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La química es la ciencia que estudia tanto la composición,


la estructura y las propiedades de la materia, como los cambios que
esta experimenta durante las reacciones químicas y su relación con
la energía.1 Linus Pauling la define como la ciencia que estudia
las sustancias, su estructura (tipos y formas de acomodo de
los átomos), sus propiedades y las reacciones que las transforman en
otras sustancias en referencia con el tiempo.2
La química moderna se desarrolló a partir de la alquimia, una
práctica protocientífica de carácter filosófico, que combinaba
elementos de la química, la metalurgia, la física, la medicina,
la biología, entre otras ciencias y artes. Esta fase termina al ocurrir la
llamada Revolución de la química, basada en la ley de conservación
de la materia y la teoría de la combustión por oxígeno postuladas por
el científico francés Antoine Lavoisier.3
Las disciplinas de la química se agrupan según la clase de materia
bajo estudio o el tipo de estudio realizado. Entre estas se encuentran
la química inorgánica, que estudia la materia inorgánica; la química
orgánica, que estudia la materia orgánica; la bioquímica, que estudia
las sustancias existentes en organismos biológicos;
la fisicoquímica que comprende los aspectos estructurales y
energéticos de sistemas químicos a escalas macroscópica, molecular
y atómica, y la química analítica, que analiza muestras de materia y
trata de entender su composición y estructura mediante diversos
estudios y reacciones.

HISTORIA DE LA QUÍMICA

La química comienza cuando el hombre aprendió a utilizar


el fuego para modificar las cosas en su provecho, como para
fabricar piezas de alfarería, cocinar alimentos y construir objetos
metálicos.
La historia de la química está íntensamente unida al desarrollo del
hombre ya que embarca desde todas las transformaciones de
materias y las teorías correspondientes. A menudo la historia de la
química se relaciona íntimamente con la historia de los químicos y
- según la nacionalidad o tendencia política del autor - resalta en
mayor o menor medida los logros hechos en un determinado
campo o por una determinada nación.

La ciencia química surge en el siglo XVII a partir de los estudios


de alquimia populares entre muchos de los científicos de la época.
Se considera que los principios básicos de la química se recogen
por primera vez en la obra del científico británico Robert Boyle:
The Skeptical Chymist (1661). La química como tal comienza sus
andares un siglo más tarde con los trabajos del francés Antoine
Lavoisier y sus descubrimientos del oxígeno, la ley de
conservación de masa y la refutación de la teoría del flogisto como
teoría de la combustión.

PRIMEROS AVANCES

El principio del dominio de la química (que para unos antropólogos


coincide con el principio del hombre moderno) es el dominio del
fuego. Hay indicios que hace más de 500.000 años en tiempos
del homo erectus algunas tríbus conseguieron este logro que aún
hoy es una de las tecnologías más importentes. No sólo daba luz
y calor en la noche y ayudaba a protegerse contra los animales
salvajes. También permitía la preparción de comida cocida. Esta
contenía menos microorganismos patógenos y era más fácilmente
digerida. Así bajaba la mortalidad y se mejoraban las condiciones
generales de vida.

El fuego también permitía conservar mejor la comida y


especialmente la carne y el pescado secándolo y ahumándolo.

Desde este momento hubo unas relaciones intensas entre las


cocinas y los primeros laboratorios químicos hasta el punto que la
pólvora negra fue descubierta por unos cocineros chinos.
Finalmente era imprescindible para el futuro desarrollo de la
metalurgia, la cerámica y el vidrio y la mayoría de los pocesos
químicos.

LA QUIMICA COMO CIENCIA

El filósofo griego Aristóteles pensaba que las sustancias estaba


formada por cuatros elementos: tierra, aire, agua y fuego.
Paralelamente discurría otra corriente paralela, el atomismo, que
postulaba que la materia estaba formada de átomos, partículas
indivisibles que se podían considerar la unidad mínima de materia.
Esta teoría, propuesta por el filósofo griego Demócrito de Abdera
no fue popular en la cultura occidental dado el peso de las obras
de Aristóteles en Europa. Sin embargo tenía seguidores (entre
ellos Lucrecio) y la idéa se quedó presente hasta el principio de la
edad moderna.

Entre los siglos III a.C. y el siglo XVI d.C la química estaba
dominada por la alquimia. El objetivo de investigación más
conocido de la alquimia era la búsqueda de la piedra filosofal, un
método hipotético capaz de transformar los metales en oro. En
la investigación alquímica se desarrollaron nuevos productos
químicos y métodos para la separación de elementos químicos.
De este modo se fueron asentando los pilares básicos para el
desarrollo de una futura química experimental.

La química como tal comienza a desarrollarse entre los siglos XVI


y XVII. En esta época se estudió el comportamiento y
propiedades de los gases estableciéndose técnicas de medición.
Poco a poco fue desarrollándose y refinándose el concepto de
elemento como una sustancia elemental que no podía
descomponerse en otras. También esta época se desarrolló la
teoría del flogisto para explicar los procesos de combustión.

A partir del siglo XVIII la química adquiere definitivamente las


características de una ciencia experimental. Se desarrollan
métodos de medición cuidadosos que permiten un mejor
conocimiento de algunos fenómenos, como el de la combustión
de la materia, descubriéndo Lavoisier el oxígeno y sentando
finalmente los pilares fundamentales de la moderna química.

EL VITALISMO Y EL COMIENZO DE LA QUIMICA


ORGANICA

Después de que se comprendieran los


principios de la combustión otro debate de
gran importancia se apoderó de la química. El
vitalismo y la distinción esencial entre la
materia orgánica e inorgánica. Esta teoría
asumía que la materia orgánica sólo pudo ser
producida por los seres vivos atribuyendo
este hecho a una vis vitalis inherente en la
propia vida. Base de esta asunción era la
dificultad de obtener materia orgánica a partir
de precursores inorgánicos.

Este debate fue revolucionado


cuando Friedrich Wöhler descubrió
accidentalmente como se podía sintetizar la
urea a partir de cianato de amónio en 1828
mostrando que la materia orgánica podía
crearse de manera química. Sin embargo
aún hoy en día se mantiene la clasificación
en química orgánica e inorgánica,
ocupandose la primera esencialmente de
los compuestos del carbono y la segunda
de los compuestos de los demás elementos.

Los motores para el desarrollo de la química orgánica era en el


principio la curiosidad sobre los productos presentes en los seres
vivos (con probablemente la esperanza de encontrar nuevos
fármacos) y la síntesis de los colorantes o tintes. La última surgió
tras el descubrimiento de la anilina por Runge y la primara síntesis
de un colorante artificial por Perkin.
Luego se añadieron los nuevos materiales como los plásticos,
los adhesivos, los cristales líquidos, los fitosanitarios etc.

