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Ricardo Sidicaro en la totalidad de su libro “Los tres peronismos” analiza los tres

gobiernos peronistas para explicar las profundas transformaciones de sus proyectos


políticos, económicos y sociales. Centra su atención en las relaciones que dichos
gobiernos establecieron con los principales actores socioeconómicos nacionales y
extranjeros, y considera las situaciones en que se encontraba el Estado en cada
uno de esos períodos y el lugar ocupado por los sectores populares y los sindicatos
que apoyaban u obstruían las orientaciones adoptadas por las autoridades
nacionales.

2. El estado peronista y el cuestionamiento del predominio de los principales actores


socioeconómicos (1946-1955)

El Estado intervencionista fue el locus institucional que facilitó la creación de una


nueva fuerza política: el peronismo. Resultaría una simplificación atribuir únicamente
al carácter del Estado intervencionista el papel de causa exclusiva en la explicación
de los cambios políticos que se iniciaban, pero de todas maneras el autor aclara que
privilegiará esta dimensión estatal en su estudio de transformaciones de las políticas
de los gobiernos peronistas. Desde esa óptica, en el presente capítulo analizará las
relaciones que se establecieron entre 1943 y 1955 entre el Estado y los actores
socioeconómicos predominantes.

El gobierno militar de 1943-1946 y la prefiguración del peronismo


La tendencia a la creciente autonomía del Estado con respecto a los intereses de
los principales sectores propietarios se agudizó entre 1943 y 1946. En el plano
social, el gobierno militar impulsó disposiciones legales para mejorar las condiciones
de vida y de trabajo de los asalariados. Si bien no alteró las bases del sistema
económico, despertó la protesta de grandes empresarios que veían afectados sus
intereses. Las relaciones entre las reformas sociales y la agudización de los
conflictos obreros modificaron aspectos fundamentales del modo en que hasta ese
entonces se habían planteado los vínculos entre la política y el sindicalismo.
Diferente fue lo ocurrido en el ámbito rural donde la nueva legislación social y las
nuevas medidas sociales rompían con arbitrariedades consideradas naturales. A
propósito de esto surgieron los mayores motivos de protesta de los grandes
propietarios rurales. De una manera u otra, los cambios introducidos por la
administración militar estimularon desacuerdos en el sector rural que alcanzaron a
casi todos los sistemas de actores. Comenzó a esbozarse un marco de conflictos
y una división en el ámbito nacional. La estructuración de estos antagonismos se
puede ordenar a partir de la distinción entre clases positiva y negativamente
privilegiadas, que se va a ir profundizando con el peronismo.

La sociedad rural y los grandes propietarios agrarios se movilizaron más


homogéneamente contra el gobierno militar y se opusieron con mucha decisión a
los organizadores del peronismo.
Los sectores industriales (Unión Industrial Argentina), frente a la situación que
desembocó en la formación del peronismo, asumieron un papel opositor muy
destacado, quizás acrecentado por la existencia de conflictos internos que dividían
a sus miembros entre aquellos que se adherían al nuevo movimiento político y los
adversarios a este gobierno militar.
Es importante considerar que había un nivel de homogeneización entre los
propietarios del sector rural porque producían los mismos bienes y todos se veían
afectados por igual ante las circunstancias de sequías, precios internacionales etc, a
diferencia de los empresarios fabriles donde había un nivel de competencia y de
división que hacía de la convergencia algo muy limitado. En relación con las mejoras
de los trabajadores, las consecuencias negativas distaban de ser las mismas para el
conjunto de los industriales. Beneficiaba a algunos y perjudicaba a otros.
Cuando se comparan las evoluciones de las industrias tradicionales (alimentos,
textiles y cuero) y las industrias dinámicas (papel, productos químicos, automóviles,
etc) desde los años 30 surgen cuestiones interesantes para entender los
comportamientos frente a los cambios políticos de los respectivos empresariados.
Para las primeras, las propuestas “industrialistas” del gobierno militar y de los
promotores del peronismo no suscitaban mayor interés combinado con las
dificultades que les ocasionaba la politización de los conflictos sociales. Tomadas
en su conjunto, las resistencias de los industriales frente a las iniciativas de
carácter social de la administración militar deben ser interpretadas como
expresión de la lucha política más que por los efectos negativos sobre sus
intereses económicos. A fines del 45 la Unión Industrial Argentina se va a unir a
demás entidades empresarias ante el rechazo a la medida del “aguinaldo” resuelta
por el gobierno militar y se convirtió en un motivo de enfrentamiento directo con los
asalariados. No obstante el cobro de esta bonificación anual no denotó un cambio
significativo en el ingreso anual de los trabajadores.
En los procesos que condujeron a la formación del peronismo los propietarios de
industrias dinámicas, que podían considerarse beneficiados con las orientaciones
favorables al desarrollo manufacturero, no se convirtieron en un actor colectivo con
efectiva participación y visibilidad en la arena política. No conformaban un sector o
fracción social pertinente con gran presencia o evidencia. Ni antes de 1943 ni en los
años inmediatamente siguientes los empresarios de industrias dinámicas
estructuraron una acción política propia con capacidad de incidir en las
orientaciones estatales.

