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COMUNIDADES NATIVAS Y

LA TITULARIDAD DE SUS
TERRITORIOS

Lima, marzo de 2011


COMUNIDADES NATIVAS Y
LA TITULARIDAD DE SUS TERRITORIOS

Antecedentes:

A lo largo de la historia republicana del Perú, se han promulgado 13 constituciones


Políticas que incluyen la vigente. La primera de estas, fue la constitución de 1823,
aprobada por el Congreso Constituyente en Noviembre de ese año y la última, la que fue
promulgada por el “Congreso Constituyente Democrático” en Diciembre de 1993.

La Constitución Política es la ley Fundamental del Estado que norma y ordena la vida
política, económica, administrativa y social del país y la que establece los derechos
fundamentales de todos sus habitantes. Sin embargo, no todas las Constituciones
tomaron en cuenta o hicieron mención a derechos de los pueblos y/o pobladores
indígenas que hoy se denominan comunidades nativas. En general, las ignoraron como si
no existieran. Esto significaba entonces, que para el Estado y las leyes, legalmente no
existían los nativos ni sus comunidades y por tanto, tampoco tenían sus derechos
reconocidos sobre sus territorios.

Este “vacío legal”, sumado al mito del “gran vacío de la Amazonía”, permitió que se
cometieran una serie de abusos, atropellos y despojos de los cuales fueron víctimas los
nativos de toda la selva peruana, porque no tenían leyes en que ampararse para hacer
valer sus derechos de personas y del grupo étnico o la comunidad a la que pertenecían. En
múltiples oportunidades se originaron enfrentamientos y disputas por la ocupación del
territorio, el maltrato físico, el desprecio de sus miembros, el desconocimiento y
destrucción directa e indirectamente de su cultura.

La región de la selva en su conjunto, tampoco ha estado en los planes inmediatos del


Estado, salvo para la extracción de algún recurso natural o colonizarla. Esto debido a su
lejanía, el difícil acceso para llegar hasta ella, la falta de vías de comunicación rápidas y
otros problemas que preocupaban a los gobiernos de entonces como la guerra con Chile
en 1879 por ejemplo. Esto explica el porqué, en la región selvática se produjeron una serie
de rebeliones y reclamos no solo de los nativos, sino también por parte de la población
colona selvática y sus autoridades locales exigiendo un mejor trato del Estado Peruano. La
historia cuenta muchas de estas sublevaciones entre las que citaremos el levantamiento
de los Mashco y Huarayos en 1840 en el Alto Madre de Dios contra los colonos y
caucheros, la de los Bora y Huitotos en 1872 en la zona del río Putumayo contra los
colonos Brasileños, la de los Piro (ahora autodenominados Yine Yami), en 1909 en el río de
Las Piedras también contra caucheros; y, la del Capitán Cervantes en la ciudad de Iquitos
en 1921 protestando por el abandono en que se encontraba esta región. (“El lio de la
Selva” – Ramiro Escobar la Cruz)
En todo caso, al amparo de las diferentes constituciones que se dieron en los siglos
pasados, cometieron una serie de atropellos y despojos de tierras a los nativos. El caso
más palpable, fue la concesión hecha en 1889 (Cancelada en 1965 por el Presidente F.
Belaúnde), a la compañía Inglesa Peruvian Corporation de 500,000 hectáreas de tierras
ubicadas en los márgenes del río Perene, sin tomar en cuenta que en ella habitaban desde
tiempos inmemoriales poblaciones pertenecientes a los grupos Ashaninka y Yanesha,
cuyos integrantes no tuvieron otro camino que convertirse en esclavos o peones del
nuevo dueño y ser sometidos a duros e inhumanos trabajos, sin poder abandonar el lugar
(Walker‐1987:76)

La constitución de 1933, promulgada durante el gobierno del General Luis M. Sánchez


Cerro, dedica su título XI a lo que llama Comunidades Indígenas, a quienes el Estado les
reconocía existencia legal y personería jurídica así como les garantizaba la integridad de
sus propiedades (Artículos 207° y 208°). Sin embargo, todo ello estaba referido con mayor
propiedad a los pobladores indígenas de las zonas rurales andinas conformantes de las
llamadas Comunidades campesinas; mas no, a quienes formaban parte de los grupos
étnicos de la selva, que por entonces, eran denominados “grupos aborígenes o tribus de la
selva Peruana”.

