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Reseña Sábato

Elías Molteni
1)a) ¿Contra qué corriente de pensamiento discute Sábato? Hacer referencia a las críticas que
realiza el autor en un plano teórico.

Sábato discute con el pensamiento que sostiene la tesis de que el sector terrateniente era el principal
beneficiario y conductor del proceso de crecimiento económico atravesada por la Argentina desde
1880 hasta 1914 aproximadamente. Esta visión era comúnmente aceptada por gran parte de los
intelectuales que se reafirma y cobra mayor énfasis a partir de la década de 1960.

Según varios autores de esta perspectiva, el desarrollo económico de Argentina fue dada por las
“ventajas comparativas” que tenía en relación con otros países, es decir, el crecimiento económico
era dado por la renta diferencial que tenía la tierra pampeana por poder producir bienes
agropecuarios por la calidad de sus tierras. Por lo tanto, la concentración de la propiedad de la tierra
conllevaría la apropiación privilegiada y concentrada de los excedentes de la producción
agropecuaria; o sea, en la medida que la propiedad de la tierra se concentre se generaría una
concentración de la producción del excedente que constituiría una clase dominante: la terrateniente.
Este proceso, a su vez, conllevaría la implantación de un sistema capitalista agroexportador que
traería aparejado la creación de relaciones de producción capitalistas y así una estructura de clase
específica. Esta línea de argumento, encierra, según Sábato, en la suposición de una perfecta
correlación entre el poder económico proveniente de la propiedad de la tierra, el poder social y el
poder político que instaura las legislaciones para la apropiación de la renta diferencial. Por otro
lado, desde esta perspectiva no entran en análisis otros sectores “poderosos” que pudieran interferir
este juego que parece cerrarse en sí mismo; el proceso descripto así es lineal, establecido por la
relación propiedad terrateniente-renta diferencial-clase dominante, en lo que las ventajas
comparativas (renta diferencial) y la propiedad de la tierra marcaría la constitución de la clase
dominante. Esta imagen que se genera de la Argentina de la “dominación oligárquica” pareciera ser
bastante estática, “cuando no paralizante”, sin embargo, la expansión del agro implica un
crecimiento continuo y profundo, los cambios en la producción y el producto a producir se suceden
rápido, demostrando cierta versatilidad de los productores agrarios.

Ahora bien, cabe preguntarse cuáles sectores impulsan el desarrollo y la continuidad del agro
argentino. Sábato esboza una respuesta poniendo en relación con el sector comerciante y financiero
extranjero. Los sectores extranjeros sería la verdadera clase dominante ya que sería la mayor
beneficiaria y la verdadera impulsora de la transformación en la matriz productiva según las
necesidades de la Europa industrial. Entonces, la clase “doméstica” sería una subordinada a aquélla.
Sin embargo, el autor sostiene que esta tesis no habría que abandonarla ni tampoco tomarla a
rajatabla, hay que matizarla.

2)a) Realizar un pequeño recorrido de las distintas fases del desarrollo pampeano desde la época
colonial hasta la difusión de la agricultura ¿En qué sentido la concentración de la propiedad de la
tierra no se debe a las condiciones del reparto inicial sino a las características del mercado?

Ya en la colonia se había iniciado la explotación de la región pampeana exportando cuero y tasajo;


