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LAS NEUROCIENCIAS

Las neurociencias han contribuido a la comprensión del cerebro y su funcionamiento, aportando al


campo educativo conocimientos fundamentales acerca de las bases neurobiológicas del aprendizaje, de
la memoria, de las emociones y otras funciones cerebrales que pueden ser estimuladas en la sala de
clases. Se considera que la principal contribución que las neurociencias pueden hacer a la educación es
“iluminar la naturaleza misma del aprendizaje”. El aprendizaje sería, entonces, el puente que une las
neurociencias con la educación.

Mucho, ya que nos muestran como aprendemos, recordamos y olvidamos, que son procesos
característicos de la educación. Al aplicar la neurociencia a la educación, lo que se intenta es desarrollar
estrategias, métodos y herramientas que permitan que la enseñanza y el aprendizaje estén de acuerdo
con el desarrollo neurofisiológico del individuo. Las neurociencias investigan los mecanismos básicos
implicados en el aprendizaje y cómo influyen factores tan importantes como la atención, la motivación y
las emociones. Por otra parte, el conocimiento del cerebro nos permitirá proporcionar al estudiante las
condiciones y los ambientes más propicios para un aprendizaje más eficiente. Adecuar los métodos de
enseñanza a la realidad neurobiológica y a la manera en que se aprende es la mejor manera de
garantizar la eficacia del proceso educativo. En síntesis, la comprensión del cerebro no sólo puede
ayudarnos a responder la pregunta de cómo aprendemos sino que también puede mostrarnos lo que
podemos hacer para enseñar mejor.

En los últimos años se han conseguido notables hallazgos que nos permiten empezar a comprender el
funcionamiento del cerebro. En un comienzo el interés de la investigación estuvo centrado en la
búsqueda de tratamiento para enfermedades psiquiátricas y neurodegenerativas, como el Parkinson y el
Alzheimer. Sin embargo, a medida que se desarrollaban nuevas técnicas de estudio de imágenes, surgió
el interés en averiguar cómo funciona el cerebro del individuo sano y consciente. Si consideramos que
el cerebro tiene que ver con todo lo que el ser humano siente, piensa o imagina y hace, es obvio que el
conocimiento y desarrollo de las neurociencias en nuestro país, como en el resto del mundo puede
contribuir a la mejoría de la calidad de vida de todos los seres humanos. En el ámbito de la educación,
en íntima colaboración con la psicología cognitiva y la pedagogía, puede contribuir a los grandes
cambios que requiere nuestra educación para alcanzar mayores niveles de calidad. La educación
produce cambios profundos en el cerebro, gracias a al gran plasticidad de este, que facilitan posteriores
aprendizajes y un mejor desarrollo del ser humano. El mayor conocimiento del cerebro permitirá
diseñar nuevas metodologías basadas en el desarrollo y maduración del niño pero también nos
permitirá diseñar mejores escuelas y ambientes de aprendizaje compatibles con el cerebro donde se
consideren aspectos como la iluminación adecuada, el control de la temperatura y los ruidos, etc.

Considero que no corresponde a la neurociencia, cuyo objetivo principal es la investigación, aportar


metodologías de estudio o de enseñanza. Esta debería ser una tarea para los educadores, tomando en
cuenta los hallazgos de la neurociencia en el ámbito de los procesos neurobiológicos que determinan el
aprendizaje. Es indispensable, en consecuencia, que se establezcan los puentes entre neurociencia y
educación y que se fomente la enseñanza de sus principios básicos en el currículo de los programas de
formación de los educadores. En la actualidad, los métodos de enseñanza no toman en cuenta para
nada la forma en que aprende el cerebro, la cual es ignorada por la mayoría de los profesores. Se
requiere que la educación deje de ser ejercida como “arte” y asuma características de ciencia, como
sucedió hace un siglo con la medicina.

