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y

Apuntes para una teología del cautiverio


y la liberación en los padres

DANIEL DE PABLO MAROTO

La conciencia que el mundo va adquiriendo del cinturón de


miseria de la humanidad, que 'es el "tercer mundo", ha suscitado
en los teólogos una reacción y un enfoque de los problemas so-
cio-económicos desde la fe y el Evangelio, construyendo 10 que
se llama la "teología de la liberación y del cautiverio". Una for-
mulaciónextraña para la tradición teológica de Occidente, pero
que desde la década de los 60 está haciendo fortuna engrosando
los anaqueles de las bibliotecas de teología con numerosas pu-
blicaciones a partir de la experiencia de explotación del pueblo
en América Latina, y que ha sido tomada también en conside-
ración 'en Europa 1.
No quisiera ser injusto con los teólogos de la liberación, pero
tengo la impresión de que a esta construcción teológica le falta
todavía base escriturística 'Y patrística y le sobra sociología y
política, convirtiéndola así en una teología "de moda" en el sen-
tido p~yorativo de la palabra. Es verdad que alguna vez se re-
cuerdan los cautiverios del pueblo judío en Egipto y Babilonia,
y la consiguiente acción liberadora de Yahvé. p.ero pienso que
1 Se sale del marco de este estudio dar una bibliografla completa sobre la teo·
logía de la liberación. Cito sólo algunos de los libros más significativos. GUSTAVO
GUTIÉRREZ, Teología de la liberación, Salamanca, Slgueme, 1977'. RuGO ASSMANN,
Teología desde la praxis de la liberaci6n, Salamanca, Sígueme, 19762 • JUAN CARLOS
SCANNONE, Teología de la liberación y praxis popular, Salamanca, Slgueme, 1976.
J. GIRARDI, Cristianismo y liberación del hombre, Salamanca, Sígueme, 19752 • ANTo-
NIO ALONSO, Iglesia y praXis de liberación, Salamanca, Sígueme, 1974. LEONARDO BOFF,
Teología del cautiverio y de la liberación, Madrid, Paulinas, 1978 (en página 14,
nota 3, más títulos y orientaciones bibliográficas).
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la visión teológica de este hecho paradigmático no es el fu1crum


sobre el que se hace girar toda la problemática que suscitan las
modernas opresiones de los pueblos por otros pueblos o por fuer-
zas anónimas del poder y del dinero. Es decir, no se habla de
la liberación integral que anuncia la revelación de Dios y que
el creyente debe asumir cuando responde en la fe. Es evidente
que los hechos históricos del A.T. y la doctrina evangélica del
N.T. contienen elementos revolucionarios para una liberación in-
tegral de] hombre. Lo problemático ~s descubrir qué es 10 que
se debe liberar, mejor, de qué y, sobre todo, desde dónde.
En las páginas que siguen ofrezco una modesta apoliación
de la tradición patrística, que interpreta el cautiverio del pueblo
judío en Babilonia comentando el salmo 137: "Junto a los ca-
nales de Babilonia nos sentábamos a llorar con nostalgia de Sión" .
Pienso que se han explotado los aspectos sociológicos de la teo-
logía patrística, pero no se han explicitado en un contexto de la
teología de la liberación. Se ha hablado de la denuncia profética
que hacen los Padres de la injusticia social, del poder opresor
del dinero, de la exaltación del pobre, el huérfano y la viuda
que deben ser ayudados, etc. Pero se dice poco de la ambición
de los pobres, del sentidO' e'spiritual de la liberación del hombre,
de la dimensión peregrina del pueblo de Dios en este mundo, etc.
Con ello no pretendo probar ninguna tesis moderna ni de
clericarles de derechas, ni de cristianos marxistas de izquierda.
He investigado 10 que dicen los Padres sin hacer apenas refe-
rencias al contexto actual. Me acerco a ellos sin pensamientos
preconcebidos, con plena honradez científica. Podemos ser in-
justos con la tradición no recordándola o acercándola hacia nues-
tras posiciones, cometiendo un inconcebible anacronismo.
Desde el punto de vista metodológico, debo advertir que me
muevo "en el mundo de los Padres", es decir, analizo el período
patrístico, con 10 cual abro la investigación también a los "es-
critores eclesiásticos" de los ocho primeros siglos, sean "Padres"
en sentido pleno o no lo sean. He querido que quedaran refle-
jados los ambientes de Oriente (Antioquía y Alejandría) y de
Occidente (ItaHa, Francia y Africa), como polos culturales de
la antigüedad.

El salmo 137 no es un canto de liberación esperada, sino


una acción de gracias en el que se recuerda el pasado de exilio
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y cautiverio desde la libe'rtad conquistada. Es un análisis de la


situación de un pueblo en el pasado. Pura historia, pasado que
se medita en el presente y desde el presente. Esto no obsta para
que los Padres se coloquen en la situación histórica del pueblo
oprimido, cautivo y exilado, analicen sus "actitudes", su situa-
ción moral más que política y económica, expliquen el hecho
desde una perspectiva teológica de la historia, critiquen ciertas
actitudes y propongan otras para un pueblo cristiano al que ha-
blan y para quienes el pueblo judío fue un tipo y paradigma
del vivir la vida desde la revelación de Yahvé.
Fundamentalmente 10 que indago en el comentario de los
Padres son los sentimientos de un pueblo ante su destierro o
cautividad y su ansia de liberación, aunque este sentimiento es
menos visible porque se escribe el salmo desde la experiencia
de liberación ya realizada. Sin embargo, no está ausente el deseo
de liberación en la nostalgia que sienten por la patria perdida,
Sión. Los judíos en el destierro se mueven entre el recuerdo nos-
tálgico de un pasado feliz y el ansia de un reencuentro con sus
hogares y tradiciones.
Dentro de esta pura línea de pueblo cautivo y exiliado, am-
plío el punto de mira para analizar otro sentimiento análogo y
paralelo en la teología de los Padres mezclado con la idea del
cautiverio: la dimensión peregrinante del pueblo de Dios, el sen-
tido de la vida para un cristiano. Así podemos hablar del pueblo
cautivo y peregrino.
Exilio, cautividad, peregrinación

Para entender la exégesis patrística del salmo 137, conviene


recordar las situaciones sociológicas en las que se puede encon-
trar el pueblo judío. Desde aquí podremos ahondar en sus senti-
mientos íntimos, sus actitudes anímicas. Será 10 que hagan los
Padres.
El exilio indica, sencillamente, la alienación de la propia pa-
tria. Cautividad, la privación de la libertad, que puede existir
en la propia patria o en la patria extranjera. En el caso de los
judíos, se da, ciertamente, exilio y, probablemente, cautividad.
Estuvieron cautivos en el exilio. La peregrinación es la trasuman-
cia, la carencia de patria propia.
Israel tiene experiencia de dos cautividades: la de Egipto
y la de Babilonia. En la de Egipto, sin bellos recuerdos prece-
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dentes, sin experiencia de un pasado feliz; en la de Babilonia,


con la experiencia de un pasado de libertad, de abundancia, de
culto a Yahvé. Por ·eso mismo, sus actividades en el exilio de-
bieron ser diferentes. En el primero, sus sentimientos vuelan al
futuro de la liberación, la virtud básica de la esperanza. En el
segundo, su mente bascula entre el pasado para añorarlo, de-
searlo, yel futuro, para vivir en la esperanza de la recupera-
ción del pasado. Viven entre la nostalgia y la ·esperanza. En am-
bos, la certeza de la salvación de Yahvé y una serie de senti-
mientos en cadena de cara a los enemigos.
Esto es 10 que refleja el salmo 137: el mundo interior de un
pueblo en el exilio, que añora la patria; en la cautividad, que
ansía la liberación; en la peregrinación, que sueña con un ho-
gar fijo.

