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Las Doctrinas ~luralistasde la Soberanía

1. INTRODUCCION

a ) Diversidad de sentidos de la palabra

De todos los conceptos que se manejan en la teoría del Estado, nin-


guno ha provocado mayores controversias, ni tenido tanta importan-
cia como el de soberanía. Si exceptuamos el concepto mismo del Estado,
ninguno ha tenido tanta variedad de sentidos. Como hace notar KELSEN,
el concepto de soberanía ha sufrido una oscilación que resulta extraordi-
naria, aun en disciplinas de la inseguridad terminológica de la Ciencia Po-
lítica.
Y es que querámoslo o no, el concepto de soberanía es el tema
central de toda la Teoría del Estado. Pero como ya veía con su habitual
agudeza GEORGE JELLINEK la Soberanía es un concepto histórico y po-
lémico. Desde que se introduce en la Ciencia Política hasta nuestros días
no ha tenido nunca un significado unánimemente admitido, ni se ha lo-
grado tampoco llegar a un acuerdo en lo que respecta a las caracterís-

1 KELSEN.Das Problem der Souverünitüt und die Theorie des V6lkerrechts.


23 edic. Tubinga, 1 9 2 8 . S . 1. ( C i t . por PÉREZ SERRANO, "El concepto clásico de
soberanía y su revisión actual", Madrid, 1 9 3 3 . Pág. 7 . )
2 Teoría General del Estado. Trad. esp. de d o n Fernando de los Ríos. Ma-
drid, 1914-15. 11, pág. 74 y libro 111, cap. IV, p s s i m .

Revista de la Escuela Nacional de Jurisprudencia, núm. 15, México, 1942.


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ticas que distinguen el poder soberano. Nacido al calor de controversias


políticas, se ha desarrollado al compás de posteriores discusiones y las
sucesivas posturas de los teóricos han estado en gran parte determinadas
por la defensa de criterios políticos y no por un intento de realizar un
examen objetivo del problema. S
Prescindiendo de antecedentes más o menos remotos y aceptables,
el concepto de soberania nace con el Estado moderno, en las contro-
versias político-religiosas derivadas de la Reforma. Pero en el propio
B ~ I N queO es quien primeramente formula una teoría articulada de la
soberania el concepto tiene ya, al menos, dos significados, si no opuestos,
no enteramente coincidentes. En efecto, en: la primera edición -france-
sa- de Les Six Liwes de la République (1576), la soberanía se define
como "puissance absolue et Perpetuetle d'une Républiqus" o como dice
su traductor castellano, don Gaspar de Añastro, "poder absoluto y per-
petuo de una república." Pero el propio BODINO al publicar la edición
latina de su obra da otra definición: summa in cives ac subditos legi-
busque soluta potestus. Desaparece la nota de perpetuidad, pero aparece
otra mucho más peligrosa: es un poder que no está sujeto a leyes, aun-
que después se aclare el concepto en el sentido de que estrictamente no
sujeto a leyes no hay poder alguno sobre la faz de la tierra, ya que to-
dos los príncipes están sujetos a la ley de Dios y d e l a Naturaleza y a
varias leyes comunes a todos los pueblos.
Los sucesivos autores que se ocupan del concepto van formulando
distintas definiciones o señalando diferentes titulares de la soberanía.
Así la doctrina sirve a veces para justificar la monarquía absoluta, otras
para la defensa de la democracia, otras para posiciones intermedias. A
fines del siglo XIX la doctrina más comúnmente aceptada ha resuelto
el problema del titular, dándole una solución intermedia: la soberania
no corresponde al príncipe, ni al pueblo, sino al Estad& Pero persiste la
controversia por lo que hace a las características y extensión del poder so-
berano. Domina el criterio de que se trata de un poder indivisible y
s u p m o , aunque ya la discusión del problema del federalisrno, sobre
todo en Alemania y antes en los Estados Unidos, ha quebrantado la
nota de indivisibilidad.

3 BODENHEIMER, Jurisprudence, pág. 66. (Hay traducción española del


autor de este artículo, en prensa. Fondo de Cultura Económica.)
4 Los seis libros de la República de IVAN BODINO, traducidou de la lengua
francesa y enmendados cathólicamente. Turín, 1590.

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b ) L a doctrina clásica de la soberania e n la Gran Bretaña

E n Inglaterra el concepto sufrió muchas modificaciones desde la


aparición del Leviatán de H o u ~ ~ s - q u ecomo
, ha visto BODENHEIMER-
sigue hasta sus conclusiones lógicas la doctrina de BODINOal hacer que
los postulados del Derecho natural no sean para el soberano sino meras
reglas morales - pasando por la doctrina negativa de LOCKE,hasta
convertirse con BLACKSTONE en un problema puramente jurídico.
E n esta situación formula su doctrina, también desde un punto de
vista fundamentalmente jurídico, JOHN AUSTIN,en quien culmina -en
la Gran Bretaña- la que podemos denominar doctrina clásica de la so-
beranía. Combina AUSTIN,elementos de procedencia muy diversa : de un
lado la tradición jurídica y la realidad política británicas, de otro el
utilitarismo de BENTHAM y finalmente las enseñanzas, por él recogidas,
de la escuela histórica alemana, singularmente de HUGOY SAVIGNY. Su
interés no estriba en hacer una teoría política; se concentra en la Juris-
prudencia; sus incursiones en el campo de lo estatal son en cierto modo
incidentales, aunque la relación entre Estado y Derecho es fundamental
en el pensamiento austiniano. El Derecho que contempla AUSTIN es
el positivo, que tiene su expresión plena en la ley aprobada por el Parla-
mento inglés y sancionada por el monarca británico. El Ilerecho es para
AUSTINexpresión de la voluntad de un superior político que ordena a
sus iriferiores determinadas reglas de conducta. Las normas en las que
no concurren esas características, por ejemplo las que establece un pa-
dre para sus hijos, o las ordenadas por la moda, el honor y una gran
parte de las convenciones y costunlbres, así como el llamado Derecho
Internacional, e incluso, en parte, el Constitucional, son simplemente
normas de "nloralidad positiva", pero no Derecho.

5 BODENHEIMER,ob. cit., pág. 65.


6 ScHWhRz, ANDREAS B.. "John Austin and thc German Jurisprudence
of His Time", Politica (Revista de la Lonidon School of Economics and Political
Scierice) , No 2, 1934. Págs. 1 ~ ~ - ~ ~ ~ . - - G E T T ER.
L LC.,
, Historia de las ideas
políticas. Trad. esp. T. González. (Col. Labor.) 11, pág. 176.
7 "Las leyes que los soberanos se imponen aparentemente a sí mismos, o
las leyes que los soberanos imponen aparentemente a sus sucesores, son meros prin-
cipios o máximas que adoptan como guías o que recomiendan a sus sucesores en el
poder soberano. No es antijurídico (illegal) que el soberano -o el Estado- se

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La fuente del Derecho Positivo es para AWSTIN el Estado soberano.


