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310082712. Guerra González Pedro.

Dualismo Cartesiano, un Paradigma Moderno

Introducción.

Se podría, a cuentagotas, medir la importancia que ha tenido cada uno de los hombres que
en conjunto forman la historia universal. Podríase, asimismo, calcular las consecuencias
que ha tenido la existencia particular de cada individuo en aquel recoveco de tiempo que
fue su vida, el antes y el después de su permanencia en el mundo.
Sería una cantidad ínfima de hombres y mujeres la que merecería ser mencionada. Sólo
unos cuantos nombres alumbrarían el inconmensurable abismo que es la historia. Rene
Descartes bien podría encabezar la lista de dichos nombres, pero, ¿Por qué?, ¿Qué tiene que
hacer un hombre para ganar la batalla contra el olvido? Una pregunta imposible de
responder en su generalidad. Sin embargo, si es posible responderla particularmente, y en el
caso del egresado de La Flèche, resultaría, incluso, sencillo.
Enumerar las virtudes o los vicios del filósofo francés sería una tarea titánica y no es el
objetivo del presente trabajo; más bien es el mostrar la trascendencia del pensamiento
filosófico de dicho autor.
Rene Descartes es un fenómeno, una anomalía. No sólo es relator de su tiempo y tampoco
es sólo un crítico de una tradición que le precede. Descartes, en la historia, representa un
cambio súbito en la forma de ser y conocer de la sociedad occidental (y/o occidentalizada).
El tiempo que duro su vida fue suficiente para coadyuvar el surgimiento de una nueva edad
del mundo: la modernidad.
Rene Descartes nació a finales del siglo XVI. El siglo XVII fue un siglo convulsivo.
Muchas de las certezas que arrojaban luz sobre el mundo fueron apagadas, quedaron
obsoletas gracias a los saberes que surgieron en este siglo. El filósofo francés participo en
este proceso, apagó demasiadas luces, pero encendió otras tantas, con más fuerza, más
distinción y mayor claridad.
Algunas certezas que aun imperaban a finales del XVI y principios del XVII habían
permanecido como ejes del saber desde tiempos remotos, desde la época griega/romana: el
sistema físico, el estudio de los astros, la metafísica clásica, etc, también, hubo disciplinas
que fueron sumándose sobre el andar del tiempo como la alquimia, la astrología, la
mnemotecnia, entre otros. Para 1596 la cantidad de saberes y disciplinas era incalculable y
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en la mayoría de los casos, no se dan sentido entre sí los diversos conocimientos.


Se presentaba como necesidad el generar un método que permitiese discernir acerca de la
validez de los saberes, pues era imposible evaluar cada una de las doctrinas, ideas,
disciplinas asistemáticamente. Detenerse teoría por teoría es, cuando menos, impensable y
Descartes era consciente de ello, por eso, abandonó tal idea y se enfocó en criticar las
cuestiones más generales de sus certezas, los principios de éstas.
En este esfuerzo por darle unidad al saber universal y por arrebatar el grado de verdad a
aquellas doctrinas infundadas, transformó la manera en la que concebimos la realidad.
Ahora bien, los principios que encontró como condiciones del conocimiento son: los
sentidos y el intelecto.

El escepticismo en el pensamiento de Rene Descartes.

