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REVISTA DE CIENCIAS Ignacio López–Calvo (University of California, Merced)
HUMANAS Y SOCIALES Song No (Purdue University)
DE LA UNIVERSIDAD David W. Foster (University of Arizona)
CIENTÍFICA DEL SUR
Cursos Básicos Humanidades
ISSN 2076-2674 (impresa) Universidad Científica del Sur
ISSN 2415-0959 (en línea) Campus Villa I, pabellón B, oficina 104
Volumen 9, número 1 Villa El Salvador, Lima, Perú
Noviembre 2016 – Abril 2017 rquiroz@cientifica.edu.pe
http://www.cientifica.edu.pe/investigacion
Diseño y diagramación
Carmen Huancachoque
Corrección
Juan Carlos Bondy
Coordinación editorial
Miguel Ruiz Effio
Imagen de portada
Monumento al Inca Garcilaso de la Vega, en la avenida del mismo
nombre. Lima, Perú.
© Miguel Ruiz Effio
www.revistas.cientifica.edu.pe/desdeelsur
Editorial ............................................................................................... 7
Artículos
1. Restos de la memoria en la narrativa de «hijas de
desaparecidos» argentinos. Las escrituras de Marta
Dillon y Eugenia Guevara
The remains of memory in the narrative of desaparecidos's
daughters. The writings of Marta Dillon and Eugenia Guevara
Andrea Cobas Carral.................................................................... 11
RESUMEN
En el presente trabajo abordamos los textos Aparecida
(2015), de Marta Dillon, y Veintiocho. Sobre la desaparición
(2015), de Eugenia Guevara, para analizar en ellos los pro-
cedimientos de recuperación del pasado reciente ligado
con la última dictadura militar argentina, desde la mirada
de dos hijas de «desaparecidos».
PALABRAS CLAVE
Narrativa argentina, violencia de Estado, memoria, hijos
ABSTRACT
This paper analyzes Desaparecida (2015), by Marta Di-
llon, and Veintiocho. Sobre la desaparición (2015), by Euge-
nia Guevara, to explore the strategies of recovery of the
recent past ligated with Argentina’s last military dictators-
hip from the perspective of two «desaparecido»’s children.
KEYWORDS
Argentinian narrative, State violence, memory, second
generation
1 Profesora y licenciada en Letras por la Universidad de Buenos Aires (UBA) donde enseña
en las cátedras de Literatura Latinoamericana Contemporánea y de Semiología. Profesora
adjunta de la cátedra de Literatura Argentina y Latinoamericana en la Universidad del Cine
(FUC). Investigadora del Instituto de Literatura Hispanoamericana (ILH-UBA). Candidata a
doctora por la Universidad de Buenos Aires, donde finaliza su trabajo de tesis con una in-
vestigación acerca de la narrativa de «hijos de desaparecidos». Ha publicado numerosos es-
tudios sobre su especialidad en revistas y libros académicos editados en Argentina y en el
exterior.
3 Para un acercamiento a los rasgos de las ficciones que se publican en el periodo, ver los
volúmenes colectivos editados por Daniel Baldeston (1985) y Saúl Sosnowski (1988), en los
que se recogen intervenciones críticas que intelectuales hacen durante los primeros años
del gobierno de Raúl Alfonsín (1983-1989). Las diversas perspectivas de análisis de los ar-
tículos permiten entrever las principales polémicas y preocupaciones que pueden hacerse
públicas luego del final de la dictadura.
4 Por decisión del recién asumido presidente Raúl Alfonsín, el 12 de diciembre de 1983 se
presenta ante el Congreso el pedido de derogación de la Ley de «Autoamnistía» dictada
por las Fuerzas Armadas y se inicia el procesamiento de los responsables por los hechos
de violencia. Asimismo, se crea el 15 de diciembre de 1983 la Comisión Nacional sobre la
Desaparición de Personas (Conadep), comisión encargada, en primer término, de recoger
denuncias sobre los secuestros y desapariciones ocurridos durante los años de dictadura y,
figuración del pasado reciente. Las producciones más relevantes del cor-
pus no se caracterizan ya por la narración sesgada del horror, sino por el
intento de mostrar desde todas las perspectivas y de modo directo lo más
inefable de la experiencia represiva aunque componiendo un verosímil
que no cae ni en la estetización de la violencia ni en la «moral del rea-
lismo» que asocia sujeto y experiencia, narración y sentido (Dalmaroni,
2004, p. 159)7.
Entre los rasgos que las ponencias reunidas en Lo que sobra y lo que
falta en los últimos veinte años de literatura argentina identifican como
marcas de la narrativa sobre «la dictadura», los textos con hijos —escri-
tos por ellos o no— aparecen indiferenciados dentro del corpus general y
supeditados a otras articulaciones que obturan la percepción de las par-
ticularidades de una problemática que requiere otras estrategias para su
narración. Si durante la transición democrática el estreno en 1985 de La
historia oficial, dirigida por Luis Puenzo, difunde de modo masivo la cues-
tión de los niños apropiados en dictadura, también en los años siguientes
muchos nietos serán encontrados y los procesos judiciales y científicos de
restitución de la identidad tendrán diversos grados de exposición pública
a través de los medios de comunicación y de las acciones de agrupaciones
como Madres y Abuelas de Plaza de Mayo8. Cuando en 1996 Alejandro
Agresti presenta Buenos Aires viceversa en el Festival de Cine de Mar del
Plata, recorta la especificidad de su película en la Argentina de los años
90: «De los hijos de desaparecidos nadie habló. Los que desaparecieron ya
están muertos. El problema lo tienen sus hijos. Ellos heredaron el mundo
que les dimos y no reciben respuestas. Cada película habla de su momen-
to en la historia y esta no es la excepción»9. En ese contexto en el que los
jóvenes y los hijos que dejaron recién hoy están en edad para pedir respuestas a la sociedad.
A ellos está dedicado este film». En la dupla que forman la hija de desaparecidos y el chico
de la calle que la acompaña durante parte de la historia, la película —con una narración
fragmentaria y una estética intensa— logra condensar simbólicamente la matriz político-
económica que instaura la dictadura y cuyas consecuencias emergen en el presente de la
representación en una ciudad marcada por las polarizaciones, la violencia y la exclusión.
10 Junto con el citado trabajo de Miguel Dalmaroni, es central el artículo de Ana Amado
(2004) en tanto lúcidas aproximaciones críticas a las producciones literarias, fílmicas y plásti-
cas de los hijos.
11 Para un estudio sobre la agrupación H.I.J.O.S., ver Pablo Bonaldi (2006). Para una lectura
fundante sobre el texto de Suárez Córica y su relevancia colectiva, ver Miguel Dalmaroni
(2004). Para un acercamiento al relato de Suárez Córica en relación con la narrativa más re-
ciente de hijos, ver Andrea Cobas Carral (2015).
12 Nos referimos, por ejemplo, a Ni muerto has perdido tu nombre (2002), de Luis Gusmán; El
secreto y las voces (2002), de Carlos Gamerro; Taper ware (2007), de Blanca Lema y Una mucha-
cha muy bella (2013), de Julián López.
Entre los tenues hilos que enlazan los textos de Marta Dillon y de Euge-
nia Guevara, la identificación de los huesos de sus madres desaparecidas
no es el menor de ellos: entre la desaparición y el hallazgo, media una vida
de búsquedas que con dificultad se deja poner en palabras. En ambos re-
latos la escritura es recuperada como una práctica contradictoria —pero
en un punto ineludible— porque se configura no solo, como es esperable,
en tanto narración de la propia vida sino, sobre todo, porque surge como
ejercicio de duelo, como acto de clausura, como amoroso, pero insuficien-
te, epitafio para esa madre perdida y tardíamente recuperada.
Cuando Eugenia Guevara comienza a escribir su «testimonio» (2015,
p. 16) los restos de su madre aún no han sido identificados por el Equipo
Argentino de Antropología Forense16: «Escribir este libro fue un proceso
14 Marta Dillon es hija de Marta Taboada (1941-1977), abogada y militante del Frente Pero-
nista Revolucionario 17 de Octubre, que es secuestrada en Buenos Aires el 28 de octubre
de 1976. Taboada es llevada primero al centro clandestino de detención El Banco y, luego,
trasladada a El Vesubio, hasta el 2 de febrero de 1977, cuando es ejecutada en un enfrenta-
miento fraguado en Ciudadela. Es enterrada en una fosa N.N. en el Cementerio Municipal
de San Martín. En 1984, con el retorno de la democracia, esos cuerpos fueron recuperados,
pero no pudieron ser identificados. Marta Taboada permaneció desaparecida hasta 2010,
cuando el Equipo Argentino de Antropología Forense (EAAF) logra, finalmente, identificarla.
Sus hijos pueden inhumar sus restos en 2011. Marta Dillon tiene 10 años cuando su mamá es
desaparecida.
15 Eugenia Guevara es hija de Nilda Susana Salomone (1949-1977), licenciada en Ciencias de
la Educación y militante de Montoneros que es secuestrada en La Plata el 15 de noviembre
de 1976. Salomone permanece detenida ilegalmente en la Brigada de Investigaciones de
La Plata, donde, con otros seis militantes «acepta colaborar» (Guevara, 2015, p. 13) con sus
secuestradores con la promesa de ser, finalmente, liberados. Permanece en esa situación
hasta noviembre de 1977, momento en que su familia pierde todo contacto con ella. Nilda
Salomone permanece desaparecida hasta 2013, cuando el EAAF identifica sus restos que
fueron encontrados en una fosa común en el Cementerio Municipal de Avellaneda. Eugenia
Guevara tiene dos años cuando su mamá es desaparecida. Permanecen aún desaparecidas
su tía materna Ángela Salomone y su abuela paterna Eugenia Turri.
16 El EAAF se crea en 1984, cuando el trabajo de la Conadep hace evidente la necesidad
de contar con un cuerpo científico formado en técnicas forenses y antropológicas capaz de
largo y doloroso, pero necesario para liberarme [...] iba a permitirme ente-
rrar a mi madre y vivir mi vida» (2015, p. 14). Desde esta mirada, la escritura
permite romper con una historia familiar y personal que inmoviliza y llena
de sentido el hueco material, afectivo y simbólico que supone la desapari-
ción. La estructura de Veintiocho deja entrever la potencia que Guevara le
asigna a la escritura en tanto motor para trascender la pasividad. La prime-
ra parte del libro se divide en 28 capítulos —uno por cada año de vida de
la madre—, con subtítulos que refieren a diversas cuestiones: «Identidad»,
«Peronismo», «Abuelos», y se intercalan con otros fragmentos nombrados
con infinitivos: «Empezar», «Hablar», «Leer», «Escribir», «Militar», «Amar»,
«Comprender» (2016, p. 187). La serie hace evidente una trayectoria en la
que la escritura es un punto de llegada, pero, sobre todo, una práctica que
hace posible la concreción de acciones políticas, íntimas y cognitivas que
impulsan la narración y limitan el peligro de estancamiento de un «yo»
que se configura en el relato al tiempo que arma el «rompecabezas» que
es su madre desaparecida.
La identificación de los restos no trastoca el trazado original de la es-
critura: «aunque Veintiocho es el relato de una hija de desaparecida que
ha dejado de serlo, he querido mantener mi testimonio, tal como lo he
escrito antes de vivir el milagro de enterrar a mi madre» (2015, p. 16). El
hallazgo de lo que queda del cuerpo de la madre no transforma el modo
en que el pasado se percibe ni refunda tampoco la propia biografía, pero
aporta un saber que la autora filia con la «verdad de la historia»: los hue-
sos confirman un final para la madre y atestiguan en su contundencia el
cierre para esa otra biografía que el texto va armando como un «collage»
(2016, p. 16).
La identificación de los huesos de la madre —y por extensión la clausu-
ra que ese hallazgo significa— se completa en Veintiocho con la presencia
de una segunda parte que cierra el libro: las 70 páginas finales reproducen
un manuscrito que Nilda Susana Salomone escribe en 1977 durante su
cautiverio. La palabra de Guevara, que narra su vida como hija de una des-
aparecida, y la palabra de Salomone, que narra su vida hasta la desapa-
rición, establecen —por oposición y como complemento— una tensión
perturbadora que cifra sus sentidos en la potencialidad de la escritura.
Así, en Veintiocho opera un desplazamiento entre el cuerpo recobrado y el
encuentro del relato materno que dice más que esos huesos: el verdadero
identificar los cuerpos de los desaparecidos enterrados en fosas comunes como N.N. La reco-
nocida labor del EAAF permitió restituirles su identidad a cientos de desaparecidos durante
la dictadura cívico-militar argentina. Para una historia detallada de la entidad, ver http://eaaf.
typepad.com/eaaf__sp/
hallazgo para Guevara son las memorias de su madre que la acercan a ella
en una versión que le sirve de espejo en el que cotejar también su propia
identidad y su propia biografía:
Para dar forma al mito o a la historia, a la heroína o a la mujer, para
construir la figura de quien fue mi madre, y para crear disparates ro-
zando lo místico o lo divino sobre la unión que existe entre nosotras,
resultó imprescindible su propia visión (2015, p. 16).
El manuscrito de la madre le da al relato de Guevara una dimensión
que le permite discriminar entre los regímenes de verdad que rigen la
historia y la ficción. A la materialidad de los huesos encontrados se super-
pone la materialidad incontrastable de una palabra que vuelve también
para mostrarle a su madre entre los pliegues de una prosa asediada por las
restricciones que impone la detención: «No habrá verdad del relato —se-
ñala Guevara—, pero la aparición de sus restos nos acerca bastante a una
verdad de la historia» (2015, p. 111).
Uno de los aspectos más interesantes de Veintiocho para pensarlo
en el marco de las narrativas sobre la violencia es el modo en que abor-
da un tema aún tabú: el de «los quebrados», «los colaboradores», «los
traidores»17. El relato de la madre en el que expone la tortura y la «ver-
dad» que muestran sus restos largamente desaparecidos condensan los
dos polos de la representación sobre los militantes de los años 70. Como
se desprende de su manuscrito, Nilda Salomone es un importante cua-
dro político, adiestrada en Cuba y participante en diversas operaciones
armadas. También es una militante desilusionada —«ya nadie creía en la
victoria», le explica a Guevara su padre (2016, p. 22)— que ante la tortu-
ra opta —si no es perverso decir que ante la tortura hay posibilidad de
opción— por «colaborar» aferrándose a la ínfima posibilidad de salir con
vida. Su testimonio no excluye el relato de su cooperación con las fuerzas
represivas, tampoco su hija esquiva la puesta en texto de esa articulación
que, lejos de abonar la idea de la «traición», muestra un engranaje más del
sistema de tortura y de desaparición puesto en marcha durante la dicta-
dura que atraviesa en el plano textual la construcción de ambas biografías.
Si en Guevara la escritura precede el encuentro de los restos de su ma-
dre y pretende funcionar como un cierre simbólico para su biografía como
hija, en cambio, en Marta Dillon, justamente, es la «aparición» de los restos
de su madre lo que dispara una escritura que se aleja de los esquemas
17 Ver Ana Longoni (2007) para un estudio sobre los procedimientos con que la narrativa a
partir de la transición democrática construye como «traidores» la figura de los detenidos-
desaparecidos que sobrevivieron en oposición a los «desaparecidos» que son concebidos
como «héroes» que ofrendaron su vida.
tradicionales de organización del relato con una prosa que esquiva el lu-
gar común para narrar la ausencia:
Ulises no iba a volver. Mamá había muerto, era un hecho [...] Me senté
a escribir dispuesta a liquidar esa crisis de tristeza solemne, de niña
abandonada, de ilusiones rotas. Lo hice de corrido, como si pudiera
cumplir aceleradamente y en unas líneas el trabajo de duelo. Como
si construyera con mis manos, ensamblando piedra por piedra traída
desde el río, un monumento para ella (2015, p. 94).
La mención a la amenaza de lo solemne que se cierne sobre la autora
—en esta y otras citas de Aparecida— contrasta con una escritura poé-
ticamente luminosa que se sumerge en la tristeza, en la militancia, en la
enfermedad, en la ausencia, en el reencuentro, en la celebración, en la
alegría, pero que lo hace siempre sin caer en la cristalización que imponen
los protocolos de la muerte y de los ritos que la bordean. Ni mero trabajo
de duelo ni monumento estático para la madre ya para siempre muer-
ta: Aparecida es la narración del tránsito entre la ausencia y la presencia,
la reafirmación de una genealogía a la que ya no le faltan eslabones, la
asunción en la escritura de una madre que no es ya un «fantasma sino un
ancestro» (2015, p. 191).
Si en Veintiocho Guevara entrevé a su madre en los intersticios de su
manuscrito, Dillon, en cambio, cuenta con su recuerdo, a veces difuso,
erróneo o maniqueo, pero recuerdo al fin. Donde Guevara solo tiene giro-
nes de relatos de otras voces, Dillon puede recuperar la propia memoria
sobre su madre para darle carnadura a esos huesos que vuelven portando
el pasado. Ese «material residual» (2015, p. 19), esos restos de los que hay
que reapropiarse, solo adquieren sentido en la medida en que pueden ser
restituidos otra vez al circuito de la vida, única certidumbre posible que
se impone incluso a la labilidad de la memoria y a la arbitrariedad de las
interpretaciones. Esos huesos —como en Guevara— acercan la «verdad
de la historia», fundan para Dillon una certeza:
No es el recuerdo lo que parte la vida en dos y pone a la muerte en su
lugar. Es la certeza. La certeza envolviendo ese fémur; envolviendo y
devolviendo, una capa tras otra de nervios, sangre, carne, grasa, der-
mis y epidermis, los pelos, las medias de nylon, la pollera a cuadros
de lana y mi cabeza sobre ella quedándome dormida en un viaje en
auto [...] Se trataba de Ella. Los retazos que habían quedado de ella,
fijos, nítidos; aquí no hay anécdotas, no hay versiones (2016, p. 60).
Si en Veintiocho la narración del encuentro de los restos de la madre
ocupa apenas unas páginas, el texto de Dillon, en cambio, escribe y rees-
cribe ese hallazgo, evalúa su impacto sobre los hijos, asume la metamor-
fosis ineludible que implica en el orden de la vida de quien narra: «mínima
fisura por la que iba a empezar a escurrirse la que yo había sido» (2016,
p. 36). Si en el texto de Guevara el manuscrito de la madre permite darle
forma a ese «rompecabezas» que la narradora quiere armar para fijar una
versión posible de su madre, Aparecida, en cambio, erosiona las versiones,
los recuerdos, las representaciones sobre esa madre que no encuentra su
forma en la trama del relato. El texto de Dillon pone a la vista la travesía
que va del recuerdo alucinado sobre la madre que se compone a partir de
la retórica de la fantasmagoría, hasta llegar a la materialidad que implica
el hallazgo de sus huesos que, equívocamente, convierten a la desapare-
cida en «aparecida», ya no fantasma o sombra sino cuerpo recobrado y,
como tal, certeza irrefutable de una existencia truncada por la violencia
de Estado.
Mientras que la versión de la madre que se presenta en Veintiocho pro-
viene de un conjunto de voces que llegan desde el ámbito privado —la
abuela, las tías, el padre, el propio relato de la madre—, el texto de Dillon
se funda en la enunciación de una voz que es personal, pero que se en-
raíza en lo colectivo. En ese sentido, la presencia de H.I.J.O.S. como espa-
cio político y comunitario de transformación, de lucha y de pertenencia
atraviesa el texto. Para Dillon —que milita en Buenos Aires— «entrar a
H.I.J.O.S. arrasó con todo, en especial, arrasó con el miedo» (2015, p. 47);
en cambio, Guevara tiene una corta y decepcionante militancia en la filial
de la agrupación en Córdoba. La principal crítica de Guevara tiene que ver
con la prohibición de «hablar» en H.I.J.O.S. sobre «la historia personal»,
así la exclusión de aquello que constituye la razón principal de su acer-
camiento a la agrupación deriva en el aburrimiento y en el abandono de
su corta militancia. Por el contrario, para Dillon, H.I.J.O.S. supone no solo
nuevos modos de pedir «verdad» y «justicia» sino que implica un espacio
de sociabilidad y de militancia que ata lo emocional con lo político sin
alternativas. El rito del entierro es una clara muestra de esa ligazón: las
mujeres que acompañan a Dillon en el armado de la urna funeraria, entre
ellas antiguas militantes de H.I.J.O.S., componen una trama de solidaridad:
Cada una había tomado con su arte un fragmento de la urna y [...] la
superficie blanca se fue poblando de imágenes y deseos, de mensa-
jes, de clamores, de consignas [...] como si estuviéramos conjurando
las primeras preguntas que nunca dejan de formularse, por qué, por
qué yo, por qué vivo —y por qué escribo [...] ahí estaba la urdim-
bre y éramos nosotras y nuestras voces los hilos que la atravesaban
para formar la tela que a todas nos abrigaba. —Amor producciones.
—Huesitos punto com, ¡para toda América Latina! (2015, p. 193).
El recorrido por Veintiocho, de Eugenia Guevara, y Aparecida, de Mar-
ta Dillon, tan solo roza la complejidad de dos textos que intentan poner
REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS
RESUMEN
El trabajo es la aplicación de la categoría ecocrítica en
el estudio y la investigación de la literatura hispanoameri-
cana. La importancia de la ecocrítica cada día es más mani-
fiesta, en especial porque ofrece una nueva categoría para
el análisis de la literatura, una de las novedosas posturas
contemporáneas que adoptan una preocupación social,
cultural e interdisciplinar. Esto significa que las interrela-
ciones entre las esferas culturales, sociales y de entorno
natural deben ser repensadas de manera simultánea para
obtener la reconstrucción de Ias relaciones humanas con
todos los estratos y tomar en cuenta un contexto global.
Desde este punto de vista proponemos analizar textos de
PALABRAS CLAVE
Ecocrítica, literatura hispanoamericana, ecología so-
cial, medio ambiente
ABSTRACT
This paper offers an ecocritical analysis of contempo-
rary Spanish American literary texts, including Zurzulita by
Mariano Latorre (1920), «Oda a la erosión de la provincia
de Malleco» by Pablo Neruda (1956), «Ecopoemas» by Ni-
canor Parra (1983), De la tierra sin fuegos by Juan Pablo Ri-
veros (1986), El hablador by Mario Vargas Llosa (1987) and
«Expansion» by Ernesto Cardenal (1992). It explores the
way texts reflect humanity’s interaction with the non-hu-
man world in an attempt to examine how they addresses
humans and other elements of the ecosystem.
KEYWORDS
Ecocriticis, Spanish American Literary Texts, Ecosystem,
Social Ecology
Prácticas discursivo-textuales
La relación entre sociedad y naturaleza es ostensible. El filósofo fran-
cés Félix Guattari, en su ensayo Las tres ecologías (1990), sugiere que
debemos aprender a pensar transversalmente las interacciones entre el
ecosistema y el universo de referencias sociales e individuales en el que
estamos insertos. Esto significa que las interrelaciones entre las esferas
culturales, sociales y de entorno natural deben ser repensadas de manera
simultánea para obtener la reconstrucción de Ias relaciones humanas con
todos los estratos y tomar en cuenta un contexto global atribulado.