"Todo Derecho positivo, o simplemente todo Derecho en sentido es-
tricto, es establecido, directa o indirectamente, por una pkrbna soberana,
o cuerpo de personas soberano, para un miembro o miembros de la
sociedad independiente en que aquella persona o cuerpo es soberano o
supremo." Por ello, "directa o indirectamente el soberano o Iegisla-
dor supremo es el autor de todo Derecho y todas las leyes d e h a n de la
misma fuente." Hay otras dos especies de normas jurídicas además
@

de las leyes creadas por la voluntad del soberano, a saber las decisio-
nes de los tribunales y las costumbres toleradas por aquél, en virtud del
principio de que "lo que el soberano permite, lo ordena", pero en esencia
su fuente es siempre la voluntad soberana, expresa o tácib.
Quien sea ese soberano, lo define AUSTINen términos .hequívocos:
"Si un superior humano determinado que no obedece 'habitualmente a
ningún otro superior, recibe de modo habitual la obediencia' de la masa
de una sociedad dada, ese superior deterpinado es soberano en esa so-
ciedad." loEl soberano es así absoluto : tiene un poder supremo e incon-
trolado, no sujeto a ninguna autoridad superior y puede imponer sus
decisiones mediante una coacción que no tiene límites jurídicos. En esen-
cia no se aleja mucho del concepto formulado por BLACKSTONE "autori-
dad suprema, irresistible, absoluta e incontrolada en la que residen los
jura summz' imper2i"). La voluntad de ,soberrtno es para AUSTIN ilimi-
tada porque si le pudiese constreñir a actuar en un determinado sentido,
dejaría de ser supremo ;es indivisible, porque caso de cbnfiatse irrevoca-
blemente ciertas funciones a un cuerpo determinado, dejaría de tenér
supremacía universal dentro de la sociedad a la que rige, q inalienable,
porque si el soberano se desprendiera de su soberanía, no podría read-
quirirla por su sola voluntad.
Con tales premisas, AUSTINno podía tener una gran simpatía pot
las concepciones políticas de los liberales ingleses, especialmente los ra-

aparte de una ley del tipo de la que se trata." Lectures on Jurisprude,nce, Vol. 1, pág.
271. (Ed. 1879.)
8 AUSTIN, ob. cit., 1. pág. 270.
9 Ibid., 11, p6g. 256
10 Ibid., 1, pág. 226.
11 BLACKSTONE, Commentmieo, 1, 46. Sobre las difcnnciaa entre la coa-
dpcwn rastiniana y la de BLhCKSTONE, cf. DUNNING, A H i s t ~ r yoí 'Politicd
Theories from Rousseau to Spencrr, pág. 228.
\

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dicales. La libertad no es para AUSTINun derecho natural, como podía


serlo para los jusnaturalistas del setecientos ; la libertad política es sim-
plemente la libertad de acción que el soberano deja u otorga a los súb-
ditos. Tampoco se inclina por la democracia; no cree que el funda-
mento del gobierno sea el consentimiento de los gobernados, sino la
obediencia habitual que prestan a los mandatos del soberano. Mientras
los hombres están gobernados por la razón, el motivo de la existencia del
gobierno es su utilidad; pero son pocos los hombres ilustrados que se
guían por la razón ; la mayor parte siguen las costumbres sin reflexionar
o se guían por prejuicios irracionales. JOHN STUART MILL nos dice en
su Aztdobiografi'a que AUSTIN"adquirió una indiferencia rayana en el
desprecio por el progreso de las instituciones populares, aunque le com-
placía el del socialismo, como medio más eficaz de obligar a las clases
poderosas a educar al pueblo" l3 y que en su vejez se convirtió en ene-
migo de toda ulterior reforma parlamentaria. l4
Congruente con sus supuestos, AUSTINmuestra poca simpatía por
las asociaciones y grupos. Es significativo que --como nota SCHWARZ-
AUSTINadaptase el término alemán jzwistische Person, al Derecho in-
glés, substituyendo el de persona moral (moral person) empleado hasta
entonces por el de legal person (persona jurídica). l5 "Son personas ju-
rídicas por una ficción y en gracia a la brevedad del discurso", dice el
jurista inglés. l6
La doctrina de A U ~ T IseN presenta, pues, como una generalización
deducida en gran parte del Derecho inglés vigente en su época l7 y es
una concepción meramente jurídica. l8

12 AUSTIN, ob. cit., I, 28 1.


13 MILL, JOHN STUART, Autobiography, ed. por Laski. (World's Classics ,
4@impresión (1935), pág. 151.
14 Ibid., pág. 221. Una de las últimas obras de Austin, aparecida en 1859,
es un ataque contra la propuesta de reforma electoral.
15 SCHWARZ,ob. cit., pág. 196.
16 Cit. por LASKIen "Personality of the Associations" (The Foundations
of Sooereignty and other Essays, 2@ ed. Newhaven, Yale University Press. 1931.
Pág. 142.
17 DICEY, Introduction to the Study of the Law of the Constitution. 8a
edición, Londres, 1926. Pág. 69.
18 Ibid., pág. 70. "La independencia habitual, que es uno de los requisitos
esenciales de la soberanía, es meramente independencia habitual de las leyes imperati-
vas en sentido propio." AUsTIN, ob. cit., pág. 244, nota.

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Aunque la doctrina de AUSTINno alcanzó gran difusiiin en Inghte-


rra en vida de su autor, se impuso después de su muerte en el pensa-
miento jurídico-político británico, sobre el que ha ejercido una influencia
que en muchos aspectos puede calificarse de decisiva.

c ) La justificación idealista de la doctrina clásica de la s o b e r a h

~ i e h t r a el
s Estado liberal inglés funcionó sin graves dificultades, en
una época de expansión, fué posible mantener una doctrina' de la sobe-
ranía puramente jurídica de base utilitaria. Pero desde f i l e s del tercer
cuarto del siglo XIX las tensiones sociales y políticas exigen una justi-
ticación de lo que GREENllamó la "obligación política" es dear, la -
obligación que liga al súbdito con el soberano. Un grupo de pensadores
ingleses, cuyos nombres se asocian con la Universidad de Oxford -T. H.
GREEN,BRADLEY, BOSANQUET,-trató de llegar a formular esa justifica-
ción combinando una concepción política liberal con 10s iesultados de
la-.filosofía idealista, griega y alemana.
LASKIha resumido esa doctrina en cuatro proposiciones : la libertad
no significa ausencia de coacción; la esencia de la libertad es la auto-
determinación; esta autodeterminación no significa obediencia a todo
deseo casual o capricho pasajero que cruce por mi mente; sino obedien-
.cia a mi yo real; la voluntad de ese mi yo real es idéntica a los fines
de la tradición general de la sociedad a que pertenezco. lQ "Cuanto más
me aproximo a ser yo mismo, más cerca estoy de la identificación con
el espíritu común". 20
El Estado-y su soberanía- se justifican en cuanto medios indis-
pensables para esa realización de la voluntad real, para permitir esa au-
todeterminación del individuo. "El Estado es aquella organización de la
comunidad que tiene la función de mantener las condichnes necesarias
para la vida mejor" (BOSANQUET). La escuela idealista tendió en con-
junto a destacar la idea de los valores positivos de las instituciones de
la vida social como instrumento para el pleno desarrollo del'individuo. 21
Pero hay entre los idealistas ingleses diferencias, acaso. de mayor alcance

19 LASU, El Estado en la teoría y en fa práctica. Trad. csp. V. Herrero. Ma-


drid, 1936. Pág. 55.
20 BOSANQUET, Social and International I d d s , pág. 281.
2 1 COKER."Pluralistic Theories and the Attack upon Sta- Sovereignty", en
Politicaf Theories, Recent Times. Ed. por Merriam y Barnes. Nueva York, 1924.