I. CoMENTARIO DEL SALMO 137 EN LOS PADRES GRIEGOS

La labor exegética de los Padres griegos ha sido más bien


escasa y ésta nos ha llegado, probablemente, mutilada. Fuera
de Orígenes, Atanasia y Eusebio de Cesarea, de la Escuela de
Alejandría, y de san Juan Crisóstomo, Teodoreto de Ciro y Teo-
doro de Mopsuestia, de la Escuela de Antioquía, pocos son dig-
nos de nota 2. Lo mismo sucede con la bibliografía sobre el tema,
tanto sobre el comentario de los Padres latinos como griegos.
Ni un solo estudio he encontrado en la bibliografía de los últi-
mos veinte años 3.
2 Sus comentarios los aprovecharé en mi estudio. ¿Qué pasa con los demás Pa·
dres? Ni los Padres apostólicos, ni CLEMENTE DE ALEJANDRÍA comentan el salterio.
Lo mismo sucede con los autores de los dos primeros siglos del cristianismo. Poste·
riormente, algunos lo hacen brevemente y no comentan el salmo 137 o sus comen·
tarios no merecen la pena. Así, GREGORIO NI SENO escribió un Tractatus in psalmo.
rum inscriptiones, que propiamente no es un comentario al texto de los salmos
(PG 33), 1519 (salmo 137). CIRILO DE ALEJANDRÍA, aunque comenta el salterio, lo hace
brevemente y de modo incompleto en su Explanatio in psalmos, del 1 al 119 (PG
69). Tampoco lo comentan DIODORO DE TARSO en su Fragmenta in psalmos (PG 33,
1587·1628), SAN BASILIO DE CESAREA en su Homiliae in psalmos (PG 29, 209·494), DÍDIMO
DE ALEJANDRÍA, el ciego (PG 39, 1155·1616), Y HESIQUIO en Fragmenta in psalmos
(PG 93, 1179·1340). Ninguno de los demás Padres griegos comentan el salterio. utili·
zaré las ediciones de Migne, las de Brepols (Corpus Christianorum, Series latina =
= CCL), y para san Agustin, la edición bilinglie de la B.A.C.).
, No obstante haber revisado la Bibliographia patrística, vol. 1·17 de W. SCRNEE·
MELCRER, Berlin·New York, Walter de Gruyter, 1959·1978. Para los años posteriores
(1972·1977), he utilizado otras fuentes bibliográficas, como la extensa de Revue d'His·
toire Ecclésiastique, sin resultados positivos.
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Como es sabido, existe una diferencia sustancial en la exé-


gesis de entre las Escuelas de Alejandría y Antioquía. El co-
mentado al salmo 137 ,es tan breve y tiene tan pocos represen-
tantes, que la diferencia es poco perceptible; pero notaremos la
tendencia a la interpretación alegórica y mística en la Escuela
Alejandrina, y más ceñida a lo literal, a lo histórico la Escuela
antioquena. En todo caso, los mismos alejandrinos son mucho
más sobrios comparados con la brillantez imaginativa de los co-
mentaristas latinos, para quienes prácticamente desaparece 10 his-
tórico, lo real, para pasar a sentidos trasladados, en los que cada
palabra está vuelto a lo espiritual y a lo místico, según veremos.
Los alejandrinos sitúan al pueblo en el destierro real de Ba"
bilonia. Orígenes, como algo que ya ha acaecido. Atanasio, como
algo que sucederá, porque interpreta el salmo como una pro-
fecía. Pero la situación anímica de los deportados no varía. Ba-
bilonia es el exilio, la tierra extraña. Están junto a los ríos, dice
Orígenes, porque, como extranjeros y cautivos, vivían fuera de
las ciudades.
Puestos a analizar los sentimientos de los deportados, Oríge-
nes detecta la nostalgia y el llanto; Atanasio, la angustia. Ambos,
el deseo de' retorno a su patria. Rechazan el exilio y suspiran
y esperan una reconquista. El llanto no es, posiblemente, por
la mala situación presente, la carencia de bienes, sino por su
condición de desterrados, que hace penosa la tierra extranjera
hasta ,en las mayores delicias 4,
En el comentario de Atanasio, la angustia y la tristeza se
tornan dinamismo, como recuerda el ,mismo texto del salmo. Esto
vale para los comentaristas que se atienen al análisis literal del
texto. Los juramentos graves que hacen indican que la nostalgia
y el llanto no son pura pasividad, sino deseo de liberación, re-
frendado con la entrega de la propia vida. El recuerdo de la
patria les da valor para luchar: "que se me pegue la lengua
al paladar", "que se me paralice la mano derecha", que él tra-
duce: "que no pueda cantar al Señor", "que no consiga el auxi-
lio divino". Son juramentos serios para un judío ferviente. Con
ello demuestra el deportado que, no obstante el exilio, por en-
4 ORíGENES: «Magnum viris inest civitatis desiderium». Selecta in psalmos, PG
12, 1658. ATANASIO: «Docetur hic futurum ut ii qui multis post annis in Babylone
propter iniquitatem habitaturi erant, flerent et anxii essent, cupientes bona repetere
sua». Expositiones in psalmos, PG 27, 527.
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cima de todas las alegrías, que el comentarista recuerda, está


el recuefdo de Jerusalén 5.

Quedarían por reseñar los elementos alegóricos que aducen


Orígenes y Eusebio de Cesarea, y que repetirán los comentaris-
tas posteriores. El cautivo no tiene humor para cantar, por eso
cuelga las cítaras de las ramas de los sauces que crecen exube-
rantes junto a los canales de Babilonia. Orígenes se fija en la
naturaleza de los sauces, árboles vistosos, pero infecundos, y las
cítaras colgadas de sus ramas se han convertido, de instrumentos
músicos, en las facultades del hombre colgadas en la ignorancia,
tornándose estériles como los sauces, y ya no pueden servir para
la acción. ¿La propone como ley universal, en el sentido de que
una persona cautiva está condenada a la inactividad y a la ig-
norancia?
El pueblo, además, se siente perseguido. Los deportadores
babilónicos, que invitan a los cautivos a cantar un cántico de
Sión, se han convertido en los demonios que se ríen de los cre-
yentes porque dicen y no hacen. Esos mismos demonios y los
hombres malos son los enemigos de los creyentes que "intentan
destruir hasta las semillas naturales de la virtud, llamadas ale-
góricamente fundamento colocado desde el principio en el alma",
revestida de Cristo 6.
Los cautivos también son capaces de odiar, de pedir justicia.
Por eso piden a Yahvé que se acuerde de sus perseguidores para
que les pague con la misma moneda. Desean para sus enemigos
que alguien, llamado por eso mismo bienaventurado, estrelle a
los hijos de Babilonia miserable contra las rocas. Esta terrible
imprecación, llena de indignación y de mal deseo, se convierte
en Orígenes, iniciando así una serie de interpretaciones alegóri-
cas, en el alma que pide a Dios "que mate los malos pensa-
mientos del alma". Para Eusebio de Cesarea, los hijos de Babi-
lonia son "las semillas de la maldad y las fuentes de los peca-
dos" que se deben matar con las doctrinas del Salvador (porque
la piedra es Cristo), cuando son pequeños para que no crezcan 7,
Los antioquenos, más ceñidos al texto, ofrecen más posibi-
lidades para una acomodación a la vida actual. San Juan Cri-
5 Exp. in ps., PG 27, 527.
6 ORíGENES: Selecta in ps., PG 12, 1658.
7 ORíGENES, Selecta in ps., PG 12, 1659; EUSEBIO, Commentaria in psalmos, PG
24, 38.
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sóstomo, en parte tributario de Orígenes, da algunas pistas que


le copian otros comentaristas griegos y aun latinos. Es evidente
que para él, la tierra extranjera donde viven los judíos, como
para los otros dos comentmistas antioquenos, Teodoreto de Ciro
y Teodoro Mopsuesteno, es Babilonia, la ciudad del exilio. Sin
embargo, para Teodoro y Teodoreto, la tierra extraña es también
la tierra de la idolatría; por eso no pueden tocar los cánticos
de Sión, porque lo piden los idólatras no para propia utilidad,
sino para tener motivo de mofarse de ellos. Además, en tierra
idolátrica no pueden cantar a Yahvé por prohibirlo la ley. Y Teo-
doro de Mopsuestia da otra razón: no pueden tocar porque "el
pueblo de Dios estaba cautivo y triste" 8.

