You are on page 1of 86

DERECHO CANÓNICO FUNDAMENTAL I:

-CLASES SEMINARIO-

1. DERECHO Y JUSTICIA.
1.1 INTRODUCCION.

La Iglesia católica es una comunidad mistérica: solamente a la luz de la fe puede percibirse


su completa realidad, portadora de vida divina –carácter teándrico de la Iglesia- (Cfr. CCE
(CATIC) 770,779).

La Iglesia es un organismo visible y social, anclado en el tiempo y en el espacio, dotada


desde sus inicios de una organización y de normas propias, en definitiva, de un sistema
jurídico conocido como DERECHO CANÓNICO.

La doctrina católica ha entendido siempre el Derecho como un factor esencial de la Iglesia


in terris; un factor connatural a su vida. El misterio de la Iglesia incluye originariamente
elementos jurídicos. Jesucristo ha constituido su Reino en este mundo como un cuerpo
social y visible, con una insoslayable dimensión de justicia: y Él mismo, al fundar la
Iglesia, ha establecido el núcleo más específico y esencia de su ordenamiento.

El estudio del derecho canónico aparece como uno de los componentes de toda formación
cristiana que pretenda ser completa, necesario para alcanzar un conocimiento adecuado
del ser y de la misión de la Iglesia; por ejemplo, los conocimientos que debe recibir todo
cristiano acerca del orden del Pueblo de Dios (constitución jerárquica de la Iglesia,
exigencias derivadas de la fe y la comunión, requisitos de validez y licitud en la
administración de los sacramentos, etc.).

Una buena formación canónica de base ayuda al cristiano a comprender la importancia de


la justicia, comenzando por la justicia dentro de la Iglesia; y a adquirir una sana mentalidad
jurídica, que le capacita para captar en su justo valor y sentido los elementos jurídicos de
la vida de la Iglesia.

Este conocimiento contribuye a superar algunos planteamientos, todavía muy extendidos,


que tienden a contraponer la ley al Evangelio, la justicia a la caridad, o a considerar el
Derecho como un freno a la acción pastoral o un obstáculo para la libertad y eficacia
profética de los carismas.

Con el estudio del derecho canónico podrá advertirse mejor que la ley eclesiástica tiene
un profundo y genuino carácter pastoral, anclado en el Evangelio, en la Tradición y en el
Magisterio auténtico de la Iglesia. “La ley en la vida de la Iglesia es algo muy santo. No
es una forma vacía, ni un arma para tener en un puño las conciencias, sino una razonable
y sobrenatural ordenación, según justicia. No es un simple instrumento para mandar, sino
una luz para el servicio de la Iglesia entera, para iluminar a todos la senda del
cumplimiento del gran mandamiento del amor” (San Josemaría Escrivá de Balaguer).

A la luz de este estudio se entenderá mejor la necesidad de respetar lo que prescribe la


Iglesia y de poseer un mínimo saber canónico a la hora de administrar los sacramentos, o
de solicitarlos razonablemente, para no incurrir en actitudes injustas o arbitrarias, y vivir
la auténtica caridad pastoral y la verdadera comunión eclesial.

El Derecho Canónico más que una traba es un cauce para el recto ejercicio y vivencia de
los carismas, su fin “no es el de suplantar, en la vida de la Iglesia, la fe de los fieles, su
gracia, sus carismas y, sobre todo, su caridad. Por el contrario, tiende más bien a generar
en la sociedad eclesial un orden que, dando primacía al amor, a la gracia y al carisma,
facilite al tiempo su ordenado crecimiento en la vida, tanto de la sociedad eclesial, como
de todos los que a ella pertenecen” (Const. Ap. Sacrae Disciplinae Leges).

1) ALGUNOS CONCEPTOS:

CANON: El sustantivo español canon “regla, precepto” (y especialmente en el Derecho


de la Iglesia que por ello se denomina Canónico y a su perito canonista) procede del latín
canon, el cual es una transcripción del griego kann “caña, vara larga” y de ahí “regla,
modelo, canon” (es decir, del instrumento medidor a la norma, como el latino regula o su
derivado español regla).

DERECHO: IUS - IURIS = derecho. Etimología: Él término “derecho”, proviene del


latín directum -participio pasivo del verbo dirigere: dirigir- por lo que etimológicamente
equivaldría a “lo dirigido” o “lo derecho”, o sea lo que es recto o está “a derechas”.

Aclarando que en latiń , no se empleaba el término directum en lo jurídico, sino ius. Esta
palabra, a su vez, proviene, según la filosofía moderna, de una de estas dos voces
sánscritas: una es la raíz YU (de donde proviene iugum y iungere, es decir, “yugo” y
“unir”, “juntar”) y, la otra sería la raíz YOH (de donde viene Jovis o sea Júpiter) “y
significa algo santo, sagrado, que procede de la divinidad.

Santo Tomás hace derivar ius de iustitia (justicia) (S. Teol., II-II, q. 57, a. 1) inspirándose
en San Isidoro de Sevilla.

Lo importante de estas apreciaciones, es que ambas etimologías indican bien que, desde
un principio, se vio en el derecho algo obligatorio, vinculante, o bien, asimismo, algo
2
santo y sagrado; algo por encima del mero hecho de la fuerza o de la rutina; algo que
“debía ser” y tenía una última garantía divina, pues procede de la divinidad.

El idioma latino hace ver la conexión entre el derecho y lo justo, y, por lo tanto, entre el
derecho y la justicia. La virtud de la justicia es algo necesario para el buen orden de la
sociedad política en cuanto tal. Por eso, el derecho, en la perfección de su desarrollo, es
algo político, porque sólo se da en la polis, en la sociedad política. A partir de esta
distinción, podremos ver en el desarrollo del derecho, en primer lugar, una exigencia del
orden socio – político, y en un segundo lugar, ya como objeto de la virtud de la justicia.

1.2 ENTREMOS EN MATERIA:

A. La palabra DERECHO expresa siempre algo que se refiere a la ley: ya significa la ley
misma o el conjunto de leyes, ya el objeto de la ley o también el efecto de la ley1.

B. En sentido estricto se define en el tomismo como: el poder moral que cada quien tiene
de disponer de lo suyo o de reclamar lo que le es debido. Por lo tanto:
1. La esencia del derecho no consiste en un poder físico sino moral, esto es, conforme
a la razón y a las reglas de la moral. Porque la fuerza puede ejercerse sin ningún
derecho; y el derecho existe sin contar con la fuerza. Tengamos presente todo lo
que ya estudiamos de la ética filosófica tomista.
2. El sujeto del derecho es una persona moral, dotada de inteligencia y de voluntad;
solo una persona, individual o colectiva puede ejercer un poder moral2.
1
Suma Teológica, II-II, a. 1 ct. 2.
2
PERSONA: El Derecho Romano es la columna vertebral de nuestro sistema jurídico. En el proceso de comprensión
del Derecho romano nos encontramos con el concepto de persona. La palabra PERSONA deriva de la voz latina
PERSONAE la que era utilizada para designar las máscaras que los actores usaban en el teatro romano, primordialmente
para asumir una actitud trágica o jocosa, según el papel que les tocara representar. Si bien, la “persona” para el Derecho
contemporáneo es todo ente capaz de adquirir derechos y contraer obligaciones, y a consecuencia de ello se entiende
que todos los seres humanos somos personas, en sus orígenes esto no era así. Fuentes históricas afirman que en la
sociedad romana no todos los hombres eran sujetos de derecho. Algunos autores sostienen que el Derecho Romano
concebía dos tipos de personas físicas y una de ellas carecía totalmente de derechos, estos eran los esclavos y los
extranjeros. Sin embargo, no puede considerarse persona a quien no es sujeto de derechos y obligaciones, por tanto, en
Roma sólo existía un tipo de persona o Sujeto de Derecho, y éste era el hombre que reunía estas condiciones exigidas
por el Derecho Romano: Ser Libre (Status Libertatis), Ciudadano (Status Civitatis) y Jefe de Familia (Status Familiae).
Únicamente la posesión de estos tres estatus daba al hombre plena capacidad jurídica y calidad de persona. Por
consiguiente, aquellos que no reunían estas condiciones, tales como los esclavos y los extranjeros, no eran considerados
personas, la razón: carecían de derechos.
Persona Jurídica o pública: El derecho romano reconocía cierta capacidad jurídica de ciertos entes sociales a los que
denominaba corpora y en épocas posteriores con el conocimiento de la representación directa, nació la persona jurídica
con características propias y definidas tales como las corporaciones y fundaciones, dándoles categoría de sujetos de
derecho aptas para adquirir derechos y contraer obligaciones. La capacidad de estas personas jurídicas está limitada
específicamente a la adquisición y ejercicio de derechos patrimoniales, los cuales son susceptibles de apreciación
pecuniaria y de lucro, Poseen bienes comunes y fondos propios, intervienen en las relaciones sociales por medio de un
representante. El derecho romano clasificó al igual que la doctrina moderna a las personas jurídicas en personas jurídicas
de derecho público y de derecho privado. Las personas jurídicas, o sea, las denominadas personas ficticias, abstractas o
artificiales, eran en Roma, principalmente, la República, los municipios y las ciudades. Posteriormente, durante el Bajo
3
3. El derecho produce siempre un efecto, porque determina en otro una relación
correlativa: supone por lo tanto una segunda persona moral (con quien hay
controversia).
4. Él objeto inmediato del derecho es un acto en el que se tiene el poder moral de hacer
o de exigir de otro: por ejemplo, yo tengo el derecho de tomar mi dinero o el de
exigir a mi criado me sirva la mesa.
5. El derecho se funda, con la ocasión de un acto que se llama título (acto de venta, de
cambio, etc…), sobre la ley positiva o sobre la ley natural, de suerte que se está
basado sobre la ley eterna.

C) El derecho y sus funciones en la vida y convivencia humana, social y eclesial.


El hombre no es un ser solitario, no es isla. Fue creado para vivir en comunidad, para
formar una sociedad de convivencia, crecimiento y plenitud de realización.

1.3 EL DERECHO está intrínsecamente presente en la vida de las personas (derechos


humanos)3. Los derechos humanos son derechos inherentes a todos los seres humanos,
sin distinción alguna de nacionalidad, lugar de residencia, sexo, origen nacional o étnico,
color, religión, lengua, o cualquier otra condición. Todos tenemos los mismos derechos
humanos, sin discriminación alguna. Estos derechos son interrelacionados,
interdependientes e indivisibles.
Los derechos humanos universales están a menudo contemplados en la ley y garantizados
por ella, a través de los tratados, el derecho internacional consuetudinario4, los principios
generales y otras fuentes del derecho internacional. El derecho internacional de los
derechos humanos establece las obligaciones que tienen los gobiernos de tomar medidas
en determinadas situaciones, o de abstenerse de actuar de determinada forma en otras, a
fin de promover y proteger los derechos humanos y las libertades fundamentales de los
individuos o grupos, en las relaciones humanas, en la vida social de las personas.

El DERECHO es algo connatural a la vida en sociedad pues “Ubi societas, ibi IUS”5

Imperio, este reconocimiento se extendió a los grupos religiosos como las iglesias, los monasterios y hospitales, aquí
tenemos el origen de las personas jurídicas colectivas de carácter público.
En el derecho moderno las personas jurídicas se definen como organización de personas o de personas y de bienes a la
que el derecho reconoce capacidad unitaria para ser sujeto de derechos y obligaciones, como las corporaciones,
asociaciones, sociedades y fundaciones.
3 Los derechos humanos universales están a menudo contemplados en la ley y garantizados por ella, a través de los

tratados, el derecho internacional consuetudinario, los principios generales y otras fuentes del derecho internacional. El
derecho internacional de los derechos humanos establece las obligaciones que tienen los gobiernos de tomar medidas
en determinadas situaciones, o de abstenerse de actuar de determinada forma en otras, a fin de promover y proteger los
derechos humanos y las libertades fundamentales de los individuos o grupos, en las relaciones humanas, en la vida
social de las personas.
4 Llamado así por el uso o costumbres, derechos no escritos, también puede ser lo convencional
5 ULPIANO: (Domicio Ulpiano; Tiro, 170 - Roma, 228) Jurisconsulto romano considerado uno de los más grandes de

la historia del derecho. Miembro de una de las más ilustres familias ecuestres de la provincia romana de Siria, fue el
discípulo más aventajado del insigne jurista clásico romano Papiano, de quien fue asesor cuando éste ocupó el cargo de
perfecto del pretorio en el año 203, cargo en el que permaneció hasta el 212.
4
El derecho busca establecer un orden en la vida social, un orden que responda a las
exigencias de JUSTICIA (constans et perpetua voluntas ius suum cuique tribuendi – el
derecho es la constante y perpetua voluntad de dar a cada uno lo que es suyo- Ulpiano).

Los Preceptos Fundamentales del derecho de Ulpiano o Las tres Máximas de Ulpiano son:
vivir honestamente, no dañar a nadie y dar a cada uno lo que es suyo (Iuris praecepta sunt
haec: honeste vivere, alterum non laedere, suum cuique tribuere, D.1.1.10.1).
 Vivir honestamente. Estos preceptos, de contenido moral, no dejan por ello de ser
también jurídicos. El Ius sirve para garantizar la pública honestidad y las buenas
costumbres y quien las viole, será pasible de la sanción jurídica por ser su proceder
contrario al honeste vivere.

 No dañar a nadie. Quien se abstiene de la conducta prohibida por las leyes obedece
al precepto de no hacer daño a nadie, siendo justo (alterum non laedere). La
alteración del justo equilibrio que lesiona los afectos, la persona y sus bienes, es
decir, conlleva una lesión en sus derechos, obliga al restablecimiento del orden
agredido.

 Dar a cada quien lo suyo (suum cuique tribuere). Quien hace lo que las leyes
mandan cumple con dar a cada uno lo suyo. Cumplir los contratos, guardar los
pactos, reconocer los derechos de los demás están ínsitos en el dar lo suyo a cada
cual. Entre otros conceptos de importancia tenemos iustitia e iurisprundentia.

Dos elementos esenciales del DERECHO: es una realidad SOCIAL, vinculada con la
realización de la justicia, es decir, el DERECHO, como realidad humana y social, es
inseparable de la idea de justicia.

DERECHO o ius designa primeramente el objeto de la justicia: el dar a cada uno lo suyo
(unicuique suum tribuere). Su objeto es lo justo, la res iusta, la cosa o negocio justo o
debido, aquello que, estando atribuido a un sujeto, le es debido en estricta justicia porque
es algo suyo.

En las relaciones humanas y sociales es necesario que exista un orden que responda en lo
posible a las exigencias de justicia; y ese orden presupone un DERECHO que sirva para
establecerlo y garantizarlo.

La fuente primaria del DERECHO está más allá del Estado y de la sociedad: es del hombre
mismo de quien originariamente dimana el DERECHO.

5
Ahora bien, el origen primero del DERECHO del ser humano radica el Dios mismo,
creador y del hombre.

D) DEFINICIONES DE DERECHO: “Es la ordenación social imperada que estructura


según justicia, las relaciones humanas intersubjetivas en vías al bien común de la sociedad
y al bien de cada uno de sus miembros”. Es decir, hablamos de un orden social justo.

“En general se entiende por Derecho, el conjunto de normas jurid́ icas creadas por el
Estado, para regular la conducta externa de los hombres y en caso de incumplimiento esta
prevista de una sanción judicial”6.

“El Derecho es el conjunto de normas que imponen deberes y normas que confieren
facultades, que establecen las bases de convivencia social y cuyo fin es dotar a todos los
miembros de la sociedad de lo mínimo de seguridad, certeza, igualdad, libertad y justicia”7

El derecho en cuanto ordenación social que estructura jurídicamente las relaciones


humanas intersubjetivas, tiene como fin lograr un orden social justo. El derecho le da
orden a la sociedad y a las relaciones interpersonales según el derecho de cada uno y el
bien común de toda la sociedad8.

6
Flores Gomes González, Fernando y Carvajal Moreno, Gustavo, Nociones de Derecho Positivo Mexicano, Editorial
Porrua, Vigésima quinta Edición, México 1986, p. 50.
7 Pereznieto y Castro Leonel, Ledesma Mondragon Abel, Introduccion al estudio de Derecho, segunda edicion, editorial
́ ́ ́
Harla, p.9.
8 Bien común: Es aquel bien que no es propiedad privada de ninguna persona, sino que, por el contrario, corresponde

a todos y es utilizado por todos como, por ejemplo, el aire, el agua de lluvia, el mar, la luz del sol. La idea de que el
bien común constituye el fin último del derecho proviene de la filosofía aristotélico-tomista. Como el derecho constituye
un ordenamiento social, su finalidad suprema no puede ser otra cosa que la de obtener lo que esa sociedad se propone.
Las aspiraciones de la comunidad se inclinan naturalmente a buscar su propio bien. Y ese bien de la Sociedad entera
constituye el bien común, Nacional o internacional, según sea la esfera de aplicación del derecho que se proyecta o se
juzga.
Para Santo Tomás, es éste y no otro (no puede ser otro) el fin último de toda acción política, es decir, de toda acción en
la sociedad, sea de los príncipes, sea de los súbditos. Es decir, tanto gobernantes como gobernados deben actuar de
acuerdo a ese fin, el bien común. el bien del hombre es la felicidad. Todo hombre en cuanto individuo, en cuanto
humano, está ordenado a encontrar la felicidad. Pues entonces, el bien, cunado es común, se refiere a la felicidad común.
Aquí hay que hacer una precisión. El mismo Santo Tomás declara, que el bien común es el bien de la totalidad, de toda
la comunidad. No es un bien personal, ni siquiera la suma del bien o la felicidad personal. El bien común es el bien de
la totalidad de la comunidad, puesto que el bien del todo es mayor que el bien de las partes, y el hombre forma parte de
una comunidad, por lo tanto, es mejor el bien de la totalidad que el bien personal (Cfr. Comentario de Tomás de Aquino
a las Sentencias de Pedro Lombardo, dist. XIX, q. 5, a. 2, ad 1; Suma Teológica, art. 2 de la Q. 90 de la la. Ilae., habla
de que toda ley se ordena siempre al Bien Común y dice: "Como acabamos de decir, la ley pertenece a lo que es principio
de los actos humanos (la razón), porque es regla y medida. Mas como la razón es principio de los actos humanos, así
también en la misma razón existe algo que es principio respecto de todo lo demás; de aquí que es necesario que a esto
pertenezca la ley principal y máximamente. Pero el primer principio en el obrar, sobre el cual versa la razón práctica,
es el fin último…”).
Puede afirmarse que el bien común es la finalidad social suprema hacia la cual tienden todos los objetivos del hombre;
de tal manera que la justicia, el orden, la paz y la seguridad son como las bases en que se asienta el bienestar colectivo.
Y como es una finalidad Suprema de la sociedad -y no del derecho aisladamente considerado-, el bien común es en
definitiva el último intérprete de esos otros fines exclusivamente jurídicos, el que juzga su oportunidad, el que dirime
6
E) PROPIEDADES DEL DERECHO: De la definición del derecho resultan cuatro
consecuencias sobre la inviolabilidad, la coerción, la limitación, y el conflicto de
derechos.
1. La inviolabilidad: sería contradictorio que una persona tuviera el derecho de hacer
libremente algo y que otra tuviera al mismo tiempo el derecho de impedir el
ejercicio de ese poder. Si así fuese, el derecho se opondría al derecho, la verdad se
opondría a la verdad.
2. La coerción: es el poder de servirse de la fuerza física para defender una persona
su derecho, o para exigir lo que le es debido. Sin ello, el derecho a menudo sería
ineficaz, y su inviolabilidad moral vendría a ser inútil o insuficiente.
3. La limitación: porque toda actividad individual debe estar sabiamente limitada por
la ley, en atención al bien común: por lo cual ciertas acciones son prohibidas,
aunque no sean malas en sí mismas y tal prohibición se llama limitación del
derecho.
4. El conflicto de derechos: se llama así metafóricamente a la oposición de varios
derechos a propósito del mismo objeto, de suerte que el ejercicio de uno impide el
ejercicio del otro. Esta oposición es solo aparente. En el caso de conflicto entre dos
derechos, por ejemplo, el derecho humano debe inclinarse ante el derecho divino.

F) FUNCIONES DEL DERECHO:


1. Ordena las exigencias sociales de justicia que se dan en las relaciones interpersonales
y en las relaciones mutuas entre el individuo y la comunidad. En este sentido, procura:
- la armonía en el dinamismo social.
- el reconocimiento, tutela y promoción del derecho (inherentes a la dignidad y la
libertad humana).
- la defensa de los DERECHOS de la sociedad como tal.
2. Soluciona conflictos y tensiones mediante la ACTIVIDAD JUDICIAL:
 evitar la justicia por propia mano (la ley del Talión) y, también, la ley de la selva,
del más fuerte….
 Tiene una función educativa –no sólo punitiva (que castiga)- de las penas.
3. Garantiza la armonía social con la defensa del orden social establecido en el
ordenamiento jurídico. La existencia de este ordenamiento jurídico hace posible la justicia
y el derecho, aunque siempre es perfectible.

Recordemos que, el DERECHO: en parte es un orden DADO por DIOS: Derecho natural;
derecho divino positivo. Y en parte es creación del hombre, derecho positivo.

sus conflictos, el que hace prevalecer a uno sobre otro y el que encauza a todos, teniendo en consideración las
circunstancias sociales a que debe adecuarse el derecho. Por lo cual puede llegarse a la conclusión de que las normas
jurídicas tienen también, como su finalidad más elevada y remota, el bien común.
7
Este fenómeno jurídico, que nace Dios y se da como un don al hombre para su recta
convivencia en la justicia y el derecho no es ajeno a la Iglesia. El DERECHO es connatural
a la vida de la Iglesia.

La naturaleza misma de la Iglesia en su carácter teándrico es un misterio de fe que requiere


de un DERECHO PROPIO, al que conocemos como DERECHO CANÓNICO.

1.3 LEY:

En la ética filosófica estudiamos que los principios extrínsecos de los actos humanos son
dos: el fin último o causa final de los actos humanos; y, la ley o causa ejemplar, por medio
de la cual el hombre dirige sus actos hacia su fin natural.

El estudio de las leyes son el principio y la regla de la obligación moral. Recordemos que,
el origen psicológico de la actividad humana se presenta:
1. Muy compleja: además de las funciones fisiológicas del organismo tiene otras
actividades propias: son muchos los conocimientos y los apetitos en el orden
sensible y en el orden intelectual.
2. Consciente y libre: porque sólo el hombre puede juzgar y puede escoger un bien
entre varios después de un consejo deliberado.
3. Recta y bien ordenada: cuando realizada conforme a la ley, dirige al hombre hacia
el fin que éste ha recibido de Dios. La actividad humana no solamente excita este
fin, sino que:
a) Viene a ser el principio de la distinción del bien y del mal
b) Es el fundamento, al menos próximo, de la obligación moral y de todos nuestros
deberes, pues el acto es obligatorio para la obtención del fin.
c) Es una sanción inicial, dado que el acto humano o persigue la bienaventuranza
o la aparte de él mismo, esa es la sanción del acto humano9.

Para la escuela tomista, el hombre en todos sus actos libres, persigue un fin (el objeto
propio de la voluntad libre es el bien, real o aparente), y un fin último es el que es querido
por sí mismo, siendo queridos por él los otros fines intermedios y los medios que han de
procurarlo.

Según Boecio, la bienaventuranza es un estado de perfecta felicidad por la reunión de


todos los bienes; es el bien perfecto en cuanto que satisface completamente todos los
deseos. El fin del hombre es aquello a lo que está invenciblemente atraído: tal atracción,
en efecto, viene de Dios, autor de la naturaleza.

9
Suma contra gentiles, III, c. 140, no. 2.
8
La obtención de la bienaventuranza es:
I. Es obligatoria: Porque la inclinación invencible del hombre es hacia su
bienaventuranza y debe seguir la inclinación de la naturaleza de la que Dios es
el autor.
También los deberes del hombre hacia Dios, para con él y con el prójimo son
medios necesarios para obtener el fin.
Él hombre debe estar obligado por alguien y a alguna cosa. Pero no puede estar
obligado por sí mismo, ni por un ser inferior, sino por un ser superior, por el
autor de la naturaleza, Dios.
II. Es posible: La obtención de nuestro fin debe ser posible, pues de lo contrario
repugna al deseo natural del hombre, y Dios no puede empujarnos a un fin
imposible.
III. Es segura condicionalmente: es decir, la inclinación que Dios ha puesto en el
corazón del hombre equivale a una promesa; la bienaventuranza está asegurada
de parte de Dios. No está asegurada de nuestra parte a causa del uso de la libertad
del hombre.

Por el estudio de la ética sabemos que las leyes de los actos humanos 10 son el principio y
la regla de la obligación moral y que se dividen en cuatro partes: 1º la ley en general; 2º
La Ley eterna; 3º La ley natural; y, 4º La ley positiva.

¿QUE ES LA LEY?
Etimológicamente, la palabra Ley, para Cicerón, proviene del verbo latino "legere", que
significa leer, expresión que viene de la costumbre romana de grabar las leyes en tablas y
exponer estas al pueblo para su lectura y conocimiento.

Para San Agustín, deriva del verbo latino "deligare", que significa elegir, por cuanto el
camino de la ley indica el camino a seguir en nuestras vidas.

Para Santo Tomás de Aquino, sin rechazar las anteriores etimologías, sostiene que la
palabra ley proviene del verbo latino "ligare", que significa ligar, obligar, porque es propio
de la ley el ligar la voluntad de alguien a algo, obligándolo a seguir una determinada
dirección. Para Santo Tomás la palabra ley viene de ligare, ligar, porque la ley es un
vínculo que obliga a obrar11.

Santo Tomás define la ley moral como un orden racional promulgado, en vista del bien
común, por quien está encargado de regir a la comunidad12.

10
Suma Teológica, I-II, q. 90-97
11
Suma Teológica, I-II, q. 90, a. 1 y 2
12 Suma Teol., I-II, q. 90, a. 1y 2.
9
 1º en el ORDEN RACIONAL: la ley indica una regla, no arbitraria, sino racional,
que dirige los actos humanos hacia su fin.
 2º La ley se hace en atención al bien común, esa es la causa final de la ley. La ley
debe dirigir hacia el bien común (el fin último de la vida humana es la felicidad o
la bienaventuranza), porque el individuo no es más que un miembro de una
comunidad, y la ley atiende directamente a la perfección del conjunto.
 3º La ley se establece por el encargado de regir a la comunidad: tal es la causa
eficiente, el legislador. Nadie puede mandar a una comunidad si no es el jefe o el
superior legítimamente designado –no ha cualquiera le toca hacer la ley-.
 4º La condición de la ley es que sea promulgada13; de otra manera no obligaría su
materia, que es la causa material. Los súbditos no están obligados a regir sus actos
conforme a una ley mientras no se conoce.

CARACTERÍSTICAS DE LA LEY.
1. Posibilidad. La ley debe ser posible, porque a lo imposible nadie está obligado.
Y por tanto es necesario que sea justa, porque es un orden racional. De otra
manera no sería moral, sino puramente legal, y por eso debe emanar de la
autoridad competente: Para no violar la justicia legal.
2. Generalidad. Es de carácter general, para todos, nadie está exento de no acatarla.
Para no violar la justicia distributiva, debe imponer, a todos los súbditos cargas
iguales.
3. Coercitividad. Tiene su mecanismo de hacer cumplir lo que ella dispone.
4. Obligatoriedad. Todos debemos cumplirla, es de orden público.
5. Validez. La autoridad competente solo puede producir leyes, cuando la ley es
emitida por autoridad competente recién tiene validez.
6. Útil. La ley debe ser útil, es decir, tender al bien común.
7. Estable. Debe ser estable, depende del legislador y obliga mientras no sea
revocada por él o por la autoridad competente14.
8. Eficaz. Entendemos que la ley es eficaz cuando resuelven problemas. Cuando no
resuelve problemas no es ley.
a) Para regular conductas.
b) Resuelve colisiones de intereses.

NECESIDAD DE EMITIR LEYES.


¿Por qué necesitamos leyes?
 Regular una sociedad y la convivencia en sociedad
 Regular las instituciones estatales o privadas.
 Porque se presentan problemas y la ley representa soluciones.

13
Suma Teol., I-II, q. 90, a. 4.
14
No hay que confundir la ley, el bando y el precepto: el precepto impone una obligación a un solo individuo; el bando,
a la comunidad, aunque sólo por un tiempo; la ley, a la comunidad, pero de una manera estable.
10
 Porque necesitamos soluciones para resolver nuevos problemas.
 Ley limita derechos y obligaciones.
 Por necesidades políticas en el entendido de que Política es el arte de gobernar.
 Por necesidades sociales.

CONSEJOS PARA REALIZAR LEYES.


1. ¿Qué debemos valorar para hacer una ley? (consejos)
2. Identificar el verdadero problema.
3. Establecer las causas reales que dan lugar al problema.
4. Plantearse los objetivos. (Eliminar las causas que tienen el problema y dar
soluciones).
5. Buscar que no haya una disposición similar. (Buscar que se efectivice una ley
puede ser a través de un reglamento).
6. Ser Prospectivos. (Ver si efectivamente esa ley va a solucionar problemas).

Todas las leyes son órdenes racionales. Se distinguen una de otras en que no todas se
hacen en el mismo tiempo, ni son promulgadas por el mismo medio, ni son impuestas
inmediatamente por la misma autoridad, ni dirigidas hacia el mismo fin. Según Santo
Tomás, las diversas especies de leyes son15:

LA LEY ES HECHA
O de toda la eternidad O en el tiempo
Y se llama ley eterna Y se llama ley temporal
LA LEY TEMPORAL SE MANIFIESTA
O por el uso de la razón O por un uso exterior
Y se llama ley natural Y se llama ley positiva
LA LEY POSITIVA ES IMPUESTA
Inmediatamente por Dios O por una autoridad humana
Y se llama ley divina Y se llama ley humana
LA LEY HUMANA CONCIERNE
A la sociedad religiosa O a la sociedad civil
Y se llama ley eclesiástica Y se llama ley civil

Por tanto, debemos de tener claro que el fin remoto de la ley es hacer buenos a los
hombres. En efecto, la ley dirige a sus súbditos hacia el bien común y su fin último 16: el
bien es obedecer la ley, y esta obediencia es la virtud que los hace buenos.

15
Suma Teol., I-II, q. 91.
16
Suma Teol., I-II, q. 92, a. 1.
11
Por otro lado, el fin próximo de la ley es la obligación o el deber. Se llama así, a una
necesidad, no física, sino moral, de hacer u omitir tal o cual acto, provocada por el superior
en su subordinado. Es una obligación lo que liga la voluntad, aún a su pesar. El origen de
esta obligación procede de la autoridad, es decir, del derecho de mandar a la voluntad y
de imponerle el deber de la obediencia.

2. EL DERECHO EN EL MISTERIO DE LA IGLESIA.


Obviamente NO puede explicarse el DERECHO de la Iglesia sólo desde la perspectiva
societaria; pues la Iglesia ES –(también)-: designio trinitario destinado a la salvación del
género humano; realidad sobrenatural (salus animarum c. 1752).

A) En el DERECHO CANÓNICO existen elementos de carácter divino y de carácter


humano:

12
1. DERECHO DIVINO: Es el conjunto de factores jurídicos que tienen a Dios por
autor. Contiene la voluntad fundacional de Cristo, que incluye normas, principios
de orden y exigencias de justicia.
EL DERECHO DIVINO: Es verdadero derecho, pero, para que tenga
EFECTIVIDAD (histórica) necesita:
A. POSITIVARSE: Es la toma de conciencia eclesial del contenido concreto del
Derecho Divino.
B. FORMALIZARSE: Cuando la técnica jurídica acoge estos factores de derecho
divino (en normas, recursos, derechos subjetivos...)
2. DERECHO HUMANO: es el esfuerzo por concretar y desarrollar históricamente el
programa de convivencia trazado por Cristo al fundar su Iglesia.
CONCLUSIÓN: La dimensión jurídica es intrínseca a la naturaleza de la Iglesia. Esta
tiene su propio derecho: el DERECHO CANÓNICO, en el que el derecho divino
constituye su núcleo fundamental que estructura e informa toda su realidad.