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de lo que se suele creer generalmente. En GREENdomina el influjo


de KANTen mayor grado que el de HEGEL,y posiblemente más aún el de
los pensadores griegos; en EOSANQUET tiene mayor importancia la in-
fluencia hegeliana e incluso la de ROUSSAEU: llega a decir que se puede
resumir toda la teoría de la acción de1 Estado en la fórmula de ROUSSEAU,
según la cual, la soberanía es el ejercicio de la voluntad general. GREEN
llega a admitir en último extremo un derecho a la revolución ; BRADLEY
y BOSANQUET se inclinan a considerar el Estado como Único instrumento
del desarrollo moral del hombre, capaz de abrazar todos sus intereses
sociales. El Estado es "el guardián de los valores morales." Pero en con-
junto hay en la escuela una unidad general de concepción.
Por lo que hace a la soberanía, más que aportar una nueva con-
cepción, la tarea de los idealistas consistió en justificar la doctrina clási-
ca, con alguna atenuación, como la que representa el hecho de que GREEN
admitiera el derecho a la revolución. Cierto que, como nota LINDSAY, 22
BOSANQUET rechaza el concepto austiniano de soberanía, pero es el
propio BOSANQUET quien caracteriza al Estado como "aquella sociedad
que se reconoce habitualmente como una unidad que emplea jurídica-
mente la fuerza", concepto éste no muy alejado del pensamiento de
AUSTIN.Acaso sea GREENel que mejor exprese esa justificación; el
Estado es para él "un conjunto de personas que se reconocen unas a
otras la posesión de ciertos derechos y que tiene ciertas instituciones pa-
ra el mantenimiento de esos derechos." 23 La soberanía es el poder que
mantiene esos derechos ; la autoridad soberana que emplea la fuerza para
mantenerlos - q u e usa, paradójicamente, la fuerza para crear la liber-
tad- puede, en Último término, reducirse a la sociedad misma, o acaso
mejor, a la conciencia común de un fin también común que constituye
la sociedad. Si esa sociedad crea derechos, crea también la soberania ne-
cesarias para su mantenimiento. 24 La soberania está así justificada, en
la doctrina idealista, como garantía de los derechos de los ciudadanos,
porque esos derechos les permiten auto-realizarse, actualizar sus posibi-

22 En la reseña del libro de LASKI, "The State in Theory and Practice", pu-
blicada en Politica, vol 11, no 5 . Marzo, 1936. Pág. 85.
23 GREEN, T. H., Lectures on the Principies of Political Obligation. Nueva
York y Londres. 1895. Pág. 443. "Lo esencial de una sociedad política es un poder
que garantice los derechos de los hombres". Id., pág. 102.
24 BARKER,Political Thought in England, 1 8 4 8 a 1 9 1 4 . Londres, 1932.
(35 impresión de la 29 edición.) Pág. 37.

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lid& cn cuanto seres morales, o en oims términos, '*vida


it4~
mejor" de que hsbla ~ N Q U E T .

d) L4 crisis del Estado ochocentkta


'

E1 Estado cuya soberanía justifica la doctrina idealista es el Estado


de Derecho. Aunque discrepemos radicalmente de CA& SCHMITTes
posible admitir su aserto de que el Estado de Derecho es "ei Estado de
la democracia liberal burguesa" 26 cuyas bases habían si& d racíona-
lismo, el individualismo econóniico, el liberalismo político y - s o b r e todo
a partir de la primera mitad del siglo pasado- el nacionaiísmo. Pero
ya a fines del siglo XIX y más acusadamente desde comitnzos del
presente, es general el ataque contra todas y cada una de esas base: en
filosofía el racionalismo, que en diversas formas había si& h 8nes do-
minante del pensamiento europeo desde DESCARTES, sufre los embatts de
B ~ ~ G ~deo la N fenomenologia
, de las nuevas corrientes psicol6gicas,~etc.
El Iiberalismo político resulta insuficiente como base doetrinsl de lo
organización de1 Estado; ni siquiera puede asegurar efectivamente lo
que ha constituído su aspiración esencial: la libertad &.la mayoria úc
los ciudadanos, carentes de medios económicos; el n a c i d s m o , una
vez que ha logrado imponer en gran parte del mundo occidental la co-
rrespondencia entre Estado y Nación, deriva hacia el impeslialismo, con
lo que se deshace el equilibrio logrado. El i n d i v i d d w m económico
se parece demasiado a la anarquía económica, y el capipslismo sufre
los &bates del sociaiismo y el sindicalisp y la quiebra que es nsul-
tado .de sus propias contradicciones internas. El Estado. naaorla sobe-
rano resulta impotente para resolver los problemas & todo orden que
se le plantean, cosa que se pone especialmente de manifiest~,:a partir
de la guerra de 1914.

11. EL PLURALISMO

La crítica de ese Estado se fija de modo preponderante, como cs


lógico, en el problema de la soberanía. Se formula desde puntas de vista
muy diversos, con aspiraciones políticas muy diferentes y Ueva a re

25 SCHMITT,CARL, Teoria de la Constituci6n. T n d . esp. Fr.~~cisco


Ayala.
Madrid, 1934. Pág. 145.

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sultados muy dispares. El pluralismo es una de las posiciones adversa


a ese Estado que lograron mayor difusión.

a ) Bases:

La tarea de abarcar en una sola definición todas las doctrinas plura-


listas es acaso imposible, "por la multiplicidad de estímulos filosóficos,
económicos, religiosos o políticos a que responde" el pluralismo, y por
su mismo significado, "más propenso a las negaciones que a la construc-
cibn", como i:a dicho con razón PEREZ SERRANO A lo 111ás que puede
llegarse es a la descripción que hace este ilustre maestro español, que
caracteriza al pluralismo como "una revisión de los conceptos tradiciona-
les, impuesta por necesidades nuevas y como una reacción contra
fórmulas legales estereotipadas" 27, preferible a la formulada por COKER:
"se aplica el término pluralismo a las doctrinas, un tanto variadas, que
coinciden en su común oposición a la teoría tradicional de la soberanía
del Estado", que resulta demasiado general y que el propio C ~ K E R
desvirtúa en otro trabajo al distinguir el pluralismo del anarquismo y
el sindicalismo que coinciden con él en la oposición a la doctrina tradi-
cional de la soberanía.
Esa revisión se ha orientado de modos diversos, bien a la negación
de la soberanía como característica peculiar del Estado, bien a atribuir
soberanía a otros grupos sociales concurrenteinente con el Estado, o
bien finalmente, hacia la negacibn de la nota de unidad que la doctrina
clásica había venido atribuyendo al poder soberano.
BODENHEIMER, que enfoca el problema desde el punto de vista de
la Sociología del Derecho, señala como características del pluralismo
las siguientes afirmaciones: que la autoridad del Estado como creador
del Derecho no es exclusiva; que hay dentro del Estado grupos y aso-
ciaciones cuyo poder normativo está coordenado con el del Estado y es
de igual rango que éste ; que, además de ser miembro del Estado el hom-
bre se asocia normalmente, dentro del Estado, en otros grupos, cuyos

2 6 PÉREZ SERRANO,El concepto clásico de soberanía y su revisión actual.


Madrid, 1933. Pág. 15.
2 7 Ihid., pág. 17.
pág. 170.
28 COKER,"Pluralism" en Encyclopaedia of the Social Sciences. V o l . XII,
29 COKER,"Pluralistic Theories, etc.", pág. 8 0 .

