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FILOSOFÍA DE LA HISTORIA
Ensayos
Odo Marquard
Traducción de
E n riq u e O c a ñ a
PRE-TEXTOS
T ítu lo de !a e d ició n o rig in al en lengua alem ana:
S c h w ie r ig k e ite n m i t d e r G esch ich tsp b ifo so p h ie
I m pren ta K adm o s
IN TR O D U C C IÓ N ............................................................... V
D i f i c u l t a d e s c o n l a f il o s o f í a d e la h i s t o r i a
1. Com ienzo.......................................................................... 19
2. Noción prelim inar de filosofía de la historia............. 20
3. Adiós a la filosofía de la h isto ria .................................26
4. Adiós a la crítica de laantrop olo gía............................. 30
5. E scepticism o................................................................... 35
PRIMERA PARTE:
PREPARATIVOS PARA DECIR ADIÓS
A LA FILOSOFÍA DE LA HISTORIA
H egel y el deber
1. El argum ento................................................................... 43
2. Su im p o rtan cia...............................................................43
3. Las posibilidades de c o n fu sió n ................................... 45
4. Lo que no se critica........................................................4#
5 . L o que se c r i t i c a ........................................................................50
6. Por qué se critica............................................................ 52
7. Lo que se deduce de ello................................................ 56
Id e a l is m o y t e o d ic e a
¿ H a s t a q u é p u n t o p Lil d e s k r i r r a c i o n a l
IA FILOSOFÍA D E LA HISTORIA?
1. P ro b le m a ..........................................................................75
2. La intención de haber sido............................................ 76
3. El arte de no haber s id o ................................................ 82
4. Algunas observaciones adicionales............................. 9o
SEGUNDA PARTE:
PREPARATIVOS PARA DECIR ADIÓS
A LA CRITICA DE LA ANTROPOLOGÍA
1. Dos libros......................................................................... 95
2. El problem a.....................................................................97
3. Afinidades entre Schelling y F re u d ............................ 97
4. Retorno a la n a tu ra le z a ...............................................99
5. Condiciones de su necesidad.................................... 100
6 . Su défimtion n oire ......................................................102
7. El problema de cómo salvarse del sa lv a d o r.......... 103
8 . Giro hacia la estética................................................... 105
9. Giro hacia la terapéutica............................................ 107
10. Interés estético por lo médico, interés médico
p o r lo estético............................................................... m
11. Aproximación a una teoría de las afinidades
en tre S c h e llin g y F r e u d .......................................................113
12. R esu ltad o ..................................................................... 116
T ip o l o g ía d e l a c o n c e p c i ó n d e l m u n d o .
N o ta s so b r e u n a f o r m a d e p e n s a m ie n t o a n t r o p o l ó g ic o
DE LOS SIGLOS X IX V XX
1. P ro b le m a ........................................................................................133
2 . P r o c e d im ie n to ........................................................................... 134
3 . T e s is ..................................................................................................135
4. Giro hacia el m undo de lavida:K a n t........................ 137
5. Retorno a la naturaleza: elrom anticism o................ 139
6 . Hegel y D ilth e y ............................................................. 142
7 . La ép o ca a c t u a l ........................................................................ 145
8. R esultado........................................................................ 149
9. Apéndice..........................................................................150
P r o c e d e n c i a d e l o s t e x t o s ................................................................. 157
N o ta s ..................................................................................159
D I F I C U L T A D E S C O N LA F I L O S O F I A
D E LA H I S T O R I A
La prim era edición alemana de este libro apareció en 1973.
Estaba dedicada a foachim Ritter p or su setenta cumpleaños.
Joachim Ritter falleció en 1974 .
Dedico esta nueva edición a su memoria.
T ristesse o b lig e
INTRODUCCIÓN
1
P R E P A R A T I V O S P ARA D E C I R A D I Ó S
A LA F I L O S O F I A D E LA H I S T O R I A
1
Hay razones para examinar con más detalle este argum ento de
Hegel y su crítica de aquella filosofía que eleva el deber al rango
de una determ inación central. A continuación citaré dos de esas
razones.
La prim era razón es trivial: el argum ento es im portante porque
se encuentra con frecuencia en los textos. Se gesta en los estudios
de la época de Berna y de Frankfurt. Aparece en una forma desa
rrollada en los trabajos de /ena: en el escrito de la Diferencia, en
los ensayos del Diario crítico, yen la Filosofía real de Jena. Desde ese
periodo no hay ninguna obra central de Hegel donde no figure este
argumento: ni en la Fenomenología ni en la Lógica ni en la Enciclo-
pedia ni en la Filosofía del derecho; no falta en ninguna de las gran
des lecciones: ni en la Historia de la filosofía ni en la Estética, ni en
la Filosofía de la religión ni en la Filosofía de la historia; se encuen
tra igualmente en alguno de los tratados más pequeños. Así pues,
los textos que exponen ese argum ento 5 representan al menos una
parte no desdeñable del acervo textual liegeliano: esto ya es
una razón para ocuparse de él.
Pero sólo la segunda razón es decisiva: es decir, la alta cotización
actual de ese argum ento hegeliano. Es cierto que su im portancia
se desprende del examen filológico que hem os esbozado. Sin em
bargo, no siempre se ha reparado en ella .4 Ahora bien, la actual in
vestigación hegeliana -a l menos u na de sus tendencias esenciales- 5
insiste cada vez más en su relevancia. Concibe la crítica del deber
como aquella polémica hegeliana donde se m uestra principalmente
la voluntad de Hegel. Y la descifra en clave histórica: esta polémica
se dirige -c o m o indican las pruebas- contra la filosofía no hege
liana de lo que llamamos idealismo alemán, es decir, contra la fi
losofía trascendental; pues se trata -c o m o tam bién reprocha Hegel
expresamente, por ejemplo, en la Lógica- sobre todo de “la filoso
fía kantiana y fíchteana” que considera “el deber” como “el punto
suprem o ” 6 Al m ismo tiem po, esa nueva interpretación -precisa
mente porque se toma en serio la crítica del deber- com prende la
relación de Hegel con la filosofía trascendental no sólo como una
crítica “más”, sino como la crítica principal; y esto resulta m ucho
más fácil porque mientras tanto la interpretación de la filosofía tras
cendental ya no tiende a considerar a Hegel como consum ador de
la filosofía trascendental, sino a otros filósofos -u n Kant nom brado
guardián de la finitud o los tardíos Fichte o Scheliing - : 7 justo el
hecho de que se destituya a Hegel del cargo de consumador de la fi
losofía trascendental le libera defi nitivamente para ocupar el puesto
de su primer crítico decisivo. Q ue Hegel sea sobre todo el crítico de
la filosofía trascendental: esa comprensión -anim ada por la alta co
tización de la actual crítica hegeliana del deber- no sólo destruye
a fondo la idea de una filosofía del idealismo alem án concebida
como una unidad que se extiende desde Kant hasta Hegel;® sino que
al mismo tiempo obliga a quien desea conocer las intenciones po
sitivas de Hegel a fijai su atención sobre aquellos elementos de la fi
losofía hegeliana que integran sustancialmente su posición singular
frente a la fiLosofía trascendental .9 El célebre pasaje del prefacio a
la Filosofía del derecho parece aludir escuetamente sobre todo a esos
elementos; "La tarea de la filosofía es concebir lo que es Si el
pensam iento filosófico -d ice H egel- “ya más allá y se construye
un m undo tal como debe ser, éste existirá (...) sólo en su opinar, ele
m ento dúctil en el que se puede plasmar cualquier cosa”.10 Ambos
elementos -la crítica del deber y la atención aguzada sobre aquello
que es-v an estrechamente unidos: precisamente porque Hegel re
nuncia a buscar, com o pretende La filosofía trascendental, lo ra
cional en el simple deber, más allá de la realidad existente, no quiere
- a pesar de todos los malentendidos, en particular déla escuela his
tórica- postular n i construir, sino interpretar y escudriñar la reali
dad; precisamente porque la filosofía hegeliana se opone al simple
deber, ella es, por su propósito esencial (con esta palabra no hege
liana la investigación actual designa la intención central de Hegel),
“hermenéutica ” ;11 y así -sobre labase de esta nueva interpretación-
la crítica hegeliana del deber posee una significación extraordina
ria y una relevancia actual como presencia polémica, frente a la fi
losofía trascendental, de este principio de hermenéutica.
stó
seña de una filosofía de la sumisión incondicional a lo dado .'4 Y el
predom inio actual de este concepto de herm enéutica filosófica en
traña forzosam ente el intento 15 de presentar a Hegel en nom bre
de la hermenéutica, con la sospecha de que no sea más que una sim
ple variantey justificación deesa filosofía de la sumisión; y con ello
se sitúa a Hegel de nuevo en el campo de mira de aquella crítica que
form ularon en prim er lugar los hegelianos de izquierdas contra el
m ismo Hegel, es decir: que su filosofía es la simple defensa de unas
malas condiciones de existencia que como pasado resultan acep
tables para el progreso, pero que como futuro resultan expresamente
indeseables , 16 en suma: mera apología de lo dado. Muy reciente
m ente aún, Ernst Bloch ha reiterado este argum ento -refiriéndose
explícitamente a la crítica hegeliana del deber- de un m odo sin duda
más m atizado: “El gran em peoram iento climático del d eber” en
Hegel -según Bloch- 17 implica un “freno del proceso ” ;18 "Hegel se
opone con todo derecho a este deber que se perpetúa, pero con el
efecto de no conservar ya ningún elemento irrealizado, es decir, nin
gún futuro’5:1* p ara Hegel -p ie n sa Bloch repitiendo en el fondo
aquello que suponía, por ejemplo, Haym - 20 el presente es el non
plus ultra, lo existente definitivo, lo dado insuperable, y la crítica
del deber no es más que el instrum ento para esa mala satisfacción:
es decir, la defensa de lo fáctico mediante el ataque de aquellas ins
tancias que son capaces de reclamar frente a lo fáctico progreso, ver
dad y mejores condiciones. Así pues, la filosofía de Hegel corre una
vez más el riesgo de inspirar la m ala fama de una filosofía de la su
m isión a lo dado - y esto precisam ente porque en cuanto crítica
del deber se presenta en esa situación (sin duda con todo derecho)
como una filosofía herm enéutica-; y sus defensores actuales des
piertan la sospecha de repetir esa sumisión en una situación nueva .21
Para salirle al paso a esa fama y sospecha a la vez mala y falsa se
necesita com prensiblem ente prestar una cierta atención a aque
llos elementos de la filosofía de Hegel que reprueban lo dado como
instancia. Pero entonces nos encontraremos, sin ningún género de
duda, con los elementos que vinculan el pensam iento de Hegel con
aquella filosofía que al comienzo se debatió aquí como adversaria
de Hegel: la filosofía trascendental.22 Pues sea lo que haya sido esa
filosofía trascendental de Kant y Fichte y la del tem prano Schelling
y lo que a partir de ella haya llegado a ser, al principio y ante todo,
representaba la negativa a aceptar lo dado como instancia. Es pre
ciso descubrir este rechazo tam bién en Hegel.
Por ello, en lo referente a la crítica hegeliana del deber -q u e sin
ninguna duda se dirige de m odo expreso contra la filosofía tras
cendental- su interpretación exige encarecidamente que en un p ri
m er m om ento señale al m enos qué elem entos de esa filosofía
trascendental Hegel, pese a su crítica del deber, no ha criticado, sino
que ha conservado. Tal es -seg ú n parece- sobre todo el giro co-
pernicano hacia el prim ado de la razón práctica: es decir, hacia el
carácter normativo de aquella razón para la que la realidad no cobra
precisamente importancia como algo dado, sino como un conjunto
de m edios orientados hacia ciertos fines. Sólo por este motivo, el
concepto de “mediación” puede transformarse, ahora también para
Hegel -co m o ya lo era para la filosofía trascendental-, en el con
cepto fundam ental y decisivo; pues ese concepto de mediación sólo
designa de forma secundaria los esfuerzos de compensación, pero
en un sentido prim ario significa la formación consecuente y pro
gresiva de los medios: es decir, de aquellas instituciones, por ejem
plo, que a partir de ese m om ento convierten en perm anentes
acciones que antes, en cualquier caso, eran contingentes; y designa
al mismo tiempo el estado actual de formación de esos medios —que
entonces deja de ser un estado sin medios, es decir, que ya no es “in-
mediato”- . Por ello, de aquí en adelante-com o en la filosofía tras
cendental- tam bién eo Hegel la filosofía tiene como m isión com
prender que lo que aparentem ente n o son sino m eros hechos
resultan ser medios, mediaciones: la filosofía es búsqueda de 1a me
diación.2- Pero precisamente porque es esto, también es (así la de
nom inaba la filosofía trascendental y así la denom ina Hegel)
“deducción’5';2'' y esa expresión que —para arab o s- procede de la ju
risprudencia 25 significa que esa filosofía no acepta la realidad como
una cosa dada, sino que la pone a pruebay la juzga, o dicho con más
precisión: esa filosofía com prende la realidad com o una realidad
que no se acepta a sí misma en tanto una cosa dada, sino que en
tabla perm anentem ente u n “proceso" contra sí misma, se ve obli
gada continuam ente a dictar sentencia u y se absuelve y al mismo
tiem po se legítima únicamente sobre la base de su capacidad de me
diación, de su contribución a la realización de fines normativos.
Esos fines normativos tienen p o r tanto -p a ra la filosofía trascen
dental y para la filosofía hegeliana- una im portancia decisiva. Son
en ambas fines para cualquier ser hum ano, es decir, fines univer
sales, que las dos entienden como predicados de la libertad: como
modos de ese absoluto único que el ser hum ano sólo capaz de un
estado provisional puede afirmar a partir de sí mismo, porque la li
bertad es precisamente la única determ inación que por ser absoluta
no deja de ser provisional y que, sin embargo, constituye una de
terminación absoluta, porque designa un estado que puede ser “para
si” totalm ente, es decir, presentarse a nuestros ojos sin reservas.27
Esos m odos de libertad, esos fines universales expresan sus p re
tensiones en la. filosofía trascendental bajo la forma del deber: deben
convertirse en realidad; sin embargo, Hegel tam bién ha reconoci
do de m odo manifiesto ese deber al defender las pretensiones de
esos fines universales; pues tam bién para él en el fondo “lo real es
racional” 2fi justo porque lo que es debe ser: es decir, realización y
-com o dice Hegel- “medio para libertad”;29 por eso -escribe- “tener
(...) un mero ser sin concepto, sin su deber-ser y sin adecuarse a
él no es más que una apariencia vacía";3<) é] llam a “concepto” de
hom bre sim plem ente a “lo que deber ser el hom bre ” ;51 y asegura
“que (...) el deber es plenam ente reconocido ” 32 “aM donde (...) lo
esencial se afirma contra lo nulo *’,13 No hay ninguna duda; Hegel no
ha rebatido absolutam ente ni la filosofía trascendental ni la idea
de deber; pues al igual que la filosofía trascendental también la fi
losofía de Hegel se niega a aceptar lo dado como instancia, en la me
dida en que se transform a en búsqueda de mediación, como
deducción que se basa en la pretensión obligatoria de fines u n i
versales.
10
P R E P A R A T I V O S P ARA D E C I R A D I Ó S
A LA C R I T I C A DE LA A N T R O P O L O G Í A
SOBRF ALGUNAS RELACIONES ENTRE ESTÉTICA 7 TERAPÉUTICA
F.N LA FILOSOFÍA LILI. SIGLO XIX
11
Pero ¿por qué esa división tripartita emprende ese camino? ¿Por
qué -m ediante esa recepción y desde Kant hasta Dilthey pasando
por Fichte, Schelling y Trendelenburg- se vuelve cada vez más equi
valente y se convierte en una simple cuestión de "concepción del
m undo” y de su “tipo”, de saber si se debe aceptar el m undo de ma
neta “dogmática”, es decir, interpretarlo, o si se debe mejorarlo de
manera “idealista”, es decir, transform arlo, o bien si se debe, más
acá de esta alternativa -q u e se pretende “meramente especulativa”-
limitarse con espíritu “positivista” a la investigación y resolución
de problemas específicos? ¿Por qué la tipología de la concepción del
m undo se hace necesaria en tan creciente medida? ¿En qué condi
ciones debe encontrarse la filosofía para que se vuelva hacia la ti
pología de la concepción del mundo? En otras palabras: ¿quién es
el que hace o no hace, es decir, el que necesita o no necesita tipo
logías de la concepción del mundo?
A pesar de todo lo que hem os dicho hasta aquí, los nom bres ci
tados no son todavía los predecesores de Dilthey. Pues, sin duda,
no cabe contar a Kant entre ellos: él hablaba precisamente de “es
tadios” y “antinom ias”, no de “tipos”. Tampoco Fichte ni Schelling
pueden considerarse todavía sus predecesores: ellos no escribie
ron más que de manera pasajera y por razones didácticas sobre po
sibilidades equivalentes y, en últim a instancia, sobre grados. Y ni
siquiera Trendelenburg, pues para él la “diferencia última” de las fi
losofías radicaba siempre en la verdad, es decir, el “platonism o”, y
en la no-verdad, es decir, el “dem ocritism o” y en su com prom iso
problemático, es decir, el “espinozismo”. Hay que esperar a Dilthey
para que los tres enfoques citados se conviertan, más allá de la su
cesión y de la cuestión de la verdad, en tipos eternos y equivalentes;
a mi parecer, en el caso de Dilthey esto acontece cuando las cues
tiones relativas al contenido de la historia prevalecen sobre las
cuestiones metodológicas. Y acontece después en su escuela, en sen
tido estricto y am plio: cuando Nohl, partiendo de los tipos de
Dilthey, busca los "estilos artísticos típicos” correspondientes en
la poesía, en la música y en la pintura, cuando Wach investiga los
tipos de antropología religiosa, cuando Groethuysen emprende una
tipología de tendencias políticas, cuando Spratiger aventura una
nueva agrupación de las “formas de vida", cuando Leisegang -q u e
no proviene directam ente de D ilthey- aclara las “formas de pen
samiento”,1*etc. Todo esto tiene lugar dentro del círculo de Dilthey;
pero esto significa que tiene lugar de m odo destacado en nom bre
de la “conciencia histórica”. ¿Quién hace pues las tipologías, es decir,
quién las necesita? NJo cabe duda de que son precisam ente los fi
deicomisarios filosóficos de la “conciencia histórica” quienes las
hacen o en térm inos simples: son los historiadores quienes hacen
tipologías.
El m odo en que el suroeste de Alemania se dedica a la historia
aporta un fenóm eno lateral que lo confirma. En el ámbito de in
fluencia de Rickert se alcanza asimismo una teoría de los tipos justo
cuando la metodología púra del conocimiento histórico pasa a un
segundo térm ino en favor de una consideración material de la his
toria. Esto se produce en el circulo de Weber. Sus “tipos ideales”
siguen siendo ciertam ente elementos heurísticos de la com pren
sión, precisamente cuando se llega a la famosa tipología de las for
mas de dom inio y a la de las ciudades .19 Pero sobre la base de su tesis
general de la vocación científica orientada a un examen “libre de
valores” de las posibilidades, trabajan a continuación tanto Karl
M annheim -q u e en 1922 comienza a elaborar una “tipología de ¡as
teorias del conocim iento” y clasifica aún en Ideología y Utopía
las posibilidades de “vinculación a una posición” del pensamiento
y reflexión-21*como Karl Jaspers, que no sólo procede tipológica
mente en la Psicología de ¡as concepciones del mundo, sino en el fondo
tam bién allí donde clasifica desde un punto de vista filosófico-exis-
tencial los “m odos de lo circunvalante” y los “m odos de sentido
de la verdad” que le corresponden, contando con su absolutización
y advirtiendo contra ella .21 Respecto a Jaspers, se podría observar
que el enfoque tipológico tiene cierta tendencia a ennoblecer, a la
postre, los tipos desde un punto de vísta ontológico. A pesar de esto,
me parece que si dirigimos la m irada al círculo de Weber también
se confirm a el resultado al que hemos aludido; son los historiado
res quienes hacen tipologías.
No hay ninguna d u d a naturalm ente de que no sólo lo hacen los
historiadores: la clasificación tipológica es una ocupación antigua
y necesaria al m enos de Los médicos y a partir de ahí de los antro
pólogos: desde antiguo h an clasificado enferm edades, tem pera
m entos, razas j caracteres. Así trabajan —en el seno de esta tra
dición- al m ism o tiempo, por ejemplo, fung desde el punto d e vista
de la psicología profunda, Kretschmer desde un punto de vista psi
quiátrico y Pfahler desde un punto de vista pedagógico ,22 etc. Pero,
en cualquier caso, resulta evidente y es aquí lo que cuenta que justo
a finales d e l siglo xix y a comienzos del siglo XX ese procedimiento
- y sin duda no es una casualidad que lo haga por medio de una fi
losofía impregnada de antropología com o la de Dilthey - 23 emigre a
gran escala al pensam iento histórico: es justo en ese m om ento
cuando los historiadores hacen tipología,
m
infinita de su m eta ."8 Esa crisis de la filosofía déla historia crea, en
prim er lugar, la filosofía rom ántica de la n a tu r a le z a :la historia
le parece hasta tal extremo desprovista de esperam a que sólo puede
considerar la no-historia radical como agente de la hum anidad: la
naturaleza.^ Bajo el signo del m undo de la vida ya no se trata más
de la mtura=essentia metafísica ni de la naturaleza experimental de
las ciencias matemáticas de la naturaleza, sino de la naturaleza como
vitalidad .51 Esa naturaleza interesa ahora como fuerza capaz de sal
var las cosas hum anas; “qué es lo que la naturaleza hace del ser h u
m ano” se vuelve la cuestión decisiva. Puesto que la filosofía de la
historia se resigna, la antropología adquiere en el romanticismo una
posición fundam enta] en cuanto se hace cargo de esa cuestión, es
decir, en cuanto se convierte de modo enfático en aquello que no
debería ser en Kant: uha antropología fisiológica .52 Sin embargo,
la antropología fisiológica no se refiere precisamente (como le gusta
creer a la antropología contem poránea con el fin de renegar de sus
ancestros) a una antropología de carácter “puramente científico na
tural” y, por tanto, “sin relevancia filosófica”, sino a una forma de
la filosofía de la naturaleza: la filosofía de la naturaleza del ser h u
mano. De esto da testimonio, por ejemplo, Steffens en 1822 en su
Antropología: “aquel p u n to de vista -e scrib e - que (...) fusiona al
ser hum ano con el todo de la naturaleza” w y “aquel sentim iento
que nos sumerje en la plenitud de la naturaleza (...) es el funda
m ento de la antropología ”,54 así como el de la filosofía de la natu
raleza. Por esa razón, Heinroth pudo decir -asim ism o en 1822 en
su M anual de Antropología- que “indiscutiblemente (...) Schelling
(es decir, el prim ado de la filosofía de la naturaleza) ha abierto una
vía hacia la consumación de la antropología ”.55 La antropología se
torna pues fundam ental para el romanticismo por su “retorno a la
naturaleza” filosófica; com o aquella form a radical de filosofía de
la naturaleza que no actúa “junto” a la filosofía del ser humano, sino
“como” filosofía del ser hum ano .56 Precisamente esa definición en
térm inos de “filosofía de la naturaleza”, es decir, de “alternativa” a
la filosofía de la historia, ha ce de la antropología en el romanticismo
-m u ch o antes que Feuerbach- una filosofía fundamental: “La teo
ría de la naturaleza corno la fiLosofía -d ice H ein ro th - tiene tanto
sus raíces como su cim a en la antropología ".’7 Esa posición central
implica al p u n to su propagación: la primera m itad del siglo XIX de
viene una “época donde Ja antropología” se volvió '‘un objeto pre
dilecto de Los investigadores” 58Aparecen revistas competentes sobre
la materia -p o r eje mplo la de N asse-.^ así com o una gran cantidad
de libros. No cabe citar aquí más que algunos nom bres de autores:
Metzger, Politz,, Abicht, Wenzel, Gorres, Funk, Liebsch, tries, Trox-
ler, Geitner, Suabedissen, N eum ann, Schulze, HiUebrand, Maine de
Biran, Berger, Siegtwart, C houlant, Heusingei, Bonstetten, Weber,
Rittel, Leupoldt, Burdach, Michelet, I. H. Fichte, Lotze: éstos y m u
chos otros son autores de antropologías filosóficamente relevan
tes en el periodo tem poral de 1798 hasta 1856;60 hay que añadir
aquellos que -co m o , por ejemplo, C aru s- han leído sobre antro-
pología.MEntre ellos sobresalen m uchos médicos. “Esa teoría tiene
que salir de las manos de anatomistas y médicos”, escribe en 1810
Franz vori Paula G ruithuisen en su Antropología (...) para filósofos
y médicos principiantes'.1’2 cuando la naturaleza se eleva a un grado
de realidad decisiva, hay que escuchar tam bién desde u n punto de
vista filosófico precisamente a aquellas personas que ayudan de un
m odo particular al ser hum ano a entendérselas con su condición
de ser natural; así los médicos se vuelven competentes en filosofía de
la naturaleza del ser hum ano ;63 y justo por esa razón la antropolo
gía médica del rom anticism o forma parte de los ancestros filosófi
camente revelantes de la antropología contemporánea ;'’4ella anticipa
incluso sus tesis: “Conforme a sus fuerzas físicas (...) pronto se des
cubren en el ser hum ano carencias, en virtud de las cuales no so
porta ninguna com paración con los animales ( ...) Pero en virtud
de su espíritu -q u e es “un ser absolutamente diverso a la natura
leza” y “jamás aparece ” - 65 se eleva sobre la naturaleza”: no se trata,
por ejemplo, de una cita de Scheler, sino de una form ulación del
profesor de medicina de Bonn Joseph Rnnemoser contenida en sus
Consideraciones antropológicas de 1828.“’
Con su tesis sobre el puesto singular del espíritu, Ennemoser se
encuentra ya de camino h ad a aquella posición tardía de la antro
pología de la filosofía romántica de la naturaleza que-com o el idea
lismo tardío en su conjunto—se interesa por la teología, a pesar de
estar convencida de que e] enfoque filosófico ha superado la esfera
teológica, y estima y defiende la antropología, precisamente por ser
aquella filosofía que lo sabe .67 De esto se siguen dos posibilidades:
o la antropología se convierte -c o m o ya sucede en H einroth- en
una “preparación ’768 o se convierte -com o en Feuerbach- en una
“negación” de la teología ‘‘absolutam ente otra”.6-' Pero hasta qué
punto ambos enfoques están cercanos uno del otro lo demuestra,
entre otras consideraciones, el gran aprecio que el ala existencia-
lista de la teología protestante profesa a Feuerbach desde Kierke
gaard .70 Pues cuando ataca a la teología, Feuerbach no hace en.
realidad apenas otra cosa que lo que hacen otros antropólogos
cuando la defienden: transform a “al hombre, incluyendo a la na
turaleza como base del ser hum ano, en (...) objeto (...) universal
de la filosofía; y, por tanto, a la antropología, incluyendo a la fisio
logía, en ciencia universal”.71 Con ese planteamiento -pero también
desde un punto de vista puram ente cronológico - 72 Feuerbach se
sitúa totalm ente en la tradición de las antropologías de la filosofía
rom ántica de la naturaleza. Su im portancia extraordinaria reside
-ju n to a su significación para M arx y Buber - 73 sobre todo en el
hecho de que ha defendido esa tradición antropológica expresa
mente contra Hegel.
Hegel y el deber
Lección inaugural en M íinster, el 22 de noviembre de 1963. Pu
blicada por prim era vez en: Phüosophísches fahrbuch 72 (1964),
pp. 102-119 (por el 65 aniversario de W ilbelm Szilasi).
