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Nuevo Mundo Mundos

Nuevos
Debates, 2010

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Raúl O. Fradkin
La acción colectiva popular en los
siglos XVIII y XIX: modalidades,
experiencias, tradiciones
Presentación
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Referencia electrónica
Raúl O. Fradkin, « La acción colectiva popular en los siglos XVIII y XIX: modalidades, experiencias, tradiciones »,
 Nuevo Mundo Mundos Nuevos [En línea], Debates, 2010, Puesto en línea el 18 junio 2010. URL : http://
nuevomundo.revues.org/59749
DOI : en cours d'attribution

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La acción colectiva popular en los siglos XVIII y XIX: modalidades, experiencias, tradici (...) 2

Raúl O. Fradkin

La acción colectiva popular en los siglos


XVIII y XIX: modalidades, experiencias,
tradiciones
Presentación
1 Si se repasan los desarrollos recientes de la historiografía americanista del siglo XIX puede
advertirse que dos campos contienen buena parte de las innovaciones: la denominada nueva
historia política y los estudios dedicados a la historia popular. No se trata de dos escuelas ni de
dos territorios historiográficos homogéneos y claramente diferenciados pues en ambos puede
registrarse varias notas comunes. Sin embargo, se trata de dos campos distintos informados
por tradiciones interpretativas y analíticas claramente distinguibles. Así, mientras la historia
política ha fundado su recobrado vigor, prestigio e influencia recusando los modos de hacer
historia que se desplegaron durante las décadas de predomino de la historia económica y
social, la historia popular ha sabido apropiarse de los resultados que produjo esa historiografía
de marcado acento regional. En cualquier caso, ambos campos no han entablado un diálogo
abierto aunque convergen en algunos problemas, coyunturas y procesos.
2 Desde nuestro punto de vista, el análisis de las experiencias de acción colectiva popular puede
constituir un territorio particularmente adecuado para intentarlo y para ello reuniremos en este
dossier un conjunto de ensayos que analizan muy diferentes experiencias de los siglos XVIII
y XIX. Se trata de recuperar los hilos muchas veces opacos que enhebraron las múltiples
tradiciones de movilización coloniales y poscoloniales sin subestimar la centralidad de la
crisis de desintegración de los imperios como punto de inflexión de esas tradiciones y de
reunir materiales que permitan profundizar los enfoques comparativos de las intervenciones
populares en el proceso diverso y contradictorio de revoluciones producidas a ambos lados
del Atlántico, de las conexiones entre las experiencias hispano y lusoamericanas y de las crisis
de gobernabilidad que vivieron durante el siglo XIX en las áreas metropolitanas y coloniales.
Vista desde este foco de observación esa coyuntura se presenta como particularmente
significativa por los modos en que condensó tradiciones previas de movilización así como por
su importancia en la forja de otras nuevas.
3 Pensar la cuestión en término de tradiciones permite indagar procesos de construcción de
un conjunto de nociones, valores, lenguajes, símbolos pero también de formas de acción
colectiva. Es cierto que algunas tenían antigua prosapia como los tumultos multitudinarios
urbanos o los motines de los pueblos campesinos e indígenas. En este sentido la trayectoria
novohispana y mexicana resulta emblemática en la medida que ha permitido registrar una
notable vigencia y persistencia de los tumultos de pueblo desde la época colonial hasta bien
avanzado el siglo XIX. Sin embargo, la presencia de patrones perdurables de acción colectiva
fue sustancialmente más diversa y las evidencias disponibles indican no sólo sus variaciones
temporales y regionales sino también sus estrechas relaciones con las coyunturas políticas.1
4 Con todo, es indudable que algunas formas de acción colectiva eran radicalmente novedosas.
La crisis metropolitana generalizó la vigencia de un principio de legitimidad (la retroversión
de la soberanía y el principio del consentimiento), un cierto modelo para plasmarlo
e institucionalizarlo (las juntas), diferentes vertientes ideológicas y lenguajes políticos
(pactismo, constitucionalismos y diversas formas de liberalismo) así como nuevas prácticas
(las elecciones). Pero también formatos de acción colectiva política y militar. En este sentido,
no siempre se subraya lo suficiente la centralidad que tuvieron las experiencias tumultuarias
en el desarrollo de la “eclosión juntera” (para emplear la feliz expresión de un libro reciente2)

