Professional Documents
Culture Documents
en Latinoamérica
elordenmundial.com/estados-unidos-en-latinoamerica/
Desde el siglo XIX la región latinoamericana ha visto numerosas injerencias por parte de
Estados Unidos. Desde motivaciones económicas hasta intereses geopolíticos,
analizamos los porqués del intervencionismo estadounidense en su llamado "patio
trasero".
No es ninguna novedad decir que durante muchos años Estados Unidos ha sido una
potencia a nivel global, tanto militar como económicamente. Este alcance global de su
poder ha hecho que a menudo quisiese influir en países o regiones que ellos consideraban
claves para mantener su presencia a lo largo del planeta. América Latina fue, casi desde el
primer momento, uno de los primeros territorios donde exportar esa influencia. Así, como
veremos, la presencia histórica de Estados Unidos en Latinoamérica es una colección de
oligopolios empresariales, intervenciones armadas, golpes de estado, avalanchas de
dólares y bombardeos propagandísticos.
La fallera de l’oncle Sam. Viñeta de Manuel Moliné criticando la política de EE.UU hacia Cuba. Fuente: Wikipedia.
1/6
Sin duda, el potencial de Estados Unidos fue aumentando conforme su expansión al oeste
fue sucediendo, ya que como podemos ver, los Estados Unidos de principios del siglo XIX
eran un 30% de lo que son hoy en día a nivel territorial, además de estar concentrada la
mayoría de la población y de la actividad económica en la costa este. No pasó igual con los
países latinoamericanos, herederos de una estructura social colonial elitista, con gobiernos
inestables y con un distanciamiento entre la sociedad rural y la urbana considerable. Poco
a poco se fue creando más espacio entre el poder creciente de los Estados Unidos y el
cada vez más débil poder de los países latinoamericanos.
Con este caos y estancamiento latinoamericano, ya en el siglo XIX Estados Unidos había
intervenido puntualmente en Uruguay (1858), Panamá y Nicaragua (1860), México (1876) y
Chile (1891). Es a partir de 1900 cuando Estados Unidos da el paso hacia delante, cuando
hace de América Latina lo que se ha llamado como su “patio trasero”.
En los años anteriores a la Primera Guerra Mundial, los norteamericanos tienen un gran
expansionismo por el Caribe y Centroamérica. El poder político estadounidense en estas
zonas era bastante grande por las necesidades que tenían todos estos pequeños países
2/6
del capital del norte y el comercio con ellos, por lo que en aquella época en la que todavía
los mercados eran muy proteccionistas, en Washington condicionaban la colaboración
económica a la influencia política. Así, en 1903 Cuba arrendó a Estados Unidos la zona de
la conocida base de Guantánamo; en 1910 se hace efectiva la creación de la Unión
Panamericana, antecesora de la actual Organización de Estados Americanos (OEA) y entre
1904 y 1914 desembarcaría y ocuparía durante algunos años Cuba, Nicaragua, Honduras y
Haití, a menudo para proteger a gobiernos favorables a la presencia de grandes empresas
estadounidenses.
La expansión de EE.UU desde 1803. Mapa de William R. Shepherd en 1923. Fuente: Wikipedia.
Este tipo de intervenciones empezaron a ser menos habituales con el giro aislacionista de
Estados Unidos en el periodo de entreguerras en el marco de la Política de Buena Vecindad
de 1933 promovido por el presidente F.D.Roosevelt, pero no por ello el intervencionismo
terminó. De hecho, empezó a bajar hacia América del Sur, solo que en forma de capital. Lo
que posteriormente se llamaría “imperialismo del dólar”. Las grandes empresas
energéticas (Standard Oil Company), industriales (Ford) o alimentarias (United Fruit
Company) empezaron a invertir en países como Venezuela, Brasil o Chile, tejiendo poco a
poco esa red entre el poder económico y político que sería tan determinante en décadas
posteriores. Igualmente empezó un proceso en el que el dólar estadounidense sustituía las
monedas nacionales de cada país dada su fuerza y estabilidad, puesto que en los países
latinoamericanos las monedas nacionales eran débiles, muy penalizadas en el comercio
internacional y expuestas a una depreciación alta, por lo que de manera cada vez más
habitual empezó a usarse el dólar para hacer transacciones o pagar día a día. Esto
imprimió cierta estabilidad a las economías latinoamericanas, pero las hizo presas de las
decisiones de la Reserva Federal estadounidense y de la economía norteamericana en
general.
