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El caso Tintaya: entre el diálogo y la protesta1

La mina de Tintaya representa la operación más antigua, con algo más de 25 años de
actividad productiva. Tintaya se ubica en la provincia de Espinar, en la región del Cusco, a
4,100 metros sobre el nivel del mar.
Con la puesta en marcha de la mina de Tintaya, Espinar se convirtió desde inicios de la
década del 1980 en la zona minera de la región Cusco y una de las más importantes del sur
del país. La trayectoria de la mina de Tintaya muestra diferentes etapas: desde la fase
inicial, bajo la gestión de una empresa pública, pasando por la etapa de privatización y la
llegada de empresas transnacionales, que expandieron aún más las operaciones mineras
en la segunda mitad de la década de 1990.
La disputa por el manejo de tierras comunales, que eran destinadas antes que llegue la
minería a uso agropecuario y a la gestión.
De los recursos hídricos, fue un aspecto central de los reclamos de las comunidades
campesinas vecinas a la mina. Las expropiaciones iniciales de tierras tuvieron un impacto
importante en los pobladores, agrupados hasta entonces en una sola comunidad;
posteriormente, ya bajo gestión privada, la empresa siguió adquiriendo tierras comunales.
Por otro lado, como es usual, la minería se convirtió en un competidor directo por el
control de los escasos recursos hídricos de la zona, provocando además impacto en ellos.
Las comunidades directamente afectadas fueron las de la cuenca del río Salado. Si bien los
impactos fueron diferenciados por zonas, uno de los aspectos más relevantes para el
conjunto fue la pérdida de tierras comunales:
Poblaciones como la de Tintaya Marquiri fueron afectadas por la expropiación inicial, y
posteriormente las comunidades de Alto Huancané, Bajo Huancané, Huano Huano, Alto
Huarca y la propia Tintaya Marquiri vendieron sus tierras a la empresa, presionadas por
procesos de servidumbre que en paralelo se tramitaban en el Ministerio de Energía y
Minas.

En varios momentos se produjeron estallidos sociales en Espinar que terminaron en


movilizaciones, paros regionales, denuncias en diferentes ámbitos e incluso tomas
violentas de la mina. Estos hechos evidenciaron problemas de fondo y la incapacidad para
gestionar el conflicto y encontrar relaciones de equilibrio entre la presencia minera y los
intereses de las comunidades.

Los principales momentos de conflicto y discrepancia fueron:

El 21 de mayo de 1990, cuando se produce la primera gran revuelta que terminó


en una toma de la mina; luego de unos días de movilizaciones y toma de rehenes,
se logró un acuerdo con el Estado peruano. Desde entonces, el 21 de mayo se
convirtió en una fecha de referencia para futuras movilizaciones.
Posteriormente, el año 2001 las comunidades afectadas y organismos no
gubernamentales presentaron una denuncia contra la empresa BHP Billiton en
Australia, que motivó que se inicie un proceso de diálogo.
El 21 de mayo de 2003 se realizó una movilización a las instalaciones de la
empresa, sin que se registren actos de violencia. La movilización reactivó las
negociaciones del convenio marco.
El 23 de mayo de 2005 se produjo una nueva toma violenta de la mina, abriéndose
un nuevo proceso de negociación.
En torno a estos estallidos se desarrollaron procesos de negociación y diálogo en función
de una agenda que fue evolucionando a lo largo de los años en los diferentes sectores de la
población, la empresa minera, autoridades locales, regionales y nacionales y organismos
no gubernamentales