Como se mencionó en la introducción, al final del siglo XVI y en las primeras décadas del
XVII, había una cantidad inagotable de teorías, disciplinas y creencias. Las ideas que
pretendían explicar el mundo, o bien, al hombre eran tan distantes las unas de las otras que
parecía imposible generar un criterio que demarcara fehacientemente el conocimiento de
uno u otro. Dichas ideas se reproducían tanto en las esferas de la cultura popular como en
las esferas intelectuales. Al siglo XVII le preceden dos acontecimientos importantes: la
reforma protestante y el renacimiento; ésta había producido una separación al interior de la
religión católica, dando lugar al protestantismo; éste [el renacimiento], por su parte, había
trastocado tres paradigmas fundamentales: el hombre, dios y el mundo, sin embargo, dio
pie a interpretaciones como el animismo. Esta era la realidad inmediata del pensador
francés, las discusiones que se gestaban mientras él veía pasar la vida.
Estudió en el colegio de la Flèche, que era de orientación jesuita. Recibió en esta institución
la clásica formación escolástica y aristotélica. Los jesuitas eran una orden que juraba lealtad
al papa y estaban sumamente preparados en cuestiones filosóficas y teológicas, en ellos
recayó gran parte del peso de la contrarreforma; fueron los abanderados intelectuales de la
iglesia católica en la disputa que libraron en contra de los protestantes. Durante el conflicto,
se recuperaron diversas tradiciones para ser utilizadas en contra del enemigo, una de estas
fue el pirronismo (escepticismo). Esta doctrina permitió a los Jesuitas desarmar los
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argumentos de los protestantes sosteniendo que cualquier intento por conocer a Dios
mediante la razón era inútil, la única vía a Dios era la fe. El pirronismo pone en cuestión los
criterios de verdad, es decir, niega la posibilidad de aseverar que el conocimiento que se
tiene de algo es verdadero y por lo tanto lo más sensato sería suspender el juicio. Esta
doctrina atenta contra la facultad humana de conocer, contra la razón.
Dicha doctrina también fue recibida por Descartes, fue educado bajo esta tradición, no
obstante, Descartes encontró en el escepticismo una herramienta poderosísima contra el
dogmatismo. El sistema cartesiano se caracteriza – entre muchas otras cuestiones- por un
método a primera instancia escéptico.
Las meditaciones metafísicas comienzan de la siguiente manera:

Hace ya algún tiempo que advertí cómo desde mis primeros años había recibido por verdaderas una
cantidad de falsas opiniones, y aquello que después he fundamentado sobre principios tan mal
asegurados no podía ser sino muy dudoso e incierto; de manera que me hacía falta intentar
seriamente una vez en mi vida deshacerme de todas las opiniones a las que hasta entonces había dado
crédito, y comenzar todo de nuevo desde sus fundamentos, si quería establecer algo firme y constante
en las ciencias.1

Y continua en el siguiente párrafo: “Ahora, pues, cuando mi espíritu se halla libre de toda
preocupación, y habiéndome procurado un seguro reposo en una soledad apacible, me
aplicaré seriamente y con libertad a destruir de manera general todas mis antiguas
opiniones”2. Son los primeros dos párrafos de las meditaciones metafísicas y Descartes ya
pretende poner en cuestión todo aquello sobre lo que piensa tener certeza. No obstante, el
examen asistemático de las creencias se le presentaba como imposible y por esto mismo era
necesario desarrollar un método que le permitiese derribar sus creencias de manera más
general, sin detenerse en cada una de éstas.
La solución que encuentra Descartes consiste en dudar de los principios de las certezas que
tiene, de sus cuestiones más generales: “Y para ello no es necesario que las examine a cada
una en particular, lo que sería un trabajo infinito, sino que, dado que la ruina de los
fundamentos arrastra consigo necesariamente el resto del edificio, atacaré en primer lugar
los principios sobre los cuales se apoyaban todas mis viejas opiniones”3.