3/6
Con el estallido de la Segunda Guerra Mundial en 1939, Estados Unidos inicialmente se
declaró neutral y forzó a todos los gobiernos latinoamericanos a seguir dicha línea de
neutralidad, puesto que países como Argentina o Uruguay tenían ciertas simpatías con el
Eje. Y así se mantuvo esta postura – de neutralidad oficial, puesto que Estados Unidos
ayudaba a los Aliados antes de entrar en la guerra – hasta 1941, cuando el ataque japonés
a Pearl Harbor les obligó a entrar en el conflicto. Al cambiar de estatus en la confrontación,
también promovió que los países americanos siguiesen su línea. Bien por el poder
económico, político, o por acercarse a los norteamericanos, la totalidad de los países de
América Latina acabaron declarándole la guerra a Alemania en un momento u otro. De
hecho, gracias a esta situación “excepcional” de guerra, consiguió que muchos países
latinoamericanos permitiesen la construcción de bases estadounidenses, un condicionante
fundamental para el futuro de la región.
La década posterior, la de los años ochenta, sí fue especialmente conflictiva. A todos los
asuntos de inestabilidad política y económica se le añadió ahora la proliferación de
guerrillas y grupos paramilitares en numerosos países, de las cuales alguno que otro era
patrocinado por Estados Unidos para conseguir derrocar al gobierno de
izquierdas/marxista/socialista/comunista/prosoviético de turno y que no estuviesen
relacionados directamente con el golpe. Esta fue la estrategia de los gobiernos
republicanos estadounidenses en todo el planeta durante esta época – incluyendo armar a
los talibanes en Afganistán para que luchasen contra los soviéticos -. A este
intervencionismo de tipo político-estatal se le sumó la aparición de un nuevo problema en
América Latina que EEUU hizo frente rápidamente por las terribles consecuencias que
tenía en el interior de su país: el cultivo y producción de drogas en países como México,
Colombia, Perú o Bolivia.
5/6
vigente. Así pues, ¿qué hacer con América Latina? Desde los años noventa en adelante,
casi todos los países eran ya democracias más o menos estables, con economías de
mercado en expansión y con ciertas perspectivas de futuro. Salvo en el asunto de la lucha
contra la droga, Estados Unidos cada vez era más irrelevante en la región. Además, gracias
a la estabilidad política y al crecimiento económico, los gobiernos del lugar tenían cada vez
más capacidad para oponerse a las decisiones o acciones de Estados Unidos si actuaban
de manera medianamente coordinada o conjunta, por lo que a Washington le costaba cada
vez más manejar los hilos latinoamericanos.
El poder político fue entonces sustituido por el económico. Con la adhesión de muchos
países latinoamericanos a la OMC y a sus procesos de regionalización en bloques, el
comercio entre ambas zonas fue poco a poco liberalizándose. Si a esto le sumamos el
progresivo desarrollo de una clase media con cierta capacidad de compra – que ni mucho
menos es equiparable ni en proporción ni en capacidad a la clase media europea o
norteamericana al haber aún tanta desigualdad – , la penetración de productos
norteamericanos en el mercado latinoamericano es cada vez mayor. Desde chocolatinas a
productos tecnológicos, apoyado todo ello en el marasmo artístico-comercial que llega
cada vez en mayor cantidad como música o películas y cadenas de distribución de todo
tipo – centros comerciales, tiendas de ropa, McDonalds/Burguer King – , el consumidor
medio latinoamericano se va poco a poco “norteamericanizando”, al hacer de sus
estándares de compra similares a los de un norteamericano.
Estados Unidos se ha percatado de que su relación con América Latina ya no puede ser la
misma que hace cincuenta años. Actualmente, dicha región posee uno de los poderosos
BRICS, Brasil, con un potencial económico destacable, y también hay que tomar en
consideración a México, que en unas décadas podría ser otro país a tener muy en cuenta
económicamente hablando. Así, la política exterior tan agresiva ya no se puede realizar,
por lo que desde Norteamérica deben elegir entre replegarse de los asuntos
latinoamericanos o saber que deben tratar en pie de igualdad.
6/6