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MANZANA AGUSANADA

-Zeus, voy a comer esa manzana, la que vos no querés que coma, y si te enojás, jodete, ya fue.
- No seas boluda Casandra, no la comás, haceme caso... Yo también qué pelotudo fui al decirte que
no la comas, no te hubiera dicho nada, la puta madre... Má sí, hacé lo que quieras, porfiada.
- ¡Pero tanto lío por una manzanita de mierda, ni que fuera la verga de Pan!, dale Zeus, aflojá y no te
pongas panicoso.
- Vos sabés que no es sólo una manzanita de mierda, ya sé que te dijeron por ahí que si la comés
"vas a conocer todos los arcanos del universo, vas a ser el farol que ilumine esta noche eterna, esta
oscuridad sin límites, y escaparás de este aburrido lugar", ¿o no fue eso lo que te dijeron?
- ¿Ehhh?, Naaaa, dejá de flashear por favorrr
- Gila, ¿vos te creés que yo me chupo el dedo? Dale, dale, comela bataclana, atrevete, pero no vas a
conocer nada nuevo, no hay nada que conocer, sólo vas a ganar mucho mucho sufrimiento, para vos
y tu descendencia, un sufrimiento que yo me encargo de esconder bajo la alfombra celestial, vos lo
vas a desparramar en toda tu inmunda materialidad.
- ¡¡¡Aaayyyy qué miedooo!!! ¿Sabés una cosa? No te creo nada. Cuando la coma, conoceré las causas
de todas las cosas, de las que existen, de las que no, y de las que existirán, y voy a cagarte matón de
cuarta.
- Las cosas no tienen causa, no hay causas pavota, te falta mucha sopa a vos.
- ¿Cómo que no? Todo tiene una causa en el universo, si vos controlás todo eso, qué me chamuyás…
- No te chamuyo... Yo, a ver, vendría a ser como un CEO del universo, yo gerencio lo que el Azar
dispone.
- ¿El Azar? Jajaja, ¿me querés disuadir de que coma la manzana con semejante boludez? Te está
pegando mal amigo Zeus. Todo tiene una causa, mi vida, la tuya, TODO
- Ni tu vida ni la mía ni nada tiene una causa, ni una misión, ni un destino, ni una finalidad, naciste
porque naciste y te vas a morir porque te vas a morir, como todos, como TODO
- Apapapapapapapa, ahí caíste, ahí te agarré, ¿vos te escuchaste? Si nací porque nací, ok, pero si me
muero porque me muero, noooo, me muero porque nací, CAUSA-CONSECUENCIA GIL
- Nacer y morir es lo mismo nena, no son causa-consecuencia, es el fondo y la superficie del mismo
río, naciste de pedo, naciste porque sí, naciste porque gerencié tu nacimiento, dispuesto libremente
en la infinidad de variables que maneja mi amo Azar, y te vas a morir cuando me plazca gerenciarlo,
según las bolillas que salgan. En fin, comé la manzanita, me da igual ya, me aburrí, me voy a cortar
las uñas.
- Ok ok, pero esperá, ¿no tenés un rallador para la manzanita?... Me gusta rallada, me cae menos
pesada ¿viste?

a Casandra le gustaba Alejo


así que se le acercó
y un par de veces lo cogió
pero antes de enamorarse
obviamente
se alejó

a Casandra le gustan los tangos


y los postres y tortas que le hace
su compañera de laburo
y se relame pensando que tomó una buena decisión
cuando de lo que no le gustaba
se alejó

a Casandra le gustaría
ahora que es vegetariana y está en paz con el amor
ahora que hace lo que quiere y su trabajo le cae bien
ahora que su mente está despejada

aprender que el status quo dura poco

EL GORDO GONZALO

los camiones van y vienen


constante
ruidosamente
en el depósito de enfrente de casa
y me acompañan en la noche
mientras los recuerdos
como los camiones
van y vienen
en mi mente
entonces pienso
qué será de la vida
del gordo Gonzalo
aquel enfermero de Alberdi
que vivió conmigo en la pensión de calle Mayo
solía tomar una botella de vino Toro
en todas las cenas
mientras miraba el programa de Tinelli
yo pocas veces compartía la cena con él
pero era un tipo tan rutinario
comía frugalmente
y laburaba en turnos de 12 hs
mi abuela y mi vieja lo veían más
y compartieron una Navidad con él y su anciana y bucólica madre
mientras yo estaba en Laferrere endureciéndome
con la basura "peruana" que me convidaban mis primos
tenía unos bigotes gordos
como su panza de alcohólico
medía 1,90
y generalmente cagaba de mañana
antes de ir a la clínica
con muy mal olor
era horrible compartir la pensión con él
aunque a veces me invitara a tomar su vino
y aunque lo viera poco
una noche
escuchamos ruidos que venían
desde el cuarto de al lado de la pensión
se escuchaba TN de fondo
y los susurros chanchos de un hombre
y los gemidos tímidos de una mujer
mientras se cogían con un placer envidiable
nosotros
el gordo Gonzalo y yo
tomábamos vino Toro
y veíamos a Tinelli
como dos opas onanistas
cierto día me fui de la pensión
el gordo Gonzalo se quedó
después de un tiempo me enteré
que estaba saliendo con una enfermera sidosa
y drogona
ojalá algún día se enteré de mí
y me invite a tomar unos vinos
LA VENTANA

el farol de la calle alumbra cada vez menos


es la primera noche fría de otoño
ya los fresnos de la vereda están casi desnudos
por la ventana los veo, tan raquíticos
estúpidos ante el viento
solos entre tanta oscuridad
pero más allá de ellos
veo el depósito de Celusal
con sus grandes camiones durmiendo
a la espera de nuevas órdenes
soñando con viejas rutas
que tristemente deberán transitar
llevando kilos y kilos de sal
¿qué sería de nosotros sin la sal?
los asados
las papas fritas
los salamines
los acv
los atenolol
llorarían por demás
lentamente, subiéndose la capucha de su campera
sale un gordo petiso de la casilla de descanso del depósito
se rasca el culo
se sube el pantalón
y empieza a lavar con una hidrolavadora quejumbrosa
las ruedas y llantas y el chasis del camión
sólo se escucha su rumor de metálica lluvia
y alguna que otra lechuza
lo miro por mi ventana
mientras se mueve como un robot
mientras bebo mi vino barato
mientras ojeo el partido de Boca
y así esquivo las sombras de mi cuarto
el gordo se sube a su máquina
ruidosamente la arranca
y parte
a salar el tiempo

SIN DEFENSAS

¿cuál es la hipótesis de guerra?


Vietnam ya pasó
Charlie ganó
y yo entre tantos cuerpos
humo oscuridad alcohol
mienten por demás
ya no entiendo su juego
y aunque lo entendiera
estoy viejo para esto
soy un soldado de otras guerras
recuerdo aquellas
en que salía victorioso
y trato de pelear
por mi dignidad
por la conquista
pero todo ha cambiado
ni el dinero que no tengo
ayudarían a ganar
esta batalla
perdida
ante el tiempo
y la madrugada

EL TIEMPO ES UN MAL PERDEDOR

1994
era tan hermosa
joven y hermosa
yo tenía 9 años
han pasado casi veinte años
se mantiene bien
pero se le nota tanto tanto el paso del tiempo
sólo 20 años
casi
y parece tanto
a mí me parecían nada
pero no
son tanto
y me quedé con eso
de que la gente que es feliz hace lo que le gusta
¿o será que la gente que hace lo que le gusta es feliz?
¿cuántos son los que pueden hacer lo que les gusta?
¿cuántos son los infelices?
la alegría se acaba
pero la tristeza nao tem fin
olvido el tiempo
recuerdo el espacio
infinitos
y la veo así,
con el devenir o transcurrir del tiempo
lineal
circular,
da igual,
hecho carne con arrugas y papada y tristeza en su rostro
y me dije
algo tengo que hacer
una decisión que me lleve a lo auténtico
la libertad
no quiero
no quiero seguir en lo conveniente
no quiero hundirme en el tiempo y que me encuentre
después de casi veinte años
tan viejo
y tan infeliz

2018a

Por qué será que las personas que esperan en las terminales de micros de pueblos o
ciudades medianas del interior, tienen la mirada vacía, triste, perdida?

Con sus ropas maltrechas, sucias, hediondas, remendadas, fuera de moda, esperan,
mirando a la nada.

Los micros llenos de polvo, ruidosos y apestando a nafta, van y vienen, entran y salen,
con un desprecio infinito.
Impersonales, indiferentes.

Nunca estuve en un aeropuerto.

PARQUE
el viejo dios ha muerto
yo lo he matado
no me afligió su sangre derramada
los ingenuos adoradores están tristes
y en su desesperación
me eligen a mí como nuevo dios
pero no soy fácil de seducir
y me voy en mi bote río arriba
cuando el sol amanece
entre la niebla
y los insectos
luego llego al bosque de eucaliptos
y te veo a lo lejos
como un voyeur distraído
estás tan sola
caminado entre esos árboles
tus caderas se mueven con la cadencia de la brisa
y los cachetes de tu cola juegan al subibaja
los pechos inquietos que van y vienen
no hay tregua para este triste soldado
¿dónde fue toda la tropa?
¿dónde están los generales?
todos murieron en combate
estamos sólo vos y yo
y vos estás cada vez más lejos
el cielo plomizo amenaza tormenta
los eucaliptos se agigantan
sus ramas quieren beber la lluvia
que pronto va a venir
y vos estás cada vez más lejos
ya casi ni te veo
me apresuro
entro al bosque
estoy en el camino
con los eucaliptos
ya no te veo
vos te fuiste muy lejos
y empieza a llover

2018b
Trata de desenredar el auricular de su iPhone. Sus uñas rojas contrastan fríamente con
sus manos pálidas. Se le complica el asunto. No puede. Sus dedos flacos tiemblan. Grita
desencajada. Tira con sus dos manos hacia los costados velozmente y rompe el cable del
auricular con un odio feroz. Se da vuelta. Me mira con ojos desorbitados. Vuelve a gritar,
un chirrido espantoso. De un impresionante codazo rompe el vidrio de la ventanilla. El
sucio tapizado azul del asiento se llena de sangre. Agarra un pedazo de vidrio y lo aprieta
en su mano. Amenaza con clavármelo. Lo agita haciendo ademanes con poco estilo,
revoleando gotas de sangre en el aire espeso. Finalmente, mira hacia adelante, y se
hunde el vidrio de punta a punta de la garganta. Cae pesadamente sobre su asiento. Se
dibuja sobre el tapizado gris del respaldo del asiento de adelante una mancha roja de
Rorschach.

SOBRE LA CONTENCION ESTATAL (MULTIPLE CHOICE)

un polvo rapidito en los suburbios o afuera de la bailanta o en villa cariño


y luego ve la luz en el hospital sin luz
una enfermera con pocos dientes le cura la varicela en una salita sin potecitos con
caramelos
la maestra jardinera le enseña a limpiarse el culo a fuerza de gritos amorosos
y de la escuela recuerda
los guisos aguachentos que tanto lo asqueaban
que se cagaba de frío en invierno (al igual que en su casa) porque no había
calefacción
de las tetas como perra vieja y el olor a cigarrillo de la Srta. de 7°
y que San Martín era algo de la Patria
de la Secundaria no hay recuerdos
porque no existió
de la Colimba
las petacas que escondía en el agujero que tenía el álamo viejo
para las frías noches de agosto en que estaba de guardia
y los saltos de rana
y las lagartijas
y ese amargo dolor

luego

o los barrotes fríos de la cárcel


o los sillones mullidos del Concejo Deliberante
o los blancos azulejos del manicomio
y el cementerio público

eso sí

TANGENCIALMENTE

con los ojos entreabiertos


buscando
entre las facturas a pagar
buscando
entre la comida de mis perros
buscando
entre las hojas secas del liquidámbar del patio
buscando
entre las sábanas sucias
buscando
entre las calles que me llevan al trabajo
buscando
entre la mierda que limpio de los inodoros
buscando
entre los recolectores de basura los políticos los oficinistas los enajenados
buscando
entre los pañales de mi hijo
buscando
con los ojos abiertos
buscando
entre los gritos y los susurros y las caricias
buscando
entre las estrellas y las nubes
buscando
entre las sartenes grasosas y los azulejos rotos de la cocina
buscando
entre los expedientes
buscando
entre los libros la música los ejercicios la meditación
buscando
entre mi psicóloga y la astrología y el yoga
buscando
entre la familia
buscando
entre la viscosidad de la rutina sus engranajes y desvíos
buscando
entre las verduras y los asados y los alcoholes y los ginkgo biloba
buscando
entre tantos ojos bocas narices orejas culos pitos y tetas
buscando
entre las ideologías las ambiciones las doctrinas los dogmas las contradicciones
buscando
entre los misterios
con los ojos cerrados
buscando