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y en la recepción de las elites americanas de la dramática experiencia metropolitana. Tampoco


se ha explicado en forma consistente la centralidad que cobraron algunas formas de hacer la
guerra.3 En especial, una: la guerra de guerrillas.4 A través de diversas combinaciones el siglo
XIX aparece signado - a uno y otro lado del Atlántico - por estas nuevas formas de acción
colectiva pero también por tradiciones más antiguas de movilización.
5 De alguna manera, la tentación de encontrar en un sustrato común la explicación de ciertas
analogías ha llevado ha buscarlo en la homogeneidad cultural del imperio. Pero, esta
postulación pareciera ser válida para el universo de las elites letradas y es bastante dudoso que
pueda argumentarse lo mismo para los heterogéneos conglomerados populares atravesados
por diversidades étnicas (y, por tanto, por tradiciones culturales muy distintas) que fueron los
protagonistas por excelencia de la acción colectiva. De este modo, las lógicas, las dinámicas
y las modalidades de la acción colectiva popular parecen haber tenido un indudable “color
local” que solo se hace comprensible inscribiendo cada experiencia en las tradiciones y las
trayectorias de los antagonismos así como en las memorias “corta” y “larga” de sus actores.5
6 Los modos en que las nuevas prácticas políticas se enhebraron con las tradiciones de
movilización preexistentes sigue siendo un problema histórico sujeto a múltiples lecturas
y plagado de ambigüedades y paradojas. En su momento François-Xavier Guerra había
postulado que era en “la ausencia de una movilización popular moderna y de fenómenos de
tipo jacobino, donde reside la especificidad mayor de las revoluciones hispánicas” aunque él
mismo advertía que las excepciones significativas las brindaban las sociedades esclavistas y
las conjuraciones y levantamientos de negros y pardos, como las ocurridas en Coro, Maracaibo
y Bahía.6 Aunque luego atenuó y corrigió el énfasis que inicialmente ponía en oponer los
modos “tradicionales” y “modernos” de acción colectiva7 – un refinamiento de su enfoque
no siempre tenido en cuenta por sus lectores-, parece necesario revisar este supuesto rasgo
peculiar de las revoluciones hispánicas. Y, sobre todo, parece imprescindible incluir de un
modo más decidido aquel “excepcionalismo” en los relatos centrales de las experiencias
revolucionarias hispanoamericanas no solo porque puede ayudar a registrar una imagen menos
unidireccional de la difusión de las ideas liberales sino porque también puede contribuir a
situar de un modo más preciso la intervención de los esclavos y los libertos en las luchas
políticas y sus apropiaciones de los discursos revolucionarios en circulación a través del
Atlántico.8
7 Una mirada de conjunto de la bibliografía sobre estos temas pone en evidencia que han sido
mucho más desarrollados los estudios sobre las áreas rurales latinoamericanas que las urbanas
aunque la historiografía mexicanista ha avanzado más decididamente en suplir este defasaje.
De este modo, la significativa contribución de Silva Prada amerita prolongar el imperio de las
tradiciones de movilización popular dentro de un marco temporal mucho más amplio que el
habitual.9 Sin embargo, el activismo urbano durante la insurgencia sigue siendo una cuestión
abierta y el impacto de las guerras en las ciudades latinoamericanas recién empieza a ser
estudiado con mayor atención.10 Con todo, es claro que los estudios del siglo XIX han debido
indagar en detalle las muy diversas formas de acción colectiva popular en las ciudades y sus
ambiguos vínculos con las formas institucionalizadas de participación política.11 En especial,
en la historiografía española puede advertirse que si bien ha ocupado una atención relevante
la intervención campesina en las luchas decimonónicas también se han desarrollado estudios
sistemáticos de la acción colectiva popular urbana que permiten reconstruir a largo plazo sus
trayectorias y variaciones.12
8 El cotejo de ambas historiografías permite considerar dos modificaciones relevantes a la hora
de evaluar posibles convergencias entre ambos campos historiográficos. Por un lado, que la
historia social agraria se ha interesado cada vez más por develar las formas, intensidad   e
incidencia de la politización rural.13 Por otro, que la historia política se interesa de modo

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creciente en los procesos de construcción de ciudadanía y de gobierno local en las áreas