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grttpos son o deben..ser autónomos y :estar en paridrrd con d Eetado;


que tales grupos deben ser independientes del Estado. e0 su existencia
y organización; y finalmente que en su esfera particular deben ser con-
siderados tan soberanos como lo es el Estado en la suya. 90 Añade que
en cuanto al problema de qué funciones y poderes peculiires deban
asignarse al Estado y cómo hayan de regularse las relaciones entre el
~ s t a d oy sus organizaciones rivales, "los pluralistas e s t b lejos
,
de tener
opiniones claras, coherentes y unánimes".
Son muchas las influencias que han concurrido en la forinuiación
de las 'doctrinas pluraiistas. COKERseñala dos fundamentales:' las dis-
cusiones jurídicas y sociales de la relación entre el Estado y los grupos
económicos y profesionales, y la aparición de ideas filosóficas y éticas
acerca del valor de la autoexpresión más amplias que d individualismo
de MILL y la doctrina idealista de GREEN. 31 En su reciente estudio sobre
"el pluralismo político inglés", MAGID señala que se iían 'buscado sus
orígenes en la filosofía de WILLIAM JAMES, los estudios de GIEHKE sobre
la dad Media, una encíclica de LEON XIII, vario$ movimiehtos eclesiás-
ticos de la Inglaterra del XIX y el sindicalismo. * Señala también que
el pluralismo significa una reacción contra la doctrina idealista del
Estado.
Es posible aceptar que todos los factores mencionados por MAGID
han influido efectivamente en el pluralismo, si se tiene m cuenta que,
más que una doctrina, constituye aquél tina serie de doctrhs, y is in-
dudable que las influencias resumidas por MAGID han estado presentes
en la formulación de algunas de aquéllas. Habría que añadif que la reac-
ción no es únicamente contra la doctrina idealista, especialmente fuera
de Inglaterra, sino también, contra la doctrina clásica de la soberanía en
sus diversas formas. Incluso en el pluralismo inglés se rechaza acaso con
más vigor la doctrina de . ~ U S T I Nque la de GREEN.LO que no es posible
desconocer es que las doctrinas pluralistas han tenido un sentido político
muy acusado ; su intención ha sido poner limites al absolutismo del Es-
tado, como garantía de la libertad de individuos y grupos. Cuidando de
no exagerar su significado, podría afirmarse un paralelismo entre la

30 BODENHEIMER, Jurisprudence. Nueva Y o r k - Londna, 1940, págs. 62-3.


(Traducción española. del autor de este artículo, en prensa. Fondo de Cultura Eco-
nómica. México.)
31 COKER, "Pluralism", Enc. Soc. Sciences, vol. X I I , pig. 170.
3 2 MAGID. HENRY MEYER: English Political Pluralim. T.he 'Problem o f
Freedom and Organization. Nueva Y o r k , 1941. Pág. 3.

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motivación de la teoría de la separación de poderes frente al absolutismo


monárquico y el pluralismo frente al absolutisn~oestatal.

b) El plzwalissnro inglés

Las doctrinas pluralistas se producen en casi toda Europa y en


Norteamérica a partir del último cuarto del siglo pasado, pero es en In-
glaterra, y sobre todo, en las décadas segunda y tercera de la centuria
presente donde alcanzan su nláximo esplendor. Son múltiples las causas
que contribuyen a que sea en ese país y momento donde más fructifiquen.
Hay en primer lugar el heclio de que desde que se resuelve la lucha
entre la corona y el parlamento, la Gran Bretafia pierde la idea de un
soberano personal ; el soberano en la Inglaterra de la segunda revolución
es definitivamente the King in Parliamctzt, idea que lleva en sí gérmenes
adversos a la indivisibilidad de la soberanía, aunque, como demuestra la
doctrina de AUSTIN,no sea totalmeiite incon~patiblecon ella. Lo cierto
es que FIGGIS ha podido afirmar, con entera razón que el Segundo Trata-
do de LOCRE,-justificación teórica de la "gloriosa revolución"- es
"un ataque dirigido contra la idea de soberanía" y no "contra las pre-
tensiones absolutistas de la monarquía". 33 El triunfo del parlamento
sobre la corona supone históricamente el reconocimiento definitivo de
una serie de derechos, tradicionalmente reinvindicados por los súbditos
y que implican una serie paralela de limitaciones al poder del Estado;
en casa del inglés, que puede decir con verdad "my home, my castle"
"puede entrar la lluvia, pero no puede entrar el rey", sin anuencia de
su propietario. Cierto que con la implantación del régimen constitucio-
nal en todos los países influídos por la civilización occidental esas
circunstancias de Inglaterra se han ido extendiendo durante el siglo XIX
y la primera mitad del XX a los demás Estados constitucionales; pero
no es menos cierto que en la mayor parte de éstos, las libertades y de-
rechos de los súbditos erzn conquista reciente y, - c o m o ha demostrado
la historia posterior- precaria ; en la Gran Bretaña han pasado a formar
parte de la tradición y están fuertemente arraigados. Una ojeada a la
legislación de guerra inglesa, tanto en 1914 como en 1939, en compara-

33 FIGGIS, JOHN NEVILLE: The Divine Righr of Kings. 2a edic. 3a impre-


sión. Cambridge, 1934. Pág. 242. (He consultado las pruebas de la edición españo-
la ea preparación, Fondo dc Cultura Económica, pero no me ha sido posible indicar
las páginas de la misma.)

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cit% con las leyes extraordinarias aprobadas por ótros,pídiPsi&ligeran-


tes, es la mejor comprobación de ese aserto. 'r . . .
E n segundo término la pluralidad de confesiones religio& organiza-
das en iglesias, en pugna más o menos abierta con la angii~8naoficial,
contribuyó también en gran medida a que se desarrollaran las doctrinas
pluralistas, algunas de las cuales tienen como objetivq primordial la
defensa de la personalidad y autonomía de las iglesias, y.,en segundo
término la de los demás grupos. El self-govmnment de las -corporaciones
locales y la progresiva extensión de la autonomía a los paísq ,integrantes
de la British Commonwedth of Nations constituyen otro W o r de im-
portancia en el desarrollo de las doctrinas pluralistas.
De otro lado la doctrina tradicional de la soberanía -y en especial
la formulación que le dió en Inglaterra AC'STINes una dw$rina basada
en abstracciones y generalizaciones teóricas. El pensamimp inglés ha
tenido siempre una tendencia a lo concreto, combinada cm una cierta
desconfianza por lo sistemático. 34 En lo político la filoeofia. inglesa ha
tenido de manera mucho más visible que la de cualqt&r otro país,
- a u n q u e es probable que el aserto pueda ser aplicado g~ mayor ge-
neralidad- un carácter polémico. "Incluso nuestros, t ~ ~ aca- - &
démicos y nuestros pensadores más especulativos", - d i c e CROSSMAN-
han elaborado sus teorías para hacer frente a uno situación dada".
Y esta característi- de la filosofía política inglesa encwatra su paran-
gón en las instituciones inglesas, desarrolladas también ,de manera asiste-
mática y contradictoria, 'y en las que hay tradicionalmenta.una autono-
mía bastante acusada. i-

A estas características - e n cierto modo permanentes- & la vida


y el pensamiento políticos británicos se unen a fines del siglo pasado y
comienzos del presente una serie de motivos particulares: .el desarrollo
de los sindicatos ingleses, mucho más desligados que los de otrwpaises de
la actuación política directa -a pesar de la conexión a6n el Labour
Party- y enemigos a la vez del apoliticismo anarq~izankwdclsindica-
lismo .latiho. El partido laborista más que creador de sindicatos ha sido
creación de los sindicatos, pero éstos no han tenido como prcúcupacibn
predominante la acción política. Aparte el fenómeno sindical nuevas co-

34 CROSSMAN, R. H. S.: "El pensamiento,político inpl(4 en:C ttadición eu-


ropea", cap. M de Trayectoria del p ~ m i e n t opolítico, & J . P. niUwit, trad, esp.
V . Herrero. México, 1941. Pág. 166.
35 Ibid., loc. cit.

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rrientes de pensamiento han venido a unirse para favorecer la difusión


del pluralismo: la psicología social, la reacción contra el liberalismo eco-
nómico y la nueva teoría jurídica de la personalidad de las asociaciones
y corporaciones. E n especial la reacción contra la economía individua-
lista ha sido un factor preponderante, porque como esa reacción produjo
un aumento considerable de funciones estatales, la conciencia liberal
inglesa sintió, con mucha más fuerza que la de ningún otro pueblo, una
alarma considerable ante la aparición de ese nuevo Leviatán.