LUGARES

la Patria del Alma


es la niñez
lo infinitamente dulce
de pibes jugando al fútbol en un potrero
bajo el sol de otoño
de pibes a cococho de sus padres
o andando en bicicleta con las rodillas raspadas

en la estación Constitución
en Plaza Miserere
en Soldati
y en demasiados lugares
los pibes del paco
del jalo
y las pibitas de calle
y pasta
me hacen pensar
que no hay Patria
mucho menos Alma

COSAS QUE OCURREN

Lo indecible es lo imposible que ocurre


Lo indecible es un abrazo en la tragedia
Lo indecible es la esperanza en el infierno
Lo indecible es la muerte para un niño
Lo indecible es la fortaleza de una rosa
Lo indecible es no poder llorar por el dolor
Lo indecible es un grito en el desierto
Lo indecible es el encuentro tan buscado
Lo indecible es el miedo de día
Lo indecible es una patada en el piso
Lo indecible es el fuego sin amor
Lo indecible es esa mano tendida
Lo indecible es saberse tan humano
Lo indecible son estrellas que vemos y no están
Lo indecible es buscar entre los muertos
Lo indecible es la aguja en el pajar
Lo indecible son las botellas en el mar
Lo indecible es seguir después de todo
Lo indecible tiene cara de mujer
Lo indecible es lo imposible que ocurre

RECORRIDA EMOCIONAL

el prostituto del impresionante bulto de calle España, con su calza brillante y su


remera floreada y su incestuosa y miserable existencia,
me hace reír lágrimas de bluff
y en la esquina de San Martín y Belgrano veo a la compañera Lidia, con 20 kilos de
más
¿cómo seguirá con sus trastornos metapsíquicos?
inevitable-mente
la garganta se atraganta
y además
balón gástrico ulceroso y emocional para el estómago mariposeado
pobre entre pobres
pero no
actitud fitopaeciana para olvidar el pasado, conquistar el presente y saborear el
futuro
pero ojalá Dios exista
para lamer tus heridas que hacen pucheros inolvidables, con la lengua violácea de
Kiss transpersonal
los veo, los veo a todos
los siento
nadadores hacia ninguna costa
náufragos que llenan el mar con sus humores
y los que hacen la plancha disfrutando del sol
hasta que se los coma
inevitable-mente
el tiburón

IMPRESIÓN

la tristeza envuelve todo


hoy lo envuelve todo
los hombres han caído
los hombros también
la montaña protege
y asfixia
la llanura angustia
y libera
Jeremy The Cowboy ha muerto en su ley
brindemos y lloremos por eso
¿hasta dónde estirará la cuerda el indeciso?
para acá, para allá, ¿hasta cuándo?
haciendo y deshaciendo
mientras el vino envenena
la tristeza envuelve todo
hoy lo envuelve todo
los hombres han caído
los hombros también

MEDIODÍA
Algunos le decían "ya no escribe", "se casó", "no tiene tiempo". Él se reía y no
contestaba.
Mientras veía al mozo arrastrando sus pies con la mirada perdida ir y venir
echando Raid a las moscas, como un títere desarticulado, bebía su cerveza que de a
poco iba entibiándose, y se acordaba de aquellos que lo criticaban porque "ya no
escribía".
Los árboles que miraba desde la vidriera sucia del bar estaban agitados por el
viento, regocijándose con el clima primaveral, bañándose de sol y energía,
creciendo sin parar, extendiendo sus ramas cada vez más hacia el aburrido infinito,
y enterrando viciosamente sus raíces en la oscura profundidad del suelo. Ellos sí
que la pasaban de puta madre.
Ojeó al impiadoso reloj, ese maldito e impune asesino serial.
Ya era la hora de ir a trabajar.
Pero decidió no ir.
Pidió otra cerveza, se despatarró, la silla desvencijada crujió de dolor. La radio
pasaba un tema de Floyd.
Y su mirada se hundió en el triste mozo que iba y venía, sin recibir una puta
propina.

LA COMUNIÓN DE CASANDRA, BENJAMIN, LA LLUVIA

Casandra estaba sentada en la oscuridad, abrazando sus rodillas, meciéndose y


llorando. Estaba podrida de conocer de antemano, inevitablemente, cada punto de
la linealidad o circularidad de la Historia, de comentarlo, de que no le crean. De
pronto, sintió olor a tierra mojada. Había comenzado a llover. Casandra no sabía
que iba a llover, aunque sí lo presentía, por lo nublado que estaba el cielo. Se
asombró de no conocer previamente que iba a ocurrir este suceso. Salió afuera. Las
gotitas le caían distraídamente en la cara, danzando desde lo alto. Al principio, sus
lágrimas se confundían con la lluvia. Pero luego dejó de llorar. Y una sonrisa
comenzó a dibujarse en su rostro. Escuchó a lo lejos que unos poetas cantaban y
tocaban instrumentos melodiosos. Las ranas croaban; pájaros como fantasmas
iban y venían buscando refugio, aleteando pesadamente. Casandra se acomodó
unas mechas de su pelo dorado que el viento húmedo había arremolinado en su
frente. Sintió cómo el frío perfume espesamente acentuado de los árboles y plantas
penetraba en sus pulmones, llenándola de vida. Y pensó con alegría que la
maldición no la había condenado para siempre; todavía era ruptura; podía ser
grieta por donde emerge imprevistamente lo Absoluto. A veces, se dijo, puedo ser lo
Sagrado.
Zeus hizo temblar el cielo y la tierra con su rayo omnipotente, pero Casandra no
tuvo miedo.

CASANDRA, DIONISO

- nunca estoy atento a esos detalles Casandra, no hinches, es esto o nada...


- ya sé lo que podés dar y lo que no gil. De Apolo también sé todo. Pero tus salidas y
sorpresas me caben más, aunque las veo desde mi aleph vagino-mental antes de
que las hagas.
- vos no sabés nada piba, vos crees que sabés... Porque Apolo te dio ese aburrido
don te considerás muy sabihonda, pero para mí sos una pitonisa más de las tantas
que me moví..., aunque a decir verdad, sos una de las mejores, digo, por el par de
tetas q tenés...
- ...¿Apolo podrá ordenar este caos, lo tendría previsto, lo habrá olfateado desde ese
gran tercer ojo peludo y mierdoso que tiene entre las piernas?, jajaja, pobre infeliz,
tan ubicadito que es... Daleee, seguí chupándome los dedos del pie que sabés que
me encanta, y oriname más Malbec en la boquita.
- je, es tan armónico tu enamorado, tan simétrico... Si supiera que con mi maldad
paternal y con mi desproporcionada equina-virilidad te hago recitar mantras anti-
nirvanas...
- seee, pero nadie me quita el aburrimiento. Igual seguí, seguí.

NOTA DEL AUTOR: A PARTIR DE ACÁ EL EDITOR NO CORRIGIÓ MÁS PORQUE NO LLEGUÉ A
PAGARLE LA SEGUNDA PARTE DE SUS ONEROSOS HONORARIOS (ME GUSTA LA CACOFONÍA).
SEPAN DISCULPAR. GRACIAS.
Un tipo común

De pelo castaño claro, muy corto, se lo peinaba haciéndose una casi imperceptible
raya al costado. Siempre tenía las uñas limpias y cortadas al ras de la piel. Los
dientes alineados prolijamente, grandes, brillantes. La piel rosada carecía de
arrugas, aunque él ya contaba con 49 años. Estaba casado hacía 24 años, y tenía
cuatro hijos, dos niños y dos adolescentes. Todas las mañanas, antes de abrir su
negocio, iba a misa. Escuchaba con devoción, sentado en los últimos bancos. Se
dedicaba a la venta de muebles finos y artículos para decoración de ambientes.
Una mañana estaba acomodando algunas cajas cerca de la puerta de entrada de su
local. Era casi mediodía y ya estaba por cerrar. No había gente dentro. El sol estival
arreciaba las veredas, cuando de repente entró una persona de gorra roja con visera
y ropa deportiva. Ágilmente, se subió la remera cubriéndose parte de la cara, sacó
un 38 Special, y se lo apuntó al pecho.
-¡Dame la plata hijo de puta, dale dale o te quemo!, gritó mientras castañeaba los
dientes, con ojos negros encendidos de ardor.
Nunca le habían robado. Estaba desconcertado. Se puso pálido, arqueó las cejas y
abrió los ojos como el dos de oro, sus pupilas se agigantaron en ese mar caribeño
que era su iris, sintió como su corazón aceleró sus latidos, un sudor frío le corrió
por la espalda, erizándole sus vellos rubios, poniéndole la piel de gallina. Transpiró.
Su esfínter anal se dilató a punto tal de casi dejar verter sus deposiciones en los
Calvin Klein que usaba (y cambiaba todos los días), pero se contuvo.
-¡Dale que esperás, qué te quedás así como un pelotudo, dame la teca la concha de
tu madre, dale!
Sin estar muy conciente de lo que hacía, realizó un movimiento como para
desplazarse hacia la caja en busca del dinero, pero al instante, en un pestañeo, se
volvió sobre sus pasos, y dijo:
-No te doy nada.
Un odio frío brillaba en sus ojos.
Simultáneamente, en esa secuencia eterna y fugaz de segundos, tiró una patada al
brazo que sujetaba el revólver. El tipo de gorra roja, presumiblemente de profesión
ladrón, no esperaba esta reacción. La patada impactó en su brazo, pero no largó el
fierro. Lo desestabilizó. Forcejearon. Su víctima logró torcerle el brazo. Hubo un
disparo. El olor a pólvora perfumó el aire. Y la sangre empezó a chorrear sobre el
piso tan bien lustrado horas antes por la empleada de maestranza. Los dos cayeron.
El dueño del negocio se levantó en cámara lenta, mirando fijo el cuerpo tendido del
señor amigo de lo ajeno. Había quedado de costado, y brotaba sangre oscura de su
nariz y boca.
Minutos más tarde, sirenas. Y policías, médicos, fotógrafos, periodistas,
camarógrafos. Y gente. Los vecinos y transeúntes del lugar declaraban ante los
medios locales, acerca del comerciante, “Es una persona intachable”, “Un señor
muy serio, muy educado, parece tan tranquilo”, “Lo conozco hace 15 años, un padre
de familia ejemplar”. El caso repercutió de tal manera en la ciudad que los medios
nacionales se hicieron eco. Los periodistas de policiales no hablaban de otro tema.
El asunto había llegado a las conversaciones en las mesas de las cenas familiares
del país. El hombre había declarado ante la Justicia “Actué en defensa propia.
Estoy cansado de que nos humillen. De que pisoteen nuestros derechos. Porque
parece que sólo ellos tienen derechos. Para qué queremos vivas a estas personas,
por qué las tenemos que alimentar en las cárceles con lo que pagamos de
impuestos, nosotros, los que contribuimos para que nuestra Nación crezca.
Después salen en un año y nos vuelven a robar, a matar, a violar. Así que Señor
Juez, con todo respeto, era él o yo. Actué en defensa propia. Y por mi familia. Por
los ciudadanos que respetan la Ley como yo. Y por mi Patria”. Los medios
televisivos, gráficos, radiales, de la web, no cesaban de reproducir esta declaración,
entre otras. Pero esta en particular se había convertido como en un manifiesto. Los
abogados mediáticos mejor cotizados del país se peleaban por defenderlo. Le
ofrecían sus servicios. No obstante, el comerciante mantenía como defensor a su
abogado de toda la vida. De a poco fue cayendo en lo que estaba pasando. Él
siempre había sido un hombre de bajo perfil. Un tipo común. Pero por lo que le
había sucedido, y por decir lo que pensaba, estaba ahora en las tapas de todos los
matutinos.
Lo condenaron a cumplir tareas comunitarias por tres años, entre algunas otras
restricciones y embargos. Sin proponérselo, se convirtió en opinólogo de algunos
medios, que habían puesto los ojos en él, y se relamían por más declaraciones de
este hombre común y corriente. “No estoy de acuerdo con la homosexualidad. Me
parece una desviación, una enfermedad que atenta contra la familia bien
constituida”, “Habría que restringir el ingreso de inmigrantes de los países
limítrofes. Sólo los que aporten algo valioso al país tendrían que ser admitidos,
porque los que vienen, en el mejor de los casos, trabajan por poca plata, y les quitan
las posibilidades laborales a muchos compatriotas”, “Los subsidios que se les dan a
las clases bajas no fomentan la cultura del trabajo en ellas, y esta querida Nación va
a crecer y desarrollarse si todos trabajamos y producimos, cada cual desde el lugar
que le toque”, “Yo consideraría para algunos casos la pena de muerte”, “El aborto es
un crimen aberrante. No entiendo como hay gente que pretende legalizarlo.
Quieren legalizar la muerte”, “Me duele tanto ver cómo personajes siniestros de mi
querida Patria pretenden despenalizar las drogas. Las drogas matan. Pareciera que
vivimos en una cultura que promueve la muerte. Luchemos por la vida de nuestros
jóvenes”, “Es indispensable que vuelva a funcionar el Servicio Militar Obligatorio.
Así los jóvenes de nuestra Nación se forman en la disciplina, el respeto por la
autoridad y los buenos valores”, “Los principios de la religión católica apostólica
romana tendrían que tener un lugar preponderante en la currícula educativa
nacional”, “La corrupción de la dirigencia política actual es un terrible flagelo que
nos hace descreer de la herramienta fundamental que tenemos como Pueblo para
actuar y transformar la realidad: la Política”, “Acá la inseguridad se termina de una
sola manera: con mano dura. Con leyes rigurosas, observando que se cumplan, y
dándole el poder necesario a todas las fuerzas de seguridad de las que dispone la
Patria”. Estas y otras afirmaciones propagaba por los programas mediáticos que lo
invitaban a opinar, siempre con rostro adusto, el comerciante de misa diaria que un
día ajustició por mano propia a un delincuente que, como después se supo, era un
ciudadano argentino, caucásico, desocupado, padre de cuatro hijos, ex empleado de
la fábrica textil de la ciudad, que había cerrado después de la Gran Crisis. Sufría de
depresión, se había separado de su esposa después de 15 años de matrimonio y
consumía estupefacientes desde hacía poco tiempo, luego de entablar relaciones
con otro ex empleado de la fábrica devenido en narcotraficante de poca monta.
Al igual que algunas corporaciones mediáticas, el Partido también se había fijado
en el comerciante, este hombre sencillo, que hablaba guiado por Dios y por su
sentido común. Lo midieron. Le propusieron ser intendente de su ciudad. Todo el
Aparato Partidario estaba a su disposición. En una campaña meteórica, logró
imponerse frente a su adversario, un conocido artista y conductor televisivo de su
ciudad con también nula experiencia política, por el 65% de los votos. Señoras
gordas con grandes vestidos, uñas hechas y cabellos teñidos color platinado, salían
a la vereda a festejar, gritando con voz chirriona. Las relucientes 4x4 tocaban
bocina por las calles céntricas, brillando pálidamente con la luz de la luna.
Hombres sombríos con trajes gastados y camisas transpiradas hablaban
frenéticamente por celulares, exultantes. Los militantes y adherentes del Partido
bajaron al comerciante en el local partidario, después de llevarlo en andas por la
arteria principal; su familia lo esperaba. Todos estaban eufóricos. Descorcharon
champagne y espumantes. El comerciante, ahora intendente de su ciudad, saludó
a su gente con una sonrisa tensa. Le sirvieron champagne en un vasito de plástico
para brindar por el aplastante triunfo. Y por esa fiesta de la democracia que son las
elecciones. Lo agradeció, pero lo dejó a un costado. Y mirando a la multitud desde
lo alto de la tarima, con los ojos brillando de odio frío, brindó con Coca Cola.
comprensión