Hasta la segunda guerra mundial la principal materia prima de la


industria química orgánica era el carbón dada la gran importancia
de Europa en el desarrollo de esta parte de la ciencia y el hecho
que el carbón en Europa no hay grandes yacimientos de
alternativas como el pertóleo. Con el final de la segunda guerra
mundial y el creciente peso de los estados unidos en el sector
químico la química orgánica clásica se convierte cada vez más en
la petroquímica que conocemos hoy en día. Una de las
principales razones era la mayor facilidad de transformación y la
gran varidad de productos de partida encontradas en el petróleo.

LA TABLA PERIÓDICA

En 1860 los cientificos ya habian descubierto más de 60


elementos diferentes y habian determinado su masa atómica.
Notaron que algunos elementos tenian propiedades químicas
similares por lo cual le dieron un nombre a cada grupo de
elementos parecidos. En 1829 el químico J.W. Döbenreiner
organizó un sistema de clasificación de elementos en el que éstos
se agrupaban en grupos de tres denominados triadas. La
propiedades químicas de los elementos de una triada eran
similares y sus propiedades físicas variaban de manera ordenada
con su masa atómica.

Algo más tarde, el químico ruso Dmitri


Ivanovich Mendeleyev desarrolló una tabla periódica de los
elementos según el orden creciente de sus masas atómicas.
Colocó lo elementos en columnas verticales empezando por los
mas livianos, cuando llegaba a un elemento que tenia propiedades
semejantes a las de otro elemento empezaba otra columna. Al
poco tiempo Mendeleiev perfecciono su tabla acomodando los
elementos en filas horizontales. Su sistema le permitió predecir
con bastante exactitud las propiedades de eleemntos no
descubiertos hasta el momento. El gran parecido del germanio
con el elemento previsto por Mendeleyev conseguió finalmente la
aceptación general de este sistema de ordenación que aún hoy se
sigue aplicando.

DESARROLLO DE LA TEORÍA ATÓMICA

A lo largo del siglo XIX la química estaba dividida entre los


seguidores de la teoría atómica de John Dalton y aquellos que no
como Wilhelm Ostwald y Ernst Mach. Los impulsores más
decididos de la teoría atómica eran Amedeo Avogadro, Ludwig
Boltzmann y otros que consiguieron grandes avances en la
comprensión del comportamiento de los gases. La disputa fue
finalizada con la explicación del efecto Browniano por Albert
Einstein en 1905 y por los experimentos de Jean Perrin al
respecto. Mucho antes de que la disputa hubiera sido resuelta
muchos investigadores habían trabajado bajo la hipótesis atómica.
Svante Arrhenius había investigado la estructura interna de los
átomos proponiendo su teoría de la ionización. Su trabajo fue
seguido por Ernest Rutherford quien abrió las puertas al
desarrollo de los primeros modelos de átomos que
desembocarían en el modelo atómico de Niels Bohr. En la
actualidad el estudio de la estructura del átomo se considera una
rama de la física y no de la química.

Historia de la química

INTRODUCCION
La aparición de la ciencia que llamamos "Química" requiere un proceso
histórico más dilatado y lento que otras ramas de la ciencia moderna.
Tanto en la antigüedad como en la Edad Media se contemplan
denodados esfuerzos por conocer y dominar de alguna forma los
elementos materiales que constituyen el entorno físico que nos rodea.
Averiguar cuáles sean los elementos originarios de los que están
hechos todas las cosas así como establecer sus características,
propiedades y formas de manipulación son las tareas primordiales que
se encaminan al dominio efectivo de la naturaleza. No es, pues, extraño
que en sus primeros balbuceos meramente empíricos los resultados no
tengan otro carácter que el que denominamos "mágico": la magia como
conocimiento de la realidad que se oculta tras la apariencia de las cosas
y como práctica que permite actuar sobre ellas según nuestra
voluntad. Numerosas técnicas inventadas por el ser humano desde sus
orígenes conciernen a la química: preparación de alimentos y de
medicinas, procedimientos de curtido, de teñido, etc. Sin embargo el
nacimiento de una ciencia química es muy reciente.
La química, recoge hoy el conjunto de disciplinas científicas que
estudian las transformaciones de una sustancia en otra, sin que se
alteren los elementos que la integran.. Las especulaciones de los
filósofos de la antigua Grecia sobre los elementos o la búsqueda de la
piedra filosofal y del elixir
de larga vida por algunos alquimistas de la Edad Media, no
son sino el lejano preludio de la química moderna.
Hasta el siglo XVIII no se introdujo en la química un auténtico método
experimental, en el siglo XIX se establece la
clasificación periódica de los elementos, que iba a inaugurar
una nueva era para la ciencia química. Actualmente el trabajo
experimental de los químicos es fruto de una enorme labor de equipo
más que de químicos aislados.................................

EL NACIMIENTO DE LA QUÍMICA EN LA PREHISTORIA

Desde sus orígenes, el hombre fue adquiriendo, los conocimientos


necesarios para fabricar productos que hoy usamos, sin siquiera pensar
de donde salieron.

El hombre primitivo fue explorador de su territorio, tocaba y apreciaba


la textura de cada cosa, las olía y producía ruido sobre ellas. El hombre
cavernícola cazaba su presa y comía la carne cruda, no le quedaba otra
alternativa. Pero a medida que formaba comunidades, comenzó a sacar
provecho de las propiedades de cada cosa, descubrió la manera en que
podía utilizarlas mejor. Aprendió que la leña al quemarse producía calor;
que al beber agua saciaba su sed.

En el pasado, los materiales que se usaron en las diferentes actividades


humanas, han servido hoy para establecer ciertos periodos en la historia
del hombre. Así la Edad de Piedra corresponde a la etapa anterior al
uso de los metales, y los periodos que siguen, la Edad del Bronce y la
Edad del hierro, comprenden la etapa en la que el hombre aprendió a
extraer el cobre y el hierro de sus minerales.

Un Buen día, alguien arrojó al cobre caliente y fundido un misterioso


polvo de color gris, y entonces surgió un metal más resistente: El
Bronce. También de manera fortuita, algún otro, al calentar ciertas
piedras rojizas sobre carbón de leña, logró obtener un nuevo metal: el
Hierro. Los guerreros utilizaron el hierro para fabricar sus armas; sin
embargo, la historia nos informa que el agresor, después de asestar
sobre su enemigo un golpe rudo, tenía que enderezar la espada. El
Problema del metal quedó resuelto cuando descubrieron nuevas
aleaciones como el acero.

