You are on page 1of 8

Defecto fáctico

En relación con el defecto fáctico, la Corte Constitucional ha indicado que éste tiene lugar cuando
el apoyo probatorio en el cual se basa el juzgador para resolver un caso es absolutamente
inadecuado. Así, si bien la valoración de las pruebas corresponde al juez, en ejercicio de los
principios de autonomía e independencia judicial, de su papel como director del proceso, de los
principios de inmediación y de apreciación racional de la prueba, este amplio margen de
apreciación está sujeto a la Constitución y a la ley. Por esa razón, debe realizarse conforme a
unos criterios objetivos, racionales y rigurosos, de acuerdo con las reglas de la sana crítica, los
parámetros de la lógica, de la ciencia y de la experiencia.

La corporación ha indicado que los jueces de conocimiento tienen amplias facultades


discrecionales para analizar el material probatorio.
Este poder debe estar inspirado en los principios de la sana crítica, debe acoger criterios de
objetividad, racionalidad, legalidad y motivación y respetar la Constitución y la ley, pues de lo
contrario la discrecionalidad sería entendida como arbitrariedad judicial, configurando así defecto
fáctico.
El defecto fáctico se establece cuando:
 Existe una omisión en el decreto de pruebas que eran necesarias en el proceso
 Se da una valoración caprichosa y arbitraria de las pruebas presentadas o
 No se valora en su integridad el material probatorio.

Se presenta el defecto fáctico cuando “el apoyo probatorio en que se basó el juez para aplicar una
determinada norma es absolutamente inadecuado.”
La evaluación del acervo probatorio por el juez implica, necesariamente, “la adopción de criterios
objetivos, no simplemente supuestos por el juez, racionales, es decir, que ponderen la magnitud y
el impacto de cada una de las pruebas allegadas, y rigurosos, esto es, que materialicen la función
de administración de justicia que se les encomienda a los funcionarios judiciales sobre la base de
pruebas debidamente recaudadas.”
Dimensiones del Defecto Fáctico
El defecto fáctico ostenta dos dimensiones, posición que es reiterada en la sentencia T-102 de
2006:
Dimensión Negativa:
La dimensión negativa u omisiva, se materializa cuando el juez niega o valora la prueba de manera
arbitraria, irracional y caprichosa u omite su valoración y sin razón valedera da por no probado el
hecho o la circunstancia que de la misma emerge clara y objetivamente. Esta dimensión comprende
las omisiones en la valoración de pruebas determinantes para identificar la veracidad de los hechos
analizados por el juez. “En este campo se concluye que se está frente a una dimensión negativa
cuando se acepta prueba inconstitucional o cuando se da por probados hechos, sin que exista
prueba de los mismos.”
Dimensión Positiva:
La dimensión positiva, que se presenta cuando el juez efectúa una valoración completamente
equivocada, o fundamenta su decisión en una prueba no apta para ello.
El juez aprecia pruebas esenciales y determinantes en lo resuelto en la providencia cuestionada
que no ha debido admitir ni valorar porque, por ejemplo, fueron indebidamente recaudadas
(artículo 29 de la CP) y al hacerlo el juez desconoce la Constitución. “Con fundamento en lo
anterior, se esta en presencia de la dimensión positiva del defecto factico por omisión o negación
del decreto y la práctica de pruebas determinantes o por la valoración defectuosa del material
probatorio.”

Valoración de prueba ilícita


Así mismo, el defecto fáctico puede presentarse por la valoración de prueba ilícita, que es aquella
que es obtenida con violación de garantías fundamentales, o por la valoración de prueba ilegal,
que es cuando se afecta el sistema de obtención legal del medio de prueba, es decir, vulnera los
requisitos legales para la obtención de prueba.
No puede perderse de vista que la Corte ha establecido que el error en la valoración del material
probatorio debe ser de tal magnitud que sea “ostensible, flagrante y manifiesto”.