estiraba sus patas traseras


se retorcía de placer
y también abría sus patas delanteras
dejaba salir sus garras suavemente
mientras ronroneaba
echando su cabeza negra hacia atrás
yo no paraba de acariciarle
todo el largo de su panza
y su lomo
eramos felices
ella siendo conciente de su naturaleza
yo distraído por su belleza
hasta que de pronto y sin avisos
me arañó y mordió la mano
en ese instante la quise aún más
y mirando la sangre que manaba
volví a la conciencia total
cortitas y al pie

Cena.
Noticero.
La abuela: -¡¡miraaá, detuvieron a unos chorros con un camión repleto de armas de
fuego!!
El nieto: -¡¡qué lindo llegar a tu edad y sorprenderte con tan poco abuela!!
La abuela: - y sí hijo…
El nieto: - vos sí que descubriste el secreto…

-poneme más vino y otro cubito Peggy.


- no hay más vino... ¡oh Feli, qué día más improductivo! ¿por qué lo único que
hacemos es beber?
- no sé, por aburrimiento quizás. además, no es lo único q hacemos. también
discutimos, miramos por la ventana, curtimos ¿q sería para vos un día productivo?
- no sé… voy a comprar otra botella Feli.
coherencia

“Ocúpate del alma dijo el gordo vendedor de carne”

Introducción a Metodología de la Praxis Femenina


Lesson number one

Todos los libros de gurúes orientales new ages y de Claudito María Domínguez que
había leído,
todos los sahumerios de incienso que perfumaban sus días y noches,
todo el feng shui que armonizaba los objetos de su casa,
todas sus comidas macrobióticas y vegetarianas,
todas sus clases de yoga Iyengar,
todas las meditaciones y respiraciones que elevaban su conciencia hasta el Ser,
todos las predicciones de Horangel y Ludovica que guiaban sabiamente su vida,
todos sus retiros espirituales y encuentros cercanos de tercer tipo en Capilla del
Monte,
toda su sonrisa brillante y su optimismo y buena onda constante,
todo su amor ardiente inclaudicable e incesante hacia la Humanidad,
y toda la esperanza sempiterna que tenía de vivir algún día el verdadero Amor,
no obstaron para que ella,
una tarde de verano
de abrasador calor,
curtiera fogosamente con él
un mendocino fanático del Tomba
eximio catador de tintos de todo tipo,
gourmet de las mejores morcillas dulces
y de las otras,
excelente ejemplar de morocho buen mozo sudaca,
que conocía de comprarle ristras de ajo contra la mala suerte
en la carnicería que atiende a la vuelta de su casa.
las mejores piernas del instituto

Cecilia se sentaba a la izquierda de Vicente. Los dos se sentaban solos. Cursaban


juntos algunas materias nada más. Estudiaban Lengua y Literatura. Los cuadernos
de apuntes de Cecilia eran gordos, de tapas duras y brillantes. Vicente a veces pedía
prestada alguna hoja. Cecilia vivía en el centro de la ciudad. Vicente en la periferia.
Ceci se fumaba de vez en cuando algún churrito. Vicente vivía con resaca y moco en
la nariz. Los dos estaban solos. Ella disfrutaba, él no. A Vicente le alcanzaban esas
pocas horas que la veía para fantasear algún amorío con Ceci. Le gustaba como
hembra, y le gustaba como mujer. Es que Cecilia era una mina fresca, natural. Bah,
a Vicente le parecía eso, porque no la conocía en profundidad. Y se moría de ganas
de conocer sus profundidades. Sus húmedas profundidades. Las de su boca, rosada,
de labios finos como pétalos inquietos; entre otras, no tan expuestas a las pupilas
afiebradas de Vicente. De vez en cuando, sin que Ceci se diera cuenta, Vicente la
miraba como un nene mira la vidriera de una juguetería. Cuando caía en q la estaba
observando como un pavo, volvía su vista a los apuntes. Después, en su casa, tirado
en la cama, Vicente cerraba los ojos y trataba de reconstruir el rostro de Ceci. Lo
primero que veía en su imaginación eran los colores chillones de la ropa hippie de
Ceci. Luego aparecían sus jugosas caderas y el jean ajustado ofreciendo las mejores
piernas del instituto. En la oscuridad de su cuarto, Vicente apretaba sus ojos con
fuerza, intentando hacer que el recuerdo y las imágenes sean más nítidas, pero no
había caso. Aunque Cecilia fuera hermosa y lo volviera loco a Vicente, los recuerdos
son traicioneros, y no le mostraban a la Ceci real, la de carne y hueso. Era la Ceci de
los recuerdos. Era linda, sí, pero no era la real, era insuficiente. Y además, dolían
los recuerdos. Porque Ceci aparecía, pero no junto a su cama, abrazándolo, sino en
su mente, intentando ser. Vicente se excitó cuando recordó el exuberante culo de
Ceci, tan carnoso, desbordante como champaña, tan acogedor. Pensó en pajearse,
pero no lo hizo. Prefirió seguir reconstruyéndola en sus ensoñaciones. Le molestó y
entristeció pensar en masturbarse por ella ¿Es que nunca se la iba a poder coger?
Se mordió los labios, y vio la piel blanca y rosada y brillante de Chechu, (así le decía
haciéndose el simpático), como merca de la rica. Su pelo largo, castaño oscuro,
llegando casi hasta la cintura. Fantaseó con ese pelo, cayéndole y haciéndole
cosquillas sobre su torso desnudo, o agarrándolo con erótica brutalidad mientras la
somete resoplándole la nuca aterciopelada. Su cara pequeña, con algunas pecas y
con pómulos algodonosos que eran tan mordisqueables cuando se reía, con esa risa
de nena que acaba de cometer una travesura, se le aparecía a Vicente como
viéndola a través de un ventanal en un día de lluvia. Y también vio la nariz
respingada, con ese piercing q a veces usaba y q la afeaba, sus cejas finas cayendo
tristemente a los ojos, haciéndole la mirada tierna y nostálgica, con ese iris color
café con leche. Los tatuajes de Ceci aparecían nublados, no resaltaban felizmente la
imaginería mental de Vicente. Sus rasgos finos, su estilo felino y ligero al caminar,
sin duda q a Ceci la había dibujado un dios prolijo y naif, pensaba y sonreía
nerviosamente Vicente, despatarrado en su cama.
La cuestión es que el tipo no sabía cómo hacer para levantársela. No tenían amigos
en común. Muy cada tanto se cruzaban en algún bar o fiesta, pero nunca pasaba
nada. Cierto día, Vicente se colgó a escribir un relato. Escribió algo sobre una piba.
Pero era un relato sobre ella. Vicente no escribía bien, tampoco le gustaba escribir,
aunque tenía que hacerlo debido a su carrera. Él prefería leer. Odiaba a los
escritores y sus locuras y sus egos. Ese día tomó un par de cervezas, se dio ánimo, y
comenzó la faena. Luego publicó ese relato en Facebook. Él se había hecho un
Facebook con la ilusión de que así se iba a poder levantar alguna minita. Sus
amigos lo convencieron de hacérselo bajo ese pretexto. En fin, nunca se levantó
nada. Luego de publicar el relato, se baño, se entalcó como un bebé, se perfumó y
sacó a relucir la mejor pilcha que tenía apolillando en el ropero. Miró la billetera,
tenía 50 pesos arrugados. Cargó 10 pesos de nafta en su moto, y fue al recital de su
amigo bajista. Quemó su plata en cervezas. Varios conocidos y pocos amigos bebían
con él.
Cuando despertó, su cama estaba empapada de sudor. No recordaba cómo había
llegado. Se levantó de un salto, y fue a fijarse si su moto estaba. Y cómo estaba.
Todo en perfectas condiciones. Menos mal, murmuró. En calzones, con horribles
ojeras y aliento a perro muerto, puso a hervir dos salchichas. Se duchó, dejando
casi todo el tiempo que el agua tibia cayera sobre su nuca. Como no tenía pan,
comió las salchichas con galletitas de agua. Volvió a la cama, y puso a más
velocidad el ventilador. Ya estaba por dormirse, cuando sonó su celular. Era un
mensaje de un número que no tenía agendado. “soy yo la del relato no? soy Cecilia”.
Vicente tragó saliva. “sí”, contestó. Se sentó en la cama. Sonó de nuevo el celular. “a
las 20 voy a estar sola en casa, Azcuénaga 261, 2b., trae un vinito o algo así jaja te
espero, besos”. Puso despacio los dos pies en el piso frío. Se levantó, con un terrible
nudo en el estómago y ganas de vomitar. Fue a cagar. Cuando terminó, se dio
cuenta que no le alcanzaba el papel higiénico. Con el culo embarrado, fue hasta el
mueble de la cocina donde guardaba el papel ¿Por qué carajo no lo dejo en el baño?
pensó con rabia. Mirándose en el espejo, se acomodó un poco sus pelos cobrizos
con la mano. Al volver a su pieza, se puso unos cortos, las hawaianas, una remera
blanca, y salió en busca de cervezas frías. Eran las 15. Iba a ser una tarde muy larga.
desacuerdos acordados de antemano