El caso de Tintaya:
Muestra aspectos que están presentes en el escenario global de los conflictos mineros. En
primer lugar, en zonas como las de Tintaya, donde la minería lleva implantada un largo
período, las estrategias de las poblaciones locales, sus organizaciones y autoridades
parecieran orientarse a negociar sobre todo las condiciones de la continuidad de su
permanencia, mas no su retiro: el “discurso antiminero” en Tintaya no se orienta a un
rechazo abierto o al pedido del cierre de las operaciones de la mina.
En segundo lugar, Tintaya también presenta en sus distintas etapas los procesos
complejos de formación de actores locales, estrategias de desarrollo de capacidades,
organización y posicionamientos en torno al conflicto minero.
Por el lado de la empresa minera, Tintaya también permite ver la evolución de las
estrategias empresariales en torno a un conflicto que pasó a ocupar el primer lugar en el
orden de sus prioridades.
Uno de los aportes del caso de Tintaya es que se puso en evidencia una capacidad de
diálogo y logro de acuerdos que no tiene precedentes en el escenario de conflictos mineros
en el Perú. Hoy en día las diferentes instancias creadas en la zona, como la mesa de
diálogo, donde participan las comunidades vecinas a la mina, y la del convenio marco de
carácter provincial, aunque con dificultades, estallidos violentos y demoras en la
implementación de acuerdos, siguen funcionando y se han convertido en un mecanismo de
trabajo que ha logrado institucionalizarse.

La llegada de la minería y las diferentes etapas del conflicto

Las primeras acciones desarrolladas en relación con lo que actualmente se conoce como la
operación minera de Tintaya se remontan a la segunda década del siglo pasado. Las
exploraciones en la zona se iniciaron en 1917, cuando la empresa estadounidense Andes
Exploration of Mine determinó la existencia de reservas en la comunidad de Antaycama;
posteriormente, en 1952, la empresa Cerro de Pasco Corporation adquirió los derechos
para continuar con las exploraciones.
El 2 de mayo de 1980, fue constituida la Empresa Estatal Minera Asociada Tintaya S. A.,
siendo uno de los últimos emprendimientos mineros bajo propiedad del Estado en el Perú.
Las acciones de la nueva empresa fueron distribuidas de la siguiente manera: Minero Perú
(45%), CENTROMIN Perú (45%) y la Corporación Financiera de Desarrollo (10%).
En septiembre de 1981, cambió de denominación por la de Empresa Minera Especial
Tintaya S. A.
Las obras civiles de construcción de la mina culminaron a finales de 1984, y la Empresa
Minera Especial de Tintaya comenzó la producción el mes de abril de 1985, convirtiéndose
rápidamente en la tercera productora de cobre del Perú en la segunda mitad de la década
de 1980.
Iniciada la década de 1990 y bajo el impulso de las nuevas políticas y las reformas
liberales, se inició la transferencia de las empresas públicas al sector privado. El Comité
Especial encargado de la privatización de la empresa de Tintaya fue nombrado el 12 de
febrero de 1993 por Resolución Suprema N. 044-93 de la Presidencia del Consejo de
Ministros
Las propuestas para la compra de la mina de Tintaya fueron presentadas el 6 de octubre
de 1994, participando seis postores.
El consorcio estadounidense Magma Copper Company/Global Magma. Se adjudicó la
buena pro: el contrato, firmado el 29 de noviembre de 1994, estableció un pago en efectivo
de US$ 215.7 millones y la entrega de US$ 55 millones en títulos de la deuda externa.
Adicionalmente, los trabajadores adquirieron acciones por US$ 3.8 millones, lo que
significó que el monto total de la venta de la mina de Tintaya alcanzó la cifra de US$ 276.8
millones.
De esta manera, la nueva empresa cambió su denominación por la de Magma Tintaya S. A.
Poco después, en enero de 1996, Magma fue absorbida por el grupo australiano Broken
Hill Proprietary (BHP), y finalmente este último se fusionó, en 2001, con la empresa
Billiton PLC de Inglaterra, conformando el segundo grupo mundial productor de
minerales.

La formación de los actores locales y la evolución de las estrategias

En 1970, en la provincia de Espinar se desarrollado trabajo de agrupamiento de las


comunidades campesinas que derivó en la conformación de la Federación Unificada de
Campesinos de Espinar (FUCAE).
La FUCAE se terminó de constituir el 17 de septiembre de 1980 y tuvo como primer
presidente a Cresencio Merma, miembro de la comunidad de Anta Ccollana.
FUCAE pasó a ser, durante muchos años, un actor importante en la provincia de Espinar,
base de la Federación Departamental de Campesinos del Cusco.