B) Los ANTIJURIDICISMOS:
Desde los orígenes hasta los tiempos actuales el derecho canónico NO ha sido
pacíficamente acogido por todos (y no sólo fuera de la Iglesia). A esto respondemos
que:
 Una premisa fundamental para responder a los antijuridicistas es que especialmente
en la Iglesia “sin justicia no puede haber caridad”.
 Los recelos para con el derecho canónico obedecen a una notable incomprensión
de su naturaleza divina y humana (incomprensión por no decir ignorancia).
 El derecho no puede ser nunca un obstáculo para los carismas; ni para la legítima
libertad del fiel.
 Al contrario: la libertad es un derecho tutelado por el derecho mismo.
 También fuera de la Iglesia el derecho canónico es desconocido e ignorado, es
menospreciado para responder a los temas de matrimonio, educación de la prole,
sobre temas de política, economía, justicia social, etc.

C) Raíces sacramentales y carismáticas del derecho canónico.


Nuestro Señor Jesucristo fundó su Iglesia y le dio una estructura basada en los
sacramentos.

Los sacramentos vienen a conformar fundamentalmente el “bien público” de la Iglesia.


Los sacramentos son norma fundamental de la constitución de la Iglesia. Su
administración genera situaciones y vínculos relevantes con el derecho.

13
La trascendencia jurídica de los sacramentos se manifiesta con particular relieve en el
bautismo y el Orden Sagrado. Pues todos los sacramentos dependen del bautismo (c.
84917), y el Orden Sagrado es el sacramento de la jerarquía eclesiástica (c. 1008-100918).

La orientación del ordenamiento canónico debe tender a concretar, determinar y


desarrollar la virtualidad jurídica presente en los sacramentos: la eucaristía es el principal
sacramento. No solo contiene la gracia; también al autor de ella. Todos los sacramentos
están orientado a la Eucaristía (c.897)19.

No solo los sacramentos crean derecho en la Iglesia, también los carismas engendran
verdaderos derechos y deberes en la comunidad eclesial y pueden llegar a originar
estructuras en la Iglesia -Vida consagrada (c.573 y 57620)-.

D) Concepto de ordenamiento canónico:


El ordenamiento canónico es el conjunto de normas jurídicas vigentes en la Iglesia
católica, es decir, es un conjunto de normas; pero, sobre todo, es un sistema de relaciones
jurídicas que une a los fieles y los sitúa en una determinada situación jurídica dentro del
cuerpo social de la Iglesia y en orden a sus fines, al tiempo que comprende aquel conjunto
de factores que crean las relaciones, organizan la jerarquía o simplemente valoran o
regulan las conductas de los fieles.

17
C. 849: “Él bautismo, puerta de los sacramentos, cuya recepción de hecho o al menos de deseo es necesaria para la
salvación, por el cual los hombres son liberados de los pecados, reengendrados como hijos de Dios e incorporados a la
Iglesia, quedando configurados con Cristo por el carácter indeleble, se confiere válidamente solo mediante la ablución
con agua verdadera acompañada de la debida forma verbal”.
18
Cc. 1008: “Mediante el sacramento del orden, por institución divina, algunos de entre los fieles quedan constituidos
ministros sagrados, al ser marcados con un carácter indeleble, y así son consagrados y destinados a apacentar el pueblo
de Dios según el grado de cada uno, desempeñando en la persona de Cristo Cabeza las funciones de enseñar, santificar
y regir”.
1009: “§1: Los órdenes son el episcopado, el presbiterado y el diaconado”. § 2: “Se confieren por la imposición de las
manos y la oración consecratoria que los libros litúrgicos prescriben para cada grado”.
19 C. 897: “El sacramento más augusto en el que se contiene, se ofrece y se recibe al mismo Cristo nuestro Señor es la

Santísima Eucaristía, por la que la Iglesia vive y crece continuamente. El sacrificio eucarístico, memorial de la muerte
y resurrección del Señor, en el cual se perpetúa a lo largo de los siglos el sacrificio de la Cruz, es el culmen y la fuente
de todo el culto y de toda la vida cristiana, por el que se significa y realiza la unidad del pueblo de Dios y se lleva a
término la edificación del cuerpo de Cristo. Así pues, los demás sacramentos y todas las obras eclesiásticas de apostolado
se unen estrechamente a la Santísima Eucaristía y a ella se ordenan”.
20 C. 573 § 1: “La vida consagrada por la profesión de los consejos evangélicos es una forma estable de vivir en la cual

los fieles, siguiendo más de cerca de Cristo, bajo la acción del Espíritu Santo, se dedican totalmente a Dios, como a su
amor supremo, para que, entregados por un nuevo y peculiar título a su gloria, a la edificación de la Iglesia y a la
salvación del mundo, consigan la perfección de la caridad en el servicio del reino de Dios y, convertidos en signo
preclaro en la Iglesia, prenuncien la gloria celestial.
C. 576: “Corresponde a la autoridad competente de la Iglesia interpretar los consejos evangélicos, regular con leyes su
práctica y determinar mediante la aprobación canónica las formas estables de vivirlos, así como también cuidar por su
parte de que los Institutos crezcan y florezcan según el espíritu de sus fundadores y las sanas tradiciones”.
14
a) ¿Qué se entiende por la relación jurídica? Se denomina relación de justicia o
relación jurídica a la conexión de dos o más sujetos, contemplada y protegida por
el derecho, que supone un principio organizador que la mantiene.
b) ¿Cuáles son sus elementos integrantes? La relación de justicia está integrada por
los siguientes elementos:
 LOS SUJETOS QUE LA MANTIENEN: los sujetos de la relación, por
tratarse de una conexión según justicia deben ser al menos dos, de lo
contrario no habría alteridad, y encontrarse en un plano de cierta igualdad.
 SU OBJETO O CONTENIDO: es lo debido o exigible en justicia por cada
uno de los sujetos que en rigor consiste siempre en una conducta o prestación
hacia el otro.
 ÉL VÍNCULO O NEXO QUE LA ORIGINA: es el nexo con relevancia
jurídica entre los sujetos en orden al objeto: lo que hace que la prestación de
uno se convierta en algo debido en justicia hacia el otro.
 EL PRINCIPIO DEL ORDEN QUE LA PRESIDE Y LE DA
RELEVANCIA JURÍDICA: el principio del orden organizador que preside
la relación de justicia y que da valor jurídico al vínculo y a la relación es el
derecho –divino y humano-, entendido no solo como conjunto de normas
sino, incluyendo otros factores.

c) Las normas y los actos jurídicos son los principales factores jurídicos que intervienen
en el origen, modificación y extinción de esas relaciones.

E) Características del Derecho Canónico:


- UNIVERSALIDAD: el derecho canónico no es para una población o territorio. Es
para toda la humanidad, no importa la nacionalidad, la lengua, o la raza.
- UNIDAD Y VARIEDAD: (LG 3221). La Iglesia es UNA. También su derecho. Una
es la fe, unos los sacramentos: esto genera igualdad y derechos y deberes.
También la universalidad (al igual que la diversidad de carismas) exigen la
variedad. Esto genera la existencia del derecho particular; de potestades locales
(diocesanas), de concilios particulares, etc.
- PLENITUD: El ordenamiento canónico goza de plenitud de soberanía. No depende
de otro como el derecho Municipal, Nacional, Provincial, etc. Tiene completas sus
atribuciones y competencias.
En lo que se refiere al designio de salvación, no hay ninguna materia o situación
que resulte ajena a su potestad normativa

21
L.G. 32: “Por designio divino, la Santa Iglesia está organizada y se gobierna sobre la base de una admirable variedad.
Pues a la manera en que en un solo cuerpo tenemos muchos miembros, y todos los miembros no tienen la misma función,
así nosotros, siendo muchos, somos un solo cuerpo en Cristo, pero cada miembro está al servicio de otros miembros
(Rom. 12,4-5)…”
15
- ELASTICIDAD: Determinadas normas del DC, por su origen divino, son
inalterables (rigidez). Pero el resto –que constituye la mayor parte- tiene una
extraordinaria adaptabilidad a las diversas circunstancias de lugar, tiempo y
persona.
Este carácter flexible del ordenamiento canónico se manifiesta especialmente en el
fin último pretendido por el derecho canónico, la salus animarum (C. 1752).

F) Derecho Canónico y Pastoral.


- Para algunos, “la rigidez” del Derecho Canónico coarta el misterio de
evangelización y se opone a la necesaria espontaneidad de la acción pastoral de la
Iglesia.
- Si por “pastoral” entendemos: la actividad oficial pública de los ministros sagrados
para facilitar a todos los hombres, y particularmente a los fieles, los medios
sobrenaturales confiados por nuestro Señor Jesucristo a la Iglesia, para ayudarle a
su servicio ministerial22.
- Si por “pastoral” entendemos lo afirmado, EVIDENTEMENTE, el Derecho no
impide la misión; ni la pastoral puede ser anárquica (sin ley ni orden), ni arbitraria
(a voluntad o capricho de una persona); sino ordenada y justa. Además, es el
derecho quien garantiza la libertad de los fieles.
- Es necesario comprender el sentido y la esencia de la norma canónica; que es, ante
todo, ordenación de la razón.
- “La ley en la vida de la iglesia, es algo muy santo. No es una forma vacía, ni un
arma para tener en un puño las conciencias, sino una razonable y sobrenatural
ordenación según justicia. No es un simple instrumento para mandar, sino una luz
para el servicio de la Iglesia entera, para iluminar a todos, la senda del cumplimiento
del gran mandamiento del amor” (S. Josemaría Escrivá de Balaguer).

G) Derecho canónico y cultura jurídica.


- Todos los derechos tienen en común el derecho natural.
- Todo derecho necesita unos “medios técnicos” para la realización de la justicia en
las relaciones intersubjetivas.
- Todo derecho necesita la técnica jurídica. Por ejemplo: procesos, normas,
reglamentos.
- Históricamente el derecho canónico y el derecho común se nutrieron mutuamente,
dando lugar al IUS COMUNE23 de la cristiandad.
22
PASTORAL: Es la acción de los pastores en la Iglesia, en cumplimiento de la misión recibida de nuestro Señor
Jesucristo, en beneficio de los fieles y de todos los hombres.
23 “Desde finales del siglo XI hasta principios del siglo XIX en los países de Europa Central y Occidental existió un

Derecho y una ciencia jurídica comunes… el derecho común es el fenómeno cultural más importante de la historia de
España y de Occidente, tanto por su duración como por su extensión geográfica y su intensidad. Por su duración, porque
se inicia en el siglo XI/XII, al que no afectó un cambio cultural tan profundo como el producido en el siglo XVI con la
división de la cristiandad occidental, y se prolonga hasta la actualidad. Por su extensión geográfica, porque está presente
en todos los países de la mitad occidental del continente europeo y de sus respectivas antiguas colonias. Por su
16
H) Derecho canónico e iglesias y comunidades eclesiales.
Promover la restauración de la unidad de todos los cristianos es uno de los principales
fines que se ha propuesto el sacrosanto Concilio Vaticano II –Decreto Unitatis
Redintegratio (sobre el ecumenismo)-.

A los miembros de iglesias y comunidades NO católicas, el CIC los tiene en cuenta


expresamente en otros cánones, por ejemplo, c. 869§2 sobre el bautismo; c. 844§2 y 3
sobre la lícita administración de los sacramentos de la penitencia, eucaristía y unción en
determinadas circunstancias.

intensidad, porque el Derecho común ha configurado la mentalidad y organización de la sociedad en las diversas épocas
y países, ya que no ha permanecido estático, sino que ha sabido adaptarse a las necesidades sociales de cada momento.
Los glosadores, primero, y los comentaristas, después, a base sobre todo de los textos recogidos en el Corpus Iuris
Civilis y en el Corpus Iuris Canonici constituyeron un sistema jurídico completo, con soluciones para todos los
problemas que podía plantearles entonces la sociedad, adaptando la interpretación de los textos a las circunstancias del
momento en que vivían (cfr. Pérez Martín Antonio, Història del pensament jurídic, Curs 1996-97 dedicat a la memòria
del professor Francisco Tomás y Valiente, Universitat Pompeu Fabra, Pp. 69-70).
17
3. HISTORIA DEL DERECHO CANÓNICO.
El ordenamiento canónico no puede entenderse bien sin tener en cuenta su evolución
histórica, que es consecuencia de la historicidad y dinamicidad propias del Derecho, así
como del carácter histórico de la Iglesia peregrinante y de su constante esfuerzo renovador
(cf. LG. 9; GS. 40).

3.1 ASPECTOS BIBLICOS DEL DERECHO CANÓNICO:

El tema de los fundamentos bíblicos del derecho eclesial reviste una especial dificultad
especialmente por la tradicional oposición que algunos han querido establecer entre la ley
y el Evangelio de Jesús, como si fueran realidades incompatibles o irreconciliables.

El Papa Juan Pablo II, en el momento de la promulgación del Código, hace una síntesis
muy interesante planteando la cuestión de la naturaleza misma del Derecho en la Iglesia
y afirma:
- No puede analizarse, ni definirse la naturaleza del Derecho Canónico sin acudir y
tener muy en cuenta las prescripciones legales que se contienen en la Sagrada
Escritura. No hay oposición entre la Palabra Revelada y la existencia de lo jurídico
en la Iglesia, sino que en esta fuente de la Revelación existen determinaciones y
leyes que constituyen la primera fuente del patrimonio jurídico de la Iglesia24.
- Jesucristo no quiso de modo alguno, destruir el patrimonio de la ley y de los
profetas que se había ido formando poco a poco en la historia y la experiencia del
Pueblo de Dios-, pero le dio un sentido pleno, nuevo y más elevado y, así, pasó a
formar parte del patrimonio del Nuevo Testamento (cf. Mt. 5,17). Por ello, cuando
San Pablo enseña que la salvación “no se obtiene con las obras de la ley, sino por
medio de la fe”, no anula la obligatoriedad del Decálogo, ni niega la importancia
de lo jurídico en la Iglesia de Dios, sino que se señala su carácter instrumental, de
mediación25.
- En consecuencia, la ley de la Iglesia “no tiene como finalidad de ningún modo,
sustituir la fe, la gracia, los carismas y, sobre todo, la caridad en la vida de los fieles
cristianos. Al contrario, su fin es, más bien, crear un orden tal en la sociedad eclesial
que, asignando el primado a la fe, a la gracia y a los carismas, haga más fácil su
desempeño orgánico en la vida, tanto de la sociedad eclesial como de cada una de
las personas que pertenecen a ella”.

A) Jesús ante la ley.

24
Juan Pablo II, Const. Ap. Sacra disciplina leges, (25-I-1983). AAS 75 (1983), Pars II, p. XII.
25
Cfr. Rom. 3,28; Gál. 2,16; Rom. 13,8-10; Gál 5,13-25, 6,2; y Cor. 5,6
18
Tal y como aparece en el Evangelio, Jesús no se oponía a la ley dada por Dios a su pueblo;
al contrario, tomaba parte de la vida religiosa de su pueblo, reglamentada por la ley26. La
oposición radical de Jesús es a la interpretación de los escribas y fariseos que había
violentado y prostituido el sentido auténtico de la ley de Dios, provocando una increíble
perversión de valores (Cf. Mt. 15,1-20; Mc. 7,5-13).

Cuando la doctrina de los maestros de la ley está conforme con la ley misma y su sentido
auténtico, Jesús reconoce la autoridad de los escribas y fariseos (cf. Lc 11,37-54; Mt. 23,1-
4). Jesús, por tanto, se sometió a la ley, no es un contestatario ni un despreciador de lo
jurídico (Cf. Gal. 4,4). En cuanto a la ley humana su actitud es de fundamental obediencia,
como lo demuestra su enseñanza sobre el pago del tributo al Cesar (cf. Mt. 17,24-27; Mt.
22,19).

La ley, en su sentido genuino, no debe ser abolida en el Reino de Dios que Jesús anuncia,
sino que debe ser cumplida en su plenitud exacta (cf. Mt. 5,17-20). Jesús es consciente de
ser enviado por Dios para presentar y dar cumplimiento, en su verdadero sentido,
exigencia y obligatoriedad a la ley del Antiguo Testamento, en cuanto manifestación de
la voluntad de Dios, frente a la compleja y dispar interpretación de los escribas, los
fariseos y los maestros de la Ley que la equiparaban a la “tradición de los ancianos” y
exigían su cumplimiento literal dejando en un segundo plano la actitud interna (cf. Mc.
7,10-12).

Jesús quiere devolver a la Ley su sentido más original: la plenitud consiste en el doble
mandamiento que resume y compendia toda la ley: el amor de Dios y el amor al prójimo
(Cf. Mc. 22,23-40; Lc. 10,25-28; Mc. 12,28-32). No se trata de un mero cumplimiento
literal, de un legalismo puro, sino que lo decisivo y primordial es la actitud interior de la
que la acción exterior es fruto, expresión externa de la convicción interior (Lc. 18,9-14).

Este respeto a la Ley antigua y la urgencia de su cumplimiento, en cuanto reveladora de


la voluntad de Dios, no está en contradicción con la Ley nueva que Jesús promulga, con
su autoridad, para que los que creen en él la cumplan, unas veces dando un sentido
auténticamente nuevo a los preceptos que se habían anquilosado, pervirtiendo los valores
que protegían (Mc 2,27; Mt. 12,1-8; Lc. 6,1-5) y otras veces contraponiendo viejos
preceptos –dados por Moisés a causa de la dureza del corazón de aquel Pueblo para evitar
males mayores-, a la ley que Él promulga con su autoridad de Hijo de Dios, desde el amor
a los enemigos (Mt. 5,38-48), hasta la indisolubilidad del vínculo matrimonial (Mc. 10,1-
12 y Mt. 19,1-12).

Para Jesucristo, la autoridad que viene de Dios no se da en provecho de quien la recibe,


sino que se recibe en provecho de otros a quienes se debe servir (Mc. 10, 42-45, aunque

26
Cfr. Mc. 1,21; 6,2; Lc. 2,41; Jn. 2,13; 5,1; 7,14.
19
este servicio conlleve verdaderos mandatos. Esta declaración de Jesús supone una
verdadera revolución en el concepto de autoridad y en su finalidad y ejercicio: el control
de autenticidad es la eficacia del servicio. La autoridad es suscitada por el Espíritu Santo
quien la enriquece con diversos carismas para el servicio de la comunidad, entre los que
se encuentra el servicio jerárquico. Así lo entiende san Pablo cuando se reconoce servidor
de todos (Rm. 1,17).

Las primeras comunidades consideraron el martirio como supremo servicio de fidelidad;


y el Papa se reconoce como Servus servorum Dei.

B) Edad apostólica.
Nuestro Señor Jesucristo enseñó la Buena Nueva y envió a los apóstoles a transmitir su
contenido.

Especialmente en los escritos paulinos encontramos algunos de los rasgos que Jesús
asumió delante de la Ley para su cumplimiento. San Pablo procura completar el sentido
de la Ley nueva en el Evangelio con sus escritos. Pone de relieve en primer lugar, la
interioridad en oposición a la Ley antigua. El principio ontológico de esta interiorización,
que se aparta de cualquier legalismo e hipocresía, es la presencia del Espíritu Santo que
habita en quien ha aceptado el mensaje de Jesucristo y lo vive. La Nueva Ley no está
promulgada en tablas de piedra sino en el corazón (2Cor 3,3).

También para San Pablo, la nueva ley no está escrita con tinta, sino con el Espíritu del
Dios vivo (ICor. 3,3). Amén de que esta Nueva Ley, es Ley del Espíritu Santo, es don y
es gracia que impulsa a vivir una vida nueva, porque la letra mata, pero el Espíritu da vida
(cf. 2Cor. 3,46).

En la cristiandad primitiva el Espíritu y el derecho no se encuentran separados: por el


contrario, es el Espíritu el que establece el derecho, y esta acción es constitutiva para el
creyente. El objetivo del derecho no es el orden en cuanto tal y en sentido formal, sino el
orden definido por su contenido, que es la relación justa entre el Creador y su criatura.

Esta dimensión característica de la ley cristiana es fruto precioso de la realidad inefable


de nuestra filiación divina (Gal 4,4-7). Se trata de una nueva e inesperada visión y
concepción de la ley, como camino de libertad27.

En este momento no entramos en cuestiones eclesiológicas en la formación y en el carácter


del Derecho canónico primitivo, sino que solo nos fijamos en algunos acontecimientos
27 “Ustedes hermanos, han sido llamados a ser hombres libres, pero no van a tomar la libertad como estímulo del instinto;

antes bien, sírvanse unos a otros por amor. Pues la ley entera se cumple con un solo precepto: amarás a tu prójimo como
a ti mismo… Lleven las cargas de los otros y así cumplirán la ley de Cristo” (Gal. 5,13-14; 6,2). Sobre esta concepción
de la Ley de la perfecta libertad Santo tomas construirá su teoría del derecho canónico.
20
descritos en el libro de los Hechos, donde se refleja claramente este sentido interior y
dinámico de la Ley nueva que, aunque primitiva, tiene su versión en preceptos y
disposiciones de indudable carácter dispositivo.

En Hechos 15 se encuentra una descripción del que podría ser llamado el primer Concilio
de la Iglesia, el concilio de Jerusalén encabezado por Pedro y los apóstoles28. Reunidos
para dilucidar el problema planteado por los judíos conversos, que afirmaban la
pervivencia de la ley de la circuncisión obligatoria para todos los bautizados. Ese era un
precepto de la “Ley vieja”, no expresamente derogado por Jesús en la promulgación de la
“Ley nueva”.

Este asunto pone de manifiesto que para la primitiva Iglesia no hay oposición entre ley y
Evangelio; amén de poner de manifiesto que no estaba derogada toda la Ley antigua, al
distinguir entre la circuncisión y otros preceptos cuya vigencia continuaba en la primera
comunidad cristiana (cfr. Mc. 7,14-19). Esta norma procura equilibrar la vida judía y sus
tradiciones con la vida cristiana y sus nuevas tradiciones al abrir la puerta a comunidades
mixtas integradas por cristianos provenientes del judaísmo y por otros de distinto origen.

La conclusión de esta discordancia es clara: “es decisión del Espíritu Santo y nuestra no
imponerles más cargas que estas cosas indispensables: abstenerse de alimentos ofrecidos
a los ídolos, de sangre de animales estrangulados y de la fornicación. Habrán de abstenerse
de ellos” (Hch. 15,28-30).

Con la muerte el último apóstol y durante los dos primeros siglos, la Iglesia se organizó
en torno a los Obispos, quienes aprendieron de los apóstoles la experiencia y vivencia de
Jesucristo el Señor, amén de recopilar y ampliar los criterios y enseñanzas que heredaron
directamente de los apóstoles, de los discípulos y de los primeros testigos del Evangelio.

El modo habitual de explicación de la doctrina y de las normas de conducta cristianas fue


la predicación de los obispos, ya de viva voz o por cartas.

28
“Todo concilio y sínodo de la Iglesia es "acontecimiento del Espíritu" y reúne en su realización las solicitudes de todo
el pueblo de Dios: lo experimentaron personalmente quienes tuvieron el don de participar en el concilio Vaticano II.
Por eso san Lucas, al informarnos sobre el primer Concilio de la Iglesia, que tuvo lugar en Jerusalén, introduce así la
carta que los Apóstoles enviaron en esta circunstancia a las comunidades cristianas de la diáspora: "Hemos decidido el
Espíritu Santo y nosotros..." (Hch 15, 28). El Espíritu, que obra en toda la Iglesia, conduce de la mano a los Apóstoles
a la hora de tomar nuevos caminos para realizar sus proyectos: Él es el artífice principal de la edificación de la Iglesia”.
Benedicto XVI, AUDIENCIA GENERAL, miércoles 1 de octubre de 2008.

21
Los apóstoles y los ancianos de Jerusalén, para dirimir la cuestión de los judaizantes,
fueron conscientes de que podían dar disposiciones válidas, también para los hermanos de
Antioquía y ejercieron un verdadero poder legislativo29.

Otro ejemplo del ejercicio de la ley y de sus sanciones en la Iglesia primitiva lo


encontramos en el asunto de la simonía que llega hasta nuestros días: La palabra Simonía
deriva de Simón el Mago, quién quiso comprarle a San Pedro el poder para imponer las
manos (Hch 8,9-24)30.

Ya san Pablo era consciente de que podía hacerse interprete legítimo y autorizado del
derecho divino positivo31 y de que podía dar disposiciones con autoridad también sobre
materias que el Señor no había regulado directamente32, seguro de que estaba asistido por
el Espíritu de Dios33.

3.2 PADRES APOSTÓLICOS.


Desde el siglo I se desarrolló en la Iglesia una actividad recopilatoria de normas que nos
muestra cómo desde el principio la actividad jurídica en la Iglesia era muy intensa y
abarcaba materias parecidas a las de hoy.

Las primeras generaciones de fieles acudieron ante todo a las fuentes de la Revelación
para regir su vida colectiva: a la herencia jurídica de la Sagrada Escritura, y en particular
del Nuevo Testamento, que no destruyó el riquísimo legado del Antiguo, sino que lo
perfeccionó, y a la Tradición recibida de los Apóstoles. Aunque también tuvieron
presentes, como regla disciplinar, las costumbres derivadas de la permanencia viva, de esa
misma Tradición apostólica, y las decisiones de los Obispos. Con el correr del tiempo,
muchas de esas disposiciones, usos y costumbres, de carácter tanto moral como litúrgico
y disciplinar, fueron quedando plasmadas en ciertos escritos, de autores generalmente
desconocidos, que al exponer la Tradición se presentaron siempre como apostólicos.

29
Hch. 15,23-28.
30
Llamamos Simonía a la compra o venta de lo que es espiritual por bienes materiales. Incluye cargos eclesiásticos,
sacramentos, sacramentales, reliquias y promesas de oración. Es un sacrilegio y atenta contra el Primer Mandamiento
(ver CATIC. 2118). Simonía es tratar los bienes espirituales como si fuesen propiedad de los hombres. Se equipara lo
espiritual a lo material y por ende se comercia con cosas santas.
El Concilio de Calcedonia (451) condena la Simonía en las ordenaciones sacerdotales y el Concilio de Trento tomó
medidas severas contra la Simonía. Es también condenada por la ley canónica. Siempre en la Iglesia han existido abusos
porque los vicios de la carne siempre acechan. Pero también siempre han existido santos que luchan contra ellos. Un
ejemplo es San Pedro Damián. La simonía se diferencia de los estipendios, humilde ofrenda necesaria para el sustento
del clero y de la Iglesia. Cristo dijo: "Permanezcan en la misma casa, comiendo y bebiendo lo que tengan, porque el
obrero merece su salario" (Lucas 10,7).
31
ICor. 1,10-11
32 ICor. 7,12-19.25-40
33 ICor. 7,40b
22
La Sagrada Tradición constituye una fuente importantísima en la Revelación divina y en
la conformación y estructura de la Iglesia, en la solidez de su doctrina, en su fe y
costumbres34.

La Iglesia estaba organizada en pequeñas comunidades dirigidas por sus Obispos y


Presbíteros. Su fin: dar a conocer a Jesús y la celebración de la eucaristía, momento
central.

Al principio se establece en la Iglesia primitiva una distinción entre la autoritas que nace
del testimonio de una vida (santidad), o de un saber (ciencia), pero muy pronto se
identifica con la potestas que nace del cargo que se ocupa y de la misión recibida:
consagración, imposición de las manos, como transmisión de la misma, v.gr. la elección
de los diáconos en el libro de los Hechos: “A estos presentaron ante los apóstoles, quienes,
orando, les impusieron las manos” Hch. 6,6; “Entonces, habiendo ayunado y orado, les
impusieron las manos y los despidieron [a Bernabé y a Saulo]” Hch. 13,3; tal y como
aparece en el caso de Pablo a Timoteo: “Por lo cual te aconsejo que avives el fuego del

34
Sagrada Tradición Apostólica: La Iglesia es infalible cuando enseña las verdades reveladas o las relacionadas con
estas, necesarias para la comprensión, custodia y defensa de la misma revelación.
Las "fuentes de la revelación" son la SAGRADA ESCRITURA y la TRADICION: del verbo latino "tradere"
(transmitir), transmisión oral de una doctrina, noticia o costumbre de las generaciones pasadas hasta hoy).
La Sagrada Escritura y la Tradición contienen las verdades reveladas. La Sagrada Escritura las hace llegar a nosotros
por medio de un "libro inspirado", y la Tradición se sirve de la "predicación oral". La Tradición escrita está contenida
en libros de carácter humano, fuera de la Sagrada Escritura. Los "documentos de la Tradición" son las obras de las
generaciones pasadas en las que se expresa la fe de la Iglesia. Estos documentos pueden ser cosas (pinturas, esculturas,
vasos sagrados, ornamentos, etc.); escritos (actas de concilios, libros litúrgicos, obras de Padres y Teólogos, etc.);
instituciones (leyes, ritos, fiestas religiosas, etc.).
El Concilio de Trento (s. XVI) admite como fuentes de la revelación a la Sagrada Escritura y a la Sagrada Tradición,
atribuyéndoles el mismo valor. (Los protestantes sólo admiten la Sagrada Escritura).
En los primeros años del cristianismo la Tradición oral fue la única forma de conocer la revelación porque consta
históricamente Jesús ni escribió un libro para transmitirnos la propia revelación, ni ordenó hacerlo a los apóstoles; sólo
se preocupó de predicar. Los apóstoles, por lo tanto, estaban convencidos que su deber se centraba en la predicación del
Evangelio, no en escribirlo.
La Tradición precede a la Escritura y la garantiza, ya que esta funda todo su valor en el hecho de proceder de Dios por
inspiración y esto sólo se puede probar por la Tradición, al igual del canon de los libros inspirados y la extensión de la
inspiración.
La Tradición es más amplia que la Escritura. Las dos transmiten lo que proviene de la palabra de Dios; proceden de una
misma fuente y son los dos canales por lo que nos llega el contenido de la Revelación. Por tanto, entre Escritura y
Tradición hay una íntima relación.
El Concilio Vaticano II insiste en ello de modo particular: "Surgiendo ambas de la misma fuente, se funden en cierto
modo y tienden a un mismo fin. Ya que la Sagrada Escritura es la palabra de Dios en cuanto se consigna por escrito
bajo la inspiración del Espíritu Santo, y la Sagrada Tradición transmite íntegramente a los sucesores de los apóstoles la
palabra de Dios a ellos confiada por Cristo Señor y por el Espíritu Santo para que, con la luz del Espíritu de la verdad
la guarden fielmente, la expongan y la difundan con su predicación; de donde se sigue que la Iglesia no deriva solamente
de la Sagrada Escritura su certeza acerca de todas las verdades reveladas. Por eso se han de recibir y venerar ambas con
un mismo espíritu de piedad" (Sobre La Divina Revelación, n. 9).
La Tradición y el Magisterio de la Iglesia son inseparables, ya que el Magisterio no es otra cosa que la puesta en práctica
de la Tradición. Jesús encargó a sus discípulos enseñar las verdades reveladas hasta el fin del mundo. Por tanto, la
revelación pasa de boca en boca, de un maestro a otro. El magisterio actual de la Iglesia es el último portavoz al que ha
llegado la postrer "Traditio" de la verdad revelada.
23
don de Dios que está en ti por la imposición de mis manos” (IITim. 1,6). Los testimonios
más antiguos reconocen en el Obispo de Roma, como sucesor de la sede primacial, una
auténtica plenitudo potestatis.

Los Padres Apostólicos35 (que recibieron la doctrina directamente de los apóstoles fueron
testigos de la tradición apostólica. Sus obras constituyen una exégesis antiquísima de la
Sagrada Escritura y un testimonio autorizado de la Sagrada Tradición. En ellos
encontramos escritos y sanciones en contra de quienes cometían delitos graves, no solo
del fuero común, sino también contra la unidad e integridad de la Iglesia: apostasía, herejía
y cisma36. Los padres apostólicos son: San Clemente Romano y San Ignacio de Antioquia.

