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ENSAYO

EL ENVIDIOSO

Por
Leyder Lasprilla Barreto

7/3/2019
Leyder Lasprilla Barreto

“Solo al árbol

que tiene frutos se le

arrojan piedras”.

Proverbio árabe

“La envidia es al mérito

lo que la cobardía al valor”

Ignacio Manuel Altamirano

“La envidia es el gusano

roedor del mérito y de

la gloria”.

Francis Bacon

“En cuanto nace la virtud,

nace contra ella la envidia, y antes

perderá el cuerpo su sombra que la

virtud su envidia”.

Leonardo da Vinci

“La envidia, el más mezquino de

los vicios, se arrastra por

el suelo como una

serpiente”.

Ovidio

2
Leyder Lasprilla Barreto

Introducción

La palabra envidia deriva del latin invidia, que significa mal de ojo; a su vez, del verbo invidere, que
significa ver negativamente. La envidia es un pecado capital según San Gregorio Magno y, como tal,
impide la redención del pecador, además de que engendra karmas monstruosos, como nos dice la
cultura oriental (lo que siembras, cosechas). Se define como el vicio de sentirse perturbado con los
logros (materiales o no) y el bienestar del otro con el intenso deseo de que este último pierda todo lo
que tiene y, una vez lo pierda, sentir disfrute1 (aunque lo que más perturba al envidioso es el estado
de satisfacción interna de su envidiado, como muy bien lo sabía Dante Alighieri).

La envidia no se satisface con la obtención de los privilegios que la otredad posee, como sucede con
la codicia2. La envidia merma cuando el prójimo termina destruido moral y/o materialmente. Es un
vicio abominable que tiñe el corazón de la mayoría de los habitantes del globo terráqueo y ha destruido
vidas en todas las épocas3. La envidia es el máximo grado de inferioridad afectiva que pueda una
persona tener; es la mejor expresión de lo que significa tener mortina y cadaverina en el corazón; es
un fenómeno psicológico supremamente sucio. Donde hay envidia Dios está ausente y el diablo ni
se acerca, pues ella está más allá de sus capacidades de maldad. La envidia es necrosis de la psique
con máximo nivel de entropía. Es el escombro de la moral4.

El presente ensayo tiene como finalidad definir, explicar y ejemplificar la condición del ser envidioso
con el fin de facilitar la infraestructura conceptual que permita a las personas víctimas de este
asqueroso mal (que no respeta edad, clase social, nivel académico, condición familiar, amistad, etc.)
identificar a quienes lo llevan en su corazón y puedan tomar medidas preventivas ante los mismos, ya
que lo que no se conoce no se puede evitar y como los envidiosos no van a desaparecer de este planeta,

1
La crueldad es el disfrute por el dolor ajeno. La envidia encierra crueldad.
2
Codicia deriva del latín cupiditia, sustantivo correlativo del adjetivo cupidus; a su vez, del verbo cupire, que significa
desear vehementemente. La codicia es el vicio de desear intensamente lo que otro tiene y desaparece cuando se llega a
tenerlo, sin desear que el otro pierda lo que tiene. Hasta cierto punto y bajo especiales condiciones puede llegar a ser
positivo en tanto que estimula al sujeto que lo padece a salir de la zona de confort para incrementar su calidad de vida.
La codicia es un componente de la envidia, pero no viceversa.
3
Caín mató a Abel por envida. Nabucodonossor metió a Daniel en el pozo de los leones por envidia. Jesús fue torturado
y asesinado por los judíos poderosos de la época, carcomidos por la envidia (no por casualidad, para infravalorarlo, le
llamaban el hijo del carpintero). José fue abandonado en un poso por sus hermanos y luego vendido como esclavo,
también por envidia. Tesla fue anulado por la envidia de Edison… Y cientos de casos más se pueden seguir citando.
Obviamente, los envidiosos no reconocerán públicamente sus malévolas intenciones detrás de sus destructivos actos,
por ello siempre tendrán a la mano una racionalización (como se dice en psicoanálisis) de sus procederes.
4
De acuerdo con Jorge Duque Linares, la envidia es el peor mal que azota el corazón del hombre.
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todo el que desee triunfar debe preparase para enfrentar esta plaga. La encontrará en su familia, en su
barrio, en sus amistades (de nueva y vieja data), en sus colegas, en sus profesores, en sus compañeros
de colegio, en fin, en todas partes.