-Casandra, entendeme, el Fuego y el Tiempo están hechos de la misma mieeerda,


ya te lo dije.
-Ay Apolo, qué vulgar te estás volviendo, no sé por qué te ponés así. Además,
chocolate x la noticia, decime algo q no sepa mi hermoso dios personal… Yo
comprendo la esencia de todas las cosas, x eso me va como me va. Necesito algo
más…
- ¡Sos histérica mi amada y aborrecida bi-dente!… mmmm deeente… pastas al
deeente… me da hambre… ¿en qué estaba? Ah, ehhh, mirá Casandrita, algunos
aprenden a comprender el mundo mental, otros el mundo material. Otros no
aprenden a comprender ninguno. Q feo debe ser eso ¿no?
-Peor es comprender a medias ambos. Y máspiiior es comprender todo bobo Apolo.
Igual, no es un tema en q me interese gastar saliva. Si querés te la chupo, es saliva
mejor in-vertida.
-Por Zeus, nunca voy a entender a las mujeres.
-Yo estoy cansada de entenderte.
d-años

De niño yo sabía el secreto


No había misterio para mí
Conocía la música íntima de las cosas

Pero crecí

me enseñaron a olvidar

ahora busco ese tesoro perdido en mi corazón

es tarde

las cosas conocen mi música íntima


el misterio me habita
e ignoro el secreto
evangelio de nuestro señor el misterio según casandra

en aquel tiempo, tras haberse celebrado la duodécima fiesta del destierro de los
ciegos, casandra tuvo quizás la más bella de sus visiones.
era una visión seductora, sugerente, que se fue develando muy sutil entre varios
sueños febriles.
esta vez, la visión no se mostró desnuda, despojada de sorpresas, tal cual iba a
suceder. sólo le dio a entender algo. por eso la entusiasmó. y sintió la necesidad
encantadora de interpretarla, de des-cubrirla. aunq el riesgo fuera alto. y la
decepción eterna.
y casandra, acostumbrada a conocer con exactitud el porvenir mediante sus
visiones, bautizó cariñosamente a esta visión como la visión de los misterios.
casandra estaba enamorada del dios misterio. era el único ser entre los mortales e
inmortales que la excitaba violentamente. casandra sentía q lo conocía, pero en
realidad no era así, nadie lo conocía al señor misterio. se revelaba a los demás
mediante sensaciones. algunos lo sentían más, otros menos. ella sintió q con esta
visión, el dios al q tanto amaba, le estaba hablando de manera personal. íntima.
casandra estaba tan aburrida de sus visiones, y de lo que vendrá, que el dios
misterio, y esta nueva visión especial q le decía algo sin decirle, la visión de los
misterios, eran las únicas esperanzas y motivos por los cuales seguía viviendo entre
los mortales.
entonces casandra comprendió que le habían dado el ovillo para salir del laberinto.
y vio los cabos sueltos de todas sus noches y todos sus días.
¿con qué propósito se le reveló todo esto?
¿cómo tenía q hacer lo q tenía q hacer? se preguntaba casandra amargamente.
vio las señales. dejó q el tiempo pasara, tal vez ayudaría.
pero no pudo salir del laberinto.
tampoco pudo atar los cabos sueltos.
al final (tarde) entendí todo

y sus párpados se agitaban


epilépticos
los ojos blancos estaban
el iris desaparecía
felizmente
luego lo veía
la pupila
deambulando de aquí para
allá
y sus pelos revoloteaban
como
locas palomas
en tormentas de verano
y sus manos
jugaban al ahorcado
con mi cuello
también sus uñas
buscaban sangre en mi pecho
y todo su ser se estremecía y bamboleaba
entre sábanas amarillentas resignadas
entre toallas resecas de fluidos
entre cortinas afiebradas por el ventilador
que sólo tira aire caliente
y yo no podía hacer nada
porque era su
amo
jugando
al
esclavo
poneme los guantes nena

quería pensar en imágenes líricas


musicales
o algo así
para hacer luego con palabras
poemas deliciosos
pero sólo tenía en mente
esas calzas
lo adheridas que estaban
todo lo que sugerían
en las carnosas sinuosidades
semejante voluptuosidad
toda transpirada
y esa musculosa
tan escotada
desfalleciendo en el acantilado
gotas de sudor
viciosamente derrapando
hacia ese valle
entre los vaivenes de los pechos que se mecen
como oleaje volcánico
¿por qué es tan violento el rojo de tus labios?
quizá sea el contraste
con la lividez de tu cara
que adorna en su frente cabellos humedecidos
después del ejercicio que compartimos
y faltaría un cartel de
Cuidado - Frágil
en el aura de tu rostro de amaneceres de porcelana
para tu tranquilidad
y para advertir a los tontos
como yo
que no nos damos cuenta
que sos
Antifrágil
reunión brasilera

eduardo creo q se llamaba


tenía una panza prominente
le nacía desde la parte inferior del esternón
moría en su vejiga
pero si uno lo miraba desde atrás
además de observar q carecía de culo
parecía q fuera delgado
es decir
no le sobresalían carnes de la cadera y cintura
su gran nariz colorada
infestada de vasos capilares
rotos
delataba su afición a la bebida
entre otras
por lo demás, no había mucho que decir
sobre él
trabajaba
ganaba unos buenos pesos
q lo disfrutaban sus mujeres
comía
bebía
cagaba
meaba
garchaba bastante (como podía)
dormía poco
y pensaba menos
de lo q sentía
era eso
uno más
aunq recuerdo una noche
q valió el esfuerzo de recordar
y gambetear al olvido
fuimos a cenar
eduardo, su hija, su amante
otro tipo
y yo
grande fue el asombro del otro tipo
al ver a la amante junto a la hija de eduardo
él se dio cuenta
y nos dijo con soltura
“acá en brasil esto es natural…
está todo baixo control muchachos”
se ve q alguien del restó le pasó el dato a la jermu de eduardo
de la natural reunión brasilera
porque dsps de subir los
43 escalones (no andaba el faking ascensor)
del edificio donde vivía eduardo y su hija
y al llegar a su depto
nos recibió su esposa
bañada en lágrimas
y con una cuchilla de carnicero en la mano
desgañitándose en un desesperado brasilero
“hijo de puta te voy a matarrr”
¿así q estaba todo baixo control eduardo?
le gritamos nerviosamente
mientras bajamos corriendo
los 43 escalones
en busca de un taxi q nos hunda de nuevo
en el caos nocturno y venéreo de recife
TE ABURRISTE??? SEGUÍ LEYENDO, NOS SEAS PAVOTX, PODRÍA SER PEOR
CHE!!!

Los dos autos


que estaban estacionados
en la playa de estacionamiento de La Anónima
un glorioso domingo de calor
arrancaron y pusieron marcha atrás
a la vez
casi chocan
y luego
dos reacciones
mientras el sol caía a plomo
sobre el gris cemento
el más joven de los conductores
se bajó hecho una furia del volkswagen gris
fue hasta el otro vehículo
un renault de chapas picadas
y empezó a insultar y a gritarle
al viejo que conducía ese auto
era un joven vigoroso
de ropa fina
rulos dorados
y ojos enfermizos
el viejo transpiraba
en silencio
un silencio tan violento
que enloquecía aún más
a ricitos de oro
un viejo calvo
mofletudo
de labios carnosos y nariz de payaso
que no dijo nada
sólo mantenía la mirada
fija
tenebrosa
en el volante
catálogo

La susceptibilidad y los colores invisibles al respirar estas palabras

La indiferencia la frialdad el ninguneo


de los catalogados por sabios astrónomos de las mitologías
como sensibles y afables pararrayos

la opacidad que resplandece


en la superficie
de la perla considerada por algunos como la más bella

la continuidad o la nada - el ser o el vacío

el dolor de los que no pueden llorar


la ansiedad, la angustia, la soledad, la incomprensión de la afirmación
inabarcable de la no existencia
los signos no vistos
por no estar atentos

la apatía de esa flor


la inconsciencia mía

la inmensa soledad de los recuerdos


al costado, lacrimosa,
siempre sentada al bordecito de las tumbas

la ausencia que sopla entre las copas de los árboles


el césped parejito, cortito, los arbustos prolijos
y el sol que brilla tibio, todo ante mis ojos; ellos también
aunque ya no estén

a través del espejo pude ver esos ojos dicentes


y en ese instante se esclareció todo

me di cuenta al fin de una insolente verdad


algunas miradas esconden cielos de paz
otras densas tormentas
y otras nada
pasó el día
vi la vieja torcida que esperaba en la garita
había empezado a llover
mientras, el rengo lagrimeaba cuando me contaba que
antes eran cuatro los platos en la mesa
y ahora
ahora son tres
no supe qué decirle
volví a mirar a la vieja artrósica
la vi haciéndole señas al bondi
pero no le paró
Lobotomía

Qué significa un hombre para el universo?


Todo
Nada
da igual
qué diferencia hay?
aquí estoy
con estas piedras en el estómago
con este nudo en la garganta
Dios…
justamente ese es el problema
bah…
Bueno, aquellos deben estar ya siendo parte de las estrellas y/o la tierra
(no en tiempo-espacio-mortal, o sí, no sé…)
Digo, física, orgánicamente -mejor inorgánicamente-
y/o
tal vez
su ¿energía? vital
sea parte del infinito, o de la nada… por lo cual…

bueno, en fin, finito ya fue.


No puedo mirarme en tu espejo

Palideció el día
esos destellos que hacían florecer el brillo
la luz de los que creen,
se nublaron al primer silencio
o
mejor dicho
a las primeras palabras –tan nunca oídas, hijas bastardas del silencio, tan llenas
de-
esas que dijiste
cuando te desgarraste de dolor
desgarrando también
lo poco sano que había en mí
de humano –de algo-

esos momentos trascendentales


en los cuales todo lo veo
todo lo entiendo
hoy ni me rozan
quedaron sepultados en esa primavera.

Fueron momentos que se durmieron


en aquellos últimos labios que besé

Hoy la vida cae brutalmente sobre mí


y me cuesta jugar, bailar, celebrar
reír

No importa
pasará

volveré a instalarme en la ficción


a mentir
volveré a decir que entiendo todo,
como en un destello fugaz
de tu brillo
Repliegues en el miedo

No encuentro una extensión de mí en el abismo


entonces me repliego sobre el vaso del miedo
se llena
se vacía
inconmensurable, como la inefable sensación
de saberse hic et nunc
como saberse muerto, y con los demás

rasguña mi espalda
eso que respiro.

Volveré a replegarme sobre el vaso.


Es lo que creo que mejor sé hacer
-escribir nunca alcanza-
Menos mal,
que si me acuerdo
me alieno fácilmente
entre cervezas
trabajos y lecturas

menos mal,
a veces me acuerdo
que soy carne muerta entre carnes muertas
que seré y serán nada
que pronto mis creencias y sus creencias
se pondrán a prueba

evitemos espiar el abismo


mientras
respiremos
ya el abismo a su debido tiempo
nos respirará
Evitémoslo.
Si me encuentran
digan que no soy yo
digan que es aquel
que osó interponerse

entre lo que fui


y lo que pude ser
Los no encuentros

era compartir el ruido la sangre en ebullición


las risas las lágrimas los comentarios absurdos
las sacadas de cuero las mierdas que se engullen y se beben
en fin Todas y Cada Una de las Máscaras

pero no había más que eso


era todo una mentira tan vaporosa
un silencio profundo que grita doliente
una distancia tan cercana que rebana el espesor
incomunicación

compartir lugares sin un espacio común


cruzarse siempre y nunca encontrarse
era el aullido que oprime
que no dice nada
y por eso lastima tanto

era el frío de la no distancia del no lugar


era el suspiro la angustia estranguladora
eran alcoholes puentes frágiles
tan resquebrajadizos
que ante una mirada se hacen concha

ella también decía muchas cosas


y gemía y la gozaba -cómo la gozaba-
y me volaba la cabeza con su humedad ardiente
con su locura hecha de dos plazas

pero no había más que eso


el egoísmo
la individualidad
la masturbación con cuerpo prestado
su poca luz taciturna
-su poco amor-
las persianas bajas y el sol jugando
con las hierbas en el jardín
(¿y si aparece el animal deforme, la bestia impía ensombrecida de miserias,
aullando sin cesar? respiro, respiro, cierro los ojos y a respirar, así se va…)

nunca llegará nada nunca


y no alcohol
para puentear las tosquedades del hallazgo

se terminó todo en ese fin de año

estaban preparando pizzas


en ese comienzo de año (no me habían invitado)
evidentemente
no eran para mí.
Odita a ella (meridiana time)

así es ella, una oración lacónica entre farragosas vociferaciones


o más bien un silencio, una muerte prematura, inducida, deseada entre las fatigas
de todos los soles, o tal vez, un jardín inmenso, no por su espacio, sin flores,
en invierno, aunque irresistiblemente cálido; y las gotas de su rocío se congelan en
mis ojos, cuando la contemplo, cuando me acuna y arrulla, con sus suspiros de mar
con su cadencia de olas, tranquilas, inmóviles casi, en algunas terminales nerviosas
de mi cuerpo extenuado, así es ella, una inundación henchida de aire fresco,
inconmensurable, pletórica morfínica soledad, a veces de a dos,
con semillita de amor incluida
(de hecho, esa es la mejor de todas sus variantes, es su cara más feliz regalada para
mí,
para los dos, mejor: para los tres)
y podría ser también, entre tanta tormenta de arena, una línea de puntos, sí, el
pespunteo de las márgenes, sin edificaciones, o tal vez, el cigarrillo pitado en
silencio, a solas, a oscuras, con la tibieza de no pensar, o tal vez, una foto en blanco
y negro, entre tanta niebla de color. Sí, así es ella, el susurro, la magia, el
hipnotismo, el agua fresca, un ruido blanco, lejano mantra universal,
o una brisa en el muelle, la sombra bajo un árbol, el vicio que no duele,
la nube que oculta el ardiente sol del mediodía,
la más bella y serena oscuridad

En realidad, no la puedo conjurar


las palabras no son de su agrado
abomina
aborrece de ellas
la asquean y la hartan
su rechazo es natural
ella es señora
de los silencios
que hacen florecer ideas claras
y las palabras son las hijas malnacidas
de la limitación
y la hipocresía
ella duerme conmigo
o con nosotros
en el mejor de los casos
cada tarde
soporiza los niveles
rojos y azules
vibra en otro estadio
y me arrastra
hacia su umbral
así es ella,
la siesta.