La química más antigua que conocemos es la metalurgia, el arte de


tratar los metales, un conocimiento que mezcla la magia, la mística y la
técnica de los pueblos antiguos.

EL CONOCIMIENTO DE LA MATERIA EN LAS CULTURAS


ANTIGUAS

Cultura Arcaica Egipcia:

En el Egipto arcaico alcanzó un notable desarrollo la obtención de


colorantes minerales y vegetales, de colas, ceras y barnices. Ello se
refleja en un bajorrelieve del Imperio Nuevo procedente del templo de
Kalabsa, en la frontera meridional del Alto Egipto, cuyos colores se han
conservado durante más de tres mil años. El análisis químico ha
demostrado que el rojo se obtuvo con limonita arcillosa quemada, el
amarillo con ocre terroso compuesto por óxidos de hierro hidratados, el
azul a partir de óxido de cobre y el verde, mezclando el amarillo y el
azul.
Desde el tercer milenio antes de C., los egipcios explotaron los
minerales auríferos, principalmente los de los yacimientos del norte de
Nubia. La obtención de oro a partir de ellos se representa en una pintura
mural de una tumba del siglo XV anterior a nuestra era. Los minerales
se pulverizaban en morteros y molinos de piedra o pisoteándolos. Se
lavaban y se colocaban en crisoles poco profundos sobre hornos de
fundición, cuyo fuego atizaban esclavos mediante fuelles. Se añadía sal
y plomo, eliminándose los residuos de plata al formarse cloruro
argéntico que, junto al plomo, constituía las escorias. A los cinco días,
el crisol se sacaba del fuego y el oro fundido se vertía en pequeñas
vasijas en las que se enfriaba y solidificaba.

Cultura Clásica China:

La extraordinaria fecundidad técnica de la cultura clásica china ha


motivado que sea llamada "cuna de los grandes descubrimientos de la
humanidad". En la invención de la pólvora, mezclando salitre, azufre y
carbón, se distinguen dos grandes etapas: a mediados del siglo IX se
obtuvo pólvora "deflagrativa", que ardía con una combustión repentina,
y dos centurias después, pólvora explosiva. A partir del XIII, el ejército
chino utilizó cañones como el que aparece en un grabado del tratado de
artillería de Ching Yü (1412), que lanzaban proyectiles esféricos de
hierro fundido.

En el siglo I se fabricaba ya en China porcelana mediante el


procedimiento de cocer caolín a unos 1.280 grados, consiguiendo por
vitrificación un barniz traslúcido y totalmente impermeable. En una
pintura de un atlas de la época de la dinastía Ch'ing (finales del siglo
XVIII) aparecen los hornos tradicionales en los que se fabricaba.

La destilación del alcohol es otra técnica de invención china, expuesta


en diversos tratados a partir del siglo VII, que fue después asimilada por
el mundo islámico y el europeo. Una pintura del mismo atlas antes
citado (finales del siglo XVIII) representa un alambique, en cuya base
hay un horno alimentado con leña; en su interior hay un depósito de
enfriamiento o condensador, al que llega agua fría a través de una
tubería central; en la parte inferior izquierda, un tubo lleva la sustancia
destilada a un recipiente.

Los importantes avances que la metalurgia china consiguió en fechas


muy tempranas pueden ejemplificarse en el pleno desarrollo de la
copelación a comienzos de la época de la dinastía Han (siglo III antes
de C.), como procedimiento para el refino del oro y la plata, mediante su
aleación con plomo y la oxidación posterior del plomo fundido para
separarlo del metal precioso.

RENACIMIENTO EUROPEO

La principal rebelión total contra las ideas tradicionales en la Europa del


Renacimiento fue la del médico Theophrastus Bombast von
Hohenheim, llamado Paracelso, que vivió durante la primera mitad del
siglo XVI. Basándose principalmente en las doctrinas alquimistas,
desplazó a un segundo plano la teoría de los cuatro elementos y
también la de los cuatro humores orgánicos. Formuló una visión
dinámica del universo, del cuerpo humano y de sus enfermedades
fundamentada en las tres "sustancias" alquímicas ("mercurius",
"sulphur" y "sal") y en el "arqueo", fuerza vital específica que las
ordenaba en el cuerpo del hombre.

Las técnicas minerometalúrgicas, de destilación y de ensayo de


metales, las más importantes de carácter químico en la Europa de
Renacimiento, se ilustran con tres obras clásicas españolas de primer
rango: las de Álvaro Alonso Barba, Diego de Santiago y Juan de Arfe.

Minerometalurgia:

El principal motor del desarrollo técnico del beneficio de minerales en la


España del Renacimiento fue la explotación de los yacimientos
americanos de metales preciosos. La amplia serie de innovaciones que
se inició con el método de amalgamación de minas de plata de
Bartolomé de Medina (1555) culminó con el Arte de los metales (1640),
de Álvaro Alonso Barba, tratado que las expuso sistemáticamente,
aparte de incluir las inventadas por su autor. El grabado representa los
"instrumentos que ha de tener el fundidor", entre los que destacan varias
balanzas (A,B,C) y un juego de agujas (H) para realizar ensayos de
metales preciosos con piedras de toque.

Destilación:

El laboratorio de destilación más importante de la Europa renacentista


fue el instalado en El Escorial. Diego de Santiago fue el más destacado
de los "destiladores de Su Majestad" que trabajaron en él. Publicó
una Arte separatoria (1589), tratado en el que expuso sus aportaciones,
entre ellas, un "destilatorio de vapor" de su invención. Los dibujos que
figuran junto al libro representan dicho aparato y una de las grandes
"torres de destilación" del laboratorio de El Escorial.

Ensayo de Metales:

La importancia económica que la determinación de la ley de las


monedas tuvo en la España renacentista motivó que en sus cecas se
instalaran los mejores medios técnicos de la época para el análisis
químico cuantitativo. La principal figura en este campo fue Juan de Arfe
Villafañe, "ensayador" de la ceca de Segovia y autor de un Quilatador
de plata, oro y piedras (1572), primer tratado sobre el tema impreso en
Europa. Los grabados de la exposición representan su balanza de
laboratorio, temprano ejemplo de la línea que conduciría a las modernas
de precisión; al propio Arfe colocando una copela en la boca superior
del hornillo, con la balanza a sus espaldas; y una redoma y otros
recipientes para ensayar el oro con ácido nítrico, mediante la técnica
llamada de "encuartación".

