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De los griegos a la ciencia moderna

Uno de los pocos fragmentos genuinos del gran filósofo griego Heráclito de Éfeso dice
escuetamente: La naturaleza ama ocultarse y buena parte de la filosofía griega antigua
puede considerarse como un intento de explicar el contenido de este enigmático
aserto. A partir de esta reflexión surge la convicción explícita de la inteligibilidad de la
naturaleza, es decir, que podemos conocerla, conocimiento que es posible, por una
parte, e inagotable, por otra. Ya decía un filósofo antiguo: Todos los sabios del mundo,
estudiando toda su vida una mosca, no llegarán jamás a conocerla totalmente.
Confiado en las capacidades de la inteligencia humana y a la vez consciente de sus
limitaciones, el gran desarrollo de la ciencia físico-matemática y de la ciencia
experimental moderna, en Occidente, desde el siglo XVII en adelante, se puede
considerar también como un magno intento de develar el misterio de aquella realidad
natural que, a juicio de Heráclito, ama escabullirse.

El audaz intento cartesiano de introducir en la comprensión del mundo físico sólo ideas
claras y distintas, y de considerar que todo lo dudoso es falso, hasta alcanzar un punto
de partida absolutamente indubitable como base de una única ciencia deductiva, es
quizás la expresión más admirable de este intento colosal que consiste en
transparentar la opacidad del mundo natural. La utopía de la develación ha animado el
desarrollo científico y tecnológico de buena parte del planeta en los cuatro últimos
siglos; la culminación práctica profetizada por el programa teórico cartesiano era una
apoteosis de la medicina que, en palabras de Descartes, debía conducir a los seres
humanos a constituirse en maestros y señores de la naturaleza.

Nada más antitético que este proyecto cartesiano, que el proyecto griego encarnado en
la tradición médica hipocrática de alcanzar un conocimiento lento y progresivo de la
naturaleza, con el fin de secundarla y respetarla. La medicina hipocrática, heredera
aventajada del espíritu heraclíteo, tendrá como consigna, no el hacerse dueños y
señores de la fisis sino, más bien, sus servidores y discípulos, y tener claro que no es el
médico el que sana, sino la naturaleza, de la cual el médico y el enfermo son sólo
ministros.

El desplome del proyecto cartesiano

Desde el punto de vista teórico, los fundamentos metafísicos del edificio cartesiano se
encontrarían hoy en una profunda crisis. En el ámbito filosófico actual,
denominado postmoderno, parece que ya nadie cree en principios evidentes, claros,
distintos, absolutos e indubitables, como fundamento de una ciencia única y deductiva;
resulta paradójico que, en los momentos mismos en que la conclusión práctica del
proyecto cartesiano estaría llegando a su punto culminante de realización, el programa
teórico que lo sustentaba se ha desplomado estruendosamente.

Los biólogos y médicos de hoy nos encontramos en el centro mismo de este curioso
trance histórico. La dinámica pragmático-técnica, que se desencadenó hace cuatro
siglos y se aplicó extensamente en nuestros días a la comprensión y manipulación de
los seres vivos, hoy goza de autonomía frente a sus orígenes y ya no ofrece los
primores de aquella tan ansiada cosecha que convertiría a la humanidad en maestra y
señora de la realidad natural.

El momento es, en cierto sentido, dramático y ambiguo a la vez, y, en consecuencia,


también es esperanzador. Si bien es cierto que la dinámica pragmático-técnica que
surgió de la revolución galileana y cartesiana se encuentra en la actualidad huérfana
de fundamentos teóricos, su destino futuro está marcado, en buena medida, por el
espíritu de los padres que decidan adoptarla. Si la máquina médico-científico-
tecnológica cae bajo el monopolio del economicismo pragmático, surgido de la
revolución industrial y ungido, en nuestros días, por el pensamiento neoliberal,
tendremos sobrados motivos de preocupación; si dicha dinámica se ve rescatada y
humanizada desde una vertiente respetuosa de una naturaleza que ama ocultarse y
develarse, y que solicita de nosotros admiración y respeto, la humanidad podría tener
ante sí inéditas perspectivas de bien

http://pijamasurf.com/2015/05/que-es-el-mito-y-por-que-la-educacion-necesita-
iniciacion-misterio-y-mitologia/