111. LAS DOCTRINAS PLURALISTAS INGLESAS

Suele señalarse como punto de partida de las modernas doctrinas


pluralistas la teoría de la personalidad real de las asociaciones y corpora-
ciones, en especial, a partir de la obra de GIERKE.Acaso la prioridad
histórica debiera corresponder a las krausistas y señaladamente a GINER
DE LOS Ríos pero dilucidar este punto nos llevaría muy lejos del tenla.
E n cualquier caso la obra de GIERKEy de su traductor inglés MAITLAND
ha tenido una influencia decisiva en todo el pensamiento pluralista in-
glés posterior.
E n el prólogo a la traducción del capítulo "Doctrinas políticas de
la Edad Media" del Deutsche Genossenschaftrecht de GIERKE,MAIT-
LAND 37 trató de hacer aplicables al Derecho inglés las doctrinas del
maestro alemán. "Parece haber" -escribe- "un género del cual Es-
tado y corporaciones son especies. Parece haber grupos de hombres per-
manentemente organizados ; parecen constituir unidades ; aparentemente
atribuímos a esos grupos a esas unidades, actos e intenciones, derechos
y culpas. Aceptemos que en cuanto constituye una de estas unidades,
el Estado es altamente peculiar; aún así podremos preguntarnos si no
somos esclavos de una teoría de juristas y si no estamos un poco atrasa-
dos al fijar -en la era de DARWIN-, un golfo inconmensurable entre

3 6 Especialmente en sus trabajos sobre "La persona social" y "La soberania


política", incluído en sus "Estudios jurídicos y políticos". Cf. PEREZ SERRANO, ob.
cit., págs. 34-5.
37 Political theories of the Middle Ages. Trad. e introducción de Frederick
William Maitland. 2a impresión. Cambridge, 19 13.

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el.Estado y todos los, demás.grupos .y no phtearnos.af:iproblema del


origen de las especies". Sobre esta identidad de ghem kc %#ado y
grupos está construida toda la doctrina de MNTLAND,que ,qmcialmente
prooede de GIERKE.Ningún grupo permanente,, orgaaiutcbpermanente-
mente y para un objeto duradero puede ser consi>rada cumo.,unamera
suma de personas, cuya unión haya de redbir, para &&r&rechos ,y
deberes, nna confirmación legal. La existencia de 103 &EIIP~Q~~S una rea-
lidad independiente de la voluntad del Estado. Ea .w pakbra los
grupos, asociaciones y corporaciones son personas reales y, no ficticias
que no deben su origen al Estado. La consagración por parte de éste
de la' personalidad de aquellos no hace sino reconocer el hecho de su
existencia, pero no la crea.
Como afirma BARKER,es indudable que, de aceptarse esta posición
de MAITLAND, la teoría del Estado se ve afectada de un modo vital:
"Vemos al Estado menos como una asociación de individuos unidos en
una vida coniún que como una asociación de 'indivI&s jta unidos
en otros gnipos - c a d a uno de los cuales tiene si '&$fa' vida co-
mún-, en . m grupo más amplio y elevado, para una"Yiilalidad
..< . l ' .
más
amplia", A esta concepción del Estado sigue natuiiditgnte' una dis-
tinta posición de los grupos dentro de la comunidad, &a uno de
ellos posee, --dentro de- la esfera propia de su,' derechos
propios y característicos, que no dependen del Estado,' ii&+ttós términos
una cierta esfera de soberanía. Pero MAITLAND no sacó las.c&seniencias
que cabe derivar de su .doctrina y no llegó a formular u$8:tMría plura-
lista plena y c0m~1et.i.Sin embargo, son muchos los pluforl.i;stss itigleses
que se apoyan & las premisas sentadas p o r ' ; M a ~ m m ,bitn directa-
',-
mente, bien a través de otros autores. i,

; . .,* , .
. . ,

b ) Jolzn Nevz'lle Figgis , ., .,


e> S

, Es claramente perceptible la influencia d e en JOHN


NEVILLEFVGIS,cuyo pluralismo tiene como preocud&. fpnwentai
asegurar el respeto a la personalidad de las iglesias. 17J._P'&io FIGGIS
señala en el prólogo a la segunda edición de su The Divine Right of
Kings la influencia que han ejercido en su pensamiento A c r o ~ ,GIERKE
, . .,
,
38 Introducción a la trad. de GIERKE citada, Pag. LY.
39 BARKER ERNEST,Political Thought in England,,..l&$a , to 19 1 4 . Pág.
177-8.

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y MAITLAND.MAGLDconsidera a FIGGIScomo el eslabón que une las


tendencias pluralistas anteriores a él con las doctrinas que han surgido
posteriormente.
Toda la obra de FIGGIS está dominada por la preocupación por
problemas eclesiásticos, alrededor de los cuales giran tanto su -estudio
de la doctrina del Derecho Divino de los Reyes como su trabajo sobre
las iglesias en el Estado moderno. Pero no por ello deja de atender a
otros grupos sociales. Las iglesias constituyen una clase especial de
sociedades, pero hay además asociaciones que tienen vida propia. "¿ No
está, acaso toda sociedad compuesta de un gran número de pequeños
grupos? y j no está cada uno de esos grupos, en cuanto son permanen-
tes, dotado de un verdadero poder que le es inherente y que es algo
más que una potestad delegada - poder reconocido por el superior, mas
no creado por él'? 49
Hay en FIGGISuna base de partida común con la doctrina idealista :
la sociedad debe orientarse en el sentido de dar al individuo las ma-
yores posibilidades de autorrealización. Los grupos que forman los
hombres, movidos por sus impulsos sociales son necesarios para esa
autorrealización. El hombre desarrolla su personalidad en una serie de
grupos que no son una cosa inerte, sino algo vivo, orgánico, no deriva-
do del reconocimiento estatal. No es posible conseguir la realización de
las posibilidades del individuo por la mera libertad individual, porque
sin la libertad de los grupos el individuo se enfrenta directamente con
el Estado y su libertad individual resulta ineficaz. Si el Estado es un
poder único, de donde proceden por delegación todos los derechos de
los individuos y de los grupos, conforme enseña la doctrina austiniana,
"no hay freno a la tiranía, a pesar de todo lo democrático que pueda
ser el gobierno." 41 Los grupos -corporaciones, iglesias, sindicatos,
familias- tienen una vida y una personalidad reales, que no dependen
de la concesión arbitraria del soberano. "Negar esa vida real es falsear
los hechos de la existencia social y es una posición de la misma natu-
raleza que esa negación de la personalidad humana que denominamos
esclavitud y que es siempre, por su misma naturaleza, injusta y tirá-
nica." 42 La personalidad de los grupos es, pues, tan real como la de
los individuos; no se trata de ninguna ficción creada por el Derecho o