La Alquimia Europea:

La alquimia de la Antigüedad helenística y del Islam medieval, y a través


de ésta, la china- sirvieron de punto de partida a la que se desarrolló en
Europa desde la Baja Edad Media hasta finales del siglo XVII. Las
fuentes expuestas ilustran sus textos y patrones de comunicación, sus
doctrinas y sus aportaciones técnicas.

A diferencia de la ciencia académica, la subcultura científica en torno a


la alquimia utilizó casi exclusivamente manuscritos no accesibles
públicamente sino destinados a iniciados, utilizando por ello un lenguaje
esotérico a base de complejas metáforas e imágenes que asocian las
figuras técnicas con las alegóricas. Se expone la figura de un "horno y
vasos de destilación", procedente de un manuscrito alquímico
bajomedieval, y una página del titulado Splendor Solis (1582), en la que
aparecen símbolos y alegorías de purificación y "renacimiento".

Solamente en el siglo XVII se imprimieron de forma habitual textos


alquímicos. La más célebre compilación fue el Theatrum Chemicum
impresa en Estrasburgo el año 1659. Sus cuatro volúmenes reúnen, por
una parte, versiones latinas de los atribuidos a Hermes Trismegisto,
divinidad grecoegipcia, fundador mítico de la ciencia y la técnica, y a
Avicena (siglo XI) y otros autores árabes. Por otra, tratados bajo
medievales falsamente atribuidos a grandes personalidades científicas
de la época, como el alemán Alberto Magno, el mallorquín Ramón Lull
y el valenciano Arnau de Vilanova, así como varias obras del catalán
Joannes de Rupescissa, máxima figura de la alquimia de la Baja Edad
Media.

Uno de los tratados apócrifos de Arnau de Vilanova aparece en el


ejemplar expuesto censurado por la Inquisición: hay varias páginas
cortadas y la mayor parte de otra está oculta por un fragmento de otro
libro pegado en ella.

Aportes Técnicos:

Los alquimistas bajomedievales introdujeron en Europa y


perfeccionaron numerosas técnicas. La obtención de alcohol etílico y el
conocimiento de sus efectos como disolvente de las materias orgánicas
permitió, por ejemplo, extraer de éstas su "quinta essencia", en la que
se pensaba residían sus propiedades peculiares, y el hallazgo de los
primeros ácidos minerales, entre ellos, el "aqua regia" (combinación de
los ácidos nítrico y clorhídrico), permitió disolver las inorgánicas,
incluído el oro. Instrumentos de laboratorio según las figuras de un
manuscrito alquímico de la Baja Edad Media.

Los procesos químicos básicos fueron desarrollados por los


alquimistas. Aparatos para la calcinacción, sublimación, degradación,
solución, destilación, coagulación, fijación e incineración representados
en la Alchemia (1545), de Geber, nombre supuestamente árabe que
corresponde en realidad a un autor de la Europa latina.

Los alquimistas tardíos de la segunda mitad del siglo XVII realizaron


todavía algunos hallazgos. El más notable fue el conseguido en 1669
por Hennig Brandt quien, en el curso de sus experiencias con la orina,
obtuvo una sustancia blanca y cérea que resplandecía en la oscuridad,
convirtiéndose en el primer descubridor conocido de un elemento
químico: el fósforo. La exposición contiene un cuadro de finales de la
centuria siguiente que reconstruye el descubrimiento con sensibilidad
prerromántica.

El Eclecticismo: Libavius

Entre los seguidores de una postura intermedia entre los paracelsistas


y los partidarios de las ideas tradicionales sobresalió Andreas Libavius,
que insistió en el trabajo de laboratorio y publicó un influyente tratado
sistemático (1597). De éste proceden los grabados que representan el
edificio y el plano de un "laboratorio ideal". Hay en él instalaciones
destinadas a destilación (hh, ff), análisis cuantitativo (ee) y cristalización
(O), así como para alquimia (H) y preparación de medicamentos
químicos.

La Segunda Generación de Paracelsistas: Helmont

La gran figura de la segunda generación de paracelsistas, que


desarrolló su actividad durante la segunda mitad del siglo XVII, fue
Johann Baptist van Helmont. Realizó, entre otras, importantes
investigaciones sobre los gases y las bases, creando el término "gas" y
denominando "álcalis" a las lejías. Se expone un ejemplar de sus obras
completas (1648), abierto por una lámina en la que figura su retrato.

La Iatroquímica:

El sistema iatroquímico, vigente durante la segunda mitad del siglo XVII,


asumió las interpretaciones paracelsistas, pero eliminando sus
elementos panvitalistas y metafísicos, que sustituyó por el
mecanicismo, el atomismo y el método científico inductivo. Palestra
pharmacéutica chymico-galénica (1706) del iatroquímico español Félix
Palacios, abierta por una de sus láminas sobre instrumentos de
laboratorio y reproducción de su tabla de símbolos.
QUÍMICA Y FILOSOFÍA: Los Cuatro Elementos

Las explicaciones que solían dar los antiguos a los fenómenos que
observaban al aplicar sus técnicas, se basaban principalmente en
especulaciones filosóficas, astrológicas y místicas.. Al Pasar el tiempo
el hombre comenzó a preguntarse seriamente sobre la naturaleza de la
materia, de cómo estará compuesta, de a qué se deberán las distintas
propiedades de las cosas, y muchas más interrogantes. De las primeras
respuestas a estas interrogantes, nacieron las primeras teorías sobre la
estructura y composición .

Una de estas teorías es la que hoy conocemos como la Teoría de Los


Cuatro Elementos, tomada de Empédocles y perfeccionada por el gran
filósofo griego Aristóteles, que tuvo vigencia hasta el siglo XVIII.
Aristóteles afirma que toda experiencia se basa en definitiva, sobre
cuatro cualidades: Lo cálido ; lo frío ; lo seco ; lo húmedo. Todo lo
existente a nuestro alrededor, resulta de la combinación de estas cuatro
cualidades. Entonces, si combinamos lo seco con el frío obtenemos la
tierra, lo frío con lo húmedo resulta el Agua, lo húmedo con lo caliente
el Aire y finalmente, lo caliente con lo seco, origina el fuego.

LA REVOLUCION QUIMICA

El Traité élémentaire de chimie de Antoine Lavoisier (1743-1794), se


publicó en París en 1789 y representa la culminación de la química del
siglo XVIII que llevó al abandono de la teoría del flogisto y al uso de
nuevas concepciones sobre los elementos y la composición de los
cuerpos. El grabado de la exposición contiene numerosas referencias
al estudio de los gases, entre ellas la reducción del óxido de mercurio a
través del calor producido por una lupa, experiencia utilizada por Joseph
Priestley para aislar el oxígeno en la campana de gases.

