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LA TITULARIDAD DE SUS
TERRITORIOS
Antecedentes:
La Constitución Política es la ley Fundamental del Estado que norma y ordena la vida
política, económica, administrativa y social del país y la que establece los derechos
fundamentales de todos sus habitantes. Sin embargo, no todas las Constituciones
tomaron en cuenta o hicieron mención a derechos de los pueblos y/o pobladores
indígenas que hoy se denominan comunidades nativas. En general, las ignoraron como si
no existieran. Esto significaba entonces, que para el Estado y las leyes, legalmente no
existían los nativos ni sus comunidades y por tanto, tampoco tenían sus derechos
reconocidos sobre sus territorios.
Este “vacío legal”, sumado al mito del “gran vacío de la Amazonía”, permitió que se
cometieran una serie de abusos, atropellos y despojos de los cuales fueron víctimas los
nativos de toda la selva peruana, porque no tenían leyes en que ampararse para hacer
valer sus derechos de personas y del grupo étnico o la comunidad a la que pertenecían. En
múltiples oportunidades se originaron enfrentamientos y disputas por la ocupación del
territorio, el maltrato físico, el desprecio de sus miembros, el desconocimiento y
destrucción directa e indirectamente de su cultura.
Entre 1933 y el año de 1974, en que se expide el Decreto Ley N° 20653, se agudiza la lucha
y resistencia de los nativos selváticos por la defensa de sus territorios frente al avance
incontenible de las colonizaciones dirigidas por el Estado, denuncios de tierras, trazo y
apertura de carreteras, la extracción de la madera, el asentamiento espontáneo y
desordenado de colonos procedentes de la parte andina; y, la exploración y extracción
petrolera.
En el año 1974, el gobierno Revolucionario del Gral. Juan Velasco Alvarado, promulgó el
Decreto Ley Nº 20653 – Ley de Comunidades Nativas y de Promoción Agropecuaria de
Regiones de Selva y Ceja de Selva. Esta Ley, fue considerada en su momento una Ley
pionera en relación al reconocimiento de derechos de propiedad, sobre el territorio que
ocupan desde tiempos inmemoriales. En su Art. 9º determinaba las áreas que deberían
demarcarse con fines de titulación; si son sedentarias, la superficie que ocupan
desarrollando sus actividades tradicionales, si realizan migraciones estacionales, la
totalidad de las superficies en las que éstas se realizan y si requieren mayores áreas para
realizar sus actividades, se adjudicarían las áreas que sean necesarias.
Es bueno subrayar algo que desde mi propio testimonio como funcionario público
encargado de este proceso, puede servir para entender las demandas actuales de más de
500 comunidades que exigen la ampliación de sus territorios; está relacionado con las
malas prácticas utilizadas por autoridades zonales, en la elaboración de los primeros
expedientes de titulación (1974‐1975), los mismos que se elaboraron usando los antiguos
planos e informes técnicos de las “reservas nativas” que no concluyeron su proceso.
A esta mala práctica, se suma la visión agrarista oficial, sobre los pueblos indígenas
(erróneamente se consideraron campesinos y no usuarios del bosque), pues la relación
tierra hombre basada en la actividad agropecuaria, ha servido de parámetro, para calcular
las áreas a demarcar y no aplicar lo ordenado por la norma; de allí que a su entender “las
superficies demarcadas son suficiente para que puedan vivir…para qué quieren más”.
Obviamente desconocieron tanto la Ley, como la verdadera naturaleza de la concepción
de territorio de los pueblos indígenas; de manera que a estas comunidades afectadas por
estas malas prácticas se les tiene una deuda que ahora reclaman.
Esta norma estuvo vigente y se aplicó hasta 1978, aun cuando desde el 5 de mayo de
1975, en que se promulgó el Decreto Ley Nº 21147, “Ley Forestal y de Fauna Silvestre”, se
evidenció una incongruencia con el DL 20653, por cuanto esa nueva Ley, en su Art. 1
determinaba que “Los recursos forestales y la fauna silvestre son del dominio público y no
hay derechos adquiridos sobre ellos”. En la medida en que los territorios indígenas están
conformados casi totalmente por Bosques; y, a pesar que el DL 20653 ordena el
reconocimiento y titulación de los territorios comunales; se requería con urgencia una
norma que resuelva esta incongruencia.
