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Juan A.

Roccatagliata
(Coordinador)

La Argentina:
Geografía General Y
Los Marcos Regionales
HOMENAJE

Luego de la aparición de la edición, se produjo el fallecimiento de dos autores, Federico A. Daus y


Servando R. M. Dozo, destacados cultores de la ciencia geográfica.
La coordinación y los autores de esta obra rinden un justo y emocionado homenaje a la memoria de los
queridos e insignes maestros.

Buenos Aires, otoño de 1991


ÍNDICE
PRIMERA PARTE

1. Conformación del sistema político territorial


Dr. Raúl C. Rey Balmaceda /
Prof. Graciela M. De Marco ……………………………………………………... 5
2. Los ambientes naturales del territorio argentino
Dr. Ricardo G. Capitanelli ………………………………………………………………….. 38
3. Las etapas de ocupación del territorio argentino, una rápida
expansión con valoración parcial del territorio
Prof. Lucía L. Bortagaray ……………………………………………….………………… 94
4. Población y economía, geografía de las formas económicas y de los asentamientos
4.1. Breve reseña de la evolución de la economía argentina
Lie. Alberto H. Peláez ………………………………………………………… 111
4.2. Población y poblamiento
Dr. Raúl C. Rey Balmaceda…………………………………………………………. 126
4.3. Recursos naturales potenciales, parcialmente valorados
Prof. Lucía L. Bortagaray.................................................................................... 137
4.4. Economía agroganadera de vocación exportadora
Prof. Mirta S. González ………………………………………………………..... 156
4.5. Los recursos energéticos del territorio argentino
Prof. Servando R. M. Dozo ............................................................................... 180
4.6. Industria no integrada y concentrada con desarrollo interrumpido
Prof. Servando R. M. Dozo ................................................................................. 213
5. Urbanización y sistema urbano
Dr. Juan A. Roccatagliata / Lic. Susana Beguiristain…....................................... 226
6. Los transportes y las comunicaciones
Red radiocéntrica y centralizada con marcada convergencia de los flujos hacia
el área central y con escasa complementariedad intermodal
Dr. Juan A. Roccatagliata ............................................................................. 245

7 Comercio e intercambio
Prof. Lucía L„ Bortagaray………………………………………………………………. 385

SEGUNDA PARTE
Geografía regional. Los conjuntos regionales………………………………………………... 301

1. Regionalización
Dr. Juan A. Roccatagliata……………………………………………………………. 302
2. La región metropolitana de Buenos Aires, una desproporcionada concentración
Lic. Ricardo Gómez Insausti………………………………………………………. 310
3, La macrorregión pampeana agroganadera con industrias urbanas y portuarias
Dr. Federico A. Daus, con la colaboración de la Prof. Ana del Carmen
Yeannes……………………………………………………………………….…… 314
4. Región agro-silvo-ganadera con frentes pioneros de ocupación del Nordeste
Dr. Enrique Bruniard / Dr. Alfredo S. Bolsi........................................................... 378
5. La región del Noroeste argentino: paisajes heterogéneos con economía mixta
Dra. Selva Santillán de Andrés / Prof. Teodoro R. Ricci…………………………. 417
6. Región cayana de los oasis agroindustriales
Dr. Mariano Zamorano…………………………………………………………………. 442
7. Región de los núcleos económicos fragmentados de las sierras pampeanas, con oasis po-
bres y economías de subsistencia
Dr. Mariano Zamorano…………………………………………………………………. 475
8. Patagonia, un medio duro, dominio de ovejas, con focos pioneros de ocupación e industrias
promovidas
Dr. Ricardo G Capitanelli………………………………………………………………. 502
9. La porción oceánica y la porción antártica, dos espacios en cuestión
Dr. Raúl C Rey Balmaceda……………………………………………………………………….. 545

TERCERA PARTE

Crisis, cambio económico y político de ordenación territorial


Dr. Juan A. Roccatagliata…………………………………………………………………………. 575
4.3.
Recursos naturales potenciales,
parcialmente valorados
LOS RECURSOS NATURALES
Lucía L. Bortagaray

Un mosaico natural diversificado, extendido en latitudes medias, con potencialidades y


restricciones en sus recursos de dispar valoración.

Las características que presenta el sistema natural territorial derivan de la interacción de un


geoma o subsistema abiótico (litomasa, aeromasa e hidromasa) y de un bioma o ecosistema
(biomasa), a los que hay que agregar los efectos de la acción antrópica. La proyección territorial de
este geosistema constituye los distintos paisajes, que obedecen a la particular combinación de los
elementos integrantes del mismo1. La Argentina presenta una gran diversidad en su complejo te-
rritorial natural dada la existencia de sistemas en diferentes estados, o sea, por los diferentes va-
lores que adquieren las variables componentes de los mismos. De ello derivan las distintas opor-
tunidades de aprovechamiento de sus diversos «recursos».
El estático inventario de los recursos de un territorio carece de sentido en cuanto a la evalua-
ción de los mismos. En la valoración de las potencialidades intervienen otros factores que van
mucho más allá de su calidad objetiva y que dependen pura y exclusivamente de los condicio-
nantes humanos. Los recursos nacen de la interacción de ambos2. Si bien la localización, calidad,
cantidad, renovabilidad, diversificación, complementariedad, proximidad y accesibilidad de los
recursos puede ser evaluada en forma tangible, la tecnología de la que dispone el grupo humano
puede hacer variar su valor. A su vez, intervienen otros factores que derivan de la apreciación que
hace el hombre, de acuerdo con sus necesidades presentes; la jerarquía de los recursos, su precio
internacional y el grado y ritmo de deterioro hacen que su valoración varíe. Todo ello ha hecho que
a lo largo de la historia los recursos cambien en función de las necesidades.
Desde los primeros asentamientos humanos en nuestro territorio sus recursos han comenzado
a aprovecharse, pero el inventario actual de los mismos difiere del de las distintas épocas ante-
riores. No existen recursos susceptibles de ser considerados de forma absoluta; su contabilización
como tal es función de un cierto nivel de desarrollo técnico. Las potencialidades de los distintos
sistemas naturales argentinos no se pusieron en evidencia simultáneamente, más bien se ha dado
una sucesión de apreciaciones a medida que se ocupaba el territorio, respondiendo a los intereses
dominantes en cada momento.
Las culturas indígenas de nuestro país hicieron una valoración dispar, debido a las diferentes
técnicas de que disponían. El área incaica, poseedora de un bagaje tecnológico más avanzado,
pudo ver las posibilidades que ofrecían los recursos hídricos, los cuales usados para riego en forma
conveniente le permitieron aprovechar tierras para la agricultura. Por su carácter sedentario, la
construcción de viviendas permanentes estuvo ligada a los recursos del lugar. Al mismo tiempo, la
flora y la fauna local formaban parte de su sistema geoeconómico. La situación fue diferente en el
resto del territorio, habitado por tribus nómadas que desconocían la agricultura o la practicaban
muy rudimentariamente, como en el Noroeste. El hecho de ser recolectores-cazadores limitaba su
percepción del medio. La pampa fértil carecía del significado y valor que se le asignó posterior-
mente; sólo representaba para ellos el escenario de sus cacerías, en las que prácticamente ba-
saban su existencia. Las civilizaciones no eligen de las posibilidades que el medio les ofrece sino
que ven al medio a través de sus técnicas y tienen las posibilidades que éstas les ofrecen.3
El ingreso de la civilización europea, a través de la colonización hispana, significó el comienzo
de una nueva etapa en la valorización del territorio. Los ganados introducidos por los españoles se
incorporaron como integrantes de los sistemas naturales hasta que, en el siglo XVII, la demanda
externa de cueros hizo que pasaran a engrosare! inventario de los recursos. El litoral, que había
permanecido ajeno a los intereses de la colonización minera, surge a los ojos del hombre como una
nueva oportunidad que ofrece el medio. Este «nuevo recurso» es producto de los intereses co-