El Texto de Lavoisier contiene la primera tabla de sustancias simples en


sentido moderno. A pesar de ello, en el panel puede observarse la
presencia en esta tabla sustancias que hoy consideramos compuestas,
como la alúmina (óxido de aluminio), la cal o la sílice. Lavoisier las
incluyó porque había sido incapaz de descomponerlas, aunque predijo
que pronto dejarían de formar parte de las sustancias simples. También
resulta sorprendente para un lector actual encontrar en esta tabla
"sustancias simples" como la "luz" o el "calórico".

La Hipótesis Atómica de John Dalton:

La hipótesis atómica de John Dalton (1766-1844) fue formulada a


principios del siglo XIX y marcó el comienzo del cálculo sistemático de
pesos atómicos para todos los elementos. De este modo, podían
explicarse las leyes de combinación establecidas durante estos años,
como la ley de proporciones definidas de Luis Proust, la ley de
proporciones múltiples del propio Dalton o la ley de proporciones
recíprocas de Benjamin Richter (1762-1807), autor que también acuñó
el término "estequiometría". En el panel puede contemplarse un retrato
de Dalton y un cuadro en el que aparece este autor recogiendo "gas de
los pantanos" (metano). También hemos reproducido una tabla de
Dalton con símbolos atómicos de elementos y compuestos y una tabla
de pesos atómicos.

Las ideas de Dalton no fueron universalmente aceptadas por los


químicos del siglo XIX. Además de otros aspectos, para el cálculo de
los pesos atómicos era necesario realizar algunas "hipótesis a priori"
imposibles de comprobar durante estos años, lo que permitió el
mantenimiento de la polémica durante un largo período de tiempo. Una
prueba de ello es que sigamos utilizando la expresión "hipótesis de
Avogadro" para designar la ley que afirma que volúmenes iguales de
dos gases, en condiciones iguales de presión y temperatura, contienen
el mismo número de moléculas. Cuando Amadeo Abogador, cuyo
retrato aparece en el panel, y André Marie Ampère (1775-1836)
formularon de modo independiente esta afirmación en los primeros años
del siglo XIX, se trataba de una "hipótesis a priori", imposible de
comprobar en la época. Sin embargo, su uso sistemático permitió a
Stanislao Cannizaro (1826-1910) defender en el congreso de Karlsruhe
en 1860 un sistema coherente de pesos atómicos. Los primeros valores
de la "constante de Avogadro" fueron obtenidos por Joseph Loschmidt
(1821-1895) en 1865, gracias al desarrollo de la teoría cinética de los
gases, por lo que la IUPAC recomienda el símbolo L para esta
constante.

La Química a Principios del Siglo XIX

La química aplicada a las artes:

El libro de José María de San Cristóbal y José Garriga i Buach Curso


de Química general aplicada a las Artes fue publicado en París en los
años 1804 y 1805. Pensionados por el gobierno de Carlos IV para
ampliar estudios de química en París, San Cristóbal y Garriga
publicaron en la capital francesa esta obra, con la ayuda de otros
pensionados, como Manuel Esquivel de Sotomayor, que realizó algunos
de los grabados del libro. Se trata de una de las primeras de su género
publicadas en castellano y supone un esfuerzo por aplicar la nueva
química a la mejora de las "artes" (vidriería, metalurgia, tintes, etc.). Sólo
se publicaron dos de los cuatro volúmenes previstos. El laboratorio que
aparece en el grabado perteneció al químico francés Nicolas-Louis
Vauquelin (1763-1829), uno de los profesores de química en París de
los autores del libro.

La química médica:

Mateu Josep Bonaventura Orfila i Rotger (1787-1853), que también


obtuvo una pensión de estudios en París para estudiar química, es
considerado habitualmente como el fundador de la toxicología moderna.
Nació en Mahón, estudió química en la Universidad de Valencia y en la
escuela de la Junta de Comercio de Barcelona, la cual le ofreció una
pensión de estudios que le permitió viajar a París. Allí estudió química
con Nicolas Vauquelin (1763-1829) y con Jacques Thenard (1777-1857)
y se doctoró en medicina en la facultad de París, de la que llegó a ser
decano. Desarrolló numerosos trabajos en el campo de la toxicología y
la química médica y participó en la dirección del Journal de chimie
médicale, de pharmacie et de toxicologie Su libro Éléments de chimie
fue publicado por primera vez en 1817 en París y se convirtió en uno de
los principales manuales de enseñanza de la química de la primera
mitad del siglo XIX.

NACIMIENTO EN ESPECIALIDADES DE LA QUIMICA

La Química Inorgánica:

El tratado de química del sueco Jöns Jacob Berzelius (1779-1848) fue


una de las obras de referencia más importantes para los químicos de la
primera mitad del siglo XIX. Además de sus importantes contribuciones
al desarrollo de la química inorgánica, Berzelius es recordado por haber
introducido las modernas fórmulas químicas. Se expone el primer
volumen de la traducción castellana de los Doctores D. Rafael Sáez y
Palacios y D. Carlos Ferrari y Scardini que apareció en Madrid en 15
volúmenes entre 1845 y 1852.

La química orgánica:

Justus von Liebig (1803-1873) fue uno de los principales artífices del
desarrollo de la química orgánica del siglo XIX. En la exposición puede
contemplarse la traducción de su libro Química orgánica aplicada a la
fisiología animal y a la patología..., que apareció en Cádiz en 1845. En
el panel aparece también un grabado que representa a Liebig
trabajando en su laboratorio y otro del laboratorio de Liebig en Giessen
en 1842. Este laboratorio es considerado como uno de los centros más
importantes de enseñanza de la química del período. En el estudiaron
químicos tan importantes como A.W. Hofmann, Fresenius, Pettenkofer,
Kopp, Fehling, Erlenmeyer, Kekulé, Wurtz, Regnault, Gerhardt,
Williamson, O. Wolcott Gibbs, entre otros. También estudió con Liebig
el español Ramón Torres Muñoz de Luna (1822-1890) que tradujo al
castellano alguna obras del químico alemán.

Una de las contribuciones de Liebig en el campo de la química orgánica


fue el desarrolló de métodos de análisis más precisos y seguros. El
grabado inferior, procedente del Tratado elemental de química general
y descriptiva de Santiago Bonilla publicado a finales de siglo, muestra
un aparato basado en el método de Liebig para determinar carbono e
hidrógeno en sustancias orgánicas. El procedimiento está basado en la
propiedad del óxido cúprico de oxidar las sustancias orgánicas que con
él se calientan para transformarlas en dióxido de carbono y agua. La
sustancia que se desea analizar se deseca y pulveriza, se mezcla con
el óxido de cobre y se calienta en el tubo de combustión hasta que se
produce la combustión. El agua producida se recoge en tubos que
contienen cloruro cálcico, mientras que el dióxido de carbono se recoge
en el aparato de la siguiente ilustración, el cual contiene hidróxido de
potasio.

