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HOJAS CULTURALES - OBRA CULTURAL – Roger de Lauria, 4- 08010-BARCELONA

30 mayo 2010
LA CULMINACIÓN DEL ABURRIMIENTO

Me dicen que en un congreso de filósofos jóvenes el


presidente del mismo dio esta definición sobre la Vida
Eterna: «Eso es la culminación del aburrimiento.»
Este buen señor que empezó diciendo que no creía
en nada (y que sin embargo, hace definiciones de algo
en lo que no cree) nos dice sobre todo es que él vive
aburridísimo, puesto que tanto teme a esa Vida Eterna,
que podría alargar indefinidamente el vacío que ahora
«le llena». Por lo que se ve, a este filósofo no le entu-
siasman sus filosofías, no le da placer el hecho de pen-
sar, no siente el gozo de tener la cabeza llena de ideas.
Y se aburre. Y hay que ver lo aburrida que es la vida
cuando uno se aburre a fondo. Lógico que le tenga pá-
nico a una Vida Eterna que pudiera durarle por los si-
glos de los siglos.
Porque en lo que sí acierta este filósofo es en la idea de que la Vida Eterna será la culminación, la consumación
de lo que es ahora nuestra pequeña vida temporal y que lo que, en definitiva, haremos en el cielo o en el no-cielo
será lo que ahora estamos haciendo, pensando y viviendo. Dios no cambia a los hombres con una varita mágica
para que sean diferentes de como fueron. Al contrario, se limitará a perennizar lo que aquí hayamos sido, sólo que
multiplicándolo todo por el gozo de vivir con Él y ver su rostro adorable.
Y así los hombres estarán arriba como estuvieron aquí de divertidos o aburridos. Y cada uno amará con el tama-
ño del corazón que tuviera. En eso estará la diferencia entre los bienaventurados: todos serán plenamente felices,
pero cada uno lo será con el alma del tamaño que tenga; alguien que amó mucho aquí, que estiró mucho su cora-
zón, tendrá una plenitud más grande que el que se limitó a mantener el corazón tal y como se lo dieron.
Por eso pintamos siempre como superfelices a los santos de la corte celestial: fueron gente con mucha alma y
ahora tendrán, en el cielo, grandes capacidades para amar y, por tanto, para ser felices.
Y éste será el problema del demonio y los suyos. Si Satanás es, por definición, el que no sabe amar, ¿qué ten-
dría que hacer en el cielo? Estará allí, en ese sitio en el que las verdaderas llamas consisten en no amar a nada ni
a nadie. Lo mismo les ocurrirá a los suyos: cada uno tendrá aquello para lo que preparó su alma. Con que imagí-
nense ustedes lo que será la culminación del aburrimiento de nuestro aburrido presidente del congreso de filósofos.
Y los que aprendieron a amar, ¿qué amarán? Todo, porque el amor es indivisible. Empezarán por amar a Dios,
claro, y eso ya sería suficiente «entretenimiento» para siete eternidades, porque Dios tiene cuerda para rato. Luego
se amará todo lo demás: la belleza de los paisajes, de las músicas, de las artes, de las ciencias, de todo cuanto de
positivo hizo la Humanidad a lo largo de todos sus siglos.
Pero, claro, ante todo amaremos a los hombres, empezando por nuestros seres queridos. Y aquí sí que se apli-
cará el baremo de que cada uno encontrará en la gente que le rodea lo mismo que la encuentra en la actualidad en
este mundo: aquellos que encontraron insoportables a todos sus amigos y parientes, tendrán que recibir un suple-
mento de amor en el purgatorio; en cambio, aquellos que valoraban a todos los que les rodeaban encontrarán el
cielo facilísimo.
Y todo amor se salvará. No habrá amores perdidos. Más bien serán todos multiplicados. Porque supongo que no
hace falta aclarar que, cuando Jesús dijo aquello de que en el cielo ni se casarán ni se descasarán, no quiso decir
que arriba no habría lazos de amor. Simplemente ironizó un poco sobre los que toman las cosas demasiado a la
letra. Pero ¿cómo iba a rebajar El lo más grande de la felicidad, que es el amor eterno a los seres queridos?
Bueno, esta semana voy a rezar un poco por ese filósofo para que se alivie, para que le encuentre un poco de
saborcillo a la vida. Porque es que si el pobre se nos muere tan aburrido como está, la eternidad se le va a hacer
pero que muy larga.
JLMD

Charles Eugéne de Foucauld abandonó la religión a los catorce años. Oficial de la caballería france-
sa, libre y despreocupado, su regimiento fue enviado a Marruecos, donde tuvo ocasión de ver a los
musulmanes que, postrándose con la frente en el suelo cinco veces al día, hacían sus plegarías miran-
do en dirección a la Meca. Esto, según dijo, le hizo meditar profundamente hasta llegar a decir años
después: «Tan pronto como creí en la existencia de un Dios, me di cuenta de que no podía hacer otra
cosa que vivir para Él.» Finalmente. Se hizo sacerdote, y marchó a vivir en soledad al Sahara, con la
esperanza de que la presencia eucarística, hubiera de llevar a los árabes más cerca de la fe
verdadera. Fue asesinado por unos malhechores en 1916.

