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Fragmento de la Llama doble de Octavio paz

Hay que distinguir al amor, propiamente dicho, de la sexualidad. Hay una relación tan
íntima entre ellos que con frecuencia se les confunde. Por ejemplo, a veces hablamos de la
vida sexual de Fulano o de Mengana, pero en realidad nos referimos a su vida erótica. El
acto erótico se desprende del acto sexual: es sexo y otra cosa. No es extraña la confusión:
sexo, erotismo y amor son aspectos del mismo fenómeno, manifestaciones de lo que
llamamos vida.

El más antiguo de los tres, el más amplio y básico, es el sexo. Es la fuente primordial. El
erotismo y el amor son formas derivadas del instinto sexual: cristalizaciones,
sublimaciones, perversiones y condensaciones que transforman a la sexualidad y la
vuelven, muchas veces, incognoscible. El sexo es el centro, el pivote de esta geometría
pasional.

El erotismo es exclusivamente humano. La primera nota que diferencia al erotismo de la


sexualidad es la infinita variedad de formas en que se manifiesta, en todas las épocas y en
todas las tierras. El erotismo es invención, variación incesante; el sexo es siempre el mismo.
El protagonista del acto erótico es el sexo o, más exactamente, los sexos. El plural es de
rigor porque, incluso en los placeres llamados solitarios, el deseo sexual inventa siempre
una pareja imaginaria... o muchas. En todo encuentro erótico hay un personaje invisible y
siempre activo: la imaginación, el deseo.

Uno de los fines del erotismo es domar al sexo e insertarlo en la sociedad. Sin sexo no hay
sociedad, pues no hay procreación; pero el sexo también amenaza a la sociedad. Es
creación y destrucción. Es instinto: temblor, pánico, explosión vital. El sexo es subversivo:
ignora las clases y las jerarquías, las artes y las ciencias; el día y la noche: duerme y sólo
despierta para fornicar y volver a dormir.

He procurado deslindar los demonios de la sexualidad, el erotismo y el amor. Los tres son
modos, manifestaciones de la vida. Los biólogos todavía discuten sobre lo que es o puede
ser la vida. Para algunos es una palabra vacía de significado; lo que llamamos vida no es
sino un fenomeno químico, la unión del algunos ácidos. Confieso que nunca me han
convencido estas simplificaciones.

La sexualidad es animal; el erotismo es humano. El amor, a su vez, es ceremonia y


representación: pero es algo más. El amor es la metáfora final de la sexualidad. No hay
amor sin erotismo como no hay erotismo sin sexualidad. Pero la cadena se rompe en
sentido inverso: amor sin erotismo no es amor y erotismo sin sexo es impensable e
imposible.

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