Otra contribución fundamental en el desarrollo de la química orgánica


de este período fue la introducción por parte de Berzelius del concepto
de "isomerismo" y los estudios cristalográficos de Louis Pasteur (1822-
1895) sobre los isómeros ópticos del ácido tartárico (ácido 2,3-
dihidroxibutanodioico). El "tártaro" (un tartrato ácido de potasio) era bien
conocido por los vinicultores como un sólido que se separaba del vino
durante la fermentación. El ácido tartárico, constituyente normal de la
uva, fue aislado en el siglo XVIII y estudiado por K. G. Scheele. A
principios del siglo XIX, se encontró un tipo especial de este ácido que
tenía un comportamiento algo diferente del ácido tartárico conocido
hasta la fecha, que Gay-Lussac denominó "ácido racémico", del latín
racemus (uva). Posteriores análisis mostraron que el ácido tartárico
giraba el plano de polarización de la luz polarizada hacia la derecha
(actividad óptica dextrógira), mientras que el ácido racémico era
ópticamente inactivo. Los estudios cristalográficos de Eilhard
Mitscherlich (1794-1863) sobre los tartratos de sodio y amoníaco
guiaron las investigaciones del joven Louis Pasteur (1822-1895), en ese
momento alumno de la Ecole Normale supérieure en París. En 1848,
Louis Pasteur separó los dos tipos de cristales que formaban el ácido
racémico y comprobó que eran imágenes especulares uno de otro. Una
de estas formas cristalinas coincidía con los cristales del tartrato y
desviaba el plano de polarización la luz hacia la derecha, mientras que
el otro cristal lo desviaba hacia la izquierda. También comprobó que
cuando se disolvían cantidades iguales de ambos cristales, la disolución
resultante era ópticamente inactiva.

La Química Analítica:

El desarrollo de la química analítica a mediados del siglo XIX aparece


con las obras de Heinrich Rose (1795-1864) y Karl Remegius Fresenius
(1818-1897). Heinrich Rose fue profesor de química en la Universidad
de Berlín, desde donde realizó numerosas contribuciones a la química,
entre ellas el descubrimiento del niobio. Su libro Handbuch der
analytischen Chemie apareció publicado en Berlín en 1829 y fue
reeditado en numerosas ocasiones durante todo el resto del siglo. Al
contrario de lo que había sido habitual hasta ese momento, Rose trató
cada elemento en un capítulo separado en el que indicaba sus
correspondientes reacciones analíticas, esquema que hemos
conservado hasta la actualidad. El proceso de análisis de Rose se abría
con el uso del ácido clorhídrico que permitía identificar la plata, mercurio
y plomo. Seguía la precipitación con ácido sulfhídrico para continuar con
sulfato de amonio y, finalmente, hidróxido de potasio. La traducción
castellana de la obra de Rose que aquí exponemos fue realizada por el
médico catalán Pere Mata i Fontanet (1811-1877), discípulo de Mateu
Orfila que realizó una notable producción en el campo de la toxicología.

Como he dicho anteriormente, K.R. Fresenius (1818-1897) estudió


química en el laboratorio de Liebig en Giessen. En 1841 publicó
su Anleitung zur qualitativen chemischen Analyse cuya traducción
castellana aparecida en 1853 se expone. Tanto esta obra como la que
dedicó más tarde al análisis cuantitativo, fue reeditada y traducida en
numerosas ocasiones, con sucesivas revisiones del autor para recoger
los últimos adelantos, lo que permite considerarla como una de las
principales obras de química analítica del siglo XIX. También publicó la
primera revista dedicada a la química analítica: Zeitschrift für
analytische Chemie que comenzó a aparecer en 1862. Las traducciones
al castellano más completas de la obra de Fresenius fueron publicadas
en Valencia gracias a la labor del médico Vicente Peset y Cervera
(1855-1945).

La Química Física:

La química física no se constituyó como especialidad independiente


hasta finales del siglo pasado y principios del actual. A pesar de ello,
durante todo el siglo XIX se realizaron notables aportaciones a algunos
de los campos que habitualmente suelen reunirse bajo la química física
como la termoquímica, la electroquímica o la cinética química.

El Sistema Periódico de los Elementos

El historiador de la ciencia J.W. van Spronsen distingue tres grandes


períodos en la creación del sistema periódico de los elementos. En
primer lugar, durante todo la primera mitad del siglo XIX los químicos
calcularon los pesos atómicos de los elementos y acumularon una gran
cantidad de datos experimentales. Durante estos años, se produjeron
ya algunos intentos de relacionar los pesos atómicos con las
propiedades de los elementos, la más conocida de las cuales son las
"triadas" de Johann Wolfgang Döbereiner. Döbereiner comprobó que en
algunos grupos de elementos con propiedades química análogas, como
los halógenos bromo, cloro y yodo, el peso atómico de uno de estos
elementos era igual a la semisuma de los pesos atómicos de los otros
dos:

Br = (Cl + I)/2 = (35.470 + 126.470)/2 = 80.470

Sin embargo, la creación de un sistema en el cual todos los elementos


se encuentran ordenados de acuerdo con el peso atómico creciente y
donde los elementos con propiedades análogas ocupan columnas o
grupos, no tuvo lugar hasta la década de los años sesenta del siglo
pasado. A pesar de la imagen que suele repetirse en los algunos libros
de texto, el descubrimiento del sistema periódico de los elementos debe
ser considerado como un descubrimiento múltiple realizado por
investigadores de varios países que, en algunos casos, no tenían
conocimiento de los trabajos del resto.
Puedo considerar el trabajo del francés Alexandre Emile Béguyer de
Chancourtois (1820-1886) como una de las primeras aportaciones en
este sentido. Su vis tellurique, que se encuentra reproducida en nuestra
exposición, apareció publicada en 1862. Representa un cilindro sobre
cuyas caras se han colocado los elementos en orden creciente de
números atómicos, de modo que los elementos con propiedades
análogas, como el oxígeno, azufre, selenio y teluro, ocupan una
columna. Entre 1862 y 1871, se propusieron sistemas periódicos
semejantes por diversos autores como John Alexander Reina Newlands
(1837-1898), William Odling (1829-1921), Gustavus Detlef Hinrichs
(1836-1923), Julius Lothar Meyer (1830-1895) y el ruso Dimitri Ivanovith
Mendeleieff (1834-1907).