rurales así como en los desafíos que supuso a la gobernabilidad de las sociedades.14 En un
artículo reciente A. Annino profundizó las implicancias de la “revolución territorial” que
había adjudicado al imperio de la constitución gaditana en el mundo hispánico demostrando
que la emergencia de las nuevas prácticas políticas no había ido necesariamente de las
ciudades a las campañas sino que un precoz liberalismo y una temprana adhesión al
constitucionalismo habían anidado en ellas combinado con una arraigada concepción de la
justicia.15 Paralelamente, desde la historia social y regional se ha pasado a poner en primer
plano el análisis de los desafíos que suponían para el gobierno de los pueblos y comunidades
los proyectos reformistas y modernizadores.16
9 Estas cuestiones son relevantes si se considera que la acción colectiva popular es una
acción situada y se podría decir que suele responder a una “geografía”, una “ecología” y
una “economía” específicas. Dado que supone una movilización de recursos organizativos,
materiales y simbólicos que se despliega a partir de las relaciones entabladas con dispositivos
de poder y dentro de oportunidades políticas, también tiene atributos, historias y marcos
coyunturales específicos. De alguna manera, entonces, el desafío es lograr una cierta
convergencia entre las contribuciones desarrolladas desde un tipo de historia dominada por
una perspectiva “desde arriba y desde el centro” (la historia de las instituciones, la historia
intelectual y conceptual o la historia de las prácticas y las formas de sociabilidad políticas)
y una historia “desde abajo y desde las periferias” que pueda dar cuenta de la historia de las
resistencias, las culturas políticas populares y sus formas y tradiciones de acción colectiva. Ello
supone – como se ha señalado - “descentrar” la sede de lo político y recuperar la diversidad
de las experiencias históricas, populares y regionales.17
10 Los historiadores que lo han intentado debieron afrontar diversos desafíos y necesitaron
adoptar no solo descentrar lo político sino también ampliar el universo de su formas
considerando aquellas prácticas y estrategias que James Scott incluyó dentro de la
“infrapolítica de los dominados”.18 Pero también debieron afrontar un cambio en las
perspectivas habituales procediendo a la reconstrucción minuciosa y localizada de los
patrones de conflicto de larga duración. Una perspectiva de este tipo les permitió analizar
como se enraizaban en culturas políticas étnicas y relaciones de poder locales y superar
las secuencias evolucionistas y las dicotomías entre formas legales e ilegales de acción
colectiva. De este modo, les fue posible analizar mejor la dinámica de antagonismos, la
expansión de los horizontes de los actores indígenas y reconsiderar a la comunidad como
una “formación política específica”. Puede afirmarse que se ha ido definiendo un problema:
las relaciones entre las formas de acción colectiva, los dispositivos y prácticas de poder
institucionalizados y las culturas políticas populares y regionales. En este sentido, el cotejo
de las experiencias históricas andinas y novohispanas se devela sugestivo en la medida
que los estudios disponibles tienden a demarcar convergencias pero también diferencias
importantes: la historiografía de la Nueva España ha hecho hincapié en la presencia de un
repertorio de acciones rebeldes basado en el predominio de las formas locales de protesta
y su “campanillismo” mientras que para los Andes se ha subrayado la amplitud de los
horizontes mentales de los insurgentes y su larga experiencia de relación y confrontación con
las formaciones estatales. 19
11 En otros aspectos sus contribuciones son convergentes en señalar los vínculos estrechos pero
también elásticos entre política, religión e identidades comunitarias. Se trata de una cuestión
decisiva para la comprensión de la configuración de la variedad de culturas políticas populares
y regionales así como de sus relaciones con las formas que adoptó la acción colectiva. Si
como se ha dicho las llamadas guerras de la independencia adoptaron el modelo de una
“guerra religiosa”20, lo cierto es que ello no impidió sino que parece haber impregnado las
diversas adhesiones y apropiaciones populares peculiares y selectivas del liberalismo y del

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conservadorismo.21 En cualquier caso, las investigaciones han demostrado que el análisis de