A inicios de la década de 1980, en el Perú se vivía una gran efervescencia política por el
retorno de la democracia, luego de doce años de gobierno militar. Realizadas las elecciones
generales, en mayo de 1980.
Período AlCALDES PARTIDOS
1981-1983 Víctor Torres Chuctaya Izquierda Unida
1984-1986 Franco Gilberto Andia Lazarte Izquierda Unida
1987-1989 Arturo Espinoza Enriquez APRA
1990-1992 Mario Ccorahua Salcedo Izquierda Unida
1995-1996 Manuel Infantas Ccapatinta FRENATRACA
1996-1997 Prudencio Aimituma Quispe FRENATRACA
1997-1999 Pedro Virgilio Caballero Tacar Acción Popular
2000-2002 Oscar Mollohuanca Cruz Minka
2003-2006 Luís Antonio Álvarez Salcedo APRA
2007-2011 Alfredo Salinas Pérez Renacimiento Andino

La estructuración y el proceso del convenio marco provincial

La década de 1990 fue una etapa de cambios importantes en Espinar y en el resto del país.
La venta de la mina de Tintaya y la llegada de nuevos operadores, definió un nuevo marco
legal que tenía en la minería a uno de los sectores claves para la reactivación económica en
el país, modificaron drásticamente el escenario precedente.
Los cambios en la provincia de Espinar se dejaron sentir y al mismo tiempo la sensación
predominante en las organizaciones sociales era que el avance de la minería no debía
olvidar la agenda de demandas pendientes.
A partir de la segunda mitad de la década de 1990, ya instalados los nuevos propietarios,
se iniciaron procesos de compras de tierras comunales: la estrategia era expandir las
operaciones de la mina de Tintaya y ampliar el nivel de reservas.
Para sus promotores, la propuesta de negociación debía superar las demandas puntuales
que habían predominado hasta entonces y apostar a una lógica integral y de largo plazo,
que articule las demandas de las comunidades y de las zonas urbanas.

El 5 de septiembre del año 2000, el alcalde y diversas organizaciones sociales de la


provincia organizaron una movilización a la ciudad del Cusco.
El objetivo era hacer visible a nivel regional el conflicto con la minería y la agenda de
demandas de las autoridades y la población de Espinar.
En enero de 2001, se constituye un comité de lucha y se acuerda un paro para el 21 de
mayo. El 2 de marzo del mismo año se hizo pública la primera versión del convenio marco
en el que se incluyeron las siguientes demandas:
Aporte a obras públicas,
Cuidado ambiental,
Monitoreo
Solución de pasivos mineros,
Articulación económica,
Capacitación y preferencia de contratos a la población local
Desarrollo sostenible para las comunidades afectadas por la minería.
En julio de 2002, se suspendieron las negociaciones del convenio frente a la proximidad de
las elecciones municipales y el inicio de la campaña electoral.
Además del tema electoral, las discusiones se habían entrampado cuando las comunidades
y el alcalde provincial plantearon la necesidad de reubicar la nueva presa de relaves
construida en la zona de Huinipampa.
Para la empresa la propuesta era inaceptable, ya que la inversión había sido realizada y la
presa debía entrar en funcionamiento a más tardar a mediados del año 2003. Hasta el
momento de la suspensión de las negociaciones.
Las principales demandas incorporadas al documento fueron: aporte para el
financiamiento de obras estratégicas, monitoreos ambientales conjuntos e independientes,
capacitación y trabajo para los pobladores de Espinar, promover el desarrollo sostenible
de las comunidades afectadas, respeto a los derechos humanos y promoción de la
identidad cultural de la provincia.

Las negociaciones fueron retomadas el año 2003.