35
Característica común de este grupo de escritos, no muy numeroso, es que nos transmiten la predicación apostólica
con una frescura e inmediatez que contrasta con su vetusta antigüedad. Son escritos nacidos en el seno de la comunidad
cristiana, casi siempre por obra de sus Pastores, destinados al alimento espiritual de los fieles. La Iglesia estaba entonces
recién nacida y, aunque desde el principio tuvo que sufrir contradicciones (basta leer el libro de los Hechos de los
Apóstoles), no permitió el Señor que la asaltaran, en esta época tan joven, grandes herejías como las que surgirían más
tarde. Como escribe el antiguo historiador de la Iglesia, Hegesipo, sólo «cuando el sagrado coro de los Apóstoles hubo
terminado su vida, y había pasado la generación de los que habían tenido la suerte de escuchar con sus propios oídos a
la Sabiduría divina, entonces fue cuando empezó el ataque de errores impíos, por obra del extravío de los maestros de
doctrinas extrañas».
En todas partes, los Apóstoles y los discípulos de la primera hora transmitieron a otros lo que ellos habían recibido,
dando así origen a la Tradición viva de la Iglesia. Los primeros eslabones de esta larga cadena que llega hasta nuestros
días son los Apóstoles; de ellos penden, como eslabones inmediatos, los Padres y escritores de finales del siglo I y
primera mitad del siglo II, a los que habitualmente se denomina apostólicos por haber conocido personalmente a aquellos
primeros. El nombre proviene del patrólogo Cotelier que, en el siglo XVI, hizo la edición príncipe de las obras de cinco
de esos Padres, que según él «florecieron en los tiempos apostólicos». En esa primera edición, figuran la Epístola de
Bernabé (que entonces se supuso equivocadamente que había sido escrita por el compañero de San Pablo en sus viajes
apostólicos); Clemente Romano (que efectivamente, según el testimonio de San Ireneo, conoció y trató a los Apóstoles
Pedro y Pablo); Hermas (a quien erróneamente se identificó con el personaje de ese nombre citado por San Pablo en la
Epístola a los Romanos); Ignacio de Antioquía (que muy bien pudo conocer a los Apóstoles), y Policarpo (de quien San
Ireneo testimonia explícitamente que había conocido al Apóstol San Juan). A estas obras se unieron poco a poco las de
otros Padres o escritores de esa época que se fueron descubriendo: la «Didaché» («Doctrina de los Doce Apóstoles»),
que es el más antiguo de estos escritos; la homilía llamada «Secunda Clementis» (se atribuyó por algún tiempo a aquel
gran Obispo de Roma), y otras obras, como las «Odas de Salomón» o los pocos fragmentos de Papías de Hierápolis que
se conservan.
36 El cisma, la herejía y la apostasía en el derecho canónico: La Iglesia se sabe depositaria de un cuerpo doctrinal

entregado por Jesucristo para la salvación de los hombres. Es el llamado depósito de fe. Es función de la Iglesia defender
la integridad del depósito de fe, para lo cual cuenta con la indefectibilidad prometida por el Señor (cf. Mt 16, 18; 28,
20). Por ello, uno de los elementos de esta función de la Iglesia consiste en señalar aquello que no está incluido en el
depósito de la de. La Iglesia, además, tiene la misión de difundir el depósito de la fe entre los hombres, para lo cual es
consciente de que la verdad que la Iglesia enseña se propone, no se impone, o como dice el Concilio Vaticano II, «la
verdad no se impone de otra manera, sino por la fuerza de la misma verdad, que penetra suave y fuertemente en las
almas» (Declaración Dignitatis humanae, n. 1). Forma parte de la doctrina de la Iglesia el derecho a la inmunidad de
coacción en esta materia, «de tal manera que, en materia religiosa, ni se obligue a nadie a obrar contra su conciencia, ni
se le impida que actúe conforme a ella en privado y en público, sólo o asociado con otros, dentro de los límites debidos»
(Declaración Dignitatis humanae, n. 2). Nadie puede ser coaccionado para abrazar las enseñanzas de la Iglesia, pero la
Iglesia tiene el derecho de indicar cuál es el cuerpo doctrinal al que deben adherirse quienes quieran considerarse
católicos.
En relación al cisma, la herejía y la apostasía el Código de Derecho Canónico define estas tres figuras: Canon 751: Se
llama herejía la negación pertinaz, después de recibido el bautismo, de una verdad que ha de creerse con fe divina y
católica, o la duda pertinaz sobre la misma; apostasía es el rechazo total de la fe cristiana; cisma, el rechazo de la sujeción
al Sumo Pontífice o de la comunión con los miembros de la Iglesia a él sometidos.
24
La herejía: Por lo tanto, la herejía es la negación pertinaz de una verdad que ha de creerse con fe divina y católica. El
canon 750 § 1 define qué se debe creer con fe divina y católica: “Se ha de creer con fe divina y católica todo aquello
que se contiene en la palabra de Dios escrita o transmitida por tradición, es decir, en el único depósito de la fe
encomendado a la Iglesia, y que además es propuesto como revelado por Dios, ya sea por el magisterio solemne de la
Iglesia, ya por su magisterio ordinario y universal, que se manifiesta en la común adhesión de los fieles bajo la guía
del sagrado magisterio; por tanto, todos están obligados a evitar cualquier doctrina contraria”.
Entre estas doctrinas se encuentran los artículos del Credo y los dogmas proclamados por el papa o los Concilios
Ecuménicos, como los dogmas marianos o la infalibilidad del Romano Pontífice. El rechazo de estas doctrinas
constituye herejía.
El cisma: El cisma es el rechazo de la sujeción al Sumo Pontífice o de la comunión con los miembros de la Iglesia a él
sometidos. El que incurre en cisma no niega ninguna verdad de fe, pero rompe el vínculo que le une al Romano Pontífice
y a los demás miembros de la Iglesia. Rompe uno de los tria vincula que nos une a los católicos, el vinculum regendi,
al declararse no sometido a la autoridad del Papa. No incurre en cisma quien desobedece al Santo Padre. Este hecho,
aunque puede ser muy grave, en sí no constituye un cisma. Lo que es esencial al cisma es negar al Papa su autoridad
sobre la Iglesia.
Como dijo el Pontificio Consejo para la Interpretación de los Textos Legislativos en la Nota Explicativa de 24 de agosto
de 1996 sobre la excomunión en que incurren los seguidores de Lefebvre en su n. 5, el cisma (y la consecuente
excomunión) afecta a aquellos que se adhieren formalmente a un movimiento cismático. Aunque sobre la cuestión del
alcance exacto de la noción de ‘adhesión formal al cisma’ sería competente la Congregación para la Doctrina de la Fe,
parece que tal adhesión debe implicar dos elementos complementarios:
a) uno de naturaleza interna, que consiste en participar libre y conscientemente en la sustancia del cisma, esto es, en el
optar por los seguidores de Lefebvre en tal modo que se ponga tal opción por encima de la obediencia al Papa;
b) otro elemento de índole externa, consistente en la exteriorización de esta opción, cuyo signo más manifiesto sería la
participación exclusiva en los actos lefebrianos, sin tomar parte en los actos de la Iglesia Católica. Se trataría, sin
embargo, de un signo no unívoco, puesto que existe la posibilidad de que algún fiel tome parte en las funciones litúrgicas
de los seguidores de Lefebvre sin participar en su espíritu cismático.
Naturalmente estas indicaciones se deberán aplicar en movimientos cismáticos análogos.
La apostasía: La apostasía es el rechazo total de la fe cristiana. En este caso no se rechaza una doctrina católica, sino
que se rechaza a la Iglesia Católica entera. Puede que el apóstata comparta algunas doctrinas católicas, pero rechaza la
autoridad de la Iglesia. Un ejemplo sería el del católico que se hace musulmán: este sujeto sería un apóstata, aunque
cree en algunas doctrinas católicas, como la existencia de Dios Uno. Sin embargo, cree en esas doctrinas no por la
autoridad de la Iglesia, sino por otros motivos. Por eso se puede afirmar que rechaza totalmente la fe cristiana. Un caso
particular es la defección formal de la Iglesia Católica. De ella habló especialmente la Comunicación a los Obispos
sobre el acto formal de defección de la Iglesia Católica, enviada por el Pontificio Consejo para la Interpretación de los
Textos Legislativos el 13 de marzo de 2006.
En este documento, en su n. 2, se dice: El contenido del acto de voluntad ha de ser la ruptura de aquellos vínculos de
comunión –fe, sacramentos, gobierno pastoral– que permiten a los fieles recibir la vida de gracia en el interior de la
Iglesia. Esto significa que un tal acto formal de defección no tiene sólo carácter jurídico-administrativo (salir de la
Iglesia en el sentido relativo a su registro con las correspondientes consecuencias civiles), sino que se configura como
una verdadera separación con respecto a los elementos constitutivos de la vida de la Iglesia: supone por tanto un acto
de apostasía, de herejía o de cisma.
Sanción canónica: La herejía, el cisma y la apostasía están tipificados como delitos canónicos castigados con
excomunión latae sententiae (cf. can. 1364). Además, las Modificaciones a las Normas de los delitos más graves de 21
de mayo de 2010 en su art. 2º, establece que estos son delitos más graves y están reservados a la Congregación para la
Doctrina de la Fe.
La herejía, el cisma y la apostasía tienen otras consecuencias:
a) El can. 1184 § 1, 1 indica que se deben negar las exequias eclesiásticas “a los notoriamente apóstatas, herejes o
cismáticos”, salvo que haya manifestado algún signo de arrepentimiento antes de morir.
b) Según el can. 1041, 2, son irregulares para recibir las órdenes sagradas “quien haya cometido el delito de apostasía,
herejía o cisma”.
c) El can. 194 § 1, 2, establece que queda removido del oficio eclesiástico ipso iure “quien se ha apartado públicamente
de la fe católica o de la comunión de la Iglesia”.
25
Los padres de la Iglesia refutaron las herejías y explicaron las verdades de la fe utilizando
la cultura de la época e inaugurando la historia del pensamiento teológico.

En la patrística de Oriente se destacan: Orígenes, San Basilio, San Gregorio de Nisa, San
Gregorio Nacianceno, San Juan Crisóstomo y San Juan Damasceno.

En la patrística de Occidente se destacan: Tertuliano, San Cipriano, San Jerónimo, San


Ambrosio de Milán y San Agustín.

Hasta el s. IV las persecuciones contra la Iglesia están vigentes, hasta que en el 313
Constantino edita el Edicto de Milán con él que terminan las persecuciones, y se otorga
un régimen de tolerancia hacia los cristianos y en el 380 a través del decreto “Cunctos
Populos”37, Teodósio convierte al cristianismo en la religión oficial. Cuando el
cristianismo dejó de ser perseguido la influencia del Derecho romano sobre el
ordenamiento canónico se hizo cada vez más patente. Desde entonces, muchas
instituciones de la Iglesia adquirieron cierto color romanus, por ejemplo, la demarcación
territorial en diócesis y provincias eclesiásticas; al tiempo que el derecho y las leyes del
Imperio, por influjo de los fieles, fueron gradualmente cristianizándose.

No se puede decir que existieran normas propiamente jurídicas si no que están mezclados.
Los textos, que pueden tener cierto contenido judicial, no son analizados de forma jurídica.
Los textos de donde se extraían éstos, eran fundamentalmente el Nuevo Testamento y de
los Hechos de los Apóstoles y también de las Costumbres propias de cada comunidad.

A partir del s. II, se impone en todas las Iglesias particulares lo que hoy entendemos por
un episcopado monárquico que desplegará toda su virtualidad en los siglos posteriores.

En la misma Traditio Apostólica (cap. II y III), atribuida a Hipólito de Roma y que


constituye un documento de primer orden sobre la liturgia romana a comienzos del siglo
III, se atestigua que lo esencial del rito consecratorio de los obispos es precisamente la
imposición de las manos de otro obispo. Esto lleva, en una evolución posterior, a explicitar
la participación de los obispos en las tres potestades de Cristo: como sacerdote, profeta y
rey. San Cipriano, Obispo de Cartago, a mitad del s. III, reconoce esta plenitud de potestad
en los obispos cuando afirma que “todos han de reconocer que el obispo está en la Iglesia
y la Iglesia está en el obispo: si uno no está con el obispo, tampoco está con la Iglesia”
(Ep. 66,34).

37
El Edicto de Tesalónica, también conocido como “Cunctos Populos” (A todos los pueblos), fue decretado por el
emperador romano Teodosio el 27 de febrero del año 380 d.C. Mediante este edicto el cristianismo se convirtió en la
religión oficial del Imperio romano. Fecha: 28 de febrero de 380 d. C. Ubicación: Salónica, Grecia.
26
Junto a ellos existían textos que nos informan de su vida: la Doctrina de los Apóstoles o
DIDACHÉ (Doctrina Duodecim Apostolorum) compuesta en Siria probablemente durante
el siglo I-II. Los textos eclesiásticos se suelen conocer por la primera palabra con la que
comienzan, por eso DIDACHÉ, se llama así porque es la primera palabra que figura en su
texto, en griego, y que significa. “instrucciones”38.

- La DIDASCALIA (s. III) de los Doce Apóstoles39;


- La TRADITIO APOSTOLICA S. HIPPOLYTI: (218-220 aprox): contiene el ritual
romano de la ordenación de todos los grados y ministerios en la Iglesia primitiva y
trata de varias instituciones eclesiásticas40.
- Las CONSTITUTIONES APOSTOLICAE de los siglos II al V, procedentes de Siria
y Palestina, es una colección de normas relativas a las costumbres y a la liturgia;
incluyen normas sobre la elección de obispos, presbíteros, diáconos, lectores y
viudas. Depende de las recopilaciones anteriores, pero contiene también algunas
herejías.

La forma de transmitirlos era oralmente, por medio de las homilías o por las epístolas,
cartas escritas, y también por las obras. Su importancia está en las respuestas que iban
dando a las herejías que se iban produciendo.

Puede decirse que la autoridad legislativa de la Iglesia se afirma y ejerce en estos primeros
siglos en cuatro vertientes:

1) La formulación de leyes: Esta actividad es ejercida especialmente por los Obispos


en sus respectivas Iglesia particulares y sus prescripciones tomaron enseguida las
modalidades de mandatos orales, normas prácticas de actuación y, sobre todo, la
legislación conciliar y sinodal41.
2) El ejercicio de la justicia: Pronto aparecen en la Iglesia tres instancias, o de las
comunidades con sus respectivos pastores: el Obispo, el Concilio y el Papa. Esto se
aplica sobre todo en el aspecto doctrinal, al aparecer las primeras desviaciones y
herejías. El Papa y el Concilio eran las instancias de apelación y la audiencia
episcopalis la primera y obvia instancia.

38 La Didaché o Doctrina de los doce Apóstoles, compuesta en Siria probablemente en el s. I, recopilaba normas
morales,
litúrgicas y de organización eclesiástica, y gozó de grandísimo prestigio.
39 Su contenido es similar a la de la Didaché, pero ofrece una disciplina más articulada en el episcopado: Este documento

fue redactado en Palestina o en Siria durante el s. III, contenía también, en sus seis libros, un rico material doctrinal y
disciplinar sobre materias muy variadas, como los deberes de los esposos cristianos, la actuación y obligaciones de los
Obispos, la administración de la penitencia, etc.
40 Escrita probablemente por este autor hacia el año 218, y es célebre por recoger las normas y fórmulas más importantes

sobre la administración del bautismo y la celebración de la Eucaristía, la colación de las órdenes sagradas y las funciones
de los ministros.
41
Hay ejemplos de esta literatura de carácter jurídico-exhortativo en los siglos I-IV, como las Constituciones
Apostólicas, Testamento de Nuestro Señor, Octateuco de Clemente, etc. La variedad de temas a que se refieren
demuestran la autoridad de los obispos y su amplio marco de aplicaciones en la vida de las comunidades.
27
3) La justicia penal: Es interesante la aparición de este apartado o rama del Derecho
canónico en los primeros siglos de la vida de la Iglesia. En su ejercicio aparecen
otras instancias intermedias y tribunales especiales en relación con determinados
delitos, sobre todo en el campo doctrinal y dogmático.
4) Las decretales del Papa: Desde comienzos del s. III los Papas intervienen en
materias disciplinarias y doctrinales, a través de sus DECRETALES, aunque no es
posible, como en el caso de la legislación conciliar, determinar siempre y en todos
los casos y con exactitud el ámbito de su aplicación (leyes universales o particulares
y personales) y el valor de sus decisiones.

No podemos desconocer dos cosas de singular importancia: por una parte, la


primacía de jurisdicción de los Papas sobre toda la Iglesia ya que justifican su
intervención en las Iglesias locales en cuanto sucesores de San Pedro; por otra parte,
la existencia de una actividad disciplinar y legislativa que dotó a las comunidades
eclesiales primitivas de normativa, como instrumento eficaz de su unidad y de su
comunión42.

3.3 FUENTES DEL DERECHO CANÓNICO (S. IV y V):


Otras fuentes que empiezan a adquirir cada vez mayor importancia son los:
A) LOS CÁNONES CONCILIARES o textos aprobados en los Concilios (reuniones de
obispos), que pueden ser:

1. Los Concilios43: fueron asambleas de obispos que se reunían para deliberar temas
relativos a la doctrina y a la disciplina eclesiástica.
 Los Concilios Ecuménicos: que son convocados por el Papa y al que acuden todos
los Obispos, y lo que se aprueba en ellos es de aplicación a toda la Iglesia. Nicea
(325); Constantinopla (381); Efeso (431) y Calcedonia. Generalmente los
emperadores respaldaban con su autoridad la ejecución de determinadas
disposiciones en un cruce de competencias que tardó bastante en clarificarse.
 Concilios Provinciales o regionales: reunión de una diócesis, convocados por el
Arzobispo metropolitano y que solo afectaban a esa diócesis. De los concilios
regionales y Provinciales surgieron los primeros cánones cristianos que muestran
un estilo legislativo: son fórmulas breves con tono imperativo con los que fijaron

42
Es cierto que, dentro de un reconocimiento de la primacía de Roma, las Iglesias locales gozaban de una cierta
autonomía que no lesionó la unidad, sino que fundamentó y enriqueció un conveniente pluralismo de tradiciones. Este
es el caso de las Iglesias africanas, como atestigua San Cipriano y que enriqueció a la Iglesia católica con todas las
Iglesia Orientales y Ortodoxas (que lamentablemente no están ahora en plena comunión con Roma).
43 En relación con la legislación conciliar, baste anotar que representa la base más elaborada y técnica a partir del s. IV,

pero pronto surgen dificultades de aplicación, ya que, aunque no se discute la autoridad de los concilios ecuménicos y
provinciales, resulta, a menudo, difícil precisar el territorio en que se aplicaban y, sobre todo, las consecuencias de la
resistencia o falta de aplicación de lo que se establecía en las reuniones de obispos pertenecientes a diversas Iglesias
particulares.
28
reglas para resolver conflictos concretos que nos obispos no podían solucionar.
Estos cánones serán la fuente del Derecho Canónico en los siglos IV y V.

La mayor parte fueron de ámbito regional. El primero de los ecuménicos fue el de Nicea
en el año 325. Los Concilios del primer milenio tienen un carácter dogmático: de los que
emanaron reglas de fe, contra la doctrina de los herejes; los del siglo segundo, con carácter
disciplinar: fueron más jurídicos con los que pretendían resolver en justicia las distintas
situaciones y casos que se presentaban en la Iglesia, y universal, y/o provincial.

La aplicación de los Cánones era muy desigual ya que podían llegar a toda la Iglesia. Cada
Obispo quería tener sus cánones, por eso algunos se difundieron por toda la cristiandad;
también intentaban incorporar otros Cánones, como los de los Concilios de Oriente y del
Norte de África.

B) DECRETALES: Son apelaciones al Romano Pontífice y sus respuestas escritas del


Papa a dudas, o preguntas, que otros eclesiásticos, fundamentalmente obispos, les
elevaban. Los Decretales estaban destinados a resolver un caso concreto, pero se podía
aplicar a casos parecidos. Las decretales constituyeron un importante aporte en la
actividad normativa.
Colecciones de decretales:
- Syntagma Canonum (Antioquía)
- Vetus Romana
- Breviarium Hyponense
- Codex Apiarii cause
- Registri Ecclesiae Cartaginensis Excerpta (Africa)
- Statuta Eclesiae Antiqua (Galias)

En Resumen:
La relación de los cristianos con el Derecho Romano (ius civile o ius comune) era su
aceptación en lo que no se opusiera a su propio derecho. Respecto a la vida en común
(compras, ventas, etc) si utilizaban el ius civile o comune. Respecto a cuestiones políticas
intentaban no entrar, pero sí cumplir con sus obligaciones como ciudadanos: pagar
impuestos, etc.

Una vez que el cristianismo es declarado legal y más tarde oficial, es el Derecho Romano
el que trata de adaptarse al Derecho Cristiano. Se fue humanizando. También la Iglesia
adopta la técnica jurídica romana y aquellas instituciones que valen para su organización
interna (diócesis, vicarios, etc. tomadas de la administración romana de provincias). A
partir de Justiniano se nota bastante la influencia de la Iglesia Católica.

Las fuentes del derecho canónico antiguo podrían agruparse así:


1) Fuentes de Derecho Divino:
29
- La Sagrada Escritura
- La Sagrada Tradición
2) Fuentes de Derecho Humano:
- Las colecciones Canónicas que recogen la actividad legislativa de los Papas
(decretales) y de los concilios (Cánones).

3.4 EL DERECHO ROMANO EN LA ALTA EDAD MEDIA

Desde el siglo IV, la doctrina cristiana influyó notablemente en la evolución del Derecho
Romano. El derecho romano en el naciente derecho canónico es muy grande.

Con las invasiones germánicas, en el 476 cae el Imperio romano en manos de los bárbaros,
Odoacro depone a Rómulo Augústulo, emperador de occidente y el cristianismo se ve
presionado a salir y comienza su expansión por Europa: Gran Bretaña, Escandinavia, etc.,
produciéndose unas comunidades rurales, lo que hace que aparezcan también obispados
rurales, y es así como nacen las primeras parroquias, por un lado.

Del siglo V al VII prácticamente no hubo concilios en Italia. Por otro lado, la actividad
conciliar se paraliza.

A partir del s. VI comienza una intensa actividad conciliar en las Galias y en España.

Se difunde la vida monástica, y la autoridad Papal va en aumento, sobre todo con el Papa
Gregorio VII. La única fuente normativa del s. V es la legislación pontificia.

Desde finales del s. V, con el Papa Gelasio I, se pretende dotar al Derecho Canónico de
un contenido más doctrinal para que pueda ser aplicado universalmente y no
territorialmente, como venía sucediendo.

La reforma GELASIANA consistió en la recopilación de los textos pontificios,


principalmente los Decretales y enviarlos a todas las partes del mundo para su aplicación.

A partir de éste momento empiezan las COLECCIONES CANÓNICAS. La más


importante es la COLECCIÓN DIONYSIANA recopilada en Roma en el siglo VI por el
monje Dionisio el Exiguo (siglos V-VI); también se le llamó Corpus Canonum o Codex
Canonum, recogió los Cánones orientales, africanos y numerosas Decretales
especialmente 38 del Papa Siricio (384-399), traduciéndolos del griego al latín y
utilizando textos verdaderos, los cuales serían aplicados en todas partes.

Esta colección tuvo mucha importancia y autoridad. Se redactaron tres ediciones entre el
497 y el 523; Carlomagno la pidió al papa Adriano y llegó a tener un carácter oficial; se
le llamó Collectio Dionysio-Hadriana en Francia.
30
Tres notas caracterizaron esta colección: 1) la autenticidad; 2) la universalidad y, 3) la
romanidad, por la primacía de las decretales de los papas.

En el siglo VI, debido a la formación y consolidación de los reinos germánicos, se cae en


un fuerte particularismo regional-nacional. La jerarquía eclesiástica se debilita y en
algunas partes ya casi no funciona. Donde funciona todavía sigue influyendo la
Dionisiana.

Otra COLECCIÓN fue la COLECCIÓN HISPANA del año 633 es el fruto del concilio
Toledano IV. Algunos investigadores modernos la atribuyen a S. Isidoro de Sevilla
(Biografía): recoge los Cánones de los concilios orientales, africanos, franceses y
españoles, y 102 Decretales pontificias. También se caracteriza por la universalidad de
sus textos.

Esta colección Hispana fue una colección tácitamente oficial. Fue reconocida por el Papa
Alejandro III (1159-1181) como Corpus Canonum authenticum Ecclesiae Hispanae.

En el siglo VII se agudiza el particularismo, en cuanto que el derecho eclesiástico se


mezcla con los diversos derechos germánicos. En Italia se producen recopilaciones menos
importantes, pero que añaden nuevos textos, o bien recopilaciones de fórmulas en las
cuales se escribían las actas de los Papas o de la curia romana.

En Oriente se observa una omisión sistemática de los cánones occidentales y se recogen


sólo los africanos. Las decretales de los Papas no se traducen ni se divulgan.

Importante es la Collectio Truhana (s. VII) ya que fija las fuentes del derecho.

Ante estas iniciativas privadas, Roma reacciona e impulsa la corriente que da primacía al
Derecho Universal por encima de los textos de carácter particular. Esto lo consiguen no
sacando nuevos textos sino basándose en Colecciones anteriores. Una de las más
importantes fue la Colección Adriana (basada en la Dionisiana) encargada por el pontífice
Adriano I, quien se la envío a Carlomagno en el año 774 con el fin de que Francia, por ser
un terreno peligroso, se rigiera con las mismas normas que la de Roma.

En este período es notable la función que desempeñó la Iglesia de España. A pesar de la


invasión y de la persecución por parte de los visigodos arrianos, se conservó la disciplina
antigua romana, universal, mediante todas las colecciones anteriores al regionalismo. En
586 se produce la conversión de los visigodos al catolicismo; y así pues, se vio favorecida
la unidad legislativa por el restablecimiento de la jerarquía. En ese tiempo a la Colección
Adriana se le une la Hispana y de la fusión nace la Dacheriana.
31
Otra fuente de Derecho, muy típica o curiosa fueron los libros penitenciales que traen los
monjes celtas al continente después de la invasión de los sajones y de los vikingos.
Empezaron a difundirse en las islas británicas a partir del s. VII, que contenían la
penitencia a aplicar a cada pecado, tendrán su influjo en toda la iglesia en lo que atañe a
la disciplina de la penitencia. A partir del s. VIII caen desuso por ser de aplicación
territorial y particular, por lo que los Papas restan importancia a estos libros, pues no hay
una clara diferencia entre pecado y delito, y entre pena y penitencia.

Del S. VIII al IX: La desnaturalización de los textos canónicos.


- África: arrasada por los árabes musulmanes.
- Roma: expuesta al pillaje de los Lombardos
- Las regiones francas no aportan nada. Padecen un debilitamiento de la autoridad
eclesiástica y sus relaciones con Roma son escasísimas.
Es el período de la desnaturalización de los textos canónicos: A partir del s. X, como
consecuencia de la gran importancia que tenían los textos antiguos, la autoridad papal, y
el intento de centralizar y homogeneizar la Iglesia, empiezan a producirse falsificaciones
de textos antiguos con objeto de aumentar el poder del Papa y de la Iglesia de Roma: son
los textos espurios (falsos-ilegítimos), como la “Pseudoisidoriana” o la del “Concilio de
Nicea”. Estas falsificaciones son toleradas por la Iglesia hasta el Papa Gregorio VII. La
falsificación de estos textos no se descubrió hasta el s. XVI. Esto fue usado por los
protestantes para combatir la autoridad del Papa.

En el s. X se realizan nuevos textos o Colecciones que defendían la centralización de la


Iglesia entre ellos: los 5 libros de Bucardo de Works de Alemania, realizada en Italia.

Los monjes de Cluny se hacen promotores de una reacción contra la incertidumbre de la


disciplina eclesiástica y la depravación generalizada. Es el comienzo de la llamada
“Reforma Gregoriana” en la que se caracterizará por promover la potestad suprema y
universal de los Papas como solución a los problemas de la época, junto con un vivo
renacimiento espiritual.

Es importante el Decretum Burchardi Wormatiensis, asienta los principios básicos de la


nueva reforma. De hecho, es obra de la reforma episcopal en Alemania. Es una colección
universal, bien ordenada, práctica.

Del S. X al XI. Depuración de los textos canónicos.

Desde el año 1073 reina en la Iglesia Gregorio VII44. En el s. XI comienza una


importantísima reforma en la Iglesia en todo lo que se refiere a la disciplina del clero y a

44
San Gregorio VII. (Hildebrando de Soana; nació en Soana, Toscana en el 1020 – murió en Salerno, Nápoles, 1085)
Papa de la Iglesia católica (1073-1085). Este monje toscano adquirió experiencia en la política romana como secretario
32
la recuperación del derecho de nombrar obispos, que ejercía el Emperador. Esta reforma
consigue reivindicar la autoridad papal. Se remoza el agustinismo político (la dualidad de
poderes independientes: el poder divino y el terreno).

Quedaron abolidas las investiduras laicas. Se luchó contra la simonía (cfr. Hch. 8,9-24;
Mt. 10,8; Is. 55,1; CATIC 2121; CIC 149§3; 848; 1380). Se retorna a la antigua disciplina
y a la tradición; se impulsó la investigación en bibliotecas y archivos: se encontraron las
PANDECTAS o DIGESTOS del derecho romano pre-cristiano, y otros muchos
documentos valiosos. Se universalizó el derecho canónico y se usarán solamente los textos
antiguos.

Se lucharon contra los espurios (falso-ilegítimo), se rechazan los textos de la autoridad


inferior contrarios a los de la autoridad suprema. La Santa Sede juzgará sobre la autoridad
de los textos.

Se perfilarán tres bases sobre las que se apoyará el derecho canónico:


1. Un derecho Romano acomodado a los problemas eclesiásticos.
2. El poder legislativo del Papa.
3. La armonización de los textos (primer esbozo de un método científico)

del papa Gregorio VI (1045-46) y luego como tesorero del Papa León IX (1049-54). Bajo los pontificados de Nicolás
II (1059-61) y de Alejandro II (1061-73), Hildebrando se perfiló como uno de los hombres más influyentes de la Curia
papal, representante de la corriente reformista.
En 1073 fue elegido papa y se consagró a la que desde entonces se conoce como «reforma gregoriana»: un esfuerzo por
elevar el nivel moral del clero, al mismo tiempo que trataba de encuadrar mejor a los fieles, defender la independencia
del Papado frente a las restantes monarquías y reforzar la supremacía de la autoridad romana sobre las iglesias
«nacionales» occidentales (después del gran cisma que había protagonizado la Iglesia de Oriente en 1054).
Todos estos objetivos eran los que venían defendiendo los reformistas católicos desde que los propusiera León IX, pero
Gregorio VII se distinguió por la intransigencia y la energía con que los defendió. Fue él quien, en el Concilio de Roma
de 1074, proclamó el celibato de los eclesiásticos que todavía perdura en la Iglesia católica. Continuó la lucha de sus
predecesores contra la simonía, prohibiendo a los laicos conceder cargos eclesiásticos (en la línea de Nicolás II, que
había decretado en 1059 la elección del papa por los cardenales, sin intervención del emperador ni la nobleza romana).
En el tajante Dictatus Papae de 1075 afirmó que sólo el Papa podía nombrar y deponer a los obispos como cabeza de
la Iglesia; y llevó su autoritarismo hasta el punto de defender que también correspondía al papa la designación de los
reyes, por tener éstos un poder delegado de Dios.
Estalló entonces la «Querella de las Investiduras» (1075-1122), en la que el Papado se enfrentó con el Imperio a
propósito de la investidura de los obispos: el emperador Enrique IV declaró depuesto al Papa y Gregorio VII declaró
depuesto y excomulgado al Emperador (Concilio de Letrán, 1076). Éste, temeroso de perder la fidelidad de sus súbditos,
se avino a hacer penitencia en Canosa hasta que el papa le levantó la excomunión (1077); pero para recuperar la Corona
imperial hubo de emplear la fuerza contra los príncipes alemanes, provocando una nueva excomunión (1080). Marchó
entonces sobre Roma, depuso a Gregorio y le sustituyó en el trono papal por el antipapa Clemente III, quien le coronó
emperador en 1084.
Gregorio VII resistió asediado en el castillo de Sant'Angelo hasta que vinieron a rescatarle los normandos de Sicilia, en
cuyos dominios moriría poco después. Fracasaba así el intento de imponer el Papado sobre los poderes seculares, aunque
la misma política sería sostenida por sus sucesores y honrada por la Iglesia de la Contrarreforma al canonizar a Gregorio
VII en 1606.
33
Fue la reforma del Papa Gregorio VII, quién encontró una mayor centralización y poder
de los Papas en Roma. También hay una mayor formación entre los que asesoran al Papa
en el campo jurídico, como Anselmo de Luca45. También se utilizan seglares si con ellos
se obtiene un beneficio para la Iglesia frente al Emperador.

