino y las fuertes lluvias que azotaban la región em­
peoraron la enfermedad d d P. Padilla y quebrantaron la salud del P. Vé-
lez. El P. Padilla sólo pudo llegar al Puerto del Espíritu Santo en hom­
bros de peones. “ Diéronle dos parasismos —dice su conductor. De h
Fuente—, de tal modo que a fuerza de diligencias y v ín o lo pude volver
para llegar, habiéndole cargado en gran trecho por muerto” . El 28 de
agosto llegaron al m encionado puerto sobre el río Cauca, y De la Fuen­
te comunicaba que estaba apresurando el viaje por temor a la gravedad
del P. Victorino, que “estoy temblando, añade, no llegue a su destino”46.
Desde las Bocas de Tacaloa pudo el alcaide comunicarse con las
autoridades de Mompós y darles cuenta del estado en que venían los pa­
dres. El 9 de septiembre se encontraban ya en Mompós, y el médico,
Luis Carrillo, recibía orden de atender a los enfermos.
Los primeros jesuítas desterrados de San tale llegaron a Honda el 7
de agosto. Allí se les unió el H. Diego de Hito, quien, com o antes diji­
mos, al saber en la hacienda de El Espinal lo que había sucedido en San-
tafé, sin esperar más se había dirigido a Honda.
El 9 llegaba la segunda partida, compuesta de veintinueve jesuítas.
Habían tenido la pena de ver morir, cerca de Honda, al P. Francisco
Granados, prefecto de estudios de la Universidad Javeriana, y de dejar
enfermo en Guaduas ai P. Melchor de Moya.
Al día siguiente se embarcaban todos estos religiosos en tres embar­
caciones, custodiados por siete milicianos, con dirección a Mompós. Al
pasar por Tamalameque hubo de quedarse allí algunos días el P. José
Térez por motivo de enfermedad y se permitió que le acompañara el H.
Francisco Martínez.
La tercera partida de Santafé llegó a Honda el 13 de agosto y el 14
siguieron a Mompós. A punto de embarcarse cayó enfermo el P. Diego
de la Pava, santafereño, y llamado el m édico, Alejandro Castelbondo.
declaró que dada la gravedad del padre no podía éste seguir su viaje. El
padre quedó bajo la responsabilidad del m édico, que por escritura se
com prom etió a entregarlo vivo o muerto47.
Entre tanto habían ido llegando a Honda varios jesuítas que se en­
contraban en las haciendas que poseía la Compañía en los actuales dc-

46 GROQT: Historia.,,, II, p. 92; Archivo Nacional de Colombia, temporalidades, lomo 17,
fot. 850.

47 G ROOT: Historia..., II, p. 90.


LA E X PU LSIO N D E LOS JE SU IT A S DEL N . R EIN O D E G R A N A D A
521
partamentos de Cundinamarca y Tolim a. Todos el los J u n to con el rector
del colegio de Honda, P. Juan D íaz, y la primera partida llegada de Tun-
ja, siguieron a Mompós el 23 de agosto. El 4 de septiembre se embarca­
ban en Honda los novicios, a quienes se habían unido en este puerto el
P. Domingo Scribani, su maestro, el P. Saturnino Fom er, administrador
de la hacienda de Vilíavieja (Huila), y los últim os jesuítas venidos de
Santafé.
Durante algunos días perm anecenon en Mompós, enferm os, el P.
francisco Javier Trías y dos de los novicios, el escolar Leandro Gonzá­
lez y el coadjutor Manuel Carranza. Más doloroso fue el caso del herma­
no coadjutor Juan Sant, quien tuvo m anifestaciones de locura, A estos
enfermos, y además a los padres Padilla y Molina, venidos de A ntioquía,
atendió solícitam ente el m édico Luis Carrillo, y el 3 de octubre todos
ellos podían proseguir su viaje4íi .
Todos estos jesuítas fueron llegando a Cartagena en los últim os
días de agosto y los primeros de septiem bre,
El destierro de los jesuítas del colegio de Pamplona lo llevó a cabo
el corregidor de Tunja, Dom ingo A ntón de Guzmárt. El mism o, en carta
al virrey, cuenta lo sucedido;

“Luego que el señor oidor don Benito Casal me entregó el supe*


rior orden de V.E. en la ciudad de Tunja, a 28 que espiró, me puse en
camino, habiéndome instruido verbalmente el citado señor don Benito
del superior orden de V.E. Llegué a esta de Pamplona, sin perder jorna­
da, el 7 del corriente a las tres de la tarde, y habiéndome instruido en
ella lo mejor que me fue posible sobre la comisión que V.E. ha sido ser­
vido cometerme, llamé a las justicias de esta ciudad, el día 8 y a las nue­
ve de la noche, que me tuviesen 12 hombres del paisanaje, por no ha­
ber milicias y sólo sargento mayor, previniéndolos los necesitaba para
cierto negocio, y encerrados estos en casa del teniente de corregidor con
la precaución y armas necesrias, a las diez de la noche, en compañía de
dicho teniente, por hallarme alojado en San Francisco, pasé con mis
criados a la casa de donde estaba el paisanaje encerrado, y a las cuatro
de la mañana salí con la precaución necesaria id colegio que en esta ciu­
dad tienen los padres jesuítas.
Habiendo llamado en la portería regular con el pretexto de confe­
sión, y abriendo la puerta el padre portero le dije: “Padre, llámeme al P.
Rector”. Venido éste, Je dije: 'Toque su reverencia a comunidad con la
campana de comunidad, que tengo que hacerle saber a V.R. y demás
comunidad una orden de su majestad”. Y junta la comunidad en una es­
pecie como de capilla, porque no tienen iglesia (que la están haciendo)
mandé al escribano les intimase el decreto de S.M., el que con mucha

48
A r c h i v o N a c i o n a l d e C o l o m b i a , C o l o n i a , T e m p o r a l i d a d e s , t. 7 , f o l , 2 9 9 v .
JUAN M ANUEL PACHECO, S. J.
522

humildad oyeron de rodillas y obedecieron diciendo estar prestos a eje­


cutar lo que se les mandase. Hay siete religiosos en el colegio, cinco sa­
cerdotes y dos legos; dos que están en las haciendas de Cúcuta, el uno
sacerdote, viejo y enfermo, el otro lego que corre con las haciendas;
otros dos sacerdotes que están en misiones. Para unos y otros me escri­
bió cartas abiertas el ?. Rector Lorenzo Tirado, para que sin pretexto
alguno, bajo santa obediencia, se conduzcan fsic] luego a este colegio, y
observando todas las circunstancias que por instrucción se me previene,
depositando a los religiosos en cuatro aposentos, puse tres centinelas de
vista en lo interior del colegio, para que no tengan comunicación exter­
na con persona alguna, y recogiendo todas las llaves de procuraduría, ar­
chivos y porterías, comencé a hacer inventario, Y para las haciendas de
Cúcuta que están tres días desta ciudad despaché con comisión al temen-
te de corregidor, con instrucción bastante para los inventarios, y para el
valle de Ite en donde tiene este colegio hacienda de ganado, instruido
conforme me instruyó a mi verbalmente el señor don Benito, arreglado
a la real instrucción.
Luego que los religiosos que están fuera lleguen a este colegjo.se
Conducirán todos juntos por Cúcuta a San Faustino, y de allí embarca­
dos a Maracaibo, para lo cual y el carruaje preciso tengo dadas las pro­
videncias necesarias.
De camino, en la cabuya de Chicamocha, tuve noticia haber pa­
sado dos chasquis para Santafé, que mandaba de este colegio al Máximo,
por lo que prontamente le hice chasqui a Tunja al señor don Benito
dándole cuenta, y mandé cortar dicha cabuya hasta el día ocho de este,
que no pasase nadie de allá para acá, y al corregidor de Seivitá le man­
dé poner en el término guardias para lo mismo, por cuyo motivo en esta
no se ha tenido noticia de las operaciones de los colegios de Tunja y
Santafé.
Señor Exmo., es cuanta noticia puedo dar a V.E. de lo acaecido
hasta el presente día, para que la dignación de V.E, se snva ordenarme
lo más que he de ejecutar, concluidos que sean los inventarios y la remi­
sión de dichos Padres, menos el que ha de quedar consignado; y luego
que despache en este colegio, pretendo pasar a Cúcuta por ser donde es­
tán las haciendas copiosas de cacaos, esclavos y ganados. La prisa no ha
lugar que ocurra otra cosa que participar a V.E.
...Pamplona, agosto 10 de 1767 . Domingo Antón de Guzmán*^*.

Hallábanse al llegar el juez comisionado a Pamplona, como lo dice


él mismo, varios jesuítas ausentes. Los padres ígnaeio Zubimendi y Enri­
que Rojas se encontraban misionando en las vecinas poblaciones, y en
la hacienda de Cúcuta el H. Salvador Rodríguez, quien cuidaba de ella y
atendía a la vez al P. Cayetano González, anciano y enfermo.

49
Idem, Miscelánea,i. 89, fols. 471-472.
LA EXPULSION DE LOS JESUITA S DEL N . REINO DÉ G RA N A D A
523
Todos los jesuítas ausentes, con excepción del P. González, se diri­
gieron inmediatamente a Pamplona al recibir la orden del padre rector.
El 14 de agosto, reunidos ya todos, fueron entregados a Tomás Vargas
Machuca para que los condujera a Maracaibo y los entregara al goberna­
dor de este puerto, Alonso del Río y Castro. El 21 pasaban por Cúcuta
y se embarcaban en San Faustino en una piragua llamada La Liebre.
La navegación del Zulia era en aquella época difícil, ya por el pe­
ligro de los ataques de los indios motilones, ya por la poca profundidad
del río, que obligaba en ocasiones a arrastrar por la arena las embarca­
ciones50 .
Se encontraba en Chire, el 21 de agosto de 1767, el capitán de co­
razas Francisco Domínguez de Tejada cuando recibió una orden del vi­
rrey de trasladarse a Santiago de las Atalayas, capital de su gobernación.
Allí encontró la orden de ejecutar en las misiones del Casanare y Meta
la real pragmática de Carlos 111. Inmediatamente se dirigió a la hacienda
de Tocaría, perteneciente a la misión, y gastó en el viaje, por tierra y
agua, treinta y ocho días; visitó luego los seis pueblos dei Casanare, susti­
tuyó en ellos a los misioneros jesuítas por religiosos de la Orden de Pre­
dicadores e hizo el inventarío de ios bienes de cada reducción. Pasó lue­
go a Jas reducciones del Meta, las que fueron confiadas a los agustinos
recoletos.
Sólo quedó en Pore, por enfermo, el P. Antonio Ayala, párroco de
Tam e; los trece misioneros restantes, junto con el H . Nicolás León, que
administraba la hacienda de Apiay, fueron llevados por el Orinoco a la
Cuayana y entregados al gobernador de esta provincia, Manuel Centu­
rión. De la Cuayana pasaron a La Guaira51 .
Gastó el gobernador Domínguez ciento catorce días en estos viajes,
y él mismo, por no haber encontrado escribano, escribió todas las dili­
gencias e inventarios, que forman veintidós cuadernos52.
Para los colegios de Popayán,Bugay Pasto, pertenecientes a la pro­
vincia de Quito, disponemos del relato del P. Juan de Velasco, notable
historiador riobambeño, en el tercer tom o, aún inédito, de la Historia
moderna del Reino de Quito, y Crónica de la Provincia d é l a Compañía
de Jesús del m ism o R eino53 . El P. Velasco, en el momento de la expul-

Idcm, Conventos, t. 75.

51 Cfr. Certificado de Sebastián de Espinosa. Guayaría, 2 de diciembre de 1767. Archivo Na­


cional de Oliie, Jesuítas, 446.

52 Archivo Nacional de Colombia, Conventos, t. 29, fols. 205 y ss. Cfr. GROOT: Historia...,
pp. 92-93.
53
Archivo de La Provincia de Toledo, leg, 382.
JU A N M ANUEL PACHECO, S. J.
524

sión, se encontraba en e] colegio de Popayán, en donde regentábala cá­


tedra de filosofía.
Gobernaba interinamente en Popayán e] santafereño José Ignacio
de Ortega, discípulo que había sido de la Compañía en Santafé,y uno
de cuyos hijos estudiaba por entonces en el colegio de San Bartolomé.
Al recibir el decreto de expulsión se apresuró a disponer los preparati­
vos para el destierro. Para disimular hizo correr la voz de que unos oido­
res de laAudiencia de Quito llamados por el rey habían de pasar por Po­
payán. No faltó, con todo, algún jesuíta que sospechara el verdadero
motivo.
El 16 de agosto de 1767, antes de que amaneciera, rodeó de tropas
el colegio. Nadie podía transitar por las calles adyacentes so pena de la
vida. Los payaneses supieron que los oidores quiteños se habían refugia­
do en el colegio.
A las cuatro de la mañana se presentó el gobernador en la casa de
los jesuítas acompañado de varias personas ignorantes de lo que iba a su­
ceder, El P. Francisco Javier A zzoni, el rector, se hallaba ausente de la
ciudad, por lo cual dio orden el gobernador al P. Mateo Folch de reunir
a toda la comunidad en el aula de filosofía. A llí, sin preámbulo alguno,
hizo Ortega leer al escribano el decreto de expulsión.C on dificultad pu­
do el buen escribano terminar la lectura, pues las lágrimas le empañaron
repetidas veces los ojos. Los testigos tampoco habían podido contener
las lagrimas le empañaron repetidas veces los ojos. Los testigos tampoco
habían podido contener las lágrimas. Los jesuítas se mantenían serenos
y con calma estamparon sus firmas en el acta que se levantó de todo lo
ejecutado. Sólo el anciano H. Juan de Alessandro, algo sordo, no había
entendido de qué se trataba, Al oír que el rey lo desterraba repuso con
gran entereza: “Sino es más que eso, iré de muy buena gana aunque sea
a Constantinopla, pues todavía me hallo con fuerzas” .
La prisión fue al principio muy rigurosa. A pesar de ser aquel día
domingo el gobernador no permitió que ninguno de los jesuítas bajara a
la iglesia a oír misa ni que se celebrara en la habitación en que se halla­
ban, alegando que estaban dispensados de aquel precepto. Ni al señor
obispo, don Jerónimo de Obregón, se le permitió visitar a los detenidos.
Si más tarde se mitigó aquel rigor fue porque Ortega temió algún
disturbio, pues hasta los mismos guardias mostraron su desaprobación.
Las señoras de Popayán se aprovecharon de aquella mitigación para en­
viar a los padres alimentos.
Fn el curso del día fueron llegando los jesuítas ausentes: el P. Azzo­
ni y dos hermanos coadjutores que atendían a la hacienda de Japío.
Al día siguiente, montados en malísimas cabalgaduras, salieron los
jesuítas de Popayán. “ Lo mismo fue abrirla puerta —narra el P. V elasco-
euando e-1 inmenso gentío, que llenaba enteramente las calles y plazas,
LA EX PU LSIO N D E LOS JE SU IT A S DEL N . R EIN O D E G R A N A D A
525
levantó el llanto, los gritos y los alaridos, tanto com o si los vieran salir
para el cadalso. Tocaban al m ism o tiem po las plegarias en las iglesias,
descubriendo en algunas el Sacramento. No se percibían las voces sino
de aquellas personas que más gritaban, echando unas horribles y execra*
bles m aldiciones, diciendo otros que se acababa la fe católica y otros
que era llegado el día del final juicio. Era tanta la m ultitud, la confusión
y los gritos de aquellas gentes, que sin poderla romper hubieron de tar­
dar largo tiem po en sola la primera calle y la plaza”54 . Muchas personas
afectas a los jesuítas quisieron acompañarlos hasta el fin de la segunda
jornada.
Diez días emplearon en el fragoso y difícil camino de Popayán a
La Plata, m olestados por las lluvias. Al llegar a La Plata, el 27 de agosto,
fueron recibidos con grandes muestras de amor y cariño por el párroco
y los habitantes de la población. A quí se detuvieron algunos días en es­
pera de los padres del colegio de Buga.
El com isionado para intimar el destierro a los jesuítas del colegio
de Buga fue un sujeto de antecedentes muy poco recom endables. Era
quiteño, pero la Audiencia de Quito no le había querido recibir en el
colegio de sus abogados. Logrólo en Santafe, depués de mil dificultades,
y se había radicado en Popayán, donde no era muy bien mirado. Llamá­
base Javier de Salazar.
Llegado a Buga intim ó a treinta personas de Jo más distinguido de
la ciudad la orden de que le acompañaran a la mañana siguiente al cole­
gio de los jesuítas. Se presentó en éste a las tres y medía de la mañana
del 16 de agosto y fingió necesitar al P. Martín Romero para una con fe­
sión. Al salir el padre lo declaró preso. Distribuyó’ luego sus hombres
por todo el colegio.
Los demás religiosos se levantaron sin la menor sospecha de lo que
estaba pasando en el colegio. No bien salían de sus cuartos eran llevados
al aula de gramática. A llí se les leyó el decreto del rey. En aquella aula
permanecieron encerrados, con centinela de vista, durante todo el día,
A las ocho de la noche pudieron Jos detenidos pasar a dormir. Sólo en­
contraron las camas. Todo lo demás, hasta sus cartas y papeles íntim os,
había desaparecido.
Salieron de Buga el 17 de agosto, a las cuatro de la mañana, “con
gran llanto de la ciudad” , com o anota Velasco. El 2 de septiembre llega­
ron a La Plata, en donde se unieron con los del colegio de Popayán.
Después de un penoso viaje por tierra llegaron a Honda el 3 de octubre.
A quí permanecieron hasta el 7, mientras se aprestaban las embarcacio­
nes. El trato en la com ida, narra el P. Velasco, fue con esplendor, rega-

5 4
i/ist., III, fol. 143.
JU A N M ANUEL PACHECO, S. J.
526
lo y abundancia. La reclusión fue nada estrecha, pues con el ejemplo
que dieron los señores yendo a cumplimentar a los nuestros en cuerpo
de cabildo, hicieron lo mismo en particular cuantos quisieron” . El 8 de
septiembre se embarcaron en Bodegas Reales, y el 17 llegaban a Moni-
pos, en donde les recibió el juez com isionado, Martín de Goyeneche,
ofifical real de la villa, “ Este caballero —dice V elasco—, como muy
amante de ia Compañía y de generosas prendas, los alojó en su misma
casa y les dio nobilísim o trato en todo, cuan no lo experimentaron ni
antes ni después en parte alguna” . No utilizó guardias y permitió a los
jesuítas recibir visitas y aun salir a pasear.
En Cartagena, adonde llegaron el 20 de septiembre, fueron reci­
bidos por el gobernador, Fernando Morillo, “con mucha afabilidad,
buen m odo y grandes ofertas. El colegio —sigue diciendo el P. Velasco-
siempre que había jesuítas estaba con guardias dobles del regimiento
que llaman El Fijo de Cartagena, los cuales estaban distribuidos por las
diversas partes de dentro; y vivían allí com o superiores e intendentes de
las cosas domésticas el alférez don Andrés de Ariza y el segundo ayudan­
te de la plaza. Los registros de los baúles fueron superficiales y de puro
cum plim iento. La reclusión no fue tan estrecha que no entrasen a ver
varios sujetos y cuantos quisieron, siendo la puerta franca, especialmen­
te para todos los sirvientes y mandaderos. La comida fue siempre con
esplendor y abundancia, y después de ella daban m edio real de tabaco
en humo para cada sujeto, todos los días, y al que no lo usaba se lo da­
ban en dinero. El chocolate se daba no sólo de m añana,con abundancia,
sino también por la tarde a cuantos querían. Decían misa todos los días,
y cuando eran pocos, en la capilla interior, añadiendo altares, y cuando
eran m uchos en la iglesia” .
Parecía que las autoridades se habían olvidado de los jesuítas del
colegio de Pasto. En la ciudad se sabía ya lo sucedido en Quito y Popa-
yán, pero pasaban los días y nadie se presentaba a intimar a los jesuítas
el decreto de expulsión. Todo lo contrario. Un día se presentaron ene!
colegio, en corporación, el teniente, los alcaldes y los regidores de la
ciudad, no tanto a condolerse con los padres cuando a lamentar su pro­
pia desgracia por perderlos. Lo mismo hizo más tarde el clero de la ciu­
dad, Se preparaban por entonces las fiestas populares de San Sebastian,
pero el teniente don Diego Pérez envió a decir a sus organizadores:
“ Bueno es que tratéis ahora de fiestas, cuando, si fuera posible, debe­
ríamos enlutar las calles y la ciudad toda”55.
La causa de no haberse intimado la expulsión en el colegio de Pas­
to se debía a un olvido. La explicaba así el virrey de Sanlafe en carta al

55
VILLASCO (Uist., III, fols. 461-462.
LA EXPULSIO N DE LOS JESUITAS D EL N . REINO DE G R A N A D A
' 527
gobernador de Popayán José Ignacio Ortega, fechada el 1 1 de septiem­
bre de 1767:

“No se tuvo aquí presente que en Pasto había colegio de la Com­


pañía cuando se encargó a v jn . la comisión del extrañamiento de estos
religiosos en esa ciudad y en Buga. La distancia a Quito es grande, y es
regular que su presidente no haya dispuesto allí la ejecución por habér­
sele participado que en el distrito de esa provincia se le había encargado
a Y.m. Y como a esta fecha en todas partes se habrá practicado, se lia
quedado aquel colegio de Pasto como em embrión. Para enmendar pues
este defecto, que ha ocasionado la falta de noticias, encargo a van. que
luego que recíba ésta, destine sujeto de su satisfacción que actúe las res­
pectivas diligencias, en los propios términos y con arreglo a lo que a
v jn . se le encomendó en cuanto a Buga y esa ciudad, participando de
esta disposición para su gobierno al presidente de Q u i t o .

La penosa comisión de intimar a los jesuítas de Pasto la orden de


destierro se le confió a don Ramón de la Barrera. Era en verdad penosa
para don Ramón aquella misión. Era todo un caballero, muy afecto a la
Compañía. Aquella noche no pudo conciliar el sueño, pues la fiebre le
quemaba las sienes. El 6 de septiembre de 17 6 7 5*57, a las cinco de la ma­
ñana, fue al colegio con sólo cinco testigos, todos ellos amigos de los je­
suítas. No hubo ningún despliegue de tropa. Intimada la real pragmática,
sólo por fórmula recogió Barrera las llaves y dejó abiertas las puertas del
colegio para que todos pudieran despedirse de los padres.
De los ocho religiosos que tenía el colegio sólo faltaba el P. Maria­
no Ferrer, quien había salido destinado al colegio de Q uito. Cerca de
Ibarra supo la expulsión. Se devolvió a Pasto, pero no quiso entrar en la
ciudad, sino que se ocultó en una hacienda vecina para ver en qué para­
ba todo aquello. Poco después se presentó ante el juez comisionado,
quien bien sabía en dónde había estado oculto el padre. El P, Ferrer ale­
gó sus enfermedades para no marchar al destierro y Barrera le permitió
quedarse en Pasto58.
En Pasto se quedaron también por razón de sus enfermedades el
P. Luis Tamariz, rector del colegio el P. Lucas Portolani, anciano y me­
dio paralizado, y el H, Luis Vidales. Los religiosos en cuyos conventos

55 Archivo General del Cauca (Popayán), Civil. II, sign, 6022.


57
Antes de que recibiese la carta mensionada del virrey ya el gobernador Ortega. M 30 de
agosto de 1767, había comisionado a Ramón de la Barrera para ejecutar el decreto real en
Pasto. Archivo General del Cauca, Civil. II, sign. 6022.

58 VELASCO: Hist., t. III, lib, II, & 13. El P. Feirci se había ocultado en la hacienda de
Guapuscal (Archivo Nacional de Chile,Jesu üas, Quito, 247).
JU A N M A N U EL PACHECO, S. J.
528

se hallaban recluidos los trataron con delicada caridad. El P. Losada,


franciscano, no tem ió en uno de sus sermones hacer un sentido elogio
de la Compañía de Jesús. El P. Fray José Esteban de Lara trató con es­
pecial deferencia al Padre Tamariz, depositado en el convento de los
mercedarios.
El 22 de diciembre pudieron ponerse en camino para Popayán. El
juez quiso dejar al H. Vidales, gravemente enferm o, pero el hermano
se opuso alegando que quería morir entre ios su yos.
Llegaron tan enfermos a Popayán que el gobernador Ortega orde­
nó repartirlos en varias casas religiosas. El P. Tamariz encontró entre los
padres de San Camilo, especialm ente en el superior, P. José Castellanos,
una cariñosa acogida. Pero no faltó un eclesiástico de elevada dignidad,
el chantre de la catedral de Popayán, Miguel Jerónimo Pérez de Guzmán,
que murmuraba de aquella demora de los jesuítas en Popayán, atribu­
yéndola a connivencia entre el obispo y el gobernador. Llegó hasta pre­
sentar a las autoridades un escrito en que intentaba probar que los jesuí­
tas estaban buenos y sanos. Encontró un aliado en el P. Antonio María
Barquilla, religioso de San Camilo, declarado enem igo de la Compañía.
Acobardado el gobernador Ortega por las murmuraciones de estos
dos eclesiásticos ordenó que prosiguieran su camino de destierro al me­
nos los padres Tamariz y Portolani. A sí lo nicieron el 13 de febrero de
1769. El Padre P o rto la n i, subido en peso a la cabalgadura, hubo de ir
sostenido por dos hombres durante todo el viaje. Llegados a La Plata
juzgó el conductor que era inútil crueldad hacerlos seguir adelante, y
así lo com unicó al gobernador de Neiva don Miguel Gálvez. El goberna­
dor pasó un informe al virrey y éste dio la orden de trasladar de nuevo a
Popayán a los dos enferm os59 .
Pero los informes de Pérez de Guzmán habían llegado a Madrid, y
el conde de Aranda, el 25 de noviembre de 1769, envió al gobernador
de Popayán una carta que comenzaba así:

“Por noticias que se han comunicado al Consejo en el extraordi­


nario sabe existen en esa ciudad cuatro regulares de la Compañía que
había en el colegio de Pasto, y que se hallan detenidos en ella con pre­
texto de padecer enfermedades habituales.
La permanencia de dichos religiosos y la de cualesquiera otros de
su orden en esa y dominios es perjudicial a la tranquilidad pública y
opuesta a lo mandado por S.M. en la pragmática sanción de 2 de abril
de 1767 y en providencias posteriores.