El gobierno de Perón y los principales actores empresarios


La escena pública era monocorde a favor de las autoridades nacionales y eran
censuradas o reprimidas las expresiones críticas. Había una nula tolerancia de los
altos funcionarios peronistas hacia la oposición lo que llevó al silencio.
El peronismo decidió intervenir a la Unión Industrial Argentina e incorporarla al
gobierno. La Sociedad Rural Argentina se adaptó a un ritmo más lento y su apoyo a
Perón fue la consecuencia de un cálculo en términos de costos/beneficios ante una
situación que podía ponerse en peligro su continuidad institucional.
Sidicaro expresa la problemática al momento de analizar el período 1946-1955 por
los condicionamientos gubernamentales a las corporaciones empresarias de
expresarse libremente. Como consecuencia opta por privilegiar los procesos
económicos en los que se ponen de manifiesto los efectos de las políticas oficiales
sobre los intereses sectoriales. A partir de esto busca interpretar las relaciones entre
los principales actores socioeconómicos y los aparatos estatales.

Los intereses de los grandes empresarios rurales


A comienzos de la década de 1940, la concentración de la propiedad de la tierra
constituía la característica de las explotaciones agrícolas y ganaderas.
Para evaluar la importancia de la producción rural cabe considerar su elevado
aporte al PBI y a las exportaciones nacionales. A partir de su posición económica
estratégica y de su influencia cultural e ideológica, la gran burguesía agraria era el
sector social con más capacidad política para orientar a los restantes actores
empresarios con presencia en la escena pública.
El gobierno de Perón no se propuso modificar la estructura de distribución de la
propiedad en el sector rural. Sin embargo, desarrolló un conjunto de políticas
económicas tendientes a operar transferencias de ingresos de la actividad agrarias
hacia otros sectores de la producción. Ese objetivo se buscó por intermedio de la
acción del IAPI1, entidad que monopolizó las exportaciones agrícolas, fijando
precios de compra a los productores. Los grandes propietarios rurales y las firmas
comercializadoras de granos perdieron la posibilidad de favorecerse con las alzas
de los precios internacionales y de imponer condiciones arbitrarias a los
productores. Los primeros años del peronismo correspondieron a un época
especialmente propicia para las exportaciones argentinos y los beneficios
obtenidos por el IAPI se utilizaron para favorecer al sector industrial y el
desarrollo de las empresas estatales.
Con las actividades del IAPI, los grandes empresarios agrarios veían revertirse
los mecanismo que clásicamente se habían utilizado para defender sus intereses
económicos. No sólo dejaban de ser favorecidos por la acción del Estado, sino que
se los perjudicaba. Sus críticas a la política económica del gobierno abarcaron
tanto la fijación de precios como el monopolio estatal del comercio exterior.
Con la misma orientación crítica, la Sociedad Rural Argentina juzgaba los
desmesurados ingresos que percibía el ente estatal de exportaciones. Para la
política económica del gobierno, esos ingresos resultaban importantes para orientar
el desarrollo de la estructura productiva y significativo para su creciente necesidad
de divisas.
El deterioro de los precios del sector agropecuario tuvo como consecuencia la
disminución de su participación en la distribución del ingreso nacional.