Post scriptum… Soy consciente de que este ensayo será leído por muchos envidiosos que, al verse
descubiertos, despotricarán del mismo e, incluso, del escritor, con el fin de quitarles credibilidad. Esta
es la mejor prueba para el autor -y para los que disfruten este escrito- de su podredumbre interna. Solo
un envidioso se ofende ante un escrito sobre la envidia de la misma forma en la que nada ofende
más a un mentiroso que el hecho de que lo llamen como tal.

Desarrollo

Todas las grandes almas que han pasado por este mundo y han predicado la realización ultérrima del
hombre, que es Dios, han expresado incansablemente que el amor, la generosidad, la colaboración, el
altruismo, la benevolencia, etc., son ingredientes clave para que la paz en el mundo sea posible y la
espiritualidad se desarrolle. No es posible, como muy bien sabía y repetía Paramahansa Yoganada,
llegar a amar a Dios mientras se albergan impurezas en el corazón en contra de otro ser vivo. Sin
embargo, el envidioso, a quien en el fondo de su ser (más allá de sus fachadas) le importa un bledo la
paz del mundo y la realización de Dios (aunque se muestre interesado), pasa por alto estos criterios y
es capaz de asistir a iglesias o a cualquier otro centro donde se predique espiritualidad maldiciendo el
logro ajeno. Es un ser tan retorcido que, mientras lleva a cabo el ritual evangélico o yóguico, por
ejemplo, el escozor mental lo mata en virtud de las buenas nuevas que ha recibido de la vida de un
semejante. Tiene su psique escatologizada (y no precisamente por su comunión con Dios).

El envidioso aborrece el bienestar ajeno; odia la evolucion del prójimo; repudia el retroprogreso
ajeno; se conturba hasta el tuétano cuando un familiar, amigo, colega, compañero de estudios, alumno,
etc., muestra potencial para la prosperidad o materializa logros encomiables. Dicha prosperidad y
dichos logros le ofenden profundamente su nefasto orgullo, pues considera que nadie puede estar en
mejor condición que él. Por ello, el envidioso siempre busca defectos en el destinatario de su envidia
(caza errores de oficio) y los hace públicos (multiplicador profesional) y, en caso de no hallarlos,

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acude a la calumnia para dañar lo más que pueda a su víctima5. El envidioso una deyección
ambulante6.

Cuando el envidioso es padre, no apoya a sus hijos en sus proyectos si ve que pueden superarlo en
méritos7; cuando es profesor, prefiere guardar silencio y opacar la brillantez de sus mejores alumnos
de tal forma que termina por poner cuantas trabas existan para que ellos no le hagan sombra (como
diría Robert Green, el gurú de las leyes del poder); cuando es contratante, sin pensarlo dos veces, no
tiene en cuenta el curriculum vitae de su víctima para vincularlo laboralmente8 y, si ya está bajo
contrato, no lo deja avanzar (además de enturbiar su imagen); cuando es fisicoculturista, busca
imperfectos en el cuerpo de sus compañeros para “llenarse de razones” y no dar los méritos
pertinentes; cuando es prostituta, la envidiosa, puede llegar incluso a dañar la estética corporal de su
víctima porque no soporta verla más bonita y con más clientela; cuando es “amigo”, expresa un mal
porvenir y proyecta mala actitud para el negocio que ha decidido emprender un colega (con amigos
así, ¿para qué enemigos?).

Como la meta del envidioso es destruir mientras se corona rey, para él es importante estar al tanto
de la vida ajena, ya que así sabrá dónde hay peligro de ser superado y qué otro posee bienestar (algo
sumamente riesgoso para su negro sentir). No por casualidad el sujeto de marras, normalmente, es
chismoso, entrometido y/o intrigante. De esta forma, es común verlo averiguando con terceros la
biografía de sus vecinos (chismoso), investigando directamente con la fuente -las personas