Entre 1933 y el año de 1974, en que se expide el Decreto Ley N° 20653, se agudiza la lucha
y resistencia de los nativos selváticos por la defensa de sus territorios frente al avance
incontenible de las colonizaciones dirigidas por el Estado, denuncios de tierras, trazo y
apertura de carreteras, la extracción de la madera, el asentamiento espontáneo y
desordenado de colonos procedentes de la parte andina; y, la exploración y extracción
petrolera.

Ley de Comunidades Nativas y reconocimiento de propiedad de las comunidades

El antecedente más cercano a la promulgación de implementación de la Ley de


Comunidades Nativas y de Desarrollo Agropecuario de las Regiones de Selva y Ceja de
Selva” D.L. 20653, fue el DS. No. 03 de 1957, promulgado en el marco de la Ley No. 1220,
llamada “Ley de Tierras de Montaña”; la misma que señalaba el procedimiento para la
creación de las “Reservas Nativas”. Esta norma permitía reservar áreas para los
asentamientos indígenas existentes en diversos lugares de la Amazonía; contemplando
entregar 10 hectáreas por cada poblador indígena mayor de 5 años; no obstante, las
Direcciones Zonales Agrarias encargadas de su implementación, no lograron alcanzar más
de 100 Reservas en toda la Amazonía, hasta el último día de su vigencia (una de ellas fue
la Reserva Mayoruna (Matsés) del año 1973 por 325,000hás.); pero, quedaron un número
muy alto de expedientes elaborados sin procesar, cuando llegó la promulgación del DL.
20653.

En el año 1974, el gobierno Revolucionario del Gral. Juan Velasco Alvarado, promulgó el
Decreto Ley Nº 20653 – Ley de Comunidades Nativas y de Promoción Agropecuaria de
Regiones de Selva y Ceja de Selva. Esta Ley, fue considerada en su momento una Ley
pionera en relación al reconocimiento de derechos de propiedad, sobre el territorio que
ocupan desde tiempos inmemoriales. En su Art. 9º determinaba las áreas que deberían
demarcarse con fines de titulación; si son sedentarias, la superficie que ocupan
desarrollando sus actividades tradicionales, si realizan migraciones estacionales, la
totalidad de las superficies en las que éstas se realizan y si requieren mayores áreas para
realizar sus actividades, se adjudicarían las áreas que sean necesarias.

La implementación de esta Ley consideró la participación de dos organismos públicos para


generar “de Oficio” los procesos de (reconocimiento) inscripción y Titulación de
Comunidades; SINAMOS (Sistema Nacional de Movilización Social, dependiente del Primer
Ministro) como encargado del proceso de reconocimiento de comunidades nativas y La
Dirección General de Reforma Agraria y Asentamiento Rural (DGRA/AR) del Ministerio de
Agricultura, para el proceso de demarcación y titulación de territorios; en este período se
logró la titulación de aproximadamente 560 comunidades.

Es bueno subrayar algo que desde mi propio testimonio como funcionario público
encargado de este proceso, puede servir para entender las demandas actuales de más de
500 comunidades que exigen la ampliación de sus territorios; está relacionado con las
malas prácticas utilizadas por autoridades zonales, en la elaboración de los primeros
expedientes de titulación (1974‐1975), los mismos que se elaboraron usando los antiguos
planos e informes técnicos de las “reservas nativas” que no concluyeron su proceso.

A esta mala práctica, se suma la visión agrarista oficial, sobre los pueblos indígenas
(erróneamente se consideraron campesinos y no usuarios del bosque), pues la relación
tierra hombre basada en la actividad agropecuaria, ha servido de parámetro, para calcular
las áreas a demarcar y no aplicar lo ordenado por la norma; de allí que a su entender “las
superficies demarcadas son suficiente para que puedan vivir…para qué quieren más”.
Obviamente desconocieron tanto la Ley, como la verdadera naturaleza de la concepción
de territorio de los pueblos indígenas; de manera que a estas comunidades afectadas por
estas malas prácticas se les tiene una deuda que ahora reclaman.

Esta norma estuvo vigente y se aplicó hasta 1978, aun cuando desde el 5 de mayo de
1975, en que se promulgó el Decreto Ley Nº 21147, “Ley Forestal y de Fauna Silvestre”, se
evidenció una incongruencia con el DL 20653, por cuanto esa nueva Ley, en su Art. 1
determinaba que “Los recursos forestales y la fauna silvestre son del dominio público y no
hay derechos adquiridos sobre ellos”. En la medida en que los territorios indígenas están
conformados casi totalmente por Bosques; y, a pesar que el DL 20653 ordena el
reconocimiento y titulación de los territorios comunales; se requería con urgencia una
norma que resuelva esta incongruencia.

