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PONTIFICIO SEMINARIO

PALAFOXIANO ANGELOPOLITANO
ESCUELA DE TEOLOGÍA

LA INICIACIÓN CRISTIANA
DE LOS ADULTOS

Observaciones previas

Alumno: Arcangel R. Mendoza R.

Cátedra: Liturgia de los Sacramentos: Bautismo y Confirmación


Profesor. Pbro. Lic. Jacinto G. Cruz

Febrero de 2019
LA INICIACIÓN CRISTIANA DE LOS ADULTOS

Referencia bibliográfica:

Autor: Conferencia del Episcopado Mexicano.


Título: Ritual de Iniciación Cristiana de Adultos.
Lugar de Edición: México
Editorial: Obra Nacional de la Buena Prensa, A.C.
Fecha de Edición: Séptima edición, diciembre de 2012
ISBN: 968-7693-09-6
Observaciones previas (NN 1-67)

El proceso de la iniciación cristiana de los adultos es un camino mediante el cual,


los candidatos que, habiendo oído el anuncio del misterio de Cristo y bajo la acción
del Espíritu Santo que les abre el corazón, consciente y libremente buscan al Dios
vivo y emprenden el camino de la fe y la conversión. De tal modo, que todo este
itinerario está marcado por la compañía de la Iglesia que ayuda a los catecúmenos en
su preparación. Es así, como el Concilio Vaticano II, después de haber atendido a la
escucha de la realidad pastoral, mandó restablecerlo y revisarlo según las
costumbres y necesidades de cada lugar, a fin de orientar la iniciación, no solo con
los ritos de la celebración de los sacramentos, sino también la preparación para la
recepción fructuosa de los sacramentos a su debido tiempo. Estas primeras
orientaciones generales (nn. 1-67) se presentan en seis enunciados que iremos
comentando progresivamente.

En primer momento, se nos menciona la estructura de la iniciación de los


adultos, que tiene lugar cuando al llegar a su conversión inicial, el candidato quiere
ser cristiano y es recibido por la Iglesia como catecúmeno; o cuando, madurada ya la
fe y casi terminado el catecumenado, el candidato es admitido a una preparación
más intensa de los sacramentos; o bien, cuando concluida la preparación espiritual,
el candidato recibe los sacramentos con los que comienza a ser cristiano. Este
espacio de instrucción y maduración, a la vez es preparado por la evangelización, la
catequesis, la iluminación y la mistagogia. De tal modo que esto constituye en parte,
el proceso del conocimiento de Cristo y su Misterio Pascual.

El pre-catecumenado, el catecumenado y la iluminación o purificación, que


anteceden a la celebración de los sacramentos, constituyen la oportunidad en la que
la Iglesia llega al corazón de los candidatos haciendo resonar en ellos la fuerza del
Evangelio, de modo que a través de un proceso catequético se les prepara para
conocer la doctrina de la Iglesia y para estar dispuestos a reconocer y recibir a Dios
que obra en la propia vida a través de la gracia sacramental, quedando así dispuestos
para la celebración propia de los sacramentos de iniciación.

De manera particular, durante el catecumenado, póngase de manifiesto que en


esta etapa la Iglesia acoge, con amor y solicitud a los catecúmenos, que por estar
unidos a ella, son ya de la casta de Cristo. La Iglesia los alimenta con la palabra de
Dios y los ayuda con los auxilios de la liturgia. Este tiempo para la maduración
suficiente de la fe inicial llega a alcanzar su objetivo por diversos medios,
particularmente a través de la catequesis, la práctica de la vida cristiana, las
acciones litúrgicas especiales, por medio de las cuales la Madre Iglesia ayuda a los
catecúmenos, y por el testimonio de vida y la profesión de su fe.