las relaciones entre los curas y sacerdotes y las movilizaciones de protesta social agraria es
una cuestión tan central como las que existieron entre religión y configuración de las culturas
políticas populares.
12 Sin duda, se han producido algunas novedosas contribuciones que ameritan volver a visitar
el universo de problemas y de desafíos que contiene. Algunas provienen de una sociología
y una ciencia política que ha recuperado el lugar de la historia como espacio de verificación
y refinamiento de sus modelos analíticos y sus enfoques interpretativos acuñando conceptos
que - como repertorio de acción colectiva o ciclo de protesta – intentan dar cuenta de las
dinámicas históricas.22 Sin embargo, estas perspectivas parecen tener mayor influencia en
la historia social europea y española que en la latinoamericana donde las novedades más
significativas parecen provenir del mismo territorio historiográfico y supone un cambio de
perspectivas. Quizás el más significativo sea el desplazamiento del foco de atención desde los
momentos de rebelión generalizada hacia el escrutinio de las formas de protesta y resistencia
empleadas cuando ellos no sucedían, un cambio que ha devenido en la necesidad de recuperar
las formas de la política popular y de sus cambiantes relaciones cotidianas con el estado. En
tales condiciones se ha pasado de una imagen de las culturas políticas campesinas vistas como
obstáculo para la acción política a un análisis de la cultura como un repertorio de estrategias y
recursos maleable, heterogéneo y cambiante y a la recuperación de las experiencias históricas
a largo plazo de sus relaciones con el estado concentrando la atención en los vínculos entre
las movilizaciones populares y la configuración de sus culturas políticas.23
13 Los trabajos que integran esta primera entrega del dossier se ocupan de algunos de los
problemas que hemos señalado. Antonio Escobar Ohmstede nos presenta las dinámicas de
la acción colectiva en las Huastecas novohispanas y pone en discusión hasta que punto
la violencia era su manifestación primordial para recuperar los modos y las lógicas de las
intervenciones políticas de los pueblos en esa conflictiva fase histórica conformada por
las reformas borbónicas y la insurgencia. María Elena Barral nos lleva a un contexto bien
diferente: al territorio de las misiones guaraníes y a partir del análisis de dos libros recientes nos
introduce en el problemático asunto de las relaciones entre sacerdotes y movilización indígena
y entre cultura política popular y religión. Gustavo Paz, por su parte, analiza un contexto muy
distinto: la experiencia de movilización de los pueblos de la Puna argentina en la segunda mitad
del siglo XIX y nos advierte acerca de cómo antiguas tradiciones de movilización pudieron
funcionar y adquirir novedosos significados en contextos radicalmente distintos. Y Gabriel Di
Meglio encara el análisis de una experiencia muy diferente: la trayectoria de la movilización
política popular en la ciudad de Buenos Aires a lo largo de todo el siglo XIX. Se trata, por
tanto, de experiencias, contextos, formas de movilización y modos de abordaje muy distintos
que serán enriquecidos en próximas entregas de este dossier.
14 Completamos este dossier con tres nuevas contribuciones en las cuales se analizan desde
distintos enfoques dimensiones y experiencias bien diferentes.
15 En su ensayo Sergio Serulnikov realiza una estimulante propuesta para la construcción
de una nueva agenda historiográfica que sea capaz de comprender mejor las disímiles
respuestas de las sociedades hispanoamericanas frente a la crisis general de la monarquía
hispánica. Para ello, postula que resulta necesario que la  investigación adopte una perspectiva
integradora, regional y de larga duración. A través de un repaso de algunas de las más
recientes contribuciones producidas en la historiografía americanista y de las evidencias que
le suministran sus estudios sobre la crisis de la sociedad colonial de Charcas, el autor se
aparta del canon que ha imperado en años recientes en los análisis de las independencias
latinoamericanas. Sin dejar de ponderar sus significativas contribuciones discute, sin embargo,
una cuestión central: si lo enfoques globales que han pensado la cuestión de la crisis a
escala imperial no habrían llevado a una suerte de invisibilización de la multiplicidad de