59 Carta del virrey Messia de la Cerda a) gobernador Jose I. de Ortega. Santa fé, 19 de abril de
1769. Archivo General del Cauca, Civil, II, sígn. 6022, fol. 36.
LA EXPULSION DE LOS JESUITAS DEL N . REINO DE G RANADA
529

Hay motivos para sospechar que las enfermedades habituales


que aparenten estos regulares sean fingidas, por no haber observado el
comisionado de Pasto que las tuviesen, ni haberles impedido éstas su
viaje aquella ciudad a la de Popayán.
Por esta razón y por saberse también que mantienen correspon­
dencia con varias personas, ha acordado el Consejo en el extraordina­
rio se expidan órdenes convenientes para que, sin pérdida de tiempo,
salgan de esa dicha ciudad los referidos cuatro regulares..,”60 .

Al llegar esta orden a Popayán los médicos declararon resuelta­


mente que era un crimen hacer viajar al P. Portolani, que, sobre su avan­
zada edad y dos hernias, era menester sostenerlo para que pudiera levan­
tar de la cama y sentarse en una silla de brazos, y al H, Vidales, enfermo
de tuberculosis61.
El P. Tamariz se encontraba en cama con una úlcera abierta. Pero
aún así salió de Popayán, en compañía del P. Ferrer, en junio de 1 770.
El . Tamariz pudo llegar a Cartagena el 28 de septiembre62 y a Cádiz el
2 de marzo de 1771. El P. Ferrer no pudo pasar de Aipe, pues sus acha­
que se recrudecieron. El virrey le permitió quedarse en aquel pueblecito.
Meses más tarde pasó a Ibagué, adonde llegó el 18 de agosto de 1 7 7 163.
En Cartagena, como ya hemos dicho, se habían concentrado los je­
suítas llegados de casi todos los colegios del Nuevo Reino. El 16 de oc­
tubre de 1767 se embarcaron en las fragatas Nuestra Señora de Loreto y
La Fortuna ciento cuarenta y un jesuítas. A bordo de La Loreto v ¡aja­
ban ochenta y siete religiosos; entre otros, el P. Manuel Balzátegui, pro­
vincial. En La Fortuna navegaban los padres Domingo Scribani, rector
de Tunja y maestro de novicios, y Nicolás Candela, rector del colegio de
Santafé, con otros cincuenta y dos religiosos.
Rafael Escobar comunicaba ai virrey desde Cartagena: “De los 87
que llevó (La L oreto) llegó con uno menos a La Habana el 11 del pasado
noviembre, y lüego que refrescó de agua y carnes, hizo vela el 18 del
mismo, y puede ya estar en España, y La Fortuna entró en aquel puerto
el 13, dos días después, con dos religiosos menos que murieron igual­

60 Archivo General del Cauca, Civil, II, sign. 5541, fol. 114.

61 Archivo Nacional de Chüe, Jesuítas, Bogotá, 216, fol. 189v.

62 El gobernador de Cartagena Fernando Morillo avisaba al virrey de Santafé, en caita del 27


de octubre de 1770, la llegada del P. Tamariz a Cartagena. Archivo Nacional de Colombia,
Miscelánea, t. 89, fol. 425.
63 Sobre la llegada del P. Ferrer a Ibagué, cfr. Archivo Nacional de Colombia, Conventos, t.
29, fol, 894.
JU A N M A N U EL PACHECO, S. J.
530

m ente de los 54 que transportó, y Je cafan m uchos enferm os, que que­
daron depositados en 26 del mismo en Bethleem ” 64 .
El P. Yarza, navegante de La L o reto , describe asi la navegación de
la Habana a Cádiz:

“Los grandes peligros, las horribles tempestades, Jas furias desen­


cadenadas de los vientos, experimentados en esta navegación, son inde­
cibles. En todo m om ento parecía que el mar encrespado sobremanera
iba a sumergir las embarcaciones en lo profundo del agua. Las olas, agi­
tadas por fortísimos vientos, golpeaban con tanta fuerza las naves que
las hacían estremecer, con gran tem or de los navegantes e inminente
peligro de todos los pasajeros. Fue necesario lanzar el bote al agua para
que con su terrible balanceo no destruyera una de las naves, y fue nece­
sario atar el casco con fortísim os lazos para que no se abriese en dos pe­
dazos y se fuese al fondo.
Durante esta borrasca llegaron a la península española, y en el
golfo de Cádiz se vio una de las naves, llamada Nuestra Señora de Lo-
retot en peligro inminente como nunca. En un m om ento se formó una
horrible tempestad de agua, granizo, rayos, truenos y vientos. Una in­
mensa cantidad de agua inundó la nave y era imposible gobernar el ti­
món. No cesó la tempestad, sino que continuó ia noche íntegra y par­
te del día siguiente, en el que descubiertos un poco los horizontes, se
pudo ver el puerto de Cádiz. A su vista respiraron u n poco más tran­
quilos los pasajeros. Pero sopló de nuevo el viento y se turbó el mar
de tal m odo que cinco hombres apenas si alcanzaban a gobernar el ti­
m ón. Fue tal la carrera, que de pasada se llevó los árboles y las cuer­
das de una de las naves ancladas. De esta manera arribó al enfurecido
puerto, y echó en él el ancla después de noventa días de haber salido
de Cartagena” 66.

La Fortuna arribó a la Habana, com o vim os, el 13 de noviembre.


En la travesía de Cartagena a Cuba habían m uerto los hermanos coadju­
tores Juan de Heredia y Leonardo Wilhem. Otros se encontraban enfer­
m os. No se les perm itió a los jesuítas el pequeño alivio de bajar a tierra.
El P. Candera se vio obligado a dirigir al gobernador de la Habana, An­
tonio María Bucarelli, la siguiente carta;

“Exmo. señor; La obligación de superior de estos infelices jesuí­


tas que nos hallamos a bordo de la fragata La Fortuna me precisa a ser
molesto a V.E. Salimos de Cartagena en el dicho navio 54 sujetos, dos

64
Carta del 29 de diciembre de 1767. Idem, Miscelánea, t. 90, fol. 10,
65
Relación, p, 17 7.
L A E X P U L SIO N D E L O S JE SU IT A S D E L N . R E IN O D E G R A N A D A
53)
perecieron en la navegación hasta ese puerto, si fue o no por la imperi­
cia del cirujano del navio, aunque lo sospecho con graves fundamentos,
no me atreveré a asegurarlo. Lo cierto es que aquí no hay forma ni co­
modidad para curar los enfermos, especialmente hallándose 52 sujetos,
aunque ahora sólo quedan cincuenta, en el espacio de las pocas varas
que tiene esta fragata en su cámara de popa, aunque alargada hasta de­
lante del palo de mesana. Ahora nos hallamos con otros varios enfer­
mos, especialmente tres o cuatro. Si V. E., mirando la caridad cristiana
y humanidad, no se compadece de estos miserables y dispone que se
curen en tierra, presto será preciso enterrar algunos de ellos, y tal vez,
cundiendo de unos a otros, por la estrechez e imposibilidad de separar­
se los sanos de los enfermos, las enfermedades, perecerán otros muchos.
Bien se, señor, a lo que oigo en el navio, que a V.E. le han infor­
mado que no son enfermedades de cuidado pero para ser curados aquí,
sepa V.E. que lo son mucho, y por días y horas se van empeorando.
H1 derecho de buscar la salud, señor, es natural, y no puedo per­
suadirme que la intención de S.M.C., el rey nuestro señor, que Dios
guarde, sea que así se abandonen o se dejen morir unos sujetos que,
aunque infelices por haber caído en desgracia de S.M., pero hasta ahora
no se ha comprobado que lo merezcan; antes me consta de la contraria
voluntad de S.M., pues en todo encarga a sus ministros el mayor cuida­
do y asistencia posible. Aquí, señor, aunque de orden de V.E., vino an­
tes de ayer el médico, y recetó aun para aquella tarde, a lo que pude en­
tender), y para el día siguiente, hasta ahora nada se ha aplicado de lo
principal que urgía. Vea V.E, el consuelo que podemos tener y la con­
fianza de que los enfermos mejoren de sus achaques.
Por todo lo cual, señor, suplicamos a V.E. se compadezca de es­
tos desdichados sujetos y dé la providencia que juzgare más conveniente,
no importando a culpa si acaso en esta no hablo con el estilo y expre­
sión correspondientes, de que todos quedaremos muy agradecidos y
obligados a encomendar a V.E. a Dios, quien guarde a V.E. muchos y
felices años con toda prosperidad. A bordo La Fortuna y noviembre 16
de 1767. Exmo. Señor. De V.E. su más afecto servidor y capellán Ni­
colás Candela, rector de la Compañía de Jesús” 66.

Esta carta disgustó profundam ente a Bucarelli. Envió al escribano


m ayor a la fragata para que, en presencia del capitán, reprendiese al P.
Candela por haber violado la prohibición que tenían los jesuítas de tra­
tar con los demás vasallos del rey y advirtiese al capitán que no era per­
m itido a los desterrados tener papel ni tinta.
Pero esto no fue bastante para que el P. Candela n o dirigiese una
segunda carta al gobernador, el 16 de diciem bre, en la que le decía;

66 Copia esta carta el P. José Contanillacn su libio inédito Reseña histórica sobre la expulsión
de los Jesuítas de ambos mundos {Archivo de la Provincia de Toledo, legajo 30).
JU A N M A N U EL PACHECO, S. J.
532
“Estamos para partir de este puerto y esperando el tiempo, según
que aquí se dice, de hora en hora; parece necesario del todo que se sa­
quen cuanto antes a tierra unos enferm os de bastante cuidado, que hu­
manamente hablando es imposible sigan con nosotros viaje” .
Compadecióse al fin Bucarellí. U no de los enfermos más graves, el
novicio Juan Pía, fue sacado de la nave y llevado al hospital de Belén
Fue sólo para morir. El 22 de diciembre entregaba el joven novicio su
alma a D ios.

Dos días después, el 24 de diciembre, salía por fin La Fortuna de


la Habana, Aquella navegación fue especialm ente dura “porque las tem­
pestades, escribe el P. Duquesne, fueron de las más feroces, y el 5 de fe­
brero fue tal que todos nos tuvimos por náufragos, y sin una particular
providencia de Dios no nos hubiéramos librado.,. Llegó a tanto el ham­
bre que un día no tom am os más que una pequeña taza de sopa llena de
gusanos enorm es” . La Fortuna llegó a Cádiz el 26 de febrero de 1768.
Los jesuítas de Popayán y Buga salieron de Cartagena, el 10 de
noviembre de 1767, en un bergantín llamado San Juan Nepomuceno.
Llegaron a las playas cubanas el 28 de noviembre y desembocaron en el
pequeño puerto de Batabanó para seguir por tierra a la Habana. Venían
enfermos los hermanos coadjutores Luis Maris, Simón Schónherr y An­
tonio Jijón. Estos hubieron de ir con un soldado a la anca para que los
sostuviera sobre la cabalgadura. Llegados a la bahía de la Habana los
sanos fueron encerrados en una casa llamada el palacio de Oquendo y
los enferm os llevados al hospital. Allí murió, el 18 de diciembre, el H.
Schónherr, austríaco, notable arquitecto, a quien se debe la iglesia de
San José de Popayán.
La prisión en el palacio de Oquendo fue extremadam ente rigurosa.
El local era estrechísim o y allí am ontonaron hasta ochenta prisioneros.
No podían hablar con nadie. Un sirviente que violó esta prohibición fue
condenado a dos años de cárcel. Para barrer escogían a dos negros boza­
les que no entendían una palabra de castellano y barrían enteramente
desnudos para que no pudiesen sacar ningún papel.
El 21 de diciembre pudieron salir de aquella cárcel para ser embar­
cados en dos urcas del rey: La Bizarra y La Peregrina. Duró el viaje no­
venta días y durante él padecieron cuatro tem pestades. El 30 de marzo
llegaron a Cádiz67.
En la actual República de Venezuela poseían los jesuítas tres casas,
com o ya dijimos al principio: un colegio en Caracas, otro en Mérida y
una residencia en Maracaibo.

61
VLLASCO: Hisf., III.
LA EX PU LSIO N D E LOS JE SU IT A S D E L N . REINO DE G R A N A D A
533

En Maracaibo fue intimada a los jesuítas la orden de destierro el 29


de junio de 1767. El hecho lo refiere así el gobernador A lonso del R ío
en carta al conde de Aramia:
Con efecto el día 28 [de junto) que cumplían los 25 señalados
por primeros* me vi obligado (por las noticias que condujo aquí una em­
barcación que vino de Caracas de la extracción de allí a los religiosos je ­
suítas) de abrir el pliego, en que hallé, con carta de V.E., el real decreto
de S.M., una instrucción y una adición a ella con la lista de las casas y
colegios de los dichos religiosos padres jesuítas en esta América, com­
prendiendo una y otra las órdenes que en virtud de dicho real decreto
dispuso V.E. para su más seguro obedecimiento.
Como en esta ciudad no había más que una casa llamada residen­
cia, no hubo motivo para otra cosa que prevenir la acción sin ruido, y
y así con una com petente moderada guardia, el 29, muy temprano pasé
a Ja casa referida, en que inmediatamente el P. Matías Liñán, superior
de ella, previo su obedecimiento, con un anciano coajutor [el H. Loren­
zo Konik] y otro correspondiente al colegio de Mérida [H. José Rubio]
que el día antes había venido a confesarse, todo lo que se comprende
de los autos [sic], en que se incluyen también dos padres que pasaban a
la isla de Santo Domingo, uno de rector [P. Juan A. F errarojy otro de
lector [P. Ignacio Julián], esperando barco que navegase a aquella ciu­
dad, en cuyo intermedio hicieron aquí una fuerte misión, y otra en
estas cercanías...
Siendo dilatada y penosa la salida de esta ciudad y no menos cos­
tosa por las pocas ocasiones que ocurren por mar, e inconveniente de
caballerías y bastim entos por tierra, después de varios informes y dili­
gencias para mirar lo más cómodo, sin perjuicio de la salud de los reli­
giosos, he dispuesto pasen por tierra hasta Puerto Cabello, y que em­
barcados allí se les transfiera al puerto de La Guaira cómodamente, a la
disposición del gobernador y capitán general de Caracas, para que con
otros que allí tenga o le lleguen, los dirija a disposición de V.E.’ .

En Maracaibo se quedó enfermo el H. Lorenzo Konninck, holandés,


quien falleció el 1 7 de febrero de 1768. “ Este hermano, informaba el
gobernador, era maestro de arquitectura y carpintería, y le habían traído
aquí los padres para la fábrica del colegio, que en fuerza de los fundos o
donaciones solicitaban fabricar, y para ello condujo de su país diferentes
útiles del ejercicio propios su y o s...” 8
6 .
69
Para expulsar a los jesuítas del colegio de Mérida fue com isionado
por el gobernador de Maracaibo el teniente de gobernador Angel Kángel.

68 Caita fechada en Maracaibo a 23 de julio de 1767. Archivo Nacional de Chile, Jesuítas,


Bogotá, 205.

69 Carta del 4 de octubre d e 1768 al conde de Aranda. Idem, Jesuítas, Bogotá, 206.
JU A N M A N U E L PA C H EC O , S. J.
534

Rangel cum plió su misión el 11 de julio· de 1767. El acta de la notifica­


ción del real decreto e inventario de los bienes del colegio ha sido publi­
cada por Ildefonso Leal en la R evista de H istoria de Caracas70.
El 30 de m ayo de 1767 había recibido el gobernador de la Guayana
Manuel Centurión las órdenes reales referentes a la expulsión de los je­
suítas de las m isiones del Orinoco. Hizo alistar una pequeña tropa, y
con cuatro embarcaciones em prendió, el 14 de junio, un viaje Orinoco
arriba con el pretexto de visitar las m isiones e inspeccionar las escoltas.
El 2 de julio llegó al pueblo de Carichana, centro de la m isión, en donde
se encontraban el Padre Francisco de Riberos, superior de la misión, y
los padres José María Forneri, procurador de la misma, y Everardo Hen-
gstebeck. El escribano, en presencia de dos testigos, intim ó a los tres mi­
sioneros el decreto de expulsión y se procedió inm ediatam ente a la in­
cautación de todos los papeles y bienes de la m isión. Requirió luego el
gobernador al padre superior para que enviase a llamar a los cinco restan­
tes m isioneros y escribió al superior de los m isioneros capuchinos anda­
luces para que viniera a encargarse de las reducciones dejadas por los je­
suítas. N o tardaron m ucho en llegar a Cari en a los padres Juan Bautista
Polo, m isionero de Urbana, Sebastián Rey, de San Borja, y Pedro Espa­
ñol, de El Raudal de Atures. Con estos seis jesuítas em prendió Centurión
el regreso, y en el viaje se le incorporaron los padres A ntonio Salillas y
Felipe Salvador Gilij, m isioneros de Cabruta y La Encaramada, que ha­
bían sido arrestados por el teniente Pedro Felipe de Llamas. Al cuidado
de este últim o fueron luego transportados los m isioneros al puerto de
La Guaira71 ,
En La Guaira se habían ido concentrando los jesuítas venidos de
las casas de Caracas, Mérida, Maraeaibo y Pamplona y de las misiones
del Orinoco, Casanarc y M eta.Según elP . Velasco el 7 de marzo de 1 768
salió de La Guaira la fragata mercante La Caraqueña con treinta y nueve
jesuítas. Llegaron todos a Cádiz el 3 0 de abril7 2 .
Los jesuítas del Nuevo Reino que iban llegando a Cádiz eran tras­
ladados al Puerto de Santa María y encerrados en el llamado Hospicio,
casa bastante capaz construida por los jesuítas de las provincias america­
nas para hospedar a las expediciones de m isioneros que salían de Euro­
pa para el Nuevo M undo. La casa sólo podía recibir un centenar de mo­
radores, pero en ella fueron concentrados más de cuatrocientos jesuítas
llegados de todas las provincias de América.

70
Testimonio de lo inventariado en el colegio de la Compañía de Jesús en la ciudad de Méri­
da, en Revista de Historia. Caracas, 1 9 6 6 ,4 ,pp. 45-75.
71
Archivo Nacional de Olile, Jesuítas, 446,

11 V E L A S C O : ffíst., III, líb. 4 , & 1,


LA E X PU LSIO N D E LOS JE SU IT A S D E L N . REINO DE G R A N A D A
535

En jun io de 1768 se embarcaron de nuevo centenares de jesuítas


de las provincias americanas rum bo a Córcega y de Córcega siguieron a
Italia, A los del N uevo R eino se les señaló la legación de Urbino com o
lugar de residencia.
La ciudad de G ubbio fue com o el centro de la Provincia, Sus habi­
tantes les habían acogido con cariño. En casas particulares se repartieron
los desterrados en pequeños grupos. En ellas, con alguna incom odidad,
se llevaba vida de com unidad y los estudiantes prosiguieron sus estudios
de filosofía y teo lo g ía . A llí también estaban los dieciséis novicios de la
Provincia que habían dado una heroica muestra la fidelidad a la C om ­
pañía. Otros jesuítas del Nuevo Reino se hallaban repartidos en las pe­
queñas ciudades de Fano, Pérgola, Fossom brone, Senigallia, etc.
Com o la corte española prohibiese a las diversas provincias jesuíti­
cas usar com o nombre su lugar de origen, la de N uevo R eino de Grana­
da adoptó el de V iceprovincia del Sagrado Corazón de Jesús73.
Los agentes del rey fom entaban abiertam ente la salida de los jesuí­
tas desterrados de la Orden. Relativam ente pocas defecciones lograron
entre los m iem bros de la Provincia del Nuevo R eino. Según un catálogo
de 1771 de esta Provincia sólo se habían secularizado dieciséis jesuítas:
siete sacerdotes, un escolar y och o coadjutores74 .
Un durísim o golpe fue para tod os el célebre breve de C lem ente
XIV D o m in u sa c R e d em p to r, del 21 de julio de 1773. Por él extinguía en
todo' el m undo a la Com pañía de Jesús, El golpe lo sobrellevaron con
heroica resignación, pero se vieron obligados a separarse.
Entre los desterrados jesuítas procedentes del Nuevo Reino no fal­
taron hom bres que honraron a la Compañía de Jesús por su santidad y
por su ciencia.
El P. Manuel Balzátegui ( + Roma, 25 de enero de 1792), últim o
provincial, se distinguió por su devoción al Sagrado Corazón de Jesús.
Puso especial em peño en que la novena y fiesta del Sagrado Corazón se
celebrase con solemnidad en la iglesia del Gesú, el principal tem plo que
había tenido la Com pañía de Jesús en Rom a. Para ello donó' la renta ne­
cesaria75 .
Con fama de santidad murió en G ubbio, en 1806, el P, José Yarza,
guipuzcoano, el últim o rector del colé gio-se mina rio de San Bartolom é.

73 Con este nombre de Viccprovincia del Sagrado CoTazón figura la Provincia del Nuevo Reino
en los catálogos de los difuntos de La Compañía en e.stos años. Cfr. Archivo Romano S.J,,
Hist. Soc.,53a.

74 Cfr. L. PASTOR; Historia de ios Papas, vol, 36, p. 454, nota 1.

75 M, LUENGO: Diario (i¡ns.), 11 de junio de 1 790, t. 24, p. 310. Archivo de Loyola de la


Provincia de Castilla.
JU A N M A N U EL PACHECO, S, J.
536

“Ha vididouna vida ejemplarísima, escribía su párroco, despojándose de


todo para darlo todo a los pobres... Casi nunca dorm ía en cama. Su ca­
ma era el suelo o tierra desnuda y su almohada un ladrillo duro. Los ci­
licios, disciplinas^ ayunos y otras m ortificaciones, tantas cuantas le su­
gería su amor a Jesucristo crucificado...”76.
Igual fama de santidad gozaron los padres Roque Lubián ( 4 Gub-
bio, 8 de m ayo de 1781) y Manuel Padilla ( -f Pérgola, 11 de mayo de
1785). El primero, nacido en Zamora, fue durante cuarenta años misio­
nero en el Meta y el Orinoco. Escribió una historia de la misión, hoy
perdida. Del P. Padilla, santafereño, dice el P, Hervás y Panduro: “Fue
varón de singular retiro, santidad y candor de ánim o” 77 . Durante vein­
titrés años m isionó en el Casanare. Dejó escritos un vocabulario, un ca­
tecism o y varios sermones en lengua b etoi.
Entre los escritores sobresalen los padres A ntonio Julián ( 4 Roma,
11 de septiembre de 1790) y Felipe Salvador Gilij ( -+ Roma, 10 de
marzo de 1789). El P. Julián, catalán, fue un trabajador incansable.En
el Nuevo Reino se distinguió com o orador sagrado y fundó en Santafé
de Bogotá la primera casa de ejercicios. Escribió numerosas obras,pero
muy pocas de ellas fueron publicadas. La más importante de las edita­
das es La Perla de A m érica, Provincia de Santa Marta, en la que recogió
sus observaciones y apuntes sobre esta región colom biana que durante
diez años recorrió com o misionero rural. Formaba parte esta obra de
una trilogía que envió a Madrid para su publicación. Titulábanse los
otros dos tom os: Historia d el R io Grande de la Magdalena y El Paraíso
terrestre en la A m érica m eridional,
Al P. Gilij se debe al Saggio di Storia Am ericana, obra editada en
Roma en cuatro volúm enes, entre los años de 1 780 y 1 784, y traducida
recientem ente al castellano. El tema principal de esta obra es el río Ori­
noco. Había sido diecisiete años misionero en la reducción de San Luis
de la Encarnación, fundada por él a orillas del m encionado río.
Varios otros jesuítas consagraron sus años de destierro a la compo­
sición o traducción de libros. Cultivaron los estudios clásicos el P. Fran­
cisco Campi ( +■ Tortosa, 26 de octubre de 1817), traductor de Homero
y H esíodo, y el Padre Javier Julián, hermano del P. A ntonio, quien tra­
dujo a Anacreonte y escribió en latín algunas piezas teatrales. También
cultivó el P, Javier la filosofía y teología y com puso un Curso filosófico
en cinco tom os y una Summ a Theologiae además de un estudio sobre
el sistema de Molina acerca de la gracia78 .

76 Idem, t. 40, 24 de octubre de 1806.


f j "7
Biblioteca jesu¡tica española de escritores que han florecido por siete lustros. Archivo de
Layóla de la Provincia de Castilla.
78
Idem.
LA EXPULSION DE LOS JESUITAS D EL N . REINO DE G R ANADA
537

El P, Alejandro M as( + Roma, 12 de octubre de 1831), nacido en


Maracaibo, se dedicó a las matemáticas y la historia. Entre sus obras
enumera Hervás y Panduro una geom etría, una G eografía astronóm ica,
física y p o lític a y una gran historia universal, en seis tom os, redactada
en italiano79 . El Padre Juan Francisco Blasco ( + 1 8 1 7 ) tradujo la obra
alemana de M.C. Sturm R eflexion es so b re la naturaleza o C onsideracio­
nes de las obras de D ios en el orden natural y el P. Jaime de Torres la
Historia de la Iglesia en el Japón , del P. Juan Crasset.
Entre los desterrados del colegio de Popayán iba el P. Juan de Ve-
lasco ( + Faenza, 29 de jun io de 1792), riobam beño, quien ocupa un
sitio de honor en ia historiografía del Ecuador por su Historia del R ei­
no d e Q u ito y su Historia m oderna d el R ein o de Q uito y Crónica de la
Provincia d e la C om pañía de Jesús d el m ism o Reino. R ecogió además
en la Colección de poesías varias, hechas p o r un ocioso de la ciudad de
Faenza, no sólo poesías célebres de la literatura castellana, sino de va­
rios autores ecuatorianos, especialm ente jesuítas, salvándolos así del
perpetuo olvido. Cultivó además las ciencias naturales y e! P. Hervás
cita algunos trabajos suyos en este cam po80.
El últim o rector del colegio de Popayán, el P Francisco Javier
Anzzoni ( + Praga, 5 de julio de 1788), era un notable filósofo. An­
tes de venir a América había publicado en Praga, su patria, algunos
libros sobre su especialidad81.
Cuando en 1814 el Papa P ío V il restableció la Compañía de Je­
sús poquísim os eran los sobrevivientes entre los jesuítas del Nuevo Rei­
no. Varios de ellos se apresuraron a incorporarse de nuevo en la Com ­
pañía. Eran los padres Ignacio Duquesne, b ogotan o ( + Madrid, 10 de
enero de 1825); N icolás V elásquez, de M edellín ( + Roma, 18 de agos­
to de 1819); Alejandro Mas, de Maracaibo (R om a, 12 de octubre de
1831); Francisco Campi, de Mongrilla (Zaragoza) ( + Tortosa, 26 de oc­
tubre de 1817); Juan José Ocuzano, de Jogroño ( T. Valencia, 5 de abril
de 1827);M artín Rubio, de Villa de la Puebla (C uenca)antiguo misionero
de los Llanos de Casanare ( +C enzano de Logroño, 4 de julio de 1822),
y Francisco Carchano, de Gorga (A licante) ( + Manresa, 2 4 de agosto
de 1831), uno de los novicios de 1767 y que fue rector y maestro de
novicios en el restaurado noviciado de Manresa.