1
DESCARTES, Rene. Meditaciones metafísicas. En: Descartes II. Madrid: Gredos. 2011. Pp. 13.
2
Ídem.
3
Ibid. PP 14.
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Los principios acerca de los cuales duda son los principios del conocimiento. Todo lo que
un hombre puede llegar a saber, tuvo que ser aprendido en algún momento,
indubitablemente. A Descartes le importaría saber cómo aprendió aquello que sabe. Para
poder dudar acerca de los principios del conocimiento, primero tuvo que definir de dónde
proviene tal conocimiento. La primera fuente del conocimiento que encontró fue la
sensualidad, la certeza sensible y la segunda, el entendimiento.
La primera meditación de las meditaciones metafísicas consiste en adoptar una postura
escéptica ante las fuentes del conocimiento para demostrar la falibilidad tanto de los
sentidos como del alma, para ello utilizó dos imágenes: el argumento del sueño y el genio
maligno. El argumento del sueño le permitió mostrar cómo es poco sensato fiarse de los
sentidos, puesto que estos engañan al hombre; cuando alguien sueña, es poco factible que
se pueda diferenciar entre la vigilia y el sueño. La figura del genio maligno atenta contra la
facultad intelectiva, dicho de otra forma, la figura del genio consiste en invertir los valores
de verdad. Lo que uno pudiese considerar como una verdad indudable, ahora aparece como
falso, puesto que existe una entidad que hace conocer incorrectamente la realidad.
Lo primero que salta a la vista es que Rene Descartes ya no piensa que entre el individuo y
la realidad hay un vínculo directo, sino una representación. Los sentidos nos engañan, nos
hacen pensar que las cosas son de una manera mientras que la realidad puede ser de otra –
totalmente- distinta. El conocimiento que viene de los sentidos no puede ser, por tanto,
confiable; no puede ser un criterio –según el autor- de verdad; las percepciones sensibles
pueden estar abismadas de la realidad concreta. Por otro lado, el intelecto queda igualmente
vulnerado, las certezas que bien podría adquirir, son reducidas a nada al suponer que la
manera en que conoce está de antemano errada.
Al terminar la primera meditación Descartes ha negado al individuo toda facultad para
conocer la realidad. Los sentidos son incapaces de conocer el mundo, el mundo externo es
una entidad impenetrable para el hombre, las nociones más generales que se pueden tener,
como las de la aritmética pueden estar equivocadas de igual manera. Sin embargo,
Descartes no pretende reducir el conocimiento humano a la nada, al contrario, utiliza el
escepticismo para depurar la manera en que el hombre conoce. Hay un escepticismo
constructivo en Descartes y consiste en los siguientes puntos:
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- No admitir como verdadero cosa alguna que no se sepa con certeza que lo es
- Dividir cada una de las dificultades en sus partes
- Conducir ordenadamente los pensamientos
- examinar todo íntegramente.

Todo esto para poder conocer con certeza la realidad. Este conocimiento en Descartes se da
a través de la duda, dudar de todo hasta encontrar un punto del que no se pueda dudar, para
poder construir un sistema de interpretación. Mediante estas reglas, el filósofo francés
procurará la recta forma de conocer las dos dimensiones de la realidad: sustancia extensa y
sustancia pensante.
Para hacer más claro el aporte de Descartes en la transformación de la filosofía natural a
ciencia, nos remitiremos a el mundo o el tratado de la luz puesto que éste ofrece un mejor
panorama para aseverar que Descartes sostenía que se podía conocer el mundo externo,
para retomar en el último apartado la discusión de las meditaciones metafísicas.

Res extensa

No se abordará en este apartado el tema más tratado de Descartes, la res cogitans, sino su
res extensa y asimismo, los preceptos metafísicos que lo llevan a conformar una base
ontológica del mundo4.
Para comprender la necesidad del mundo cartesiano es importante traer a cuenta lo que se
mencionó (aunque sólo periféricamente) sobre la trasformación de los saberes en el
renacimiento; tomaron fuerza, entre otras cosas, la preeminencia del hombre ante el mundo,
el método experimental, el animismo, y una serie de disciplinas que posteriormente serían
nombradas pseudo-ciencias: alquimia, magia, astrología. De esta misma forma, se pusieron
en duda -en el renacimiento- opiniones que habían alcanzado el estatuto de Verdad, hubo
una fuerte crítica al Aristotelismo, sobre todo a la concepción del mundo (aristotélica –
ptolemaica) que se sostenía en dicha época; los principales críticos de estas nociones fueron
Nicolás Copérnico y Galileo Galilei. Rene Descartes fue un heredero de este escepticismo

