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Conozca a su enemigo

Antes de considerar cómo nos preparamos para la batalla, tenemos que tratar otro asunto. Uno de
los trucos más efectivos del enemigo es separar nuestra atención de él y concentrarla en alguna
otra cosa o persona. Satanás quiere que nosotros veamos a alguien más como el enemigo, no a él.
Desea que los esposos vean a sus esposas como el enemigo, que los hijos vean a sus padres como
el enemigo, y que los pastores que vean a los diáconos o a los ancianos como el enemigo.
Pablo dice, sin embargo, que esta guerra no es contra carne y sangre. No estamos luchando los
unos contra los otros. Nuestro enemigo es de naturaleza espiritual. Porque no tenemos lucha
contra sangre y carne, sino contra principados, contra potestades, contra los gobernadores de las
tinieblas de este siglo, contra huestes de maldad en las regiones celestes. Efesios 6:12
Una razón por la que tenemos tal lucha en nuestras relaciones terrenales es que con frecuencia
olvidamos dónde radica nuestro verdadero problema. Por eso es que los matrimonios que oran
juntos generalmente permanecen juntos. ¡La oración es el mejor recordatorio de quién es el
enemigo! Yo he hallado en mi propia experiencia, por ejemplo, que mientras más oran juntos los
diáconos, menos tiempo pasamos en las reuniones.
Nuestro enemigo es invisible, pero muy real. El no es omnisciente; él no lo sabe todo. Pero ha
estado alrededor suficiente tiempo como para maquinar cada movimiento. El no anuncia su
presencia con sonido de trompeta. Es muy sutil. No nos ataca vistiendo colores brillantes y
dándose a conocer. Le gusta pasar inadvertido y esperar el momento oportuno para atacar.
Por último, nuestro enemigo no pelea solo. El tiene bajo su autoridad grupos de huestes
demoníacas que están sueltas y activas en el mundo de hoy. Hubo un tiempo cuando la gente se
reía de la idea de demonios y posesión demoníaca. Esto es cierto en especial en los países donde
se practica abiertamente la magia negra. Pero más y más la verdad está siendo descubierta, y no
se puede negar que actualmente está muy difundida la brujería y la práctica de la adoración a los
espíritus.
Debemos recordar que nuestro enemigo no lucha solo. En su mayor parte, no creo que debamos
preocupamos por la actividad demoníaca que se manifiesta en hechizos y posesiones. Pero creo,
sin embargo, que luchamos con influencia demoníaca. Yo no soy un experto en demonología, y
las Escrituras no nos dan mucha revelación en este aspecto. Pero la Biblia es clara sobre cómo
tratar con esas huestes infernales: Vestíos de toda la armadura de Dios, para que podáis estar
firmes contra las asechanzas del diablo. Efesios 6:11
Aproveche la oportunidad Antes de continuar adelante, quiero que usted se haga una promesa a
sí mismo. Prométase que por lo menos tratará lo que le vaya sugerir. Y no por un solo día, sino
por siete días, una semana completa. ¡Espere! No siga leyendo hasta que se haga esa promesa.
¿Por qué? Porque esto les va a parecer tonto a algunos de ustedes, especialmente aquellos que
son del tipo más "serio". Usted sabe quién es usted. De todos modos, si prueba esto, yo le
garantizo que no se va a arrepentir. Y si piensa que ésta es una idea ridícula, yo lo desafío a
estudiar este pasaje por su cuenta y deducir de qué habla Pablo cuando dice: Vestíos de toda la
armadura de Dios."
Mirando más de cerca Al riesgo de sonar contradictorio, quiero mirar rápidamente la armadura
romana que Pablo tenía en mente, y su relación con la armadura espiritual que tenemos que usar.
La primera pieza que él menciona es el cinto: "Ceñidos vuestros lomos con la verdad." El soldado
romano tenía una faja que se ponía alrededor del cuerpo. Era más como un delantal que como una
faja. Era hecha de un cuero grueso y le cubría la parte del abdomen. También sostenía su espada.
La verdad acerca de Dios y de nosotros como sus hijos sirve como el fundamento para todo lo
demás que hagamos como creyentes. Es por eso que Pablo asoció el cinto con la verdad. El poder
de Dios es mayor que el poder del pecado o Satanás. Esta es la verdad que nos da esperanza
cuando enfrentamos a la tentación. La verdad acerca de nosotros, como hemos visto, es que hemos
sido bautizados en Cristo. Por lo tanto, hemos sido identificados con su muerte y estamos muertos
al pecado. Estas verdades sirven como el fundamento para el resto de nuestra armadura espiritual.