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respuestas que encontró, las cuales solo se tornan comprensibles atendiendo a las distintas
configuraciones sociales y a sus trayectorias específicas de negociación y conflicto. Desde su
perspectiva, entonces, solo un enfoque más integrador, a la vez más atento a lo regional y a
la larga duración, sería el que podría suministrar una comprensión cabal y adecuada de las
razones, las motivaciones y las racionalidades de los alineamientos de los actores y de sus
modos de acción. Se presenta, así, un argumento que invita a la re-consideración de algunos
de los supuestos que han primado en lo que ha dado en llamarse la nueva historia política.24
Básicamente, de dos de ellos: por un lado, que dada su concentración en la experiencia
decimonónica esa historiografía ha tendido a tomar como punto partida de sus análisis la crisis
de 1808; por otro, que su énfasis en la autonomía del campo de lo político ha derivado en
una suerte de des-socialización de su análisis. En ambos sentidos la propuesta de Serulnikov
es sugestiva e invita a la reflexión: en la relación al primero, porque convoca a extender
las miradas de la historia política a la era colonial; y respecto al segundo, porque llama
particularmente la atención sobre una dimensión hasta ahora menos atendida, esta es, los
modos en que se fueron politizando los conflictos y las tensiones sociales y culturales.
16 En su colaboración Julio Pinto Vallejos nos introduce en el análisis de la singular experiencia
chilena. Su autor nos ofrece aquí una versión   que condensa algunos puntos centrales de
una investigación mucho más vasta y minuciosa de reciente aparición que realizó junto a
Verónica Valdivia y que no dudamos en invitar a los lectores a visitarla  dada la minuciosidad
de la reconstrucción de la experiencia histórica popular que ofrece, la densidad del material
documental revisado y su renuencia a interpretarla a partir de supuestos apriorísticos.25 Sino
única, la experiencia popular chilena es particularmente fértil. Lo es para indagar varios de
los problemas en torno a los cuales gira este dossier. Y también para recusar el dispositivo
discursivo de tono patriótico que inunda este territorio historiográfico, especialmente en
tiempos de conmemoraciones como los que estamos viviendo, y a los cuales los ámbitos
profesionales de la historiografía terminan siendo menos inmunes de lo que quisieran ser. La
colaboración de Pinto Vallejos deja pocas dudas acerca de la imperiosa necesidad de situar
en un adecuado marco regional el análisis de estas experiencias y nos muestra que en Chile la
crisis de la independencia no parece haber suscitado procesos – al menos significativos - de
politización popular autónoma y que cuando los produjo fue en defensa de la causa realista.
Ello, por supuesto, no impidió la intensa movilización militar plebeya e incluso intensos
debates políticos en la década de 1820 acerca de la incorporación de los sectores populares
al ejercicio de derechos republicanos pero no pareciera haber dado lugar al surgimiento de
expresiones propiamente plebeyas de interpelación ciudadana. Lo que en cambio, sí parece
haber sido mucho más notorio - y no por eso menos significativo - es que esos sectores habrían
aprovechado de diversas maneras los espacios y los intersticios para perseverar en una pertinaz
defensa de sus formas propias de sociabilidad. En buena medida esta situación habilitó algunas
de las condiciones para hacer posible la que probablemente haya sido la experiencia histórica
más exitosa de reconstrucción del orden en la primera mitad del siglo XIX hispanoamericano,
una experiencia tan exitosa que pese a su impronta conservadora se habría de convertir en
referente ineludible para varios programas y proyectos de inspiración liberal.26
17 Cerramos este dossier con la sugerente colaboración que Genís Barnosell dedica a analizar
la dimensión religiosa de la llamada guerra de independencia española a través de la
experiencia de los sitios de Zaragoza y Gerona. Nos pareció particularmente importante
incluir la consideración de esta faceta de lo sucedido en la metrópoli y por varios
motivos. En primer término, porque la posibilidad de pensar las denominadas guerras de
independencia como fueron vividas por los protagonistas en términos de una guerra religiosa
ha sido particularmente incitante. Así, estudios dedicados a muy diversas experiencias
latinoamericanas han mostrado que la religión suministraba esquemas mentales para
interpretar lo que estaba sucediendo, recursos retóricos y simbólicos para dar forma a la acción

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colectiva así como se había convertido en objeto de disputa de los retazos de legitimidad
que quedaban del antiguo régimen para construir la de uno nuevo y en una suerte de filtro
cultural para la recepción y apropiación de las novedades ideológicas.27 La colaboración
de Barnosell nos vuelve a mostrar algunos de los componentes comunes de las culturas
políticas que habitaban el imperio así como la vigencia y revitalización de sus tradiciones
pluriseculares en un contexto de crisis e incertidumbre extremas. Como bien lo subraya,
las expresiones milenaristas y mesiánicas que contenían esas tradiciones no pueden ser
circunscriptas a mundos pretéritos sino que cobraron particular relevancia en este contexto
de la crisis peninsular como lo hicieron en la América hispana y portuguesa y que fueron
parte de los imaginarios de los más diversos grupos sociales y étnicos.28 Como bien advierte
el autor, a partir de considerar las condiciones extremas de las poblaciones urbanas sometidas
a duro asedio, la guerra religiosa parece haber suministrado recursos y motivaciones para
sostener una movilización más allá de lo que a priori podría esperarse y dotar a la población
no solo de una cohesión imposible de obtener por otros medios sino de una lógica religiosa
de la acción colectiva que desplazó a la estrictamente militar. Sin embargo, la explicación de
estos comportamientos colectivos a partir de nociones como “fanatismo” resulta claramente
insuficiente; pero también, nos muestra que las apelaciones a la “nación” y a la “libertad”
también lo eran: su cuidadoso análisis de la evolución de los tópicos predominantes en los
discursos que las autoridades hacían circular entre la población le permite advertir como
fueron perdiendo importancia aquellos relacionados con el concepto aristocrático del honor
así como también las referencias a Fernando VII mientras que, en cambio, se hacía evidente un
incremento de las alusiones a la patria, de las referencias locales y, sobre todo, de las religiosas,
en particular a la Virgen del Pilar. De este modo, el contenido crecientemente localista del
discurso movilizador terminaba fundiendo religión y defensa local.
18 Esperamos que las colaboraciones reunidas en este dossier hayan llamado la atención de
los lectores sobre los temas y los problemas que nos interesaba poner en discusión y que
contribuyan a la empresa siempre renovada – y siempre inacabada – de abrir nuevas sendas
en el conocimiento del pasado.

