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En este análisis llevado a cabo por Lasswell durante la Primera Guerra Mundial el
autor concluye que “la propaganda es uno de los instrumentos más poderosos del
mundo moderno”. Por lo tanto, los medios de comunicación se mostraron como
elementos centrales para la “gestión gubernamental de las opiniones” tanto de las
poblaciones aliadas como de las enemigas (Mattelart y Mattelart, 1997).
“Los ciudadanos tenían que odiar al enemigo, amar a su país, llevar al máximo su
compromiso con el esfuerzo bélico”. (De Fleur y Ball-Rokeach, 1989-1993: 213).
En esa tarea de movilizar sentimientos y lealtades, la propaganda jugó un papel
esencial. Los mensajes cuidadosamente diseñados y transmitidos a través de
noticieros emitidos en el cine, fotografías, películas, libros, posters o folletos
constituyeron el principal elemento para la persuasión de una opinión pública.
2.2 EL RESULTADO DE UNA GUERRA CON LOS MARCIANOS
Cantril (1940), en su trabajo The invasión from mars: Astudy in the Psychology of
Panic, realizado a partir de lo suscitado en la opinión pública por la historia de una
hipotética “invasión marciana” a nuestro planeta que fue relatada a través de la
radio. Esta investigación estaba guiada en dos preguntas ¿Por qué este programa
asusto a algunas personas, mientras que otros programas de índole fantástica no
lo consiguieron? ¿Por qué este programa asusto a algunos ciudadanos y a otros
no?
Este programa fue escuchado por alrededor de seis mil millones de personas. La
pregunta que les realizaban era: “cuando escucho el programa ¿creyó usted que
era una dramatización o una información real?, el 28% admitió haber aceptado la
transmisión como un noticiero, el 70% de los que creyeron que estaban
escuchando noticias se asustaron.
Otra causa de zozobra parecía provenir de lo que Cantril denomino clima general
de la época que reinaba en la sociedad estadounidense en aquellos momentos,
caracterizado no solo por una prolongada inquietud económica, sino también por
la experiencia de una guerra que había dejado a muchas personas en un estado
de aturdimiento y con el temor de que ocurriera una nueva guerra.
1. Las actitudes
2. La selectividad de las funciones cognitivas.
A los que se suma un tercer factor de relevancia:
3. El peso de los grupos sociales.
Una actitud puede definirse como una tendencia psicológica que se expresa en
una evaluación que una persona realiza, con algún grado de positividad o de
negatividad, de algún objeto o entidad particular (Eagly y Chaiken, 1993).
La información no es recibida por individuos psicológicamente aislados, sino por
personas que forman parte de grupos sociales y comunidades más amplias, que
comparten ciertas cosmovisiones y formas de ver la vida, es decir, que muchas
veces la información recibida impactara en el individuo según la forma en que sea
interpretada y valorada por los grupos sociales –familia, amigos, compañeros de
trabajo- a los que pertenece. Esas personas, además, deben ser comprendidas a
su vez no solo como receptores sino también como potencialmente emisoras de
influencia y de significados sociales y políticos.
La exposición selectiva, la atención selectiva, la percepción selectiva, la memoria
selectiva y la acción selectiva (De Fleur y Ball Rokeach, 1989). Como regla
general, la selectividad de las funciones cognitivas sugiere que las personas
atienden o se exponen solo a aquella información que resulta consistente con sus
creencias y puntos de vista anteriores.
La exposición selectiva puede definirse como la tendencia de la audiencia a
exponerse a la información más a fin a las actitudes que sostiene y a evitar los
mensajes que le resulten disonantes e incongruentes con ellas. La percepción
selectiva se encuentra emparentada con todos aquellos procesos que inciden en
la transformación y el modelamiento del significado del mensaje que se ha recibido
de modo acorde con las actitudes y los valores de quien lo recibe. La memoria
selectiva alude a la tendencia a memorizar aquellos aspectos de los mensajes que
resultan coherentes con las propias opiniones y actitudes.
En síntesis, las predisposiciones, actitudes o creencias previas de las personas,
los grupos sociales a los que pertenecen y la selectividad de las funciones
cognitivas, se comprenden como factores moderadores y moduladores de la
nueva información entrante. Desde esta perspectiva, lo que se afirma, entonces,
es que los medios no harían mucho más que reforzar las actitudes ya existentes.
La tesis de los “efectos mínimos” o “efectos limitados”, sostiene entonces que los
medios ejercerían una pobre o casi nula incidencia sobre los comportamientos y
que, en el mejor de los casos, se limitarían a reforzar las actitudes y posiciones
previas de cada individuo vía la atención y exposición selectivas.