Mientras tanto, se continuó aplicando el DL 20653, con muy baja voluntad política, hasta
1978; durante ese lapso, se otorgaron títulos de propiedad a las comunidades,
considerando como territorio reconocido y de propiedad, la totalidad de la superficie
demarcada, con métodos y equipos topográficos tradicionales (Brújulas, Jalones, Winchas,
Teodolitos, Miras , etc., no contándose con base Cartográfica confiable ni Carta Nacional).
La inscripción de los títulos de propiedad en los Registros Públicos, lo mismo que la
inscripción de personerías jurídicas (resolución de Reconocimientos de comunidades) se
dejó a responsabilidad de las comunidades.
En el Art. 11 se determina que “La parte del territorio de las Comunidades Nativas que
corresponda a tierras con aptitud forestal, les será cedida en uso y su utilización se regirá
por la legislación sobre la materia”. Si bien el Reglamento de la Ley (DS. 003‐AG‐78);
señala los procedimientos para aplicar esta norma, es importante evidenciar que en la
práctica la aplicación de esta Ley desde 1979 al 2010, no arroja resultados relacionados al
mandato del Art. 10º, ya que el Estado solo ha garantizado la propiedad de tierras
agropecuarias mediante títulos de propiedad, que solo representan del 10 al 20 % del
territorio demarcado a cada comunidad, lo que implica que el 80% de las tierras forestales
demarcadas que constituyen el territorio comunal, gracias al Artículo 11º, son cedidas en
uso indeterminadamente, pero el titular sigue siendo el Estado.
Este dato nos ayuda a entender por qué, para las comunidades nativas es una amenaza
todo aquello que signifique concesiones o entregas de áreas en propiedad a terceros para
promover la inversión, sin duda lo es; si consideramos que: i) los territorios comunales
demarcados por aplicación del DL 22175 no son en su totalidad de su propiedad, ii) que el
proceso de titulación se encuentra paralizado desde hace 5 años y aún faltan reconocer
entre 100 y 200 comunidades nativas (entre 10 y 15% del universo de comunidades), iii)
que existen alrededor de 500 comunidades que demandan ampliación de territorios
debido a la reducción de sus territorios en el proceso de demarcación por el uso de malas
prácticas de funcionarios, iv) entre los años 2001 – 2002, se realizó la demarcación de los
bosques de producción permanente sobre territorios ocupados por los pueblos indígenas
y ribereños, los cuales fueron inscritos en los Registros Públicos como propiedad del
Estado. Posteriormente, se realizó la lotización y concesión de los bosques permanentes
en la Amazonía bajo planes de manejo ambiental. Nuevamente las poblaciones indígenas
no fueron consideradas a pesar de que era evidente que se había afectado el proceso de
titulación; y, son engorrosos los trámites para excluir los territorios comunales de dichos
bosques; v) no existe un catastro oficial de comunidades nativas; y, vi) no menos del 50%
de las comunidades nativas en el país, se han titulado entre 1979 y la actualidad, ello ha
sido posible en gran medida por ayuda de la cooperación técnica y financiera
internacional, a través de convenios entre los diferentes entes rectores (DGRA/AR, PETT,
DRA, Etc.) y ONG´s, Organizaciones Indígenas, proyectos, etc.; de manera que desde hace
más de 30 años, el Estado no asigna recursos para programar esta actividad “de Oficio”.
Como hemos podido ver, las leyes son cada vez mas restrictivas a los derechos de las
poblaciones indígenas amazónicas; antes de proporcionar algunas cifras, debemos
entender que el proceso de titulación, se inicia con el reconocimiento de las comunidades;
y, aunque es declarativo en la Ley (nuestra Constitución y el DL 22175 las reconocen de
hecho), se formaliza con un procedimiento que identifica a la comunidad con nombre,
ubicación, censo poblacional, identidad etnolingüística; y, características socioeconómicas
y culturales.
Esta parte del proceso administrativo concluye con una Resolución de Reconocimiento
que inscribe a la comunidad en el Registro Desconsolidado de Comunidades Nativas que
cada Región Agraria posee; legalmente, concluye su reconocimiento oficial, con la
inscripción de la comunidad en el Libro de Comunidades Nativas de los Registros Públicos
(SUNARP), con lo que adquieren la personería Jurídica y está apta para poseer patrimonio
legalmente.
