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(Antología de textos)
Salamanca
2008
Los textos son propiedad de sus
autores o, en su caso, de los
herederos que marque la Ley;
han sido utilizados con fines
didácticos y pedagógicos, sin
intereses económicos ni ánimo
de lucro.
Imprime:
Artes Gráficas JOMAN, S.A.
Salamanca
A Enrique Valdeón
Estudio es ayuntamiento de maestros et de escolares que es fecho en
algún lugar con voluntad et con entendimiento de aprender los saberes
ALFONSO X
9
Oye, necesito cuatro o cinco textos sobre educación para unas lectu-
ras… En una especie de paseo literario, en una reunión pedagógica…
Celebramos los veinticinco años de profesión…
Nada, nada, cuenta con ellos…
¡Qué soñar gozoso! ¿Quién no siente la emoción –o la necesidad– de
recitar en una reunión entrañable a unos rectores de la educación, algunos
ya hechos a sus mullidas alfombras cuando no a imponer a la enseñanza
dirección y sentido, el texto machadiano:
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LUGAR DEL ÁBACO
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Ahí terminó la primera aventura de este libro.
La segunda se inicia cuando Enrique regresa a mis soledades y me dice
que lo editamos en lo que fue (y es) nuestra (suya y mía) PASIÓN DEL
LUCÍA.
Al anochecer sentí de nuevo la tristeza, la andadura de la tristeza y de
la sombra, lo inútil de la verdad y de la memoria. Aunque mi escritura es
la poética y la he desarrollado plena y gozosamente, sin editores y sin flo-
res mustias, día a día el poema como un pan de horno; aunque ese haya sido
mi trayecto literario –¿quién pretende medir la dicha por los premios?–,
lejos de casa saben y aquí algunos, que he hecho crítica literaria, antologí-
as y –ya viejo– libro de memorias…
Cuando escribes sobre la infancia, en el eterno retorno, es que ya no
puedes escribir de ninguna cosa… Las ciegas parameras…
Enrique sabe que memoria (y de infancia) era el libro LOS DÍAS
AZULES, publicado en 1988 en esta colección y reeditado en LF edicio-
nes en el 2000, tantas veces imitado y copiado, siempre silenciado por
los críticos y santones de la ciudad amurallada.
Enrique Valdeón sabe, como Director de esta colección, que nosotros
publicamos la más nueva y moderna antología taurina, sólo superada por
dos en España, una de ellas del venerable Cossío; y sabe también, porque
le duele a él, no a mí, que las autoridades políticas o culturales, contrata-
ron –a buen precio– a sabios del toro y del recital, con un pobre bagaje y
una voz exquisita, inútil para tanta vanagloria. Al pasar Peñaranda se pre-
guntaron:
–¿Qué les decimos a estos?
Nosotros permanecimos pobres y callados.
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LUGAR DEL ÁBACO
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Muchas tardes del otoño, al calor de la panadería y de sus hornos, releí
e inventé muchos textos, los hice vida y milagro, devocionario y metodo-
logía. ¡Entonces no había dimensiones curriculares!
Con ellos me fui a Ronda (Málaga) como Profesor de Literatura. Los
amplié al amor de la serranía, pude esparcirlos entre atentísimas alumnas
de mi Instituto con las que fui duro en sintaxis y en ortografía (perdón)
creyendo que aquello servía para algo y a pesar de la dureza, ellas, la ciu-
dad entera viene a mí o voy yo a ella, siempre con un gesto de amor sobre
las torres del alma.
Ronda fue mi destino y mi amor, mi vocación y el encendido lugar de
la lejanía. Eterna, mítica, al menos ahora en el vano intento de apresar el
tiempo (ido).
Dejé el sur en cuerpo, no en alma, por aquello de los Cuerpos y llegué
a Vitoria como Catedrático de Lengua y Literatura. En Vitoria, donde
muchos no hubieran resistido en aquella época ni de bedeles, pasé algunos
años hermosos y tuve compañeros, alumnos y amigos, los tengo aún en la
hermosa ciudad; mis alumnos vitorianos, me enseñaron a beber el vino de
Rioja y a valorar la carne asada, me enseñaron que las chuletillas de cor-
dero se asan al sarmiento, que no es poca sabiduría entre la huida y la san-
gre de aquellos tiempos. Me llamaron, lejanos, y los amé cuanto pude.
¡Gracias a la llanada alavesa donde fui tantas veces alumno de
Zugarramurdi!. Si sirve para algo, desde allí, gané un Premio internacio-
nal de Poesía, El Bardo, con Tiempos de penuria, inédito, claro, a pesar del
prestigio del Jurado.
Del esplendor de los cargos me salvó la campana. Tarde, de resultas,
en julio de 1977 o 78, cuando yo preparaba un nuevo curso para el
Francisco de Vitoria, así se llamaba el Instituto, me trasladaron a Béjar
(Salamanca).
Béjar. Sabrán que no soy de allí porque le pongo tilde. Odio la deja-
dez de esas ciudades que llevan la tilde clavada en el alma y la olvidan en
sus comisarías de cultura, en sus ayuntamientos plenos, cuando no la des-
precian: Béjar, Hervás, Úbeda… (Les recomiendo un viaje a la hermosa
ciudad, casi machadiana, donde pueden leer todos los rótulos sin tilde o
algo más concreto: Ceramicas Gongora, Ubeda, Jaen).
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LUGAR DEL ÁBACO
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La dedicatoria en las SOLEDADES, de Góngora (1611).
La dedicatoria del QUIJOTE (1605).
¡O Duque esclarecido!
templa en sus ondas tu fatiga ardiente,
y entregados tus miembros al reposo
sobre el de grama césped no desnudo,
déjate un rato hallar del pie acertado
que sus errantes pasos ha votado
a la Rëal cadena de tu escudo.
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LUGAR DEL ÁBACO
No sé, quizá porque “el hombre quiere caer donde el amor fue suyo un día”
o porque como dice el viejo proverbio: De joven admiras al pájaro que vuela
adonde quiere y de viejo al árbol que muere donde nace”.
¡Volver a Salamanca!
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El temblor.
– Mira, aquí el Secretario, Carlos Usero…
– Sí, sí. ¿Con qué Usero hacía yo atletismo?
– Debió ser con mi hermano José María…
– ¿Tomamos un café?
– Sí, sí.
Vislumbro al señor del bar que está detrás de la barra. Oye, ¿cómo te
llamas?