De este período son:


 Los Dictatus Papae, conjunto de apuntes en los que van expresando el programa
de Gregorio VII, tanto en el campo jurídico como en el político46.
45
San Anselmo de Lucca. Nació en Mantua alrededor del año 1036; murió en esa misma ciudad el 18 de marzo de 1086.
Era sobrino de Anselmo de Lucca, el Mayor, quien ascendió al trono papal como Alejandro II en 1061. En el año 1071
Alejandro II consagró a Anselmo como obispo de Lucca y lo envió a Alemania a tomar la investidura de manos de
Enrique IV. Anselmo se fue a Alemania, pero estaba renuente a recibir la insignia del poder espiritual de manos de un
gobernante temporal y regresó sin la investidura. En 1073 el Papa San Gregorio VII, sucesor de Alejandro II, también
nombró a Anselmo obispo de Lucca, pero le aconsejó que no aceptara su anillo ni báculo de manos de Enrique IV. Por
alguna razón Anselmo aceptó ser investido por Enrique, pero pronto sintió tal remordimiento que renunció a su diócesis
y entró a la Orden Benedictina en Padilirone, un monasterio de la Reforma de Cluny, situado cerca de Mantua. Gregorio
VII le ordenó regresar a su sede episcopal en Lucca, a lo cual Anselmo obedeció con renuencia, pero continuó llevando
vida de monje hasta su muerte.
Al igual que Gregorio VII, su santo celo lo inspiró a reformar el clero, y deseaba imponer una disciplina más estricta a
los clérigos de su catedral. La mayoría de ellos se negó a someterse a las regulaciones de Anselmo, y en 1081 éste fue
expulsado de Lucca con la ayuda del emperador y su antipapa Guiberto. Ahora Anselmo se retiró al castillo de la
Condesa Matilde de Toscana, de la cual se convirtió en director espiritual. Poco tiempo después fue nombrado legado
papal a Lombardía con instrucciones de gobernar a todas las diócesis, las cuales habían sido dejadas sin obispos durante
el conflicto entre el Papa y el emperador. Anselmo era muy versado en la Escritura y escribió algunas obras exegéticas
y ascéticas.
46 Los «Dictatus papae» recogían el ideario político-religioso del papa San Gregorio VII. Algunos historiadores

argumentan que fueron escritos (o dictados) por el propio Gregorio VII; otros consideran que fueron redactados
posteriormente y que tienen un origen distinto para justificar el poder papal. En el año 1087 el Cardenal Deusdedit
publicó una colección de decretos, dedicados al Papa Víctor III, que representaban la ley del canon eclesiástico que
había recogido de diversas fuentes, tanto legítimas como falsas (como el Pseudo-Isidoro). Los Dictatus Papae coinciden
tan estrechamente con esta colección, que existen varias teorías que argumentan que se basaron en ella; y que por lo
tanto los Dictatus fueron recopilados y redactados posteriormente al año 1087. Los Dictatus Papae comienzan con un
encabezado que sugieren que el Papa es el autor, pero no fueron ampliamente divulgados más allá del círculo inmediato
de la curia papal. Ninguno de los conflictos papales del año 1075 y siguientes parecen estar directamente relacionados
con su publicación, aunque la política del Papa Gregorio VII y sus seguidores durante estos conflictos parecen seguir el
mismo espíritu. Los principios expresados en los Dictatus Papae resumen en gran parte los principios de la reforma
gregoriana, que había sido iniciada por Hildebrando de Toscana antes de convertirse en el Papa San Gregorio VII. El
axioma con el que se arrogaba el derecho de deponer emperadores disolvió el equilibrio altomedieval simbolizado por
las "dos espadas", el poder espiritual y el poder temporal, los poderes complementarios de la potestas (o imperium) y la
auctoritas que había regido en Europa Occidental desde la época de los merovingios y carolingios, basado en
precedentes romanos.
El CESAROPAPISMO, inaugurado por la práctica política de Carlomagno, tendrá que ceder definitivamente ante el
peso de la hierocracia, que tiene en San Gregorio VII (1073-85), en los canonistas del Siglo XII y en los decretalistas
del XIII, o en Bonifacio VIII (1294-1303) a los teóricos de las máximas formulaciones del poder universal de los
sucesores de San Pedro. Según los Dictatus Papae, la unidad de la sociedad cristiana queda cimentada sólo por la fe. El
orden laico no tiene otra función que ejecutar las órdenes formuladas por el clero y su monarca absoluto, el Papa, vicario
de Cristo. De hecho, es el Papa el único titular legítimo del Imperio, que puede delegar su poder en los soberanos
temporales y reprender su gobierno. El Emperador es considerado como un simple cooperante subordinado del Papa.
Esos nuevos postulados daban pie a la denominada "HIEROCRACIA o HIEROPAPISMO" (el Papa es el soberano
absoluto). Debido a su contenido político, estos decretos no fueron publicados ni en el Sacro Imperio Romano
Germánico, ni en los reinos ibéricos ni en Inglaterra.
Los Dictatus Papae (1075 d.C.) son los siguientes:
34
 la Redacción Gregoriana o Romana,

I. «Quod Romana ecclesia a solo Domino sit fundata». (Que la Iglesia Romana ha sido fundada solamente por el Señor).
II. «Quod solus Romanus pontifex iure dicatur universalis». (Que sólo el Pontífice Romano sea dicho legítimamente
universal).
III. «Quod ille solus possit deponere espiscopus aut reconciliare». (Que él sólo puede deponer o reponer obispos).
IV. «Quod legatus eius omnibus episcopis presit in concilio etiam inferioris gradus et adversus eos sententiam
depositionis possit dare». (Que su legado está en el concilio por encima de todos los obispos, aunque él sea de rango
inferior; y que puede dar contra ellos sentencia de deposición).
V. «Quod absentes papa possit deponere» (Que el Papa puede deponer ausentes).
VI. «Quod cum excommunicatis ab illo inter cetera nec in eadem domo debemus manere». (Que no debemos estar ni
en la misma casa con los excomulgados por él, entre otras cosas).
VII. «Quod illi soli licet pro temporis necessitate novas leges condere, novas plebes congregare, de canonica abatiam
facere et e contra, divitem episcopatum dividere et inopes unire». (Que sólo al Papa le es lícito, según necesidad del
tiempo, dictar nuevas leyes, formar nuevas comunidades, convertir una fundación en abadía y, recíprocamente, dividir
un rico obispado y reunir obispados pobres).
VIII. «Quod solus possit uti imperialibus insigniis». (Que él sólo puede llevar las insignias imperiales).
IX. «Quod solius papae pedes omnes principes deosculentur». (Que todos los príncipes deben de besar los pies
solamente del Papa).
X. «Quod illius solius nomen in ecclesiis recitetur». (Que sólo del Papa se nombre el nombre en las iglesias).
XI. «Quod hoc unicum est nomen in mundo». (Que este nombre es único en el mundo).
XII. «Quod illi liceat imperatores deponere». (Que le es lícito deponer a los emperadores).
XIII. «Quod illi liceat de sede ad sedem necessitate cogente episcopos transmutare». (Que le es lícito trasladar a los
obispos de una sede a otra, si le obliga a ello la necesidad).
XIV. «Quod de omni ecclesia quocunque voluerit clericum valeat ordinare». (Que puede ordenar un clérigo de cualquier
iglesia en donde quiera).
XV. «Quod ab illo ordinatus alii ecclesiae preesse potest, sed non militare; et quod ab aliquo episcopo non debet
superiorem gradum accipere». (Que un ordenado por él puede presidir otra iglesia, pero no servirla; y que el ordenado
por él no puede recibir grado superior de otro obispo).
XVI. «Quod nulla synodus absque precepto eius debet generalis vocari». (Que ningún sínodo se llame general si no ha
sido por orden del Papa).
XVII. «Quod nullum capitulum nullusque liber canonicus habeatur absque illius auctoritate». (Que ningún capitular ni
ningún libro sea considerado como canónico sin su autorizada permisión).
XVIII. «Quod sententia illius a nullo debeat retractari et ipse omnium solus retractare possit». (Que su sentencia no sea
rechazada por nadie y sólo él pueda rechazar la de todos).
XIX. «Quod a nemine ipse iudicare debeat». (Que no sea juzgado por nadie).
XX. «Quo nullus audeat condemnare apostolicam sedem apellantem». (Que nadie ose condenar al que apela a la sede
apostólica).
XXI. «Quod maiores cause cuiscunque ecclesiae ad eam referri debeant». (Que las causas mayores de cualquier iglesia,
sean referidas a la sede apostólica).
XXII. «Quod Romana ecclesia nunquam erravit nec imperpetuui scriptura testante errabit». (Que la Iglesia Romana no
ha errado y no errará nunca, en el testimonio de las Escrituras).
XXIII. «Quod Romanus pontifex, si canonice fuerit ordinatus, meritis beati Petri indubitanter efficitur sanctus testante
sancto Ennodio Papiensi episcopo ei multis sanctis patribus faventibus, sicut in decretis beati Symachi pape continetur».
(Que el Pontífice Romano, una vez ordenado canónicamente, es santificado indudablemente por los méritos del
bienaventurado Pedro, según testimonio del santo obispo Ennodio de Pavía, apoyado por los muchos santos Padres
según se contiene en los decretos del Beato Papa Símaco).
XXIV. «Quod illius precepto et licentia subiectis liceat accusare». (Que por orden y permiso suyo es lícito a los
subordinados formular acusaciones).
XXV. «Quod absque synodali conventu possit episcopos deponere et reconciliare». (Que sin intervención de Sínodo
alguno puede deponer y reponer obispos).
XXVI. «Quod catholicus non habeatur, qui non concordat Romanae ecclesiae». (Que nadie sea llamado católico si no
concuerda con la Iglesia Romana).
XXVII. «Quod a fidelitate iniquorum subiectos potest absolvere». (Que el Papa puede eximir a los súbditos de la
fidelidad hacia príncipes inicuos).
35
 la Collectio 74 titulorum (colección de los 74 Cánones), fue el liber annualis de la
curia Romana y de los papas. Es la segunda colección oficial de la Sede a pesar de
que no es auténtica.
 la Colección de Anselmo de Luca: En su obra “Contra Guibertum et sequaces ejus”
él demuestra la ilegalidad de la investidura laica y defiende al Papa Gregorio VII
contra el antipapa Guiberto. También hizo una colección de cánones, los cuales
luego fueron incluidos en el muy conocido “Decretum” de Graciano.
 la Colección del Cardenal Deusdeit
 la Colección de Ivo de Chartres47: Es el canonista más grande del s. XI. En esta
época se empieza a lograr una verdadera ciencia jurídica canónica basada en esos

47
San Ivo de Chartres. Su vida. Uno de los más notables obispos de Francia en el tiempo del Conflicto de las
Investiduras y el más importante canonista anterior a Graciano en Occidente; nació en una noble familia cerca del año
1040; murió en 1116. Desde la vecindad de Beauvais, su país nativo, se fue a estudiar primero a París y luego a la
Abadía de Bee en Normandía, al mismo tiempo que San Anselmo de Canterbury, para asistir a las conferencias de
Lanfranc. Alrededor del 1080, por deseos de su obispo, llegó a ser prior de los canónigos de St-Quentin en Beauvais.
Era entonces uno de los mejores maestros en Francia, y así se preparó para infundir nueva vida a las famosas escuelas
de Chartres, de cuya ciudad fue nombrado obispo en 1090, donde su predecesor, Geoffroy, había sido depuesto por
simonía. Su gobierno episcopal, al principio obstaculizado por los inquilinos de Geoffroy, se extendió por un período
de veinticinco años.
Ningún hombre, tal vez, está mejor retratado en sus escritos que Ivo en sus cartas y sermones; en ambos aparece como
un hombre siempre fiel a sus deberes, de elevados sentimientos, lleno de celo y piedad, cabal en sus juicios, agudo
jurista, íntegro, consciente de los derechos de los demás, devoto del papado y su país, al mismo tiempo desaprobaba
abiertamente lo que estaba equivocado. Esto explica por qué a veces se le ha citado como el patrón de las libertades
galicanas y por qué Flaco Ilírico, en su “Catalogus” lo ve como uno de los "testigos de la verdad". Muy a menudo a Ivo
se le consultaba sobre cuestiones teológicas, litúrgicas, políticas y, especialmente, canónicas. De su vida se conoce poco
más que lo que puede inferirse de sus cartas.
Como obispo se opuso fuertemente a Felipe I, quien deseaba abandonar a Berta, su legítima esposa, y casarse con
Berthrade de Anjou (1092); su oposición le ganó una celda en la prisión. En la lucha de las Investiduras que soplaba
con ardía furiosamente en Francia, y especialmente en Alemania, Ivo representó el partido moderado. Aunque murió
muy pronto para testimoniar el triunfo final de sus ideas con el Concordato de Worms (1122), se puede decir que sus
esfuerzos y sus doctrinas prepararon el camino para un acuerdo satisfactorio para ambas partes. Sus puntos de vista
sobre la materia están expresados plenamente en varias de sus cartas, especialmente las de los años 1099, 1106 y 1111
(Epistolae, LX, CLXXXIX, CCXXXII, CCSSSVII, etc.); estas cartas aún son de interés en cuanto a la cuestión de la
relación entre la Iglesia y Estado, la eficacia de los sacramentos administrados por herejes, el pecado de simonía, etc.
Obras. Las obras impresas de Ivo de Chartres pueden organizarse en tres categorías: escritos canónicos, cartas y
sermones. Escritos canónicos. Para las obras canónicas vea Colecciones de cánones antiguos, subtítulo Colección de
Ivo de Chartres. Bastará mencionar aquí el "Decretum" en diecisiete libros y la "Panormia" en ocho libros, siendo esta
última indudablemente obra de Ivo mismo, con material tomado de la primera. Ambas fueron compuestas antes de 1096,
pero la "Panormia" disfrutó de un mayor éxito que el "Decretum"; inmediatamente lo encontramos en Durham y en
otras partes de Inglaterra, en Naumburg en Alemania, etc. Una de las mejoras de esta colección sobre las obras de
Burchard de Worms (m.1025) consisten en esto: que Ivo da un mucho mayor número de cánones, agregando a los de
Burchard los tomados de fuentes italianas. Como puede verse fácilmente, la teología y el derecho canónico no estaban
todavía precisamente delimitados entre sí ---un defecto que vale también para colecciones anteriores; los capítulos sobre
la Trinidad, la Encarnación, y especialmente los sacramentos son dignos de verse en ese contexto. Pero el rasgo más
importante de la obra de Ivo es tal vez su prefacio, el "Prologus", que da nuevas reglas para resolver el antiguo problema
de las discrepancias que ocurren en los textos de los Padres y los concilios. Cartas. Las cartas de Ivo, 288 en número
(Merlet ha agregado 40 adicionales), de las que hemos reunido casi todo lo que sabemos de su vida, están en la edición
de Migne junto con las de sus corresponsales. Muchas son de especial interés en cuanto a las cuestiones políticas y
religiosas de la época; no pocas son respuestas a dificultades referentes a asuntos morales, litúrgicos o canónicos;
algunas discuten problemas de dogmática. La popularidad de estas cartas fue muy grande, como se desprende del hecho
de que aparecen en los catálogos de muchas bibliotecas monásticas; aún existen numerosos manuscritos de ellas.
36
textos, ejemplo de estas obras son las de Ivo de Chartres: Decretum; Tripartita y
Panoramia, que ya son obras científicas. Se preocupó en lograr un buen equilibrio
entre el poder seglar y el secular, y también entre el Derecho Canónico Universal y
el Particular.

El Derecho Canónico clásico empieza en el s. XII y se inicia con el Decreto Graciano


(Discordatium Canonum) en el 1140 y termina con el Concilio de Letrán48, o según otros
con el de Trento en el s. XV49.

También hubo un hecho muy importante: el Concordato de Worms 1122, entre el Papa y
el Emperador, por el que se puso fin al problema de investidura de los obispos, ya que
estos, al ser también señores feudales, estaban sometidos al rey, por lo que los Reyes se
oponían a esta doble función de los obispos: a la Iglesia y a ellos. Al final, en el
Concordato de Worms, en la que la posición papal salió muy mejorada50.

Sermones. Los veinticinco sermones a veces son tratados sobre cuestiones litúrgicas, dogmáticas o morales y dan
testimonio de la gran piedad y ciencia del obispo Ivo. El "Micrólogo" que se le ha atribuido, pertenece a Bernoldo de
Constanza. Otras obras, tales como la "Tripartita" (colección de cánones), el "Comentario sobre los Salmos", etc., aún
están inéditas.
Influencia de los escritos. La influencia de las obras de Ivo puede verse en los escritos de casi todos los teólogos y
canonistas de su época y por algún tiempo después: Alger de Lieja y Hugo de San Víctor, para no mencionar otros,
dependen grandemente de los materiales reunidos en el "Decretum" y en la "Panormia"; y Hugo también ha tomado
prestado de los sermones de Ivo sobre las Órdenes Sagradas, la dedicación de iglesias, etc. La conexión de ideas entre
el "Prologus" y el esquema de "Sic et Non" de Abelardo o la "Concordantia" de Graciano es obvia. La fiesta del santo
se celebra, desde 1570, el 20 de mayo; no se sabe cuándo fue canonizado.
48 El Primer Concilio Lateranense se celebró en Roma, con la Basílica de San Juan de Letrán como sede, y desarrolló

sus sesiones entre el 18 de marzo de 1123 y el 11 de abril del mismo año. Fecha: 18 mar. 1123 – 27 mar. 1123.
Convocado por: Papa Calixto II. Cánones: 25. Presidido por: Papa Calixto II. Temas de discusión: Querella de las
investiduras
49 Decimonoveno concilio ecuménico de la Iglesia católica. Desarrollado en periodos discontinuos durante veinticinco

sesiones entre los años 1545 y 1563. Convocado por: Pablo III, en 1545. Presidido por: Pablo III; Julio III; Pío IV.
Terminó: 1563. Convocado con la intención de responder a la Reforma protestante, supuso una reorientación general
de la Iglesia y definió con precisión sus dogmas esenciales. Los decretos del Concilio, confirmados por el papa Pío IV
el 26 de enero de 1564, fijaron los modelos de fe y las prácticas de la Iglesia hasta mediados del siglo XX.
50
El problema de las Investiduras consistió en el enfrentamiento entre papas y reyes entre el 1073 y el 1122, fecha que
fija su fin en virtud del Concordato de Worms. Fue desencadenado por el Papa Gregorio VII y el Emperador del Sacro
Impero Romano Germánico, Enrique IV, en donde ambos se disputaron la supremacía del poder.
En el año 1075, el recientemente nombrado Papa, el monje Hildebrando devenido en Gregorio VII, emite un Dictatus
Papae de características rígidas en el que, a través de 27 puntos, expone el papel que debe regir la iglesia respecto al
poder temporal. En éste determina la absoluta supremacía del Papa, ubicándose por encima de los clérigos, obispos,
fieles e iglesia, ya sean éstas locales o nacionales. Su autoridad está por encima de la de los concilios. Sólo el Papa tiene
el poder de nombrar obispos, como así también emperadores y príncipes, quienes le deben sometimiento. Asimismo,
expone la infalibilidad de la Iglesia, esto es, “la iglesia no erró ni errará jamás”.
Asimismo, se manifiesta expresamente en contra de la simonía, venta de cargos eclesiásticos y el nicolaismo, vida no
célibe de los clérigos, voto de castidad que se mantiene en la actualidad dentro de la religión católica. La razón por la
cual se impuso esta condición se debió, en principio, a una razón económica y al carácter hereditario de los feudos ante
una posible descendencia. La querella se expresó en el deseo de obtener la autoridad imperial por encima de los reyes,
hecho que molestó al emperador Enrique IV quien no estaba dispuesto a ceder su poder, actitud que demostró al no
modificar en nada sus prácticas frecuentes: siguió nombrando obispos en Alemania, más aún, nombró arzobispos en
Milán, territorio que había rechazado de cuajo las nuevas directivas papales.
37
En el s. XII surgen las universidades fundadas bajo los auspicios de la Santa Sede. La
simbiosis Universidad-Santa Sede dará origen al Derecho Clásico.

3.5 EL DERECHO CANÓNICO Y SU FORMACIÓN HISTÓRICA

1.- EL DERECHO CANÓNICO CLÁSICO

Los juristas empiezan a explicar sus teorías, bien por iniciativa Papal o bien por solicitud
de los alumnos, en la Universidad. La primera la de Bologna 1088. Los ex alumnos, a su
vuelta a sus lugares de origen explican el Derecho Canónico, y se van creando las
sucesivas Universidades.

También aparece unas nuevas técnicas juristas; la primera fue la civilista, por Irnerio, a
comienzos de s. XII, basándose en el Iuris Civile de Justiniano, por medio de glosas
(explicar un comentario de forma literal)51. El otro sistema es más atrevido, ya que no
tiene texto alguno que comentar, y aparece de repente: el Decreto Graciano

La respuesta por parte de Gregorio VII fue al comienzo, un claro llamado de atención hacia la desobediencia. Por su
parte, el Emperador convocó a un conjunto de obispos en Worms en 1076 quienes lo apoyaron, negándose a reconocer
las nuevas directrices. El resultado fue la excomunión del Emperador y de quienes lo acompañaban, destituyéndolo de
la corona imperial quien, ante la posibilidad de perder el favor de sus súbditos como así también la bendición de la fe,
pidió perdón al Papa, evento que se conoce como el “Paseo de Canossa”, en virtud al viaje que hace Enrique IV al
castillo de Canossa en donde se encontraba Gregorio VII. La querella se reaviva cuando, al regresar el emperador a
Alemania, se encuentra con que un grupo de partidarios de su cuñado Roberto de Suabia, lo habían promulgado
emperador. La reacción de Enrique fue, nuevamente, convocar un grupo de prelados en Brixten, desposeyendo a
Gregorio VII y nombrando en su lugar al antipapa, Clemente III. El papa, en tales circunstancias, confirmó a Roberto
de Suabia y pidió ayuda al normando Roberto Guiscardo, quien se lanzó contra Roma. El resultado fue un conflicto
sangriento con intervención popular en el que perecieron civiles.
Gregorio VII, escoltado por Guisardo, huyó a Salerno en donde este le ofreció asilo hasta su muerte, un año más tarde,
en el 1085. Sucedido primero por Víctor III y luego por Urbano II, la Querella de las Investiduras se mantuvo hasta la
llegada del Papa Calixto II, quien firmó el Concordato de Worms en 1122 confirmado por el Concilio de Letrán. Se
estableció un acuerdo entre la Iglesia y el Imperio a través del cual la primera se reservaba el poder de las consagraciones
religiosas, en tanto que al poder imperial correspondía la investidura temporal y los derechos de regalía. Asimismo, el
emperador tenía el poder de asistir a la elección de cargos eclesiásticos y utilizar su voto cuando el quórum no fuese
suficiente.
51 Irnerio o Irnerius (Bolonia h. 1050 - h. 1130) fue un jurista italiano. Incorporado a la llamada Escuela de Bolonia, de

donde extrae buena parte de la base de conocimientos jurídicos que le permitirán desarrollar su obra, la primera
referencia suya se encuentra en un documento de 1113. Magister artium, trabó conocimiento de los gramáticos y
retóricos de la época y siguió la línea del movimiento medieval de renovación de las artes que removió los cimientos
del conocimiento tradicional del sistema jurídico y del Derecho, al otorgarle autonomía propia y entidad suficiente,
separándolo, precisamente, de la gramática y la retórica que tan bien había llegado a conocer. Hay autores que aseguran
que no recibió formación alguna, sino que fue autodidacta. Incluso se duda de la existencia de la Escuela de Bolonia ya
en aquellos años. Eso es debido al descubrimiento por parte de Irnerio de un documento único, el llamado codex
secundus, la más elaborada obra del derecho romano, en una biblioteca de Pisa.
Sea como fuere, el Digesto o codex secundus quedó plenamente establecido al finalizar el siglo XI, y sobre él dirigirán
casi en exclusiva sus esfuerzos Irnerio y sus discípulos (conocidos como los quattuor doctores). El Digesto es comentado
por un método de exégesis, con anotaciones interpretativas y aclaratorias al margen, lacónicas muchas veces, que se
denominarán glosas (y glosadores a quienes las anotan), dando lugar al inicio de la Escuela de Glosadores.
38
(Discordatium Canonum) quién a través de un orden sistemático va exponiendo la
temática jurídica y va exponiendo las soluciones para eliminar los problemas. Estos textos
de Graciano son los Dicta Graciano. También encontramos metidos entre corchetes
([paleas]) que son textos de un discípulo de Graciano, llamado Pauca, de aquí las
Paucapaleas.

El texto de Graciano está dividido en materias y causas; es el primer texto con unidad
jurídica. Hay 101 distinciones en las que figuran las fuentes del Derecho y el Derecho de
las personas que van a ordenarse sacerdotes u obispos. Graciano fue el primer estudioso
medieval que logró diferenciar la Teoría del Derecho Romano del Derecho Civil.

Graciano, por iniciativa propia recopiló lo que pudo juntar de textos jurídicos, y los
armonizó: “La concordia de los Cánones discordantes”. Edita “Gratiani”.
Deslinda el Derecho Canónico del Civil y la Teología, aunque esta delimitación no existía
en el s XII, ya que por encima está el Derecho Canónico.

Después del Decreto Graciano, lo Papas dictan normas decretales, ya que era el sistema
de legislación más cómodo y frecuente. Desde el 1140 al 1234, en el que se promulgó la
gran colección legislativa que fue la de Gregorio IX, hubo varias compilaciones:
 Las Cinco Compilaciones Antiguas (en realidad eran más)
 Bernardo de Parma (autor de la Glosa Ordinaria a las Decretales). Establece una
organización del texto compilado que adoptan los textos posteriores. También fue
una Compilación privada y no fue oficialmente promulgada.
 Las Extravagantes (es decir, que “vagavant extra”, que estaban fuera de las
colecciones anteriores), siendo las más importantes las Extravagantes de Juan XII y
las Extravagantes Comunes promulgados desde el pontificado de Urbano IV
(1.261-1.264) al de Sixto IV (1.471-1.484). La forma que utiliza es el Libro,
dividido en Títulos y estos en Capítulos (Cánones); se dividían en:
- Derecho general
- Iudicia: el proceso canónico
- Cleros: Derecho de los clérigos
- Comunaria
- Crimen: Derecho penal canónico
 Juan de Gales: que fue una obra privada
 Pietro de Benevento: colección oficial encargada por el Papa Inocencio
 Juan Teutónico, de origen alemán, compuso su Compilación a principios del s. XII
 Tancredo de Bolonia: colección oficial promulgada por Honorius III
 La de Gregorio IX quién encargó a San Raimundo de Peñafort (Patrón de los
abogados) la compilación nueva del Derecho. De este modo se hicieron Las
Decretales o Liber Extra, recibiendo este último nombre por considerarse una
continuación del Decreto de Graciano. El material que utilizó fue el de las Cinco
Compilaciones Antiguas, añadiéndole las Decretales Nuevas y algunas que él
39
mismo sugirió al Papa para regular algunas materias que no tenían una decretal
adecuada. También incorpora los textos de los dos últimos Concilios de Letrán
(1179 y 1215). Este texto se envió a las Universidades de Bologna y de París como
texto oficial.
 Las Decretales siguientes: Liber Sextus, de Bonifacio VIII se consideró una
continuación a los cinco que componían Las Decretales. Contiene los textos de los
concilios Ecuménicos de Lyon, y se promulgó en Bologna, París y Salamanca
 Las Decretales Clementinas, compilación de decretales realizada por Clemente V,
pero promulgadas por Juan XII en 1.317.
 Las Decretales Extravagantes de Juan XII
 La Extravagantes de Cananá, que llegan hasta el s XV.
 Las últimas, las Corpus luris Canonici, publicado oficialmente por Gregorio XIII,
después del Concilio de Trento.

De todas ellas nace el: COPUR IURIS CONONICI, publicado oficialmente por Gregorio
XIII en 1583, después del Concilio de Trento, se compone de:
 El Decreto Graciano;
 Las Decretales de Gregorio X y San Raimundo de Peñafort
 El Liber Sextus de Bonifacio VIII;
 Las Decretales Clementinas de Clemente V
 Las Decretales Extravagantes de Juan XII.

El Corpus IURIS CANONICI estuvo en vigor hasta la promulgación del Código de


derecho Canónico de 1917.

3.6 LOS GLOSADORES Y LOS COMENTARISTAS:

Los Glosadores existen desde el s. XII y el XIII, y los Comentaristas desde el XIII al XVI.
Ambos realizan comentarios al Decreto Graciano (Discordatium Canonum) y a
las Decretales Clementinas.

Los Glosadores empezaron en el s. XII siendo Paucapalea (discípulo de Graciano) el


primero de ellos. También estaban Rufinus Bonaerense, Juan Teutónico, que fue el más
importante ya que terminó la glosa ordinaria al texto de Graciano, y Hugario

La forma de hacerlo era por glosas: un comentario a unas pocas palabras. La primeras
Glosas son “interlineales” = a aclaración a una sola palabra; más adelante se
producen la marginales (en los márgenes del libro y son más largas y dan explicación
o relacionan parte del texto o sacaban un principio general del Derecho remitiendo
de un texto a otro. Más adelante se recopilaron todas la Glosas en lo que se llamó
“Apparatus”.
40
Otra manera de tratar los textos fue la “Summae” que eran resúmenes de los textos.
Empiezan por el Libro 1º, 2º, 3º, etc. de los Decretales. Las copias de estas Summae se
vendían, y tomaban el nombre del que las había hecho.

También hubo glosas “Secretales”: Cardenal Hostiensio que escribió la Summa Aurea. La
de Godofredo de Trano y también Sinibaldo del Fieschi, que luego fue elegido Papa con
el nombre de Inocencio IV, que fue quién invento la “persona jurídica”. También
Bernardo de Parma, quién hizo la “glosa ordinaria” a las decretales. Se llama “glosa
ordinaria” porque es la que se utiliza de “ordinario”, día a día. También esta Alejandro II.
La Summae Parisienses, etc. No todas está editadas, aunque en el s XIX los alemanes las
editaron de nuevo, pero al estar tan “iluminadas” sus copias son caras por lo que hay que
esperar al s XX para tener copias facsímiles de ellas.

Los Comentaristas son posteriores. Hicieron comentarios a Graciana, entre ellos


Torquemada, pero fueron más comunes las decretales. En el s XIV hubo muchos autores:
Antonio de Burtrio (profesor de Torquemada. En el s. XV: Zarabelta; Pietro de Ancharano
y el Abad Parormitano (abad Benedictino de Palermo).

El trabajo de los Comentaristas fue distinto al de los Glosadores, ya que estos


intentaron descubrir el espíritu de la ley, no el significado del texto. Su trabajo es más
propio de la dialéctica, ya que coincide con el descubrimiento de las obras de Aristóteles
y se aplica el método de éste, el aristotélico, al estudio.

La lectura de los Comentaristas es tediosa y aburrida. Su forma de trabajar el texto era:


Dividir/ Poner ejemplos/ Analizar el Texto/ Conclusiones y Conclusiones finales. Es un
análisis aristotélico, metódico, sus obras se denominan “comentaria”. Se empiezan a
escribir los primeros “Tractatus” (monografías) sobre textos concretos. Hubo bastantes
Comentaristas.

3.7 El Derecho Canónico EN LA EDAD MODERNA

En la Edad Moderna se tendrá que adaptar todo el derecho Canónico medieval, que
continua vigente, a los nuevos tiempos.

A mediado del s XVI se produce la ruptura de la unidad religiosa con el protestantismo,


lo que hace que se produzca la desaparición del Derecho Canónico en los países
protestantes. Las tesis luteranas generan una abrupta división en la Iglesia. Entre ellas
podemos recordar:
- La negación de la autoridad papal.
- La negación de la jerarquía eclesiástica.
- La negación de la necesidad de las buenas obras para la salvación.
- La negación de la necesidad de la gracia y de los sacramentos.
41
- La afirmación de la “sola scriptura” y del libre examen.
- El derecho es la peor aberración para la reforma luterana.

En la parte católica fue absolutamente trascendente el Concilio de Trento (1545-1563),


con el que se da respuesta firme a los errores protestantes; esto favorece la aparición
del Derecho Canónico Tridentino para la aplicación del concilio; la Curia Romana
comienza a desarrollar una intensa actividad; esta ingente masa de documentos curiales,
constituyen las fuentes más interesantes para el estudio del Derecho Canónico de los s.
XVII y XVIII.

El descubrimiento de América favorece que la Santa Sede delegue a los monarcas


católicos amplísimas competencias. Es un fenómeno conocido como el “regalismo”
(ingerencia de los Reyes en los asuntos eclesiásticos).

El Derecho Canónico en esta época lo podemos dividir por los textos que existen y que se
siguen utilizando: Sigue vigente el CORPUS IURIS; se intentan recopilar los Decretales,
pero no se hizo.

Aparece el método Escolástico: se citan a muchos autores. La diferencia entre estos


comentaristas y los anteriores es que estos incluyen muchos textos morales y tienen un
estilo más elegante y el contenido lo intenta acomodar a la Contrarreforma.