4
Entiéndase presupuesto metafísico como precepto no-comprobable, pero que debe ser aceptado para
construir sobre éste una teoría. Ej. La existencia de dios, el mundo como una totalidad, o bien, el mundo
como un ordenamiento, la existencia de patrones de regularidad en la naturaleza. Sobre estos presupuestos
metafísicos se construyen las teorías ontológicas, que permiten comprobar y predecir fenómenos, y a su
vez, nos permiten comprender el mundo.
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ante las grandes verdades del mundo, y por tanto, se atrevió a construir un modelo,
parasitado por la matemática, que le permitió interpretar la realidad de forma más racional,
y por consiguiente, precisa.
El mundo o tratado de la luz fue publicado en 1660, sin embargo, la obra fue escrita antes
de 1630, fecha que se apareja con la condena de Galilei. Es evidente el por qué no fue
publicada en el momento de su nacimiento.
Descartes, a lo largo del tratado, criticará, por lo menos periféricamente, gran parte de las
verdades que configuraban su tiempo.
El tratado empieza de la siguiente manera:

La primera cosa que quiero advertir es que puede haber diferencia


entre la sensación que tenemos de ella, esto es, la idea que se forma
en nuestra imaginación por mediación de nuestros ojos , y lo que está
en los objetos que producen en nosotros esta sensación […] Porque
aunque cada uno se convenza comúnmente de que las ideas que
tenemos en el pensamiento son totalmente semejantes a los objetos de
los cuales proceden, no veo en absoluto razón alguna que nos asegure
que esto sea así, sino que, por el contrario, advierto muchas
experiencias que nos debieran hacer dudar de ello. 5

El conocimiento del mundo y el mundo, son distintos, el mundo material es uno, y las ideas
que nosotros tenemos de éste son otro, sin embargo, parece que la pretensión de Descartes
no es separar lo material y lo pensado como en las meditaciones metafísicas, sino que este
argumento es utilizado para mostrar la falibilidad de los sentidos, y a su vez, le permite
proponer un nuevo método para aproximarnos a la realidad. No obstante, parece que para
Descartes, toda sensación es producto del choque entre cuerpos, entre un objeto material y
el cuerpo humano. El impacto de un cuerpo contra nuestras sensaciones sería el primer
momento de cualquier idea sobre el mundo. El hombre, físicamente, está determinado por
las leyes que serán explicitadas en el desarrollo de este apartado, pero antes de eso, apremia
aclarar la relación que existe entre los cuerpos en general.
Al ser la sensación, o bien, las representaciones que se forman en la mente como resultado

5
DESCARTES, Rene. El Mundo o Tratado de la Luz. UNAM: México. 1986. PP. 49. 405 – 5-10
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del contacto con el mundo externo, falibles, se hace menester el construir un modelo de
interpretación del mundo que posibilite dirimir los problemas que se desprenden de la
sensibilidad. Aquél que fuese enseñado por los Jesuitas, encuentra – gracias a la crítica de
los saberes aristotélicos- parámetros para pensar el mundo de otra manera. Esta manera de
ver el mundo consiste en extraer de la materia toda percepción humana, es decir, quitar del
mundo aquello que el hombre pone en él, tal como: color, figura, sabor, olor, etc.

