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Pero cuando por fin salió resultó que ser un pato totalmente diferente al
resto. Era grande y feo, y no parecía un pavo. El resto de animales del
corral no tardaron en fijarse en su aspecto y comenzaron a reírse de él.
- ¡Soy tan feo que ni siquiera los perros me muerden!- pensó el pobre
patito.
Continuó su viaje y acabó en la casa de una mujer anciana que vivía
con un gato y una gallina. Pero como no fue capaz de poner huevos
también tuvo que abandonar aquel lugar. El pobre sentía que no valía
para nada.
Deseó con todas sus fuerzas ser uno de ellos, pero abrió los ojos y se
dio cuenta de que seguía siendo un animalucho feo.
El resto del invierno fue duro para el pobre patito. Sólo, muerto de frío y
a menudo muerto de hambre también. Pero a pesar de todo logró
sobrevivir y por fin llegó la primavera.
Desde aquel día el patito tuvo toda la felicidad que hasta entonces la
vida le había negado y aunque escuchó muchos elogios alabando su
belleza, él nunca acabó de acostumbrarse.
- Cómo desearía tener una hija así, blanca como la nieve, sonrosada
como la sangre y de cabellos negros como el ébano.
Pasados los años el rey viudo decidió casarse con otra mujer. Una mujer
tan bella como envidiosa y orgullosa. Tenía ésta un espejo mágico al
que cada día preguntaba:
Al oír esto la Reina montó en cólera. La envidia la comía por dentro y tal
era el odio que sentía por ella que acabó por ordenar a un cazador que
la llevara al bosque, la matara y volviese con su corazón para saber que
había cumplido con sus órdenes.
Pero una vez en el bosque el cazador miró a la joven y dulce
Blancanieves y no fue capaz de hacerlo. En su lugar, mató a un pequeño
jabalí que pasaba por allí para poder entregar su corazón a la Reina.
Era una casita particular. Todo era muy pequeño allí. En la mesa había
colocados siete platitos, siete tenedores, siete cucharas, siete cuchillos
y siete vasitos. Blancanieves estaba tan hambrienta que probó un
bocado de cada plato y se sentó como pudo en una de las sillitas.
Charles Perrault
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tradicionales/caperucita-roja/
EL GATO CON BOTAS
AUTOR: Charles Perrault
Había una vez un molinero pobre que cuando murió sólo pudo dejar a
sus hijos por herencia el molino, un asno y un gato. En el reparto el
molino fue para el mayor, el asno para el segundo y el gato para el más
pequeño. Éste último se lamentó de su suerte en cuanto supo cuál era
su parte.
El amo no acababa de creer del todo en sus palabras, pero como sabía
que era un gato astuto le dio lo que pedía.
Un día se enteró de que el monarca iba a salir al río junto con su hija la
princesa y le dijo a su amo:
El amo le hizo caso y cuando pasó junto al río la carroza del Rey, el gato
comenzó a gritar diciendo que el marqués se ahogaba. Al verlo, el Rey
ordenó a sus guardias que lo salvaran y el gato aprovechó para contarle
al Rey que unos forajidos habían robado la ropa del marqués mientras
se bañaba. El Rey, en agradecimiento por los regalos que había recibido
de su parte mandó rápidamente que le llevaran su traje más hermoso.
Con él puesto, el marqués resultaba especialmente hermoso y la
princesa no tardó en darse cuenta de ello. De modo que el Rey lo invitó
a subir a su carroza para dar un paseo.
Los campesinos hicieron caso y cuando el Rey pasó junto a ellos y les
preguntó de quién era aquél prado, contestaron que del Marqués de
Carabas.
- Buenas gentes que segáis, si no decís al Rey que todos estos trigales
pertenecen al señor Marqués de Carabas, os harán picadillo como
carne de pastel.
Charles Perrault
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