La situación anímica de los deportados la describe Crisós-


tomo como "ansia apasionada" (cupiditas magna) que indica
bastante más que nostalgia de Sión o deseo de retomo; es dina-
mismo creador de los cautivos que habitan fuera de los muros
de la ciudad, junto a los canales, como ya observó Orígenes.
Teodoreto, los encuentra tristes, deplorando sus calamidades en
lugar solitario, junto a los ríos de aguas transitorias, con las que
mezclan ,sus lágrimas los deportados. Y Teodoro de Mopsuestia
observa la diferencia entre "los males de la cautividad", que son
la causa del llanto, y el "deseo del retomo". También ve al
pueblo inmerso en la tristeza hasta las lágrimas, deseando escu-
char la música de las cítaras como contrapunto de añoranza,
para que la esclavitud y el exilio fuera más evidente 9,
San Juan Crisóstomo y Teodoro de Mopsuestia interpretan
la cautividad babilónica como un castigo de Dios por los peca-
dos del pueblo, que le sirve de correctivo pedagógico. Le quita
la libertad, la patria y el templo, al mismo tiempo que lo con-
dena a la cautividad y el destierro. Ven la mano providente de
Yahvé en el hecho de llevar consigo los instrumentos músicos
cuando sabían que no podrían ni deberían tocarlos, para que su
vista les recordase la patria, sus tradiciones, el templo de J e-
rusalén y así ser más penoso el destierro, más certe:lJa la espe-
ranza, más deseado el retomo. Ellos no tocan, no cantan, cuel-
gan los instrumentos músicos en las ramas de los sauces. Es la
8 TEODORO, Interpretatio in pS., PG 80, 1927. TEODORO DE M., Expositio in psalmos
(conocida completa sólo la traducción latina de Juliano de Eclana), CCL 88A, 380.
9 CRISOSTOMO, Expositio in psalmos, PG 55, 405. TEODORO, Interp. in pS., PG 80,
1927. TEODORO DE M., Expos. in pS., CCL 8SA, 379-380.
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señal de protesta, la repulsa de la cautividad y una implícita


petición de amnistía. Con este motivo, Crisóstomo condensa un
principio de psicología aplicada a situaciones de cautiverio desde
la abundancia: cuando se poseen los bienes no nos acordamos
que los tenemos; de ahí que es necesario que nos falten para
estimarlos en 10 que ellos merecen. Por eso 'Dios -continúa-
nos quita los bienes temporales para que los apreciemos en su
justo valor. A los judíos deportados a Babilonia les quita el tem-
plo, el culto, la ciudad, para que los estimen en tiempo del des-
tierro.
También Crisóstomo aprovecha la ocasión para criticar la
falsa actitud de los judíos que no supieron guardar la ley en su
tierra y la observan en el exilio. "¿Habéis visto -se pregunta-
cómo la aflicción vuelve fuertes?" lO,

La exposición de Crisóstomo nos lleva a la conclusión 8i-


guiente:e1 exilio, la persecución religiosa, la cautividad y la de-
pendencia vuelve al pueblo más ferviente. El pueblo añora 10
que no posee y de lo que ha sido injustamente desposeído, y por
eso se torna fuerte en la defensa de sus dereohos. Mientras sueña
con Sión se ha fOltificado para cumplir la ley de Yahvé, no pros-
tituye sus tradiciones. Se le paraliza la risa, el gozo y la alegría.
Sin libertad no se puede cantar a Yahvé, no se puede celebrar
la liturgia. El no celebrarla es protesta profética. Con ello se
demuestra que el vencido exilado es superior al vencedor. No se
le teme, se le desprecia. En el caso de los judíos cautivos en
Babilonia, estos no cantan porque el opresor no es digno de in-
troducirse en las creencias del cautivo. El pueblo exilado se ape-
ga a sus tradiciones, sus raíces. Vincularse a la tradición es un
modo de superar el exilio y vencer a los opresores 11.
Para no olvidar la patria se comprometen con juramentos.
Se quiere encontrar la patria perdida. El recuerdo de Jerusalén
es la principal de las alegrías. El silencio de las canciones y de
10 Ct. Exp. in ps., PO 55, 405. La cautividad como castigo en TEODORETO DE M.,
Exp. in pS., CCL 88A, 380. TEODORETO también reprende a los judíos por cumplir
la ley fuera de la patria y despreciarla en ella. Interp. in pS., PG 80, 1930.
11 Esto es 10 que deja traslucir el siguiente texto de Cris6stomo: «Quomodo
cantavímus canticum Domini in teITa aliena?» Y se pregunta: «Sed cur eís non
permittebatur canere in teITa aliena? Quoniam non oportebat aures profanas amUre
illa arcana [ ... ] Non licet nobis canere. Etsi a patria excidímus, legem tamen per-
petuo servamus, idque diligentíssíme. Quare etsi dominium obtineatis, anímum tamen
non superabitís. Vidísti anímam ab afflictione esse deductam ad studium sapientiae,
aerumnísque et calamitatibus esse superiorem?». Expos. in ps., PG 55, 406.
PUEBLO CAUTIVO Y PEREGRINO 585

los instrumentos músicos contrasta con el recuerdo de Jerusa-


lén. El pastor que es Juan Crisóstomo acaba el comentario del
salmo aconsejando que "nos conviene atender diligentemente
nuestras cosas y comportamientos de tal manera en esta vida
para no ser cautivos ni extraños y alejados de aquella metró-
poli" 12.
Descubre Crisóstomo en la actitud de los exilado s el odio
a los enemigos. Esto le escandaliza. Disculpa al salmista dicien-
do que no son sentimientos suyos, sino de los deportados que
viven con el ánimo perturbado y por eso piden para el opresor
un suplicio horrendo. Le parece que en el exilio un cristiano
no puede odiar ni maldecir. Es ésta una actitud a evitar en tierra
extraña sometidos a cautividad. El cristiauo debe perdonal hasta
en el destierro 13.

n. COMENTARIO DEL SALMO 137 EN LOS PADRES LATINOS

Los comentarios al salterio de los Padres latinos son más


extensos y numerosos. Además, prevaleoe en ellos la interpreta-
ción alegórica, impidiendo así la posible aplicación a situaciones
de cautiverio del pueblo de Dios 14. Por ser su doctrina abundante
y que no cabe en el estrecho marco de estas páginas, selecciono
10 que puede servir para dilucidar la "teología del cautiverio y
la liberación".

12Expos. in ps., PG 55, 406. También TEODORO DE M., Expos. in pS., CCL 88A, 380.
13Expos. in pS., PG 55, 406. Tampoco dejan de escandalizar a TEODORETO, Interp.
in pS., PG 80, 1930. En TEODORO DE M. el grito de venganza se suaviza. Se convierte
en una invocaci6n a Yahvé para que haga justiCia porque sabe que es «consolador
de los tristes y vengador de los que insultan», y espera que la fiera babil6nica,
«bajo la mano del Señor, se haga hija tierna y delicada». Expos. in ps., CCL U8A,
380. Ambos ven cumplida la petici6n contra Babilonia cuando la somete Ciro y deja
en libertad a los judíos.
14 Aprovecho los comentarios de los siguientes autores de los siglos IV-VI: Hilario
de Poitiers, Agustín, Jer6nimo, Arnobio el joven, Pr6spero de Aquitania y Casiodol'o,
cuyas obras citaré en el presente estudio. Otros autores, a veces importantes del
período patrístico, o no han comentado el salterio, o lo han hecho de fOlma incom-
pleta. Asi, por ejemplo, SAN AMBROSIO escribi6 un comentario sobre algunos salmos:
Expositio in XII psalmos davidicos (PL 14, 963-1238; PL 15, 1262·1604). Comenta los
salmos 1, 35-40, 43, 45, 48, 51 Y 118. Este último amplíslmamente. RUFINO DE AQUILEYA
comenta sólo los 75 primeros en su obra: In LXXV psalmos Davidi commental'ius
(PL 21, 641-960). TERTULIANO, CIPRIANO, SAN LEÓN MAGNO, BEDA, no comentan los sal-
mos. Solamente en el siglo VI, SAN GREGORIO escribe un comentario sobre los salmos
penitenoiales: In septem psalmos poenitentiales (PL 79, 549-658).
586 DANIEL DE PABLO MAROTO

Sentido alegórico del salmo

Todos los autores examinados interpretan el salmo en sen-


tido espiritual y místico. El pueblo judío cautivo es el paradig-
ma del hombre cautivo por el pecado, la mente del hombre cau-
tivo por el dominio del cuerpo y del mundo. Jerónimo dice que
se puede entender de tres maneras: de la cautividad babilónica,
de los pecadores separados de la Iglesia y arrojados al poder
de los demonios, y de la cautividad en que yace el hombre arro-
jado a este valle de lágrimas. Esta última parte la asume Casio-
doro. Próspero de Aquitania ve en la cautividad babilónica la
cautividad de la Iglesia 15.