1
BOLOS. J. y CAPDEVILA, M., "Problemática actual de los estudios de paisaje integrado". Revista de Geografía, Departamento
de Geografía, Universidad de Barcelona, Vol. XV, 1981.
2
ZIMMERMANN, Erich W., Introducción a los recursos mundiales, Oikos-Tau, Barcelona, 1966.
3
GOUROU. Pierre. Introducción a la geografía humana. Alianza Universidad, Madrid, 1979. En el concepto de técnicas, el autor
incluye las de producción y las que denomina "de encuadramiento". Dentro de éstas considera los sistemas políticos y económicos,
las instituciones, la organización social, etc.
merciales del momento y la técnica rudimentaria con que se practicó puso en peligro su existencia.
La toma de conciencia del desequilibrio producido puso fin a las vaquerías, que fueron reem-
plazadas por un aprovechamiento más racional.
Las exportaciones de cueros primero y de carnes posteriormente, que han perdurado hasta hoy
como un importante rubro, permitieron valorizar la pampa, desde este punto de vista. La potencia-
lidad agrícola de la misma se vislumbró cuando los países industrializados pusieron su interés en
las áreas templadas del mundo. La Argentina, al igual que Australia, por ejemplo, ingresó a la diná-
mica internacional cuando incorporó la tecnología, mano de obra y capitales necesarios para mo-
vilizar su riqueza. Todos estos factores externos permitieron la puesta en valor de las tierras
pampeanas. El tendido de las vías férreas, indispensable para extender la frontera agropecuaria,
hizo que se visualizara un nuevo recurso: los quebrachales chaqueños, cuya explotación intensiva
comprueba las características de relativa renovabilidad de los sistemas naturales frente al accionar
irresponsable del hombre. Maderas de otras características, que cumplían la función de actuar
como combustibles, fueron intensamente, explotadas en las tierras marginales semiáridas.
La industrialización del país en el siglo XX, llevada a cabo en diversas etapas, fue un cambio
técnico que tuvo su reflejo en la organización del territorio y en la incorporación de nuevas áreas a la
explotación. La segunda etapa industrial, luego de la Segunda Guerra Mundial, condujo a la puesta
en producción de los yacimientos de los minerales requeridos y, al mismo tiempo, se visualizó la
importancia que tienen como elementos de base para el desarrollo nacional y que por ello no
pueden estar al servicio de otros intereses.
La expansión de la demanda energética y la conciencia de la no renovabilidad de las fuentes
tradicionales llevaron a aplicar las técnicas apropiadas para el aprovechamiento de los recursos
hídricos, lo cual no está exento de las limitaciones económicas.
El rol que desempeña en las cuentas nacionales la producción agropecuaria ha hecho que se
otorgue valor de primera jerarquía a las áreas productoras. La generación de fines de la centuria
pasuda creó el mito del país inmensamente rico, basándose en su propia percepción. Cabe pre-
guntarse en las circunstancias actuales, en que el mercado mundial está inundado de dichos
productos —cuyos precios están en baja—, si seguimos siendo tan inmensamente ricos. El mito ha
cumplido cien años. Este error en la percepción de nuestro medio nos ha impedido ver que la ri-
queza de las naciones pasa por otros andariveles. Es como si el mito nos hubiera eliminado toda
inquietud con respecto a un futuro que creíamos asegurado. Nos quedamos con la tranquilidad que
nos dio el mito. Una vez más se demuestra la relatividad de los recursos, los cuales dependen de
las circunstancias histórico-económico-sociales.
Si bien es cierto que la Argentina posee un complejo territorial natural diversificado, sus posi-
bilidades no sólo dependen de la evaluación absoluta de sus recursos. Asociado al concepto de
recurso aparece el de restricciones, las cuales son el producto de la valoración humana de la si-
tuación con respecto al bien en cuestión. Las restricciones derivan de la apreciación del esfuerzo
que será necesario incorporar para aprovechar un recurso. El rol de las limitaciones o restricciones
va variando con el adelanto técnico, pero disminuirlas o hacerlas desaparecer implica realizar in-
versiones que son, en general, el factor de mayor peso dentro de las restricciones en un país con
fuerte dependencia financiera. Además, en la valoración de las limitaciones también están pre-
sentes las leyes de la economía; la viabilidad de explotación de un recurso está en función de su
rentabilidad. La puesta en producción de los recursos, aun potenciales, significará enfrentar serias
limitaciones de orden tecnológico-financiero, así como también la necesaria consideración de la
fragilidad de los sistemas naturales para no acrecentar el deterioro del medio.

Inexistencia de barreras orográficas de dirección este-oeste con influencia en la marcha de


las masas de aire.

Las precipitaciones constituyen la única fuente de abastecimiento de agua dulce de los conti-
nentes. Es por esto que adquiere particular relevancia la consideración de la dinámica de las masas
de aire portadoras de humedad en la evaluación de la disponibilidad de este recurso de primer
orden.
La posición geográfica del territorio —en el extremo meridional de América del sur- que se in-
troduce como una cuña en la zona templada, constituye un factor determinante, ya que en estas
latitudes intermedias se produce el avance alternante de masas de aire tropical y polar, cuya in-
teracción es muy intensa.
Por su posición en latitud, la dinámica atmosférica del territorio argentino se rige por la pre-
sencia de dos células anticiclónicas en ambos océanos y por la existencia de la faja de bajas pre-
siones aproximadamente en la latitud 60° S Las células anticiclónicas son manantiales de masas de
aire cuyas trayectorias están definidas por la circulación anti-horaria característica del hemisferio
sur. Por este motivo se distinguen dos sectores, claramente identificables, atendiendo a la proce-
dencia de las masas de aire marítimas que producen el ingreso de vapor de agua.
EI centro y el norte del país recibe la influencia de la célula anticiclónica del Atlántico, que
aporta masas de aire húmedo y cálido, que ingresan al territorio por el este, norte y nordeste y
constituyen ramas desviadas de los alisios del sudeste. La célula de alta presión del Pacífico afecta
a la región patagónica, proveyendo de aire frío que penetra desde el oeste y sudoeste. Según
afirma Wolcken4, en invierno, con el mayor enfriamiento del continente comparado con el mar,
existe un puente de alta presión que conecta a los dos anticiclones a través del territorio, en la
latitud del centro de la provincia de Buenos Aires, el cual reduce la entrada de los vientos húmedos
del Atlántico; en cambio en verano, al desaparecer dicho puente y ser reemplazado por una baja
presión, la situación es más favorable para la entrada del aire húmedo. Estas nociones básicas
sobre la dinámica atmosférica permitirán comprender una de las características del sistema natural.
Nuestro territorio es el escenario que presenta las características que inspiraron al meteorólogo
noruego J. Bjerknes durante la Primera Guerra Mundial, al crear el concepto de «frente». En las
latitudes medias es donde se configura la línea de contacto entre el aire frío, de origen polar, y el
aire cálido, de orinen tropical. Ambas masas de aire libran una lucha a lo largo que un frente de
contacto, al igual de lo que ocurría durante dicho conflicto bélico, avanzando y retrocediendo,
permaneciendo con sus características, pero en interacción5. La zona donde ambas se encuentran
se halla aproximadamente a los 40° S y si el aporte de las mismas persiste, se forma un contraste
de temperaturas bastante pronunciado, constituyéndose así un «frente»6.
Esta dinámica atmosférica es la que determina, en mayor medida, la distribución de las preci-
pitaciones, en la cual la interacción con la orografía aporta su cuota.
La causa principal de las precipitaciones que se producen en la Argentina obedece a los
avances de aire polar y subpolar, que ingresan por la Patagonia y se desplazan en dirección ge-
neral hacia el nordeste. En invierno estas masas de aire llegan, y aun sobrepasan, el norte del país
y en verano, su frente se detiene al sur del litoral fluvial o antes. Su contenido de humedad es bajo,
debido a que esta se concentra en una capa de 1.000 a 2.000 m sobre el suelo y, por lo tanto,
precipita en los Andes patagónicos -cuya altura oscila en tales dimensiones- y al mismo tiempo
permite el pasaje del aire frío7. El avance del mismo ocasiona precipitaciones, al provocar el as-
censo y desalojo de las masas de aire tropical húmedas que reinan en las latitudes inferiores a
35°-40° S.
Las masas de aire caliente y húmedo del N y NE generan frentes cálidos cuando adquieren
rasgos de inestabilidad. Al ser alto su contenido de humedad, el aire en ascenso provoca precipi-
taciones en las provincias del litoral. En general, sus características no son tan bien definidas como
en el caso de los frentes fríos y son menos frecuentes que éstos8.
La interacción entre las masas de aire polar y tropical suele ser la causa tic precipitaciones
también en los casos de formación de líneas de inestabilidad o de turbonada9, por la ocurrencia de
procesos convectivos a lo largo de una línea frontal. Es el caso del pampero10.
La formación de zonas frontales estacionarias sobre el territorio puede dar Lugar al surgimiento
de ciclones frontales, es decir, depresiones activas. La zona ciclogénica por excelencia es el litoral

4
WOLCKEN, Kurt, "Algunos aspectos sinópticos de la lluvia en la Argentina", en Revista Meteoros, Servicio Meteorológico
Nacional, Año IV, N° 4, Buenos Aires, 1954.
5
STRAHLER, Arthur N., Geografía física. Ediciones Omega. Barcelona, 1979, p. 216.
6
WOKCKEN, Kurt, "Del tiempo en la Argentina", Revista Sudamérika, julio-agosto, Buenos Aires, 1952.
7
WOLCKEN, Kurt, "Algunos aspectos sinópticos..."
8
WOLCKI.N, Kurt, ob.cit.
9
CEPAL-CFI, Los recursos hidráulicos de Argentina, análisis y programación tentativa de su desarrollo. Tomo 2, Buenos Aires,
1969.
10
WOLCKEN, Kurt, "Del tiempo..."
y la región del Río de la Plata11.
Aquí se forman los denominados «ciclones del Litoral», que originan precipitaciones en áreas
extensas, y la mayoría de las sudestadas, siendo éstas un fenómeno menos frecuente que se
produce por el viento sudeste, fuerte y sostenido, que aporta aire fresco y húmedo del mar. Las
depresiones formadas en el litoral suelen ser desalojadas por masas de aire frío y seco que ponen
fin a períodos lluviosos prolongados.
En este análisis se han tenido en cuenta las causas principales de las precipitaciones; si bien
existen otras, las enunciadas constituyen el origen del mayor porcentaje de las mismas. Todos los
casos citados implican la intervención de masas de aire de distintas características. También se
producen precipitaciones no frontales, como lo son los procesos de autoconvección o las provo-
cadas por el efecto orográfico. Los estudios realizados al respecto revelan que los procesos fron-
tales superan ampliamente a aquéllos producidos en una sola masa de aire, entre los cuales tienen
importancia las de efecto orográfico, en algunas partes del país. Precisamente, nuestro territorio,
ante la falta de barreras orográficas en sentido este-oeste, es favorable como campo de esta batalla
que libran las dos masas de aire y que constituye uno de los fenómenos más importantes para la
Argentina, desde el punto de vista climático.