Guattari ejemplifica lo anterior con los desastres de la «ecología so-
cial» (entendida como la praxis social de una nueva visión del sistema de
valores que busque una nueva salida de la historia) en los países del ter-
cer mundo —y esto nos es cercano, porque que lo vivimos día a día—.
La textura cultural de nuestras sociedades se ve disminuida y debilitada
por Ias intervenciones foráneas, nuestros hábitats invadidos y saqueados
por «nuevos conquistadores», nuestros niños y jóvenes abandonan sus
comunidades para buscar sustento y se sumergen en Ias cosmópolis que,
contradictoriamente les han sido hostiles a sus lugares de origen. Las co-
munidades prácticamente desaparecen, puesto que no hay población
para darles la singular vida orgánico-social que Ias caracterizaba. Siguien-
do esta lógica, Guattari indica que no solo desaparecen especies, sino
también lenguas, palabras, frases, gestos de solidaridad humana, bases
fundamentales para el desarrollo social (2006, p. 12).
En virtud de estos postulados, creemos conveniente y oportuno esta-
blecer una selección significativa que implique construir una red o serie
textual desde una óptica ecológica hasta una ecologista, que implique, en
un trabajo posterior, ciertos puntos cardinales del controversial tema de la
naturaleza y de la discusión de sus problemáticas.
Debiéramos incluir en nuestro estudio diversas escrituras creativas his-
panoamericanas, además de las citadas. Su elección sería independiente
del género, de las periodizaciones y tendencias instituidas. Así podríamos
ver que, paradigmáticamente, la preocupación por la naturaleza de Ma-
riano Latorre (1886-1955), fundador en Chile de la literatura criollista, es
transversal en los diferentes periodos de desarrollo literario, puede verse
representada incluso en una escritura «posboom»3. Desde este prisma, la
literatura es un sistema orgánico que, en evolución continua, está sujeta
también a los vaivenes que se producen en la relación del hombre con su
medio.
Corresponde entonces puntualizar Ias prácticas discursivo-textuales
que se identifican con una escritura cuyo propósito es la visión de la na-
turaleza, como un objeto en constante dinamismo, y la interacción del
3 Uno de los escritores es el chileno Luis Sepúlveda. Podemos considerar, además, una no-
vela prospectiva 2010: Chile en llamas, de Darío Oses, quien a través del reciclaje de temas
construye una ficcional versión chilena del fin de la historia. En tal instancia, asistiríamos a
una operación de interdiscursividad, una nueva modulación de un discurso anterior.
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RESUMEN
Rodolfo Cerrón Palomino (Huancayo, 1940) es un re-
ferente central de la lingüística andina; su índole nativo-
hablante de diversas variantes del runasimi o quechua,
su dominio del aimara y sus indagaciones en las arcanas
lenguas ancestrales de la región andina (mochica, chipaya,
puquina), así como los laboriosos estudios que ha ido pu-
blicando con una constancia admirable, lo acreditan como
un investigador serio, riguroso y, ciertamente, irreductible.
Su vasta bibliografía se enriquece ahora con la publicación
en libro de un conjunto de artículos que, por primera vez,
discierne aspectos gramaticales quechuas que compare-
cen en los libros del Inca Garcilaso, particularmente en Co-
mentarios reales2. Sumido en el copioso despliegue analí-
tico del libro —no exento de reclamaciones—, el presente
trabajo intentará formular nuestra lectura.
PALABRAS CLAVE
Quechua, Inca Garcilaso, lingüística andina, Cerrón Pa-
lomino, Comentarios reales
ABSTRACT
This article reviews the criteria and assessments of
Peruvian academic Rodolfo Cerrón Palomino’s work who
rebates from the XXI century’s Andean Linguistics the
Quechua etymologies that Inca Garcilaso expressed in his
Comentarios reales in the early seventeenth century.
KEY WORDS
Quechua, Inca Garcilaso, andean linguistics, Cerrón Pa-
lomino, Royal Commentaries
3 El oído es definitivamente cultural. Por ejemplo, el nombre del último monarca inca es
transcrito por los cronistas españoles López de Gómara, Agustín de Zárate y Fernández de
Palencia como «Atabaliba», «Atabalipa», en tanto que los peruanos Inca Garcilaso y Guaman
Poma lo oyen y transcriben «Atahuallpa» y «Atagualpa», respectivamente. En nuestra tesis
doctoral, en el segmento «Las estrategias misioneras: resemantización», abordamos el caso
de algunos términos quechuas relacionados con la espiritualidad y la fe de los andinos, que
fueron registrados en los primeros diccionarios (Santo Tomás, 1560-1561, y González Hol-
guín, 1608) con significados enmendados y hasta opuestos (saqra, iñiy, supay, waq’a, entre
otros.). Afortunadamente, la memoria oral quechua —ese otro gran diccionario vivo— sigue
haciendo uso de esos términos con el significado original (Gonzales, 2013).
Lingüista al acecho
Los asedios filológicos de Cerrón Palomino sobre la sapiencia del Inca
en materia de gramática —aplicada al quechua— constituyen el primer
acercamiento cabal; los estudios de los ilustres garcilasistas Alberto Es-
cobar (1965) y Aurelio Miró Quesada (1974) son fragmentarios porque
no escrutan el runasimi; «en ellos se demuestra, en efecto, que nuestro
cronista poseía sólidos conocimientos gramaticales en nada inferiores a
los de los lingüistas de su tiempo», señala Cerrón Palomino (p. 36). Inclu-
so libros de ostensible especialidad como Language, Authority, and Indi-
genous History in the Comentarios Reales de los Incas (1988), de Margarita
Zamora, no transigen con aspectos gramaticales del idioma andino; sus
aportes conciernen, entre otros, a la autoridad historiográfica del Inca: «In
the Comentarios Reales philology is both exegesis and hermeneutic since
Garcilaso does not limit himself to a correction of the error committed by
Spanish historians but provides his own reinterpretation of Inca history
and culture. Philologic commentary is the source for this reinterpretation»
(1988, p. 76).
En efecto, basado en su dicción y oído nativo, el Inca imputa de co-
rrupción idiomática a los primeros gramáticos y estudiosos hispanos del
quechua, que al captar sonidos ignotos van a transcribir motu proprio y, de
allí, a configurar interpretaciones no necesariamente plausibles. «Corrute-
la española», alega recurrentemente el Inca, y aquí acecha el lingüista pe-
ruano para —como indica el título del libro— ir tras las huellas del cronis-
ta mestizo. Y así, según Cerrón Palomino, la mentada corruptela no habría
sido perpetrada por los hispanos sino urdida por el Inca, por su obsesión
de configurarlo lingüísticamente todo desde su perspectiva cuscocentris-
ta, basada unilateralmente en el quechua de la variante cusqueña que lo
ciñe y no permite condescender a los sustratos aimara y puquina que al-
bergan los términos quechuas. «La experiencia idiomática de Garcilaso no
mediante los cuales nos refiere que él no estuvo en el lugar de los hechos,
que está narrando lo que oyó o lo que le contaron. A estas prácticas de
las lenguas orales, echa mano el escritor Garcilaso, sobre todo en las dos
partes de Comentarios reales6. Y así unce al narrador oral y al escritural en
un discurso que más que de un individuo proviene de las colectividades,
de la comunidad de hablantes. El hecho de que el runasimi tenga una es-
critura —con caracteres del español— no quiere decir que haya perdido
su índole oral y colectiva. Por eso, Garcilaso como Guaman Poma son, ante
todo, narradores orales; y ese atributo no es tomado en cuenta cuando se
prejuzga al Inca únicamente desde la escritura, desde la dominante indivi-
dualidad del siglo XXI. Por otro lado, Garcilaso no pretende ungirse como
lingüista o historiador; Garcilaso es un narrador escritural, un cronista que
refiere sucesos que oyó.
Así, el Inca hace sus interpretaciones basado en la llamada «lengua
general del Cozco», lengua y cultura heredada. No toma en cuenta, cier-
tamente, en sus disquisiciones, la concurrencia de variantes dialectales
o de los sustratos aimaras, puquinas, etc., que subyacen en los términos
quechuas que analiza; ¿podría alguien haber acometido tal pesquisa a ini-
cios del siglo XVII? Cuando el Inca refiere etimologías o topónimos lo hace
como portavoz de una colectividad hablante, no desde el individuo Gar-
cilaso; los saberes que transmite emergen desde las nociones y categorías
andinas; sus textos plasmados en castellano incorporan —por primera
vez— formas de la oralidad quechua; una temprana práctica que perdu-
rará, siglos después, en auténticos escritores mestizos como Arguedas o
Vallejo.
6 En su libro Coros mestizos del Inca Garcilaso, José Antonio Mazzotti advierte formas narra-
tivas quechuas en el discurso polifónico del Inca. En el segmento «Comentarios reales: de la
escritura coral al discurso fundacional» analiza, entre otros, la estrategia de la superposición
de voces a través de las dicciones del narrador principal y los informantes o fuentes. «Existen
múltiples discursos, entre los cuales hay que considerar el de la fuente oral cuzqueña» señala
al inicio (1996, p. 43).
que acerca de ella logra forjarse», concluye (p. 35). Nos refiere también
el lingüista peruano que, a la salida del diccionario de González Holguín
(1607), la primera parte de los Comentarios reales —publicada en 1609—
ya estaba concluida; que conoció el Confessionario (1585), manual de
adoctrinamiento, gracias a que el monje mestizo y amigo del Inca Diego
de Alcobaza se lo enviara en 1600. No se sabe si llegó a sus manos la Doc-
trina Christiana (1584), el primer libro impreso en el Perú. Con todo, no fue
Garcilaso quien nominó lengua general a la variante cusqueña del que-
chua; eso lo idearon los catequizadores hispanos que desde el proyecto
evangelizador del III Concilio Limense (1582-1583) optaron por el dialecto
cusqueño como base para configurar una escritura general más o menos
normalizada. Los sermones, pláticas y, sobre todo, las anotaciones sobre
la traducción de la Doctrina Christiana confirman ese designio. Mientras
esto ocurría en los Andes, en España un mestizo peruano, el primogéni-
to de dos culturas, plasmaba una de las realizaciones literarias más tras-
cendentes de la lengua castellana basado en sus recuerdos de infancia y
juventud, transmitidos en la lengua materna; una relevante coincidencia,
una sincronía que trasciende la causalidad7. Por tanto, las resueltas obser-
vaciones del Inca sobre la corrupción idiomática de los doctrineros «casi
no dejan vocablo sin corrupción» y las enmiendas que esboza a partir de
la variante cusqueña no es, como la de los catequizadores, una operación
sistemática; es netamente una reacción que coincide con la reforma or-
tográfica cuscocentrista puesta en marcha por los doctos del III Concilio.
«Una de las consecuencias del entronizamiento de la variedad cuzqueña
del quechua como el modelo del paradigma del buen decir fue la recusa-
ción implícita de la obra del primer gramático y lexicógrafo quechua, fray
Domingo de Santo Tomás», anota Cerrón Palomino y, ciertamente, los dis-
cípulos del jesuita José de Acosta, del III Concilio Limense, desestimaron el
trabajo pionero del dominico, probablemente en cumplimiento del pro-
grama de reformas del virrey Toledo a quien Acosta sirvió fielmente. Es co-
nocida la discrepancia del otro gran mestizo peruano, Blas Valera, con los
procedimientos de Acosta, su superior, y la animadversión de este sobre el
jesuita chachapoyano que terminará exiliado en España8. De esta manera,
el cuscocentrismo atribuido al Inca no es una maquinación suya; es su
índole; en Acosta y Toledo obedece a un programa político-eclesiástico,
7 Sobre la reforma ortográfica promovida por el Inca y el Concilio Limense, el lingüista de-
niega una coincidencia: «Resulta difícil admitir que la propuesta por el Inca haya sido el re-
sultado de una elaboración y formulación personal» (Cerrón Palomino, p. 141).
8 En nuestro libro Elegía Apu Inka Atawallpaman. Primer documento de la resistencia Inka (si-
glo XVI), abordamos esta discordia en el segmento «Blas Valera: el extraño caso del jesuita
difunto y el activista vivo» (pp. 59-66).
El mestizo disidente
Sobre las disensiones de Garcilaso, el lingüista andino manifiesta: «La
autoridad idiomática reclamada por el ilustre mestizo no puede ser toma-
da al pie de la letra. En efecto, no solo su exposición al quechua quedó
trunca al alejarse tempranamente de su Cusco natal, pero pronto, en su
dilatado exilio sin retorno, quedará privado definitivamente de toda re-
troalimentación lingüística, que ni el diálogo añorante con algunos de sus
compatriotas corresponsales ni el entablado esporádicamente gracias al
encuentro fortuito con uno que otro quechuista indiano pudieran reme-
diar» (p. 228). Lo que no debe tomarse al pie de la letra es cuando el Inca
deplora su «flaca memoria»; lo hace en virtud del memorioso detallista,
del que ha olvidado los pormenores más ínfimos que son cruciales para
un escritor; y no porque haya amnesia de su lengua nativa. La falta de
práctica de un idioma, sin duda, mengua la fluidez, pero no deteriora la
lucidez del hablante. Por lo demás, el idioma materno, qué duda cabe, es
congénito e indisoluble.
Por otro lado, Garcilaso no es lingüista ni los Comentarios reales es un
tratado de gramática quechua; su profusa erudición humanística, su sen-
sibilidad y, sobre todo, su intuición poética lo inducen a concebir precoces
nociones y comentarios altamente poéticos no filológicos, glosas subyu-
gantes como esta pieza sobre el sonido de las consonantes quechuas, que
no son espejismos:
11 «Su visión cuzqueñista del quechua no parecía tener límites» (Cerrón Palomino: 64), «El
ideario lingüístico del Inca, inspirado en criterios regionalistas y aristocráticos de carácter
excluyente, será empleado como poderosa herramienta heurística a la hora de pronunciarse
sobre la historia cultural de sus antepasados» señala el lingüista (Cerrón Palomino, 228).
12 Durante los primeros años de la Colonia, Cusco siguió siendo el referente central de las
naciones andinas que constituían el Perú; después será Lima. Esa gravitación de la ciudad
capital sobre toda la nación la personifica Lima hasta hoy. Recientemente, cuando culmi-
nábamos este texto (febrero de 2015), nos llegó la buena nueva de otro aporte de Cerrón
Palomino y el Instituto de Lenguas y Literaturas Andinas y Amazónicas. Se trata de la versión
electrónica del Diccionario unificado del quechua sureño, una propuesta a nivel escritural —
no de pronunciación— que involucra dos grandes grupos: la variante cusqueña y la ayacu-
chana, que, a su vez, alcanza variantes de Huancavelica, Ica, Puno, Arequipa, Moquegua. En
el Prefacio del diccionario, el lingüista afirma: «El cuzqueño del siglo XVI y de por lo menos la
mitad del siglo XVII era casi idéntico al ayacuchano actual. De manera que el quechua habla-
do por el Inca Garcilaso se parecía al ayacuchano» (Cerrón Palomino, 2015). Esta apreciación
podría mellar la teoría del «cuscocentrismo».
Aunque es verdad que aquella mi lengua general del Perú tiene algu-
nos vocablos con letras muta cum liquida, como papri, huacra, rocro,
pocra, chacra, llaclla, chocllo, es de saber que para el deletrear de las
sílabas y pronunciar las dicciones se ha de apartar la muta de la li-
quida, como pap-ri, huac-ra, roc-ro, poc-ra, chac-ra, llac-lla, choc-llo,
y todos los demás que hubiere semejantes, en lo cual no advierten
los españoles, sino que los pronuncian con la corrupción de letras y
sílabas que se les antoja, que donde los indios dicen pampa, que es
plaza, dicen los españoles bamba, y por el Inca dicen Inga (1984, 7,
IV, p. 285)
El lingüista deplora la contradicción de Garcilaso porque este firmó su
primer libro —la traducción de Diálogos de amor, de León Hebreo (1590)—
y algunos tempranos escritos con la forma corrupta que impugna: Garci-
laso Inga (pp. 60, 61). ¿Tan grave es el titubeo del mestizo, propio de la
interferencia idiomática? Deslindados los orbes y sus confines, el mestizo
optó, después, por su dicción y rectificó: «Inca». Otros, como el gran Felipe
Guaman Poma, no pudieron allanar esa articulación diglósica heredada, y
así lo enunciamos hasta ahora. A nivel fonológico y escritural gran parte
del caudal léxico del runasimi fue perpetuado con la dicción hispana.
En uno de los textos más diligentes del libro La marca del plural
nominal, Cerrón Palomino advierte que Garcilaso no le confiere al plura-
lizador -kuna, tan recurrente hoy, una resuelta apreciación; lo conside-
ra como una «partícula» más dentro de las formas plurales que tiene el
runasimi. En sus Advertencias acerca de la lengua general de los indios del
Perú, dice el Inca: «También se debe advertir que no hay número plural
en este general lenguaje, aunque hay partículas que significan pluralidad;
sírvense del singular en ambos números» (1984, pp. 5-6). Tan valioso ha-
llazgo, el lingüista peruano lo confronta con los razonamientos del jesuita
González Holguín que refiere «siete plurales [...] simples, y otros siete com-
puestos con los mismos simples» (p. 102). Probablemente, en el conjunto
de esas «partículas que significan pluralidad» estarían las formas -pura,
-kama, el posesivo -yoq, la categoría -ntin (elementos que conforman
una unidad), el sufijo de compañía -wan, el recíproco -naku (accio-
nes mutuas); los plurales inclusivo y exclusivo de primera persona
ñoqanchis/ñoqayku, entre otros, que no requieren -kuna. Sin duda, este
tumulto de formas plurales revela la gravitación de lo colectivo sobre lo
individual, y corrobora que el Inca —desde su realidad y tiempo— ha-
bla siempre desde esa colectividad, o al menos como alguien pertene-
ciente a una comunidad. Así, -kuna es la marca que pluraliza el individuo,
el elemento singular; los otros son formas que no lo multiplican, no par-
ten del individuo: son ya formas colectivas que contienen al menos dos
individuos o elementos vinculantes. En su Grammatica (1560), Domingo
13 La información que suministra el Inca sobre los términos que comenta es tan relevante
que permite compulsar aspectos de sincronía/diacronía y registrar la evolución cronológica
de una lengua. La manera como encauza sus ideas Garcilaso no solo denota precisión y tes-
timonio, sino la cuota justa de poesía: «Para decir hijos en plural o en singular, dice el padre
churi y la madre uaua (habíase de escribir este nombre sin las h, h; solamente las cuatro vo-
cales, pronunciadas cada una de por sí en dos diptongos: uaua; yo le añado las h, h, porque
no se hagan dos sílabas)» (Cerrón Palomino, 4, XI, 150).
14 Nos referimos al parcial kutiy (verbo: «regresar») que muda a kutiq (participio: «el que re-
gresa»).
15 No son pocos los cronistas que han naufragado en el intento de asediar rastros a partir
de la descomposición de nombres propios. Es el caso del patronímico Viracocha, que, siendo
una conjunción es cercenada en dos, generando asaz mezcolanza: Cieza de León lo plas-
ma como «espuma de la mar» ([1553] 1985: 10), y Sarmiento de Gamboa, «grasa del mar»
La lengua particular
La lengua subrepticia que usaba la élite inca para comunicarse entre
sí o para tratar asuntos de estado, fue referida por muchos cronistas e
historiadores. El propio Garcilaso, cuando se topaba con una palabra aje-
na al caudal cusqueño, le atribuía procedencia de la lengua «particular»
de los incas. Entre otros, los cronistas Martín de Murúa y Bernabé Cobo
([1572]2001:45).
El atributo Capac
Sobre el antropónimo Huaina Capac, señala Garcilaso: «Llamaron a
este príncipe Huaina Cápac, que según la común interpretación de los his-
toriadores españoles y según el sonido de la letra, quieren que diga Mozo
Rico [...] Mas aquellos indios, en la imposición de los nombres y renombres
que daban a sus Reyes, tenían otro intento, otro frasis y elegancia diferen-
te del común lenguaje» (1984, 8, VII, p. 342). Como siempre, en los comen-
tarios del Inca prevalecen el carácter testimonial y la polifonía, propios del
informante que es. La memoria oral, por otro lado, no solo le asiste para
referir hechos sino para contrastar, por ejemplo, el erudito juicio de los
expertos hispanos con el llano saber de la gente común. Y así, más ade-
lante expresa sobre el término Capac: «quiere decir rico, no de bienes de
fortuna, sino de excelencia y grandezas de ánimo; y de allí quedó aplicarse
este nombre solamente a las casas reales, que dicen Capac Aillu, que es la
La estirpe Ayar
En el largo capítulo V, Cerrón Palomino muestra un gran despliegue
de antropónimos y topónimos que no siendo ni quechuas ni aimaras, se-
rían del puquina, índole que el Inca, desde su cuscocentrismo, no advirtió.
En muchos casos hay refrenamiento en Garcilaso, cuando no conoce un
término; no pretende saberlo todo. Por ejemplo, sobre el antropónimo
Roca, manifiesta: «En la lengua general del Perú no tiene significación
de cosa alguna; en la particular de los Incas la tendría, aunque yo no lo
sé» (2000, 2, XVI, p. 74). Otras veces, el término —puquina o aimara— ya
20 En la sección «Idolos, uacas del Inga. Uacas, uaca caray» de la Nueva Coronica, aparece
el término «capac» con las dos acepciones. Señala Guaman Poma: «Los Yngas tienen tierra
señalado en todo este rreyno para sacrificios llamados usno, que es para sacrificar cienpre
capac ocha [afrenta al Inca, sacrificios humanos] al sol y a las dioses locales o principales o
prominentes». Según la nota de los editores «capa cocha» refiere también a los ‘hechiceros
mayores’ que se diferenciaban de «los comvn hichezeros» (Sitio Guaman 264). En «El capítulo
primero de los tanbos rreales» ya no es posible discernir entre «capac» y «apu». Guaman los
iguala: «Y en este rreyno no tuvieron mitayo ni mitaya ninguna persona, cino el rrey capac
apo Ynga y los caciques prencipales y señores príncipes y señoras principales». (1082 [1092]).
23 La colina Kachiqhata aledaña a Cusco, o el río Kachimayo tienen la sal no solo en sus nom-
bres. Hay otros suelos que siendo salinos, sus topónimos no llevan kachi: Qollpani, Maras.
24 La excepción a esta regla es la poesía. El poeta, que trabaja laboriosamente con el lengua-
je en su nivel más alto, es el único individuo que puede crear, modificar y, a veces, establecer
nuevas formas expresivas y significantes. Es el caso del poeta Kilku Warak’a (Andrés Alencas-
tre) que enriquece la variante cusqueña con su escritura trivocálica y usos muy particulares
del lenguaje. Por ejemplo, en lugar de la consonante «ch» opta por «c», y aporta muchas
expresiones coloquiales de la variante del Alto Urubamba, su región (Gonzales, 2000).