1
El IAPI se encargaba de comprar a los productores a precio fijo y de revender a precios
internacionales.
La política de precios, ante muy rígida, se modificó recién a partir de 1950 cuando
se produjo una caída de los precios internacionales de los granos. Ante esta
situación, el gobierno peronista optó por pagar a los productores un nivel de precios
mayor que el obtenido por el IAPI. Se basó en una política de precios básicos
atendiendo al costo de producción, sin olvidar las circunstancias imperantes en el
mercado mundial y teniendo en cuenta los objetivos superiores de estabilidad de
precios en el mercado interno.
Las modificaciones de los precios oficiales de los productos agrarios no supusieron
un cambio sustancial en la política hacia el sector rural. En efecto, los precios de los
cereales siguieron establecidos por el ente estatal y fueron ajustados con los índices
de inflación, que evolucionaban de modo diferente de los valores de esos productos
en los mercados internacionales. En las coyunturas de caída de las cotizaciones
mundiales, el IAPI pasó precios más elevados que los externos, pero mejoró muy
poco los ingresos reales de los sectores agrarios.
El deterioro de los precios agrarios era evidente. Finalmente el proyecto peronista
del IAPI falló: su déficit dejó en evidencia las limitaciones para modificar la
estructura agraria y la productividad. Sin una propuesta, el gobierno osciló entre
ofrecer compensaciones para incrementar la producción y formular amenazas de
expropiación.
Las relaciones de la Sociedad Rural Argentina con el gobierno peronista mejoraron
en el segundo período de Perón. La desarticulación del intervencionismo
económico fue la principal demanda. Eliminación del IAPI