– Isidro.
– No lo olvidaré, es el nombre de mi padre…
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LUGAR DEL ÁBACO
1.– El maestro
2.– La clase
3.– La disciplina
4.– La lección
5.– Los recuerdos
6.– ¿Quién educa?
7.– Visita de padres
8.– La teoría
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Sobra perchero para las pocas posesiones
de Machado en la ciudad andaluza,
siempre en la venta, entre los olivares, a
medio camino de Úbeda a Baeza, donde
la encina negra por entre cuyos ramajes
revolaba la lechuza...
LUGAR DEL ÁBACO
…Hacedme
un duelo de labores y esperanzas.
Sed buenos y no más, sed lo que he sido
entre vosotros: alma.
Vivid, la vida sigue,
los muertos mueren y las sombras pasan,
lleva quien deja y vive el que ha vivido.
¡Yunques sonad; enmudeced, campanas!
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El sentido de entrega que tiene toda enseñanza:
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LUGAR DEL ÁBACO
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I
EL MAESTRO
Maqueta de Francisco Blanco
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En tierra de tomillos, donde juegan
Mariposas doradas…
Antonio MACHADO
(Baeza. 21 de febrero 1915)
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I - EL MAESTRO
E l colegio a que me llevaron no bien había dejado las sayas era uno de
los más famosos de la villa. Era colegio y no escuela –no vale confun-
dirlos–, porque las escuelas eran las de de balde, las de la villa, por ejemplo,
a donde concurrían los chicos de la calle, los que se escapaban a nadar en
los Caños, los que nos motejaban de farolines y llamaban padre y madre a
los suyos, y no como nosotros papá y mamá.
Miguel de UNAMUNO
(Bilbao,1864 – Salamanca,1936)
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La madera de pino de los pupitres, el
agujero para encajar el tinterillo de
porcelana, el aire rancio de viejo
caserón, los baldosines antiguos,
desgastados por tantos pasos al soniquete
de la recitación o la precisa palabra del
hambre y de la fórmula…¡Pero en estos
pupitres del Instituto de Baeza se
sentaban en octubre de 1913 los alumnos
que vieron entrar una mañana al profesor
de Francés, de torpe aliño
indumentario, y que se llamaba Antonio
Machado!. “Hombre, no sabíamos que era
usted hermano del famoso Manuel
Machado!” le dijo en Soria un contertulio.
I - EL MAESTRO
Antonio MACHADO
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I - EL MAESTRO
BRINDIS
A mis amigos de Santander que festejaron mi nombramiento profesional
Amigos:
dentro de unos días me veré rodeado de chicos,
de chicos torpes y listos,
y dóciles y ariscos,
a muchas leguas de este Santander mío,
en un pueblo antiguo,
tranquilo
y frío.
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Pero un día tendré un discípulo,
un verdadero discípulo,
y moldearé su alma de niño
y le haré hacerse nuevo y distinto,
distinto de mí y de todos; él mismo.
Y me guardará respeto y cariño.
Y ahora yo os digo:
amigos,
brindemos por ese niño,
por ese predilecto discípulo,
por que mis dedos rígidos
acierten a modelar su espíritu
y mi llama lírica prenda en su corazón virgíneo,
y por que siga su camino
intacto y limpio,
y por que este mi discípulo
que inmortalizará mi nombre y apellido,
...sea el hijo,
el hijo de uno de vosotros, amigos.
Gerardo DIEGO
(Santander 1896 – Madrid 1987)
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I - EL MAESTRO
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recitó en voz alta y cavernosa los versos de don Diego Tenorio, cuando
entra en la Hostería del Laurel, en el drama de Zorrilla:
Pío BAROJA
San Sebastián,1872 – Madrid 1956
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I - EL MAESTRO
EL MAESTRO
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En l915 edita Calleja esta edición del
Quijote. La que había en mi casa,
deshilachada ya la hilatura de los
cuadernillos, la que nos leía mi
padre, en la que él aprendió a
entonar, ver y juzgar el mundo, lleno
por entonces de molinos y endriagos,
donde aprendimos todos que
Cervantes se burlaba, pero…
¿de qué se burlaba Cervantes?
I - EL MAESTRO
P ero don Arno era un hombre alegre que enseguida espoleó la curiosi-
dad de sus alumnos. Los encerados empezaron a brillar con el exótico
esplendor de los cromos, nutridos de selvas y fieras salvajes y paisajes pola-
res en los que la tiza era una nieve seca que flotaba en los icebergs.
Poco a poco comenzaron a seguirle, fascinados por aquella habilidad,
pertrechados con el papel barba y los carboncillos y los difuminos, aten-
diendo sus indicaciones para dibujar los objetos más triviales y cercanos,
que él les descubría con una mirada nueva en su representación.
Y las hijas (de Don Arno) no tardaron mucho en recurrir a ellos, esta-
bleciendo un juego de preferencias y olvidos, como el de esas primas mayo-
res que entretienen sus ensoñaciones simulando los cariños y los agravios
que se tejen en las novelas.
...
Con don Arno iban y venían por los patios y el monte, sin que exis-
tiera distinción entre el recreo y la clase, conociendo, sobre la indicación
siempre alerta de su mano, lo que en el paisaje jamás habían visto, el des-
cubrimiento de tantas cosas que deberían representar esos dibujos.
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I - EL MAESTRO
Manuel AZAÑA
(Alcalá de Henares –M,1880 –Mantauban – F–1940)
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I - EL MAESTRO
IN MEMORIAM
A una profesora de Historia
A prendí
la interminable lista
de reyes godos y el mundo
no fue mío ni tu historia
violeta como tus ojeras de doncella
si acaso
en las cálidas tardes con trompeta
de principiante en el patio
tu mano de profesora culta
dividió mi mundo proletario
saber o no saber
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a directores de Banco, asépticos
buenos, higiénicos, sin remordimientos
inútil historia la de mi clase,
por ti y por mí desconocida entonces
cuando eras una princesa omnipotente
y yo tu juglar de versos vergonzosos
ni siquiera
conocedor de tu sexo, ni tu tiempo
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I - EL MAESTRO
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– ¡Sí, sí!
– ¿Por qué miras tanto mi uña? ¿Es que le tienes también miedo?
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– Por ella perdí lecciones; los chicos se quejaban a sus padres, y algu-
nos quisieron que la recortase. Claro, prefería irme. ¡Recortarla! Es lo que
más pertenece a mi voluntad. Ves larga esta uña porque yo he querido.