79 Sobre el P, Mas cfr. JOSE DEL REY, S.J.: Maracaibo y un centenario inédito, en Sic. Ca­
racas, 1965, 28, pp. 468-469,
Sobre el P. Velasco cfr. JOSE JOUANEN, S.J.: Breves rasgos biográficos del P. Juan de
Velasco, S.J., en la introducción al tomo 1 de la Historia moderna del Reino de Quito,
Quito, 1941, pp. 1-47, e ISAAC J. BARRERA: Historia de la literatura ecuatoriana, Quito,
1944,11, pp. 102-137.
8* Cfr. J. E, URIARTE-M. LECINA: Biblioteca de escritores déla Compañía de Jesús..,, 1, p.
400.
I

EPILOGO

No tuvo el padre Juan Manuel P acheco la satisfacción de ver con cluid as


sus investigaciones históricas. La Providencia le deparó otros destinos.
Su vida, fruto de una hum ilde sum isión a la Providencia, se extinguió
dejando inconclusa su historia, co m o q u ed ó igualm ente inconclusa la
obra de los jesu íta s en Colombia» narrada en este tercer to m o , con la
expulsión; cuando aquella precisam ente estaba en plena florescencia.

* * *

Nunca im aginaron los o ch o jesu íta s que por primera vez pisaron el
Nuevo R eino de Granada, de paso hacia el Perú (1 5 6 7 ), que a los 2 0 0
años de su arribo a Cartagena, sus co-religíonarios que estaban p rolon ­
gando la obra cultural y m isionera, fueran a ser exp u lsad os, cuando ésta
presagiaba m ayor esplendor.
Los ú ltim os 71 años narrados por el padre Pacheco en ese lapso
(1 6 9 6 -1 7 6 7 ), a pesar de las naturales debilidades y flaquezas reconocidas,
presentaban un panorama con solad or, com o lo anotan diferentes infor­
m es d e la época.
La labor cultural que desem peñaban, se había consolidado y prolife-
raba n otablem ente: La Universidad Javeriana, el C olegio M áxim o, el
colegio sem inario real y M ayor de San B artolom é, la residencia de Las
N ieves, la doctrina de Fon lib ó n , el N oviciado de Tunja, el colegio de la
misma ciudad; los colegios de Cartagena, de San Bartolom é de Honda,
de M om pós, de Pam plona, de Santafé de A ntioq uia, de Popayán y el
anexo colegio sem inario de San Francisco de A sís y la A cadem ia (U n i­
versidad) de San José, tam bién en Popayán; el colegio de Pasto, el co le­
gio de Buga con su casa de ejercicios espirituales, el colegio de Mérida,
las residencias de Maracaibo y Caracas, la universidad de Santiago de la
Paz, en Santo D om ingo; adem ás de las num erosas escuelas anexas a los
colegios.
EPILOGO
540

Y la abnegada labor m isionera estaba en pleno esplendor: La Misión


de Tocaría y Caribabare, las doctrinas de Tam e, Macaguane, San Salva-
dor de Casanare, P auto, San Ignacio de los B etoyes, el Pilar de Patute;
las reducciones en el Meta: la de San Miguel de M acuco (de los salivas),
la de Purimena (de los achaguas), la de San Luis Gonzaga de Casimena
(de los guahivos), la de Jiramena (de los am anzanes); las reducciones del
O rinoco: Cabruta, La Enramada, Urvana, Carichana, San Juan de Boija,
Raudal de A tures.,., y tantas otras p ertenecientes a nuestra provincia
jesuítica de en tonces.
T o d o este em porio de cultura y cristiandad sufrió un grave colapso
cuando por intrigas y calum nias se decretó la E xpulsión.
Casi tod os los 2 2 7 jesu ítas m isioneros —ex cep to unos p ocos, quienes
por m otivo de salud debieron perm anecer en casas amigas— partieron
confiados en la divina Providencia; y a pesar del m artirio, iban con la
conciencia tranquila, alegres: “ A unque vam os desterrados, todos vamos
co n ten to s porque no nos remuerde la con cien cia... y sobre todo nos
anima y consuela el Evangelio que d ice... es m enester que padezcan
persecuciones” ,

“ V IR TU S IN INFIRM ITATE PER FIC ITU R ” (II Cor. 12,9).


La virtud se purifica en la adversidad!

P or F O R T U N A TO H E R R E R A M O L IN A , S. 1
I N D IC E A L F A B E T I C O

A Alcalá, (España), universidad, 170.


Alcedo y Herrera, Dionisio, Presidente
Abad Cepeda, Diego, S. J., 364, de Panamá, 293, 302, 303; Presi­
Abad, Sebastián Luis, S, J „ Provin­ dente Real Audiencia de Quito, 472.
cial, 365. Alcocer y Tejada, Lorenzo, 238.
Abejuco, hacienda, (en márgenes del Alderete, Manuel, Presidente de Pana­
río Cauca), 35, 42, 44. má, 295.
Academia de San José, (Popayán), Aldunate, Bartolomé de, Gobernador
Fundación, 364; grados universi­ de Trinidad, 479,
tarios, 377. Alea, Juan de, asumió el cargo de pro­
Academia Nacional de Historia, (Cara­ visor por ausencia del doctor Bara-
cas), 140. sorda, 223.
Acero, Jorge Eduardo, S. J., 6. Alca y Estrada, Juan de, editor, 477.
Acevedo, Ignacio, S. J., 6. Alessandro, Juan de, herm ano, firma el
Acosta, Ambrosio, S. J., español., de­ acta de destierro, 524.
sempeñaba el cargo de Vicerrector, Alghero, (Cerdeña), 267.
378. A )o st, ( Bélgica), 169.
Acuña, Alberto, artista, define arte de
Altamirano, Diego Francisco, S. J.,
Pedro Laboria, 386.
preside ia Congregación Provincial
Achaguas, (indios), piden misioneros,
reunida en 1695, 424; nombró al
128; fundan misión (reducción en
P. Martínez de Ripalda, rector del
Palmasola), 127; 208.
Colegio Máximo y de la Universi­
Aguaclara, quebrada, linderos, 43.
Aguachíca (hacienda^ dificultades, 125. dad Javeriana, en 1698, 425; Visi­
tador del Nuevo Reino, envía a
Agudelo, Francisco de, 168.
Aguilar, quebrada, 43, P. Alonso de Neira y a P. Mimhela
Mateo a visitar indios chiricoas y
Aguilar, Gabriel de, S. J ., 193.
achaguas, 485; 108.
Aguilar, Nicolás de, S. J., 88, Rector
del Colegio de Tunja y Maestro de Altamirano, Pedro Ignacio, procurador
Novicios, 192. general, obtiene en 1752 licencia de
Aguirre Elorriaga, Manuel, S. J., his­ Fernando VI, para fundar colegio
toriador, 71, 79, 208, 499, 519. en Caracas, 78; 89; procurador de
Aipe (Huila), 529. indias, en memoriales al Rey y Con­
A¡rico, misiones, 110,477. sejo de Indias, propone demolición
Alberich, Mariano, S. J., Prefecto de de edificio de Colegio de Gorjón,
Estudios del Colegio de Nuestra en S. Domingo, 97; procurador de
Señora de Belén (Barcelona), 380, las provincias de indias, 338.
IN D IC E A L F A B E T I C O
542

Altar, Sagrado Corazón, en Santafé de Anisson, Carlos de, S. J., Rector dd


Antioquia, 398. Colegio de Mompós, 192-193; es
Altar, de Nuestra Señora de Loreto, 139. nombrado superior del Colegio-de
Alvarado, Eugenio de, 497-499. Las Nieves de Santafé, 210, Rector
Alvarado, Melchor de, S. J., 140. del Colegio de Cartagena, en 1725,
215; 225; Rector Colegio de Las
Alvarez de Quiñones, Antonio Claudio
Nieves, en 1733 , y consultor, 246-
de, a) morir dejó al colegio un legado,
248.
94; 227, 234;arzobispo de Santafé,
Anserma, ciudad, 50.
informa al Rey del Provincial Jaime
Antenolfi, Bernardo, misionero, 229;
López, 254-255;470; funda 4 becas
flamenco, 229.
perpetuas en San Bartolomé, 250.
Anteria, conde, de quien corrió la
Alvarez Campana, Francisco, 268.
noticia que tramaba una conspira­
Alvarez, Gabriel, S. J., 109; término de
ción a favor del emperador, en la
su pleito y su muerte, 117, ciudad de Barquisimeto, 132.
Alvarez, Gaspar, S. J,, Rector de Hon­
Antioquia, fundación del colegio, 33-
da, 336; párroco y superior de Fon-
44; casas, 343; colegio, petición de
tibón, 344. licencia para fundarlo, 34-35; Tam-
Alvarez, Gregorio, 361.
burini concede facultad para fun­
Alvarez, Joaquín, padre escogido para darlo, 35; provincia, real audiencia,
la evangelización del Darién del sur, solicita licencia para fundar colegio,
asignada a la provincia de Quito, 298. 38; permuta de fundación, 38; cole­
Alvarez, José S. J -, 366. gio, 41; fundación del colegio, 193;
Alvarez, Manuel, S. J 336. colegio, licencia real para funda­
Alvarez, Manuel Bernardo, fiscal de ción, 196; catálogo, S. J. y rentas
Santa Marta, 324. en 1753, 337; colegio, 336, 344,
Alvarez del R ío, Manuel Gregorio, 279. 348; Congregación del Sagrado Co­
Alvarez del Pino, Pedro, 35. razón, 398; estado, 44; decreto de
Amanzanes, indios, 498, expulsión, ejecución, 518-519.
Amat, Lucas, hermano, acompañó a1 Antolina, Francisco Julián de, obispo
doctor Barasorda a la inspección en de Caracas, 81 „
La Mesa, 222; 476. Anzá, municipio, 42.
Anaba lis, indios, 490. Anzzoni, Francisco Javier, S. J., últi­
And aq u íes, indios, 239. mo rector, 1767, 537.
Andrade, Luis, S. J ., 373. Aoiz y Quesada, Martín, 94.
Angostura, (Bolívar), 495. Apulo, río en estribaciones (La Mesa),
Angulo. Gonzalo de, OFM, obispo de 223,
Caracas, secunda petición de Cabil­ Ar agó n, provin cía, 148.
do para fundar Colegio en Caracas, Aramburu, Vicente de, 165.
71. Aranda, conde de, 500.
Angulo y Gamba, Pedro, Pbro., dota Aranda, Blas de, S. J., Congregación
facultad de Derecho en Javeriana, Provincial 1757, 348.
409. Arango, Jorge Luis, edita Teatro del
Aniray, Bartolomé, 240. Desengaño, del P. Rivero, 464-466;
Aniray, Juan, 240. editor, 477.
Aniray, Melchor, 240. Araujo, Esteban de, 142.
IN D IC E A L F A B E T I C O
543

Arauz, Bartolomé, de, S. J., 364. Atabajo, Fernando de, pueblo, 500.
Arauz y Rojas de, José Javier, arzo­ Atienza, José Francisco, alférez, 80.
bispo de Santa Marta, pide misio­ Atunchile, cacique, del Darién, 299.
neros, 318; arzobispo de Santafé, Atures, El Raudal de, m isión, 498,
350. 534.
Arauz, Nicolás del, 369, A udiencia} de Sto. Domingo, da pose­
Arbeláez Camacho, describe iglesia de sión a S. J. del inmueble del antiguo
Santa Bárbara de Santafé de Antio- Colegio de Goijón, 1746,98; Audien­
quia, 391. cia, 350; Audiencia de Santafé,
Arbizu, Juan, S. J., 476. el P. Urbina presenta real cédula,
Arboleda, Gustavo, historiador, 58;-59. 409.
Ascasúa, José, bienechor del colegio de Augi, potrero, 372.
Mompós, 213. Avogadri, Aquiles, S. J., 499,
Archivo de indias, de Sevilla, 477. Aya la, A ntonio, párroco de Tame, 523.
Archivo de la Provincia de Toledo, 5 23, Azúa, Pedro Felipe de, arzobispo de
Archivo Nal. de Chile, 95. Santafé, 322; arzobispo de Popa-
Ardanaz, Miguel de, S. J., busca in­ yán, revoca sentencia del tribuna)
fructuosa y trágica de indios beto- de Popayán, 419.
yes, 489. Azzoni, Francisco Javier, S. J., rector
Arévalo, Antonio, descripción del golfo del colegio de Buga, 56-57; último
del Darién, 290; descripción o rela­ rector San José, Popayán, 423-424.
ción del Darién, 295.
Arias, Bernardo, Coad., miembro del
Colegio de Mérida, 1718, 179. B
Arias, Francisco, S. J., trabaja en cole­
gio de Mérida, llamada La Ceiba, Badillo, Gerónimo, gobernador, 170.
1718, 179; es atendido como enfer­ Bahía de la Habana, 532,
mo en casa de doña Josefa de Uscá- Bandera, Miguel de ta, lugarteniente
tcgni, 180. del gobernador de Popayán, acata
Arias de Ligarte, Hernando, arzobispo, cédula real de fundación de colegio
277. de Buga, 51.
Ariza, Andrés de, intendente-alférez, Baños y Sotom ayor, Diego de, obispo
526. de Caracas, intenta entregar Colegio-
Arma, (Antioquia), población, 37,50. Seminario a la Compañía, 71.
Armiño, joven sirviente mártir de la Balcárcel, Joaquín de, protector de los
castidad, 231. indios, 299.
Arrazola, Borges, los aliados del Archi­ Ballesteros, Vicente, S.J., recibe ins­
duque Carlos, 131. trucción de destierro del Noviciado
Arredondo, Agustín de, 495. de Tunja, 518,
Aspurz, Lázaro O.F.M.C., historiador, Balsain, ciudad, 38.
1 1 1,293, Balsas, indios del sur del Darién, 290.
Astrain, Antonio, S, J 499. Balza, Benito de, 141.
Asuaje, Ignacio, S. J., (Congregación Balzátegui, Manuel, S. J., provincial
provincial, 1757), 348; no parte al del Nuevo Reino, 81; Rector de San
destierro porancianidad y achaques, Bartolomé, 344; Congregación Pro­
518. vincial, 1757, 348; elegido procu­
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544

rador, 348; Provincial, su biografía cariamente la Guajira, 330.


y gobierno, 354; renuncia a doctri­ Batabanó, puerto, 532.
nas de: Fontibón,Tam e, Macaguanc, Battaglia, Ambrosio, S, J., procurador
Manaure, Casanare, Guúicán, 362; trabaja en Madrid para obtener fun­
profesor de Sagrada Escritura en dación en Maracaibo, 69; enviado· a
universidad J ave nana, 415; informe Santa Marta, 285; elegido procura­
al rey, 454; expulsión, siendo Pro­ dor Congregación Provincial 1750,
vincial, 529; se distinguió por su 311-316, Congregación Provincial
devoción al Sagrado Corazón de Je­ 1757, 348,
sús, murió en Roma el 25 de enero Bautista, Toro Juan, doctor santafe-
de 1792,535. reño, 434,
Baras, Francisco de, presidente Casa de Bayle, Constantino, S. J., 269.
Contratación, 470. líeátegui, Antonio de, 280,
Barasorda y Larrazabal, Nicolás de, Becas, colegio de San Bartolomé, 195;
historiador, informe sobre sujetos solicítase reembolso a hacienda
que se lian criado,,, en el Colegio de real, 315.
San Bartolomé, 185; Provisor y Vi­ Belalcázar, Sebastián de, 57.
cario general de] arzobispo en 1728, Belluga, Luis, 281.
222 . Benavente, (España), 140.
Barbacoas, (Narifio), 500. Benavente, José, S. J., 398; profesor
Barcelona, 349. de Sagrada Escritura, en Universi­
Barco, Juan del, 233. dad Javeriana, 415.
Harinas, ciudad, cerca fundóse reduc­ Benavides, Miguel Antonio, obispo de
ción de achaguas, 129. Cartagena, 108.
Barnola, Pedro P. S. J., historiador, Benedicto XIV, concedió confirma­
79. ción pontificia para su universidad,
Barón de Chuez, José, capitán, gober­ 90; declaración en bienes de dota­
nador, 42. ción a Universidad San José de
Barquera, provincia de Santander (Es­ Popayán, 419.
paña, 104. Bcrbir, hacienda, 228.
Barquilla, Antonio María, S. J., reli­ üerchmans, colegio, 60,
gioso de San Camilo, 528. Bcrdugo y Oquendo, Andrés, oidor,
Barquisimeto, ciudad, 130. 344; visitador real, 345.
Barrabás, alcalde de Caracas, parece que Bernaola y Carvajal, Carlos de, 161.
ninguno de los alcaldes de estos Berrueco, Toribia, 359.
años lleva e] nombre de Barrabás, Bertel, Francisco, S.J. (Gemianía Su­
131. perior), naufrago de expedición mi­
Barragán, hacienda, 52, 56. sionera de 1717, 189.
Barranca, (desembocadura del río Mag­ Bitterich, S J . Coad., informe sobre
dalena), 199. una tragedia de misioneros en ex­
Barrena, Julio, S. J., 167.. pedición de 17] 7,189.
Barrera, Isaac J., historiador, 537. Bizzocchi, Luis Felipe, enviado al Nue­
Barrera, Ramón de la, 527. vo Reino, 318,
Barrueto, Pedro, 346. Blanco, José, facilita fundación de Co­
Bata Silvestre, de la, OFMC y Fray legio en Santa Fé de Antioquia, 34;
Basilio de Cálig, evangelizan pre­ escribano, 122, su donación para
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545

fundar colegio en Mariquita, desvia­ Buendia y Tobar, Pedro de, O.P., his­
da por él para fundar en Antioquia, toriador, 135.
186-187. Buga, ciudad, 45; fundación colegio,
Blasco, Juan Francisco, S.J., 537. 47-50; colegio, se da comienzo en
Blasco, Miguel, S.J., misionero, 344, 1745, 52; el capital se coloca en
345. comprar haciendas, 52; Casa de
Bodegas Reales, 526. Ejercicios-Primera de Colombia,
Boletín del Archivo General de la Na­ 176], 395; libro de gastos de! cole­
ción, 88. gio, 57; haciendas, 52; pleitos, 55:
Bonilla, Joaquín, S.J., escogido para terremoto, 57; colegio, expulsión,
iniciar colegio en Ruga, presenta a 525.
cabildo de la ciudad cédula real, 5 1, Bullico, Santos, 302.
53,55. Bu rari, indios, 497.
Borja Ezpeleta, Gregorio de, vende a Burehart, Juan N, enviado a Nuevo
los Jesuítas, haciendas; y le hace Reino, 318.
donación 500 pesos, 35, 42. Bustos, Alberto de, parroco de Mara­
Borrul, José, Fiscal Consejo de Indias, caibo, recomienda fundación de
474; 479. colegio, 69;
Botín, Cristóbal, hace donación para
fundar colegio en Buga, 45; deja C
legado para fundación de colegio en
Cartago, 46; fundador del Colegio Cabero, Hernando, S. J., procurador
de Buga, 48; muere en 1731, ó0: de la provincia del Nuevo Reino,
377; sus bienes para Universidad 107.
San José, 418. Cabeza de Vaca, María, legó bienes pa­
Boyacá, Departamento, 344. ra hospital, 236.
Brander, Pedro, S. J., misionero, 229; Cabildo, abierto, se celebró en marzo
muere en el Orinoco, 459. 23 de 1754, 80; de Maracaibo, insta
Brcntan, Carlos, S.J., Provincial de por fundación de Colegio de Mara­
Quito, 276, da comienzo a la mi­ caibo, 68; de Popayán, aprueba do­
sión del Darién, 298; 375. nación de la Iglesia de Santa Bárbara
Mientan o, Carlos, S. J., provincial de en Santafé de Antioquia, 40; ecle­
Quito, acepta fundación del colegio siástico de Caracas, responde com­
de Buga, 52. placido a gobernador sobre funda­
Brcyes, Wenceslao, misionero del Ama­ ción de colegio S. J., en Caracas.
zonas, 488. P731,73.
Bricefto Jáuregui, Manuel,S. J., 6, 144. Cabrera y Dávalos, Francisco José de,
Briceño, Sancho, edifica en propie­ visor v vicario general del arzobis­
dades del colegio de Mérida, 346. pado. 224.
Rrizuela, Juan B., abogado de jesuí­ Cabrera y Dávalos, Gil, presidente del
tas, 99. Nuevo Reino, IOS. determina orden
Bruta, María, 58. de precedencia entre colegios San
Bucarelli, Amonio María, gobernador Bartolomé y Rosario. 118; declara
de la Habana, 530. libertad para jesuítas y franciscanos
Buekonsky, Alberto, S. J., 172; supe­ de transitar por nuestros territorios.
rior misión del Casanarc, 487. 486.
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546

Cabrera y Quirós, Antonio de, alférez Camoa, ciudad, 487,


real y alcalde de Santafé, 235. Campanario, ciudad de España, 136.
Cabrera, Juan, S. J,, misionero en Ca­ Campi, Francisco, S. J., y P. Javier
racas, 71. Julián, S. J., consagraron sus años
Cabruta, reducción jesuítica sobre el de destierro a la traducción de li­
Orinoco, 349; fundada en 1739, bros, 536; sobreviviente en la res­
496; 479, 534. tauración, 537.
Cáceres, provincia de España, 192. Campos, Antonio de, S. J., destinado a
Cádiz, Salvador de, Fray, 469; 494, la Guajira, 333.
496. Campos, Pedro de, S. J., 47.
Cádiz, ciudad, 134, 198, 225, 534. Camprodón, España, 454.
Cagliari, ciudad, 267, Canal Gómez, M,, Fr., historiador, 86,
Caicedo, Baltasar, S, J., 225, 88 .
Caicedo y Pastrana, José de, teniente Candela, Nicolás* S. J., estudiante, expul­
coronel, gobernador de Neiva, 241. sión, 31; arriba en expedición 1735,
Calaimi, Antonio, cacique, catequista, sería último rector de la Javeriana,
acoge a betoyes en Cqsiabo, 489, 229; enviado a Mérida, 345, 346;
Calderón, Pedro de, S. J., Provincial, profesor de Sagrada Escritura en
responde a obispo de Caracas, Javeriana, 415; biografía, 443;
complacido de eventual fundación rector colegio de Santafé, 529.
en Caracas, 71; toma posesión de Capilla dlel Rapto, en iglesia de San
provincial del Nuevo Reino en 1700, Ignacio, 384.
107; cuidado que puso en los novi­ Capua, (Italia), ciudad, 153.
cios, IOS; una intensa actividad, Capuel, Juan, S. J., superior de la Mi­
109; cartas de Tamburini en 1704, sión de los Llanos, 172, 192, 193,
133; catedrático del colegio regular 490; explora el Orinoco, 494; re­
de Santafé, rector del seminario forzó misión Orinoco 1735, 495.
San Bartolomé y procurador general Capuchinos, PP., evangelizan la Guaji­
en ambas curias, por su provincia del ra, 327; regresan a la Guajira por
Nuevo Reino de Granada, 135; orden real, 330.
libro 5o. de la iglesia y sacristía del Caracas, cabildo, pide a jesuítas cole­
colegio de Santafé, registran su gio, 71; primeros proyectos de fun­
muerte ej 31 de octubre de 1708, dación colegio, 1629, 71; conjunto
(fol. 186 v.), 135. de bienes para fundación colegio en
Calderón, Pedro, S. J,, rector colegio 1946, 77; empieza fundación de
máximo, 409, colegio con 3 padres en 1753; de­
Calí, cabildo de, insiste en la fundación bióse comenzar construcción colegio
en Cali, 59; ciudad, 50, 57, 59, 60. de Caracas en 1763, 78; cómprase
Caloto, ciudad, 50, 370, predio para edificar colegio en sitio
Caltanisetta, (Italia), 167. distinto de convento de carmelitas,
Calvo de Arana, Pedro, alcalde, 280. 78; fúndase casa de ejc¿cicio& en
Calvo Padilla, Juan, 86. 1763, 79; obispado, con el produ­
Cámara de Santa Bárbara, 270, cido de las vacantes pagan limosna,
Camatgo, Juan, a quien Céspedes le 93; pídese iniciar residencia, 311;
había hecho una venta de tierra, piden procuradores al rey incoar
223. colegio, 315; concédese licencia
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547

para fundar colegio en 1752, 318; Cartas de Hermandad, 235.


fundación colegio, 336; ciudad, Carvajal, Benito, S. J,, 108.
335, 343, 344, 349, 351, 533, Carvajal, Fernando, de, Fray, arzobis­
534. po, 83.
Carcasio, Pompeyo, S. J., elegido pro­ Carvajal, Manuel, S. J,, procurador
curador en 1711, 152; superior de general de la provincia, 39.
misiones de los Llanos, 147. Carvajal, Pedro Manuel, de, S. J,,rector
Carchano, Francisco, S. J .} sobrevi­ del colegio de Tunja, 169; superior
viente en la restauración, 537. de la residencia de Las Nieves, 192;
Cárdenas, Francisco de, 58. rector del colegio de Cartagena, 193;
Canabare, hacienda, 347. procurador general de la provincia
'Caribe^indios, ataques, 495. en 1727,221.
Carichana, fuerte, 154; misión, 499, Casa de Contratación, 468.
534. Casa de ejercicios, (buga), 55; en Ca­
Carlos II, honras fúnebres en Santafé, racas, 79; en América Hispana, 394;
117-119, ruidoso pleito con el de San Felipe en Santafé, 395.
colegio del Rosario, 429. Casabona, Tomás, S. J., rector del co­
Carlos III, expulsión, 79, 288; carta legio de Pamplona, 172, 178, 192,
al virrey sobre expulsión, S. J., 193; rector de Tunja, 2 i 1; vicerrec­
510; orden de expulsión en las mi­ tor y maestro de novicios de Tunja,
siones de Casanare y Cueta, 523. 247; provincial, biografía, 259, pro­
Carón:, isla, 194. vincial, su visita de la provincia, 265;
Carón!, río, límite de 2 misiones, provincial, 298,
478,494. Casal, Benito, oidor, 521.
Carora, (Venezuela), población, 130. Casanare, (Llanos), 144, 350; misión,
Carranza, Ignacio, inspección a ha­ 343,487, 534.
cienda del Fique, 220. Casdemiro,(Orense), España, 446.
Carranza, Manuel, novicio, coad., 521. Casiquiarc, descubrimiento, 498.
Carrillo, Luis, médico, 520,521. Cassani Silva y Lobo, Antonio María,
Carrizolio de Alférez, Julián, joven religioso basilio, 170; historiador,
español, 293. 197,265,475,492;.
Carrocera, Buenaventura de, 497. Castañeda, Juan Francisco de, S. J.,
Carta de las Brujas, un curioso escrito, procurador provincias de indias
165. (Madrid), 93; presenta a consejo
Cartagena, ciudad, 94, 107, 191, 192, renuncia a curatos, Fontibón, Honda
199, 210, 336, 343, 344, 348, 349; y Pauto, 212.
ataque de Vernon, e intervención Castañeda, Juan Salvador de, apodera­
de jesuítas, 260-264; catálogo, S. J do, 42; alférez real, 43.
y rentas en 1753,337; Congregación Castelbondo, Alejandro, médico, 520.
del Sagrado Corazón, 398; y Mom- Castellanos, José, S. J., 528.
pós, comunidad, S. J,, primera en Castelnovo, marquesa de, 340.
ser expulsada, 513,514; regimiento, Castilla, Gaspar de, 159s.
526. Castilla de la Concepción, Josefa, sor,
Cartagena, Juan G., 58. vida escrita por ella misma, 142,
Cartago, ciudad, legado para fundar 257.
colegio, 60; ciudad, 47, 48, 49, 60. Castillo de la Concha, Francisco, 136.
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548

Castrilíón, Lorenzo de, 35, Cerda, Messia de la, virrey, 528.


