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“derecho de ser humano”, seré una de las conquistas inevitables y preciosas del feminism. Por lo dems, a mayor cultura de la mujer corresponde un afinamiento de su feminidad, una geacia espiricual mayor, una armonta que s6lo la da el instinto dominado. Esto parecer una contradiccién con el pérrafo posanterior, Pero no es as El instinto dominado por la claridad de un razonamiento consciente, es cosa muy distinta al instinto sofocado burdamence por un dogma. Equilibrar el instinto sera otra de las conquistas del feminism. Y si Cristo, segiin mi gentilisimo amigo Guciérrez Larreta, mareé a las mujeres otro rumbo, vera una vez. mis emo ni mu- jeres ni hombres logran ya -ni lograron nunca~ entenderlo, por- que los mitos son, casi siempre, muy oporcunos para citatlos en anttculos de cualquier indole, pero de indigesta aceptacién para el género humano, tan débil... tan crefdo en la infinita bondad divina, lo que a pesar de todos los evangelios, le permite matar, robar 0, aunque mas no sea, cometer “pecaditos de rosa y seda” como dijera Rubén Dario que, sin permiso de Cristo, ha debido set, indudablemente, muy feminista... Nosotras... y la piel Siguen las estrellas en el firmamento, la tierra continéa dando wueltas; después de la noche viene el dia; al dia lo sucede ta noche... van los fos por la misma pendiente... a los hados gracias, los Andes estin de pie todavia... Crefmos, por un momento, que habfan ocurrido ¢osas fun- damentales pues habréis de saber que algo nuevo hay bajo el sol: se ha descubierto no sé qué intima relacién entre la moralidad fe- menina y la piel; se lo ha descubierto ahora, en pleno siglo veinte, cuando ya nos permitiamos, las osadillas, decir en vor alta que conocemos a un escritor que se llama Maupassant. {Oh desgracial 819 Correremos desde hoy mismo hacia las tiendas, pediremos muchos metros de tela para hacernos vestidos especiales, usare- mos pesado velo en la cara, nos pondremos guantes de dos cent- metros de espesor en las manos... {Oh desgracia mayor! Iremos al teatro con aparatos para taparnos los odlos y len~ tes ahumados en los ojos... itemas al teatro Hlevando en las ma- nos los cuentos de Blanca Nieves, Barba Azul y la Cenicienta, para leerlos mientras representan. Caminaremos por la calle sin alzar los ojos, no miraremos a ningiin lado cuando vayamos por las aceras ¢ inmoladas en ese piidico sacrficio caeremos victimas de un auto veloz. {Oh romantica y pura muerte de una nifia del siglo veinte! “Todo esto nos lo ha sugerido primero una disposicién mu- nicipal prohibiendo a los bailarines que aparezcan en el tablado ‘on las piernas sin mallas, y segundo una liga de sefioras conera a moda, para evitar los excesos del descubierto. Resulta, pobres de nosotras, que mucha parte de la digni- dad y el pudor femeninos lo tenemos en la piel, a la que no po- demos ni lucie ni mirar sin que nuestra moral sufra descalabro. ‘Nunca hasta hoy se me habfa ocurrido pensar que fuéramos tuna cosa tan amorfa como lo que aquel hecho da a entender. Hasta hoy yo habia pensado que fa moral femenina era mu cho més profunda, mis valiosa, més completa. Me habfa permitido sofiar que podfamos ir a una sala de es- pectéculos y resucitar a la Grecia maravillosa en un péidico des- nudo... habfa crefdo que teniamos el derecho de ir a los museos y olvidarnos de todo ante la presencia de un mérmol perfecto, habia softado con que eso era tan nuestro como el agua que be- bemos... Habia creido que de esa sensaci6n de arte resurgiamos clevadas y dignas, capaces de entender la divinidad, capaces del perdén, del sactficio, de todos los mas grandes sentimientos hu- ‘manos, y he aqui que los hombres descubren en la piel y en el desnudo las propicdades de Satin y quieren salvarnos, oh prote- gidas mujeres, de sus maléficos peligros, poniendo entre Satin y Jos ojos una malla de seda muy transparente, muy fina, muy su gestiva... 820 iY esta magnifica liga contra la moda! Es una especie de frazada de lana para ahogar las lamas que pueden desprenderse de un cuello te1s0... Gentiles sefioras: yo opino que lo peligroso es el cuello, y si su piel delicada y bella es un estorbo para la tranquilidad del mundo, hay que hacer una liga pata cortar todos los cuellos her- ‘mosos, pero las frazadas estén mandadas a guardar... Reunirse en un sal6n, hacer una lista de la comisi6n directi- va, tomar una taza de té, hacer un inofensivo comentario, es cosa que todos los dias hacen las mujeres y los hombres, porque algo debe hacerse para que pase la vida lo més répidamente posible. Pero emprenderla en cdtedra severa contra la moda, por ejemplo, mientras se descuidan problemas fundamentales de la vida, en el sentido econémico y educacional, me parece lo mis- ‘mo que ponerse a vaciar el mar con un mal jarrito de nifio. ‘Oh, el mundo est muy perdido; eso lo sabemos ya. Hace siglos que se repite... Pero no hay que confiar en regeneraciones realizadas entre cuatro y cinco de la tarde, a palabras amorosas y buenas inten- Las regeneraciones, si vienen, se anuncian mal: rayos y true- nos las preceden, diluvia mucho. Las regeneraciones van al corazén, a los pulmones, a los 6r- ganos vitales de la economia humana, y de por sf, la piel se rege- nera. Es frecuente que para curar berros y granos de la piel, se atienda el aparato digestivo o a la composicién de la sangre. La moda, sefioras, es un simple y i sivo las més de las veces. Pero si el celo nuestro es tanto, es bueno consultar Ia opi- nin de los médicos y analizar prolijamente el organism‘ iano sarpullido, inofen- (La Nota, 25 de abril de 1919) Bocetos Femeninos por Tao Lao, en La Nacién Las heroinas Os confieso, mis dulces amiguitas lectoras, que coincidien- do gustosamente con vosotras, tengo un verdadero hoxror por los libros pesados. Y si estos pesados libros estén, adems, ennegrecidos con ci- fras dispuestas en prosaicos rectingulos estadisticos, mi horror cxece respetablemente. Os pediré, pequefias amigas, ya que estdis tentando lanzaros a la vida politica y que habéis ido hace poco, y con graciosa ma- Jestad, a depositar un inofensivo papelito en una lacrada urna, que, en cuanto vosotras Ieguéis al poder y haciendo de aquella manera honor a la inexactitud que os glorifica, a la inexactitud que ha hecho mis bellas as bellas palabras, “quién sabe”, legislis suprimiendo los pesados libros absolutos. Porque los pesados libros absolutos, que no son, para nues- tra felicidad, femeninos, tienen mucho de monumentales arma- zones apuntalados por la suficiencia Y aunque ni vosotras ni yo entendamos mucho de arquitec- tura, el insiinto nos hace temer cuando nos contemplamos, di- minutos, al pie de un desmesurado edificio, sobre todo si estin al descubierto las fallas de los elementos apuntaladores. Por lo demas, no habréis olvidado vosotras que a Macbeth, el pobre esposo, lo vencié la suficiencia. Eres invencible, le dijeron, mientras determinado bosque 397

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