Sentido de la cautividad y la liberación

Es difícil recoger en pocas palabras el rico significado de la


cautividad del hombre y su liberación, tal como ha sido expues-
ta por los Padres latinos. Intentaré dar una síntesis que abra
la puerta a otras investigaciones. Aunque los Padres reinciden
en las mismas ideas, cada uno aporta sus matices. Coinciden en
que el pecado es la más importante de' las esclavitudes; y los
vicios, los demonios, los hombres malos son los auténticos de-
portadores del hombre a Babilonia. Por eso mismo no es el cuer-
po el cautivo, sino el alma, la persona humana, diríamos hoy.
Este hombre, dimensionado por el tiempo y las circunstancias,
no es libre, está atado a sus egoísmos.
Hilario ve al demonio enseñoreándose del hombre, mediante
el imperio de los vicios, tales como la borrachera, e1lujo, la ava-
ricia, la ambición, la malevolencia, la ira y todos los demás.
El cristiano es liberado de la esclavitud por Cristo. Es sintomá-
tico que entre los vicios enumera algunos que tienen referencias
sociales, es decir, vinculados al dinero o al poder. El primer exi-
lio para el hombre comenzó con el pecado de Adán. Entonces
fue entregado a la confusión de Babilonia, alienado de su patria
que es Jerusalén. Está en tierra extraña, cautivo, exilado, como
15 HILARIO, Tractatus super psalmos, PL 9, 778. AGUSTÍN, Enarrationes in psalmos,
Obras, XXII, Madrid, BAC, 1967, 528 Y 536. JERÓNIMO, Commentarioli in psalmos,
CCL 72, 241. ARNOBIO, Commentarii in psalmos, PL 53, 541. PRÓSPERO, Expositio
psalmorum a centesimo usque ad centesimum quinquagesimum, CCL 68A, 162. CASIO·
DORO, Expositio in psalmos, CCL 98, 1230.
PUEBLO CAUTIVO Y PEREGRINO 587

después veremos. Por eso, aprovecha la segunda parte del salmo,


las imprecaciones contra los enemigos, y las dirige contra sus
propios pecados en el deseo de liberarse de ellos. El pecador
cautivo toma venganza de ellos sometiéndolos a servidumbre. La
conversión es la venganza del pecador esclavizado contra sus
cautivadores, los pecados; es v,enganza espiritual sobre la carne.
Así, interpreta simbólicamente todas las palabras del salmo: "los
hijos de Edón", son "los vicios de nuestro cuerpo terreno"; la
"hija de Babilonia" es la carne de todos los hombres, que debe
ser sometida al espíritu mediante el conocimiento de Dios, com-
pensando 10 que en la carne puso el desconocimiento de Dios.
Los "hijos de Babilonia" S011 los vicios, que se deben estrellar
contra la roca, que es Cristo, antes de que crezcan, cuando son
todavía "tiernos". Esta interpretación de Hilarío, a mediados del
siglo IV, influyó, sin duda, en las interpretaciones posteriores,
y se repite con algunos matices nuevos. Pero el cristiano nunca
podrá estar tranquilo con sus conquistas. Sus deportadores, los
demonios y los vicios, no duermen e intentarán de nuevo redu-
cirle a esclavitud; se introducirán en su recuerdo mientras la
mente salmodia o se dedica a la "lec tia divina". Siempre hay
esperanza para el pecador. Es como las ramas del sauce que,
según decían las ciencias naturales de la época, aunque secas,
si se cortan'y se plantan junto a las aguas, vuelven a reverdecer 16.

En San Agustín se remansa la tradición y se convierte en


manantial de Europa. Para Agustín, el hombre es un exilado
de la Jerusalén celeste y está cautivo en la Babilonia del mundo
por el pecado. Son las dos ciudades representativas de los dos
amores. "La causa de nuestra peregrinación o destierro -escri-
be-- es el pecado, y el don de la vuelta se debe al perdón de
los pecados y a la justificación de la gracia de Dios" 17. "Fácil-
mente -esoribe también- puede demostrarse que nosotros es-
tamos cautivos [ ... ]; pero ¿quiénes nos cautivaron? ¿Qué hom-
bre? ¿Qué nación? ¿Qué rey? Si somos redimidos, éramos cau-
tivos. ¿Quién nos redimió? Cristo. ¿rDe quién nos redimió? Del
diablo. Luego el diablo y sus ángeles nos hicieron cautivos, pero
no naoS hubieran apresado si no hubiéramos querido" 18. Esta
última frase da pie para pensar que el hombre no está necesa-
l6 Tract. supo ps., PL [1, 778·784.
17 Enarr. in ps., 137, Obras, XXII, p. 528.
18 Enarr. in ps., 137, n. 7, o. C., lb., p. 536.
588 DANIEL DE PABLO MAR OTO

riamente sometido a la esclavitud, no obstante que diga que


Jerusalén se halla cautiva en Babilonia. Somos ciudadanos de
Jerusalén, pero estamos cautivos en Babilonia. Caminamos pe-
regrinos, liberados ya inicialmente, hacia la patria. La vida se
convierte en un camino de liberación. Esta es la esperanza del
cautivo en Babilonia. De su exposición deduzco que el hombre,
aun viviendo en Babilonia puede ser ,esclavo o libre. Vivir en
el mundo no es sinónimo de esclavitud. Para ello, no sólo recuer-
da la doctrina de las dos ciudades, sino que utilizando la imagen
de los ríos de Babilonia, viene a decir que los liberados, que se
sientan a sus orillas recordando a Sión, no se dejan arrastrar
por el tumulto de las cosas que pasan como las aguas del río.
"No nos atrevamos -dice- a arrojarnos a ellos, no nos atre-
vamos, en el mal y en la tristeza de nuestra cautividad, a en-
greirnos; nos sentemos y lloremos así" 19.
También Agustín piensa que el cautivo en Babilonia debe
pagar a sus hijos con la misma moneda con que le pagó a él.
Babilonia paga al niño estrellándole contra las piedras de todos
los vicios que le enseñan sus padres: la avaricia, el robo, la
mentira, el culto a los dioses, las hechicerías y magias, etc. Por
eso el niño, cuando crece, debe tratar a sus pequeñuelos con la
misma moneda. Es decir, "los malos deseos nacientes, la codi-
cia", "la mala costumbre cuando es débil", los debe estrellar
contra la roca, que es Cristo 19 bis.
Para san Jerónimo, el cautivo es el pecador, que desciende
del paraíso de Jerusalén y viene a este valle de lágrimas. Cauti-
vidad espiritual, como todos. Recuerda a este propósito al hom-
bre que, bajando de Jerusalén a Jericó, cae en manos de bando-
leros. Pero el pecador, en un momento de pesadumbre, se acuer-
da de Dios. Ha caído en la cuenta de la grandeza de la patria
estando en el exilio. "Si uno no está enfermo -escribe- no
sabe cuánto vale la salud." Este recuerdo de la anterior felici-
dad es 10 que salva al pecador. Mientras llora junto a los nos
de Babilonia, las cosas de la vida, no debe desesperar de la sal-
vación 20.
En esta misma línea se mueve Arnobio el joven, quien dice
que estamos en la cautividad yen la confusión babilónica desde
19 Enarr. in ps., 137, n. 1 y 4, Obras, XXII, ib., pp. 528 Y 532.
19 bi, Enarr. in ps., 137, n. 21, lb" pp. 552·553.
20 Tractatus de psalmis, CCL 78, 295·296; Commentarioli in ps" CCL 72, 241.
PUEBLO CAUTIVO Y PEREGRINO 589

el pecado de Adán y Eva. Somos esclavos del pecado y libera-


dos por Cristo, repiten Próspero de Aquitania y Casiodoro, para
quien la "hija de Babilonia" es la propia carne, que intenta
engendrar en nosotros la confusión de los pecados. Es "misera-
ble" porque "¿qué cosa más miserable -se pregunta- que una
cosa frágil se envalentone con tanto atrevimiento y mediante
las ilícitas concupiscencias ataque a las almas con las llagas del
pecado?". El cristiano tiene que pagarla con la misma moneda,
sometiéndola a esclavitud, con ayunos y tribulaciones, y estre-
llar contra la roca, que es Cristo, a los "hijos de Babilonia". que
son los vicios de la carne 21.
La tierra e~(íraña