Sabores de Whitman
voy a plantar y a leer y a jugar
voy a saltar, reír, amar
entre el brillo y el calor de mis soles
entre las sombras
de mis lapachos, sauces y álamos
entre laureles y limoneros.

Respiraré profundo, me tiraré en el pasto húmedo


en amaneceres, tardes, noches, madrugadas
encontraré lo latente que ilumina y oscurece
y es cauce natural.

Me sentaré ocioso con esa ilusión que gusta de urgirnos


y le diré que hoy no, hoy no la tendré en cuenta.
Buscaré y me buscarán amigos de todos los barrios
reirá mi barba, el mundo se abrirá ante mí
tendré Fe en la Vida, creeré en eso que me acometa
y los misterios se develarán de a poquito, no del todo,
entre mis dedos tibios se escurrirán
y volverán a la tierra, allí donde pertenecen
allí donde siempre han de volver
-y no me entristeceré por eso-

(chilla mi panza; mi miembro se yergue erecto, robusto, henchido de sangre y vida,


buscando descargar su impetuosa furia inveterada, embistiendo una y otra vez y
llegando al final del húmedo tibio oscuro secreto portal, a la dimensión terrenal que
posee mi amada, allí donde los espíritus se acomodan despacito) (el agua fresca
clara pura vital-perfecta ante entre y sobre todo/s- brota de mis pies)

Los rincones de mi casa sencilla


llenos de mugre y duendes
harán vergeles de los desiertos sonámbulos
en las noches callosas, lánguidas
-son rincones que dan sed y la calman-
-son rincones míos que miro sin miedo-

Los crepúsculos serán plácidos, amigos,


el tiempo se suspenderá en sus colores y hará del infinito y la nada mi lugar.
El buen vino listo estará.
Oiremos el crepitar del fuego y los tronquitos
Los perros aullarán en la noche fría
Las lechuzas chillarán
Y veremos los soles lejanos parpadear.
Humeante el guiso, enjundioso, se entregará mansamente
a los paladares de mi familia, reunida en torno al sacrificio
al sagrado oficio
con esa mujer que le robó los ojos al atardecer más hermoso
con esa mujer que le robó su pelo al oleaje más ardiente
con esa mujer que le robó el cuerpo a la virgen del infierno
con esa mujer que le robó el alma a una rosa de madrugada
con ESA mujer
y con esos hijos de la carne, el alma, el espíritu, el mundo
con ESOS hijos
entre el blanco y el negro y el negro y el blanco

domingos llenos de música, pájaros, sol


o con nubes grises, con vientito de tormenta que refresca, que amaina el sofocante
calor, o con frío y llovizna y tortafritas y mate,
da igual
el asado no faltará
la familia
los amigos
el humo sutil de la madera seca que arde y vuelve a su Ser
el crujir de los carbones, el fuego espiralado destruyendo y creando
formas fantasmales en sus volutas plomizas
y la grasa de los chorizos apagando las brasas
y las mujeres hablando sin parar mientras preparan la ensalada
todo eso, y las calles de tierra de mi barrio
alborotadas, polvorientas por los pibes
que juegan a la pelota, y gritan y se ríen y putean
y el vientito que no para de soplar
un amor muy profundo se siente
domingos brotarán para siempre
el ahora
el presente
y todo lo dicho
como hojas de hierba

CINEMA
La luz mortecina del bar lo hacía ver a él
enfermo
y en ella se hacían fantasmales
las ojeras
hablaban sosegadamente
con tristeza contagiosa
y parecía que cada palabra que pronunciaban
espesaba más el aire humoso

él tenía la nariz respingada


tez cetrina
ojos terrosos
y labios temblorosos

ella tenía la mirada lluviosa


cargada de inviernos y pesares
hablaba y gesticulaba levemente
deshaciendo algo entre ellos dos

y a mí me parecía que
en esa pequeña mesa
con sólo un cenicero repleto
el muchacho se empequeñecía en el taburete
o el taburete se agigantaba

sus hombros caídos


su espalda encorvada
su cabeza gacha
su derrota

¿qué puedo hacer? escuché que dijo suplicando

no podés hacer nada, es que ya no es lo mismo ¿entendés?

miré mi vaso y la botella


todo vacío
luego fui al baño a mear
y volví a sentarme
sintiéndome más vacío
ESPERA

cuatro personas estaban conmigo


en la sala de espera
una mujer de cabellos teñidos
que leía indiferente una revista de moda
para el fonoaudiólogo
un matrimonio gordo y cariñoso
para el flebólogo -la mujer-
y una joven con labio leporino
para el otorrinolaringólogo

fueron pasando todos


hasta que quedé solo
eran las 19,30

hacía unos días que me había separado

mi consulta era para el flebólogo


aunque en ese momento de soledad
y de tristeza
pensé que no estaría nada mal
una visita al cardiólogo
¡Teseo, Teseo!
¿dónde estás que no te veo?
dijo el minotauro
cansado de tanta soledad

era tan aburrido estar en el laberinto


de vez en cuando le ofrecían algunos infelices

pero él necesitaba otra cosa

hasta que un día encontró


la felicidad
la libertad
la salida
en el refulgir de una espada
El canto (collage)

El canto
canto del ocaso
Los ojos
ojos llenos de miedo
Y las sombras
sombras que reflejan
los ecos que nadie escucha, las voces de lo oculto
Entre el pálido verdor de los sauces
suspiraste
con nostalgia de viajera
luego rasguñaste tu cara
y ya no supiste ser
agitada entre imágenes de lo Otro
El cuerpo muerto del poema
se medicamentó tan bien
volviéndose palomas en tus aires
dando amor y lujuria a mis sentidos
Entre sueños balbuceaste
“Las flores de Ana, junto al tanque del campo, inundaban con pasión de lluvias
las escuelas del viejo almacén”
Ilusión de tender la mano y rezar
Es la vida que nos llama
Es abrir el amanecer
a tus ojos
y a los míos
Memorias del cementerio

no llego otra vez allá


pero voy a tratar
y decir que
años de melancolía y nostalgia
sobrevolaban ese espacio
a decir verdad, estaban hechos letras
en las frías húmedas placas de mármol

ella la acariciaba suavemente


cada vez que iba a limpiarla
con el esmero de una sirvienta negra
su tibia mano vaya a saber qué secretos-recuerdos escondía
sacaba los yuyos
y las lágrimas rodaban, se mezclaban en la tierra estéril
que cosecha dolores nomás

uno volvía a desnutrir el misterio


y a engordar la vieja escuela
de las culturas adormecidas
por eso
para mí no
para mí un cielo ceniciento coloreado con las cenizas
de mi ocaso
ningún “chau gordo” ante el mármol
ninguna lágrima arrodillada
ante el silencio de los árboles
que hablan otro lenguaje,
¿el verdadero?

había más
no recuerdo, o mejor dicho
no lo puedo hacer cuerpo de estas líneas
tan estériles
como esa tierra con olor a
“el que no abona en término, al osario general”

había más - traté;


estuvo mal
tratar fue un error de muertes.
Para eso sirve el celular
Para darse cuenta que uno está realmente solo
Que no hay nadie afuera
No hay dios
No hay sol
No hay luz
Ni gente, ni esperanza, ni compromisos, ni verdades, ni ideales, ni amor
Nada
Abismos
Mejor dicho, abismo
Política? Religión? Drogas? Putas? Literatura? Lo qué?
Iluso
Pero en esta soledad puedo erigirme en libertad
Puedo elegir
Puedo volver a lo que negué
pero
Estás solo
estoy solo

No!!!
Pero todas esas máscaras? Y todas esas guirnaldas?
Sonrisas pletóricas de subnormales en las gentes!!!

Son los restos


del carnaval
Letras de
N-A-D-A.
me parece muy adecuado
dedicarle a este gomía
una pequeña poesía
de esas que le gustan a él
la arrabalera de cordel
entre el vino y la alegría

¿pa´qué escamotear el nombre


de este singular amigo?
si cuando Pellizzi digo
la noche se pone a brindar…
el quía la hace brillar
entre anécdotas y tintos

hijo pródigo de Villa


volvió un día, el arlequín
con su alegría nao tem fin
llenó de magia el espacio
y la Memoria, despacio
esperaba en su maletín

dio luz a la noche oscura


con sus letras justicieras
ordenar tumbas ya no eran
las tareas principales…
ocurre que algunos males
con Justicia es que se entierran

tango, bares y poesía,


picadas de milanesa,
historias sobre la mesa,
guitarras y vino tinto
así nomás te lo pinto
el credo que siempre reza

tito, grillo, o petiso…


¡tiene más apelativos!
vate de Villa que altivo
camina estrellas y brumas
esperando que la luna
susurre un verso en su oído
hijos en las cloacas

amarga leche
de los polvos sin amor
la paja lábil
el cielo vacío
sentido vacío
las vírgenes cagándose de risa
y el mulato Porres
de vuelta mi guardián

frenéticamente ajusté pulsiones


entre divagaciones y tsunamis de inodoro
nebulosos y ajados recuerdos
re-creaciones de la completud de un tiempo
que ya no existe
que ya no es
como los pasos que di-voy dando-daré
hacia la gran boca
del espiral

que también se me caga de risa


(esto también es ilusión)
Mi semen negro

mi semen negro
para tus labios comecarne
para tu mirada lasciva
para tu lujuria malpaga
para tus venas secas

lleno de inhumanidad
lleno de furia
lleno de aullidos bestiales

para tu ausencia emocional


para tu crueldad
para tu escondite animal

mi semen negro
mi maldad erótica
para tu oficio ficcional
para tu asco desamparado
para tu deseo de amor
Lo peor está por venir (o ya vendrán tiempos peores)