Idealismo y teodicea
Conferencia pronunciada en el 2o Congreso internacional Kant
en Dusseldorf, el 27 de julio de 1965. Publicada por prim era vez
en: Philosophisches fahrbuch 73 (1965), pp. 33-47.
NOTAS A ID E A L IS M O Y T E O D IC E A
NO TAS A SO B R E A L G U N A S R E LA C IO N E S EN T R E ESTÉTICA
Y TE R A P É U T IC A E N LA FILOSOFÍA DEL SIG LO X IX
' Fsta reflexión sigue en la datadón del comienzo de siglo el error de Goe
the y Schiller; cf. Schiller a Goethe V. 1 . 1 . 1800.
■' F. W. J. Schelling (aquí citado según: S am tlich e W erke, Cotta: Stuttgart
v Augsburg 1856/6 1) III, pp. 612-629.
s III, p. 628.
’ III, pp. 625-626
s III, p. 3 5 1.
s En el seno del sistema trascendental -c f. III, p. 3 4 9 - y com o tercera fi
losofía “ más allá” de la filosofía de la naturaleza y de la filosofía trascen
dental: cf. especialm ente IV, pp. 86 y 89 ( Ü b er d en w ah ren B e g riff d e r
N a tu rp h ilo so p h ie 18 0 1) [trad. cast. de A. Leyte, S obre el verd a d ero con
cepto d e filo so fía d e la n a tu ra leza y la fo rm a adecu a d a de resolver los p r o
blem a s q u e p la n te a , en E scritos sobre filo s o fía d e la n a tu ra leza , Alianza,
Madrid, 1996],
7 E. Jones, S ig m u n d Freud. Life a n d W ork 1 (19 5 4 ), p. 395. [trad. cast
de M . Carlisky y J. Cano, F reud 2 vol. Salvat, Barcelona, 1986]
8 C f. Husserl, S elb statizeige se in e í W erks en: V ierteljah rssch ríft f ü r w i-
ssenschaftliche P hilosoph ie 24 (1900), p. 5 12 .
9 Según tesis desarrollada en común con J. Breuer, cit primer lugar: Ü ber
den p sy d u sch en M ech an ism u s h ysterischer P hiinotnene. VcrlaiijigE M itie i-
lung 1893.
111 S. Freud (aquí cit. según: C e sa m m e lte W erke, lm ago Publisbing Co.
Ltd.: Londres, 1940 yss.) XIV, p. 73 (Selbsdarsh’Hung 19 25} [trad. cast. de
L. López Ballesteros, A utobiografía v. 15, Hysparnerica, Buenos Aires, 1993).
" X lll, p. 228 (P sych oan alyse u n d l.ib id o ih eo rie 19 23) [trad. cast. d e L.
López Ballesteros, P sicoan álisü y teoría de ¡a lib id o v. L4J.
l; XIV, p. 73 (S clbstdarsw llu n g 1925).
X V II, p. 12 5 (Abriss d er P sych oan alyse) [trad. cast. de L. López Balles
teros, C o m p en d io del psicoanálisis, v, 19).
MScheliing m urió el 20 del 8 de 3 854; Freud nació el 6 de! 5 de 1856.
15 Cf. M . Dorer, H istorische G rundlagcn d e r Psychoanalyse (19 32), espe
cialmente pp. 7 1- 10 6 ,12 8 - 14 3 ,14 8 - 15 4 , 160 -170 . Theodor M eyrert (18 33-
3 892): prof. de psiquiatría en Viena. Wilhelm Griesitiger (18 17 -18 6 8 ): prof.
de psiquiatría en Berlín (Charité).
16 F.n Jena, 1794-97.
'' Johannes M üller (18 0 1-18 5 8 ): prof. de anatomía comparada y fisio
logía prim ero en Bonn ( Von d e r B ed ü rfn is d e r P h ysiologie ein e r ph íío so -
phischen N a tu rb etra ch ten g 1825), a partir de 18 33 en Berlín.
'* Cf. Freud XIV, p. 35 y ss.; Em st Brücke (18 19 -18 9 2 ; amigo de Helm-
holtz, Du Bois-Reymond, Ludwig): prof, de fisiología en Viena.
15 Por ejemplo, la que pasa por Gustav Theodor Fechner (18 0 1-18 8 7 ): cf.
Dorer, op. cit., pp. 1 0 6 - 11 2 ; D orer no refleja el hecho de que Fechner se
concebía “ como caído del árbol de Scheliing'’. Además: la relación Goethe-
Freud; cf. XIV, p. 34, y Jones, op. cit., I, p. 48; su Telación defensiva res
pecto a la “ filosofía de la naturaleza”, XIV, p. 102 (D ie W iderstan de gegen
d ie Psychoanalyse, 19 25): la relación con Nietzsche a través del cam arada
de estudios Joscf Paneth (18 57 -18 9 0 ): Paneth inform ó sobre sus conver
saciones con Nietzsche en Niza 188 3-18 84 (no 1885 com o supone Jones;
temas; lugares comunes de la filosofía natural romántica como, por ejem
plo, el inconsciente, la fantasía, la locura de! genio, etc.) por carta a Freud
(cf. la carta de Freud a Arnold Zweig v. 11, 5. 1934 , reproducida por Jones
op. c i t , III, pp. 488-490), sin duda, de un modo parecido a su novia -cf.
las cartas de Paneth reproducidas en forma de extracto en F„ Fórstcr-Nietz-
sche, D a s I.t’beti F riedrick N ietzsch es II, 2 (1904), pp. 481 -4 9 3-
J. M einertz, P hilosoph ie, Tiejenpsirchologie, E xisten z. T iefenpsycholo-
¿ isc h t FCeine und P rob¡entein d er Philvs&pkie d esd eu tsch en Idealism us utid
in d er E jcisteitzp b iljw p h ie (19 58], pp. 64-100.
‘ A. GeMen, Ü ber d ie Geincrt d e r E r e ih e ite u s d e r E n ífrem du n g, en: A r-
chivfüT Rechts- tin d íii)zialphik>scphie 40 (19 5 2/53], pp, 338-353: descubre
en particular un “ hilo rojo invisible” desde Tichte a Freud.
21 Th. M a n a The S tellung Frctid> in der m odernen G eisíesgeschichte (C on
ferí n c íi 1929), G csü m tn eke Werke X, pp. 256-28C [trad. cast. de A. Sánchez
Pascual: Schopenhauer, N ietzsche, Freud, Bruguera, Barcelona, 1984] acen
túa en particular la “procedencia inconsciente” de Freud respecto al ro
m anticism o (especialmente respecto a Novalis) e interpreta el psicoanálisis
-cu yo contenido se acepta aquí absolutam ente- como “ aquella m anifes
tación del ¡nacionalism o m oderno que se resiste de m odo inequívoco a
que se abuse reacción ariamente de ella” ; op. cit., p. 280,
123 Sobre la expresión “tendencias” cf., p or ejem plo, Schelling III, p. 17
(E rster E m w u r f cines S yste m s d er N at'u rpkiiosoph ie 1799) y Freud X III,
p. 2 18 ( “P sy c h o a m ly s e ” u n d “L ib id a th e o n e ’’ 19 2 3 ); aquí no puede m os
trarse hasta qué punto esa teoría de las dos tendencias está ligada a la tra
dición de la doctrina “ hylemorfista” de los dos principios.
14 Freud II/III, p. 6 14 y ss. [D ie T rau m deu tu n g ); cf. el bello resumen XIII,
p. 21 S (trad. cast. de I . López Ballesteros, L a in terpretación d e los sueños
v. 3],
15 Conceptos fundamentales del sistema trascendental: I I I 348/349 y des
pués constantemente; también “el inconsciente” III, p. 3 5 1; “ inconsciente”
111, p. 450; "un a región situada más allá de la conciencia común” III, p. 527;
cf. ss.
26 También en Schelling: cf. por ejem plo III, p. 19 (Erster E n tw u rf 1799),
111, pp. 2 9 0 ,2 9 1 {E in lettu ng zu d em E n tw u rf eínes S ystem s d er N a tu rp h ilo
so p h ie , 1799) [trad. cast. de A. Leyte, In tro d u cció n al p ro y ecto d e un sis
tem a d e filosofía d e la n atu raleza en Escritos sobre filosofía de la n atu raleza,
Alianza, M adrid, 1996], ere., en relación a la manera de hablar de Fichte y
Schiller.
27 Cf. Teoría del a m orfon de Schelling III, p. 3 1 y ss.; “ Para los filosófos
dinámicos lo originario es lo am orfo ( ...) En la pura productividad de la
naturaleza no hay todavía ninguna determinación, es decir, tampoco nin
guna form a": IIT,p. 3 1 nota 2 ( Erster E n tm ir f ]799); de ahí el discurso sobre
el “ Proteo de la naturaleza” : II, p. 382 (Vorj d er Weltseele 1758). Cf. la teo
ría freudiana de la libre movilidad de la libido, por ejemplo XI, p. 358 í Vor-
lesungen zu r E inführung in die P sychoanalyse 19 17J,-X V ÍI, p. 73 (trad.cast.
de L. López Ballesteros, Lecciones introductorias al p sicoan álisis*. 12 j (A briss
d er Psychoanalyse 1938), com o teoría de la “ indiferencia” X n i,p . 273 ( D a s
k h n n d das Es 19 2 3), etc. [trad. cast. de L. I.ópez Ballesteros, E l y v y e l e i b
v. 15].
18 Concepto fundam ental de Scheliing, Erster E n tw iu f 17 99: III, p. 15 y
después regularmente; cf. la correspondiente teoría de la limitación del sis
tema trascendental; en Freud “ inhibición” designa en parte un síntom a
(H em m u n g , S y m p to n u n d A n gst, 1926) [trad. cast. de L, l o pez Balleste
ros, In h ibición , sín to m a y an gu stia v. 16 ], pero en la acepción general está
fijado por el concepto de “ inhibición en su fin": cf. por ejemplo X III, p. 154
yss. (M assen psych ologie u n d ic h -A n a ly se 19 2 1) [trad. cast. de L. López B a
llesteros, Psicología d e ¡as m asas y an álisis d e l y o v, 14], X !ll, p. 232 ( “P sy-
ch oan alyse” u n d "Libidoth eorie” 19 23) etc.
79 Para Freud la “ teoría de la represión” es “la columna central ( ...) del
psicoanálisis” : X , p. 54 (Z u r G eschichte d e r psych o an alytisch en B ew egung
19 14 ) [trad. cast. de L. López Ballesteros, Historia d e l m o v im ien to psicoa-
natítíco v. 10 ]; para Scheliing cf. II, p. 374 (Von d e r W eltseele 1798) -^-“re
prim ido (reflejado)” en la fo rm a- por ejem plo III, p. 304 (E in leitu n g . ..
1799), etc.
50 La teoría de la sublimación: cf. resumido, por ejemplo, X III, pp. 230-
2 31 ( “P sych oan alyse” u n d "Libidotheorie” 1923).
” Teoría de la potenciación; cf. por ejemplo IV [A ü g em ein e D ed u ktion
des d yn am isch en Prozesses 1800) [trad. cast. de A. Leyte, D edu cción g en e
ral del proceso d in ám ico o d e ¡as categorías d e la física en Escritos sobre filo
sofía d e la n a tu ra le za , Alianza, M adrid, 1996] y tam bién S istem a
trascen den tal III, p. 450; Scheliing llama también a esto “ hacer a la natu
raleza inteligente” op. c it ., p. 3 4 1 o “ hacer que lo subjetivo se origine a
partir de lo objetivo” op. cit., IV, pp. 86-£7 ( Ü ber den w ah ren B egriff d er N a -
tu rph ilosoph ie 18 0 1); los principios de esta teoría III, p. 16 (Erster E n tw u r f
1799).
11 Scheliing III, p. 16 y ss. {E r ste rE n tw u rf 1799).
13 Freud, por ejem plo X , p. 256 (D ie Verdrángung 19 15 ) [trad. cast. de
L. López Ballesteros, La represión v. 1 1 ] ; cf. X V II, p. 1 3 1 (A briss d e r Psy-
c h c a n a ly s e 1958): “ Las exige n a is puhionales desplazadas por la satisfac
ción directa son forzadas a seguir n u eva s trayectorias que conducen a una
satis facción sustituí ¡Ya”.
” “Producto (síntesis}'’ : TU, p. 2 9 1; '‘ finito e infinito a la vez” : III, p. 290
(E in le rtu n g ... L799); “ O tra de tendencias contrapuestas” : III, p. 17 ; cf.
p. 19 , etc. (Erster E n iw u rf 1799), cf. T ran szen den u iisystem III, p. 198 y ss.
’,s C í. Freud f í al. II/ITI, p. 6 9 0 1 (O b e rd e n Traum 19 0 1), X III, p. 222 [trad.
cast, de L. López Ballesteros, ’lb lein y tabú v. 9], ( ‘‘P sych oan alyse” u n d “Li-
bidorhcvrie* 19 2 3), XIV, p. 7 1 (5í/bsísdarsíe!J«ng 1925), etc.
“ Cf. Schelling, ]II p, 2<S4y s s . (E rster E n tw u r f 1799), III, p. 299 (E in lei-
tu n g ..A 799), y especia.! mente II, p, 17 7 y ss. (Ideen z u ein er P hilo soph ie
d e r N a tu r 1797) con referencia a L Kant, M etaphysisich e Anfangsgründe der
N a tu rw issen sch a fi (178 6 ), W erke Cassirer (ed.) IV, especialmente pp. 400-
446 (D yn a m ik ) [trad. cast. de C. M istnela, P rin cipios m etafísicas de la cien
cia de la n atu raleza, Alianza, Madrid, 1989]; cf. Freud XVII, p. 7 1: “ Más allá
del ámbito de lo vivo, la analogía de nuestras dos pulsiones fundam enta
les conduce a la pareja de opuestos atracción-repulsión que dom ina en el
ám bito inorgánico" (el cambio y la continuidad de la teoría de las dos ten
dencias de Freud en el tránsito a su teoría tardía no puede ser aquí objeto
de un reflexión in extenso),
57 Cf. p or ejem plo Schelling II, 39 (Ideen z u ein er Philosophie d er N a tu r
1797): “ La filosofía deviene genética” ; cf. T ran szen den tah ystem III, pp. 378,
39 7 ,4 2 7 ; el psicoanálisis de Freud quiere “ realizar el trabajo de una psico
logía genética V III p. 4 1 1 (D a s Interesse an d er Psychoanalyse 19 13 ).
“ Cf. por ejem plo Schelling en el T ran szen den tah ystem III, pp. 3 7 1,3 7 6 ,
etc.; Freud XVI, p. 43 y ss. (K on stru ktion en in d e r A n alyse 19 23) [trad. cast.
de L. López Ballesteros, C onstrucciones en psicoan álisis v. 19 ],
La filosofía de Schelling quiere “tom ar de nuevo conciencia” de una
“ repetición libre de la necesidad originaria de aquellas acciones de la his
toria de la autoconciencia” : III, p. 398 ( T ran szen den tah ystem 1800); form a
parte de la teoría de Freud el énfasis del “ apego continuo a los sentidos y
de la determinación incluso de los fenómenos anímicos aparentemente más
oscuros y arbitrarios”, X III, p. 4 13 (K ttrzer Abriss d er Psychoanalyse 1928).
40 Argum ento corriente no sólo contra Freud, sino también contra la
filosofía trascendental dialéctica (“ medida a tres tiempos del taconeo m e
cá n ico ...” ): como argumento de fatalismo contra Schelling en el campo de
Jacobi durante Ja disputa del panteísmo: cf. la refutación en Schelling V il.
p. 338 y s í ( T reih eitau fsatz 1809) (trad. cast. de H . Cortés r A. I.eyte, Lec
ciones filvsíiftcaí só b rela esencia de la libertad h u m ana, Anthiopos, Barce
lona, 19#9 ],
■“ X ,pp. 94-95 (Z u rO e sc h ic h te d e r neuren P h ilcsoph ie 1827); cf. también
T ranszendenki¡system IH, pp. 345, 3 5 1, etc.
42 A partir de J79 7 en creciente medida, de tal m odo que l a filosofía de.
la n atu raleza puede en su conjunto adquirir el nom bre “del sistema tal y
como ha aparecido en completa independencia de Fichtc”,
■“ “ Todos nosotros mostramos aún poco respeto ante la naturaleza” : V I11,
p. 210 (E m e K in dh eitserin n eru n g d es L eonardo da V inci 19 10 ) [trad. cas!,
de L. López Ballesteros, Un recuerdo in fan til de L eonardo da Vinci v. 8 ]; “ No
deberíamos envanecernos tanto que omitiéram os completamente aque
llo que hay de originalm ente anim al en nuestra naturaleza” : V III, p. 59
( Ü ber P sych oan ah se 19 10 ) [trad. cast. de I-, L. Ballesteros, P sicoanálisis v.
81; cf. la teoría freudiana de las dos grandes “ hum illaciones” poscoperni-
canas del ser hum ano (la “ biológica" y la “psicológica” ), en prim er lugar
X II, especialmente pp. 6 -12 (E itie S ch w ierigkeit d e r P sych oan alyse 19 17 )
[trad. cast. de L. L. Ballesteros, U na d ific u lta d d el psicoanálisis v. 13 ], con
el resultado de “afirm ar ( ...) que el yo no es señor en su propia casa” : XII,
p. 23 y ss., especialmente 46 y ss. (Jenseits des L u stprin zips 1920) [trad. cast.
de L. L. Ballesteros, M ás allá del prin cip io del placer v. 13 ].
11 Cf. p or una parte, el principio de Schelling de la “autonom ía de la
naturaleza” conforme al cual “ ningún poder extraño (puede) intervenir en
ella” (III p. 17 : E rster E tu w u rf 1799) y la correspondiente crítica de la ex
perimentación, especialmente 111, pp. 276-277 (fi¡M¡e¡íung..., 1799), y del
principio fkhteano de la “ utilización” de la naturaleza, especialmente VII
pp. 17 -18 (D arlegu n gdes wahren Verhaltnisses d e r N a tu rp h ilo so p h ie zu r der
verbesserten Fichteschen Lehre 1806), Cf. por otra parte, la tesis freudiana
del poder de la naturaleza, es decir, del ello y de la impotencia del yo: “ Se
asemeja en su relación con el ello ( ...) al jinete que debe em bridar la fuerza
superior del caballo, con la diferencia de que el jinete lo intenta con sus
propias fuerzas, mientras el yo con fuerzas prestadas” : X III, p. 253 (D a s Ich
u n d d a s E s 1923).
45 En el sentido de I. Kant, Idee z u ein er allgem einen G eschichte in w elt-
bü rgerlich er A bsich t (17 8 4 ): con la adopción de la form ulación kantiana
debe dais* aetítetideT que U historicidad concreta de la razón no puede s «
definida p or el abandono de la '‘'filosofía del derecho”, como es habitual
hoy. sino por la m elta a «lia: la filosofía d é la historia hegeliana es, tías
una madura reflexión, parte «le lafilosofia del derecho; y también Scheliing
extrae la conclusión de que el ártico objeto verdadero de la historia no puede
ser más que la form ación gradual de Laconstitución cosmopolita, pues pre
cisamente ésa es la única razó n” (“universal” : ib id.) de una "historia”: Truus-
ze n d e n ta b y s te m III, 592-593. La "im potencia de la razón”, es d c c Í T , la
pérdida de su historicidad concreta, significa en las páginas siguientes -en
contraposición al concepto de Scheler- no una constitución eterna, sino
un estado de debilidad de la razún «n principio modificablc.
* Con ello hay que poner de manifiesto al m ism o tiempo que en el seno
deJ "‘m ovim iento de mediación de la subjetividad por su otro” (W. Scbulü,
D ie Vollendung des deiuschen id e a lism u s in d er S patph ilosoph ie Schellings,
19 55, p. 290) la definición teológica - o la equivalente: por ejemplo, desde
el punto de vista de la historia del ser- de ese “otro” ha de ser considerada
n o natural y frágil, mientras que, por el contrario, su definición como na
turaleza ha da ser considerada poderosa. Por ello ese “ otro” es prim aria
m ente lo amenazador. La definición teológica de ese “otro” que no incluya
una reflexión sobre su definición com o naturaleza debe perm anecer com
pletamente sin perpectivas. A sí G. Lukács puede tener razón cuando con
cibe ese m ovim iento de m ediación de la razón p or su otro com o una
“ destrucción de la razón”. En contraposición a él, la siguiente reflexión
quiere hacer valer en una escala modesta que precisamente en el seno de
ese m ovim iento se desarrollan potencias (desde el punto de vista de Lu
kács habría que hablar de elementos de progresividad en el interior de la
apologética indirecta) con una cierta relevan cia económ ica que apenas nos
podem os perm itir pasar por alto,
17 C f. por ejem plo Herder, la C rítica d el ju ic io de Kant y no en último
lugar aquel m ovim iento del pensam iento de Schiller que va desde una
orientación histórico-política en las cartas Sobre la educación estética del
h om bre (1794) (trad. cast. de J. Feijóo y J. Seca, Anthropos, Barcelona, 1990 ]
hasta la orientación hacia la naturaleza en el tratado Sobre la poesía inge
nua y poesía se n tim en ta l (179 5) [trad. cast. de I. Probst y R. Lila Verbum,
M adrid, 2005] que B. v. Wiese, Friedrich Schiller (1959), sólo ha señalado
en m uy escasa medida para el contexto del problema “ política y estética”
-supuestam ente por no tener aquí que pensar en resignación.
* Quiere “trazar de lina manera precisa y completa la historia en curso
de la auicconci enría’ (IÍI, p. 3 3 1) y '‘enumerar aquellas acciones que hacen
igualmente época en la historia d é la autoconciencia y presentallas en su
conexión recíproca” (III, p. 398) La meta de esa historia es que su actor
-el “yo” según el m odo de hablar de Schelling: com o cal>e decir, el única
crea ta rvere acatsu biU s- pueda aparecer sin reservas y por ello de una m a
nera totalmente visible: justificado ante sí y satisfecho consigo, porque a
través de su historia tía nacido un m undo verdaderamente racional y hu
mano,
19 F,n particulai I ! I, pp. 38 8 -5 31 (Tercera sección principal).
50 En particular III, pp. 5 3 2 -5 8 1 (Cuarta sección principal, sin la fo r
mulación de su aporía).
51 Con más precisión: no se trata de la razón realizada p o r la sociedad,
es decir, com o racionalización de intereses particulares (cuya en cam a
ción suprema es la sociedad), sino la ra z ó n p a ra la sociedad, es decir, como
poder que la transform a en lina esfera digna de lo hum ano: como poten
cia de la identidad del hombre consigo mism o mediante la no-identidad
del hom bre con la sociedad que se realiza en el seno de la sociedad; esa
razón es pues real en cuanto aquel poder que garantiza la libertad del hom
bre ante la sociedad, es decir, ante la opresión que ésta ejerce m ediantegm -
pos - p o r tanto, com o su capacidad de ser otro y su derecho a vivir
humanamente, es decir, com o individuo—, no sólo com o deseo de !a inte
rioridad, sino como derecho realizable: así pues como Estado o com o aquel
Tionten raesriíur que representa esa libertad contra el Estado, cuando éste ha
degenerado hasta identificarse con un grupo y por ello ha perdido la legi
timidad como Estado.
w Cf. Schelling III, p. 583 y ss.: “ la constitución jurídica universal” (III,
p. 59 1), es decir, “ la constitución de derecho universal es condición de la
libertad” (III, p, 593) y con ello “según la materia ( ...) la m ejor teodicea
que el hom bre puede conducir” (III, p. 584); com o “constitución estatal”
(III, p. 586) no es posible, en última instancia, más que a través de un “ Es
tado de Estados” (III, p. 586); “ la realización gradual de la constitución ju
rídica es ( ...) la vara histórica del progreso del género hum ano” (III, p.
593); pero ese progreso sigue siendo el progreso infinito, el problem a de
la realización de esa constitución de derecho permanece para Schelling irre
suelta y aporética (III, p. 593); toda la teoría del derecho y de la historia
tom o la de su progreso sirve únicamente para form ular la aporíade la razón
práctica.
“ II], p. 592
4 ‘‘ No podem os pues imaginarnos una «poca cu la que la síntesis abso
luta (cf. 111, p 598) ( ,..) se haya desarrollado completamente” : III, p. 602.
C f además la discusión hegeliana sobre el '‘ progreso infinito” : “ La razón
práctica que huye hacia él ( ...) confiesa precisamente a través de la infini
tud del progreso su finitud c incapacidad para hacerse valer com o abso
luta” : W erke (G iodtner) ], p. 3 1 3 : progreso infinito es un eufem ism o de
ninguna probabilidad de éxito.
5i Xtopiajicc
5t Ella - y no en prim er lugar la creciente racionalización de las relacio
nes vitales- define el “ problema de la sociedad” de m odo central: se trata
sobre todo del problem a de un mundo que a pesar de toda objetivación
ha permanecido latente de una form a demasiado natural.
’ 7 La que procede respecto a la filosofía trascendental en Schelling, en
prim er lugar, com o su aplicación - c f II, p. 4 (Ideen zu ein er P hilosophie d e r
N a tu r 17 9 7 )-, luego com o su com plem ento -c f. p or ejemplo T ranszen-
d en ta h ystem III, pp. 3 3 9 -3 4 2 - y finalmente como su fundamento -cf. por
ejemplo IV, p, 92: “ Prioridad ( ...) de la filosofía de la naturaleza” ( Ü ber den
w ah ren B eg riff d er N a tu rp h ilo ío p h ie 18 0 1); cf. también nota 4 4-.
3 1III, pp. 6 0 7-6 11.
5!l Pues el “ problema” (III, 605-606) que resuelve se deriva de la aporía
de la historia (III, p. 539 y ss); el “ fundam ento explicativo de la historia”
“no puede ( ...) probarse a partir de la historia” (III p. 606): “ sólo m e” lo
“da ( ...) la naturaleza orgánica”.
“ III, p. 610.
A ese proceso global - a l principio eufórico, más tarde d eprim ido- de
un debilitamiento de la ratón histórica pertenecen como fenómenos pos
teriores —en parte ya en Schelling mismo, en parte sólo más tarde com o
fenóm enos viru lentos-, entre otros: la creciente incapacidad para desa
rrollar una teoría del “ fin final” de la historia y de los medios de su reali
zación; la progresiva inclinación a desacreditar su definición cosmopolita
y el ámbito de lo político; la tendencia a excluir la esfera del derecho de la
discusión del progreso y a lim itar esa discusión -y a sea desde una actitud
amistosa hacia el progreso (positivism o), ya sea desde una actitud hostil
(filosofía vitalista y filosofía existencialista)- a la esfera exclusiva de la téc
nica cicntificista; la descalificación del derecho como punto de vista de la
autenticidad (en favor de la gracia, el am or, el destino del ser, etc.); La con
versión en tabú del pensamiento teológico en general y la inclinación a bus
car determinaciones de fin que no son determinaciones de meta (muerte,
tú, Dios como lo “ absolutamente otro” etc.); la renuncia a la dialéctica; la
critica de Hegel y del idealismo; la tendencia a desplazar la historia desde
su definición “cosm opolita” a una definición “ distinta" (natural-evolu
cionista, estética, mitológica, históiico-ontológica y en determinadas for
mas teológica, lingüística, incluso sociológica y dialógica); la inclinación
al pesim ism o histórico; las tendencias a la antropología, a la tipología, a los
psicologism os; p in otra parle, el creciente interés por lo sobretemporal-
ahistórico; etc. Sin embargo, no debe discutirse de ningún m odo que esas
form as de resignación de la filosofía de la historia m ism a puedan servir al
m ism o tiempo para explorar la realidad (cf. además, por ejemplo, la figura
descrita por K. Gründer del papel creador de ciencia de la crítica científica,
M. H eideggers W issenschaftskritik irt ihren gesch ich llkh en Z usam m en h & n -
gen en: A rch iv f ü r P h ih so p h ie i 1 (1962), p. 3 12 y ss.).