Fuertes contrastes en la distribución espacial de las precipitaciones y de los recursos


hídricos

La Argentina es un país con predominio de cumas semiáridos y áridos. Esta es una realidad no
siempre claramente percibida por sus habitantes. El mito de la pampa húmeda ha condicionado la
imagen del propio territorio, especialmente en los pobladores de esta región, y no ha permitido
captar la verdad en su real dimensión. Lo cierto es que la pampa húmeda y la parte nororiental del
país es el sector más extenso que posee excesos de humedad.
En la distribución de las precipitaciones intervienen dos factores fundamentales: la posición
geográfica y la influencia del relieve. En cuanto a la primera, la latitud determina que el territorio
reciba masas de aire húmedas del Atlántico y del Pacífico, cuya acción es consecuencia de la
interacción! con el relieve. Las grandes extensiones llanas en la parte oriental permiten la libre
circulación de ambas masas de aire. El contacto entre las mismas ocasiona inestabilidad at-
mosférica y determina que las lluvias frontales sean el proceso genético más frecuente. La función
—más efectiva— que cumplen los Andes patagónicos al impedir el ingreso de vapor de agua desde
el Pacífico, hace que la mayor par te del agua precipitable esté contenida en las masas de aire
caliente que provienen del Atlántico. Estas, al desplazarse hacia el oeste, sólo aumentan el caudal
precipitado ante la presencia de elevaciones que activan nuevamente la condensación debido al
movimiento convectivo.
Básicamente, estos son los procesos que determinan la existencia de porciones del territorio
con lluvias abundantes como las que se registran en Misiones, de más de 1.600 mm, y en la cor-
dillera, aproximadamente a los 42° S, de más de 4.000 mm. También quedan definidas las áreas de
precipitación mínima, como por ejemplo San Juan, donde hay lugares en los cuales no alcanzan los
100 mm anuales. Estos datos extremos hacen que la lluvia promedio del país sea de 515 mm12, los
cuales están muy lejos de repartirse equitativamente sobre el territorio. Muy por el contrario, casi un
tercio de la superficie continental recibe menos de 200 mm anuales y existe una concentración en
un 1% de la superficie que recibe más de 1.50013.
En la configuración de la riqueza hídrica superficial, las precipitaciones juegan un rol prepon-
derante, pero no es el único factor interviniente. Las áreas que tienen exceso de agua son las ori-
ginadoras del escurrimiento superficial, debido a que coinciden con las máximas precipitaciones, y
en ellas el balance hídrico resulta positivo, al ser mayor el volumen precipitado que la evapo-
transpiración en el balance anual. Por este motivo, los conceptos de exceso o de déficit de agua son
relativos y resultan de la compulsa entre precipitaciones y evapotranspiración potencial.
La delimitación de las áreas de exceso y de déficit de agua explica la riqueza hídrica superficial,

11
CEPAL-CFI, ob.cit.
12
CEPAL-CFI, ob.cit.
13
CEPAL-CFI, ob.cit.
aunque en algunos casos ésta se ve reforzada por un aporte extraterritorial. El cartograma muestra
tres áreas de exceso de agua. Dos de ellas corresponden a fajas longitudinales, producidas por
efecto orográfico en las Sierras Subandinas y en los Andes patagónicos, y la tercera está consti-
tuida por la mesopotamia y la parte oriental de las regiones chaqueña y pampeana. Los máximos
excesos medios de agua anuales ocurren en Misiones (700 mm), selva tucumano-oranense (200
mm) y en el área aledaña al lago Nahuel Huapi (500 mm)14.
Las áreas de deficiencia de agua ocupan la mayor extensión del territorio. Los centros de aridez
máxima cuyas deficiencias alcanzan entre 600 y 800 mm son cuatro: el oeste chaqueño, el centro y
norte de la Patagonia, los valles calchaquíes y San Juan y sectores llanos de Catamarca y La
Rioja15.
Los resultados del balance hídrico se manifiestan en los caudales de las corrientes de agua
superficiales. Según estimaciones16, la sumatoria del caudal de los ríos argentinos es de 21.686
m3/seg lo cual equivale a un caudal específico de 7,8 1/s/km2. Este último es indicativo de la pro-
ducción hídrica teórica de cada unidad de superficie y refleja las condiciones climáticas imperantes.
Como dato comparativo, el caudal específico de la cuenca del Nilo es 0,8 1/s/km 2, el del Amazonas
31,8 1/s/km2 y el del Danubio es equivalente a nuestro promedio nacional17.
Estos valores medios no reflejan la verdadera distribución de los recursos hídricos, los cuales
se reparten en el territorio en concordancia con los contrastes pluviométricos. El cuadro N° 1 puede
constatar tal aseveración.

CUADRO N° 1 Distribución de los recursos hídricos superficiales


% DE LA SU- m3 CAUDAL
VERTIENTES O SUPERFICIE CAUDAL ( CAUDAL
2 PERE DEL ESPECIFICO
CUENCAS (km ) /seg) TOTAL /km2
PAÍS (1 /seg.)
Total del país 2.779.500 100 21.686 100 7,8
Cuenca del Plata 918.900 33,1 18.360 84,7 19,8
Vertiente atlántica 1.051.300 37,8 2.349 10,8 2,2
Vertiente pacífica 37.500 1,3 795 3,7 21,2
Cuencas endorreicas 771.800 27,8 182 0,8 0,2

Casi el 85% de los caudales superficiales disponibles se concentran en la cuenca del Plata y
pertenecen a ella el Paraná, el Paraguay y el Uruguay, los tres ríos más caudalosos. Buena parte de
la misma coincide con el área más extensa de exceso de agua pero al mismo tiempo, por perte-
necerle a la Argentina la parte media e inferior, hay que tener en cuenta que estos ríos también son
colectores de las precipitaciones del área tropical más allá del límite internacional. El resto de esta
gran cuenca abarca una extensa área de déficit de agua en la cual se halla uno de los polos de
máxima aridez. Por esta causa, el Chaco occidental presenta características de aloctonía y
arreísmo. La existencia de afluentes del Paraná y del Paraguay en su margen derecha obedece a la
presencia de elevaciones que actúan como superficies de condensación al obligar a las masas de
aire atlánticas a elevarse. Se destacan las Sierras Subandinas por su rol hidrológico al configurar un
área de exceso de agua y las Sierras Pampeanas, por dar nacimiento a los ríos Tercero y Cuarto.
De todas maneras, los caudales que generan son mínimos en comparación con los del sector
oriental18.
El 25% restante de los caudales del país, se distribuyen en el 67% del territorio, donde pre-
domina la aridez. Los ríos de la vertiente atlántica, cuyos caudales representan casi el 11%, nacen
de precipitaciones orográficas, tanto líquidas como sólidas. De todos ellos, los únicos que no re-
corren desiertos son los pequeños ríos bonaerenses que son el producto de la convección que
ocasionan los sistemas serranos del sur de la provincia de Buenos Aires. Los ríos patagónicos se
originan en el área de exceso de agua que constituyen los Andes meridionales; los aportes níveos y
pluviales que reciben hacen que presenten regímenes mixtos que más al sur se convierten en
14
BURGOS, Juan J. y VIDAL, Arturo L., "Los climas de la República Argentina según la nueva clasificación de Thornwaite", en
Revista Meteoros, Año 1, N° 1, enero, 1951.
15
BURGOS, Juan J. y VIDAL, Arturo L., ob. cit.
16
CEPAL-CFI, ob. cit.
17
KORZUN, 1. y SOKOLOV, A. A., Balance hídrico y recursos hídricos mundiales. Congreso Mundial del Agua, Mar del Plata.
1977.
18
CEPAL-CFI, ob. cit.
glaciarios. A esta pendiente pertenece el Río Negro, que es el cuarto por su caudal. En el caso de
los ríos cuyanos, la existencia de los mismos está estrechamente ligada a la magnitud que adquiere
el sistema montañoso en esas latitudes de América, el cual obliga a las masas de aire atlánticas a
efectuar un gran ascenso, que tiene como consecuencia las precipitaciones nivales que son su
fuente de alimentación. De no existir estas cumbres, tal vez, las características hidrográficas del
área endorreica se prolongarían hasta Cuyo, el escaso caudal específico que presenta la vertiente
atlántica refleja la gran superficie de zonas áridas que abarca, las cuales contrarrestan la presencia
de la poco extensa región andina de exceso de agua.
La diagonal endorreica representa casi un 28% de la superficie del país y menos del 1% de los
caudales superficiales. Las Sierras Subandinas, en Tucumán, es la única región de exceso de agua
que presenta; da origen a la cuenca más importante de este sector. La parte meridional de esta
región hidrográfica corresponde a la pampa occidental, donde la ausencia de corrientes super-
ficiales se relaciona con la paulatina disminución de las precipitaciones a causa de la nivelación del
terreno que no provoca cambios de altura en el trayecto de las masas de aire del este. Más al norte,
los macizos serranos ocasionalmente se constituyen en barreras para el pasaje de aire húmedo. El
frente oriental sierripampeano puntano-cordobés desempeña un efectivo rol hidrológico originando
cinco ríos notables, dos de los cuales pertenecen a la cuenca del Piala. Una vez traspuesta esta
línea orográfica, en contadas ocasiones se producen precipitaciones por acción de los relieves,
debido a que las masas de aire no encuentran nuevas oportunidades de convección, al continuar su
trayecto hacia el oeste sin ser obligadas a variar su altura en correspondencia con la magnitud de
las elevaciones. La situación se agudiza en los valles y llanos que se hallan en lugares de sombra
pluviométrica. Por estos motivos, esta región constituye la de mayor pobreza hídrica del territorio.
Un tercio del país tiene exceso de agua y por él se escurre el 85% de los caudales superficiales.
En el resto de la superficie, exceptuando los Andes patagónicos, impera el déficit de tal recurso.
Donde el agua sobra, los suelos sufren erosión huirica. Donde el agua escasea, es necesario el
riego. La ocupación de los dos tercios del país, donde las precipitaciones y los caudales son
mínimos, obliga a un gran esfuerzo técnico y de inversiones para su puesta en producción, lo cual
significa que deben ser valorados en función de sus potencialidades y de esa manera se demos-
trará que no existe ningún determinismo físico; sí oponen limitaciones y requieren un esfuerzo
especial. De todas maneras, existen actualmente economías prósperas en los desiertos argentinos
y las había antes de la colonización. Las restricciones a su ocupación derivan de la necesidad de
invertir capitales para aplicar las técnicas apropiadas.