40 FIGGIs, T h e Diuine Righr of Kings. Pág. 291.


41 Ibid., pág. 292.
42 FIGGIS,Churches in the Modern State. Londres, 19 14. Pág. 42.

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por el soberano ;'su reconocimiento no. significa h f ~ u a dz reco&-


miento de "los hedos de 1á existencia. social.'' Sin,.#nkiPrnaRl-itnnque
los tres últimos siglos han presenciado la victoria del prin-:de que los
derecho8 y libertades del individuo deben ser recotrocidas ppt 4 Estado,
66
no hay paáa semejante a un .reconocimiento8de la real* de Ls ca-
munidades corporativas, aparte del fiad del Estada". 48. .-- .;, . .. , ,
F~GGIS considera que el Estado no.constititye una ogtmidad.uni-
taria y soberana, sino una communitas cowmunitatltwr, unwjerarquía
ascendente de $rupos, cada uno de los cuales debe t e n e t ~ para ~ h
regir su propia vida. 44 Su función parece ser; en la opiai&, de-FIGGIS,
regular las relaciones entre los grupos y entre los indiskim$.y~losgru-
pos, pero no aspira a que desaparezca el control deli Es.tndo &e los
grupos. "Por fuertemente que afirmemos la naturalidad @.-,lavida cm-
porativa, nadie negará, a mi entender, el deber del Ektado $e exigir
pruebas adewadas de que se está formando [ u q soci+$] .y prove-
yendo de los órganos debidamente constituidos de su ~ n i 4 a d " - . ~ ~ ,

FIGGI~ no llegó a formular una teoría del, Estado.compiFta, basada


en esas premisas, inipedido acaso, cómo cree MAGID, poq:qu preocupa-
ción esencial por 18 personalidad y libertad de acción ,hg,grupos..46 +!
Pero rechaza decididamente .lo que denomina "el .ídol~aystigjaaio," 47
que según él mismo reconoce influye todavía en. sus-@peras obras.
La objeción fundamental que formula a la doctrina. de.&srz~, es que
presupone una unidad inexistente; seria, en cambio, f'd ,razonable
llegar a una teoría del Derecho y del gobierno obseryaqdo los b h o s
de la vida humana tal ,como es vivida y tratando .de e+&b+ las ca-
racterísticas reales de la sociedad civil, en vez de exponer un+ .doctrina
abstmcta de unidad." Y lo que encontramos-en la vi& hamana,
no es una serie de individuos inconexos entre sí, que no,ieneo.relación
más ,que,con el Estado, sino "una jerarquía ascendente,&*grupos, fa-
milia, escuela, ciudad, condado, sindicato, iglesia.".4q El.,%t@o ,= el ;

-. ., I I \ I

43 FiGGIS, Studies of Pditical Thought frdm Gersan -m$irot+s, ,Id14.-


1625. 24 ed., 34 impresión. Cambridge, 193 1. Pág. 178. , ., . . ,

4 4 FIGGIS, Churches ...


Pág. 52.
4
,45 Ibid., pág. 103.
4 6 MAGID, ob cit., pág. 1 8 ; c f . ROCKOW, El pensamiehto &li;ico contem-
poráneo en Inglaterra. T r . esp. Teodoro González. Barcelona. 1932. Pigs. 175-6.
4 7 FIGGIS, Prólogo a la segunda edición de "The ~ i v i n e.R;pht o f Kings".
4 8 FIGGIS, .
Churches . . . Pág. 87.
+-. ,.
.. ,*

4 9 Ibid. . _ ' <, J

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vínculo final que une toda una multitud de corporaciones, iglesias, sin-
dicatos, familias, dotadas todas ellas de verdadera vida propia, recono-
cida y reglamentada por el gobierno. 50
A esta concepción corresponde la necesidad de que el Estado se
abstenga de intervenir en la esfera de actividad propia de cada uno de
esos grupos. "Hay zonas de pensamiento y de acción en las que el Es-
tado no debe entrometerse, so pena de causar grave lesión de los más
altos intereses humanos." A esas zonas no debe alcanzar la soberanía
estatal. FIGGIS subraya los peligros de esa intromisión estatal, especial-
mente en relación con las iglesias. Pero de toda su obra se desprende
que contempla el problema, pensando siempre en una pluralidad de
confesiones religiosas organizadas dentro de un país. Así puede afir-
mar que ese respeto por parte del Estado de la libertad de acción de las
iglesias, no entraña el peligro de una intron~isiónde la iglesia en el
Estado, que seria inevitable en un Estado donde prácticamente no hu-
biera más que una iglesia.
No ha sido FIGGIS el único autor que ha mantenido una posición
pluralista pensando de modo preponderante en las iglesias. El Dr. OR-
CHARD ha mantenido opiniones análogas y en algún momento la doc-
trina de FIGGIS estuvo tan en boga en los medios eclesiásticos ingleses,
que COLEha podido decir que, tanto modernistas, como ultramontanos,
fueron influídos por las nuevas ideas. Acaso pueda haber alguna exa-
geración en ese aserto de COLE,motivada por las afinidades existentes
entre el socialismo guildista y las doctrinas de FIGGIS, que ponen de
manifiesto BARKER y el propio FIGGIS.03

c) Robert Morriso.rt JdacIver

No sin algún titubeo, me decido a incluir en este trabajo la figura


del actual profesor de la Columbia University. La duda se refiere a si
no sería más adecuado su lugar en un estudio del pensamiento ameri-
cano, dada su larga permanencia en el Nuevo Mundo. Pero como su

5 0 Ibid., pág. 292.


5 1 FIGGIS, Dioine Right. Pág. 2 18.
52 COLE, G . D. H., Doctrinas y formas de la organización política. Trad.
esp. Alfonso Reyes. México, 1938. Pág. 77.
53 BARKER. ob cit., pág. 182; FIGGIs, "Jus Dioinum in 1646". incluído
en la segunda edición de The Dioine Righr of Kings, pág. 2 9 2 .

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formacióti'y sus prinieros, trabajos se,realizaron en las.ü&e&dades e


institucio&s académicas inglesas, entiendo que está j i d h d o tratar
de él aquí.
NO dudo, en cambio, en incluirlo' entre los p 1 ' í i r a I i ~ a ~ - p e sde
ar
que 'no se le suele menaonar dentro de esta posición. El-p'raploMAC-
IVER rechaza en Community y en ?%e Modern State 6 r&briea plura-
lista y el pluralismo de primera hora de LASKI-el de;& $tudies in
the Problem of Saiereignty-, aunque en la primera d e sus obras cita-
das confiesa estar casi totalmente de acuerdo con A t r i M t y irr the
Mudem Stote del actual profesor de la London Schosr td'Economics.
Sin embargo su doctrina cabe perfectamente, a mi entendür,' dentro de
la clasificación de pluralistas, tanto' en el sentido antplio Me la defini-
ción de COKER,como en el más esticto de la formula& pof PÉREZ
SERRANO. La motivación de su teoría coincide, por otra parte, con la
que influye el pensamiento de la mayoría de los auWts pluralistas:
defensa y mejora de la democracia, limitación del pbdd.estattil, re-
conotímiento de la autonomía de los grupos. Además, ha'influído bas-
tante en otros autores pluralistas, como G. D. H. Co~~;'I)eode .luego
no Se'trata de una formulación extremista del plurali~mo.',~
Para comprender el pensamiento de MACIVER,én &n con el
Problema de la soberanía, hay que paftir de sus concept?s ~ o l ó g i c o s
fundamentales. Parte' ~IACIVER de una distinción e n t t e ' . t m i d a d y
asociaciones, basada en la formulada por T ~ N I Eentre.'Gemeinschaft
S
y Gessellschaft, aunque no enteramente coincidente -ni'Siquie~ en la
terminología- con la del maestro alemán. Por comunidad entiende
MACIVER cualquier área de vida común -pueblo, ciudad, distrito, país,
e incluso un área mayor que tenga caracterí,sticas propias; un grupo
cuyos componentes tienen en común no éste o aquel interés, sino las
"
condiciones básicas de vida. Toda la vida social de . Ips individuos t.

que la componen puede vivirse dentro de ese grupo. U q asociación,


por el contrario, es un grupo organbdo para la realizad& en común
de un interés o grupo d e intereses. 65 Es una unidad social determinada,
construída sobre una finalidad común. Así pues, una comunidad es un
foco de vida social ; una asociación una organización Be l a vida social,
establecida definidamente con vista a uno o más intereses. Una asocia-

