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En la medida en que al judaísmo se le puede considerar mucho más que una religión, el lugar de reunión
de los que lo profesan -la sinagoga- va más allá de un sitio de rezo. Es el hogar de los judíos, el sustento de
su fe, el centro para el enriquecimiento del espíritu.
A pesar de que los orígenes de la sinagoga se remontan a la época del éxodo judío de Egipto, existe un
consenso entre los historiadores de que ésta adquirió su forma durante el exilio a Babilonia, cuando
Nabucodonosor destruyó el Primer Templo de Jerusalem en 586 a.e.c.
El santuario de los judíos había sido construido durante la época del rey Salomón: "Y aconteció que en el
año 480 a.e.c. después de que salieron, los hijos de Israel de la tierra de Egipto, en el año cuarto del reinado
de Salomón, se puso a edificar la casa del Señor. (Reyes 1, 6:1).
La inauguración del majestuoso Templo se realizó con el traslado del Arca y de las Tablas de la Ley que
los judíos llevaban en el Tabernáculo o santuario portátil construido por mandato divino, y que los acompañó
en su deambular por el desierto del Sinaí. El Templo se constituyó en el santuario nacional para el culto
divino en la antigua Jerusalem, centro de la vida religiosa y símbolo de la unidad e independencia judías.
El sacerdote principal era la más alta autoridad religiosa y además ostentaba poder político. Dentro y
alrededor del Templo se realizaban grandes asambleas, principalmente durante las festividades de
peregrinaje -Pésaj, Shavuot y Sucot- en las que los judíos de todos los confines llegaban a Jerusalem con
sus ofrendas al Todopoderoso, como expresión de su devoción y agradecimiento.
Durante el destierro babilónico, los judíos llevaron consigo su Torá y sus tradiciones. El santuario menor
que se menciona en Ezequiel 11:6 fue interpretado como una casa de estudio en donde se ofrecía a los
judíos la oportunidad de estudiar la Torá, de rezar por la redención y de encontrar consuelo en su nuevo
entorno, después de la separación forzada de la Tierra Santa y de la pérdida del Templo y de su ritual
consagrado.
A diferencia de Jerusalem, en Babilonia la reverencia pública no podía llevarse a cabo en plazas abiertas,
por lo que los judíos construyeron instalaciones apropiadas para el rezo, el estudio y demás actividades
comunitarias.
Cuando en 536 a.e.c. el rey Ciro de Persia decretó el Edicto del Retorno a través del cual los judíos
podían regresar a Jerusalem y reedificar su Templo, los exiliados trajeron con ellos sus casas de estudio. La
construcción del nuevo santuario se inició en 520 a.e.c. durante el reinado de Darío I para concluirse en 515
a.e.c. La población judía se regocijó ya que por segunda vez el Templo se convertía en el centro espiritual y
faro de luz de la comunidad.
De acuerdo a la tradición, los judíos jerosolimitanos asistían al Templo diariamente, así como los sábados
y días de luna nueva. Y para asistir cada mañana todos los días a dar gracias y tributar alabanzas a Dios, y
así mismo por las tardes. (Crónicas 1, 23:30). Además, continuaron con las ceremonias anuales en las que
todos los judíos peregrinaban al Templo para llevar las primicias de sus cosechas como ofrenda al Creador.
En el Templo, el Cohén o sacerdote oficiaba diariamente, bendecía al pueblo y gozaba de privilegios
especiales. Por ley, los sacerdotes tenían que ser miembros de la tribu de Leví, descendientes de Aarón, el
primer gran sacerdote.
Los levitas descendientes del tercer hijo del patriarca Jacob, de la tribu de Levi, ayudaban a las tareas
sacerdotales, como cantores, músicos y maestros. Al resto de la población se le denominaba Israel.
Independientemente de la suprema santidad y adoración del Templo, en pocos años se multiplicó el
número de sinagogas alcanzando la cifra de 480 en Jerusalem. Paralelamente, en la diáspora resultante del
exilio babilónico, se dio un intenso desarrollo de la vida judía alrededor de las más de mil sinagogas
construidas en distintas ciudades, como sustituto del Templo. No obstante, los judíos nunca olvidaron su
gran santuario y mantuvieron estrechos vínculos con Jerusalem a través de las peregrinaciones, en las que
se fomentaba la unidad por medio de la oración.
En 70 e.c. el ejército romano comandado por Tito destruyó el Segundo Templo y construyó sobre éste un
santuario pagano que posteriormente fue sustituido por una iglesia bizantina y por la mezquita de el-Aksa y el
Domo de la Roca. Como consecuencia, los judíos fueron expulsados de su tierra y la sinagoga se convirtió
en eje y fundamento del judaísmo.
Como institución central de la vida judía, las sinagogas han sido objeto de numerosos ataques e
incendios. Muchas miles fueron destruidas y centenares de los lugares de culto que sobreviven fueron
clausurados por políticas antisemitas.
BIBLIOGRAFÍA
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