Presencia y significado de la diagonal árida como condicionante en la localización y ex-


pansión de los asentamientos humanos

La región desértica argentina forma parte de la denominada diagonal árida sudamericana, que
comienza en la costa septentrional de Perú y se extiende hasta el litoral atlántico patagónico. El
sector norte de la misma está separado de la faja oriental húmeda por un área de transición plu-
viométrica representada por la llanura chaco-pampeana occidental semiárida, la cual, por las limi-
taciones que ofrece a su ocupación, puede ser incluida en esta problemática.
Lu Puna y el cordón pre-puneño, las Sierras Pampeanas, la precordillera y los Andes áridos,
con bolsones, valles y llanos interpuestos, comparten las características típicas del desierto. De-
presiones colmadas de sedimentos, producto de la meteorización mecánica predominante en los
territorios en donde el agua escasea, constituyen cuencas endorreicas hacia donde se escurren las
precipitaciones, a veces constituyendo corrientes superficiales, perdiéndose por infiltración. El ba-
lance hídrico negativo quita caudal a los exiguos ríos y la evaporación, previo ascenso capilar de la
humedad existente en los suelos luego de las precipitaciones, provoca la existencia de mantos
salinos en las depresiones. Los conos de deyección constituyen lugares apropiados para la infil-
tración de las precipitaciones o del agua producto de la fusión, por lo cual, ante la pobreza de re-
cursos hídricos superficiales, presentan situaciones propicias para la existencia de capas freáticas
que adquieren gran relevancia antrópica. Un geoma de tales características determina el desarrollo
de una vida vegetal con características xerófilas. Montes, matorrales, cactáceas, arbustos rastre-
ros, especies áfilas, halófilas y psamófilas son la expresión de los ambientes heterogéneos, pro-
ducto de las diferentes altitudes, suelos y exposición de los relieves.
El sector sur del desierto se extiende en la Patagonia extraandina con mesetas recortadas por
cañones, morfología fluvial típica de zonas áridas, que tienen pocas posibilidades de presencia de
aguas subterráneas. Ríos alóctonos que pierden parte de su caudal al transitar en ella, representan
el factor físico que ha determinado la complementariedad de los Andes patagónicos húmedos con
el desierto de sotavento. Sólo las estepas graminosas y los matorrales arbustivos soportan la es-
casez, de agua, las amplitudes térmicas y los fuertes vientos reinantes.
El deterioro natural del medio, provocado por la erosión eólica a través de procesos deflatorios,
afecta al sector semiárido chaco-pampeano y a la Patagonia. Al mismo cabe agregar el producto de
la acción antrópica, como consecuencia de prácticas agropecuarias no apropiadas.
Hablar de desiertos en la Argentina tal vez provoque la extrañeza en interlocutores desaperci-
bidos de esta realidad. Lo cierto es que la mayor parte del país goza de tales características. La
creencia general en cuanto a estos espacios, donde escasea el recurso primordial para el hombre,
es que constituyen territorios homogéneos en cuanto a las manifestaciones humanas en el paisaje y
que, además, el clima es la causa de las bajas densidades existentes. Con sólo retroceder al per-
íodo prehispánico caeríamos en la cuenta del error. Las civilizaciones indígenas más desarrolladas
ocupaban las áreas desérticas del noroeste y centro-oeste. Si examinamos la situación actual, nos
excederíamos en las posibilidades de este capítulo al querer explicar el sinnúmero de matices que
presenta la organización de estos espacios19.
En la interrelación del hombre con estos espacios hostiles, los resultados han sido variados. A
las escasas densidades que caracterizan a toda la región se oponen las aglomeraciones de los
valles de regadío. Problemas de deterioro ambiental contrastan con el buen manejo de recursos en
Cuyo. Economías de subsistencia con poblaciones marginadas y emigración en la Puna, bolsones,
llanos y Andes áridos, coexisten con economías que participan del circuito productivo nacional.
Tierras que no han sido objeto de asignación de funciones para integrarlas al quehacer productivo,
comparten el desierto con otras altamente valoradas como la estepa patagónica, capaz de albergar
un cuantioso rebaño que contribuye al producto nacional.
En la caracterización de los espacios hay que tener en cuenta los factores históricos, econó-
micos y sociales que han actuado en su conformación. Las regiones han sufrido diferentes grados
de presión sobre sus recursos. Las tierras áridas, sobre todo, constituyen sistemas muy frágiles
donde las intervenciones parciales del hombre generan fuertes desequilibrios ambientales. Es por
esto que una política de incorporación de áreas marginales requiere un gran esfuerzo técnico que, a
su vez, es financiero. Las prácticas agropecuarias con su correspondiente apoyo, el aprovecha-
miento racional de los recursos hídricos, la incorporación de la producción a los circuitos comer-
ciales, la explotación de recursos mineros, el acondicionamiento para el turismo y otras medidas,
que podrían significar la puesta en valor de éstas extensas superficies, requieren de enormes es-
fuerzos.
Las disímiles condiciones de vida que presenta la región árida contradicen cualquier aprecia-
ción que busque justificar la pobreza de ciertos sectores en las condiciones climáticas, materiali-
zadas por la falta de agua. Herencias históricas, rasgos culturales, modelos de desarrollo adop-
tados, etc., han dejado sus secuelas.
Los factores naturales actúan como condicionantes para la actividad humana, tanto más,
cuando menos se dispone de recursos financieros y técnicos para enfrentarlos. Esto forma parte de
la realidad de los países que soportan un elevado endeudamiento como el nuestro. Enfrentar a la
región árida y desarrollar sus potencialidades con el propósito de hacer más digna la vida de sus
pobladores, que es en última instancia el objetivo de toda tarea de reordenamiento territorial, su-
pone superar los obstáculos de diversa índole que se oponen a esta tarea.

19
ANASTASI, Atilio B., "Propuesta para una clasificación de regiones áridas y en proceso de desertización en Argentina", Revista
Geográfica, Instituto Panamericano de Geografía e Historia, N° 95, México, enero-junio, 1982.
Recursos forestales parcialmente valorados, con posibilidades de convertir en forestal al
país

Las riquezas forestales del país deben apreciarse en función de la existencia de recursos
desarrollados naturalmente y de aquellos fabricados por la mano del hombre, como lo son los
montes de cultivo que han ampliado la disponibilidad de materias primas.
La superficie que ocupan los bosques naturales o nativos ha sido estimada en 44 millones de
hectáreas y dentro de éstas, 30 millones de hectáreas corresponden a los bosques maderables20.
Las regiones fitogeográficas abarcadas en la primera cifra son las selvas misioneras y tucuma-
no-oranense, los bosques subantárticos, los parques mesopotámico, chaqueño y punta-
no-pampeano y el monte occidental. Quedan fuera de esta enumeración las estepas pampeanas,
patagónicas y puneñas, por carecer de bosques.
Las diferentes características que presentan los geomas han permitido la, existencia de biomas
diferenciados, aunque no todos ellos presentan especies arbóreas que permitan incluirlos en el
inventario con fines de aprovechamiento forestal. Las diferentes características ambientales que
presentan las regiones con recursos forestales determinan la variedad en las formaciones vege-
tales. Selvas, bosques y montes ofrecen distintas oportunidades de aprovechamiento.
Las provincias que presentan la mayor cantidad de hectáreas de bosques nativos son Santiago
del Estero (18.6%). Chaco (12.4%), Formosa (13,3%). La Rioja (11,4%) y Salta (11.5%); totalizando
el 67,2%. En cambio, considerando la posibilidad de extracción anual en m 3/rollizos, tanto para
aserrar como para otros usos, la situación es la siguiente: Chaco (23,3%), La Rioja (11.3%), For-
mosa (9,6% ), Salta (8,4%), Misiones (7%), La Pampa (6,4%) y Tierra del Fuego (6%): totalizando el
72%21 Estas cifras demuestran que la productividad de los bosques naturales no sólo depende de
la superficie que abarquen. También evidencian que las mayores superficies y posibilidades de
extracción, teniendo en cuenta la renta forestal, se localizan en las áreas cálidas y húmedas, de
donde surge el predominio de maderas duras y semiduras que caracterizan a nuestros recursos
forestales naturales.
Según los datos que aporta Tinto22, los volúmenes extraídos anualmente son muy inferiores a la
renta anual. Siendo el volumen anual disponible de 4.701.000 m 3, en 1982 se extrajeron 1.406.649
m3, o sea que queda un remanente susceptible de ser explotado de 3.294.351 m 3 anuales. El
mismo autor señala que la dificultad que se presenta para el aprovechamiento de este recurso es la
escasa accesibilidad de los lugares donde se encuentra y que, por otro lado, esta cifra indicaría que
el país posee especies forestales que aún no tienen demanda y que la mayor presión de explota-
ción se está ejerciendo sobre determinadas especies, lo cual está provocando el empobrecimiento
en las maderas más solicitadas.
Para suplir la escasez de maderas blandas y eliminar la dependencia del exterior, se han rea-
lizado tareas de forestación en las tierras forestales es decir, en aquellas que tienen aptitudes fo-
restables. Estas suman 16 millones de hectáreas. Los montes de cultivo, según las últimas esti-
maciones- que corresponden al año 1983—, alcanzan 732.140 hectáreas. De la comparación de
ambas cifras surge que aún no se han aprovechado las posibilidades en este aspecto. El 85% de la
superficie de estas plantaciones se concentra en Misiones (28%), Corrientes (15%), Buenos Aires
(12,8%), Delta del Paraná (11%), Entre Ríos (7,8%), Río Negro (5,2%) y Córdoba (5%). Las espe-
cies plantadas están destinadas a suplir las carencias de los bosques naturales, especialmente en
maderas blandas, y de esta manera sustituir importaciones. Las plantaciones que abarcan mayor
superficie corresponden a las coníferas (43%): luego la siguen los eucaliptos (28 %), salicáceas
(26%) y otras (3%).
La falta de conciencia forestal en el país se ha manifestado a través de la explotación irracional
que se ha hecho, como así también en la imprecisión que existe en la evaluación del real potencial.
La preocupación por un manejo adecuado so puso de manifiesto en 1948, año en que se sancionó
la ley de defensa de la riqueza forestal. Un dato que en ella se aporta, es digno de ser mencionado
por constituir un llamado de atención en este aspecto. Cuando la proporción de superficie boscosa