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REMEDIO CONTRA LA PÉRDIDA EL SANTO QUE PESCABA

Sta. Paula era un ama de casa feliz. Ella y su Galo nació en Irlanda. Dedicó su vida a predicar el
esposo tenían cinco hijos y formaban una familia Evangelio y cuando tenía tiempo libre, se dedicaba a
muy feliz. Cuando su marido murió, Paula lo su- tender las redes y se sentaba a la orilla de un río o un
frió intensamente, pero en lugar de pasar el re- lago, para disfrutar del deporte de la pesca. Era amigo
sto de su vida llorando decidió dedicarla a la de san Columbano y viajó con él predicando y ense-
Iglesia. Al principio Paula trabajó en Roma, don- ñando. Posteriormente, se convirtió en eremita y dedicó
de vivía su familia. Luego viajó con uno de sus su vida a la oración, pero se dice que el lugar donde
hijos a Tierra Santa y construyó un monasterio y vivía estaba muy cerca de un río y que era un sitio ideal
para pescar.
un convento allí. Como era de una familia noble,
Es fácil pensar que los santos no hacían otra cosa
Paula tenía dinero y utilizó la mayor parte del
que rezar, pero a muchos de ellos también les gustaba
mismo para colaborar en la construcción de mu-
pescar, cantar, jugar a la pelota y hacer muchas cosas
chas iglesias. Ella dejó de llorar para trabajar por que tal vez a ti también te gustan. La gran diferencia es
todo el mundo y vivió una vida exitosa y piadosa. que mucha gente hoy en día pasa todo el tiempo
Todos nos entristecemos alguna vez, pero haciendo muchas cosas y nunca deja ni un instante del
nadie debe permanecer TRISTE. día para rezar y hacer algo por los demás.

EFECTOS DE LA IRA EN EL HOGAR

Para el niño no hay personas más importantes en el mundo que sus padres. Pero si los ve pelearse e insultarse ne-
cesariamente su corazón queda desasosegado.
La ira que reprende con palabras hirientes y humillantes lleva a formar caracteres acomplejados, tristes y temerosos.
En cambio la corrección amable puede formar gentes alegres y emprendedoras.
Santa Teresita, la santa alegre y simpática, decía: "De niña yo no veía en mi casa sino demostraciones de amor y de
simpatía y esto contribuyó grandemente a hacer alegre mi infancia". Y San Francisco de Sales, el santo más amable y
más optimista, recordaba que su infancia transcurrió en un clima de afecto y de santa estimación entre todos sus fami-
liares.
Esto necesariamente lleva a formar personas muy inmunes a la depresión y muy inclinadas a la amabilidad y a la
alegría.

HAY PARA TODOS

En una ocasión acudió alguien a pedir consejo a Rabí Meír de Primishlán.


Se quejaba amargamente de que un competidor estaba privándole de su sus-
tento.
-¿Has observado alguna vez que, cuando un caballo va al río a beber, gol-
pea con el casco contra la orilla? ¿Sabes por qué lo hace?.
El hombre se limitó a mirar fijamente al rabí, enfadado porque éste parecía
no haber entendido en absoluto su queja.
-Te diré por qué -dijo-: cuando el caballo inclina la cabeza y la acerca al
agua para beber, ve su cara reflejada en el agua. Al pensar erróneamente que la imagen que se refleja es otro caba-
llo, patea el suelo para ahuyentarlo y quedarse el agua para sí. Ahora bien, a ti y a mí esa conducta nos parece estú-
pida. Sabemos que el temor del caballo es infundado, y que el río es capaz de abrevar a muchos caballos y no sólo a
uno».
-¿Y qué tiene que ver ese estúpido caballo conmigo y con mi sustento?».
-Tú, amigo mío, eres ese caballo. Te figuras que el río de la munificencia de Dios no puede sustentaros a ti y a
otro, y por eso te pones a patear con tus cascos para ahuyentar a un competidor imaginario.
-¿Imaginario?, dijo el hombre.
-Dios ha creado suficiente riqueza para todos. Lleva tus negocios tan prudentemente como puedas porque tu única
verdadera competencia es el reflejo de ti que ves en el río.
Vemos el mundo como una tarta con un tamaño determinado, e inmediatamente nos encontramos en competencia
con todos los demás para conseguir una porción cada vez mayor de la tarta. Pero ¿qué sucede si la tarta es infinita?
¿Qué sucede si hay de sobra para todos, con tal de que dejemos de intentar arrebatar y acumular? Si fuera así, no
tendríamos temor ni envidia a los demás; no supondríamos que el éxito del otro va siempre en detrimento nuestro. Sin
embargo, podría seguir siendo verdad que otros tuvieran más que nosotros.
Nuestro éxito personal no depende de nosotros sino de Dios. Puedes cerciorarte de que tu producto o servicio es
bueno, de que tus métodos comerciales son éticos, de que tu manera de presentarte es persuasiva. Pero, en definiti-
va, no puedes garantizar tu propio éxito.
¿Cuál es la ventaja de dejar el resultado en manos de Dios? Que consigues centrarte en lo que puedes controlar:
la índole de tu propio esfuerzo. A la postre, es esto, no una imaginaria recompensa, lo que te permitirá sentirte alegre,
con una meta y en paz.

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