25 Ya indicamos este fenómeno diglósico referido al nombre de Atawallpa (segmento «El
oído es cultural»).
manipularon el término: «siendo más bien probable que tanto Cieza como
Garcilaso hayan acomodado el parcial <oche> a la fonética quechua de
<uchu> para hacerlo inteligible» (p. 184). Le achaca de lo mismo a Cobo,
que registra «Ayar Uche»26.
En sus indagaciones toponímicas, el lingüista ubicó palabras puquinas
«asimiladas por el aimara» tales como Totocachi, Rurucachi, Titicachi, en-
tre otros, arribando a la conclusión de que «cachi» equivale a «aposento»
o «espacio cercado». Así, el significado de «cachi» discernido por el cronis-
ta mestizo («sal») y por el lingüista («aposento») no guardan, ciertamen-
te, ninguna correlación, lo cual, no los hace necesariamente excluyentes.
Garcilaso no advirtió los sustratos puquino-aimaras porque los términos
«uchu» y «cachi» existen también en el léxico del caudal quechua y man-
tienen hasta hoy el significado que le dieron los hablantes y que el Inca
transmitió hace ya cinco siglos. Si estos términos puquinas pasaron por
un proceso de quechuización eso es ajeno al Inca; la transformación de las
palabras de una lengua no es tarea de un individuo; en materia de lengua-
je, las acciones individuales son deleznables; únicamente la comunidad
de hablantes establece y rige su lengua. En el proceder de Garcilaso hay
fidelidad a su lengua materna y no una conjura contra las lenguas aimara
y puquina; ¿cómo alguien podría incurrir en deslealtad sobre algo que
desconoce? Y aún en términos de fidelidad auditiva las transcripciones del
mestizo prevalecen, cinco siglos después, sobre la de los hispanos porque
el oído es cultural27.
Por momentos, desconcierta el tono temerariamente concluyente del
lingüista, que conlleva precipitaciones que disuenan en su ecuánime dis-
curso de experimentado investigador: «Queda demostrado que el proce-
dimiento de recurrir a la acomodación formal y semántica de nombres
como los vistos previamente para interpretarlos por el quechua resulta
completamente engañoso, aun cuando el producto, luego de su maqui-
llaje formal, nos haya fascinado a todos» (p. 186). La acomodación o más
claramente manipulación del habla por un individuo es inviable. Si hoy
preguntamos el significado de las palabras «cachi» o «uchu» se nos dirá lo
mismo que el Inca registró en el siglo XVII, pero esta vigencia no es gracias
El escritor y el lingüista
En algunos segmentos del libro de Cerrón Palomino se percibe la in-
tención de zaherir al Inca por todos los flancos; cuando no se le cuestio-
na como historiador o lingüista, se le caricaturiza como escritor a través
de expresiones despectivas como cuando se dice que practica ejercicios
retóricos (2013, p. 165), o que es fantasioso, o que ve espejismos28. Son,
desde luego, los juicios de un lingüista sobre un clásico de la literatura
americana; un lance acometido desde la lingüística andina del siglo XXI
sobre un escritor del periodo colonial. El lingüista percibe al Inca como a
su igual; es decir, como a un docto lingüista que dictamina. Garcilaso no
es un sujeto de dictámenes; es, ante todo, un escritor/fabulador. Es, tam-
bién, humanista, historiador, gramático y cronista. Los Comentarios reales
no es un tratado de lingüística andina ni de historia; desde el título, deno-
ta la índole de una singular pieza narrativa regida por la memoria oral; su
propósito es transmitir algo que fue oído o propalado por hablantes de
su lengua materna29. Como la de todos los cronistas de su tiempo, los li-
bros del Inca fluctúan entre historia y tradición oral, con la peculiaridad de
su prosa exquisita y la intensidad que emana del testimonio de un infor-
mante. Por cierto, ¿considera el lingüista el género de la crónica como un
documento histórico regido enteramente por la verdad? Cuando Guaman
Poma nos dice que Mango Inga reinó 160 años, ¿deberíamos acusarlo de
28 «No es infrecuente que nos proporcione significados imaginarios, motivados por el espe-
jismo de la forma quechuoide» (Cerrón Palomino: 64); «Su interpretación [...] fue el resultado
de una simple ilusión óptica» (Cerrón Palomino: 238); «Nuestro autor ofrece una hermosa
digresión etimológica del más puro corte fantasioso […] una excelente pieza de vuelo ima-
ginativo» (Cerrón Palomino: 271). Asimismo, en la serie de videoconferencias Aula abierta de
la Pontificia Universidad Católica del Perú, cuando el lingüista aborda el tema «La lengua par-
ticular de los Incas» menciona que esta fue referida por Garcilaso y otros cronistas, y aclara:
«Si solamente hubiera sido el Inca Garcilaso quien nos diera o nos hubiera dado esta noticia,
quizás podríamos dudar de la veracidad de lo que dice el Inca porque al Inca se le tilda de
novelista, de fantasioso, en fin» (Cerrón Palomino, 2012). Ver en https://www.youtube.com/
watch?v=wrNhgePezTM
29 Mercedes Serna, en su prólogo a la edición de Comentarios reales (2000), discierne sobre
la cultura oral de los incas y Garcilaso: «Toda su cultura obedece a un proceso de oralidad
—memorización, anonimato, difusión a través de la palabra— y Garcilaso puede transmi-
tirlos, recrearlos, mejorarlos y justificarlos» (2000, p. 46).
30 Cerrón refiere que la etimología popular es «la interpretación ingenua que suele hacerse
[de los topónimos y otros] al margen de su consideración formal y semántica, guiada úni-
camente por asociaciones gratuitas [...] tales asociaciones, hechas sincrónicamente, y en la
medida en que carecen de toda perspectiva histórica, resultan naturalmente no solo anto-
jadizas e ilusorias sino, lo que es más grave, distorsionadoras de la realidad» (258). Y, desde
luego el Inca, según Cerrón Palomino, incurre en esta «tentación» de «los espejismos de la
etimología popular».
Maita, el sembrador
Según Cerrón Palomino, la palabra maita31 sería una conjunción de ai-
mara, quechua y puquina, y equivaldría a «el solicitado» o «el implorado»
(p. 196). Para precisar el significado del antropónimo compuesto «Usca
Maita», el lingüista interpola sus indagaciones con las de González Hol-
guín que define el parcial: «uska- ‘pedir, mendigar’, voz propia del quechua
sureño; <vsca-> ‘mendigar, solicitar’; usqha ‘rápido’ / apurar’, también del
quechua sureño; uska, forma aimarizada a medio camino de la raíz que-
chua uchuk ‘pequeño’» (p. 197). De estas equivalencias, Cerrón opta por
«Maita el Pequeño» como análogo de «Uscamaita».
En el valle del Urubamba Uscamayta es un apellido común, que en su
evolución pudo haber perdido la «h» original. Región de agricultores, en
la cuenca del Vilcanota, los sembradores de maíz exclaman el imperativo
«husk’ay, husk’amuy» que refiere la acción de colocar la semilla del maíz
en el surco abierto. Y en las danzas y rituales de siembra, aún hoy, el varón
exhorta a la mujer o viceversa: «Husk’amuy, husk’amuy»32. Este término
no está en los primeros diccionarios; afortunadamente tenemos ese otro
gran diccionario oral y colectivo, la comunidad de hablantes, y, según esta
aproximación «Uscamayta», podría ser «Maita el Sembrador».
Sobre el antropónimo «Chaquillchaca», el Inca conjetura que podría
tratarse de un nombre propio (una expresión idiomática) y no de una pa-
labra compuesta; señala con la resolución del informante: «Al poniente
de la ciudad, había otro barrio llamado Chaquillchaca, que también es
nombre impertinente para compuesto, si ya no es proprio» (1984, 7, VIII,
p. 292). El lingüista, algo airado, interpela: «No entendemos cómo nues-
tro historiador no pudo aislar el elemento <chaca> ‘puente’, voz común
al quechua y al aimara. Aislado dicho componente, solo restaba indagar
por <chaquill>» (p. 206). Y así, lo que el Inca no pudo o no supo descifrar,
Cerrón —recurriendo a González Holguín— vierte «Chaquillchaca» como
«puente cubierto o tapizado de algas» (p. 206). Llanamente, el cronista
mestizo se limita a referir algún detalle de su tiempo, formulado con las
estrategias narrativas orales y la dicción colectiva: «También me han dicho
que llega ya la población de la ciudad hasta Chaquillchaca» (1984, 7, VIII,
p. 292).
La lectura, el análisis y la interpretación del lingüista son rigurosamen-
te literales aún cuando recurre a la toponimia. Desestima la indagación
El barrio Tococachi
En el capítulo dedicado a la descripción de la ciudad de Cusco, el Inca
refiere «Tococachi»33 como uno de los grandes barrios de la ciudad impe-
rial, pero admite: «No sé qué signifique la compostura de este nombre,
porque toco quiere decir ventana; cachi es la sal que se come. En buena
compostura de aquel lenguaje, dirá sal de ventana, que no sé qué quisie-
sen decir por él, sino es que sea nombre propio y tenga otra significación
que yo no sepa» (1984, 7, VIII, p. 292). Como es habitual en su proceder, el
Inca —cuando se topa con un término que desconoce o le es inaprensi-
ble— no se prodiga en presunciones. Aunque los parciales del compuesto
«Tococachi» son reconocibles en la variante cusqueña, su conjunción lite-
ral no satisface al Inca, por lo que infiere que puede tratarse de un nom-
bre propio o de una expresión idiomática. No obstante estas limitaciones,
Garcilaso provee siempre valiosa información testimonial.
Cerrón Palomino dice que el Inca no se atreve a ir más allá en la in-
terpretación de este término debido a la nimiedad con que aborda sus
pesquisas: «El significado estrecho que le dio al primer elemento del com-
puesto, es decir, t’uqu, vocablo común al quechua y al aimara, glosándolo
únicamente como ‘ventana’, cuando en verdad puede significar ‘agujero’
u ‘hoyo’ no solo en las paredes, sino en el suelo mismo» (p. 269). Cuando
el Inca desiste de opinar sobre algo que ignora, o se disculpa ante sus
lectores por no absolver el equivalente de ciertos términos, es objetado;
y cuando vierte su opinión, es «una interpretación antojadiza». En un pri-
mer momento, el lingüista reconoce también los dos parciales como pala-
bras quechuas, vertiendo «Tococachi» como «sal de las hoyadas» (p. 208).
Después, conjetura que el topónimo podría provenir del aimara «pudien-
do glosarse mejor como ‘cerco que porta un mástil que sustenta su techo’,
a partir de <tutu> ‘madero que sostiene el techo’ y <cachi> ‘cerco, corral’»
(p. 209). Seguidamente intenta otra interpretación «a partir del puquina
únicamente», donde la palabra original habría sido Totocachi, equivalen-
te a cerco grande. Desechada la narrativa literal, el Inca intuye que puede
tratarse de una expresión idiomática, pero esta vez no va más allá. Como
se sabe, las expresiones idiomáticas, en su origen, albergan un significa-
do específico y circunstancial que, generalmente se disipa en el tiempo,
quedando solo la expresión literal, a la que no se puede acceder por la
descomposición de sus partes. Con todo, el comentario del Inca sobre To-
cocachi/ventana de sal está más próximo a lo que hoy es ese sector NE del
Cusco: la colina de San Blas y adyacentes, una topografía con salares y
reservas de sal natural; vetas ceñidas en estrías, bandas, orificios y boque-
tes de sal mineral apostadas en laderas. De allí los topónimos Cachiqhata/
ladera de sal, Cachimayu/río salino, del distrito colindante de Anta; Coll-
pani, topónimo de un sector del pueblo de Cachimayo. Un símil de estas
ventanas de sal son las collpas/salares de los barrancos de Tambopata, en
Puerto Maldonado. Por cierto, en algunos casos como en la conjunción
del término Yahuarcocha, vertido como «lago o mar de sangre» por el
Inca, la descomposición de sus partes y la motivación histórica coinciden
plenamente. A estos términos se puede acceder a través de la traducción
literal (descomposición de las partes) y la lectura idiomática que suminis-
tra detalles o referentes circunstanciales que intervinieron en la configura-
ron de un término. Es el caso de «Coracora», «Ritisuyu», «Surihualla», entre
otros, que el lingüista vierte sin percances. Ayacucho/rincón de los muertos
es casi emblemático34.
36 Cerrón señala que el cronista chanka/yarovilca «no logra advertir las faltas de su caste-
llano» y repara en «el tratamiento vocálico inseguro y la discordancia de número (Cerrón
Palomino, p. 34).
Apurímac
Sobre este término señala el Inca: «Es el mayor río que hay en el Perú;
los indios le llaman Apurimac; quiere decir: el principal, o el capitán que
habla, que el nombre apu tiene ambas significaciones, que comprende
los principales de la paz y los de la guerra». Al margen de la información
que suministra, Garcilaso refuerza la noción de apu en tanto que designa
una autoridad (no de la estirpe del inca-monarca) o el cargo principal que
es ejercido por un servidor o funcionario del inca. Más adelante agrega:
«También le dan otro nombre, por ensalzarle más, que es Capac Mayu:
mayu quiere decir río; Capac es renombre que daban a sus Reyes; diéron-
selo a este río por decir que era el príncipe de todos los ríos» (1984, 8, XXII,
pp. 367-368). Y aquí confluye el símil Apu (principal) y Capac (principal)
no como atributo, sino como alegoría referida o vinculada solamente al
inca-monarca y su entorno. En la lectura literal garcilasiana de Apurimac/
el Principal que habla, Cerrón advierte —como en la de Huaina Capac— el
sentido hispano que rige su interpretación; es decir, tomando el modifi-
cador o adjetivo apu como si fuera el núcleo. Por tanto, el lingüista señala
que lo plausible sería «el hablador principal» (2013, p. 235)37. En lo que
concierne a los detalles históricos, Cerrón replica; arguye que Apurimac
no habría sido un río sino un oráculo «que estaba situado cerca al río» (p.
236), y que solo después pasó a ser el nombre del río. En la elaboración de
su hipótesis, el lingüista se apoya en un texto del cronista-soldado Pedro
Pizarro que refiere, tal como lo cita Cerrón: «en este Aporima hablaua el
demonio» (p. 236). Una vez más, el hecho de que Apurimac haya sido un
oráculo no descalifica lo dicho por el Inca que vierte lo que oyó. Aporta un
valor agregado: el otro nombre del mismo río: Capac Mayu. Por lo demás,
Cieza lo registra como «río de Apurima» (1986: 255), y Betanzos refiere
el «puente de Aporima» (1987, p. 237). Concluye el lingüista: «Tengamos
presente, sin embargo, que no siempre es posible dar con el móvil exacto
de los nombres de lugar sin estar propensos a caer en especulaciones»
(p. 231).
Merece una mención aparte el pertinente juicio del lingüista: «Todo
parece indicar que la metáfora de los ríos habladores es ajena al imagina-
rio andino» (p. 236). No hay, en efecto, un hidrónimo quechua que prefije
el sonido de un río andino aunque las cataratas o caídas de agua (phaq-
cha), los vados o remansos de los ríos (ch’aqcha) y las pozas o embalses
hondos (p’onqo) lleven nombres onomatopéyicos.
37 En el capítulo VII del libro, la rigurosidad de Cerrón Palomino ubica lecturas literales que
el Inca acomete desde la sintaxis castellana y no del quechua (pp. 233-237).
38 La narrativa literal de vestigios lingüísticos puede abrir puertas falsas o configurar intrin-
cados enredos. Un caso, entre muchos, es el del cronista hispano Cabello de Valboa cuya
interpretación del patronímico «Maita Capac» a partir del vocablo interrogativo, linda con el
desvarío y la nomenclatura de la angelología: «Donde o quién tan poderoso y rico». Cerrón,
desde luego, lo fustiga.
Plaza de armas
Sobre el nombre de la antigua plaza principal de Cusco señala el Inca:
«Delante de aquellas casas, que fueron casas reales, está la plaza princi-
pal de la ciudad, llamada Haucaypata, que es andén o plaza de fiestas y
regocijos»41, y más adelante sigue describiendo las casas y recintos prin-
cipales con la minuciosidad de quien ha morado allí, o de ser vecino del
sector (1984, 7, X, 297). Cerrón discrepa, y citando a Bertonio, señala que
el nombre de la plaza es una conjunción aimara con sustrato puquina
«Hauquipatha» que equivaldría a «plaza grande» (p. 255). Las valiosas in-
dagaciones y hallazgos del lingüista no anulan los aportes del Inca que,
46 K’aklla refiere las espinas mayores, las que se colocan en los cercos vivos; también nombra
a cierto tipo de cactus.
47 K Otro término relacionado es chhulla o rocío.
48 Torero se graduó en La Sorbona (1965) con la tesis «El puquina: tercera lengua general del
Perú».
REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS
RESUMEN
Los ámbitos más importantes de la mujer del siglo
XIX fueron el hogar y la familia. Antes y durante ese siglo,
muchas mujeres practicaron el ejercicio de la escritura en
silencio. Para la mujer, el espacio de la escritura estaba
prohibido, pues era de exclusividad del hombre. Si bien la
lucha por la independencia de los países hispanoamerica-
nos auguraban una visibilización de la mujer en distintos
campos, y muchas de ellas fueron agentes importantes
en la lucha por la liberación del continente, se produjo un
efecto contrario: fueron relegadas al olvido.
PALABRAS CLAVE
Mujer, ensayo, Hispanoamérica, identidad, género
ABSTRACT
The most important areas of women of the nineteenth
century were home and family. Before and during that
KEY WORDS
Women, essay, Spanish-America, identity, gender
Introducción
Considerar los aspectos fundamentales de las mujeres como escrito-
ras y gestoras culturales, es, en primer lugar, establecer que uno de los
principales objetivos de su gestión fue la necesidad de trabajar en pos de
la instrucción de la mujer. Esta gestión se realizó desde distintos ámbitos
y espacios culturales, y a través de diversos proyectos escriturales como
periódicos, revistas, novelas, poesía, música e incluso declaraciones públi-
cas. Las protagonistas de estas gestiones no encontraron, en su calidad de
mujeres, un impedimento para ser agentes pasivas o activas de grandes
cambios.
Connotadas escritoras hispanoamericanas emprendieron gestiones
culturales (vanguardistas para su época), sin dejar de lado su condición de
mujer y madre como figura clave en el proyecto de nación de las nuevas
repúblicas. Participaron en el nuevo campo intelectual (tanto del ámbito
privado como público), emergente para la mujer, como agentes de agru-
pación de intelectuales, lo que marcó una de las principales características
de estas mujeres, tanto en Latinoamérica como en Europa.
El rol más activo de la mujer del siglo XIX, sin embargo, fue el de madre
republicana, quien tenía el deber sagrado de educar a sus hijos y forjar-
los en una nueva patria. La mujer estaba excluida de cualquier espacio
de participación, y tal exclusión pasaba por la política, el voto, acceder
a una profesión o a espacios como universidades. Por otro lado, estaba
sometida a normas de una época en la cual la Iglesia católica tenía un
fuerte poder en la moral y las costumbres. Por lo tanto, el comienzo de la
gestión cultural de estas mujeres fue silencioso, desde el anonimato, en su
2 Un ejemplo del rol de la mujer durante el siglo anteriormente señalado es la obra de fray
Luis de León La perfecta casada (1583).
esos grandes espejos del canon, son, en el caso del ensayo latinoamerica-
no, verdaderos monumentos a la intelectualidad masculina, regidos por
una docena de nombres ampliamente conocidos y muy valiosos» (p. 74).
Estos escritores y ensayistas —autores de libros, artículos periodísticos,
poemas— abordan el tema de la identidad desde dos puntos: a nivel na-
cional y a nivel continental. Sin embargo, todas las expresiones sobre este
tema parten desde una voz masculina y, evidentemente, las mujeres están
excluidas del canon. Aparece una doble negación: las mujeres y los no
blancos: minorías a quienes se prometió incluir en la conformación de las
nuevas repúblicas, pero que quedaron relegadas al olvido una vez que
estas se consolidaron. Añade Pratt que «ninguna mujer entrará al canon
ensayístico mientras se considere que el ensayo de identidad es el ensayo
latinoamericano por antonomasia: los cánones operan recreando cons-
tantemente su propia verdad» (p. 75). Para Pratt, las mujeres respondieron
creando el ensayo de género, que se desarrolló al mismo tiempo que el
ensayo masculino, el de identidad. Los ilustres intelectuales, políticos, en-
sayistas y escritores tenían el monopolio de la historia, la cultura y el poder
intelectual: hombres, blancos, criollos y de clara raíz europea. Para André
y Rubio, en Entre mujeres (2005), el ensayo hispanoamericano de mujeres
es un instrumento político desde su posición descentrada: «la escritura de
la mujer ensayista produce una toma de conciencia y una ética de autocrí-
tica cultural del discurso de humanidades». Añaden que la primera tarea
del ensayista es «identificar y denunciar las fuerzas antagónicas que han
impactado su propia experiencia del patriarcado, y la situación cultural de
su medio» (p. 220). Quienes cuestionan el rol desintegrado de la mujer en
la cultura de la sociedad, el rol de la mujer bajo el yugo del patriarcado y la
educación que ellas reciben son, por ejemplo, Soledad Acosta de Samper,
la Condesa de Merlín4, Gertrudis Gómez de Avellaneda y Clorinda Matto
de Turner. Para las autoras, «el modelo y el ensayo femeninos adquieren
valor cultural en tanto se convierte en el medio por excelencia de hacer
feminismo» (p. 220).
Según Marcela Prado Traverso (2006), en «El ensayo de escritoras his-
panoamericanas del siglo XIX», de acuerdo con las prácticas sociales de
la época, las mujeres eran invisibles y las escritoras eran un grupo mino-
ritario y selecto socialmente. De aquí que el género ensayo fuese «muy
masculino, valorado por la racionalidad ilustrada y que se constituye en el
principal vehículo del discurso de la modernidad, que en su expresión po-
lítica se puede llamar el ensayo fundacional de la identidad» (p. 98). Prado
4 Seudónimo de María de las Mercedes Beltrán Santa Cruz y Cárdenas Montalvo y O’Farrill
(La Habana, 1789-París, 1852).
Palabra de mujer
La mujer transita de lo privado a lo público a través de los salones lite-
rarios, señala Batticuore en la Mujer romántica (2005):
Siendo las tareas literarias y periodísticas las primeras profesiones
que se abren a las mujeres, puesto que se podían realizar dentro del
hogar, el salón literario proporcionó la única oportunidad de la que
disfrutaron algunas mujeres para tener un intercambio intelectual
con los hombres que estaban dando forma al destino de sus países
(p. 179).
Resulta interesante incluir los espacios de sociabilidad de la mujer.
Uno de estos eran las tertulias, animadas reuniones donde se compartía
de música, literatura, teatro y de las novedades de las familias que forma-
ban el círculo social de la alta burguesía. Como menciona Manuel Vicuña
(2001), los salones eran considerados instituciones sociales presididas por
mujeres.