20
TINTO, José, Situación forestal argentina, su inserción en el concierto mundial, Secretaria de Ciencia y Técnica, 1986.
21
Calculadas en base a los datos de TINTO, José, ob. cit.
22
TINTO. José, oh. cit.
de un país desciende por debajo del 20% de superficie, se producen lesiones graves al medio
ecológico; en nuestro país, los bosques y matorrales ocupan sólo el 16%. Hay que tener presente
aquí que la región árida Incide en (pie esta cifra sea baja. De todas maneras, es preocupante, ya
que la explotación de los recursos forestales puede provocar serios desequilibrios en el ambiente,
debido a las múltiples funciones que desempeñan en el sistema natural.
Muchas veces se ha citado que uno de los rasgos de nuestro país es el potencial de crecimiento
vegetal mayor, comparado con otros territorios. Al mismo tiempo se ha visto la posibilidad que
existe de forestar y reforestar con especies de rápido crecimiento. Por lo tanto, la expansión de este
recurso es posible. En esta acción, no sólo hay que tener en cuenta una mayor provisión de madera
utilizada con distintos usos, sino también las otras múltiples posibilidades que ofrece. Por un lado, la
vegetación constituye un elemento muy importante del ecosistema y una de sus variadas funciones
consiste en frenar los procesos de desertificación. Dadas las características de nuestro país, este
aspecto adquiere particular relevancia. Por otro lado, los bosques cumplen una función econó-
mico-social de indudable valor. El mantenimiento del capital forestal natural y su incremento indu-
cido, pueden tener importantes consecuencias en el abastecimiento interno, ahorro de divisas y
posibilidades de exportación. Por la ubicación extra-pampeana de los recursos forestales, la in-
tensificación de estas actividades, con criterio adecuado, puede tener una repercusión favorable al
constituirse en una fuente generadora de empleos y de ingresos regionales.

Comportamiento naturales sorpresivos derivados de anomalías climáticas

La región húmeda del país, como quedó visto anteriormente, constituye sólo el 25% de la su-
perficie. En esta parte del territorio se desarróllala mayor producción agropecuaria, la que, al estar
muy ligada a las contingencias climáticas, se ve afectada seriamente cuando éstas adquieren va-
lores extremos.
Esta faja húmeda, morfológicamente, se caracteriza por la presencia de depresiones que
presentan semejantes problemas y limitaciones en su uso y manejo, con excesos y déficit de agua
en ciclos bien marcados. Entre ellas se destacan la cuenca del Salado, el noroeste de la provincia
de Buenos Aires y el norte santafesino23. Además, la región presenta problemas derivados de la
erosión hídrica donde las pendientes son más pronunciadas.
La unidad morfológica pampa deprimida abarca una superficie de 90.000 km 2, en el centro de la
provincia de Buenos Aires. En ella, los desequilibrios climáticos tienen graves consecuencias de-
bido a la horizontalidad de su relieve y a la escasa pendiente hacia el este, que determina una
deficiencia en el drenaje. Esto se ve agravado por la presencia de cordones costeros de conchillas
y las variaciones de las mareas, que dificultan aun más su llegada al mar24. El área presenta serias
dificultades, dado que se producen ciclos de inundaciones y sequías, lo cual hace necesario
efectuar acondicionamientos para situaciones diametralmente opuestas.
En los períodos en que las precipitaciones son menores, se configuran serios déficit hídricos
porque se combinan con las altas temperaturas y elevada evapotranspiración estivales. En cambio,
cuando son cuantiosas en invierno, las dificultades que ofrece el relieve para la natural evacuación,
provocan el anegamiento de extensas áreas de interés productivo y de asentamiento de población,
dificultándose seriamente también el tránsito carretero y por ferrocarril.
En la pampa deprimida existen dos tipos de tormentas. Las más frecuentes tienen una duración
media de tres a cuatro días; pueden producir inundaciones si el suelo está previamente húmedo, lo
cual disminuye su capacidad de infiltración. El otro tipo corresponde a las de desplazamiento lento y
mucha mayor duración, que generan inundaciones extraordinarias. Las grandes tormentas obe-
decen a una persistente circulación anticiclónica, con flujo de aire húmedo tropical que prevalece
por períodos relativamente largos sobre la cuenca. Las condiciones de inestabilidad que genera el
contacto de esta masa de aire con la de aire frío del sudoeste, al sur de la cuenca del Salado,

23
BELLATI, Jorge F, BARBAGALLO, José F. y SABELLA, Luis A., "Recuperación de áreas deprimidas inundables mediante el
ordenamiento y manejo racional del recurso hídrico en cuencas organizadas o módulos", IDIA, N° 367-372, julio-diciembre, I978.
24
BARBAGALLO, José F, "Las áreas anegables de la pampa deprimida, un planteo agrohidrológico para su solución", UNESCO,
Actas del Coloquio de Olavarría, Hidrología de las grandes llanuras, abril, 1983.
provoca las lluvias y tormentas que pueden alcanzar centenares de milímetros25.
Las graves inundaciones se producen con una frecuencia media de cinco o seis años,
aproximadamente. Las grandes pérdidas económicas que ocasionan no sólo se limitan a perjuicios
inmediatos; la posterior evaporación de la humedad de los suelos provoca la salinización, cuya
recuperación es muy lenta y afecta a la receptividad ganadera de esta área, que se especializa en la
cría extensiva.
El hecho de poseer la parte media e inferior de la cuenca del Plata constituye un hecho favo-
rable desde el punto de vista de las mejores condiciones de navegabilidad, pero tiene como efecto
contrario la posibilidad de inundaciones. Guando éstas, alcanzan niveles extraordinarios, tienen
incalculables consecuencias por los daños que ocasionan en áreas agropecuarias, urbanas, obras
de infraestructura, etcétera.
Si bien las mediciones de niveles del río Paraná comienzan en 1901, se tiene conocimiento de
grandes crecidas anteriores, a fines del siglo XIX. Según estimaciones inferidas, se registraron las
siguientes crecidas históricas cuyos valores frente a Corrientes fueron26:
1612 y 1749 Habrían superado los 10,5 m
1812 9,53 m
1858 8,95 m
1878 8,65 m
En este siglo se destacan las crecidas de 1905 y 1966 por sus valores elevados, mayor volu-
men escurrido y duración más prolongada que las demás. Sus niveles fueron semejantes a los de
1878. La más reciente fue la ocurrida en 1983 y es la mayor del siglo XX. La altura frente a Co-
rrientes fue de 9,02 m y el caudal correspondiente en su momento de máxima de 61.000 m 3/seg.
Las crecidas de 1905 y 1966 tuvieron como máximos caudales 43.000 y 41.000 m 3/seg respecti-
vamente. Teniendo en cuenta que un caudal de 25.000 m3/seg en Corrientes—que corresponde a
una altura local de 5,5 m— constituye el límite a partir del cual comienza el desbordamiento, se
puede tener una idea de la magnitud alcanzada en 1983.
Esta última crecida fue el resultado de la concurrencia de múltiples factores. Una anomalía
climática hizo que las precipitaciones tropicales que normalmente ocurren en la cuenca del Paraná,
sufrieran un significativo aumento en 1983 y se desplazaran hacia el sur27. El comportamiento de
los ríos no sólo refleja la influencia de su fuente de alimentación, sino que cada cuenca constituye
un sistema donde la acción combinada de los elementos integrantes da un determinado resultado.
Entre éstos tienen importancia las características del relieve, de la vegetación, del uso de la tierra,
del clima y de las condiciones de humedad de los sucios. Cuando en una cuenca ocurren precipi-
taciones y los suelos se encuentran previamente húmedos a causa de otras ocurridas anterior-
mente, su capacidad de infiltración se ve limitada por la hidratación de las partículas coloidales y por
otros procesos que reducen el tamaño de los intersticios. La consecuencia de esta situación es un
mayor porcentaje de escurrimiento superficial. Los estudios realizados en este aspecto revelan que,
en 1983, los suelos de la cuenca registraban altos valores de humedad, lo cual ayudó a que las
cuantiosas precipitaciones se escurrieran, en mayor porcentaje, en forma superficial. Esta forma de
drenaje, al ser más veloz, que la circulación subterránea, provoca una rápida concentración de los
caudales en el colector principal, provocando altos y bruscos niveles.
La vegetación y las modificaciones realizadas por el hombre también intervienen, dándole ca-
racterísticas a las crecidas. La de forestación colabora con el lavado y compactación de los suelos,
disminuyendo su capacidad de infiltración y produciendo los mismos efectos citados en el caso de
estar los suelos previamente humedecidos. Para que un cambio en el uso del suelo afecte el
comportamiento de un río con una cuenca tan extensa como el Paraná, es necesario que el mismo
se efectúe abarcando una gran, superficie. Por otro lado, si esa fuera la única causa de la crecida
del 83, sus efectos debieron hacerse presentes en los años sucesivos. No se puede negar que la
tala de bosques pudo haber intervenido en forma parcial, pero la causa más importante la consti-
tuyeron las anormales precipitaciones, que también afectaron al oriente boliviano, con la secuela de
inundaciones, y a la costa de Perú, a través del fenómeno del Niño que obedece a trastornos at-