Ejemplo jurisprudencial. De los casos más relevantes que encajan en el defecto fáctico, se
encuentra el denominado “miti y miti”, contenido en la sentencia SU-159 de 2002, que trata la
acción de tutela interpuesta por un ex ministro en contra de la Fiscalía General de la Nación y la
Sala de Casación Penal de la Corte Suprema de Justicia por las sentencias que lo condenaron por
el delito de celebración indebida de contratos. La investigación penal inició luego de que la Revista
Semana publicó un artículo en el que se transcribió una conversación telefónica sostenida entre
dos ministros, en la que hablaban de la adjudicación de una emisora, terminando el proceso penal
con la acusación por el delito de interés ilícito en la celebración de contratos y llevado el caso ante
la Corte Suprema de Justicia en la que sólo fue condenado uno de ellos, quien accionó en tutela
argumentado la existencia de vías de hecho y entre otras el defecto fáctico por la valoración de
prueba ilícita contentiva en la grabación obtenida y difundida por la Revista Semana. De la tutela
tuvo conocimiento el Consejo Seccional de la Judicatura de Cundinamarca quien negó el amparo
solicitado argumentando que se tuvo en cuenta otro material probatorio válido, por lo que la
comunicación clandestina no lograba excluir a las otras pruebas y que el Consejo Seccional de la
Judicatura como jueces no podían “enseñarle a la Corte cómo ha debido interpretar el problema,
so pena de violar el principio de autonomía judicial", impugnando en accionante el fallo de tutela,
pasando al Consejo Superior de la Judicatura, entidad que confirmó el fallo. De la acción de tutela
tuvo conocimiento la Sala Plena de la Corte Constitucional formulándose la siguiente pregunta en
torno al defecto fáctico: “¿Violan el derecho al debido proceso una resolución de acusación y una
sentencia penal dictadas dentro de un proceso que se inició a partir de una noticia que divulgó una
grabación ilícitamente obtenida por personas desconocidas?”. Si bien concluyó que no porque la
grabación no fue el fundamento de la resolución de acusación, ultimó que la grabación era ilícita
y en ese orden de ideas no podía ser valorada como prueba ya que es nula de pleno derecho la
prueba que es obtenida con violación al debido proceso.

Defecto fáctico por omisión en valoración probatoria


La jurisprudencia de esta Corporación ha establecido que las copias simples de los registros civiles
de nacimiento son pruebas válidas para acreditar el parentesco.
Se precisó que la acción de tutela, incluso, es procedente para cuestionar providencias judiciales
dictadas por el Consejo de Estado, pues, de conformidad con el artículo 86 de la Constitución
Política, ese mecanismo puede ejercerse contra cualquier autoridad pública.
La Corte Constitucional ha indicado que cuando se controvierte una providencia judicial proferida
por la Corte Suprema de Justicia o por el Consejo de Estado, la procedencia de la acción de tutela
es más restrictiva debido a que estas Corporaciones son las encargadas de unificar la jurisprudencia
en sus respectivas jurisdicciones, por lo que los principios de autonomía e independencia judicial
adquieren mayor relevancia. Por ello, se ha indicado como presupuesto adicional para admitir la
procedencia de la acción de tutela, que la providencia judicial atacada debe contener un error
ostensible, manifiesto y flagrante que riña de manera directa con la Constitución Política y que
justifique la intervención del juez constitucional.
En consecuencia, en los eventos en que se ataque por vía de tutela una providencia proferida por
una Alta Corte, corresponde al juez de tutela verificar el cumplimiento de: (i) los requisitos
generales de procedencia de la acción de tutela contra providencias judiciales; (ii) la existencia de
una o varias causales especiales de procedibilidad; y (iii) la configuración de una vía de hecho en
la providencia judicial acusada que haga que esta riña de manera abierta con la Constitución
Política y sea incompatible con la jurisprudencia constitucional.
Respecto de la vía de hecho por defecto fáctico, la Corte Constitucional ha señalado que se produce
cuando de la actividad probatoria ejercida por el juez se desprende, -en una dimensión negativa-
que se omitió la valoración de pruebas determinantes para identificar la veracidad de los hechos
analizados por el juez.
En esta situación se incurre cuando se produce la negación o valoración arbitraria, irracional y
caprichosa de la prueba, cuando el juez simplemente la ignora u omite, o cuando sin razón valedera
da por no probado el hecho o la circunstancia que de la misma emerge clara y objetivamente8.
Asimismo, la Corte Constitucional ha precisado que para que se constituya una vía de hecho por
defecto fáctico es necesario que “(…) se hayan dejado de valorar pruebas legalmente aducidas al
proceso, o que en la valoración de las pruebas legalmente practicadas se haya desconocido
manifiestamente su sentido y alcance y, en cualquiera de estos casos, que la prueba sobre la que
se contrae la vía de hecho tenga tal trascendencia que sea capaz de determinar el sentido de un
fallo. Sólo bajo esos supuestos es posible la tutela de los derechos fundamentales al debido
proceso y de acceso a la administración de justicia, de manera que cuando los mismos no
satisfagan estas exigencias, no procede el amparo constitucional pues se trata de situaciones que
se sustraen al ámbito funcional de esta jurisdicción.