Para captar el sentido del exilio, bien sea el de Babilonia,


bien el de este mundo, es necesario definir la tierra extraña.
Es como el fulcro de la cautividad, del exilio y la peregrinación.
Los Padres latinos, interpretando la cautividad como un estado
de pecado, explican en esa misma línea la "tierra extraña". El
cautivo cristiano se siente en tierra extranjera, según Hilario,
cuando sabe que su cuerpo y su mente han sido invadidos por
el pecado, el enemigo. Ha perdido su libertad de acción. Eso
mismo viene a decir Arnobio.
La tierra extraña, para Agustín, es la ciudad del demonio,
de la confusión. Es, sencillamente, Babilonia. Son también los
hombres de Babilonia, que interrogan a los cautivos de Sión que
canten canciones de júbilo, y que son sólo capaces de "percibir
lo que brilla temporalmente", y "no saben meditar en 10 eterno.
Por eso se convierten en mofadores de la verdad". Pero, según
Agustín, "venció la turba cautiva a los cautivadores".
San Jerónimo piensa que el cristiano es conducido a tierra
extranjera cuando cae en pecado, y por 10 mismo, no puede can-
tar a Yahvé hasta que no se convierta. Mientras tanto, debe
llorar y no cantar. Casi el mismo razonamiento se hace Próspero
de Aquitania, para quien la tierra extraña es "el hombre que
se da a la carne, al mundo, que sirve a las vanidades y está
lleno de errores. En esta tierra ~dice también- no se puede
sembrar la semilla sagrada de los cánticos de Sión". Subyace
la idea en él de que el pecador se aparta de la Iglesia y no puede
21 ARNOBIO, Comm. in ps., PL 53, 541. PRÓSPERO, Expos. ps., CCL 68A, 162-163.
CASIODORO, Expos. in ps., CCL 98, 1231 Y 1235.
1'"

590 DANIEL DE PABLO MAROTO

cantar cánticos sagrados, porque "si no es en Sión, es decir, en


la Iglesia, no se celebra dignamente la alabanza divina". Casio-
doro tiene en cuenta a los paganos para identificarlos con la tierra
extraña, por las razones que ya sabemos. Pero es original cuan-
do la identifica con las concupiscencias de la carne, "que en
virtud de la cautividad nos atan, con frecuencia nos aconsejan
que debemos cantar los salmos en los lugares profanos y en los
espectáculos" 22.
Actitudes

De mayor interés para un lector moderno es la indagación


que nos conduce hasta el alma del cautivo en Babilonia, para
sorprenderle, no en sus actividades socio-políticas, sino en su
vivencia de la esclavitud y del exilio. Descubrir el alma, la psi-
cología del esclavo, del peregrino, del deportado, siempre es de
interés humano y religioso. Aunque explicado alegóricamente,
todavía el comentario del salmo 137 hecho por los Padres nos
ayudará a entender la cautividad humana, saliéndonos del marco
cerrado de un pueblo cautivo para universalizar la situación, ayu-
dándonos, con sus elucubraciones y sus críticas o aprobaciones
a planificar la acción del oprimido cristiano que busca liberación.
Los Padres, en primer lugar, han sorprendido al pueblo llo-
rando junto a los ríos de Babilonia. Lo lógico es que hayan
profundizado en su situación de exilio y de cautividad que jus-
tifica el llanto. Hilario descubre la lógica del llanto, provocado
por el recuerdo de una vida feliz que pasó y a la que se espera
retornar. Es un llanto lleno de esperanza y de nostalgia. Pero
lo más frecuente es que los Padres aprovechen la ocasión para
corregir comportamientos anticristianos de los cautivos. Agustín
critica a los que lloran no por el recuerdo de Sión y los bienes
espirituales, como es el templo, el culto a Yahvé, la visión de
Paz de Jerusalén, sino por la carencia de bienes materiales. Esto
le parece incorrecto. Para Agustín, la liberación no consiste en
adquirir bienes en Babilonia, sino en aceptar la carencia y la
abundancia, en ordenar esos bienes al fin. "Muohos -escribe-
gimen, sin duda, con llanto babilónico, porque se alegran tam-
22 HILARlO, Tract. supo pS., PL 9, 780·781. ARNOBlO, Comm. in pS., PL 53, 541.
AGUSTíN, Enarr. in ps., 137, n. 11, Obras, XXII, p. 541. JERÓNIMO, Comm. in ps.,
CCL 72, 241; Y Tract. de ps., CCL 78, 297. PRÓSPERO, Expos. psalm., CCL 68A, 163.
CASIODORO, Expos. in ps., CCL 98, 1232·1233.
PUEBLO CAUTIVO Y PEREGRINO 591

bién con gozo babilónico." "Quienes se gozan por el lucro -es-


cribe también- y lloran por la pérdida, ambos pertenecen a la
ciudad de Babilonia. Tú debes llorar, pero recordando a Sión.
Si lloras recordando a Sión, te conviene que llores también cuan-
do te va bien en 10 referente a Babilonia." La esperanza del
cautivo no está en la liberación de la pobreza o de otras fuerzas
de opresión, sino en los bienes escatológicos. Jerónimo ve al pe-
cador cautivo recordando su pasado de gracia, que rompe a
llorar junto a los ríos de Babilonia del mundo, y le dice que
no desespere de su salvación 23.

El hecho de colgar las cítaras para no tocar ni cantar, ~ínto­


mas de pasividad, de nostalgia, de pesadumbre, falta de alegría,
es aprovechado por los Padres para otros fines espirituales. Ellos
han elaborado toda una simbología en torno al sauce, a sus ra-
mas, a sus propiedades de infecundidad. Lo mismo que de los
órganos o las cítaras. Así, para Hilarlo, colgar las cítaras es le-
vantarse de los deseos terrenos para llevar una vida santa. Para
Agustín y Próspero de Aquitania, las cítaras del cristiano son
"la Escritura, los preceptos, las promesas de Dios, la meditación
de la vida futura". Estos instrumentos se cuelgan, es decir, no
se exhiben ante los que no son capaces de oír ni de convertirse,
los paganos, los hijos de Babilonia. Para Jerónimo, colgar las
cítaras, es entregar el cuerpo a los vicios; aSÍ, los cuerpos, que
son los órganos con que cantaban los pecadores a Dios, quedan
infructuosos como los sauces. Casiodoro se fija en el sentimien-
to de tristeza de los deportados, sin música, sin cánticos del Se-
ñor. Pero en seguida se pasa a lo espiritual y ve en los sauces,
en su lujuriante verdor, el símbolo de los santos sobre los que
nos afianzamos cuando compartimos con ellos la lección divina 24.

Otra actitud es no cantar, no porque se está en tierra e~tran­


jera, como protesta de la esclavitud, sino porque, estando en pe-
cado, no se pueden cantar los cánticos del Señor. Esto es 10 que
hicieron los cautivos de Babilonia. Es el comentario que hace
Jerónimo; y, con parecidas palabras, Arnobio el joven. Casio-
23 HILARIO, Tract. supo ps., PL 9, 779. AGUSTÍN, Enarr. in ps., 137, n. 5, Obras,
XXII, p. 532. JERÓNIMO, Comm. in ps., CCL 72, 241.
24 HILARIO, Tract. supo ps., PL 9, 779. AGUSTÍN, Enarr. in ps., 137, n. 6, pp. 534·
535. 137, n. 10, p. 540. PRÓSPERO, Expos. psalm., CCL 68A, 162. JERÓNIMO, Comm.
in ps., CCL 72, 241. CASIODORO, Expos. in ps., CCL 98, 1232.
592 DANIEL DE PABLO MAR OTO

doro, más bien, piensa en la tierra de los paganos, donde está


prohibido cantar cánticos de Yahvé. Lo mismo que tampoco
se deben cantar en lugares profanos, ni entre "los actos viciosos
que están lejos de Dios" 25.

