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24 Feb 2019 - 12:00 AM


Por: Tola y Maruja
NO NOS CONSTA
Tola y Maruja, al calabozo por una
empanada
Hoy se dañó el desayuno porque Tola salió muy temprano a comprar empanadas
y al rato volvió toda embejucada porque la policía la cogió in fraganti y la
encerró.

Figurate, Maruja —dijo Tola, acezando—: salgo yo por las benditas empanadas y
en la Plaza de Bolívar una señora de masifalda me hizo señas pa que me le
arrimara.

Yo creí que me iba a preguntar alguna direción, pero no, me dijo pasitico, y
mirando pa los laos: ¿Busca empanadas? Y como me cogió cortica, yo de boba le
dije que sí.

Las tengo calienticas —me dijo, y en la voz y los ojos brotaos se me hizo
conocida—. ¿Dónde? —pregunté yo, porque no le veía olla por ninguna parte.

Aquí —me dijo, y se alzó la masifalda y me mostró una ollada de empanadas,


todas naranjadas de tanto azafrán—. ¿Ha oído hablar de la “economía naranja”?
—dijo, volviendo a tapar la olla.
Qué pena con sumercé —le dije, apartándome—, pero yo no compro ilegal... Por
favor —me agarró el brazo como agarra el náufrago la tabla—, tengo seis hijos
pa mantener...

Lo siento, doña —le dije—, quién la mandó a tener tantos buchones. El cardenal
López Trujillo, alma bendita, nos prohibió el condón —dijo la señora, echándose
la bendición.

Tenga, pruebe —me dijo, sacando una empanada—, son como deben ser: como
empanadas de iglesia, que tiene más carne un pensamiento de san Luis
Gonzaga... Pruebe sin compromiso, tía.

Yo de mensa le recibí la maldinga empanada y la mordí: deliciosa, de pura papa


y ogao... ¿Tiene ají? —le pregunté, sellando mi sentencia—. Y del bueno —dijo
ella, destapando un frasco de incurtido con güevo duro picao.

Y cuando yo, de metida, jalaba otra empanada de la olla que la señora escondía
debajo de la masifalda, ¡taque!, nos rodeó la policía. ¡Ay!, del berriondo susto me
tragué el cuerpo del delito.

¡Escupa la empanada, misiá! —me dijo el policía apretándome el cuello—. ¡Cuáf


enfanada! —esclamé yo, hogándome—. ¡Cómo que cuál! —dijo el policía—. La
delata ese grasero en la jeta.

Nos llevaron al CAI y nos rumbaron pal calabozo... Se le va a ir hondo, misiá —


me dijo el policía—: el ají es un agravante, y su barriga nos indica que tiene
antecedentes.

En el hijuemadre calabozo había varios detenidos por comprar empanadas en la


calle, pero uno me dio pesar: el muchacho al que cogieron comiéndose un
buñuelo... un falso positivo.
Como estábamos tan apiñaos en el calabozo, se ensolbó un bochorno pegotudo y
la señora de las empanadas se quitó la masifalda y la peluca, y ahí la reconocí:
¡Petro!

¿Qué hace disfrazao? Ay, tía, estoy pasando las verdes y las maduras —dijo
Petro quitándose las pestañas postizas—: embargao, con deudas multimillonarias,
con Jolman Morris haciéndome sufrir...

Uno de los detenidos lo reconoció y le dijo: Uy, dotor Tavo, sumercé sí está en la
inmunda... Primero lo pillan recibiendo fajos y ahora lo pescan de jíbaro de
empanadas.

Pero, Tola, ¿cómo te soltaron? —pregunté yo, ansiosa por saber el final—. Nos
apuntaron en la re de informantes y que sapiáramos algún vecino empanadicto...
Y di tu nombre.

Ñapita: Presidente Duque, por favor firme la ley estatutaria de la JEP... No nos
decepcione a los que no votamos por usted.
Grafitis: Tumbamos el edificio Mónaco pa olvidar a Pablo Escobar y los
escombros los arrojamos sobre Hidroituango.
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