“ En el sentido hegeüano: producir su presencia “ mediada”
13 Cf. su transformación de la filosofía general en filosofía de la natura
leza (nota 12 ) y la definición de ésta como “ teosofía” : L. Oken, Lehrbuch
der N a tu rp h ilo so p h ie I (1809) p. 16; además la bella interpretación en J, R.
Erdmann, Versuch ein er w issenschafttíchen D a rstellu n g d e r G eschichte d e r
m u ere n P hilosoph ie III, p. 3 (18 5 3 , 19 3 1) , pp, 249-286; cf. también la co
rrespondiente cita aprobatoria que C. G. Carus dedica a Oken: Vorlesun-
gen ü ber Psychologie (18 3 1) , Ed. Darmastadt, 1958, p. 4 1.
M VII, 19 (D a rleg u n g d es w ah ren V erhahnisses d er N a tu rp h ilo so p h ie zu
d e r verbesserten Fichteschen Lekre 1806),
65 IV, p, 76 (AU gem eine D ed u k tio n des dyn am isch eti Prozesses 1800).
66 Lo que naturalmente no excluye la continuidad del intento de m an
tenerla (en planteamientos de índole tan diversa como, por ejemplo, aque
llos de Bachofen, Dilthey, Klages, Jung, entre otros) y de reivindicar su
verdad (cf. nota 75).
Cuya filosofía se concibe aquí como figura de la filosofía de la natu
raleza y aún más como su figura consecuente y desencantada. Cf. además
del pasaje señalado en la nota 158 : S am tlich e W erke, Deussen (ed.) IV, p.
1 JL: “elhecho deque la na tu ja n atu m n s, o lato sa en sí, (sea) la voluntad...;
pero k n a tu ra na tu ra ta o la apariencia sea ( ...) la representación. (Pa-
rergo u n dP a ra lip o m en a vo l 1, 1852); cf. Los numerosos testimonios en favor
d e la afinidad (docum entada también p or ta m oderación a la que Scho-
penJiauer somete su facilidad para el im properio ante la filosofía de la na-
turale 2 a de Schelling y su escuela) ccn la filosofía de Schelling, por ejemplo,
con la doctrina de los “ grados de objetivación” : I, p. 154 y ss. {D ie W elí ais
W M eu ttd VorsteHung 18 19 ), especialmente pp. 1 7 0 - 17 1: el empleo de con
ceptos schellinianos com o “polaridad" (p, 1 7 1 ) , “potencias” (p. 17 2 ), “ in
hibición” íp. 19 5), etc. [trad. cast. de P. I.ópez de Santa M aría, El m u n d o
com o v o lu n ta d y representación, Trotta, M adrid, 2004).
48 Cuya "nueva filosofía” - n o en última instancia, porque quiere ser an
tropología- puede valeren cualquier caso como figura (desencantada) de
la “ filosofía de la naturaleza”, en la medida en que (hace) del hombre, in
cluida la naturaleza com o su base, objeto único, universal y suprem o de
la filosofía y, p or tanto, de la antropología, incluida la psicología, ciencia
universal” : L. I’euerbach, S á m tlick e W e rk e II (18 4 6 ),p. 343 (G ru n d sa tze d e r
P htfosophie d er Z u k u n ft 1843) [trad. cast. de E. Subírats, P rin cipios de ta
filosofía d el fu tu ro , Labor, Barcelona, 19761.
Sl> Cf. como tesis directriz de la interpretación que sirve aquí de funda
mento F. Nietzsche, G esa m m elte W erke (M u sa rio n a u sg a b e) X V III, p. 88:
“ Retorno a la naturaleza entendido, cada vez de una m anera más resuelta,
a la inversa de com o lo entendió Rousseau. ¡Apartarse del idilio y de la
ópera!" (D e r W ille z u r M a c h t 1884-1888, aforism o 117 ) .
70 Cf. Th. M ann, op. cit., (cf. nota 2 3), pp. 276-277: “el reconocimiento
de la superioridad fiáctica y de poder del im pulso sobre el espíritu ( ...) no
significa una rendición admirativa ante esa superioridad ni un escarneci
miento del espíritu”.
71 Cf. la sustitución de los atributos orgánicos de la naturaleza por atri
butos combativos ya en Schopenhauer y Nietzsche (cf. también al respecto
Darwin) hasta la teoría de la agresividad en Freud: cf. los pasajes im por
tantes XIV, pp. 470-471 (D as Unbehagen in der K u ltu r 1930), y XV, pp. 110 -
1 1 1 [trad. cast. de L. L. Ballesteros, E! m a lesta r en la cu ltu ra v. 17] (N eu e
F o lg ed e r Vorlesungen zu E in fü hru n g in d ie Psychoanalyse 19 33 ); cf., nota
159 [trad. cast. de L. L. Ballesteros, N u evas lecciones in trodu ctorias al p s i
coanálisis v. 18].
75 Cf. el fenóm eno que sirve de punto de partida a Freud para el desa
rrollo de su teoría del impulso de muerte, X III, p. 9 y ss. (Jenseits des L u í t-
p r in z ip s 19 20), caracterizado por él m ism o, X II, p. 2 1 , con la fórm ula
nietzscheana del “eterno retorno de lo m ism o”. También para Schopcn-
hauer el círc u lo era “el auténtico sím bolo de la naturaleza, porque consti
tuye el esquema del retorno; ésta es de hecho la form a más universal en la
naturaleza” : II, 543 (D ie W elt ais W ílle und Vorstelhm g Bd. 2 1844).
73 Ésta ciertamente aparece, en prim er lugar, en época posrom ántita;
pero las consecuencias y los resultados foman parte de esa posición: al m ar
gen de ella esta posición no es más que una abstracción. N o podem os dis
cutir aquí cóm o el proceso de oscurecimiento de la naturaleza impulsa la
crisis de la estética y a su vez es impulsado p or ella.
71 “ Naturaleza” en contraposición a lo m eram ente fáctico, a lo m era
mente existente: por ejemplo, en prim er lugar, se trata de la acepción de
“ derecho natural”, particularm ente en el sentido que le da la ilustración
como portavoz de un nuevo orden necesario que sirve a los intereses hu
m anos, antes de que su función cam bie y se ponga al servicio de la res
tauración; y, por ejemplo, en segundo lugar, se trata de la acepción de lo
natural en el sentido del “elemento m aterial” de aquellas necesidades ele
mentales, frente a las cuales cualquier apelación a lo así llamado “elevado”
comete un agravio que pretende oponerse al detecho que tiene todo hom
bre a satisfacer esas necesidades.
75 Así, por ejemplo, C. G. Carus, Psyche (1846), Klages (ed.) 1926, p. 239,
opina de un m odo totalm ente acertado que “ aquel anhelo surgido sólo
en nuestra época que lleva a lanzarse periódicamente, com o en una espe
cie de adoración de la naturaleza, a los bosques y montañas, a los valles y
peñascos, se parece realmente a un tipo de instinto que busca un remedio
contra la enfermedad de la vida artificial” ; cf. para la interpretación de esta
relación J. Ritter, "Landschaft". Z u r Rolle des Á sth etisch en in d e r m odernen
W elt (19 6 3) [trad. cast. de R. de la Vega, Paisaje. Sobre la fu n ció n d e lo es
tético en la sociedad m odern a en S u b jetivid a d , Alfa, Barcelona, 1986].
7,1 Todo retorno a la naturaleza incapaz de conocer, reconocer y seguir
la historia y el nivel alcanzado en ella como su condición, es forzoso que
sucum ba a largo plazo y sin ninguna esperanza a esa d é fin itio n ttoire: es
decir, todo retorno a la naturaleza que quiera hacer valer sólo la natura
leza contra ese nivel y no una nueva m ediación y presencia histórica de esa
naturaleza; ella no hace valer contra ese mv«l más que aquello que en ese
retorno y en esa naturaleza es destrucción y regresión a la barbarie; así, por
ejemplo, en la naturaleza como hambre del oprim ido (cuando no se ha or
ganizado históricamente) hacevaler la mera destrucción de máquinas y del
o/den de U paz; o en la naturaleza com o huida de la teificación (cuando
ella, no se forma, en «1 seno del mundo histórico com o su oportunidad de
trasladar definitivam ente su naturalidad fuera de sí y llevarla al ám bito
d é lo vacado nal-primado) hace valer el mero retorno al estado de natura
leza á !¿ Hobbes y a la lucha como vivencia interior y h orror universal,
etc. No sirve de nada destacar en ese retorno sólo lo delicado y lo etéreo:
no puede mantenerse y se desvanece en la destrucción masiva. Esto obliga
como contraposición a formalizar la naturaleza en una definición que se
aviene con todo y que pacta de hecho con lo existente y lo poderoso y ade
más de ello se interesa sobre todo por “ tener validez” Así también forma
parte de este contexto global el fenómeno interesante de la gran propen
sión a cam biar de función que muestra el concepto de naturaleza.
77 A pesar de los constantes intentos por establecerla; por ejemplo, desde
la diferenciación schilleriana entre naturaleza “ verdadera” y naturaleza
“ real” (Sákularaussgabe X II, p. 233: Ü ber n a ive u n d sen tim en talisch e D ich -
tu n g 17 9 5 [trad. cast. de J, Probst y R. Lila, S obre p o esía ingenua y p oesía
sen tim en ta l, Verbum, M adrid, 19 9 5]), pasando por la diferenciación de H.
Steffen entre naturaleza “purificadora” o “santificadora” y naturaleza “ se
ductora” (A n tltropologie 1822 v. 1, p. 16) hasta la diferenciación posterior
de Freud entre “eros” y "pulsión de m uerte”.
78 Cf. Scheliing III, p. 34; “ La teoría completa de la naturaleza sería aque
lla mediante la cual la naturaleza en su totalidad se disolviera en una inte
ligencia” (Sistem a trascen den tal).
™ Cf. Scheliing V il, p. 358 y ss. (F reih eitau fsatz 1809).
“ A. Schopenhauer I, pp. 446-471 (D ie W e lt a h W ille u n d V orstellung
18 19 ).
F. Nietzsche XIV, p. 179 (de la época del Z arath u stra, 1882-1886).
8! Se podría hablar de actores de una diferencia específica entre regre
sión y liberación.
M III, p. 610.
8‘ III, p. 6 1 1 .
í! III, p. 3 5 1.
“ [II, pp. 6 12-629 ; cf. a n ib a , sección 1.
C f. n o ts 7.
,;i F. Nieizscht; [II, pp. íí),4(>, etc. (D ie G e b u r td e r T m godie 1872 y 1886);
“Aquí, cuando la voluntad corre su máxim o peligro, se acerca el arte como
m a ja que salva y cura.: sólo el! i ji uede retorcer esos pensamientos de náu
sea sobre lo espantos» o absurdo de la existencia con virtiéndolos en re
presentaciones con las que se puede vivir”, III, pp. 56-57 i trad. cast. de A.
Sánchez Pascual, 0 n a c im ie n to if e la tragedia, Alianza, M adrid, 19 8 1J; cf.
tam bién X IX , p. 229 (D e r W ilU z u r M a ch t, 1888): “ Disponemos del arte
para que no perezcamos por la verdad”, donde la verdad equivale al mundo
natural de la voluntad de poder y del eterno retom o; cf. al respecto las de
finiciones del arte considerado com o un “ consuelo” tan sólo momentáneo,
oj>. c ií., especialmente I, pp. 3 15 - 3 16 , en Schopenhauer, y como un “aleja
miento tan sólo fugaz de las miserias de la vida” a través del “dulce estado
narcótico al que nos transporta el arte” en el tardío Freud: XIV, p. 439 (D as
Unbehagen iti d e r K u ltu r 1930).
89 Cf. I. Kant, K rilk d er U rteilskraft (1790) 46, W erke, Cassirer (ed.), V,
pp. 382-383: “ que el genio ( ...) da la regla en cuanto naturaleza"', por ello
“ los poetas ( ...) son, según su concepto, los presentadores de la natura
leza” ; F. Schiller, S aku lam u sgabe X II, p. 18 3 ( Ü ber n a ive u n d se n tim en ta -
Itsch eD ich tu n g 1 7 9 5 ) ;cf. Schelling 1 1 1 , p. 6 1 2 y s s . (T ran szzn den talsystem ):
el genio es aquella potencia “ en cuyo seno’’, mediante un “don de la natu
raleza” (III pp. 6 15 ,6 17 ) , “ la actividad inconsciente actúa abriéndose paso
p or la actividad consciente hasta llegar a la identidad perfecta con ella
m ism a" (III, p. 6 13 ) y a través de ésta a la “síntesis de naturaleza y liber-
tad” (W p. 619).
w Cf. en particular la teoría del arte como “ reserva natural” en Freud: del
modo m ás claro en XI, p. 387 (Vorlesungen z u r E in fü hru n g in die Psychoa
nalyse 19 17 ) ; cf. nota 1 5 1 .
91 Paisaje, infancia, estados prim itivos de la hum anidad, etc.; cf. nota
75.
w También la naturaleza considerada como lo “verdadero”, “auténtico”,
significa el rechaza del presente y es a la postre lo que está en otro lugar,
en otro tiempo, lo otro por excelencia, como C. Schmitt, Politische R om an tik
(19 2 5), interpreta con íntimo conocimiento [trad. cast. de L. A. R o ssiy S.
Schwarzbóck, R o m a n ticism o p o lítico , Universidad Nacional de Quilmes,
Buenos Aires, 2000].
* CF. S. Kierkegaard, Ü b erd erj B e g riffd er Iron ie n n t sian diger Rücksicht
a u f Sokrotes (18 4 1) , tT a d . Schaeder (19 2 9 ), p. 236 [trad. cast. de D. G on
zález y B. 5. Tajifuerce, Escritos 1, D e l o s f apeles de alguien que todavía vive.
Sobre el c o n te fic d e ironía, Trotta, M adrid, 2000]: “Que el anonadamiento
tea adm itido’"; esto puede ral er com o característica general de la estética
del genio: ésta no se rcalica precisamente c o m a es-tética de la perfecta a r
m onía del individuo (“ libertad” ) con el curso del m undo (“ necesidad"),
es decir, com o estética de lo bello, sin o únicam ente com o estética de lo
no bello: d é lo sublime, trágico, patético, comicu, feo, dionisíaco, grotesco,
bufonesco, extravagante, humorístico, etc.: no es, en efecto, la estética de
la redención de las contradicciones resueltas, sino la estética de la retirada
de las contradicciones soportadas y tam poco es la estética de la natura
leza aceptada, sin o la estética de la naturaleza sufrida. No puede discu
tirse aquí hasta qué punto Schelling -el caso sorprendente de un pensador
con una m áxim a intención de estética y con una m ínim a realización de es
tética- haya tal v ez : renunciado pronto a una posición central en la esté
tica precisamente para no verse obligado a realizar esa tendencia de una
estética del genio.
^ Tal es la figura de las “teorías de la decadencia”, cuyo resultado satis
factorio y el éxito general dependiente de él se vuelve comprensible preci
sam ente a partir de esa estructura. D entro del ám bito artístico nos
proporciona un ejemplo excelente la novela corta que en aquella época pro
gresa de una manera nueva y significativa: si la novela corta es una histo
ria -según la interpretación de B, v. Wiese, D ie deutsche N ovelle von G oethe
bis Kafka (19 5 9 )- para la que es esencial “ la primacía del acontecimiento
sobre los personajes” (p. 15 ), es decir, la superioridad del acontecimiento
sobre los individuos, la estructura indicada hace plausible por qué se la
narra y se la valora en situaciones donde la fatalidad de los acontecimien
tos es superior a los individuos. M ientras este tipo de situaciones catas
tróficas puedan ser consideradas com o transitorias (peste, etc.), se las marca
mediante narraciones-marco; desde que se las considera como un estado
del m undo perenne su peculiar señalamiento mediante una narración-
marco resulta superflua: la narración-m arco en parte se retira, en parte se
especializa marcando situaciones alegres.
v' C í. S. Kierkegaard, G esam m ette W erke , Hirsch (ed.) XXXIV7XXV, p. 75
(D ie K ra n k h eit zu tn T ode 1849) [trad. cast. de D. G . Rivero, La en ferm e
d a d m o rta l, Sarpe, M adrid, 1984].
Aquella re■<xt€noiizaci 6 n déla destrucción “ interiorizada", ta.1 vcom n
ella ha conducido -s e g ú n la bella tesis desarrollada, «ji prim er fugar, por
Lüh Andreas-Salcm é, F riedrich N ietzsch e in se in e n W erkett ( 1 9 1 1) (trad.
cast de L . E Moreno, F riedrick K ie tzsc h e en sus obras, M inúscula, Barce
lona, 2005], p. 220 7 íí-, eri particular pp, 224 y 226; N íetische ha trans
form ado un “ tem o r” y un “torm ento” en una convicción entusiasta, al
ver y anunciar coino n a elemento constitutivo de la realidad lo que en un
principio eraau todestrucción -a la concepción nietMch«a.ira del eterno re
tom o de lo m ismo; cuando la destrucción ya no se mantiene retenida c o m o
por un conjuro en la interioridad o en la obra de arte, se convierte en un
elemento constitutivo de la real idad: el artista es un sujeto demasiado débil
para "retener” ese gran acontecimiento de una “conversión”, en el sentido
freudiano: I, p. 63 (D ieA bn 'eh r-H eu ropsyckoser 1894).
’7 De figura puram ente retórica pasa a ser una “ form a de existencia”
(Pivcevic): un intento de salvarse no sólo de la realidad, sino sobre todo
tam bién d é la nulidad y de la destructividad personal; “en la ironía ro
mántica” el irónico “se pone por encima de sí m ism o” (es decir también:
por encima de su propia destructividad) (F. Schlegel, KnYbc/tt: Schriften,
Rasch (ed.) 1956, p. 19 ), en la ironía de la com unicación indirecta de Kíer-
kegaard el irónico pone a los otros por encima de sí m ism o (del irónico y
su destructividad).
* Falta de irrealidad a la que aquella interpretación que sólo observa y
lamenta en lo estético su falta de realidad está inclinada a olvidar como pro
blema. Que esta última es un problema igualmente serio permanece fuera
de discusión. Cf. del autor: K a n t u n d d ie W ende z u r Á s th e tik en: Z e it-
schrift f ü r p h ilo ío p h isch e Forschung 16 (1 9 6 2 ), especialmente p. 3 7 1 y ss.,
p. 373.
w C f. Nnvalis, W erke, Wasmutb (ed.), 111, frag, 1883, (1798).
100 Cam bio que sólo acontece a m ediados del siglo con !a generación,
entre otros, de D u Bois-Reym ond, Ludwig, Brücke, Virchow, en contra
posición a la medicina de Ja filosofía de la naturaleza (de la que se hablará
aquí). Parece digno de observación que e) “ auge de la terapéutica” no co
mience con la época en que la m edicina se torna ciencia exacta, es decir,
con el éxito de las ciencias de la naturaleza, sino an tes de esa época con el
retorno filosófico a la naturaleza y la m edicina “ rom ántica”. C f. desde
el punto de vista de la historia de la medicina lo siguiente: Werner, Sche-
i/róg"* Verhíilttns zu r M e d izm u n dB i& iegit (1909); el capitulo "Médiccis ro
m ánticos” cu: R. R uth, D ie R otnantik II ( 1 9 1 7), pp. 264-295; £ . Hjrsckíeld,
J tom an tisch * M e d iz in , en: K yk lo s 5 (19 30 ), pp. 1-8 9 ; W. Leibbrand, 5o -
ju itn liích e M e d izin i 19 37 ); H etlkunde. Eine P ro b U tn g eith k h te d er M ed\zm
(19 5 4 ), especialmente pp. 350 -34 9 ; Die speftitíarivf M e d iz in dei
R o trtcn ú k (19 5 6 ); K. fc. Rothschuh, G esch ich te d e r P h ysio lo g ie (19 5 3),
p. 91 y ss.
R espectos las Lecciones de ftlosofUi dei a rte 180 2-180 5 [trad. cast. de
V. L. Dom ínguez, F ilosofía d e l a rte , Tecnos, M adrid, 1999], cabe aplicar
aquello que se está inclinado a olvidar frente a las ediciones existentes er
la actualidad: "el hecho de que Schelling nunca tuvo en mente editar la
estética como un todo” : K, F. A. Schelling hijo en; Schelling V, XVI; las Lec
ciones d e filo so fía de! arte no se han pronunciado com o una realización de
la estética, sino en su stitu ción tie ella.
,ll? Pues en relación con la muerte de August Bohm er (1800) se encuen
tran también las controversias con la Á llgetnem e L iteratu r Z eitu n g de Jena
sobie Las tesis de Bamberg: cf. al respecto Schelling IV, p. 548 y ss. ( Beneh-
m en des O b scu m n tistn u s gegen d ie N a tu rp h ilo so p h ie 18 0 1),
105 Especialmente en el veranode 1800: bajo lainfluencíade Schelling Los
“ brownianos" iniciales Adalbert Friedrich M arcus (17 5 3 - 18 16 ) y Andreas
RdscM aub (17 6 8 -18 3 3 ) se convierten en seguidores de la “filosofía de la
naturaleza" y Bam berg en el germen de la medicina “filosófico natural”.
104 180 3-180 6.
“ p , pp. 2 2 0 -2 39 (17 9 9 ).
A. C. A. Eschenmayer, S p o n ta n e itó t = W eltseek d o rtselb st 2 (18 0 1) ,
pp. 1-68; Ph. Hoffrnann, Ideen zu ein er K on stru kzion d erK ra n k h eit, pp. 69-
108.
107 En el contexto de la fiesta de la Universidad de Landshut, 4-7 de junio
de 1802, inmediatamente después del nom bram iento de Róschlaub para
Landshut.
"líi 13 . Lección V, pp. 33 5-3 4 3 (im prim ido en 1803); Schelling subraya
allí al mismo tiempo “que la ciencia de la medicina ( ...) no sólo presupone
en general una formación filosófica del espíritu, sino también los princi
pios de la filosofía” : V, pp. 34 0 -34 1.
Pronunciadas por última vez en Wurzburgo, WS, 1804/1805.
,l0 1806/1809.
V II, p. 1 3 1 (1806); crt 180* Schelling es nom brado miembro hono
rífico de la Sociedad de Física y Medicina de F.rlangen.
1:2 Se sobreentiende: en S d id lin g solamente com o etapa intermedia de
transición desde la filosofía juvenil orientada en clave de filosofía de la
naturaleza y estética hasta ía filosofía tardía orientada teológicamente. A
pesar de todo me parece demasiado poco interpretar el “giro a la medicina"
de Schelling sólo com o un acabamiento del sistema y com o consecuencia
del interés manifestado poi su propia enfermedad: la m ism a hipocondría
es ya una “ actitud ontológica fundam ental” y com o tal hay que tomarla
en serio y exige una explicación.
" ! Form a parte de su contexto, por ejemplo, la inclinación de los no mé-
dicos éntrelos “ filósofos románticos de la naturaleza" a las teorías de la me
dicina (por ejem plo: ). J. Wagner, Vori d e r P h ilo so p h ie u n d d e r M e d ia n ,
ein P o d ro m u sfü r beide S tu dien 1805; cf. también Novalis) y a la praxis mé
dica: en 1793 el joven Gorfes estudió con celo medicina y parece haberla
ejercido ocasionalmente. Heinrich Steffens, Was ich erlebte IV ( 18 4 1) , es
cribe en la p. 354: “ Yo mism o había crecido desde mi infancia rodeado de
médicos, mis estudios universitarios ( ...) se encontraban m uy em paren
tados con los estudios de medicina, incluso habría llegado a médico (...)
Las disciplinas de la farmacología no me eran en absoluto extrañas, mis ex
periencias junto a los lechos de muerte eran importantes ( ...) (yo estaba)
convencido ( ...) de la elevada im portancia de la experiencia médica para
la formación de la filosofía de la naturaleza” ; hacia el final del siglo buscó
el contacto con Reil (cf. pp. 18 0 -18 2) y con el instituto de medicina de Bam-
bcrg (cf. especialmente pp. 350-362).
1,4 Dietrich Georg Kieser (17 7 9 -18 6 2 ), System d er M e d ia n I ( 18 17 ) IV:
él exige y ve “ que el aspecto filosófico de la vida ( ...) también arraiga cada
vez más profundam ente en la medicina” : p. 95.
115 E n tw u r f ein er p h ilosoph isch en G e sc h k h te d e r M e d icin , op. c it., pp.
1-96; pues para comprender el curso de la medicina y la historia de la misma
es necesario estar familiarizado con la historia de la filosofía. Toda teoría
científica no es más que un reflejo ( ...) de la filosofía; op. d t . , p. 6 .
116 Cf. por ejemplo la ya citada teoría de Schelling III, pp. 220-239, y de
Ph. Hoffm ann, cf. nota 106.
117 Por ejemplo, Karl Richard v. H offm ann (17 9 7 -18 7 7 ), Vergleichende
Idealpathologie. Ein Versuch, d ie K ra n k h eita ls Rückfalle d er Idee des Lebens
a u ftie fe r e n órm ale Lebensstufen darzu stellen (1839).
*•* Más prccoz y acentuado aiin que en [o h m n N epom uk v. Ringseis
(1785 - i. 8 8 0 ), S ystem d t r M e d i d a (1 8 4 1 ), pp, 11 6 - 1 2 0 , p. 2 4 1 y especial
mente p. 243 y ss. En Cari fosef JJietonym us W indischmann (17 7 5 -18 39 ),
O berE tw as, \¿as d e r H e ilk w is t Noí/i tu t. E in V ersu ch zu r Vereinigung dieser
Kitn>t m i t d e r christUchen P h ilcscp h ie (18 23, en form a de libro 1824), es
pecialmente pp. 70-139,
" ■ Durante su vida fueron médicos y farmacéuticos: Kielmeyer, Ritter,
Treviranus, Oken, Troxlei, Carus; Eschenm iyer y W indischmann fueron
m ás tarde profesores al m ism o tiem po de filosofía y m edicina; Schubert
llegó a ser finalmente profesor de historia natural, Baader funcionario de
minas, Steffens subraya,op. á t., p. 134, que “ la filosofía de la naturaleza co
menzó i cautivar preferentemente a los m édicos”, “ y el núm ero de segui
dores, especialm ente entre los m édicos, aum entó m ucho” p. 2 5 1; “ La
filosofía de la naturaleza ya habia comenzado a mostrar su influencia, en
particular sobre la farmacología5’ : p. 334 ; cf. p. 267 etc.
IM Aparecieron -ad em ás de los libros citados a continuación de Plat-
ner, Kant, Gruitbuisen, Steffens, Heinroth, Ennemoser, Burdach, Carus,
Lotze- antropologías, entre otros, de: Usteri (17 9 1), Ith (179 4-179 5), Metz-
ger (17 9 8 ),P ó litz(1800), Abicht ( 1 8 0 1) ,W enzel(1802), Funk (18 0 3), Bar-
tels (1806), Liebsch (1806), Fríes (1807), Heinroth (18 0 7), G a rre s (1 8 1 0 ),
Gruitbuisen ( 1 8 1 1 ) , Troxler ( 1 8 1 1 ) , Weíss ( 1 8 1 1 ) , Geitner ( 18 12 ) , Suabe-
dissen ( 18 1 4 - 18 18 ) , Neum ann ( 1 8 1 5 - 1 8 1 8 ) , Schulze ( 1 8 1 5 ) , H artm ann
(1820), Fries (18 2 0 -18 2 1), Hillebrand (18 2 2 -18 2 3 ), Maíne de Biran (18 23-
1824 ), Berger (18 24 ), Ennemoser (18 24 y 1825), Bischoff (18 27 ), Keyser-
ling (18 2 7 ), Siegwart (18 2 7 ), Choulant (18 2 8 ), H eusinger (18 29 ),
Bonstetten (1829), Suabedissen (1829), Weber (1829), Troxler (18 30 ), Leu-
pold (18 34 ), Schubert (18 37 ), Michelet (1840), Ennemoser (1849), I. H.