Una siguiente fase del proceso de titulación, se inicia cuando la comunidad ya ha sido
reconocida e inscrita; con la demarcación del territorio comunal (considerando la
información de los estudios efectuados durante la visita de campo para el
reconocimiento), paralelamente se realiza la clasificación de tierras con fines de titulación
y el proceso finaliza cuando la Dirección Regional de Agricultura emite un Resolución de
aprobación del procedimiento de titulación, que ordena emitir el título de propiedad por
las tierras agropecuarias y el contrato de cesión en uso de las tierras forestales,
procediéndose a inscribir el patrimonio (área titulada) en los Registros Públicos, lo mismo
que el contrato de cesión en uso por tiempo indefinido si lo tuviera (de hecho no se han
entregado contratos a comunidades desde 1992).
Las cifras de IBC (Instituto del Bien Común) determinaban en el 2009, que el universo de
comunidades nativas era aproximadamente 1,509 comunidades (100%), de las cuales
1,232 (81%) comunidades con una superficie de 10´564,258 hás., han sido reconocidas y
tituladas. Las cifras de CEDIA (Centro para el Desarrollo del Indígena Amazónico) para
inicio del 2010, considera un universo de comunidades ligeramente superior a las 1,350
(100%); de las cuales 1270 están reconocidas (94%) y solo 1135 (84%) están con el proceso
de titulación concluido; si a la cifra de comunidades nativas le incluimos las dos reservas
territoriales para indígenas en aislamiento (no contactados) que han sido oficialmente
reconocidas por el Estado (Gobierno Central) tendríamos aproximadamente 12´720,000
hás. demarcadas a los pueblos indígenas; sin embargo, de los territorios demarcados solo
entre 2,5 y 3,0 millones de has, serían territorios titulados, y entre 8 y 9 millones de hás.
son tierras forestales que se consideran cedidas en uso mediante Contrato de Cesión en
Uso, pero que la mayoría de ellas no los poseen (ver cuadro No. 1 de estado del proceso
por Regiones de interés)
Otro aspecto muy importante para determinar la situación real de la legalidad de los
territorios comunales que han finalizado sus procesos de “titulación de tierras”, es que
mientras existieron los organismos públicos aludidos por la ley como responsables de la
implementación del DL. 22175, (1978‐1992), el proceso de titulación terminaba con una
Resolución (Ministerial hasta 1985 y Regional hasta hoy); y, luego se procedía a entregar
los títulos de propiedad sobre las tierras agropecuarias, lo que estaba a cargo de la
DGRA/AR, luego, los contratos de cesión en uso a cargo de la Dirección General Forestal y
de Fauna Silvestre (DGFFS). En 1992 se desintegra la DGRA/AR y la DGFFS; la primera es
reemplazada por el PETT (Proyecto Especial de Titulación de Tierras y Catastro Rural) y la
segunda por el INRENA; sin embargo, a partir de ese año no se ha entregado Contratos de
Cesión en Uso a las comunidades que han concluido su proceso de Titulación; porque no
se ha definido hasta hoy, quién es el ente competente.
A. LEGAL
1. Se requiere un dispositivo legal que permita la rectificación de áreas tituladas e
inscritas en registros públicos.
2. Los organismos rectores no tienen ni tuvieron facultades legales para realizar
procedimientos administrativos de rectificación de áreas de comunidades y menos
para inscribir los nuevos planos en los Registros públicos.
3. No existe una norma para efectuar la geo-referenciación de territorios y/o
replanteo de territorios, pues cualquier discrepancia encontrada en este proceso
no podría ser resueltos ante la imposibilidad de rectificación de áreas en los
registros públicos; en la actualidad la única vía es la judicial y no se conoce de
experiencias al respecto.
4. Se requiere una norma que determine el organismo público encargado de otorgar
contratos de Cesión en Uso; o, resolver en forma definitiva la incongruencia entre
normas de carácter nacional e internacional que señalen un procedimiento para
reconocer definitivamente los derechos territoriales de las comunidades nativas
sobre la totalidad de los territorios que ocupan (esto incluye los bosques).