Lo cierto es que el salón instigó el desarrollo de un canon cultural
mixto, abriendo así un canal de comunicación inexistente, entre
ambos sexos. Partiendo de esta base la sociabilidad aristocrática se
reveló aliada de la cultura, conste eso sí, que el salón intelectual no
congregó sino a un reducido círculo ilustrado de la élite (p. 12).
Darcie Doll en «Desde los salones a las salas de conferencias: muje-
res escritoras en el proceso de constitución del campo literario en Chile»
(2007) señala que, para finales del siglo XIX, «en lo que es más importante,
los salones se desplazan hasta convertirse en «tertulias literarias y se trans-
forman así en prácticas con un mayor grado de especialización» (p. 89).
Los salones eran espacios de movilidad de ideas, pero era cerrado y
privilegio exclusivo de una élite ilustrada. Desde este punto, la mujer no
participa activamente con «su voz»; más bien, es una mujer que escucha,
con cierta posibilidad de intercambiar ideas según lo que había leído: «Las
mujeres, entonces, tanto como los varones, comparten la pasión por el
estudio y la lectura, pero, en el caso de ellas, es a través del espacio de los
salones que se asoman a la posibilidad de producir discursos» (p. 86).
Las reformas en la segunda mitad del siglo XIX, con respecto a la edu-
cación de la mujer, también trajeron cambios a nivel cultural. Aparecieron
periódicos y revistas destinados a la mujer, incluso editados por ellas. La
idea de mujer aún se enmarcaba dentro de los cánones conservadores, y
se les consideraba seres delicados, débiles, e inocentes; por lo tanto, su ac-
tuar en la vida debía estar ajeno a las vicisitudes de la política y cualquier
otro hecho que alterara este estado «especial». Los aires de una nueva
república, de un nuevo proyecto de nación, hicieron necesario que esta
mujer, esta madre, ya no solo fuera la madre de sus propios hijos, sino
también la madre de nuevos ciudadanos que apostaran desde el posi-
tivismo por el progreso y la educación, esta última como eje central de
las políticas progresistas y liberales. El proceso de progreso y las nuevas
repúblicas no fue un proceso aislado; también ocurría en otras naciones
de Hispanoamérica, y la máxima común a todos estos procesos fue la edu-
cación. La educación como la única forma de hacer progresar, civilizar y
educar al pueblo.
Así, en las familias acomodadas, la experiencia de recibir educación
dentro del hogar era un modelo válido de educación. Las mujeres letradas
establecieron un vínculo con saberes que estaban destinados a la forma-
ción humanista, exclusiva de los hombres que cursaban las humanidades.
Si bien este plan presentaba contradicciones, fortaleció un rol femenino
circunscrito a la casa, a una madre instruida en el marco de un feminismo
privado. Una mujer instruida sería reconocida fundamentalmente en su
rol de esposa y madre, pero se trataba de una maternidad productivizada
en la medida en que la obligación fundamental del rol femenino residía
en la formación de futuros ciudadanos.
Las jóvenes no pueden limitarse a aprender música, bellas artes y
costura porque estas habilidades no sirven para que las mujeres se
dediquen a un espectro de actividades vinculadas con la política y la
filosofía. Por el bien social es necesario contar con una madre ilustra-
da" (Masiello, 1994, p. 88).
En la segunda mitad del siglo XIX se manifestó un cambio en el dis-
curso hegemónico de la literatura. Predominaba un discurso relacionado
con una nueva literatura y en pro de ella, que tenía que ver con los nuevos
proyectos de nación, y a su vez se enmarcaba en un nuevo proceso de
literatura hispanoamericana. Emergieron escritoras desde los salones y las
tertulias. El aporte de estas mujeres fue de lo privado a lo público, donde
construyeron y desarrollaron sus familias, donde por mucho tiempo fue-
ron «educándose» en silencio, casi de forma inadvertida para conformar
un nuevo espacio discursivo que iba desde el hogar a la patria, desde los
hijos a la sociedad; en definitiva, hacia una nueva república. Por lo tanto,
como establece Carol Arcos en Musas del hogar y de la fe (2009): «Es en este
momento en que la novela es concebida como la forma más adecuada
para fijar el camino de la literatura chilena, ya no en el único sentido de
la regeneración social o emancipación mental, sino de una búsqueda y
demanda estética» (p. 30).
Las mujeres, aunque estaban bajo un campo bastante restringido
(no solo en temas de acceso a la educación, sino también a la escritura),
7 Hombre ilustres y notables aparecen como los más destacados: Domingo Faustino Sar-
miento (Argentina), Enrique Rodó (Uruguay), Jose Vasconcelos (México), Pedro Henríquez
Ureña (República Dominicana), Ricardo Rojas (Argentina), Eduardo Mallea (Argentino),
Leopoldo Zea (México), José Antonio Portuondo (Cuba), Eduardo Galeano (Uruguay) y Octa-
vio Paz (México).
esta como ser inferior por su naturaleza física y moral, apto para sentir no
para pensar» (p. 32). Se suma a esta idea Lucía Guerra, quien establece que
«la primera etapa de este proceso de legitimación de la voz devaluada de
la mujer consistió en demostrar que existía una literatura femenina» (p.
26), y, «en consecuencia, escribir, en el caso de la mujer, significó subordi-
narse a otro orden más: el de las convenciones literarias masculinas como
régimen único» (p. 28). Pero esto no detuvo el proceso de visibilización de
estas mujeres, quienes abogaban por la paz y la instrucción de la mujer.
Mercedes Cabello de Carbonera señala en su ensayo «Influencia de
la mujer en la civilización», en El Correo del Perú8, que las sociedades se
habían convertido en una gran bolsa mercantil, que se debían combatir
los males e ilustrar a la mujer, ya que esta era el enemigo más poderoso
contra el escepticismo, «la inteligencia de la mujer no es más que una cri-
sálida». Se concebía a la mujer como conciliadora de ideas, a la cual se le
debía acercar a la ciencia, ya que el siglo XIX era, en voz de sus exponentes
culturales, un siglo privilegiado. Si bien el progreso estaba en marcha en
los ámbitos científicos, comunicacionales y astronomía, también lo hacen
las humanidades. El hombre no debería ver en la mujer un ser débil e ig-
norante, privado de la «luz de las ciencias».
Para Juana Manso, la verdadera fuente de virtud de la mujer es la inte-
ligencia, y se le debe educar de acuerdo con las necesidades intelectuales
y morales, inteligentes y libres. Manso señala, en su ensayo «Emancipa-
ción de la mujer» (1819), que a las mujeres se les había prohibido hacer
uso de su inteligencia: «La sociedad es el hombre: el solo ha escrito las
leyes de los pueblos, sus códigos; por consiguiente, ha reservado toda la
supremacía para sí»; y se pregunta «¿por qué reducirla al estado de hem-
bra cuya única misión es perpetuar la raza?», continúa: «la emancipación
moral de la mujer es considerada por la vulgaridad como el apocalipsis
del siglo»; sin embargo, «Dios le dio un alma compuesta de las mismas
facultades morales e intelectuales». Para Manso, la educación popular era
el mejor medio para formar la conciencia del ciudadano, apostaba a una
educación integral física, intelectual y moral donde el rol del profesor o
maestro era sugerir o guiar «destinada a realizar las ideas de libertad, jus-
ticia, bienestar y belleza de la nacionalidad». Todos los que eran diferentes
fueron excluidos. La igualdad de derechos ante la ley, el pilar ideológico
de aquellas revoluciones, resultó, así, la gran farsa de un proceso en el
que la revolución derivó en la restauración de las fuerzas de siempre, sin
contemplación de las minorías.
Así fue como escritoras del siglo XIX rescataron y destacaron a mujeres
que lucharon por la Independencia. Flora Tristán, por ejemplo, rescató a
Manuela Sáenz como el prototipo de la mujer emancipada. Tristán fue una
de las mujeres que se adelantó a su época con su obra «La unión obrera»
(1843), y en Peregrinaciones de una paria (1837) rescató la historia de la
República del Perú independiente. Mario Vargas Llosa destaca a Flora Tris-
tán en «La odisea de Flora Tristán» (2002) como una mujer transgresora
y una de las primeras utopistas del siglo decimonónico. Tristán criticó la
sociedad, la desigualdad y la falta de educación: «Instruid, pues, al pueblo;
es allí por donde debéis empezar para entrar a la vía de la prosperidad.
Estableced escuelas hasta en las aldeas más humildes: esto es lo urgente
en la actualidad» (p. 2). En Peregrinaciones de una paria (1836), Flora Tristán
critica la sociedad peruana dominante, blanca eurocéntrica, denuncia la
corrupción de la clase alta, el embrutecimiento del pueblo en todas las
razas que lo componen, su discurso es anticlerical y antioligárquico. Su
gran preocupación: el porvenir de América.
Por otro lado, Clorinda Matto de Turner, quien inauguró el indigenis-
mo literario con Aves sin nido (1889), presentó un programa para la rege-
neración del indio peruano. Así se adelantó al defensor del indigenismo y
fundador del socialismo peruano, José Carlos Mariátegui, en 1928. Sobre
las escritoras latinas, Matto dice que «luchan, día a día, hora tras hora, para
producir el libro, el folleto, el periódico, encarnados en el ideal del progre-
so femenino» (p. 291). Además, hizo una gran crítica a las desigualdades
y a la degradación moral del país, y dio origen también a una incipiente
independencia cultural. Tanto Matto como Tristán están a favor de educar
al pueblo, en especial a las mujeres, como bien y objetivo último de las
nuevas sociedades. Soledad Acosta de Samper se sumó a la visión de la
mujer moderna. En su libro La mujer en la sociedad moderna (1895), pre-
sentó una larga lista de mujeres letradas alrededor del mundo reflejando
su alto conocimiento de las mujeres literatas. Acosta de Samper presentó
la misión de la escritora hispanoamericana que «medite en ella y sepa qué
se espera de esa influencia que va a ejercer en esos países nuevos [...] para
entregarse al trabajo y a elaborar un progreso juicioso» (pp. 383-384).
La tarea de estas escritoras continuó durante el siglo XX. No menos
representativas son las incursiones de Victoria Ocampo con su ensayo «La
mujer y su expresión» (1935), donde estableció que «La mujer, de acuerdo
con sus medios, su talento, su vocación, en muchos dominios, en muchos
países —y aun en los que le eran más hostiles— trata hoy, cada vez más,
de expresarse y lo logra cada vez más» (p. 63). Nombres como Marie Curie,
Virginia Woolf y Gabriela Mistral son parte del reconocimiento que hace
Ocampo en este ensayo, además del enriquecimiento que ha significado
reflexión del que está decidiendo en una empresa solemne. Tal pen-
samiento engrandece de un modo inaudito nuestra vida cotidiana y
debe quitar banalidad a todos nuestros actos, y mantenernos a Dios
como erigidos en nuestros corazones, para que hablemos y obremos
solo la justicia (Mistral, 1919).
Mistral invoca a obreros, exploradores y maestros a formar parte de
este llamado a tomar conciencia de una tierra libre, basándose en el amor,
la paz, la justicia y Dios.
Conclusión
La respuesta de las mujeres frente a la desigualdad y opresión en sus
variadas formas sirve para evidenciar que no todas fueron incluidas en el
proyecto de las nuevas naciones, tampoco en el proyecto de escuelas en
igualdad de condiciones. Las hijas de la oligarquía siguieron perpetuando
su estatus social educándose para seguir siendo parte del centro simbó-
lico del país. Sin embargo, las mujeres latinoamericanas participaron, y
siguen participando, en las luchas por la libertad de América hispana. Y
aunque de forma muy silenciosa, estas mujeres comenzaron su lucha por
los derechos de participación política, laboral y educacional, fueron las
escritoras, quienes a través de sus publicaciones hicieron eco de las vo-
ces silenciadas desde tiempos ancestrales e irrumpieron con más fuerza
cuando se sentaron las bases del feminismo.
Si las escritoras decimonónicas apelaban a la instrucción de la mujer,
fue porque tenían la plena seguridad de que su discurso no estaba repro-
duciendo los patrones masculinos, sino que estaban emergiendo con voz
propia. Que se les condenara por hacer uso de su inteligencia no significó,
finalmente, condenarlas a una perpetua ignorancia. Las patriotas también
usaron la palabra para aunar esfuerzos en pos de los procesos indepen-
dentistas. La oligarquía gestionó la república; por lo tanto, el ciudadano
se define por sus derechos, tanto los que escriben como los que leen, son
parte de la configuración identitaria de una nación (Sarlo, 2010).
La mujeres antes de la Colonia, más los siglos venideros, ya producían
escritos en forma de prosa o lírica, lo político y lo lirico eran parte de su
universo. El ensayo hispanoamericano de mujeres es una manifestación
de género que se convierte en una voz subversiva, y este se refleja, igual-
mente, como la constatación y búsqueda de una identidad propia, que a
su vez las aleja del silencio y el olvido.
El ensayo es uno de los géneros literarios con mayor flexibilidad y te-
mática. Aún más, para las diversas culturas de Hispanoamérica, el ensayo
de mujeres desempeñó y sigue desempeñando un rol fundamental en el
cuestionamiento de los valores establecidos por una historia escrita por
los hombres.
REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS
RESUMEN
El propósito de este trabajo es realizar una compara-
ción entre dos modelos estéticos y narrativos en México
y el Perú en el siglo XIX: el costumbrismo y el tradicionis-
mo. Al realizar dicho análisis comparativo podemos en-
tender la forma en que se representó la realidad a través
de la ficción en las jóvenes naciones latinoamericanas, en
las cuales la literatura sirvió como fundamento para crear
un proyecto de identidad nacional en el que la historia,
íntimamente vinculada con el tradicionismo peruano, y la
representación de las costumbres nacionales, vinculadas
con el denominado costumbrismo mexicano, son la pau-
ta para definir una literatura de carácter nacional en cada
uno de los países señalados.
PALABRAS CLAVE
Costumbrismo, tradicionismo, literatura nacional, his-
toria, representación de costumbres
ABSTRACT
The purpose of this work it’s to make one comparati-
ve study between two models esthetics and narratives in
México and Peru in the XIX century: the «costumbrismo»
and the «tradicionismo». In this kind of research we can
KEYWORDS
Costumbrismo, Tradicionismo, National Literature, His-
tory, Representation of costumbres
2 Alicia Perales Ojeda, en Las asociaciones literarias mexicanas, tomos I y II, hace una reflexión
de carácter histórico sobre la importancia de las asociaciones y academias en México en el
siglo XIX. En particular, al referirse a la Academia de Letrán, señala: «La Academia de San Juan
de Letrán representó el punto de partida de un sentimiento nacional consciente, que aspiró
a la creación de una literatura nacional, en un ambiente donde clásicos y románticos con-
vivieron unidos por el afán de superación. Cabe decir que el mérito de la citada Academia
radicó en ese deseo de formalizar la constitución de una nacionalidad literaria» (p. 36).
3 Manuel Payno (1820-1894) pertenece a la generación de escritores que José Luis Mar-
tínez, en su libro La expresión nacional, describe como los fundadores de una literatura de
carácter nacional o que buscan «mexicanizar» la literatura.
Cornejo Polar, en La formación de la tradición literaria en el Perú (p. 15) define lo siguiente: «A
la postre la tradición es el producto de esta lectura que no solamente establece el sentido
del pasado sino también —y a veces más— el del presente. No es igual la experiencia de
quien en el Perú se siente heredero de la Colonia, interpretada como un ejemplo de gesta
civilizatoria, que la que vive quien asume como ancestro la tradición indígena». Hay dos
tipos de tradición, tal como lo define Jorge Cornejo Polar. El primero, que define el carácter
de Palma, es «heredero de una gesta», es decir, el proceso de conquista. Dicho tradicionismo
es la base que constituye el fundamento de una literatura peruana, desde la óptica del
escritor que conoce la historia a partir de los documentos, la vida política del país, el universo
cultural de la metrópoli: Lima, metáfora del cosmopolitismo literario y de los movimientos
de vanguardia más relevantes.
8 En Fuentes históricas peruanas (Apuntes de un curso universitario), Raul Porras Barrenechea
desarrolla un análisis sobre las diversas fuentes históricas que definen la historia peruana,
que son divididas, por citar un ejemplo, en monumentos o en archivos. De ahí la importancia
de citar el trabajo de ese historiador, así como sus ideas respecto a la literatura peruana.
9 En La literatura peruana (pp. 13-14), Raul Porras Barrenechea sostiene: «Palma resume en
el género festivo, casi satírico, de sus tradiciones, la gran veta irónica de la raza que ya habían
comenzado a explotar Pardo y Segura, con aquella otra gran reserva del pasado, reserva de
grandiosidad, que había de ser más tarde digna de la musa épica de José Santos Chocano.
Palma sacó de aquellos dos grandes tesoros, lo que le fue necesario y creó un estilo único,
mezcla de ambos, pero no mezcla pobre e indigna, de híbridos efectos, sino mezcla hermosa
y sugerente, como las de las flores, que dio rosas envidiables, en que la risa blanca y alegre
de la raza, atenuaba el carmín heroico de las proezas ancestrales».
10 Al hacer mención de lo real maravilloso, Estuardo Núñez reflexiona así: «Los tradicionistas
presentaron episodios en los cuales la naturaleza y la vida de los hombres afloraban en as-
pectos inusitados, insólitos, prodigiosos, extraordinarios. Tal vez podría atribuirse a ellos la
calidad de precursores más cercanos de los actuales creadores de lo real maravilloso, aunque
les faltase el don de un lenguaje más sofisticado y también técnicas de exposición que son
características de nuestra época» (p. XXVII).
11 En el texto Flor de Academias y Dientes del Parnaso, en donde Palma es reconocido como
un editor que critica un texto del siglo XVIII, el autor, al hacer referencia a la literatura en el
Perú, habla de ella como algo ya dado o existente antes del mismo proceso de la conquista
o de la formación de un Estado moderno.
12 António Cândido, en Iniciação à literatura brasileira, define el concepto sistema, que tie-
ne relación con la imagen que el escritor configura del espacio geográfico, a partir de una
lengua común, una historia y un grupo de lectores que reconozcan dicha representación. La
literatura, en este caso, se presenta, de acuerdo con Cândido, como algo dado, ya estableci-
do, anterior al proceso de conquista o dominio, inmanente en el devenir histórico.
históricas, pues forma parte de los cuadros de costumbres, donde ese na-
rrar de los acontecimientos y hechos visualizados en el presente configura
una representación de los acontecimientos sociales y políticos que en las
costumbres y en la historia tiene el mismo peso, la misma fuerza y con-
fluencia entre el tradicionismo y el costumbrismo.
f. La tradición «responde a la actitud de afirmar la identidad nacional».
Es decir, esa actitud de afirmar, en el caso de la literatura, define proyectos
semejantes con distinciones estéticas precisas y a su vez unidas en una
sola idea. Por ello, costumbrismo, novela histórica y tradicionismo entre-
tejen una trama narrativa que define la búsqueda de una identidad que
trascienda el mero carácter regional.
Tradicionismo y costumbrismo entretelazan, de acuerdo con las defi-
niciones citadas, puntos de diferencia y de encuentro entre dos categorías
narrativas que, en el caso peruano y mexicano, confluyen en esa misión
del escritor o del poeta: construir un proyecto nacional a partir de la his-
toria o de las costumbres configuradas en el presente y en los hábitos re-
feridos. De ahí la pertinencia de entender, ya sea en el denominado tradi-
cionismo de carácter hispanoamericano o peruano, así como en el albor
de un costumbrismo en el Perú o de una extensión amplia en el horizonte
del mismo, en el caso de México. Por ese motivo, es pertinente establecer
una relación entre ambas concepciones narrativas, pues tradicionismo y
costumbrismo marcan entre el pasado y el presente, una nueva concep-
ción estética a partir de los proyectos políticos de esas patrias bobas que,
en la literatura, configuran proyectos de carácter nacional que permean
en el «modernismo» y «lo real maravilloso», como simiente universal y
trascendente.
REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS
RESUMEN
Este artículo estudia las correspondencias entre la pro-
ducción poética y la producción ensayística de Manuel
González Prada, considerado uno de los escritores más in-
fluyentes en el proceso de modernización de la literatura
peruana, a inicios del siglo XX. En un primer momento, se
analizan algunas ideas fundamentales del autor en torno
a la experiencia poética y el lugar que debe ocupar en el
escenario moderno. Y en un segundo momento, se ex-
ploran las formas de incursión de tales reflexiones en las
estrategias de significación que proponen algunos de sus
poemas.
PALABRAS CLAVE
Manuel González Prada, escritura poética, escritura en-
sayística, modernidad literaria
ABSTRACT
This article studies the correspondences between the
poetic production and the essayistic production of Manuel
González Prada, considered one of the most influential wri-
ters in the process of modernization of Peruvian literature,
at the beginning of the 20th century. At first, it analyzes
some fundamental ideas of the author around the poetic
experience and the place that must occupy in the modern
KEYWORDS
Manuel González Prada, Poetic writing, essayistic pro-
duction, Literary modernity
6 Eduardo Lino da cuerpo a ese programa al revelar los vínculos posibles entre González
Prada, Valdelomar y Eguren. Sostiene, además, que uno de los objetivos de Ortometría fue
sumar argumentos a favor de la autonomía del sistema prosódico español y, por extensión,
de su sistema de versificación. Para ello, González Prada se esmeró, por un lado, en clasificar
una serie de combinaciones versales de acuerdo con el número de sílabas y la ubicación de
los acentos; y por otro, en contrastar los sistemas prosódicos latino y español. Esta estrategia
de métrica comparada le permitió exponer dos sistemas de versificación: a) la versificación
cuantitativa, considerada en la tradición latina una forma erudita y oficial que se basaba en la
distribución del ritmo a partir de las sílabas largas y breves, y b) la versificación acentuativa,
identificada con expresiones populares y no oficiales, y que consistía en la particular ubica-
ción del acento léxico como la base de la versificación y de la formación del ritmo. Y en tanto
se ponga en perspectiva el cultivo rítmico de la palabra en términos de su despliegue en la
oración, son otros los factores influyentes, como la entonación y las pausas. Desde la modali-
dad acentuativa se erige una concepción estructural y coherente del verso. La emancipación
del sistema prosódico español pasa por admitir que la cantidad silábica, aunque es un factor
presente en todas las lenguas, no es un criterio determinante en su devenir (2013, pp. 72-90).
7 Si bien nos hemos centrado en algunos poemas de Minúsculas, con la intención de de-
mostrar el valor metapoético fundacional de la primera entrega del autor, en su siguiente
poemario también encontramos otros ejercicios ficcionales de ese corte. Rescatamos de Exó-
ticas, por ejemplo, «En país extraño», «Cuartetos persas», «Desnudeces», «Musa helénica»,
«Entre el futuro y el pasado» y «La idea».
REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS
RESUMEN
A diferencia de las líneas dominantes en la mayoría
de los estudios sobre prensa en el siglo XIX —que suelen
abordar el fenómeno de las publicaciones periódicas bajo
el paradigma de las identidades nacionales—, nos propo-
nemos con este trabajo avanzar en una caracterización de
modalidades y prácticas de lectura (y, por ende, de escritu-
ra) vinculadas a la dinámica y a la materialidad del impreso
periódico. De este modo, también procuramos ajustar los
postulados de la nueva historia del libro acerca de las prác-
ticas lectoras a un universo específico, el del periódico, que
en los estudios más conocidos de esta escuela en general
suele ser subestimado.
PALABRAS CLAVE
Prensa periódica, lectura, lectores, siglo XIX
ABSTRACT
Unlike the dominant lines of the studies on periodical
press in the 19th century —which often approach the phe-
nomenon of the periodical press under the paradigm of
KEYWORDS
Periodical press, reading, readers, nineteenth century
Introducción
Las tendencias de los estudios de la prensa periódica de los últimos
años, y sobre todo de los dedicados al mercado editorial del siglo XIX,
han priorizado el rol de la prensa, bien en la formación de los espacios
públicos nacionales o bien en la formación de nuevos públicos lectores,
en particular con la floración del impreso que se produce hacia el último
cuarto de siglo, y la incidencia transformadora que esa expansión supuso
para los cánones literarios dominantes.
De manera un tanto paradójica, en ambos casos el periódico sigue
ejerciendo de elemento subsidiario: del discurso político, de un lado, del
literario o libresco, del otro. En efecto, a pesar del renovado interés de
la nueva historia cultural por las prácticas lectoras, en la mayoría de las
aproximaciones al fenómeno de la lectura —y de la escritura (Lyons, 2001,
2012; Martin, 1994; Chartier, 1994; Cavallo y Chartier, 2001)— el soporte
dominante sigue siendo el libro, como si la práctica de la lectura —como
si su historización— estuviera intrínsecamente vinculada al formato co-
dex. Así, en el siglo de la prensa, el impreso periódico sigue funcionando
como elemento amplificador, trasmisor y vulgarizador de un fenómeno, la
lectura, que se consagra previamente en el libro.
En el espacio acotado de este trabajo propongo discutir tres ejemplos
representativos de lo que podríamos considerar, glosando un título del
profesor español Emilio Torné (2001), la prensa como máquina de lectu-
ra. El término máquina, aquí, procura captar al menos dos resonancias
teóricas. Por un lado, la idea de una tecnología relativamente sofisticada
cuya medular característica reside en su capacidad de (re)mediación. El
concepto de remediación [remediation] es utilizado por Bolter y Grusin
para significar aquello que McLuhan había señalado como contenido es-
pecífico de los media, es decir, «la representación de un medio en otro
medio» (Bolter y Grusin, 2000, p. 45). Una muestra clave de remediación
2 En palabras de Donald McKenzie (1985, p. 20): «New readers of course make new texts,
and that their new meanings are a function of their new forms». Ver Torné, 2001, p. 151.
3 En su reciente libro, V. Goldgel (2013, pp. 83-108) da sobrados ejemplos sobre el asunto.
La variedad soterrada
Entre abril de 1801 y junio de 1810 en que apareció la célebre Gazeta
de la Junta de Moreno, se publicaron en Buenos Aires de manera sucesiva
tres periódicos que, por su temática, sus rasgos formales y tipográficos,
sus modalidades de circulación y sus propuestas editoriales pertenecen
a un mismo universo letrado y discursivo: el de la publicidad ilustrada co-
lonial. Ellos son: el Telégrafo Mercantil. Rural, Político, Económico e Historio-
gráfico del Río de la Plata (de abril de 1801 a octubre de 1802), el Semanario
de Agricultura, Industria y Comercio (de agosto de 1802 a febrero de 1807) y
el Correo de Comercio (de marzo de 1810 a abril de 1811)4.
En términos generales, los tres periódicos conforman una empresa
pedagógica y propagadora del conocimiento, de modo que asumen im-
plícita o abiertamente el carácter filantrópico con que fue pensada duran-
te mucho tiempo la prensa: como expansión de las Luces5. El declamado
destinatario principal de estas publicaciones lo conformaban dos clases
de lectores: comerciantes y labradores, aunque, por los comentarios y
reclamos de los redactores, puede aseverarse que la principal audiencia
imaginada por estos periódicos es la de los trabajadores rurales.
Dado el sistema imperante del privilegio6, estos impresos funcionan
bajo dominio de un redactor principal y único y con el filtro de la censu-
ra previa, lo que los vuelve discursivamente más unívocos. No obstante,
como ocurre con otros periódicos de la misma época de otras ciudades
virreinales como el Mercurio Peruano (1791-1795) o el Papel Periódico de
La Havana (1790-1805), los redactores recurren al género epistolar —que,
cabe apuntar aquí de paso, como han demostrado varios estudios recien-
tes, funciona en la confección de noticias como marca de autenticidad
discursiva, en tanto las cartas oficiaron el pasaje de la esfera de lo íntimo, y
del nombre propio, a la de la publicidad anónima ejercida por el impreso
4 Los tres periódicos fueron publicados por la célebre Imprenta (Real, por entonces) de los
Niños Expósitos. Compartieron, además, algunas de las plumas que colaboraron en la re-
dacción y que luego se destacarían en los episodios revolucionarios (por ejemplo, Castelli,
Paso, Belgrano). El Telégrafo fue redactado por Francisco Antonio Cabello y Mesa, y alcanzó al
parecer la suma de 237 suscriptores. El Semanario fue redactado por Juan Hipólito Vieytes, y
recibió la ayuda de Pedro A. Cerviño, entre otros. El Correo del Comercio apareció el 1 de mar-
zo de 1810, embebido de las ideas independentistas y a cargo nada menos que de Manuel
Belgrano, a quien secundó el redactor del extinguido Semanario (Galván Moreno, 1944, pp.
27-51).
5 Una visión de conjunto de estos periódicos puede consultarse en los trabajos recientes de
Pablo Martínez Gramuglia (2010, 2012). Ver las referencias bibliográficas.
6 Me refiero al sistema de «patronato» y privilegio, según el cual la autoridad real era la
única que dispensaba la legitimidad de cualquier publicación durante el Antiguo Régimen.
7 Un dato para destacar de estas publicaciones, además de que funcionaban bajo el am-
paro del patronato, es que la mayoría surge de —o se vincula con— sociedades ilustradas
en donde sus discusiones confluyen y de donde suelen extraer material —en ocasiones en
forma de cartas, en otras en la modalidad de discursos— para la empresa editorial. Así, por
ejemplo, el Telégrafo responde a una iniciativa anterior de la Sociedad Patriótica y Económica
de Buenos Aires; el Mercurio Peruano se publicaba bajo auspicio de la Sociedad de Aman-
tes del País, y otro tanto ocurre con el Papel Periódico y el Diario de La Habana, en donde
confluyen los intereses de la Real Sociedad Patriótica. Dadas las características aristocrático-
letradas que las definen, estas asociaciones permiten que los intercambios (fingidos, o no)
entre los redactores y la sociedad civil se legitimen como voz social ante el gobierno.
8 En el Mercurio Peruano son frecuentes las Cartas escritas a la Sociedad sobre temas de in-
terés público, pero también son acogidas cartas o remitidos que buscan incorporar materias
de dispersión como la carta firmada por Joseph Ganarrila acompañada de una poesía titu-
lada «Introducción a la historia de los Incas» (9 de setiembre de 1992). En el Papel Periódico
de La Havana, la intervención corresponsal se hace altanera y temprana, con juicio crítico
mediante. En efecto, desde los primeros números los remitidos cobran el cariz de la crítica
y reorientación del periódico, como la «Carta dirigida al Impresor sobre el Papel Periódico
número 2», en la que se lee: «Muy señor mío: No es mi ánimo censurar las producciones que
V. se toma el trabajo de dar al Público en los Papeles Periódicos que con tanta utilidad se han
establecido todas las semanas en la Havana [...]. No hay duda que las noticias literarias son
utilísimas en muchos casos, y que los papeles públicos en la Europa dan algunas; pero siem-
pre he observado que son muy extractas, aun en los Mercurios que contienen cien páginas
en octavo; y por consiguiente es notable que en un escrito de medio pliego se haga una
relación sobre un solo punto que ocupe más de las tres cuartas partes de él» (31 de octubre
de 1990).
9 Se aproxima en tanto los lectores u oyentes (o lecto-yentes, según fórmula de J. F. Botrel
[1998, p. 586]) que estos impresos buscaban interpelar se ubicaban en la misma franja so-
cietal de la gauchesca, esto es, los habitantes rurales; se aleja, sin dudas, de modo rotundo,
por el tipo de opción por la lengua ejecutada. Otro crítico argentino, Eduardo Romano, había
señalado también el uso temprano y modélico del género epistolar en las gacetas populares
de Luis Pérez.
10 Escribía, al respecto, Vieytes: «Mientras el ciudadano admira los principios de la más pro-
funda teoría y cotejados a la práctica los encuentra en un todo ajustados y precisos, el pobre
habitador de la campaña se mantiene aislado y entregado a sí mismo siguiendo la rutina que
aprendió de sus mayores» (Semanario, «Prospecto», p. IV).
La lectura fragmentada
Otra modalidad de lectura, también fraccionada, que avanza no ya por
títulos o emblemas, como en el caso de la niña lectora de El Curioso, sino
por capítulos y subcapítulos, fue la provista por la exitosa plataforma de
los folletines. En el siglo XIX, el folletín era un formato que incluía, además,
la posibilidad de la colección y su posterior encuadernación. Práctica muy
conocida desde mediados de siglo, sobre todo en países como Francia o
11 En efecto, una «Advertencia» al final del pliego avisa: «Deseando satisfacer a los justos
deseos con que el comercio anhela por tener una noticia exacta de las entradas y salidas de
los barcos en nuestros puertos, y de la cantidad de sus cargamentos [...]; he creído indispen-
sable el insertarla en él, y prevenir al público que para lo sucesivo tendrá en todos los pliegos
semanales todas las noticias ocurrentes de este género» (Semanario..., nro. 38, 8 de junio de
2003, p. 301).
12 Al parecer, Cipriano Orden Vetoño era el sinónimo de un conocido colaborador de Vieytes,
Pedro Antonio Cerviño. No obstante, dado el sistema de privilegio, las intervenciones podían
ondular entre colaboraciones reales, colaboraciones a pedido o totalmente fraguadas.
Véanse, a modo de ejemplo, los números 40 («Carta de D. Mariano Frequeriar proponiendo
los objetos que debe abrazar este periódico»), 83-85 («Carta IV. De D. Cipriano Orden Vetoño
sobre la necesidad de que se establezcan poblaciones en la banda oriental del Río de la Plata»),
86 («Señor editor del Semanario de Buenos Ayres»), o número 137 («Carta de un hacendado
de la provincia sobre algunas mejoras fáciles de adoptarse para el acrecentamiento de las
posesiones rurales»).
13 Ver, por ejemplo: «Arte de vivir sano y mucho tiempo», extracto del Semanario de Agricul-
tura y Arte italiano (nro. 82, pp. 250-255); las «Conjeturas sobre el origen de las naciones de
América, por Fischer, de la Academia de Petersburgo» (nro. 144, pp. 329-332), o el «Discurso
del emperador y rey Napoleón, hecho en el Senado el 16 de setiembre de 1805» (nro. 171,
pp. 129-131).
con la magnánima empresa editorial del publicista oficial del régimen ro-
sista, Pedro de Ángelis15.
Como sea, se trata de un formato específico en el que la lectura, como
observó hace tiempo Jesús Martín Barbero (1987), necesariamente debe
ser fragmentaria puesto que apunta a captar el interés de un público cu-
yos hábitos lectores eran (o son) mínimos. En lo que sigue, entonces, pro-
pongo repasar brevemente un episodio de este tipo de modalidades de
lectura para pensar posibles relaciones entre prensa y públicos lectores.
En mayo de 1852, un lustro antes de la publicación del citado El Colibrí,
aparecía en Buenos Aires El Nacional, uno de los primeros diarios longevos
de Argentina —que era, por lo demás, continuación de otro que había per-
durado unos 20 años, El Diario de la Tarde—. Redactado por Dalmacio Vélez
Sarfield, con cuatro páginas y cinco columnas, El Nacional presentaba una
disposición tipográfica que anticipaba ya el formato de los diarios sábana
del último cuarto de siglo, como La Nación o La Tribuna16. Típicamente
político, el diario reservaba no obstante un espacio —el inferior, lo que los
franceses llaman rez-de-chaussée— para el folletín, buscando de ese modo
retener la diversidad de una audiencia a esa altura bastante extendida.
En el mismo espacio dedicado al folletín, el periódico otorgaba un lugar
distintivo a la publicación de una Biblioteca de Autores Americanos, lugar
que compartía —y con el cual se mimetizaba, de ahí su ambigüedad—
uno de los folletines publicados en ese primer año, «El vizconde de
Bragelonne», de Alexandre Dumas, tercero en la serie de Los mosqueteros17.
Ahora bien, a diferencia de lo que ocurre con la correcta edición de la
Biblioteca de Autores Americanos, los dos primeros folletines que publica
El Nacional, esto es, «Los hijos del amor» de Eugène Sue y, precisamente,
«El vizconde de Bragelonne» de Dumas son folletines truncos, (mal)
seccionados y (mal) dispuestos en la página sin ninguna información que
oriente al lector (sobre todo al lector actual, cuya extemporaneidad en las
modalidades de lectura decimonónicas oficia como principal obstáculo).
La primera entrega de «Los hijos del amor», que aparece con el primer
18 Analizando la novela por entregas en España, J. F. Botrel se había encontrado con la mis-
ma modalidad de edición, al punto de que folletín y novela por entregas pueden llegar a
confundirse. Para Botrel, el corte brusco —incluso de una palabra, como es el caso analizado
aquí y en el ejemplo por él citado de la primera entrega de Doña Blanca de Lanuza— fun-
ciona como en el cine el detenimiento de la imagen, creando un suspenso que alimenta la
demanda lectora (Botrel, 1974, p. 124). Sin desestimar esa función, habría que considerar, no
obstante —al menos en los casos de los folletines en la prensa, como el que aquí tratamos—,
cierto grado de descuido en la propuesta editorial, descuido o negligencia naturalizada que
nos habla, tal vez, de los presupuestos acerca de ese tipo de literatura y, también, de lectores.
19 El folletín de Dumas mereció un suelto de los redactores en el que afirmaban: «Estamos
bien seguros del creciente interés con que será leída por nuestros suscriptores, mucho
más cuanto que esta obra que ha sido muy recientemente publicada en París con grande
aplauso, no es probable que circule todavía muy generalmente entre nosotros» (Diario de la
Tarde, nro. 5891, 10 de mayo de 1851, p. 3).
20 Se publicó en 1839 en la Revue des deux Mondes. En esta famosa diatriba, el folletín recibe
indirectamente la condena del crítico. Pues de lo que allí se habla centralmente es del nuevo
paradigma industrial y profesional instalado por la prensa. Cualquiera puede llegar a ser un
autor, dirá Sainte-Beuve, y dedicará varios párrafos a explicar cómo la ley de imprenta de
Martignac (de 1828), al quitar las prebendas estatales favoreció el crecimiento de los avisos
comerciales en los periódicos (observará: crecieron las mayúsculas en los anuncios) y cómo
esto afectó la relación editor-autor-lector, dado que ahora los editores acostumbran pedir
dos volúmenes en 8.º, en lugar de uno a fin de extraer más ganancias y, en consecuencia,
los escritores terminan por corromper el estilo: escriben palabras vacías, descripciones ocio-
sas, llenas de epítetos redundantes («Les journaux s’élargissant, les feuilletons se distendant
indéfiniment, l’élasticité des phrases a dû prêter, et l’on a redoublé de vains mots, de des-
criptions oiseuses, d’épithètes redondantes : le style s’est étiré dans tous ses fils comme les
étoffes trop tendues» [Sainte-Beuve, 1839, p. 685]).
21 Como se sabe, el alto costo de los periódicos fue un impedimento para esa expansión
hasta por lo menos mediados de la década de 1830, cuando Girardin y Dutacq bajaron en
Francia a la mitad el costo de la suscripción (de 80 a 40 francos), posibilitando un acceso más
fluido a trabajadores manuales, artesanos o comerciantes pobres. No obstante, la calidad de
lectura que promovió la prensa periódica —por ejemplo, el éxito que alcanzaron novelas
como Pamela, or Virtue Rewarded, de Richardson, tan bien analizado por Ian Watt (1968)—,
parecería preanunciar un tratamiento extensivo y polifacético del potencial lector con los
textos, modalidad que hallaría su momento de eclosión y de ruptura cuando, efectivamente,
las tecnologías del impreso posibilitaran un cambio de producción notorio.
REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS
RESUMEN
A mediados del siglo pasado autores clásicos como
Herberg (1960) y Handlin (1973) afirmaban que la religión
era un elemento central en la vida de los inmigrantes.
Analistas recientes (Williams, 1988; Warner, 1998; Tweed,
1997; Orsi, 2002) coinciden con los clásicos citados arriba;
sin embargo, los últimos incluyen en su discusión nuevas
variables sociológicas. Hirschman (2004) interroga el mo-
delo clásico y reflexiona sobre los estudios posteriores que
han relativizado estas afirmaciones. En este documento,
por un lado, analizo la creencia desde la perspectiva que
apuesta por la fuerza que puede tener este factor entre
migrantes, y por el otro, utilizo un enfoque que toma en
cuenta el origen y destino, tipo de iglesias, líderes espiri-
tuales y políticas eclesiásticas y de cómo estos inciden en
la transformación de la religiosidad de los migrantes. Para
ilustrar las diversas posiciones que ocupan los migrantes
en el péndulo de lo sagrado utilizo casos empíricos en
donde algunos quedan en el centro de la creencia, otros
pueblan los espacios intermedios y muchos más inundan
la periferia. Este tema ha sido poco atendido en los estu-
dios sobre migración y religión.
PALABRAS CLAVE
Migrantes, creencia, prácticas religiosas, no afiliados
ABSTRACT
In the middle of the last century classical authors such
as Herberg (1960), and Handlin (1973), claimed that the re-
ligion was central in immigrant’s life. Recent analysts (Wi-
lliams, 1988; Warner, 1998; Tweed, 1997; and Orsi, 2002)
coincide with the classics listed above, however the latter
include in their discussion new sociological variables. Hirs-
chman (2004) interrogates the classical model and reflects
on subsequent studies. Here, I analyze religious practice,
from the perspective of the strength and frequency of the
sacred, and also taking into account the influence of fac-
tors such as place of origin, destination, spiritual leaders,
and ecclesiastical policies, can have on religious transfor-
mation among immigrants. To illustrate the positions oc-
cupied by migrants on the pendulum of the sacred I use
empirical cases where some of them stay in the center,
others rely in the intermediate spaces and many more
move around the periphery. This topic has had little atten-
tion if any, among studies on migration and religion.
KEYWORDS
Migrants, belief, religious practice, unaffiliated
Introducción
Con la finalidad de abordar la religiosidad en toda su diversidad resulta
imprescindible descentrar el estudio de la religión de tal forma que sea
posible incluir aquellos fieles que encontramos al filo de lo sagrado, ya
sea porque se han alejado de la fe, o porque han quedado fuera de las
instituciones religiosas y/o más allá de una estructura u organización más
o menos coherente. En lugar de asumir que la religiosidad permanece en
determinados espacios confinados, se puede avanzar en el análisis si se
piensa en entornos que hablan de la circulación, el movimiento, ensam-
blaje y los distintos enlaces que se dan sobre la marcha. La fluidez de la
creencia se halla entre poblaciones móviles, tal vez con más frecuencia de
lo que se había supuesto.
2 Observé que estas cosas ocurrieran entre jóvenes salvadoreños en Houston, Texas, en-
tre 1999 y 2000. Muchos de ellos no pertenecían a liguillas de fútbol en el medio debido a
que, en esos espacios, los presentes ingerían bebidas alcohólicas después de los partidos. En
consecuencia, los creyentes de El Salvador tenían pocas o nulas posibilidades de conocer e
interactuar con otros inmigrantes que hubieran podido enriquecer sus redes sociales.
Primera parte
La «estrecha» relación entre migración y religión
La idea que dominaba entre los estudiosos que abordaron el tema de
la religión de los inmigrantes europeos que llegaron a Estados Unidos du-
rante los siglos XIX y principios del XX tiene su origen en el modelo clásico
o la tesis de Handlin (1973) y Herberg (1960), que escriben desde la dé-
cada de 1950, aunque se dan a conocer en forma más amplia durante los
años 60 y 70. Si bien Handlin y Herberg subrayaban los beneficios psicoso-
ciales que la creencia brindaba a los nuevos pobladores de Norteamérica,
esto acarreaba en muchas ocasiones un sinnúmero de problemas.
Oscar Handlin, en su libro The Uprooted (1973), afirma el dominio que
tenía la religión en la vida de los inmigrantes. «The very process of adjus-
ting immigrant ideas to the conditions of the United States made religion
5 Utilizo los vocablos América y americanos entre comillas, porque desde y para América
Latina son Norteamérica y norteamericanos, respectivamente.
6 El mismo Williams afirmaba que muchos jóvenes profesionistas que entrevistó durante su
estudio de campo admitieron que no eran muy devotos cuando asistían a la universidad en
India o en Paquistán, pero, una vez que habían llegado a Estados Unidos, hasta se ocupaban
de llevar a sus familias al templo o a la mezquita con regularidad.
comunidad india, así como frente a la sociedad más amplia del país anfi-
trión. En el presente, la identidad religiosa de musulmán se ha converti-
do en un estigma frente al resto de la sociedad norteamericana y puede
acarrear riesgos inesperados, como ser detenido al salir o entrar a Estados
Unidos, a veces solo por tener un nombre que lo asocia con la religión
islámica.
En trabajos más recientes como el de Stephen Warner (1998, p. 3) aún
persistía esta vieja idea de la fuerza religiosa entre inmigrantes. Warner
señala que las «identidades religiosas frecuentemente (aunque no siem-
pre), significan más cuando están lejos de casa, en la diáspora, que lo que
significaban anteriormente para ellos». La religión al parecer es capaz de
responder a preguntas sobre el sentido, que surgen a partir de la expe-
riencia de la migración. De igual modo Timothy Tweed (1997, p. 29) en su
investigación sobre cubanos en Miami, indica que para darle un nuevo
significado a sus vidas, como gente desplazada y dispersa, los inmigrantes
de la Isla recurrieron a la religión tanto en las iglesias como en los hogares,
con lo que esta se hizo aún más necesaria. Robert Orsi (2002) refuerza este
argumento en su estudio sobre los italianos que se asentaron en Harlem,
Nueva York. Este autor opina que la religión es clave en el proceso de afir-
mar los lazos con el lugar de origen, así como para mantener la «identidad
cósmica y psíquica de los inmigrantes» (2002, p. 168).