esto se intensifica en el inicio del siglo XIX cuando los comerciantes del litoral aprovechan sus
recursos e influencias para apropiarse de grandes extensiones de campo. En esta etapa, terrateniente
y ganadero ha de ser sinónimos, aunque confuso. Hasta el último cuarto de siglo se va a poder
aprovechar la ganadería como principal recurso de explotación ya que la escasa mano de obra que
necesitaba se correspondía con la poca disponible en ese momento, a su vez la movilidad del
ganado permitía franquear la distancia ya que la estructura de transportes y comunicación era muy
deficiente. Los saladeros era los productores en este momento, sin embargo, a mitad de siglo se
perfila el ovino como un competidor al ganado; en efecto, la producción lanera se dará con una
rapidez impresionante, generará una magnitud importante en la economía del país, a su vez que dará
fortalecimiento a las fortunas familiares o hará nuevas. Esta nueva coyuntura tiene que ver con una
capacidad de la clase “terrateniente” de aprovechar las necesidades del mercado internacional, o sea
no habría un aferramiento a los tipos productivos sino que lo que vende más, lo que genera más
ganancia, viendo las condiciones de producción, tipo de capital, etc., se hará; por lo tanto tiene que
hablarse de un reajuste rápido que hacen los terratenientes ante el mercado interno y,
principalmente, externo, lo que da a esta clase una mentalidad comerciante y no tanto la visión
estática de una “aristocracia”. Siguiendo esta línea argumental, Sábato dice que una vez caído un
poco el mercado de la lana, los productores criarán ovejas con menos lana y más carne, la
“desmerinización”. El predominio de los ovinos se da hasta 1890 donde repunta los bovinos
enmarcado en un nuevo tipo productivo: la articulación con la producción cerealera (primero para la
exportación en pie, y poco más tarde para la exportación en frigoríficos). Esta flexibilidad de la
clase terrateniente pone en jaque el argumento de que ésta habría actuado bajo relaciones de
producción (y mentalidad) precapitalista, frenando el desarrollo capitalista en Argentina; el autor
sostiene que el bloqueo a la profundización del capitalismo no se dará por las pautas precapitalista
sino a la lógica interna instaurada en el país por las relaciones productivas del capitalismo.

Ahora bien, el reparto de tierras no se dio masivamente como se esperaba en su momento,


fomentando de esta manera la colonización de las áreas rurales y así devenir en un desarrollo que
estaba experimentado Estados Unidos y Canadá en ese momento. El reparto de tierras corresponde,
según Sábato, a una lógica de funcionamiento directo del poder, mientras que la estructura de
propiedad corresponde fundamentalmente a una lógica económica; estas dos esferas serían
relativamente independientes. En el reparto inicial de tierras la influencia social y político posibilitó
la concentración generando una brecha de los primeros y los últimos. Pero el mantenimiento de la
propiedad no se da por la misma razón con que se consiguió (poder político y social) sino por una
estricta lógica de mercado. La ley de colonización de 1876, muy parecida a los países
norteamericanos, intenta diversificar la concentración de la propiedad en el “campo”, pero va a ser
obstaculizada por fuertes intereses económicos, a tal punto que los resultados son contrarios: se irá
concentrando la apropiación de la tierra pampeana. Las grandes propiedades corresponden,
generalmente, a las explotaciones ganaderas, mientras que las agrícolas tendrían menos extensiones
de tierra. El precio de la tierra depende de la renta que produce, o sea, la ganancia que se saca, pero
esta corresponde a la rentabilidad de lo que se produce, por lo tanto, si se supone que la producción
agrícola rendiría más se daría una estructura de propiedad diferente, ya que agricultura, en ese
momento, requiere menos extensión.
La especulación con respecto al precio de la tierra tenía larga data en la pampa, con la expansión de
la frontera agraria, luego de la Conquista del Desierto, se posibilita nuevamente este negocio. Al
chacarero, al pequeño productor con mentalidad capitalista que utilizaba mano de obra propia y
familiar, le costaba acceder a la propiedad de la tierra por obstáculos financieros pero accedía a
trabajarla por arrendamiento en un periodo de 3 años donde cultivaba cereales y era entregado al
propietario con alfalfa, lo cual se utilizaba para comenzar la cría de ganado; a su vez, no podía
comprar la tierra porque la rentabilidad de la agricultura y de la ganadería eran relativamente
similares, por lo tanto el precio era elevado ya que hay competencia para entre las dos producciones
y la ganadería requiere más extensión. Este sistema fue incipiente a mediados de 1890 y se
profundizó hasta el primer cuarto del siglo siguiente. Entonces se podría arrendar, pero no comprar,
esto en lo correspondiente a parcelas chicas, por otro lado, el mercado de tierras tuvo gran
dinamismo porque se vendían en grandes extensiones, “sin dividirlos o en fracciones muy grandes.
La concentración de la propiedad ya no se debía a las condiciones de reparto iniciales, sino a las
características del mercado” (pág. 59).