25
CANZIANI, Osvaldo F, y FORTE LAY, Juan A.. "Estudio de grandes tormentas en la pampa deprimida en la Pcia. de Bs As. y su
incidencia en el balance hidrológico", UNESCO, Actas del Coloquio de Olavarría. Hidrología de grandes llanuras, abril, 1983.
26
ORGANIZACIÓN TECHINT, "La gran crecida del Paraná de 1983", Boletín Informativo, N° 232, enero-febrero-marzo, 1984.
27
ORGANIZACIÓN TECHINT. ob. cit.
mosféricos.
Como consecuencia de esta crecida extraordinaria, 4.200.000 hectáreas quedaron bajo las
aguas y 250.000 personas debieron ser evacuadas. Las provincias más afectadas fueron Formosa,
Chaco, Entre Ríos, Santa Fe, Corrientes y Misiones, pero sobre todo la margen derecha del Paraná,
por su menor nivel. El caudal máximo de 60.000 m 3/seg, registrado en julio de 1983, tendría un
período de retorno de 220 años28.

Alterados comportamientos hidro-edáfico-biológicos derivados de un inadecuado manejo


antrópico de los ecosistemas

Para la ciencia del paisaje, ampliamente desarrollada en la Unión Soviética, el complejo terri-
torial natural resulta de la combinación, en una superficie determinada, de un geoma o subsistema
abiótico y de una biocenosis o ecosistema. Si a este complejo se le añaden los efectos de la acción
antrópica, se lo define entonces como un geosistema. Este concepto es más amplio que el de
eco-sistema de los ecólogos que se reduce a la relación de los seres vivos con el medio. La ciencia
del paisaje incluye en un geosistema todo el espacio en donde existen movimientos de masa e
intercambios energéticos29. Para que la acción del hombre no provoque desequilibrios en el geo-
sistema, es necesario conocer su dinámica y evitar las intervenciones parciales en el mismo. Pre-
cisamente, esta última ha sido la causa de los deterioros en los sistemas naturales, por la acción del
subsistema económico. La única manera de poder apreciar el grado de sensibilidad del medio, es
decir, su tolerancia a la intervención del hombre, es comprendiendo su dinámica30.
Por la diversidad de ambientes que tiene la Argentina, a lo largo de la historia de la ocupación
de su espacio, se han producido diversos procesos de deterioro, ya sea por las prácticas irracio-
nales de explotación o por la falta de conciencia del carácter integrado del sistema natural.
La presión por explotación selectiva que han sufrido las masas forestales, ha producido modi-
ficaciones en las mismas. La región chaqueña ha contribuido en gran medida, con sus recursos
forestales, al desarrollo económico del país. El tendido de las vías férreas, la evolución agríco-
la-ganadera que necesitó de postes para la potrerización, el uso de la lefia y el carbón con fines
energéticos para el desarrollo industrial y el transporte en las primeras etapas, son sólo algunos
ejemplos de tal afirmación31. La falta de criterio conservacionista y ecológico llevó a modificaciones
en las comunidades y a pérdidas en la superficie boscosa. En el Chaco occidental la presencia del
fachinal, constituido por arbustos de hojas chicas, es el resultado de un bosque degradado.
La vegetación cumple una importante misión morfogénica e hidrológica; donde ella existe, los
suelos se hallan protegidos --en las regiones secas de la erosión eólica y en las húmedas de la
erosión hídrica—; esto adquiere importancia en nuestro país por los fuertes contrastes que presenta
en la distribución de las precipitaciones.
La franja semiárida ha sido y es sometida a un proceso devastador de sus recursos forestales.
La explotación depredatoria del quebracho, con reducción de la superficie de bosques irremplaza-
bles por su lento crecimiento es un claro ejemplo. En San Luis y La Pampa, la intensa explotación
de que fue objeto el caldén por la introducción del ferrocarril y las necesidades de la Primera Guerra
Mundial, ha provocado un intenso proceso de erosión con formación de médanos. En la parte oc-
cidental de las sierras pampeanas, la práctica de una ganadería rústica, sin técnicas de manejo
adecuadas, ha provocado el deterioro de los campos por sobrepastoreo. Al mismo tiempo, la ex-
plotación forestal en el monte, con criterio destructivo, ha dejado como secuela la erosión de suelos
en los llanos y bolsones, con formación de médanos32. La región semiárida del país, denominada
frontera agropecuaria, presenta los ejemplos más típicos de voladuras de suelos por eliminación de

28
"La crecida del Paraná", en IDIA. Suplemento N° 40, 1983, pág. 67-69.
29
BERUTCHACHVILI, Nicolás y PANAREDA CLOPES, José M., "Tendencia actual de la ciencia del paisaje en la Unión So-
viética: el estudio de los geosistemas en la estación Martkopi (Georgia)", Revista de Geografía, Vol. XI, Nos. 1-2, ene-dic, 1977,
Depto. de Geografía, Universidad de Barcelona.
30
TRICART, Jean y KILIAN, Jean, La eco-geografía y la ordenación del medio natural, Ed. Anagrama, Barcelona, 1982.
31
LEDESMA, Néstor René y LEDESMA, Felipe Antonio, "La degradación del ecosistema en el Chaco seco", IDIA, N° 417-420,
Set-dic, 1983.
32
ANASTASI, Atilio B., "Propuesta para una clasificación de regiones áridas y en proceso de desertización en Argentina", Revista
Geográfica, Instituto Panamericano de Geografía e Historia, N° 95, México, enero-junio, 1982.
las formaciones leñosas del bosque y del monte33
Los geosistemas de las áreas semidesérticas y desérticas son altamente vulnerables; cualquier
modificación introducida por el hombre provoca una rápida desestabilización tendiente al deterioro.
La eliminación de la cobertura vegetal activa la morfogénesis, impidiendo los procesos pedogéni-
cos. No sólo el talado de bosques y de montes es la causa de tales procesos. La sobrecarga animal
provoca consecuencias. Tal es el caso de la Patagonia, donde una de sus riquezas más Impor-
tantes, los ovinos, son la principal causa de los procesos de desertificación. La recuperación de los
ecosistemas del desierto es lenta y difícil. Inciden las limitaciones de agua, las amplitudes térmicas,
la ventosidad, la gran insolación y la correspondiente evapotranspiración— y las lluvias torrenciales
La eliminación de la cobertura vegetal en regiones húmedas deja a la vista el rol hidrológico
que la misma desempeña. La falta de vegetación acelérala la compactación de los suelos, dismi-
nuyendo su capacidad de infiltración y acelerando el escurrimiento superficial, el cual tiene con-
secuencias en la activación de la morfogénesis, a través de la erosión hídrica. Esta adquiere un
grado mayor si los terrenos afectados presentan pendientes pronunciadas. Ejemplos de este tipo se
localizan en Misiones, Salta, Jujuy, Tucumán, Neuquén, Río Negro y Chubut. En las llanuras, la
erosión laminar que provoca el lavado de los suelos; es producto de la eliminación del bosque,
como ocurre en el Chaco húmedo. De esta manera, los compuestos orgánicos son arrastrados por
el agua, ocasionando las pérdidas de fertilidad.34
El laboreo agropecuario sin adoptar sistemas de producción conservacionistas continúa pro-
vocando serios deterioros en la faja húmeda. Prácticas agrícolas que dejan el suelo desnudo en
períodos lluviosos y cultivos efectuados a favor de la pendiente en Entre, Ríos, tierras dedicadas a
pastoreo, cultivos anuales y quema de bosques en Misiones, monocultivos sin prácticas para el
control de la erosión en la frontera agropecuaria del piedemonte sub-andino y el tradicional mo-
nocultivo algodonero en el Chaco han sido las principales causas de la erosión de los suelos 35.
La capacidad productiva de los suelos cultivables corre serio riesgo de disminución a causa de
los procesos erosivos. Los procesos de deterioro del ambiente se acentúan con las modificaciones
introducidas por el hombre en los sistemas naturales. El desmonte irracional, el pastoreo excesivo y
las prácticas agrícolas no adecuadas provocan erosión, salinización, inundación, agotamiento de
suelos, degradación de la vegetación y desertización. Una adecuada intervención en el complejo
territorial natural implica determinar el grado de fragilidad de los sistemas, para extraer el máximo
de provecho de ellos, sin degradarlos.