Mientras tanto, se continuó aplicando el DL 20653, con muy baja voluntad política, hasta
1978; durante ese lapso, se otorgaron títulos de propiedad a las comunidades,
considerando como territorio reconocido y de propiedad, la totalidad de la superficie
demarcada, con métodos y equipos topográficos tradicionales (Brújulas, Jalones, Winchas,
Teodolitos, Miras , etc., no contándose con base Cartográfica confiable ni Carta Nacional).
La inscripción de los títulos de propiedad en los Registros Públicos, lo mismo que la
inscripción de personerías jurídicas (resolución de Reconocimientos de comunidades) se
dejó a responsabilidad de las comunidades.

Ley de Comunidades Nativas y de Desarrollo Agrario de la Regiones de Selva y Ceja de


Selva D.L. 22175. LEY VIGENTE PARA RECONOCIMIENTO DE DERECHOS DE PROPIEDAD
DE LAS COMUNIDADES NATIVA DE LA AMAZONÍA.

El 09 de Mayo de 1978, en la segunda etapa del Gobierno de las Fuerzas Armadas, el


general Francisco Morales Bermúdez (1975‐1980) promulgó el Decreto Ley 22175, Ley de
Comunidades Nativas y de Desarrollo Agrario de la Selva y Ceja de Selva. En términos
generales, esta Ley vino a resolver la incongruencia formal surgida entre los Decretos
Leyes 20653 y el 21147, ya que casi la totalidad del texto similar a la Ley anterior.
Respecto al reconocimiento de derechos territoriales, se evidencia muchas restricciones
en lo que se refiere al espíritu mismo de la Ley, que buscaba reconocer los derechos sobre
los territorios ocupados ancestralmente por las comunidades nativas; y, alberga en sí
misma una contradicción que hasta hoy subsiste; y, constituye una de las principales
razones que sustentan las comunidades como demanda indígena; a saber: mientras en su
Art. 10º determina “El Estado garantiza la integridad de la propiedad territorial de las
Comunidades Nativas; levantará el catastro correspondiente y les otorgará títulos de
propiedad.

Para la demarcación del territorio de las Comunidades Nativas, se tendrá en cuenta lo


siguiente: a. Cuando hayan adquirido carácter sedentario, la superficie que actualmente
ocupan para desarrollar sus actividades agropecuarias, de recolección, caza y pesca; y, b.
Cuando realicen migraciones estacionales, la totalidad de la superficie donde se
establecen al efectuarlas. Cuando posean tierras en cantidad insuficiente se les adjudicará
el área que requieran para la satisfacción de las necesidades de su población”.

En el Art. 11 se determina que “La parte del territorio de las Comunidades Nativas que
corresponda a tierras con aptitud forestal, les será cedida en uso y su utilización se regirá
por la legislación sobre la materia”. Si bien el Reglamento de la Ley (DS. 003‐AG‐78);
señala los procedimientos para aplicar esta norma, es importante evidenciar que en la
práctica la aplicación de esta Ley desde 1979 al 2010, no arroja resultados relacionados al
mandato del Art. 10º, ya que el Estado solo ha garantizado la propiedad de tierras
agropecuarias mediante títulos de propiedad, que solo representan del 10 al 20 % del
territorio demarcado a cada comunidad, lo que implica que el 80% de las tierras forestales
demarcadas que constituyen el territorio comunal, gracias al Artículo 11º, son cedidas en
uso indeterminadamente, pero el titular sigue siendo el Estado.

Este dato nos ayuda a entender por qué, para las comunidades nativas es una amenaza
todo aquello que signifique concesiones o entregas de áreas en propiedad a terceros para
promover la inversión, sin duda lo es; si consideramos que: i) los territorios comunales
demarcados por aplicación del DL 22175 no son en su totalidad de su propiedad, ii) que el
proceso de titulación se encuentra paralizado desde hace 5 años y aún faltan reconocer
entre 100 y 200 comunidades nativas (entre 10 y 15% del universo de comunidades), iii)
que existen alrededor de 500 comunidades que demandan ampliación de territorios
debido a la reducción de sus territorios en el proceso de demarcación por el uso de malas
prácticas de funcionarios, iv) entre los años 2001 – 2002, se realizó la demarcación de los
bosques de producción permanente sobre territorios ocupados por los pueblos indígenas
y ribereños, los cuales fueron inscritos en los Registros Públicos como propiedad del
Estado. Posteriormente, se realizó la lotización y concesión de los bosques permanentes
en la Amazonía bajo planes de manejo ambiental. Nuevamente las poblaciones indígenas
no fueron consideradas a pesar de que era evidente que se había afectado el proceso de
titulación; y, son engorrosos los trámites para excluir los territorios comunales de dichos
bosques; v) no existe un catastro oficial de comunidades nativas; y, vi) no menos del 50%
de las comunidades nativas en el país, se han titulado entre 1979 y la actualidad, ello ha
sido posible en gran medida por ayuda de la cooperación técnica y financiera
internacional, a través de convenios entre los diferentes entes rectores (DGRA/AR, PETT,
DRA, Etc.) y ONG´s, Organizaciones Indígenas, proyectos, etc.; de manera que desde hace
más de 30 años, el Estado no asigna recursos para programar esta actividad “de Oficio”.