Castro, Alfonso de, 89. Cere té, doctrina, 237.
Castro Mazo, presidente audiencia San­ Cervellini, José María, 229.
to Domingo, divergencias con arzo­ Céspedes, Antonio de, 222.
bispo Juan de Galavís, 96; expulsa Céspedes, Cristóbal de, S. J., escritor
a 2 jesuítas de la isla, 96, da satis­ fallece en Santafé, 148, 193, 209.
facción a S. J., por expulsión de 2 Cicero, Francisco, 279; ofrece cons­
jesuítas, 96. truir iglesia, 280; confidente de los
Castro, Pedro de, 377. jesuítas, 284; benefactor de Honda,
Catálogo, provincia 1736, 252; provin­ 337; sacerdote, biografía, 341-
cia 1751, personas y casas, 314; 342; congregación y provincial,
provincia de] Nuevo Reino, 1753, 1757,348.
336; rentas en Cartagena, 337; bre­ Cifuentes, Francisco de, 168.
ve de la provincia del Nuevo Reino Cimarronas, hacienda, 375.
de 1756, 343-344; último de pro­ Cisneros, José Luis, descripción exacta
vincia Nuevo Reino 1763, 352. de la provincia de Venezuela, 80.
Catafio, Francisco, S. J., 161, 193, Cizeras, Juan Esteban, 136.
225, 310, 468; su biografía, Claver, Pedro, S. J., se promueve beati­
433. ficación, 152,195,311.
Cátedra de derecho en ía Javeriana, so­ Clemente XU, papa, 375.
lemne inauguración, 1706, 410; Clemente XIV, papa, 535.
de cánones, niégase a jesuítas re­ Cloche, Antonio, maestro general de
gentarlas en la Javeriana, 411-412; los Dominicos, 88.
de Sagrada Escritura, en la Javeriana, Coconucos, hacienda, 375.
415. Cocuy, nevado, 344.
Cauca, río, 37. Codos, Aragón, 345.
Cavarte, José, S. J., misionero dei Ori­ Colegio, de Buga, 525; de Cartagena,
noco, 476, 485,491. 104, 177, 260; de Cuenca, visitador
Cavarte, José, (indio saliva), 491. Meaurio, 190; de Gorjón, Santo Do­
Cáveres, indios, 498. mingo, 98; de Honda, informe del
Caycedo, Agustín de, Agustino, su li­ provincial Meaurio, 177; bienechor
bro contra los ritos chinos, 253, Francisco Cicero, mejora con dona­
Caycedo Reltrán, Juan, gobernador de ción situación económica, 251,
Santa Marta, por orden real, resti­ construcción y traslación a nueva
tuye a capuchinos a la Guajira, 328. sede, 360-361; e iglesia de Santo
Caycedo Hinestrosa, Nicolás, 58, 59. Domingo, jesuítas adelantan su
Celada, Rodrigo de, S. J., predica mi­ construcción, 97;deMérída, informe
sión en Santafé de Antioquia a prin­ al provincial Meaurio, 178. informe
cipios siglo XVIII, ocasión de fun­ sobre labores, 179, véndece hacienda
dar allí colegio, 34; 193, 199. en Bobures, 187, asunto de la caja
Celso, Andrés, 448. de guerra, 353; de Mompós, informe
Centurión, Manuel gobernador de la del provincial Meaurio, 177; Máxi­
Guayana, 523, 534. mo, 234, 137, 142, 208, 335, 336,
Centurione, Luis, S. J., general, S. J., 344, 409; de Ocaña, 143; de Pam
343. piona, informa el provincial Meau­
Cenzano de Logroño, 537. rio, 178; de Pasto, 378; dePopayán,
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549

364; del Salvador de Zaragoza, 476; raeas, 77, 309-310; de 1757, 347-
de Santafé, pleito sobre tierras del 349; Provincial, de Quito de 1712,
tigre, 220; de San Bartolomé, 104, 134; Marianas en todos los colegios
pleito de precedencia con colegio de del Nuevo Reino, 399.
Rosario, 117-1 18, declárase igual­ Conosciutti,Fernando María,S. J .,369.
dad de derechos, 121.; seminario, su Consejo, de Indias, 57; 86; ventiló
estado en 1716, 175, recibimiento pleito, 88; expediente detenido hace
del virrey Jorge Villalonga, 182, más de 10 años, 88; condenó a ca­
183, 184, 185, 218, 184, 186; de pitalizar sobre valor fincas, 93; pro­
San Luis, (Quito), P. Meaurio, visi­ puso al rey tomar providencias para
tador, 190; de Gorjón, en Santo impedir sublevación, 242; 338, 409,
Domingo, 97-98, Provincia de Qui­ autorizó establecer cátedras de de­
to, 381; Rosario op., pleito de pre­ recho en la Universidad Javeriana,
cedencia con San Bartolomé, 117- 427; concedía permiso a 2 procura­
118. dores para seguir a Roma, 470; lo­
Colina, Francisco de la, vicario, S 1. gran cédula real para que jesuítas no
Colína, Juan de la, alcalde, 81, salgan de Casanare, 499.
Coloma, Francisco, S. J., 365. Contreras, Diego Bosque de, 158.
Collado Francisco Miguel, exgoberna­ Convenio sobre precedencia en conclu­
dor de Maracaibo, y oficiales reales siones de universidades Javeriana y
recomiendan fundación de colegio, Tomista, 414.
69. Convento, de franciscanos, recomien­
Collado M anuel,S.J.,rector de Mérida, dan fundación de colegio, S. J., en
interviene en última congregación Maracaibo, 69; en la ciudad de Coro,
provincial en 1763,355. 80.
Compañía Chiquita, (iglesia, hoy uno Copérnico, sistema planetario, 445.
de los salones del Museo Colonial, Copons y de Copons, Pedro, 380.
341. Corbián Valdés, Antonio de, 38, 166.
Concilio de Tremo, 236. Corcho, Agustín, 237.
Concordia de 1734, (entre misione­ Córdoba, Diego de, 164.
ros), 495. Córdoba Lasso de la Vega, Diego, pre­
Condamine, Carlos María de la, 448. sidente Nuevo Reino, 410; pide a
Congregación de San Luis Gonzaga, jesuítas permanecer en misión de
Casanare, 488.
Buga, 53.
Congregación de la Buena Muerte, Coro, ciudad, (Venezuela), 79; allí
Buga, 53, estuvo Ja catedral, 80; 336, 343.
Congregación del Sagrado Corazón, en Coromoto, (Venezuela), población,
Cartagena, 398; en el Nuevo Reino, donde se venera la imagen del mismo
277; Nuestra Señora de Loreto, nombre, 130.
139; Provincial (1720), 35, 193- Coronado, Luis, S. J., 170.
195, Padres Congregados, 193; de Coronel de la Mora, Dr. Juan, provisor
1729, 220, de 1738, 258; de 1750, y vicario general del arzobispado,
aprueba postolado para fundar cole­ dona sus bienes a la compañía, en
gio en Maracaibo, 68; Provincial de Santafé, 209; profesor de institu­
1750, pide al general Visconti se ciones canónicas, 411,
incoa fundación de colegio en Ca- Correa, Ramón, historiador, 345.
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Correa, Teresa, 287, Chirínos, Cristóbal, 81.


Cosme, donado de, despedido del Chocó, minas de oro, 38; provincia,
colegio de Mérida, 181. 49, 58.
Cospes, indios, 130. Choperena, Pedro, S. J ., profesor de la
Cossio y Otero, Francisco de, arzo­ universidad J averiana, biografía,
bispo, 143, 161; no admite renun­ 439; maestro de prima, ocupó la
cia a misión de Casanare, 488. cátedra durante varios años, desde
Crasset, Juan, 537, 1748, 428; congregación provincial
Crónica de la provincia de la Compa­ 1757,348.
ñía de Jesús, 523. Chourío, Juan, cede dineros para fun­
Cruz García Paredes, Alonso de la, dar en Maracaibo, 65.
Fray, fundó la población de Santa
Ana, a orillas de] Damaquiel, en D
1626, 293.
Cruz, Cipriano de la, cura de San Vic­ Darién, misión, 290.
torino, 280. Daubetón, Guillermo, $, J., confesor
Cucaita, población, 162. de Felipe V, logra disipar dificulta­
Cu chivero, río, 495. des para expedición con misioneros
Cuéilar, Juan Simón de, S, J., 140. extranjeros, 110.
Cuervo, Antonio B., 499. Dávalos chirínos, Francisco, maestro,
Cueva Maldonado, Francisco, S. J ., 81.
arzobispo, 87. Dávila y Padilla, Agustín, Fray, 85.
Cugía, Félix, S. J., enviado a misiones Dávila, Fem ando, capitán, 141.
en Etare, 486. Dávila, María, pleito por venta de mu­
Cumaná, población, 499. lata, 346.
Cunas, indios, habitan aún hoy día los Daza Calderón, Francisco, S. J., ]35r
territorios deJ Darién, 290.. 193; antiguo provincial del Nuevo
Cuotas para viaje de procuradores, Reino, y Quito, fallece en Santafé,
311-312. 209, 365,409.
Curazao, isla, 132. Del Rey Fajardo José, S .J., historiador,
Custodia, iglesia de San Ignacio, 144, 424, 432, 465, 466, 476,
138. 510, 537.
D errum baderos,hacienda, 56.
CH Deubler, Leonardo., 47; historiador,
5 8 ,3 6 7 ,3 7 0 .
Chacón, Luís, S. J., profesor de la Devoción al Sagrado Corazón, propa­
universidad J averiana, biografía, 435. garla jesuítas en Santa Marta, 1750,
Chamberí, (Francia), 446. 319; su difusión mundial, 396; en
Chaves de Barón, José, gobernador de América Hispana, siglo XVIII, 397;
Antioquia, 5 18. a la Santísima Virgen, mediante
Chavintunará, cacique chincoa, 491. congregaciones mañanas, 399; a
Chimilas, indios, 319-320. Nuestra Señora de la Luz, difundida
Chípalo, hacienda, del colegio de San- en provincia del Nuevo Reino, 399.
tafé, 200. Díaz Pimienta, Gregorio, Fray, doctri­
Chire, pueblo, 523. nero del Darién, 299.
Chiricoas, indios, 491 -492. D íaz,Jacinto, 234.
IN D IC E A L F A B E T IC O
551

Díaz, Juan, S. J,, rector de Honda, 521. versitarios javerianos y bartolinos,


Diz Pimienta y Zaldívar, gobernador 393,
de Cartagena, su pleito con inqui­ El Espinal, hacienda, 220-221.
sición, 121-122; desalojó en 1700, Elias, O rtíz, Sergio, en historia extensa
la expedición de Guillermo Pater- de Colombia, 294.
son, 294. El Incendio, (navio guardacostas), 229.
Díaz, Lorenzo, S. J., 193. E l Orinoco ¡lustrado,su redacción, 471.
Díaz del Vivar, Manuel, 377, El Fique, tierras en litigio, 223.
Dílingen, (Alemania), 79. Eraso, Javier, S.J., congregación pro­
Diócesis de Santa Marta, 285. vincial 1757,348.
Doctrina, de Ccreté, 237; de Fontibón, Escalona, Juan, obispo electo, 93.
488; de Pasto, 488. Escaray, Laureano de, 140,
Doima, hacienda, 244, Escobar Maldonado, Raltazar de, 158,
Domínguez de Tejada, Francisco, capi­ Escobar, Claudio, S.J.,m isionero, 298.
tán de corazas, 523, Escobar, Rafael, Í2 9 .
Dorta, Marco Enrique, juicio sobre Escorza, Marcos de, S, J., 373; deste­
iglesia de Cartagena, 388; juicio so­ rrado a Popayán, 373,
bre templo de San José, en Popa­ Escuela de niños, (Mompós), donación
yán, 389. 213.
Drake, Francisco, 85. Eslava, Sebastián de, virrey, 284, 298.
Duez, Guillaume, 469, Esmeyle, Pedro, 165.
Duque, Luis, S. J., rector del colegio Español, Pedro, S.J., misionero, 534.
de Popayán, 389. Espino y Guzmán, Francisco Javier del,
Duquesne, Ignacio, S. J ., relata expul­ 35.
sión de jesuítas del Nuevo Reino, Espinosa Polit, Aurelio, S. J., Biógrafo,
507, 517; sobreviviente en la res­ 366; los jesuítas quiteños del extra­
tauración, 537. ñam iento 1767 400.
Espinosa, Sebastián de, 523,
E Estadísticas, de la provincia, catálogo
1738,260.
Edeler, Jacobo, S. J., 493. Esquivo, hacienda, 228,
Egurvide, M artín de, S.J., procurador, Etare, jesuítas Cugía y Várela salen de
trabaja en Madrid para obtener fu n ­ este pueblo, 486.
dación en M aracaibo,‘69; rector del Buwens, A, 133.
Colegio de Honda 1733, 247: in­
Expedición misionera, 1705, 110-1 II;
forme sobre su rectorado en Honda,
de 1735, 229; de 1767 llegaron a
255; procurador elegido en congre­
nuevo remo, 360; de lím ites, 499;
gación 1750, 31 1; congregación pro­
segunda de jesuítas a Guajira, 333.
vincial 17 57, 348; recibe expedi­
ción misionera, 1 7 6 7 ,3 5 8 ; no par­ Expulsión de los jesuítas; saben la no­
te al destierro por enferm edad, 517 ticia extraoficiaím ente, 512-513;
Eizaguirre, José de, S.J., Rector del intím ase a diversos domicilios de la
colegio de Honda, 192; de puesto provincia, 511; del Nuevo Reino, re­
del rectorado de Honda, 207, lación de José Yarza, 507; de Mara-
Ejercicios Espirituales, cn e í N uevo Re i- caibo, 533; de Mérida, 533-534; en
no, su práctica anual, 392; para uni­ misión del Orinoco, 534.
IN D IC E A L F A B E T I C O
552

F Fernández, Manuel, 472.


Fernández, de Enciso Martín, funda la
Fabo,Pedro,O,R.S.A., historiador, 293. ciudad de Santa María la Antigua
Fabro, Pedro, S. J., provincial, escribe del Darién a mediados de! año 1510.
al rey en 1751 pidiendo licencias 292.
para fundar colegios en Caracas y Fernández de Montesdoca, Nicolás, 83,
Maracaibo, 78; llega en expedición Fernando VI, otorga en 1752 licencia
de 1735, 229; informe al virrey de para fundar colegio en Caracas, en
Santafé, 12 de febrero de 1754, convento abandonado de monjas
289; antiguo bolandista y misionero carmelitas, 78; otorgó título de
en Darién y viceprovíncíal, 308-309; universidades, 89; 497.
informa al rey sobre estado de fa Ferraro, Juan Antonio, S. J,, congre­
provincia, 312; su visita de la pro: gación provincia] 1757,348; elegido
vincia, 325; rector colegio Máximo, procurador en cargo provincia!,
336; elegido procurador, 348; con­ 1763, 355; 444; expulsado, 533:
gregación provincial, 1757, 348. profesor Javeríana, biografía, 442.
349; procurador, 350; muere el 8 Ferraro, Juan Bernardo, capítán, 35,43.
de diciembre de 1758,303, 350. Ferrer, Ignacio, S. J., reside en Caracas
Faenza, ciudad, 537. en 1735, 75; pleito de aguas de ha­
Fano, ciudad, recibió jesuítas desterra­ cienda en Tuy, 76; arriba en expedi­
dos del Nuevo Reino, 535. ción misionera de 1722, 198; candi­
Farías, Ana, 377. dato sociedad provincial, 246; bio­
Febres Cordero, Tubo, 167. grafía, 335; 3 4 ], rector del colegio
Felices, Baltasar, S, J., informa sobre Máximo 344; congregación provin­
pelito de precedencia del Rosario y cial 1757, 348.
San Bartolomé, 117. Ferrer, Mariano, S. J., 527.
Felipe II, 84. Ferrer, María Teresa, 157,
Felipe III, 85. Feijoo, Benito, S. J., 446.
Felipe V, concede licencia para funda­ Fignon, José, S. J., 282.
ción de colegio en Antioquia, 38 Figueredo, Francisco José, obispo de
autoriza fundación colegio San Popayán, pide fundación de uni­
Francisco de Antioquia, 39; autoriza versidad, 416-417.
fundación de colegio en Ruga, 3C Figueroa, Francisco Javier de, entabla
de noviembre de 1743,en 1706pide pleito, 56, 57; 375.
a cabildo catedral de Caracas, in­ Filipinas, 149.
formación sobre fundación colegio Fischbach, ciudad, 95.
S. J ., en Caracas, 71; 83. Flórez, Agustín, portugués, 498,
Fernández de Velasco, Bartolomé, 58 Flórez de Acuña, Jacinto Roque, 161.
Fernández de Navarrete, Domingo. Flórez de Acuña, José, en pleito de
Fray, 87. precedencia entre Rosario y San
Fernández, José, S. J., catedrático Uni­ Bartolomé, 119.
versidad San José de Popayán, 422. Folch, Mateo, S. J., prefecto de la
Fernández, Juan, Hermano, 157. universidad San José de Popayán,
Fernández, Julián, Coad., forma parte 422; 524.
de primera comisión colegio de Ca­ F'ontibón, privilegio de la doctrina de
racas, 1753, 78. la Compañía, 196; coros indígenas
IN D IC E A L F A B E T IC O
553

cantan artísticam ente, 205; no con­ Gante, Basilio de, gobernador de


viene que vengan a Santafé con tanta Cartagena, 264.
frecuencia los indios músicos, 349; Ganuza, Marcelino, O.R.S.À., m ono­
y curato, se renuncia, no se acepta, grafía de las misiones vivas de
155,212; 236, 3 4 3 ,3 4 4 , 348. Agustinos Recolectes (candelarios),
Forner, Saturnino, Coad., 521. en Colombia, I, 5 4 - 9 8 2 9 3 .
Forneri, José M aría, S. J., 268; misio­ Gaona, Juan Bernardo, sargento mayor,
nero, 534. 243.
Fossombrone, ciudad, recibió jesuítas Garay y Vargas, Blas, promueve culto
desterrados del Nuevo Reino, 535, al Sagrado Corazón en Mompós, 398.
Fraga, lugar, 149. García Ábadiano, Juan, S. J., obispo,
Franciscis, Ignacio María de, S. J., bio­ ordena hacer inventario de bienes
grafía, 300. para fundación colegio en Caracas,
Franco, de Irurita, José, párroco de 77.
Guayabal, 224, García, Andrés, S. J., superior de Ma­
Franco, Luis, S, J,, procurador del co­ racaibo, 336.
legio, 222, García Bacca, Juan David, escritor,
Fróm ata, Juan Antonio de, O.P., acusa 4, 29, 150.
a universidad Santiago de la Paz, S, García de Bonilla, Antonio, pleito
J., de irregularidades, 100; pide sobre bienes fundación para colegio
igualdad de estatus y ventajas en de Ocaña, 143.
universidades Santo Tomás y Santia­ García Chicano, Juan F é lix ,o id o r,96,
go de la Paz, S. J., 100; discute de­ García de Cueto, Lucas, cede sus bie­
rechos de universidad Santo Tomás nes para fundar colegio en Mara­
de Santo Domingo y de la de San­ caibo, Caracas o Trujillo, 64; m o­
tiago de S. J., 101, difica condiciones de donación para
Fuen mayor, Alonso de, fundador de fundar en Maracaibo, 65; benefac­
Buga, 47. tor de Maracaibo, 209.
Fuente de la, José, 519. García, Juan Crisostomo, historia de la
Fuentes, Juan, S. J . f destinado a la instrucción pública en Antioquia,33.
Guajira, 333.. G arcía, Juan Ignacio, S. J. 366.
G arcía, Luis, mestizo valiente y sagaz,
G al mando de la tropa, puso término
a la revuelta, 295.
Galaz, José, 138. García Lledias, Francisco, regidor, 280.
Galarza, José, 172. G arcía, Pedro, S. J ,t congregación pro­
Galarza, Juan de, S. J., rector del cole­ vincial en 1757, 348,
gio de Pamplona en 1737, 246. García, Rafael, S, J ., forma parte de
Galavis, Juan de, arzobispo de Santo primera comunidad de colegio de
Domingo, sus divergencias con pre­ Caracas en 1753, 78, superior de la
sidente de audiencia, 96; reprendido fundación, 79; superior de la resi­
por admitir información pedida por dencia de Caracas, 344; transcribe
jesuítas, 97. distribución del tiem po en colegio
Gálvez, Miguel, gobernador de Neiva, de Santo Domingo, 102-103..
528. García de ía Torre, Sebastián, gober­
Gandía y de Béjar, duquesa, 473. nador de Caracas, renueva intento
IN D IC E A L F A B E T IC O
554

de fundación de colegio S. J., en Gómez de Frías, Juan, obispo de Po-


Caracas, 1731,72-73. payan, 36; aprueba fundación cole­
Garicano, M artin, S. J., da dispensas gio Antioquia, 39; 58; 203; 240.
m atrimoniales en misiones, según Gómez de SaJazar, Agustín, dona casa
privilegio, $, J., 101, y esclavos al colegio de Medellín,
Garofalo, Januario, S. J,, 191; misio­ 35.
nero, 368. Gómez de Silva, Antonio, 40.
Garrido, José, S, J., catedrático en Gonzaga, S. Luis, celebración de su
universidad San José de Popayán, canonización en Santafé en 1729,219.
422 González, Agustín, S. J., desígnase
Garriga, Juan, S. J., 53-54. para administrar bienes donados
Garrucho, José Antonio, S. J.,destinado por Lucas García para fundar en
a la Guajira, luego al Orinoco, Maracaibo, 65; sobre fundación de
332-334. colegio S. J., en Caracas, 72; hace
Genovessi, Antonio, S. J., misionero, votos, 1712, 170, rector del colegio
399. de Cartagena en 1733, muere en
Gereda, José, S. J., superior de la mi­ 1735, 246-248.
sión del Casanare, 343. González Anedo, Juan, bienhechor co­
Gereda, Miguel, S, J., vicerrector co­ legio de Mompós, 235.
legio de Sanio Domingo, sostiene González, A ntonio, presidente, 196.
dominio absoluto de S, J., sobre González, Cayetano, 5. J.,522.
el angituo inmueble del colegio de González, Francisco Antonio, S. J.,
Gorjón, 98; rector de Santo Domin­ provincial, acepta donación de
go, 336; rector de M érída,344, 346; Lucas García, para fundar colegio
congregación provincial, 1757,348. en Maracaibo, Caracas o Trujillo,
Gemianía superior, provincia, 95. 64; 92; 95; rector del colegio de
Gil, Francisco Alonso, alcalde de Cara­ Mérida en 1718, 179; provincial-su
cas, en 1704, 131, gobierno, 191-215; biografía, 191;
Gilij, Felipe Salvador,S. J., historiador, provincial, 191; 193; preside con­
201, 427, 428, 471, 493, 496; mi­ gregación provincial, 193; recibe
sionero, 534. cartas del padre General Miguel
Godin, Luis, 448. Angel Tamburini, con diversas
G odoy, Jerónim o, S. J., rector del co­ recomendaciones, 206, 207; visita
legio de Antioquia, 41, 344, rector la provincia, 208, 209; recibe
de Mompós, 336; congregación pro­ de Tamburini el nuevo gobierno de
vincial, 1757, 348; profesor Javeria- la provincia, 210; es nombrado su­
na, biografía, 437. perior dej colegio Máximo de Santa-
Goldsteín, Juan, S. J ., herm ano, 200, fé, 210; segundo provincialato,
Goezfried, Cándido, S. J,, destinado a 1730, 225; nombrado rector del co­
Santo Domingo, 95; pide volver a la legio Máximo, 246, 468,470;494;
provincia, 21 6. 498.
Gómez Zarrientos, Estanislao, escritor, González, Francisco Javier, 159.
33. González, Leandro, novicio, 521.
Gómez, Constantino Francisco, 47. González Suárez, Federico, 374.
Gómez de Abreü, José Gabriel, juez en González, Tirso, S. J., padre general,
tierras de El Tigre, 223. 109; informa al padre Juan Martínez
IN D IC E A L F A B E T I C O
555