Lo que se plantea en esta oportunidad es la configuración de un defecto fáctico por valoración


defectuosa del material probatorio.
Tal situación se presenta en la hipótesis de incongruencia entre lo probado y lo resuelto. Se
configura, entre otros, en los siguientes supuestos: (i) cuando el funcionario judicial, en contra de
la evidencia probatoria, decide separarse por completo de los hechos debidamente probados y
resolver a su arbitrio el asunto jurídico debatido; (ii)cuando a pesar de existir pruebas ilícitas no se
abstiene de excluirlas y con base en ellas fundamenta la decisión respectiva; (iii)en la hipótesis de
incongruencia entre lo probado y lo resuelto, esto es, cuando se adoptan decisiones en contravía
de la evidencia probatoria y sin un apoyo fáctico claro; (iv)cuando el funcionario judicial valora
pruebas manifiestamente inconducentes respecto de los hechos y pretensiones debatidos en un
proceso ordinario, no por tratarse en estricto sentido de pruebas viciadas de nulidad sino porque se
trata de elementos probatorios que no guardaban relación con el asunto debatido en el proceso;
(v)cuando el juez de conocimiento da por probados hechos que no cuentan con soporte probatorio
dentro del proceso.

A su turno, debe afirmarse que la ocurrencia de un defecto fáctico en una providencia judicial es
quizá de aquellos de más difícil configuración en sede de tutela, en la medida en que el juez
constitucional se está enfrentando de manera directa con aquella actividad valorativa del juez
natural tendiente a la fijación de los supuestos de hecho en que funda su decisión, proceso
intelectivo que está reservado al proceso de crítica con el que debe analizar el funcionario el
material probatorio allegado al expediente; por lo que, en consecuencia, una mera divergencia
interpretativa o el planteamiento de una mejor visión de los hechos por parte del peticionario en
este mecanismo de defensa, no constituye argumento válido para intervenir en dicha esfera que
garantiza en el juez natural su independencia y autonomía.

Por su parte, la competencia del juez constitucional para valorar este tipo de situaciones es
restringida, debido a la autonomía del funcionario judicial que, como juez natural del asunto, tuvo
la oportunidad de apreciar las pruebas que fueron allegadas dentro de un proceso dotado de todas
las etapas procesales y garantías para las partes. Esta última situación, el respeto por la apreciación
del juez natural, debe resaltarse, es también una garantía del debido proceso, al tenor del artículo
29 de la Constitución Política, pues, se constituye en la herramienta efectiva en virtud de la cual
cada conflicto es definido por el funcionario especializado en el mismo tipo de situaciones, lo que
garantiza en mayor medida la corrección del pronunciamiento.

Si dentro de los restringidos límites del defecto fáctico el juez de tutela encuentra que la
determinación de los hechos efectuada por el juez natural parte de criterios irrazonables o se
configura sobre la omisión en la valoración de pruebas necesarias, o bien, se construye omitiendo
el decreto de pruebas imprescindibles para acercar la verdad procesal a la verdad real, y si ello
tiene una evidente incidencia en el sentido de la decisión, es posible efectuar una revisión
constitucional de la providencia, pues el principio constitucional impide dar un valor absoluto a la
cosa juzgada de decisiones que escapan al principio de razonabilidad, consustancial al concepto
de debido proceso, y que en materia probatoria incluye la motivación de la valoración de la prueba
y el respeto por los principios de la sana crítica.