– ¿Y si se le rompe?
Gabriel MIRÓ
(Alicante 1879–Madrid,1930)
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I - EL MAESTRO
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T res maestros de tres aldeas: don Luciano Alegre en Lastra del Cano,
arrancado de su casa y fusilado en la carretera de Hermosillo. Don
Antonio Muñoz, maestro en la escuela de Cardedal donde yo estudiaría
luego, que, sintiéndose en peligro las semanas últimas del mes de julio,
decidió cruzar de noche la sierra para unirse a la otra zona y, detenido por
un guarda forestal, que lo entregó a la Guardia Civil, fue fusilado en la
Plaza Mayor de Barco de Ávila. Don Daniel Leralta, maestro de
Navasequilla, el pueblo más alto de España, junto con Trevélez en Sierra
Nevada, y desde el que se tiene la vista más sobrecogedora del pico
Almanzor y de las crestas del macizo.
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I - EL MAESTRO
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EL PROFESOR DE LA ASIGNATURA,
en FAUNA CARPETOVETÓNICA.
De TIMOTEO EL INCOMPRENDIDO Y OTROS PAPELES IBÉRICOS, NyC, 1970.
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Francisco Javier Sánchez Pérez
en su “Carta al maestro”
(v. pág. 69) describe una
mesa como esta.
También es la del aula de
Machado, en el “pueblo
húmedo y frío…entre andaluz
y manchego” que no pudo
borrarle con los limonares
verdes, la sombra de las
encinas, la sombra de Soria…
I - EL MAESTRO
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procaz, con el mal hablado y con el libidinoso. Ante tales compañeros me
sentía indefenso y angustiado. No podía ponerme en el plano que ellos y
esto me creaba situaciones difíciles que a veces no tenían otra salida que los
puñetazos; aunque nunca fui peleón.
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I - EL MAESTRO
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Miguel de UNAMUNO
(Bilbao, 1864 – Salamanca, 1936)
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I - EL MAESTRO
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E ra el tal colegio una gran bohardilla, con salidas a los tejados y una
ancha estancia atravesada, a modo de columna cuadrada, por una chi-
menea. Había una campanilla de cordel para que llamaran los sirvientes y
criados al ir a buscarnos y para que arrancáramos o cortáramos el cordel de
vez en cuando.
Miguel de UNAMUNO
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Plano general de una escuela en la
maqueta de Paco Blanco. Se
aprecian, de izquierda a derecha, el
ábaco, el ánafe –la estufa–, los
murales de trabajo y, por supuesto,
los pupitres y sus ordenadas armas
limpias –sin mote–:
Pizarras, lápices, tinteros…
Las ventanas son el aire y la lejanía.
I - EL MAESTRO
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...
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– Ya lo ves, Martín, ni de estos se puede uno fiar. En las estampas son-
ríen a todo el mundo; llevan juguetes para todos. Pero de noche van de mal
humor. Si ven una calle sucia, tiran de la rienda a los camellos y se van por
la otra. ¡Y ya puedes poner zapatos en el balcón!
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I - EL MAESTRO
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Camila, la Lepórida, se portó mal con él; eso desde luego; don Moisés,
el maestro, anduvo enamoriscado de ella una temporada y ella le dio cala-
bazas, porque decía que era rostritorcido y tenía la boca descentrada. Esto
era una tontería, y Paco, el herrero, llevaba razón al afirmar que eso no
constituía inconveniente grave, ya que la Lepórida, si se casaba con él,
podría centrarle la boca y enderezarle la cara a fuerza de besos.
Miguel DELIBES
(Valladolid 1920)
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I - EL MAESTRO
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Pío BAROJA
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Antonio Blázquez Madrid,
el cura de San José, de cuyas búsquedas
didácticas hemos dado pruebas en este
libro, propone una regla nemotécnica
para aprender los ríos de España.
I - EL MAESTRO
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EL PROFESOR
SY sehablar
e ha visto al docto profesor que no entiende
largamente de lo que no entiende.
le ha visto sonreír con la elegancia de la marioneta
mientras movía cadenciosamente sus brazos.
El bello discurso, la paloma ligeramente pronunciada,
el acento picudo dejado concienzudamente caer un poquito más
allá de la vocal,
el dibujo de la martingala, el fresco vapor desprendido de cada
uno de sus ademanes,
todo, todo conjugaba deliciosamente con su sonrisa.
Porque el docto profesor que no entiende
sonríe cordialmente por las mañanas,
golpea a la tarde con gozo sobre los omoplatos,
y por la noche, vestido con sus más delicadas jerarquías,
sabe decir con finura: "Oh, no, todos somos iguales".
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Él opone su duro caparazón lo mismo para las ideas que para los
sentimientos.
Pero, oh, él es el duro, el durísimo, el riguroso, el conocedor y
el erguido.
Vicente ALEIXANDRE
(Sevilla, 1898, – Madrid, 1984)
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I - EL MAESTRO
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en latas de sardinas de kilo, con una largo alambre como agarrador, o nos
acercábamos por turnos a calentarnos en el brasero de D. Paco. La mesa del
maestro era rectangular, con un reborde ancho de madera y un centro de
hule negro desgastado. Había un tintero y una regla que era una continua
amenaza.
Cuánto agradezco hoy todavía aquel beso. Cuánto supuso para mí,
niño aún de doce años. Cuánto de ánimo y de confianza hizo crecer en mi
espíritu tierno. Ahí es nada volver uno con sus buenas notas al pueblo y
sentir el orgullo y el cariño de su maestro.
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I - EL MAESTRO
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Soy Ezequiel García –me dijo–. Soy el maestro del pueblo de Arriba.
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Cuando le devolví la visita, después de una buena caminata monte arri-
ba, me quedé perpleja. En la sala de la escuela, sombría y con ventanas
pequeñas, al fondo, junto a la pizarra y la mesa del maestro, había una cama,
cubierta con una manta parda. Al observar mi estupor se apresuró a confir-
mar lo que era evidente.
–Sí, Gabriela, aquí duermo, aquí está todo lo que me pertenece…
Josefina R. ALDECOA
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I - EL MAESTRO
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Francisco AYALA
(Granada, 1906)
REGRESO A GRANADA,
en DE MIS PASOS EN LA TIERRA,
Crisol, Aguilar, 1996.