Me miré en el espejo: necesitaba un buen corpiño para las ojeras. Oscuras y


profundas eran las bolsas insanas que yacían bajo mis ojos. En fin, me las maquillé
para disimularlas un poco, aunque íntimamente me gustaban. Eran mis heridas de
guerra de una noche heavy. La cera ya estaba a punto en la única hornalla que
andaba. Mientras me depilaba los bigotes y la entreceja, pensaba en esa hija de
puta que apareció en la esquina de Uruguay y Alberdi ¿No tiene códigos? ¿Quién se
piensa que es esa conchuda? Pero no, no querida, esa no me va a copar la parada
así nomás… ¡Ay la puta, cómo tira esta cera de mierda! Tendría que haber nacido
hombre. Desde donde la vi a la yegua esa, parecía alta, bastante alta, y corpulenta,
¿será un trava? No me animé a acercarme anoche. Hoy la encaro ¿Qué se cree?
¿Qué me va a sacar clientes así nomás? No no no. Terminé de depilarme los pelos
de las piernas, barrí un poco la cocina, tomé rapidito un café y salí al crepúsculo de
baldosas rotas y calles empedradas. La luna gorda empezaba a lagrimear estrellas,
algunas nubes como coliflores rosados anunciaban lluvia para las próximas horas,
en las esquinas florecía olor a faso, ¡y a mí me daban unas ganas de fumarme uno!,
pero no me gustaba laburar media loquilla. Ya lo había experimentado, y había
sacado la conclusión de que era mejor estar bien careta y con las antenitas bien
despiertas por cualquier eventualidad que surgiera con los clientes o con las chicas.
Una noche, la Flaca René, sidosa pobre, desdentada y desnutrida, muy puesta, loca
y borracha, como no había hecho ni siquiera un pete en toda la puta jornada,
empezó a gritar en el medio de la calle húmeda: ¡Una pipa por 10 pesos! ¡Una pipa
por 10 pesos!... Casi la mato, la agarré del brazo y salimos corriendo antes que
algún vecino vigilante llamara a la gorra. La Flaca, qué personaje. Aunque hiciera
un frío de cagarse, siempre usaba una remera de red que le dejaba entrever los
pezoncitos de las famélicas tetas. Su papada fláccida, su nariz torcida y ancha, a
veces con restos del pegamento que jalaba, su inagotable tristeza, hace rato no se
ven por la esquina. Quizás haya muerto y no me enteré. Mientras pensaba todas
estas boludeces, pasé por el negocio del Mencho. Paré. Me atendió con migas de
galletitas en la boca. Cada día más gordo estaba el desgraciado. -Mencho, a vos te
están matando los nervios, ¡los nervios de las milanesas! -A ver cuando me pagás lo
que me debés Lore, o te corto el chorro ¿tá? Compré dos atados de puchos, una
empanada árabe y una petaca de whisky. Miré dos segundos la tele, el stripdance de
Tinelli. Soñaba con estar ahí, soñaba con subir al famoso cuarto piso de Ideas del
Sur y sentarme a upita de Marcelo, soñaba con cumplir cualquier sueño de
cualquier soñador con tal de ser famosa, porque ese era mi sueño. Salir de esta
ciénaga insípida y absurda en la que chapoteaba monótonamente todas las noches,
y meterme en una más glam, más top. Seguí mi rumbo ¡Qué jodido es caminar con
tacos por los adoquines! A cada rato se me salía algún zapato, o se me doblaba un
pie. Si fuera hombre no tendría que usarlos, suerte perra. A una cuadra divisé la
figura recortada y sombría de la nueva compañera de trabajo. Respiré hondo, y
enfilé hacia ella. Resultó que era él, como había sospechado, aunque se hacía llamar
Gloria. Estaba agazapada tomándose un tiro cuando la abordé con vehemencia. -
¡Hey loca qué onda con vos! ¿No te explicó nadie cómo se labura acá? Esta zona es
mía y piso yo esta parada ¿ok?
Gloria, que en la dulce infancia en su República Dominicana natal solían llamar
Alberto, medía 1,85. Era negra como el culo de una olla vieja, y tenía unos dientes
perfectos, que resaltaban felizmente sus ampulosos labios, los cuales formaban en
las comisuras una pasta blancuzca, producto de la saliva que se le secaba después
de las laboriosas felaciones. -¡Ea qué caráter! Que estoy recién llegada chica, vengo
de Capital, no te enojés que ya me voy a otro lado pues, no sabía que esta esquina
era tuya, y no quiero problemas… -Bueno, ehhh, siendo así, quedáte, disculpá, no
quise bardearte, sólo que pensé que eras como las otras wachiturras que no
respetan nada viste. Pero eso sí, convidame un tiro, copate. Me prestó una tarjeta
de presentación, bastante dura era, y brillante, no estaba plastificada ni nada, pero
servía para peinar un poco la milonga. Me guardé la tarjeta por si pintaba después
otro virulo, y me quedé sentada mirando absorta los galpones derruidos de
enfrente.
La noche pasó sin pena, y con Gloria. No había muchas cosas interesantes que
apuntar de la mulata, salvo que cargaba con un buen aparato, que algunos clientes
utilizaban, pagando una moneda extra, para sus vértigos anales. Esa bestia de
seguro curaba todo. Aunque ella prefería ser pasiva. Yo andaba esa noche con el
flujo muy fuerte, y algunos dolores de ovarios me anunciaban que pronto me iba a
venir. Así que sí o sí tenía que hacer un mango. No me cabía laburar menstruando,
aunque algunos clientes les gustaba disfrutarme así. En fin, sobre gustos… siempre
que hubiera una buena teca encima, obvio.
Llegué a mi casa con la recaudación de un completo y una tirada de goma nomás.
Al mediodía, cuando me desperté, tenía el protector manchado. Aparte, me dolían
los pies. Fui hasta la ducha, me bañé con escrúpulo felino. Me asomé tímidamente
por la ventana, lloviznaba. Luego desayuné unos huevos fritos mezclados con
sardinas, y como andaba media poética y nostálgica, quizá por estar indispuesta,
quizá por el otoño y la llovizna, tal vez por la pobreza, se me dio por escribir. Cada
tanto se me daba por apuntar algunos pensamientos o cosas así. Es decir, como una
purificación del alma embarrada, no por pretensiones artísticas. De hecho, no
entendía de arte. Ni tampoco me inspiraban sublimes sentimientos las cuestiones
artísticas. No era un berretín, o una veleidad. No era un médium entre la Belleza y
los mortales. Sólo soy una puta que escribe. Además no tenía tiempo. Y si ya estaba
todo escrito en las arenas misteriosas de la historia, si no había graffittis nuevos
sobre las paredes de la vida, sólo me guiaban a escribir las necesidades de mi
tiempo interior, no las exigencias o modas del mundo, que son triviales y efímeras.
Sólo deseaba llegar a esa voz bendecida con el óleo sagrado de Samuel, esas
palabras musicales atizadas por el fuego eterno de lo indecible desde el alma. Que
nunca alcanza. Pero tal vez te rocen, quizá levemente te toquen esos símbolos
frágilmente articulados, pegados con moco de la mente y el corazón, como una
pluma hamacada por el viento, y te hagan cosquillas, te enloquezcan, te alegren, te
entristezcan, te enamoren. Te reclamen. Quizás te digan algo. Con poco, puede que
te digan algo. Eso espero. Escribir con el asombro y la frescura que tiene un niño. Y
ahora me descubro pensando lo que muchos gurúes new age repiten como loritos,
ser como niños ¿Cómo qué niños? ¿Como la niña que fui? Nunca hubo inocencia ni
frescura ni espontaneidad en estos ojos con manchas de delineador barato que
miran ahora aquellos ojitos tristes de alguien que no se rió demasiado de niña. Pero
eso no me ataba. Yo no miraba para atrás. Sabía que adelante estaba lo mejor. O lo
peor. En fin, adelante había camino. Y lo iba haciendo yo. Atrás estaban las
sombras de un tiempo que no existe más. Y no dejaría que las sombras se
adelantasen. Ni que el tiempo aquel me duela. Busqué en la heladera un vaso de
cerveza ya sin gas que estaba de no recuerdo cuándo. Levanté el jean del suelo para
lavarlo, revisé los bolsillos, un caramelo de miel, una tarjeta. Mmm, ahhh, la que
me dio la negra Gloria. “Juan Bautista García Montiel – RRPP - Representante de
Modelos y Talentos- Pol-Ka – Ideas del Sur – Sunset”- Dirección, Teléfono, Mail.
Un solo trago bastó para inundar mi garganta profunda con la birra fría y vaciar el
vaso metálico. En la tele infestaban los metaprogramas de Tinelli y Cía. Me
acomodé despacito en el sillón. Sentí que mi corazón latía a mil. Hasta el Maipo no
paro dijo una colega. Hasta el Maipo no paro.
Bondis

Tardamos en esperar que viniera el colectivo sólo 5 minutos. Por ser domingo por
la tarde, en La Matanza profunda, esperamos poquísimo. Una espera promedio
domingos y feriados es de 30 minutos y más quizá. Pero el tiempo es un niño que
juega a los dados, y ese día el cubilete del azar nos regaló un buen tiro. Es como
decía mi amigo Rafa cuando jugábamos al fútbol en Educación Física, en el
secundario, y le caían todos los rebotes ¿Viste? ¡La pelota va al Jugador papá!
Subimos al bondi. Venía hasta las tetas. Raro también que pase esto un domingo
después del mediodía. Pensé que sería debido a que se terminaba el finde largo, y la
gente quería regresar temprano a sus hogares o vaya a saber a dónde, evitando las
congestiones de última hora, produciendo, en definitiva, congestiones de primera
hora.
El calor sofocante y polizonte de ese otoño, aumentó y se compactó en esa lata de
sardinas con ruedas, condensándose, haciéndose transpiración en los sobacos, tufo
a patas, humedad de cola.
Toda esa gente, todas esas caras, pálidas, negras, coloradas, marrones, amarillas,
todos esos ojos y esas bocas y esas narices y orejas, y todos esos cuerpos, flacos,
gordos, débiles, enfermos, robustos, vigorosos, enclenques, fofos, fétidos,
hediondos, lujuriosos, fatales, todas esas criaturas, las miré de reojo, y no sé por
qué extraña razón me hermané con ellas en ese segundo abismal en que me acordé
que esa gente y yo teníamos un destino común, una parada antes, una parada
después, todos íbamos hacia el mismo lugar.
Cada treinta metros el colectivo paraba, y subían más y más bípedos, hasta que
llegó un momento en que no paró en ninguna garita más. Ya no entraba un alfiler.
Le dije a mi mujer que en 20 km nos podríamos sentar. Que a esa altura se habrían
bajado una gran cantidad de pasajeros. Sabía el trayecto de memoria, aunque hacía
un largo tiempo que no lo transitaba. No lo creo, dijo ella, mientras apretaba con
fuerza su bolso entre las piernas.
Las personas que esperaban en las paradas, y que viendo el colectivo acercarse
hacían señas para que pare, gesticulaban y puteaban de lo lindo cuando el bondi
seguía de largo. Yo las miraba desde la ventanilla con desdén. Mi mujer observaba
sin descuido su bolso. Y el colectivero, exhalando bronca y nerviosismo, les
retrucaba ¡Pero váyanse a cagar boludos, no ven que no entra más nadie!
Observé con atención a una señora gorda, de pelo largo, desprolijo y sucio, de
apariencia gitana, que tenía colgando del cuello los bracitos de una nenita.
Esperaba en vano y con cara de culo que le cedieran un asiento. De los tres
primeros, destinados a discapacitados y embarazadas y madres con nenes
pequeños, dos estaban ocupados por un nene y una nena, y el individual por una
chica joven con un nene a upa. Mirá, dice mi mujer, ¿viste que cuando sos chico, y
no tanto, te pasan la ropa tus hermanos o parientes? ¡Mirá los pies del nene!, y al
fijarme, el pibito tenía unas zapatillas rosadas, con cordones rayados de blanco y
rosa. -Prestá atención a tu bolso boluda, que te lo van a hacer. La señora
gorda agitanada de repente empezó a vociferar ¡Estoy con una nena, quién me da
asiento, estoy con una nena, quién me da asiento!, así varias veces, hasta que,
viendo la nula respuesta por parte de los pasajeros, bajó como pudo la nena al piso,
se agarró de uno de los barrotes pasamanos, giró y apoyo su gran culo sobre el
asiento donde estaba el nene con zapatillas de nena. El pibe, sorprendido y casi sin
poder reaccionar, vio como una de sus piernitas quedaba atrapada debajo de esa
fofa masa de grasa celulítica y carne ajada en transpiración. Correte un cachito
nenito, dijo la vieja, y sacó con un rápido movimiento de su brazo la pierna
adobada del chico de lo más profundo de su tuge. A este nene le van a tener que
amputar la gamba porque seguro se le engangrenó por falta de circulación, pensé.
El sol se estrellaba como un kamikaze en las ventanillas del colectivo. Los que
tenían la suerte de estar sentados, se cubrían la frente con la mano haciendo de
visera. Los que estábamos parados, nos asábamos. La ruta ardía. Algunos
estornudaban, seguramente resfriados por los bruscos cambios climáticos que
estábamos padeciendo, otros escuchaban música con los mp3, algunos soñaban
despiertos, otros se tiraban pedos silenciosos, y la mayoría se fastidiaba.
Pocos hablaban.
Un señor que llevaba una gorra vieja de club de fútbol y que tenía hecha una
pequeña colita con su pelo crespo y roñoso, como rabito de cerdo, y que estaba
sentado, me toca la pierna. Lo miro detenidamente, era un ñufa, de ojos achinados.
Algo me dice, no lo entiendo, se da cuenta, me lo repite y lo logro entender. No
puedo correr el bolso era el mensaje. Él tenía una mochila con carrito grande
delante de sus piernas, y sobresalía hacia el pasillo. A mí no me molestaba su
mochila, aunque evidentemente era una preocupación para él que sobresaliera de
su lugar. Al cabo de unos minutos, hizo lo mismo con mi señora. Le tocó la pierna y
le dijo lo mismo. No gracias, no quiero sentarme, contestó cortésmente mi
acompañante. No lo había entendido.
Por cada cinco pasajeros que bajaban, subía uno aproximadamente.
En el semáforo, a diferencia de los toros, nos detenemos ante el rojo. Me causa
sorpresa esta correcta acción, dado que como ya saben, es domingo a la tarde en los
kilómetros de La Matanza. El homo colectiverus, un homínido de pelo ondulado y
siempre húmedo, corto arriba y largo en la nuca, anteojos de sol anchos y de marco
cuadrado, barba de tres días, arito brillante en la oreja, masca chicle
desaforadamente, fuma sacando la mano por la ventanilla, y escucha y nos hace
escuchar lo nuevo de La Re Pandilla.
Mientras se rasca la cabeza, le abre la puerta de atrás a un viejo reumático que se
había colgado tocando timbre ¡Parada, parada chofer! grita con voz aflautada. Lo
mira por sobre los anteojos desde el espejo retrovisor con calcos de CANCH que
tiene arriba de su cabeza con gel brillante. Ya va, viejo de mierda, refunfuña… Abre
la puerta de adelante, para que suba una persona. Es un muchacho de pelo corto,
con algunos dientes que se ven podridos, y ropa colorinche. Le falta un brazo. Se le
ve el muñon. Claro, es su estrategia de venta. El muchacho se pone el cassette,
luego de pedirle permiso al chofer, que no tiene problemas en que haga su trabajo.
No tiene laburo, nadie lo contrata por su discapacidad, tiene que mantener a su
familia, el Estado no lo banca, una monedita por favor. El Barco de Caronte a esta
altura lleva menos gente, por lo cual el muchacho del muñon camina pesadamente
extendiendo su única mano en busca del sustento. Dos pesitos por aquí, un pesito
por allá, gracias jefe, gracias señora, Dios los bendiga. Antes de bajarse por la
puerta de adelante, el colectivero le dice ¡A un amigo mío le falta una gamba y
labura igual eh! Ok gracias capo, acá a la vuelta venden unos choris mortales,
cuando puedas frenate y comprate alguno. El chofer arrancó raudamente y el bondi
casi le morfa una gamba al muñonboy. Vi cómo volaron las gravillas de la
banquina.
Mi mujer se estaba meando y a mí las tripas me pedían algo que triturar. Por fin
nos sentamos. Dos bolivianos, obviamente pequeños y vestidos con ropa de
invierno, desocuparon los asientos len-ta-men-te. Llevaban dos grandes bolsas de
arpillera con diversas verduras. El tufo en esos asientos era insufrible. Me senté del
lado de la ventanilla. La abrí al instante de apoyar el culo. A mi señora le dieron
arcadas. No se te ocurra vomitar acá boluda. Me miró con asco.
Oteé el vistoso reloj que estaba sobre el panel del chofer, con la forma del escudo
del descendido y otrora gran club Riber Plate. Chorreaban las tres de la tarde. Aún
faltaba masticar macadam para que lleguemos. El circo sobre ruedas estaba
bastante bien armado todavía, y se movía con celeridad, en la ruta caliente que
empezaba de a poco a atascarse. Mi mujer se puso el mp3 y me abandonó a mi
suerte. Recosté la cabeza sobre la ventanilla fría, y me entredormí, aturdido,
descompuesto.
Buen viaje