5. Los registros Públicos no exoneran del pago por la inscripción registral a las
comunidades nativas; se requiere una norma que las exonere de este pago.
6. Falta una norma que señale el procedimiento para resolver en forma rápida
problemas de invasión de territorios de las comunidades nativas por terceros.
B. TÉCNICOS
1. No se cuenta con una base cartográfica única y un software para llevar a cabo la
geo-referenciación.
2. No existe una norma técnica que defina la escala a utilizarse para confeccionar los
planos de comunidades, según el tamaño de la superficie demarcada.
3. No existe una metodología oficial de geo-referenciación y ausencia de criterios
para realizar rectificaciones de vértices.
4. No existe uniformidad en el manejo de datos SIG.
5. No se cuenta con una metodología para generar los códigos únicos catastrales de
las comunidades nativas.
6. No se cuenta con norma técnica que permita el intercambio de información entre
el órgano rector y otros actores especializados; que permita además validar los
planos producidos por actores distintos al órgano rector.
7. No existen normas técnicas que permitan el uso de imágenes de satélite
aceptables y aceptadas por todos los organismos que trabajan con comunidades
nativas.
8. No existe norma técnica que obligue a monumentar los vértices notables (hitos) en
los linderos.
9. No se ha definido la exigencia de precisión (GPS Diferencial vs Navegadores) para
la demarcación de territorios comunales.
C. FORESTALES
1. Se requiere establecer normas y procedimientos claros y rápidos (para no incluir
territorios de comunidades) en la demarcación de Bosques de Producción, de
contratos, concesiones y permisos forestales; lo mismo que para el proceso de
exclusión de las áreas de comunidades de los referidos Bosques.
2. Unificar el Sistema de Información Geográfica (SIG) lo mismo que la base
cartográfica entre el ente rector de titulaciones y el ente rector de concesiones,
contratos y/o permisos forestales; lo mismo que con otros actores .
3. La evaluación y aprobación de expedientes técnicos de Titulación, teóricamente
debe pasar por la opinión del ente rector forestal y de fauna silvestre (DGFFS), de
Áreas Naturales Protegidas, etc., lo que hace el proceso excesivamente largo, la
descentralización y la elaboración de normas internas debe agilizar el trámite.
4. No existe supervisión ni monitoreo de la actividad forestal.
PRODECIDIMIENTO
1. Falta precisar el nivel de competencia de los órganos que intervienen en el proceso
(reconocimiento, titulación).
2. Inadecuada delegación de facultades y/o descentralización de los organismos que
intervienen en el proceso a nivel regional.
Al ser una institución jurídica, se exige que esté organizada y que tenga su estatuto, en el
que se establece que la toma de decisiones se realiza por asamblea y que el testimonio de
cada una de las asambleas quede escrito en un libro de actas suscrito por todos los
presente; y, como si fuera poco, para que sea válida la asamblea debe asistir a ella más del
50% más uno de los comuneros, dependiendo se la seriedad de los acuerdos que se
desean tomar.
Para entonces, el sesgo de las entidades del Estado que promovían desarrollo en áreas
rurales (Ministerio de Agricultura), se orientaba a alentar las actividades agrícolas y
pecuarias, a pesar que la realidad de los estudios de mercado señalaba con claridad que
los precios inestables, el alto costo de los fletes fluviales y las características ambientales
de la Amazonía no ofrecían ninguna posibilidad de sostenibilidad.
El boom del turismo de la naturaleza que ya para los 90 había permitido cambiar la
perspectiva de desarrollo de Madre de Dios y Cusco; para convertir al primero en la
“capital de la biodiversidad” y al segundo en el centro desde el cual se irradia el
ecoturismo a Manu, Tambopata y Urubamba, produce un nuevo y numeroso grupo de
empresarios prósperos (solo en Manu y alrededores, el 1993 existían 06 empresas que
trabajaban este destino, el 2003 17 y en la actualidad 23). Sin embargo, los beneficios del
ecoturismo no llegan a las comunidades razón por la cual se promueve la actividad en las
comunidades, en este aspecto la experiencia pionera fue lo que hoy se llama “La casa
Machiguenga” en la cocha Salvador en Manu que es de propiedad de las Comunidades
Nativas Machiguenga Yomibato y Tayakome (1994). Luego viene Sabeti Lodge (2000) en la
Comunidad Nativa Timpía – Río Urubamba (www.sabetilodge.com); luego Pusharo Lodge
de la Comunidad Nativa Palotoa –Teparo (2008), todas ellas promovidas por CEDIA
(www.pusharolodge.com); en su momento una serie de errores de la administración del
parque nacional del Manu y el INRENA desvirtuaron la iniciativa imponiendo su
implementación a terceros, con los cuales, en 14 años no han podido consolidarse.