Cuando quema la madera o cualquier materia semejante, podemos ver a simple


vista que remueve las pequeñas partes de esta madera y las separa una de otra,
transformando así las más sutiles en fuego, aire y humo, y dejando las más toscas
como cenizas. Que, en esa madera otro imagine, si quiere, la forma del fuego, la
cualidad del calor y la acción que la quema, como cosas totalmente diversas, yo, que
temo equivocarme si supongo en ello alguna cosa más de lo que veo que
necesariamente debe ser, me contento con concebir en ella el movimiento de sus
partes.6

La física Aristotélica es la condición de posibilidad de la crítica cartesiana, pues gracias a


los conceptos de forma, cualidad y acción, Descartes puede desarrollar un sistema físico,
desechando éstos y proponiendo otros, a saber: materia, tamaño y movimiento.
La relación entre los cuerpos es siempre bajo estas categorías, hay cuerpos grandes, y
cuerpos pequeños, velocidades altas y bajas, todo fenómeno material puede ser explicado
con base en este aparato conceptual. La materia, es por tanto, la concatenación de múltiples
partes en movimiento, con velocidades disimiles.
Esta relación entre los cuerpos, atenta de otra manera en contra de la metafísica aristotélica,
pues los cuerpos ya no pueden ser interpretados como sustancias cerradas en sí mismas, la
identidad de los objetos particulares se borra, para afirmar que existe una sustancia única
(materia o extensión) y que todos los cuerpos que conocemos, no son más que la
interacción de partes de esa misma sustancia, únicamente diferenciada por sus tamaños y
sus velocidades. Esta sustancia al ser suficiente en sí misma, será nombrada
(posteriormente) res extensa.
6
Ibid. PP. 53 (408 – 409, 10 – 15)
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No me detengo a buscar la causa de sus movimientos, porque me basta pensar que


han comenzado a moverse tan pronto como el mundo comenzó a existir. Y asentado
esto encuentro, a través de mis razonamientos, que es imposible que sus
movimientos cesen jamás, e incluso cambien algo más que de sujeto. Es decir, que
la virtud o potencia de moverse a sí mismo, que se encuentra en un cuerpo, puede
muy bien pasar, todo o en parte, a otro, y así no estar ya en el primero, pero que no
puede dejar de estar del todo en el mundo.7

Descartes, configura un nuevo tipo de sustancia que le permite interpretar el mundo de


forma causal y mecánica, todo lo que acontece en la sustancia extensa puede ser explicado
mediante la matematización del movimiento de la materia, se hace posible predecir y
explicar el mundo, sin necesidad de recurrir a un mundo animado o volitivo.
La sustancia es sustancia por ser una totalidad cerrada que se da sentido a sí misma, es
decir, no necesita ningún elemento externo para funcionar tal cual funciona o para ser
concebida. En este punto, la diferencia entre epistemología y ontología, como se verá en el
desarrollo de la modernidad, se va haciendo evanescente hasta desaparecer, Descartes
propone una sustancia extensa para conocer el mundo tal cual es, o dicho de otro modo,
formula una herramienta epistémica que nos permite conocer ontológicamente el mundo.
Ahora bien, para que esta sustancia funcione, el filósofo debe proponer la inexistencia del
vacío, y el movimiento circular:

A lo cual tendría dificultad en contestar si no hubiera reconocido por diversas


experiencias que todos los movimientos que se dan en el mundo son de algún modo
circulares, es decir, que cuando un cuerpo deja su lugar, entra siempre en el de otro,
y éste en el de otro, y así se sigue hasta el último que ocupa en el mismo instante el
lugar desalojado por el primero; de suerte que no hay vacío entre ellos, se muevan o
estén inmóviles.8

La concepción física de Descartes puede reducirse a tres leyes de la naturaleza:


- Toda partícula se moverá en la dirección y con la fuerza que tiene a menos que otra
partícula modifique su movimiento

7
Ibid. PP. 57. (412, 15 – 20).
8
Ibid. PP. 65. ( 418 – 419, 5 – 10)
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- El movimiento ganado por una partícula, es perdido por otra