Reconocimiento y Titulación – cómo se realiza el proceso.

Como hemos podido ver, las leyes son cada vez mas restrictivas a los derechos de las
poblaciones indígenas amazónicas; antes de proporcionar algunas cifras, debemos
entender que el proceso de titulación, se inicia con el reconocimiento de las comunidades;
y, aunque es declarativo en la Ley (nuestra Constitución y el DL 22175 las reconocen de
hecho), se formaliza con un procedimiento que identifica a la comunidad con nombre,
ubicación, censo poblacional, identidad etnolingüística; y, características socioeconómicas
y culturales.

Esta parte del proceso administrativo concluye con una Resolución de Reconocimiento
que inscribe a la comunidad en el Registro Desconsolidado de Comunidades Nativas que
cada Región Agraria posee; legalmente, concluye su reconocimiento oficial, con la
inscripción de la comunidad en el Libro de Comunidades Nativas de los Registros Públicos
(SUNARP), con lo que adquieren la personería Jurídica y está apta para poseer patrimonio
legalmente.

Una siguiente fase del proceso de titulación, se inicia cuando la comunidad ya ha sido
reconocida e inscrita; con la demarcación del territorio comunal (considerando la
información de los estudios efectuados durante la visita de campo para el
reconocimiento), paralelamente se realiza la clasificación de tierras con fines de titulación
y el proceso finaliza cuando la Dirección Regional de Agricultura emite un Resolución de
aprobación del procedimiento de titulación, que ordena emitir el título de propiedad por
las tierras agropecuarias y el contrato de cesión en uso de las tierras forestales,
procediéndose a inscribir el patrimonio (área titulada) en los Registros Públicos, lo mismo
que el contrato de cesión en uso por tiempo indefinido si lo tuviera (de hecho no se han
entregado contratos a comunidades desde 1992).

Las cifras de IBC (Instituto del Bien Común) determinaban en el 2009, que el universo de
comunidades nativas era aproximadamente 1,509 comunidades (100%), de las cuales
1,232 (81%) comunidades con una superficie de 10´564,258 hás., han sido reconocidas y
tituladas. Las cifras de CEDIA (Centro para el Desarrollo del Indígena Amazónico) para
inicio del 2010, considera un universo de comunidades ligeramente superior a las 1,350
(100%); de las cuales 1270 están reconocidas (94%) y solo 1135 (84%) están con el proceso
de titulación concluido; si a la cifra de comunidades nativas le incluimos las dos reservas
territoriales para indígenas en aislamiento (no contactados) que han sido oficialmente
reconocidas por el Estado (Gobierno Central) tendríamos aproximadamente 12´720,000
hás. demarcadas a los pueblos indígenas; sin embargo, de los territorios demarcados solo
entre 2,5 y 3,0 millones de has, serían territorios titulados, y entre 8 y 9 millones de hás.
son tierras forestales que se consideran cedidas en uso mediante Contrato de Cesión en
Uso, pero que la mayoría de ellas no los poseen (ver cuadro No. 1 de estado del proceso
por Regiones de interés)

Otro aspecto muy importante para determinar la situación real de la legalidad de los
territorios comunales que han finalizado sus procesos de “titulación de tierras”, es que
mientras existieron los organismos públicos aludidos por la ley como responsables de la
implementación del DL. 22175, (1978‐1992), el proceso de titulación terminaba con una
Resolución (Ministerial hasta 1985 y Regional hasta hoy); y, luego se procedía a entregar
los títulos de propiedad sobre las tierras agropecuarias, lo que estaba a cargo de la
DGRA/AR, luego, los contratos de cesión en uso a cargo de la Dirección General Forestal y
de Fauna Silvestre (DGFFS). En 1992 se desintegra la DGRA/AR y la DGFFS; la primera es
reemplazada por el PETT (Proyecto Especial de Titulación de Tierras y Catastro Rural) y la
segunda por el INRENA; sin embargo, a partir de ese año no se ha entregado Contratos de
Cesión en Uso a las comunidades que han concluido su proceso de Titulación; porque no
se ha definido hasta hoy, quién es el ente competente.