Fichte (1856); Jn esencia del cristian ism o de Feuerbach aparece en 18 4 1; cf.
también las reflexiones de C. A. Heinroth, Ü ber d a s Bedurfniss des Stu dium s
d e r m ed icin h ch en A n th ropologie ( 1 8 1 1 ) y C. F. Nasse, D ieA u fg a b en d e r A n -
thropologie (18 23); además de que entre 1 8 1 7 y 1830 Hegel en su Enciclo
p ed ia cam bia el nombre de su sección “ El alma" p or el de “Antropología” ;
etc. El autor presentará una caracterización más minuciosa en otro lugar
y allí seguirá la evolución de esas antropologías desde un enfoque “ natu
ralista” a otro personalista teológico que tiene su paralelo en la “antropo
logía médica contemporánea”.
121 Publicada en 18 18 -18 2 2 romo Z eitsch riftfü r p s y d ú ith c A r z ie , en 182.'-
182 6 coiiio Z e i tschríft f ú r d ie A n th io p o lo g ie, en 183C com o ¡ah rbü ch tr fur
A n ih r o p o h g k u n d zu r P a th o b g ie u n d Therapie des Irreseins; la orientación
psiquiátrica excluye interese; filosóficos generales y ensayos sobre la a n
tr o p o lo g ía de AT 1 an poco como constríb liciones sustanciales a la esté
tica, como, por ejemplo, el Tratado, op. cit. 1824, pp. 371 -3 7 1: Vnglücklkhes
E n d e e in e i K ü n s tk r in ¡iurch E kstase des GefüUebens; ro n H errn P ro fe sa n
G rohm ann.
Johann Christian August Heinroth (17 73 -18 4 3; prof. de medicina psí
quica, Leipzig), L ehrbucb d er AnthropoU igie (18 2 2 , aquí citado según la 2 S
edición de 18 3 1) V II; la antropología es considerada com o la filosofía fu n
dam ental: “ La teoría de la naturaleza com o la filosofía tienen tanto sus
raíces como su cima en la antropología”, p. 10 ; según la opinión de H ein
roth, “ Schelling ha abierto de form a indiscutible la vía para una consu
mación d é la antropología”, p. 35.
123 Franz v. Paula Gruithuisen ( 17 7 1 - 18 5 2 ; profesor, entre otras disci
plinas, de zoología y posteriormente de astronomía en M unich), op. cit., p.
V; “ ¿no está precisam ente la filosofía de nuestros días perturbada hasta
tal punto que una antropología fisiológica debe parecemos sumamente de
seable para nuestra propia edificación y orientación?” (op. cit., p. IV).
121 Joseph Ennemoser (17 8 7 -18 54 ; profesor de medicina en Bonn), An-
thropologische A n sich ten oder B eitrage zu r besseren K enn tn iss d esM en sch en
(1828), VA.
125 Heinrich Stefifens, A n th ropologie (18 22) I, p. 3 y ss. en el contexto de
la argumentación contra el rechazo kantiano de la antropología física: “Que
a pesar de ello se vea obligado a confrontar una antropología fisiológica de
ese tipo con una antropología pragm ática demuestra cuánto poder tenía
sobre él la idea de una unidad real de la naturaleza y el espíritu; idea que
tras Steffens y realmente en toda esa época funda el “ interés” en la antro
pología; op. cit., pp. 4, 8 y ss. Antropología “ fisiológica” significa sim ple
mente antropología “ filosófico-natural”, y ciertamente en una época en que
la filosofía de la naturaleza es una filosofía fundam ental; “ toda filosofía
no es más que filosofía de la naturaleza” escribe program áticam ente L.
Oken, Ü ber d en W e rt d e r N atu rgesch ich tc, besotiders f ü r d ie B itd u n g der
D eulschen (1809).
* Por ejemplo, «I manual citado de Heinroth que no sólo m uestra un
nivel filosófico muy alto «u la discusión de la (¡esrfu'cfcíe u n d Litera ta r d e r
A n ib r c p d o g ie , op. cit., pp. L6-36, sino también iobre todo en los Beilagett,
pp. 4 17 -5 18 . Tam poco puede ser olvidado que, por ejemplo, un texto como
el de Herm a nn Lotz.e, M ik ro k csm c s. Ideen zu r j\V¡ tu rgeschichte u n d G e
s th ith ie d e rM tm c h h e iL Vzrsudi ein er A lt th ropologií (1856) forma parte del
contexto de estas antropologias de médicos: Lutic ( 18 1 7 - 1 8 8 1 ) comenzó
a ejercer com o m édico y a dar clases como profesor de medicina (1939)
antes de q u e se doctorase en filosofía en 1840.
1!: Ennemoser op. cit., p. 33.
I?í; Op. cit., pp. 38-39; cf. M . Scheler, D ie S telíu ng de¡ M en sth en itn K os-
m os (19 2 7).
li! i. G. Herder, Überden Urspning der Sprache (1770 ); ideen zur P hilo-
sí>phie der Geschichte der M e m ch h ei t (17 8 4 y ss,) [trad. cast de P. Ribas, En
sayo sobre el origen del lenguaje en Obra selecta, Alfaguara, M adrid, 19 821;
para Herder ciertamente el espíritu se opone a la naturaleza tan poco como
para las antropologías “ filosófico-naturales” antaño inm ediatas que En
nemoser critica com o teorías de la “ sublim ación” (op. cit., p, 29 y ss).
1,11 A este contexto pertenecen dos fenómenos: así, por ejemplo, no en
últim o lugar, la creciente disposición a un cam bio brusco de los “campos
de imágenes” (W einrkh) disponibles en la filosofía: la inclinación creciente
a sustituir la m etafórica “jurídica” del idealismo alemán (proceso, histo
ria com o juicio final, deducción en el sentido déla teoría del derecho, etc.)
por una metafórica “médica” (enfermedad de la época, diagnóstico, b ús
queda de terapias, etc.); cuando el médico se convierte en sabio, el sabio
debe finalmente arreglarse a la inversa como médico y hablar un lenguaje
médico.
111 H . R. Jauss, D ie Á rzte sa tire en M arcel Prousts “A u f d er Suche nach der
verlo renen Z e it” en: D ie W aage 4, Aquisgrán, 1959, p. 109.
1,2 Esta afirm ación no está garantizada; sólo hay m onografías parciales:
cf. por ejemplo, A. Schóne, In terp reta tio n en zu r dich terisch en G estaltu n g
d es W a h n sitin s in d e r deu tsch en L ite r a tu r (Tesis doctoral no publicada,
Munster, 1952).
liS Com o trabajo preparatorio a la m onografía cf. L. Fauler, D e r A r z t im
Spiege! d er deutschen L iteratu r vo m ausgehenden M ittela lter b isz u m 20. ¡hdt.
(Tesis doct. Friburgo/Br. 19 4 1); el material bibliográfico sólo en algunos
pasajes, pp. 10 0 -10 2. La bibliografía correspondiente en fc. Marquard, Pht-
lologische R eobach tu n gen an M oliéres K o m o d ie “L’A m o u r m e d ía n “ (M a
nuscrito 1960: trabajo oficial M unster), pp. 4 - 13 y 66-76.
1,4 Para las postrimerías del siglo XIX y comienzos d e lx x c f. B, Wachsmut,
(1939); F. Wittman n ,D e r A r z t im Spie-
D e r A r z t in d er D ichtung u n sererZ eit
g elb ild d er deu tschen schdngeistigen L itera tu r se it d em B egin n d es N a tu ru -
lism us (1936).
115 De esto forma parte la evolución descrita por B. v. Wiese { D ie d e u ti-
che Tragódie vori Lessing bis H ebbel 1952) de ese género que va desde el lí
mite de la “ teodicea” hasta el límite de lo “patológico” no m enos que la
disolución de la fórm ula “estética” de la catarsis mediante su fórmula “mé
dica” que se abre paso en el seno de teoría de la tragedia; etc.
1 * En el mismo año comienza Kant su lección de antropología; a su base
preparatoria pertenecen no menos las B eobachtungen ü ber d a s G efü kl des
Schotien u n d Erhabenen ('1764) [trad. cast de A. Sánchez Rivero, Lo bello y
lo su blim e, Espasa Calpe, M adrid, 19 19 ] que el Versuch ü ber d ie K ran kh ei-
ten des Kopfes (1764) [trad. cast. de A, Rábano y ]. Rivera de Rosales, En
sayo sobre las en ferm edades d e la cabeza, Machado Libros, M adrid, 2 00 11.
!í7 Cf. ya Ü. Platner, N eu e A n th ropologie f ü r Á r zte u n d W eltw eise (1790),
pp. 3 3 9 - 3 7 1, y de los trabajos citados hasta aquí: Gruitbuisen, op. cit.,
pp. 137-459 (teoría al mismo tiempo de Ja habilidad artística); Heinroth,
op. c i t , pp. 220-228; Ennemoser, op. cit., pp. 70-84 (teoría en particular
de la im aginación); cf. también Karl Friedrich Buidach (17 7 6 -18 4 7 ; m é
dico en Leipzig y después prof. de medicina en D o rp aty KónigsbergJ, D er
M ensch nach d en verschiedenen S eiten s e in e r N a tu r oder A n th ropologie f ü r
d a sg e b ild e te P u b lik u m ( 1836) §§ 374-390; C. G. Carus, Psychc (1846 1, Kla-
ges ed. 1926; la psicología de Carus linda con la antropología que él pro
nunció “ya en el invierno de 18 2 7 -18 2 8 en unas veinte conferencias” :
Vorlesungen ü b er P sychologie 1 8 3 1 , Ed. Darm stadt, 1958 , X X X V I) espe
cialmente pp. 1 3 1 ,1 5 8 , 242, etc., y sus escritos de estética.
138 Que ciertamente fue pintor y teórico del arte (1789 -18 9 6 ; entre otras
obras, N eu n Briefe ü b er L andschaftsm alerei 18 35), pero aJ m ism o tiempo
siguió siendo anatomista comparado, ginecólogo, director de la clínica de
obstetricia y médico de cámara del rey en Dresde.
IM J. M oreau (de Tours), La psych ologie m o rb id e d a n s ses rapports avec
la philosophie de 1‘histoire ou de 1'in flu en te des n éi ropathies su r le d yn a m ism e
inteUectuel <1$59). C f. W. Dilthcr, D ich terische E w b iid u n g sk m ft und W ahn-
sinn (1S 8 5 ) G e sa m m e íte S d irifte n IV, p 9 ]; “ Francia no ha sido solamente
( ...) durarte largo tiempo la sede principal de la ciencia psiquiátrica, sino
también d e las fantasías psi quiátricas que sin duda se pueden com parar to
talmente a las de nuestra filosofía de Ja naturaleza. Éstas son un rom anti
cism o materialista”.
‘‘i0 G. Lombroso, Gen in e t fo lia i 1863).
^ W, Lange-Eicbbaum, G en ie-lrrsin n u n d G esundheit (1927); Dos (it’ nif-
Problem , Eme E injührung, 2a ed ( L935).
142 Cf. los ensayos de G. Benn: G en te u n d G esu n dh eit (19 30); D a s G ente-
P roblem (] 930): G esa m rm h e Wltrke-, Wellershoff (ed) I, pp. 84-89 y 70 -12 2
[trad. cast. de E. Ocaña. El p rc blem a del genio en El yo m odern o y otros e n
sayos, Pre-Textcs, Valencia, 1 9 9 9 }. Cf. en la actuaiidad una vez más W.
Jvluschg, Tragiiche Lileraturgeschichte 2a ed. 1953, p. 427 y ss., especialmente
pp. 438-443.
lli Indirectam ente también allí donde -co m o en el tratado de Dilthey
citado en la nota 1 3 9 - se redam a la salud del genio contra la tesis de la
locura,
R N ietoche XV, p. 389 (Z u r G cnealogie d e r M oral, 1887) [trad. cast.
de A. 5. Pascual, l a genealogía d é l a m oral, Alianza, M adrid, 1985J.
115 Cf. la conversación mencionada arriba en la nota 19 y la manifesta
ción epistolar de Paneth reproducida en Forster-Nietzsche, op. cit., p. 490:
“ También hablamos del parentesco del genio con la locura”.
1(" V il, p. 470.
1,7 O. Póggeler, S ch o pen h au er u n d d a s W esen d e r K u n s t en: Z eitsch rift
f u r ph ilosoph ische Furschung 14 (1960), pp. 353-389.
I<8 Cf. A. Schopenhaueer, D ie W eh a!s W ille u n d Vorstellung v. 1 (18 19 ),
I, pp. 226-228, v. 2 (1844), II, pp. 454-458.
145 O. Rank, S ch open h au er ü b er den W ahnsirtn en: Z e n tr a lb la tt f u r Psy-
c h o a n a ly se l (19 10 ), pp. 69 -71.
150 Cf. especialmente X , p. 53 (Z u r Geschichte der psych oanalytisch en Be-
w egung, 19 14 )
151 Resulta plausible que los trabajos de la escuela freudiana -com o por
ejem plo O. Rank, D e r Künstler. A n s a tz e z u ein er S exu alpath ologie (1907);
D as In zestm o tiv in D ich tu n g und Sage. G rundzüge einer Psychologie des dich-
terischen Schaffens (19 12 ); l'h. Reik, Flaubert und seine Versuchung des H ei-
ligertA ntonius. Ein B eitragztirK ü n sierpsycbotogie. M it ein er V o n e d e v o n A l-
fre d K err ( 1 9 1 2 ), e tc.- pertenezcan al contexto esbozado. Pero es evidente
que justo esa estética orientada “ terapéuticamente” -c f. respecto a Freud
m ism o: D e r D íc h te r u n d d a s P h a n ta síeren (19 0 8); F orm u lieru n gen ü ber
d ie zw ei P rin zip ien des psychischen Geschehens ( 1 9 1 1 ) V III, especialmente
p. 234 y ss.; Vorlesungen z u r h in fü h ru tig in d ie P sych oan alyse ( 1 9 1 7 ) X I,
especialmente pp. 386-391: las categorías decisivas son “ fantasía”, “juego”
(juego infantil), “sueño” (sueno diurno), e tc.- es aquella que entre las es
téticas contemporáneas (en una época de critica del rom anticism o) con
serva de hecho en su mayor parte el ím petu de la “estética rom ántica del
genio": la terapéutica es tan poco capaz de deshacerse de su rival y prece
dente en funciones que lo conserva en el seno de su propia teoría.
i:,; Cf. arriba, sección 7.
153 Cf. arriba, sección 3.
IM C f. el pasaje citado.de Schelling X , pp. 94-95, y por ejem plo IV,
p. 777 (A llg cm ein e D e d u k tio n des d yn a m isch cn P rozesses 1800): “ La idea
platónica según la cual toda filosofía es recuerdo resulta en ese sentido ver
dadera; toda actividad filosófica consiste en una rem em oración de aquel
estado en que éramos uno con la naturaleza”. Y Freud XI, pp. 4 51 -452 ( Vor-
lesungen z u r E itifü hru n g in d ie P sychoanalyse 19 17 ) : “ Podemos expresar la
meta de nuestros esfuerzos con fórm ulas variadas: toma de conciencia de
lo inconsciente, superación de las represiones, relleno de las lagunas am-
nésicas, todo viene a ser lo mismo”.
155 Teoría de la potenciación: cf. arriba, notas 28 y 3 1.
Teoría de la sublimación: cf. arriba nota 30: sobre la correspondiente
teoría de la inhibición de fin c t p or ejem plo Freud X III, especialmente
pp. 15 5 - 15 6 (M assenpsychologie u n d k h -A n a ly s e 19 2 1), etc.
157 El caso precedente de una “ mala” sublimación es la historia del sen
timiento de culpa en la teoría freudiana de E¡ m a lesta r d e la cultura (1930),
brevemente resumida ya en XIII, p. 284 (Das Ich und das Es 1923): “ Cuanto
más domina un hombre su agresividad, más se intensifica la tendencia agre
siva de su ideal contra el yo” : ibtd., descrito como “ sublimación”.
138 A. Schopenhauer, II, p. 563 (Die W elt ais W ille u n d V orstellung v. 2,
1884).
159 A. Schopenhauer, I, p. 367 ( D ie W e lt a is W ille u n d V orstellu n g v. 1
18 19 ).
114 Cf. X III, p. 40 yss., con la. tesis extrema según la cual “toda la vida pul-
5 ional sirve para provocarla m u tile” : X III, p. 41 (¡enseits des Tustprinzips
19201.
X ¡Jl,p . 53.
ui De ahí se desprende la siguiente pregunta: ¿qué significa que aque
llos plantea-mien tos que -y a sea de manera entusiasta: H. Marcuse, Eros
undKultur.:El n pkibsupktscht’t Beitragza Sigmund Freud (19 57) [trad. cast.
Eros y C iviliza ció n , A r iíl, Barcelona, 19 8 1 i; sea de m anera elegiaca: Th.
W. Adorno, cutre otras, Mínima Maralia. Reflexionen aus dem beschüdig-
ten beb en (19 5 1) , especialmente pp. 9 6 - 113 , sobre la relación entre socio
logía y psicología en: SocíoÍo^ícü (19 5 5 ), pp. 1 1 - 4 5 - pretenden emplear el
psicoanálisis freudiano (con buenas razones y absolutamente aprobadas
aquí) como uti sucedáneo del m arxism o, coincidan en una posición que se
puede definir mediante la continuidad con el retorno a la naturaleza de la
filosofía trascendental romántica?
NOTAS A T IP O L O G IA D E L A C O N C E P C IÓ N DEL M U N D O
1 Welta nschauu ngstypologie. Tanto Julián Marías como Eugenio Imaz han
traducido el término W eltan sch au un g como “concepción del m undo” en
sus respectivas versiones de Dilthey. Pero fue sobre todo Imaz quien, en
polém ica ante las vacilaciones de M arías, ofreció un comentario explícito
sobre dicha decisión: “ No quiero detenerme en esa vacilación que se nota,
hasta en los títulos, al traducir la fam osa W eltan sch au un g unas veces por
concepción, otras por ideas o por visión. Creo que Ortega propuso tam
bién la de imagen, y por aquí contamos c o r versiones tan hermosas como
cosm ovisión o tan pintorescas como ‘visión m undial’. Se le han buscado
al gato m ás de cinco pies. La gente no se quiere convencer de que para leer
un lenguaje filosófico extranjero, hay que leer antes el lenguaje de las co
cineras ( ...) Yo me atengo en el caso concreto al uso del lenguaje, a la au
toridad de U nam uno y al m ism o D ilthey que usa indistintamente
W eltanschauung y W eltkon zeptiott ( . ..) ” E.: Imaz, A sed io a D ilth ey en: E u
gen io Im a z II T opía y u to p ía , José Ángel Auscunce (ed.), Cuadernos uni
versitarios, San Sebastián, 1988. O do M arquard usa constantem ente el
térm ino W eltan sch au un g , excepto en una ocasión donde recurre al con
cepto afín de W e lts ic h t (visión del mundo). Sin embaído, creo que W¿r-
quard usa tales conceptos en el sentido específico de sistema mctollsico o
concepción filosófica del m undo. ¡N. de! T._!
; Cf. la observación serena de esta situación en Luciano, H eim otim oy
aun en Kant: W erke Cassirer (ed.) V II, p. 504: en el ser hum ano "'la p ro
pensión a servirse de esa capad dad (de la razón] para sutilizar p or nn m é
todo directo, y por cierto,para sutilizar sólo mediante meros conceptos, es
decirr p a ra filosofar, ypara frotar polémicamente la Glose fía propia con los
otros, es decir, para d isp u ta r y como ello no se da fácilmente sin afecto, fi -
nalmente para reñir en favor de la propia filosofía y conducir al cabo a la
m ultitud asociada a la gu erra unos contra otros (escuela contra escuela
tal ejército contra ejército) ’ etc. ( V erkiindigungdes nahen Abscklusses t'tnes
T raktats zu m ew igen Frieden in d e r P hilosophie) [trad. cast. de A. Lastra y
J. M c o r h a , A n u n cio d e ¡a p ró x im a conclusión de un tratado p a ra l a p a z p e r -
p e lu a en filosofía en: En defen sa de ¡a ilu stración , Alba, Barcelona, 1999];
al respecto p. 507, nota con la cita de Kástner: “ La guerra será evitada eter
namente/ si se sigue lo que dice el sabio/ entonces todos los hombres res
petarán la paz/ m enos el filósofo”. Dilthcy dice lo m ism o seriamente: “ La
pluralidad de los sistemas filosóficos p e e a nuestras espaldas con un caos
sin límite y se extiende en torno a nosotros” : G csa m m eh e Schrifien V II,
p. 76 (D ie Typen der W eltan sch avu n g u n d ihre A usbildung in den m etaph ysi-
schen System en, 1 9 1 1 ) [trad. cast. de J. Marías, Teoría de las concepciones del
m u n do, Alianza, Madrid, 1988],
3 Se trata pues de una reflexión absolutamente lim itada en cuanto a su
intención. El problema “de la tipología y de la tolerancia" -q u e se podría
globalmente denominar así- queda aquí fuera de la discusión. Sobre el con
texto aludido cf. entre otros L. Landgrebe, W ilkelm D ilth e y s T heorie d e r
G eistesw issenschaften en: Jahrbuch f ü r P hilosoph ie u n d ph an om en ologisch e
Forschung 9 (19 28), especialmente pp. 277-30 2, y G. Lukács, D ie Z ersto -
rung d er V ernunfi (19 55), especialmente p. 345 y ss.
4 D ilthey V III, pp. 7 3 - 118 ,
5 Dilthey V III, pp 76, 75, 76.
t’ Dilthey V III, p. 99 etc.; cf, p. 25 y especialmente II, p. 259 y ss., V, p. 241
y ss., p. 270 y ss., p. 346.
7 Dilthey V III: 1) pp. 10 0 -10 7, 2) pp. 1 0 7 - 112 , 3) pp. 1 1 2 - 1 1 8 .
8 D ilthey V III, pp. 86, 98, 80; cf. pp. 8 1, 86 y ss.
’ Cf. Dilthey V. |>p. 33Ñ-4L6, e sp ea lím ente p. 202 y ss, (Das Wesen der
P k ilcsvp h ie, 1907), VIH pp. 220-226 [trad. cast. de W. Roccs, La esencia
d e lu jilm o fía , «n Obras de V vilkdm D ilth ey, vol. 131, FCE, M adrid, 1978],
( T rau m , L903j, II, especialmente, pp. 3 1 2 - 3 1 5 [trad, cast de J. Marías, Sueño
en Teoría de ¡ a concepciones d el m u n do, Alianza, M adrid, 1988], (D e r e n t-
ivíckíurigsgeschichti¡che P & nthehm us nach seirtem gesch ich tlich ett Z u sa m -
m e n h a n g m it d e n alterett p a n tk e istisc h e n S y sism e n , 1900) a m odo de
aproxim ación: TV, pp. 528-554, especialmente p. 546 y ss. (D ie d r e i G run d-
jo rm e n d er Systetne in d e r e rs te n H álfte des 19. Jahrhúnderts, 1898), V I, es
pecialmente pp, 14 4 -14 8 (D ie E in bilih m gskrajt des D ich ters , 1897), alusión
a las tempranas anotaciones del diario realizada por B. Groethuysen, D il
they V III V orbericht VIII.
10 Glockner (ed.) (K tein e philosophische Reshc 3) 1949.
■1 /. Wach, D ie T ypen leh re Trendelertbttrgs u n d ih r E in flu ss a u f D ilth e y
(1926).
13 Cf. por ejemplo D ilthey V III, p. 220 {T rau m , 1903).
Johann G ottlieb Ficbíe's SéimtUche W erki\ I. H. Fichte (ed.) I, pp. 4 3 1,
425-426 (Erste E in leitu n g in d ie W issenschaftslehrc, 1797).
H Cf. Kant V III, p. 262 y ss. (P reissch rift ü b er d ie F o rtsch ritte d e r M e -
taphysik, aproximadamente 1793).
15 Fichte I, p. 434, op. cit,
'■ Friedrich W ilhelmloseph von Scbellings S á m tlk h e Werke, K. F. A. Sche
lling (ed.), pp. 308,306; cf. p. 300 y ss. (Philosophische B riefe ü b er D o g m a -
tism u s u n d K r ítizism m , 1795).
11 Schelling I, p. 3 1 3 y ss.; cf. también p. 309 y ss. F. H. Jacobi, Ü ber d ie
Lehre S pin ozas (1785) y desde un punto de vista global: H . Scholz (ed.), D ie
H a u p tsch riften zu m P a n th e im u sstre it zw isch en Jacobi u n d M en delssoh n
(19 16 ) . Sobre la correspondiente interpretación: F. Kaulbach, D er B egriff
des S tan dpu n ktes im Z u sa m m en h a n g d e s Kantischen D enkens, en :A rc h iv fü r
P hilosophie X I1, pp. 14 -4 5, especialmente p. 39 y ss.
IS H. Nohl, S til u n d W eltdtisch au u n g (19 2 0 ); J. Wach, T ypen religioser
A n th ro p o lo g ie (19 3 2 ); B. Groethuysen, D ia lek lik d er D em o k ra tie (19 3 2);
E. Spranger, L ebensform en (19 2 1); II. I.eisegang, D en kform en (1928).
' C f M. Weber, W irtschaft u n d Gesellschaft, J. Winckelmann (ed.), 1964,
en general: p. 4 y ss; tipos de dom inio (racional, tradicional, carismático),
p. 15 7 y ss.; tipología de las ciudades, p. 923 V ss. |trad. cast. de J. Medina,
E. Imaz, J. Ferrater, J. Roura y E. García, E con om ía y sociedad, FC E, M é
xico, 19771.
20 K. M annheim , S tru k tu ra n a lyse d er E rk en n tn isth eo rie ¡19 2 2 ), quiere
una “tipología de Jas teorías del conocim iento” : p. 322 y .ss.; cf. la actitud
clasificatoria en: Ideologie u n d U topie (19 2 8 ,19 5 2 ), p or ejemplo, j>, 80 yss.,
162 y ss y 243; también globalmente pp. 18 4 -2 15 .
21 K. Jaspers, P sychologie d er 'W eltanschauung (19 19 ), 19 52 <3S ed) [trad,
cast., Psicología de la concepción d el m u n d o , Credos, M adrid, 15 6 7 1, refle
xiones sobre la tipología: p. 14 y ss.; modos de lo circunvalante (existen
cia, conciencia en general, espíritu, mundo, trascendencia): no son cinco
“ orígenes” revelados en una captación inmediata, sino cinco posibilida
des de presencia filosóficas, casi proclamadas mediante cita v d c s p u é s cla
sificadas; tipos: V e m u n ft und Rxistetrz, (19 4 7), 2B ed,pp. 34-56 (trad. cast.,
R a zó n y existencia. C inco lecciones, Editorial Nova, Buenos Aires, 19 59 ];
Von d e r W ah rh cit (19 4 7), p p .4 5 -2 2 2 ; modos del sentido de verdad: Ver-
n u n ft u n d E xisten z p. 57 y ss.; Von d er W ah rh eit p. 602 y ss.