Una movilización, organizada en el mes de mayo, por la FUCAE y el FUDIE, en
conmemoración de la toma de la mina de 1990, terminó con una nueva incursión en las
instalaciones de BHP Billiton Tintaya, aunque en esta ocasión no se registraron actos de
violencia.
Este hecho fue uno de los detonantes para reactivar y agilizar las negociaciones en torno al
convenio marco. Por otro lado, la empresa, que había paralizado sus operaciones por los
bajos precios internacionales del cobre, trataba de definir los acuerdos del convenio,
buscando crear un contexto de orden y paz social antes de retomar nuevamente la
producción.
Es así que con el nuevo alcalde, Luís Álvarez Salcedo, y con el denominado Comité de
Concertación Social y los representantes de la empresa minera, se retomaron las
negociaciones. Teniendo como base los avances del proceso previo, se pudo llegar a un
acuerdo final y el convenio marco fue finalmente suscrito el 3 de septiembre de 2003.
Entre los aspectos más importantes del convenio figura la cláusula 5.1, en la que la
empresa se comprometió, el funcionamiento de sus operaciones, a contribuir con hasta un
máximo del 3% de sus utilidades antes de impuestos, y como mínimo, con un monto fijo
anual de un millón y medio de dólares, para el desarrollo de la provincia de Espinar,
incluyendo las comunidades de su entorno.
A partir del sexto año de reiniciadas las operaciones de BHP Billiton, al 100% de su
capacidad y mientras se mantenga de este modo el funcionamiento de sus operaciones, la
empresa contribuirá con el desarrollo de la provincia, aportando con hasta el 3% del total
de las utilidades antes de impuestos obtenidas anualmente.
Además, se acordó el establecimiento de un Comité de Vigilancia Ambiental Comunal,
conjunto y participativo, debidamente implementado y capacitado, conformado por el
Comité Técnico de la provincia, CONAM, DIGESA, MEM, MESA DE DIÁLOGO y otros,
mediante mecanismos de control como los monitoreo de agua, aire, suelos y biológicos, en
forma periódica en los puntos más vulnerables con el fin de identificar y mitigar cualquier
tipo de impacto negativo que se pudiera generar por la presencia de las operaciones
mineras de BHP. Igualmente, el convenio reconoció y se comprometió a respetar y dar
estricto cumplimiento a los acuerdos a que se llegaran como resultado de los otros
procesos de diálogo que se desarrollaban en la provincia, como es el caso de las
comunidades integrantes del Frente de Defensa de Regantes de la Micro Cuenca del Río
Cañipía (FREDERMICE) y las de la cuenca del río Salado.

En la cláusula 5.2 del convenio se señala que “dichos acuerdos deberán estar
plasmados en convenios específicos que contengan plazos y cronogramas establecidos
para un adecuado seguimiento, supervisión y comprobación del cumplimiento de los
compromisos allí establecidos”.
El convenio marco fue suscrito por el alcalde provincial, Luís Álvarez Salcedo, y los
representantes de la empresa, Jacobus Pieter Zwaan, presidente y gerente general de BHP
Billiton Tintaya, y su vicepresidente, Lucio Ríos Quinteros. Por las organizaciones de
Espinar firmaron Sixto Arósquipa Paco, presidente del FUDIE, y Gilberto Corahua Salcedo,
por la Asociación de Urbanizaciones Populares de la Provincia de Espinar (AUPE), entre
otras instituciones. A solicitud de las organizaciones sociales de Espinar, la institución
Oxfam fue designada como veedora del cumplimiento del convenio.
La firma del convenio representó un aspecto innovador en las relaciones de las empresas
mineras y sus entornos poblacionales. Por primera vez en el Perú una empresa minera
acordaba transferir de manera directa un porcentaje de sus utilidades a las poblaciones
vecinas y firmaba un compromiso de colaboración de largo plazo. Sin embargo, como
veremos más adelante, la firma del convenio marco y su posterior implementación
enfrentaron diversas dificultades y no impidieron el posterior estallido de conflictos
sociales en Espinar.

Las comunidades campesinas y la Mesa de Diálogo

Como ha sido mencionado, desde la llegada del proyecto, las comunidades campesinas
vecinas a la mina de Tintaya recibieron un conjunto de impactos directos. Los principales
temas de disputa fueron la expropiación inicial de 2,368 hectáreas de tierras del sector de
Tintaya Marquiri, los problemas ambientales, el uso de los recursos hídricos de la zona y
los posteriores procesos de ventas de tierras. Las comunidades directamente afectadas
fueron las de la cuenca del río Salado: Tintaya Marquiri, Alto Huarca, Alto Huancane, Bajo
Huancané y Huano Huano. Hasta mediados de la década de 1980, todas estas poblaciones
estaban agrupadas en un una sola comunidad madre, la de Antaycama.
Estos hechos fueron creando un creciente malestar entre las comunidades. Sus demandas
no fueron atendidas ni por la empresa minera ni por las autoridades, y si bien fueron
recogidas en los diferentes pliegos de reclamos y propuestas del convenio marco, quedaba
la sensación en el seno de las directivas comunales de que la problemática era específica y
debería ser priorizada y tratada en un espacio diferenciado.

