La reunión se había prolongado por varias horas, los clientes
estaban indecisos ante los equipos que les ofrecía Francisco
Durán, gerente de ventas de una prestigiosa empresa
La reunión se había prolongado por varias horas, los clientes
estaban indecisos ante los equipos que les ofrecía Francisco
Durán, gerente de ventas de una prestigiosa empresa
La reunión se había prolongado por varias horas, los clientes
estaban indecisos ante los equipos que les ofrecía Francisco
Durán, gerente de ventas de una prestigiosa empresa
La reuni�n se hab�a prolongado por varias horas, los clientes
estaban indecisos ante los equipos que les ofrec�a Francisco Dur�n, gerente de ventas de una prestigiosa empresa de equipos de oficina. Francisco era el mejor vendedor de la empresa, sab�a llegar al cliente, entend�a sus necesidades y era muy h�bil a la hora de negociar condiciones de venta. Al final de la reuni�n, hab�a concretado una importante venta y fue felicitado por el due�o de la empresa. Francisco se sent�a muy contento y orgulloso de su trabajo. Al final de la tarde una vez finalizada aquella extensa jornada laboral, tom� su autom�vil rumbo a su casa. En el trayecto, su alegr�a se iba transformando en tristeza; al entrar a su casa, su rostro era sombr�o, abraz� a sus dos hijos y busc� el control remoto del televisor. Desde la cocina, se o�a la voz de su esposa Irene �con quien estaba casado hace diez a�os- reclam�ndole que hab�a llegado tarde, que si su trabajo era m�s importante que su familia, de su torpeza ya que no sab�a arreglar el lavamanos que se hab�a atascado. Francisco se puso a ver un programa de televisi�n mientras Irene segu�a con sus reclamos y rega�os. En alg�n momento dej� de prestar atenci�n a sus palabras y su mente comenz� a repasar su vida; se preguntaba por qu� segu�a en esa relaci�n, tal vez ser�a por su forma sumisa, al igual que lo era la mam� con el pap�, un hombre exitoso en los negocios y de car�cter fuerte. A veces Francisco prefer�a estar en el trabajo que en su casa pero procuraba concentrase en sus hijos y no pensar tanto en su relaci�n sentimental. Se daba cuenta que su profesi�n era lo m�s importante, quer�a ser cada d�a mejor en su �rea laboral pero fuera de eso se ensaci�n; procuraba rodearse de objetos materiales que le hac�an sentir feliz por algunos d�as pero luego volv�a a sentir el vac�o. Su esposa ya no sal�a con �l, prefer�a hacerlo con sus amigas. A veces se sentaba en la terraza y observaba a su vecino Hans, un se�or jubilado, que cuidaba su jard�n y sembraba hortalizas, frutas y flores; pasaba horas en �sta actividad. Siempre le saludaba y le preguntaba por sus plantas y le felicitaba por el hermoso trabajo que llevaba a cabo. Francisco ten�a ganas de conversar un poco para olvidar esa sensaci�n de vac�o y acept� la invitaci�n que le hizo su vecino para tomar algo en su casa. Conversaron largo rato sobre diferentes temas pero invariablemente el estado de �nimo de Francisco se dejaba intuir y en alg�n punto comenz� a contarle a Hans lo que le suced�a. El vecino le escuch� atentamente y con mucho inter�s, asintiendo con la cabeza. -Dime algo �le pregunt� Hans, -aparte tu trabajo, �en qu� empleas el resto del tiempo?. -Procuro dedicarle el mayor tiempo posible a mis hijos, ayud�ndolos en sus tareas escolares y compartiendo con ellos; me gusta leer; en ocasiones me re�no con algunos amigos del trabajo pero siempre terminamos conversando sobre temas laborales. Por lo dem�s, me ocupo que en nuestro hogar no falte nada, cuidando de la econom�a dom�stica. -De alguna manera, tu trabajo es el centro de tu vida- le indic� Hans �y a�n cuando sales de �l, te quedas dentro. En la vida todo necesita de un equilibrio; las actividades que desarrollamos se complementan unas con otras. -Lo s� �interrumpi� Francisco- necesito un hobby, tal vez practicar alg�n deporte o hacer bricolaje para mantener mi mente alejada del trabajo.