Esta falta de formalización de la entrega de las tierras forestales mediante contratos de


cesión en uso, ha impedido a muchas comunidades la aprobación de sus Planes de manejo
de recursos, por parte del ente rector; al no poder demostrar con el documento
correspondiente la titularidad de las áreas a manejar. Esta situación de incertidumbre, que
se mantiene hasta hoy, se debe considerar como un hecho que cualquier comunidad
nativa que cuente con título de propiedad de 1992 hasta la fecha (Feb. 2011) no podrá
acreditar con documento alguno, la cesión en uso de las tierras forestales; salvo, que se
acepte como instrumento legal para demostrar la titularidad de la totalidad del territorio,
la Resolución de Titulación que da por concluido el procedimiento de titulación y ordena
entregar el título de propiedad y el contrato de cesión en uso. La situación descrita,
amerita un análisis urgente, considerando que muchos proyectos comunales de manejo
sostenible, compensación por derechos de vía, servicios ambientales, etc., se vienen
planteando sobre éstas áreas de las comunidades.
Cuadro N°1
COMUNIDADES NATIVAS Y LOS PROCESOS DE RECONOCIMIENTO Y
TITULACIÓN EN LAS REGIONES DE AMAZONAS, LORETA, MADRE DE
DIOS, SAN MARTÍN Y UCAYALI
Superficie total
demarcada; con Con Títulos de
Inscritas en el
proceso de Propiedad
Registro Interno
REGIONES titulación otorgados por el
del Ministerio de
concluido. Ministerio de
Agricultura
Tierras ACP y F Agricultura
(*)
AMAZONAS 1’306,000 169 169
LORETO 2’440,000 537 480
MADRE DE DIOS 280,000 24 20
SAN MARTÍN 190,000 30 29
UCAYALI 2’330,000 231 229
TOTAL 6’546,000 991 927
Fuente: Base de datos de Comunidades Nativas Reconocidas y Tituladas. Defensoría del Pueblo. Marzo 2003.
(*) Cálculo de superficie aproximada por Regiones al 2006: CEDIA. Preparado por Lelis Rivera.

Otros aspectos importantes relacionados al proceso de Titulación de Tierras.

A continuación se enumeran algunos asuntos legales, técnicos y políticos que se debe


tener en cuenta para resolver en forma definitiva el saneamiento físico legal de los
territorios (no solo la tierra) de las comunidades nativas, considerando que el Estado en
36 años de aplicación de la Legislación de Comunidades Nativas, ha avanzado muy poco
en este tema; sin embargo, al atender otras prioridades como la inversión en la amazonía
(concesiones mineras, petroleras, de gas natural, forestales, adjudicaciones especiales,
etc.), ha provocado un estado de alerta permanente en las comunidades, organizaciones
regionales y nacionales, que consideran desplazados sus legítimos derechos territoriales
por atender prioritariamente a los requerimientos de la inversión en actividades
extractivas.

Desde el Estado, no se ha promovido ni elaborado un catastro nacional de comunidades


nativas, lo que ocasiona que no exista una información oficial sobre el estado actual del
proceso de titulación; no existe además, desde la oficialidad, la menor preocupación por
geo-referenciar los territorios de las comunidades nativas, que sería el primer paso para
estructurar un catastro nacional; y, también, para resolver una gran cantidad de
problemas en los que las comunidades están comprometidas, entre los que se puede
mencionar; superposición de linderos, invasión de territorios, indefinición de linderos y de
superficies erradas (diferencia de áreas entre lo demarcado y lo areado) que paralizan una
gran cantidad de procesos relacionados a la aprobación de sus planes de manejo,
compensación por derechos de vía, procesos judiciales de invasión de territorios por
colonos o extractores ilegales, etc.