11 C. G. Jung, Psychologische T ypen ( 19 2 1) [trad. cast. de Ram ón de la
Serna, T ipos psicológicos, Edhasa, Barcelona, 19 7 1] ; E. Kretschmer, K ór-
p erb a u u n d C h arakter ( 19 2 1) ; G. Pfahler, System d er lyp en leh re n . G ru n d -
legung ein er padagogischcn T ypenlehre (1929).
M Pertenece a la taTea tradicional de la antropología la clasificación de
las diferencias naturales del ser hum ano: edades, características sexuales,
temperamentos, razas, enfermedades, enfermedades psíquicas, etc.; pero
con Dilthey se subraya por prim era vez en cierto aspecto que la “ antropo
logía ( ...) es la base de todo conocim iento de la vida histórica” : I, p. 32;
en su obra pues Jo histórico se introduce a gran escala en el radio de acción
de la forma de pensar pro to-antropológica de la tipología. El hecho de que
Dilthey haya puesto en relación el m odo de pensar histórico no tanto con
la ciencia “ m oderna” de Ja antropología, sino con la “ antigua” no debería
ser olvidado cuando se discute su tesis sobre la tipología. Cf. el último ca
pítulo de este libro: Sobre ¡a h istoria de! concepto filosófico de “A n tropología”
desd e fin a les d e l siglo x v m .
24Trendelenburg, op. cif., p. 19.
15 Dilthey V III, p. 1 1 2 .
26 D ilthey V III, p. 7 (D as gesch ich tltch e B ew u sstsein u n d d ie W elta n -
sch au u n gen , obra postum a) |trad. cast. de E. Imaz, Las concepciones del
m w ado y U a m c ie n c ic historien en: Obras d e W ilh eim D ilth ey, vol. 8, FCE,
M éxico, ]945].
Desde fu.nt, l a t í zu ein er ¿¡¿germinen G escbickte in w eltbü rgerlich ett
A b íic h t i 1784 ), hasta Hegel E tn v e is u n g d e r G esch ich lsph ilosoph ie in d e r
R ecktsphslosopfue. Cf. del nitor: Idealism o y teodicea, arriba, p. 59 y ss.
Heg«l> D ie Vernunft in d e r G e ic h k k u , Hoffmeister (ed.), p. 55.
2’ “La exigencia de abandonar las ilusiones es la exigencia de abando
nar un estad o que necesita ilusiones” : quien escribe esto se encuentra ro
daría absolutam ente dentro de esta tradición, M arx, Z u r K r itik der
H egelschen R e c h ts p h ilo íe p k ie (l& tá íl8 4 4 ), e n :D ie Frühschriften , Landshut
(ed.), 19 53, p. 207.
so £1 diagnóstico más preciso en Hegel, p or ejem plo, L ogik I ( 18 12 ) ,
L aíío n (ed,), p. 140; E n zy d o p iid íe (versión de 1830 ), H offm eister (ed.),
p. 83, etc.
!1 ], Burckhardt, W e ltg esch ich tlk h e B etrach tu n gen (18 6 8 ), Werke V II,
p. 1: la filosofía de la historia “ es un centauro, una con tradich o in adjecto-,
pues la historia, es decir, la coordinación, es no-filosoffa y la filosofía, es
decir, el subordinar, es no-historia”. Además A. Schopenhauer, D ie W elt ais
W ille u n d Vorstellung v, 1, (18 19 ), Werke, Deussen (ed.) I, p. 75; de un modo
más preciso v. 2, 1844, II, p. 500: a la “historia ( ...) le falta el carácter fu n
damental de la ciencia, la subordinación del saber, en lugar de la cual ella
debe mostrar la mera coordinación de ese mismo saber. De ahí que no exista
ningún sistema de la historia” ; cf. pp. ss,; al contrario, de m anera profi
láctica, Hegel , E n zykiopü die (18 17 ; S 1 14; 18 3 0 :5 16 5 ) : “ La diferencia entre
lo subordinado y lo coordinado se basa sobre la diferencia aconceptual entre
lo universal y lo particular, y sobre su relación en una reflexión exterior".
92 N. Hartmann, G rundzüge einer M etaphysik der Erkenntnis (19 2 1), 19 4 1,
3* ed., p. 12 2 y ss., especialmente p. 12 5 y ss: “ Los tipos fundamentales de
puntos de vista posibles’’
31 Dilthey V III, p. 244; cf. IV, p. 529.
31 Dilthey VIII, p. 85.
}s El uno representado por los ejecutores del “sentido histórico”, el otro,
por ejem plo, por las distinciones m etodológicas del neokantianism o de
la Alemania del suroeste: W. Windelband, Geschichte u n d N atu rw issen ch aft
(1894): idiográ- fico/nomotético en P rátu dien II ( 1 9 1 1 ) , pp. 136 -16 0 ; H.
Rickert, K u ltu rw issen sch a ft u n d N a tu rw issen sch a fi (1898: individualiza
ción/generalización) [tcad. cast. de M . G arcía Moren te, C ien cia cu ltu ra l
y ciencia n atu ral, Espasa Calpe, M adrid, 1922],
® D ilthey V III, p. 12 6 ; cf. ss.; Jugendgcschichte H íg d i 190 5, ss.; D il
they IV.
37 Psychologie der Weltansehauungen, 1 9 2 5 ,3 a cd., p. 4t.
38 Cf. arriba, epígrafe 3
” Cf. arriba, epígrafe 3; A te s te s System program , 1796; Ideen z u e in erP h i-
losophie d er N atu r, 1797.
4I> Schiller, Ü ber n a ive u n d sen tim en ta lisch e D ith tu n g (17 9 5 ), S aku lar-
ausgabe X II, p. 250; cf. ss.
Esto no es más que una aseveración: la teoría y la historia conceptual
del “ tipo” han permanecido excluidas como problema al igual que la teo-
ría y la historia conceptual de la M'eltanschauurtg.
" Cf. Kant, V II, p. 247 y ss. (Z u m eivigen L ríeden , 179 5); Dilthey V III,
pp. 220-226 ( Traum , 1903>.
1 Com o inventario de temas de esta disciplina cf. por ejemplo Fischer Ii’-
x ikon vol, A n th ro p o lo g ie, G . Heberer, G. Kurth, I. Schwidetzky-Roesing
(eds.) (19 59 ); sobre la historia, W. E. M ühlm ann: G eschtchte d er A n th ro
pologie (1948).
1 Prólogo de 1928 a M . Scheler, D ie S telh m g des M a n c h e n i ni K osm os
(19 2 7 ,19 4 7 ), p. 8.
3 M. Heidegger, K a n t u n d d a s P roblem d er M e ta p h y sik (19 29, 19 5 1), p.
189; cf. ibidem : “ La antropología no sólo busca la verdad sobre el ser hu
mano, sino que pretende decidir actualmente qué puede significar la ver
dad en general”.
4 Cf. M. Landmann, P hiiosophische A n th ropologie (19 5 5 ), p. 50.
5 Cf. la bibliografía sobre la antropología filosófica de G. Diem en: M.
Landm ann, D e H orn in e (19 6 2 ), pp. 5 4 3 -6 14 , especialm ente la segunda
parte, p. 579 y ss. Algunos títulos ejemplares para los denom inados m o
delos: V. v. Weizsacker, Ü ber m edizin isch e A nth ropologie, en: Philos. A n z. 2
( i 92 7 ), pp. 236-254; G ruttdfragen m ediztn isch er A n th ropologie {1 9 4 8 ), D e r
kra n k eM en sch . E írteE n /h ih n in g \n d \e m ed isim sch eA n th ro p o lo g ie (19 5 ]);
O, Schwar7., M e d izin isth e A n th r o p p k g it (1929); V. E. Frh. v. Gebsattel, P ro-
¡eg o m en a zu ein eT m ed in n isch en A n th ropologie (19 54); A. Huth, Abriss der
p a d a g o g tid \e fi A n th tupo lo gie (19 5 4 );}. Wach, Typen religióser A n th r o p o b -
g ie (19 3 2 ); F. G ogaiten, C a í P toblirm e in e r th eologisch en A n th ropologie,
en; Zivischen d e n Z e ite n 7 (19 29 } p. 493 y ss.; Jmago D ei. B eitrage zu r thc-
ohgischen A n lh ro p o lo g k , H, Bom kam m (ed), (19 32); E. Brunner, G o ttu n d
sein Rebell. Eine th eo h g ísch e A n th ropologie (19 58 ); H. Thielicke, í'od u n d
Leben. S tu d ien z w r ch n sth ch en A n th ropologie (1946 2a ed.); E. Rothacker,
P ro b lem ed erK id tu n m th ro p ck ig ie ( L94S 2 a ed.); M . Landmann, D e r M e w c h
a is Schópfer u n d G esth a p fer Kit ¡tur. Geschéchts- u n d S o zia ia n th /o p o lo g ie
(19 6 1); W. Sombart, V om M em ch en . Versuch ein ergeistesw issen sch aftlkh en
A n th ro p o lo g ie (193Ü, 19 56 2a); H . Thomae, G ren zprobletn e zw isch en p h i-
losophischer und psychofogischer Anthropologie en: S tu d iu m generáis (Berl.)
9 (19 56 ), pp. 433-445; E. Krieck, V ólkisch -politisch e A n th ropologie 3 vol.
(19 34 y ss.); L, Binswanger, Ausg& viihlte Vortrüge und A u fsdtze, vol. I; Z u r
p h an om en ologisch en A n th ropologie (1947); H . Wein, R ealdialektik z u d ia -
lek tisth er A n th ro p v lcg ie (19 57); A. Portm ann, U m ein e basale A n th ro p o lo
g ie en: B iologie u n d G e is t (19 5 6 ), pp, 293-308; I.. v. Wiese, H o m o sum .
G edan ken z u ein er su sam m en fassen den A n th ropologie (1940); S yn th etisch e
A nth ropologie. Vortrüge u n d D isku ssion sberich te d e r K on ferenz z u r F órde-
ru n g der verbu n den en W issenschaften vo m M enschen (27/28 sept. 1949 en
M aguncia), L. v. Wiese y K.. G . Specht (eds,), 1956.
6 A. Ge bien, A n th ro p o logisch e Forschung (19 6 1) , p. 7 [trad. cast. de C.
Cienfuegos, A n tropología filosófica, Piídos, Barcelona, 1993.
7 Para Groethuysen; P hilosophische A n th ropologie (19 28: en H an dbu ch
d e r P h ilo so p h ie ) [trad. cast. de ). Rovira, A n tro p o lo g ía filo só fica , Losada,
Buenos Aires, 19 7 5 j, “ la antropología [abarca] todos esos dom inios (filo
sofía, religión, arte) , en la medida en que en ellos se expresa el conocimiento
que el hombre tiene de sí mismo, así como el volumen total de esas diver
sas m anifestaciones vitales en las que el hom bre interpreta su vida, a sí
m ism o y a su destino” (p. 7): cuando la exposición de Groethuysen
comienza con Platón, estamos ya ante una definición que se lim ita a un
ámbito exclusivamente europeo y filosófico; él la extiende hasta Montaigne
y ofrece una breve “panorám ica sobre la evolución de los modos de inter
pretación antropológicos en la época moderna” (pp. 203-207), y concluye
—al igual que l<t exposición sobie estética que Baum lci incluye en el mismo
manual—precisamente allí donde la investigación orientada desdi el punto
de vista histórico-ternun «lógico debe comenzar. \ l. Schelei, M ensch und
G esch ich ietn : Vh ih s o p h is d w W t'k a n n h a u u n g ( L929),pp. 15-46. proclama
“ una historia de la autoconcienda de] ser hum ano, una historia de los
m odos fundamentales de carácter típico-ideai en los que se ha pensado a
sí mismo, se ha observado, se ha sentido y considerado incluido en los ó r
denes del ser" (p. 16) y encuentra “ cinco tipos fundam entales de auto-
com prensión del ser hum an o’’ (p. 19 ), “en. cuyo m arco naturalm ente la
teoría antropológica puede ser aún sum am ente m ulticolor en los deta
lles” (p. 20): 1) Antropología de i¡» religión cristiana, 2) Antropología.<iel
“ hom o sapiens" 3) Antropología “ naturalista” del “ hom o faber”, 4) A n
tropología del ser hum ano com o “desertor de la vid a1’ 5) Antropología
del “ateísmopostulatorio”. W. Brüning, P hilosoph íxbe A n th ro p o lo g ie (1960),
considera “ la antropología filosófica como un deseo antiquísim o” y quiere
“ tomar como punto de partida a los tipos fundamentales más im portan
tes de antropología filosófica” (p. 5); él encuentra, en última instancia, “dos
direcciones fundamentales del pensamiento antropológico, la definida por
la forma que confiere OTdcn y la definida por la vida que da cumplimiento”
(p. 18 1) y las diferencia tipológicamente: “Cada uno de los tipos antropo
lógicos es tralado en un corte longitudinal histórico, es decir, se muestran
sus fundamentos en la antigüedad, en la edad media y en !a época moderna
y a continuación se abordan m inuciosam ente sus correspondientes re
presentantes en el presente” (p. 5 y 6). En lo que atañe a Scheler y B rü
ning cabe p re g u n ta rse p or qué la autocomprensión histórica se inclina de
un m odo tan marcado hacia la tipología. Para la respuesta cf. abajo nota
86. M. Landm ann, D e H o m in e (19 62: en colaboración con G. Diem, N .
Hinske, P. Lehmann, P. C. Ludí, M. Iheunissen, E. Tielsch) -cf, además el
libro citado arriba en la nota 4—, continúa “ la línea antropológica” de la his
toria de la filosofía (XIX) y resalta que “esa historia de la antropología fi
losófica no puede seguir simplemente las principales estaciones reconocidas
de la historiografía filosófica desarrollada hasta el m omento ( ...) , sino que
(debe) poner sus propios acentos. Protágoras y Poseidonius llegan a ser
más importantes para ella que Platón, M ontaigne y Pascal más im portan
tes que Descartes, Herder más importante que Kant, Feuerbach m ás im
portante que Hegel” (X IX): para Landm ann la antropología filosófica-en
cor 1raposición a.la metafisica.tradicional que se declara seguidora de Pla
tón y Aristóteles, y en contraposición a la filosofía vitalista y existen cialista
de N ktesth e y Heideggci que «; declara partidaria, de los prim eros preso-
créticos- debe apoyarse con firm eza en la sofistica com o su origen. Pero
p r c c isa in c r d t c o n e s te giro, sin duda, fructífero, <?J significativo intento de
Landniann sigue siendo prim aria mente una contribución a la historia del
concepto de * hombre1’ y e n el fondo no - o sólo ocasionalm ente- una con
tribución a ta historia del concepto de “ antropología".
5 Excepciones: sección ''PkHüSOphui'ki’ A tuh ropologie" por H . Plessner
en el articulo “Anthropologie” de R e% ien m G eschichte u n d G eselh ch aft
3 a ed.; el artículo "Anthropologie” de J- Habermas en el Fischer le x ik o n vol.
Phil& sophie (19 58 ); am bos conciben la. antropología filosófica esencial
mente como un fenómeno contemporáneo.
9 W. Sombart: B eítrage z u r G eschichte d e r wissenschaftlichen A n lh ropo-
logie, en: Sitzu n g sb er. Preuss. A k ad. W jís., p h ilo s-h ist, K lassc 1 3 (19 38 ),
pp. 96-130,
1(1 Así especialmente en la literatura interpretativa. Hay -c f. la primera
parte de la bibliografía de (i. Diem citada arriba en la nota 5 - entretanto
investigaciones sobre la “ antropología”, entre otros, de Platón (De Corte
1938; Sichirollo 19 57), Aristóteles (De Corte 1938; Weit 1946), Filón (Ter-
nus 1936), Plotino (Arm strong 1948), Pablo (Bultm ann 19 3 2 ; Gutbrod
19 34 ), Tertuliano (Quaoquarelli 1949), Orígenes (Crouzel 19 55), Atanasio
(D ím itropoulos 19 54 ), Gregorio de Nísa (Ladner 1958 ), Agustín (entre
otros Dinckler 1934), Tomás de Aquirio (Hislop 1950), Dante (I.eisegang
19 48), Lutero (Stomps 19 35 ), Descartes (Adler 1949), Pascal (Lohde 1936;
Perdomo García 1949; Ptliigge 1949), Kierkegaard (Slok 1954), M arx (Ti-
llich 1950), Nietzsche (Heímsoetb 1943); hay trabajos sobre la “antropo
logía”, entre otros, de los griegos (Sikes 19 )4 ), de Ja escuela estoica (Ivanka
1950), d éla Biblia y det cristianismo antiguo (Karpp 1950), de la alta edad
media (Pieper 19 5 1) , etc. (el uso de la palabra “Anthropologie”, “anthro-
pology”, “antropología”, “ anthropologie” en el título o su b títu lo d e l libro
o del ensayo); hay que añadir los num erosos trabajos que en el interior
del texto hablan de la “antropología" de un modo más o menos enfático;
como ejemplo: A. Wlosok: ¡Jiktan z u n d die philosoph ische G nosis ( 1960) se
sirve incluso del “ método histórico-conceptual” (V III), pero habla sin va
cilación de "antropología filosófica” en Jenofonte, Platón, Aristóteles, en
la escu ela estoica y en la filosofía consolatoria de naturaleza platonizante
(pp. 8-47) y de “ la nueva interpretación de la antropología filosófica en la
especulación de la religión helenística” (pp. 48-179 ). La siguiente reflexión
desea poner en tela de juicio el uso de la palabra "antropología" en esos tra
bajos, no su valur objetivo para la investigación del tema en cuestión rela
tivo al “ser hum ano”.
11 Es preciso aquí dejar en suspenso la cuestión de si esto también vale
para la a n th ropologia en su acepción teológica (com o procedim iento de
humanización de Dius: hacerle hablar y obrar humanamente). Esta acep
ción (manifiestamente inadvertida en el seno de la investigación alemana)
parace haber sido dominante durante largo tiempo en el ámbito francés,
al m enos en las postrim erías del siglo x v n , en el XVlir y a principios
del xix: cf. por ejemplo B. N. Malebranche: T ra ité d e la n a tu r e e td e la g ra ce
(1680) l, 2 (“ L’anthropologie [...] des vérités qu’ils n'auraient pu coni-
prendre d ’une autre maniere [... G. W. Leibniz: D ise ca r s d e m étap h y-
siq u e (1685/86), p. 36 (“ C ’est en cela qu’ ils s ’hum anise qu’ il veut bien
souffrir des anthropologies |...] ” [trad. cast. de J. Marías, D iscurso d e m e
tafísica, Alianza, M adrid]), y sobre todo el artículo “Anthropologie” en;
L e g ra n D ictio n n a ire de V academ ie F ran faise al menos de 18 3 5 (6a ed.) y
1845 (esa acepción deja de aparecer, como m uy tarde, a partir de la 7a ed.
de 1878, mientras la 1* y 2a eds. de 1695 aún no incluyen el artículo "in th -
ropologic” ); F.ncyclopídie ou D id tio n n a ir e raison n é des Sciences, d es A rts
et des M étiers (17 7 8 ); E. Littré, D ictio n n a ire d e la langue fra n fa ise (1956),
y también todavía A. Lalande: Vocabulaire tech n iqu e et critiq u e d e la P h i-
losoph ie (1956) (7a ed.). Sin duda, se trata d e aquella acepción que algu
nos filósofos helenísticos y padres de la iglesia han expresado mediante
las formas del verbo ctvSpomoAxjYfw: así Philo Alexandrinus, í>e sacrificiis
A belis e t C aí ni 29: Ed. The Loeb Classical Library 11 (195Ü), p. 164; Q u oii
D eu s im m u ta b ilis sit 13 : op. d i . III 89 (18 6 5), p. 40; Didym us A lexandri
nus: D e T tim ta tc 3, p. 3: P atrología Graeca ed. J. P. Migne 39 (18 63), p. 8 16
C; Anastasius Sinaita; H odegos sive v ia e d u x adversus A cephalos 12: op. d t.,
89 (1865), 200 D; Juliu.s Episcopus Rom anas (de hecho Apollinarius Lao-
dicenus): E pistu la a d D io n ysiu m A lex a n d rin u m E piscopum 10 : P atrología
L a tin a ed. J. P. M igne 8 (1844) 935 A; D yonisius Areopagita: D e d iv in is
n o m in ib u s I: opera o m n ia I (17 5 5 ), p. 404; cf. J. C. Suicer: T hesaurus eede-
sia sticu s e p a tr ib u s g r a e d s o rd in e a lp h a b e tic o exh iben s (16 8 2 ). Pero una
conexión más nítida entre am bas esferas de descubrimientos -co n even
tualmente un uso anterior deL vocablo teológico a n th ro p o lo g ia - no ha po
dido demostrarse de momento. Así resulta problemático suponer que “ haya
qued ado libre” una palabra en principio “ teológica”, an th m p o lo g ia , para el
uso “ filosófico” hoy día corriente, en el contexto de aquel proceso en el que
la palabra antropom orfism o y sus variantes (cf, Art, an íh ro p o m o rp h ita e y
áv0p(iOTj^op<4>nui (19 3 7 1 y D u íresnc/D u Cange: Cíossarium a d S crip to res
m e d ia s e t in fim a e G r a e á ta w ( 1 938 1) dejó de ser una designación herética
para transformarse en una característica general de la religión y adquirió,
con un matiz crítico, el significado de a n th m p o lo g ia , Por tanto, el único
hecho seguro es que el término anth ropologia com o concepto filosófico —cf.
los libros citados abajo de H undt y C asm an n - entra en escena en el si
glo xvi, más o menos al m ism o tiempo que otros títulos de disciplinas de
origen griego (psycFioiogwiMelanchthon, Goclenius; antología: Goclenius,
Kalov, Clauberg). Adem ás es probable que la validez de la acepción teoló
gica de a n th ropologie en el ámbito francés haya retrasado la aparición de
la acepción filosófica de esta palabra: ésta sólo deviene concepto titular, que
yo sepa, en A. C . Chavan nes: A n th ropologie ou Science genérale d e Vhom tne
(1788 ). Todo esto requiere una investigación más detallada.
12 Con ello no sólo sealudeal rechazo posterior, sino también a la reserva
y a la negativa a la dedicación com o parece característico de la incipiente
tradición antropológica,
15 Concepto interpretativo en el que se recurre a E. Husserl: D ie ¡Crisis der
europaischen W íssem chaften u n d die tran szen den tale P hanom enologie (1935
y ss.), en: H usserliana V I, especialmente p. 102 y ss.
“ La antropología filosófica nace, según esto, a partir del distanciamiento
respecto a la metafísica, la ciencia natural y la filosofía de la historia, es decir,
a partir de la desconfianza ante los tres órganos m ás representativos de Ja
razón. Esta tesis se corresponde así a la de O. F. Bollnow : D a s W esen d e r
S tim m u n g en (19 4 1) 1/2: “ Por antropología filosófica se entiende ( ...) el
empeño filosófico por responder a la pregunta: ¿qué es el hombre? ( ...) Esa
pregunta (surgió) (...) cuando ( ...) la fe en la razón como núcleo deter
minante de la esencia del ser hum ano hubo perdido su validez ( ...) por ello
esa pregunta reza de un m odo más preciso: ¿cómo se define la esencia del
ser humano, si no somos capaces de comprenderla desde la razón?".
A n thropologm tti de hc-minis d ígnita te, n atu ra et p rcp rieta tib u s. de ele-
m entís, p a r tib u s e t m m ib ris hum úní ccnporis etc. d e S p ir ilu h u m ano etc. d e
a n im a h u m a n a e t ip siiu appen -dm is p e r M a g n u m H u n d í ( ...) m a g i s m m
in g y m m s io L ip tz e tn i(L ip lñ k 15 0 1): cf. Sombart, op. cit. (véasearriba,nota9).
La formulación del título nos recuerda a G. Pico della M irariiioli: O ra tie
de h om in is d ig n ita ie (1486); pero éste no emplea aún el título “anthropo-
I o g i a Su posición -co m o la filosofía renacentista del ser humano en su
conjunto: especialmente F icin o y V ic o - también es efectivamente distinta:
él ve la ¿ígn itas del ser hum ano en su libertad casi ilimitada. Sólo el d es
cubrimiento progresivo de la rtiisére de esa libertad -cf, al respecto las re
flexiones políticas desde M aquiavelo hasta Hobbes y finalm ente las
consideraciones teológicas en Pascal-obliga a dirigir la atención hacia aque
llo que en el ser hum ano no se som eie a la libertad humana: es decir, a la
naturaleza. Esto tiene lugar, entreoíros pensadores, en los moralistas fran
ceses -cf. la bella interpretación de H. Friedrich: M o n ta ig n e (1949), espe
cialm ente p. 391 y ss.- y en Alem ania en form a m etódica en las antro
pologías “ somatológicas”.
P sychologia an th ropologica sive a n im a e h u m arm e d o ctrin a m eth o d ice
in fo rm a ta etc. etc. a b O th o n e C a sm a n n o (H annoviae 1594); Secunda p a n
anthropologiae: hoc est; Fabrica human i corporis; m eth odice descripta etc. ab
O th o n e C asm an n o (Hannoviae 1596). Cf. como indicio de la orientación
hacia “el m undo de la vida” también O th o n ís C a sm a n i B iograph ia sive de
v ita h om in is n a tu ra li , q u a m H om o v i a n im a e su ae viv e n tis e t ta rp u s suum
an im an tis, n a tu ra liter v iv it (Francofurti 1602).
17 Así la óptica de esta antropología se encuentra determinada de ante
mano poi la relación con el ser vivo no hum ano: por la atención hacia la
naturaleza animada. Por esa razón, la relación del alma con el cuerpo y la
situación del hom bre en la naturaleza (orgánica) puede convertirse a par
tir de entonces -hasta el presente: cf. el enfoque “ psicosomático” de la “ an
tropología médica” actual (v. Weizsácker) y, por otra parte, el enfoque de
Scheler: véase al respecto más abajo la nota 10 9 - en el problem a central
paTa ella.
18 Cf. W. Dilthey: G esam m eite Schrifteti 11 (1904), pp. 4 16-492; además
los trabajos de ese volumen sobre “Concepción del m undo y análisis del
ser hum ano desde el Renacimiento y la Reforma” en su conjunto.
” ¿Hasta qu¿ punto De Lammctrie, Helvctius, Holbach, Rarthez, entre
□tros, fo n iiin parte de la. tradición antropológica? ¿Y Shaftesbury, Pope,
Sims, etc.? Cf. sobre todo la evolución que comienza con E. Platner: An-
th ropclogie fíir Á r z te u n d IM Jtw eise (17 7 2 ); N e u e A n th ro p o lo g ie f ü r Á r z te
u n d W eltv'eise (I7W ). Al mismo tiempo -co n la división de la psicología
en “p s y c h d o g ta rationaiis" y “e m p í r i c a el cam po temático de la antro
pología es ocupado pardalm eriteporla última: las reflexiones de Kant sobre
la antropología aún se com ponen en parte de com entarios a la P sycholo-
g ia em pírica en La M e ia p h y sica de A . G . Baum garten: cf. A kadem ieau sgabe
XV, pp, 3-54. Y así el “m étodo observad anal” de ]. N. Tetcns.- P hilosoph i-
x h e Versuche ü b er d ie m enschU the N a tu r u n d ihre E n tw icklu n g (17 7 7 ) per
tenece al círculo de la antropología no menos que la “ teoría em pírica del
alma” de finales del siglo X V 11I (L. H . Jacob: G run driss d er Erfahrungssee-
ieniehre [ 1.791 j ; J, B. C . Kíesewetter; F asslkhe D arstellu n g d er Erfahrungs-
íe e lm le h re [ L791 ], |, C. H offbauer: A n fan gsgriin de d e r Logik, n eb st ein em
G rtindriss d er Erfahrungsseelenleh re [ 1794]; c f también el M a g a zin zu r Er-
fa hru n gsseelen ku n de [Berlín 17 8 5 -17 9 3 J de C . Ph. M orítz, etc.].