Notas
1  Un panorama al respecto en Coastworth, John, “Patrones de rebelión rural en América Latina: México
en una perspectiva comparativa”, en F. Katz (comp.), Revuelta, rebelión y revolución. La lucha rural
en México del siglo XVI al siglo XX, Tomo 1, México, Ediciones Era, 1990, pp. 27-63. La fertilidad de
analizar los patrones de movilización social rural en el largo plazo ha sido explorada por Tutino, John,
De la insurrección a la revolución en México. Las bases sociales de la violencia agraria, 1750-1940,
México, Ediciones Era, 1990.
2  Chust Calero, Manuel (coord.), 1808. La eclosión juntera en el mundo hispano, México, El Colegio
de México/Fondo de Cultura Económica, 2007.
3  Los vínculos estrechos entre guerras y construcción de formaciones estatales constituyen un capítulo
central de los desarrollos historiográficos recientes y sugieren tanto la necesidad de adoptar perspectivas
analíticas de largo plazo como que el análisis de la acción colectiva popular forma parte inseparable
de la misma cuestión aunque no la subsuma. Véase, por ejemplo, Chust, Manuel y Marchena, Juan
(eds.), Las armas de la Nación. Independencia y ciudadanía en Hispanoamérica (1750-1850), Madrid,
Iberoamericana, 2007 y Por la fuerza de las armas. Ejército e independencias en Iberoamérica, Castelló
de la Plana, Publicaciones de la Universitat Jaume I, 2008; Ortíz Escamilla, Juan (coord.), Fuerzas
militares en Iberoamérica, siglos XVIII y XIX, México, El Colegio de México/El Colegio de Michoacán/
Universidad Veracruzana, 2005.
4   Lempérière, Annick, “Revolución, guerra civil, guerra de independencia en el mundo hispánico,
1808-1825”, en Ayer, N° 55, 2004, pp. 15-36. La revisión histórica sobre las guerrillas hispanas durante
la confrontación con la invasión napoleónica y sus legados es un problema de renovado interés: Esdaile,
Charles, Napoleón contra España. Guerrillas, bandoleros y el mito del pueblo en armas (1808-1814),
Buenos Aires, EDHASA, 2006; Thone, John, La guerrilla española y la derrota de Napoleón, Madrid,