Resolver estos problemas implica resolver los siguientes aspectos:

A. LEGAL
1. Se requiere un dispositivo legal que permita la rectificación de áreas tituladas e
inscritas en registros públicos.
2. Los organismos rectores no tienen ni tuvieron facultades legales para realizar
procedimientos administrativos de rectificación de áreas de comunidades y menos
para inscribir los nuevos planos en los Registros públicos.
3. No existe una norma para efectuar la geo-referenciación de territorios y/o
replanteo de territorios, pues cualquier discrepancia encontrada en este proceso
no podría ser resueltos ante la imposibilidad de rectificación de áreas en los
registros públicos; en la actualidad la única vía es la judicial y no se conoce de
experiencias al respecto.
4. Se requiere una norma que determine el organismo público encargado de otorgar
contratos de Cesión en Uso; o, resolver en forma definitiva la incongruencia entre
normas de carácter nacional e internacional que señalen un procedimiento para
reconocer definitivamente los derechos territoriales de las comunidades nativas
sobre la totalidad de los territorios que ocupan (esto incluye los bosques).
5. Los registros Públicos no exoneran del pago por la inscripción registral a las
comunidades nativas; se requiere una norma que las exonere de este pago.
6. Falta una norma que señale el procedimiento para resolver en forma rápida
problemas de invasión de territorios de las comunidades nativas por terceros.

B. TÉCNICOS
1. No se cuenta con una base cartográfica única y un software para llevar a cabo la
geo-referenciación.
2. No existe una norma técnica que defina la escala a utilizarse para confeccionar los
planos de comunidades, según el tamaño de la superficie demarcada.
3. No existe una metodología oficial de geo-referenciación y ausencia de criterios
para realizar rectificaciones de vértices.
4. No existe uniformidad en el manejo de datos SIG.
5. No se cuenta con una metodología para generar los códigos únicos catastrales de
las comunidades nativas.
6. No se cuenta con norma técnica que permita el intercambio de información entre
el órgano rector y otros actores especializados; que permita además validar los
planos producidos por actores distintos al órgano rector.
7. No existen normas técnicas que permitan el uso de imágenes de satélite
aceptables y aceptadas por todos los organismos que trabajan con comunidades
nativas.
8. No existe norma técnica que obligue a monumentar los vértices notables (hitos) en
los linderos.
9. No se ha definido la exigencia de precisión (GPS Diferencial vs Navegadores) para
la demarcación de territorios comunales.

C. FORESTALES
1. Se requiere establecer normas y procedimientos claros y rápidos (para no incluir
territorios de comunidades) en la demarcación de Bosques de Producción, de
contratos, concesiones y permisos forestales; lo mismo que para el proceso de
exclusión de las áreas de comunidades de los referidos Bosques.
2. Unificar el Sistema de Información Geográfica (SIG) lo mismo que la base
cartográfica entre el ente rector de titulaciones y el ente rector de concesiones,
contratos y/o permisos forestales; lo mismo que con otros actores .
3. La evaluación y aprobación de expedientes técnicos de Titulación, teóricamente
debe pasar por la opinión del ente rector forestal y de fauna silvestre (DGFFS), de
Áreas Naturales Protegidas, etc., lo que hace el proceso excesivamente largo, la
descentralización y la elaboración de normas internas debe agilizar el trámite.
4. No existe supervisión ni monitoreo de la actividad forestal.

PRODECIDIMIENTO
1. Falta precisar el nivel de competencia de los órganos que intervienen en el proceso
(reconocimiento, titulación).
2. Inadecuada delegación de facultades y/o descentralización de los organismos que
intervienen en el proceso a nivel regional.

Las Comunidades Nativas y desarrollo; potencialidades y posibilidades.

Desde finales de los noventa, las comunidades ubicadas en algunas cuencas de la


Amazonía en donde se había concluido con el proceso de saneamiento físico gracias a
algunas ONG´s; se promovió algunas iniciativas productivas comunales orientadas a
consolidar el patrimonio territorial y la organización moderna de comunidad nativa que
había llegado a estos grupos poblacionales en un solo paquete conjuntamente con la
propiedad de la tierra. Y, es que la comunidad nativa como institución jurídica, es una
creación de la Ley, que exige el cumplimiento de una serie de condiciones de parte de los
comuneros que la conforman.

Al ser una institución jurídica, se exige que esté organizada y que tenga su estatuto, en el
que se establece que la toma de decisiones se realiza por asamblea y que el testimonio de
cada una de las asambleas quede escrito en un libro de actas suscrito por todos los
presente; y, como si fuera poco, para que sea válida la asamblea debe asistir a ella más del
50% más uno de los comuneros, dependiendo se la seriedad de los acuerdos que se
desean tomar.