2(1 A n th ropologie ¡ti p m g m a tisch er H in s k h t abgefasst von Im m a n u el K a n t
(1798), (1800 2a ed.), (18 2 0 ,3 * ed.), ( 1 8 3 3 ,4a ed.); (reimpresión no revi
sada en 1799); se trata de la única de sus lecciones que Kant ha editado éi
m ism o [trad. cast. de J. Gaos, I. Kant, A n tropología en sen tido p ra g m á tico ,
Alianza, M adrid, 199] ].
J1 Cf. para resum irla introducción de K, Vorlánder a su edición de la A n
tropología de la P híiosohische B iblioth ek (1922/ 6a ed).
21 1. Kant; W erke, Cassirer (ed.) (a continuación se cita según esta edi
ción) IX , p. 1 1 6 [trad. cast. de M . Torrevejano y M a Jesús Vázquez, C o
rrespondencia , Institución Fernando el Católico (C S1C ), Zaragoza, 2005].
25 Ibid.
24 Kant IX, p. 10 5 ( a Herz, 2 1 de febrero de 1772).
25 D e r ein zig m ógliche B ew eisgru n d z u ein er D em o n stra tio n des D asein s
G ottes [trad. cast. de ]. M . Quintana, El único fu n d a m e n to posible d e una
d em ostración d e la existencia de D ios en: K an t. Sobre D io s y la religión, Zeus,
Barcelona, 19 72, pp. 59 -159 ); U n tersu ch u n gen ü b er d ie D e u tlic h k e it d e r
G ru n d sá tze d e r n a tü rlich en T heologie u n d d er M o ra l [trad. cast. de R. To-
rreti, Sobre la n itid e z d e los p rin c ip io s d e la teología n a tu ra l y de la m oral
en: D iálogos, 11 (19 74), pp. 57-87/; Versuch, d en B e g riffd e r n eg ativen G ró-
ssen in d ie W d tw eish eítein zu fü h ren . Para la correspondiente interpretación
cf. H. Heim soeth: M e ta p h y sik d e r N e u z e ít (19 2 9 ), p. 9 1 y ss., y también
del autor: S keptisch e M e th o d e im Blick a u f K a n t (19 58 ), p. 93 y ss., espe
cialmente la nota 45.
26 D e m u n d i sensibilis a tq u e in tellig ib ilís fo rm a el p rin c ip iis : el carácter
científico natural de sus afirm aciones está atestiguada especialmente en §
12 : II, pp. 4 13 -4 14 [trad. cast. de R. Ceñal, La " D issertatia” de 1770, GSIC,
M adrid, 1961 ].
27 Aquella se refiere al e n sp o ssib ile , ésta al ens ex p erim en ta b ile: aquélla
se limita a la cabeza, ésta ai laboratorio.
26 M u n d u s tn leü igibilis , m u n d u s n oum enon.
w M u n d u s sensibilis, m u n du s ph aen om en on .
w Kant VIII 3/4; con respecto a ese “tercer concepto de m undo” que apa
rece de nuevo en Kant, Heidcgger: Vom W esen des G rundes, en: fahrbuch
fü rp h ilo so p h isch e u n d phünom enologiscbe Forschung, H uiserischrift {1929).
pp. 93-95, ha hablado del “significado existencial del concepto de m undo”.
31 Ya en 17 7 3 , en la carta a Herz que vahem os citado (IX, pp. 1 1 6 - 1 1 7 ) :
su “ curso privado de antropología” debe ser “ una práctica de la hab ili
dad, de la prudencia e incluso de la sabiduría ante la juventud académica” ;
“ tal doctrina, junto a la geografía física, es diferente de todas las otras en
señanzas y podría denominarse conocimiento del mundo”. Todavía en 1798
Kant escribe absolutamente lo m ism o: según él ha “pronunciado a lo largo
de treinta años dos lecciones que aspiraban a un conocimiento del mundo:
a saber, la antropología (en el semestre de invierno) y la geografía física (en
el semestre de verano)” : V III, p. 6, nota 1. Kant define de un modo deci
sivo “ la antropología como conocimiento del mundo” : V III, p, 4, pues “re
conocer al ser hum ano según su especie corno una criatura terrestre dotada
de razón, merece en particular ser calificado de conocimiento del m undo” :
V III, p. 3. C f. los proyectos de curso de los años setenta, A kadem ieau sgabe
XV, p. 659: “ El conocimiento del mundo es un conocimiento del hom bre” ;
también los de los años ochenta, op. cit., pp. 799-801.
12 Cf. en la carta a Herz ya citada (IX, p. 1 17 ) : "M e sitúo incansablemente
de tal m odo en la observación, en la vida com ún, que m is oyentes no se
aburren, sino que desde el principio hasta el final están en una ocupación
entretenida, pues tienen la ocasión de com parar continuamente su expe
riencia cotidiana con mis aclaraciones”.
35 Cf. V I]I, pp. 4-5; cf. A k a d em iea u sg a b e XV , p. 659.
34 1 1 2 5 a 5: en la discusión de la n£yccÁo\truxía: el ysyaÁóxiroxoí es oú5
ávQpconoXóro:.
;'5 ¡ h e W o rk so fA ñ stv tle tra n sí inta English IX, Oxford, 1925; cf. ]. C. Sui-
cer: 1Tics(iutu > e íd e s ia m c u s (1682) ait. “ ávQpwjcoXoYÉw” : ‘'«vOpwTtoÁóyoc;
apud Aristot. in Ethicis (...) est, q u id e hom inibuslibenter verbafacit”
Kant anota en los proyectos de curso de los años setenta ( A kadem ie-
au sgabe XV, p. 658); “ M ontaigne”. También el índice de la A n tropología de
Kant V lir, pp. 7-8, se lee como el de una serie de ensayos. Si ei “conoci
miento del mundo ( ...) es conocimiento del hom bre" pertenece al círcu
lo de la antropología tanto A. Frhr. v. Knigge; Ü ber d en U m gan g m it
M ensch en , 2 vol. (1788), como A. Schopenhauer: A ph orism en z u r Lebens-
w eish eit ( 18 5 1) y F. Nietzsche: M enschliches, A llzum enschliches (1878); ade
m ás Schopenhauer ( B a lth a sa r G ra c ia n s O rakel d e r W eltklu gh eil in
d reih u n d ert Leberisregeht, postumo, 1862) ha delatado su fuente mediante
su actividad como traductor; Nietzsche -cf. el material en F. Krokel: Eu
ropa^ S elbstbesin n un g durch N ietzsch e. líire V orbereitu n g bei d en fra n zo sí-
schen M o r a lh te n ( 19 2 9 ) - se ha referido con insistencia a los m oralistas
franceses. En efecto, la moralística (M oralistik) y la antropología -cf. la alu
sión de Sombart al carácter antropológico, entre otros, de Pierre le C ha
rros: D ela sa g esse (16 0 1), op. cit., p. 1 0 4 - presentan rasgos comunes: aquélla
es (como podríamos decir hoy) conocim iento del mundo de la gente de
m undo, ésta el conocim iento del m undo de La gente de escuela; y tal vez
la antropología apareció tarde en Francia, sólo porque lo.s moralistas ela
boraron su obra desde época temprana y durante largo tiempo. [N. d elT . j:
Respecto al término M oralistik, M arquard advierte en una obra posterior:
“ Rn el actual clima de hiperm oralización, es frecuente que la palabra M o
ralistik se emplee erróneamente (...) Si bien el término procede de Nietz
sche, es necesario advertir que él la introdujo pensando en la moralística
tradicional, que tuvo entre sus cultores a M ontaigne, La Roche Foucauld
y otros quienes sostienen que hay que entender a los hombres estudiando
sus costumbres, sus usanzas, sus tradiciones, en fin, sus mores”. Odo M ar
quard, F elicidad en la in felicidad , Katz, Buenos Aires, 2006, p. 130 .
i: La simultaneidad principal de la form ación de la estética y de la an
tropología es un fenómeno que merece atención. La evolución seguida por
Kant resulta también ejemplar al respecto: sus O bservacion es sobre el sen-
tim ie n tc de ic belU> y df- lo s tii¡ im £*(176 4 ), la primera publicación ‘'estética'
de Kant, pertenecer no sólo desde el punto de vi s u tem poral al contexto
preparatorio de U antropología ; también coinciden estilística y cu gran m e
dida temáticamente con la lección de antropología; p u esa sa vez ésta con
tiene elementos de estética: cf. en particular § 28 y ss. (imag ir ación, genio,
facultad creativa) y § 67 y ss. (de] sentimiento de lo bello, es d e c ir.., del
gusto). Pero no se trata de un caso aislado: cf. por e jem p lo -p o r citar so
lamente alguno* ejemplos del periodo de liem po investigado a q u í-la s re
flexiones sobre temas de estética en E. Platner: Neue Anthrepirlegie f& r A rzte
u n d W eltw eise (179 0 ), pp. 3 5 9 -3 7 1; F. y. Paula Gruithuisen: AnthrepoU tgie
(...) flir a n g e h e m k Philosophen und A m e (18 10 ), pp. 475-459; J. G A. Hein-
roth: Lehrbuch der A tilh iopologie {1 822), ( 1 8 3 1 , 3.a ed.), pp. 220-228; J. En-
nemoser: Anthropotogische A nsichten (18 28 ), pp. 70-84; K. F. Burdach; Der
M e m c h nach den v e n c b ie d e n e n S eiten sein er N a tu r (18 36 ), pp. 374-390;
cf. I. Górres, A ph orism en ü ber d ie Kunst. A h E in leitim g zu A p h o rism en über
( ...) A n th ropologie (18 0 2 ); ademas aquellas antropologías que al m ism o
tiempo han escrito contribuciones importantes y autónomas a la estética:
desde C. G. Carus pasando por W. D ilthey hasta A. Gehlen, Z e itb ild e r
(1960) (trad. cast. de V. Jarque y J. F. Yvars, Im ágenes d e época , Península,
Barcelona, 1994], No son sino algunas indicaciones que pueden iluminar
el problema: ¿qué significa que tanto la estética com o la antropología ten
gan los mismos ascendientes?; ¿qué significa que “ la gran época de las an
tropologías científicas ( ...) despuntara en el siglo xvin y ( ...) (durase) hasta
la segunda mitad del siglo xix?” (Sombart, op. cit., p. 10 5), precisamente
como la época de la estética?
“ Cf. la distinción kantiana entre el “concepto de escuela" y el “ concepto
m undano" o “cósmico” de filosofía (Xririit d e r reinen Vernunft B, pp. 866-
867) y la inclusión unívoca de la “ antropología como un conocimiento del
m undo que debe seguir a la escuela” (V III, p. 4) en el segundo concepto;
cf, A kadem ieau sgabe XV, p. 658 y ss. y 799 y ss. Cf. afirm aciones semejan
tes -rad icalizadas- en L. Feuerbach, V odáuftge Thesen zu r Reform d e r P h i
losoph ie (18 4 2 ): “ La nueva ( ...) filosofía es la negación de toda filosofía
de escuela” (K le in e p h ilo so p h isc h e S ch riften , M . C . Lange (ed.), [19 50 ],
p. 74). Ésta es ciertamente una característica fundamental de toda antro
pología. Kant distingue “ dos clases de estudios ( ...) : ante la escuela y ante
la vida ( ...) El prim er conocimiento es escolar, el segundo popular” (A ka-
d em iea u sg a b e XV, p. í5 S : pío rectos de curio de los años setenta). Precisa
m ente p o r es» razón, Ja antropología quiere ser ‘ popular” en un sentido
«afático: una “ antropología.redactada (...) de m in era popular” : Kant VIII,
p. 5. “ Incluso los ensayos más toscos en antropología quieren ser popula
res’ ', dice H. Steffen s: A n th ropologie I <J 822), p. 4; por ello, también él es
ta b lee "el rasgo peculiar <te la antropología (...) en la form a de exposición.
No se presenta bajo la form a de especulación ( ...) ni mucho menos bajo
la form a científico natural” (p. 8), sino que "quiereser accesible para cual
quier p e rso m cultivada” {p. 9) y tener '‘ una form a que interese a
cualquier ser hum ano3 (p 5). D e ahí, por ejemplo, que K. F. Burdach: D er
M ensch nach den verschiedenen Saiten seiner N a tu r (1836) elija el subtítulo:
A n tropología p a r a el p ú b lico cutio; pues -com o antropología- está “desti
nada al gran público’.
;w Por ejemplo, su disposición a aceptar las ciencias particulares y sus re
sultados; cf. la tesis de J. Habermas, artículo A n th ropologie en el Fischer-Le-
xik o n , vol. P hilosophie (1958), p. 20.
40 Por tanto, también J. G. Fichte: D m B estim n iu n g des M enschen (1800)
[trad, cast. de E. Ovejero y Maury, El destin o del hom bre, Espasa-Calpe, M a
drid, 1976] es interpretado aquí - a pesar del interés generalmente carac
terístico de la antropología p o r “ todo aquello que, fuera de la escuela, es
útil para la nueva filosofía” (W erke, I, H. Fichte [ed.) 11, p. 16 7 ) - c o m o fi
losofía de la historia y no como antropología; la palabra antropología no
aparece en este escrito; la obra didáctica “Antropología” se encuentra en
Fichte más bien en: G rundlage des N atu rrech ts (1796) III, p, 77 y ss., con
cebida como teoría del “cuerpo hum ano”, es decir, com o “cuerpo de un ser
racional” (agradezco la indicación a B. Willms).
41 La filosofía de la historia de Hegel es representativa; pero cf. también
la definición fichteana de la “doctrina de la ciencia” com o una “ historia
pragmática del espíritu hum ano" (W erke I, p. 222) y la definición que da
Scheliing de la “filosofía” como una “ historia de !a autoconciencia” ( Werke,
K. F. A Scheliing |ed. j, p. 399 y 3 3 1) . Cf. en su conjunto también el artículo
G eschichtsphilosophie de K. Gründer/R. Spaemann en: L e x ik o n fü r Theo-
logie und Kirche IV (1960 2a ed).
“ Kant V III, pp. 343-344: Reducción de las tres preguntas filosóficas fun
damentales por eí saber, el obrar y el esperar a la “4 1: ¿Q ué es e) hombre?
( ...) a esta cuarta (pregunta responde) la antropología. Pero e n el fondo
todas éstas se podrían in d u ir en la antropología”.
43 Cf. G. Krüger, Phitosophie u n d M oral in d e r K antischen K ritik (] 9 3 1 }, p,
37 y s.s.
** I. Kant, / d c e z u ein er allgem ein en G esch k h te in w eitbü rgerh ch er Absicht
(1784).
45 Kant, A n th ropologie VIII, p. 3.
46 IbiJem ; esta form ulación reúne precisamente aquella cuestión em pí
rico-descriptiva y ético-filosófico-histórica que Kant distingue expresa
mente en otro lugar; por ejemplo, en la M etaph ysik d er S itten ( 1797) V II,
p. 2 16 com o “antropología” y “ antroponom ía” ; aquella es “teoría de la
naturaleza” del ser hum ano, ésta “ teoría ética” : V II, p. 19 5. En la lección de
antropología, no sólo su tema final, Ja “ sociedad cosmopolita” (VIII, p. 226;
cf. en su conjunto pp. 2 15-2 2 8 ), sino también su definición: “ Una antro
pología de esa clase ( ...) recibe el nom bre de pragm ática ( ..,) , cuando
abarca el conocim iento del hom bre como ciudadano del m undo": V III,
p. 4, demuestra su im pulso bistórico-filosófko,
11 Esta “ suplente” resulta necesaria en Kant debido a la inseguridad de
la “ titular” : la filosofía de la historia es llevada a cabo, por un lado (como
ética), sin hacer caso de los problem as de realización, y p or otro (com o
filosofía concreta de la historia), sólo en form a de “ conjetura” y de “cre
encia”. Puesto que de ese m odo la pregunta “qué puede y debe hacer el ser
hum ano de sí m ism o com o criatura que actúa libremente” se distingue
de la pregunta “qué hace él de sí m ism o”, esta última tiene que convertirse
en objeto de una teoría independiente: cuando la filosofía del aspecto fu
turo del ser humano deviene pura “antroponomía” (VII, p. 2 16), debe com
pensar su falta de realidad mediante la “ antropología”. Ya en Kant la
antropología asume - e n el curso de su evolución que hace también nece
sario el giro del juicio hacia el ám bito estético y hacia la naturaleza: cf. del
autor K a n t u n d die W etide zu r Á s th e tik , en: Z. ph tlo. Forsch. 16 (19 6 2), pp.
2 3 1-2 4 3 ,3 6 3 -3 7 4 [Posteriormente recogido en su libro: A esth etica u n d A n -
aesth etica, Wilhelm Fink, M unich, 2003, pp. 2 1-3 4 ÍN. d el T .) .\ - el papel
de una consecuencia de la crisis de la filosofía de la historia. Por ese m o
tivo ella también es de hecho una “antropología fisiológica” en una medida
m ucho más acentuada de lo que Kant m ism o quiere reconocer: cf. la “apo-
logia de la sensualidad* VIH , pp. 2 8 - 3 1; la teoría de los afectos, p. 14 1 y
ss., lateoría de los temperamentos, p, 1 7 8 y ss.,la fisiognómica, p, 18 8 y ss.,
la teoría de las sexos, p. 19 6 y ss., la teoría de las razas, p. 2 14 y ss.: todas
ellas teorías de “ aquello que la naturaleza hace del ser humano’’. Respecto
a la última teoría cf. II, pp. 443-460: Van den verschiedcnen Rassen des M en -
schen ! 1 775 ); allí (II, p. 460) aparece -así como en los pasajes citados arriba
en la nota 3 1 , IX , p. 1 1 7 y en la nota 1, V IH , p. 6 - form ulada la estrecha
conexión entre la antropología de Kant y su lección sobre geografía física.
Esa lección e n m odo alguno versa sólo sobre geografía física, y no única
mente porque la prim era sección de su segunda parte trate "D el hombre” ;
sino que la geografía física pertenece a la antropología, y se manifiesta como
parte de la antropología precisamente allí donde ésa quiere reconocer en
un sentido elem ental “ qué es lo que la naturaleza hace del ser hum ano”,
es decir, en el romanticismo; cf. Steffens, que -com o, por ejemplo, también
hace de h ed ió J. G. Herder en los dos prim eros libros de su ideen zu r P h i
losophie d er G eschichte d e r M e m ch h e it (17 8 4 )- comienza en su A n th ro p o
logie (18 22 ) con !a “ antropología geológica”,
“ CE. la aporética de la historia en F. W. J. Schelling: S ystem des íran s-
zen d en ta len Id ea lism u s (1800) 111, p. 593 y ss., especialmente pp. 605-606;
además la crítica del “progreso infinito” en G. W. F. Hegel, entre otros: G lau -
ben u n d W issen (18 0 2), W erke (Glnckner) I, p. 3 1 3 .
49 F. W. J. Schelling: Ideen zu ein er P hilosoph ie der N a tu r (179 7); Voti der
W eltseele ( 1 79S); Erster E n tw u r f eines S ystem s d e r N a tu rp h ílo so p h ie (1799);
además los trabajos de von Baader, Eschenmayer, Steffens, Wagner, Win-
dischmann, Rittcr, Górres, Treviranus, Oleen, Troxler, Schubert, NovaJis,
etc.
pues toda fuerza curativa se encuentra sólo en la naturaleza” : F.
W. |. Schelling: D a rleg u n g des w ah ren Verháltnisses der N atu rph ílosoph ie zu
d er verhesserten Pichteschen Lehre (1806), V II, p. 19.
” La filosofía de la naturaleza busca aquella “ intuición por medio de la
cual la naturaleza se nos aparece con vida propia” : Schelling, op. cit., V il,
p. 19; “ ¿Qué desea el físico? La vida y sólo ésta es la presa que él quiere
( ...) obtener” : op. cit., pp. 10 9 -110 . Cf. Ideen zu ein er P hilosophie der N a tu r
(17 9 7 ), especialmente, II p. 46 y ss., y el principio de “ autonom ía de la
naturaleza” : E rster E n tw u r f eines S ystem s d er N a tu r p h ila c p h ie <17 *>9) II],
p. 17
” “ ¿No eslá pues hasta tal punto perturbada la filosofía de nuestros días
que una antropología fisiológica nos debe resultar al final sumamente de-
seable para nuestra propia elevación y orientación?’ ': R v, Paula Gruithui-
sen, A n th ropologie ( ...) f ü r atigeken de P hilosopheti u n d Á r z te (18 10 ) IV. El
hecho de que -o p in a H. Steffens: A n th ropologie I (13 2 2 ), p. 7—el mismo
Kant, aunque renuncie a la antropología fisiológica, “se vea, a pesar de todo,
en la necesidad de oponer una tal ( ...) antropología fisiológica a i a p rag
mática, demuestra cuánto poder ejercía sobre él la idea de la unidad reai
de naturaleza y espíritu” : precisamente aquella idea que justifica el “inte
rés” de la antropología, op. cit., pp. 4, 8 y ss.
55 Steffens, op. cit., p. 15.
54 Op. ar., p. 14 ; y “ quiere m ostrar precisamente que la naturaleza (...)
no es nada ajeno a lo espiritual, a lo divino en el ser hum ano, que más
( ...) bien oculta en sí el secreto de su naturaleza m ás elevada": op. c it.,
p. 9; cf. además la apreciación crítica en C L. Michelet: A n th ropologie u n d
Psychologie (1840), p. 50: “ La filosofía de la naturaleza remite una vez más
el alma a la naturaleza y a Dios ( ...) sólo que ( ...) en esas psicologías la
relación del ser hum ano con la naturaleza se convierte en lacuestión p rin
cipal ( ...) en este contexto se incluye sobre todo Steffens, que ( ...) en su
A ntropología ( ...) toma como punto de partida la irreprochable idea de que
el espíritu debe ser contem plado en conexión con la naturaleza, aunque
ésta siga siendo para él, en gran medida, el fundam ento del espíritu hu
m ano; de m odo que debe incluso ocultar en sí el secreto de su naturaleza
más elevada y la salvación de todo el género hum ano se hace dependiente
de la salvación de la naturaleza”. K. F. Burdach piensa también aún com
pletamente en términos de filosofía de la naturaleza: D erM en sch nach d e r
verschiedenen Seiten sein er N a tu r o d er A n th ropologie f ü r d a s gebildete P u -
blictim (18 36), Sección 1 , TV: “ ¿qué puede, sin duda, evitar m ejor los ex
tremos y prevenir con mayor certeza los múltiples extravíos sino una visión
im parcial y global de la naturaleza?”. “ Una sinopsis semejante de los re
sultados de la ciencia que se refieren a la naturaleza total del ser humano
a saber [‘ la rama entera de la ciencia natural’ ] constituye aquello que en
tendemos por antropología” : op. á t . , pp. 2-3.
Si J. Chr. A. Heinrotfa (1773-1 $43: profesor de medicina psíquica en Leip
zig): Lehrbuch der An rfi ropobgie (1822, l&Jl), p 35; pues “Schelling tiene
el gran mérito de haber conectado «le nuevo la naturaleza con el espíritu”:
ibidem.
94 Se podría pues concebir esa antropología como una variante menos
teológica del planteamiento de li “filosofía-de la identidad"; y -a pesar de
X, pp. 287-294 (Anthr«polog¡sthcSchema 1840)—Schelling no ha desarro
llado ninguna antropología, porque hay en él un “sistema de la identi
dad" de inspiración teológica.
fJ Heínrotb, op. cit., p. 10.
58 Op. cit., Vtí.
"D e 1818 a 1822como Zeitschrift fur psychiscke Árzte, de 1823 a 1826
como Zeitschrift ftir die Anthropologie (contiene en 1823, C. F. Nasse; Die
Aufgaben der Anthropologie), en 1823 como Jahrbucher fur Anthropologie
und zur Pathologte und Therapie des Irreseins: siempre editada por C. F.
'Naíse. La orientación psiquiátrica de ese órgano no habla en contra de su
significación filosófica, sino a favor déla significación filosófica de los mé
dicos de esa época. Cf. además: Anthropologisches Journal, K. Ch. Schmid
(ed.), (1803).
60 He aquí al menos el título de las obras correspondientes a los nombres
citados: J, D. Met2ger: Medizinisch-philosophische Anthropologie ftir Arzte
und Nichtarzte (1798); K. H. L. Politz: Populare Anthropologie, oderKunde
voti dem Menschen nach seinen sinnlichen und geistigen Anlagen (1800); ]■
H. Abicht: Psychologische Anthropologie Ia parte (1801); G. J. Wenzel: Men-
schenlehre oder System einer Anthropologie nach den neuesten Beobachtun-
gen, Ver¡liciten und Grundsatzen der Physik und Philosophie (1802);
Grundzüge einer pragmatischen Anthropologie (o. ]); J. Corres, Aphoris-
tnen über dieKunst. Ais Einleitungzur Aphorismen über Organonomie, Phy
sik, Psychologie und Anthropologie (1802); Chr. L. Funk: Versuch einer
praktischen Anthropologie oder Anleitung zur Kenntnis des Menschen und
zur Vervollkommnung seiner Seelenkráfte ais Vorbereitung zur Sitten-und Re-
ligionslehre (1803); W. Liebsch: Grundriss der Anthropologie, 2 vols. (1806-
1808); J. E Fríes: Nene oder anthropologische Kritik der Vemunft ()807);
Handbuch der psychischen Anthropologie oder der Lehre van der Na tur des
menschlichen Geistes, 2 vols. (1820-1821); I. P. V. Troxler: Blicke in das Wesen
des Menschen (1811); Über Philosophie, Princip, Natur und Studium der-
selben, eine Antrittsrede zugleich ais Einteitung in seine Vortrüge über Ait-
thropologie (1830); M. Geitner: Physiologie des Menscheii otler Darstdlung
des Absoluten in den Funktionen des Geistes und den den reeilm Organumiti
konstítuierenden Organen (1812); D. Th. A. Suabcdiisen: Die Betrxcbtung
des Menschen: 3 vols. (1814-1818); Die Grundzüge der l,eh re des Menschen
(1829); K. G. Neumann, Von der Natur des Menschen, 2 partes (1822); G.
F.. Schulzc; PsychischeAnthropologie (1816,2a 1819, 3a1826); J. Hillebrand:
Die Anthropologie ais Wissenschaft, 3 partes (1822); Mame de Biran: Nov-
veaux estáis d’anthropologie (1823-1824); J. E. v. Berger: Grundzüge der
Anthropologie und Psychologie (1824); G. H. W, Sicgwart: Grundzüge
der Anthropologie (1827); L. Choulant: Anthropologie, 2vots. (1828); C. F.