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Alianza Editorial, 1999; Moliner Prada, Antonio, La guerrilla en la guerra de independencia, Madrid,
Adalid, 2004. El mejor estudio reciente para la América hispana en Demélas, Marie-Danielle, Nacimiento
de la guerra de guerrilla: el diario de José Santos Vargas (1814-1825), Travaux de l’IFEA Tomo 196,
IFEA- Plural Editores, 2007.
5  Estas dimensiones de las experiencias de movilización popular se ha demostrado particularmente fértil
para el estudio de algunos procesos actuales de insurgencia popular: Svampa, Maristella y Stefanoni,
Pablo (comps.), Bolivia: memoria, insurgencia y movimientos sociales, Buenos Aires, CLACSO, 2007.
6  Guerra, François-Xavier, Modernidad e independencias, Madrid, Mapfre, 1992, p. 36 y 41.
7  Guerra, François-Xavier, ”De la política antigua a la política moderna: algunas proposiciones”, en
Anuario IEHS, Nº 18, 2003, pp. 201-212
8  Linebaugh, Peter y Rediker, Marcus, La hidra de la Revolución. Marineros, esclavos y campesinos en
la historia oculta del Atlántico, Barcelona, Crítica, 2005. Véase también Aguirre, Carlos, Agentes de su
propia libertad. Los esclavos de Lima y la desintegración de la esclavitud 1821-1854, Lima, Pontificia
Universidad Católica del Perú, 1995 y “Silencios y ecos: la historia y el legado de la abolición de la
esclavitud en Haití y Perú”, en A Contracorriente, Vol.3, N° 1, 2005, pp. 1-37; Marchena Fernández,
Juan, “El día que los negros cantaron la Marsellesa: el fracaso del liberalismo español en América,
1790-1823”, en Historia Caribe, Vol. II, N° 7, 2002, pp. 53-75 y Langue, Frédérique, “La pardocratie ou
l’itinerarie d’une ‘classe dangereuse’ dans le Venezuela des  XVIIe et XIXe siecles », en Nuevo Mundo.
Mundos Nuevos. BAC, N° 5, 2005. Véase también Gómez, Alejandro: “La revolución de Caracas desde
abajo”, en Nuevo Mundo. Mundos Nuevos, N° 8, 2008.
9  Silva Prada, Natalia, La política de una rebelión. Los indígenas frente al tumulto de 1692 en la ciudad
de México, México, El Colegio de México, 2007.
10   Van Young, Eric, “Islas in the Storm: Quiet Cities and Violent Countrysides in the Mexican
Independence Era”, en Past and Present, N° 118, 1988, pp. 130-155; Archer, Christon, “Ciudades en la
tormenta: el impacto de la contrainsurgencia realista en los centros urbanos, 1810-1821”, en Brosetta,
Salvador, Corona, Carmen y Chust, Manuel (comps.), Las ciudades y la guerra, 1750-1898, Castelló
de la Plana, Publicacions de la Universitat Jaume I, 2002, pp. 335-360. Hébrard, Véronique, “La ciudad
y la guerra en la historiografía latinoamericana (siglo XIX)”, en Anuario Americanista Europeo, N° 1,
2003, pp. 41-58.
11   Grez Toso, Sergio, De la “regeneración del pueblo” a la huelga general. Génesis y evolución
histórica del movimiento popular en Chile (1810-1890), Santiago, DIBAM-RIL, 1988; Sábato, Hilda,
La política en las calles. Entre el voto y la movilización, Buenos Aires, 1862-1880, Bernal, UNQ, 2004.
12   Ardit, Manuel, Revolución liberal y revuelta campesina. Un ensayo sobre la desintegración del
régimen feudal en el País Valenciano (1793-1840), Barcelona, Ariel, 1977; Fradera, Josep María, Millán,
Jesús y Garrabou, Ramón (eds.,), Carlisme i moviments absolutistes, Barcelona, Eumo Editorial, 1990;
Rújula, Pedro, Constitución o Muerte. El Trienio Liberal y los levantamientos realistas en Aragón
(1820-1823), Zaragoza, Edizions d l’Astral, 2000; Torras, Jaume, Liberalismo y rebeldía campesina,
1820-1823, Barcelona, Ariel, 1976; Vilar, Pierre, Hidalgos, amotinados y guerrilleros. Pueblos y
poderes en la historia de España, Barcelona, Crítica, 1999. Para la acción colectiva urbana véase López
García, José, El motín contra Esquilache. Crisis y protesta popular en el Madrid del siglo XVIII, Madrid,
Alianza Editorial, 2006; Pinilla Cañadas, Scheherezade: “1820-1821: Riego mueve Madrid. Nuevas
brisas en el viejo repertorio de acción colectiva en la España del siglo XIX”, en Res Publica, N° 16, 2006,
pp. 77-96 y Santirso Rodríguez, Manuel, Revolución liberal y guerra civil en Cataluña (1833-1840),
Barcelona, Universitat Autónoma de Barcelona, 1994.
13  Un claro ejemplo al respecto para la historiografía española lo constituye el dossier presentado por
Carmen Frías Corredor y Carmelo Romero Corredor en el número 38 de la revista Historia Agraria,
 2006.
14  Morelli, Federica, “Entre el antiguo y el nuevo régimen. La historia política hispanoamericana del
siglo XIX”, en Historia Crítica, N° 33, 2007, pp. 122-155 y “Pueblos, alcaldes y municipios: la justicia
local en el mundo hispánico entre el Antiguo Régimen y el Liberalismo”, en Historia Crítica, N° 36,
2008, pp. 31-60.
15  Annino, Antonio, “Imperio, constitución y diversidad en la América hispana”, en Historia Mexicana,
N° 229, 2008, pp. 179-228 publicado antes en Nuevo Mundo Mundos Nuevos, Debates, 2008. Disponible
en: http://nuevomundo.revues.org//index33052.html.
16  Escobar Ohmstede, Antonio, Falcón, Romana y Buve, Raymond (comps.), Pueblos, comunidades
y municipios frente a los proyectos modernizadores en América Latina, siglo XIX, San Luis Potosí/
Amsterdam, CEDLA/El Colegio de San Luis,  2002,

Nuevo Mundo Mundos Nuevos


La acción colectiva popular en los siglos XVIII y XIX: modalidades, experiencias, tradici (...) 9