3)c) ¿Por qué el predominio de la actividad de invernada conduciría a frenar la inversión en capital
fijo? ¿Qué consecuencias traería en el desarrollo del sistema productivo y respecto de la regulación
del mercado?
La ganadería bovina no es una actividad unitaria, sino que está dividida en dos: cría e invernada. La
primera demora aproximadamente 24 meses, mientras que la segunda 10-12 meses de producción
hasta su comercialización definitiva. Durante la década de 1890, las exportaciones de ganado
refinado comienzan a tener mayor relevancia: el desarrollo de los ferrocarriles, las incipientes
maneras de mantener la carne en estado de consumición, la nueva variedad de bovino y el trabajo
por aparcería de la tierra trajeron mejores condiciones para la producción de carne vacuna. En este
proceso toma mayor relevancia la invernada; con el desarrollo de los frigoríficos, allá por 1910, la
invernada constituye una pieza fundamental. En la invernada, generalmente se usaba otro tipo de
tierra, mientras que “la cría podía hacerse en campos no aptos para la agricultura, la invernada podía
competer con la producción de cereales en tierras agrícolas” (pág. 77). Por lo tanto, la ganadería de
invernada tiene más posibilidades de competir, en cuanto a rentabilidad, con la agricultura, de tal
manera que ayuda a mantener las grandes propiedades rurales.
La invernada se vincula, por un lado, a la cría de novillos ya que se los compra para el engorde
final, y, por otro lado, se vincula a la agricultura por la competencia del uso de la tierra. Por lo tanto,
la invernada es un nexo entre las tres actividades económicas fundamentales de la región pampeana.

Ahora bien, los cereales son exportados en altísima proporción, el precio interno queda
reglamentado por los internacionales, mientras que el mercado interno constituía la mayor demanda
de carne vacuna: el 60% era consumido en el país, el resto, nada desdeñable, se exportaba. Sin
embargo, la diferencia de compra y venta de las reses era beneficiosa para los invernadores,
mientras compraban novillitos a los criados a precios internos, se lo vendían a los frigoríficos a
precios internacionales; la invernada era un nexo entre el mercado interno y el externo.
Entonces, tenemos a la agricultura, por un lado, que requiere mucha más mano de obra que la
ganadería (cría e invernada); por otro lado, está la cría que necesita capital fijo: stock de vacas y
toros, por ejemplo; por último, en la invernada los novillos se ven puramente como capital móvil,
variable, ya que es cuestión de tiempo para faenarlos y venderlos.

Para que las condiciones de producción de la invernada se den, tiene que haber disponibilidad de
tierra y una concentración de la propiedad, a su vez el poco capital fijo que se necesita la vuelve una
técnica de producción más conveniente. La agricultura, por su parte requería una mayor inversión
en capital fijo, y las amortizaciones que precisa ese capital fijo, por lo que el costo fijo para ello
quedaba expuesto a la variación de precios relativos. En cambio, los invernadores tenían una
inversión baja en capital fijo; por lo tanto, para la producción de invernada el factor tierra tiene
mayor peso relativo que el factor capital. “El invernador, al necesitar inversiones fijas y requerir
poco trabajo, actuaba más como comerciante que como productor”, lo cual le daba un carácter
privilegiado con respecto a los criadores, cuyo tiempo de producción era mayor y estaba atada al
precio interno, ya que lo que tenía que hacer éstos era vender mayor cantidad de animales para
mantener un nivel de ingreso. Esto produce una caída de la inversión de capital fijo por parte de los
criadores, promoviendo la lógica extensiva de las explotaciones. “Mucha tierra y poco capital” es la
fórmula del campo pampeano (pág 86).

Las fluctuaciones del mercado, beneficiaba a los invernaderos, ya que cuando mejoraban los precios
relativos de la carne se presionaba sobre la oferta de novillitos (aumentando su demanda) al mismo
tiempo que se desplazaba hacia tierras que competía con la agricultura; el proceso inverso
(retracción de la extensión y baja de la demanda) se daba cuando los precios desmejoraban. Esto
genera un conflicto entre invernadores y criadores, que se extenderá por tres lustros desde 1920.
pese a que hay una “lluvia de quejas y protestas de los criadores”, éstos no pueden constituir una
unidad corporativa ya que la gran parte de los invernadores eran también criadores. Los criadores
que no eran invernadores era el grupo más perjudicado, por lo tanto, sintetiza el autor, “no bastaba
con ser terrateniente para pertenecer a la clase dominante”. El dinamismo y flexibilidad del uso de
la tierra (de tipo B) imposibilita la unidad corporativa del agro argentino, por lo tanto, la acción de
promover y obtener una política pública que regule el mercado no tiene peso, no hay una unidad
sectorial que diera presiones corporativas para regular el mercado de productos agropecuarios.

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