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Los alumnos de Don Tadeo Martín, Maestro
Nacional de San Muñoz (Salamanca) desde
1907 a 1935. ¿Serán los años 30? Ver en otro
lugar –pág. 218– la foto de las “niñas”
presidida por la esposa de Don Tadeo, Maestra
también, Dª. Elvira Viñas.
No hay coeducación.
(Foto gentileza de Pruden)
II
LA CLASE
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II - LA CLASE
RECUERDO INFANTIL
Es la clase. En un cartel
se representa a Caín
fugitivo, y muerto Abel,
junto a una mancha carmín.
Antonio MACHADO
POESÍAS COMPLETAS, V.
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Villafeliz de Babia, Truébano de Babia,
Villasecino… A la sombra de Peña Ubiña (2.411
metros) pero volcados hacia Castilla, a orillas del
río Luna… He aquí una imagen de la escuela de
Truébano de Babia, concretamente el “Día del
árbol” de 1920. Como en otras que hemos
mostrado, las alumnas están hermosas, algunas
ya mayores llevan varas de avellano, fuertes,
verdes aún, para pasar los arroyos, saltar los
muros o ahuyentar al oso que viene, ciego, a los
colmenares. “Son mi tío Emeterio, mi tía Isabel,
mi tío Urbano…, ¡La otra es mi madre!…”
dice Enrique Valdeón. Y es verdad.
II - LA CLASE
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– Ahora tú. ¿Cuál fue la mejor reina de España?
– Isabel la Católica.
– ¿Por qué?
– Porque luchó contra el feudalismo y el Islam, realizó la unidad de
nuestra patria y llevó nuestra religión y nuestra cultura allende los mares.
La maestra, complacida, le explica al viajero.
– Es mi mejor alumna.
La chiquita está muy seria, muy poseída de su papel de número uno.
El viajero le da una pastilla de café con leche, la lleva un poco aparte, y le
pregunta:
– ¿Cómo te llamas?
– Rosario González, para servir a Dios y a usted.
– Bien. Vamos a ver, Rosario, ¿tú sabes lo que es el feudalismo?
– No, señor.
– ¿Y el Islam?
– No, señor. Eso no viene.
La chica está azarada y el viajero suspende el interrogatorio.
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II - LA CLASE
Manuel AZAÑA
(Alcalá de Henares, 1880 - Montauban -F- 1940)
79
II - LA CLASE
Papá, el Sol le dice a los planetas por dónde tienen que ir...
Miguel de UNAMUNO
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II - LA CLASE
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"Porque yo tengo libros, ¿sabes? Tengo libros. ¿Y tú? ¿No tienes libros?"
"No. Los de estudio, nada más". "Y en tu casa, ¿no hay?"
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II - LA CLASE
LA CLASE
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II - LA CLASE
Aníbal NÚÑEZ
(Salamanca, 1944-1987)
TRÍPTICO DE LA INFANCIA, 2, en FÁBULAS DOMÉSTICAS, 1972
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II - LA CLASE
AL COLEGIO
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Yo bogaba en el humo dulce, y allí la mariposa no se extrañaba.
Pálida en la irisada tarde de invierno,
se alargaba en la despaciosa calle como sobre un abrigado valle
lentísimo.
Y la vi alzarse alguna vez para quedar suspendida
sobre aquello que bien podía ser borde ameno de un río.
Ah, nada era terrible.
La céntrica calle tenía una posible cuesta y yo ascendía, impulsado.
Un viento barría los sombreros de las viejas señoras.
No se hería en los apacibles bastones de los caballeros.
Y encendía como una rosa de ilusión, y apenas de beso, en las
mejillas de los inocentes.
Los árboles en hilera eran un vapor inmóvil, delicadamente
suspenso bajo el azul.Y yo casi ya por el aire,
yo apresurado pasaba en mi bicicleta y me sonreía...
y recuerdo perfectamente
cómo misteriosamente plegaba mis alas en el umbral mismo del
colegio.
Vicente ALEIXANDRE
En HISTORIA DEL CORAZÓN, 1945-53.
ANTOLOGÍA TOTAL, Seix Barral, Barcelona, 1975.
90
II - LA CLASE
Miguel DELIBES
(Valladolid, 1920)
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II - LA CLASE
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II - LA CLASE
11
HISTORIA DE LA FILOSOFÍA
95
II - LA CLASE
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La Mnemotecnia de D. Antonio.
Veamos La Coruña.
Los versillos del maestro hacen recordar
los pueblos importantes,
normalmente los partidos judiciales.
En una tarde de frío, el alumno ha
copiado lo que el maestro le dictaba sobre
las características de la provincia.
En el recuadro se dibujaba el mapa de la
misma; nótese con qué precisión
cartográfica y qué costa mediterránea
tenía para mí La Coruña a los diez años.
Más tarde el Mediterráneo se fue
retirando hasta Cartagena; es lo que se
llaman los plegamientos alpinos, digo yo…
II - LA CLASE
13
LA MIGA
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II - LA CLASE
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101
El peligro se acentuaba desde veinte hacia abajo, porque el verso exi-
gía la experta prolongación de algunas vocales:
Ramón CARNICER
(Villafranca del Bierzo, 1912 - Barcelona 2007)
102
II - LA CLASE
15
D ijo que le gustan las clases como la que hemos dado hoy, con pocas
alumnas, pero que le extraña el poco interés que tienen las chicas de
todos los cursos, y más todavía que las que faltan le pongan pretextos de
enfermas, habiendo advertido él desde el primer día que piensa dar apro-
bado general y no poner faltas de asistencia. Por lo visto siempre lo ha
hecho así, también en otros sitios donde haya dado clase, en el extranjero
o donde sea, esto de no obligar a nadie a aprender; dice que nada más
atiende el que tiene ganas y que por eso no da sobresaliente ni nada, para
que el que estudie no lo haga por la nota, sino por el interés de aprender.
103
II - LA CLASE
16
105
Y en las muertas pizarras,
el ángel de los números,
sin vida, amortajado
sobre el 1 y el 2,
sobre el 3, sobre el 4...
Rafael ALBERTI
(Puerto de Santa María, 1902-1999)
106
II - LA CLASE
17
107
II - LA CLASE
18
Rosa CHACEL
(Valladolid, 1898 - Madrid, 1987)
109
II - LA CLASE
19
Francisco AYALA
(o.c.)