José no quería escribir estupideces. Cosas claras eran necesarias, ahora más q
nunca. No quería surrealismo, frases inentendibles. Aspiraba a la palabra
despojada de todo eufemismo, de todo decoro. Palabra cruda, desnuda,
aterrorizada ante lo real.
Habían pasado varios días desde q vivía solo. Y tuvo q volver al nido.
Las mudanzas eran agobiantes para José. Pura tensión. Vomitaba infamias,
rencores, despechos a aquellos q lo precedieron y que le “regalaron” eso q
usualmente llaman vida. Los culpabilizaba, los martirizaba porque dieron el
puntapié inicial de un partido muy chivo. Maldito conjunto de ilusiones.
Proyecciones al fin, José igual todavía tenía ganas de seguir metiéndose con aquella
inmensidad incierta q yace bajo los pies.
Era la novena mudanza. José decía q se habían recibido de gitanos. Eran sucios,
desprolijos, peludos, malhablados, nómades. Eran gitanos. Muy a su pesar.
Así las cosas, era necesario escribir ¿Por qué? No lo sabía, quizás desahogo, tal vez
probarse a sí mismo, o por el desmesurado ego, el apremio de darse el ser…
Las veleidades de escritor q tenía desde la adolescencia no habían dejado de
perseguirlo. Y ya había pasado tiempo de aquellos inicios poéticos, cuando José era
un acomplejado melancólico y desamorado adolescente.
Desde el camión de mudanzas la vida parecía perfecta, armoniosa, aunque nada
estaba en orden ni en su vida ni en el exterior.
Y escribir era esa tarea agotadora, desvergonzada, q se abría paso ante cada mirada
q absorbía, ante cada paisaje deslumbrante, ante cada instante muerto sin
siguientes, ante cada palabra no dicha. Ante cada silencio. Porque allí José
encontraba el fundamento de la palabra. Esa negación q daba vida. Esa ruptura, el
desasosiego, la creación atormentada por no llegar a crearse, por no tener creador.
Es lo q hay. Medio de ningún fin.
José decidió tomar cerveza. Mucha. Decidió emborracharse.
El patio de la nueva casa y su serenidad lóbrega y tibia, los grillos que serruchan la
noche. Y José pensando en aquellos q lo precedieron, q dormían, con la radio
bajita.
En el escalón de la puerta trasera, el culo fofo de José se enfría de a poco. Suaves
mimos le regala la brisa estival. El cielo límpido se desnuda para mostrarle sus
lunares cancerosos y brillantes. José siguió tomando cerveza. Y se durmió sentado
pensando en esto q escribió, en esta mierda q recreó con fervor resacoso.

Los Cimientos
Omar estaba por terminar de hacer los cimientos. Había sido un día
agotador para su humanidad. El calor, la humedad, las moscas, el polvillo de
esa fucking tierra, tan tosca, infranqueable… Por dios, se quería ir, descansar,
no hacer más nada. Bah, en realidad, sí deseaba hacer algo: sentarse a beber.
Una fresca y saludable Quilmes. Pero todavía tenía que vérselas con abrir
cimientos. Mientras cavaba, Omar, más conocido en el barrio como El Flaco,
pensaba en qué parecida era esa faena, abrir cimientos en una tierra tan
dura, al tránsito que hay que padecer desde la adolescencia a la adultez. Es decir,
en sus tan poco consideradas condiciones económicas. Se imaginaba así, como
tierra, tierra dura, estéril, como un páramo yermo, y de repente la pala, la
realidad, que lo laceraba, lo hería, abría un pozo en él, hacía un vacío.
Luego, todo era rellenado con ideas duras, cementicias, de progreso, familia,
vida social, envidias, resentimientos, en fin, se erigía el rancho. Se hacía
“hombre”.

Carlos era el albañil que dirigía la obra. Gordo, con pronunciadas carnes
sobresaliéndole de la cadera, sin culo, bastante calvo, se le asomaban por
encima de sus orejas mechones de pelo duro, pajoso, llenos de mugre. Su
rostro estaba siempre colorado, tenía un aspecto bastante enfermizo. Siempre
sudando, siempre tosiendo.

-Vení pibe, tomá esta pala que está más afilada, le decía con tonada litoraleña.

-Agarrala así, ves, punteá punteá, y después sí, dale hasta el fondo, ves, sale
solita la tierra.

-Bueno Carlos gracias, contestaba El Flaco Omar, con displicencia, casi


murmurando.

-Dale apurate, termina ese pedazo y vamos, que ya casi no hay sol. Mientras
voy limpiando y guardando las herramientas.

Gordo de mierda… Le tenía bronca, no, en realidad, le causaba cierta


sensación de asco, de repugnancia. O quizás era el hastío de todo, algo
constante en los días del Flaco.

En la obra, todos los días transcurrían con la misma monotonía. Alrededor de la


una generalmente paraban a comer algo frugal, y de paso descansaban un
poco. Siempre debajo de un álamo inmenso, que les regala sin cesar los
susurros del conjuro de sus hojas y el viento. Omar se sienta en un tacho de
Ceresita, y mientras observa a Carlos tragar los sanguches de salchichón que
le prepara la señora, una gringa pestilente y mal llevada, hace con esmero
circulitos, con una ramita, en la tierra polvorienta ¡Qué espectáculo infame
ver comer al gordo este! Por dios, ¡es un pato! No mastica, traga, engulle los
pobres sanguchitos sin misericordia, piensa cada vez que lo ve alimentarse.

Un día, el Gordo Carlos lo pescó escrutándolo embobado.

-¿Qué mirás nene? ¿No te enseñaron que es mala educación mirar a la gente
cuando come?

-Uy disculpá Carlos, me colgué, pero no te estaba mirando, se excusó Omar.

Y por dentro se decía: se ve que a vos no te enseñaron a usar los dientes,


gordo infeliz.

Terminó de cavar lo que faltaba, se sacudió la ropa roñosa que llevaba puesta,
fue indolente hasta el tacho grande y se lavó las manos y la cara con el agua
sucia que usaban para la mezcla, tomó su bolso, que estaba en el obrador
-cachimbo le decía Carlos- que armaron para guardar las herramientas, la
máquina y algunas revistas porno que Carlos mira al mediodía lascivamente,
buscó la bici playera despintada que descansaba junto al alambrado, y comenzó
a desandar el camino de regreso a la pensión. A tres cuadras de la obra, se le
enganchó un alambre en la rueda y al trabarse la movilidad, se salió la cadena.

-Pero la puta madre, esta cadena de mierda… ¡Mirá cómo me engrasé las
manos, la concha de la lora!, rezó El Flaco, con los ojos puestos en el crepúsculo
plomizo.

La fachada de la pensión, ajada, deslucida, las hojarasca de plátanos en el


suelo, el rojizo y nublado ocaso, las manos engrasadas: el alma desvaída de
Omar, si es que tenía una, aullaba una sola cosa: beber. No es que fuera un
borracho, un alcohólico perdido, pero se sentía mejor bebiendo. Solo. Ahora la
fiera le rasguñaba sin piedad sus entrañas, y todo el afuera, toda la realidad
que lo sometía entre las 7,30 y las 18,30, dejaba de importarle, de dolerle.
Era el momento de sentarse a beber, de mirar el techo, de perderse, o de
encontrarse.

El Flaco cruzó como una sombra el largo y oscuro pasillo, esquivó las
telarañas, saludó con la cabeza a la viejita Ana, la dueña, que escuchaba a
todo volumen Radio Diez, entró ágilmente a su covacha, dejó el bolso
harapiento, hizo $15 con tres billetes sanmartinianos arrugadísimos y salió por
las birras. No cerró la puerta.

Ana vivía sola. Había enviudado hacía un tiempo. A sus 80 y pico, sorda y
casi sin poder caminar, antes mujer hacendosa, todavía tenía capacidad de
daño la vieja. Si sus inquilinos se atrasaban tres días en pagar el alquiler,
comenzaba a putearlos en colores. Chusma, llevaba y traía con todos los que la
escuchaban. Se entretenía con el puterío. Con algo tenía que divertirse. Ana, la
pobre Ana. Era conciente que le quedaba poco hilo en el carretel. Demasiado
conciente. Y esa inminencia, esa inmanencia, esa conciencia abrumadora, le
oprimía el estómago, le causaba mareos. Vértigo. Pocos tienen alas firmes ante lo
inabarcable del abismo. Falsos. Ninguno de sus inquilinos la quería, pero algunos
sobalomos fingían hacerlo. Era esa típica vieja metida, que quiere estar en la
procesión y en la misa. Era el miércoles. El tedioso miércoles. La ubicua Ana.
La inicua Ana. En sus años mozos era terrible, despótica, infiel, manipuladora.
La pobre Ana, con esa carita tan arrugada como un sobaco de tortuga, con
esa joroba tan tierna, con esa vocecita y esa mirada tan empalagosa. Omar se
acordó que en algún lado había leído algo así como La banalidad del mal, o una
frase parecida, que le causaba la sensación de quedarle como pintada a la vieja Ana.
No tenía hijos. El Portal le dio placeres prohibidos, pero la vida le fue
negada a abrirse en flor, en un designio justiciero, kármico. La venta de la
casaquinta del cornudo y finado marido le había dejado unos buenos pesitos.
Y la vieja desconfiaba de los bancos. Omar sabía que tenía toda la platita
escondida en el elefante de la mesa ratona, que está en el pasillo sin luz que
da al comedor. Un par de veces había entrado a su casa para arreglar
parcialmente las deudas. Allí, el olor a viejo era insoportable. Fétido. Una
mezcla de orín y humedad y perros y gatos encerrados.