Mi experiencia en la primera década del siglo XXI ha sido distinta,
como se verá en las siguientes páginas. Considero que existe un amplio
abanico de respuestas y de dimensiones en ese sentido. El celo y la devo-
ción religiosa están estrechamente asociados al líder espiritual y al tipo de
pastoral católica (si este fuera el caso). La vinculación entre la creencia y
la migración no es directa o automática, como señala Herberg; más bien
esta relación depende de infinidad de factores relacionados con el tipo de
religión, origen y destino, el proceso migratorio mismo y las circunstancias
que lo rodean. Algunos creyentes eligen permanecer en el centro de lo
sagrado, otros circulan en la periferia, fuera de la institución religiosa, o
bien son distantes y casi indiferentes a todo lo que les recuerde en for-
ma vaga la fe en un dios. En ocasiones, la experiencia religiosa en el país
receptor puede resultar incompleta, o hasta ingrata, de acuerdo con las
subjetividades.
Segunda parte
2.1. Cerca de —o en el centro— del círculo sagrado
Inicio esta sección con los informantes que dejaron ver en sus discur-
sos la centralidad de la creencia en sus vidas, cualesquiera que esta sea.
No obstante, veremos que también están presentes ciertas constantes
7 El SINE inicia en México en 1974, cuando el padre Alfonso Navarro tiene una intensa ex-
periencia espiritual que lo inspira a crear una forma de evangelizar capaz de integrar «todo
desde 2000 por iniciativa del padre Javier Molina. Para dar una idea de los
sentimientos de comunidad que se habían instalado en la congregación
«hispana», daré algunos detalles. La misa dominical hispana se caracteri-
zaba por una intensa y universal participación de los asistentes. Los niños
del coro entonaban a ritmo ranchero, banda y baladas en español, bajo la
batuta de un laico jalisciense. Numerosos recién nacidos eran presenta-
dos a la congregación y, si había algún cumpleañero entre los presentes,
todos entonaban «Las mañanitas»; los fieles enlazaban sus manos al re-
citar el padrenuestro y, al finalizar el sacramento, todo mundo se dirigía
al salón de la parroquia a tomar café y donas. Una actividad de esta pas-
toral consiste en promover interacciones frecuentes e intensas entre los
seguidores y fomentar la creación de «comunidades de vida cristiana» for-
mando grupos de 10 a 12 personas que se reúnen una noche a la semana
para el estudio de la Biblia. Asimismo, impulsa a los integrantes a ser más
activos y comprometidos en la evangelización y a llevar una vida cristiana
en la cotidianidad que no se reduzca a los meros sacramentos. Cuando
por las tardes las mujeres mexicanas llevaban a sus hijos al catecismo, se
reunían a conversar entre ellas y en una de esas ocasiones relataron que
en sus pueblos casi no asistían a la iglesia. Fue cuando conocieron la pa-
rroquia de Santo Tomás que comenzaron a tomar en serio su catolicismo.
Estas mujeres provenían de pequeñas ciudades o localidades rurales en
los estados de Guanajuato, Jalisco o Michoacán, en donde con frecuencia
no había ni siquiera sacerdotes fijos, sino solo seminaristas o diáconos que
visitaban las localidades en determinadas fechas. En este caso excepcio-
nal del siglo xxi, los inmigrantes mexicanos sí reivindicaron y reinventaron
su fe católica en el país receptor, cosa que había sido casi olvidada en su
lugar de origen.
Las ceremonias en español se multiplicaron a tales niveles que los eu-
roamericanos sentían que los latinos habían tomado por asalto su terri-
torio. Pero más importante todavía era que percibían con cierto grado de
culpa e insatisfacción que los inmigrantes recientes eran más fervorosos
que ellos y por ende mejores católicos. Así lo expresó otra voluntaria de la
parroquia cuyos abuelos eran inmigrantes italianos:
cuando mis abuelos llegaron, era gente que no tenía instrucción. Es-
cuchaban todo lo que el sacerdote les decía. Y cuanto más educa-
dos nos volvimos los católicos estadounidenses, esta iglesia se fue
transformando. La concepción de espiritualidad cambió. Vamos a
misa por razones casi diferentes que los [inmigrantes]. Lo interesante
para todos» en una parroquia. El padre Molina había practicado esta pastoral durante diez
años en México.
Asistir a una iglesia guarda una relación que supera el ámbito mera-
mente espiritual y que está anclada en la vida aquí y ahora. Los casos pre-
sentados en las siguientes páginas pertenecen a migrantes originarios de
Yucatán, México, que residieron o aún residen en San Francisco, California.
Su discurso constata que los fieles se mantuvieron firmes en la fe, que fue
parte de su equipaje al dejar el lugar de origen y, para cada uno de ellos,
fue posible alcanzar los beneficios económicos y sociales, así como una
relativa estabilidad familiar gracias a la Providencia. Los argumentos que
expresaron los creyentes sirven también para mostrar que la fe y la de-
voción son independientes de la confesión de que se trate, puesto que
tanto la práctica protestante como la católica tienen la capacidad de re-
activar una intensa religiosidad en el migrante, como manifiesta María en
su discurso8:
Mi creencia nunca cambió. Hay mucha gente que cuando migra cam-
bia de religión, yo llegando ahí empecé a averiguar dónde está la
Iglesia presbiteriana. Fui anciana gobernante de la iglesia. Todo lo que
yo tengo se lo debo a papá Dios.
Julio, de la misma región, también reconoció la importancia de las co-
sas sagradas en su vida: «Para mí, que me ayudó mucho Dios para poder
trabajar. En lo que yo haga, yo lo pongo a él primero, por lo que he apren-
dido de él.
Y se puede decir lo mismo con respecto a Abraham cuando expresó
su opinión:
Soy presbiteriano, cuando estaba en San Francisco busqué a los pres-
biterianos y me enrolé con ellos, estuve ascendiendo, trabajaba en el
templo, los sábados nos juntábamos con los muchachos, tuve unos
30 donde exponía la palabra de Dios, compartíamos todos juntos.
Me nombraron anciano de la Iglesia [...]. Continúo con la fe, continúo
siendo presbiteriano, mi esposa igual, mis hijas igual.
Los católicos que están más cerca de las prácticas populares que de
las oficiales u ortodoxas, aun cuando no cuenten con una pastoral tan
eficiente como SINE, internalizan, a lo largo de incontables generaciones,
una tradición ecléctica que incluye particularidades locales y/o prehispá-
nicas, y entonces despliegan una religiosidad que se sostiene y persevera
más allá de casi cualquier frontera. El lugar de origen, en este caso, de
migrantes yucatecos, muestra esa persistencia de la devoción y su vin-
culación con la tradición migratoria del pueblo. Aquí son los mismos
11 Jorge, David, Gilberto, Fredman, José y Lenin fueron entrevistados en San Francisco, Cali-
fornia, en mayo de 2005, por P. Fortuny y M. Solís y Oxkutzcab, Yucatán, por Pedro Chalé y M.
Solís en 2004.
12 Esta iglesia es muy cercana al Distrito de la Misión.
13 Lenin explicó que su familia extensa no participa en las fiestas católicas, aunque se identi-
fican como mayas. Se trata de una familia secular que se reconoce en el folclore de su cultura
maya, en buena parte una identidad adquirida durante su condición migratoria.
14 Las respuestas de Salvador, Genaro, Jacinto y Rigoberto se derivan de entrevistas realiza-
das en diversas temporadas de campo en Immokalee, Florida, de 2003 a 2006.
15 Frase que expresó Tránsito durante la entrevista realizada en Immokalee, Florida, febrero,
2002, por E. Juárez y P. Fortuny.
16 Esta frase, acuñada por la socióloga inglesa Grace Davie en su libro Religion in Britain since
1945. Believing without Belonging, se derivó de su estudio realizado en Gran Bretaña sobre la
etapa de la posguerra, en el que observa un creciente distanciamiento entre los creyentes
y las instituciones religiosas, aunque ateos absolutos existen muy pocos y la gente no ha
optado por abandonar la fe en forma definitiva.
Conclusiones
Los ejemplos presentados muestran la versatilidad y las múltiples po-
siciones que pueden ocupar los creyentes en el péndulo de lo sagrado.
Posiblemente lo que proponía el modelo clásico de Handlin y Herberg
y sus seguidores posteriores fue plausible hasta fines de los años 80. En
el presente, las circunstancias geopolíticas del mundo han cambiado. La
frontera entre México y Estados Unidos inició una política de militariza-
ción desde los años 90 y ha ido incrementándose a partir de ese momen-
to. Se invierten millones en la construcción de bardas, murallas, vallas
cada vez más difíciles y riesgosas de atravesar. Aunado a las restricciones
fronterizas y la multiplicidad de riesgos que corren los mexicanos y cen-
troamericanos indocumentados que cruzan o intentar cruzar la frontera,
están cada día más presentes las constantes deportaciones en casi toda la
Unión Americana y en el mundo en general. Los migrantes son detenidos
en Estados Unidos por haber cruzado como indocumentados o porque,
según las leyes, cometieron algún delito leve, como carecer de licencia o
seguro para conducir un vehículo. Este tipo de «violaciones» puede llevar
a la deportación con la subsiguiente separación del padre o la madre de
sus hijos. A pesar de los beneficios económicos que acarrean los inmigran-
tes en aquellos destinos en donde son empleados en los segmentos peor
pagados del mercado laboral, sus condiciones y posibilidades de mejo-
rar en general se han vuelto más complicadas, peligrosas y, en muchas
REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS
RESUMEN
En este ensayo se plantea una reflexión acerca de los
orígenes teológicos del poder. La relación entre la religión
y el poder más obvia reside en los rituales políticos y en
los religiosos. Sin embargo, la alianza entre ambas dimen-
siones de la cultura va más allá de esta semejanza formal
y se extiende hacia varias dimensiones de la religión que
reflejan una vinculación con el poder, lo cual me permite
pensar heurísticamente sobre el fenómeno religioso.
PALABRAS CLAVE
Religión, poder, antropología
ABSTRACT
This essay offers a reflection on the theological origins
of power. The relationship between religion and power
most obvious lies in political rituals and religious rituals.
However, the alliance between the two dimensions of
culture goes beyond this formal similarity and extends to
various dimensions of religion that reflect a relationship
with power, which allows me to think about the religious
phenomenon heuristically.
KEYWORDS
Religion, power, anthropology
Introducción
Es un truismo señalar que el poder no es un concepto universal. En la
ciencia occidental han habido desarrollos importantes del concepto y, a
pesar de que no siempre encaje en la aplicación a diversos temas de estu-
dio, existe un consenso entre la comunidad científica a la hora de pensar
el poder. Lo difícil, sin embargo, es que el concepto de poder posea tes-
tabilidad y validez objetiva. Para ello, se requiere de un mínimo analíti-
co, es decir, una definición que sirva de punto de partida; por ejemplo,
la siguiente: «el poder es la capacidad para conducir, alterar o anular las
facultades humanas». En términos generales, el poder proviene de tres
fuentes: la naturaleza, la sociedad y, de manera más directa, el poder ejer-
cido por las propias personas. Implícitamente, esta definición apunta a
que es necesario que exista una forma de control social permanente, es
decir, que una persona controle en parte a otras. Esta relación de control
ha de estar por encima de otras dimensiones de la sociedad, por ejemplo,
del sistema de parentesco, a pesar de que Lévi-Strauss (1969) sostenga
que el parentesco ya es político, puesto que es el principio de organiza-
ción y articulación social de las sociedades tradicionales. Por tanto, es la
obligatoriedad de aceptar un orden jerárquico, sus reglas y reconocer esta
relación social lo transcendente en las definiciones sobre el poder. Una
vez asumido esto, podemos hablar de una forma instituida a la que llama-
mos política y afirmar que la organización política de cualquier sociedad
no es natural sino convencional.
Para los intereses de este texto, la tentativa es reflexionar sobre los
orígenes teológicos del poder. Mi perspectiva se sitúa en la intersección
entre la religión y la política, como ámbitos que se encuentran separados
en nuestra sociedad, no así en otras sociedades. Es obvio que esta tenta-
tiva no es más que un artificio metodológico para articular convergencias
del sentido en el momento de la investigación, la proximidad de formas,
o para poner orden en las numerosas y microscópicas observaciones em-
píricas en unidades de comportamiento colectivos, advirtiendo que no
existen tipos puros sino tipos ideales, a lo Weber (Tarrius, 2000), lo cual
permite avanzar en el conocimiento de un tema.
Es importante advertir acerca de una premisa que no podemos sos-
layar. Siguiendo a Dumont (1970, pp. 3-4), la configuración moderna
(occidental) de los valores se encuentra atomizada en el sentido de que
se centra sobre el hombre «individual» y a la vez en la yuxtaposición de
diferentes valores autónomos: religión, filosofía, política, economía, arte.
Esto puede ser algo excepcional y de ninguna forma generalizable, pues-
to que en sociedades tradicionales (holísticas) la configuración de los va-
lores tiene un carácter jerárquico, de forma que el marco normativo que
2 Zulaika (1992, p. 85) identifica las diferencias entre ritual y rito (sinónimo aquí de ceremo-
nia): «no se debe ceñir la noción de rito a las ceremonias espectaculares; al contrario, algunas
cosas solo se pueden manifestar por medio del ritual, y en ese sentido el ritual resulta ser la
actividad social más fundamental y ordinaria. Se pueden diferenciar los ritos y el ritual: mien-
tras que los primeros son acontecimientos caracterizados por su formalidad (las ceremonias
sociales diarias, un juicio, la coronación del rey), el ritual es el aspecto formal invariable de
todo acontecimiento».
base de ello, la religión no nos habla de una nueva sociedad, sino de una
realidad que se puede imaginar. El cristianismo, por ejemplo, admite que
existen principios de convivencia (caridad, piedad) que tendrían sentido
en su sociedad ideal. Otras religiones como el budismo piensan que no
tiene sentido pensar en otra sociedad supraterrenal.
Desde el punto de vista de las ciencias sociales, lo que se analiza es el
discurso utópico, la referencia sociológica. Así pues, no es la sociedad sino
el reflejo de una sociedad. El propio Bloch interpreta sociológicamente
las utopías religiosas de sociedades perfectas. Estas se clasificarían de-
pendiendo del liderazgo social y del Estado. En este caso, hablaríamos de
Estados totalitarios, autoritarios y cerrados, los cuales idealizan un orden
social y pretenden imponerlo al resto de la sociedad. Es el caso del Egipto
faraónico o el Imperio incaico, que poseen una religión de Estado, en la
cual los líderes estatales son los sacerdotes de la religión. Es similar el caso
de los países liberales o comunistas, que pueden tener utopías sociales
(búsqueda de una individualidad más perfecta —liberales—; búsqueda
de la solidaridad social —comunistas—) que constituyen ideologías fun-
cionando de manera análoga a la religión.
Aparato ideológico
En esta perspectiva cuatro autores sobresalen. Marx y su visión deter-
minista; Weber y su idea de compatibilidad; Sombart y Toynbee, quienes
discuten sobre cuál religión es más adecuada al poder. El precedente de
estos enfoques es Maquiavelo, quien en su obra Discursos sobre la prime-
ra década de Tito Livio estudia la historia de Roma y señala que la pros-
peridad de la República romana, que posteriormente se transformará en
imperio, fue acompañada de una religión instituida, pública, de culto par-
ticipativo y con un conjunto de creencias simples. De ello se sirve para
que en su obra más conocida, El príncipe, plantee la idea siguiente: para
mantener el orden social se hace necesaria una religión simplista en las
creencias, un culto colectivo y que esté de acuerdo con el sistema políti-
co. Para Maquiavelo la religión funcionaría como una manera de inculcar
comportamientos adecuados al pueblo y congraciarlos, así como como
garantía del orden social.
Marx (1975) radicaliza esta idea afirmando que toda manifestación
religiosa es un instrumento de una clase social que quiere imponer un
orden social sobre otras clases sociales. Como epifenómeno de la base
tecnoeconómica, la religión no es más que un mero instrumento más de
dominación. Según Marx, el argumento divino es una manera de aceptar
cosas inhumanas en nombre de Dios. Así, Marx señala que aquello que los
hombres no aceptan en nombre del hombre por ser un abuso de poder o
Lubricante social
Durkheim sitúa la religión entre dos conceptos sociológicos: anomia y
altruismo. La idea clave es que para que una sociedad funcione ha de te-
ner gran capacidad de integración. Durkheim (1965) estudia el suicidio y
define dos variantes: el suicidio anómico y el altruista. En el primer caso, la
sociedad no tiene la capacidad para integrar al individuo ya que no existen
reglas, metas ni objetivos fijos. En el segundo, existe gran integración del
individuo en la sociedad, de forma que la aceptación mutua es la norma.
Ejemplo de ello es el acto heroico de un soldado al arriesgar su vida para
Mito
En el campo de la política parece que todo ha de estar ordenado, de
modo que estamos más familiarizados con unos órdenes que otros y nos
parecen más naturales. No existe demasiada conciencia del orden puesto
que creemos que este es más eficiente de la manera que se presenta. Esto
ha sido investigado en relación con las teorías de la humanidad y la cultu-
ra por Lévi-Strauss quien estudia la mitología con hipótesis de orden en el
fondo de los mitos. Según esta perspectiva, los mitos reflejarían un poder
universal, a la búsqueda del orden original perdido, de igual modo que
también lo buscarían formas políticas de orden futuro imbuidas con el
perfeccionamiento de la sociedad a través de analogías en la antigüedad
(comunismo). En este sentido, Morgan en La sociedad primitiva encuentra
en las sociedades romanas el orden sin propiedad, de igual modo que
Engels encuentra el orden comunista en las sociedades primitivas.
Aparentemente, el mito imita el orden del cosmos del cual parece co-
nocer su estructura profunda. Por ello, los mitos se muestran análogos al
orden del cosmos, cuyas señales son los eclipses, terremotos o sequías.
Lévi-Strauss busca el orden en los mitos, de igual forma que la política
busca el orden en la sociedad. Pero es la religión, buscando órdenes per-
didos, la que aporta toda la imaginación que se requiere. Esta es la razón
por la cual la religión se encuentra por encima de la política, incluso está
fuera de la sociedad. Para Lévi-Strauss, la religión es más que una creencia;
se trata de un fenómeno intelectual y lógico que busca órdenes. En las
religiones primitivas se ordena el cosmos de forma integradora: los hom-
bres, los hombres y los dioses, los animales, etc., a diferencia de las religio-
nes monoteístas en las que se ordena a los hombres y a los hombres con
respecto a Dios. En uno de sus textos más brillantes (Lévi-Strauss, 1991),
el antropólogo francés retoma la teoría sobre el mana (concepto de una
fuerza o cualidad impersonal que poseen las personas, animales y obje-
tos inanimados entre los nativos de Polinesia, Melanesia y Micronesia) de
Mauss señalando que responde a la necesidad de crear un significado flo-
tante que aparece allí donde se encuentra el vacío, el cual el pensamiento
se niega a reconocer y, por ello, coloca el poder. El mana, aquello que hace
a los objetos poderosos y que debe ser domesticado a través de la efica-
cia ritual, sería un precursor de la religión formal. Lévi-Strauss, con ello,
plantea que esta teoría hace comprensibles los fenómenos religiosos y
políticos partiendo de la definición del mana como comodín, poder infor-
me y, a la vez, fonema y valor simbólico «cero», a lo Jakobson, en términos
de la lingüística. Así, la función simbólica se asemeja a la función poética.
En suma, un ejemplo de elemento ordenador del cosmos. Ello refleja una
línea de continuidad que va de Mauss a Durkheim pasando por Saussure
hasta llegar a Lévi-Strauss, en el sentido de que lo que cuenta en última
instancia es la necesidad de reconstruir las leyes gramaticales frente al su-
puesto de que la historia explica alguna cosa. En el fondo, estos autores
se levantan contra una explicación diacrónica y horizontal del mundo, y la
religión comparada en Max Müller. Este señalaba que el lenguaje fue otor-
gado al ser humano y así se dedicó a hablar con un exceso de significados
hasta el momento que decayó al no poder controlar ese exceso. Los evolu-
cionistas señalaban que el mito reflejaba una serie de cultos inefables que
demostraban la incapacidad de pensar del hombre primitivo. Durkheim,
Mauss, Hubert, Hertz, Hocart, por un lado, Jakobson, Propp y Saussure,
por otro, siguiendo con Soustelle, Leenhardt, Griaule, Granet, con Dumézil
en medio, hasta llegar a Lévi-Strauss, muestran la vitalidad de la tradición
francesa estructuralista en relación con el estudio de la mitología y la es-
tructura del espíritu humano desde un punto de vista intelectualista y es-
peculativo, a diferencia del enfoque pragmático, centrado en los rituales,
de la escuela inglesa que proviene de Pierce, continúa con Whitehead y
desemboca en el estructural-funcionalismo y la antropología simbólica.
En esta tradición inglesa no aparece la cuestión de la religión o la magia
dado que se privilegia el estudio del ritual en función de las necesidades
de una sociedad determinada y una cultura en términos de la estructu-
ra social, con lo cual se refleja un enfoque de sociología comparada. En
cambio, para Lévi-Strauss el pensamiento «salvaje», el lenguaje metalin-
güístico, crea tres formas para hacer frente al exceso de significantes: el to-
temismo (formas de clasificación), la magia (eficacia simbólica del chama-
nismo) y la mitología (forma de pensamiento), de forma que el ritual no
pertenece a las actuaciones del pensamiento salvaje sino de forma parcial
al igual que la religión, la cual Lévi-Strauss no teoriza. Si para Durkheim es
lo sagrado lo que determina lo ritual, para Radcliffe-Brown es la práctica
ritual lo que convierte en sagrado a individuos, objetos y lugares.
Sin embargo, la política extravía estas relaciones de orden y a lo sumo
intentaría copiar estos órdenes religiosos, en los cuales la divinidad sería
el ser que conoce y se confunde con un orden más perfecto. Por tanto, el
mito busca e impone órdenes y extrae de la imaginación los órdenes más
perfectos de la religión. En el cristianismo, la Biblia aporta solo una escasa
referencia en el Génesis, el resto del relato se centra en una relación moral
entre personas, así como entre personas y Dios. En las religiones primiti-
vas, aparecen variaciones de este Génesis, descartando o minimizando el
orden social. La diferencia estriba en que en la Biblia no se discute, sino
que existe una verdad revelada, un orden no conscientemente codificado:
Dios informa quiénes son los padres, cómo se ha de poblar la Tierra, etc.
En las Mitológicas de Lévi-Strauss aparecen una serie de secuencias y
frases míticas en referencia a órdenes básicos. No se trata de una utopía
social sino de órdenes cósmicos que muestran universos diferentes (sol,
cielo, estrellas, mar, etc.). En Freud esa vuelta atrás es el instinto, la búsque-
da de cualquier estado previo del organismo; este argumento biologista
Chamanismo
Básicamente la discusión en torno al chamanismo3 como problema
gravita en relación con dos posiciones: 1) los chamanes poseen naturaleza
política, 2) los chamanes no poseen naturaleza política. Si la opción 1 es
cierta, hablaríamos del chamán como parte de una autoridad carismática
que no está instituida ni es permanente sino espontánea, inconsciente,
amorfa y muy vinculada a la propia personalidad del individuo. Si se acep-
ta la opción 2, hablaríamos de unas relaciones políticas subyacentes en el
rol del chamán en la sociedad y la cultura.