No sé si hay estudios respecto a cuáles serían los métodos “tradicionales” utilizados por nuestros
estudiantes. Lo que sabemos, en base a nuestra experiencia como profesores universitarios y diversas
investigaciones, es que las aproximaciones al estudio o enfoques de aprendizaje que escogen los
estudiantes están condicionadas por la percepción que ellos tengan del contexto educacional y el
currículo, más específicamente de los métodos de evaluación. Mientras los exámenes a los cuales sean
sometidos sigan privilegiando la memorización de contenidos, recurrirán a estrategias o enfoques
superficiales orientados sólo a reproducir el material en el examen, más que a comprenderlo realmente.

Lo triste del asunto es que para nuestro sistema “educativo”, esta conducta es correcta si el estudiante
aprueba el examen, ya que el interés por calificar prevalece sobre el de fomentar el aprendizaje
profundo. Nuestro cerebro tiene una enorme capacidad de adaptación a las exigencias del medio, lo
que es fundamental para la supervivencia, de modo que se adecúa a las exigencias del contexto y asume
las estrategias más eficientes. Si se privilegia la memoria, va a asumir estilos de aprendizaje
superficiales. En cambio si nos esforzamos en aplicar métodos de evaluación orientados a la
comprensión y a la reflexión, los alumnos se van a ver obligados a aplicar aproximaciones más profundas
de estudio, esto significa ir más allá de la simple memorización, que involucra sólo parte de nuestro
cerebro (la corteza temporal), y usarán toda su potencialidad para lograr un verdadero aprendizaje,
involucrando a todo el cerebro en la tarea. Un concepto o idea se aprende sólo cuando pensamos y
reflexionamos, generamos nuevas ideas y las aplicamos. Este es el proceso que debería evaluarse.
Mientras esto no ocurra los estudiantes seguirán siendo más bien estratégicos, adaptándose la mayoría
de las veces en forma exitosa a un cada vez menos exigente sistema educacional. Sin entrar a
calificarlos de buenos o malos, los hábitos de estudio son también una consecuencia del sistema. Si
abarrotamos los cerebros de los niños con cantidades crecientes de contenidos en la mayoría de los
casos, intrascendentes, difícilmente van a adquirir buenos hábitos de estudio. Si no se les da tiempo o
no se les facilita la metacognición o la reflexión acerca de lo que se les enseña, es difícil que aprendan
realmente.

Los profesores son expertos en pedagogía o didáctica, pero en general desconocen cómo aprenden sus
estudiantes. Parece increíble que no se considere, en la formación de estos profesionales, que el órgano
del aprendizaje es el cerebro. Ninguna innovación en los métodos de enseñanza tendrá éxito si no se
entiende de qué forma aprenden los estudiantes y el propio docente. Desde hace mucho tiempo se ha
fomentado el cambio de enfoque desde la enseñanza al aprendizaje. Mejoraremos el aprendizaje si
llegamos a comprender cómo aprende nuestro cerebro, si tratamos de conocernos a nosotros mismos.
Para ello debemos identificar las necesidades o requerimientos del cerebro. Profesores motivados y
motivadores, buenos gestores de las emociones en el aula, ambientes ventilados, cómodos, ejercicio,
nutrición balanceada, respeto a las horas del sueño, etc. son hábitos que favorecen el funcionamiento
del cerebro y, por ende, el aprendizaje. La neurociencia da los fundamentos científicos, pero son los
educadores quienes deben aplicarlos en el aula.
En los últimos 20 años la investigación acerca del cerebro ha avanzado en forma extraordinaria. En este
período se han obtenido más hallazgos que en siglos anteriores, conceptos como el de la
neuroplasticidad, el desarrollo cerebral del niño y el adolescente, la neurogénesis durante toda la vida,
la importancia del sueño para la memoria, etc. Sin embargo, todavía hay muchos misterios por descifrar.
Hay autores que consideran que estamos viviendo una verdadera revolución neurocientífica,
continuadora de otras grandes revoluciones sociales que han cambiado el mundo, como la revolución
agrícola, la industrial y la cibernética. No hay actividad humana en la que no participe el cerebro, de
modo que las neurociencias están invadiendo, en el buen sentido, todo el quehacer del ser humano,
tratando de explicar nuestro comportamiento. Las proyecciones sólo están limitadas por nuestra
imaginación. Respecto a la aplicación de las neurociencias en la educación, estamos en pañales y
tratando de ponernos al día respecto a países más avanzados en este ámbito. Se requiere una
alfabetización neurocientífica del profesorado. No se trata de transformarlos en pseudocientíficos sino
que proporcionarles, de manera clara y atractiva, los fundamentos del funcionamiento cerebral y
explicarles cómo este se relaciona con el aprendizaje. Esto pasa por capacitación profesional y
formación de pre y post grado apropiada. Posteriormente, deben ser los profesores los que apliquen
este concepto en el aula e investiguen al respecto.