También analizan la nostalgia, el recuerdo de Sión, que en


sentido negativo se traduce como no olvidarse de Jerusalón. Es
uno de los aspectos más comentados y, quizá, el más positivo
y a lo que mejor se presta el texto del salmo. Para unos pastores,
catequistas y moralistas, como son los Padres, les resultaba fácil
incitar a los fieles a un equilibrio entre el tiempo presente del
cautiverio y la felicidad escatológica de Jerusalén. Es aquí don~
de se aprovecha el juego dialéctico de la diferencia de las dos
ciudades, Jerusalén y Babilonia, como contrapunto de las dos
opciones fundamentales, dos amores, que dice Agustín, pero que
está en el comentario de los demás Padres. Les es fácil apro-
vechar la segunda parte del salmo, donde el autor y su pueblo
se comprometen a poner a Jerusalén por encima de todas las
alegrías y piden castigos contra ellos mismos si no cumplen el
juramento.
Agustín, cansado de las intrigas de los hombres, sintiéndose
cautivo de un mundo que siempre está en descomposición, se
alegra de que los cautivos de Babilonia se comprometan con
juramento a poner el gozo del retorno a Jerusalén sobre todas
las alegrías de esta vida. A eso impulsa a los cristianos, proyec-
tando sobre ellos sus propios sentimientos. Sueña con la Jeru-
salén celeste, donde "se da el sumo regocijo, en donde nos go-
zamos con Dios, en donde nos hallamos seguros con la frater-
nidad inquebrantable y la compañía cívica". Acaba el comen-
tario con una invocación que es un consejo para los ciudadanos
de Jerusalén cautivos en Babilonia, 10 que demuestra que la libe-
ración que él propugna no tienB que ver nada con el dinero, ni
la libertad, sino con la santidad cristiana. "Suspirad -dice-
por la eterna Jerusalén; allí donde está puesta vuestra esperanza,
siga también vuestra vida [ ... ] Por mucho que os sonría la feli-
cidad del mundo, no presumáis de ella."
Hilario y Casio doro recuerdan las alegrías con que se gozan
los hijos de Babilonia (el dinero, la lujuria, la avaricia, la am-
25 JERÓNIMO, Comm. in ps., CCL 72, 241; Tract. de pS., CCL 78, 297. ARNOBIO,
Comm. in pS., PL 53, 541. CASIODORO, Expos. in ps., CCL 98, 1232·1233.
PUEBLO CAUTIVO Y PEREGRINO 593

bición, la soberbia, la jactancia, entre las alegrías insanas; y otras


son sanas: el nacimiento de un hijo, la vuelta del hijo pródigo,
la recuperación de la salud); pues bien, todas ellas deben ser
inferiores a la alegría de soñar con Jerusalén. El recuerdo de
Jerusalén es, según Arnobio, como una llamada a la conversión,
a la libertad, a la alegría. Acordarse de Sión es sentir la nostal-
gia de la libertad perdida. Recordar la patria del cielo es esperar
el cumplimiento de las promesas de Dios, comenta Próspero de
Aquitania 26.

Quiero destacar la relación del cautivo con el mundO' en el


que vive, porque puede ser indicador de un débil encarnacio~
nismo en las realidades terrenas. Los ríos de Babilonia, que para
Agustín son "todas las cosas que se aman aquí y pasan", que
a Jerónimo le sugieren la transitoriedad de las cosas y de los
hombres: ,la belleza, la riqueza, la fortaleza física, porque todo
pasa como el agua, y que para Caslodoro son "todos los encan-
tos temporales" 27, son también símbolo de los halagos de las
cosas que en su fluir amenazan anegar a los habitantes de Jeru-
salén cautivos en Babilonia. Pero los cautivos no se mezclan
en su confusión, sino que se acuerdan de Sión, es decir, de las
promesas de Dios. "Desde lo temporal -escribe Próspero de
Aquitania- caminan a las cosas eternas." Casiodoro, para quien
los ríos de Babilonia son "los vicios de este siglo", que liegan
la ciudad de la confusión, Babilonia, elabora una doctrina para
explicar que los fieles clistianos cautivos en Babilonia no son
absorbidos por el torrente de los vicios porque están "sobre los
ríos", no "en los ríos". Además, son liberados por Cristo. Y
completa su tesis diciendo que el cristiano debe estar "en medio
de la ciudad, no de los ríos", es decir, no escapándose física-
mente de ~a ciudad, del mundo, sino esquivando su corrupción 28.
No es todavía ni siquiera el inicio de la teología de las rea1ida-
des terrenas, pero es una incitación a la santificación del mundo
desde dentro, evitando 10 que se llamó la "fuga mundi".
26 AGUSTÍN, Enarr. in ps., 137, n. 17 y 22, Obras, XXII, pp. 548 Y 553. HILARIO,
Tract. supo pS., PL 9, 782. CASIODORO, Expos. in pS., CCL 98, 1231 Y 1232·33. ARNOBIO,
Comm. in ps., PL 53, 541. PRÓSPERO, Expos. psalm., CCL 68A, 162.
27 AGUSTÍN, Enarr. in pS., 137, n. 3, Obras, XXII, p. 530. JERÓNIMO, Tract. de pS.,
CCL 78, 296. PRÓSPERO, Expos. pS., CCL 68A, 162.
28 CASIODORO: «In medía eius, Babylonís civitatís dicit, non fluminís, quía necesse
est in medio mundi sit sanctissimus christianus, quanvis ad superna animo videatUl'
esse traslatus», Expos. in ps., CCL 98, 1231·1232. PRÓSPERO, Expos. pS., CCL 68A, 162.
594 DANIEL DE PABLO MAROTO

Por último, otro apunte sobre la actitud ante las riquezas,


que recuerda san Agustín. Imagina que el joven rico del Evan-
gelio es un hijo de Babilonia que pide a los cautivos un cántico
de Sión. Cristo le responde aquello de "Si quieres ser perfecto,
vete, vende cuanto tienes, da10 a los pobres, y tendrás un tesoro
en el cielo; ven y sígueme". Es éste un cántico de Sión. Pero
el opresor de Babilonia, rico, no lo entiende, porque para ello
tiene primero que despojarse de los impedimentos que son la
riqueza. Recuerda Agustín que "las riquezas engríen, y a los
que se engríen, como ríos, los arrastran". Pero dice también:
"el oro que Dios creó no es malo; lo que es malo es el hombre
avaro, que abandona al Creador, volviéndose a la criatura". Y
concluye: "Si pone la esperanza en lo incierto de la riqueza, es
arrastrado por el río de Babilonia; si se hUInilla y no se enso-
berbece y no pone la esperanza en 10 incierto de las riquezas,
se halla sentado junto al río, suspira recordando a Sión por la
eterna Jerusalén; y para llegar a Sión, da sus bienes". Pero tam-
bién tiene Agustín una palabra contra los falsos pobres, que sue-
ñan con avaricia en la riqueza de los ricos: "Los que quieren
enriquecerse -escribe- caen en la tentación", concluyendo con
que "al rico se le dice que distribuya; al pobre, que no desee".
Los dos son cánticos de Sión 29.