111
Un niño de la postguerra, angelote caído de
un retablo barroco, alumno del Colegio
Público -¡sí señor!– “Guzmán el Bueno” en el
Reino de León.
La figura religiosa y el mapa encuadran la vida
de estos años, no tan lejanos.
La fotografía corresponde al curso 1958-1959.
(No, no, yo fui a escuela de pago, ya he dicho,
al Colegio de San José, también en el Reino de
León, pero no en León capital que es donde
está hecha la fotografía).
Muy cerca de las tierras que narra Josefina
Aldecoa (v. texto II, 20).
II - LA CLASE
20
113
– Aquí no ha venido usted a pintar la escuela. Aquí ha venido usted a
tener a los chicos bien enseñados. Así que déjese de pinturas.
Josefina R. ALDECOA
114
III
LA DISCIPLINA
III - LA DISCIPLINA
Miguel de UNAMUNO
RECUERDOS DE NIÑEZ Y MOCEDAD, II, Austral, 11 y ss.
117
III - LA DISCIPLINA
119
III - LA DISCIPLINA
Ignacio ALDECOA
(Vitoria, 1925 - Madrid, 1969)
ALDECOA SE BURLA, en CUENTOS COMPLETOS, Alianza, 1973
121
III - LA DISCIPLINA
L osse acomodaban
castigos corporales de doña Manuela –dejando aparte los verbales–
a la siguiente escala:
Golpe de regla en la palma de la mano, con alguna que otra desvia-
ción a la cabeza.
Golpe de regla en la punta de los dedos, recogidos en haz –en la forma
que se usa para indicar que hay mucha gente en un sitio–, e idénticas des-
viaciones a la cabeza.
Golpe de vara en las piernas, la espalda, las posaderas o donde se ter-
ciara, sin que fuera seguro contra este castigo el suministro de las varas,
que corría a cargo de unas chicas de la vecina aldea de Sancedo.
Bofetadas, sopapos, cachetes y mojicones, con innumerables variantes
de lugar, y puntapiés en el trasero si las cosas llegaban a mayores.
Lanzamiento de campanilla –que no era muy pequeña– desde la
mesa al banco en que se encontraban los revoltosos o los distraídos.
Había un castigo exclusivamente reservado a los chicos: el encierro en
la carbonera, que no tenía luz alguna al exterior. La víctima casi cotidiana
era Paulino, el más duro de mollera. Trasladado a la carbonera, la criada de
doña Manuela recibía orden de introducir un puntero por la gatera y hur-
gar suavemente en el carbón simulando movimiento de ratones. Desde la
opaca lobreguez de la carbonera llegaban las voces de Paulino:
– ¡Ay, doña Manuela, doña Manuelica que me comen! ¡Ay, que me
comen!
Ramón CARNICER
O.C.
123
III - LA DISCIPLINA
Manuel AZAÑA
(1880-1940)
EL JARDÍN DE LOS FRAILES, Alianza, 1981.
.
125
Un texto de Geometría y Agrimensura. Misteriosa
lección sobre las líneas. La mixta está mal pintada
en el dibujo, la mixta era un cazo. Hay muchos
tipos de línea: Continua, discontinua, férrea, de
flotación, regular, gruesa, delgada, que van para
acá o para allá, delgaditas de cintura, Maginot,
aéreas que son las trazadas en el aire por los
aviones… ¡Es complicado esto de las líneas!.
(Texto: Barcelona, 1923)
IV
LA LECCIÓN
IV - LA LECCIÓN
MIS POETAS
Antonio MACHADO
POESÍAS COMPLETAS, CL.
129
IV - LA LECCIÓN
131
algunas peculiaridades sobre los
caparazón con gruesas capas córneas de forma poligonal
espinoso?
probablemente
quelonio o saurio?
corazón con dos aurículas y un ventrículo, extremidades cortas y laterales,
piel cubierta de escamas, escudos o placas
grabado en colores representando diferentes especies de?
hojas
entera?
alforjón
dentada?
Juan GOYTISOLO
(Barcelona, 1931)
REIVINDICACIÓN DEL CONDE DON JULIÁN, 1970
Seix Barral, 10, pp. 91-92
132
IV - LA LECCIÓN
133
IV - LA LECCIÓN
Miguel de UNAMUNO
CANCIONERO, n1. 217 ( )218
136
IV - LA LECCIÓN
Miguel de UNAMUNO
CANCIONERO, 1952. 220, 18-VI-28.
137
La provincia de Lugo en la Mnemotecnia de San
José. Los mapas había que rellenarlos como
fuera, que el maestro viera letras.
LA LECCIÓN
139
papel, después de pasar por el Amazonas y la sístole y la diástole del cora-
zón. Todo conectaba, todo tenía sentido. La hierba, la lana, la oveja, mi
frío. Cuando el maestro se dirigía hacia el mapamundi, nos quedábamos
atentos como si se iluminase la pantalla del cine Rex. Sentíamos el miedo
de los indios cuando escucharon por primera vez el relinchar de los caba-
llos y el estampido del arcabuz. Íbamos a lomos de los elefantes de Aníbal
de Cartago por las nieves de los Alpes, camino de Roma. Luchábamos con
palos y piedras en Ponte Sampaio contra las tropas de Napoleón. Pero no
todo eran guerras. Fabricábamos hoces y rejas de arado en las herrerías del
Incio. Escribíamos cancioneros de amor en la Provenza y en el mar de Vigo.
Construíamos el Pórtico de la Gloria. Plantábamos las patatas que habían
venido de América. Y a América emigramos cuando llegó la peste de la
patata.
Manuel RIVAS
(La Coruña, 1957)
LA LENGUA DE LAS MARIPOSAS
en ¿QUÉ ME QUIERES, AMOR?, Alfaguara, 1996
140
LA LECCIÓN
A.B.C.
La letra mata.
Miguel de UNAMUNO
CANCIONERO, 1952. 223.
* Así en el original
141
LA LECCIÓN
18-VI-28
Miguel de UNAMUNO
CANCIONERO, 1952. 225
143
LA LECCIÓN
Manuel AZAÑA
(1880-1940)
EL JARDÍN DE LOS FRAILES, Alianza,1981
145
También los cuentos de Calleja o los
libros de texto eran de niños o de
niñas. Educación femenina orientada
al trabajo hogareño y a la crianza de
hijos, para el cielo, por supuesto.
10
PLAÑID ASÍ
Blas de OTERO
(1916-1979)
En ANCIA, 1958. Visor, 1984.