El Derecho Canónico Tridentino tuvo unos Cánones y Decretales de Reforma (jurídicos


y eclesiásticos), y resulta interesante incidir en que el Concilio de Trento se preocupó
mucho del régimen jurídico del material Canónico. Se establece una forma determinada
que no existía y reafirmó ciertas características del matrimonio canónico que son negadas
por el protestantismo: Sacralidad e Indisolubilidad del mismo. También se reafirma el
celibato de los clérigos. Hasta el s XII se podían casar, pero el Concilio de Letrán lo
prohíbe y exige el celibato.

Los Concilios de Trento no solo fueron una fuente del Derecho Canónico, sino también
una normativa interna para España, por una Real Célula de Felipe II. Se prohibió que se
hicieran comentarios sobre el Concilio de Trento, aunque al final del XVIII se hicieron la
más famosa la de Mancy.

También aparecen nuevas legislaciones Pontificias. A partir del s. XVI algunos Papas
siguen haciendo Decretales, que serán sustituidos por las Breves, las Bulas y los
Theasurum. Supone más una diferencia de nombre que de contenido, ya que sigue siendo
el mismo.

Las Bulas empiezan para otorgar privilegios. Son algo físico, tangible y van dirigidas a
las Universidades o a particulares. Las Bulas se recogen en los Bularios: Bulario Romano
42
(desde León I hasta Gregorio XVI). A parte de estos textos aparecen otros normativos
procedentes de la Curia Romana. La Curia se crea en el s. XVI y está compuesta por
distintas congregaciones y tribunales, principalmente el de la Rota Romana (por privilegio
la Rota Española)52.

La Curia dicta normas que se recogen en volúmenes siendo el más importante el


mencionado Theasurum (tesoro o depósito). Las Sentencias del Tribunal de la Rota se
editan a parte: la Santa Romana Rotae. Hoy en día el Tribunal de la Rota solo se dedica a
casos matrimoniales canónicos.

Debido al protestantismo, a la ingerencia de los Reyes (regalismo), las relaciones con los
estados se complican y surge una nueva fuente de Derecho: el Concordato, norma jurídica

52
Los tribunales de la Santa Sede son: PENITENCIARÍA APOSTÓLICA (La competencia de este Tribunal se refiere
a las materias que tienen que ver con el fuero interno, tanto para el fuero interno sacramental como el no sacramental.
Es competente en asuntos relativos a la concesión y uso de indulgencias); SUPREMO TRIBUNAL DE LA
SIGNATURA APOSTÓLICA (Este departamento, además de la función que ejerce como Tribunal Supremo, tiene en
cuenta que la justicia se administre correctamente en la Iglesia. Con muchas funciones, la Signatura Apostólica juzga
los asuntos asignados a ella por el Código de Derecho Canónico; extiende el fuero para extranjeros en Roma a casos de
nulidad matrimonial en circunstancias extraordinarias y por razones graves; supervisa la adecuada administración de
justicia; provee el establecimiento de tribunales regionales e interregionales; disfruta de los derechos que se le asignan
en los concordatos entre la Santa Sede y las diversas naciones. El Tribunal resuelve cuestiones sobre el ejercicio del
poder administrativo eclesiástico que le son remitidas. También dicta sentencias en conflictos de competencia entre los
departamentos de la Santa Sede; examina las cuestiones administrativas remitidas a él por las Congregaciones de la
Curia Romana al igual que las cuestiones encomendadas a él por el Santo Padre); TRIBUNAL DE LA ROTA
ROMANA (Tribunal Apostolicum Rotæ Romanæ - Este tribunal actúa como instancia superior de la Sede Apostólica,
habitualmente en grado de apelación, para salvaguardar los derechos en la Iglesia; promueve la unidad de jurisprudencia
y, por medio de sus propias sentencias, es una ayuda para los tribunales inferiores. Es también un tribunal de primera
instancia para los casos especificados en la ley y para otros encargados a la Rota por el Romano Pontífice. La mayor
parte de sus decisiones se refieren a la nulidad del matrimonio. En tales casos su competencia incluye los matrimonios
entre dos católicos, entre un católico y un no católico, y entre dos no católicos si uno o ambos de los interesados
bautizados pertenece al Rito Latino u Oriental); TRIBUNAL PARA LA DOCTRINA DE LA FE, Pablo III instituyó
una comisión de seis Cardenales, con la misión de vigilar sobre las cuestiones de fe (Bula Licet ab initio del 21 de julio
de 1542). Esta comisión, conocida con el nombre de Santa Romana y Universal Inquisición, tuvo al inicio un carácter
exclusivamente judicial, para conocer las causas de herejía y de cisma. Pablo IV, a partir de 1555, amplió notablemente
su esfera de acción, haciéndola competente para juzgar también asuntos morales de diversa índole. Tras la reforma de
la Curia realizada por Sixto V mediante la Bula Immensa aeterni Dei (22 de enero de 1588), la actividad de la Inquisición
romana se extendió a todo aquello que pudiera afectar, directa o indirectamente, a la fe y la moral. Pío X reorganizó la
Congregación, modificando su nombre en Sagrada Congregación del Santo Oficio (Constitución Apostólica Sapienti
consilio del 29 de junio de 1908).
Juan Pablo II, con la Constitución Apostólica Pastor Bonus del 28 de junio de 1988, dispuso una nueva reorganización
de toda la Curia romana, precisando también la función, tareas y normas de la Congregación para la Doctrina de la Fe.
Su cometido es «promover y tutelar la doctrina sobre la fe y las costumbres en todo el orbe católico» (art. 48).
Sucesivamente, el 29 de junio de 1997, era aprobada la nueva Agendi ratio in doctrinarum examine. En las materias
que lo requieran, la Congregación procede también como tribunal: «Juzga los delitos cometidos contra la fe y también
los delitos más graves cometidos contra la moral o en la celebración de los sacramentos» (art. 52). Con el Motu proprio
Sacramentorum sanctitatis tutela del 30 de abril de 2001, Juan Pablo II promulgó nuevas normas procesales sobre
algunos delitos graves de competencia exclusiva de la Congregación. Una versión actualizada de dichas normas fue
promulgada por Benedicto XVI el 21 de mayo de 2010.

43
sometida a las reglas del Derecho internacional público por la que la Santa Sede y los
Estados pactan lo que es de interés común. Entre ellos destacan el de París, Nápoles,
Cerdeña y al desmembrarse el Imperio Español, con cada uno de los nuevos estados que
van naciendo.

Como características generales podemos citar:


 Centralización de la Iglesia
 Reforzamiento de la vigilancia de los Obispos en sus diócesis, viendo su
funcionamiento, y el de sus fieles. Controlando las visitas pastorales, etc.
 Mayor burocratización
 Mayor legislación

Todo esto nace como respuesta a la iglesia protestante y también para hacer frente a los
estados cada vez más poderosos y que intentan ingerir en los asuntos propios de la Iglesia.

También afectó a la iglesia en sí misma. Al mismo tiempo el Derecho Canónico presenta


una gran flexibilidad para adaptarlo a las reformas que se van produciendo (conquista de
América, Misiones en Japón, Filipinas, etc.). También hay mayor preocupación por las
cuestiones morales.

Hay un distanciamiento del Derecho secular, sobre todo a partir del s. XVI, debido sobre
todo a autores españoles e italiano entre los s. XVI y XVII y alemanes en el XIX. Surge
así el Derecho público eclesiástico, con obras de Von Icktadt, Deutmayr, Von Zallinger y
Ditterich.

En el siglo XVIII las revoluciones y el triunfo del liberalismo de la Ilustración producen


que se rechace la presencia de la religión en la vida social. Los papas tuvieron que
condenar en diversas ocasiones los errores de estas ideologías, como sucedió con el
Syllabus o elenco de los errores modernos, de Pío IX de finales del siglo XIX. El
liberalismo posterior a la Revolución Francesa no fue nada liberal en materia religiosa.

Se impuso el matrimonio civil obligatorio (delito); se prohibió a los religiosos ejercer


actividades docentes y educativas; se expropiaron bienes de la Iglesia; en toda Europa
reina un ambiente laicista. En Italia, es citiada la ciudad de Roma en 1870 por Bucarelli,
los Papas permanecen encerrados dentro del Vaticano y les son arrebatados los Estados
Pontificios, quedan sin soberanía terrenal hasta el tratado de Letrán del 11 de diciembre
de 192953.

53
Los Estados Pontificios fueron los territorios en la península itálica bajo la autoridad temporal del Papa, desde el año
751 hasta 1870. Se encontraban entre los principales estados de Italia desde más o menos el siglo viii hasta que la
península italiana fue unificada en 1861 por el reino de Cerdeña. El Estado Vaticano recuperaba su autonomía como
Estado independiente, después de que el Reino de Italia reconociera la soberanía del primero en los Pactos de Letrán.
Se le adjudicaron 44 hectáreas de la ciudad de Roma, en la zona de los edificios históricos papales, en la Colina Vaticana.
44
Este siglo finaliza con la celebración del Concilio Vaticano I, convocado por Pío IX, en
él se definió el dogma de la infalibilidad del Papa, se reforzará la autoridad papal y se
planteó la posibilidad de codificar el Derecho canónico. El concilio finalizó violentamente
en 1870 como consecuencia del asedio a Roma de las tropas italianas y el Papa se declara
a si mismo Prisionero en el Vaticano.

3.8 El Derecho Canónico EN LOS S. XIX Y XX

Las Acta Sanctae Sedis: son el periódico que de 1965 al 1908 publica, como medio oficial
de promulgación, las actas pontificias y de la Curia Romana. Las Acta Apostolicae Sedis:
son el Commentarium Officiale de la Santa Sede, que desde 1909 sustituyó a las Acta
Santae Sedis.

Ante la complejidad del sistema normativo canónico, a comienzos del siglo XX se


comenzó a pensar en la posibilidad de codificarlo. Aunque la idea ya se había expuesto
durante la celebración del Concilio Vaticano I, no tomará un impulso definitivo hasta que
San Pío X, en 1904, dicta de motu propio el “Arduum sane munus” (Ardua la tarea de la
Iglesia Universal), donde se establece la comisión encargada de realizar los trabajos
preparatorios.

El Código, conocido como Pío-Benedictino, fue promulgado por Benedicto XV mediante


la bula Providentissima Mater de 27 de junio de 1917 entrando en vigor el 19 de mayo de
1918. El mayor peso del trabajo recayó sobre los canonistas Gasparri y Wernz. En Código
de 1917 no ha de interpretarse como una legislación nueva, sino como una codificación
del Derecho anterior.

Esto no impide que se introdujeran innovaciones legislativas destinadas


fundamentalmente, a corregir la discordancia que existía entre algunas normas anteriores
y adaptar las normas a las necesidades del momento. Las normas anteriores a la

Este acuerdo, llevado a cabo por el cardenal Pietro Gasparri (en representación del pontífice Pío XI) y el Primer Ministro
Mussolini (que hablaría en nombre del monarca Víctor Manuel III) acabaría con el dominio que desde el Risorgimento
o “proceso de unificación” había ejercido Italia sobre los territorios del Papa, que pasarían ahora constituirse como un
Estado soberano y sujeto a las reglas del Derecho internacional.
Este acuerdo supondría el autogobierno del Estado Pontificio, pero también conllevaría una serie concesiones en ambas
direcciones, de manera que se establece una relación de colaboración entre los dos Estados. Por un lado, se crea
oficialmente el Estado de la Ciudad del Vaticano, al que se compensa económicamente por las pérdidas sufridas durante
su anexión por parte de Italia en la centuria anterior, mientras que, por otra parte, se garantiza que los obispos jurasen
lealtad al Estado de Italia y que, se mantuviesen al margen de los asuntos políticos. Además, el gobierno de Mussolini
llevaría a cabo una serie de medidas políticas y legislativas acordes a las doctrinas católicas en asuntos como el divorcio
y matrimonio, junto con una mayor implicación de la Iglesia en materia educativa. El vigor de estos Pactos llegaría
hasta 1984, cuando se reconoce la igualdad legal con el resto de confesiones religiosas, poniendo fin al periodo de
oficialidad de la Iglesia Católica como religión del Estado italiano, si bien la independencia y autonomía del Vaticano
llega hasta nuestros días.
45
promulgación del Código que fueran contrarias a él se consideraban abrogadas. El resto
del Derecho antiguo servía para interpretar las normas contenidas en el Código.

Este Codex es sólo para la Iglesia latina y no obliga a la Iglesia Oriental. El Codex es la
ley única, auténtica, exclusiva, estable y universal.

El Papa Benedicto XV, con el motu proprio Cum iuris, del 15 de septiembre de 1917,
instituyó una comisión para la interpretación auténtica del Código. Su estructura es de
cinco libros:
I. Normas generales.
II. Personas.
III. Cosas.
IV. Procesos.
V. Delitos y penas
Contiene 2414 cánones. Tuvo una vigencia de 65 años.

El Código de 1917 estuvo vigente hasta 1983, si bien varios de sus preceptos fueron
modificados tras el Concilio Vaticano II. Este concilio lo convocó Juan XXIII en 1959,
quien murió el 03 de junio de 1963, pero las sesiones conciliares se celebraron entre 1962
y 1965 en el reinado de Paulo VI (26 de septiembre de 1897-06 de agosto de 1978).

3.9 EL NUEVO CÓDIGO DE 1983.

A la vez que Juan XXIII convocaba el Concilio Vaticano II, anunció la reforma del Código
de Derecho Canónico. En marzo de 1963 el Papa Juan XXIII constituyó la Comisión que
había de encargarse de esa reforma. Paulo VI nombro 70 consultores.

Sin embargo, apenas comenzadas las sesiones conciliares, la Comisión se dio cuenta de
que el trabajo no rendiría el suficiente fruto hasta que no se clausurara el concilio y de que
no bastaba con una reforma del Código, sino que había que redactar uno nuevo. De este
modo, no comenzó a trabajar hasta pocos días después de la finalización del Concilio
(Convocado por Juan XXIII en 1959; Inició 11 de octubre de 1962; Terminó 8 de
diciembre de 1965).

Sobre el contenido de los trabajos conciliares, en 1967 el sínodo de Obispos aprobó los
diez Principios directivos que habían de inspirar la redacción del nuevo Código. Después
del Concilio hubo una rica producción de normas transitorias para aplicar los decretos
conciliares, que abrogaron cánones del CIC 1917 y que fueron la base para la redacción
del nuevo código, que sigue la estructura señalada por La Lumen Gentium como Iglesia
en su naturaleza sacramental, ya no como sociedad perfecta.

Las consecuencias de la sacramentalidad de la Iglesia son:


46
- La variedad de los miembros y ministerios de la Iglesia.
- La Iglesia es pueblo de Dios.
- Determina el grado de comunión con los cristianos no católicos54.

54
C. 1365 El reo de communicatio in sacris prohibida ha de ser castigado con una pena justa. En derecho canónico se
denomina communicatio in sacris, o comunicación en las cosas sagradas, o más expresamente comunión en los
sacramentos, a la posibilidad de que cristianos de diferentes confesiones y denominaciones puedan participar
conjuntamente de los sacramentos y otros bienes sagrados, como los templos y lugares sagrados y demás. Por medio
hay consideraciones de ecumenismo, de facilitar la unidad de los cristianos y de ayudar al mutuo conocimiento. Pero se
deben tener en cuenta las razones de unidad: los sacramentos y los bienes sagrados en general representan la unidad de
los cristianos entre sí, y con Cristo; y no se puede representar lo que de hecho no existe.
Por referirnos sólo a los sacramentos, se puede contemplar la communicatio in sacris de dos modos: communicatio
activa, que se refiere a la posibilidad de que un fiel católico acceda a los sacramentos de manos de un ministro no
católico, y communicatio pasiva, o posibilidad de que un fiel no católico pueda recibir los sacramentos de un ministro
católico.
Se deja de lado aquí la posibilidad de que participen conjuntamente en una concelebración eucarística sacerdotes
católicos y no católicos; pero se puede apuntar que Juan Pablo II, en la Encíclica Ecclesia de Eucharistia, recuerda que
no son lícitas estas celebraciones: "Precisamente porque la unidad de la Iglesia, que la Eucaristía realiza mediante el
sacrificio y la comunión en el cuerpo y la sangre del Señor, exige inderogablemente la completa comunión en los
vínculos de la profesión de fe, de los sacramentos y del gobierno eclesiástico, no es posible concelebrar la misma liturgia
eucarística hasta que no se restablezca la integridad de dichos vínculos. Una concelebración sin estas condiciones no
sería un medio válido, y podría revelarse más bien un obstáculo a la consecución de la plena comunión, encubriendo el
sentido de la distancia que queda hasta llegar a la meta e introduciendo o respaldando ambigüedades sobre una u otra
verdad de fe" (n. 42).
Esta es la norma en vigor en el Código de Derecho Canónico acerca de la communicatio in sacris:
Canon 844 § 1: Los ministros católicos administran los sacramentos lícitamente sólo a los fieles católicos, los cuales, a
su vez, sólo los reciben lícitamente de los ministros católicos, salvo lo establecido en los §§ 2, 3 y 4 de este canon, y en
el can. 861, § 2. § 2: En caso de necesidad, o cuando lo aconseje una verdadera utilidad espiritual, y con tal de que se
evite el peligro de error o de indiferentismo, está permitido a los fieles a quienes resulte física o moralmente imposible
acudir a un ministro católico recibir los sacramentos de la penitencia, Eucaristía y unción de los enfermos de aquellos
ministros no católicos en cuya Iglesia son válidos esos sacramentos.
§ 3: Los ministros católicos administran lícitamente los sacramentos de la penitencia, Eucaristía y unción de los
enfermos a los miembros de Iglesias orientales que no están en comunión plena con la Iglesia católica, si los piden
espontáneamente y están bien dispuestos; y esta norma vale también respecto a los miembros de otras Iglesias que, a
juicio de la Sede Apostólica, se encuentran en igual condición que las citadas Iglesias orientales, por lo que se refiere a
los sacramentos.
§ 4: Si hay peligro de muerte o, a juicio del Obispo diocesano o de la Conferencia Episcopal, urge otra necesidad grave,
los ministros católicos pueden administrar lícitamente esos mismos sacramentos también a los demás cristianos que no
están en comunión plena con la Iglesia católica, cuando éstos no puedan acudir a un ministro de su propia comunidad y
lo pidan espontáneamente, con tal de que profesen la fe católica respecto a esos sacramentos y estén bien dispuestos.
§ 5: Para los casos exceptuados en los §§ 2, 3 y 4, el Obispo diocesano o la Conferencia Episcopal no deben dar normas
generales sin haber consultado a la autoridad, por lo menos local, de la Iglesia o comunidad no católica de que se trate.
El canon 861, citado en la norma precedente, recuerda que en caso de peligro de muerte puede administrar el bautismo
cualquier persona, con tal de que tenga la debida intención. Por lo tanto, se establece la regla general de que no es lícita
la communicatio in sacris. La razón del Legislador al establecer esta norma es que para administrar los Sacramentos
hace falta la unidad de los que intervienen, ministro y fiel. Ciertamente, como ya se indicó, los sacramentos significan
la unidad -y entre los sacramentos especialmente la Eucaristía-, pero no la producen, sino que la presuponen, y por lo
tanto, debe existir antes de administrarlo. Sin embargo, no se puede privar de la fuente de la salvación a quien esté
verdaderamente necesitado de un sacramento. Por eso se establecen algunas excepciones.
El Papa Juan Pablo II apunta los motivos de que la legítima Autoridad establezca estas excepciones: "Si en ningún caso
es legítima la concelebración si falta la plena comunión, no ocurre lo mismo con respecto a la administración de la
Eucaristía, en circunstancias especiales, a personas pertenecientes a Iglesias o a Comunidades eclesiales que no están
en plena comunión con la Iglesia católica. En efecto, en este caso el objetivo es satisfacer una grave necesidad espiritual
para la salvación eterna de los fieles, singularmente considerados, pero no realizar una intercomunión, que no es posible
47
mientras no se hayan restablecido del todo los vínculos visibles de la comunión eclesial" (Juan Pablo II, Carta Encíclica
Ecclesia de Eucharistia, n. 45).
Esta es la descripción pormenorizada de los distintos casos en que es legítima la communicatio in sacris: Fiel católico
que pide sacramentos a un ministro no católico. Para que sea lícita tal petición, se requiere:
a) Sólo es lícito pedir la Eucaristía, Penitencia y Unción de los enfermos.
b) Se puede pedir al ministro de una confesión no católica en cuya Iglesia son válidos esos sacramentos.
c) Se puede pedir si hay necesidad, o al menos una verdadera utilidad espiritual.
d) Se debe evitar el peligro de error o de indiferentismo.
Como orientación, se puede indicar que las Iglesias orientales que no están en comunión con el Romano Pontífice -la
Iglesia Ortodoxa, los monofisitas, como son los coptos de Egipto y los armenios, los nestorianos, etc- administran
válidamente los sacramentos. En las Iglesias separadas de Roma en Occidente, en cambio, no es posible dar ninguna
regla general. El Código señala estos tres sacramentos. Con los demás sacramentos no es legítima la communicatio in
sacris.
Se puede adelantar que no es necesidad o utilidad el cumplimiento del precepto dominical, si uno se encuentra en una
ciudad en la que es difícil o imposible encontrar una iglesia católica, pues en ese caso, según señalan los moralistas, uno
no está obligado al precepto de oír Misa. Menos aún si se pretende asistir a una Misa de diario, pues en este caso nunca
hay obligación. El indiferentismo a que alude el canon es el riesgo de que alguien -un compañero en el viaje, o un
feligrés de la iglesia a que acudimos, o el ministro- suponga que uno piensa que es indiferente una confesión religiosa
que otra, que tenemos fe por igual en ambas. Si existe este peligro, debemos evitar pedir los sacramentos.
Ministro católico al que se acerca un fiel de otra confesión. El canon 844 distingue, a su vez, dos supuestos:
1º Si el fiel pertenece a una Iglesia oriental. Estos son los requisitos:
a) Es lícito administrar los tres sacramentos: Penitencia, Eucaristía y Unción de los enfermos.
b) Lo deben pedir espontáneamente.
c) Deben estar bien dispuestos.
Nótese, como ya se señaló antes, que el canon habla de Iglesias orientales, lo cual incluye a la Iglesia Ortodoxa y a otras
confesiones: Iglesia monofisita copta de Egipto, armenia, etc. Puede haber otras denominaciones, no orientales, en las
mismas condiciones que éstas. El juicio de esta similitud lo hace la Santa Sede.
Obsérvese que para estos fieles no se exige ningún requisito en cuanto a la necesidad: sólo se pide que lo soliciten
espontáneamente. Tampoco es requisito que no pueda acudir a un ministro de su propia Iglesia: compárese con el
siguiente párrafo, en que sí se pide este requisito. Por lo tanto, es legítimo que el fiel de una iglesia oriental se confiese
periódicamente, o comulgue los domingos u otras veces, en una iglesia católica, aunque exista una iglesia de su
denominación en la misma ciudad. Eso sí, con tal de que no haya peligro de indiferentismo. No lo indica expresamente
el canon, pero no parece que sea lícito en otro caso.
2º Si el fiel pertenece a otra confesión cristiana: Si se trata de un cristiano, y no pertenece a una de las Iglesias señaladas
en el párrafo anterior, debe cumplir los siguientes requisitos, para que sea lícito administrarle un sacramento:
a) Es lícito administrar los tres sacramentos ya conocidos: Penitencia, Eucaristía y Unción de los enfermos.
b) Que haya peligro de muerte u otra necesidad grave, a juicio del Obispo diocesano o de la Conferencia episcopal.
c) Que no puedan acudir a un ministro de su propia confesión, y lo pidan espontáneamente.
d) Que profesen la fe católica respecto a estos sacramentos.
e) Que estén bien dispuestos.
Hay que indicar que se habla de cristianos. No es posible administrar sacramentos a fieles de otras religiones. Por
cristianos la Santa Sede entiende aquéllas confesiones que creen en Cristo, y en su Divinidad. No se puede detallar aquí
cada una de las confesiones y denominaciones, pero a modo de ejemplo se debe decir que en este caso no están los
Testigos de Jehová, los cuales creen en Jesucristo, pero no en su divinidad. No son cristianos, por lo tanto, a estos
efectos. Además, se requiere que haya peligro de muerte u otra necesidad grave. La necesidad que se puede considerar
grave, a estos efectos, lo determina la Conferencia Episcopal o el Obispo diocesano.
Según el párrafo 5º del canon 844, la autoridad católica, antes de dar normas en esta materia ha de consultar a la autoridad
al menos local de la Iglesia o comunidad no católica de que se trate. Tal consulta no es vinculante. Esta indicación es
una deferencia a los hermanos separados, y una llamada al entendimiento, en una materia tan delicada como son los
sacramentos, entre las autoridades de quienes rezamos al mismo Dios Uno y Trino y, aunque no completamente,
compartimos la misma fe.
48
Sobre ellos trabajaron varias comisiones hasta que en 1983 Juan Pablo II lo promulga
mediante la constitución apostólica SACRAE DISCIPLINA LEGES.

Su estructura, son siete libros:


- Libro primero: Normas generales.
- Libro segundo: Del Pueblo de Dios.
- Libro tercer: De la función de enseñar.
- Libro cuarto: Los sacramentos; los demás actos de culto divino; los lugares y
tiempos sagrados.
- Libro quinto: De los bienes temporales de la Iglesia.
- Libro sexto: De las sanciones de la Iglesia.
- Libro séptimo: De los procesos.
El Código consta de 1752 canones. Y se conserva en vigencia.

3.10 EL CÓDIGO DE LAS IGLESIAS ORIENTALES.

Existen, en el seno de la Iglesia católica, veintiún Iglesias orientales que tienen un


Derecho propio. Este hecho no conlleva ningún tipo de separación respecto de la iglesia
de Roma. Su comunión con el resto de la Iglesia católica es plena, pero se les reconocen
unas tradiciones doctrinales, litúrgicas y disciplinares propias.

Se pretendió codificar su Derecho inmediatamente después de la aprobación del Código


de 1917, pero el intento no tuvo éxito. Tan solo llegaron a aprobarse algunos textos
parciales.

En 1972, comenzó a trabajar la Comisión codificadora del Código de las Iglesias


orientales, con intervención de la jerarquía oriental y centros de estudio más importantes.
El denominado CCEO (Codex Canonum Ecclesiarun Orientalium) lo promulgó Juan
Pablo II en 1990.

Su estructura, está dividido en 30 títulos y tiene un total de 1546 cánones.

A partir de este Código, cada Iglesia deberá desarrollar un derecho particular que
responda a sus propias tradiciones.

Conviene hacer dos observaciones finales:


 La primera, es que mientras trabajaban las dos Comisiones codificadoras,
otra tercera se encargaba de la redacción de la Lex Ecclesiae Fundamentalis (Ley
Fundamental de la Iglesia). Este texto pretendía ser una Constitución del Derecho
canónico. Problemas teológicos y de oportunidad no permitieron que se llegara a
aprobar. Sin embargo, el trabajo no se realizó en vano, ya que parte de su contenido
49
se trasladó literalmente a los dos Códigos de Derecho canónico —el latino y el
oriental-, haciendo más homogéneo su contenido.
 Por otra parte, en 1988 Juan Pablo II aprobó la Constitución Apostólica Pastor
Bonus, a través de la cual organizó la Curia Romana. El mismo Papa consideró en
diferentes ocasiones que esta Constitución y los dos Códigos conformaban un único
corpus legislativo de la Iglesia católica.

4. FUENTES DEL DERECHO


Con esta expresión se designa a los fundamentos que dan origen y justifican las normas
jurídicas; o bien, desde un punto de vista más formal, a las distintas categorías normativas
en que se expresa el derecho positivo, especialmente la ley y la costumbre. También se
incluyen entre las fuentes a los principios generales del derecho, la jurisprudencia, la
praxis de la curia romana, la opinión común y constante de los doctores, el derecho
concordado, y las leyes civiles a las que remite el derecho canónico.

De ordinario, se entiende que una fuente normativa tiene estas características: ha de ser
general, no se agota en una aplicación, es innovadora del ordenamiento, y reconocida
como fuente por el sistema jurídico.

En la jerarquía normativa canónica tiene relevancia la distinción entre potestades


legislativa, judicial y ejecutiva, así como el mayor valor de la ley respecto a las otras
normas, junto con la equiparación de la costumbre con fuerza de ley.

Además, se distinguen de estas fuentes constitutivas o de producción jurídica las llamadas


fuentes de conocimiento, que son principalmente los documentos donde se contiene el
derecho canónico (colecciones normativas en la historia; jurisprudencia y doctrina; etc.).

Nos disponemos, pues, a estudiar la regulación codicial de las fuentes del Derecho
Canónico. Como vimos desde el principio, el derecho es el instrumento que ordena la vida
en la sociedad. En la Iglesia, constituida como pueblo por designio de Dios, ese orden no
sería posible ni la armonía entre los fieles, sin derecho.

Las reglas básicas a las que debe atenerse la convivencia, que representan el ideal e lo
justo y son fácilmente reconocibles por la razón humana, se denominan derecho natural.
Este derecho, forma parte, para los católicos, del derecho divino, en cuanto ese orden justo
ha sido establecido por Dios.

Sin embargo, el derecho natural no agota el derecho divino, puesto que existe también un
núcleo de preceptos que tienen su origen en Dios, siendo, por tanto, inalterables para el
50
hombre, que no pueden ser conocidos por la simple razón, sino que hacen necesaria la
intervención divina mediante la Revelación.

Estos preceptos están recogidos en el Nuevo Testamento o nos han llegado por la
Tradición, y establecen las normas fundacionales dadas por Cristo para la organización de
la Iglesia –por ejemplo, el Primado de Pedro, el Colegio Episcopal, o la estructura
jerárquica de la Iglesia-.

Estas normas de derecho divino no alcanzan a definir toda la estructuración de la Iglesia,


sino que apenas trazan sus líneas maestras. Por ello, la jerarquía de la Iglesia al ordenar la
vida de la sociedad eclesial, ha establecido una serie de reglas de conducta obligatorias,
es decir, que no dependen de la libre voluntad de los sujetos, que son susceptibles de
imponerse por la fuerza, esto es, coactivamente, y que por ello son calificadas como reglas
o normas jurídicas. El conjunto de estas reglas es de derecho humano, llamado también
en nuestro ámbito Derecho eclesiástico –por ejemplo, las normas sobre la Curia Romana,
sobre el Colegio de Cardenales, o sobre algunos impedimentos matrimoniales como el de
orden, crimen o afinidad-.

El derecho canónico está formado por el derecho divino y el derecho humano. El derecho
divino actúa como límite del derecho humano, de modo que nunca pueda haber conflicto
entre ambos.

El Código de Derecho canónico es derecho positivo, es decir, vigente. El derecho positivo


es un conjunto de normas que rige en un momento concreto y en un lugar determinado.

Otra precisión importante a la hora de hablar de las fuentes del Derecho es la distinción
entre derecho objetivo y derecho subjetivo.
 El primero, el derecho objetivo, es el conjunto de normas que regulan la conducta
entre los sujetos de la sociedad (el que hemos estado estudiando). En la Iglesia, el
derecho objetivo lo tiene la autoridad dotada de potestad de régimen, llamada
también potestad de gobierno o jurisdicción (c. 129 § 155). Pero dado que esta
facultad de regir se puede ejercitar a través de tres funciones diversas, a saber,

55
“La potestad de régimen, que existe en la Iglesia por institución divina, y que se llama también potestad de
jurisdicción, son sujetos hábiles, conforme a la norma de las prescripciones del derecho, los sellados por el orden
sagrado”. La potestad de régimen o jurisdicción trae su origen de la voluntad, al menos implícita, de Jesucristo, en quien
la Iglesia reconoce su origen, de que la Iglesia se gobierne a sí misma. La potestad de régimen de la Iglesia participa de
la naturaleza sacramental de ésta, y ha de expresarse tanto en los modos de recibirla como de ejercerla. En el origen de
la Iglesia se encuentra la primacía petrina y el colegio apostólico cuyos sucesores son el Romano Pontífice y el colegio
episcopal y sus colaboradores los presbíteros y diáconos. Por esta razón, se afirma que los únicos hábiles para el ejercicio
de esta potestad son los clérigos, con lo que se excluye a los que no son. Sin embargo, el §2 considera la posibilidad de
que los fieles laicos puedan cooperar en el ejercicio de dicha potestad (cooperar es distinto que participar).
51
legislativa, ejecutiva y judicial (c. 145 § 156), habrá normas jurídicas creadoras de
Derecho procedentes de cada una de ellas (fuentes del Derecho).
De ahí que, las normas jurídicas, pueden establecerse de diferentes maneras
pudiendo ser leyes si proceden del poder legislativo (como el CIC o como el decreto
general); decretos o rescriptos procedentes del ejecutivo, y sentencias en virtud de
la potestad judicial. La potestad ejecutiva y judicial están siempre subordinadas a
la legislativa que es superior relativamente.
 Y, el segundo es el derecho subjetivo, es el poder que da la norma a la persona, por
lo que se dice que tiene derecho a tal cosa, o que es titular de un derecho: a la
propiedad, a la intimidad o a la libertad, etc.

