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observaciones
preliminares relativas
a la praxeología en
lugar de una
introducción
1. El sustrato permanente de la
epistemología
3. Sobre la economía
El estudio de la economía ha
descarriado una y otra vez debido a la
presuntuosa idea según la cual la
economía debe proceder con arreglo al
modelo de otras ciencias. Los desmanes
cometidos por tales tergiversaciones no
pueden eludirse condenando al
economista a reprimir su ávida mirada
sobre otros campos del conocimiento o
incluso a ignorarlos completamente. La
ignorancia, en cualquier campo, no es en
ningún caso una cualidad que pueda
resultar conveniente para la búsqueda de
la verdad. Para evitar el embrollo del
estudioso de los asuntos económicos por
el empleo de los métodos de la
matemática, la física, la biología, la
historia o la jurisprudencia, no es
necesario menospreciar y olvidarse de
estas ciencias sino, por el contrario,
tratar de comprenderlas y dominarlas.
Quien pretenda lograr algo en
praxeología debe estar versado en
matemática, física, biología, historia y
jurisprudencia con tal de no confundir
los cometidos y los métodos de estas
otras ramas del conocimiento. El
problema de las diversas Escuelas
Históricas de economía era, en primer
lugar, que sus adeptos eran meros
diletantes en el campo de la historia.
Cualquier matemático competente es
capaz de advertir las falacias
subyacentes en todas las variedades de
la denominada economía matemática y,
especialmente, en la econometría.
Ningún biólogo fue nunca persuadido
por el organicismo más bien amateur de
autores como Paul Lilienfeld.
Cuando una vez manifesté esta
opinión en una conferencia, un joven
entre el público se opuso. «Pide usted
demasiado para un economista», objetó;
«nadie puede obligarme a dedicar mi
tiempo al estudio de estas ciencias». Le
respondí: «Nadie te obliga a ser un
economista».
4. El punto de partida del
pensamiento praxeológico
El conocimiento a priori de la
praxeología difiere totalmente —es
categorialmente distinto— del
conocimiento a priori de la matemática
o, más concretamente, del conocimiento
matemático a priori tal como es
interpretado por el positivismo lógico.
El punto de partida de todo pensamiento
praxeológico no consiste en axiomas
arbitrariamente seleccionados, sino en
proposiciones evidentes en ellas
mismas, plena, clara y necesariamente
presentes en la mente humana. Un puente
infranqueable separa aquellos animales
en cuyas mentes se presenta esta
cognición de aquellos otros en cuyas
mentes no se presenta de manera plena y
clara. Solo en el primer caso el
apelativo «hombre» es adecuado. El
rasgo característico del hombre es
precisamente que este actúa
conscientemente. El hombre es el homo
agens, el animal actuante.
Todo lo que —al margen de la
zoología— ha sido científicamente
estipulado para distinguir al hombre de
los mamíferos no humanos se halla
implícito en la proposición «el hombre
actúa». Actuar significa esforzarse para
alcanzar fines, esto es, escoger un
objetivo y recurrir a medios para
alcanzar el objetivo perseguido.
La esencia del positivismo lógico
consiste en negar el valor cognitivo del
conocimiento a priori, señalando que
todas las proposiciones a priori son
meramente analíticas. No aportan nueva
información, son simplemente verbales y
tautológicas, redundando en lo que ya se
ha derivado de la definición y de las
premisas. Solamente la experiencia
puede conducir a proposiciones
sintéticas. Existe una obvia objeción a
esta doctrina, a saber, que esta
proposición según la cual ninguna
proposición puede ser sintética y a
priori a la vez es ella misma —aunque
este autor la considere falsa— una
proposición sintética a priori, puesto
que no puede ser establecida por la
experiencia.
Sin embargo, toda esta controversia
carece de sentido con respecto a la
praxeología. Se refiere esencialmente a
la geometría. Su condición actual,
especialmente su tratamiento por el
positivismo lógico, se ha visto
profundamente influenciado por la
sacudida que la filosofía occidental
recibió del descubrimiento de las
geometrías no euclidianas.
Anteriormente a Bolyai y Lobachevski,
la geometría era, a la vista de los
filósofos, el arquetipo de ciencia
perfecta; se asumía que podía
proporcionar una inquebrantable certeza
para siempre y para todo el mundo.
Proceder asimismo en otras ramas del
conocimiento more geométrico
constituía el gran ideal de los que
buscaban la verdad. Todos los
conceptos epistemológicos tradicionales
empezaron a tambalearse cuando
fructificaron los intentos de construir
geometrías no euclidianas.
Mas la praxeología no es geometría.
La peor de todas las supersticiones
consiste en asumir que las
características epistemológicas de una
rama del conocimiento deban
necesariamente aplicarse a otras ramas.
Al tratar con la epistemología de las
ciencias de la acción humana, no debe
seguirse el ejemplo de la geometría, la
mecánica o cualquier otra ciencia.
Los supuestos de Euclides se
consideraron por un tiempo verdades
autoevidentes. La epistemología
contemporánea las considera postulados
libremente seleccionados, el punto de
partida de un hipotético encadenamiento
de razonamientos lógicos. Signifique lo
que signifique, esto no atañe a las
preocupaciones de la praxeología.
El punto de partida de la
praxeología es una verdad autoevidente,
la cognición de la acción, esto es, la
cognición del hecho de que existe algo
que conscientemente aspira a fines
determinados. Es inútil poner reparos a
estos enunciados refiriéndose a
problemas filosóficos que no mantienen
ninguna relación con nuestra discusión.
La verdad de esta cognición es tan
evidente e indispensable para la mente
humana como lo es la distinción entre A
y no-A.
5. La realidad del mundo exterior
6. Causalidad y teleología
7. La categoría de la acción