Chamán proviene de lenguas indoeuropeas y limítrofes de algunos
pueblos del Asia Central y Oriental. Etimológicamente, significa una per-
sona que ve más de lo normal. En concreto, el término procede de las
lenguas de la Siberia Central y designa unas funciones similares en otras
culturas, aunque en sentido estricto el chamanismo solo se encuentra
entre los Tunguses siendo realizado por mujeres primordialmente. Entre
los Tunguses existe la creencia de que por naturaleza la mujer es ya una
chamana, puesto que puede hablar de las cosas que están por encima y
por debajo de la tierra y del tiempo, pasado y futuro. Para nosotros, las
finalidades parecen ser el curanderismo, las profecías, los rituales o la adi-
vinación. Las funciones de este chamanismo original se reducirían a dos:
1) profética: el chamán ve y las mujeres ven aquello que los hombres no
ven. Algunos etnólogos atribuyen el comportamiento afeminado de los
chamanes a que es la mujer la visionaria. Esta función profética es la más
importante, pero nos ha llegado oralmente, por tanto, imperfecta; y 2) sa-
cerdotal: el chamán dirige actos y rituales religiosos, sobre todo, colecti-
vos, sacrificales e iniciáticos.
Formalmente, el chamán opera expresándose con cantos, música,
mimo, dramatiza situaciones, imita a los muertos y a los vivos, a los ani-
males, habla con diferentes timbres de voz, cuida mucho el gesto. La re-
presentación puede ser colectiva, pero el líder es el chamán. La cultura
chamánica es una mezcla de cultura médica, intelectual, artística y religio-
sa. El chamán pinta, hace máscaras, disfraces, diseña altares, inventa pa-
labras y, además, cura. Aquello que impresiona a un observador foráneo
es, sin duda, sus relatos y su teatro como intermediarios entre los espíritus
3 El término chamanismo es convencional, pues deriva de los trabajos de Eliade, muy influi-
do por la idea de posesión y de éxtasis, pero no puede dar causa de las diferentes prácticas
locales en diversas culturas.
derecho no está escrito. Dichos ritos de paso tienen que ver con tránsitos
en la vida de la persona. El más importante es el de la pubertad que con-
siste en la integración en el mundo de los adultos. Algunos antropólogos
piensan que las sociedades se han definido socialmente por los rituales de
iniciación. Por ejemplo, la educación, la escuela, el servicio militar y otro
tipo de rituales complementarios para acceder a otros campos de la vida
social. Los antropólogos norteamericanos piensan que el hombre repro-
duce los rituales de iniciación en la época adulta como la jubilación o el
desempleo, lo que para los antropólogos británicos —en la línea de Víctor
Turner— representa una serie de rupturas dramáticas, es decir, una expe-
riencia fuerte, estresante. Para otro, los rituales de iniciación son el origen
de la política en el sentido de que una comunidad adulta decide una serie
de disciplinas para imponer a los demás y conseguir la integración social.
Cabe recordar que los rituales de iniciación poseen componentes como
una división política, ya que aparecen los conductores y los concurrentes.
Habitualmente, la iniciación nunca explica objetivamente y de manera
clara en qué consiste el ritual y hasta dónde llega, puesto que hay unos
valores implícitos que otorgan un misterio. El ritual de iniciación posee
tres funciones simbólicas: 1) la revelación: una parte de los misterios son
revelados, 2) el misterio, y 3) una forma de comportamiento para antes y
después del ritual. El ritual de la pubertad en Australia, por ejemplo, posee
una serie de disciplinas definidas por el propio ritual, un comportamiento
a veces terrorífico. El miedo es muy importante en los rituales de inicia-
ción debido a que se hace sentir miedo para cambiar la mentalidad y el
comportamiento, y en donde la recuperación será difícil por su carácter
estresante y el sufrimiento. La experiencia iniciática es muy importante en
los pueblos primitivos puesto que tiene que ver con la inculcación del or-
den social y lo importante es recordar o reproducir constantemente el ri-
tual de iniciación (existen conmemoraciones como en nuestra sociedad).
Con ello, se acepta una forma de vida después de esta experiencia y se
consolida.
Además, otro componente del ritual de iniciación es el sacrificio. La
política demanda sacrificio y la religión ofrece sacrificio. La experiencia de
la iniciación es un sacrificio puesto que el iniciado sufre y tiene miedo.
Simbólicamente, los seres humanos padecen los mismos sacrificios que
los no humanos. El sacrificio comporta una utilidad (los que mandan) y
una inutilidad (los que sufren pueden estar de acuerdo o no). La idea de
sacrificio es la idea de un ritual de iniciación útil y bajo un consenso. En la
mayoría de sociedades primitivas aparecen actos sacrificales, pero no exis-
te una ideología sacrifical. En resumen, en un pueblo primitivo la integra-
ción social no se entiende sin un ritual de iniciación y sus continuidades.
Así pues, la alianza más elemental entre religión y política viene dada por
el ritual de iniciación.
A modo de conclusión
El poder posee diversas dimensiones. Podemos abordarlo, entre mu-
chas y variadas perspectivas, desde la crítica del poder a nivel histórico,
desde la antropología política, desde la representación y los disfraces,
desde una arqueología a lo Foucault o desde su articulación con la reli-
gión. Mientras haya poder habrá historia puesto que la historia nace con
el poder. El proceso histórico-social está constituido primero por perso-
nas, y segundo, por las relaciones entre personas. Las ciencias sociales
estudian las relaciones entre personas y sus instituciones. Por otro lado,
existen varias metodologías y marcos teóricos en el estudio de la religión
como el cognitivismo, la fenomenología, la hermenéutica o el subjetivis-
mo del actor que se proponen para su abordaje desde diferentes ángulos.
La cuestión es que los problemas teóricos sobre la imbricación entre
religión y poder se encuentran lejos de estar resueltos. Mi planteamien-
to aquí ha resultado más bien modesto y se ha basado en repensar seis
concepciones de la religión estrechamente imbricadas con el poder. No
fue mi intención abstraer un modelo analítico de lo que la religión «es» al
precio de sustancializar un universo de creencias, prácticas e instituciones
que pertenecen a contextos históricos y culturales particulares, sino más
bien explorar, sin ánimo de exhaustividad, algunas dimensiones que me
parecen significativas y que imbrican a la religión con el poder y viceversa.
REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS
RESUMEN
China ha expandido su influencia en América Latina.
Esta expansión es presentada como una estrategia incó-
moda para Estados Unidos y sus aliados tradicionales, en
tanto que China podría desplazar la hegemonía estadou-
nidense en la región, minando sus esfuerzos para promo-
ver su agenda de libre comercio, democracia y derechos
humanos. Sin embargo, como se demostrará en este artí-
culo, China no representa una amenaza seria para Estados
Unidos en el corto plazo, y de hecho la expansión de su
influencia en la región ha sido percibida por el gobierno
de Estados Unidos como una oportunidad para abrir nue-
vas perspectivas económicas y de seguridad. La principal
razón de ello es que ambas potencias han implementado
una política cautelosa y pragmática que busca consolidar
sus objetivos de política exterior, prefiriendo promover sus
intereses en un marco cooperativo y no conflictivo.
PALABRAS CLAVE
China, Estados Unidos, América Latina, poder, seguri-
dad, economía
ABSTRACT
China has expanded its influence in Latin America. This
expansion is presented as an awkward strategy for the
KEYWORDS
China, USA, Latin America, power, security, economy
Introducción
China ha expandido su influencia en América Latina desde la déca-
da de 1990 en diversos ámbitos, que van desde el comercial, financiero
y energético, hasta el militar. Esta rápida expansión es presentada como
una estrategia muy incómoda para Estados Unidos y sus aliados tradicio-
nales, en tanto que China podría desplazar la hegemonía estadounidense
en la región, minando sus esfuerzos para promover su agenda de libre
comercio, democracia y derechos humanos. De ese modo, la nueva dis-
tribución del poder en el hemisferio americano, con la presencia de una
potencia asiática, generaría un sistema inestable o inseguro (Ellis, 2013,
p. 140; 2009; Coyer, 2016). Esta tesis es válida, pero no debería exagerar-
se el nivel de amenaza. Por el momento, China está implementando una
política cautelosa y pragmática de «acercamiento» a América Latina para
conseguir sus objetivos nacionales —acceso a recursos e inversión para
consolidarse en el plano interno—, sin que ello signifique necesariamente
un desafío a la hegemonía estadounidense en la región. Estados Unidos,
asimismo, en lugar de rivalizar abiertamente con China, está intentando
sacar provecho de esta situación, ya que la presencia de esta última en
América Latina puede abrir una nueva y más favorable perspectiva para
el mercado estadounidense y, hasta cierto punto, para la seguridad he-
misférica.
Debido a la rivalidad geopolítica suscitada entre ambas potencias en
Asia Pacífico, la necesidad de Estados Unidos de concertar mecanismos de
acercamiento con China, así como la de este país a acceder a los recursos
de América Latina sin emprender una política de «provocación», son es-
cenarios que a simple vista generan dificultades para la comprensión. Sin
3 En una fase de declive relativo, el Estado sigue creciendo, pero a un ritmo que coinci-
de o es superado por el crecimiento de otros Estados. En cambio, por declive absoluto se
entiende la pérdida significativa de poder territorial, poblacional, militar o económico que
representa para el Estado una disminución sensible de sus capacidades frente a lo que tenía
en años precedentes.
4 De 1995 a 2007, las exportaciones chinas crecieron a un ritmo del 18% anual, y las impor-
taciones en 17%, de modo tal que la participación del comercio en su PIB llegó al 40% si se
compara con el 10% que se registraba antes de la reforma económica de la década de 1970
(Jenkins y Dussel, 2009).
Nacional de 2006 se refiere al rol de América Latina como una región que
puede fomentar «un entorno de seguridad propicio para el desarrollo pa-
cífico de China». Algo similar se encuentra en el Libro Blanco de la Defensa
Nacional más reciente (Ministry of National Defense, 2015). Finalmente,
los medios políticos y académicos chinos están hablando de una nueva
«frontera de interés» de China, es decir, que el Ejército de Liberación Po-
pular no solo tiene la obligación de defender los intereses chinos en su
propio territorio, sino protegerlos fuera de su país (Ellis, 2013). Aunque las
iniciativas militares de China en América Latina no tienen el mismo nivel
de importancia que las iniciativas económicas, aquellas se encuentran en
rápida expansión y se puede decir que en el corto plazo podrán ser cata-
logadas de «significativas».
El compromiso militar de China en América Latina se ha venido pro-
fundizando desde 1997, cuando la empresa Hutchison Whampo ganó la
concesión para operar el Canal de Panamá; desde entonces China ha am-
pliado su presencia militar, haciendo público buena parte de los acuerdos
conseguidos (Ellis, 2013). Siguiendo a Ellis, los compromisos militares chi-
nos en América Latina adoptan cuatro formas:
a. Reuniones entre funcionarios militares de alto rango: busca establecer
o fortalecer las relaciones políticas, económicas y militares existentes,
incluyendo no solo el intercambio de puntos de vista sobre cuestiones
de seguridad, sino también la discusión o la finalización de los acuer-
dos para la compra de armas, los intercambios militares u otros con-
tactos y transacciones (ver el siguiente apartado).
b. Interacciones militares de nivel inferior: estas actividades incluyen ejer-
cicios militares-humanitarios, vínculos institucionales, intercambios
de personal para la formación y la educación, articulación de ejercicios
conjuntos y visitas simbólicas. Con este segundo tipo de compromiso
militar, China busca generar más cercanía y relaciones con un mayor
grado de confianza y conocimiento de las sociedades y el entorno de
seguridad de la región (por ejemplo, en Haití, donde China participó
como parte de la fuerza de paz de las Naciones Unidas [Minustah], de
2004 a 2012; el ejercicio bilateral humanitario Ángel de Paz con Perú
en noviembre de 2010, y la visita del buque hospital USS Confort en
diciembre de 2011).
c. Otra forma como se ha verificado la presencia china es en materia de
educación. La Universidad Nacional de la Defensa, a cargo del Ejérci-
to, ofrece entrenamiento al personal militar en inglés y español sobre
estrategia y táctica, y las Escuelas de la Armada ofrecen cursos de
comando, donde oficiales chinos llegan a las academias militares de
América Latina, y viceversa.
d. Una última forma es a través de la venta de equipos militares. Esta es
de hecho la más representativa de los vínculos con América Latina.
Aspecto económico
Las relaciones chino-estadounidenses están reguladas por un marco
más amplio surgido en abril de 2006, cuando el entonces subsecretario
para Asuntos del Hemisferio Occidental, Thomas Shannon, viajó a China
a reunirse con su homólogo chino, Zeng Gang, jefe del Departamento de
Asuntos de América Latina del Ministerio de Relaciones Exteriores. Esta
fue la primera consulta formal entre los responsables políticos para Amé-
rica Latina de esos dos países. En esa reunión se estableció una especie de
relación «triangular» tácita entre China, Estados Unidos y América Latina
(aunque no se puede hablar de un bloque continental, sino más bien de
relaciones bilaterales), en la que se reconoce que los intereses y las accio-
nes de cada parte se afectan mutuamente.
5 La subsecretaria de Estado, Roberta Jacobson, le dio mayor valor a esa percepción cuando
en una visita a China a fines de 2013 manifestó que China no era una amenaza para Estados
Unidos (citada en Global Times, 2013).
Las iniciativas militares chinas en América Latina no son las más im-
portantes de sus vínculos estratégicos con esa región, y por todos estos
motivos no amenazan visiblemente a Estados Unidos y a sus socios en el
corto plazo.
6 Por ejemplo, una vez que Costa Rica decidió reconocer a la República Popular de China en
2007, los chinos compraron 300 millones de dólares en bonos de Costa Rica, invirtieron 74
millones de dólares en un estadio de fútbol y en 2012 firmaron un acuerdo de libre comercio.
Las otras pocas naciones que estén dispuestas a dejar de reconocer a Taiwán reciben benefi-
cios similares (Hilton, 2013).
Conclusión
Tanto la ampliación de las relaciones económicas como las político-
militares de China en la región están destinadas a fomentar la buena vo-
luntad y la comprensión, pero también cierto tipo de influencia política,
al crear las herramientas necesarias para proteger los intereses de China
en su propio país (acceso a materias primas, seguridad alimentaria, pro-
tección y seguridad de los mercados para los productos chinos). La ascen-
dente presencia china en América Latina se ha reflejado, desde la década
de 1990, en diversas dimensiones, pero sobre todo en la económica y la
militar. China es importante en la región como comprador de recursos la-
tinoamericanos, y también un importante inversor y exportador de bienes
manufacturados. China también ha puesto en práctica diversos acuerdos
de cooperación en materia de seguridad y en venta de armamentos con
diversos países, especialmente los que tienen una política exterior anti-es-
tadounidense o soberanista/revisionista. Al asegurar el acceso a los flujos
de información y tecnología, además de mantener su presencia en insti-
tuciones internacionales clave, le permiten posicionar estratégicamente a
China, y de esa forma evitar que surja una coalición internacional que se
oponga a su ascenso mundial. Estos objetivos implican la promoción y la
protección de una política china concebida como su «reaparición» como
una importante potencia mundial.
El gobierno de este país, sin embargo, no pretende provocar a Estados
Unidos y sus aliados en el hemisferio occidental. Existe un notable grupo
de expertos que interpreta la presencia china (una potencia en ascenso
que rivaliza con Estados Unidos en Asia Pacífico) como una estrategia
que tiende a amenazar a los Estados Unidos y sus aliados tradicionales,
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ternational Security, 19(3).
RESUMEN
El propósito del presente trabajo es mostrar, a través
de la producción historiográfica sobre la ocupación de
Lima durante la Guerra del Pacífico, la construcción de
imaginarios sociales que forman parte del discurso nacio-
nalista. Estos recuperan y reafirman acontecimientos con-
siderados positivos para la identidad nacional y omiten
otros hechos que no encajan con estos fines discursivos.
En nuestra perspectiva, la interacción entre el común de
los imaginarios colectivos subyacentes en los limeños, y
las imágenes discursivas de los productores intelectua-
les, contribuyen a dar una imagen histórica similar a la de
un espejo roto, puesto que no concuerda con los datos
empíricos hallados en modernos estudios historiográ-
ficos. Peor aún, en algunos casos, con el negacionismo
de hechos trágicos y adversos al discurso nacionalista,
los trabajos de los productores intelectuales originan la
formación de imágenes totalmente distintas a los he-
chos concretos, como espejismos de la realidad histórica.
PALABRAS CLAVE
Imaginarios sociales, Guerra del Pacífico, historiografía,
ocupación de Lima
ABSTRACT
This article tries to show the making of social imagi-
naries that becomes part of nationalist discourse related
to the times of military occupation of Lima in the War of
the Pacific between Peru and Chile. Specifically Peruvian
historiography of such subject will be conscientiously exa-
mined, to find the keys of that discourse.
These works simply recover and reaffirm the events
considered positive for the creation of a national identi-
ty, but simultaneously omit important facts that do not fit
within that discourse.
In our view, the interaction between Limeño's un-
derlying collective imaginaries and the intellectual's dis-
cursive cultural production, contribute to the formation of
a historic image that is reflected in a broken mirror that
does not match with the empiric evidence found in mo-
dern historiographies.
Worse yet, the denial of facts that are tragic or adverse
to nationalist discourse cause, in some cases, images tota-
lly distinct from the concrete facts, like mirages in histori-
cal reality.
KEYWORDS
Social imaginaries, Historiography, Occupation of Lima,
War of the Pacific
Introducción
Al revisar el avance historiográfico para nuestras investigaciones rela-
cionadas con la ocupación militar de Lima, hemos encontrado un amplio
hermetismo en mostrar los pormenores de la vida cotidiana de los po-
bladores de la capital durante esos largos años. Durante la ocupación, los
limeños, en todas sus clases sociales, se verán ante la penosa situación de
ser sojuzgados por el enemigo luego de una devastadora acción de armas
que enluta a una buena parte de los habitantes de la ciudad. Al parecer,
conocer los detalles de la fatídica situación de los vecinos de Lima no era
de importancia, salvo los aspectos que revelaban el deleznable accionar
del ejercito enemigo con lo que aparentemente estarían condenados el
resto de hechos al total olvido.
REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS
RESUMEN
El artículo presenta datos históricos del siglo XVII al XIX,
escritos y cartográficos, que indican la presencia de ámbar
gris en la costa oriental de la península de Yucatán (Méxi-
co), marcado incluso con el hecho de que una parte de la
geografía continental e insular recibió como topónimo el
nombre del producto marino. Esa codiciada materia era,
seguramente, traficada de manera regional por los espa-
ñoles, los piratas y por los ingleses asentados en Wallix (Be-
lice), pero su mención también orilló a la Corona hispana
a averiguar la posibilidad de conocer su potencial como
género explotable en el marco del reformismo económi-
co del siglo XVIII. La ausencia de datos a propósito de ello
hace suponer lo fallido del intento.
Actualmente, el ámbar gris no se encuentra de mane-
ra fácil en las playas debido a la baja poblacional de esos
mamíferos pero también a la captura clandestina que pro-
picia la cotizada secreción.
PALABRAS CLAVE
Recurso marino, ámbar gris, cetáceos, Yucatán
ABSTRACT
The article presents historical data from the seven-
teenth to the nineteenth century, written and mapping,
indicating the presence of ambergris on the east coast of
the Yucatan Peninsula (Mexico), marked even with the fact
that a part of the continental and insular geography was
known with the same name of the animal product. That
coveted secretion was surely regionally trafficked by .the
Spaniards, pirates and the English settled in Belize, but its
mention also pulled over to the Spanish crown to find out
the possibility of knowing its potential as gender exploi-
table under the economic reformism of the eighteenth
century. The lack of data regarding this suggests what the
attempt failed.
Today, ambergris is not found easily on the beaches be-
cause the low population of these mammals and also for
the illegal hunting to capture the listed secretion.
KEYWORDS
Marine resource, ambergris, cetaceans, Yucatan
Introducción
La existencia de la secreción de cachalotes (Physeter macrocephalus),
conocida como ámbar, gris que se reporta en la península de Yucatán para
tiempos coloniales y algunas décadas de la vida independiente, así como
su tráfico regional, no ha ocupada la atención de los historiadores, con
excepción de una publicación hemerográfica de Victoria y Pérez de He-
redia (1996), o de otros especialistas interesados en temas de la historia
de los recursos marinos en las aguas circunpeninsulares. No obstante esa
ausencia, existen documentos escritos (siglos XVII al XIX) y gráficos (siglos
XVIII y XIX) que señalan la existencia de ese producto e incluso la asigna-
ción del nombre a varias regiones de la costa oriental de la península, por
lo que en este escrito utilizamos esa información para conformar nuestra
interpretación de la historia.
La temporalidad álgida de reportes del ámbar gris en Yucatán se dio
a partir de la década de 1730, sobre todo al sur de la costa oriental pe-
ninsular. Ello no es casual; los cetáceos productores de esa materia se en-
cuentran en aguas con profundidades superiores a los 200 metros, a lo
que responde su existencia en la franja donde la plataforma continental
es corta y las aguas profundas, lo que se hace más notable frente las cos-
tas de Belice. Aunado a ello, hay que considerar también el arrastre de esa
materia vía las corrientes marítimas que proviene del Atlántico ecuatorial
2 La utilidad medieval del ámbar gris en el mundo árabe de la península Ibérica (sobre todo
en Al-Ándalus) se manifestó en la cocina y la perfumería. Fue considerado como objeto pre-
cioso y medicinal (Constable, 1997, pp. 166-185; Cuéllar y Concha, 2001, p. 108). Fue usado
de manera curativa, pues se pensaba que aliviaba la hidrofobia, la epilepsia, la fiebre tifoidea,
el asma y muchos desarreglos nerviosos. Los orientales lo añadían a los tabacos finos, licores
y café (Dees, 1961, p. 5). Asimismo, fue usado como contraveneno y en los filtros de amor
como afrodisiaco y aromatizante de ambiente al quemarlo, entre otros muchos empleos
(Harrison y Bryden, 1991, p. 191)
3 Por ejemplo, Exquemeling, en 1678, señaló su opinión acerca de la procedencia del ámbar
gris, en relación con la cera de las abejas (Exquemelin, 1963, pp. 66-67).
4 Ver Plano de los tres ríos, Nuevo y Hondo, Archivo General de Indias (AGI), México, Mapas y
Planos, núm. 390. Al poniente de la barrera que forma la península de Xkalak, se señalan dos
islotes con los nombres Sumbal y Somba, lugares a los cuales Exquemeling hacía referencia.
5 La obra de estos autores fue publicada por vez primera en 1795, en Madrid.
6 Instituto de Historia y Cultura Militar (1738). Descripción de la provincia de San José Yuca-
tán. Yucatán.