Recursos mineros diversificados con dispar conocimiento y valoración latente

No hace falta aquí transcribir los tradicionales inventarios de nuestros recursos minerales, que
reflejan la amplia gama de los mismos, pero no aciertan en la explicación de la verdadera pro-
blemática del sector.
Examinado el proceso histórico de la evolución de la actividad minera en nuestro país, es de
destacar; el notable impulso que recibió, sobre todo, a raíz de la Segunda Guerra Mundial. Este
conflicto marca el comienzo de un decidido cambio en la estructura económica del país, dando lugar
al inicio de la segunda etapa de sustitución de importaciones, basada en industrias que utilizaban
las materias primas minerales y sus derivados. Si bien este hecho alentó la explotación de recursos
locales, también incentivó una mayor demanda de productos del exterior. La apertura de un mer-
cado interno para la producción minera tuvo sus consecuencias en la puesta en producción de
yacimientos.
El sólo inventario de las existencias mineras no es suficiente para determinar si los yacimientos
son explotables. Apriorísticamente, puede suponerse que el extenso macizo cordillerano tiene
potencialidades mineras diversas. A pesar de los importantes aportes de los diferentes planes
cordilleranos llevados a cabo por el Estado, a fin de investigar y detectar recursos, la prospección
geológica es aún incompleta, aunque los resultados de los mismos constituyen un importante
aporte.

33
TINTO, José C, Relación del bosque, y las actividades forestales cotí otros recursos naturales y el ambiente humano, Tercer
Congreso Forestal, IFONA, Buenos Aires, 1978.
34
TINTO, José C., ob.cit.
35
MUSTO, J. C, "Erosión del suelo en la Argentina", en IDIA-INTA, Suplemento, N° 40,1983.
Ante la necesidad de infraestructura, la estructura agroexportadora privilegió la explotación de
minerales relacionados con la construcción; antes de entrar en crisis, proporcionó las divisas para la
importación de manufacturas, entre las que se contaban las que tenían como base a las demás
materias primas minerales. Ante las circunstancias actuales de los mercados para la producción
agropecuaria, no son convenientes para la balanza de pagos las erogaciones que significan las
importaciones de minerales; ésta sería una buena excusa para activar la producción nacional. Sin
embargo, el sector minero está reflejando la situación por la que atraviesa la economía nacional
—caracterizada por una recesión industrial que repercute en la actividad minera—, limitándole el
mercado interno.
Pareciera que existe una cierta concordancia entre la falta de una racional prospección y eva-
luación minera y la falta de mercado. Si no existe un incentivo en el consumo, resulta explicable la
falta de decisión para precisar los volúmenes minerales explotables.
Todas las apreciaciones sobre la situación de la actividad minera coinciden en que se halla en
un estado de estancamiento. Los factores que intervienen en la explotación de los recursos mineros
forman una trama intrincada en la cual resulta difícil encontrar el determinante. Tal vez, simple-
mente, pueda reducirse a uno: la accesibilidad.
Un recurso adquiere el valor de tal cuando cumple una función. La recesión industrial ha diluido
la valorización de los recursos mineros, para los cuales el mercado resulta de esta manera inac-
cesible. Los costos de producción no competitivos con los precios internacionales alejan también la
posibilidad de acceso al mercado externo. Muchas veces se ha justificado la falta de explotación de
yacimientos por su escasa accesibilidad —haciendo referencia a los factores físicos— sin tener en
cuenta que ésta se halla limitada, en mayor medida, por otros muy distintos de las condiciones
naturales. Uno de ellos lo constituye el mercado; los demás están representados por los recursos
financieros y tecnológicos y, también, por los intereses en juego.
¿Por qué no se han valorado nuestros recursos mineros? Tal vez un error de percepción nos ha
llevado a creer que las riquezas del país se encuentran en el sector agropecuario, lo cual no es del
todo desacertado si tenemos en cuenta que los mayores ingresos de divisas obedecen todavía a él.
Las regiones con potencialidades mineras no han recibido el impulso dinamizador y, precisa-
mente, por su característica de extrapampeanas se ven afectadas por un menor nivel de desarrollo
relativo. La explotación de los recursos mineros podría significar la ampliación de la base de sus-
tentación económica y propender al desarrollo regional.

Recursos energéticos de provisión equilibrada, con expectativa petrolera y potencialidad


gasífera

Los estudios realizados por la Secretaría de Energía expresan que el país ha llegado prácti-
camente al autoabastecimiento y que dispone de una amplia gama de recursos energéticos, los
cuales podrían verse incrementados mediante su uso eficiente y racional.
Todas las fuentes de energía convencionales se hallan presentes en el territorio y su partici-
pación porcentual en las reservas es la siguiente:
Carbón 5,2%
Uranio 9,6%
Gas 20,5%
Petróleo 13,6%
Hidroeléctricos 49,6%
Combustibles vegetales 1,5%

Resulta evidente la mayor disponibilidad de los recursos hídricos, concentrados especialmente


en la cuenca del Plata, que comprende el 56,8% de los mismos. Le sigue en importancia la vertiente
atlántica con el 39%. Desde el punto de vista regional, el Nordeste posee el 35,6% del potencial
hidro-energético, le sigue el Comahue con 27,1% y el litoral con el 23,8%. El consumo aparente de
hidroelectricidad representa el 12,3% del total, cifra que no muestra correlación con el potencial.
El petróleo le sigue en importancia. La mayor concentración de reservas probadas y probables
se localiza en la cuenca neuquina (43%) y en la del Golfo de San Jorge (32%). Las reservas totales
alcanzan 523 millones de t. El consumo aparente representa el 51% del total, o sea, muy por en-
cima de la participación en la oferta de reservas.
En cuanto el gas, el mayor porcentaje de reservas comprobadas se encuentran en la cuenca
neuquina (64,3%), seguida por la cuenca austral (15,2%) y la del Noroeste (14,6%). El consumo
aparente representa el 27,9%. Las reservas comprobadas y probables ascienden a 787 millones de
tep. (toneladas equivalentes de petróleo).
Las reservas de uranio representan 370 millones de tep. y el consumo aparente abarca el 1,9%.
Las mayores reservas se hallan en la región de Cuyo.
El 99% de las reservas carboníferas se localizan en el yacimiento de Río Turbio. El total de las
mismas equivale a 199 millones de tep. En el consumo aparente participa con 1,5 %.
Los recursos combustibles vegetales han sido estimados en 60 millones de tep y participan con
el 4,5% del consumo aparente.
A pesar de la preeminencia de las reservas de recursos hidroeléctricos, el consumo de energía
continúa dependiendo de los hidrocarburos. El petróleo y el gas natural representan el 90% de la
producción primaria de energía.
La diversidad de recursos energéticos disponibles está permitiendo un reacomodamiento en la
participación de cada uno. El tradicional balance energético está variando en sus términos. Len-
tamente se van produciendo incrementos en la participación de la producción primaria de la energía
hidráulica, nuclear y del gas, dada la superioridad de reservas de este último con respecto al pe-
tróleo; en los últimos diez años, éste ha disminuido su porcentaje en dicha estructura.
En cuanto a la evaluación de las reservas, no se ha seguido el mismo ritmo para el gas y el
petróleo. Las de éste no se han ampliado por una deficiente tarea exploratoria; en cambio las del
gas, debido al descubrimiento de nuevos yacimientos, han tenido un notorio incremento. En 1977,
los porcentajes relativos a las reservas de ambos, se invirtieron a favor del gas y su magnitud per-
mitirá, a largo plazo, sustituir al petróleo.

Extensos espacios marítimos con recursos oceánicos diversificados que esperan su valo-
ración

La Argentina posee un extenso litoral marítimo en el Atlántico Sur. El mar argentino tiene
aproximadamente 1 millón de km2 y apropiadas condiciones físicas para la vida marina. La exis-
tencia de corrientes marinas de diferentes temperaturas, debido a sus direcciones opuestas, de
aguas de surgencia en el borde de la plataforma que oxigenan y aportan nutrientes y de las aguas
costeras con características propias, le imprimen rasgos variables a la masa marina que determinan
hábitat diferenciados, apropiados para las distintas especies. Los estudios de las condiciones de
temperatura, salinidad, luminosidad, etc.; del agua de mar permiten diagnosticar la existencia de
medios adecuados para el desarrollo de una vida marina variada. Desde este punto de vista bio-
lógico se establece la riqueza potencial del recurso y se puede afirmar que la Argentina posee
zonas pesqueras, es decir, territorios marinos con condiciones apropiadas para que se desarrolle
una mayor concentración de especies.
Se ha calculado que nuestro mar alberga unas 300 especies, muchas de las cuales son de alto
valor comercial. Las estimaciones realizadas por el Instituto Nacional de Investigaciones y Desa-
rrollo Pesquero (INIDEP), ubicado en Mar del Plata, sobre las potencialidades y capturas máximas
posibles, se resumen en el siguiente cuadro:
Especies Biomasa (t) Captura Máxima Anual (t)
Merluza común 3.900.000 557.000
Merluza Austral 293.0.00 59.000
Abadejo 246.000 49.000
Polaca 532.000 106.000
Bacalao Austral 202.000 40.000
Merluza de Cola 424.000 85.000
Merluza Negra 69.000 14.000
Granadero 540.000 108.000
Calamar 467.000 ----------