IIl. TALANTE PEREGRINO DEL VIVIR CRISTIANO

Saliéndome de la exégesis del salmo 137, quiero recordar


otros testimonios de los Padres que completen el estilo de vida
del cristiano en el mundo, su situación de peregrino en tierra
extranjera. Es claro que este planteamiento tiene algo que ver
29 Enarr. in ps., 137, n. 13·14, Obras, XXII, pp. 542·545. Sobre el sentimiento de
odio y venganza contra los enemigos, ya hablé cuando expuse el tema del «sentido
de la cautividad y la liberacióm). Para concluir, debido a que no hay espacio para
más, recuerdo tres obras que resumen toda la tradición patrística. EUTHIMIUS ZIGA·
DENUS, Commentaria in psalmos, PO 128, 41·1326 (salmo 137, pp. 1242·1248). Princi-
palmente, la Glosa ordinaria, comenzada por Walafrido Estrabón en el siglo IX,
y que se publicó posteriormente enriquecida con "las «postillae» de Nicolaus de
Lyra en el siglo XIV y con otros comentarios posteriores. Es útil para la interpre·
tación moral del salmo. El comentario al salmo 137, vol. IIl, Lugduni, 1590, pp. 1497-
1499. Otra obra de envergadura es la que publicó JERONIMUS LAURETUs, en Montserrat
el año 1570, Silva allegoriarum totius Sacrae Scripturae. utilizo la 10." ed. de Colo-
nia, 1681. Existe ed. fotostática, MUnchen, 1971. Supone un trabajo ingente al resumir
orgánicamente el sentido alegórico y místico de la Escritura. Se pueden consultar
PUEBLO CAUTIVO Y PEREGRINO 595

con la escatología 30. Desde unas coordenadas ideológicas actua-


les es frecuente oír que los cristianos, sobre todo en la Iglesia
primitiva y en la Edad Media, despreciaron el mundo como un
ente perverso, .Y que, por 10 mismo, no se preocuparon de las
realidades terrenas, no se "encarnaron" en ellas para santificar-
las. Hacer crítica de estos presupuestos modernos me llevaría
demasiado lejos. Prefiero, sin entrar en más discusiones, acep-
tar las conclusiones a que llega O. Cullmann: "Así, pues, no
es exacto afirmar que la espera del fin del mundo en la era apos-
tólica implicaba la repulsa de toda cultura. De hecho, el cristia-
nismo primitivo no alienta ni el ascetismo ni el mero abandono
de la alegría de vivir" 31,
El cristiano no rechazó el mundo, sino toda concepción del
mundo que, directa o indirectamente, pusiera en peligro su creen-
oia en Cristo como Señor de la historia. El cristiano no absolu-
tiza el mundo ni sus instituciones o estructuras, porque 10 único
absoluto es Dios, que envió a su Cristo para salvarlo. Teniendo
en cuenta esta perspectiva, el cristiano se sentirá indifere'nte ante
el mundo, amigo u hostil según sus preferenoias ideológicas o
ambientales, no por la ideología cristiana en sÍ. El cristiano cree
que el mundo es el escenario donde se desarrolla el plan de
salvación de Dios, un escenario que se mudará cuando Dios quie-
ra, porque está destinado a perecer. Pero, de momento, 10 acepta
porque Dios 10 mantiene 32.
'Posiblemente la idea más nítida que el cristiano tiene del
mundo es su relatividad, su transitoriedad. Es esta idea, y no
el dualismo maniqueo, 10 que lleva en ocasiones al cristiano a
una "fuga mundi", que no indica necesariamente desprecio sis-
temático o huida cobarde de las realidades temporales. En una
época materialista como la nuestra, es difícil comprender la vo-
las siguientes palabms: Babylonia (pp. 166-67), Sión (p. 934), Terra aliena (pp. 85,
982-983), SaUces (pp. 887-888), Captivitas (p. 212), Allidere (p. 86).
30 Intenté estudlarlo parcialmente en mi estudio Repercusiones espirituales de la
escatolog!a primitiva, en Revista de Espiritualidad 33 (1974) 207-232.
31 OseAR CULLMANN, La te y el culto en la Iglesia primitiva, Madrid, Studium,
1971, p. 128.
J2 Se podlan hacer aplicaciones a la situación del cristiano ante el trabajo, la
esclavitud, la ciencia, la cultura, la misma vida cotidiana. Para no detenerme más
en el tema, recomiendo la lectura de la 3." parte del citado libro de Cullmann: «El
cristianismo primitivo y la civilización», o. c., pp. 123-141. O también las informa-
ciones generales en J. DANIELOU, Nueva historia de la Iglesia, I, Madrid, Cristiandad,
1964, pp. 211-218. J. LEBREToN-J. ZEILLER, Historia de la Iglesia, JI: La Iglesia en la
penumbra, Valencia, EDICEP, 1976, pp. 573-613. KARL BAUS, Manual de historia de
la Iglesia, I, Barcelona, Herder, 1966, pp. 420-460.
596 DANIEL DE PABLO MAR OTO

cación cristiana como una evasión para el encuentro, como des-


arraigo para una plenitud. Hoy la segregación se ve como una
alienación. Pero los sucesos humanos deben ser juzgados en su
dimensión histórica y en su ámbito cultural. De lo contrario, co-
meteremos una gran injusticia con el pasado y nuestro juicio es-
tará lleno de anacronismos 33.

La idea de que el mundo es un destierro y que el hombre


se encuentra en él corno peregrino, se repite con frecuencia en
la literatura cristiana de los primeros siglos. La fuga mundi es
consecuencia de ella, e indica que el cristiano vive la relatividad
de las cosas. Junto a esta idea surge el anhelo del cielo como
patria verdadera. Este es el juego dialéctico que mueve la exis-
tencia del cnstiano, que, por eso mismo, vive anclado entre el
tiempo y la eternidad.
Esto significa que el cristiano está en permanente diáspora,
alimentando el deseo del retomo a la patria. La dispersión en
el A.T. se siente como un castigo de Dios por la infidelidad
(2 Re 17, 7-23). Pentecostés reunifica a los dispersos de Israel.
Los setenta años de duración del destierro según Jeremías (Jr
25, 11-12), se convierten en Daniel en setenta semanas de años,
es decir, en un número indefinido de años, 10 cual indica que
el pueblo de Dios está en continua diáspora, siendo testigos de
Dios en el corazón del mundo.
En el N.T. la idea del destierro continúa siendo una presión
espiritual sobre los creyentes. El cristiano es ciudadano del uni-
verso, testigo de la resurrección. Todos los países son su patria;
pero, bajo otro concepto, en todos ellos tiene que sentirse como
en tierra extraña, peregrino hacia la patria. No es éste un con-
cepto medieval, sino evangélico y eclesial.
Que la tierra no es la verdadera patria del creyente', al menos
la definitiva, lo afirma alguna vez el N.T. Los patriarcas son
los modelos del pueblo peregrino según la Carta a los hebreos 34.
El cristiano sabe que "pasa la apariencia de este mundo" (1 er
7,31).
La idea del mundo como destierro aparece en los primeros
escritos cristianos, y ninguno mejor que el anónimo autor de la
33 El tema de la. fuga mundi toca tangencialmente el mío; remito al lector al
documentado estudio de ZOLTAN ALSZEGHY, Fuite du monde, en DS 5, 1575-1605.
34 Hb 11, 13-14. Gf. también 1 Pt 2, 11 Y 17.
PUEBLO CAUTIVO Y PEREGRINO 597

Carta a Diogneto, en el siglo II, ha expresado el doble senti-


miento de pertenencia al mundo y peregrinación. "Los cristia-
nos -escribe- en efecto, no se distinguen de los demás hom-
bres ni por su tierra ni por su habla ni por sus costumbres [ ... ]
Habitan sus propias patrias como forasteros; toman parte en
todo como ciudadanos y todo 10 soportan como extranjeros; toda
tierra extraña es para ellos patria, y toda patria tierra extraña
[ ... ] Pasan el tiempo en la tierra, pero tienen su ciudadanía en
el cielo" 35.
Antes había escrito el enigmático autor del Pastor, un tal
Hermes: "Sabéis que vosotros, los siervos de Dios, vivís en tierra
extranjera, pues vuestra ciudad está muy lejos de ésta en que
ahora habitáis." Y aconseja al hombre peregrino: "Atiende, por
tanto. Como quien habita en tierra extraña, no busques para ti
nada fuera de una suficiencia pasajera." Y la última recomen··
dación a Jos ricos para que socorran a los huérfanos y a las viu-
das en un reparto equitativo de las riquezas: "Porque éste es
el fin para que el Dueño os hizo ricos, para que prestéis estos
servicios" 36. Lo mismo dice Justino a los paganos que los cris··
tianos no tienen miedo en confesarlo ante el tribunal, aun a sa-
biendas que serán condenados a muerte, "porque -escribe-
nO' ponemos nuestra esperanza en lo presente" 37. Esta misma
indiferencia ante la vida y la muerte es la que manifiesta el apo-
logista Atenágoras 38. Y san Cipriano escribe: "Vivimos aquí du-
rante la vida como huéspedes y viajeros [ ... ] Nosotros tenemos
por patria e'l paraíso" 39,