Los intereses de los propietarios de la industria


En el período de 1946-1955, los intereses de los propietarios de las industrias
tradicionales retrocedieron en comparación con los de otros sectores
manufactureros. Ese deterioro fue el resultado de medidas y orientaciones de
distinto tipo (demanda de producciones, incorporación de mejoras tecnológicas) ,
cuyo objetivo no era perjudicar a las industrias tradicionales, si bien provocaron esa
consecuencia.
El gobierno favorecía la sustitución de importaciones y tenía una política tendiente a
mejorar la situación de los peones rurales y de los pequeños productores agrarios.
Contribuyó a alterar la antigua situación favorable y ventajosa de las industrias
tradicionales.
Con respecto a las transformaciones operadas en la estructura de las importaciones
argentinas, el crecimiento de la producción industrial provocó, como consecuencia,
un aumento de la importancia de las industrias dinámicas. No obstante, dicha
actividad continuó aportando una fracción poco significativa en el total de la
producción industrial. Sobre el proceso de sustitución de importaciones, se afirma
que a fines de la década del 40, la totalidad de la sustitución de importaciones de
bienes de consumo y de productos intermedios y bienes de capital sencillos estaba
consumada.
Por otro lado, en el período de 1946-1954 se percibieron modificaciones en la tasa
laboral de la estructura fabril. La información censal permite diferenciar un aumento
de la ocupación en ciertos establecimientos, al contrario de otros estratos que
presentaron una disminución de personal.
Sobre la variación del valor de la producción industrial entre 1946 y 1954, existen
fuentes con informaciones divergentes. Una característica de la industrialización de
esta época peronista fue la incidencia de las pequeñas empresas. Su surgimiento
cooperó en el proceso de crecimiento industrial.
Las conductas transgresoras de la legislación social y tributaria de los pequeños
establecimientos perjudicaron a las empresas que, por al mayor importancia de sus
actividades, se encontraron en una situación de competencia “en condiciones
desiguales”. Muchos industriales se ven afectados por la competencia que les
entablan fabricantes que reducen sus costos eludiendo el pago de impuestos,
beneficios sociales a su personal y otras obligaciones que, según es notorio,
recargan la mano de obra con porcentajes apreciables.
Con respecto a las evasiones de las imposiciones fiscales, parece necesario aclarar
que no se trataba de un tipo de acción exclusivamente realizada por los sectores de
la pequeña industria.
En cuanto a las orientaciones políticas de los pequeños empresarios surgidos
durante el gobierno de Perón, cabe destacar que no existieron asociaciones de
articulación de intereses que puedan considerarse como portadoras de su
representación. Tampoco surgieron organizaciones de tipo político que puedan
atribuirse a la acción de esos sectores, ni órganos de acción ideológica.
En su segunda mitad, al buscar el gobierno una mayor racionalidad a los procesos
económicos, se sancionaron diversas medidas cuya meta era aumentar los
controles sobre las pequeñas empresas. El Plan Económico de 1952 estipulaba la
creación de “un régimen de licencias para instalar nuevas industrias”. Pero si bien la
multiplicación de los pequeños establecimientos era un objetivo de su política
económica, las autoridades reconocían los aspectos negativos y deficientes de esa
forma de desarrollo industrial.
El pleno empleo, el nivel de ingresos de los sectores asalariados, la balanza
comercial o la independencia económica constituían para el gobierno peronista los
principales argumentos de la política encarada. En la medida que la década
inmediatamente anterior había sido altamente favorable para las industrias
dedicadas a la sustitución de importaciones, la gestión del peronismo podía
relativizarse. Es más, los conflictos con sus asalariados y con las organizaciones
sindicales fomentadas por el Estado debieron ser un potente factor de crítica al
peronismo por parte de los empresarios de las industrias dinámicas.
En la medida que la política económica peronista privilegió la importancia de
insumos sobre la de bienes de capital, la modernización de las plantas existentes se
convirtió en un problema. Aún cuando las importaciones de maquinarias
favorecieron a las empresas dedicadas a la sustitución de importaciones, sus
propietarios reclamaron que se atendieran sus necesidades urgentes de
modernización. Sin embargo a partir de la década del 40, la economía argentina es
vulnerable a los factores externos en la medida en que la ocupación de la capacidad
instalada de la industria y el proceso de acumulación de capital dependen de la
capacidad de importar del país y de incorporar, en consecuencia, todos los
productos intermedios, materias primas, combustibles, maquinarias y equipos que
necesita para su normal desenvolvimiento.
En tanto que las importaciones de maquinarias y de insumos industriales habían
estado subvencionadas por las traslaciones de ingresos operados por el IAPI, sus
precios eran menores que los de una eventual producción nacional.
La solución de la falta de capitales y de divisas para continuar el desenvolvimiento
industrial no se encaró mediante la incorporación de inversiones extranjeras como
en varias países del subcontinente. Las ideas peronistas no eran propicias a ese
tipo de alternativa. La presencia de capital extranjero se habían reducido en los
primeros años de la gestión de Perón debido a la política de nacionalización de los
servicios. La influencia del capital extranjero se vio dificultada por la actitud del
gobierno para su radicación y se vio afectada por las nuevas disposiciones del
Estado.
El cambio de perspectiva comenzó a esbozarse públicamente con el viaje oficial
realizado por el ministro de Hacienda a los Estados Unidos en 1950 donde mantuvo
reuniones con numerosos empresarios y funcionarios a fin de interesarlos en las
ventajas y seguras oportunidades de ganancias que ofrecía la Argentina. Así, el
gobierno fue modificando su posición en materia de radicación de capitales
extranjeros, si bien no consiguió en lo inmediato la llegada de inversiones.
Perón expresaba que los préstamos sólo servían para hipotecar el futuro y
comprometer la propia independencia y soberanía. Pero, poco después, en el
Segundo Plan Quinquenal (1952) se incorporó claramente la necesidad de
inversiones internacionales. Fue el instrumento legal de la nueva política y con ella
se establecía que se permitía la transferencia al exterior. No obstante surge que
el capital extranjero no se interesó por el nuevo régimen propuesto. Esto mostró que
los esfuerzos del gobierno para atraer radicaciones de capitales fueron
prácticamente nulos. Probablemente, la trayectoria del peronismo neutralizaba sus
propios intentos de modificar sus relaciones con el capital extranjero. A pesar de
las garantías y ventajas acordadas, los inversores externos seguían
encontrando en el peronismo un interlocutor poco confiable.
El problema del deterioro de las maquinarias y los equipos dio lugar a un reclamo en
1953: “la producción en cantidades y calidades, a costos reducidos, puede
alcanzarse únicamente mediante la renovación de los equipos actuales.” Para los
empresarios, el deterioro encarecía la producción, al mismo tiempo que la
reivindicación de los derechos de sus asalariados limitaba las posibilidades de
incentivar los ritmos de trabajo. El Estado, distribuyendo los limitados recursos
disponible, apareció para mucho empresarios, como un agente de favoritismo y de
corrupción.
En conclusión, a partir del conjunto de situaciones contradictorias en que se
encontraban los propietarios de las industrias de sustitución de importaciones se
puede explicar el tipo de relación que se establecieron con el gobierno peronista.
Esos empresarios se enfrentaban a un política que, si podía otorgarles algunos
beneficios, sin embargo, por sus contenidos estatistas y favorables a los
asalariados, creaba numerosas situaciones de conflicto. Aun cuando el gobierno
hizo intentos de ganar el apoyo de esos sectores, el análisis del periodo muestra
que los logros fueron mínimos, o solamente formales. Sin la capacidad necesaria
para establecer sus propios proyectos políticos, en un momento histórico en que
aumentaba la gravitación política de sus obreros, y en tanto consideraban que el
Estado no defendía suficientemente sus intereses, los propietarios de las
industrias de sustitución de importaciones no encontraron motivos para
convertirse en apoyos activos del gobierno de Perón.