Comenzamos, pues, el estudio de las fuentes del Derecho canónico, es decir, de aquellas
normas de obligatorio cumplimiento dadas para el gobierno de la comunidad por la
autoridad que tiene encomendado su cuidado. El código regula el modo de nacer, de
comportarse, de modificarse y de desaparecer esas normas, es decir, el modo en que surge,
se aplica y se extingue el Derecho en la Iglesia.

5. Libro I: Normas Generales


El libro I del CIC se titula DE LAS NORMAS GENERALES, igual que en la codificación
anterior. No obstante, la coincidencia del título, el contenido ha cambiado
sustancialmente. El libro I del CIC 17 se ocupaba sólo de las fuentes del Derecho
Canónico, mientras que el actual trata una pluralidad de materias que se consideran
introductorias a todo el Código.

El término normas significa reglas que HAN de observarse; el calificativo generales


indica que son la base para la segura interpretación y justa aplicación del Derecho
canónico.

El libro I contiene todos aquellos conceptos fundamentales tal y cómo han de entenderse
en las diversas ramas del Derecho canónico. Se compone de 203 cánones, dispuestos en
once títulos, algunos de ellos divididos en capítulos y estos a su vez, en varios casos, en
artículos. Después de seis cánones introductorios, que sin una rúbrica especial explican el
ámbito de aplicación del CIC y los efectos de su promulgación sobre el Derecho canónico
56
“Oficio eclesiástico es cualquier cargo, constituido establemente por disposición divina o eclesiástica, que haya de
ejercerse para un fin espiritual”. A partir de esta definición, el canon, no excluye que los laicos puedan ejercer los oficios
eclesiásticos, ya que realizar esta función no significa que se participe en la potestad de régimen de la Iglesia, ni tampoco
que los titulares de los mismos han de ser necesariamente clérigos, pues los oficios reservados exclusivamente a éstos
se hallan en el c 274 § 1; cf. Cc. 228 y 1421.
52
anterior, se encuentran las disposiciones sobre las fuentes del derecho en general, es decir,
la ley y la costumbre, la regulación de los actos administrativos, la persona física y jurídica
como sujetos de derecho y los requisitos para que puedan operar jurídicamente, la potestad
de gobierno y su ejercicio, los oficios eclesiásticos, la prescripción y el modo de computar
el tiempo.

La importancia del lenguaje jurídico, puesta de relieve más arriba, se aprecia de modo
especial en el libro I del CIC, el más técnico de todos, modelo de aplicación de los
principios y el lenguaje propios de la ciencia jurídica. Su carácter eminentemente técnico-
jurídico, aparte de contribuir a la simplicidad, claridad y certeza de su contenido, permite
que los demás libros codiciales puedan gozar de un más marcado carácter eclesiológico y
pastoral.

Introducción
Algunas notas introductorias se hacen necesarias antes de incursionar en el estudio del
libro primero del Código de Derecho Canónico de 1983. Dicha necesidad es obvia en
cuanto que el estudio que nos proponemos realizar sobre las llamadas normas generales
nos exige limitarnos a explicar su normativa de manera temática, empleando una
metodología que nos permita abordarla en el mismo sentido, o sea, de manera general,
pero a la vez con cierta profundidad, para saber cuál es el sentido, el alcance y el espíritu
de los cánones que componen nuestro libro primero.

5,1 Naturaleza del libro primero


Algunos comentaristas del Código señalan que, la naturaleza de las normas del libro
primero del Código, tienen como finalidad ofrecernos los principios canónicos y las
normas jurídicas fundamentales que rigen todo el derecho de la Iglesia y que tienen su
aplicabilidad, evidentemente, en los cánones del resto de los libros del Código, e inclusive,
en la jurisprudencia y en las normas extracodiciales.57

Del mismo título que se le ha dado al libro primero se deduce la importancia y la materia
de que trata. Sin embargo, hay que tener en cuenta, de antemano, que los principios, así
como los criterios y demás disposiciones que los 203 cánones que componen el libro De
Normis Generalibus, han de aplicarse de forma específica en todos los casos en que la
naturaleza del asunto así lo requiera. Asimismo, como lo señala el canon 17: «Las leyes
eclesiásticas deben entenderse según el significado propio de las palabras, considerado
en el texto y en el contexto; si resulta dudoso y oscuro, se ha de recurrir a los lugares

57
Piñero Carrión señala: «No se trata aquí, por tanto, de leyes que regulen un acto determinado, sino de normas
aplicables a todos los actos. Al hacerlo así, este libro I libera a los demás (libros) de carga normativa y les permite
insistir preponderantemente en el contenido teológico de cada una de las misiones de la Iglesia, sacando en cada libro
directamente de ellas las normas concretas prácticas correspondientes a cada una» (J. MARÍA PIÑERO CARRIÓN, La Ley
de la Iglesia I, Madrid 1985, 59).
53
paralelos, cuando los haya, al fin y a las circunstancias de la ley, y a la intención del
legislador».

5.2 Estructura, contenido y título del libro primero.


García Martín58 señala que la preparación del libro primero del CIC 83 estuvo
condicionada, de alguna manera, por el esquema de la Lex Ecclesiae Fundamentalis.59

En el primer esquema provisional que preparó la Pontificia Comisión de revisión del


Código de Derecho canónico, el cual contenía la estructura proyectada para lo que sería
el Código Latino, aparecían los temas de la materia del libro primero como sigue:

I. Legislación de las fuentes del derecho, leyes, costumbres y actos administrativos, que
tocan la condición jurídica de las personas (dispensa, privilegio).60

Este esquema fue sometido a consulta, sobre el cual se hicieron algunas observaciones
importantes. Respecto a la materia que habría de contener el libro primero hubo varias
observaciones. El tema sobre las personas físicas y jurídicas que estaba proyectado tratar
en el libro II,61 y que así permaneció en el esquema de 1977,62 fue finalmente integrado
en el libro I, según aparece ya en el esquema de 1980.63

El número de cánones que conforman el actual libro primero del CIC 83 (203 cánones)
sobrepasa por mucho el número de cánones que contenía el libro primero del Codex de
1917 (86 cánones). García Martín señala que esta diferencia cuantitativa no se debe a la
extensión de la materia sino a la diversidad del contenido. Es decir, una buena parte de los
cánones del actual libro primero estaban contenidos ya en el viejo Codex, aunque
dispersos en los demás libros y bajo otra sistematización.64

El criterio que adoptó la Pontificia Comisión de revisión del Código para estructurar la
materia del libro primero, fue esencialmente reunir en un solo libro todas las normas cuyas
disposiciones fueran consideradas realmente generales y aplicables a todo el derecho de
la Iglesia, específicamente a las demás normas de los otros libros que formaran parte del
58
Julio García Martín, CMF. de la Congregación de los Misioneros Claretianos, es profesor de la Pontificia Universidad
Lateranense; imparte, entre otras asignaturas, la materia De Normis Generalibus.
59 J. GARCÍA MARTÍN, Le norme generali del Codex Iuris Canonici, 2ª. ed., Roma 1996, 13.
60 Cf. Communicationes 1 (1969) 104-112.
61 Cf. Idem.
62 Cf. PONTIFICIA COMMISSIO CODICI IURIS CANONICI RECOGNOSCENDO, Schema canonum libri I: De Normis

Generalibus, Typis Polyglottis Vaticanis 1977, 3; Communicationes 9 (1977) 229.


63 Cf. PONTIFICIA COMMISSIO CODICI IURIS CANONICI RECOGNOSCENDO, Schema Codicis iuris canonici iuxta

animadversiones S. R. E., Cardinalium, Episcoporum Conferentiarum, Dicasteriorum Curiae Romanae, Universitatum


Facultatumque ecclesiasticarum necnon Superiorum Institutorum vitae consecratae recognitum (Patribus
Commissionis reservatum), Editrice Vaticana, Città del Vaticano 1980, XIII; Communicationes 13 (1981) 300-301.
64 J. GARCÍA MARTÍN, Le norme generali, 13.
54
nuevo código de la Iglesia latina y que resultaran de los trabajos de la revisión. 65 Este
mismo criterio fue aplicable al libro primero del actual Código de las iglesias orientales
(CCEO), el cual retoma los mismos principios generales que sustentan el Código latino.
No está por demás decir que ciertas normas generales del CCEO son específicas para las
iglesias orientales.

Debemos mencionar también, que sigue siendo discutible si todos los cánones del libro
primero deben ser considerados normas generales, o sea, si realmente son útiles y
aplicables en los demás libros del Código, por ejemplo, aquellas que se refieren a los actos
administrativos, a los decretos generales, a los oficios eclesiásticos y al cómputo del
tiempo.

A mi modo de ver, tampoco podía pretenderse un orden lógico absoluto en la


estructuración de las normas consideradas generales que debían integrar el libro primero,
como bien lo señala la Pontificia Comisión de Intérpretes de los Textos Legislativos. Al
menos se siguió un modo práctico y funcional y, de hecho, este es el criterio que se sigue
manteniendo, a pesar de que algunos han pedido que ciertos cánones que actualmente
forman parte del libro primero, se integren en aquellos libros a los que según deben
corresponder.66

No olvidemos que el criterio seguido por la Comisión de revisión del Código fue
precisamente reunir en el libro primero, como lo señalamos ya, las normas que podrían
ser consideradas generales y que el Código de 1917 las contenía ya, pero dispersas en el
resto de los libros. Por tanto, la opinión anterior es ociosa.

También hay que señalar que algunos temas que hoy están contenidos en los títulos del
libro primero del CIC 83 no habían sido contemplados por el legislador del CIC 17. Es
decir, algunos cánones son realmente nuevos. Obsérvense las siguientes tablas
ilustrativas:

Tabla 1: Correspondencia por títulos y materia específica

Código de 1917 Código de 1983

65
Communicationes 3 (1971) 81.
66
Ha habido algunas peticiones para que ciertos cánones de las normas generales, como los relativos a las leyes
eclesiásticas y al tema de los oficios eclesiásticos, sean reubicados en el libro II en el que, al parecer, deben figurar:
«Petit ut Titulus de officiis ecclesiasticis transferatur ad Librum II utpote media technica continens organisationis
ecclesiasticae, respondet Rev.mus Secretarius Ad., hoc criterium si adhibeatur, etiam Titulum de legibus transferri
debere ad Librum II, quia etiam leges sunt media organisationis ecclesiasticae» (Communicationes 22 [1990] 136; 23
[1991] 123-124). Sin embargo, se ha rechazado dicha petición a la que se ha respondido: «Ordo logicus absolutus non
est possibilis: Codex ad usum practicum et ex temporum necessitatibus compositus est et componitur. Ceterum
philosophiae iuris consequentias definire nequimus» (Communicationes 22 [1990] 137).
55
Título I De las leyes eclesiásticas Título I De las leyes eclesiásticas
Título II De la costumbre Título II De la costumbre
Título III Del cómputo del tiempo Título III De los decretos generales y de las instrucciones
Título IV De los rescriptos Título IV De los actos administrativos singulares
Título V De los privilegios Título V De los estatutos y reglamentos
Título VI De las dispensas Título VI De las personas físicas y jurídicas
Título VII De los actos jurídicos
Título VIII De la potestad de Régimen
Título IX De los oficios eclesiásticos
Título X De la prescripción
Título XI Del cómputo del tiempo

Tabla 2: Cánones del libro I del CIC 83 totalmente nuevos

Cánones 29-39; 48; 50-59; 71-72; 74; 86; 91; 94-95; 103; 110; 116-118; 121; 128; 132; 137; 148 y 185-
186.

Tabla 3: Cánones del libro I del CIC 83


que estaban dispersos en otros libros del CIC 17

CIC 83 Código de 1917


Título Cánones

I 8, § 2 Título VIII del libro II: De las personas; P. I: De los Clérigos; Can. 335, § 2.
I 22 Título XXIX del libro III: De las cosas; P. VI De los Bienes Temp.; Can. 1529
VI 96-120 Cánones introductorios del libro II: De las personas, Cann. 87-102
VI 122-123 Título XXVII del libro III: De las cosas; P. VI De los Bienes Temp.; Cann. 1500-
1501
VII 124 Título V del libro IV: De los procesos; P. I De los juicios; Can. 1680.
VII 125-127 Cánones introductorios del libro II: De las personas, Cann. 103-105
VIII 129-144 Título V del libro II: De las personas; Parte I: De los Clérigos; Cann. 196-210
IX 146-191 Título IV del libro II: De las personas; Parte I: De los Clérigos; Cann. 145-194
IX 192-195 Título XXVII del libro IV: De los procesos; P. III: Del modo de proceder en la
tramitación de algunos asuntos y en la aplicación de algunas sanciones penales;
Cann. 2147-2161.
IX 196 Título IV del libro II: De las personas; Parte I: De los Clérigos; Can. 192
X 197 Título XXVII del libro III: De las cosas; P. VI De los Bienes Temp.; Can. 1508
X 198 Ib., Can. 1512
X 199 Ib., Can. 1509

56
5.3 CÁNONES INTRODUCTORIOS

5.3.1 Anotaciones previas


Nuestro libro primero comienza con seis cánones introductorios que establecen principios
generales que no corresponden exclusivamente a temas que trata el legislador en el libro
de las normas generales. Se trata, más bien de cánones que son aplicables al Derecho
Canónico en general, aunque la materia que enuncian los cánones 4, 5 y 6 es desarrollada
más específicamente en los títulos I, II y IV del mismo libro primero, respectivamente.

A mi modo de entender, los seis primeros cánones, además de establecer principios


generales que anticipan su aplicabilidad en otros cánones, advierten la existencia de
normas extracodiciales −antecodicales− y la necesaria creación o nacimiento de otras
leyes que en el futuro habrían de promulgarse −postcodiciales− para regular parcialmente
o por completo la materia que enuncian.

Debemos advertir también que estos seis cánones nos revelan otras áreas u ordenamientos
del Derecho canónico:

5.3.2 Cánones preliminares.

Los seis primeros cánones del CIC definen su ámbito de aplicación y el valor de la nueva
legislación.

C. 1. Aplicación exclusiva a la Iglesia Latina:


El c. 167 establece que la destinataria de la nueva normativa del CIC (Codex Iuris
Canonici) es sólo la Iglesia latina u occidental que usa el rito latino en la administración
de los sacramentos es quien se rige por este código, promulgado por S.S. Juan Pablo II el
25 de enero de 1983.

La Iglesia católica oriental, que usa varios ritos que identifican y dan nombre a sus
veintiuna iglesias particulares, se rige por el Código de cánones de las Iglesias orientales
(Codex Canonum Orientalium) promulgado por S.S. Juan Pablo II el 18 de octubre de
1990.

Un código no complementa al otro, pues cada uno constituye en sí mismo un sistema


normativo superior, lo que se pone de manifiesto en que los dos contienen las normas
fundamentales de la Iglesia, comunes por ser de derecho divino. Lo que si podemos

67
“Los cánones de este Código son solo para la Iglesia Latina”. La Iglesia latina y las Iglesias orientales se encuentran
al mismo nivel, en conformidad con el Conc. Vat. II OE 3, 5-6.
afirmar es que ambos forman parte de un único ordenamiento canónico que encuentra la
razón de su unidad en la potestad suprema de la Iglesia.

Con la afirmación del c. 1 se está reconociendo y afirmando la autonomía litúrgica,


disciplinar y espiritual de la Iglesia oriental católica y protegiendo la identidad propia de
sus ritos.

El primer canon, leído en el contexto de los trabajos de revisión del Código de 1917, evoca
la decisión de confeccionar un código para la Iglesia católica latina y otro para las Iglesias
Católicas Orientales. Decisión final a la cual se llegó, después de que no prosperó el
proyecto de la Lex Ecclesiae Fundamentalis. El CCEO debe ser considerado como
normativa extracodicial a nuestro código de 1983, pero que forma parte del mismo
patrimonio normativo codicial de la Iglesia católica.

El Código latino
La redacción de este canon es simple, pero antes de ser introducido en el Código vigente
tuvo que librar una serie de discusiones. Algunos miembros de la Comisión revisadora del
Código preferían una denominación específica del CIC 83 para diferenciarlo de lo que
sería el Código de Cánones de las Iglesias Orientales (CCEO), el cual sería promulgado
ocho años después del nuestro.68 Recordemos que hubo un primer proyecto de codificar
una normativa fundamental que sirviera como Código único para regular a las iglesias de
los dos grandes ritos que componen la Iglesia Católica –el latino y el oriental–, éste
segundo comprende, a su vez, las cinco grandes tradiciones de las iglesias orientales «sui
iuris»: Alejandrina, Antioquena, Constantinopolitana, Caldea y Armenia.

El proyecto único de legislación, como bien sabemos, fue intitulado Lex Ecclesiae
Fundamentalis, el cual finalmente fue abandonado para dar paso a la creación de un
Código específico para la Iglesia Católica de rito latino (CIC 83) y para la creación
posterior de un Código de Cánones para las Iglesias Orientales (CCEO).

Inicialmente, se intentó denominar al CIC 83 Codex Iuris Canonici Ecclesiae Latinae o


Codex Iuris Canonici pro Ecclesia Latina.69 La propuesta fue rechazada, por lo que el
canon uno de nuestro Código vigente apareció para especificar lo que se pretendía con el
título del Código. No obstante, en la práctica, en cuanto consideramos que no podemos
ignorar ni omitir toda referencia al CCEO, es preciso advertir que siempre que realizamos
estudios comparativos entre ambas legislaciones solemos preferir los términos Código
Latino, Código de la Iglesia Latina, Código de Derecho Canónico de la Iglesia Latina o
simplemente CIC 83, para diferenciarlo del CCEO al que nos referimos normalmente con

68
El CCEO (Codex Canonum Ecclesiarum Orientalium) fue promulgado por el Papa Juan Pablo II, el 18 de octubre de
1990, mediante la Constitución Apostólica Sacri Canones (AAS 82 (1990), 1033-1044).
69 Cf. Communicationes 23 (1991), 109.
58
éstas siglas o también como Código Oriental, Código de Derecho Canónico Oriental o
Código de Cánones de las Iglesias Orientales o Código de las Iglesias Orientales.

Estas diferentes formas de referirnos a ambos códigos, respectivamente, son legítimas, sin
embargo, para no incurrir en imprecisiones nosotros preferimos emplear las siglas CIC 83
y CCEO. Conviene subrayar que al CIC 83 lo invocaremos también como Código Vigente
para distinguirlo de la legislación de 1917, a la que nos referiremos con las siglas CIC 17
o con el término Codex o Codex de 1917.

C. 2. El CIC y el derecho litúrgico:


El c. 270 habla del derecho litúrgico vigente en el momento de entrar en vigor el CIC. El
derecho litúrgico es aquel que regula el culto público en la Iglesia y que se recoge
especialmente en los libros litúrgicos (el Misal Romano, la Liturgia de las Horas, el
Bendicional, el Ceremonial de los Obispos, el ritual del Bautismo, del Matrimonio, etc.).

Las leyes litúrgicas son un tipo de normas canónicas, pero dada su especificidad se ha
considerado preferible no incluirlas todas en el CIC, ya que su lugar natural son los libros
litúrgicos correspondientes y otros documentos emanados de la competente autoridad
eclesiástica.

Sin perder de vista lo anterior, el canon establece un principio general: las leyes litúrgicas
vigentes hasta ahora conservan su fuerza, junto con la excepción: salvo cuando alguna
de ellas sea contraria a los cánones del Código.

El Derecho litúrgico
Las normas litúrgicas también forman parte del cuerpo de leyes canónicas.71 El legislador
del CIC 17 introdujo sólo los principios y las disposiciones fundamentales establecidos

70
“El Código, ordinariamente, no determina los ritos que han de observarse en la celebración de las acciones litúrgicas;
por tanto, las leyes litúrgicas vigentes hasta ahora conservan su fuerza, salvo cuando alguna de ellas sea contraria a los
cánones del Código”. Esto no significa que no se tengan en cuenta, como lo prueba el Libro IV sobre la función de
Santificar de la Iglesia (cc 834-1253) de este código. Cuando pudiera surgir una posible contradicción entre los cánones
y las normas litúrgicas vigentes contenidas en los libros, que en caso de darse ha de resolverse a favor del CIC, que es
la norma superior.
71 Piñero Carrión distingue entre leyes estrictamente litúrgicas y leyes disciplinares de referencia litúrgica (Cf. J. M.

PIÑERO CARRIÓN, La ley de la Iglesia I, 67). El libro IV del Código vigente ciertamente prescribe todo aquello que
afecta a la naturaleza, a la materia y forma, de la celebración de cada uno de los sacramentos. Pero, entre las normas
que podrían considerarse disciplinares de referencia litúrgica, como lo considera Piñero Carrión, están las siguientes:
–El derecho de recibir los bienes espirituales de la Iglesia, especialmente la Palabra de Dios y los sacramentos (can.
213).
–El derecho a tributar culto a Dios según las normas del propio rito aprobado (can. 214).
–La posibilidad de que los laicos sean llamados a desempeñar establemente los ministerios de lectorado y acolitado, o
para desempeñar temporalmente tales ministerios u otras funciones litúrgicas, inclusive sacramentales (cann. 230; 910,
§ 2; 861, § 2; 1112, § 2).
–Sobre la vida litúrgica en el seminario y sobre el rezo de la liturgia de las horas (can. 246).
–Sobre la vida litúrgica de los clérigos (can. 276).
59
para regular las acciones litúrgicas Sacramentales. Esto mismo ha hecho el legislador del
CIC 83, especialmente en el libro cuarto que trata precisamente sobre la función de
santificar de la Iglesia. Por tanto, las normas que regulan los ritos y las celebraciones de
los actos litúrgicos, incluyendo los sacramentos, están contenidas en otros ordenamientos,
los cuales emanan de la autoridad suprema de la Iglesia, de la Congregación del culto
divino y disciplina de los sacramentos y de la Penitenciaría Apostólica, en el caso de las
leyes litúrgicas dadas para la Iglesia universal (Cf. Pastor Bonus nn. 62-70 y 117-120),72
y de los secretariados y comisiones episcopales de las Conferencias nacionales o
internacionales, en el caso de las leyes particulares. También los Obispos pueden dar
normas litúrgicas para sus iglesias particulares.

En el canon 2, el legislador señala que los ritos que han de observarse en la celebración
de las acciones litúrgicas no se determinan en el Código. Esto significa que algunos
cánones sí señalan disposiciones que han de observarse en los ritos y celebraciones
litúrgicas y otros no. Pero el canon se refiere a que las normas rituales que han de
observarse en tales celebraciones no están contenidas en el Código, dada la peculiaridad
y abundancia de disposiciones litúrgicas. Por eso consideramos que el texto del actual
canon 2 estableció que: «…ordinariamente no determina…».

El CIC 1917, en el antiguo canon 2 era más explícito y no dejaba lugar a dudas que el
legislador se refería no sólo a que las leyes litúrgicas están contenidas en otros

–Sobre la liturgia en la toma de posesión de un obispo (can. 382, § 4)


–Respecto de la aplicación de la misa pro populo (cann. 388; 429 y 534).
–Sobre la obligación del obispo de celebrar la Eucaristía en la Iglesia catedral, sobre todo en las fiestas de precepto u
otras solemnidades (can. 389).
–Sobre la facultad del obispo diocesano, del coadjutor o auxiliar para celebrar pontificales en toda su diócesis (cann.
390 y 408).
–Sobre el derecho de los Metropolitanos de celebrar funciones sagradas en las diócesis sufragáneas (can. 436)
–Sobre el uso del palio de los Metropolitanos en las celebraciones litúrgicas (can. 437, § 2).
–Sobre la liturgia en las parroquias (cann. 528 y 530).
–Sobre la función de los arciprestes de procurar que las funciones religiosas se celebren conforme a las prescripciones
de la sagrada liturgia (can. 555, n. 3).
–Sobre la encomienda a los capellanes de las iglesias de celebrar en ellas los oficios sagrados (can. 556)
–Sobre la celebración de las funciones litúrgicas ordinarias y solemnes en las iglesias no parroquiales (cann. 558-562).
–Sobre la preparación a los novicios y para que celebren el culto de Dios en la sagrada liturgia y sobre el deber de los
religiosos, de los miembros de Institutos seculares y Sociedades de Vida Apostólica de celebrar los diferentes actos
litúrgicos (cann. 652, § 2; 663 y 678; 719 y 738)
–Acerca de la homilía entendida como parte de la misma liturgia y sobre la obligación de realizarla (can. 767).
–Sobre la preparación, revisión y aprobación de los libros litúrgicos (cann. 826 y 838) [Cf. José María Piñero
Carrión, La ley de la Iglesia I, Madrid 1985, 67].
72 Los documentos pontificios que han establecido normas litúrgicas para la Iglesia universal a partir del Concilio

Vaticano II son los siguientes: Const. Sacrosanctum concilium, del Vaticano II, 4 de diciembre de 1963 (AAS 56, 1964,
97(Cf. Ibidem; ENCHIRIDUM LITURGICUM). Un elenco más completo sobre documentos emanados por los Romanos
Pontífices y las Congregaciones Romanas, por los que se establecieron diversas prescripciones litúrgicas véase
Comentario exegético al Código de Derecho Canónico, vol. V., 2ª. Ed., Pamplona 1997, 301-415.
60
ordenamientos, sino, además, que otras normas litúrgicas (prenotandas y rúbricas) están
contenidas en misales, rituales y leccionarios, y no en el Código.73

C. 3. Vigencia del derecho pacticio.


El c. 374 recoge el principio tradicional del Derecho internacional pacta sunt servanda (los
pactos han de ser observados), que significa que los pactos han de ser cumplidos e impide
que dejen de cumplirse por voluntad de una de las partes.

El CIC no abroga (suprimir totalmente), ni deroga (revocar o anular parcialmente), los


convenios internacionales de todo tipo suscritos por la Santa Sede (c. 361), en virtud de
su personalidad jurídica internacional, que por tener el rango de tratados internacionales
se regula por las normas del Derecho internacional y pertenecen a un ámbito diverso al
derecho de la Iglesia o al derecho interno de los Estados, que no pueden modificarlos de
modo unilateral.

Existe una amplia gama de acuerdos, que va desde el concordato, que es el más solemne,
al modus vivendi, protocolos y notas verbales. El derecho pacticio no es derecho interno
de la Iglesia, pero debe ser aplicado en su caso por las leyes internas de la Iglesia, que no
tendrán en cuenta los cánones de este Código que se les opongan.

Nada se dice respecto a los acuerdos o pactos de las Conferencias Episcopales con las
sociedades políticas. El silencio del Código en esta materia indica que, en caso de
contradicción con las disposiciones codiciales, deberán revisarse y si es necesario
corregirlos, cambiarlos o derogarlos pues no pueden ser contrarios a la legislación
universal.

El canon tercero se refiere al derecho pacticio o concordatario que, evidentemente,


mantiene una relación intrínseca con leyes de carácter civil y de diferentes niveles: estatal,
internacional y especial. Las normas en materia de concordatos, tratados, convenios,
pactos, acuerdos, etc., emanan de la Secretaria de Estado, pues es el dicasterio de la Curia
Romana al que le compete negociar este tipo de acciones jurídicas, en cuanto que es el
órgano de representación de la Santa Sede y, a su vez, de la Iglesia universal, ante los
Estados y demás organismos internacionales, nacionales y especiales.

73
CIC 17, Can. 2: «Ordinariamente nada determina el Código sobre los ritos y ceremonias que los libros litúrgicos,
aprobados por la Iglesia Latina, mandan observar en la celebración del santo sacrificio de la Misa, en la administración
de los Sacramentos y Sacramentales, así como en el desempeño de las demás funciones sagradas. Por lo cual, todas las
leyes litúrgicas conservan su fuerza, a no ser que alguna de ellas se corrija expresamente en el Código».
74 “Los cánones del Código no abrogan ni derogan los convenios de la Santa Sede con las naciones o con otras sociedades

políticas; por tanto, estos convenios siguen en vigor como hasta ahora, sin que obsten en nada las prescripciones
contrarias de este código”. El CIC no interfiere en el contenido de los convenios que la Santa Sede, con el fin de
formalizar y regular sus mutuas relaciones, tenga firmados con los Estados u otras sociedades políticas como la ONU,
la UNESCO, o la Unión Europea.
61
El Derecho pacticio y concordatario
El canon se refiere al derecho concordatario que la Iglesia ha venido manteniendo
extracodicialmente. En mi opinión, se trata de un aspecto del Derecho público eclesiástico
externo, que se concretiza en la praxis de celebrar y suscribir convenios, tratados,
concordatos, pactos, protocolos, acuerdos, y otras acciones jurídicas75 con los Estados,
organizaciones gubernamentales y con otras sociedades políticas o entes jurídicos,
incluyendo a las iglesias y religiones no católicas.76 Dicha praxis es muy antigua; algunos
canonistas consideran que inició en el siglo IV, cuando se firmó el famoso edicto de Milán.
Pero, debemos señalar, que en cada época la praxis de la Iglesia en esta materia ha sido
muy peculiar. Se trata, pues, del ejercicio de un derecho que la Iglesia ha adquirido a
través de la historia, al que se le denomina ius tractatuum.

Este derecho se fundamenta en una serie de razones de tipo histórico por el que la Iglesia
demuestra que ha venido celebrando acuerdos de diversa naturaleza con diferentes
interlocutores, pero, hoy la Santa Sede debe atenerse a la convención de Viena, en materia
de concordatos y tratados internacionales, celebrada el 23 de mayo de 1969. 77 De hecho
la Santa Sede ratificó la convención el 22 de febrero de 1977 y firmó sin ratificar la
convención de Viena del 23 de agosto de 1978, sobre la sucesión de Estados en materia
de tratados. 78

Dicho de otra manera, dos son las razones en las que se fundamenta el ius tractatuum de
la Iglesia:
1) En el principio jurídico Pacta sunt servanda, y,
2) En la personalidad jurídica, que por la ordenación divina goza (Can. 113, § 1), pero que
en el ámbito internacional le ha sido reconocida a través de la Sede Apostólica.
Ahora bien, los concordatos, los tratados y los pactos internacionales pueden establecerse
de forma bilateral o multilateral. Cuando son con un sólo Estado se entiende que se llevan
a cabo según el modo pactado por ambos Estados, pero cuando se dan acuerdos

75
Jiménez Urresti clasifica bajo el concepto de derecho pacticio el concordato, el convenio, el acuerdo, el pacto, el
modus vivendi y el protocolo (Cf. «Comentario al canon 3», en Código de Derecho Canónico de 1983, BAC, Madrid
1992). Por su parte, García Martín dice que los convenios han adquirido diversos nombres, pero destaca como más
importante el Concordato: «Le convenzioni hanno diversi nomi: concordati, accordi, patti, convenzioni, protocolli,
modus vivendi, a seconda del diverso valore giuridico loro attribuito. La forma più importante è quella del Concordato,
considerato come un vero trattato internazionale» (J. GARCÍA MARTÍN, Le norme generali, 26).
76 Hay que advertir que el canon 3 del viejo Codex de 1917 sólo hacía alusión a los pactos celebrados por la Iglesia con

diversas naciones (cum variis Nationibus conventiones). El canon 3 del actual Código de derecho canónico se refiere
también a aquellos convenios que la Iglesia puede establecer con otras sociedades políticas, además de con los Estados
(cum nationibus aliisve societatibus politicis). El horizonte de acción es más amplio y en esto consiste la diferencia con
el Código anterior (Cf. Communicationes 23 (1991), 114-115).
77 Idem.
78 Ibidem, nota al pie n. 24
62
internacionales entre varios Estados a la vez, se hacen mediante convenciones
diplomáticas solemnes.79

Hasta hoy, la Santa Sede ha celebrado un gran número de acuerdos o tratados bilaterales
con más de 160 Estados, con quienes mantiene relaciones diplomáticas; además ha
participado en convenciones internacionales de las que emanan acuerdos multilaterales
entre todos los Estados de la Comunidad Internacional y con los diferentes Organismos
Internacionales, en los que también están implicados algunos de los Estados miembros de
la ONU.

Los convenios a los que se refiere el canon tercero permanecen, pues, incólumes, aun
cuando el legislador advierte que ciertas prescripciones del CIC 83 pudieran resultar
contrarias a los acuerdos firmados antes de la promulgación de los Códigos -Latino y de
las Iglesias Orientales-.