Hcusinger: Grundrissderphysischen und psychiscken Anthropologie fúrÁrzte
und Nicharzte (1829); C. v. Bonstetten: Der Mensch (1829); H. B. v. Wcber:
Handbuch der psychischen Anthropologie, mitvorzüglicher Riicksichtmfdas
Praktische und die Strafrechtspflege insbesondere (1829); M. B. Rittel: Grund-
züge der Anthropologie ais Basis der Philosophte (1833); J. M.Leupoídt: Die
gesammte Anthropologie neu begründet durch allgemeine Biosophie und ais
zeitgemiisse Grundlage der Medizin im Geiste germanisch-christlicher Wi
ssenschaft, 2 vols. (1834); K. K Burdach y C. Michelet: cf. arriba, nota 54;
1. H. Fichte y H. Lotze: cf. abajo, nota 64. Cf. además: K. L. Pórschke: An-
thropologtsche Abhandlungen (1801); Gruber: Versuch einer pragmatischen
Anthropologie (1803); C. F. Pockels: DerMann. Ein anthropologischen Cha-
raktergemalde seines Geschlechts, 2 partes (1805-1806); Goldbeck: Me-
taphysik des Menschen oder reiner Theil der Naturlehre des Menschen (1806);
E. D. A. Bartels: Anthropologische Bemerkungen über das Gehim und den
Schadel des Menschen mit besonderer Beziehung auf die GaHschen Rntdec-
kungen (1806); F. v. Paula Gruithuisen: cf. abajo, nota 62; Zootomie oder
über das niedrige Lebensverháltnis ah Propiideutik zur Anthropologie (1811);
Chr. Weiss: Untersuchungen über das Wesen und Wirken der menschlichen
Seele (1811); J. C. A. Heinroth, Ober das Bedürfniss des Studiums der me-
dizinischen Anthropologie (1811); Grundzüge der Naturlehre des menschli
chen Organismus (1822); cf. nota 55; Masius: Grundriss anlhropologischer
Vorlesungen (1812); Voit: Versuch einer physiologisch-psychischen Darste-
llung des Menschen (1813); S. C. Luka: Entwurf eines Systems der medizi-
nischen Anthropologie (1815); Weber: Anthropologische Versuche zur
Befórderung einer gründlichen und umfassenden Menschenkunde für Wi-
ssenschnft und [jeten-, 2 partes [1817); Salit: Psychologische Anthropologie
(1820.2* 1826); Ph. C. Hartmann:Dgr Gcistdes Menschen in semen Verhiilt-
rtisscn zt¡ m physischtn Leben, oder Gmndztige zu einer Physiologie des Den
teras i 1420j; ]. "Hnnemostr: Historisch-psychotogische Untersuchungen über
das Watn des mensdhUchen Sede überhaupt und über die Beseeiung des Rin
des insbeson dere (1824j; líber die niihere Wechseiwirkung des ¡¿ibes und der
Seele tnií Hnthrapohgischen Untersuchungen über dem Morder A. Moli
{1825); cf. abajo, nota 65; Der Get ft des Menschen in der Natur oder Psy-
chologie in Überrinstimimmg, mii der Saturku míe (1849 ); Chr. H. Bischoff:
Grundriss einer anthropdogiscken Prnpüdeutik zum Studro der gerichtlichen
Medizin für Pechttbeflissene (J 827); H. v. Keyserling: Hauptpunkte zu einer
wissenschaftlichen Begründung der Menschenkenntniss (1827); D. F. Groos:
Die geistige Natur des Menschen, Bruchstücke einer psyehischen Anthropo-
fogie (1834); G. H. v. Schubert: Lehrbuch der Memchen - und Seelenkunde
(1837); G, L. Kneise: Anthropologie und Psychologie zum Cebrauch für Leh-
reratt Biírger- und Landschulen (1837); C. Daub: Vorlesungen über die Anth-
ropclogie (pronunciadas a partir de 1797), Marheineke/Dittenberger (ed.),
(1838); J, Tissot: Anthropologie spéculative générale, 2 vols. (1843); H. S.
Lindemann: Die T.ehre vom Menschen oder die Anthropologie, Ia par
te (1844); A. Rosmini Serbati: Antropología in servigio della scienza mó
tale (1847); K. C. K Krause: Vorlesungen über die psyckische Anthropologie
(pronunciada en 1828), H. Ahrens (ed.)> (1848); J. E. Erdmann; Leib und
Seele (1837, 2a 1849); Voss: Grundriss einer vorbereitenden Anthropologie
(sin año). Cf. antes de 1798 (año de publicación de )a Antropología de Kant)
y después de 1790 (año de publicación de la Neuer Anthropologie de Plat-
ner: cf. arriba, nota 19), entre otros: P. Usteri: Grundlage medizinisch-anlh-
ropologischer Vorlesungen für Nichtürzte (1791); J. C. Loder: Anfangsgründe
der medizinischen Anthropologie (1793); Anfangsgründe derphilosophischen
Anthropologie und der Staatsarzneikunde (1800 3a); G. A. Flemming: Über
den Charakter des Menschen (1794); ]. Ith: Versuch einer Anthropologie, oder
Philosophie des Menschen nach seinen kdrperiichen Anlagen, 2 partes (1794-
1795); M. Wagner: Beitrage zur Philosophischen Anthropologie und den
damit verwandten Wissenschaften, 2 vols. (1794-1796); W. v. Humboldt:
Plan einer vergleichenden Anthropologie (1795); etc. No se trata aquí úni
camente de antropologías románticas con carácter de “filosofía de la na
turaleza”: intervienen kantianos, hegelianos, etc.; pero puesto que no se
trata más que de probar el incremento del interés por la antropología cabe
renunciar aquí a toda clasificación. La tipología intentada por Sorabait,<>¿>.
cit. (cf. arriba, nota 9), p. 105 y ss., 7 variada por Diera en Laadmann,
op. cit. (cf. arriba, nota 7) p. 355 y ss. no está de ninguna manera libre de
objeciones.
MCf. C. G. Carus: Vorlesungen über Psychologie (1831; ed. R Ainold 1958)
XXXVI; “ya en el invierno de 1827-1828 él ofreció un cuadro sinóptico
de Ja antropología en unas veinte lecciones pronunciadas ante an círculo
de eruditos, artistas y funcionarios”.
“ F. v. Paula Gruithuisen (1774-1852: prof. de química, física, zootomía,
antropología y más tarde prof. de astronomía en Munich); Anthropologie
oder voti derNatur des menschlichen Lebens und Denkem für a n g e h e n d e P h i -
losophen und Arzte {1810) V.
“ Cf. del autor: “Sobre algunas relaciones entre estética y terapéutica
en la filosofía del siglo XJX*, arriba, p p . 95-116.
64 Por ejemplo, el manual ya citado de HeinrotJi, que merece un interés
resueltamente filosófico en su discusión sobre la “historia y la literatura
déla antropología” (op. cit., pp. 13-36), en su parte principal y sobre todo
en los “Anexos” (pp. 417-518). Al contexto de esas antropologías de mé
dicos pertenece también, por ejemplo, H. Lotze: Mikrokosmos. Ideen zur
Naturgeschichte und Geschichte der Menschheit. Versuch einer Anthwpoio-
gie {1856 y ss.); Lozte (1817-1881) comenzó como médico clínico y pro
fesor de medicina (1839), antes de doctorarse en filosofía en 1840. Incluso
1. H. Fichte, Anthropologie. Die Lehre von der menschlichen Seele. Neube-
grtindei auf naturwissenschafilkhem Wegefür Naturforscher, Seeknarzte urul
wissettschaftlkh Gebildete überhaup t (1856) está “dedicada a su querido hijo
Cari Eduard Fichte, médico, cirujano y doctor en obstetricia”. Por último,
no hay que olvidar que también Max Scheler comenzó como médico.
85 J. Ennemoser (1787-1854; prof. de medicina en Bonn): Anthropolo-
gische Ansichten oder Beitrage zur bessern Kenntniss des Menschen (1828),
p. 33.
Op. cit., pp. 38-39; cf. M. Scheler: Die Stellungdes Menschen im Kos-
mos (1927) [trad. cast. de J. Gaos, El puesto del hombre en el cosmos, Losada,
Buenos Aires, 1938]; pero cf. también A. Gehlen, DerMensch (1940) [trad.
cast. de F-C.Vevia, El hombre, Sígueme, Salamanca, 1980], pues Ennemo
ser retoma tesis de Herder (ser carencial). Para Herder, no obstante, el es
pirita se opone tan poco a la natural ez.a corno para la antropología direc
tamente vinculada» lifiJosofia de la natuiaieza (Troxiei, Steffens, etc.), que
Ennemoser critica como “una teoría que sólo trata de La sublimación (op.
df., pp. 25,29, etc.).
*r Esa posición tardía no se define aquí pues por una fecha determinada,
sino como aquel planteamiento al que le corresponde esa característica.
El trán sito de ]a antropol ogía de médicos a esa posición tardía tiene un evi
dente paralelismo en el trinsito contemporáneo de las tesis sobre filosofía
de la naturaleza de Freud a la “antropología médica" teológico-persona
lista, especialmente en von Wensacker, Binswanger, Frankl, von Gebsattel.
48 Cf. especialmente Heinroth, op. cit., suplemento VI (Über die Würde
der Anthropologie), pp. 504-518: precisamente porque “la filosofía no es
la ciencia que nos enseña a reconocer lo más elevado” (p. 511), existe “el
derecho de la antropología a indicar el conocimiento de lo más elevado”
(p. 509). '‘Es necesario que sea abandonada una de ellas, o la doctrina de
la reconciliación o la filosofía: pues ambas constituyen una contradicción
radical” (p. 518); “sidesde algún punto déla filosofía amenaza un golpe
mortal, es desde aquel que ha sido afirmado en este trabajo" (p. 518). “Aún
nos resistimos a defenderla revelación como lo más elevado para el hom
bre (...) Si el autor no se equivoca del todo, hemos llegado a un punto de
inflexión en el modo de ver las cosas y la antropología le parece (...) la
palanca que mejor se puede aplicar aquí” (p. 518). Cf. también J. C. A. Hein-
rotli: Pistodicee (1829).
w "Disolución de la teología en la antropología”: L. Feuerbach,
Grundsatze der Philosophie der Zukunft (1843), Kleíne philosophische
Schriften, M. G. Lange (ed.), 1950, p. 87. Resulta una cuestión interesante
hasta qué punto en el uso de la palabra por Feuerbach -un minucioso co
nocedor de la filosofía francesa del siglo XVII—puede estar viva la “acep
ción teológica” de la palabra antropología (cf. arriba, nota 1 1 ); por ejemplo,
en formulaciones como: “El secreto de la teología es la antropología”:
Vorlaufige Thescmur Reform der Philosophie (1842), op. cit., p. 55 [trad.
cast. de E. Subirats, Tesis provisionales para la reforma de la filosofía / Prin
cipios de la filosofía del futuro, Orbis, Barcelona, 1984]; pero esa antropo
logía es “la (...) humanización de Dios”, Gmndsátze, op. cit., p. 87.
™Cf. S. Kierkegaard, Papirer X 2, p. ) 28 y ss. (= A 163 de 1849), trad.
en: S. Kierkegaard, Christentum und Christenheit, trad. por E. Schlechta
(1957), 202/2.3.
71 L. Feuerbacli, Grundsiilze, op. cit., p. 167; cf. tambiín Vorl&uftge The-
St'ti, op. cit., pp. 74, 77-78, etc.
7J L. Feucrbach, Das Wesen des Christentum, (1841, 2a 1843) [trad. cast.
de J. Iglesias, La esencia del cristumíinw, Trotta, Madrid, 1995],
73 Cf. Bibliografía de los escritos sobre Feuerbach en: Sümtliche Werke,
Bolin/Jodl (cds.), XI, H. M. Sass (ed.) (1962), p. 347 yss.; resulta repre
sentativo; por una parte E Engels, Ludwig Feuerbach und der Ausgang der
klassischen deutschen PhUosophie f 1888), por otra parte M. Buber, Die
Schriften über das dialogische Prinzip (1954). Epílogo 287 -2 89: el primero
acentúa el "materialismo" de Feuerbach, el segundo su teoría de la relación
yo-tú.
71 G. W. F. Hegel, Samthche Werke, Glockner (ed.) VI, p. 231 (cf. Enzy-
clop. 3a ed., §387); sobre este punto ya en Hegel, Philosop/usche Propadeu-
tik (1808-1811) III, p. 200: “El espíritu considerado para sí ha de ser
concebido 1 ) en su existencia natural yen su relación inmediata con el
cuerpo y su dependencia por ello conmovedora de sus afecciones y cir
cunstancias, es decir, como antropología”.
7;' Versión de 1817: “A. El alma” Edición de 1827 y 1830: “A. Antropolo
gía. El alma”.
76 Cf. Hegel VI, pp. 233, 234 y ss.; cf. también p. 232: “Identidad inme
diata de la subjetividad existente en sí y la de la corporalidad”.
77 Cf. Ein Hegelschei Fragment zur PhUosophie des Gentes. Introducido y
editado por F. Nicolin, en: Hegel-Studien 1 (1961), p. 36: que “el conoci
miento de la espiritualidad concreta (...) aún no .se ha formulado en la
ciencia desde el punto de vista de la antropología”.
78 C. L. Michelet, Anthropologie und Psychologie oder die PhUosophie des
subjectiven Geistes (1840): él ha “ (...) conservado (...) la visión fundamen
tal en lo que se refiere a Hegel”, pero la ha modificado “en lo que respecta a
la organización de la materia” (IV). “El espíritu no aparece aquí más que
como espíritu natural o como olma; y ése es el objeto de la Aníropoío^ía” (pp.
71 -72); “Hemos de contemplar el espíritu humano, en primer lugar, según
su aspecto natural, tal como es en cuanto espíritu natural o tal y como es
definido como alma por el cuerpo. Ése es en esencia el carácter antropoló
gico de nuestras consideraciones” (p. 13), pero que precisamente por ello
dejan fuera de sí al espíritu “objetivo” y “absoluto”. Cf. también ]. E. Erd-
mann, Leib und Seele (1837,1849 2a ed), BoUand (ed.), 1902, especialmente
pp. 113-128.
7' Hay que hacer «n este lugar, al menos, lina breve alusión al intento de
adaptación no ristre a do en el texto. Según la tesis propuesta en este ensayo,
la antropología se establece no solo en contraposición a la filosofía de la
historia, siró también en contraposición a las ciencias matemáticas de
la naturaleza y a la metafísica.¿cía escuela tradicional. Por ello, en el si
glo jux, iunto a la tentativa contracorriente de adaptar la antropología a
Ja li]asofia de b historia (Hegel) existen también otros dos intentos de adap
tación a la ciencias exactas déla naturaleza y a la metafísica de la escuela
tradicional, t i primer intento tiene lugar -estimulado de inmediato por las
tesis de Darwin (7 be Ongin ofSpecks 11865 ]; The Demento/Mari j 1871 ])-
en la Época de las “sociedades antropológicas” que son fundadas en la se
gunda mitad del siglo por doquier: en París, en 1859 como “Societé d’An-
thropologie” por Paul Broca, que también funda allí en 1876 la “Ecole
d’Anthropologie”; en Berlín, en 1869 bajo la influencia de Adolf Bastían y
RudolfVirchow; entre 1863 y 1888 en todas partes de Europa y también en
fapón: el interés se centra en la etnología, con especial atención a la teoría
de la descendencia: el desarrollo de la anthropology en los países anglófo-
nos se encuadra en gran parte en este contesto. El segundo intento tiene
lugar mediante el ingreso de la antropología en la clasificación disciplinar
de la metafísica; en qué medida esto sucede en el contexto de la génesis de
la neoescolástica exige una investigación. Sobre la fundón de referencia de
la “naturaleza” en el seno de la antropología inclinada actualmente ala me
tafísica cf. por ejemplo la ubicación de la antropología en el contexto de
la filosofía de la naturaleza en la “Phiiosophía Lovaníensis” en I. de Raey-
maeker, Emführung in die Philosophie (trad. alemana 1949), p. 92; también
B. v. Brandenstein, Der Mensch und seine Stellung in All. Philosophische
Anthropologie (1947) exige “que esta (...) dilucidación de su yo (...)
devuelva al hombre de hoy a la naturaleza, donde se ha extrañado tanto”
(p. 12).
s“ “Qué es el hombre sólo se lo dice su historia”: W. Dilthey, Gesam-
tnelte Schriften VIII, p. 224 (Traum, 1903), cf. IV, p. 529 (Die drei Grund-
formen der Systeme in der ersten Halfte des 19. Jahrhunderts, 1898); la frase
se encuentra en el contexto de una crítica de Nietzsche: al querer prescin
dir de la historia, Nietzsche ha degradado de hecho la vida y la naturaleza
a un producto puramente histórico: el ideal de hombre poderoso del Re
nacimiento; Dilthey quiere evitar tales confusiones mediante la reflexión
histórica. La frase sólo proclama pues de manera secundaria e instrumen -
ta! un “giro hacia la historia’’, pero de manera primaría y fundamental un
“retorno a la naturaleza” más radical: el más célebre alegato de Dilthey en
favor de la historia se encuentra al servicio de un retorno a la naturaleza.
81 Citado en G. Misch, Vorberichtzu Dilthey V, p. XCI; cf. Dilthey VIII,
pp. 78-79,80-81,85, 140 y ss, (Die Typen der Weltanschauungund ihre Am-
bildung in den metaphysischen Systemen, 1911).
*■’ Cf, especialmente Dilthey I, pp. 86-112 (Einleitung in die Geiiteswi-
ssenschaften,vo\. 1 [1883 j) [trad, cast. de J. Marías, Introducción a las Cien
cias del espíritu. Revista de Occidente, Madrid, 1956],
“ ). Burckhardt, Werke Vil, pp. 1 y 3 {WeUgeschichtiiche Betmchtungen,
1868)
“ Dilthey VIII, p. 79 (Die Typen der Wellamchauung, 191L).
85 Op. cit., pp. 80-81, pp. 140 y ss., etc,; Burckhardt, op. cit., p. 2 habla
ya también “del gran enigma,universal de la vida”.
" Esto no sólo vale para Dilthey, op. cit.; cf. Burckhardt, op. cit., p. 3: “No
sotros observamos lo que se repite, lo constante, lo típico”. La inclinación
hada Ja tipología precisamente de] planteamiento antropológico -cf. arriba,
nota 7- resulta plausible: la tarca tradicional de la antropología incluye la
teoría de las diferencias naturales, la clasificación de las edades de la vida,
las propiedades del sexo, Jos temperamentos, Jas razas, las enfermedades,
incluidas las enfermedades mentales, etc.; con Dilthey, como muy tarde, el
elemento histórico entra -en el contexto del retorno a la naturaleza uni
versal del hombre- en el radio de acción de esa forma de pensamiento
proto-antropológica que es la tipología.
87 Dilthey, op. cit., p. 85: "una naturaleza humana común y un orden de
individuación mantienen relaciones vitales fijas con la realidad, y ésta es
siempre y en cualquier lugar la misma, la vida muestra siempre las mismas
facetas”.
Cf, por ejemplo Dilthey V, p, 207 (Ideen über eine beschreibende und
zergüederttde Psychologie, 1894): que “Ja biología (...) se presta a ensanchar
los horizontes de esas discusiones”; cf. las páginas siguientes. También la
predilección de Dilthey por el “idealismo objetivo” forma parte de este con
texto global; y H. Plessner, Die Stufen des Organischen und der Mensch
(1928), observa atinadamente que “se impone la idea de una fundamen-
tación de la experiencia en las ciencias del espíritu (...) una filosofía de la
mUiraleia.(...) Esto lo sabía también Dilthey (...) No cabc, por ello, juz
gar desde un punto de vista puramente histórico el interés que Dilthey y
sus discípulos manifiestan por te filosofía de la naturaleza goetheana”
(P- 24).
19 Cf. especialmente Dilthey I, p. 28 y ss. ¡Einleitung in die Geisteswis-
senschaftm, vol. 1 [18831): “La a «tropología y la psicología constituyen el
fundamento de todo conocimiento de la vida histórica” (p. 32); cf. sus de
claraciones tardías VI, p. 305 fi)«s Probkm der Religión [ 1911 ]) y las tem
pranas en el ensayo sobre Novalis (en primer lugar en 1865) en: Das Ertebnis
und die Dicktung, 1921 (121 ed.), p. 194: "Para él la antropología es sobre
todo la base de la historia humana (...) Anticipa así un punto de vista que
nos resulta próximo*.
■*-’ Cf. en su conjunto Dilthey VIII: Weltanschauungskhre.
?! “Al volverse hada la antropología, la filosofía desemboca en el reino
de la concepción, del mundo ajena a la ciencia { , fcn la antropología, la
filosofía gana la apariencia brillante de una concepción del mundo, pero
pierde su función científica”: J. Ritter, Über den Sinn und die Grenze der
Lehre vom Menschen (1933), pp, 28-29.
n E. Rothacker, Probleme der ¡Cuitaran thropologie, en: Systematische Phi-
túsopfüe, N. Hartmann (ed.), 1942, pp. 55-198; J. Wach, Typen religi'óser
Anthropologie (1932).
w Pero también es sintomático que, poT ejemplo, tanto el primer Hus-
serl -cf. Logische Untersuchungen I (1900), 1928,4* ed., pp. 116-122 [trad.
cast. de M. G. Morente y J. Gaos, ¡nvestígaáones lógicas, Revista de Occi
dente, Madrid, 19671- como el tardío, rechazen el “antropologismo”, en
un caso a favor de una fenomenología esencial y en el otro a favor de una
filosofía fenomenológica de la historia: E. Husserl, Phanatnenologie und
Anthropologie (leído en Berlín el 10 de junio de 1931), en: Philosophy and
PhenotnenologicalResearch 2 (1941), p. 1.
MM. Heidegger define la constitución del hombre ontológicameníe re
levante como un “Dasein" y exige que “la ontología fundamental (...) sea
buscada en la analítica existencia! del Dasein’-. Sein und Zeit (1927), p. 13;
sin duda, pues en este sentido sitúa “al hombre” en el centro de su filoso
fía. Y G. Lukács: “Ser radical es aferrar las cosas por la raíz. Mas pata el
hombre la raíz es el hombre mismo”. Esta sentencia de Marx es el lema que
encabeza su ensayo sobre la cosificación -Geschichte und Klassenbewusst-
seirt (1923), p. 94-, que proclama explícitamente al “hombre como medida
de todas las tosas”: op. cit., p. 203 y ». [trad. cas!, de M. Sacristán, Histo
ria y conciencia de clase, Grijalbo, Barcelona, 1 V75j.
,s M. Heidegger, Kantund das Problem der Metaphysik (1929), 1951 (Ia
ed.), p. 193; cf. en general p. 188 y ss.; ademis ya Sein und Zeit realiza
(p. 45 y ss.) una “delimitación de la analítica del Dasein respecto a la an
tropología (...)”.
* M. Heidegger, Vortriige und Aujsatze (1954), p. 87; cf. Halzwege í 1950),
pp. 9 1-92 [trad. de H . Cortés y A. Leyte, Caminos de bosque, Alianza, Ma
drid, 19981.
97 Lukács, op. cit,, p. 204.
95 I b id .
w Sobre la crítica a Platner cf. Kan1 IX, pp. 116-117 {carta a Herz, sin
fechar, 1773); sobre la crítica a Herder cf. Kant IV, pp. 117-200 (Rezetuio-
nen von ]. G. Herders Ideen $ur PhUosophie der Geschwhte der Menschlteit
|1785] [trad. cast. de ]. Alcoriza/A. Lastra, Recensión de las Ideas para b
filosofía de ¡a historia de la humanidad de f. G. Herder en £n defensa de la
ilustración, Alba, Barcelona, 1999]: Kant se refiere a la teoría de Herder
como “antropología” (p. 129) y escribe: “el re senador se ve obligado a con
fesar que, a pesar de todo, no comprende (...) cómo se puede extraer esa
conclusión a partir de la analogía de la naturaleza” (p. 187); cf. también
sobre Kant la crítica de la antropología en H. Cohén, Ethikdes reinen Wi-
llens (1 904), p. 8 y ss. Sobre la crítica a Fríes cf. en el resumen más sucinto
y más claro Hegel VI, p. 328 (ÜberFriedrich Heinrich Jacobis Werke [1817]):
sin mencionar el nombre, pero con alusiones inequívocas. Sobre la crítica
a Feuerbach de Marx cf. en forma resumida, especialmente la sexta de las
Thesen über Feuerbach (1845-1846) y la parte sobre Feuerbach de la Deu
tsche Ideo logie (1845-1846) [trad. cast. de W, Roces, La ideología ale mana,
Pueblos Unidos (Montevideo) y Grijalbo (Barcelona), 1974], especialmente
pregnante K. Marx: Frühschriften, Landshut (ed.), (1953), p. 351: “La in
terpretación de Feuerbach (...) pone al hombre en lugar del hombre his
tórico real”; cf. pp. ss.
ln> I. Fetscher en el prólogo a A. Kojéve, Hegel. Eine Vergegenwártigung
seines Denkes. Kommentar zur Phánomenologie des Geistes, Fetscher (ed.),
J 958, p. 9; cf. también I. Fetscher, Der Marxismus im Spiegel der franzósi-
schetj PhUosophie, en: Marxismusstudien 1 (1954), pp. 173-213. No se puede
discutir aquí en qué medida precisamente la posición de Kojéve significa
un ‘retorno a la naturaleza.", ni tampoco U cuestión de s i}. P. Sartre sólo
ha ce nsuinado un giro a la “antropología filosófica” con su Critique de ¡a
misan dialectiqve (1%9> o de si ya Cétrre ctie néant (1943 ), con su tesis del
pour-w como el era-sai (naturaleza) negado", es, en cuanto una suerte de
ten tía del ser carencial, antropología Itrad. cast, def, Val mar y M. Lamana,
H ser y Ja nada fia crítica de la razén dialéctica, Obras Completas vol. 3,
Aguijar, Madrid, 19Sil-
l) 1 H. Kunz, Dieattthropohigisiiie Bedeutungder Phantasie, 2 vols. (1946);
L. Binswanger, Grundformen und Erkenntttis menschticken Daseins (1941),
1953 (2> ed.); Ausgewáhlte Vortrage undAufsatze, 2 vols. (1947), J 955; Der
Mensch in der Psychiatrie (1957); E. Staiger, Die Zeit ais Einbildungskraft
des Dichters (1953); todos ellos tienen en común el propósito de corregir
la tesis extrema de la historicidad de Heidegger, al menos mediante un re
curso claramente fenomenológico a las “posibilidades generales del ser hu
mano”: E. Staiger, Grtitnibegriffe der Pcetik (1956), p. 254; así nos encon
tramos con un caso representativo de esa secesión, cuando O. F. Bollnow,
Das Wesen der Stimmungen (1941), en su discusión sobre el “concepto y
el método de la antropología filosófica” (p. 4 y ss.), exige frente a Heideg
ger “la estructura Integra del tiempo” (p. 119): reclama con la “experien
cia temporal de sentimientos felices” (p. 120) “estados de una suspensión
singular allende el tiempo” (p. 125): de ese modo frente al simple concepto
heideggeriano de futuro hace valer (no en última instancia apelando a la
“doctrina nietzscheana del gran mediodía”: p. 168 y ss.) algo así como lo
“permanente"; así como K. Lowith hace valer (a Filosofía rtietzscheana del
eterno retorno de íu mismo (1935) contra la idea bíblica de futuro y sus se
cularizaciones (Weltgeschichte undHeilsgeschehen [trad. alemana 1953]),
en un movimiento que se extiende desde la filosofía de la historia hasta una
filosofía de la “naturaleza”, es decir, Desde Hegel hasta Nietzsche (1939),
1953 (3a ed.) y desde Heidegger pasando por los caminos de la antropo
logía hasta la filosofía natural.
102 K. Lówith, Das lndividuum in der Rolle des Mitmensches. Ein Beitrag
zur anthropohgischen Grundlegung des ethischen Probleme (1928): este tra
bajo es “la base de una antropología filosófica” (XIII), tiene por objeto la
“filosofía, pero desde el punto de vista de la antropología” (XV).
IU K. Lowith, Von Hegel zu Nietzsche (1939), 1953 (3a ed.}, p. 8; cf. U
referencia a esta pregunta en Lowith, Weltgeschichte undHeihgesckehen
( 1 9 5 3 ) , p . 7.