17  Mallon, Florencia, Campesino y Nación. La construcción de México y Perú poscoloniales, México,


Historias CIESAS, 2003 (primera edición en inglés de 1995). Un debate al respecto entre Mallon, Tutino
y Halperín Donghi en Historia Mexicana, Vol. XLVI, Nº 3, 1996.
18  Scott, James, Los dominados y el arte de la resistencia. Discursos ocultos, México, Era, 2004.
19  Van Young, Eric, La otra rebelión. La lucha por la independencia de México, 1810-1821, México,
FCE, 2006 (primera edición en inglés de 2001). Ver también Glave, Luis Miguel, “Las otras rebeliones:
cultura popular e independencias”, en Anuario de Estudios Americanos, Vol. Nº 62, Nº 1, 2005, pp.
275-312. Stern, Steve, “Nuevas aproximaciones al estudio de la conciencia y las rebeliones campesinas:
las implicaciones de la experiencia andina”, en Stern, S. (comp.), Resistencia, rebelión y conciencia
campesina en los Andes. Siglo XVIII al XX., Lima. IEP, 1990, pp. 25-41. Serulnikov, Sergio, Conflictos
sociales e insurrección en el mundo colonial tardío. El norte de Potosí en el siglo XVIII, Buenos Aires,
FCE, 2006. Thomson, Sinclair, Cuando sólo reinasen los indios. La política aymara en la era de la
insurgencia, La Paz, Muela del Diablo/Aruwiyiri. Editorial del THOA, 2007.
20  Demélas-Bohy, Marie-Danielle, “La guerra religiosa como modelo”, en Guerra, Francois Xavier, Las
revoluciones hispánicas: independencias americanas y liberalismo español, Madrid, Ed. Complutense,
1995, pp. 143-164.
21  Guardino, Peter, Campesinos y política en la formación del Estado Nacional en México. Guerrero,
1800-1857, Chilpancingo, Gobierno del Estado Libre y Soberano de Guerrero, 2001. Salvatore, Ricardo,
Wandering Paysanos. State order and subaltern experience in Buenos Aires during the Rosas era, Duke
University Press, Durham and London, 2003; Walker, Charles, De Tupac Amaru a Gamarra. Cusco y
la formación del Perú republicano, Lima, CBC, 2004.
22  Obviamente hacemos referencia a las contribuciones de Charles Tilly y Sydney Tarrow. Para su
difusión en el mundo de habla hispana véase por ejemplo Traugot, Mark (comp.), Protesta social.
Repertorios y ciclos de acción colectiva, Barcelona, Hacer Editorial, 2002.
23   Joseph, Gilbert y Nugent, Daniel (eds.), Aspectos cotidianos de la formación del estado. La
revolución y la negociación del mando en el México moderno, México, Ediciones Era, 2002; Larson,
Brooke, Indígenas, elites y estado en la formación de las repúblicas andinas, Lima, PUCP-IEP, 2002.
24  Al respecto puede consultarse Guillermo Palacios (coord.): Ensayos sobre la nueva historia política
de América Latina, s. XIX, México, El Colegio de México, 2007
25  Julio Pinto y Verónica Valdivia, ¿Chilenos todos? La construcción social de la nación (1810-1840),
Santiago, LOM, 2009.
26  Al respecto, para el caso argentino sigue siendo indispensable Tulio Halperín Donghi, Proyecto y
construcción de una nación (Argentina 1846-1880), Caracas, Biblioteca Ayacucho, 1980.
27   Marie-Danielle Demélas-Bohy, “La guerra religiosa como modelo”, en Guerra, Francois Xavier
(comp.), Las revoluciones hispánicas: independencias americanas y liberalismo español, Madrid, Ed.
Complutense, 1995, pp. 143-164. Roberto Di Stéfano, “Lecturas política de la Biblia en la revolución
rioplatense (1810-1835)”, en Anuario de Historia de la Iglesia, N° XII, 2003, pp.201-224.
28  Eric Van Young, “El enigma de los reyes: mesianismo y revuelta popular en México, 1800-1815”,
en Van Young, E., La crisis del orden colonial. Estructura agraria y rebeliones populares en la Nueva
España, 1750-1821, México, Alianza, 1992, pp. 399-428. Marco A. Landavazo, “Fernando VII y la
insurgencia mexicana: entre la máscara y el mito”, en Marta Terán y José A, Serrano Ortega (eds.),
Las guerras de independencia en la América española, México, El Colegio de Michoacán/Universidad
Michoacana de San Nicolás de Hidalgo/ CONACULTA-INAH, 2002, pp. 79-88. Jan Szeminski, La
utopía tupamarista, Lima, PUC, 1993. Teresa Porcekansky, “El sustrato mesiánico  de las rebeliones
negras en la América colonial: el caso de Palmares”, en Memoria del Simposio La Ruta del Esclavo en
el Río de la Plata: su historia y sus consecuencias, Montevideo, UNESCO-Logos, 2005, pp. 149-217.

Para citar este artículo


Referencia electrónica
Raúl O. Fradkin, « La acción colectiva popular en los siglos XVIII y XIX: modalidades, experiencias,
tradiciones »,  Nuevo Mundo Mundos Nuevos [En línea], Debates, 2010, Puesto en línea el 18 junio
2010. URL : http://nuevomundo.revues.org/59749

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Raúl O. Fradkin
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