Elaborar estatutos, aprender a realizar las asambleas comunales (ordinarias y


extraordinaria), redactar actas, llevar el libro de actas al día , el padrón de la comunidad y
tener tanto los estatutos como las juntas directivas inscritas en los registros públicos, es
un reto titánico para un grupo poblacional de origen clánicos en el que la práctica
democrática de toma de decisiones es absolutamente nuevo; más aún, si consideramos
que juntar clanes compatibles o adversos (enemigos) en un solo salón de asamblea para
tomar acuerdos; sin duda, es un desafío muy grande, que exige del grupo, deponer una
gran cantidad de barreras culturales y exige mucha capacitación para entender y entrar en
la dinámica que hasta hoy en muchos lugares de la Amazonía no se consolida, por ser
innovador (El Estado nunca promovió la capacitación en este aspecto).

Para entonces, el sesgo de las entidades del Estado que promovían desarrollo en áreas
rurales (Ministerio de Agricultura), se orientaba a alentar las actividades agrícolas y
pecuarias, a pesar que la realidad de los estudios de mercado señalaba con claridad que
los precios inestables, el alto costo de los fletes fluviales y las características ambientales
de la Amazonía no ofrecían ninguna posibilidad de sostenibilidad.

Muchas ONG´s en esta década ha promovido iniciativas ligadas a Viveros y Chacras


Comunales, en los cuales se ha promovido cultivos permanentes como Café Cacao,
Achiote y Jengibre, con el objeto de poner en práctica el concepto de comunidad y su
organización, incorporar la capacitación teórico práctica para mejoramiento de los cultivos
comerciales familiares, arborizar linderos con plantaciones (cercos vivos) como respuesta
a las amenazas de invasión de territorios; y, asegurar ingresos para que la comunidad
financie parte de sus funciones.

Entrada la década del 2000, muchas comunidades lograron fortalecer su organización


comunitaria, gracias al apoyo de proyectos promovidos por ONGs y organizaciones
indígenas; en esta década las iniciativas se orientan a buscar beneficios colectivos del
Bosque, ante la imparable avalancha de madereros que llegan a las comunidades a
proponer “negocios” con los que al cabo de un tiempo resultaban estafadas. En esta
década las entidades cooperantes ayudan a las comunidades a mirar de diferente manera
el Bosque, en el que se descubren y ponen en práctica muchas potencialidades que
permiten a las comunidades entender por fin, que la conservación es posible y produce
beneficios colectivos, con lo cual “conservar” deja de ser un concepto que estaba ligado a
la prohibición del aprovechamiento de los recursos del bosque, como lo entendían las
comunidades.

El boom del turismo de la naturaleza que ya para los 90 había permitido cambiar la
perspectiva de desarrollo de Madre de Dios y Cusco; para convertir al primero en la
“capital de la biodiversidad” y al segundo en el centro desde el cual se irradia el
ecoturismo a Manu, Tambopata y Urubamba, produce un nuevo y numeroso grupo de
empresarios prósperos (solo en Manu y alrededores, el 1993 existían 06 empresas que
trabajaban este destino, el 2003 17 y en la actualidad 23). Sin embargo, los beneficios del
ecoturismo no llegan a las comunidades razón por la cual se promueve la actividad en las
comunidades, en este aspecto la experiencia pionera fue lo que hoy se llama “La casa
Machiguenga” en la cocha Salvador en Manu que es de propiedad de las Comunidades
Nativas Machiguenga Yomibato y Tayakome (1994). Luego viene Sabeti Lodge (2000) en la
Comunidad Nativa Timpía – Río Urubamba (www.sabetilodge.com); luego Pusharo Lodge
de la Comunidad Nativa Palotoa –Teparo (2008), todas ellas promovidas por CEDIA
(www.pusharolodge.com); en su momento una serie de errores de la administración del
parque nacional del Manu y el INRENA desvirtuaron la iniciativa imponiendo su
implementación a terceros, con los cuales, en 14 años no han podido consolidarse.
Actualmente, otras instituciones está promoviendo la actividad en las comunidades
Shipetiari (2007), Shintuya (2006) y pronto Santa Rosa de Huacaria todas ellas en el Alto
Madre de Dios, en la Ruta hacia Manu. Es destacable la consolidación lograda por la
comunidad Nativa Infierno (1996) en asociación con Rainforest Expeditions, en
Tambopata; y, el proceso que la Comunidad Nativa Matsés ha iniciado para implementar y
ejecutar su Plan de Manejo Turísticos con el apoyo de CEDIA (2010).

Una visión integral de la actividad, permite estructurar toda la cadena productiva del
turismo al interior o al rededor de la comunidad que promueve la actividad; conformada
por productores de insumos alimenticios (agricultores, recolectores de frutos, criadores
de mamíferos, aves y peces), artesanos, transportistas; y, una serie de comuneros y
comuneras capacitado en la gestión y servicios diversos que prestan los albergues, cada
cual con los estándares altos en la calidad del servicio.