- Toda partícula tiende al movimiento rectilíneo.
Este sistema y sus leyes, tienen como resultado el surgimiento de un nuevo concepto que ha
permeado todos los niveles del saber: Naturaleza, entidad autónoma y que actúa siempre de
la misma forma.
Metodológicamente, Descartes parte del Sujeto que percibe para explicar la realidad. Desde
ese momento, se presenta un error insalvable, la idea que se tiene del mundo discrepa del
mundo real, el mundo real actúa bajo sus propias normas, tiene un ordenamiento. Ahora,
hay dos entidades que tienen una naturaleza distinta: el pensamiento y la extensión. ¿Cómo
puede el ser humano conocer el mundo material? Pues bien, como ya se explicó,
extrayendo todas las cualidades percibidas por el sujeto y remitiéndose solamente al
movimiento de la materia. El individuo conoce la naturaleza en tanto conoce sus leyes, pero
aquí aparece el verdadero problema, pues las leyes del universo le son dadas desde el
exterior, desde Dios. Dios es el motor que crea, sin intervenir posteriormente en la
naturaleza y lo humano, empero, la idea de Dios se desprende de la existencia del
pensamiento. El pensamiento conoce a Dios gracias al proceso de reflexión sobre sí mismo,
es decir, para darle un sentido a la existencia de lo material, e incluso a sí mismo, debe
recurrir a un elemento que rebase dichas existencias. El hombre conoce el mundo por los
principios de la extensión, pero nada le asegura que estos principios sean universales o
verdaderos, entonces, debe confiar en la existencia de Dios, que ha dispuesto un orden en la
extensión. Siendo así, del pensamiento se desprende la existencia de éste [Dios], y de la
existencia de éste, se configura la certeza que nosotros podemos tener del mundo:

Pues Dios ha establecido tan maravillosamente estas leyes, que aunque supongamos
que él no cree nada más de lo que he dicho, e incluso que no ponga en esto ningún
orden ni proporción, sino que componga con esto un caos, el más confuso y
embrollado que los poetas puedan describir; ellas [las leyes] son suficientes para
hacer que las partes de este caos se desembrollen por sí mismas y se dispongan en
tan buen orden que tendrán la forma de un mundo muy perfecto, y en el cual
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podremos ver no solamente la luz sino también todas las otras cosas tanto generales
como particulares que aparecen en este verdadero mundo.9

Se ha mencionado ya el error metodológico de Descartes, sin embargo, hay también


problemas metafísicos, como le es la preeminencia de la entidad del pensamiento ante la
entidad física, y de eso se hablará en el próximo apartado.

Res Cogitans

El Yo es la única instancia de la que no puede dudar un individuo. Una reflexión


Por consiguiente, Descartes se opone al conocimiento empírico. Nada de lo obtenido por
medio de la percepción es realmente verificable.
Si existe un objeto ontológico y un sujeto epistémico, y el objeto ontológico posee una
estructura propia, que permanece y que lo hace ser tal cual es, y el sujeto epistémico tiene
la capacidad de conocer, de pensarse, ¿Qué impide que el sujeto conozca la cosa en sí
misma?
El problema recae en el presuponer la división entre el individuo y el mundo que lo rodea,
como se verá más adelante.
Descartes sabe que cualquier forma, cualquier representación que el sujeto se haga,
proviene de las formas que tiene el mundo exterior, los sueños, incluso, versan sobre la
experiencia del individuo. O bien, los pintores que con su creatividad desbordan nuevas
formas, están inspirados en última instancia en su realidad inmediata.
La fragmentación de la realidad se hace presente en Descartes, es él, el padre del
racionalismo, movimiento que rechaza el carácter contingente de la realidad. En el
pensamiento del autor galo preexiste un orden natural, y el hombre al insertarse en el
mundo tiende a conocerlo; este error ha permeado la investigación científica en occidente
desde hace bastantes siglos. Este pensamiento desemboca en la postulación de la
posibilidad de la inversión de los valores de verdad en la epistemología cartesiana; pues se
da cuenta que nada puede ofrecerle una prueba contundente de que algo sea verdad, pero, al
mismo tiempo, intenta resolver este problema desde el marco del conflicto mismo.
Se esfuerza en dar una solución desde un tipo de pensamiento que se piensa a sí mismo: si
lo que me ofrecen mis sentidos puede engañarme, si todo aquello que me rodea es filtrado
9
Op. Cit . PP. 79 – 80. ( 431 – 432, 20 – 25; 433, 5)
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por mí, pero en este proceso de introyección los componentes de los entes devienen otra
cosa, o bien, si lo que puedo conocer mediante la deducción, por medio del ejercicio del
pensamiento puro que erradica los momentos de la cosa que son subjetivos, como el color,
el olor, el sabor, su forma inmediata y se enfoca, solamente en su aspecto medible,
comprobable e inmutable, se invierten y todo lo que pensaba que era real resulta ser su
opuesto, si se invierten los valores de verdad de lo que aparecía como real, debo de
encontrar un aspecto indubitable dentro de la misma realidad que me permita comprender
que hay un punto sobre el cual puede edificarse el conocimiento:

Me he persuadido, empero, de que no había absolutamente en el mundo, de que no había cielo, ni


tierra, ni espíritus, ni cuerpo alguno; pero entonces ¿no me he persuadido también de que yo no era?
Ciertamente no; sin duda que yo era, si me he persuadido, o sólo si yo he pensado algo. Sin embargo,
aún no sé qué engañador muy poderoso y muy astuto que emplea toda su destreza en engañarme.
Pero entonces no hay duda de que soy, si me engaña; si me engaña y que me engañe cuanto quiera, el
no podrá nunca hacer que yo no sea nada mientras que yo piense ser algo. […] yo soy, yo existo, es
10
necesariamente verdadera cada vez que la pronuncie, o que la conciba en mi espíritu.

El sujeto, por tanto, sólo existe en cuanto se piensa a sí mismo como algo que existe.
No es en vano que las meditaciones metafísicas estén escritas en primera persona. Están
escritas de esa manera con un propósito, y es la del enaltecimiento del yo. El argumento de
este texto no funciona si se intenta transcribir a tercera persona, pues la realidad es
subjetiva y privada. Descartes le da una fuerza descomunal a la individualidad. Si bien,
postulando la capacidad cognoscitiva en un sujeto, en el yo, Descartes logra uno de sus
cometidos: arremeter contra el animismo, regresas al Yo, el alma, pero en el camino
compromete la realidad misma, la capacidad del individuo de conocer a la realidad en sí y
por sí misma. Quitó un velo de los ojos del hombre para poner otro, que con el paso del
tiempo se ha convertido en uno de los mayores problemas de la ciencia actual. El intento de
Descartes por devolver el alma al hombre produjo la polarización entre el sujeto y el objeto.
Como el sujeto recibe señales del mundo exterior, pero no puedo conocerlo en sí mismo,
necesariamente, el mundo externo se convierte en una mera representación del Yo. El
conocimiento ahora es privado y subjetivo. Todo lo percibido es dudado, tanto el mundo
externo como las otras personalidades. El mundo pierde su carácter objetivo, convirtiéndolo

10
Ibíd. pp. 19. SS 1.
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en una mera representación, y el Otro (humano o animal) queda anulado, cosificado.


Uno de los mayores problemas que se originan de la teoría causal de la percepción es la
subsunción de toda alteridad al Yo.
Hemos visto como el planteamiento cartesiano trae graves consecuencias, tanto
epistemológicas y ontológicas, como éticas.
El mundo se divide, deja de ser sólo un mundo, ahora son dos: El mundo real y la
representación que se tiene de ese mundo. El mundo puede ser conocido en tanto que a él se
aplica el método deductivo, como se explicó en el apartado anterior; el conocimiento del
mundo –En Descartes- depende ontológicamente de la existencia de la razón.
La consecuencia más grave de este pensamiento es separar, o bien, contraponer al sujeto del
objeto, subsumiendo el objeto siempre al sujeto.
Asimismo, lo que da sentido a la realidad es la posibilidad de ser pensada por un sujeto y
no sus valores intrínsecos.