54 MACIVER,R. M . , Society :A Textbook of Sociology. Nueva York. 1937.


Págs. 8 - 9 ; Community. A Sociologicd Study. 34' ed., (reimprerión 1936). pág. 23.
55 m C i V E R . society. pág. 1 1. ,

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ción es, por naturaleza, parcial; una comunidad, integral. Dentro de


una comunidad hay una multiplicidad de asociaciones, muchas de ellas
servidoras de intereses contrapuestos. Las asociaciones son - e n la termi-
nología de MACIVER- organizaciones dentro de una comunidad; la
comunidad es es más que una organización: es la matriz de la organi-
zación. 56
Sentada esta distinción fundamental, afirma MACIVERque el Es-
tado es y tiene que ser siempre una asociación y no una comunidad.
"Es una parte esencial de la estructura social, pero nunca toda la es-
tructura social. 57 LO que ocurre es que el Estado tiene, al igual que la
comunidad, una localización espacial y ejerce un cierto control sobre
todas o casi todas las demás, y por ello muchos autores -especialmen-
te los neohegelianos- han hablado como si Estado y comunidad fuesen
una misma cosa. MACIVER rechaza decididamente esta concepción que
deriva -dice- de la influencia que han tenido las ideas helénicas en
el último siglo y medio. Debemos mucho a los pensadores griegos, pero
las condiciones de la vida moderna difieren mucho de las griegas, y es
por ello peligros aplicar a los problemas contemporáneos una concep-
ción puramente .ielénica. Por hacerlo así han incurrido en errores mu-
chos pensadores modernos, desde ROUSSEAIJhasta BOSANQUET.
MACIVER critica especialmente la concepción de BOSANQUET. Para
éste la libertad es condición necesaria para que podamos ser "nosotros
mismos", y esta libertad se identifica con la vida del Estado. E n el Es-
tado encontramos a la vez disciplina y expansión; no es mera fábrica
política; es el aspecto político de la totalidad que incluye todas las ins-
tituciones desde la familia al con~ercio y desde la iglesia hasta la
universidad. Y es a la vez una fuerza reconocida y justificada. BOSAN-
QUET identifica Estado y "voluntad real del individuo", con lo que éste
pierde su propia naturaleza como ser racional. Hay en esta concepción
-dice MACIVER- una confusión fundamental: la palabra Estado tie-
ne dos sentidos: es a la vez unidad de todas las fuerzas sociales que ope-
ran en una comunidad humana y sociedad política. La misma confu-
sión existe entre la voluntad "real" y la voluntad "efectiva" (actztal)
que supone una identificación inadmisible entre bien y voluntad. El pe-

56 Ibid., loc. cit.


57 Ibid.. pág. 284.
58"A criticism of the neo-hegelian identification of 'Society' and 'State':
Appendix B a Commu~ity,págs. 424 y ss.

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l i s o del. beleniw. maderno estriba en la conf fusión..^ lq real y lo


idd.- Pero la falacia fundamental de la doctrina idealisf;a.;& Estado,
consiste.en la confusión entre Estado y comunidacLmg, *,: , . ..
'El estado es, pues, para MACIVER, una asociacib ccütio EQs demás,
pero "única en sus especies y de incalculable significaciW'P -porque
"tiene que ser el coordinador final de la comunidad". El interés que
persigue el Estado es el interés común, pero el Estado, 10 representa
únicamente en tanto en cuanto ese interés está suficientexm?te unificado
para ser susceptible de expresión política y en cuanto e&í.qufiqientemen-
te exteriorizado para permitir una regulación jurídica ;es p además no
representa la totalidad-del interés común, porque 19s inweses parciales
de las asociaciones culturales, económicas, etc., son @m&én,parte del
interés. común. Tampoco puede decirse que el interés, que defiende el
Estado atraiga la lealtad de los hambres con mayor faerm q w intereses
menos,extensos, pero de mayor +tensidad y estrechamente iigaúos:cq
las tradiciones y creencia de los grupos. En este aspecto, .G.la doctrina
de la soberaníatabsoluta fuese efectivamente practicada gm los Estados
contemporáneos "sería fatal para la armonía de la vida so&$".88 .

Con esta descripción de las líneas generales de la-,dadams& l b c -


IVER, es posible comprender su concepción de la sobemk Comienza
con:una distinción entre el soberano final, "poder qyg?,$&gminaen úl-
timo término b política o dirección del Estado y el s & e ~ . l e g i s l a t i v o
o gobierno, cuyo alcance queda marcado en esta drl.b$&n:,la sobera-
nía del soberano legislativo "implica el derecho exclusivo~--áentro de
los términos fijados por el soberano final- .a hacer 1- de validez
universal dentro de su propia esfera -definida o n y jwatamente con
el derecho. peculiar al ejercicio de la fuerza -para el rnaatwimiento' de
tales leyes y de la autoridad ejecutiva por las cuales ,&q,.administradas
aquelias". e4 Pero, bien entendido, ésta definicih vp&i como de-
finición jurídica y, no tiene otro alcance. En las demás W c i o n e s en-
contramos -dentro. & la esfera de cada una- pode~~s.@ogos. Y el
poder que tiene el gobierno del Estado no lo pose C Q ~ O,a%ibuto pro-
,.,' .,
.59 Ibid., pág. 433. - ,

60 M C I V E R , The Modern State. Londres - Oxford, 1926. Pág. 9.


61 Community. pág. 47.
62 Modern State, pág. 476. .. .
63 Ibid., pág. 477. . 1 ,

64 Ibid., págs. 12-13. ., ..,

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pio suyo, sino como guardián de la constitución, como ejecutor del De-
recho; f«era del campo del Derecho, el uso de la fuerza por parte del
Estado es tan irreductilde a un principio como el que pueda hacer cual-
quier hombre vigoroso y armado. 65
MACIVERrechaza, en consecuencia, la doctrina tradicional de la
soberanía, que en el pensamiento británico está marcada por la línea
HOBBES - BLACKSTONE - BEXTHAM - AUSTIN, sosteniendo que la sobe-
ranía no es un poder ilimitado. E s más bien el ejercicio de una función,
limitado por la concepción dominante en la comunidad acerca de lo que
debe ser esa función y dependiente de la clase y grado de organización
establecida. La concepción jurídica de la soberanía ha sido y puede se-
guir siendo útil en su lugar propio; pero fuera del campo del Derecho
es "no sólo inadecuada, sino falsa". E s cierto que jurídicamente el Esta-
do es ilimitado, pero no por ello es más absoluto que una iglesia en
cuanto ésta es la fuente del Derecho eclesiástico, o que el Roya1 and
Ancient Club, en cuanto éste es el único organismo que establece las
leyes del golf. G6
E n conformidad con la teoría jurídica de la soberanía, el Estado
ha pretendido dominar todo el sistema social dentro del cual surgió. De
hecho nunca ha podido conseguirlo. Pero la significación de este hecho
apareció sólo cuando empezaron a surgir otras asociaciones para per-
seguir fines que el Estado era incapaz de lograr (iglesias, grandes aso-
ciaciones económicas, etc.). Enfrentado con ellas, el Estado "no podía
ya seguir pretendiendo ser el instrumento todopoderoso de la vida so-
cial. Tuvo que aceptar el statcts de unas de tantas asociaciones, por esen-
cial que sea su servicio" para la comunidad. G7 El problema de la sobe-
ranía se presenta así bajo un nuevo aspecto: el de "los límites positivos
de una asociación determinada, considerados tanto en relación con las
demás asociaciones como en relación con los medios específicos de que
está dotada". Gs
El Estado no es pues, la "autoridad suprema, irresistible e incon-
trolable" que creía BLACI~STOXE. Por el contrario, cualquiera que sea
su forma, lo que el Estado puede hacer tiene unos límites determinados
por los iilstrumentos y medios que hay a su alcance, por la resistencia