5
Desde la óptica kantiana, la moral es un asunto de intenciones, no de acciones. Por lo tanto, una misma acción con dos
intenciones diferentes puede llevar a que la una sea considerada moral y la otra no (de la misma línea también fue el
maestro espiritual Paramahansa Yogananda). Esto lleva, muy fácilmente, a ver que el envidioso, así dé un abrazo y una
voz de aliento, es un inmoral de primera categoría, ya que lo que moviliza su actuar (o, como diría Kant, la máxima de
su actuar) no es un imperativo categórico (hacer el bien por el bien mismo), sino un imperativo hipotético asertórico
(utilizar los afectos para manipular y conseguir un retorcido beneficio). El envidioso no es incondicional con su gente; es
totalmente condicional.
6
Por eso también es frecuente verlo haciendo bromas (chanzas destructivas y, por lo tanto, antiéticas) con sus
semejantes. Esto le permite, luego de causar la herida, decir que estaba jugando.
7
Casos se han visto de padres que envidian los talentos de sus hijos (ver el caso de Michael Jackson, el rey del pop, con
su padre) y hacen todo lo que está a su alcance para frustrarlos e impedirles llegar lejos en la vida: los marginan
económicamente cuando estos todavía necesitan el apoyo económico, despotrican horriblemente de ellos con terceros,
les dañan la imagen ante los demás familiares y venden por todas partes la imagen de enajenados mentales (locos) de
sus vástagos.
8
Hubo un caso, en una universidad privada del país, en la que la directora de un programa profesional echaba en la
basura los curricula vitae que superaban el suyo “por cuanto que le podían quitar el puesto”, a pesar de que, para la
acreditación institucional, era menester tomar las mejores hojas de vida. Por esto es tan importante que el
departamento de talento humano de una organización conozca muy bien, en la medida de lo posible, la psique de
quienes contrata. Ahora, el colmo sería que la directiva de dicho departamento padeciese este mal (lo que
infortunadamente pasa).
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Leyder Lasprilla Barreto

protagonistas de la situación- lo que está sucediendo (entrometido) o sembrando cizaña en las


armónicas relaciones interpersonales de sus cercanos para intentar, a todo precio, dañarlos cuando han
despertado en él tan pútrido sentir (intrigante)9 10
. El envidioso es más ponzoñoso que una mamba
negra.

No por casualidad el envidioso gusta sobremanera del protagonismo. Con este desvía la atención del
mérito ajeno para que vean el propio (que casi nunca tiene), además de que así podrá, con su verbo,
destrozar la imagen de aquel que solo admiración y respeto merece por todas sus metas cumplidas.
Tiene la psicoafectividad más contaminada que las aguas del río Bogotá (famoso en Colombia porque
no alberga vida vertebrada en virtud de sus altísimos niveles de contaminación).

Igualmente, como los envidiosos son conscientes de que tienen un protervo sentir, lo ocultan
mediante la hipocresía (muchas veces de alto nivel). Tienden a ser excelentes actores; brindan sonrisas
y apoyos verbales con el fin de “llenar a los demás de valor” para salir adelante o para manifestar
congratulaciones, pero en el fondo están deseando que suceda lo peor, como en una entrevista el
difunto cantante de vallenato Diomedes Díaz le dice periodista Ernesto McCausland, también difunto,
cuando trata el tema de “los envidiosos con estilo propio” (disponible en Youtube)11. No obstante,
cuando el envidioso tiene la oportunidad, descarga todo el tóxico que puede sobre su inocente víctima,
olvidando al instante todos los favores que de ella ha recibido (en ocasiones puede mostrar sevicia).
El envidioso es un infame de tiempo completo digno de ser condenado a cadena perpetua.

No debe extrañar el que, además de hipócritas, los envidiosos sean manipuladores12: con ello
consiguen hacer todo el daño que quieren haciendo que los demás justifiquen sus actuaciones y los

9
Es muy común ver a los envidiosos averiguando lo que pasa en la familia A para, luego ir a la familia B a contar las
problemáticas internas de A (o inventarlas) y después hacer lo mismo sobre la familia A con la familia B. Una vez son
descubiertos en su malevolencia desmedida, acuden a la familia C para indisponer a las familias A y B.
10
También, es común ver a los envidiosos solterones buscando la forma de destrozar matrimonios estables y felices
levantando calumnias de infidelidad.
11
También es posible, aunque menos común, que el envidioso muestre su desprecio por el envidiado adornándolo con
un discurso, supuestamente, basado en la búsqueda incansable de la verdad, acompañado de un alto nivel de
instrucción, dando por justificación que dice lo que dice y hace lo que hace porque busca destruir el fragmento negativo
de dicha persona, pero no destruir la totalidad de su ser. Este tipo de seres, a lo sumo, son estudiosos, mas no
intelectuales (esto es otro menester para nada vinculado con la envidia); muchas veces dictan cursos y conferencias
sobre la transformación de la consciencia y se autodenominan maestros sobre dicha temática, destruyendo
psicológicamente a sus ingenuos discípulos para que nunca puedan volar más alto que ellos (lo que además se hace un
negociazo, pues, así, los discípulos siempre sentirán que deben seguir aprendiendo y nunca dejarán de pagar por las
“enseñanzas”).
12
Muchas veces es impresionante observar la creatividad que despliegan estos ignominiosos personajes para manipular
y ejecutar el daño. Son los maestros del engaño; parece que hubiesen hecho postdoctorados en ello. Le hacen creer a
6
Leyder Lasprilla Barreto

santifiquen. Pero no hay nada más peligroso que un demonio vestido de santo (lobo con ropaje de
oveja). Esta falta de transparencia en las relaciones con los demás es lo que hace a los envidiosos unos
deshonestos de primera línea13; por ello, lo más inteligente que uno puede hacer es jamás depositar
la confianza en ellos, ya que, temprano o tarde, se burlarán de esa confianza y perpetrarán el daño
tiempo ha cavilado.