147
“La escuela y la patria”. Edición de 1937.
Texto de Magdalena Santiago Fuentes en
Hijos de Santiago Rodríguez, Burgos.
LA LECCIÓN
11
El galache, precioso, terciado, mas con trapío, muy bien armado y astifino,
encastado, que era noble, seguía entregado a los vuelos de la muleta, que el maestro
salmantino manejaba con soltura y mando. Relajada la figura, trenzaba los mule-
tazos, y cada uno de ellos era el dominio absoluto por el que tenía que seguir el toro
un semicírculo en torno al diestro, y el remate, limpio y preciso, para dejar a la fiera
en la distancia adecuada. Hubo naturales inmejorables y de pecho grandiosos, y
ayudados por alto y por bajo a dos manos, y pases de la firma, pero no se nos irá de
149
la retina un natural ligado con el de pecho, y el dibujo de éste, con salida por el
hombro contrario, quizá los más acabados muletazos que haya dado nunca El Viti.
Julio CORTÁZAR
(Bruxelas, 1914 – París 1984)
UN TAL LUCAS, en CUENTOS COMPLETOS,
Alfaguara., Madrid, tomo II, 1994
150
V
LOS RECUERDOS
V - LOS RECUERDOS
Rafael ALBERTI
PLEAMAR, 42-44
153
V - LOS RECUERDOS
Miguel DELIBES
VIEJAS HISTORIAS DE CASTILLA LA VIEJA 1: El pueblo en la cara
155
V - LOS RECUERDOS
RECUERDO INFANTIL
(De Juan de Mairena)
Antonio MACHADO
JUAN DE MAIRENA, 1936
157
V - LOS RECUERDOS
B aroja no es nada, y presumo que no sea nunca nada –ha dicho Ortega
y Gasset en el número primero de El Espectador–.
Yo también tengo la sospecha de que no voy a ser nunca nada. Todos
los que me han conocido han creído lo mismo.
Cuando fui por primera vez a la escuela, en San Sebastián, yo tenía
cuatro años –ya ha llovido desde entonces–; el maestro, don León Sánchez
y Calleja, que tenía la costumbre de pegarnos con un puntero muy duro
(las venerandas tradiciones de nuestros antepasados), me miró y dijo:
– Este chico va a ser tan cazurro como su hermano. Nunca será nada.
Estudiaba en Pamplona, en el Instituto, con don Gregorio Pano,
que nos enseñaba matemáticas; y este anciano, que parecía el Comendador
del Tenorio por su cara helada y su perilla blanca, me decía con su voz
sepulcral:
– No será usted ingeniero como su padre. Usted no será nunca nada.
Al cursar terapéutica con don Benito Hernando, en San Carlos, don
Benito se plantaba delante de mí, y me decía:
– Esa sonrisita... esa sonrisita... es una impertinencia. A mí no me
viene usted con sonrisas satíricas. Usted no será nunca nada más que un
negador inútil.
Yo me encogía de hombros.
159
Las mujeres que he conocido me han asegurado:
– Tú no serás nunca nada.
Y un amigo que se marchaba al nuevo mundo, indicaba:
– Cuando vuelva, dentro de veinte o treinta años, encontraré a todos
los conocidos en distinta posición; uno se habrá arruinado, éste habrá lle-
gado a ministro, aquél habrá desaparecido en una aldea; tú seguirás como
ahora, vivirás igual y tendrás dos pesetas en el bolsillo. No pasarás de ahí.
La idea de que no seré nunca nada está ya muy arraigada en mi espí-
ritu. Está visto: no seré diputado, ni académico, ni caballero de Isabel la
Católica, ni caballero de industria, ni concejal, ni chanchullero, ni tendré
una buena ropa negra... Y, sin embargo, cuando se pasan los cuarenta años,
cuando el vientre empieza a hincharse de tejido adiposo y de ambición, el
hombre quiere ser algo, tener un título, llevar un cintajo, vestirse con una
levita negra y un chaleco blanco; pero a mí me están vedadas estas ambi-
ciones. Los profesores de la infancia y de la juventud se levantan ante mis
ojos como la sombra de Banquo, y me dicen: Baroja, tú no serás nunca
nada.
Cuando voy a la orilla del mar, las olas que se agitan a mis pies mur-
muran: Baroja, tú no serás nunca nada. La lechuza sabia, que por las noches
suele venir al tejado de Itzea, me dice: Baroja, tú no serás nunca nada, y
hasta los cuervos que cruzan el cielo suelen gritarme desde arriba: Baroja,
tú no serás nunca nada... Y yo ya estoy convencido de que no seré nunca
nada.
Pío BAROJA
JUVENTUD, EGOLATRÍA, 1917. Caro Raggio, 1958
160
V - LOS RECUERDOS
N osotros íbamos al colegio de San José, que era de los jesuitas. Era un
colegio de pago, adonde iban los hijos de la burguesía local. Había en
él una curiosa institución, el Grupo Escolar. Se trataba de una escuela para
niños pobres, a los que, por supuesto, sólo se enseñaba lo más elemental.
En el colegio se les conocía con el nombre de los gratuitos, y vivían y reci-
bían clases aparte, en una de las zonas más secretas del colegio, al que
entraban incluso por una puerta distinta a la nuestra, que era la puerta de
verdad del colegio, la puerta por donde entraban los alevines de los pode-
rosos. Recuerdo que a veces nos cruzábamos con ellos. Veíamos sus filas
extrañas, fantasmales, y sus rostros como asustados, en la distancia. Ése era
el único contacto, pues también los recreos eran a horas distintas de las
nuestras, y no había por tanto posibilidad alguna de coincidir con ellos en
ningún lugar. También que yo daba en pensar una cosa. Que mi contrafi-
gura, mi doble estaba tal vez allí. Y que uno de los niños del Grupo era
como yo.
161
V - LOS RECUERDOS
CARMEN JUBILAR
164
V - LOS RECUERDOS
165
de los ojos distintos.
Los siempre trece o diecisiete
hacen florecer siempre cada curso
el árbol del maestro y del poeta;
de un maestro todo dudas,
de un poeta que apenas si ahora aprende
y para aprender más cierra los ojos
y se esconde en su casa
para seguir soñando con vosotras.
Gerardo DIEGO
CARMEN JUBILAR, Álamo, Salamanca, 1975.