En un panel de la exposición puede contemplarse una reproducción de


un manuscrito de Mendeleieff con una de las primeras versiones de su
sistema periódico, así como una versión impresa posterior. Mendeleieff
consideraba que la relación entre los pesos atómicos y las propiedades
de los elementos constituía una "ley periódica", lo que le llevó a dejar
huecos para elementos aún no descubiertos, de los que predijo algunas
de sus propiedades.

Si este segundo período de la historia del sistema periódico de los


elementos puede denominarse como el "período de descubrimiento", el
siguiente lo podemos denominar como el "período de explicación". En
efecto, sólo con la introducción del concepto de "número atómico" y con
la aclaración de estructura electrónica de los átomos, gracias a la
mecánica cuántica, ha sido posible explicar las características de este
sistema periódico descubierto por los químicos de la segunda mitad del
siglo XIX.

Los Modelos Atómicos y el Desarrollo de la Mecánica Cuántica

Las investigaciones sobre la interacción entre la luz y la materia y sobre


los espectros atómicos, el descubrimiento de la radiactividad, los
estudios sobre la relación entre la electricidad y la materia y las
conclusiones obtenidas del análisis de los
llamados Cathodenstrahlen (rayos catódicos) producidos en los tubos
de vacío fueron, entre otras muchas causas, el punto de partida de los
modelos atómicos de principios del siglo XX.
En 1897, Joseph John Thomson (1856-1940) publicó varios artículos en
los que estudiaba la desviación de los rayos catódicos provocada por
un campo eléctrico creado dentro del tubo. Thomson pudo calcular el
cociente entre carga y masa de las partículas que formaban los rayos
catódicos y comprobó que era independiente de la composición del
cátodo, del anticátodo o del gas del tubo. Se trataba -concluyó
Thomson- de un componente universal de la materia. Hoy
denominamos a estas partículas que constituyen los rayos catódicos
"electrones". Thomson se convirtió en defensor de un modelo atómico
que consideraba el átomo de hidrógeno como una esfera cargada
positivamente, de unos 10-10 m, con un electrón oscilando en el centro.
Al igual que pasó con los rayos catódicos, la naturaleza de los rayos
descubiertos por Wilhem Conrad Röntgen en 1895 fue motivo de
controversia en los primeros años de su descubrimiento. El carácter
misterioso de sus propiedades llevó a Rönteg a denominarlos "rayos X".
Los rayos X suscitaron el interés de numerosos investigadores, entre
ellos el francés Antoine Henri Becquerel (1852-1908). Becquerel estudió
las características de los rayos emitidos por las sales de uranio y
observó, casualmente, que eran capaces de impresionar una placa
fotográfica sin intervención de la luz solar. En 1897, la joven polaca
Marie Sklodovska, que había contraído matrimonio dos años antes con
Pierre Curie, profesor de la Ecole de Physique et de Chimie de Paris,
eligió como tema de su tesis doctoral el estudio de los rayos uránicos
de Becquerel. Un año después Pierre y Marie Curie anunciaron el
descubrimiento de dos elementos más radiactivos que el uranio: el
polonio y el radio.

En 1895, Ernest Rutherford (1871-1937) comenzó a trabajar sobre las


características de la radiación emitida por las sustancias radiactivas en
el laboratorio de J. J. Thomson, un tema que también estaban
estudiando el matrimonio Curie. En el curso de su estudio comprobó la
existencia de dos tipos de radiaciones diferentes que denominó a y b.
Años más tarde, en su laboratorio de Manchester, Hans Geiger y Ernest
Marsden, colaboradores de Rutherford, lanzaron partículas a contra
placas delgadas de diversos metales y, sorprendentemente,
comprobaron que una pequeña fracción [una de entre 8.000] de las
partículas a que llegaban a una placa metálica volvían a aparecer de
nuevo en el lugar de partida. Rutherford consideró que el modelo
atómico de Thomson era incapaz de explicar estas desviaciones y en
abril de 1911 propuso un modelo atómico que trataba de explicar esta
experiencia. El modelo, que había sido propuesto anteriormente por el
investigador japonés Hantaro Nagaoka, consistía en un núcleo central
(una esfera de 3x10-14 m de radio) que podía estar cargado positiva o
negativamente, rodeado de una "esfera de electrificación" de unos 10-
10 m de radio, con la misma carga, pero de signo opuesto, que el
núcleo. Este modelo tenía un problema obvio: las cargas eléctricas
girando alrededor del núcleo debían tener una aceleración producida
por este movimiento circular y, por lo tanto, deberían emitir radiación y
perder energía hasta caer en el núcleo. Dicho en otras palabras, el
modelo era inestable desde el punto de vista de la física clásica.

Los estudios sobre los espectros de emisión y absorción de los


diferentes elementos y compuestos eran realizados de modo
sistemático desde los trabajos de Bunsen y Kirchhoff que dieron lugar
al primer espectroscopio en 1860, asunto que tratamos en nuestra
exposición en el apartado dedicado al desarrollo de la espectroscopía.
A finales del siglo XIX, tras numerosas propuestas anteriores, Robert
Rydberg (1854-1919) pudo proponer una fórmula general para los
valores las longitudes de onda de las rayas espectrales del hidrógeno:

1/l = R [(1/n1)2 - (1/n2)2]

En la que n1 y n2 eran números enteros y R la constante de Rydberg


cuyo valor es de 1.097 · 107 m-1. Se trataba de una ley empírica para
la cual no existió una explicación teórica aceptable hasta el desarrollo
del modelo atómico de Niels Bohr (1885-1962) a principios del siglo XX.

Un ejemplo de las ideas existentes sobre el enlace químico a principios


de siglo, antes del desarrollo de la mecánica cuántica, son los modelos
de Gilbert Newton Lewis (1875-1946). Estos modelos, popularizados
por químicos como Irving Langmuir, siguen siendo utilizados para
explicar algunas características de los enlaces químicos, a pesar de que
han sido superadas muchas de las ideas que sirvieron a su autor para
proponerlos en 1916.

Instrumentos Científicos utilizados en la Química

El Desarrollo de la Espectroscopia:

Aunque anteriormente se habían realizado notables aportaciones en


este campo, se puede considerar que la espectroscopia moderna parte
de los trabajos desarrollados en 1859 por Robert Wilhelm Eberhard
Bunsen y Gustav Robert Kirchhoff , profesores de química y de física en
la Universidad alemana de Heidelberg, respectivamente. Kirchhoff
estaba interesado por los problemas de la óptica, mientras que Bunsen
había trabajado anteriormente en los análisis cualitativos de elementos
basados en el color de la llama.