Rubio, que el día 20 de marzo Guanacas, pueblo indígena y páramo.


amaneció en el Tíber el padre Juan 202.
Francisco RIcci, 133; ordena que Guaipunares, indios, 498.
jesuítas no salgan de provincia sin Guaiquiríes, indios, 494.
licencia, 134; 137; recomienda los Guaira, puerto de Caracas, donde apa­
ejercicios espirituales también para recieron las naves tenidas por Ja
seglares, 372; propone casa de ejer­ armada inglesa, 131.
cicio en Pauta para misioneros de Guajira, 331.
los Llanos, 393; alaba observancia Guamos, indios, 496.
regular en la provincia, 401. Guanaguanarc, población en donde Ni­
üorga, (Alicante), 537. colás Paredes había tenido disgustos
Gorjón, seminario - colegio es entre­ por razón de la Virgen de Coromato,
gado a los jesuítas, 1702,83; colegio 130.
puede usar título de universidad, Guanapalo, río, 490.
87; otorga grados, 88; pleito con Guapuscal, hacienda, 527.
universidad de Santo Domingo, 88; Guaviare, provincia, 350.
unión y paz entre las 2 religiones, Guayabal, pueblo, 200.
89. Guayana, región, 349, 534.
Goyeneche, Antonio de, S. J., 472, Guayaquil, 366.
Goyeneche, Martín de, 526. Guerra Azuola, Ramón, 466.
Gózfried, Cándido, S. J., destinado a Guerra Calderón, Facundo,gobernador
Santo Domingo, 95; 234. de la provincia de Antioquia, acata
y presenta al cabildo cédula de fun­
Granados, Francisco, S. J., profesor
dación del colegio en Antioquia, 40.
Javeriana, biografía, 439; muere en
Guerra, Rosa de la, 237.
Guaduas camino de] destierro, 520.
Guerrero, Javier, en compañía -de
Granado, Francisco Adán, capitán,
otros sujetos esperan en el camino
vecino de Barquisimeto, quien es in­
al hermano Hoces para asesinarle,
terrogado por el gobernador de Ca­
quienes no se atreven, 221.
racas, sobre la conspiración en Bar­
Guerrero, Pedro, S. J., rector colegio
quisimeto, 132.
de Santo Domingo, 1739, 193,
Grande, Salvador, S. J., 302, 303, 306.
246-247.
Grebner, Juan, S. J., pide regresar a su Guevara, Juan de, S. J., enviado a San­
provincia, 216; 234. to Domingo, 91.
Gregorio, J o sé, bau t izado católicame rite Guicán, doctrina, 344, 345.
en Santo Domingo, 91. Guillen, José, S. j . 5 rector del colegio
Grimaldi, Francisco María, S. J., 448. de Antioauía, 41.
Grossis, Luis Jerónimo de, S. J., se Gumilla, José, S. J., viene al Nuevo
encontraba descontento, 234; rec­ Reino, 1705, 1 17; misionero de San
tor de Cartagena, 336; vicerrector Ignacio de Betoyes, los Llanos, 194;
del colegio de Honda, 344. superior misión de los Llanos, 211;
Groot, J. M., historiador, 165. candidato a superior misión de los
Guadalajara, ciudad, 149. Llanos, 1725,215; candidato rector
Guadual, quebrada, 43. colegio de Tunja, 1733, 246; su
Guahivos, indios, 492, provincíato, 2 5 7 ;elegido procurador
Gualí, río, 280. general, 258; Orinoco ilustrado,
ÌN D IC E A L F A B E T I C O
556

aparece en Madrid, 1741,265; mue­ líma, 520-521; Trejo (Buga), 52,


re en los Llanos, 1750,325; biogra­ 53, 56; Villavieja (Huila), de San
fía, 467, 480; mapas de la misión Bartolomé, 281,
del Orinoco, 480; inicia misión Hayas, Guillermo, indio cuna, 290.
entre Betoyes, 1716,489. Hengstebeck, Everardo, S. J., misione­
Gutiérrez de Arce, Juan, 38. ro, 534.
Guzmán, Domingo Antonio, corregi­ Herce, Jerónimo de, S. J., provincial
dor, 521. de Quito, 54; se le suprime la pa­
Guzmán, Juan Antonio, 361. tente de rector de Cuenca, 373;
provincial, 377.
H Heredia, Juan de, 530.
Heredia, Miguel de, enviado a Santo
Haciendas, Abejuco (Antioquia), 35, Domingo, 91; rector del colegio de
42; Agua chica, {Ocaña), 125; de Mérida, 148.
jesuítas, para abastecer a Santafé, Hermanos coadjutores, se piden para
339, 340; Ferrer, enfermo en Aipe, ia provincia, 311-315, 316, 317;
529; Apiay, 323; Barragán (Buga), concédese envío de 10, 318.
52, 56; Bobures, Maracaibo, 181; Hernández, Diego de, 519.
Cimarronas (Popayán), 375, 371; Hernández, Ernesto, historiador, 289.
Coconucos (Popayán), 375, 376; Hernández de Alba, Guillermo, 139;
de Cundinamarca, 520-521; Derrum­ historiador, 431,433.
baderos (Buga), 56; Doima (Tena), Hernández, Pedro, compra hacienda
244; El Espinal (Santafé), 220, 520; del colegio de Mérida en Bobures,
administrarlas, 348:se compra con 181.
bienes donados por José Blanco para Hervás y Panduro, S. J., escribe sobre
la fundación colegio de Antioquia, el padre Padilla, 536.
233; proveen a Cartagena en ata­ Herrera, A ntonio de, 166.
que, 263; tres en Cartagena, 157, Herrera, Francisco de, S. J,, biografía,
en Popayán, 371, nueve en Santafé, 431; rector del colegio Mayor de
157; de Tunja, 336; Jagual (A ntio­ San Bartolomé, 121,409.
quia), 35; La Ceiba (Mérida), 140, Herrera Molina, Fortunato, S. J., 6,538.
207, 346; La Chamicera, 516; Las Herrera, y Sotomayor, José, quien le
Lajas, 244; Los Nicos, 336; de ga­ escribe al Padre Meaurío lo suce­
nado de los llanos, 340; de los Lla­ dido con el hermano Hoces, 221.
nos, 349; La Miel (Honda), 123; Herrera, José Matías de, S. J., biogra­
Las Piedras (Buga), 56; La Sabana fía, 430.
(Mérida), 180; Las Tapias (Mara­ Herrera, Miguel, S. J., predica misión
caibo), 180; La Vega (Pamplona), en Santafé de Antioquia, 1718, re­
219; Marañones (Maracaibo), 64, novándose deseos de fundar colegio
209; Pacho (Compañía de Jesús), S. i ., 34; acompaña a gobernador
243 Pocuma (Antioquia), 35; La- Cayccdo, misionando en la Guajira,
baietes (Buga), 52, 56; Santa Rosa, 328-329; informa al rey sobre opo­
126; San Francisco, 126; San Fran­ sición del arzobispo y capuchinos
cisco Javier (Pamplona), 219; Se­ Monroy, 329; 193,
pulturas (Buga), 52, 56; Tierra- Hidalgo, Cristóbal, S, J., congregación
bomba (Cartagena), 158; del To- provincial, 1757,348.
IN D IC E A L F A B E T I C O
557

Hito, Diego de, 5 1 3 ,5 2 0 , Iglesia, de Cartagena, 1695, primera­


Hobbes, Tomás, 449. mente dedicada a San Francisco de
Hoces, Francisco de, hermano, se pre­ Botja, luego a San Pedro Claver,
sentó en Tocaima con el decreto en 1766, 386-387; de la Encarna­
expedido por el presidente del ción de Popayán, construida por H.
Nuevo Reino de Granada, Antonio Simón Schónherr, 390; de Nuestra
Manso y Maldonado, 221. Señora del Real, 130; de San Igna­
Holguín, Juan Bernardo, maestro alha- cio, H. Juan B. Milán, su arquitec­
ñil, 42; termina iglesia de Santa Bár­ to, 383; de San Ignacio, custodia,
bara en Antioquia, 390. 138; de San Carlos, nuevo nombre
Honda, colegio, llegan de paso a Quito de tem pla de San Ignacio, 384; de
misioneros, 200; se renuncia a Cu­ Santa Bárbara, en Santafé de An­
rato, 21 2, 277; su rector padre José tioquia, 390; de San José, Popa­
ic Fisaguirre, 1720, 192; colegio, yán, terminada en 1766, construida
su rector, padre Jerónimo de Grossio, por ti. Schónherr, 389.
336; su vicerector, Jerónim o de Im prenta, introducción de Colombia
Grossis, S. J., 1756, 344; su rector en 1738, 259.
en 1757, Jerónimo Godoy, 34H; Irurita, José Franco de, 224.
catálogo S. J. y re n ta se n 1753), Islas Canarias, 271.
337: ciudad, benefactor hace dona­ Isla de Fajardo, 478.
ciones, 3 4 !, 342; casa de la Compa­ Isla de Limón, 471.
ñía, 343; colegio, 92; puerto, 205; Isla de Trinidad y Ja Guayana, 478.
congregación de) Sagrado Corazón, Iturriaga, José, jefe de la expedición de
398. lím ites, 349, 499.
Homiaegui, Ignacio de, S. J., provin­
cial, 370: designado rector colegio J
Máximo, 373; fundador y viccrec-
tordel colegio de Pasto, 378. Jam aica, rescatan embarcación y equi­
Hospital en C artagena, donación, 236. paje de misioneros, 28 L
Huunder, A., 41. Jagual, hacienda, 35.
Hoyos, y Sarantes, Bernardo de, al­ Jam undí, pueblo, 58.
calde la ciudad, 41. Japío, hacienda, 365, 524.
Hungría, 95, Jelim a, minas, 364.
Hurtado, Alonso, 369. Jer te, (España), 192.
Huygcns, Cristian, 448. Jijón, A ntonio, coadjutor, 532.
Jiménez de León, Cristóbal, alférez,
237.
I Jim eno, Vicente, 467.
Jiram ena, reducción en el Meta, 498.
Ibáñez, Pedro Marta, peste al tiempo Jouanen, José, historiador, 53, 109,
de la expulsión, 5 10. 367.
i barra, ciudad, 527. Jovel de Lozada, Pedro, maestre de
Tbarra, Francisco, coad.,S, J., miembro cam po, 239.
del colegio de Mérida, 179. Juan de Dios, nombre que tomó el
Iba/ate, Migue! de, S. J.. destinado de cacique Atunchile despuésde recibir
la Guajira, luego a Honda, 332. el bautismo en el Daricn, 299,
IN D IC E A L F A B E T I C O
558

Júcar, rio, 467. La Encaramada, misión, 534.


Jueces ejecutores, de la expulsión en La Fortuna, fragata, 529,
Santafé, Tunja, Antioquía.Popayán, La Guaira, 5 23; 533; puerto, se con­
Honda, Cartagena, Maracaíbo, mi­ centran jesuítas expulsados, 534.
siones del Orinoco, Pamplona, 511- Laguna, José, 95.
512-513. La Habana, 5 30.
Julián, Antonio, S. J., llegó a Carta­ Laines, Tomasa, 43.
gena en 1749; enviado como mi­ La Liebre, piragua, 523.
sionero a Santa Marta, 319; misio­ La Miel, hacienda, su bienechor, 123-
nero en la Guajira, 327ss., historia­ 124.
dor, 331-334; congregación provin­ Lana y Gensa, Antonio de, protector
cial, 1757, 348; predica misiones de indios, juzga no debe aceptarse a
populares en Santafé, 352; esta­ jesuítas salir de Casanare, 488.
blece casa de ejercicios San Felipe Landazábal, Diego, S. J., muere en
en Santafé, 395; profesor de San­ Honda, 4 marzo 1718, 178.
ta Escritura en Javeriana, 415, La Peregrina, urca del rey, 532.
Julián, Ignacio, S. J., expulsado, 533. La Plata, ciudad, 201; 525.
La Quebradita, 498.
Lara, José Esteban de, Fray, 528.
K 528.
Las J untas, hacienda, 166.
Kostka, Estanislao, celebración de su Las Nieves, colegio, residencia en San­
canonización en 1929,219. tafé, 192; residencia, informe del
Kratz, G.B.L, historiador, 347. provincial Meaurio, 176; colegio,
Kreins, Pedro, S. J .. destinado a Santo ren tasen 1753, 338; residencia en
Domingo, 95; su deficiente com por­ Santafé, 140.336.344.
tamiento en Santo Domingo, 2 17. Las Piedras, hacienda, 56.
König Lorenzo, S. J., holandés, 229. Lasso. Matías, S. J., 367.
Koninck, Lorenzo, Coad., arquitecto Latacunga, colegio de la provincia de
de la iglesia de San Pedro Claver en Quito, 267.
Cartagena, biografía, 387. Layseca, Juan de, su pleito con gober­
nador por judío preso, 122-123.
Pecina, M„ escritor, 107, 135, 433,
L 537.
Lefcvre, Pedro, S. J., misionero esco
La Rizana, urca del rey, 532. gido para la misión del Darién por
La borla, Pedro de, escultor de la capi­ la parte del sur en 1744, 302,
lla del rapto y obras en iglesia San León X, eleva a sede episcopal a la
Ignacio, 384-385. ciudad de Santa María la antigua
La Caraqueña, fragata mercante porta del Darién en 1513, 292.
cspulsos, S. J 534. LenisGamboa, María de, hace donación
l,a Ceiba, hacienda, del colegio de para fundar colegio en Buga. 46,
Mérida, 140, 179, 207; 339. 48.
Ladrón, Manuel, continúa construcción León, Juan Francisco, capitán, 79,
iglesia de Santa Bárbara de Santafé León, Nicolás, hermano, administrador
de Antioquia, 390. hacienda de Apiay, 523.
IN D IC E A L F A B E T I C O
559

Leres, personajes del pueblo indígena, Lora, Francisco de, 519,


que eran a la vez adivinos, curan­ Losada, Luís, 164.
deros y jueces, 290. Lubíán, Roque, S. J,, arriba en expedi­
Lesmes Frías, S. J., escritor, 55. ción de 1735, 229; superior, 343;
Líceta, Tomás de, S. J., enviado a misionero en el Orinoco, 497, 4 9 9 .
Santo Domingo, 9 1. Lucero, Lorenzo, S. J., 365.
Liner, Pedro, S. J., rector del colegio Luengo Muñoz, Manuel, historiador,
de Antioquía, 41; 199. 289,535.
Liñán, Matías, S. J., rector del colegio Luis Fernando í, honras fúnebres, 197.
de Tunja, 344; congregación provin­ Llagas, Francisco de Jas, fray, S. J.,
cial, 1757,348. 497.
Liñar y Cisne ros, S. J,, arzobispo, pre­ Llamas, Pedro Felipe de, teniente,
sidente del Nuevo Reino, 124. 534,
Lippert, S. J., naufragó en expedición Llanos del Casanare, misión, 537.
misionera de 1717, 189. Llanogrande, hacienda, 365.
Loja, (Ecuador), 365. Llanos, misión, 347; 350,
Lolacas, indios, 489.
López Rebollo, Andrés, 235. M
López, Antonio, prom otor de casa de
ejercicios en Buga, 55; 395. Macaguane, doctrina, 153.
López, Francisco, 43. Macapu, cacique, 498.
López de la Vega, Francisco, 237. Macuco, caño, 492.
López Garrido, Gregorio Ignacio, gra­ Madrid, 350, 537.
duado' en universidad San José de Madrid, Bernardino de, Fray, superior
Popayán, 422. de una misión de siete capuchinos
López Jaime, S. J., provincial, pide a castellanos en 1681,294.
2 jesuítas residentes en Caracas, de­ Madrigal Valdes, José Francisco, te­
fender al padre B. Rotéelo de in­ niente general y auditor de guerra,
culpación de contrabando, 75-76; 160.
enviado a Santo Domingo, 91; es Maestre, Paulo, S. J., coad., adminis­
nombrado superior de Honda, 210; trador de hacienda nueva en Honda,
ratificado rector colegio de Mom- 2 2 marzo de 1718, 178.
pós, 215; provincial, 1733, 246- Mafilites, indios. 489.
248; visita de la provincia, 253; Magdalena, río, 37, 205, 349.
rector del colegio Máximo de Santa- Magnin, Jean, S. J., 199,
fé, 256; rector de San Bartolomé, Mahates, sitio, 199.
336; provincial, 469. MaJdonado, Salvador, S. J., congrega­
López, Martin, S, J., hermano falle­ ción provincial, 1757, 348.
cido por fatigas de viaje, 2 0 0 . Manca, Angel María, S. J., provincial,
López Pardo, María Rita, escritora, 69, 267; ordena a padre I. Ferrer de­
454. posite en manos de! obispo bienes
López, Pedro, S, J., rector de Pamplo­ de fundación colegio Caracas, 7 7 ;
na, 336; candidato superior, misión carta ai virrey Sebastián de Eslava,
de los Llanos y Orinoco, 346; rector Santafc, 30 julio de 1744, 302;
de Santo Domingo, 247; congrega­ presentaba al virrey en Santafé las
ción provincial, 1757, 348. dificultades de los misioneros en el
IN D IC E A L F A B E T I C O
560

Darién, 305; carta al virrey Sebas­ Marimarota, peñón, 495.


tián de Eslava, 24 abril de 1746, Maris, Luis, coadjutor, 532.
306. Maroni, Pablo, S. J., misionero, 202;
Manca, Antonio, S. J h a b í a nacido el rector del colegio de Panamá, 293,
6 de septiembre de 1695 en Alquer 305.
'(Cerdeña), 95; enviado a Santo Do­ Márquez, Bernardo, abogado, 277.
mingo, 95; rector del colegio de Marroquín, Manuel, coad,, no parte al
Santo Domingo obligado a salir por destierro por enfermedad, 517.
litigio con presidente, 95; pide re­ Marsella, puerto, donde desembarcó el
gresar a Cerdeña, 97. padre Riccien 1700, 134.
Manca, Juan B., S. J,, va a la Guajira, Martí, Mauro, impresor, 380.
cambiado a Cartagena, 332*334; Martínez de la Vega, Dionisio, presi­
rector de Cartagena, interviene en dente de Panamá, recibió orden de
ultima congregación provincial en sujetar por las armas la provincia
1763,355. del Darién, 296.
Mañosa Ivas, Miguel de, S. J., 376. Martínez, Felipe, 469.
Mantesa, 537. Martínez, Francisco, coadjutor, 520.
Manso y Maldonado, Antonio, presi­ Martínez Mendoza,Jerónimo, cfr, 140.
dente del Nuevo Reino, 197, 221, Martínez de Porras, José, administra­
227, 477; elogia labor pastoral de dor bienes para fundación de colegio
S. J. en curatos, 213. en Caracas, 77; se ofrecen sufragios
Manuscritos Javcrianos, 444. como dos insignes bienechores del
Maracaibo, ciudad, 38, 140, 207, 343, colegio de Caracas, 1753,78.
344, 351, 534, 537; expulsión de Martínez de Ripalda, Juan, S. J„ pro­
los jesuítas, 53; deseos de fundar curador provincias de América, 90;
colegio. 63; fúndase residencia en procurador obtiene expedición mi­
espera de colegio en 1735, 67; sionera de 43 en 1705, 110-111; su
fundación del colegio, 193; informe expedición de 1705; nombrado pro­
sobre residencia, 252;postulado pide curador de indias, 117; carta del pa­
incoar colegio en 1750, 3 1 ); piden dre Tamburini, 131; 158; biografía,
procuradores al rey incoar colegio, 424; notable teólogo profesor de la
315; se intima orden de destierro, universidad Javeriana a finales del
533. siglo XVII, 424; nació en Olite (Na­
Marañones, hacienda, 339. varra), hacia 1642, 424; retrocede a
María, esclava de doña Juana de Var­ Mompós, por e! ataque de Pontis,a
gas, 41. Cartagena en 1697; su obra sin
Marga lio y Duquesnc, Antonio, infor­ duda es lo más denso que se haya
ma sobre caída templo de San Igna­ escrito sobre filosofía y teología,
cio, 384; la expulsión de los jesuítas en estas latitudes, 427; murió en
del Nuevo R eino,507. Madrid, el lo. de diciembre de
Marín, Gmés, S. J., rector del colegio 1707, 427; logró ante el consejo de
de Mompós, 148; trae a San Igna­ indias el paso a América de Jesuítas
cio de Betoyes a indios lolacas. 489. españoles, 427.
Mariquita, ciudad, no se considera Martínez Rubio, Juan, S. J., provin­
conveniente fundar colegio, 34; 94; cia), 107;provincial del Nuevo Reino
provincia, 286, 341. en 1700, 133; rector de) colegio
IN D IC E A L E A B E r iC O
561

Máximo de Santafé, 139; falleci­ Meislz, Antonio, S. J., reside en Coro,


miento, 143. 1756, 81; rector de Métida, 336,
Martínez Nieto, Melchora, 235. 339; congregación provincial de
iMartinica, isla, 271. 1757, 348, elegido procurador en
Mas, Alejandro, S. J., biografía, 531; congregación provincial en 1763,
sobreviviente en la restauración, 355.
537. Melis, Miguel Angel, S. J., misionero
Masústegui, Miguel de, cura de Girón, de La Guajira, luego al Meta, 332-334.
280. Melgar, José, S. J., su mediación en
Mateos, Francisco, 5. J., 467. pleito de gobernador de Cartagena
Matías de Herrera, José, S. J., biogra­ con inquisición, 122-123,
fía, 430. Melgarejo, Francisco, donado del cole­
Maugerj, José María, S. J., viene des­ gio de Mérida, 180.
tinado a (Juito en expedición de Mena Loyolay Mazmela,Catalina, 235.
1743, 268; elogio en su muerte. Méndez, Francisco, S. J., rector del
380. colegio de Cartagena, 192; enviado
Maya, Ambrosio de. S. J „ enviado a a Santo Domingo, 91; elegido pro­
Samo Domingo, 91. curador en 1720, 193, nombrado
Mjyorga, Alfonsa de, 162. provincial, 210; provincial, 38; rec­
Maypuré, San José de, pueblo, 500. t o r del colegio Máximo de Santafé,
Meauriu, Ignacio de. S. J. rector de San 215; rector del colegio de Santafé
Hartolomé}elogia al presidente Fran­ en 1726, 221.
cisca Meneses, 162; sucedió en el Méndez, Juan, S. J., procurador de la
gobierno, 172; provincial, biografía, provincia del Nuevo Reino,presenta
173; su gobierno de la Provincia, 174: cédula, 90; rector de Pamplona,
visitador de la provincia de Quito 2 11; su gobierno y visitas, 211; sus
visitando también colegio de Pana­ visitas a los Llanos, 2 12; 214.
má. 190; termina visita a la provin­ Mendiburu. José de, maestre de campo,
cia de Quito, 191; rector del colegio a quien le depositan las tierras en
de Tunja y maestro de novicios en litigio (de la Mesa) y se le comete
1725, 215; ludia por organizar una nueva inspección del terreno,
expedición. 228: muere en Santafé 223.
en 1751, biografía, 193, 325. Mendiiiueta, Pedro de, virrey informa
Medellín. donaciones para fundar cole­ sobre reparación de templo San
gio. 35; fundación de colegio, 35; Carlos antes San Ignacio, 384
36-37, 38. 199, 377,342, 539. Meneses, Francisco de, alcalde de Ca­
Medina. Jóse Toribio. escritor, 471. racas, en 1705,131.
Medina, Juan Lorenzo, S. J., procura­ Metieses de Saravia, Fiancisco, presi­
dor de) colegio de Mompós, 125. dente, J60; presidente, biografía,
Medina. Juan, S. J., asiste a congrega­ 162-166.
ción provincial de 1720, 193, Meneses. Juan de, gobernador de Ca­
Medina. Juan de, S, J., retirado del racas, secunda petición de cabildo
colegio de Santo Domingo y sacado para fundar colegio en Caracas, 71.
de la isla, 233. Mercaderes, 368.
Medina. Miguel Antonio de. procura­ Mercado, Francisco de, presbítero,
dor de la ciudad, 80. algunos familiares suyos ocupaban
IN D IC E A L F A B E T I C O
562