166
V - LOS RECUERDOS
C ada vez que yo salía de casa de Poupée para ir a tomar "el coche de
hora" (el autobús) que me llevaba al campo, a mi casa..., me cruzaba
con la profesora de Literatura, que volvía del Instituto hacia el hotel donde
vivía. Yo me hacía la desentendida. Estaba segura de que la profesora no
podía reconocerme. Ella acababa de llegar y como escaseaban los profeso-
res tenía todos los cursos, desde el primero al último, de Gramática y
Literatura: era imposible que me asociase a mí con la persona que, cuando
pasaba lista, le decían mis amigas que "estaba enferma". Cuando ella man-
daba hacer en casa algún ejercicio de redacción yo lo hacía, alguna compa-
ñera lo entregaba junto con los demás de la clase y siempre tenía buena
nota. Un día, Consuelo se hartó:
Carmen LAFORET
(Barcelona, 1922 - Madrid, 28-II-2004)
MEMORIAS INÉDITAS, 2004.
167
V - LOS RECUERDOS
De pronto me perdía
por las rutas del mapa
escolarmente mudo, ensordecido
de un libertario resonar
de ríos, con las locuaces
cordilleras turbias
de un difumino gris,
y siempre,
al otro lado, el mar,
el mar, con los contornos
litorales surtos
en dos zonas de azul.
169
de aventuras, el chorro
de la prohibida fuente salpicado
por un sol de libélulas, bullendo
entre el jazmín y las artificiales rocas.
Al día siguiente,
jueves: la estación de empezar
a ser otro, doméstico
dosel de iniciaciones, los bolsillos
sucios de minerales y obstinadas
codicias.
Y ya después
era la noche en casa, lema
increíble, el corredor
sin fin, la cesta
de la ropa, la azotea
vertiginosamente recorrida
de asombro.
Todos
los jueves fueron como un día
sólo, cómputo tan tenaz
como lo único. Así los miro
ahora, convertidos
en una tortuosa descubierta
por los tercos tejados, mereciendo
la tantas veces peligrosa
libertad de entregarme, mientras
ya no sé quién
me enseñaba sus pechos
contra el hosco fulgor de la mampara
del cuarto de lavar. Y algo
difuso, mezcla de sombra
y fuego, acechante
lo mismo que un tiránico
ojo de profesor, mirándome vivir
como si nada fuese necesario.
170
V - LOS RECUERDOS
EL COLEGIO EN EL RÍO
171
Pero luego se fue, al sonar la campana de la una. Los niños
quisimos darle alcance, crecimos tras sus huellas, pero el
maestro puso su colegio en el río.
10
AUTOBIOGRAFÍA
Y cuando me pusieron
los pantalones largos,
la tristeza en seguida
173
cambió de pantalones.
Mis amigos dijeron:
no sirves para nada.
De tristeza en tristeza
caí por los peldaños
de la vida. Y un día,
la muchacha que amo,
me dijo, y era alegre:
no sirves para nada.
174
V - LOS RECUERDOS
11
MAÑANA, ME DECÍAN
175
los zaínos esquejes de mi miedo
retoñaban de luz, chorro feliz
de las aceñas clandestinas, calle
del Láudano que abría
sus enervantes puertas de cadáveres
contra el mundo primero.
Crédula
infancia sola entre paredes
de preguntas, déjame ser
equivocadamente el responsable
de mi inquieta impaciencia de vivir.
176
V - LOS RECUERDOS
12
BALADA INTERIOR
16 de julio de 1920
(Vega de Zujaira)
E l corazón
que tenía en la escuela
donde estuvo pintada
la cartilla primera,
¿está en ti,
noche negra?
(Frío, frío,
como el agua
del río).
El primer beso
que supo a beso y fue
para mis labios niños
como la lluvia fresca,
¿está en ti,
noche negra?
(Frío, frío
como el agua
del río).
Mi primer verso.
La niña de las trenzas
que miraba de frente,
¿está en ti,
noche negra?
177
(Frío, frío,
como el agua
del río).
Pero mi corazón
roído de culebras,
el que estuvo colgado,
del árbol de la ciencia,
¿está en ti,
noche negra?
(Caliente, caliente,
como el agua
de la fuente).
Mi amor errante,
castillo sin firmeza,
de sombras enmohecidas,
¿está en ti,
noche negra?
(Caliente, caliente,
como el agua
de la fuente).
(Caliente, caliente,
como el agua de la fuente).
178
V - LOS RECUERDOS
13
179
El mar reproducido que se expande en el muro
son las delineadas islas en breve rosa,
no adivina que el mar verdadero golpea
con su aldabón azul los patios del recreo.
Rafael ALBERTI
En RETORNOS DE LO VIVO LEJANO (1948-56)
180
V - LOS RECUERDOS
14
CANCIÓN PRIMAVERAL
28 de marzo 1919 (Granada)
I
Salen los niños alegres
de la escuela,
poniendo en el aire tibio
del abril canciones tiernas.
¡Qué alegría tiene el hondo
silencio de la calleja!
Un silencio hecho pedazos
por risas de plata nueva.
II
Voy camino de la tarde,
entre flores de la huerta,
dejando sobre el camino
el agua de mi tristeza.
En el monte solitario,
un cementerio de aldea
parece un campo sembrado
con granos de calaveras.
Y han florecido cipresses
como gigantes cabezas
que con órbitas vacías
181
y verdosas cabelleras
pensativos y dolientes
el horizonte contemplan.
¡Abril divino, que vienes
cargado de sol y esencias,
llena con nidos de oro
las floridas calaveras!
15
Antonio MACHADO
En PC, III. (Soledades).
183
¡Hay que saber pintar un mapa de España!
Para explicar la Reconquista, las regiones,
los ríos, las montañas que son de tono
marrón con la cimera blanca, para la
evolución fonética de la f- o del
castellano… Ejemplo de la Historia de
Ezequiel Solana, El Magisterio Español, s/a.
VI
¿QUIÉN EDUCA?
VI - ¿QUIÉN EDUCA?
… … …
187
¿Reglas queréis y lecciones
para este fin conseguir?
Pues sólo en cuatro renglones
se pueden todas reunir.
… … …
*Versos leídos ante el pueblo de Guijo de Granadilla -CC- en el acto en el que fue nom-
brado hijo adoptivo del mismo (13 de abril de 1903)
188
VI - ¿QUIÉN EDUCA?
José SARAMAGO
(Azinhaga, 1926?)