Supongo entonces que todas las cosas que veo son falsas; me persuado de que, de todo lo que mi
memoria repleta de mentiras me representa, nada ha sido jamás; pienso que no tengo sentidos; creo
que el cuerpo, la figura, la extensión, el movimiento y el lugar no son más que ficciones de mi
espíritu. ¿Qué será entonces lo que podrá ser considerado verdadero? Tal vez únicamente que en el
mundo no hay nada cierto. 11

Y también:

Si la noción o el conocimiento de la cera parece ser mucho más nítido y más distinto después que ella
ha sido descubierta no sólo por la vista y el tacto, sino además por muchas otras causas, con cuanta
más evidencia, distinción y nitidez debo yo conocerme a mí mismo […] he aquí que he vuelto a
donde quería; porque como ahora para mí ya es conocido que, hablando con propiedad, no
concebimos los cuerpos sino por la facultad de conocer que hay en nosotros, y no por la imaginación,
ni por los sentidos, y que no los conocemos porque los veamos o los toquemos, sino únicamente
porque los concebimos por el pensamiento.12

Queda claro, entonces que la realidad está determinada por el pensamiento, muy aparte de
lo que sea verdaderamente. Se consolidan los dos mundos, el mundo exterior y el mundo
pensando. Y bien, la función del mundo exterior parece servir, también, como una

11
Ibíd. pp. 18. SS 4.
12
Ibíd. pp. 25. SS 2 – 3.
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verificación de la existencia del yo. Dicho esto, podemos afirmar que en Descartes existe
una jerarquización ontológica, que subsume todo fenómeno a la percepción que el sujeto
(entendimiento subjetivo y privado) tenga de éste. Está concepción del universo, abre la
posibilidad de la relación brutal de dominio entre el hombre y la naturaleza.

Rene Descartes fue un hombre ambicioso, preocupado por el desarrollo de la ciencia y


comprometido con sus ideales, se insertó en un momento en el cual la concepción de la
realidad impedía comprender cómo funcionaba realmente la relación entre el individuo y su
entorno.

Se adscribe al movimiento deísta y funda la corriente epistemológica del racionalismo. De


ella se desprenden diversas relaciones. El Yo, es empoderado, dotado de la capacidad de
significar la realidad y construir un mundo en base a sus representaciones, y, a su vez, el
mundo pormenorizado, relegado a ser meramente un objeto del conocimiento. Descartes
polariza la conexión entre el sujeto y el objeto, siempre subsumiendo el entorno al
individuo.

Conclusión.
Descartes, alumno de Jesuitas, rebelde ante los dogmas de la iglesia, crítico del
conocimiento infundado, puede ser tomado –en términos de Kuhn- como un paradigma. Le
da un vuelco al escepticismo que le permite construir uno de los sistemas filosóficos más
complejos, además de sus avances en tantos otros campos. Así como puede considerársele
un paradigma, también puede ser considerado un acontecimiento, una reolución. No
obstante, la crítica que realizó Descartes al mundo pasado, quedaron obsoletas y empezaron
a ser problemáticas. A él le debemos en buena medida el desarrollo de la física moderna,
construyó la noción de naturaleza que aún hoy en día se utiliza. Un pensamiento, asimismo,
sumamente taquillero, no conozco a nadie que no se piense dentro de los márgenes del
mundo interno y mundo externo, llámese como quiera: alma/cuerpo, mente/ materia,
sujeto/ objeto.
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Bibliografía.

- DESCARTES, Rene. Meditaciones metafísicas. En: Descartes II. Madrid: Gredos. 2011.

- DESCARTES, Rene. El Mundo o Tratado de la Luz. UNAM: México. 1986.

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