tierras de la hacienda alrededor Casanare ante presidente Diego de


de la quebrada El Tigre, 22 1. Córdoba, 488; rector del colegio
Mercado, Manuela, esposa de Quijano, Máximo, 192; provincial, 192,468;
es notificada por Franco de Irurita, rector del colegio de Santafé, 193;
224. elegido procurador en 1720, 193;
Mercado, Pedro de, S. J ., historiador, rehusó licencia para quedarse en
J23, 2 3 1 ,502, España por razones de salud, 197;
Mérida, colegio, visita, 109; el rector memoriales como procurador, 195-
del colegio aclara dudas sobre con­ 198; rector del colegio Máximo y
trabandos en La Ceiba (hacienda), consultor de provincia, 246; envía
139-140; colegio, visita del padre al presidente relación sobre las re­
Meaurio, 178; colegio, autoriza para ducciones de los betoyes, 477;
recibir donados, 180; catálogo S. J. enviado a visitar indios cfiiricoasy
y rentas en 1753, 337; colegio, achaguas, 485.
consultas de casa, 1743, 339; 1756, Mina de La Miel, colegio 44.
345; expulsión de los jesuítas, 533; Minaya, Enrique, candidato superior
colegio, 192; 336: 343: 344; 348; misión de los Llanos en 1725,215.
534. Misión de 1743, 268; de Harinas, 128;
Mesa, Jerónimo, S. J., rector colegio de Casanare, misioneros trabajan
de Honda, 215. en 5 reducciones Pauto, Tame, San
Mesa y Armero, José de, 281. Salvador, Macaguare y Patute, 487;
Mesanza, Andrés, O. P., historiador, Del Darién, 289; de la Guajira,
345. descripción, 326-327; 14 misio­
Messia de la Cerda, Pedro, virrey, 361 ; neros S. J., destinados a la Gua­
recibe documento de Carlos 11] jira, son repartidos a otras mi­
intimando la expulsión de S. J., siones, 334; del Guaviare, 485; del
5 10; recibe carta de hermandad de Marañón, 269; del Orinoco, 243;
general Ricci Lorenzo, 511. de San Ignacio de Betoyes, 489;
Messmacher, $, J .t holandés, naufragó claman por operarios en 1758,350,
en expedición misionera en 1717, circulares en el Nuevo Reino en
189. 1738, 2 6 5 ;de indias,padre Visconti,
Meta, misión, 343, 350, 534; ; río, general protesta contra determina­
144, 150,349. ción de que misioneros vayan exclu­
Miera Ceballos, Juan, gobernador, 370, sivamente a puestos de misión, i 13;
Milán, Juan B., coad. fi. J., 383. del Llano, vuelve e! padre Juan José
Millán, Pedro, S. J., superior de la Romero en 1725, 433; Orinoco,
residencia de Maracaibo, 344, expulsados, 534; populares en San­
Millict de Chales, Claudio Antonio, tafé, 352; reforzadas con 26 misio­
S. J.,4 4 6 . neros en 1756, 343.
Mimbola, Mateo de, S. J., recibe dona­ Misioneros de indias, se ordena que
ción para fundar colegio en San- los destinados a misiones vayan
tafé de Antioquia, 34; recibe directamente a sus puestos de
orden de Tamburini para hacer misión, 113-116.; del Marañón, 135:
regresar a SchabeJ a su provincia de de los Llanos, 194; expedición de
Bohemia en 1711, 133; viceprovin­ 1723, 198-206; extranjeros, consejo
cial, 149; renuncia a misiones del de indias lleva ta orden de Felipe V
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563

de no dificultar embarque de misio­ Antioquia, 1733, 246-247; biogra­


neros alemanes, 111; extranjeros, fía, 342-346; rector del colegio de
por presiones del consejo de indias, Santafc en la congregación provin­
Felipe V reconoce licencia para cial de 1757, 348; no parte al des­
mísiuneros alemanes de pasar a In­ tierro por enferm edad, 5 1 7 ;.
dias, 112; por memorial del padre Molina, José Salvador, S. J., 5 19.
Martínez de Ripalda revoca prolife­ Molina, Luís de, lS. J., dificultades
ración de pasar misioneros, 112; levantadas contra la doctrina, 426,
113; naufragio de expedición, 193; Molina, Pedro de S, L , predica misión
congregación provincial de 1720, a Santafé de Antioquia en 1718,
195. renuévase deseos de fundar allí
Mocarí, San Antonio de, pueblo de colegio, 34.
indios que luego se llamó Cereté Molina, Toribio, coadjutor, S. J.,
en el sitio de El Palmar, 237. profesor de escuela de niños en
Moerncr, Magnus, la expulsión de Mompós, 214.
jesuítas en Latinoamérica, 507. Molineca, indios, de! sur d d Darién,
Mogrovcjo, Toribio de, santo, obispo 290.
titular de Isauria, 236. Molleda y Clcrque, Gregorio de, 235.
Mojica, Lucía de, dona a la compañía Mompós, colegio, visita, 109; rector
un ingenio de azúcar, 94. Carlos de Anisson, 192; comunidad
Molina Rendón, Alonso, regala lote S, J., primera en ser expulsada con
para casa de ejercicios en Buga, 395, !a de Cartagena, 513-514, rebelión
Molina, Andrés de S. J., recibe dona­ de 1711, 159; culto al Sagrado Co­
ción para fundar colegio en Santafc razón, 3 9 8 ;p u e rto ,95,282; colegio,
de Antioquia, 34; presenta en 200, 336, 343, 344, 348.
Antioquia real cédula de fundación Moneada, Baltasar de, S. J., provincial
de colegio en Antioquia, 40; pre­ de Q uito, 1 7 4 1 ,4 8 ; renuncia a fun­
sentó cédula y cancelación escritura, dación en Calí o Curtago, 60; en
91; en la congregación provincial 1741 recibe advertencia del padre
de 1711, 152; vicerector del colegio general de dar comienzo a la misión
de Honda, en la congregación pro­ del Darién, 298.
vincial de 1720, 193; rector de Montenegro, Francisco, primer gra­
Mompós, 211: rector colegio de Mé- duado en universidad de San José,
rida en 1725, 215. 421.
Molina, Carlos de, sargento mayor, Montenegro José, primer graduado en
benefactor del colegio de Antio- universidad de San José, 421.
quia, 35; padre de José Molina, S. J., Moncrris, Francisco, S. J., presenta a
342. audiencia de Quito, octubre de
Molina, José de, S. J.,enviado a Antio­ 1744, cédula real de fundación de
quia para fundar colegio, 211; va a colegio de Buga, 5 l ; paga deuda de
la ciudad de Antioquia a fundar la provincia de Quito al colegio de
colegio en 1726, 38; primer rector Buga, 1745, 52.
del colegio de Antioquia en 1727, Monesiglio, José María, S. J.,destinado
40, 41; toma posesión de la Iglesia a Santo Domingo, 95; rector de
de Santa Bárbara, 29 marzo de Santo Domingo, 211.
1727, 40; rector del colegio de MongruiUa (Zaragoza), 537.
IN D IC E A L F A B E T IC O
564

Monreal y Cruzat, María A ntonia, 171. Mosquera y Figueroa, don Joaquín,


Monroy y Meneses, A ntonio, Fray, graduado en universidad San José
arzobispo de Santa M arta, ordena de Popayán, 421; 417.
retiro de capuchinos de la Guajira, Mosquera, Manuel José, S. J., arzobis­
328. po de Bogotá, graduado en univer­
M onroy, Migue], rector de Mérida, sidad San José de Popayán, 421.
interésase por fundación de colegio Mosquera, Tomás, expresidente de
en Maracaibo, 63; primer superior Colombia, graduado en universidad
de residencia en Maracaibo en 1735, San José de Popayán, 421.
67, 252; rector del colegio de Moya, Diego de, S. J., rector del cole­
Mérida, 192, 207, 208; rector del gio de las Nieves, 344, congregación
colegio de Mompós, en 1725, 215; provincial de 1757, 348.
removido de rectorado de Mompós, Moya, Melchor, S. J., expulsión de
quejas de renovación, 218; rector 1767, queda enfermo en Guaduas,
de Pamplona, 233; 193. 520.
M ontalvo, Miguel, S. J., asiste a la Moya, Pedro Félix de, S. J., biografía,
congregación provincial de 1720, abogado de la audiencia de Lima
193; es nom brado superior de (Q uito), y Samafé, entra a la Com­
Mérida, 210; candidato a rector pañía, 286.
colegio de Mompós en 1733, 246; Mozo, José, doctor catedrático de ins­
profesor de teología en colegio tituciones en Javeriana, 412.
Máximo, 468; 233. Múgica, Juan Bautista, S. J., procura­
Montaño Rodríguez, doctor, 58. dor, es nom brado provincial de Qui­
Montellano, duque de, padre del virrey to, 203; provincial, le piden fundar
José de So lis, 340. colegio en Cali, 58.
M ontero, Pedro, 280. Muniesa, Pedro de, O.F.M., 503.
Montesinos, José, pone quejas contra Mutis, José Celestino, 449.
el padre Conoscinti, 369.
Moragues, Margarita Ana, 467. N
Morales, Dionisio, S. J., asiste a con­
gregación provincial de 1720, 193; Nacionalismo, general Tamburini insis­
es nom brado superior de Cartage­ te se desarraigue, 182.
na, 210; candidato para socio del Ñapo, misiones, 374.
provincial en 1 7 2 5 ,2 1 5 ;desacertado Ñapóles, provincia, 153.
su gobierno en Cartagena, 217, Naufragio de 23 misioneros en 1717,
Moran, Jacinto, S. J\, 366. en expedición misionera en navio,
Moreau de Maipertuis, Pedro Luis, 448, 188; de expedición misionera de
Moreno y Escandan, Francisco, doctor 1717, descripción, 190.
catedrático de instituciones canóni­ Navarro, José, S. J., destinado a misión
cas en .la Javeriana, 412. Guajira como superior, 333.
M orphy, Guillermo, presidente de San­ Navarro, N .E ., historiador, 73, 79,
to Domingo, devolvió niño por 500.
buena suma de dinero, 91. Navas, Catalina de, 158.
Morillo, Fernando, gobernador de Car­ Naya, Antonio, S. J., da misión en
tagena, 526; 529. Coro, 80; procurador de ia provin­
Morillo Rubio, Pedro, Fray, 299. cia, 93; atestigua honorabilidad de
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565

arzobispo Azúa, 322-323; misione­ Nogal, Blas del, conveniencia de reci­


ro, 336; interviene en introducción birlo como donador en colegio de
de imprenta en 1738, 397; primer Mérida, 180.
prefecto de la congregación del Noviciado de Sevilla, 468; de Tunja,
Sagrado. Corazón, 397. provincial J. López, ordena cons­
truir nuevo tram o, 251.
Neira, Alonso de, S, J,, llamado de
Novicios S. J., intimación cualificada
misión de Guaviare para quedarse
de expulsión, 518; eligen partir al
en Etare y allí muere, 127; 487.
destierro con la comunidad, 518.
Neiva,(lluila), ciudad, 241, 528.
Nuestra Señora de la Asunción, con­
Negri, Carlos, S. J., reside en Caracas gregación, 162; Nuestra Señora de
en 1735,75. la Luz, reseña histórica de la devo-
Negro, río, 202. ción, 381 »Nuestra Señora de Loreto»
Neuhauss, Andrés, S. L , destinado a congregación, 287» fragata, 529.
Santo Domingo, 95; reforzó misión Nuestra Señora de los Angeles, pueblo,
de Orinoco, 495. 497.
Neumann, Luis, S. J., holandés, nau­ Nuestra Señora de los Dolores, capilla,
frago de expedición misionera de 162; del Pilar, reducción de los Lla­
1717, 189. nos, 345; de Monserratc, convento,
Nieto Polo, Juan, testigo donación, 230; saetía catalana, 268.
47; su memorial para fundación de Núñez, José, 237.
colegio en Buga, 51; vicario, entrega
bienes para fundación de universi­
dad, 418. O
Nieto Polo del Aguila, Juan, chantre
de la catedral de Popayán, 285; Obrcgón, Jerónimo de, S. J., obispo,
informa al rey sobre dificultad en 377; 524,
misión guajira, 330; visita la Gua­ Observancia regular, s. J., en el siglo
jira, 330; ordinario de Santa Marta, XVMl, en la provincia, 401-402;
piensa entregar misión guajira a je­ defectos, 403-404; Tamburini, M.
suítas, 330. A., general, advierte sobre defectos
Nieto Polo, Nicolás, presenta informes en observancia regular, deficiencia
y memorial pidiendo colegio para en estudios, inconstancia, 403-404;
Buga, 49. defectos por rigidez en su péñoras
Nieto Polo, Tomás, S. J., recibe encar­ religiosas italianas, regresan a Italia,
go de obtener licencia de S. J. para 403.
fundar colegio en Buga, 48; procu­ Ocaña, ciudad, 286.
rador provincia de Quito, 472. Ocaña, pídese fundación de jesuítas
Nille, Jaime, S. J., destinado a la en 175 I, 320; congregación del Sa­
Guajira luego al Meta, 332-334. grado Corazón, 398.
Nille, Jacobo, S. J., secretario de la Ocuzano, Juan José, S. J., sobrevi­
última congregación provincial de viente en la restauración, 537.
1763, 355; 497. Ojeda, Alonso de, funda, a orillas del
Nils M., Holmer, escritor, 290. golfo de Urabá la ciudad de San
Niño, Martín, S. J., visita misiones de Sebastián de Urabá, en la región del
guaneros, 128; fallecimiento, 139. Darién, iniciaron los españoles la
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566

primera colonización del continente Ospina, Eduardo, S. J., describe capi­


americano, 292, lla del rapto en San Ignacio, 385.
Olarte, Ignacio, S. J., superior de expe­ Ossa de, Francisco José, 519.
dición misionera de 1760, 351. Otero Cossio, Francisco Antonio, al­
Olier, y Oliva, Félix de, de camino al calde de Santafé de Antioquia, 43,
Darién atiende a Jos misioneros en 519.
1745,303. Otomacos, indios, 498.
Oliva, Andrés,de OFM C,informa sobre Ovalle, Francisco, S. J,, congregación
dificultades de padres capuchinos a provincial de 1757,348,
Ja Guajira, 330-333. Oviedo, Antonio de, Fray, prefecto
Olivos, Migue] de, 240. de una expedición de misioneros
Olmo, Francisco del, S. J .,4 9 7 . capuchinos que llegaban a Carta­
Olmos, Alonso de, S, J „ candidato gena en 1647, 293; en septiem­
rector colegio de Honda en 1733; bre de 1652 caía víctima de los
225, 246. salvajes, 294,
O lot, ciudad de Cataluña, 335, Oviedo, Basilio Vicente de,historiador,
Olot, Agustín de, Fray, 495, 345.
Oña, Jaime de, hermano coadjutor, Oviedo, Gaspar de, Pbro., ü r, testigo
acompaña al Dr. Borasorda a ins­ de donación para colegio de Buga,
peccionar Jas tierras en litigio en la 47.
población de La Mesa, 222. Oviedo, Francisco de, Pbro. Dr., tes­
Oposiciones, pleitos de ta Javeriana, tigo de donación para colegio de
412. Buga, 47.
Oraa, Francisco Javier, S. J., da misión Ovino, Juan, S. J., acoge en Tame a
en Coro, 80; se encontraba en Coro indios betoyes, 489.
en 1756, 81; nom brado rector del Oyarvide, Nícolasa Ana de, 81.
colegio de Mompós, 82; misionero,
336. P
Orihueia Pedro, de OFMC, llega a la
Guajira con 3 religiosos capuchi­ Pacheco, Juan Manuel, S, J ., su muerte
nos en 1699, 327. el 30 diciembre de 1986, plan de su
Orinoco, misión, primeros jesuítas en obra postuma, 7; redacción de su
1682, 144; escritos sobre la misión Historia Eclesiástica Colombiana, 8;
del padre Martínez Rubio, 144; mi­ historiador, 170,424.
sión 343, 349; necesidad de misio­ Padilla y Estrada, Ignacio, fray, arzo­
neros, 350; el Orinoco ilustrado, bispo de Santo Domingo, reclama
472; la conquista espiritual, 494; derechos del seminario al viejo
expulsión de los jesuítas de las edificio del colegio de Gorjón, 98;
misiones, 534. declaran nulas dispensar matrimo­
Ortega, José Ignacio de, gobernador de niales dadas por el padre Garicano
Popayán, 57, 524, 527, 528. en misiones, 101.
Ortegosa, Francisco Antonio de, alcalde Padilla, Manuel, S. J 536.
de Tocaima, se le pide que de cum­ Padilla, Victorino, S. J., rector del co­
plimiento al decreto, 221. legio de Antioquia, 41; rector de
Ortiz de Mena, Diego de, 137. Honda, 519-520; santafereño, mi­
Osorio, Juan de, doctor, 81. sionero en el Casanare, 536.
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567

Páez, río, 201. intima orden de destierro, 1767,


Pages, José, S. J., profesor javeriano, 527.
biografía, 267; en la congregación Pastor, L., historiador, 535,
provincial, 1757, 348; elegido pro­ Pablo III, papa, 86.
curador, 1757, 348, 349, 350; Pauto, doctrina, 153, 155; se renuncia
acompaña a grupo de expedición curato, 212.
misionera, 1760, 351; predica mi­ Paterson, Guillermo, dirige una expedi­
sión popular en Santafé, 352; ción en el Darién, 294.
encargado de la congregación del Pava, Diego de la, S. J., no viaja al des­
Sagrado Corazón, 1765,398; 440. tierro por enfermedad, 520.
Paipa (Boyacá), 169. Pedroza y Guerrero, Antonio de la,
Palacio y Valenzuela, José, juez de venía a organizar el virreinato, 172;
puerto en Honda, 280. apoya a padres capuchinos, 328.
Palacio, Jerónima, madre de José Mo­ Pedroza y Herrera, Juan Antonio de,
lina, S. J.t 342. nombrado en lugar de Mendíburu,
Palacio de Oquendo, prisión en la 223.
Habana para los jesuítas expulsa­ Pfab, Cayetano, S. J., de Quito, per­
dos, 532. mútase por padre Bizzocchi, 318.
Palmasola, fúndase reducción-misión, Peláez, José, coad., no parte al destierro
129. por enfermedad, 518,
Palo de la Cruz, árbol medicinal, 201. Peláez, Juan, 280.
Pamplona, colegio, visita del padre Pensiones, a colegio de Santafé, se pi­
Calderón, 109; rector Tomás Casa- den para pagar servicios de agua,
bona, 192; rector Pedro López, 316.
1753, 336; catálogo, S. J., y rentas Peña, Diego de la, maestre de campo,
en 1753, 337; arriban a la Guaira 141.
jesuítas expulsados, 343, 348, 534; Peña, Francisco de la, S. J „ hermano,
Manuel Zapata rectoren 1756, 344; 229.
decreto de expulsión, ejecución, Peñalver, Miguel de, 375.
521. Pía, Juan, novicio, 532.
Piaroas, indios, 498.
Panamá, colegio, rector Jacinto Morán,
Plaza, Ignacio de, S, J., hermano, 137.
366; ciudad, 191; colegio, 109.
Plattner, Félix Alfredo, opina sobre
Pandiguando, hacienda, 372.
hermanos Konninck y Schlessinger,
Pance, región, 58.
arquitectos, 388.
Pantoja, Cristóbal de, bicnechor del
Pleito, contra el colegio de Santo Do­
colegio de Honda, 255.
mingo, 194,
Pantoja, Diego, alcalde de Caracas en Pereira, Ricardo· S., 495.
1703, 131. Pérez Guerrero y Peñaloza, Femando,
Paray, José, hermano, 28 1. gobernador de Popayán, informe
Paredes, Nicolás, mulato, 130. positivamente para fundación en
Pascual y Quevedo, Manuel, alférez, Buga, 48.
140. Pérez, Juan Alonso, solicita que no se
Pasto, ciudad, 191,204; colegio, noti­ admitiese a los jesuítas la renuncia
cias, 378; fundador y residente, del curato, 279.
Ignacio Hormaegui, 1712, 378; se Perea, José, S. J., hermano, 233.
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568

Pérez Arbeláez, E., escritor científico, Portugal, 1750, firma tratado, 499.
201 . Posada Restrepo, José, historiador,
Pérez Manrique, Dionisio, presidente, 4 2 4 ,4 2 9 ,
366. Pota, Nicolás, S, J „ 189,
Pérez Manrique, Dionísia, hija presi­ Pozega (Yugoeslavia), 339.
dente del Nuevo Reino, 366, Procuradores de la congregación pro­
Pérez, Pedro, S. J,, congregación pro­ vincial de 1720, 195.
vincial, 1757, 348. Promoción a votos postulado para que
Pérez de Guzmán, Miguel Jerónimo, provincial promueva, 311.
chantre de la catedral de Popayán, Provincia de Quito, 109; de Bohemia,
528. 133; del Nuevo Reino, su estado en
Pérez, Diego, teniente, 526. provincialato, padre Diego de Tapia,
Pérgala, ciudad, recibió jesuítas deste­ 216; del Nuevo Reino, casas y obras
rrados del Nuevo Reino, 535. al tiempo de la expulsión, 1769,
Peste de 1760, jesuítas victimas, 510. 508-509.
Piacenza, (Italia), 347. Puerto Cabello, (Venezuela), 132.
Picón, Juan José, clérigo , párroco de Puesta, Juan de, S. J., hace renuncia
una aldea indígena llamada Guay- de sus bienes, 142; en congregación
guasa, 132. provincial de 1720, 193.
Pietragrassa, Joaquín, S. J ,, 380. Puerto de Santa María, 94; español,
Pío V il, pontífice, 537. 534.
Pío XII, pontífice, declaró a Nuestra Puyó, Jorge, 341.
Señora de Coromoto patrona prin­
cipal de Venezuela, 130.
Píritu, región, 469. Q
Pirri, indios, del sur del Darién, 290.
Pizarro, José Alfonso, virrey, 338, Quecedo, Francisco, O.F.M., historia­
Pocuna, hacienda, 35. dor, 108, 135,429,433.
Pointis, Barón de, al mando de la Quesada, Ignacio de,O .P., 135.
armada francesa atacó a Cartagena, Quevedo, Juan de, fray, primer obispo
en 1697,425. de esta sede episcopal, en Santa Ma­
Polo, Juan Bautista, S. J., enviado al ría la antigua del Darién, 292.
Nuevo Reino, 318; misionero, 534. Quevedo, Pedro Silvestre de, sacerdote
Popayán, ciudad, 48, 49-50; 191; 201; y licenciado, benefactor, 80,82,
203; donación para universidad, Quevedo, Rosa, 81.
420; universidad de San José, José Quijano, Francisco, alcalde de la Mesa,
Garrido, S. J., catedrático, 422; 221.
universidad San José, 422; destierro Quijano, Tomás Antonio, graduado en
537, universidad de San José, 421.
Portobelo, 199. Quiiifayes, indios, 489,
Prieto, Juan de, S. J., enviado a Santo Quintana, José de la, oidor, 93.
Domingo, 91. Quintana, Salvador, S. J., rector del
Ponte, Juan Nicolás, de, alcalde de Ca­ colegio de Antioquia, 41; represen­
racas en 1703,131. taba ai gobernador, 42; recibe poder
Porce, río, 44. general del padre provincial, padre
Portolani, Lucas, S. J., 527. Ferrer, 335; rector del colegio de
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569

Mompós, 344; en Ja congregación rector de las Nieves, 336; rector del


provincial en 1757,348. colegio de Cartagena, 344; congre­
Quintero Príncipe, José, deja haciendas gación provincial, 1757, 34S; inter­
a colegio de Pamplona, 2 19. viene en asunto de bienes del cole­
Quintero, Juana y Antonia, reciben gio San José, 419; misionero, 493.
pensión en Mérída por donación de Rayo de B., Andrés, heredero de A.
su hermano a colegio de Pamplona, Bonilla, 124.
219. Rayo, Antonio, S. J ., 125.
Quintero, Juan, presbítero, bienechor
colegio de Pamplona, 234. Real Audiencia, representa necesidad
Quintero Príncipe, Melchor, 372. de un colegio en Antioquia, 37;
•Quito, provincia, 47, 48, 135; audien­ declara debe hacerse fundación en
cia, 59; ciudad, 60, 135, 204; cole­ Santafé de Antioquia, 39.
gio J 09. Recalde, Martín de, capitán, 169.
Quiróz, Alonso, S. L , procurador de la Recio, Bernardo, S.J., informa sobre
provincia de indias, 159. ministerio de Padre Dionisio Morales
Quiróz, Francisco Antonio, S. J., des­ con los negros, 217; informe sobre
contento, pedía volver a su provin­ construcción de Templo de Carta­
cia, 234; superior de Fontibón, 336: gena. 387; historiador, 511.
congregación provincial 1757,348; Reducciones, del Meta, 343; de Nues­
no parte al destierro por ancianidad tra Señora del Pilar, de ¡os Lla­
y achaques, 518. nos, 345; de Patiste, 487; de Pauto,
487; de Macaguane, 487; de San
R Salvador, 487; del Casanare, 487;
de San Francisco de Rorja de
Ramírez, Floriano, Francisco, 161. Guanapalo, 490; de San Miguel de
Ramírez, J . h „ escritor científico, 57. Macuco, 491; de Santa Teresa, 492,
Ramírez, José, gobernador de Cumu- 494; de Santísima Trinidad, 493;
ná, 131, de San José de Maearabure, 493;
Ramírez, Luis Carlos, S. J., expone e] de San Luis Gonzaga de Carímena,
contenido del libro del padre Mar­ 493; de Nuestra Señora de los
tínez de Rípalda, 425, Angeles, 494; de Purísima Concep­
Ramos Pérez, Demetrio, historiador, ción, 493, 494, 495; de San José,
472, 499; defensor de Uuavanu, 494; de Cabruta, 496, 499; de San
478,494, Francisco de Borja, 497; de Santa
Ramos Serrano, José de, rector semi­ Teresa de Carichana, 497; La
nario Caracas, 7 1. Quebradita, 498, de San Estanislao
Ramos, Juan, sargento mayor, podre de Pauta, 498; de San Juan Ncpo-
del padre Vicente Ramos, S. f., nuceno, 498; de San Luis de la
157. Enramada, 498; de San Regis de
Ramos, Vicente, S. f., biografía, 157. Guanapalo, 498; de Surimena, 498;
Rangel, Amcl, teniente de gobernador, de Urvana, 498; de San Fernando de
comisionado para expulsión de je ­ Atabapo, 500; de San José de May-
suítas de Mcrida, 533-534. pure, 500; de San Luis de la Encar­
Rjuber, Francisco, S. J., escribe sobre nación, 536;
terremoto de Popayán, 1743, 277; Regis, San Francisco de. se pone la
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570

plaza de Cartagena bajo su protec­ decadencia, 25 1 ; alaba promoción


ción, 264. de ministerios, 251; en 1741 escri­
Remolina, G erardo, S.J., Provincial, 6 . bía al provincial de Quito, padre
Renania, provincia, 370 Baltazar de Moneada, que no se
Rengito, Manuel, pleito con Colegio de podía diferir la misión del Darién,
Ruga, 55. 298; nombra superiores, 373; aprue­
Restrepo, Daniel, S. J., historiador, ba fundación universidad de Popa-
430, 433. yán, 417.
R estrepo, Saens, Eduardo, historiador, Rey, Sebastián, S. J., misionero, 534.
294. Ribera y Quesada, Juan de, fundador
Restrepo Tirado, Ernesto, historiador, del colegio de Santo Domingo, 93.
160,290, 340. Ribera, Juan de, S. J., rector del cole­
Restrepo Posada, José, historiador, gio de Cartagena, 148; rector en
107, 121, 136, 160, 277, 335, Cartagena, nom brado juez conserva­
3 4 3 ,4 3 2 , dor, biografía, 171.
Restrepo Saenz, J. M .,cfr., historiador, Riberos, Francisco, S. J ., superior de
136, 161, 2 8 7 ,3 4 0 . la misión del Orinoco, 534.
Restrepo, Vicente, historiador, 290. Ricardos, Felipe, gobernador de Vene­
Retz, Francisco, S. J ., general, acepta zuela, 81.
fundación en Uuga, 47-48; compla­ Ricci, Juan Francisco, S. J., biografía,
cido por progresos en Uuga, 53; 133 ss; interviene en sedición en
renuncia a fundación en Cali, 59; Monipós, 159.
no le parecen suficientes donacio­ Ricci, Lorenzo, general, renuncia a de­
nes para fundación en Maracaibo, rechos sobre legado para colegio de
6 6 ; en 1731 ordena suspensión de Popayán, 420.
fundar en Maracaibo, 67; no se Riedmiller, Juan, S. J., naufrago de
muestra dispuesto a fundación de expedión misionera de 1717,189.
colegio en Caracas, 74; niega facul­ Rigo, M ontañés de, presbítero, presun­
tad tener noviciado para hermanos to cómplice de ta conspiración, 132.
coadjutores en el colegio, 92; escri­ Rincón, Francisco del, arzobispo de
be al padre Am onio Manca, lam en­ San late, concede trasladar comunión
tando su conducta con provincial, pascual a domingo de Ramos en
97; admite alguna culpa de jesuítas Monda, 179.
Nenkauss y Manca pina ser expulsa­ Río y Castro, Alonso del, gobernador
dos de Santo Domingo, 97, la con­ de Maracaibo, 523, 533.
gregación general XVI lo elige gene­ Riobam ba, ciudad, 364.
ral, 227; nombra al padre Jaim e Ló­ Rio chico, río , 4 4 r
pez provincial en 1733, 246-248; R iofrío, Esteban, S. J., rector cole­
quéjase de poca selección en adm i­ gio de Popayán, 191, 203, 368;
tir novicio, 249; alaba providencia prefecto de espíritu en Popayán,
para reprimir nacionalismo exage­ 379.
rado, 250; lamenta econom ía del Rio negro, ciudad, 35.
colegio Máximo 251; ordena pagar Río Negro, río, 498.
deuda de colegio Samo Domingo a Ríos y Terán, Juan José de los, secre­
bienechores, 251; aprueba reducción tario de arzobispo Azúa de Santa
de número de congregaciones por Marta, 324.
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571