Luego Pablo menciona la coraza: "Y vestidos con la coraza de justicia." La coraza generalmente
se hacía de cuero, aunque algunas de ellas estaban cubiertas de metal. La coraza protegía la región
del pecho y, por consiguiente, todos los órganos vitales. En la antigüedad, los hombres creían que
las emociones residían en algún lugar en el pecho de la persona. Esta creencia, probablemente,
surgió del hecho de que mucho de lo que sentimos emocionalmente se siente en esa parte del
cuerpo. La coraza estaba asociada con la justicia porque lo que es justo a menudo está en conflicto
con la manera en que nos sentimos. La coraza de justicia es para guardamos de tomar decisiones
basadas en lo que sentimos y no en lo que sabemos que es correcto. Muy a menudo la tentación
comienza con nuestras emociones. Tenemos que mantener nuestras emociones bajo control. No
que haya nada de malo en ser emocional. Todo lo contrario, nuestras emociones son tanto un don
de Dios como cualquiera otra parte de nuestro ser. Sin embargo, no fueron diseñadas para
guiarnos.
Pablo sigue con la cubierta de los pies: "Y calzados los pies con el apresto del evangelio de la
paz." La cubierta de los pies del soldado romano eran unas sandalias gruesas de cuero, que cubrían
tanto su pie como su tobillo. A veces la planta estaba cubierta de púas o clavos para permitirle
mantenerse en pie en combate cuerpo a cuerpo.
El zapato está asociado con paz porque eso es lo que se supone que dejemos dondequiera que
vayamos, como la huella.
Dondequiera que vamos, debemos compartir las buenas nuevas de cómo las personas pueden
tener paz con Dios.
El enfoque ahora cambia de vestimenta a arma de defensa, el escudo: "Sobre todo, tomad el
escudo de la fe, con que podáis apagar todos los dardos de fuego del maligno." El escudo a que
Pablo se refiere aquí no es el escudo redondo pequeño parecido al que usted ve en televisión; era
mucho más grande. La palabra traducida "escudo" viene de la palabra que quiere decir "puerta".
En realidad, algunos de estos escudos eran del tamaño de las puertas.
Tenían un marco de hierro con cuero grueso estirado encima, y algunos de ellos tenían metal en
la parte de adelante. Un soldado se podía arrodillar detrás de un escudo y estar completamente
protegido en medio de la batalla. En ocasiones, los romanos mojaban sus escudos en agua para
que cuando los enemigos dispararan sus flechas ígneas, éstas se extinguieran con el impacto.
La fe se asocia con el escudo porque puede que Dios nos pida que vayamos a lugares o digamos
cosas que nos dejan expuestos a la crítica o a posible fracaso. Sería tonto de nuestra parte que
tratáramos de triunfar por nuestros medios. Cuando escogemos obedecer, caminamos por fe. Nos
movemos esperando que Dios venga a ayudarnos en las esferas que sabemos que somos incapaces
de manejar. La fe, entonces, es nuestra defensa contra el temor, la inseguridad, la ansiedad y
cualquier cosa que no nos deje actuar en obediencia a Dios.
Lo próximo que Pablo menciona es el yelmo: "Y tomad el yelmo de la salvación." El yelmo era
la pieza más costosa y adornada de la armadura de un soldado. Estaba diseñado para proteger la
cabeza.
Yo creo que aquí se insinúan dos ideas. Primero, el yelmo era la pieza de la armadura que atraía
más la atención por su diseño elaborado. En la misma forma, nuestra salvación eterna es aquello
en nosotros que debe llamar la atención de la gente, y por lo cual debemos estar más agradecidos.
Jesús lo dijo bien claro en Lucas 10:20: "Pero no os regocijéis de que los espíritus se os sujetan,
sino regocijaos de que vuestros nombres están escritos en los cielos."
Una segunda idea implicada aquí en este paralelo tiene que ver con la mente. En la mente es
donde la mayoría de nuestras batallas se ganan o se pierden. Es ahí donde se toma la decisión
final de si vamos a obedecer o no. Somos salvados de la tentación cuando escogemos con nuestra
mente ser obedientes. Así como el yelmo protegía la cabeza del soldado, nuestra salvación nos
da la posibilidad de decir sí a Dios y no al pecado. Y al hacerlo, somos salvados, en un sentido
temporal, del hecho y consecuencias del pecado.
Y por último, Pablo se refiere al arma principal ofensiva del soldado romano, la espada: "Y la
espada del Espíritu, que es la palabra de Dios." La espada romana estaba diseñada para combate
cuerpo a cuerpo. Era más bien una daga que lo que nosotros llamaríamos una espada.
La Palabra de Dios es vista como una espada por su poder de vencer el ataque violento del
enemigo. En el próximo capítulo expondremos cómo ocurre esto. Basta decir que la Palabra de
Dios hace que Satanás y a sus huestes huyan buscando refugio.
Un soldado romano no hubiera soñado con ir a la batalla sin cada pieza de su armadura bien
colocada y lista para la acción. No tener puesta la armadura hubiera significado la muerte. Pablo,
entendiendo el día en que vivía, sabía que los creyentes de Efeso no se atrevían a entrar en la
batalla espiritual en la que estaban involucrados sin estar igualmente preparados.