Asimismo, a los envidiosos se los conoce muy fácilmente porque se tornan serios e, incluso, molestos
cuando observan a otro en la alegría de sus triunfos y virtudes14. Si se les pide retroalimentación
sobre las capacidades intelectuales o artísticas o deportivas de un tercero, prefieren ser fríos y de pocas
palabras15 o pueden llegar a despotricar, injustificadamente, del mismo16. Llaman prudencia a su
alejamiento del ser virtuoso, pues se le retuerce el corazón de malestar al ver sus virtudes. A la hora
de dañar la imagen de un semejante, hacen caso omiso de que sea un amigo de vieja data, un hijo, un
hermano, un primo, un tío, un abuelo, etc. La historia de los grandes científicos, literatos, artistas y
filósofos está llena de eventos en los que fueron frecuentemente víctimas de los envidiosos, pues son
los seres envidiosos quienes desde su inmundicia psicológica, lanzan las piedras a todo gran árbol
con bellos frutos17.

Ahora bien, una forma menos agresiva que tienen los envidiosos de lanzar piedras a los árboles
mencionados previamente es negarse a prestar ayuda cuando estos se las solicitan. Son altamente
insolidarios. Así, es muy fácil verlos no hacer una recomendación laboral (a pesar de saber las penosas
condiciones económicas del solicitante) cuando tienen sólidas relaciones con el contratante o verlos
guardar silencio y torcer los labios cuando les preguntan por las excelentes competencias de un tercero

todo el que pueden que ellos son víctimas de quienes verdaderamente son víctimas de ellos (invierten los papeles de
víctima y victimario a su favor).
13
En el mundo intelectual esta deshonestidad se observa fácilmente porque el envidioso nunca enfrenta públicamente
al destinatario de sus comentarios destructivos. Lo evita a toda costa y engaña a los demás diciendo que ‘no puede
perder su tiempo con gente inferior o charlatanes’. Por ello, si el envidiado lo cita a debate, el vicioso de marras, jamás
aparecerá. No obstante, si, por alguna razón, se ve envuelto en el debate, muy probablemente, irrespete el turno de
hablar de su interlocutor (su envidiado).
14
Por ello, algunos profesores evitan poner la calificación más alta al alumno que hizo muy bien su trabajo (5, 10 o
100), explicando su errado actuar con eso de que solo ellos, como docentes, tienen derecho a dicha calificación.
15
Algunos justifican esa frialdad para felicitar el logro ajeno diciendo que “tuvieron una niñez muy dura y se han
acostumbrado a ser así”. Mentira que solo se creen ellos y un par de tontos más.
16
Un proverbio chino reza: “El clavo que sobresale siempre recibe un martillazo”.
17
Desafortunadamente, ha habido muchos artistas y pensadores de alto nivel que padecían este infame vicio
psicoafectivo. Sigmund Freud, Antonio Sallieri e Isaac Newton fueron ejemplos de ello: no soportaban el brillo de otro
artista o pensador en sus cercanías.
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Leyder Lasprilla Barreto

al que se le quiere premiar con un ascenso18. Igualmente, es muy frecuente escucharlos decir sin más
justificación que su envidia, ante una recomendación bancaria sobre el prójimo que envidia cuando
este solicita un crédito, “De esa persona yo no quiero saber absolutamente nada”, dejando una mala
atmósfera en contra del aspirante al crédito. Todo esto es comprensible en tanto se recuerde que su
dinámica mórbida de vida les impide disfrutar con el brillo ajeno. Parecen humanos, porque caminan
en dos piernas, pero en el fondo no lo son19 20.

Por otra parte, de acuerdo con Sathya Sai Baba, el más bajo nivel de consciencia que existe en las
personas lo tienen aquellas que hasta lo bueno lo ven malo21 y, precisamente, el envidioso hasta lo
bueno (del prójimo) lo ve malo. Esto es perversión, a carta cabal, de los afectos y la percepción. El
envidioso es un ser supremamente retorcido22.