Ripoll, Tomás, S. J., maestro general Rodríguez, Francisco Javier, alcalde


de los dominicos, 89. provincial, 43,
Ritos chinos, 253. Rodríguez de Cárdenas, José, albacea,
Rivas, Mateo, S. J., misionero, 493. 377.
Rivas Sacconi, José Manuel, historia­ Rodríguez, Francisco A ntonio, gra­
dor, 108, 135, 1 5 0 ,4 2 8 .4 2 9 . duado en universidad San José de
Rivera, Juan de, S. J ., predica misión Popayán, 421.
en Antiuquia, con ocasión de fundar Rodríguez, Montano, Juan, presbítero,
colegio en 1646, 34. cura y vicario de la ciudad de Cali;
Rivera, Rodrigo de, licenciado, visita­ benefactor de! colegio, fallece en
dor de la universidad de Santo D o­ 1721, 57. 5 8 ,5 9 .
mingo, 84. Rodríguez, Salvador, S. J., coad., 522.
Rivera, Juan de, fundador del colegio Rojas y Vargas, Diego de, escribano
de Santo Domingo, 194, real, 195.
Rívero, Juan de, S. J,, viene al Nuevo Rojas, Enrique, S. J ., residía en Coro,
Reino en 1705, 1 17; superior 1763, 81; misionero, 522.
de los Lianos y Orinoco, 246; Rojas, José de, S. J., trabaja en el cole­
biografía, 456 ss.; escritor, 265- gio de Pamplona, 178; representan­
464; historiador, 208, 433, 464, te del padre Salas en el litigio de las
466, 476, 490, 492, 501; su labor tierras de La Mesa, 223; candidato
lingüística, 459; muere en Caribare, socio del provincial, 246; enviado
459. como misionero a Santa Marta, 319;
Riveros, Francisco, S. J,, misionero, profesor de la Javeriana, biografía,
285. 437;
Rocha Ferrer, Domingo de la, oidor Rojas, Ulises, historiador, 169, 432.
en Santafé, 164. 432.
Rocha Ferrer, Francisco de la, presi­ Ro Id anillo, ciudad, 50.
dente de Santo Domingo, 95. Román, Manuel, S. J . t escribe a padre
Rocha y Labarcés, José de ia, goberna­ Gumilla, sobre fundación en Cara­
dor de Antioquia, 43. cas en 1738, 76; arriba en expedi­
Rocíen, Bruno, S. J., Coad., envía ción misionera de 1723, 198; supe­
imágenes a Rarinas, 129. rior en las reducciones del Meta,
Roemer, Ola, astrónom o, 449. 343; predica misión popular en
Rodero, Gaspar, S. J., procurador de Santafé, 352; rector de Tunja, in­
indias, informa sobre expulsión de terviene en última congregación
dos jesuítas de Santo Domingo, 96. provincial, 355; misionero en la re­
Rodríguez, Ambrosio José, 278. ducción San Miguel, 491.
Rodríguez, Cristóbal, fray, O .P ., arzo­ Romeo, Juan, S. J., misionero, explora
bispo de Santo Domingo, 85. el Orinoco, 171; asiste a congrega­
Rodríguez, Felipe, benefactor de] cole­ ción provincial de 1720, 193; misio­
gio de Antioquia, 35. nero de los guahivos, 493; 494.
Rodríguez de la Madrid, Felipe, capi­ Rom ero, Juan Manuel, S. J., rector
tán, alcalde de Caracas en 1704. de San Bartolomé, 1'52; rector del
Rodríguez de Cetina, Francisco, pro­ colegio de Santo Domingo, 192;
curador de la real audiencia de San­ v ice-rector del colegio de Tunja,
tafé, 142. 193; desacertada conducta como
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572

rector de San Bartolomé, 218; bio­ Salas, Antonio de, gobernador de Car­
grafía, 431, 432. tagena, 238.
Romero Mario Germán, monseñor, Salas, Pedro de, desedifica en noviciado
prolonga teatro del Desengaño del de Tunja, 217.
padre Juan Rivero, 464. Salazar, Agustín de, S. J„ doctrinero
Romero, M artín, S. J., tom ado preso y en Cereté, 237; reforzó misión Ori­
expulsado de Buga en 1767, 525. noco, 495; misionero del Orinoco.
Rosales, Clemente, 170. 497.
Rosales, Fernando, herm ano, 170. Salazar, Javier de, comisionado para
Rosso, Giuseppe, historiador, 144. intim ar destierro a los jesuítas dd
Rotella, Bernardo, S. J., acusado de colegio de Buga, 525.
contrabando en 1735, 75-76; mi­ Salazar, José Abel, O.R.S.A., historia­
sionero del Orinoco, 75 , 243, 468, dor, 121, 156,409.
494; llega en la expedición misio­ Salazar, Miguel, S. J., recibe donación
nera de 1723, 198; lo defiende el para fundar colegio en Buga, 47-48.
provincial J. López de acusación, Salcedo, Juan de, fray, viceprovjncial
256; fundó a Cabruta. 496. de la isla Española, 88.
Rubio. José, S. J., expulsado, 533. Salcedo y Ascona, Luis, arzobispo,
Rubio, Martín, S. J., sobreviviente en 269.
Ja restauración, 537. Saldada, río, 200.
Ruiz del Coro, Antonio, 237. Saldarriaga, Ferm ín y señora, presencia
Ruiz, Bartolomé, S. J., congregación posesión de S. J. en la iglesia de Santa
provincial, 1757, 348: rector de Bárbara en Antioquia, 40.
Honda, interino en última congre­ Salidas, Antonio, S. J., misionero, 534.
gación provincial, 1763, 355. Salivas, indios, 208, 491.
Samper Ortega, Daniel,historiador,340.
San Bartolomé, colegio, rector Pedro
S Calderón, S. J., 1678, 107; obtiene
título de colegio Mayor en 1704,
Sabaleras, hacienda de Buga, 52, 56. 120-121; rector Amonio de Varillas,
Saboyá, María Luisa Giabriela de, pri­ 1720, 193; competencia de prece­
mera esposa de Felipe V, 171. dencia con el colegio del Rosario,
Sagrado Corazón, su altar en Santafc 197; rector padre Ignacio Ferrer,
de Antioquia, 398; iglesia dedicada 1734, 335; rector padre Jaime
en Honda, 399; primera congrega­ López en 1753; rector Manuel
ción en Santafé, 1743. Balzategui en 1756, 344; colegio-
Salamanca, universidad, 84. seminario, rector Francisco de He­
Salas, Andrés, S. J ., predica en Gibral- rrera, en 17 0 4 ,3 4 2 ,4 0 9 .
tar y Mérida, 178 179; resideen La San Bernabé de,Tierrabomba,estancia.
Ceiba, hacienda del colegio de 158.
Mérida. 179; es acusado de contra­ San Borja, misión, 534.
bando de mercancías, se hace in­ San Buenaventura, José de. fray, prior
formación a su favor, 207; procura­ de los agustinos, 279.
dor general de la provincia, contra­ San Camilo, congregación, 528.
dijo Ja inspección en las tierras de San Vicente de la Barquera, puertu.
La Mesa, 223. 107.
IN D IC E A L F A B E T I C O
573

Sanabria, Francisco, capitán, 495, San Juan de Dios, hospital, 160.


Sánchez, Florencio, S. L , rector del San JuanN epom uceno,bergantín, 532.
colegio de Popayán, 58. San Juan Nepomuceno, pueblo del
Sánchez, Francisco, S. J., enviado a Orinoco, 498,
Santo Domingo, 91; nom brado rec­ San Luis Gonzaga de Casimena, re­
tor colegio de Santo Domingo, 92. ducción, 493.
Sánchez, Francisco Andrés, procura­ San Luis de la Encaramada, pueblo, 498.
dor, 166. San Migue] de la Vega, marquesa de,
Sánchez de León, Juan Vicente, abo­ favorece al colegio de Popayán, 366.
gado, 145. San Miguel de Macuco, reducción,491.
Sánchez, Astudillo Miguel, S. i . , his­ San Miguel, Luis de, OP. Fray, histo­
toriador, 364. riador, 87.
Sánchez, Sebastián, S. J„ rector del Sangronjs, navio que naufragó con
colegio de Antioquía, 41; congre­ misioneros jesuítas, 187, 188, 228,
gación provincial en 1757, 348; rec­ 298.
tor de Antioquía, interviene en
última congregación provincial en Sannj, Juan, uno de los caciques del
1763, 355; expulsión en Antioquía, Darién del sur, se presenta en Pana­
519. má para firmar la paz, 296.
Sanchfs, Miguel, S, J., hermano, ayu­ San Rafael, Tomasa Josefa de, priora
dante de! procurador délas provin­ del convento del Carmen, 376.
San Regis, pueblo, 491; incendidado
cias de América, 470,
Sanduval, Alonso, S. J., misionero, 292. en 1741,496.
San Regis de Guanapalo, reducción,
San Estanislao de Patura, reducción
490-491.
del Orinoco, 498.
San Salvador de Casanare, pueblo,
San Faustino, pueblo, 522.
J 55.
San Fernando de Atabapo, pueblo,
Iglesia de Santa Bárbara, Antioquía,
500.
es donada a los jesuítas el ó de agos­
San Francisco de Borja, reducción,
to de 1 7 2 8 ,3 6 ,4 0 ,4 2 .
497,
Santa Cruz de la Sierra, ciudad, 149.
San Francisco de Regis de Guanapalo,
pueblo, 194; 490. Santafé de Antioquía, colegio, se da
San Francisco Javier de Guaduas, comienzo el 17 octubre de 1727,
pueblo, 240. 40, ciudad, 55, 91, 107, 135, 191,
San Ignacio, ordenó seguir la doctrina 192, 205, 336, 342, 343, 350; co­
teológica de Santo Tomás, 428. legio Máximo 192: catálogo de
San Ignacio de Betoyes, pueblo en los rentas en 1753, 336: colegio, 347,
Llanos, 194; misión, 4 7 1,4 9 2 . 348; colegio, primera congregación
San Javier, fortín, 496. del Sagrado Corazón en 1743, 398;
San José de la Flota de Tierra Firme dotación del colegio en haciendas,
nav/o, 468, 409; expulsión, 515-5 16, despedida
San José de Macarabure, pueblo 493. de jesuítas, 516, 517.
San José de Maypures, pueblo, 500. Santa Gertrudis, Juan de, O.F.M.,
San José de Oruro, pueblo del Orino­ historiador, 201.
co, 468. Santacruz, Pedro Manuel, edecán de la
San Jorge, ciudad, (España), 54. catedral de la Habana, 157.
IN D IC E A L F A B E T I C O
574

Santamaría y Angulo, carta de her­ Schabel, Miguel, S. J., llega al Nuevo


mandad, 235. Reino, 126-127; misionero de gua-
Santa Mariana de Jesús, 142, 366. hivos, charamises, guamonteyes,
Santamaría y Angulo, María Rosalía, 128; defiende a Nicolás Paredes
235. de haber sido apresado por los de
Sama Marta, ciudad, 47; piden fundar Gaunaguanare, 130; misionero, el
colegio, 319, colegio del Sagrado padre rector de) colegio de Mérida
Corazón, 398. lo llama “ sacrilego apóstata” , 131.
Santander, (España), provincia, 104. Scheiner, Cristóbal, S. J., 447,
Schessinger, Miguel, S. J., Coad., llega
Santa Sede, ratifica privilegio de S. J.
de Santafé para construir colegio de
para otorgar dispensas matrimonia­
les, 1756-1757, 102. Caracas en 1763, 79.
Santa Teresa, pueblo^ 494. Schelessinger, Miguel, S. J,,Coad.,arqui­
Santa Teresa, Scverino de, historiador, tecto, 79; arquitecto del templo
304. de San Pedro Claver en Cartagena,
Santiago de las Atalayas, ciudad, 523. biografía, 388.
Santísima Trinidad, pueblo, 493. Schmitz, Jorge, S, J., destinado a la
Guajira luego al Meta, 332-334.
Santo Domingo, ciudad, 83, 91, 192,
Schónherr, Simón, S.J.,coad.,constru­
336, colegio de la ciudad, rentasen
ye iglesia de San José en Popayánv
1753, 337; 192, 210, 344. conven­
de la Encarnación, biografía, 375,
to, 87; iglesia, 57; isla, 343; semina­
389-390, 532.
rio, Conciliar de la ciudad, 1932,
Schwartz, Juan Adán, $. J., hermano,
79; seminario, pleito con jesuítas,
379.
97-98; arzobispo Padilla entrega di­
rección a la S .J.,98-99; universidad, Scríbani, Domingo, S. J., vicerrector
pleito con colegio de jesuítas, 89; de Tunja, 336; roce con el virrey
universidad. 87. José Alfonso Pízairo, 338; biogra­
fía, 347, nombrado provincial, 347;
Santos, Florencio, S. J., misionero, congregación provincial de 1757,
191; visitador del colegio de Popa- 348; escribe al rey, 350; rector cole­
yán, 365. gio Máximo, interviene en última
Samo Tomás, universidad, 86. congregación provincial de 1763,
Santo Tomás, Adrián de, fray, funda 355; elegido procurador de ia con­
varias poblaciones en la región del gregación provincial de 1763, 355;
Darién, 293. 521; maestro de novicios y rector
Santo Tomé,Guayaua, 469,495. de Tunja, 529.
Sauz Lozano, arzobispo, funda becas Seisere, cacique, 490.
en San Bartolomé, 175. Seda, Juan de la, S. J., hermano, 4 1„
Sanz Lozano, Amonio, fundador cole­
gio Santafé, 236. Seda. Tomás de Ja, procurador del
Sarare, río, 194. colegio, pidió en mayo de 1732 una
Sarmiento Hucsterlin, Pedro, catedrá­ nueva orden de lanzamiento, 224.
tico de facultad de derecho en la Segovia, Juan de, S. J., 150; en su
expedición en 1690, 134.
Javeriana, 410.
Scapula, Juan Miguel, obligado a salir Segura, Juan de, fray, 237,
de Santo Domingo, 95, Sepulturas, hacienda, 52, 56.
IN D IC E A L F A B E T I C O
575

Serna, Francisco Javier, de la, ofrece sobre tierras americanas, 204 ss,;
donación al colegio de Antioquia, misionero 492; reforzó misión de
35; catedrático de institución en Ja- Orinoco, 495.
veriana, 413. Sturm , M, C., escritor, 537.
Sema Palacios, Pedro de la, ofrece Suárez Paiiiagua, Bartolomé, capitán,
donación al colegio de Antioquia, 140.
35. Suárez, José, S. J., vicerrector dej co­
Sesquilé, población, 162. legio de Santo Domingo, 344.
Sevilla, Gaspar, S. J., había venido a Suárez, Pedro, S. J., mártir formado en
América en busca de un campo San Bartolomé, 175.
misional, 293. Suaza, río, 240.
Sierra Castilla, Francisco de, dona a la Subía de Loyoia, Magdalena, carta
Compañía un ingenio de azúcar, 94. de hermandad, 235.
Sierra, Francisco, S. J., visitador, 136; Sucre, Carlos de, gobernador de Cu-
175, 193, 366; visitador provincias maná, 478.; 469.
Nuevo Reino y Quito, 145; visitador, Sucre, Luis Alberto, historiador, 132.
mitiga rigidez en formación de je­ Suprimena, hacienda, 228.
suítas, 402; ordena salir de misión Surimena, pueblo, 498.
del Casanare, 488.
Sicilia, provincia, 167, T
Sigliardt, Elias Ignacio, 378.
Silva, José de, S. J,, muerto por los Tabares, Diego, 471.
caribes, 127; misionero del Orinoco, Talavera, Jo sé,S . J., hermano, 41.
485. Talens, Juan, hermano, hace votos,
Simancas, Rafael de, capitán, a quien 170.
se le encomendó investigar la situa­ Tamalameque, puerto, 282.
ción de los franceses di el Da ríen, Tamanacos, indios, 498.
295. Tamariz, Luis, S. J., expulsado, debe
Sinigaglia, ciudad, recibió jesuítas des­ permanecer en Pasto por enferme­
terrados del Nuevo Reino, 535. dad, 527.
Smith, Alejandro, calvinista inglés, es­ Tamburini, Miguel A., S. J., aprueba
pañoles capturaron al hijo, 91. fundación colegio Antioquia, 35,
Snelling, Juan, S. J., destinado a Santo 39; general S. J., 34, 35, 36, 38,
Domingo, 95; rector del colegio de 109, 192, 197; considera preferen­
Santo Domingo, 225. cia de fundar colegio en Maracaibo
Solís, José, virrey, escribe al rey pi­ y no en Antioquia, 63, aprueba
diendo misioneros, 350, donación de Lucas García para
Solís Folch de Cardona, José de, virrey, fundación en Maracaibo, Caracas o
243, 3 3 9 ,3 4 0, 341,344, Trujillo, 64; mejor informado,
Sota, José de la, S. J., renuncia bienes, duélese de aceptación de donación
137; rector del colegio de Mompós, de Lucas García para fundar en Ma-
225; amonestado de defectos como racaibo, Caracas o Trujillo, 64; fun­
rector en colegio de Mompós, 247. dar colegio en Antioquia y no en
Spinoza, Baruch de, 449. Maracaibo, 64; carta al padre Mar­
Steigmiller, Ernesto, S. J„ enfermo en tínez de Ripalda, 13!; escribe al
Cartagena, 199; escribe impresiones padre Calderón el 6 de enero de
IN D IC E A L F A B E T I C O
576

1707; 133; lamenta decaimiento de Tempio al Sagrado Corazón, en Hon­


interés por lenguas indígenas y le da, 362.
falta de latinidad y de calor por Tenjo, (Cund in amarca), población, 162.
estudios mayores, 206; envía nuevo Térez, José, S. J d e s tin a d o a la Guajira
gobierno de la provincia en 1723; luego a Santafé, 333-334; noticia
210; escribe sobre misiones de los de la expulsión un año antes, 515;
Llanos, 212; recomienda dedicación expulsado, permanece en Tamala-
de misioneros a lenguas indígenas. meque por enfermedad, 520,
212; alaba observancia regular, 401- Terremoto de 1736, 374; de 1743,
402; ordena entregar misioneros de 276; de 1766, 57.
Casanare, 488; alaba labor misional Terreros, Daniel, S. J., rector colegio
del padre Gumilla entre betoyes, Mérida, 246.
490. Terreros, Diego de, S. J., 193, 398; ele­
Tame, doctrina, 153,338. gido procurador general, 258; con­
Tapia, Andrés de, S. J., profesor de gregación provincial de 1757, 387;
teología en colegio de Santafé, elegido procurador, 1738, 470; no
468; muere en Cartagena en octu­ parte al destierro por enfermedad,
bre de 1716, 215. 517,
Tapia, Diego de, S. J., provincial, 38; Tíber, río, donde amaneció el padre
apoderado para defender bienes de Ricci el 20 de marzo de 1700, 133.
S .J., en Santa Marta, 124; socio Tibon, Carlos, francés, aliado con los
del provincial, 193; provincial, indios, asaltó y saqueó las minas
1725, biografía, 215-216; su visita de Santa Cruz de Caná, 295.
de la provincia, 219; provincial, Tierrabonba, población, 157; tejar,
493. 157; hacienda, 158.
Tapia, Matías de, S. J,, procurador Timaná, cabildo, propone entregar las
provincia del Nuevo Reino, 90; pro­ reducciones de los andaquíes a la
curador de la provincia en España y Compañía de Jesús, 241.
Roma, 92; apoderado para defender Tirado, Cornelio, novicio en 1753,
derecho de S. J., en Santa Marta, 336.
125; muere al embarcarse su misión Tirado, Esteban, acoge en Honda ex­
naufraga en 1717, 189-215. pedición misionera, 1767, 359.
Tapia, Nicolás Alejo de, benefactor Tirado, Lorenzo, S. J,, profesor de
del colegio Máximo 234. Santa Escritura en Javeriana, 415;
Tascón, Tulio Enrique, historiador de rector del colegio de Pamplona en
Buga, 4 5 ,4 8 ,5 5 . tiempos de la expulsión, 522.
Tausira, quebrada, 43. Tobar y Buendía, José Valero, racio­
Teatro del Desengaño, obra, 477. nero, 161.
Tejada, Juan Andrés de, S. J., enviado Tobar, Juan de, S, J., biografía, 141-
a Santo Domingo, 91.; rector del 142; provincial de Quito, 365.
colegio de Santo Domingo, 83; Tocaría, hacienda, 347, 523.
salida obligatoria de la isla, 91; Toledo, provincia, 148.
193; profesor de teología en la Toro, ciudad, 50.
universidad Javeriana, fallece en Torre, José de la, regidor, 280.
Santafé, 209; biografía, 434. Torre, Nicolás de la, S. J., provincial
Tejeira, José de, cura de Cáqueza, 280. de Quito, 376.
I N D IC E A L F A B E T I C O
577

Torres Bravo, rector de colegio Rosa­ Tunja, noviciado, 94; colegio en 1659,
rio, su intervención en pleito de 107, 192, 335, 336, 342, 343,
procedencia con San Bartolomé, 344, 347, 348; intímase orden de
118. expulsión, 5 17.
Torres, Diego de, S, J., realizó una Tycho Brahe, sistema planetario, 445.
excursión al rio Domaquiel (Urabá,
en 1606), 292.
Torres, Saldamando Enrique, historia­ U
dor, 107,135. ,
Torres, Jaime, de, S. J., primer superior Ubandurraga, Juan Antonio, S, J l o
de colegio Caracas, 78; provincial asesinaron unos ladrones, 94; 193.
general obtiene en 1759 real orden Ubrique, Vicente de, fray, pretendía
para no incoar colegio de Caracas en llevarse indios, 496.
convento abandonado por monjas Ulloa, Antonio de, 448.
carmelitas, 78; procurador general Ulloa, Jorge Juan de, 448.
de la provincia de indias, 79; supe­ Universidad de Cervera, 454.
rior de la fundación de Caracas, 336; Universidad Javeriana, derecho canóni­
congregación provincial, 1763, im­ co, pídese ser profesores en Jave-
posibilitado de ser elegido, 355; riana, 316, de Santafé y Gregoriana
537. de Quito, los grados, 109; padre
Torrijanu, Francisco Javier, vicario de Calderón, profesor de teología, 107;
la diócesis de Popayán, 241. cátedra de sagrada escritura, 194,
Tortosa, ciudad, 537, 250; actividad cultural, doración
Tovar, Francisco de, alcalde de Cara- para facultad de derecho, 406, fa­
casen 1705, 131. cultad de derecho, fiírmanse escri­
Tratado de límites, 499; de urbanidad turas, 409; dota facultad de dere­
450. cho, 409; preséntanse estatutos,
T ícp jm cien d a , 52, 53, 56, 410; pleito sobre precedencia con
Trías, Javier, S. J., congregación pro­ universidad Tomista en conclusio­
vincial, 1757, 348. nes, 414; Vélez Ladrón de Gueva­
Trías, Francisco Javier, S. J., 521, des­ ra, Pbro, en pletio de oposiciones
terrado, debe permanecer enfermo en Javeríana, 412; Vélez Suescún
en Mompós, 521; profesor Javeria- Nicolás, en pleito de oposiciones,
na, biografía, 441. 412; reseña biográfica de varios
Tribunal de la Rosa, sentencia a favor profesores, 429.
de Tomás Valencia, 420. Universidad San José de Popayán, 416;
Trinidad, Bárbara Tomasa de la, m adíe Valencia Pedro, interviene en dota­
carmelita descalza, 235.. ción, 418; pleito por dotación, 418;
Truconis, P., S. J m u e r e antes de salir catedrático el padre José Fernán­
para Nuevo Reino, 1767, 359. dez, S. J., 422; donación de veci­
Trujillo, ciudad, 84, 86, 140, 346. nos, 420; primer graduado: Monte­
Tucupide, pueblo indígena, i30. negro. José, 421; grados, 421;
Tucuti, población en la región del Garrido, José S, J., es catedrático,
Darién donde vivían más de 50 fa­ 422.
milias de blancos, 296. Universidades, de Santiago de la Paz y
Tunebos, indios, 344, 345. Santo Tomás de Aquino, 79.
IN D IC E A L F A B E T I C O
578

Universidad de Santo Tomás de Santo Valderrama, Elena de, 243.