En el comentario al salmo 137 de san Agustín han apareci-


do ideas sobre la cautividad del hombre por el pecado y la libe-
ración en Cristo, sobre el exilio y la peregrinación 40. Él mismo,
35 Discurso a Diogneto, V, 1-9. DANIEL RUIZ BUENO, Padres apostólicos, Madrid,
BAC, 1950, P. 850.
36 Pastor, Comparación I, 1 Y 6. En Padres apostólicos, pp. 1007-1008.
37 Apologia I, 11. DANIEL RUIZ BUENO, Padres apologistas griegos, Madrid, BAC,
1954, p. 191.
38 Legación en javor de los cristianos, 33. Padres apologistas griegos, p. 703.
39 De mortalitate, 26. Obras de san Cipriano, ed. de JULIO CAMPOS, Madrid, BAC,
1964, p. 271. Cipriano está convencido de que el mundo se ha de acabar pronto:
Ad Demetrianum, 3-4 y 24. lb., pp. 275-76 Y 291-292. Por eso suspira por la patria
verdadera: De mort. 3, ib., p. 255.
Cristo nos libera: Enarr. in ps., 70, v. 16, Obras de san Agustín, XX, Madrid,
40 Añádanse los siguientes textos: Adán nos conduce a la primera cautividad,
BAC, 1965, p. 850. Los cautivadores son los demonios y nos libera de ell08 Cristo:
Enarr. in ps., 84, v. 2, Obras, XXI, Madrid, BAC, 1966, p. 195; 95, v. 4, ib., pp.
508-509. 125, v. 1, Obras, XXII, Madrid, BAC, 1967, pp. 321-322.
598 DANIEL DE PABLO MAROTO

cansado de la agonía cristiana, se siente cautivo en la tierra y


suspira por la patria. "En este mundo, en medio de estas tribu-
laciones del siglo, en medio de esta turba innumerable de escán-
dalos, en cierto modo gemimos en cautividad; pero seremos res-
tablecidos, puesto que se nos anuncia una nueva y futura ciu-
dad" 41. El simbolismo de las dos ciudades le sirve para explicar
la posible doble tendencia del hombre: apegarse a la ciudad te-
rrena olvidándose de la celeste; o suspirar por la celeste olvi-
dando la terrena. El hombre, que peregrina en la tierra, busca
el equilibrio afectivo entre ambas. "El amor de Dios -escribe-
construye la ciudad de Jerusalén; el amor del mundo, la de Ba-
bilonia. Pregúntese a sí mismo cada uno qué cosa ama, y se dará
cuenta a qué ciudad pertenece [ ... ] Si ve que es ciudadano de
Jerusalén, tolere esta cautividad y espere la libertad" 42. Pero,
al fin, consuela al cristiano del posible dolor del cautiverio y la
peregrinación. "Tú, hombre de Dios, que piensas que has sido
excluido de tu patria y conducido a una patria extraña, sabe
que en Cristo nunca eres peregrino; en la carne, siempre 10 se-
rás" 43.
San Gregorio Magno, en plena Edad Media, ha tratado el
tema de la cautividad cristiana y la peregrinación, recogiendo
las ideas clásicas de que la auténtica esclavitud es el pecado v la
ve'rdadera liberación es la que nos trae Cristo con su redención 44.
"·La Iglesia -escribe- vive en este mundo como en un desier-
to, mientras exilada del reino, vive entre las bestias, es decir,
entre demonios" 45. La vida es para él un exilio que sufre como
condenado, y por eso suspira por la gloria celeste que podría
gozar de no haber pecado 46. Lo más importante para un cris-
tiano es la vida eterna, ya que el mundo presente es la tierra
e'xtraña, por eso tiene un valor relativo y coyuntural. Estos sen-
41 Enarr. in ps., 147, v. 5, Obras, XXII, ¡p. 836.
42 Enarr. in ps., 64, v. 1, Obras, XX, pp. 614-615. El significado de las dos ciu·
dades, el talante de cautividad y peregrinación del cristiano, el sentido del mun-
do, etc., se puede controlar en los siguientes lugares: Enarr. in ps., 9, v. 12, Obras,
XIX, Madrid, BAC, 1964, p. 112; 50, v. 20, Obras, XX, p. 269; 61, v. 5, Obras, XX,
pp. 535-542; 64, v. 1, Obras, XX, pp. 614-617; 121, v. 8, Obras, XXII, p. 267; 125,
v. 1, Obras, XXII, pp. 594-596; 148, v. 1, Obras, XXII, p. 881. De civitate Dei, 14,
28, Obras, XVI-XVII, Madrid, BAC, 1958, pp. 985-986; 16, 4.11.17, pp. 1086-88; 1101-
1104; 1115·1116; 17, 16, pp. 1219-1223; 18, 18, p. 1272;
19, 11, p. 1391.
43 Sermón 309, PL 38, 1410. En Obras de san Agustín, VII, Madrid, BAC, 1950,
p. 922.
44 Mor. 18, 40, PL 76, 74.
45 Supo Canto cant., 3, 7, PL 79, 504.
46 Mor. 18, 41, PL 76, 75; Mor. 29, 2, PL 76, 479.
PUEBLO CAUTIVO Y PEREGRINO 599

timientos son los que le llevan a soñar en la ciudad de Jerusa-


lén y menospreciar a Babilonia. También para san Gregario Je-
rusalén es la "visión de paz", y simboliza el alma humana, y
sus muros son sus virtudes; es también la "Iglesia santa" 47. Mien-
tras que Babilonia es la "confusión", "la gloria de este mun-
do" 48. Según san Gregario cada hombre se hace ciudadano de
Jerusalén o Babilonia por elección propia 49.

CONCLUSIÓN

Al acabar de leer estas páginas quizá alguno quede defrau~·


dado porque no encuentra lo que iba buscando. Esta visión de
los Padres le parecerá demasiado clericalizada, lo cual alegrará
a otros. Pero ya advertí que no intentaba probar ninguna tesis,
sino analizar con libertad el pensamiento de los Padres, que es
para nosotros "la tradición" sin pensar qué grupo ideológico lo
podría instrumentalizar.
Ciertamente el encuentro con la teología de los Padres nos
ha revelado que no se encuentra en ellos una "teología de la
liberación" en sentido sociológico, económico o cultural. Ellos
hablan de la oautividad integral y de la liberación radical: pe-
cado corno opresión y acción liberadora como redención. Según
ellos, aunque no lo digan expresamente, se deduce de todos los
planteamientos previos contra la opresión, el cristiano debe
luchar contra los poderes constituidos que no permiten el ejer-
cicio de la fe y del culto. La versión de los Padres tiene más que
ver con la fuga mundi medieval que con la teología de la libe-
ración moderna.
Puede ser que alguno diga que es cierto que los Padres no
hablan de la teología de la liberación en el sentido socio-políti-
ca-económico; pero eso indica que las teologías varían con la
cultura y los tiempos. En una palabra, que en esto los Padres
47 In septem ps. poenitentiales expositio, ps. 4, 23-24 (en realidad, salmo 50,
v. 19), PL 79, 597; también, Supo Canto cant., 1, PL 487; IlI, PL 79, 506; VI, PL
79, 526.
48 Hom. in Ez., I, hom. 10, PL 76, 894.
49 «Unusquisque autem Jerusalem aut Babyionis civis esto Sicut enim per amorem
Dei sanctus quisque Jerusalem civis efficitur; ita per amorem saeculi, omnis iniquus
in Babyloniae structura operatul')). In sept. pS. poen. expos., ps. 4, 23-25, PL 79,
578-579.
600 DANIEL DE PABLO MAROTO

no son testimonios de fe, no son autoridades para nosotros. Pero


¿puede un teólogo prescindir alegremente de toda una tradición
doctrinal como es la enseñada por los Padres de la Iglesia? La
pregunta queda en el aire como un interrogante que invita a re-
flexionar en profundidad.

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