Por último, como tanta es la carga negativa que tienen en su ser, los envidiosos drenan la energía de
su víctima (como los agujeros negros drenan la energía de los demás cuerpos ccelestes de la
astrofísica). Muchas son las anécdotas que cuentan las personas sobre cómo se sentían, abúlicas y
fatigadas, después de charlar con un envidioso sin poder explicar la razón de ello. No es sano
emprender un nuevo proyecto en la vida y estar cerca de estos vampiros energéticos, ya que
desenergetizan y, sin energía, nada puede hacerse en la vida. Lo mejor es tenerlos a kilómetros y no
darles jamás la oportunidad de que le pongan a uno la mano encima, ni si quiera para un saludo:
CONTAMINAN TODO LO QUE TOCAN.

18
Entréguele su currículum vitae a un envidioso que no lo tenga en sus afectos y espere lo peor.
19
Todo envidioso es un infrahumano, pero no todo infrahumano es envidioso (aunque la mayoría lo es).
20
Lo sorprendente es que cuando necesitan un favor son los aduladores perfectos y saben cómo despertar la compasión
en el otro. Escucharlos hace pensar “¿Cómo puede haber tanta gente perversa en el mundo?”, cuando en realidad son
ellos los perversos.
21
Sathya Say Baba describía, grosso modo, cuatro niveles de desarrollo consciencial. Del más alto al más bajo son: 1)
solo ver lo bueno en los demás, 2) ver tanto lo bueno como lo malo en los demás, 3) ver solo lo malo en los demás y 4)
ver lo bueno, incluso, como malo. Este último nivel constituye el “apague y vámonos” de la consciencia. Los seres que
operan desde aquí son responsables de que este planeta sea, como dijo Jesús, un valle de lágrimas. Lo preocupante es
que abundan en la plataforma terrestre como la sal en el océano.
22
Remitiendo al lector al ensayo, disponible gratuitamente en Internet, Perfiles Psicosociales (en coautoría con el
Sargento retirado Ismael de Aguas), se puede apreciar fácilmente que la envidia está presente solo en los perfiles
coprológico e híbrido-coprológico (por cuanto que solo un oligofílico puede tener en su espontaneidad tan sucio
fenómeno).
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Leyder Lasprilla Barreto

Conclusiones

 La envidia es sinónimo de inferioridad. Un ser verdaderamente superior (humano o divino)


jamás siente envidia.
 La envidia es expresión completa de maldad (malevolencia al 100 % de pureza).
 La envidia no hace concesiones, desde familiares hasta desconocidos hace víctimas.
 El envidioso desea, vehementemente, el mal ajeno.
 El envidioso sufre con el bienestar del compañero.
 El envidioso se alegra con el mal ajeno.
 El envidioso se retuerce de ira cuando sabe de un logro alcanzado por un familiar o amigo.
 El envidioso tiene necrosados los afectos; por ello, es capaz de hacer daño en nimiedades si
ve que no le es posible dañar en grande.
 El envidioso es chismoso.
 El envidioso es entrometido.
 El envidioso es intrigante.
 El envidioso es deshonesto.
 El envidioso es un verdadero hipócrita, por ello no se debe confiar en sus abrazos, palabras y
sonrisas.
 El envidioso es calumniador y multiplicador interpersonal de calumnias.
 El envidioso es insolidario por antonomasia con el destinatario de su envidia, por ello, no
colabora pudiendo hacerlo ni evita un mal, aunque esté a su alcance.
 El envidioso es un ser de altísima peligrosidad.
 El envidioso es, moralmente hablando, una porquería completa a la N potencia23, porque desea
el mal ajeno y disfruta con ello.

23
Pobre rey de las tinieblas, pues debe recibirlos allá después de muertos.
9
Leyder Lasprilla Barreto

Anexo

Componentes de la envidia (esquema)24

24
Por lo menos, estos quince factores conforman la envidia. Es decir, la envidia es una triaca de protervidad. Darle
amistad a un envidioso, darle confianza a un envidioso, esperar lealtad de un envidioso es un error tan grave como
darle a cuidar una niña de cinco años a un pederasta.

10
Leyder Lasprilla Barreto

Agradezco al profesor Enrique Alberto Zúñiga Restrepo por el


trabajo de corrección de estilo al original.

Igualmente, agradezco al médico Ricardo José Patiño Marenco, al


profesor Ángel María Camargo Lugo y al sargento Ismael Enrique
De Aguas Lasprilla por sus aportes conceptuales.

Sin embargo, es menester acotar que todo lo dicho en el texto es de exclusiva


responsabilidad del autor.

11

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