"Lo profundo ama la máscara"


Friedrich Nietzsche

Por Francisco Bertelloni

Cuando Friedrich Nietzsche escribió, en su libro MÁS ALLÁ DEL BIEN Y DEL
MAL, el aforismo número 40, en realidad no aportó nada esencialmente
nuevo a la historia de la filosofía. Porque sostener que “lo profundo ama la
máscara” equivale a reiterar, otra vez, lo que Heráclito, el primer enfant
terrible de la historia de la filosofía, ya había dicho, pero de manera
diferente, veinticinco siglos antes: “la naturaleza ama ocultarse”. Ya se trate
de lo profundo o de la naturaleza oscurecidos por máscaras, es claro que en
ambos casos nos encontramos frente a una suerte de gris sobre gris, es
decir, el bien conocido estribillo que, en reiterados momentos de su historia,
la filosofía viene repitiendo desde hace más de dos mil años: existe lo obvio
y, además, lo que resta por descubrir y conocer. Nietzsche estaba muy (mal)
habituado a generar escándalos mediante su recurso a aforismos y a títulos
provocativos. Era una especie de caprichoso que solo se satisfacía cuando
lograba expresarse mediante metáforas sugerentes y giros del lenguaje
cargados con interminables cantidades de posibles interpretaciones de lo
mismo. Todos estos autores, abundantes en misteriosos y esotéricos
aforismos, no hacían más que escandalizar seduciendo a su público.
Heráclito, el primer gran provocador, se regocijaba cuando decía –a los
curiosos en hurgar la precariedad de su modo de vida– que en el fuego con
que él se calentaba también estaban los dioses (!!). En suma, en ambos
casos, se trate de lo profundo de Nietzsche o de la naturaleza de Heráclito,
en el origen de ambos aforismos parece residir el mismo propósito: escindir
la realidad en dos niveles: lo superficial –que creemos verdadero– y lo
profundo –que nunca logramos aferrar porque se rehúsa a mostrarse a la
percepción poco aguda del que no es filósofo–. Con ello, ambos filósofos
sugerían que “la filosofía es el saber más profundo”, precisamente, porque
ella es la única que permite ver detrás de la máscara y más allá del
ocultamiento. De ese modo volvían sobre una de las afirmaciones más
estandarizadas de la historia del pensamiento: la filosofía es el único saber
que ofrece un acceso a la realidad; el resto de los conocimientos no hacen
más que velarla. Si agregamos a ello la función que la máscara ha asumido
desde su origen más remoto en el teatro griego, los binomios verdad vs.
falsedad, lo natural vs. lo oculto, la profundidad vs. la máscara parecen
ecuaciones. En efecto, los griegos llamaban prosopón a la máscara que
usaba el actor para que su voz se oyera mejor, pero esa máscara de ninguna
manera reemplazaba la voz originaria, sino que la alteraba aumentándola: de
allí prosopopeya, es decir afectación o pompa. La ruptura entre un mundo
real y otro de apariencias generó así la necesidad de cicatrizar la herida.
Hubo y habrá numerosos pretendientes a curarla. No es el caso identificar a
los médicos, sino el origen de la enfermedad. En ese origen reside la
pretensión de generar un conocimiento mejor, más originario, auténtico, que
es el que debe buscarse superando las apariencias. Así nació la metafísica,
esto es, un saber acerca de la realidad que es más que físico y que quiere
ser el único real. Solo aferrando ese saber podremos curar la esquizofrenia y
el sufrimiento, podremos superar el abismo y la escisión. Aferrar esa
totalidad originaria escondida bajo la máscara equivale a volver al origen,
lamentablemente siempre oculto por máscaras. Espero que nadie me
malentienda: a pesar de todo, sigo pensando que la humanidad es un gran
misterio del cual pocos hombres logran percatarse. El problema es
descifrarlo. Pero no acudiendo a máscaras, sino pensando.

NATURALEZA

PRINCIPIO INTRÍNSECO DE MOVIMIENTO Y REPOSO DE LOS SERES NATURALES.