Actualmente, otras instituciones está promoviendo la actividad en las comunidades
Shipetiari (2007), Shintuya (2006) y pronto Santa Rosa de Huacaria todas ellas en el Alto
Madre de Dios, en la Ruta hacia Manu. Es destacable la consolidación lograda por la
comunidad Nativa Infierno (1996) en asociación con Rainforest Expeditions, en
Tambopata; y, el proceso que la Comunidad Nativa Matsés ha iniciado para implementar y
ejecutar su Plan de Manejo Turísticos con el apoyo de CEDIA (2010).
Una visión integral de la actividad, permite estructurar toda la cadena productiva del
turismo al interior o al rededor de la comunidad que promueve la actividad; conformada
por productores de insumos alimenticios (agricultores, recolectores de frutos, criadores
de mamíferos, aves y peces), artesanos, transportistas; y, una serie de comuneros y
comuneras capacitado en la gestión y servicios diversos que prestan los albergues, cada
cual con los estándares altos en la calidad del servicio.
Los Planes de Manejo de Aguaje en base a la cosecha anual de los frutos de la palmera a
través de subidores, son ejecutados por un buen número de comunidades ubicadas en
ambas márgenes del bajo Marañón en la Reserva Nacional Pacaya Samiria y su Zona de
Amortiguamiento. Un doble impacto positivo se ha alcanzado con la implementación de
estos Planes de Manejo: i) se a detenido la destrucción de mas de 12,000 palmeras al año
solo en las comunidades de la cuenca del bajo Marañón; ii) ha mejorado la calidad del
fruto, y con ello han mejorado los precios y las mujeres han asumido un nuevo rol que
contribuye con el mejoramiento de los ingresos del hogar, al ser estas las que
mayoritariamente desarrollan la actividad.
Se han promovido con éxito, otros planes de manejo de recursos forestales no maderables
como es el caso de la Yarina o Tahua (marfil vegetal) ejecutados entre otras comunidades
por la comunidad Santa Cruz de Tahual en la cuenca del Chambira, Irapay, ejecutados en
la cuenca del Nanay, Piasava en el Alto Chambira; y, Camucamu.
Otro reto, es fortalecer la capacidad de gestión por parte de la comunidad, para ejecutar
el o los Planes de Manejo; unidades de gestión comunal (UGC) son conformadas para
gerenciar el Plan al interior de la comunidad; esto a su vez demandará que una vez
diseñada la gestión, se debe adecuar los estatutos comunales a la nueva estructura de la
comunidad; de esta manera, toda actividad que se desarrolle en la comunidad será
manejada por la misma comunidad sin necesidad de crear otras personerías jurídicas al
interior de la comunidad.
Finalmente, no deja de ser cierto que la participación en pleno de los comuneros en las
iniciativas económicas productivas de la comunidad, es casi una utopía; por esa razón,
tales iniciativas son identificadas y promovidas por grupos de interés de la comunidad,
que luego conforman las UGC, que ejecutará cada Plan; finalmente esta unidad de
gestión, se convierte en Comité Especializado al ser insertado en la estructura orgánica de
la comunidad.
Sin embargo, es bueno entender que los beneficios de cada plan, debe llegar en forma
equitativa a todos los comuneros y comuneras, en consideración a que la propiedad de los
recursos manejados les corresponde equitativamente a todos los comuneros; sin
embargo, los miembros de las UGC son beneficiados adicionalmente, con una fuente
ocupacional remunerada, durante el tiempo que dure la actividad de manejo (puede ser
estacional); de manera que la distribución colectiva de los beneficios del manejo, también
les toca en su condición de comuneros; y, se hace sobre las utilidades de cada plan.