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LA CORRUPCIÓN EN EL PERÚ

Cuando nosotros estamos dispuestos a pagar un sencillo para que agilicen nuestros tramites, o
cuando le damos una buena remuneración a aquel policía que nos detuvo por pasarnos un semáforo
o por no tener los papeles en regla, todos estos tipos de acciones nos hace cómplice y nos hace
entrar a una cadena como es la corrupción.
Nuestro país atraviesa en la actualidad una crisis moral y ética que no solo nos perjudica a nosotros
en este momento, sino también a las futuras generaciones en las cual aún se tiene confianza.
Hace dos años, el departamento de justicia de estados unidos dio a conocer que la constructora
brasileña Odebrecht había pagado sobornos en 12 países de América latina y áfrica desde el 2004.
Ésta noticia trajo al Perú la investigación llamada como lava jato, que permitió descubrir una enorme
red de corrupción. Ahora el país observa con lástima que ex presidentes, líderes políticos y
empresarios destacados están envueltos en casos de corrupción que pone en riesgo la continuidad
del propio sistema democrático.
El gran historiador Jorge Basadre escribió al final de sus días un ensayo que tituló “Sultanismo
y corrupción en el Perú republicano”, en el que decía que la propensión de los gobernantes a
sentirse por encima de la ley, al estilo de un sultán otomano, y la desmedida ansiedad por obras
públicas de escala monumental, como si fuesen la llave para el progreso, eran las principales causas
de la corrupción en el Perú. Los símiles entre la construcción de ferrocarriles durante la era del
guano –que Basadre estudió– y la Interoceánica de Toledo, durante la bonanza de los altos precios
de los minerales, saltan a la vista
Alfonso Quiroz dice en su libro “Historia de la corrupción en el Perú” que “la historia del Perú ha
sido en parte la historia de sucesivos ciclos de corrupción, seguidos por períodos sumamente breves
de reforma anticorrupción”. Quiroz falleció prematuramente en el 2013. Si hubiese vivido para ver
el escándalo Lava Jato, habría confirmado su tesis. La breve reforma anticorrupción que impulsó
Valentín Paniagua en el gobierno de transición fue vilmente traicionada por su sucesor.
El narcotráfico, sin embargo, es la fuente de corrupción más difícil de combatir en la actualidad,
pero el punto de partida está claro: es fundamental impedir decididamente su participación en
política. Los congresistas que están debatiendo la reforma electoral no pueden seguir mirando de
soslayo ese riesgo. Es indispensable que la inversión y el gasto en las campañas se vuelvan
absolutamente transparente y acotado. De lo contrario, las próximas elecciones no serán financiadas
por constructoras brasileñas sino por violentos narcotraficantes.
En lugar de seguir cuestionando a fiscales y jueces o de seguir buscando la paja en el ojo ajeno, los
políticos más responsables deberían aprovechar las fiestas de fin de año para releer a Basadre en
“La promesa de la vida peruana”, en particular la parte en la que critica duramente a lo que llamaba
los podridos, los congelados y los incendiados; y reflexionar dónde se ubican al respecto: “Los
podridos han hecho y hacen todo lo posible para que este país sea una charca; los congelados lo ven
como un páramo; y los incendiados quisieran prender explosivos y verter venenos para que surja
una gigantesca fogata. Toda la clave del futuro está allí: que el Perú se escape del peligro de ser una
charca, de volverse un páramo o de convertirse en una fogata. Que el Perú no se pierda por obra o
la inacción de los peruanos”
Hablar de corrupción política es referirse al mal uso del poder público, ya sea por parte de
autoridades o funcionarios, para conseguir algún tipo de ventaja ilegítima. Las modalidades son
diversas: extorsión, soborno, peculado, colusión,fraude, tráfico de influencias, etc. Mención aparte
merece la falta de ética, que es un tipo especial de corrupción que si bien no tiene que ver
directamente con la apropiación ilegal de recursos del gobierno y de ciudadanos , sí entraña entre
algunos servidores públicos, una conducta negativa que va en contra de los propósitos y metas de
las instituciones públicas. Sin duda, la corrupción política es un obstáculo a la transparencia de la
vida pública. En las democracias establecidas, la pérdida de fe en la política y la ausencia de
confianza en políticos y partidos desafía a los valores democráticos, una tendencia que se ha
profundizado con la exposición de la corrupción en la última década. Téngase presente que la
historia nos ha demostrado que ni la corrupción ni el autoritarismo son exclusivos de una u otra
ideología o sistema político, tanto en gobiernos liberales, conservadores como socialistas o
progresistas se han presentado casos de corrupción. Es comun que ciertos sectores aprovechan
estos escándalos, los exacerban y utilizan políticamente para desmerecer a sus rivales ideológicos
o políticos , lo mismo que haría cualquier sector en competencia cuando su oponente le ofrezca
semejante oportunidad. Pero lo más peligroso en este momento es que los ciudadanos lleguen a la
conclusión de que la política es igual a corrupción, que se trata de un dilema sin alternativa. Que
crezca la decepción, la resignación, que se fortalezcan los argumentos por los que mucha gente
valiosa se queda lejos de la participación política. Los militantes o los simpatizantes de distintos
credos políticos no pueden resolver el problema desde la negación. No pueden atribuir cada una de
estas evidencias dolosas a un “plan macabro del imperio”, del “sistema” o de “los poderes fácticos”.
Deben asumir responsabilidades e identificar a los culpables para que sean sancionados. Es evidente
que la concentración del poder a través del control de todas las funciones del Estado y la falta de
transparencia e independencia de la justicia son el principal incentivo y mensaje de impunidad. Es
sobre esto que deberíamos estar discutiendo y trabajando, en lugar de intentar tapar el sol con un
dedo o señalar que la corrupción es propiedad de un determinado sistema. Finalmente, la lucha
contra la corrupción no tiene ideología ni color político: el ser corrupto es una condición
independiente de partidos y sistemas ; la corrupción afecta el derecho del pueblo a una vida digna,
por ello las investigaciones del escándalo Odebrecht deben llegar hasta el final, caiga quien caiga.

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