65 Ibid., pág. 16.


66 Ibid., págs. 4 6 7 - 8 .
67 Ibid., pág. 4 7 2 .
65 Ibid., pigs. 4 7 2 - 3 .

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que ofrecen a la acci6n del Estado las mores de la comuai&ed. p pot M


existencia de &morganizaciones que' ejercen fancion&,propias.
.¿Cuáles sdn esos limites? MACIVERtraza, para detollnifiarlos, un
cuadro de las posibles funciones del Estado, basad6 en iii oti&ación
de la realidad y emla experiencia histórica, dividiéndolts a m b o gru-
pos :en primea término estudia las,que le son peculiares, q o se ~ resumen
en el mantenimiento de un orden efectivo y básico en la social. Esto
sólo el Estado puede hacerlo, porque únicamente él tienekm sistema de
normas que se aplican a todos los que habitan en un dae determinada,
y por otra parte esas normas estatales son aplicables, esLúttiaK,término,
coactivamente. MACIVERda a la palabra orden un SetItidb amplísimq
porque dentro de él incluye desde la facultad de hacer regias .de aplica-
ción upiversal hasta d establecimiento de tipos r n í n b d e vida. Pero el
Estado no puede contentarse con el establecimiento Bel d e n ; orden
se basa siempre en algún principio, ya sea el de n-ner m.sistema de '
privilegios o el de dar igualdad de oportunidades. En cualquier caso im-
plica un principio de justicia, cosa más difícil de lograf t p el simple
orden ; el régimen de derecho (rule of law) no la asegura. Los romanos
hbblaban de suum cuique trz'buere, pero la cuestión estribam saber qué
e s lo 'suyo de cada uno. Sea como quiera, al Estado no puede mantener
un orden sin tratar de conseguir.a la vez justicia.. o--'' !.

En segruido lugar se ocupa MACIVER de las f u n c i o n a u p el Estado


.
puede desempeñar, con ventaja sobre cualquiera otra osdrarsron: las re-
.,
sume en la conservación de los recursos naturales y humanos de la comu-
nidad. Este grupo de funciones es variable, porque no ,pueden estable-
cerse límites a priori a lo que el Estado puede hacer .en)Jeneficio de la
comunidad. La medida en que el Estado puede y debk .intervenir en
la educación, por ejemplo, depende de los valores cultwales de la co-
munidad.
El tercer grupo de funciones desempeñadas por el Estado lo cons-
tituyen aqudlas que puede deséanpeñar, pero que d e s r m m %al por
no estar adaptado para realizarlas. También es una cattgoría variable,
porque depende de las circunstancias de la comuni¿d & indudable
que en una civilización avanzada hay un multitud de mockiones, cada
una de las cuales puede alcanzar los distintos fines que persigue mucho
mejor de lo que puede hacerlo el Estado. No hay que ohpidar que éste es
instrumento de toda la comunidad y que los grupos or@dos dentro
de ella tienen intereses más especializados y limitadoe h s intereses
mueven a los hombres con gran intensidad, pero no dm cuanto rnienl-

Revista de la Escuela Nacional de Jurisprudencia, núm. 15, México, 1942.


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Esta revista forma parte del acervo de la Biblioteca Jurídica Virtual del Instituto de Investigaciones Jurídicas de la UNAM
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bros del Estado. Típicos de esta clase de intereses son los culturales
- entre los cuales incluye MACIVERlos religiosos. El Estado no está.
bien adaptado para fomentar los intereses más íntimos y personales-
Ni siquiera puede representar con relación a ellos el papel de árbitro.
No puede decidir los méritos literarios, artísticos o científicos ni juz-
gar las controversias religiosas.
Hay, por último, un cuarto grupo de funciones que el Estado no
/m&& realizar. La línea que separa este grupo del anterior es muy te-
nue. Entre las cosas que no puede hacer el Estado, figura el control d e
la opinión: puede impedir -hasta cierto punto- que los grupos e in-
dividuos disconfornies expresen sus puntos de vista, pero eso no es.
control. No puede tan~pococontrolar la moralidad ; puede ciertamente
imponer restricciones en los aspectos externos de la conducta, pero la
moral es una esfera en la que la coacción resulta estúpida o fútil. E n
resumen, los detailes más íntimos de la conducta y los rasgos cultura-
les más profundos exigen una libertad que les coloque fuera del con-
trol del Estado. En esas materias la autoridad del Estado puede ejercer
una acción retardataria que aplace los resultados de las tendencias pro-
ducidas en la comunidad, pero no puede decidir. 69
El Estado no tiene una supremacía sin cualificaciones sobre la co-
munidad. Tiene una función propia, pero también la tienen las familias,.
iglesias, las asociaciones todas. Lo que sí le corresponde es una función
coordinadora. E n relación con las denominadas en el Derecho anglo-
sajón "corporations" -asociaciones con personalidad jurídicamente re-
conocida- el Estado no las crea; lo que hace es regular su carácter y
condición jurídica. "Las grandes asociaciones son tan originarias del
suelo de la sociedad como el propio Estado", y existen antes del reco-
nocimiento de aquél, que "apenas puede decidir si las reconoce o no".
Y de la misma manera que no las crea, tampoco puede decirse que sea
superior a ellas. Ciertamente las regula, pero esta regulación no abarca
sus asuntos internos. El Estado "no dice al sindicato 'vete' y a la aso-
ciación de patronos 'ven' o a la iglesia 'haz esto'. Eso sería la soberanía
absoluta, y el Estado no la posee".
Acaso el mejor resumen de la posición de MACIVER lo den las si-
guientes frases de Tlze Modem State: "El Estado debe determinar úni-

69 Society, págs. 2 8 6 - 2 9 3 .
70 Modern State, pág. 475.
71 Ibid., pág. 476.

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amente aquellas materias respecto.a las cuales es desed& .hue se es-


tablezca una forma común.de acción. Cuando los homM,hagan -apta-
do esta verdad, ,habráncomprendido los verdaderos límitt~&i&ia' sobe-
ranía'.'; %a fine, la soberanía es la volunhd de mq a&d6nj no la
voluntad ,de ,la comunidad". 72 , ;, ,

Finalmente hay que notar que MACIVERataca tomiíi& el aspecto


externo de $a soberanía a la manera clásica y espeCmik&e sa derecho
a hacer la guerra -no a defender la comunidad, sino W F I a guerra
como institución estatal, el derecho a arriesgar y aa'plrrtZ"nar mu-
dios, si no todos, los intereses de la comunidad por pe&@druna polí-
tica determinada. Aunque las afirmaciones de M~cIvéile&'- primeros
trabajos (Elentents of Social Science), sean mucho más' irottindas -que
las formuladárs en obras más recientes (Sociefy), la docttüia fundamen-
tal sigue siendo a este respecto la misma. El autor postuf;u,ia necesidad
de un orden internacional y la de acabar con la guem-quC-hoy,dice,
"representa un cataclismo y no una solución" y " h a ~ ~ d ~ t r aser do
trágicamente incongruente c.Ón las condiciones actual& de -lavida hu-
mana". (*) I.4; 4

I I !
. .
VTCENTF;
+BR=O.
, %
. ,

72* Ibid., págs. 489-90. , ...


73 , Society. págs 296-7.
*La continuación do este artículo se ocupa dei pensa&& ,+le 1
. . s socialistas
gnildikas 4 o l e y Hobson- de Russell y Laski.
...- 3 . t

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