La Confederación General Económica: ¿los empresarios peronistas?


La CGE2 se constituyó y con ello se concretaba una antigua aspiración del gobierno.
La Confederación Económica Argentina participó en la creación de la CGE al igual
que la Sociedad Rural Argentina y la Confederaciones Rurales Argentinas. A esta
naciente entidad auspiciada por el peronismo se unieron casi la totalidad de las
organizaciones empresarias existentes de la época e instituciones comerciales
como la Bolsa de Comercio de Buenos Aires y las cámaras de la disuelta Unión
Industrial Argentina.
Perón manifestó su satisfacción y afirmaba que no se habrá de tomar ninguna
medida en el orden económica nacional sin consultarlo previamente con la CGE
para saber cuáles son los intereses que podrían salir perjudicados.
Los objetivos principales de la Confederación General Económica eran la
nacionalización de la industria, la sustitución de importaciones, el fomento de la
compra de productos nacionales, el desarrollo de industrias estratégicas y el
crecimiento económico del país mediante un mercado interno pujante.
La CGE adhirió a la mayoría de las iniciativas del gobierno y en lo económico
se preocupó por el aumento de la productividad, el mejoramiento de los
equipos y maquinarias y por la necesidad de la radicación de capitales
extranjeros.
En cuanto al peso político de las ideas y pedidos de la corporación oficialista, no
cabe considerar que haya tenido capacidad de negociación ni vocación de
autonomía como para intentar dirigir las estrategias de la etapa final del primer
peronismo. Sidicaro sostiene la conjetura de que se empleó esta nueva entidad para
consolidar más los vínculos de los empresarios tradicionales con el gobierno.
La CGE mantuvo un discurso público pro industrial y expresó críticas a la
ineficiencia de los grandes propietarios agrarios.
Al producirse el golpe de Estado de 1955, las entidades empresarias tradicionales
que la integraban declararon, pública y terminantemente, su rechazo a las
orientaciones pro peronistas expresadas por esa institución. La CGE se desarticuló.
Confederaciones Rurales Argentinas expresó también su enfrentamiento con la
hasta entonces organización de todos los empresarios.

2
La CGE es una agrupación argentina de cámaras empresariales, que agrupa cámaras regionales
de empresas grandes, medianas y pequeñas.
Parece que la principal causa de alejamiento o retiro fue la convicción de que
la CGE se trata de un organismo creado por el Estado para servir a las
directivas propias del Estado.