https://es.slideshare.net/CarlaCamacho/la-neurociencia-y-su-aporte-a-la-educacion-inicial

La neurociencia se define como el estudio científico del sistema nervioso (principalmente el cerebro) y
sus funciones. Estudia las complejas funciones de aproximadamente 86 mil millones de neuronas o
células nerviosas que tenemos. De las interacciones químicas y eléctricas de estas células, las sinapsis, se
derivan todas las funciones que nos hacen humanos: desde aspectos sencillos como mover un dedo,
hasta la experiencia tan compleja y personal de la consciencia, de saber qué está bien o mal, y crear
cosas que nadie nunca antes hizo.

A pesar de la alta complejidad del cerebro humano, la neurociencia está comenzando a explicar como
funcionan nuestros pensamientos, sentimientos, motivaciones y comportamiento; y como todo esto infl
uye y es infl uenciado por las experiencias, las relaciones sociales, la alimentación y las situaciones en las
que estamos. Gracias a estos esfuerzos, cada vez tenemos más información para saber qué cosas
tenemos que hacer y qué cosas no tenemos que hacer para lograr el mejor desarrollo posible de
nuestros niños y niñas, para que crezcan sanos, felices y se desarrollen de forma adecuada.

Actualmente podemos identificar el fortalecimiento de 4 distintas ramas de la neurociencia:

La cognitiva, la afectiva o emocional, la social y la educacional. A partir de los estudios realizados en


cada una de estas ramas, el sistema educativo tiene la posibilidad de transformarse y fortalecerse. Como
ejemplo, podemos mencionar los estudios relacionados con la cognición social, el desarrollo cognitivo,
los sistemas de memoria, las funciones ejecutivas, la autorregulación emocional o la empatía, todos de
alta relevancia para el contexto educativo y el aprendizaje.

Las experiencias de vida cambian el sistema nervioso.

• Las diferencias en los genes y ambientes hacen que el cerebro sea único.

• La mayoría de las neuronas se generan en el desarrollo temprano y sobreviven toda la vida.


• Algunas lesiones dañan las células nerviosas, pero el cerebro a menudo se recupera del estrés, daño o
enfermedad.

• Desafiar continuamente al cerebro con la actividad física y mental, ayudaa mantener su estructura y
función - “usarlo o perderlo”.

• Neuronas periféricas tienen una mayor capacidad de volver a crecer después de la lesión que las
neuronas en el cerebro y en la médula espinal.

• La muerte neuronal es una parte natural del desarrollo y el envejecimiento.

• Algunas neuronas continúan generándose durante toda la vida y su producción está regulada por las
hormonas y la experiencia.

La plasticidad cerebral, los periodos sensibles en el desarrollo cerebral temprano y la importancia de


las experiencias

Durante años hemos escuchado que “los niños son una esponja”, que absorben todo de su ambiente,
sin embargo, con lo que vamos entendiendo del desarrollo infantil, a pesar de su enorme capacidad de
aprender y extraer lo que pueda de sus experiencias , ellos también modifican, responden y afectan el
ambiente en que viven. Es un ciclo complejo de influencias: la carga genética activa el desarrollo, las
experiencias influyen en el desarrollo de los niños y niñas, estos a su vez influyen en el ambiente y en las
personas que están en su entorno y finalmente vuelven a ser influenciados por el ambiente modificado
por ellos mismos. Es así que el desarrollo de un niño y niña es único, pues las interacciones que da y
recibe de las demás personas, en los variados contextos, y la influencia de su ambiente ecológico,
modularán un proceso de desarrollo de carácter individual.

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