Otras iniciativas productivas promovidas, ejecutadas y en ejecución por parte de las


comunidades nativas, están liga das al manejo de especies forestales maderables,
ejecutadas desde el 2007 por aplicación de la Resolución Jefatura del INRENA No. 232‐
2006; que permite el aprovechamiento forestal en tres niveles.

Los Planes de Manejo de Aguaje en base a la cosecha anual de los frutos de la palmera a
través de subidores, son ejecutados por un buen número de comunidades ubicadas en
ambas márgenes del bajo Marañón en la Reserva Nacional Pacaya Samiria y su Zona de
Amortiguamiento. Un doble impacto positivo se ha alcanzado con la implementación de
estos Planes de Manejo: i) se a detenido la destrucción de mas de 12,000 palmeras al año
solo en las comunidades de la cuenca del bajo Marañón; ii) ha mejorado la calidad del
fruto, y con ello han mejorado los precios y las mujeres han asumido un nuevo rol que
contribuye con el mejoramiento de los ingresos del hogar, al ser estas las que
mayoritariamente desarrollan la actividad.

Se han promovido con éxito, otros planes de manejo de recursos forestales no maderables
como es el caso de la Yarina o Tahua (marfil vegetal) ejecutados entre otras comunidades
por la comunidad Santa Cruz de Tahual en la cuenca del Chambira, Irapay, ejecutados en
la cuenca del Nanay, Piasava en el Alto Chambira; y, Camucamu.

El manejo de fauna, también ha dado buenos resultados y podemos destacar


comunidades que han implementado manejo de “Charitos” (tortugas acuáticas) dentro de
la Reserva Nacional Pacaya Samiria; Planes de manejo (no comerciales) de recuperación
de fauna en zonas de caza, ejecutado en la Comunidad Nativa Matsés; manejo de Cochas
en las cuencas del Chambira, Putumayo y Gálvez – Yaquerana; y, crianza de peces nativos
(Piscigranjas de paco, Gamitana y boquichico) en comunidades de las cuencas de alto
Madre de Dios (Santa Rosa de Huacaria), Alto y Bajo Urubamba (9 comunidades – 189
Piscigranjas), Gálvez Yaquerana (comunidad Nativa Matsés (9 Piscigranjas)entre otros.
Las alternativas económicas sostenibles planteadas han pasado por procesos de
maduración que exceden a tiempos de maduración que permiten muchas entidades
financieras (5 años), considerando que las comunidades, se ven precisadas a fortalecer la
capacidad técnica de la comunidad para zonificar sus territorios e identificar las
potencialidades existentes en su territorios; de otro lado, requiere participar en un largo
proceso de elaborar su propio plan de manejo asumiendo que la ejecución será solo suya;
lo que exige un análisis de la tecnología adecuada que se usará en su implementación;
este proceso, requiere de talleres formativos que empoderarán a los comuneros en la
actividad técnica.

Otro reto, es fortalecer la capacidad de gestión por parte de la comunidad, para ejecutar
el o los Planes de Manejo; unidades de gestión comunal (UGC) son conformadas para
gerenciar el Plan al interior de la comunidad; esto a su vez demandará que una vez
diseñada la gestión, se debe adecuar los estatutos comunales a la nueva estructura de la
comunidad; de esta manera, toda actividad que se desarrolle en la comunidad será
manejada por la misma comunidad sin necesidad de crear otras personerías jurídicas al
interior de la comunidad.

Finalmente, no deja de ser cierto que la participación en pleno de los comuneros en las
iniciativas económicas productivas de la comunidad, es casi una utopía; por esa razón,
tales iniciativas son identificadas y promovidas por grupos de interés de la comunidad,
que luego conforman las UGC, que ejecutará cada Plan; finalmente esta unidad de
gestión, se convierte en Comité Especializado al ser insertado en la estructura orgánica de
la comunidad.

Sin embargo, es bueno entender que los beneficios de cada plan, debe llegar en forma
equitativa a todos los comuneros y comuneras, en consideración a que la propiedad de los
recursos manejados les corresponde equitativamente a todos los comuneros; sin
embargo, los miembros de las UGC son beneficiados adicionalmente, con una fuente
ocupacional remunerada, durante el tiempo que dure la actividad de manejo (puede ser
estacional); de manera que la distribución colectiva de los beneficios del manejo, también
les toca en su condición de comuneros; y, se hace sobre las utilidades de cada plan.

Lima, 02 de marzo de 2011


Lelis Rivera
Director Ejecutivo del CEDIA
lerivera@cedia.org.pe

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