Domingo pretende que sus estatu­ Valdivieso, Juan, S. J., expulsión de
tos obligan a la universidad Santiago Mompós, 513.
de la Paz, S. J. ,9 9 ; cédula real, 1758, Valencia, Pedro de, 60.
declara no compelerle título de uni­ Valencia, Pedro Agustín de, cede inte­
versidad primada de indias, 99; no reses a colegio de Popayán, 420.
tiene título para obligar a univ. je ­ Valenciano, Juan, S. 3., viene de supe­
suítas a observar sus estatutos, 99; rior al Nuevo Reino, 1 1 7 ;consultor
con universidad de Santiago de la del provincial, 148; consultor, 172;
Paz, discordes por atracción de misionero de los Llanos, fallece en
alumnos, 99-100. Cartagena, 209.
Universidad Tomista, queja porque Valladolid, 84.
facilita demasiado los grados, 348. Valle Llano, S, J., historiador de S. J.
Uriarte, Joseph Agustín de, inquisi­ en Santo Domingo, 83, 95.
dor de Zaragoza, 269. Valls, José Ignacio, S. J., destinado a la
U ñarte, J. E., escritor, 107, 135, 433, Guajira, 333; profesor javeriano,
537. biografía, 438; no parte al destierro
Uriarte, Manuel, S. J., misionero de por enferm edad, 517.
Quito, detalle accidenado travesía Valverde, José Félix de, obispo, 496.
del Atlántico, 269. Vanossi, Antonio, S. J., profesor de la
Uribe Angel, Manuel, historiador, 44, universidad de Viena, 204,
Urinaquicha, Felipe, uno de los prin­ Vanschelle P., S. J., su ministerio en
cipales caciques del Darién del Curazao, 254.
norte, se adhiere al rey, 297. Varaiz, Pedro de S, J., misión en Cara­
Urbana, misión, 534, cas, 71.
Urbina, Francisco Javier, S. J., rector Varela, Tomás, S. J., miembro del
del colegio de Santafé, 157; 193; colegio de Mérida, 1718, 179,
inspección en hacienda del Tigre, enviado a región de Etare, 486.
220; presenta cédula real para Vargas Motta, Gilberto, historiador,
fundar cátedra de derecho, 409. 239.
Uscátegui, Josefa de, 180. Vargas Jurado, J . A., escritor, 162;
Uscátegui, Lorenzo de, 339. anota comienzo de la la. congrega­
Usher, James, escritor, 445. ción del Sagrado Corazón en San­
Utery, Pedro, S. J., coadjutor, 42. tafé, 397.
Utrera, Cipriano de, Fray, doctor en Vargas, Juana de, 4 L
sagrada teología, 79, 84, 86; epis- Vargas Ugarte, R., historiador, 130.
copologia de Santo Domingo, 96. Vargas Machuca, Tomás, 523.
Uruana, pueblo, 498. Varillas, Juan Antonio, S. J., rector
-San Bartolomé, su intervención en
V pleito de precedencia en colegio del
Rosario, 118-119; elegido procura­
Vacaciones de escolares S. J., insufi­ dor, S. J., 193; procurador genera]
cientes según general Tirso Gonzá­ de la provincia, recibe poder general,
lez, 182. 210; rector colegio de las Nieves en
Vadillo y Velazco, Manuel de, 154. Santafé, 1725, 215; procurador de
Valcárcel, Juan de, oidor, 344. misiones refuta pretendida intromi­
IN D IC E A L F A B E T I C O
579

sión de jesuítas a misión de francis Villa, Francisco, S. J . ( colegio de An­


canos. 486; biografía, 429 tioquia, 41.
Váscones y Velasco, Ana, 287. Vjllalonga, Jorge de, virrey, excusa a
Vaughan, Edgar, la colonia escocesa colegio de San Bartolomé de con­
en el Darién (1 6 9 8 4 700), 294. currir a su recibimiento, 183; for­
Vergara Azcárate, Antonio de, biogra­ zado a retirar a los capuchinos de la
fía, 162. Guajira, 38, 286, 328; recibimiento
Vega, Agustín de, historiador, 497, en 1719,429.
Vega, Rafael de la, S. J., coad., 362. Villanueva, José, 359.
Velasco, Joaquín de, S. J., se le confía Villanueva, Manuel Agustín de, almi­
el proceso de San PedroClaver, 123; rante armada, 159.
informa sobre casa de ejercicios en Villar de la Encina, Belmonte, España,
Buga, 395; relación de expulsión de 286.
S. J „ del Nuevo Reino, 507, 514; Villa vieja, (Huila), hacienda, 281.
historiador, 364, 523, 534; expul­ Virgen de los Dolores, congregación,
sado de Popayán, 537. 42.
Velásquez, Bartolomé de, capitán, 239. Visconti, Ignacio, S. J., preceptos pa­
Velásquez, Nicolás, S. J., sobreviven te ra procuradores en viaje a la m etró­
en la restauración, 537. poli, 1763, 53; 355; 356; general
Velásquez, Pedro, gobernador de Gi­ pide informaciones sobre rentas ca­
rón, 235. sas e iglesia para fundación de cole­
Vélez, provincia, 166. gio en Caracas, 78.
Vélez de Zúñiga, A ntonio, 371. Visner, Joaquín, S. J., muere en viaje
Vélez, Manuel, S. J., 42; 519. de destierro, 514.
Vergara, Diego Ferm ín de, fray, 277, Vítores de Velasco, Juan, obispo de
373. Santa Marta, 124-125.
Vergara, Fernando de, S, J . s fundador Vivas, Gaspar, S. J., maestro de novi­
del colegio de Antioquia, 38; rector cios en el colegio de Tunja, 107.
del colegio de Antioquia, 41, 43; Viveros Baltazar, Carlos de, marqués
enviado a Antioquia para fundar de San Miguel, 367.
colegio, 211; sucesor del padre Vizzini, Sicilia, 379,
López,. 283; congregación provin­ Vogel, Van de, belga que ejercía la
cial, 1757, 348, medicina en la ciudad de Barquisi-
Vergara, Francisco, S. J., nombrado meto, 130.
procurador en congregación provin­ Vorés, José, S. J,, 3 /4 .
cial, 1750,310.
Vergara Azcárate, Nicolás de, 161.
Viana, Diego de, 361.
Viceprovincia del Sagrado Corazón de W
Jesús, con este nombre figura la
provincia del Nuevo Reino, archivo Walburger, Jacobo, S. J., historiador,
Romano S. J., 535, 289, 291; atribuye al cacique Sanni,
Vidal, Nicolás, opositor en cátedra de el haber dado muerte a medio millar
instituciones en Javeriana, 413. de blancos, 296; nació en Innsbruck
Vidales, Luis, herm ano, 527. el 18 de junio de 1715, murió en
Villa de la Puebla, Cuenca, 537. 1759 se desconoce e, lugar, 300.
IN D IC E A L F A B E T IC O
580

Walch, Juan* S. J., m isionero, 498. Z


Wassen, Enrique, historiador, 290, 296,
Weíngartner P„ S. J,, naufrago de ex­ Zapata, Francisco Javier, alférez real,
pedición misionera de 1717, 189. 36.
Weltzemberg, Marcos, herm anos, 41. Zapata y Muñera, F. José, cura y vica­
Wichenschlat, Luis, Provincial holan­ rio de Santafé de Antioquia, hace
dés, naufrago de expedición misio­ donación de la iglesia de Santa
nera de 1717, 189. Bárbara a los jesuítas, 40
Wilhem, Leonardo, hermano muerto Zapata, Fernando, S. J., rector de Car­
durante el viaje de destierro, 530, tagena, 137.
Winter, Jorge, S. J., naufrago de expe­ Zapata, Manuel A ntonio, fiscal, 165;
dición misionera de 1717,189. juzga no deben salir jesuítas de Ca-
Wolffen Brock, P., S. J„, provincial sanare, 488.
holandés, náufrago de expedición Zapata, Manuel, S. J., rector de Antio-
misionera de 1717, 189. quía, 4 i , 43, 336; rector del colegio
Wynants o Vinans, Simón, S. J,, 168, de Pam plona, 344; no parte al des­
170, 172, 193, 310, 415, profesor tierro por enferm edad, 517.
de la Javeriana, biografía, 436, Zaragoza, (A ntioquia), 37.
Zarate, Andrés de, visitador de la pro­
vincia de Q uito, 47, 48, 267; visi­
Y tador y provincial, 372.
Zarza, José, S. J., relata expulsión de
Yarza, José, S. J., últim o rector del S. J., del Nuevo Reino, 507.
colegio-seminario de San Bartolomé, Zephyris, F. J ., S. J ., 200, 201, 203.
murió con fama de santidad, en 204.
G ubbio.en 1 8 0 6 ,5 3 5 ,5 3 6 . Zubím endi, Ignacio, S, J., 522.
Zulia, rio , 523,
Yepes, Mateo de, oidor, 165. Zúñiga, José de, gobernador de Carta­
Yopolo, Francisco Javier, S. J., defien­ gena, 158.
de derechos d e S ,J .,e n Santa Marta, Zúñiga, M ana de, esposa de capitán
125; biografía, 167-168; rector del Pan toja, 123.
colegio de Cartagena, 158. Zurbano, pueblo, 269.
IN D IC E

Págs,

P R E S E N T A C IO N .............................................................................................. 5

NOTA L I M f N A R .............................................................................................. 7

S IG L A S P R I N C I P A L E S .................................................................................... 11

A R C H IV O S ........................................................................................................ 13

B IB L I O G R A F IA ................................................................................................ 17

L IB R O P R IM E R O

Fundaciones y Colegios

CAP ITU LO P R IM E R O . — E i colegio de A n tio qu ia .......................................... 33

Antioquia, 33.— Peticiones y donaciones, 33,— En busca de


la licencia real, 36.— Hacia la fundación, 38,— La fundación,
39.— Personal del colegio, 4 1 — Iglesia de Santa Bárbara, 42.—
Bienes del colegio, 42.—

C A P IT U L O S E G U N D O .— En ef Va/fe de/ C a u c a ................................ 45

I. Ef colegio de Buga ................................................................... 45

Buga, 45 — Donación de don Cristóbal Botín, 45 — Dona-


ción de doña María de Lenis Gamboa, 46,— Permiso del P. Ge­
neral, 47,— Licencia real, 48.— Los bienes de la fundación, 52 —
Progresos del colegio, 53,— Una información, 54.— Casa de
ejercicios, 55.— Pleitos, 55,— El terremoto de 1766, 57,—

II E n C a f i ....................: ......................................................................... 57

Cali, 5 7 Donaciones, 57,— Se desiste de la fundación, 58 —


Un nuevo legado, 60,—
IN D IC E
582
C A P ÍT U L O T E R C E R O .— En Venezuela ....................................................... 61

I. M aracaibo ......................................................................................... 61

La ciudad, 61,— Intentos de fundación, 61.— La donación


de don José Blanco, 63.— Nuevas donaciones, 64,— Fundación
de la residencia, 67.— Nuevas instancias, 68 —

II. Caracas .............................................................................................. 7íl

Primeros provectos, 71,— Nuevos intentos, 72,— La funda­


ción, 77,—

III. C o ro ................................................................................................... 79

La ciudad, 79,— Pide un coiegio de ia Compañía, 80.— Se


desiste de la fundación, 81,—
C A P IT U L O C U A R T O .— Ef Colegio de Santo D o m in g o ............................... 83

Primeras dificultades, 83.— Privilegios universitarios, 84,—


La Universidad de Santo Tomás, 86.— El pleito universitario,
87.— La vida del colegio, 90,— En pugna con el presidente,
94,— Pleito sobre e! seminario, 97.— Pleito de los estatutos,
99,— Dispensas matrimoniales, 101,— Los colegiales, 102.—

L IB R O SE G U N D O

Los trabajos y los días

C A P IT U L O P R IM E R O .- El gobierno del P. Pedro Calderón ........................ 107

P, Pedro Calderón, 107,— Provinciales, 109,— Expedición


misionera, 110,— En Santafé: San Bartolomé versus Rosario,
117,— San Bartolomé Colegio Mayor, 120.— En Cartagena,
121,— La hacienda de la Miel, 123.— El Colegiode Ocaña, 124.—
P. Miguel A. Schabel, 126,— P. Juan Francisco Ricci, 133.—
Ultimos años del P. Calderón, 135,—

C A P IT U LO S E G U N D O .— La visita del P. Francisco S ie rra ........................... 136

I. P. Francisco Daza, .......... ............................................................. .. . 136

Antecedentes, 136.— La Iglesia de San Ignacio: La Custodia,


138.— El altar de N. Sra.de Loreto, 139,— En Mérida, 140.-

t!. P. Juan de T o b a r , .............................................................................


Biografía, 141,— El Colegio de Ocaña, 143,— Muerte del P.
Martínez Rubio, 143,—
IN D IC E
583

Ml. La visita de¡ P. Francisco Sierra, ....................................................... 145


Envío de un visitador, 145.— Disposiciones del P. Sierra,
145.— Otros asuntos, 147,-

CAPtTULO T E R C E R O .- P. Mateo M im beta ................................................. 149

I. E i P. Mimbeia Viceprovinciai,......................................................... 149

Antecedentes, 149,— La congregación provincial de 1711,


152,— Los procuradores, 152,— Estado de la provincia, 156.—
El tejar de Tierrabomba, 158.— Revelión en Mompós, 159 —

M. Provincial..................................................... .......................... .. 160

La elección de! vicario capitular, 160,— El Dr. Vergara Azcá-


rate, 162.— El presidente Francisco Meneses, 162.— Visita de la
provincia, 167,— El P. Yopolo, 167,— Una carta del Colegio de
Tunja, 168,— Contrariedades en Cartagena, 170.— Cambio de
gobierno, 172,—

C APITULO C U A R T O .— P. Ignacio de Meaurio ............................................. 173

Biografía, 173.— Estado de la provincia, 174,— El colegio de


Mérida, 178.— Formación de los jóvenes, 181,— San Bartolomé:
De nuevo la precedencia, 182,— Donación de don José Blanco,
186,- El naufragio de la misión, 187,— Visitador de la provincia
de Quito, 190,—

C A PIT U LO Q U IN T O .— P. Francisco Antonio González ............ .. . 192

El nuevo gobierno, 192,— Congregación provincial de 1720,


193.— Los procuradores, 195,— Expedición misionera de 1723,
198.— El estado de la provincia, 206.— Visita de la provincia,
208,— Bienhechores, 209,— Fallecimientos, 209,—

C A PIT U LO S E X T O .— PP. Francisco Méndez y Diego de T a p ia ................... 210

I. P. Francisco M éndez,........................................................................ 210

Nuevos superiores, 210,— Estado de la provincia, 211.—


Renuncia de ios curatos de Fontibón y Pauto, 212,— Un bienhe­
chor en Mompós, 213.- Muerte del P. Méndez, 214.

II. P. Diego de T a p ia ........................................................................... 215

Cambio de gobierno, 215.— Progresos y problemas, 216.—


Bienhechores, 219.- Visita de la provincia, 219,— Fiestas de
San Luis Gonzaga, 219,— Congregación provincial, 220,—
IN D IC E
584

III. Pleito sobre las tierras de El Tigre .................................................... 220

C A PIT U LO SEPTIM O . — Según do Pro vinciala to de! P. González.............. 225

Nuevos superiores, 225,— Los procuradores, 226.— La expe­


dición de 1735, 229.— Por la provincia, 231,— Bienhechores,
234,— El seminario de Cartagena, 235,— La doctrina de Cereté,
237,— Los andaquíes, 239,— La misión del Orinoco, 243,— La
hacienda de Pacho, 243,— Muerte del P. González, 244 —

C A PITU LO O C T A V O .- Ef P: Jaime L ó p e z ................................................. 246

Movimiento de superiores, 246.— Dificultades y progresos,


249.— La residencia.de Maracaibo, 252,— Catálogo de 1736,
252.— Visita de la provincia, 253.—

C A PIT U LO N O V EN O ,— Gobierno de los PP. José Gumifla y Tomás de


Casabona............................................................... 257

I. Ef P, José Gumifía ............................................................................ 257

El P. Gumilla provincial, 257.— Congregación provincial de


1738, 258,— La imprenta, 259.—

II. P. Tomás Casabona,.................................................. 2 59

Los superiores, 259,- Estadísticas, 260,- Ef ataque inglés a


Cartagena y los jesuítas, 260,— Misiones circulares, 265,— Tres
obras importantes, 265.— Visita de la provincia, 265,—

C A PIT U LO DECIMO. —P. Angel María Manca ............................................. 267

El nuevo provincial, 267,- La misión de 1743, 268,- Ef te­


rremoto de 1743, 276.— La congregación del Sagrado Corazón,
277.— Renuncia de! curato de Honda, 111 — Un funcionario
puntilloso, 280.— En la diócesis efe Santa Marta, 285,— Una
vocación notable, 286,— Ultimos años del P. Manca, 287,—

C A PITU LO U N D ECIM O ,— La misión det Darién ................................ . , . . 289

I. El Darién y su historia .................................................................... 289

La región, 289.— Los cunas, 290,— La colonización española,


292,— Antecedentes misionales, 292 — Los escoceses, 294,—
Los franceses, 294,— Los españoles, 295,— El tratado de paz,
296 -
IN D IC E
585

II, La misión jesuítica............................................................................ 298

Los comienzos, 298.— El P. Walburger, 300,— En el Da


ríén del Norte, 302,— Los obstáculos, 305,— Fin de ía misión,
306.-

CAPITULO D U O D EC IM O ,- Un antiguo boiandista..................................... 308

!. Por ¡a provincia ..................................................... ............................ 308

El P, Pedro Fabro, 308,— Congregación provincial de 1750,


309.— Estado de la provincia, 312,— Los procuradores, 315,—
Misiones en la provincia de Santa Marta, 318,— Ei arzobispo de
Santafé, Pedro Felipe Azúa, 322,— Visita de la provincia, 325,—
Fallecimientos, 325.-

II. La misión de la Guajira ................................................................... 326

Los guajiros, 326,— Los misioneros capuchinos, 327.— El


señor Nieto Polo y los goajiros, 330,— Jesuítas para la Goajira,
331.-

C A PIT U LO D ECIM O T E R C E RO.— Los últimos Provinciales ..................... 335

I, P, Ignacio Ferrer .............................................................................. 335

El nuevo provincial, 335.~ El colegio de Caracas, 336.— Ca­


tálogo de 1753, 336.— El nombramiento del P. Scribani, 338,—
En el colegio de Mérida, 339,— Los abastos, 339.— La imagen y
camarín de Nuestra Señora de la luz, 341,— El P, Francisco
Antonio Cicero, 341 .—

II. £7 P. José M olina .............................................................................. 342

Antecedentes, 347,— Preparando la congregación provincial,


343,— Catálogo de 1756, 343,— La doctrina de Güicán, 344,—
El colegio de Mérida, 345,—

MI. P, Domingo Scribani ........................................................................ 347

Nombramiento, 347,— Congregación Provincial, 347,— Los


procuradores, 349,— Escasez de sujetos, 350,— La expedición
misionera de 1760, 351,— Misiones populares, 352.— E! último
catálogo, 352,— "U n regalo gravoso", 353.—

[V, P Manuel Baizátegui .................................................................. 354


IN D IC E
586

El P. Balzátegut, 354,— La última congregación provincial,


354.— La misión de 7767, 357,— La traslación del colegio de
Honda, 360,— Renuncia a varias doctrinas, 362.—

C A P tT U LO D E C IM O C U A R T O — Los Colegios de Popayán y Pasto ............ 364

L E l Colegio de Popayán ........................................................................ 364

El P. Diego Abad, 364,— Las minas de Jelim a, 364,— Visita


del P. Santos, 366,— El P. Jacinto Moran, 3 6 6 — Los marqueses
de San Miguel, 367.— Un rector en conflicto, 368.— El P, Fer­
nando María Conosciutti, 369.— Un pleito, 369,— El P. Leonardo
Deubler, 370,— Visita del P. Zarate, 372,— El terremoto de
1736, 374,— El legado de la marquesa, 375,— Los estudios,
376,— Él colegio en sus últimos años, 377,—

II. E l colegio de Pasto .............................................................................. 378

Los jesuítas del colegio, 3 78.- El P. Maugeri, 379.- El


colegio en 1764, 381.—

C A P IT U L O D E C IM O Q U IN T O - Los templos jesuíticos .............................. 383

La Iglesia de San Ignacio , 383,— Pedro Laboria y la Capilla


del Rapto, 384,— La iglesia de Cartágena, 385,— La Iglesia de
San José, 389.— La Iglesia de Santa Bárbara (Santafé de Antio-
quía), 390,—

C A P IT U L O D EC IM O S E X T O .— La espiritualidad y la observancia religiosa. 392

Los ejercicios espirituales, 392.— Casas de ejercicios, 394.—


Devoción al Sagrado Corazón de Jesús, 396,— Devoción a la
Virgen Santísima, 399.— La observancia regular, 401.— Defec­
tos, 403.-

L IB R O T E R C E R O

Actividad cultural

C A P IT U L O P R IM E R O ,— Las universidades .................................................... 409

I. La Universidad Javeríana..................................................................... 409

La Facultad de Derecho, 409.- El Doctor Nicolás Vélez


Suescún, 412.— Un pleito sobre precedencias, 414,— La Cáte­
dra de Sagrada Escritura, 415.
IN D IC E
587

II. La Universidad de San José de Popayán ............................................ 416

La iniciativa del Señor Fígueredo, 416.— Pleito por la dota­


ción, 418.- Los Grados, 421.- Los Catedráticos, 422.—

C A PIT U LO S E G U N D O .— Teófogos y filó so fo s ............................................ 424

I, P, Juan Martínez de Ripaida, 424.— Biografía, 424,

II, Profesores de Filosofía y Te o lo g ía ................................................... 427

Los Catedráticos, 427.— P, Juan Antonio Varillas, 429.—


P, José Matías de Herrera, 430.— P, Francisco de Herrera,
431, — P. Juan Manuel Romero, 431.— P. Juan José Romero,
432, — P. Francisco Cataño, 433,— P. Juan Andrés de Tejada,
434,- P. Luis Chacón, 435.- P. Simón Wynants, 436,- P. José
Rojas, 437,— P. Jerónimo Godoy, 437,— P, José Valls, 438,—
P. Pedro Choperena, 438.— P. Francisco Granados, 439,— P.
José Pagés, 440,— P. Francisco Javier Trías, 441,— P. José
Antonio Ferraro, 442,- P, Nicolás Candela, 443.

C A P IT U L O T E R C E R O .— Dos manuscritos Javerianos .................................. 444

I. Physica Speciaiis et Curiosa............................................................. 444

II. Un tratado de urbanidad .................................................................... 450

C A P IT U L O C U A R T O .— P. Juan de Ribero ..................................................... 456

Biografía, 456,- Labor lingüistica, 459,- “ Teatro del De-


sengaño", 460.— “ Historia de tas misiones de los llanos de Casa-
nare y ríos Orinoco y Meta, 464,—

C A P IT U L O Q U IN T O . —P. José G u m itta ....................................................... 467

Biografía, 467,— “ El Orinoco Ilustrado", 472,— Biografías,


476.— Relación sobre Ja reducción de ios Betoyes, 477,— Me*
moríales, 478.— Cartografía, 479,—

L IB R O C U A R T O

Misiones

CAP I TU LO UN IC O ,- Misiones Jesu ( tic a s ..................................................... 485

A orillas del Guaviare, 485,— En el Casanare, 486.— San Igna­


cio de Betoyes, 489.— San Francisco de Regis de Guanapalo,
IN D IC E
588

490,— San Miguel de Macuco, 491,— Guahivos y chíricoas,


492,— La conquista espiritual del Orinoco, 494,- El ataque
caribe, 494.— La concordia de 1734, 495,— Nuevos ataques
caribes, 4 9 5.- Cabruta, 4 9 6.- Nuevas reducciones, 497,— El
descubrimiento del Casiquiare, 498.— La Expedición de lím i­
tes, 499.—

II. La labor misionera ................................................................................ 500

Las entradas, 500.- Las reducciones, 502.- Las dificultades,


5 03.-

L IB R O Q U IN T O

La expulsión de los jesuítas del Nuevo Reino de Granada ............................ 507

E p ílo g o ................................................................................................................ 539

IN D IC E A L F A B E T I C O ..................................................................................... 541

IN D IC E G E N E R A L ............................................................................................ 581

JfO *T I¥U ÍA U îIIT ÎllS lO M ) . t A V t m i í *


ESTE LIBRO SE TERMINO DE IMPRIMIR
EN LA OFICINA DE PUBLICACIONES
DE LA PONTIFICIA UNIVERSIDAD
JAVERIANA, EL DÍA 31 DE JULIO
DE 1989, FIESTA DE SAN IGNACIO DE
LOYOLA, EN BOGOTA D.E. COLOMBIA

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