Al parecer, el legislador ha tratado de salvaguardar el carácter y la peculiaridad del


derecho pacticio o concordatario, así como de respetar el carácter y la naturaleza de los
destinatarios. En mi opinión, en el documento oficial del concordato, convenio, pacto, etc,
debe indicarse la manera de cómo y cuándo cesa o cuándo puede ser derogado o abrogado
su contenido -total o parcialmente-. En este sentido el derecho concordatario es inmune a
las normas contenidas en el CIC 83, sin embargo, no hay que olvidar que el derecho
extracodicial en la Iglesia es también derecho canónico. Por tanto, podemos decir que el
derecho público-internacional-externo de la Iglesia es regulado por el derecho canónico,
de modo que además de que la Santa Sede tenga que atenerse a la Convención de Viena
que ha ratificado, también deberá observar las disposiciones canónicas que puedan estar
implicadas, según la materia de que se trate.

Cabe Señalar algunas teorías que se refieren al ius tractatuum de la Iglesia y que nos
explican de manera simple cuál es la apreciación que algunos tienen con relación a este
derecho que ejerce la Iglesia católica en el ámbito internacional:

1) La teoría legal o regalista: sólo el Estado da leyes; la Iglesia es una simple sociedad
privada. Por tanto, el Concordato es una concesión del Estado;
2) La teoría curialista o de los privilegios: Los convenios son una concesión de la Iglesia
al Estado, es decir, son privilegios que ésta concede al Estado con la finalidad de obtener
la libertad religiosa y las garantías necesarias; y
3) La teoría contractualista: Reconoce la soberanía del Estado y de la Iglesia, o sea, que
la comunidad política y la Iglesia son independientes y autónomos, respectivamente, en
79
Con el término “acuerdo” entendemos aquí cualquier forma de ejercer el Ius tractatuum, que puede ser un pacto, una
alianza, un concordato o un tratado. García Martín habla de convención bilateral que según el contexto lo entiende como
convenio, pero el término convención más bien se refiere a un término que se utiliza para designar a las reuniones
diplomáticas solemnes entre muchos interesados y no sólo entre dos (Cf. Ibidem).
63
su propio campo. Por tanto, considera que los convenios establecidos entre ambas
realidades jurídicas son verdaderos pactos bilaterales, que tienen fuerza vinculante para
ambas partes.80

C 4 Respeto de los derechos adquiridos y privilegios.


El c. 481 se refiere a situaciones jurídicas consolidadas antes de la vigencia del CIC: los
derechos adquiridos y los privilegios concedidos por la Sede Apostólica:
- Derecho adquirido: es aquel que entra en el patrimonio de la persona como
consecuencia de la realización de un acto jurídico al que la ley otorga determinados
efectos, por ejemplo, emitir un consentimiento matrimonial para contraer
matrimonio, realizar unos estudios para conseguir un título académico. La
posibilidad de consolidar un derecho adquirido existirá sólo mientras exista la ley
que lo conceda o permita; cuando cesa la ley, cesa la facultad por ella conferida
para nuevos casos, solo se conservan los ya consumados.
Se diferencia del derecho innato en que este no precisa de ninguna actuación del
sujeto para obtenerlo, al derivar de la propia condición de fiel, como los derechos
bautismales, y que el legislador no puede suprimir, por lo que son inmutables ante
los cambios de las leyes.

- El privilegio: es una gracia otorgada por el legislador a una persona física o jurídica
que le concede la posibilidad de ejercitar particulares facultades que sin el privilegio
no podría realizar por ser contrarias a la ley o no estar previstas por la misma. Los
requisitos para que un privilegio concedido con anterioridad al Código pueda
mantenerse a pesar de ser contrario o estar al margen del mismo son:
1º. Que haya sido concedido por la Sede Apostólica, pues es la única que, en este
caso a través del privilegio, puede derogar el derecho universal contenido en el CIC.
Un privilegio concedido por una autoridad inferior, por ejemplo, un obispo, no
puede ir en contra del derecho universal.
2º. Que estén en uso, lo que no exige que la persona lo ejercite constantemente, sino
que lo use de acuerdo con la praxis eclesial.
3º. Que no hayan sido revocados ni por la Sede Apostólica ni por el CIC de manera
expresa.

El c. 4 alude al tema del derecho antecodicial que trata sobre la adquisición de derechos
subjetivos, así como de los privilegios concedidos por los diferentes dicasterios de la Sede
Apostólica a personas físicas o jurídicas, antes de la promulgación del Código de 1983, y
que mantienen su valor intacto, mientras no se demuestre lo contrario. Ciertamente se
puede hablar de derecho subjetivo, por analogía a derecho objetivo, pero considero que el
80
J. GARCÍA MARTÍN, Le norme generali, 27.
81
“Los derechos adquiridos, así como los privilegios hasta ahora concedidos por la Sede Apostólica, tanto a personas
físicas como jurídicas, que estén en uso y no hayan sido revocados, permanecen intactos, a no ser que sean revocados
expresamente por los cánones de este Código”.
64
canon cuarto se refiere especialmente a aquellos derechos subjetivos y privilegios
antecodiciales.

C. 5. El derecho consuetudinario anterior al CIC.


El c. 582 define las relaciones del CIC con la costumbre anterior vigente, ya sea costumbre
contraria a la ley o costumbre extralegal, que es aquella que impone algo no previsto en
la ley.

La costumbre es el derecho no escrito que surge de la comunidad cuando ésta observa una
conducta de modo constante y prolongado en el tiempo, con la intención de que se
convierta en obligatoria. La costumbre, al igual que la ley, puede ser universal o particular.
Ambas reciben el mismo tratamiento. El Código regula la costumbre jurídica en los cc.
23-28.

El CIC reprueba por ejemplo, en el c. 396 § 2, toda costumbre que limite la libertad del
obispo para elegir los clérigos que han de acompañarle en la visita pastoral; en el c. 423 §
1, la elección de más de un administrador diocesano; en el c. 526 § 2, que haya más de un
párroco en cada parroquia; en el c. 1076, que se introduzcan por costumbre nuevos
impedimentos matrimoniales; o, en el c. 1287 § 1, que se exima a los administradores de
los bienes diocesanos de rendir cuentas al obispo.

El ámbito de este canon alcanza a las costumbres vigentes universales o particulares pre-
codiciales. En el primer parágrafo se atiende a las costumbres contrarias al Código,
respecto a las cuales se establecen dos principios, el de reprobación y el de prohibición.
El principio general es la supresión de la costumbre contraria por irracional, y el
mantenimiento de la extralegal. La excepción bien dada por la distinción entre la
“costumbre reprobada” y la simplemente “suprimida por contraria”.

Las costumbres simplemente contrarias, no reprobadas, también deben eliminarse, aunque


pueden ser toleradas cuando el propio Código de modo expreso las mantiene, como son
los casos de los cc. 438, 1263 o 1279 § 1.

La costumbre extralegal vigente se conserva, pues no es contraria al Derecho.

82
§ 1: “Las costumbres universales o particulares actualmente vigentes y contrarias a estos cánones quedan totalmente
suprimidas si se reprueban en los cánones de este Código, y no se ha de permitir que revivan en el futuro; las otras
quedan suprimidas, a no ser que en el Código se establezca expresamente otra cosa, o bien sean centenarias o
inmemoriales, las cuales pueden tolerarse cuando, ponderadas las circunstancias de los lugares y de las personas, juzga
el Ordinario que no es posible suplimirlas”. La reprobada se considera no razonable y debe desaparecer para el presente
y para el futuro. Las simplemente contrarias, no reprobadas, también deben eliminarse, aunque pueden ser toleradas
cuando el propio Código de modo expreso las mantiene o cuando, siendo centenarias (que superan los cien años) o
inmemoriales (nadie recuerda ya su origen), el ordinario local entienda que su supresión causará mayor perjuicio que
beneficio a las almas de la comunidad. La decisión de tolerarlas dependerá del juicio de la autoridad a la vista de las
circunstancias del lugar y de los fieles (por ejemplo, entre nosotros las mayordomías).
65
El canon quinto trata sobre el derecho consuetudinario, el cual reviste diversas
complicaciones para la normativa codicial, por el hecho de que la Iglesia se ve limitada
para regular la vida de los fieles cristianos −que a su vez son ciudadanos− en materia de
costumbres, y que a menudo se confunden con ciertas prácticas o tradiciones que se
derivan de un cierto sincretismo cultural y religioso.

Los Derechos adquiridos y los privilegios

5.1. Los derechos adquiridos

El CIC 83 no define en este canon, ni en ningún otro, lo que debe entenderse por derechos
adquiridos; tampoco el antiguo canon 4 del Codex de 1917 daba una definición, pero la
canonística entiende que se trata de derechos subjetivos que son conferidos a las personas
físicas o jurídicas mediante un acto jurídico previsto y exigido por la ley.83

Los derechos adquiridos, en cuanto subjetivos, se distinguen de los derechos objetivos,


fundamentalmente por su causa eficiente.84 La ley divina o natural es la causa eficiente de
los derechos objetivos, es decir, la ley positiva no otorga estos derechos a las personas
físicas sino que sólo los reconoce. No se requiere realizar ningún acto jurídico para
concederlos, pero sí para reconocerlos, por tanto, sólo requiere que se verifique un hecho
jurídico, como por ejemplo el nacimiento, el bautismo y la edad.

Por el contrario, la causa eficiente de los derechos subjetivos es un acto jurídico puesto
por el sujeto idóneo, con apego a la ley. Es decir, el acto exigido por el legislador es la
causa por la cual un sujeto adquiere un determinado derecho; dicho acto no es otra cosa
que el título de la adquisición, que supone la existencia y vigencia de la ley que regula el
acto mismo que ha de ser puesto y cumplido para que pueda verificarse la adquisición de
un determinado derecho.85

Cabreros de Anta señala que hay derechos adquiridos que se originan por un sólo acto
jurídico. Por ejemplo, para que alguien reciba la potestad para asistir válidamente a un
matrimonio basta un sólo acto jurídico −la delegación−; otro ejemplo es este: los esposos
adquieren sus derechos subjetivos de un nuevo estado de vida o condición de personas,
tan sólo con un acto jurídico −la manifestación de su consentimiento matrimonial−. Otros
83
Marcelino Cabreros, en su comentario al antiguo canon 4 nos ofrece una noción de derecho adquirido: «Es una
expresión genérica que comprende toda clase de derechos subjetivos, todo lo que forma el patrimonio jurídico de una
persona»; En consecuencia nos ofrece también una definición: «Es un derecho subjetivo otorgado a causa de un hecho
jurídico por una ley positiva» (M. CABREROS DE ANTA, «Derechos adquiridos», en: Comentarios al Código de Derecho
Canónico I, BAC, Madrid 1963, 70-71).
Para el P. Regatillo, el derecho adquirido es: (E. F. REGATILLO, Institutiones Iuris Canonici I, Santander 1963, 43).
84
Algunos canonistas hablan indistintamente de hecho jurídico y de acto jurídico. Sin embargo, ya el Derecho romano
especificaba la diferencia entre uno y otro.
85 Cf. J. P. MC INTYRE, «The Acquired Right: A new context», en Studia Canonica 26, 1 (1992), 25-38.
66
derechos adquiridos se originan después de cumplimentarse varios actos jurídicos. Por
ejemplo, la provisión de un oficio eclesiástico requiere de dos o tres actos jurídicos −la
designación del candidato, la colación del oficio concreto y la toma de posesión−.
Cabreros de Anta dice que cuando son necesarios varios actos jurídicos, el derecho
adquirido no nace sino hasta ejecutarse el último acto jurídico requerido por la ley.86

A. El tiempo, el tenor de la ley y la irretroactividad


Se trata de tres factores que pueden estar implicados en la adquisición de derechos:
1) El tiempo durante el cual ocurre la verificación del acto jurídico o actos requeridos para
que exista un derecho adquirido;
2) otro factor, vinculado al tiempo, es el tenor de la ley en base a la cual se pone el acto
jurídico, pues puede suceder que un acto se haya puesto en el tiempo de transición de un
ordenamiento a otro, y el efecto jurídico resulte evidentemente posterior, o sea, que haya
de regularse mediante la nueva ley; y
3) la irretroactividad de la ley sobre los derechos adquiridos. Por ejemplo, cuando se
establece un contrato debe de tenerse siempre en cuenta que no puedan ser afectados los
derechos adquiridos de un tercero.

Estos tres factores parecen simples, pero han generado, en la práctica, algunas
controversias jurídicas que derivan en la pérdida arbitraria del derecho adquirido
legítimamente. Pero, el factor que, en mi opinión, resulta más controvertido es el de la
retroactividad de la ley, precisamente porque afecta los derechos adquiridos (Cf. can. 510,
§ 1). Ciertamente el Código vigente se pronuncia por la irretroactividad respecto de los
derechos subjetivos adquiridos con anterioridad a su promulgación, aún en el supuesto de
que el derecho objetivo o normativo que lo sustentaba haya cesado o haya sido modificado
por el Código. Por eso, el legislador, en el canon cuarto, manifiesta claramente su
intención de respetar y mantener vigentes tales derechos, o sea, se muestra a favor de la
permanencia de los derechos adquiridos, aunque sean contrarios a la legislación del
Código, si en ésta no se contiene cláusula revocatoria.87

Las razones admitidas que favorecen la permanencia de los derechos adquiridos (can. 4)
y de la irretroactividad de la ley posterior (can 9) constituyen en el Código un principio
general, aunque relativo, pues si existe una cláusula revocatoria del derecho adquirido por
concesión de una ley anterior, éste debe cesar cuando un bien común prevalente sea la
razón de la cláusula revocatoria. Por eso el canon cuarto termina diciendo «... a no ser que
sean revocados expresamente por los cánones de este Código». Por ejemplo, los derechos
que ostentaban los párrocos inamovibles, no sólo para seguir permaneciendo en su oficio
parroquial, sino para recibir las rentas del beneficio que estaba anejo a su oficio.

86
M. CABREROS DE ANTA, «Derechos adquiridos» en: Comentarios al Código de Derecho Canónico I, 71.
87
Cf. Ib., 71-72; J. ARIAS GÓMEZ, «Revocación, irretroactividad y derechos adquiridos», en Ius Canonicum 21-42
(1981), 723-737.
67
B. La capacidad jurídica

Por otro lado, debemos advertir que no se tiene que confundir el concepto de derecho
adquirido con la capacidad jurídica que obtiene una persona física o moral para exigir la
tutela de ciertos derechos o exigir su reivindicación. La capacidad jurídica procede de
forma directa e inmediata de la ley y no de un acto jurídico, que es el que origina el derecho
adquirido.

El legislador del Código de 1983 ha optado por salvaguardar los derechos adquiridos en
los casos a los que se refieren los cánones 38; 121; 122, §1; 123; 192; 326, §2; 562; 616,
§1 y 1196, §1. Aunque también hay que tener en cuenta la norma del canon 510, §1.

5.2. Los Privilegios concedidos


El canon cuarto trata también de los privilegios concedidos antes del Código y contrarios
al mismo. Téngase en cuenta que los cánones 76 al 84 establecen las normas específicas
en materia de privilegios adquiridos a partir, y en conformidad, con el Código de Derecho
canónico vigente. Del privilegio, establece el canon 78, §1 que ha de presumirse perpetuo,
mientras no se pruebe lo contrario.

El privilegio es una gracia otorgada por acto peculiar en favor de determinadas personas,
tanto físicas como jurídicas (can. 76, § 1) y se extingue con la persona, lo cual no obsta
en nada para que se presuma perpetuo, pues sigue a la persona, al menos mientras ésta
perviva (Cf. can. 78, §§ 1 y 2).

Como más tarde abordaremos el tema de los privilegios, baste aquí con puntualizar
algunos aspectos. El privilegio suele ser perpetuo, pero también puede ser temporal. El
antiguo canon 4 del Codex de 1917 distinguía entre privilegio e indulto. Este último es en
realidad un privilegio temporal.88

Si los privilegios concedidos antes de la promulgación del actual Código no son contrarios
a las disposiciones vigentes, se entiende que permanecen. Pero para que permanezcan
aquellos que son contrarios al Código -que son del tipo de privilegios de los que trata el
canon cuarto, pues para ellos se establece la cláusula revocatoria: «... a no ser que sean
revocados expresamente por los cánones de este Código»- deben de cumplirse cuatro
condiciones:
1) Que hayan sido concedidos por un acto directo y particular de la Sede Apostólica. Por
tanto, aquellos que han sido concedidos por un acto general o de manera indirecta, así
como aquellos que hayan sido concedidos por alguna autoridad inferior quedan
abrogados;

88
Cf. M. CABREROS DE ANTA, «El Código y los privilegios anteriores», en: Comentarios al Código de Derecho
canónico I, 76.
68
2) que al publicarse el Código vigente hayan estado todavía en uso por las personas a las
que se los concedieron;
3) que no hubiesen sido revocados por la Santa Sede antes de la promulgación del Código
en la forma prescrita por la legislación anterior; y
4) que no sean revocados expresamente por los cánones del Código vigente.

Algunos ejemplos de privilegios revocados expresamente son los siguientes:


 Para acompañar al obispo diocesano durante la visita pastoral (can. 396, §2);
 Para conferir las canonjías tanto en su iglesia particular como en una colegiata (can.
509, §1);
 Para que el oficio parroquial fuese ejercido por dos párrocos o directores o
moderadores (can. 526, § 2; cf. can. 517, §1)
 sobre la ordenación de los miembros de Institutos religiosos y sociedades clericales de
derecho diocesano (can. 1019, §2).

Precisando un poco más, las costumbres a las que alude el canon cinco son:
1) Las costumbres universales y particulares que estaban aún vigentes hasta la
promulgación del Código actual y que ahora son contrarias a las prescripciones de éste y
se reprueban expresamente;
2) Las costumbres universales y particulares que son igualmente precodiciales, y
objetivamente contrarias a los cánones y no son reprobadas expresamente;
3) Las costumbres centenarias e inmemoriales contrarias a las prescripciones del Código
y no son reprobadas por juzgarse que pueden ser toleradas o que no es posible suprimirlas;
y,
4) Las costumbres extralegales (c. 5 § 2), tanto universales como particulares que tenían
vigencia hasta la promulgación del CIC 83.

C. 6 Las Costumbres precodiciales anteriores al CIC.


En este canon se expone lo relativo a las costumbres anteriores a la promulgación del CIC
83; sobre las costumbres introducidas y aprobadas por el legislador del Código vigente se
trata en el título II, cánones 23 al 28. Cuando estudiemos este título profundizaremos en
los aspectos que aquí sólo vamos a sobrevolar.

El c. 689 establece el valor jurídico de las leyes precodiciales, es decir, de toda la


legislación anterior: el CIC del 17 o de las demás leyes en vigor. El principio general es

89
“Desde la entrada en vigor de este Código, su abrogan:
1º el Código de Derecho Canónico promulgado el año 1917;
2º las demás leyes, universales o particulares, contrarias a las prescripciones de este Código, a no ser que, acerca de las
particulares, se establezca expresamente otra cosa;
69
el de abrogación (supresión total) de todas las normas contrarias al nuevo Código. La
excepción viene dada por aquellas leyes anteriores que el CIC decide conservar,
recibiéndolas en el texto o remitiendo a ellas.

Como lo acabamos de leer, desde la entrada en vigor del Código se abrogan:

1º El CIC 17. Se menciona, aunque parece obvia su supresión, porque en caso contrario
sólo quedaría abrogado lo contradictorio al nuevo CIC. Ahora su valor es meramente
histórico, útil para aportar luz al estudio e interpretación de la normativa. El parágrafo 2
expone el criterio de interpretación de las leyes codiciales que reproducen leyes anteriores;
que consiste en que ha de tenerse en cuenta la tradición canónica anterior, siempre que se
reproduzca el derecho citado. Sin que esto suponga que se han de olvidar otros criterios
de interpretación, como los contenidos en los cc. 16-19.

2º Todas las leyes universales que sean contrarias. Una ley es universal cuando ha sido
dada para toda la Iglesia; es contraria cuando manda lo que el CIC prohíbe, niega lo que
el CIC permite o establece algo incompatible con su letra o espíritu. La contrariedad puede
ser total o parcial, por lo que en el segundo caso la parte no contraria continuará en vigor.

3º Todas las leyes particulares que sean contrarias y que el CIC no salve expresamente.
Las leyes particulares son aquellas dadas por el legislador universal o particular para un
territorio concreto (diócesis, nación, etc), o para un sector específico de la Iglesia, llamado
especial y siguen un criterio personal (Opus Dei es prelatura personal), distinguiéndose
de las propiamente particulares que siguen un criterio territorial. Para salvar su
abrogación, el CIC, usa expresiones como “a no ser que disponga otra cosa el derecho
particular o propio” (c. 127 § 1; o “si no determina otra cosa el derecho particular” (c.
1279 § 1).

4º Todas las leyes penales dadas por la Sede Apostólica, aunque no sean contrarias, salvo
que sean recibidas en el CIC. Las leyes penales son las que establecen sanciones por la
comisión de un delito eclesiástico90. El precepto encuentra su sentido en la voluntad de
que el Derecho penal universal se encuentre sólo en el CIC; en cuanto al Derecho penal
particular, si ha sido dado por la Sede Apostólica, debe cesar por la misma razón anterior,
pero si es obra del legislador particular puede conservarse mientras no sea contrario al
Código.

3º cualesquiera leyes penales, universales o particulares, promulgadas por la Sede Apostólica, a no ser que se reciban
en este mismo Código;
4º las demás leyes disciplinarias universales sobre materias que se regulan por completos en este Código.
90
Es la realización de una acción u omisión voluntarias, castigadas por la ley con una pena. En otras palabras, es la
acción de cometer un hecho delictivo, es decir, de un hecho sancionado por las leyes penales. Acción de cometer o
incurrir en una falta o culpa.
70
5º Las leyes disciplinares universales que, aunque no sean contrarias, se ocupan de
materias que el CIC regula de nuevo completamente. Las leyes disciplinares son aquellas
que se refieren al modo de comportarse los fieles en la comunidad eclesial, permitiendo o
prohibiendo determinadas acciones. No son leyes penales, ni constitucionales –acerca de
la Iglesia como estructura, como las relativas al Primado o sobre el concilio.

A pesar de la entrada en vigor del CIC se mantendrán:


 Las leyes disciplinares particulares no contrarias, aunque su materia haya sido
reordenada por el CIC.
 Las disciplinares universales no contrarias requeridas para el desarrollo de una
institución u organismo, cuyo objeto el Código regula sólo en sus líneas maestras,
es decir, señala apenas su naturaleza y sus funciones principales –por ejemplo, las
normas de la Rota romana, las normas especiales de la Signatura Apostólica, la
constitución apostólica Sapientia Christiana sobre las universidades y facultades
eclesiásticas o las normas sobre la Curia Romana.
 Las normas antecodiciales que regulan materias a las que el Código no se refiere,
siempre que no resulten contrarias o incompatibles con él –por ejemplo, el
Directorio sobre la pastoral del turismo.
 También seguirán vigentes todas las leyes a las que el CIC remite de modo expreso
como leyes especiales o peculiares, como son las referentes a la Sede Apostólica
vacante, a la elección del Papa, al Sínodo de los Obispos, a la Curia Romana, a los
procesos de canonización y beatificación, etc.
 Por último, no debemos olvidar que también se mantienen, según hemos visto en
los cánones preliminares, las siguientes normas anteriores al CIC: las leyes
litúrgicas, en aquello no regulado de nuevo; los tratados internacionales; algunos
privilegios y derechos adquiridos, así como ciertas normas consuetudinarias.

Las materias que el CIC reordena de nuevo y por tanto abroga la ley disciplinar anterior
son: las referentes a las indulgencias (cc. 992-997), a los matrimonios mixtos (cc. 1124-
1129), a la potestad de régimen (cc. 129-144) o a los procesos matrimoniales (cc. 1671-
1707).

El canon termina dando el criterio para entender los cánones nuevos de acuerdo con la
tradición canónica: este criterio consistirá en la asunción de los principios fundamentales
que han de inspirar el Derecho canónico: la racionalidad, la equidad, el bien común, el
bien de las almas, etc.

Por último, el canon sexto, además de determinar la abrogación del Codex de 1917 y de
las demás leyes, que resultaron ser contrarias a las disposiciones de la normativa vigente,
enuncia los tópicos o clasificación de las leyes, que serán materia regulada por los cánones
7-22. Nos referimos al marco jurídico de referencia que puede ser tratado en varios temas
71
específicos: Derecho universal, llamado antiguamente Derecho común; Derecho
particular −como es el caso del derecho diocesano y el derecho de los religiosos− y que
puede ser subdividido en derecho peculiar o especial −como la normativa peculiar o
especial para las causas de los santos, la del matrimonio en favor de la fe, del ordenamiento
interno de la Curia Romana, u otras disposiciones de esta índole−.

Otra clasificación de las leyes eclesiásticas se desprende del canon seis: leyes penales y
leyes disciplinares. Y, por otra parte, cabría pensarse también en que el canon seis parece
referirse a otro rubro del derecho canónico, en estrecha relación con las fuentes del
derecho de la Iglesia, como es el caso de la jurisprudencia.

Sobre las costumbres de los incisos 1 al 3, el canon establece la supresión. Sin embargo,
hay que tener en cuenta que sobre unas y otras la supresión es diferente. Sobre las
costumbres enunciadas en el inciso 1 se explicita que: «quedan totalmente suprimidas si
se reprueban en los cánones de este Código, y no se ha de permitir que revivan en el
futuro». Sobre las enunciadas en el inciso 2 se establece que: «quedan suprimidas, a no
ser que en el Código se establezca expresamente otra cosa». La posibilidad de no suprimir
a las costumbres del inciso 3, le sobreviene automáticamente por el hecho de ser
centenarias o inmemoriales. El legislador establece que sobre este tipo de costumbres se
estudie la conveniencia de tolerarlas ante la grave dificultad de suprimirlas.

Por otra parte, nótese que sobre las costumbres del inciso 4, o sea las extralegales, el
legislador no dicta el principio de supresión, dado que no son contrarias a los cánones del
Código vigente. Por eso se denominan extralegales. El antiguo canon 5 no se refirió a este
tipo de costumbres.

Contrarias a los cánones y reprobadas expresamente


Este tipo de costumbres eran consideradas por el antiguo canon 5 como corruptelas del
derecho. Su reprobación puede entenderse como una forma de demostrar que se trata de
costumbres inadmisibles, de manera que por esa razón el legislador establece que no debe
permitirse que revivan en el futuro.

Algunos canonistas, entre ellos, Cabreros de Anta,91 A. Toso92 y H. Cicognani,93


consideran que la oposición del legislador a las costumbres contrarias a los cánones del
Código no significa que éstas sean intrínsecamente malas o irracionales.

91
M. CABREROS DE ANTA, «El Código y los privilegios anteriores», en: Comentarios al Código de Derecho canónico
I, 80.
92 A. TOSO, Commentaria minora ad Codicem Iuris Canonici I, Roma 1921, 18.
93 H. CICOGNANI, Ius Canonicum I, Romae 1925, 62.
72
En el Código Pio-Benedictino había un mayor número de cánones que reprobaban
expresamente aquellas costumbres contrarias al Código (343 § 2; 346; 396 §2; 403; 409
§2; 418 §1; 433 §1; 455 §1; 460 §2; 774 §1; 818; 978 §3; 1006 § 5; 1181; 1356 §1; 1408;
1492 §1; 1525 §1 y 1576 § 1).

En el CIC 83 sólo aparecen reprobadas muy pocas costumbres, algunas de las cuales ya
habían sido reprobadas por el legislador del Codex de 1917, sin embargo, el tenor de
reprobación se adecua al tenor del canon vigente:
 Queda reprobada la costumbre de que algunos clérigos fueran designados -por gozar
de algún privilegio- para acompañar al obispo diocesano durante la visita pastoral (can.
396, § 2);
 El nombramiento de más de un administrador diocesano -como podría ser un grupo o
colegio- durante la vacante de la sede (can. 423, § 1). Esta costumbre queda reprobada
expresamente y mediante una cláusula invalidante.
 La designación de dos o más sujetos para desempeñar la cura de almas en una
parroquia, como párrocos, directores o moderadores (can. 526, § 2; cf. can. 517, § 1);
 La introducción de un impedimento matrimonial nuevo o una costumbre que sea
contraria a los impedimentos existentes (can. 1076);
 Cualquier costumbre que exente o propicie la inhibición de los administradores de
beneficios eclesiásticos, que están sujetos a la autoridad de lo obispo diocesano, para
presentar el informe anual obligatorio (can. 1287, § 1);
 La costumbre de encomendar las causas reservadas a un tribunal colegiado de tres
jueces a un juez único (can. 1425, §1), sin perjuicio de lo que el párrafo cuarto del
mismo canon contempla, aunque debemos advertir que se refiere a una posibilidad
verdaderamente excepcional de que las causas reservadas a un tribunal colegiado de
tres jueces, de las que tratan los números 1 y 2 del párrafo primero, puedan ser
encomendadas a un juez único. El antiguo canon 576 del CIC 17, paralelo a éste, no
contemplaba dicha posibilidad.

Objetivamente contrarias y no reprobadas expresamente


Todas estas costumbres, sean universales o particulares, quedan suprimidas por
considerarse objetivamente contrarias al Código, aunque hubiesen sido aprobadas por la
Santa Sede, y con mayor razón las aprobadas por un legislador inferior. Pero, el Código
establece que sólo una cláusula que diga expresamente lo contrario podrán permanecer, al
menos parcialmente. Porque puede acontecer que el legislador del Código exceptúe su
reprobación para algún o algunos casos específicos. En el Codex de 1917 se exceptuaban
las siguientes: Cann. 101 §1, n.1; 136 §1; 161; 162 §1; 168; 471 §2; 1182 §§1 y 2; 1186
§1; 1236 §1; 1248; 1251 §1; 1438; 1444 §1 y 1502.

73
En el Código vigente sólo aparecen los siguientes casos en los que el legislador no
reprueba la costumbre contraria al Código: 284; 438; 1263; 1279, §1; 527, §2; 1119, 1276,
§2 y 952, §§ 2 y 3.

Cabe mencionar que estas costumbres contrarias al Código, pero respetadas por el
legislador mantienen su fuerza y sentido, pero no por eso adquieren valor de ley. 94

Centenarias o inmemoriales
Por costumbres centenarias se entiende aquellas que han permanecido por cien años
continuos; y por costumbres inmemoriales hemos de entender aquellas cuyo origen no es
posible determinar con exactitud, es decir, no se tiene memoria de cuándo se introdujo en
la comunidad, ni tampoco se puede probar jurídicamente su origen, o sea, cuándo comenzó
la costumbre.

Algunos canonistas opinan que la prueba jurídica de que no se tiene memoria del origen
de una costumbre se obtiene por el testimonio conforme de al menos dos personas
contemporáneas, sin que haya pruebas en contrario.95

Ahora bien, el legislador del CIC 83 establece en el canon 5 que estos dos tipos de leyes
pueden tolerarse por el Ordinario. En mi opinión, sólo después de haber ponderado todas
las circunstancias de los lugares y las personas. Me parece que no se trata de una tolerancia
indiferente y sin sentido. Por eso el legislador apela al juicio del Ordinario, para que éste
determine que se ha de tolerar por juzgar que no es posible suprimirla. A este respecto J.
Otaduy considera que dicha valoración debe llevarse a cabo mediante un decreto de
tolerancia o al menos a través de un acto de jurisdicción que certifique suficientemente la
tolerancia de la costumbre.96

El legislador no suprime absolutamente estas costumbres, pero tampoco las aprueba, pues
se trata de costumbres contrarias al Código. Su tolerancia depende del juicio del Ordinario,
de modo que si éste juzga que no deben tolerarse y que pueden ser suprimidas, entonces
quedan abrogadas, al menos dentro de su jurisdicción. Esto nos hace pensar que una
costumbre centenaria o inmemorial pueda permanecer en algunos lugares, pero en otros
no, es decir, en unos territorios continúe siendo lícito observarla y en otros no. Esto parece
lógico si tomamos en cuenta que aquí entran en juego ciertos factores como la raza, la
cultura, la idiosincrasia y la forma de organizarse política, social y religiosamente.

94
M. CABREROS DE ANTA, «El Código y los privilegios anteriores», en: Comentarios al Código de Derecho canónico
I, 83.
95
VAN HOVE, De Legibus ecclesiasticis, Mechliniae-Roma 1930, n. 53; F. X. WERNZ, Ius Decretalium I, Roma 1928,
n. 192.
96 J. OTADUY, «Comentario al canon 5», en: Comentario Exegético al Código de Derecho Canónico I, 276-277.
74
Cabe mencionar que los Superiores mayores de los Institutos religiosos clericales de
derecho pontificio y de Sociedades clericales de vida apostólica pueden tolerar aquellas
costumbres centenarias o inmemoriales, o bien, si lo juzgan conveniente, suprimirlas.
Pero, consideramos que dicho juicio no debe ser arbitrario, sino prudente y riguroso.