7 Carta del rey al gobernador de Yucatán. Madrid a 28 de diciembre de 1751, AGI, Leg. 3099,
folios del 236-242. Para mediados de esa centuria la región de Valladolid comprendía una
parte del litoral oriental de la península, frente a la isla de Cozumel, más o menos, desde
Akumal hasta antes de la Bahía de la Ascensión.
8 Carta del rey al gobernador de Yucatán. Madrid a 28 de diciembre de 1751, AGI, Leg. 3099,
folio 321.
9 Carta del rey al gobernador de Yucatán. Madrid a 28 de diciembre de 1751, AGI, Leg. 3099,
folios del 539-540. Se sabe que de 1700 a 1770 el tráfico de Yucatán con Cádiz fue exiguo,
por ende, la frecuencia de los barcos que llegaban a la provincia y el subsecuente tornaviaje,
tardaba varios años (García, 2005, p. 13).
11 Manifiesto alfabético de los frutos y efectos del comercio de la ciudad de Mérida de Yucatán
que con mucha dificultad se extraen por carecer de un puerto habilitado por causa de que en
más de cien leguas que tiene la costa corrida desde Catoche hasta el Presidio del Carmen o la
laguna de Términos, sólo tienen a occidente el puerto de Campeche que por su mucha distancia,
no facilita, sino con muchos gastos y atrasos la exportación de sus productos, s.f. AGI, México,
Lleg.1820.
12 Se hace referencia la población yucateca de Valladolid, en el oriente peninsular.
13 Ver: Plano de Yucatán, 1848 (Breton y Antochiw, 1992, pp. 104, 179).
14 Se atribuye a Henry Poople y fue publicado en francés en Ámsterdam. Se indican nombres
ingleses en la región de la Laguna de Términos. El mapa es el denominado Théatre de la gue-
rre en Amérique telle quélle est á presesédée para les espagnols.
FIGURA 1. Principa-
les accidentes en la
mar en la bahía del
Espíritu Santo, donde
se ubica el cayo
Ambergris, según
plano del siglo XIX
(Breton y Antochiw,
1992, p. 179).
FIGURA 2. Uno
de los primeros
mapas en mostrar
el nombre
Ambergreese para
el cayo. Map of
Gulf of Honduras
(detalle). (Breton
y Antochiw, 1992,
p. 123).
FIGURA 3.
La costa oriental de
la península es denomi-
nada Costa de Ámbar
en el Mapa geógrafo de
la costa de Honduras [...]
1777 (detalle). (Copia
adquirida en el AGI por
el autor).
Consideraciones
A pesar de su mención en las fuentes y en algunos registros estadís-
ticos, los datos sobre el ámbar gris no lograr amalgamar una idea clara
de un comercio establecido y de los usos que pudiese haber tenido en la
región. Así como aparece en los géneros comercializados en la península
de Yucatán, aparte de su mención en el registro estadístico, no encontra-
mos más indicios de su uso que el de servir como perfume en las fiestas
de Semana Santa. Pero, por otro lado, se apunta que hay gente que se de-
dicaba a su búsqueda, tanto españoles e indígenas, por lo que detrás de
esa acción debió existir un tráfico y un mercado regional para colocarlo.
Aparte de ese comercio peninsular, la presencia de piratas y de ingle-
ses en la búsqueda de ese recurso marino de la península de Yucatán, au-
nado al alto precio que alcanzaba en Europa, deriva a pensar en una salida
del producto rumbo al Viejo Continente por parte de aquellos, e incluso
en relaciones comerciales entre españoles de Yucatán con los británicos
vecinos, donde los primeros revendían el ámbar gris a los segundos. Qui-
zá por su carácter no oficial, como sería la tintórea, para lo que sí estaban
autorizados, la documentación es nula sobre el tema.
La presencia de esta secreción en la región oriental de la península
yucateca la llevó a ser conocida como la Costa de Ámbar, e incluso originó
18 Mapa que comprehende la mayor parte del reyno de Goatemala, Provincias de Yucatán, Vera-
Paz, Honduras, Nicaragua, Costa Rica, Veraguas y partes de Tierra Firme, (Antochiw, 1994, p.
280)
19 Yucatán, 1789, (Antochiw, 1994, p. 279). Este autor comenta que el plano es un retroceso
a los avances cartográficos pues desconoce toda la producción local, y prefiere apoyarse en
los viejos mapas europeos (278).
20 Plano de Yucatán, 1848, (Antochiw, 1994, pp. 104, 179). Proviene de una litografía de H.
Bourrelier y D. Theuret.
que uno de los cayos frente Belice recibiese ese nombre, debido, segura-
mente, a la cantidad de la materia que arribaba a sus playas. Imbuida en
su reforma económica, la Corona española se interesó en su exploración
y eventual explotación, pero, al parecer, las esperanzas de encontrar una
rica veta en la península desaparecieron, quizá porque en verdad el pun-
to de máximo arribo estaba junto al territorio concedido a los cortadores
ingleses o ya de facto en sus manos, aunado a lo exiguo de los reportes de
la materia en otras partes del territorio yucateco. Con esta idea también
podemos pensar que la extensión del nombre de Ámbar a toda la costa
oriental pudo ser un tanto exagerada, o bien corresponder a las ambicio-
nes inglesas que se desvelan en la autoría de ese mapa.
Para los cortadores de la tintórea, el ámbar gris resultó una riqueza
añadida, así como otros géneros de la región, aunque no en proporcio-
nes similares. Conocedores sin duda del alto precio comercial de aquel
producto, lo debieron de explotar y pudo ser un género agregado a sus
pretensiones expansionistas por toda la costa.
Con el transcurso del tiempo, el incremento en la captura del cacha-
lote en las aguas circunpeninsulares y en Sudamérica provocó una dis-
minución en la población de esos animales y, por ende, en la cantidad de
la secreción que se daba en la región y en la que las corrientes marítimas
arrastraban a las costas yucatecas.
Hoy día es difícil encontrar ámbar gris en la costa oriental de Yucatán, e
incluso en el mismo cayo, debido quizá a que el cachalote es una especie
protegida a nivel internacional y se evita su captura para la obtención de
los productos. Pero aunque esté resguardada, la secreción de esos cetá-
ceos debe existir en las aguas, asunto del que no se habla o se sabe. Esta
ausencia, entonces, tal vez responda al mercado ilegal que debe existir
para el producto, lo que ha incrementado aún más el precio del ámbar
gris y, en consecuencia, su búsqueda y comercio clandestino.
REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS
RESUMEN
En el presente estudio, se ha registrado el léxico em-
pleado por los periodistas policiales de Lima (LPPL) en la
prensa escrita, radial y televisiva. Esta investigación pre-
tende ser útil a las personas ajenas a esta lengua profe-
sional, a fin de que puedan conocer lo que ellos expresan
en sus enunciados lingüísticos. Aunque este análisis no
contiene todo el LPPL, sí presenta una selección completa
de su código. Este trabajo presenta palabras y acepciones
que han sido recogidas con significados circunscritos a sus
expresiones entre julio y octubre de 2009, entradas que
han sido actualizadas desde abril hasta junio de 2016. Se
trata de una muestra de casos en los que se observan los
procesos morfológicos de derivación, composición, metá-
tesis y supresión, así como la construcción de locuciones
adverbiales y verbales, a través de los cuales se forman las
palabras de esta lengua profesional.
PALABRAS CLAVE
Análisis lexicográfico, procesos morfológicos, procesos
sintácticos, periodistas policiales, lengua profesional
ABSTRACT
In the present study it has been registered the lexicon
1 Licenciada en Lingüística por la Universidad Nacional Mayor de San Marcos y con estudios
de maestría en Docencia Universitaria en el mismo centro. Autora del ebook y blog de gra-
mática Cuaderno de Estilo, de la página web Clases de Periodismo. Miembro fundador de la
Asociación de Correctores de Textos del Perú. Actualmente, es correctora de estilo del Grupo
El Comercio y docente en la Universidad Científica del Sur.
KEYWORDS
Lexicographical analysis, morphological processes,
syntactic processes, police journalist, professional
language
Introducción
El LPPL es una variedad de lengua profesional y, a la vez, el código
que utiliza el periodista policial, el cual surge a partir de la interacción del
reportero con el policía y el delincuente, debido a la necesidad del poli-
cial2 de obtener datos para su nota, reportaje o despacho. El comunicador
accede a la información del hecho delictivo por medio del autor del delito
o a través de los custodios del orden. De acuerdo con el corpus, que pre-
senta 276 entradas, se parte de la idea de que hay determinados procesos
morfológicos y sintácticos que sirven de base para la formación del LPPL.
Según Luis Hernán Ramírez, en Estructura y funcionamiento del len-
guaje (1996, p. 146), «las lenguas profesionales son especializaciones de
la lengua estándar que corresponden a diferentes ramas de la actividad
humana. Cada profesional llega a poseer su propia nomenclatura, con
términos, voces y hechos específicos de la profesión, cuyos significados
resultan confusos y desconocidos para las personas ajenas a la profesión».
Esta investigación se basa en una muestra del corpus del LPPL, que
contiene entradas del lenguaje popular, periodístico y de la jerga del
2 El término policial hace referencia al periodista que cubre la fuente de la sección Policiales.
periodismo policial; lo cual, a su vez, determina que este pueda ser defini-
do como una variedad de lengua abierta con relación a las entradas que
provienen de la lengua popular. Es una variedad de lengua semiabierta3
cuando expresa las entradas del léxico periodístico en general y es cerra-
da4 cuando se refiere única y exclusivamente al léxico que solo emplean
los periodistas policiales; mas no los otros comunicadores de las áreas de
Política, Cultural, Deportes, Economía, Internacional, Locales, etc.
Como señala Luis Hernán Ramírez, en Estructura y funcionamiento del
lenguaje (1996, p. 136), «la lengua popular es la modalidad que más se
acerca a la lengua estándar. Corresponde a los hablantes de transición
quienes emplean una forma de lengua casi estándar con solo un manejo
de formas subestándar. En otros términos, los hablantes de la lengua po-
pular mezclan la forma coloquial con la forma subestándar». Asimismo,
Luis Hernán Ramírez, en Estructura y funcionamiento del lenguaje (1996,
p.145), sostiene que «entre la lengua común y las especiales no existe un
límite claro y preciso. Cualquiera que asome a nuevos campos de la activi-
dad humana participará de las lenguas que corresponden a esos campos
en una proporción que depende de sus dotes y habilidades y de la inten-
sidad de su intervención. Entre la lengua común y las especiales existe un
continuo intercambio de términos».
Procesos morfológicos
Derivación5 por sufijación
El proceso morfológico de derivación por sufijación consiste en la for-
mación de palabra por medio de un sufijo. Las palabras que constituyen
los datos seleccionados del corpus están formadas mediante el proceso
de sufijación, el cual da lugar a dos tipos de derivados: unos que no cam-
bian de categoría u homocategoriales (-ar, -er, -it-, -nche, -ncho) y otros
que sí o heterocategoriales (-ad-, -ador, -az-, -ear, -er-, -er-, -iar).
El proceso de sufijación se produce cuando por medio de la recurren-
cia de determinados sufijos (-ad-, -ador, -ar, -az-, -ear, -er, -er-, -ir, -it-, -iar,
-nche, -ncho) se crea otra palabra.
3 La lengua semiabierta es aquella que posee una nomenclatura propia, está vinculada a
una profesión y genera cierto grado de dificultad para quien no se desarrolla en dicho cam-
po laboral.
4 La lengua cerrada es aquella que permanece siempre vedada para todos aquellos que no
participan de las actividades del sector social que la emplea (Ramírez, 1996, p. 148).
5 El concepto de derivación se refiere a los procedimientos de formación de palabras por
medio de afijos (ya sean prefijos, sufijos o interfijos) simples.
Sufijo -ncho En algunos casos, puede derivar en adjetivo y en otros en sustantivo, tie-
ne carácter despectivo «Adj. Adj.» y «Sust. Sust.».
fora + ncho forancho
La Policía sospechaba de él por forancho.
coro + ncho coroncho
El coroncho murió en el accidente.
Sujifo -it- Deriva en sustantivo; además, tiene carácter apreciativo y diminutivo
«Sust. + -it- Sust.».
ángel +it + o angelito
Un angelito cayó en el operativo.
lol + it + a lolita
Las lolitas fueron las primeras en salir de la cárcel.
Composición
Denominamos composición al proceso morfológico por el que dos o
más palabras forman conjuntamente una tercera, llamada palabra com-
puesta o compuesto. En las palabras formadas mediante el proceso de
composición, tenemos dos grupos: compuestos que forman una sola pa-
labra y compuestos sintagmáticos.
Compuestos que conforman una sola palabra
V. + Sust. forman un sustantivo «V + chupa + sangre chupasangre
Sust. Sust.». El chupasangre se llevó hasta el dinero de su pasaje.
roba + casas robacasas
Los robacasas de San Luis atacaron otra vez.
Sust. + Sust. derivan en sustantivo «Sust. hombre + araña hombrearaña
+ Sust. Sust.». El hombrearaña huyó por el río Rímac.
narco + terruco narcoterruco
Volvieron a liberar al narcoterruco.
Det. + Sust. Derivan en sustantivo; sin mil + caras milcaras
embargo, también puede usarse como El milcaras cayó rumbo a Ecuador.
adjetivo «Det. + Sust. Sust.».
6
Compuestos sintagmáticos6
Sust. + Sust. forman un sus- canada + dry canada dry
tantivo «Sust. Sust. Sust.». Lo trasladaron a canada dry.
Det. + Sust. forman un sustan- San + George San George
tivo «Det. + Sust. Sust.». Lo pasaron a San George.
6 Los compuestos sintagmáticos son aquellas raíces que consuman su independencia, a pe-
sar de su unidad significativa. Se escriben de manera independiente.
Sust. +Sust. +Sust. forman Perú + Nicaragua + Perú Perú Nicaragua Perú (Policía Na-
un sustantivo «Sust. +Sust. + cional del Perú)
Sust. Sust.». La seguridad estará a cargo de la Perú Nicaragua Perú.
Sust. + Adj. forman un sustan- corvina + internacional corvina internacional
tivo «Sust. + Adj. Sust.». En el hotel, hallaron una corvina internacional.
destrucción + civil destrucción civil
Los detenidos pertenecen a destrucción civil.
fierro + hechiza fierro hechiza
En el penal, incautaron fierro hechiza.
Metátesis
El proceso de metátesis produce un cambio de orden en las sílabas de
una palabra. En este análisis, se observa que la última sílaba se traslada a
posición inicial de palabra y mantiene su misma categoría gramatical. A
continuación, algunos ejemplos de este caso.
Adj. Adj. bo-rra-cho cho-bo-rra
1 2 3 3 1 2
Sust. Sust cho-fer fer-cho
1 2 2 1
Sust. Sust. ca-mión mion-ca
1 2 2 1
Supresión (acortamiento)
El proceso de supresión o acortamiento se produce cuando se elide
una o más sílabas de una palabra. Este puede observarse al inicio, en me-
dio o al final de la palabra. De acuerdo con las entradas, cada vez que se
presente el término no cambiará de categoría gramatical. A continuación,
tres tipos de este proceso.
Supresión de la sílaba inicial de la palabra
Sust. Sust. cabrito brito
Supresión de las sílabas intermedias de la palabra
Sust. Sust. patrullero pato
secuestro seco
Supresión de las sílabas finales de la palabra
Sust. Sust. cocaína coca
guachimán guachi
Categorías gramaticales
Sustantivo: en esta categoría, se ha encontrado un predominio de los
nombres comunes masculinos.
Sustantivo
Nombres comunes batería
chaleco
juguete
Nombres propios Dirgén
Luri
Análisis sintáctico
Este estudio sintáctico consiste en analizar cómo se componen, com-
binan y disponen las frases nominales, las frases preposicionales, las locu-
ciones adverbiales y las locuciones verbales.
Locución adverbial7
«Preposición + sigla», esta locución adverbial se presenta con mayor re-
currencia después del verbo y siempre en posición final «S + V + Loc. Adv.».
Locución adverbial
«Preposición + sigla» Por+PAF(proyectildearmadefuego) Su diagnóstico fue muerte por PAF.
En + RM (reconocimiento médico) La víctima está en RM.
En + QAP (del inglés Quiet At Phre- Todos estamos en QAP, jefe.
quency)
7 Según la Nueva gramática de la lengua española, Sintaxis I (2009, p. 599), las locuciones
adverbiales son expresiones fijas, constituidas por varias palabras que equivalen a un adver-
bio. Si bien presentan por lo general una estructura gramaticalmente fija, algunas admiten
variantes ortográficas. La mayor parte de las locuciones adverbiales poseen la estructura de
un grupo preposicional (preposición + sustantivo o grupo nominal).
Locuciones verbales8
Según el análisis realizado, la locución verbal «V + Sust.» es la recu-
rrente. A continuación, los diversos tipos de estructuras halladas en esta
investigación:
Locuciones verbales
«V + Sust.» hacer piñata Lo hicieron piñata por confesar.
«V + Gerund.» estar caminando La información del homicidio del golfista
está caminando.
« V + Adj.» estar misio Jefe, no tiene datos… estoy misio.
« V + FN (Det. + Sust.)» botar el paquete Antes de que lo detengan, botó el paquete.
« V + F. Prep. (Prep. + Sust.)» ganar a la puerta Los delincuentes le ganaron a la puerta.
«V + F. Prep. (Prep. + Adj.)» pasar por negado El detenido pasa por negado.
Conclusión
El estudio lingüístico de las expresiones de los periodistas policiales
de Lima determina que para su formación este emplea los procesos mor-
fológicos de derivación, composición, metátesis y supresión. De estos, la
derivación por sufijación es la predominante y se manifiesta mediante el
uso de dos tipos de sufijos derivativos: unos que no cambian de categoría
u homocategoriales (-ar, -er, -it-, -nche, -ncho), como coroncho, y otros que
sí o heterocategoriales (-ad-, -ador, -az-, -ear, -er-, -iar), como terciar.
En lo que respecta al proceso de composición, predominan los com-
puestos que forman una sola palabra «V +Sust. S» (chupasangre). Adi-
cionalmente, en los compuestos sintagmáticos, el tipo más recurrente es
«Sust. + Adj. Sust.» (fierro corto). Se hace hincapié en que el significado
es fuertemente influido por factores extralingüísticos relacionados con el
tipo de noticia.
En el proceso de metátesis, se puede observar que la sílaba ubicada al
final de la palabra se traslada a la posición inicial de la misma sin cambiar
su categoría gramatical (choborra). En cuanto a la supresión o acortamien-
to, se evidencia que no hay un cambio de categoría gramatical y es de tres
tipos: de sílaba inicial, de sílabas intermedias y de sílaba final, siendo esta
última la que más predomina (guachi).
8 Según la Nueva gramática de la lengua española, Sintaxis II (2009, pp. 699-670), son muchas
las locuciones verbales que se forman con verbos transitivos. En estas locuciones, se registra
considerable variación histórica y geográfica; pero también sintáctica, léxica y —en menor
medida— incluso morfológica. Las locuciones verbales se caracterizan, además, por la gran
facilidad con que pueden segmentarse y admitir adverbios en su interior. Ello pone de mani-
fiesto que, aunque aparezcan en los diccionarios (en cuanto que son expresiones lexicaliza-
das), constituyen grupos verbales cuyos componentes muestran cierta autonomía sintáctica.
REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS
es tan palpable como lo real y convive con nosotros sin que nos percate-
mos de su presencia.
A punto de morir, el doctor Harris nos presenta su testimonio en cuan-
to a los sucesos acaecidos en los días, y sus noches, que habitó en tan
tétrico y espectral lugar, rodeado por una antiquísima construcción, un
tenebroso cementerio y una iglesia abandonada. El narrador no deja cabo
suelto al momento de describir todo el paisaje preternatural, dando al
lector una inquietante y fascinante visualización de los alrededores del
castillo, propio de la novela gótica.
Su llegada al castillo es el eje de la historia, puesto que su presencia
servirá como un enfrentamiento entre la postura racionalista, que se verá
cuestionada constantemente con lo que él cree solo es producto de la
imaginación, es decir, la figura del vampiro.
Si bien el vampiro aparece constantemente en la novela, es la figura
de la vampira de quien el narrador tiende más a enfocarse, puesto que la
sensualidad que desborda y su belleza satánica conducen a la desgracia y
perdición a los varones, tanto Bankheil como al propio Harris.
Desde su llegada, Harris no solo debe enfrentarse a estos seres del
averno; también debe lidiar, desde las primeras páginas, con la familia
Bankheil o, más bien, con los varones, pues son seres totalmente perver-
sos y detestables (Otto, los sobrinos Gustavo y Henri, y sobre todo Erich).
Otro punto importante al momento de leer la novela es aceptar el dis-
curso cristiano como aquel donde el hombre se siente más protegido del
ataque vampiresco. Por otra parte, este acepta la división entre lo divino
representado por la cruz, símbolo del cristianismo, y lo satánico o demo-
niaco representado en la figura del vampiro.
Alejandro de la Jara ha logrado construir una novela vampírica entre-
tenida y muy inquietante desde sus primeras páginas, puesto que logra
explotar perfectamente la figura de la vampiresa. El libro es un gran descu-
brimiento para nuestro corpus literario gótico. Un agradecimiento a Elton
Honores por su hallazgo. Es, desde mi valoración, una novela destacable
sobre vampiros que merece un total reconocimiento y difusión. Invito a su
lectura y recomiendo, a diferencia de lo que dice Alejandro de la Jara, leer
el libro de noche, para sentir el efecto del horror que se pretende alcanzar.
I. Criterios formales
1. Se tratará temas relacionados con la investigación en todas las áreas
de ciencias humanas y ciencias sociales. Los trabajos deben ser ori-
ginales e inéditos. Pueden ser redactados en castellano, inglés u otro
idioma (hecha la consulta con el director de la revista).
2. Los textos recibidos serán arbitrados anónimamente por dos expertos
de la especialidad o campo de estudio, antes de ser publicados. Nues-
tro sistema de arbitraje recurre a evaluadores externos a la Universi-
dad Científica del Sur.
3. El texto debe ser entregado, también, en soporte digital (en CD) en
programa Word para Windows 97/2000 o XP. El tipo de letra es Arial, en
tamaño de fuente 12.
4. Si el texto incluye gráficos o figuras, deben estar en formato TIFF a una
resolución mayor de 500 DPI. Se considera figuras a los dibujos, mapas,
fotografías o gráficos, ordenados con números arábigos, en el caso de
que sean fotografías convencionales o dibujos. En la parte posterior de
cada una, arriba y a la derecha, se debe anotar su número, el autor y el
título del artículo.
5. Los textos deben presentar el siguiente orden:
a. Título del artículo: debe ser corto y claro, y escrito en castellano e
inglés.
b. Nombre del autor o autores: apellidos, nombres, filiación institu-
cional y correo electrónico.
c. Resúmenes en dos lenguas: español e inglés (incluyendo, a con-
tinuación de cada resumen, palabras clave en las respectivas len-
guas).