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1. Cacao soluble
No es nada nuevo y aquí en Medciencia ya hemos hablado mucho de ello. Los cereales de desayuno, por más
que algunos se empeñen, no son una opción realmente saludable porque su aporte de azúcar en algunas
variedades puede llegar a ser de casi 50g por cada 100g de producto.
3. Galletas y bollería
Las galletas (por más que sean integrales, con soja, digestive…) y la bollería como madalenas, bizcochos y
demás también contienen demasiada azúcar. En prácticamente todos los casos más de 20g de azúcar por cada
100g de producto.
Muchas veces camuflados tras el reclamo saludable de ser ricos en calcio, los flanes, natillas o incluso ciertos
yogures pueden aportar más de 30g de azúcar por unidad, por lo que deberíamos acostumbrarnos a no consumir
estos alimentos tan dulces y escoger los lácteos menos procesados y sin azúcar añadidos.
8. Tomate frito
Si bien no tiene una cantidad desorbitada de azúcar, sí que es normal que muchas salsas de tomate contengan
mucho más azúcar del que deberían. Esto ocurre porque la industria lo añade para asegurar un sabor muy
agradable y evitar cierta acidez.
Si realizamos salsa de tomate casera y queremos evitar la acidez sin tener que añadir azúcar, un truco es
pochar antes un poco de cebolla para que le dé dulzor y algunas personas también recomiendan incorporar un
trocito de piel de naranja mientras cocinamos el tomate.
9. Salsas
Aunque generalmente las materias primas utilizadas hacen de las salsas un producto bastante grasiento, también suelen
tener una cantidad apreciable de azúcar añadida como es el caso de muchas salsas comerciales o incluso de ciertos
condimientos como la mostaza dulce o el kétchup.
¿Las alternativas más saludables son salsas caseras elaboradas con aceite de oliva y hierbas aromáticas.
Obviamente no están en el último puesto por ser los alimentos que menos azúcar poseen, sino porque se les
supone un consumo esporádico (al menos más esporádico que los vistos hasta ahora). Porque en el caso de las
golosinas, chucherías o caramelos el contenido de azúcar es el mismo que el del propio azúcar, al tratarse
de unos productos casi elaborados exclusivamente con azúcar, jarabes de azúcares y colorantes.
Sustitutos de estos alimentos pueden ser frutas desecadas como pasas, orejones o ciruelas secas que aún
aportando también una apreciable cantidad de azúcares, proporcionan otros nutrientes y no se tratan únicamente
de calorías vacías.
Empeora el rendimiento del cerebro: así lo asegura el endocrinólogo Robert Lustig, quien afirma que los
procesos de memorización y aprendizaje tienden lentificarse en quienes consumen azúcar.
Reduce la sensación de saciedad: activa las zonas de placer del cerebro, lo que disminuye la sensación de estar
satisfecho al ingerir alimentos.
Acelera el envejecimiento: disminuye la reparación del colágeno, la proteína que proporciona un aspecto
saludable y juvenil a la piel.
Aumento de peso: el exceso de fructuosa y glucosa se transforma en grasa en el hígado, lo que acrecienta los
riesgos de obesidad y de diabetes tipo 2.
Daña los tejidos: acelera el proceso de oxidación de las células. Esto puede desarrollar enfermedades hepáticas,
insuficiencia renal y cataratas.
Crea adicción: consumir azúcar conduce a la liberación de dopamina, el neurotransmisor que provoca querer
más de la sustancia que produce placer.
Baja la energía: si bien el consumo de glucosa, causa una sensación de energía, hay que tener en cuenta que
esto es un efecto breve, pues seguido viene la "caída" causando un gran agotamiento.