Por otra parte, pensamos que si sobre este tipo de costumbres no se dice nada, es decir, no
se manifiesta un juicio de tolerancia o de no conveniencia de supresión, el silencio no
favorece su permanencia, pues la cláusula general derogatoria es que quedan suprimidas
y su permanencia está condicionada al juicio del Ordinario. Sobre este punto, Cabreros de
Anta, refiriéndose al antiguo canon 5, afirmaba que : «La ausencia total de la
manifestación del juicio acerca de la costumbre [centenaria o inmemorial] por parte del
Ordinario se interpreta como favorable a la posible observancia de la costumbre».97 Esta
posición defendida para el antiguo canon 5 no puede ser sostenida, en mi opinión, para el
actual canon 5, pues la determinación de la cláusula derogatoria es diferente en ambas
legislaciones, más bien, en nuestro canon 5, la cláusula derogatoria es la regla y la
tolerancia es la excepción; mientras que el legislador del Codex de 1917 señaló en el
antiguo canon 5 la tolerancia como regla y la supresión como excepción.

Extralegales
Se trata de aquellas costumbres universales o particulares que están fuera del Código o
que no lo contradicen. Aunque el antiguo canon 5 no trató sobre esta clase de costumbres,
la opinión común de la canonística es que deben conservarse. Así lo establece el legislador
del CIC 83 en el párrafo segundo del actual canon 5.98 Es decir, se pronuncia por su
subsistencia: «Subsisten las costumbres extralegales, tanto universales como
particulares, que estén actualmente vigentes».

Nótese que el Código no habla de supresión de las costumbres extralegales. A mi modo


de ver, no tendría ningún sentido que sobre ellas se hubiese puesto una cláusula
derogatoria, pues, considero, que este tipo de costumbres son las que enriquecen el
derecho de los pueblos, pues recuérdese que el mejor intérprete de la ley es la costumbre
y que la misma costumbre, cuando es racional, se hace ley.

La Abrogación y derogación de las leyes precodiciales


Tres son los presupuestos que hay que tener presentes al abordar el estudio del canon
sexto:
1) El término ley es empleado en sentido amplio;

97
M. CABREROS DE ANTA, «El Código y los privilegios anteriores», en: Comentarios al Código de Derecho canónico
I, 83.
98 VAN HOVE, De Legibus Ecclesiasticis, Roma 1930, n. 55; M. FALCO, Introduzione allo studio del Codex Iuris

Canonici, Torino 1925, 65; G. MICHIELS, Normae Generales Iuris Canonici, Parisiis 1949, 110.
75
2) Se refiere a todas las normas escritas precedentes a la promulgación del Código de 1983
y procedentes de la autoridad eclesiástica, universal y particular; y
3) Se refiere también a todos los documentos normativos anteriores al Código, pero que
contienen leyes en sentido estricto, técnico y formal.99

Abrogación del CIC de 1917


Al igual que el antiguo canon sexto, que también señalaba la abrogación del derecho
antiguo que habría de quedar fuera de la codificación del CIC 17, el nuevo canon sexto
también abroga el Derecho anterior a la promulgación del CIC 83, o sea, el mismo Codex
de 1917 y cualquier disposición legal posterior a éste Codex -anteconciliar y postconciliar-
pero los efectos de abrogación son distintos por las siguientes razones:

a) El CIC 17 tenía como finalidad recoger las leyes antiguas que fueran útiles y que
estuvieran en uso, para darles vigencia codicial.100 El Código de 1983, por su parte, tuvo
como finalidad revisar los cánones del CIC 17 y las leyes posteriores a esta legislación,
pero anteriores al Concilio Vaticano II, para reformarlas, modificarlas y actualizarlas de
acuerdo con la mentalidad del Concilio.
b) Respecto a las leyes dadas después del Concilio Vaticano II, concretamente aquellas
que fueron dadas para aplicar los decretos conciliares, quedan también abrogadas por el
Código de 1983, así como los documentos a los que éstas hacían referencia.
c) El CIC 17 queda, pues, abrogado por el nuevo canon sexto, pero desde el punto de vista
formal que produce la sustitución de un Código por otro.

Abrogación de las leyes universales o particulares contrarias


El principio general que sigue el legislador es abrogacionista, es decir, que aquellas
normas universales o particulares que sean contrarias a las disposiciones del nuevo Código
quedan abrogadas. No obstante, a tenor del número segundo del canon sexto, se exceptúa
la abrogación de algunas normas particulares, pues esta excepción es contemplada en la
redacción del mismo número segundo. Así pues, algunos de los cánones que son
exceptuados por el legislador a tenor del número segundo son los siguientes: 119; 164;
174; 284-288; 295, §1; 482, §1; 513, §1; 548, §1; 553, §2; 788, §3; 1470, §1; 1561 y 1653,
§1).

99
J. GARCÍA MARTÍN, Le norme generali, 38
100
A este respecto recordemos lo que la Const. Ap. Providentissima Mater Ecclesiae, mediante la cual fue promulgado
el Código de 1917, señalaba citando, a su vez, el m. pr. Arduum Sane, de Pio X, del 17 de marzo de 1904: «Cambiadas
las circunstancias de los tiempos y las necesidades de los hombres, según lo exige la naturaleza de las cosas, se echó de
ver que el Derecho canónico ya no cumplía desembarazadamente y por completo su propio fin. Pues en el transcurso
de los siglos se habían dados muchísimas leyes, algunas de las cuales o fueron abrogadas por la autoridad suprema de
la Iglesia o cayeron en desuso; y otras se hicieron o difíciles de aplicar por la condición de los tiempos, o a la sazón,
menos útiles u oportunas para el bien común de todos [...]».
76
Consideramos también que las leyes universales o particulares que no resultaron ser
contrarias a las prescripciones del Código no han quedado abrogadas, a no ser que se trate
de leyes que han sido reordenadas, por analogía a lo que se establece para las leyes
disciplinares, a las que se refiere el número cuatro de nuestro canon sexto.101

Por otra parte, considerando que las constituciones, los estatutos y reglamentos de los
Institutos de Vida consagrada son derecho particular, a fuerza del número tercero del
canon que venimos estudiando también quedaron abrogados. El decreto emanado por la
Congregatio Pro Religiosis et Institutis Saecularibus, del 2 de febrero de 1984,102 mandó
que las diversas Congregaciones religiosas y seculares, así como las Sociedades de vida
apostólica, adaptaran las disposiciones de sus respectivos documentos normativos que
resultaran ser contrarias al nuevo Código de Derecho Canónico. Así pues, la Santa Sede
concedió a los Superiores mayores y a sus consejos la facultad de introducir los cambios
necesarios.

Abrogación de las leyes penales universales o particulares


El número tercero del canon sexto se refiere a las leyes penales promulgadas por la Sede
Apostólica, sin embargo, bajo este supuesto caben también cualesquiera leyes penales que
resultan ser contrarias a las prescripciones del Código, aunque no hayan emanado de la
Santa Sede. De la expresión «a no ser que se reciban en este mismo Código» se deduce
que se refiere a las que son contrarias o que no siéndolo pudieran quedar fuera de la
codificación.103 Pero también debemos señalar que, si una ley penal anterior y contraria o
no al Código vigente resultara más benigna que una ley penal del nuevo Código, aplicando
el principio de retroactividad, y en conformidad con lo que establece el canon 1313 y el
canon 18 se deberá aplicar la anterior. Ambos cánones aluden a la regla del Derecho que
dice: “Lex favorabilia amplianda debetur”.

Abrogación de las leyes disciplinares universales


De este tipo de leyes no se menciona que son abrogadas únicamente las que resulten ser
contrarias al Código, sino aquellas cuya materia se regulan por completo. Por tanto, a mi
modo de ver, también las leyes disciplinares particulares y no sólo las disciplinares
universales, contrarias o no, quedan abrogadas. Siguiendo a Van Hove, decimos que la
misma noción de codificación incluye la ordenación íntegra de la materia.104 No es fácil
señalar cuáles son los supuestos en que el Código ha regulado íntegramente algún tipo de
101
Chiappetta y Gangoiti son de esta opinión (L. CHIAPPETTA, Il Codice di diritto canonico. Commento giuridico-
pastorale, I, Napoli 1988, 12; B. GANGOITI, «De las normas generales», en: BENLLOCH-POVEDA, Código de Derecho
Canónico, fuentes y comentarios de todos los cánones, Valencia 1993, 15.
102 «Cum, ad normam can. 6 §1 Codicis Iuris Canonici propriae Institutorum leges eidem contrariae vim amittant,

Moderator Supremus cum suo Consilio collegialiter eas definiat et Instituto declaret. In hac deliberatione omnes
Conciliarii interveniar oportet» (AAS 76 [1984] p. 499).
103 P. V. PINTO., Commento al Codice di diritto canonico, Roma 1985, 4.
104 A. VAN HOVE, De Legibus eclesiasticis, Mechliniae-Romae 1930, 357.
77
materia normativa, sin embargo, podemos señalar algunas normas anteriores, contenidas
en Instrucciones, Constituciones apostólicas, Decretos, Motus proprios, Cartas circulares,
Rescriptos u otros documentos, cuya materia ha sido reordenada íntegramente, al menos
en lo que se refiere a la estructura general del instituto canónico que tratan, aunque siempre
pueden quedar especificaciones que el Código no haya tomado en cuenta y por tanto no
ha regulado.105

Así pues, ha quedado abrogada la materia contenida en los siguientes documentos


normativos, que con toda seguridad ha sido reordenada íntegramente:
 Instr. Piam et constantem, sobre la cremación de los cadáveres, del 5 de julio de 1963
(AAS 56 [1964] 822-823).
 Instr. Renovationis causam, sobre la renovación de la formación para la vida religiosa,
del 6 de enero de 1969 (AAS 61 [1969] 103-120).
 Const. Ap. Paenitemini, sobre el ejercicio de obras de penitencia, del 17 de febrero de
1966 (AAS 58 [1966] 177-198).
 Decr. Crescens matrimoniorum, sobre matrimonios de católicos con acatólicos
orientales, del 22 de febrero de 1967 (AAS 59 [1967] 165-166).
 Decr. Episcoporum delectum, sobre nombramiento de obispos, del 25 de marzo de
1972 (AAS 64 [1972] 386-391).
 Decr. Ecclesiae pastorum, sobre la vigilancia de los libros de teología, del 19 de marzo
de 1975 (AAS 67 [1975] 281-284).
 M.pr. Pastorale munus, sobre facultades otorgadas a los obispos, del 30 de noviembre
de 1963 (AAS 56 [1964] 5-12).
 M.pr. De Episcoporum muneribus, sobre la facultad otorgada a los obispos para
dispensar, del 15 de junio de 1966 (AAS 58 [1966] 467-472).
 M.pr. Ecclesiae Sanctae, sobre las normas de aplicación de los decretos del Concilio
Vaticano II, del 6 de agosto de 1966 (AAS 58 [1966] 757-787).
 M.pr. Matrimonia mixta, sobre el régimen de los matrimonios mixtos, del 31 de marzo
de 1970 (AAS 62 [1970] 257-263).
 Mpr. Causas matrimoniales, sobre la agilización de las causas de nulidad matrimonial,
del 28 de marzo de 1971(AAS 63 [1971] 441-446).
 Mpr. Ad pascendum, sobre el diaconado, del 15 de agosto de 1972 (AAS 64 [1972]
534-540).
 Carta cir. Presbyteri sacra, sobre los consejos presbiterales diocesanos, del 11 de abril
de 1970 (AAS 62 [1970] 459-465).

105
J. OTADUY, «Comentario al canon 6», en: Comentario exegético, I, 284.
78
 Carta cir. Omnes christifideles, sobre los consejos pastorales diocesanos, del 25 de
enero de 1973 (X. OCHOA, Leges Ecclesiae, V, n. 4166, col. 6444-6449).
 Rescr. Cum admotae, sobre las facultades otorgadas a los Moderadores supremos de
los Institutos de vida consagrada y Sociedades de vida apostólica, del 6 de noviembre
de 1964 (AAS 56 [1964] 374-378).
Otros documentos, cuya materia contenida, al parecer, ha sido regulada sólo parcialmente
son los siguientes:
 Instr. Dispensationis matrimonii, sobre la dispensa del matrimonio rato y no
consumado, del 7 de marzo de 1972 (AAS 64 [1972] 244-252).
 Dir. Ad totam Ecclesiam, sobre el ecumenismo, del 14 de mayo de 1967 (AAS 59
[1967] 574-592).
 Dir. Ecclesiae imago, sobre el ministerio pastoral de los obispos, del 22 de febrero de
1973 (X. OCHOA, Leges Ecclesiae, V, n. 4174, col. 6462-6539).
 M.pr. Ministeria quaedam, sobre los ministerios laicales, del 15 de agosto de 1972
(AAS 64 [1972] 529-534).
 Not. Dir. Mutae relationes, sobre las relaciones entre los obispos y los religiosos, del
14 de mayo de 1970 (AAS 70 [1978] 473-506).
Por otra parte, no quedan abrogadas, por no haber sido sometidas a una reordenación, las
siguientes normas antecodiciales, contenidas en documentos normativos:
 Dir. Peregrinans in terra, sobre la pastoral del turismo, del 30 de abril de 1969 (AAS
61 [1969] 361-384).
 Instr. Nemo est, sobre el cuidado pastoral de los emigrantes, del 22 de agosto de 1969
(AAS 61 [1969] 614-643).
 Instr. Normae et facultates Apostolatus maris, sobre el cuidado pastoral de los marinos
y demás trabajadores del mar, del 24 de septiembre de 1977 (AAS 69 [1977] 737-746).
Debemos señalar que aquellas normas especiales, particulares o peculiares, a las que el
Código remite de modo expreso, tampoco quedaron abrogadas. Se comprende que, si el
legislador mismo remite a estas normas, no sólo no han sido reordenadas, al menos hasta
antes de la promulgación del CIC 83, sino que permanecen vigentes, en tanto sus
contenidos no sean reelaborados. Entre estas podemos enunciar las siguientes:
 Const. Ap. Regimi Ecclesia Universae, sobre la organización de la Curia Romana, del
15 de agosto de 1967 (AAS 59 [1967] 885-928) y sustituida posteriormente por la
Const. Ap. Pastor Bonus, del 28 de junio de 1988 (AAS 80 [1988] 841-912).
 Const. Ap. Romano Pontifice eligendo, sobre la Sede Apostólica vacante y la elección
del nuevo Romano Pontífice, del 1 de octubre de 1975 (AAS 67 [1975] 609-675).

79
 M.pr. Apostolica sollicitudo, sobre el sínodo de los obispos, del 15 de septiembre de
1965 (AAS 57 [1965] 775-780).
 M.pr. Ordo synodi, sobre la estructura y regulación de los sínodos episcopales, del 24
de junio de 1969 (AAS 61 [1969] 525-539; y AAS 63 [1971] 702-704).
 Const. Ap. Divinus perfectionis magíster, sobre los procesos de beatificación y
canonización, del 21 de enero de 1983 (AAS 75 [1983] 349-355).
Finalmente, hay otras normas, fundamentalmente de naturaleza administrativa o
procedimental que, aunque el Código no remita a ellas, sin embargo, no quedaron
abrogadas porque su materia no fue reordenada y su valor consiste en que han de ser
invocadas para desarrollar convenientemente aquellas disposiciones de las que el Código
apenas hace referencia a datos generales. Cabe mencionar que aquellas normas contenidas
en este tipo de ordenamientos no tendrán vigencia en aquello que sea contrario a los
cánones del CIC 83. De entre este tipo de ordenamientos mencionamos sólo los siguientes:
 Regolamento generale della Curia Romana, del 22 de febrero de 1968 (AAS 60 [1968]
129-176), el cual fue posteriormente reordenado y sustituido por la nueva edición de
dicho Reglamento, del 4 de febrero de 1992 (AAS 84 [1992] 201-267).
 Normae Sacrae Romanae Rotae, del 16 de enero de 1982 (AAS 74 [1982] 490-517).
 Normae speciales Signaturae Apostolicae, del 23 de marzo de 1968 (X. Ochoa, Leges
Ecclesiae, III, n. 3636, col. 5321-5332).
 Nova agendi ratio in doctrinarum examine, del 15 de enero de 1971 (AAS 63 [1971]
234-236).
 Const. Ap. Sapientia Christiana, del 15 de abril de 1979 (AAS 71 [1979] 469-499), y
sus normas complementarias, del 29 de abril de 1979 (AAS 71 [1979] 500-521).

Reproducción del derecho antiguo y recurso a la tradición canónica


El párrafo segundo del canon sexto establece el criterio de interpretación y aplicación que
algunas normas del Código vigente han de seguir, en cuanto reproduzcan el derecho
antiguo. En este sentido, señala el legislador la genuina tradición canónica como punto
de referencia, lo que significa que aquellos principios y criterios canónicos, así como las
Regula iuris que subyacen en los cánones, no han quedado abrogados, a pesar de que se
haya dicho, en el número primero de nuestro canon sexto, que el CIC 17 ha quedado
abrogado en su totalidad.

Así pues, será de suma importancia recurrir, no sólo a los autores probados, como lo
señalaba el antiguo canon sexto, sino a los comentaristas clásicos del CIC 17, y a todos
aquellos canonistas, cuyas aportaciones han ido enriqueciendo el Derecho canónico, en la
medida en que tienden un puente entre el llamado ius vetus, el ius novum y el ius vigens.

80
Debemos advertir que lo establecido en el párrafo segundo de nuestro canon sexto no debe
confundirse con lo que establece el legislador en el canon 19, al referirse a los principios
generales del derecho, a la jurisprudencia, a la práctica de la Curia Romana y a la opinión
común y constante de los Doctores. Este canon, se refiere únicamente a éstos como recurso
en caso de un vacío legal.

TITULO 1: De las Leyes Eclesiásticas (cc.7-22).

La ley constituye, por muchas razones, la primera de las fuentes del Derecho, lo cual
justifica en buena medida su emplazamiento como cabeza del primero de los títulos del
primer libro codicial. Curiosamente el Código no ofrece una noción canónica de ley, sino
que se limita a establecer cuándo nos encontramos ante ella y las condiciones
fundamentales para su existencia o institución.

En los esquemas preparatorios del nuevo código se definía la ley como “la norma general
dada por la autoridad competente a una comunidad, para el bien común”. Esta definición
del c. 7 del esquema de 1980 se mantuvo hasta el esquema de 1982, pero no aparece ya
en el texto promulgado de 1983106.

Hoy nos movemos en un plano más teológico y salvífico, que emana de la comunión en
el Cuerpo de Cristo. Así concebimos la ley, sublimada por Cristo (cfr. Mt. 5,18: “En
cambio, lo que sale de la boca viene de dentro del corazón, y eso es lo que contamina al
hombre”), como una ayuda para encontrar lo que importa, que es “el cumplimiento de la
voluntad de Dios” (ICor. 7,19: “Porque lo que importa no es estar o no estar circuncidado,
sino obedecer los mandatos de Dios”), voluntad que se resume en el mandamiento del
amor a Dios y al prójimo (Cfr. Mt. 22,37-40: “Y Él le dijo: amarás al Señor tu Dios con
todo tu corazón¡, y con toda tu alma, y con toda tu mente, Este es el más grande y el
primero de los mandamientos. Y el segundo es semejante a este: amarás a tu prójimo como
a ti mismo. En estos mandamientos se resumen la ley y los profetas”.), y que culmina en
la suprema ley nueva: “les doy un mandamiento nuevo: Que se amen los unos a los otros
como yo los he amado, así también ámense mutuamente” (Jn. 13,34).

La ley es una disposición obligatoria


Disponer no es el mero ruego, consejo, exhortación, sino que lleva consigo un acto
imperativo. Acto que no sólo tiene carácter orientativo, sino vinculante. El consejo no
obliga, aunque merezca respeto (Ulpiano, D.10,11), y lo puede dar quien sepa darlo. En
cambio, la ley sólo puede darla quien tenga misión de autoridad.
106
La Iglesia se sigue sirviendo de la definición clásica de Santo Tomás: “la ordenación (disposición) de la razón pàra
el bien común, promulgada por aquel que está al cuidado de la comunidad” (Summ. Theol. 1-11,90,1: “Quedam rationis
ordinatio ad bonum commune, ab eo, qui curam communitatis habet, promulgata”). Cfr. J.M. Piñero Carrión, La Ley
de la Iglesia I, Ed. Atenas, Madrid 1993. P. 88
81
La ley ha de ser razonable
Es decir, debe ser conforme a la razón107. Hoy se dice que la ley es un acto de la razón y
de la voluntad, prevaleciendo la luz de la razón sobre el querer del superior: es una idea
querida y mandada.

La racionalidad exige varias condiciones en la ley:


- La ley ha de ser posible, física y moralmente, por lo que se excluye lo imposible. Nadie
está obligado a lo imposible, pues para ello no somos libres; y sería difícil para el bien
común.
- La ley debe de ser útil, porque nunca puede ser coartada la libertad por algo inútil.
- La ley ha de ser honesta, es decir, no puede mandarse lo que es malo;
- La ley ha de ser justa, y por eso debe respetar otras leyes superiores y las exigencias
objetivas de la justicia;
- La ley ha de ser clara, ya que ella está para marcar caminos, y no lo hacer si es confusa;
- La ley debe ser estable, de lo contrario no es norma directiva de nada; si bien puede
existir una ley que se dé sólo para un tiempo determinado.
- La ley humana no puede mandar actos heroicos, solo excepcionalmente puede exigirlos
el bien común, y entonces la ley los podría imponer.

C. 7 108. La ley debe ser promulgada para que pueda existir, para que quede establecida.
Promulgar: palabra de etimología oscura, es proponer públicamente la ley hecha por la
autoridad competente. Podemos decir que la promulgación es el verdadero nacimiento de
la ley como tal. Es un elemento esencial, pues sin la promulgación la ley no existe.
Promulgar no es lo mismo que divulgar, ni lo mismo que publicar, ni que entrar en vigor,
que puede coincidir con la promulgación, pero puede también no coincidir con ella.

C. 8109. El modo de promulgar. La ley en la Iglesia se promulga por su Edición en el “Acta


Apostolicae Sedis” (AAS), que es el órgano oficial de la Santa Sede por la que se publican
sus leyes eclesiásticas universales, a no ser que se determine otra cosa (c. 8 § 1). Por su
parte, las leyes particulares se publican del modo como lo determine el legítimo legislador
particular (c. 8 § 2).

La ley debe llegar a la comunidad en forma auténtica, cierta y asequible. La autenticidad


surge de la identidad y la legitimidad de la autoridad y de su acto legislativo, fecha y lugar

107
Op. C. Piñero Carrión 90: “es un acto de la voluntad imperativa del Superior, pero ha de ser dictado siempre por la
razón. Por eso para que haya ley no basta la voluntad del Superior. Va contra lo que dijo Ulpiano, en el derecho romano:
“lo que agrada al príncipe, tiene fuerza de ley” (D. 1, 4,1).
108 “La ley queda establecida cuando se promulga”. El texto está tomado de Graciano (Decr. 1, 4,3).
109 “§ 1. Las leyes eclesiásticas universales se promulgan mediante su publicación en el Boletín Oficial “Acta

Apostolicae Sedis”, a no ser que, en casos particulares, se hubiera prescrito otro modo de promulgación; y entran en
vigor transcurridos tres meses a partir de la fecha que indica el número correspondiente de los Acta, a no ser que obliguen
inmediatamente por la misma naturaleza del asunto, o que en la misma ley se establezca especial y expresamente una
vacación más larga o más breve”.
82
del texto oficial. La asequibilidad implica que toda la comunidad tenga acceso al texto
exacto e indiscutible, cual ha sido promulgado y publicado en el Boletín oficial de la Santa
Sede. La certeza jurídica radica en que hace fe pública, que se da en dicho Boletín Oficial,
ya que la manifestación externa del legislador debe realizarse por los medios legítimos
establecidos.

1. Entrada en vigor. Entrar en vigor es comenzar a obligar objetivamente: la ley debe


dejar normalmente un plazo, durante el que pueda ser conocida de hecho, este plazo
es conocido como vacatio legis. Para las leyes universales es en general de tres
meses a no ser que se establezca otra cosa, a partir del día del número de AAS en
que se publique la ley. Cabe la excepción de que una ley entre en vigor en seguida
si la naturaleza del asunto y a tenor de lo que el mismo legislador haya dispuesto.
En cambio, las leyes particulares entran en vigor al mes de la fecha de su
promulgación, a no ser que se diga lo contrario (parágrafo 2).

2. La Ley ha de ser para el bien común de la comunidad. El derecho romano limitaba


la ley a las comunidades como tales: así Ulpiano enseñaba: “Las leyes se
constituyen no para cada persona sino en general” (D. 1, 3,8); y Papiniano: “La ley
es un mandato común (D. 1, 3,1). Por su parte, el Derecho Canónico aceptó el
concepto de que: “los mandatos de los cánones son para todos”.

Por comunidad entendemos el conjunto de varias personas físicas unidad por algún
vínculo jurídico de alguna manera. Este vínculo puede ser tal que se constituya una
persona jurídica corporativa: que será colegial si sus miembros determinan su actividad
con decisión común, de lo contraria no será colegial (c. 115 § 2110).

Si este vínculo no se constituye en persona jurídica, sino sólo en una identidad de misión,
entonces tendremos un estado o clase de personas; si sólo se constituye una simple
colaboración activa, entonces tendremos un grupo.

3. La comunidad debe ser capaz de recibir ley. Son comunidades capaces de recibir
leyes (cc. 2 y 29111), las comunidades de personas jurídicas, tanto colegiales, como

110
“La corporación, para cuya constitución se requieren al menos tres personas, es colegial si su actividad es
determinada por los miembros, que con o sin igualdad de derechos participan en las decisiones, a tenor del derecho y
de los estatutos; en caso contrario no es colegial”. La constitución de las personas jurídicas publicas tiene dos posibles
orígenes, bien en virtud del mismo derecho, bien por un decreto especial o explícito de la autoridad competente.
111 “Los decretos generales, mediante los cuales el legislador competente establece prescripciones comunes para una

comunidad capaz de ser sujeto pasivo de una ley, son propiamente leyes y se rigen por las disposiciones de los cánones
relativos a ellas”. (Definición de los decretos generales. La nota más importante de esta definición radica en que son
prescripciones comunes, mientras que el resto de los elementos adolece de una cierta indefinición, proveniente sin duda
del mismo hecho de que no están situados en el Tit. I y por tanto no se les ha querido calificar en sentido estricto como
leyes; pese a que se dice que son propiamente leyes y que su origen es el legislador competente, que vendrá determinado
por el oficio o por el mismo derecho (cf. C 455 § 2). Se rigen por las normas que rigen las leyes, lo que quiere decir
respecto a la promulgación, vacación, publicación y cese.
83
no colegiales; las comunidades no personas jurídicas, sino estados o clases, y los
simples grupos.

Hay leyes para:


- Personas jurídicas colegiales:
- Personas jurídicas (o morales) no colegiales:
- Estados o clases:
- Grupos:
Para que una ley tenga el valor de ley NO SE REQUIERE que sea aprobada por la
comunidad a la que va dirigida, ni que sea de hecho aceptada u obedecida112.

4. Cuando no hay comunidad: por no tratarse de comunidad no se da ley sino


precepto, cuando un superior manda algo a una persona o personas físicas
determinadas.

5. La ley ha de ser dada por la autoridad legítima: Llamamos


a) AUTORIDAD: al que tiene el cuidado de la comunidad: la autoridad es condición
indispensable para poder dar leyes113.
b) AUTORIDAD EN LA IGLESIA: En la Iglesia esta creación de la ley es conducir
a la comunidad a su ser verdadero de comunidad por el amor de Dios, que “inunda
nuestros corazones” (Rom. 5,5). Esta es la verdadera misión de regir. Toda
autoridad en la Iglesia se justifica sólo por esto: por haber sido puesta para crear
unidad en el amor. Toda Potestad Legislativa en la Iglesia deriva de Cristo, su
fundador, por quien nos llega el amor del Padre, en el Espíritu Santo (Cfr Jn. 15,9-
10.26).
. Él envió a los apóstoles (Jn. 20,21),
. Él encomendó a Pedro apacentar las ovejas (Jn. 21,15-17),
. Él dio a Pedro y a los apóstoles la facultad de atar y desatar (Mt. 16,19; 18,18)114.
c) PARTICIPACIÓN DE LA AUTORIDAD EN LA IGLESIA: En la Iglesia

112
En cuanto a la aprobación por la comunidad, es distinto el derecho de recurso, del que hablaremos en los cc. 1732
ss., casi al final del código y donde veremos cómo puede recurrirse contra una ley. En cuanto a la obediencia de la ley,
el Papa Benedicto XIV explicó: “Aunque las leyes, principalmente las eclesiásticas, no dependen de la aceptación del
pueblo, sin embargo, si el pueblo nunca las recibe, pecan los que no las reciben, pero acaban dejando de obligar, porque
se presume que el legislador no quiere tener atada, durante mucho tiempo, con el vínculo de su ley, con gran daño de
las almas, a una comunidad que nunca ha admitido verse obligada por ella” (De Synodo 13,5,3).
113 Autoridad viene de autor, que significa creador: su origen nos lleva a la palabra latina “augere” que significa

aumentar, progresar. Como Dios es el único creador, él es la radical autoridad. Los hombres PARTICIPAN de ella sólo
en tanto en cuanto crean algo, es decir, hacen progresar el bien creado. Nadie puede arrogarse autoridad si no crea nada,
si no hace progresar nada.
114 Los apóstoles usaron esta encomienda desde el principio (Hch 4,21; ITim. 3,2; 3,6), y así lo ha creído y asumido la

Iglesia (Conc. Trid. Ses. 7, c. 8; Conc. Vat. I. Ses. 4, cap. 3; Conc. Vat. II, Lumen Gentium 18-20).
84
Exposición de Alumnos:

Tit. II. De la Costumbre cc 23-28 (Eduardo)


Tit. III. De los decretos generales y de las instituciones cc 29-34 (Jorge)
Tit. IV. De los Actos Administrativos cc 35-93
Cap. I.- Normas comunes cc 35-47 (Gregorio)
Cap. II.- De los decretos y preceptos singulares cc 48-58 (Christian)
Cap. III.- De los rescriptos cc 59-75 (Ezequiel)
Cap. IV.- De los privilegios cc 76-84 (Gonzalo)
Cap. V.- De las dispensas cc 85-93 (Martín)
Tit. V. De los estatutos y reglamentos cc. 94-95 (Cesar)

85
BIBLIOGRAFIA BÁSICA

- A. Ma. ROUCO VARELA, Teología y derecho, Ediciones Cristiandad,


Madrid 2002.
- AA.VV., Derecho canónico. I: El derecho del Pueblo de Dios, Biblioteca
de Autores Cristianos, Madrid 2017.
- AA.VV., Manual de derecho canónico, EUNSA, Pamplona (España)
1991.
- J.M. JUBERT, Ley de Dios, Leyes de los hombres, Barcelona, Ed. Herder
1979.
- J. ORLANDIS, Historia de las Instituciones de la Iglesia Católica,
EUNSA, Navarra (España), 2003.
- D BARBEDETTE, Ética o Filosofía Moral, conforme al pensamiento de
Aristóteles y Santo Tomás, Editorial Tradición, México 1984.
- D. CENALMOR-J. MIRAS, El derecho de la Iglesia. Curso básico de
Derecho Canónico, Colección de textos Teológico-Pastorales CELAM,
EUNSA 2004.
- J. A. VELA DEL RIO, Manual de derecho canónico, Editorial Porrúa,
México 2011.
- J. FRANCISCO MARTÍNEZ G., Panorámica del derecho canónico, San
Pablo, México 2001.
- J. GAONA MORENO, Escritos de teología del derecho fundamentados
en Tomás de Aquino, Universidad Pontificia de México, México 2009.
- J.M. PIÑERO CARRION, La ley de la Iglesia I, Colección síntesis,
Sociedad de educación Atenas, Madrid 1993.
- PROFESORES DE SALAMANCA, Código de Derecho Canónico,
Edición Bilingüe Comentada, BAC, Madrid 2001.
- R. GUTIÉRREZ SAENZ, Introducción a la Ética, Ed. Esfinge, México
1996.

86

You might also like