Discurso en la recepción del Premio Nobel.
Fundación Nobel, 1998
189
A lo mejor la educación empieza
manejando las pinturas del abuelo,
aunque el abuelo no sepa dibujar ni
escribir; es el tacto de la madera, la luz
de los colores, la sensación de los dedos
sobre el hexágono o cilindro de la
pintura… El mundo, el mar.
VII
VISITA DE PADRES
Las primeras oposiciones que realicé
fueron para Cartógrafo del Ejército.
Me suspendieron. No sé por qué, una
injusticia, porque , como verán, a los diez
años había trazado una visión aérea del
mapa de Salamanca. Corregí los errores
del maestro que había olvidado el pueblo
de mi padre –La Fuente de San Esteban–,
Aldeadávila lo puse cerca de Vitivudino lo
cual no está mal… Y ni Amazonas, ni Obi,
nada del Nilo… ¡El Huebra!. Yo creía que
circunvalaba Salamanca y allá lejos tenía
acantilados y playas con palmeras… En
errores como estos perdí los tres primeros
dientes –¡qué menos!– a manos del
maestro (los diecisiete siguientes los
perdí en Caligrafía). Eso sí, gratis,
D. Antonio no me cobró nada,
un poquillo de sangre… ¡gratis!
VII - VISITA DE PADRES
Ramón CARNICER
(Villafranca del Bierzo, 1912)
MOMENTUM PAEDAGOGICUM, en CUENTOS DE AYER Y DE HOY, 1961.
EL CUENTO LITERARIO EN CASTILLA Y LEÓN, edic. de José Luis Puerto,
Vuelapluma, Edilesa, 1999.*
*Los textos del mismo autor que se sitúan en otro lugar, son la continuación de este.
Nosotros los hemos adaptado a nuestra estructura pero pueden de leerse seguidos.
193
VII - VISITA DE PADRES
(Mairena examinador)
Antonio MACHADO
JUAN DE MAIRENA, 1936
195
VII - VISITA DE PADRES
Miguel DELIBES
VIEJAS HISTORIAS DE CASTILLA LA VIEJA, 1969.
197
VII - VISITA DE PADRES
Ramón J. SENDER
(Alcolea de Cinca, Huesca, 1901 - San Diego, California, 1982)
CRÓNICA DEL ALBA, 1942
199
VIII
LA TEORÍA
VIII - LA TEORÍA
II
E sta fue mi obra y obra política también. Política, es decir: civil,
de civilización. Hay que hacerse mártires; esto es: testigos de esa
cultura; y el mártir da su vida por la palabra, por la libertad de la
palabra. Da su vida, pero no se la quita a los otros; se deja matar,
pero no mata. Al recordar todo esto creo mostraros el hilo de pro-
pia continuidad de toda mi obra, y que este hombre al que se la
ha supuesto tan versátil, ha seguido, en su profesión académica
como en la popular, una línea seguida.
III
Tened fe en la palabra, que es la cosa vivida; sed hombres de pala-
bra, hombres de Dios, Suprema Cosa y Palabra Suma, y que Él
nos reconozca a todos como suyos en España. ¡Y a seguir estu-
diando, trabajando, hablando, haciéndonos y haciendo a España,
su tradición, su porvenir, su ventura! ¡Y a Dios!
Miguel de UNAMUNO
30-IX-1934
203
VIII - LA TEORÍA
26-III-28
Miguel de UNAMUNO
CANCIONERO, 1952. 61
204
VIII - LA TEORÍA
Manuel AZAÑA
(Alcalá de Henares,1880 - Montauban,1940)
EL JARDÍN DE LOS FRAILES, Alianza, 1981.
205
VIII - LA TEORÍA
Mas para tal obra menester es que comulguemos todos en uno, comu-
nicándonos por lazos de cordialidad, que se quebrante de una vez esa inso-
ciabilidad íntima que sirve de base a esta aparente sociabilidad de nuestro
pueblo, en que más que corazones busca cada cual oídos, en que nos une la
necesidad de charlar y oír charlar. Porque, decidme, aquí, en este pueblo
de oradores, ¿quién se vierte? ¿Quién derrama su espíritu en público?
¿Quién desnuda su alma con religioso pudor? ¿Sentís unción en lo que se
dice? ¿No se pone más bien en ridículo el que al hablar entone la letra de
su inteligencia sobre el canto de su corazón?
207
Soy catedrático, conozco los males de nuestra enseñanza y acerca de
ellos he escrito algo. Y el mal mayor es que, por lo general, quien más pone
no pone al enseñar más que su inteligencia. Raro es el que saca el pecho y
da su sustancia propia; el alumno no siente el calor de la teta al labio.
Nuestra enseñanza es una enseñanza con biberón.
Miguel de UNAMUNO
NICODEMO, EL FARISEO. Ateneo de Madrid, 13-XI-1899.
208
VIII - LA TEORÍA
B ien creo yo que se encuentran algunos tan rudos en las aulas que, a
menos de darles la doctrina mascada y digerida de este modo, no
saben usar de ella en la disputa. Mas lo que se debe practicar con éstos es
despacharlos para que tomen otro oficio. Conviniera mucho al público que
en cada universidad hubiese un visitador o examinador señalado por el
príncipe o por el supremo senado que, informándose cada año de los que
son aptos o ineptos para las letras, purgase de éstos las escuelas. Con este
arbitrio habría más gente en la república para ejercer las artes mecánicas, y
las ciencias abundarían de más floridos profesores; pues se ve a cada paso
que al fin algunos zotes, a fuerza de favores, quitan el empleo del magiste-
rio a algunos beneméritos; lo que no podría suceder si con el tiempo los
retirasen de la aula, como a los inválidos de la milicia.
209
VIII - LA TEORÍA
Pedro MONTENGÓN
(Alicante, 1745-Nápoles, 1824)
EUSEBIO, 1786-1788. Cátedra, 1998
211
VIII - LA TEORÍA
Manuel AZAÑA
(1880 - 1940)
EL JARDÍN DE LOS FRAILES, Alianza, 1981
213
VIII - LA TEORÍA
215
VIII - LA TEORÍA
217
Alumnas de Dª Elvira Viñas, en San Muñoz
(Salamanca), fotografiadas en la plaza.
10
JOSEFINA R. ALDECOA
HISTORIA DE UNA MAESTRA, Anagrama,199
219
ÍNDICE
(Cuando el texto no tiene título específico se cita la obra)