1MK. Lowith, Gesammelte Ahhandlungen. Zur Kritik der gescbicbtlkhen
Existenz (1960), nota preliminar. Cf. en particular el ensayo publicado
por primera vez en el homenajea Plessner, Natur und Humanítiit des Men
schen, op. cit., pp. 179-207; y “qué puede ser más cuestionable -dice Ló-
with- que e) presupuesto de que la historia es la dimensión de la existencia
humana, donde se hace abstracción de) mundo natural en su conjunto, del
cosmos físico” {Mensch und Geschichte, op. cit., p. 160) y que “ha disuelto
un único cosmos físico en una multiplicidad de mundos históricos vía na
turaleza constante del ser humano en una diversidad de modos históricos
de existencia”: op. cit., p. 164 [trad. cast. de A. Kovacsics, Naturaleza y hu
manidad del ser humano y Ser humano e historia en: El hombre en el centro
de la historia, Herder, Barcelona, 1998].
105 Sin embaTgo, no todo retorno filosófico a la naturaleza es actualmente
antropología (cf. las concepciones de W. Szilasi, E. Heintel, F, Kauibach) ni
todo abandono de la filosofía de la historia en nombre del ser humano im
plica un retorno a la naturaleza: cf. por ejemplo G. Marcel, Les horntnes con-
Tre Vhumain (1951), que quiere salvar ‘Thomme contre l’histoire" (pp.
173-187), es decir, entre otras, también “contre cette indolatrie hégéliani-
sante de l’histoire” (p. 184), sin volverse por ello hacia la naturaleza como
punto de referencia ni a la palabra “antropología” como contraseña.
IMPor ello, en el enfoque antropológico -incluido Dilthey- se encuen
tra muy difundida la actitud escéptica: K. Lowith, Wissen, Glaube und Skep-
sis (1956) concibe “el saber de la filosofía (...) como un inquirir que i ndaga
de forma escéptica” (p. 4; cf. el ensayo S/cepsis und Glaube, op. cit., pp. 26-
48) y tal vei precisamente por esa razón define también allí la “physis que
tiene su origen en sí misma" como “el primer y último tema de toda filo
sofía natural” (p. 68). Y H. Plessner, Die Aufgabe der phiiosophischen An
thropologie (1936), reproducido en: Zwischen PhUosophie und Gesellschaft
(1953), pp. 117-131, quiere la antropología como “una teoría del ser hu
mano que sigue el hilo conductor de su posibilidad fundamental de ser
puesto en duda” (p. 125): “Ella cumple en realidad la función que ha de
sempeñado todo escepticismo (...): rechazarla autoridad falsa” (p. 128).
En cualquier caso: “la historia universal de la sospecha frente a toda auto-
ridacT ha “dejado finalmente sólo la base naturalde la existencia” (p. 124):
'Dejando aparte la base de la naturaleza, todos los planos desde donde y
en virtud de los cuales el s«i humano debe comprenderse en su carácter
de género han perdidosn fuerza normativa1’ (ibid). Pero: “no superaremos
ese escepticismo hasta que no lo hayamos consumado. El escepticismo con
sumado en el sentido de su superación sólo es posible como antropología
filosófica” (p. 123).
UQDonde no es posible comentar una literatura tan ilimitada; cf. para
una crítica de la literatura reciente, entre otros, E. Stróker, Zur gegenwár-
ttgen Situatian der Anthropologie, en: KtMtstudien 51 (1959-1960), pp. 461-
479, y los números ensayos de W. Briinmg (cf. arriba, nota 7).
IWM. Scheler, Die Stellung des Menschen im Kosmos (1927), como libro
en 1928; cf. también M, Scheler, Zur Idee des Menschen (1915) en: V'om
Umsturzder Werte (1955) (4a ed.), pp. 171-195.
lmM. Scheler, Die Steílang des Menschen im Kosmos (1947), p. 11: “1.a
posición singular del ser humano sólo puede manifestársenos si exami
namos la estructura global del mundo bioñsico".
110 Op, cit., pp. 11-34.
1,1 Op, cit., pp. 34-80.
H. Plessner, Die Stufen des Orgamschen und derMensch (1928), p.
26; ese contexto - c f también ya en H. Plessner, Die Einheit der Sintte.
Grundlinten einer Ásthesiologie des Geistes (1923), especialmente p. 134 y
ss.- lo destaca también Hartmann, Naturphilosophie und Anthropologie
(1944) en: ¡Cíemete Schnften 1(1955), p. 214: “La filosofía de )a naturaleza
y la antropología están indisolublemente unidas en la afirmación de que
existe una naturaleza humana’ (...) La naturaleza de) ser humano y el ser
humano en la naturaleza: así cabe esbozar el tema que tienen en común
ambos dominios del saber"; sobre todo H. Wein ha puesto de relieve (frente
a los de índole metafísica) los correspondientes impulsos antropológicos
de N. Hartmann, que quiere satisfacer la “exigencia de un filosofar antro
pológico”, sirviéndose de la idea de una lógica de la estructura (Realdia-
lektik. Von Hegelscher Dialektik zu dialektischer Anthropologie 11957],
p. 183) y con ello precisamente no sólo busca establecer una relación con
la antropología americana, sino también acceder ala cosmología filosófica
(1954).
113 J. v. Uexküll, Urmvelt mui Innenweltder Tiñe (1921), 2a ed.; Streifcüge
durch die Umwelt von Tieren und Menschen (1934), en colaboración con G.
Kriszat; A. Gehlen: Der Mensch (1958, 8a ed.) puede concebir su antropo
logía -con las reservas de p. 83 y ss.-“como aplicación de aquel modo de
observación auténticamente biológico que se ha desarrollado bajo la di
rección de Uexküü” (p. 33); L. Bolk, Das Probiem der Menschwerdutig
(1926); K. Lorenz, Kants Lehre vom Apriorischen \m S.ichle gegenwartiger
Biologie, en: Blalier fiir deutsche Philosophie 15 (1941-1942), pp. 94-125;
además los tratados citados en Gehlen, op, cit., p. 25; A. Portmann, Zooto-
gie und das rteue Bild vom Memchen. Biologische Fragmente zu einer Lebre
vom Menschen (1956); Biologie und Geist (1956).
IU Cf. el título mencionado para v. Wcizsacker, v. Gebsattel en la nota
5, para Binswanger en la nota 101: objetivo de esa “medicina antropoló
gica” es ciertamente recorrer el camino que conduce desde la "mera” cien
cia natural hasta !a observación del “hombre total”; lo que adquiere de
hecho importancia para la filosofía oficial es, no obstante, lo contrario:
un nuevo tipo de contacto con los problemas de la naturaleza.
1.5 A. Gehlen, Der Mensch. Seine Natur und seine Stellung in der Welt
(1940), citado por la 6a ed. de 1958.
1.6 Cf. op. cit., p. 90; además el libro de Gehlen concluye con una cita de
Novalis: "La filosofía suprema versa sobre el matrimonio del espíritu y la
naturaleza”, p. 438.
117 El diagnóstico inicial es que “la naturaleza expuso (...) a un ser a todos
los peligros (...) al riesgo de una physis que contradice directamente todo
tipo de ley orgánica bien acreditada entre los animales. Si algún modo de
observación tiene derecho a ser llamado biológico, podría ser el que co
loca a un ser ante la siguiente pregunta: ¿con qué medios existe realmente?
Si se hace esto, se abrirá un campo extraordinario a una ciencia completa
mente nueva: a una ciencia global del hombre”: op. rif., pp. 17-18; “el plan
teamiento antropobiológico” consiste pues “solamente en la pregunta acerca
de las condiciones de existencia del ser humano": op. cit., p. 16.
113 “EHífasfuttsf’esun concepto central en la antropología de Gehlen, for
mado a partir del verbo “entlasten” que posee un abanico amplio de sig
nificados: aliviar, aligerar una carga, desahogar, descargar la conciencia,
exonerar o eximir de una responsabilidad. En el caso que nos ocupa, el tér
mino “Entiastung'’ incorpora el matiz de “alivio” o “desahogo”, pues, según
Gehleti, el hombre, a diferencia del animal, es un “ser con carencias” que
se aligera de la carga (se descarga) de sus insuficiencias instintivas, de sus
estados d« vulnerabilidad o fragilidad psico-física gracias al desarrollo de
medios de compensación que se extienden desde el lenguaje y la técnica
hasta las diversas instituciones como la familia, el Estado, etc. ¡N. del T.J
111 Cf. sobre el problema, entre otros, K. Lowith, Natur und Humanitáf
des Menschen, en: Gesatmnelte Abhandiungen (1960), especialmente p. 187
y ss,
:ii “Los estudios antropológicos del autor avanzaron necesariamente y
se adentraron en cuestiones de filosofía social y con ellas abandonaron el
campo de la historia”. A. Gehlen, (Jrmensch und Spatkultur (1956), p. 7.
121 f. Habermas, artículo Anthropologie en el Fischer-Lexikon, vol. PhUo
sophie {1958), p. 20.
r-: Para la pedagogía cf, R. Spaemann, Dialektik und Padagogik, en: Pá-
dagvgischeAspekte in unserer Welt, Festschrift für E. Lichtenstcin (1961),
pp. 21 -35; parala medicina cf. del autor Über etníge Beziehungen zwischen
Asihetik und Therapeutik in der PhUosophie des 19 Jahrhunderts, véase arriba,
pp. 95-116.
13 Sobre la génesis de la sociología cf. G. Lukács, DieZerstórungder Ver-
nunft (1954), p. 461 yss., y R. Spaemann, Der Ursprung der Soziobgie aus
dem Geistder Restaurarían (1959). La cuestión de si Schelsky: Der Mensch
in der wissenschaftlichen Zmlisation (1961) [trad. cast. El hombre en la ci
vilización científica y otros ensayos, Sur, Buenos Aires, 1967] y E. Lichten-
stein: entre otras, Die philosophisch-püdagogische Frage nach der
Erziehbarkeit des Menschen, en Bollnow/Lichtensteín/Weber; Der Mensch
in Theologie und Padagogik (1957), pp. 22-43 -el primero desde una orien
tación sociológica, el segundo desde una dialógica- piensan en realidad
"antropológicamente” en el sentido aquí aludido, queda en este lugar tan
abierta como la cuestión sobre qué puede hacer la filosofía, cuando -como
la reflexión intentada aquí- no sólo espera de la actualidad una despedida
auténticamente universal de la filosofía de la historia, sino también el dolor
de esa despedida.
124 Cf. no sólo A. Gehlen, Urmensch und Spatkultur {1956) y Die So-
zialstrukturen primitiver Gesellschaften, en: Soziologie, Gehlen/Schelsky
(ed.), 1955, pp. 11-43, y en H. Freyer, entre otros, Theorie der gegeimárti-
gen Zeitalters (1955) premisas manifiestas, sino también la tendencia de
la culturalanthropology representada poi M, Mead en Est idos Unidos |trad.
cast, de L. Villoro, H. Treyei, Teoría de la época actmL.fCE, Mélico, 1£58
I’; Cf. M. Buber, Die Schriftcn über da; dialogixbe Piinzip (.1954), entre
ellos principalmente Ich undDu (1923): “La relación con el tú es inmediata
(...) ante la inmediatez de la relación todo lo mediato se vuelve insignifi
cante": op. cit., pp. 15-16; cf. “La introducción en clave de ciencias del es
píritu a una fundamentación antropológica” (op. rit., p. 306) porM. Biiber:
Das Piüblt’ni des Menschen (1948).
“ M. landmann, Creatura Creatrix. Ursprintge itml Zwhítzung derphi-
losophischen Anthropologie: ErkentUnts und Cktube, Schrifitmreiha der ev.
forschungsakademie, llsenburg, p. 22 (sin año).
,í7 M. Landmann, Der Mensch ais Schopfer und Geschópfder Kultur. Ges-
chichis- und Sozialanthropohgie 11961!. p. 62.
*ROp. cit., p. 17.
125 Op. cit., p. 25.
'*>Op. rit., p. 27.
1.1 Op. cit., p. 26.
Cf, J. G. Herder, Audi eine Philosophie der Geschichte zurBildung der
Menschheit (1774) [trad. cast. de P. Ribas, Otra filosofía de la historia en
Obra selecta, Alfaguara, Barcelona, 1982]; cf. C. Grawe, Herders Kultu-
ranthropologie (1967).
1.1 Landmann, op. cit., p. 62; cf. Tesis doctoral, PhíJosophische Anthro-
pologie (1955).
134 Landmann, op. cit., (nota 126),p. 27.
155 M. Landmann, Pluralitat und Antinomie. Kulturelle Grun diagen sce-
lischer Konflikte (] 963 ) , p, 109 y ss.
154 Op. cit., p, 198 y ss,
117 Landmann, DerMensch ais Schópfer und GeschópfderKulktur, op. cit.,
p. 54 y ss.
118 M. Landmann, Das Ende des Individuums. Anthropologische Skizzen
(1971), especialmente p. 115 y ss.
1MLandmann, Pluralitát und Antinomie, op. cit., p. 134 y ss.
I4ULandmann, Díw Ende des Individuums, op. cit.,p. 147 y ss. Landmann
.subraya ambas cosas: el hombre es creador y criatura de sus culturas:
“Somos los que más creamos y los que más recibimos”, “configu rabies por
el ni lindo y Las circunstancias J»asti la exposición *: op. cit., p. 70. La acen
tuación de «se último pumo <Levista ij»din i a una versión escéptico-fata
lista que se encuentra, en las auttopologías sociales: cf. tí. Schelsky, Der
Mtnsch ¡n der wisseticlwfiíicheti ZmdsAtian (1961]: el hombre es un "ser
arlifcial” íp, 13] en el mundo de las hierras objetivas. Así la antropología
tiene dos funciones posibles. O puede —teniendo en cuenta la reducción
del set humino al mundo científico y al mundo de roles sociales- imagi
nar de forma compensatoria su totalidad: cf. W. Sombart, Vam Menschen
(1938); L. von Wiese, Heme su tu. Gedmkenzueiiterzwamntenfassendm
Anthi-opcbgie ! 1940}; también desde un punto de vista critico: Schelsky,
op. cit., p. 40 y ss. O la antropología puede interpretar al hombre -teniendo
en cuenta su existencia como portador de roles: cf. R. Dahrendorf, Homo
sociologicus (1958), (1965, 5a ed.) ¡trad. cast. de ]. Belloch, Homo socioh-
gtetts, Instituto de Estudios Políticos, Madrid, 3977]- por la via de “un (...)
proyecto de antropología privada’1 (p. 87) como un ser pióte stata rio; si
así se quiere: como prójimo en el rol de individuo.
11' A. Gehlen, Anthropologische Forschttng (1961), p. 59.
liJ F. Cassirer, Ah Esstiy ort Man (1944) [trad, cast. de E. ímaz, Antropo
logía filosofíat, FCE, México, 1945 J; cf. D. Bildney, E. Cassirers Stellung in
der Geschichte der philosophischen Antbropobgte, en: E. Cassirer, P. A. Schilpp
(ed.), (sin año), p. 335 y ss.
K’ Cf. W. H. Mühlmann, Homo Crcntor. Abhandiungen zur Soziologte,
Anthropologie und Ethnologie (1962); W. E. Mühlmann/E. W. Müller, Kul-
tumnthropobgte (1966). Cf. aquí también las manifestaciones fundamen
tales del folclore que se orienta sociológicamente: I. M. Greverus,
Kulturanthropologie und Kulturethologíe: “Wende zur Lebenswelt” und
“Wende zur Natur'' en: Zeitschrífl für Volkskunde 67 (1971), pp. 13-26.
1,1 Cf. E. Rothacker, Mensch und Geschichte (1950); Zur Genealogie des
menschlichen Bewusstseins (1966).
I4i Neue Anthropologie, tí. G. Gadamer/P. Vogler (ed.), (1972 y ss.; hasta
1, 2: Antropología biológica; 3: Antropología social; 4: Antropología cul
tural); cf. H. G. Gadamer, op. cit., 1, p. XXIX; “Ningún prejuicio dogmá
tico, ningún punto de vista que se distinga unívocamente de otros puntos
de vista, unifica las contribuciones de esta obra (...) Esto quiere decir que
al comienzo no había ningún proyecto sistemático de tipo sustancial, sino
una visión global de los grandes resultados de la investigación; y una ne
cesidad sentida”. También aquí retorna la Tendencia de la neja antropolo
gía hacia lo popular; la obra íe dirige a los “profanos”: p. XXX.
IMiM. Horkheimer, Bemerkungen zur pkilúíophischen Anthropologie
(1935), en: Kntíschí Theork I (I9fi8), pp. 200-227 [trad. cast. de E. Al-
bizu y C. Luis, Observaciones sobre la aniropologiii filosófica en Teoría crí
tica, Amorrona, Buenos Aires, 1998 J
,4' M. Horkhcimer/Th. W. Adorno, Dialektik der Aufklarung <1947), p.
12 [trad. cast. de J. J. Sánchez, Dialéctica de la ilustración, Trotta, Madrid,
1994].
H" U. Sonnemann, Negativc Anthropologie (1969): “Investigación de 1c
humano a partir de su negación y ausencia", p. 227; cf. Th. W. Adorno,
Negative Dialektik (1966), p. 9 [trad. cast. de J. M. Ripalda, Din lectiva ne
gativa, laurus, Madrid, 1975).
,w H. .Vlarcuse, Der eindirnejisionale Mensch (1964, trad. alemana 1967)
p. 83 y ss. [trad. cast. de J. Mortiz, El hombre unidimensional, Seix Banal,
Barcelona, 1968],
150 P. Probst, Untersuchungen zur Theorie und Genese des phihsophischen
Anthropologie der Gegenwart (Tesis doctoral en filosofía, Giessen, 1971),
especialmente 6, 7; mientras tanto una radicalización de ese “natura
lismo latente” en A. Schmidt, Einartzipatorische Sirmüchkat. Ludwig Peuer-
bachs anthropologischer Materialismus (1973).
151 D. Claessens, Nova Natur. Anthropologische Grundiagen modernen
Denkens (1970); cf. Instinkt, Psyche, Geítung (1967) (1979 2* ed.).
152 “Porque el hombre puede permitirse en este momento aceptarse como
ser natural”: Claessens, Nova Natur, op. cit., pp. 95-96.
155 L. Krader, Ethnoiogie und Anthropologie bei Marx (1973).
154 W. I.epenies, Soziologische Anthropologie. Materialsn (1971), p. 16.
155 W. l.epenies/H.Nolte, Kritik der Anthropologie (1973 ), p. 16. Cf. aquí
también la correlación renovada entre antropología y escepticismo; ibid.,
p. 16 yss.
15* Op. cit., p. 9.
157 Op. cit., p. 7.
158 Cf, op. cit., pp. 9-76.
IWOp. cit., p. 17: “Comprobación práctica de lo que tal vez sea antro
pológicamente posible” Es plausible que en tal posición lo importante esté
en los detalles y, sin duda, su mérito consisto en haberío puesto allí. Esto
justifica al mismo tiempo el derecho de discutirla también en el contexto
délos cuasi-heg«lianismos. Puesto que ella convierte en hipótesis de tra
bajo la desagradable su posición del carácter natural de lo provisionalmente
ir mutable, se derivaría de la consecuencia de su enfoque la posibilidad de
coaligirse con posiciones que parten de la desagradable suposición del ca
rácter racional de lo existente: cf. M Kriele,, Die Hemusforderung des Ver-
firssungsstaals (1970), especialmente pp. 18-20; cf. también N. Luhmann,
Statw que ah Argurrtent, en: Stutíeíiteri in Oppostrion, H. Baier (ed.), 1968,
p p ,73-82.
C Lévi-Strauss, Strukturak Anthropologie (1958) (1967, trad. ale
mana), p, 362 [trad. cast. de £. Verón, Antropología estructural, Eudeba,
Buenos Aires, 19841; cf. Rasse und Gejchichte (1952), (1972, trad. alemana),
especialmente p. 20 y ss., p, 31, p,48yss.;id. Traurige Tropen (1955), (1970,
trad. alemana),p p . 345-368 [trad. cast- de N. Bastard, Tristes trópicos, Eu-
deba, Buenos Aires, 19701* La antropología estructural de Lévi-Strauss es
representativa de esa escuela parisina, de tal manera que para los fines de
esta reflexión se puede renunciar a una discusión de las otras posiciones;
cf. a este respecto G. Schiwy, DerfrctnzasischeStrukturalismus (1969); Nene
Aspekte des Strukturahsmus (1973),
141 C. Lévi-Strauss, Das mide Deni(en, (1962), (trad. alemana, 1968), p.
292 y ss. [trad. cast. de F. González, El pensamiento salvaje, FCE, México,
20051.
1KIbid.
165 Op. cit., p. 303.
Cf. H. Kitter, Claude Lévi-Strauss ais Leser Rousseaus, en: W, Lepe-
niesy'H. Ritter, Ortedes wilden Denkens (1970), pp. 113-159; cf. p. 128: "Lévi-
Strauss (...) quiere, de un modo más consecuente que Rousseau, no sólo
distanciarse de la experiencia social concreta de forma crítica, sino tam
bién permanecer en ese distancíamiento de modo acrítíco”. ¿Por qué de
modo acrítico? Sin duda: el etnólogo es el revolucionario ausente, que se
ha dado “a la fuga de un viaje”: Lévi-Strauss, Traurige Tropen, p. 13. Pero
¿no hizo bien en ausentarse? “Las otras sociedades no son probablemente
mejores que la nuestra, y aunque estemos dispuestos a admitirlo, no po
demos demostrarlo de ningún modo. Pero cuando logramos conocer mejor
a esas sociedades extrañas, nos procuramos al menos el medio para Libe-
rarnus de la nuestra, no porque esta fuese la única absolutamente mala,
sino porque es la única respecto de la cual nos es preciso ganar distancia";
op. cit., p. 363. He ahí, por tanto, la necesidad de la distancia; ésta es pro
pia de “occidente'’ (p, 358) y de aquello que se puede llamar su exotismo:
la etnología antropológica es en principio sólo una de sus formas. Otra
forma más inmanente de exotismo es, por ejemplo, aquella que reciente
mente fue recordada a la filosofía -en otro contexto- por la introducción
de K. Gründer a; J. Bernays, Grundzüge der verlorenen Abkandhtng des Aris
tóteles über Wirkung der Tragódie, K. Grünger (ed.), (1970), p. VII y ss.: se
trata de lo que hacia 1800 se denominó “orientalismo”, el primer intento
oculto de una mitología del tercer mundo. Ésta pasa -a mi juicio-al menos
por tres etapas: en primer lugar, la investigación clasico-filológica sobre el
aspecto nocturno que se ext iende desde Heyney Zoéga pasando por Creu-
zer hasta Bachofen; después, el sucedáneo de orientalismo nórdico-ger-
manístico desde Wagner foasta Rosen berg; y finalmente -tras la conversión
de Odin en Mao, valiéndose de lo iberoamericano- el orientalismo sino
lógico de izquierdas de nuestro siglo; “huye, pues, al puro Oriente/ si es que
de aires patriarcales/ sientes nostálgico anhelo” (trad. R. Cansinos Asséns),
). W. von Goethe, Diván de Oriente y Occidente (1819), Hejiras 3/4, que
también tuvo su Ho o su Che: Hafis. Quien no puede “ser otro sin miedo”
(Adorno), tiene que estar en cualquier otro lugar con miedo: tiene que estar
presente lo más lejos posible en la lucha por el estar presente. Es reco
mendable comparar el exotismo de Occidente que se establece como et
nología con ese exotismo más inmanente que apareció, en un primer
momento, como orientalismo mitológico: éste se deshace actualmente en
el maoísmo y en el turismo. La posible pregunta que nos podemos plan
tear en relación con tales reflexiones es la de si el utopismo de la filosofía
de la historia no es más que el “tercer exotismo” de Occidente: exotismo
establecido mediante la proclamación de una diferencia cualitativa infinita
entre futuro y presente; ésta actúa como el rechazo dogmático de la cues
tión críticamente detallada de si las transformaciones son defendibles:
cuándo sí, cuándo no. El exotismo sincero de la etnología puede proba
blemente liberar al utopismo de la filosofía de la historia de aquel falso
sucedáneo de exotismo que le obliga a dejar que el futuro sólo entre en con
sideración como lo absolutamente otro respecto al presente. Teniendo en
cuenta esto, habría que volver a examinar quién permanece distanciado de
forma crítica y quién permanece realmente en ese distanci amiento de modo
acrítico.
'í,'i Cf. Lévi-Strauss, Das wiide Denken¡ p. 293: “Tal vez esa época do
rada de la conciencia histórica ya ha pasado definitivamente”, en benefi
cio de “aquel presente único y estable: aquel en que se difumina la diferencia
entre el sentido y la ausencia de sentido”: Traurige Tropen, p. 366. “Desde
1954, uniéndonos a Cournot, hemos bautizado el estado alcanzado con
el nombre de ‘poshistoria’”: A. Gehlcn, Pie Sakularisierung des Fortschritts,
en: Sakularisation und Utopic. Ebracher Studicn, E. Fonthofj zum 65. Ce-
bitrtstag (1 9 6 7 ), p. 70.
I6S Lévi-Strauss, Strukturaie Anlhropoiogie, p. 362.
Ií; Id., Das wilde Denken, pp. 294-295; a esto lo contradice sólo aparen
temente Vom HonigzurAsche(1966), (1972, trad. ale.), p, 524 [trad. cast.
de J. Almela, MitológicasII. De la miel a la ceniza, FCE, México, 1972]: “el
análisis estructural (...) no rechaza (...) pues Ja historia. Muy al contrario,
le concede un lugar preferente que corresponde por derecho a la incon-
íitigencia irreductible sin la cual no cabe comprender ni siquiera la nece
sidad”. Pues: “Cuanto se dice de ciertas carreras que tienen muchas salidas,
también vale para la historia, con la condición, sin duda, de que uno se
salga de ella”: Das wüde Denken, p. 302.
,ts Jbid.
lís Id.. Traurige Trapén, pp. 363-364: que “los hombres de antaño no se
han dedicado más que a una sola tarea, a saber: a crear una sociedad donde
sea posible vivir”; op. cit., p. 364: “que el hombre siempre se ha repetido
durante siglos”; op. cit., p. 363: “que los hombres han emprendido las mis
mas tareas siempre y por doquier con la mirada dirigida aun mismo fin y
que a lo largo del tiempo se han sen'ido sólo de diversos medios (...) Los
que creen en el progreso corren el peligro de pasar por alto las increíbles
riquezas que la humanidad ha acumulado a ambos lados de aquella estre
cha ranura en la que han fijado su mirada”
10 A. Gehlen, Moral und Hypermoral. Eine pluralistischeEthik (1969).
“Sobre ¡a base de una complejidad extendida socialmente el hombre
puede y tiene que desarrollar formas más activas de reducción de la com
plejidad": N. l.uhmann, Vertrouen. Ein Mechanistnus dcrReduktion sozia-
¡er Komplexudt (]968), p. 6 y más adelante (trad. cast. de A. Flores,
Confianza, Anthropos, Barcelona, 2005].
7i Cf. A. Schmidt, Der stnikturúHsiischc A n g riffa u f da- Geschkhte, er:
Beitfage z v r m crxlstiichen Erkennin isthecúe, A. Schmidt (ed.}, 11971!,
pp. 194-165. 5a rtre, sobre todo,la protestado en Francia contra el intento
de Lévi-Stiauss de domesticar la indómita resolución de la dialéctica para
convertirla en una simple forma de pensamiento salvaje.
71 ]. H iberuias/N . Luhm ann, Ih e a r ie d er G esd lsch a ft o d er Soziah ech -
nologie-W as Jeistet dieSystemforschung? ( 1971 ).
Esta prim era edición de
DIFICULTA D E i C O N LA F ílO SO FtA D E iA ¡HISTORIA
de Odo M arquatd,
se term ine de im prim ir
el dia 3 de septiem bre de 2007