Al Flaco sólo le quedaba por tomar la espuma tibia depositada en el fondo del
vaso cascado. SUMO sonaba chirriante en la radio. Las demás gentes estaban
por ahí, o viendo Tinelli o discutiendo o bebiendo, hojeando Paparazzi o
durmiendo o muriendo. Omar terminó el vaso, se desperezó, bostezó sin ganas,
sintió su estómago revolverse y le dieron ganas de cagar. Apagó la radio. El
silencio se manifestó intenso, cautivante. Miró el reloj, y escuchó con
atención el segundero. El tiempo se partía en mil pedazos, y allí estaba El
Flaco, partiéndose en aquel. La soledad se le hizo inmensa. Tembló, sintió calor y
frío, se estremeció.

Salió. Algo en la mirada de Omar había cambiado.

-Anita, vengo a arreglarle lo que falta, dijo sin titubear, se levantó un poco su
jean desgastado, e hizo sonar sus nudillos.

-Ya voy hijo, ya voy, se escuchó desde lejos, en la profundidad de la noche.


MISERIAS

la violencia cubrió la ciudad con su neblina de espanto y dolor


y los muertos todavía viven
como actores secundarios
de escenarios que chorrean odio y asco
aunque todo se nos hizo rutina y ceremonia de gritos al cielo
y a los hombres
pero en un rato nomás
los muertos estarán tan muertos!
porque el olvido es implacable
y a todos, de una u otra forma, nos aplasta el olvido
mientras tanto
los cerdos gimen y se revuelcan en la sangre
enchastrando con su mierda
lo que nos queda de esperanza
no sentís el olor repugnante de los sapos negros?
croan cuando está por llover
hoy llueve en la ciudad
-y hace bastante que no para de llover-
embarrando la tumba de los muertos
pero sin limpiar la culpa de los vivos
Así se hacen las máscaras

Cuando apareció, no me desmayé de pedo. Algún influjo suyo me contuvo en atenta


calma. Me dijo q era un ángel, pero desconfié. La naturaleza del hombre es
desconfiar, es algo evolutivo. Igualmente lo escuché como quien escucha a un
desconocido que despierta cierto interés. En definitiva, la radio estaba bastante
aburrida. Misteriosamente, en ese instante de epifanía, se apagó. El tiempo es una
bendita maldición, y vos sos tan libre como podés ser, da gracias que en tu infinita
cárcel vos sos el preso y sos el carcelero, me dijo sin sonrojarse. Y continuó
farfullando. En cada elección que hacés, reiventás tu vida y la de los demás, así que
elegí, por mandato del más allá, Budha o San Martín, Padmasambhava o Perón, la
Madre Teresa o Evita, Jesús o el Papa Francisco. Dicho esto, quedó mudo
mirándome fijamente. Yo estaba atónito, evidentemente, si existía algún mensaje
misterioso y celestial en esas palabras dichas desde ultratumba, no lo entendía.
Qué significaba todo esto? Por qué a mí? Era algo real, de eso no había duda, yo
hacía tiempo no consumía ácidos ni mescalito, pero quizás eran efectos residuales,
sin embargo, sentía esa presencia incómoda en mi pieza húmeda y fría. Qué hago?
Algo le tengo que decir? Me mira fijo el boludo este, y no se va, la puta madre...
Ehhh, mirá, mucho no comprendo lo q me decís amigo, pero lo q te puedo asegurar
es que yo soy el que soy. Jeje me río para mis adentros y pienso que con esa frase lo
maté al fantasmita. Muy grave, despliega sus alas color marfil, brillan sus ojos
como dos bolas de boliche, sus inmensas pestañas se agitan histéricas, y por fin
abre la boca rubí con dientitos de leche, y dice: No sos nada original ni atrevido al
responder así, humano insolente, eso ya lo ha dicho un Gran Maestro mucho antes
de que vos estuvieras en los planes divinos de ser un polvo efímero; aborrezco tu
tibieza. Dicho esto, el cielo tronó, o fue un gato en el techo?, escupió un tremendo
gargajo fosforescente en la alfombra llena de pelusas, y desapareció en el acto,
dejando miles de diminutos cristales dorados esparcidos en el aire de la oscuridad
de mi pegajosa pieza. Me senté en la cama, prendí un cigarro barato
contrabandeado del Paraguay, encendí la radio, pero ya no andaba más. La puta
que lo parió, pensé, y me dormí sintiendo que había perdido otra gran oportunidad.
Esencias

¿y la plenitud armónica de la paz?


¿“felicidad” dijiste?
¿hablé? Oí, pero no escuché, no aprendí
¡noooo! Los miedos de las sombras que gritan… ¡locura no!
¿¿¿??? (…) vi, pero no miré por el espanto
Vivir elevándose con los efluvios
de la luminosidad
la verdad
la esperanza
la belleza de las cosas
Música de ángeles que tiene infinita paciencia por la materia
¿quién le dio poder a la noche?
Ella y su inercia con sus oscuras alas
(¿vacío lóbrego?)
y su hocico rabioso me desploman
ella se arranca la piel de su espalda
con las uñas negras ensangrentadas luego
ungular eclipse del sol
bajo el sediento canto de luz de las sirenas azules
¡locura no!
Hamacándose en mi pecho, endulzando el lóbulo
con la tempestad de su pelvis,
me va arrastrando
sin fe
ni luz
ni amor
el “no” espiritual
Dame más… (telarañas)
¿y la realidad, estructura, coherencia?
¿“normalidad” dijiste?
¿hablé? escuché, pero no oí, aprehendí
Je je je
Amor en el Amor, agobiante búsqueda
Esperando lo trágico para quebrar la monotonía…
¿y por qué no la alegría? ¿por qué la sabiduría del necio?
Deben ser las respuestas que se ocultan bajo el polvo gris de mis pensamientos
reveladas en las reminiscencias del futuro que me aguarda. Sólo elecciones,
esperar.
DÍA DEL PADRE

No recuerdo nada del día que falleció mi viejo. Hasta el momento en que me llamó
mi primo Edgardo para darme la noticia. A partir de ese instante, empiezan los
recuerdos. Borrosos. Difusos. Me veo, a través del tiempo, hablando por celular, ya
caída la tarde, en el crepúsculo ¿O era de noche? En la puerta de la casita que
habitábamos en calle Posadas, casi llegando a Circunvalación. Era la segunda casa
en la que vivíamos desde que habíamos llegado a Junín. La primera había sido la de
mi tía, en el barrio La Loba, es decir, atrás de la cancha del Club River. Allí, en
Posadas, alquilábamos, y allí transitaban mis días, tan nublados como algunos de
mis recuerdos. Como este que evoco, entre el dolor y la tristeza. Y la languidez.
Después, el viaje en tren hasta estación Sáenz Peña, y dos bondis hasta Lafe. No sé
si me prestaron plata o tenía. Luego la gente, mucha gente, casi todos
desconocidos, algunos conocidos, el velorio, el cementerio, más gente, y alcohol,
confusión, caos. El caos es el padre universal, ordena todo lo que existe, crea y
destruye y vuelve a crear. La cara pálida, desencajada, lagrimosa, de mi vieja
cuando le comenté sobre el accidente. Hacía poco tiempo desde que me había
reencontrado con mi viejo, después de 12 años sin vernos. Lo había dejado de ver a
los 9, tenía 21 años cuando lo volví a ver. Cosas de la vida. Nos vimos durante poco
más de seis meses. Luego vino el final. Y durante esos meses nuestra relación tuvo
altibajos. Momento buenos, y no tantos. A veces pienso que fue como si el destino
hubiese querido que nos reencontráramos antes que el accidente lo arrancara para
siempre de la vida. Pero no sé si existe tal cosa, digo, el destino. En fin, fue muy
poco tiempo el que tuvimos para darnos. A partir de ese reencuentro con mi viejo,
descubrí una parte de mí que estaba oculta hasta ese momento, la parte que me
ligaba a lo paternal, el vínculo con Los Fernandez, las raíces santiagueñas, conocer
a mis hermanas, a su mamá, a mis tíos, primos, a mi abuela. Descubrir y reconocer
mi sangre en la de ellos, en sus gestos, en su manera de hablar, en sus risas, en sus
llantos, en sus locuras, en sus vicios, en sus esperanzas, en su desconsuelo. Un
destino común nos unía, invisible, pero palpable. Un destino que nos hermanó
prontamente, sin ni siquiera conocernos. Algo que compartíamos, y nos vinculaba
desde las miradas, sutilmente, sin necesidad de palabras. Lo atávico. Lo ancestral.
Algo que tenía gusto a nostalgia y alegría, a miseria y embriaguez. Como fiestas de
fin de año. Y estas palabras, que no sé qué quieren expresar, que no sé por qué las
escribo, tal vez por exhibicionismo, narcisismo, egocentrismo, o por debilidad, o
por melancolía, quizás sirvan como catarsis para disciplinar los suspiros. Pienso en
mis hermanas, tan chiquitas en aquel tiempo, tan solo 8 y 12 años creo que tenían.
Con ellas más que con cualquiera estoy unido por ese hilo invisible, por esa trama
que tejen las manos del destino en las historias de vida, en la ausencia, en la
tragedia. En ese hueco que queda para siempre en el alma. Un agujero que por más
que lo queramos tapar, siempre está. A veces da la impresión que está firme, que lo
tapamos bien, pero ante la primera lluvia, se desmorona. Me veo reflejado en
María, que lo dejó de ver casi a la misma edad que tenía yo cuando no lo vi más. Y
ellas, porque estuvieron más tiempo con él que yo, seguramente lo sentirán de otro
modo, no sé si más, pero seguro con otros matices que sólo sus almas conocerán.
Yo tuve un padre, pero no una figura paterna, y eso es algo que llevaré por siempre
en mi ser. Y así anduve errante, y ando, y andaré seguramente, buscando alguna
figura paterna. Conciente o inconcientemente. Lo busqué en mi abuelo, en mi vieja,
en amigos, en la noche y sus laberintos, en los libros, en la locura, en la frialdad, en
la política, en la religión, en mis novias, en mis amantes, en borrachos, locos,
drogadictos, delincuentes, hombre y mujeres de bien, ricachones y crotos, mujeres
fálicas y hombres desbordados, literatos y putos, y en cada uno de los seres que
conocí, quizá lo busqué, con mayor o menor ahínco, con el corazón o con la cabeza.
Ahora, casi a los 30, tengo ganas de ser padre. Con estabilidad económica y
emocional, con la compañera que siempre quise tener, me dan ganas. Y a veces me
imagino como padre, y me sorprendo, me parece irreal. Todavía no aprendí a ser
hijo y con ganas de ser padre. Disfruten los que le encuentran sentido al Día del
Padre. Para mí siempre fue una fecha rara, en la que me sentía más extraño que de
costumbre. Quizás algún día, si soy padre, aprenda a disfrutarla. Como en las
películas argentinas de los 80, como en Los Benvenutto, como en las propagandas.
Pero esto no es ficción, es la vida, y acá uno hace lo que puede.
Huellas

Para qué dejar huella? Por qué?


Sometí al tiempo preñando a la Historia con el nombre de mis hijos
Intenté cambiar el mundo
Desde lo colectivo
Desde mi liberación personal
Fui muy afortunado
Recibí tanto
Y di tan poco
Aunque hice un esfuerzo
por enderezar lo que creí torcido
al final me di cuenta que es mejor dejarse llevar
por la corriente de la vida
Tempestuosa, imparable, caótica, brutal
Y ya no intenté dejar huella
La dejé sin querer

Si querés comunicarte conmigo, para saludarme, invitarme a tomar un café,


filosofar, putearme o pedirme que te devuelva el dinero (cosa que NO voy a hacer,
LOLA), mandame un mail a maufer@live.com. Te voy a estar respondiendo a la
brevedad… No, mentira, cuando pueda (tengo una vida). Hasta todos los
momentos. Y Gracias por venir!!!

Tapa:

EL TIEMPO
ES UN MAL
PERDEDOR
Y OTROS RELATOS SIN
FINAL FELIZ + POESÍAS
PARA LEER BORRACHX

Solapa: Mauro Héctor Fernandez, 33 años, nació en Merlo


(B), creció en Cañuelas, y desde los 18 años vive en Junín.
Escribe desde los 15 años. Este es su primer libro.

Prólogo
“El Tiempo es un mal perdedor” es la recopilación
vanidosa y caprichosa de poesías y relatos que escribí
entre ¿2007? y 2018. Estos últimos años reduje bastante la
producción literaria, por algunas cuestiones personales,
pero el ojo y la llama poética siguen viendo y ardiendo en
mí. Quizás la edición de este libro me motive a seguir
plasmando con rudimentarias palabras la inefable unión
entre mi alma y las cosas, cuando emerge el hecho
artístico. O quizás no. En fin, es un gusto que me doy, y
espero que lo disfruten. Por cierto, yo no disfruté nada su
escritura.

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