Del vocablo latino natura, traducción del griego physis. Esta noción es importante
en todos los filósofos griegos pero Aristóteles fue el que con más detalle la estudió;
toda su filosofía gira alrededor de este concepto, del mismo modo que la platónica lo
hace alrededor del tema de las Ideas.
Hay dos sentidos básicos de “naturaleza”, aunque es mucho más importante el
segundo que el primero:
a) la Naturaleza entendida como la totalidad de seres naturales;
b) la naturaleza como el ser propio de las cosas.
En la acepción b) el concepto se aproxima mucho al concepto de esencia, y así
hablamos de la naturaleza o esencia del hombre, del cáncer, o de las revoluciones, o
de una teoría matemática. Por ello conviene distinguir estos dos términos tan
próximos: con el término esencia nos referimos a lo que tiene de propio o de
característico una realidad (sea una realidad física, espiritual o una realidad del tipo de
las objetividades matemáticas como los números); pero la esencia designa lo propio de
un objeto con independencia de su capacidad para cambiar o convertirse en otra cosa
―incluso nos sirve para designar los rasgos fundamentales de entidades que no
cambian como son las objetos matemáticos―. Por el contrario, con el término
"naturaleza" o "physis" nos referimos a lo que tiene de propio o peculiar un objeto en
la medida en que dicho rasgo o rasgos determinan el ámbito de posibles cambios que
le pueden sobrevenir.
Aristóteles define la naturaleza como "la esencia de los seres que poseen en sí
mismos y en cuanto tales el principio de su movimiento" y también como "el principio y
causa del movimiento y de reposo en la cosa en que ella se halla, inmediatamente, por
sí misma y no por accidente". Con estas afirmaciones quiere indicar, al menos, lo
siguiente:
 la naturaleza se identifica con el ser propio de las cosas, con su esencia;
 pero de las cosas capaces de cambiar a partir de sí mismas;
 la naturaleza no sólo determina el tipo posible de movimientos de un objeto
sino también el tipo de reposo que le conviene (por ejemplo, a la piedra le
corresponde estar quieta en el suelo y ello en virtud de su naturaleza).
 NATURALEZA

 O PHYSIS. LA TOTALIDAD DE ENTES O COSAS NATURALES. EL PRINCIPIO ESENCIAL


QUE DETERMINA LOS DISTINTOS ESTADOS Y MOVIMIENTOS QUE LE PUEDEN
SOBREVENIR A LAS COSAS NATURALES.

 Del griego phýsis (naturaleza)


Las primeras investigaciones filosóficas tuvieron como objeto el estudio del
mundo físico o Naturaleza. En este sentido, podemos llamar a los primeros
filósofos “físicos”. Pero no hay que pensar que sus investigaciones eran
semejantes a las de los físicos de la actualidad, por lo que se debe distinguir la
física propuesta por estos autores (física filosófica) de la física moderna o física
científica. De todas formas, la separación entre filosofía y ciencia es algo
reciente y tal vez no es adecuada para este primer momento del pensamiento
humano.
Los dos sentidos fundamentales incluidos en el concepto de Naturaleza
están vigentes en la actualidad y son la Naturaleza entendida como el conjunto
de cosas naturales, y la Naturaleza entendida como el principio dinámico que
determina el comportamiento o modo de manifestarse de las cosas naturales.