La comparación de la suma de las capturas máximas posibles anuales (1.018.000 t) con el


monto efectivamente extraído (396.874 t en 1985) es demostrativa del potencial no aprovechado.
Tal cifra indica que el mar argentino es una zona rica biológicamente, pero que no lo es desde el
punto de vista económico, o sea, haciendo alusión al pescado -no al pez- y a la zona efectivamente
explotada. Se puede decir que es una porción del territorio nacional que no se ha incorporado al
proceso económico y que, por lo tanto, no genera riqueza. Esto lleva a revisar los conceptos de
pobreza y riqueza de nuestros "recursos". Para esto hay que analizar otros factores que intervienen
en esta actividad.
En el sector bonaerense, comprendido entre los 35° S y 41°S, las principales especies de
captura son la merluza, la anchoíta, el bonito, la corvina, la pescadilla y el atún. El puerto principal
es el de Mar del Plata, que concentra más del 90% del total de los desembarcos. El mismo cuenta
con instalaciones terrestres que abarcan todas las etapas del procesamiento del pescado, o sea,
fileteado, conserva, salazón, secado, harina y aceite, y los sistemas de enfriado y congelado. Más
del 85% de estas plantas se hallan en este puerto. También concentra las industrias complemen-
tarias para la atención de la flota, como los talleres de mantenimiento, astilleros y fábricas de artes
de pesca. Los sectores patagónico y fueguino abarcan el 60% y 15%, respectivamente, del mar
argentino. Las especies más capturadas son la merluza, el abadejo, la merluza de cola, la polaca, la
merluza austral y el granadero. Ni sus puertos ni sus flotas alcanzan los niveles del sector bonae-
rense. Sus instalaciones procesan Cantidades pequeñas de los desembarcos de sus escasas
unidades de pesca 36 . Esta descripción de las instalaciones terrestres de apoyo a la actividad
pesquera nos hace dudar de la existencia de verdaderas pesquerías en nuestras costas, enten-
diendo como tales al binomio unidad pesquera de captura-instalaciones terrestres de procesado,
preservado y comercialización37.

La flota pesquera está constituida por:

—flota costera: de tipo artesanal, contribuye con un 18%de los desembarques totales. Son
barcos de autonomía limitada que se hallan en alto grado de obsolescencia. Sus costos de
operación son altos por las necesarias reparaciones, alto consumo de combustible y antigüe-
dad de los sistemas, y equipos de pesca. El 80% de la flota costera tiene base en el puerto de
Mar del Plata; le siguen en importancia los puertos de San Antonio Oeste, Comodoro Rivadavia
y Bahía Blanca.

—flota de altura tradicional: constituida por barcos arrastreros que contribuyen con el 65%
de los desembarques totales. Se especializan en la merluza. Su autonomía está limitada por la
capacidad de conservación del pescado a bordo lo cual, en general, se hace en bodegas re-
frigeradas. Se estima que el 60% o 70% necesita ser renovado por sus altos costos de opera-
ción debido a su ineficiencia por antigüedad. Operan casi en su totalidad con base en el puerto
de Mar del Plata.
—flota de procesadores-congeladores: está constituida por 44 buques que realizan algunos
o todos los procesos a bordo. La mayoría tienen su asiento al sur del paralelo 40°S, utilizando
como base los puertos desde Bahía. Blanca hasta Puerto Deseado. Contribuye con el 17% de
los desembarques totales. También en este caso se hace necesaria la renovación de muchas
unidades por su alto costo operativo38.

La productividad real de la pesca se relaciona con la riqueza biológica, pero si se examina este
aspecto en los países donde la actividad pesquera constituye un renglón activo de la economía, se
caerá en la cuenta que más que el recuso natural importa la tecnología aplicada. Los ultramodernos
buques pesqueros pueden realizar sus operaciones muy alejados de sus puntos costeros de apoyo
por estar equipados para permanecer mucho tiempo en alta mar y poseen variados elementos que
les posibilitan extracciones en distintos hábitat, determinados en algunos casos por las diferentes
profundidades, que determinan artes de pesca especializadas. El poder de captura no depende

36
VALDEZ GOYENECHE, Jorge D, La estructura pesquera argentina. El problema pesquero en la economía argentina, EU-
DEBA, Buenos Aires, 1974.
37
VALDEZ GOYENECHE, Jorge D, ob. cit.
38
FAO, Informe Preliminar sobre la situación del sector pesquero argentino y lineamientos para la formulación de un plan de
ordenación y desarrollo pesquero. Misión multidisciplinaria, Bs. As., 1985.
sólo del número y tonelaje, de las embarcaciones39. El examen de las características de nuestra
flota revela su escasa productividad por su bajo poder efectivo de captura y conduce a la reflexión
con respecto a la accesibilidad de este recurso. Llama la atención que un país con un litoral marí-
timo tan extenso no se haya convertido en potencia pesquera. Esto demuestra que la sola exis-
tencia del recurso no basta, es necesario poseer la tecnología apropiada. Los datos relativos a la
flota pesquera modifican el concepto del factor distancia. La accesibilidad a los recursos ícticos no
puede medirse en la cantidad de km que separan al puerto de los cardúmenes, sino que depende
en mucho mayor grado del nivel tecnológico de los elementos utilizados. Aunque resulte paradójico,
la Argentina posee escasa accesibilidad al mar. Hay pueblos que no tienen accesibilidad física al
océano y a sus recursos, pero hay otros que no la tienen por su nivel tecnológico, porque el con-
cepto de accesibilidad de una zona de pesca «gira en torno a la posibilidad de aprovechamiento
económico de su riqueza, todo lo que limite su explotación o la anule, limita o anula la zona de
pesca para la economía».40 Si no se cuenta con artes de pesca adecuadas para la captura de
peces que habitan en profundidad, tal recurso es inaccesible; si no se dispone de sistemas de
conservación, las zonas de pesca se restringen a las áreas costeras cercanas, siendo inaccesible
cualquier recurso más alejado.
El factor distancia no sólo influye en el espacio y en el tiempo que separan a la zona de pesca
del punto de desembarco, sino que también afecta a las que median entre el puerto y el consumidor.
Esto conduce a la consideración del hinterland para la actividad pesquera41. El mismo se define
como el área de alcance de los productos de la pesca, en el cual el sistema de distribución de-
sempeña un rol fundamental, pero no se restringe sólo al concepto de superficie territorial sino que
involucra también aspectos relacionados con las características del mercado consumidor.
Las distancias que separan al puerto de Mar del Plata, principal punto de desembarco y el más
cercano a las mayores densidades de población del país, son grandes medidas en km y mucho
mayores aun consideradas en sus aspectos relativos. Si bien existen rutas pavimentadas, las dis-
tancias se ven afectadas también por el tiempo necesario para su recorrido, el cual no sólo depende
de la cantidad de km sino de las diferentes velocidades posibles, según las características de las
rutas y de los medios de transporte utilizados. El alcance a los distintos mercados consumidores
también depende de las características del producto y del equipamiento del vehículo utilizado. El
pescado destinado al consumo directo tendrá un radio de distribución diferente si se ofrece enfriado
o congelado. En cambio, los productos en conserva tienen un alcance ilimitado.42 Es sabido que en
nuestro país no se ha desarrollado la denominada cadena de frío, al menos en un nivel apropiado
para una eficaz distribución de los productos de la pesca; en consecuencia, el hinterland pesquero
está muy limitado por el factor técnico, más que por las distancias absolutas.
El hinterland también está determinado por factores humanos. El consumo de pescado por
habitante, alrededor de 4 kg anuales, es muy bajo comparado con el de la carne. Las considera-
ciones con respecto a la distancia, explican este hecho. Además, el mayor mercado consumidor --y
más accesible desde Mar del Plata—, constituido por el Gran Buenos Aires, se halla en el área
productora de carnes. Por otro lado, pretender que en el resto de las regiones consuman pescado
sin existir la oferta, es un absurdo.43 No puede hablarse de bajo consumo si no existen sistemas de
preservación adecuados para la comercialización y distribución en un territorio tan extenso. Si se
tiene en cuenta el alto precio relativo de los productos de la pesca, los límites del hinterland se
reducen, al quedar amplios sectores marginados por la inaccesibilidad al producto.
Al considerar los datos de biomasa, capturas máximas posibles al año y el monto total real
anual pescado, se hizo referencia al potencial sin aprovechar. De todas las especies existentes en
nuestro mar, sólo una veintena soporta la mayor presión por capturas. Aquí se hace necesario
revisar los conceptos de improductividad y de sobrepesca. Ambas hacen referencia a una explo-
tación no acorde con el capital biológico natural. Cuando el volumen extraído es inferior a lo per-
mitido, la actividad es improductiva; en cambio, si se extrae a un ritmo mayor que el de reproduc-
ción, se cae en la sobrepesca. Ambos valores no pueden apreciarse en forma global sino a nivel de

39
VALDEZ GOYENECHE, Jorge D, ob. cit.
40
VALDEZ GOYENECHE, Jorge D, ob. cit.
41
VALDEZ GOYENECHE, Jorge D, ob. cit.
42
VALDEZ GOYENECHE, Jorge D, ob. cit.
43
VALDEZ GOYENECHE, Jorge D, ob. cit.
cada especie. Este es un aspecto muy importante a tener en cuenta al planificar la actividad es
decir, en el momento de definir la política pesquera. La improductividad, que pareciera ser la ca-
racterística argentina, lleva necesariamente a la consideración de todos los factores que hacen a la
actividad, fundamentalmente el de la accesibilidad, ya que resume los aspectos tecnológicos y
sociales involucrados. Para que nuestra zona de pesca sea incorporada al campo económico es
necesario hacerla accesible.

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