Preparándose para la batalla
Ahora, he aquí la parte que usted puede ser "tentado" a pasar por alto. Yo me he hecho el hábito
de ponerme la armadura de Dios todas las mañanas antes de levantarme, ¡encima de mi ropa de
dormir! Recuerde, ésta es una armadura espiritual. Por lo tanto, hay que ponérsela por fe. Pablo
entendió que la batalla espiritual era difícil de comprender. Así que él nos dio una ilustración a
través de su descripción del soldado romano. Usando esa imagen mental como una guía, nos
podemos preparar en forma adecuada para la batalla. Pero se hace por fe, no por vista.
La mejor manera de explicar eso es contarle la rutina que sigo cada mañana. Usted no tiene que
hacerlo igual que yo. Pablo no nos dejó direcciones de cómo ponemos la armadura por fe. No hay
una forma correcta y otra incorrecta. Simplemente él dijo: "Vestíos." Cada mañana, cuando me
despierto digo algo así: Buenos días, Señor. Gracias por asegurarme victoria hoy si sigo tu plan
de batalla. Así que por fe reclamo victoria sobre . (Normalmente nombro las cosas o problemas
que deberé enfrentar ese día.)
Para prepararme para la batalla que viene, por fe me pongo el cinto de la verdad.
La verdad acerca de ti, Señor, que tú eres un Dios soberano que sabes todas las cosas acerca de
mí, tanto mis puntos fuertes como mis puntos débiles. Señor, tú sabes mis flaquezas y has
prometido no permitir que sea tentado más allá de lo que puedo soportar. La verdad acerca de mí,
Señor, es que soy una criatura nueva en Cristo y he sido libertado del poder del pecado. El Espíritu
Santo vive en mí, y me guiará y me advertirá cuando el peligro se aproxima. Soy tu hijo, y nada
puede separarme de tu amor. La verdad es que tienes un propósito para mí en este día, alentar a
alguien, compartir con alguien, amar a alguien.
Lo siguiente Señor, deseo por fe ponerme la coraza de justicia.
Por medio de ésta guardo mi corazón y mis emociones. No permitiré que mi corazón se apegue a
nada que sea impuro. No permitiré que mis emociones dirijan mis decisiones. Las afirmaré en lo
que es correcto, bueno y justo. Viviré hoy por la verdad y no por lo que siento.
Señor, en esta mañana me pongo las sandalias del evangelio de la paz.
Estoy disponible para ti, Señor. Envíame donde tú quieras. Guíame a aquellos que necesitan
ánimo o ayuda. Úsame para resolver conflictos dondequiera que surjan. Haz que mi presencia
lleve calma en cada circunstancia donde tú me pongas. No tendré prisa ni apuro, pues mi horario
está en tus manos. No dejaré rastro de tensión ni de temor. Dejaré huellas de paz y estabilidad
dondequiera que voy.
Ahora tomo el escudo de la fe, Señor.
Mi fe está en ti y solamente en ti. Sin ti nada puedo hacer. Contigo, todo lo puedo. Cualquier
tentación que venga a mi camino no puede penetrar tu mano protectora. No temeré, porque tú vas
conmigo a través de todo este día. Cuando soy tentado, clamaré mi victoria en alta voz de
antemano, porque tú has prometido victoria a aquellos que andan en obediencia a tu Palabra. Así
que por fe clamo victoria aun ahora al orar. Señor, ya tú sabes cuáles son las tentaciones y has
provisto la salida.
Señor, por fe me pongo el yelmo de la salvación.
Tú sabes cómo Satanás bombardea mi mente día y noche con malos pensamientos, dudas y
temores. Me pongo este yelmo que me protegerá la mente. Puede ser que sienta el impacto de su
ataque, pero nada puede penetrar este yelmo. Yo me propongo detener cada pensamiento impuro
y negativo que me venga a la mente. Y con el yelmo de la salvación esos pensamientos no
seguirán adelante. Me propongo llevar cada pensamiento cautivo; permaneceré en lo que es bueno
y agradable a ti.
Por último, tomo la espada del Espíritu que es tu Palabra.
Gracias por el precioso regalo de tu Palabra. Es fuerte y poderosa y capaz de vencer aun los
ataques más fuertes de Satanás. Tu Palabra dice que no tengo la obligación de obedecer los deseos
de la carne. Tu Palabra dice que yo estoy libre del poder del pecado. Tu Palabra dice que el que
está en mí es más grande que el que está en el mundo. Así que por fe, tomo la fuerte y poderosa
espada del Espíritu, que es capaz de defenderme en tiempos de ataque, confortarme en tiempos
de tristeza, enseñarme en tiempos de meditación, y permanecer contra el poder del enemigo en
bien de otros que necesitan la verdad para ser liberados.
Así que, Señor, ahora me regocijo porque me has escogido para representarte a ti en este mundo
donde reinan la muerte y la perdición.
Que otros puedan ver a Cristo en mí, y que Satanás y sus huestes tiemblen cuando tu poder se
manifieste en mí.
En el nombre de Jesús.
Amén.

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