En 1857, Bunsen construyó un mechero de gas que producía una llama


sin humo y que podía ser fácilmente regulada. En la exposición
aparecen varios de estos "mecheros Bunsen", cuyo esquema aparece
representado en el panel dedicado al desarrollo de la espectroscopía.

El uso del espectroscopio permitió a los químicos del siglo XIX detectar
sustancias que se encontraban en cantidades demasiado pequeñas
para ser analizadas con procedimientos químicos tradicionales. Los
nombres de algunos elementos, como el rubidio, cesio, talio e indio,
descubiertos gracias a la aplicación de esta nueva técnica de análisis,
recuerdan el color de sus líneas espectrales características. En la
lámina coloreada con los espectros de emisión de los elementos puede
observarse la línea espectral característica del cesio que es de color
azul celeste. A partir de esta propiedad, se acuñó el nombre de

este
elemento que procede del adjetivo latino caesius que significa "azul
claro".

El Colorìmetro:

El colorímetro es un aparato basado en la ley de absorción de la luz


habitualmente conocida como de "Lambert-Beer". En realidad, estos
dos autores científicos nunca llegaron a colaborar puesto que un siglo
separa el nacimiento de ambos. Lambert (1728-1777) realizó sus
principales contribuciones en el campo de la matemática y la física y
publicó en 1760 un libro titulado Photometria, en el que señalaba la
variación de la intensidad luminosa al atravesar un rayo de luz un cristal
de espesor "d" podía establecerse como I = Io · e-kd, siendo "k" un valor
característico para cada cristal. En 1852, August Beer (1825-1863)
señaló que esta ley era aplicable a soluciones con diversa
concentración y definió el coeficiente de absorción, con lo que sentó las
bases de la fórmula que seguimos utilizando actualmente: ln(I/Io) = -kcd

k = Coeficiente de absorción molecular, característico de la sustancia


absorbente para la luz de una determinada frecuencia.

c = Concentración molecular de la disolución

d = Espesor de la capa absorbente

Esta propiedad comenzó a ser utilizada con fines analíticos gracias a


los trabajos de Bunsen, Roscoe y Bahr, entre otros.

Balanza analítica:

La balanza ha sido un instrumento utilizado tradicionalmente por los


cultivadores de la química a lo largo del tiempo. Algunos autores suelen
considerar la obra de Antoine Lavoisier como el punto de partida del
empleo sistemático de las balanzas en química, gracias al uso del
principio de conservación de la masa. Hemos visto en nuestra
exposición que esta afirmación no es totalmente correcta puesto que la
balanza era un instrumento fundamental de trabajo de los "ensayadores
de metales", como lo demuestra el libro de Juan de Arfe expuesto, una
de cuyas láminas representa una balanza. En cualquier caso, podemos
afirmar que el establecimiento de las leyes químicas cuantitativas a
finales del siglo XVIII y principios del siglo XIX supuso un mayor
protagonismo de la balanza dentro de la química. El desarrollo de los
métodos gravimétricos de análisis durante el siglo XIX obligó a la
búsqueda de balanzas más cómodas y precisas para el trabajo
cotidiano de los químicos. En la exposición se puede contemplar una
balanza analítica de este siglo que fue utilizada en la Facultad de
Ciencias de Valencia.

El Polarìmetro:
El fenómeno de la polarización de la luz era conocido desde los trabajos
de Christian Huygens (1629-1695) pero fue estudiado a fondo por Jean
Baptiste Biot (1774-1862) a principios del siglo XIX. Tras estudiar el
fenómeno sobre un cristal de cuarzo, Biot encontró la existencia de
sustancias que giraban el plano de polarización de la luz hacia la
derecha (dextrógiras) y otras que lo hacían hacia la izquierda
(levógiras). Los primeros polarímetros fueron diseñados en los años
cuarenta del siglo pasado, gracias al uso de los prismas ideados en
1828 por William Nicol (1768-1851), El desarrollo comercial del
polarímetro tuvo lugar en Alemania y Francia, debido a su valor en el
análisis del azucar, lo que llevó a desarrollar un tipo especial de
polarímetros, especialmente adaptados para estos análisis, que se
denominaron sacarímetros.

El principio del polarímetro es muy simple, como puede comprobarse a


través de la luz introducida es polarizada en un plano determinado
mediante el polarizador (A) y luego se hace pasar a través de la
disolución de la sustancia que se pretende analizar. A continuación, esta
luz pasa por un nuevo polarizador (C) que deberá estar colocado en la
posición adecuada para permitir el paso de la luz hasta el objetivo (F),
para lo cual se dispone de un sistema que permite girarlo alrededor de
un eje. Gracias a la lente (D), podemos leer en el círculo (EE) el ángulo
que es necesario girar el segundo polarizador para obtener un máximo
de intesidad luminosa. Si medimos este ángulo cuando el recipiente
está vacío y cuando el recipiente está lleno con una sustancia
opticamente activa, la diferencia entre ambos valores nos permite
calcular el poder rotatorio de la disolución.

El poder rotatorio de una disolución de una sustancia depende del


espesor de la capa atravesada, la naturaleza de la sustancia analizada,
la concentración de la disolución, la longitud de onda de la luz y la
temperatura. Si conocemos la rotación ([a]tl) producida por un disolución
de 1 g/ml de la sustancia en una columna de líquido de 1 decímetro de
longitud para una longitud de onda fija (l), podemos determinar la
concentración de la muestra analizada a través de la fórmula:

[a] = [a]tl · l· c

Donde [a]tl es el poder rotatorio específico de la sustancia


correspondiente para una temperatura y una longitud de onda
determinada, que normalmente suele ser la línea D del sodio. [a] es la
rotación producida por una columna de líquido de longitud "l" (dm) y
concentración "c" (g/ml).

El polarímetro que se expone utiliza un método más exacto para el


cálculo de rotación del plano de rotación de la luz, mediante el uso de
tres polarizadores. Se trata de un modelo conocido como "polarímetro
de Lippich".

Bibliografía

Internet:

WWW.LEVITY.COM/ALCHEMY/HOME.HTML

WWW.WOODROW.ORG/TEACHERS/CI/1992/

WWW.TODOQUIMICA.COM

WWW.CRECES.CL

WWW.ICARITO.CL

WWW.NONOGRAFIAS.COM

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ENCICLOPEDIA DE LA CIENCIA

LIBRO DE QUIMICA 1ª MEDIO SANTILLANA

Tabla con símbolos empleados en las obras de química de


principios del siglo XVIII.

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