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La encomienda fue al principio una herramienta militar, con un objetivo
estratega, empleada para controlar las zonas más comprometidas, como
sucede con la demarcación de Cieza por tener una comunicación directa con el
reino Nazarí, aunque lejana si la comparamos con la encomienda de Caravaca,
Moratalla; e inseguras, como acaece con el Valle de Ricote por su alta
presencia poblacional morisca. Aquí el comendador adquiere un carácter
bélico, estratégico, de inspección, ya que era una etapa donde residía la
exposición continua de conflictos. El principal designio residía en lo
estratégico y militar. Se priorizaba la defensa, la conservación del territorio. El
comendador habitaba en los aposentos de un castillo o en una fortaleza, donde
concentraba y dosificaba por su circunscripción todo su poder gubernativo y
administrativo del territorio. En este periodo abundó las repoblaciones con los
cristianos viejos. (Trigueros 2017: 109)
Esa función fue cubierta principalmente por el concurso de las órdenes militares
que, como contrapartida a sus servicios serían las encargadas del control del territorio
que les era asignado.
Señores particulares, y muy especialmente las Órdenes Militares, aportaban a las
monarquías hispánicas efectivos de combatientes, muy especialmente de hombres a
caballo, siendo su número variable en orden al potencial económico de cada uno de los
señoríos, que estaban obligados a mantener un ejército debidamente preparado y
dispuesto a entrar en acción en el momento que fuese requerido, y no sólo para combatir
al enemigo común, sino para apoyar las luchas intestinas de los propios reinos
hispánicos.
Surgieron así, junto a los señoríos de realengo, dependientes directamente de la
Corona y administrados por funcionarios reales, los señoríos nobiliarios, que
englobarían lo que conocemos como maestrazgos y abadengos, dependientes de un
maestre o de un abad, en los que existirían encomiendas, que facilitarían al titular las
rentas, los impuestos, que en los lugares de realengo eran cobrados directamente por la
Corona, y en cuya determinación también aplicaba la justicia.
Y la justificación del cobro de esos impuestos se basaba en que las encomiendas
eran las propietarias de todos los bienes que en ellas existían, así como de las rentas que
de ellas se derivaban. Como consecuencia surgió una relación de dependencia de los
vecinos con relación al comendador, al que debían prestar determinados servicios y
pagar impuestos, mientras éste tenía la obligación de defenderlos.
En los señoríos podían existir propietarios de tierras que como consecuencia no
eran vasallos. Éstos estaban obligados a atender el pago del tributo que era estipulado.
Los derechos de los lugares de realengo eran por lo general más equitativos que
los de los maestrazgos, por lo que la tendencia de la población era adscribirse a ellos,
pero la realidad es que el porcentaje de territorio ocupado por las órdenes militares era
de tal envergadura que hacía imposible cumplir el objetivo.
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¿En qué se parecen el "señorío" y la "behetría"? El punto fundamental de
semejanza me parece que es el siguiente: el hecho de que en el bajo
Medioevo, el titular de la behetría sustituye -autorizado por la Corona- al fisco
en la percepción de derechos, Este es un aspecto fundamental para llevar a la
behetría y al señorío a un punto común. Pero también lo es por otra razón: ¿la
encomienda indiana, desde 1550-1570, no se organizará justamente a partir de
la idea de que la Corona cede al encomendero el derecho a percibir tributos
sobre los indios, jurídicamente súbditos del Soberano? (Romano 1988: 25)
Ellos serían los responsables de la cuestión que nos ocupa: las encomiendas.
La orden del apóstol era la que mayor número de encomiendas poseía, y las
que mayor renta generaban. Además de esto, el prestigio social que la orden
tenía en la sociedad española era mucho mayor que el de Calatrava o
Alcántara. Por último, comentar que Santiago era también la orden con mayor
número de caballeros de hábito. (Linares 2017: 21)
No todos los miembros de la orden eran freires. Así, para entrar en la Orden de
Santiago, entre 1180 y 1371, casi dos siglos,
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conocemos la modalidad jurídica más utilizada, ya ampliamente conocida
desde la época anterior: mediante estos contratos, una persona o matrimonio
entregaba al maestre, en nombre de la Orden, unas heredades determinadas y,
a cambio, éste les cedía en commenda, encomienda o prestimonio
vitaliciamente esa misma propiedad o, en la mayoría de los casos, otra heredad
de la Orden. (Porras 1997: 135)
Las labores de cultivar la tierra, la molienda y las otras labores llevadas a cabo
en la Encomienda serían realizadas en régimen de arrendamiento.
Finalmente, en 1732 la Real Academia Española declaró el término encomienda
como sigue:
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la misma, en la que debía residir y tratar con el arrendatario, amén de velar por el buen
estado de las instalaciones.
era común que el comendador vendiera cebada y trigo, como también que la
repartiera entre la población en la estación sementera para más tarde recibir
una cierta cantidad de total de la producción. (Trigueros 2017: 146)