Por lo que se refiere a la celebración de los sacramentos, se insiste en la unidad


teológica, significativa y celebrativa de estos tres, preferiblemente en la Vigilia
Pascual de la resurrección del Señor. Se señalan algunas indicaciones litúrgicas, con
la intención de que el bautismo y la confirmación signifiquen para el candidato y la
asamblea, la acción del Espíritu Santo en la vida de quien se acerca a participar de la
vida de Cristo a través de los sacramentos. Este momento celebrativo termina con la
participación de los neófitos en el banquete eucarístico, signo de la integración plena
en el seno de la comunidad cristiana.

Posteriormente, sucede, durante el tiempo pascual, la mistagogia, es decir, la


comunidad, junto con los neófitos, progresa en una más profunda comprensión del
Misterio Pascual y en una traducción a la práctica vital, por la meditación del
Evangelio, la participación en la Eucaristía y el ejercicio de la caridad.

En cuanto los ministerios y oficios, la iniciación cristiana acontece


propiciamente para que en la Iglesia florezcan y funcionen los ministerios que
integran y edifican el Cuerpo de Cristo. En este camino de preparación y
celebración, a lo largo de las catequesis, los “escrutinios”, las “entregas”, la
celebración y la vivencia, el ritual nos señala el momento específico para la
participación del obispo, el presbítero, diácono, catequistas, padrinos y toda la
comunidad que recibe a sus nuevos integrantes.

Así mismo, se señala la unidad de los ministerios en torno a la unidad de los


sacramentos, por ejemplo, si el presbítero bautiza a un adulto o un niño en edad
catequística, en ausencia del obispo debe también confirmarlos. También se alude a
la conveniente participación de los diáconos en este proceso, de acuerdo a como esté
establecido. En no menor importancia, la designación y participación de los
catequistas es de gran valor para el progreso de los catecúmenos y de la comunidad,
de modo que estos también tomarán parta activa en las celebraciones.

En referencia al tiempo y lugar de la iniciación, se señala el deber que tienen los


pastores de distribuir el curso de la iniciación de modo que concuerde con el tiempo
ya sugerido por la Iglesia, por tanto, se precisan dos modos: el tiempo normal o
acostumbrado, en el que debe cuidarse que no sea un tiempo prematuro, que se
pueda adecuar según el número de los aspirantes a fin de llevar un ritmo conveniente
en la catequesis y las celebraciones litúrgicas. Hay además unas fechas fijas, que no
son estrictamente obligatorias, pero sí oportunas, para celebrar los pasos previos a la
recepción de los sacramentos, tales como la inscripción del nombre, los escrutinios,
y la entrega: del símbolo de la fe y de la oración dominical.

También se considera válido un tiempo extraordinario, que puede ser fuera de la


cuaresma, como lo es el tiempo acostumbrado, y que se recomienda sea durante la
pascua, procurando adecuarse a los lapsos que se comprenden en la forma ordinaria,
y que la celebración de pasos previos, y de los mismos sacramentos, preferiblemente
sea en domingo, con la participación de la comunidad cristiana. Se trata pues, de
ayudar a comprender a los iniciados el más profundo sentido del Misterio Pascual de
Cristo se que actualiza en la comunidad cristiana.

En cuanto al lugar de la iniciación, en ambos tiempos, es conveniente que se


tengan en cuenta las necesidades de la comunidad cristiana, de las más pequeñas o
de los lugares que son territorios de misión. Es decir, hágase siempre en el lugar más
conveniente.

Finalmente, en este apartado de observaciones previas nos encontramos tres


breves enunciados sobre las competencias de adaptación que corresponden a las
diversas autoridades, tales como adaptaciones que corresponden a las
conferencias episcopales, determinaciones que corresponden al obispo y,
acomodaciones que corresponden al ministro. Todas regulan actitudes y
parámetros convenientes para que la iniciación cristiana pueda darse del mejor
modo según las circunstancias de la región, que según los criterios pastorales, la
celebración se pueda acomodar a la situación de los candidatos y de los
participantes, y que se ponga de manifiesto que la comunidad cristiana crece desde
la vida del Evangelio. Sobre todo, se destaca la tarea de promover el catecumenado,
particularmente los obispos, en la iglesia que les haya sido encomendada.

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