El Estado organizador y los políticos peronistas


El papel del Estado fue frecuentemente teorizado por Perón y sus altos funcionarios.
Tal como señalamos al principio, el peronismo se había formado sobre el
locus institucional creado en los años anteriores a 1943. La unidad de la nueva
fuerza política se había formado en la común identificación de sus integrantes
con el Estado intervencionista. Las idea dirigistas se habían difundido desde
hacía tiempo en la sociedad argentina y en el mundo. Los partidarios de los años
1943-1945 dividieron las opiniones en dos grandes bloques: quienes promovían la
formación del peronismo asumieron ideas en la que, al intervencionismo en el plano
económico, se habían sumado las iniciativas estatales en el plano social. La
adhesión que lograron en los sectores menos privilegiados de la sociedad llevó a los
dirigentes de la nueva fuerza política a “obrerizar” sus discursos y a instalarse en el
centro de los conflictos sociales. En esas condiciones se hizo menos visible que el
proyecto de la dirigencia peronista era la consolidación y la ampliación del Estado
intervencionista.
En el gobierno peronista los conflictos sociales se politizaron y la mayoría de
los asalariados y los sectores populares se identificaron con el peronismo, lo
que hacía que quizás la pérdida de algunas de sus libertadores o derechos para la
mayor parte de sus integrantes no resultaba una cuestión ideológicamente
significativa. Las conquistas laborales, la mejora del nivel de vida y, más en
general, el reconocimiento del lugar de los trabajadores en la sociedad
produjeron las condiciones que forjaron y mantuvieron en el tiempo un
imaginario sociales favorable al peronismo, que lo consideraba un efecto casi
exclusivo de sus propias luchas y movilizaciones.
En la esfera económica, la intervención del Estado y la multiplicación de los
controles y de medidas de planificación indicativa suscitaron la disconformidad de
los principales sectores propietarios. En el ámbito económico, abundaron las
explicaciones para justificar la restricción de la libertad: que el individuo ya se
encontraba sometido a la múltiples restricciones, que eran inherentes al Estado y a
sus consecuencias [...]
El Estado se adjudicaba el concepto teórico de planificador de la economía. Luego,
cuando buscó modificar las políticas seguidas en los primero años de gobierno y
mejorar las relaciones con el gran empresariado, no alterar sus principios centrales
estatistas. El cambio era una nueva manera de plantear la acción del Estado en la
economía, sin poner en duda su poder de orientación sobre la dinámica de ésta.
Para los peronistas, el protagonismo estatal no era un tema discusión y el maneja
de la economía no salía de su órbita. El conflicto con los empresarios podía, por
momentos, disminuir, pero la confrontación se encontraba en la lógica y en la
estructura del proyecto peronista.
Las funciones sociales de los aparatos estatales se expandieron en esa década
siguiendo lógicas distintas, pero complementarias. El Estados se encargó de regular
las relaciones entre el capital y el trabajo proponiéndose como instancia neutra, pero
al mismo tiempo se establecieron mecanismos para preservar los intereses de los
sectores socialmente vulnerables. La racionalidad sustitutiva acordada a la
acción del Estado le dio a éste un extraordinario aumento de su legitimidad en
la opinión de una parte considerable de la población, pero ésta comenzó a
deteriorarse en la visión de quienes, por ideas o intereses, disentían de esas
orientaciones.
En esas condiciones de ampliación del Estado combinadas con su politización
doctrinaria o partidista, resultó fácil percibir los elementos de ineficiencia burocrática
que emergían de la doble función asumida. Los criterios burocráticos valoraban la
eficiencia pero se superponían con los patrones evaluativos cuya primacía recaía en
la lealtad política y el adoctrinamiento justicialista para alcanzar el mejor
funcionamiento de la administración pública. Homogeneizar doctrinariamente al
personal burocrático fue una mera no alcanzada a lo largo de todo el decenio del
año 1954. Pero la voluntad de politizar las promociones y los reclutamiento
burocráticos, en lugar de organizar el aparato estatal, lo desorganizaba.
Entre las críticas más usuales que se formularon a la gestión de Perón se
destacó la orientación que dio a las capacidades económicas estatales,
aludiendo a las reservas acumuladas como consecuencia de la guerra mundial
y a la inconsistencia de los supuestos de su proyecto. El proceso de inflación no
dejó de ser acumulativo y algo que jugó en contra.
Se superponían distintos objetivos en este gobierno peronista estructurado en torno
al intervencionista estatal. Empero la acción de dirigentes políticos y la
conducción carismática de Perón desarrollaron estilos de comportamientos y se
fijaron metas que desorganizaron las prácticas estatales. Los políticos peronistas
institucionalizaron un sistema público de mejora de la equidad social apuntando a
satisfacer las expectativas de los sectores sociales que les brindaron apoyo político
y electoral. La racionalidad económica propia del funcionamiento estatal capitalista y
los límites impuestos por la estructura económica entraron en contradicción con los
intereses materiales y simbólicos de la dirigencia política y de su jefe carismático, y
las alternativas antes estimadas promisorias y abiertas se transformaron en los
dilemas que marcaron el camino al fin de su gestión.
La incapacidad de los principales actores socioeconómicos de asegurar una
dirección consensual y eficiente de la sociedad argentina de los años 30 terminó
siendo un factor que contribuyó a la creación del peronismo. El gobierno peronista
profundizó el debilitamiento político de los grandes sectores propietarios
tradicionales al cercenar sus libertades de organización y de opinión.
Frente a los efectos del agotamiento de la primera etapa de su gestión, los
peronistas intentaron subsanar los problemas econçomicos promoviendo una mayor
racionalidad productiva y con ese fin convocaron el esfuerzo de todos los sectores
sociales, incluidos los grandes empresarios rurales e industriales.
La década peronista terminó siendo el escenario inaugurable del stop and go
provocado por el estrangulamiento de la provisión de divisas. No sólo la burguesía
agraria perdió en esos años reconocimiento político e ideológico sino que se
deterioró la idea bastante difundida hasta ese entonces que favorecer al campo
podía ser la fórmula para iniciar un nuevo ciclo de crecimiento económico.

Se deterioró la idea de que favorecer al campo podía ser la fórmula para iniciar un
nuevo ciclo de crecimiento económico.

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