 Algunas cosas son por naturaleza, otras por otras causas. Por naturaleza, los animales y
sus partes, las plantas y los cuerpos simples como la tierra, el fuego, el aire y el agua —
pues decimos que éstas y otras cosas semejantes son por naturaleza. Todas estas cosas
parecen diferenciarse de las que no están constituidas por naturaleza, porque cada una
de ellas tiene en sí misma un principio de movimiento y de reposo, sea con respecto al
lugar o al aumento o a la disminución o a la alteración. Por el contrario, una cama, una
prenda de vestir o cualquier otra cosa de género semejante, en cuanto que las
significamos en cada caso por su nombre y en tanto que son productos del arte , no
tienen en sí mismas ninguna tendencia natural al cambio; pero en cuanto que,
accidentalmente, están hechas de piedra o de tierra o de una mezcla de ellas, y sólo bajo
este respecto, la tienen. Porque la naturaleza es un principio y causa del movimiento o
del reposo en la cosa a la que pertenece primariamente y por sí misma, no por
accidente .
Digo «no por accidente» porque alguno, siendo médico, podría curarse a sí mismo;
pero no posee el arte de la medicina por curarse a sí mismo, sino que en este caso son
por accidente un mismo hombre el que cura y el que es curado, y por eso en otras
ocasiones pueden ser distintos. Ocurre lo mismo con cada una de las otras cosas
producidas accidentalmente: ninguna tiene en sí el principio de su producción, sino que
unas lo tienen fuera, en otras cosas, como la casa y cada uno de los demás productos
manuales, y otras lo tienen en sí mismas, pero no por sí mismas, como son todas las que
pueden llegar a ser accidentalmente causa para sí mismas.
Naturaleza es, pues, lo que se ha dicho. Y las cosas que tienen tal principio se dice
que «tienen naturaleza». Cada una de estas cosas es una substancia, pues es un substrato
y la naturaleza está siempre en un substrato. Y se dice que son «conforme a naturaleza»
todas esas cosas y cuanto les pertenece por sí mismas, como al fuego el desplazarse hacia
arriba; pues este desplazamiento no es «naturaleza», ni «tiene naturaleza», pero es «por
naturaleza» y «conforme a a naturaleza» .
Queda dicho, entonces, qué es la naturaleza y qué es ser «por naturaleza» y
«conforme a naturaleza». Que la naturaleza existe, sería ridículo intentar demostrarlo;
pues es claro que hay cosas que son así, y demostrar lo que es claro por lo que es oscuro
es propio de quienes son incapaces de distinguir lo que es cognoscible por sí mismo de lo
que no lo es. Aunque es evidente que se puede experimentar tal confusión, pues un ciego
de nacimiento podría ponerse a discurrir sobre los colores. Pero los que así proceden sólo
discuten sobre palabras, sin pensar lo que dicen.
 Aristóteles, Física, Libro Segundo, I
(Planeta de Agostini, Editorial Gredos, S.A. (1995), Biblioteca Clásica Gredos.
Traducción: Guillermo R. de Echandía)

 EL PROBLEMA DE LA NATURALEZA
 Los primeros filósofos griegos estudiaron la naturaleza tratando de
establecer el origen y la constitución de los seres naturales. Sus
conclusiones sirvieron de base a las teorías científicas desarrolladas en
nuestro tiempo. Al conocer sus planteamientos fundamentales podemos
comprender mejor la naturaleza y por consiguiente valorarla y protegerla.
 ¿Cuál es el principio o el elemento que originó la naturaleza y del cual están
compuestos los seres naturales?
 El estudio de la naturaleza constituye el problema fundamental de la
filosofía griega. Buscaban el principio o arjé de la naturaleza.
  Tales de Mileto: el principio es el agua.
  Pitágoras: el principio son los números.
  Parménides: el principio es el ser, que no cambia.
  Heráclito: la naturaleza está en continuo cambio.
  Demócrito: el principio es el átomo.
  Empédocles: hay cuatro elementos: tierra, aire, agua y fuego.
  Platón: hay dos mundos: el mundo sensible y el mundo ideal (el más
importante).
  Aristóteles: todos los seres tienen dos modos de ser: sustancia, o
modo de ser en sí, y accidente o modo de ser en otro.

 LA NATURALEZA PARA LOS GRIEGOS
 El concepto que hoy tenemos de la naturaleza no es el mismo que tenían
los filósofos griegos. Ellos entendían la naturaleza como una sustancia
permanente y primordial que se mantiene a través de los cambios que
sufren los seres naturales. A esa sustancia o naturaleza la
llamaban physis.
 EL ARJÉ
 Los filósofos griegos al estudiar la naturaleza o physis, se preocuparon por
buscar el principio o el elemento del cual proceden los seres naturales y del
cual están compuestos. A este principio le dieron el nombre de arjé.
 La búsqueda del principio o arjé de la naturaleza, motivó a diversos
pensadores quienes dieron su respuesta y crearon grupos con las personas
que compartían sus ideas. Estos grupos conformaron las llamadas escuelas
presocráticas, es decir, escuelas que existieron antes de Sócrates.

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