De la sentencia T-645317:
En relación con los defectos fácticos, de la acción de tutela se desprenden seis yerros diferentes,
agrupados en tres componentes:
En primer lugar, porque se presenta una valoración arbitraria del material probatorio, por cuanto
las autoridades judiciales accionadas no apreciaron integralmente los informes.
En segundo lugar, se alega que se dan por acreditados hechos sin que exista prueba de los mismos.

Esto, en tanto el accionante considera que (i) el patólogo no es médico tratante, no define
diagnósticos y no determina tratamientos, simplemente identifica patologías; por lo que su reporte
es una ayuda de orientación para el médico tratante, junto con la valoración clínica y otros
exámenes; (ii) el estudio de inmunohistoquímica no es una condición necesaria.
En tercer lugar, se indica que no hubo valoración de las pruebas conforme con los estándares, ya
que los testimonios y peritajes no fueron suficientes para que las autoridades tuvieran el “grado de
certeza requerido”.

En relación con el defecto fáctico, la Corte Constitucional ha indicado que éste tiene lugar cuando
el apoyo probatorio en el cual se basa el juzgador para resolver un caso es absolutamente
inadecuado. Así, si bien la valoración de las pruebas corresponde al juez, en ejercicio de los
principios de autonomía e independencia judicial, de su papel como director del proceso, de los
principios de inmediación y de apreciación racional de la prueba, este amplio margen de
apreciación está sujeto a la Constitución y a la ley. Por esa razón, debe realizarse conforme a unos
criterios objetivos, racionales y rigurosos, de acuerdo con las reglas de la sana crítica, los
parámetros de la lógica, de la ciencia y de la experiencia.
A partir de lo anterior, en la práctica judicial la Corte ha encontrado tres hipótesis en las cuales se
configura el defecto fáctico: (i) cuando existe una omisión en el decreto y en la práctica de pruebas
que eran necesarias en el proceso; (ii) cuando se hace una valoración defectuosa o contraevidente
de las pruebas existentes; y (iii) cuando no se valora en su integridad el acervo probatorio.

Estas hipótesis pueden configurarse por conductas omisivas o activas, dando lugar a las dos
dimensiones del defecto fáctico, la negativa (u “omisiva”) y la positiva (o “por acción”). La
primera se presenta cuando el juez se niega a dar por probado un hecho que aparece en el proceso,
sea porque (i) niega, ignora o no valora las pruebas solicitadas; o (ii) a pesar de poder decretar la
prueba, no lo hace por razones injustificadas. La segunda se presenta cuando, a pesar de que la
prueba sí obra en el proceso, el juez (i) hace una errónea interpretación de ella, al atribuirle la
capacidad de probar un hecho que no aparece en el proceso o al estudiarla de manera incompleta;
(ii) valora pruebas ineptas o ilegales; o (iii) valora pruebas indebidamente practicadas o
recaudadas.

No obstante, no se trata de cualquier yerro, por cuanto éste debe satisfacer los requisitos de (i)
irrazonabilidad, que quiere decir que el error debe ser ostensible, flagrante y manifiesto; y (ii)
trascendencia, que implica que el error alegado debe tener ‘incidencia directa’, ‘transcendencia
fundamental’ o ‘repercusión sustancial’ en la decisión judicial adoptada, lo que quiere decir que,
de no haberse presentado, la decisión hubiera sido distinta. De esta manera, se tiene que las
divergencias subjetivas de la apreciación probatoria no configuran un defecto fáctico.

Esto es así, porque frente a interpretaciones diversas y razonables, el juez natural debe determinar,
conforme con los criterios señalados, cuál es la que mejor se ajusta al caso concreto. En
consecuencia, el juez de tutela debe privilegiar los principios de autonomía e independencia
judicial, por lo que debe considerar que, en principio, la valoración de las pruebas realizadas por
el juez natural es razonable y legítima.

En ese sentido, el juez de tutela no puede convertirse en una instancia revisora de la actividad de
evaluación probatoria del juez que ordinariamente conoce de un asunto, por lo que su intervención
debe ser de carácter extremadamente reducido. Lo anterior, en la medida en que el juez
constitucional no puede percibir como fuente directa los elementos probatorios tanto como el juez
ordinario en ejercicio del principio de inmediación probatoria.

You might also like