Número de hectáreas afectadas por expropiación o procesos de


compra venta en cada una de las comunidades

Comunidad campesina Hectáreas afectadas


Tintaya Marquiri 3, 274.50
Alto Huancané Sector Huinumayo (Alto Huancané) 204.73 246.00
Huano Huano 400.85
Alto Huarca 477.00
Bajo Huancané 151.77

La creación de la Coordinadora Nacional de Comunidades Afectadas por la Minería


(CONACAMI), en octubre de 1999, representó un nuevo apoyo importante para las
comunidades afectadas de Espinar. Para Miguel Palacín, presidente de la CONACAMI, el
caso de las comunidades afectadas por la mina de Tintaya “debía ser una prioridad por el
despojo de tierras comunales y violaciones a los derechos de las comunidades cometidos
por el propio Estado peruano” CONACAMI, inmediatamente después de su formación,
organizó su filial regional, la Coordinadora Regional de Comunidades Afectadas por la
Minería del Cusco, que tuvo como sede la provincia de Espinar y casi exclusivo punto de
agenda de trabajo la problemática de Tintaya. Su primer presidente y vicepresidente
fueron Esteban Chacón y Francisco Córdova, dirigentes con una larga trayectoria y que
habían estado relacionados con la Confederación Campesina del Perú. De esta manera, el
caso de Tintaya comenzó a ser conocido y trabajado en varios espacios –local, regional,
nacional y hasta internacional. Desde ese momento, la actuación de las comunidades
reflejó un mayor nivel de articulación:
la presencia permanente de promotores de CONACAMI en la zona, el desarrollo de
actividades continuas de capacitación, las estrategias de fortalecimiento organizativo, el
intercambio de experiencias con otras comunidades a nivel nacional e incluso
internacional, dieron resultados.
Las seis comunidades más articuladas y con objetivos claros fueron planteando los temas
de agenda que debían ser discutidos: tierras, medio ambiente, derechos humanos y
desarrollo.
Del lado de la empresa minera, la presentación del caso de las cinco comunidades vecinas
a las operaciones de Tintaya a la oficina del Ombudsman de Minería de Australia causó
una gran preocupación en el seno de este importante grupo minero: por primera vez,
comunidades campesinas presentaban públicamente un reclamo sobre sus casos,
utilizando instancias internacionales y llegando incluso al país sede de su casa matriz.
Como ha sido señalado, desde 1996 la mina de Tintaya había pasado a ser propiedad del
grupo australiano BHP, que posteriormente se fusionó con Billiton de Inglaterra. Hasta
entonces, las relaciones entre la empresa, las comunidades y las autoridades locales se
habían movido dentro del esquema tradicional que normalmente se da en muchas zonas
mineras, y que tiene como principales características una marcada asimetría, predominio
de mecanismos voluntarios bajo el discurso de responsabilidad social empresarial,
políticas paternalistas, etc.
El proceso en las comisiones implementadas fue bastante largo, y luego de casi tres años
de trabajo, el 21 de diciembre de 2004, se firmó un acuerdo con la empresa.
El documento firmado significó que las comunidades recibirían de la empresa la misma
cantidad de tierras que habían perdido –por procesos de expropiación o ventas– bajo la
fórmula de “canje de tierra por tierra teniendo como base las cantidades expropiadas por
el Estado y compradas por la compa- ñía en su oportunidad, más un incremento variable
entre 25 y 50%”. A partir de la firma del acuerdo se iniciaron las compras de predios que
fueron distribuidos de acuerdo a las tierras afectadas por comunidad.

Predios adquiridos para las comunidades de Tintaya (has)


Defensa Legal (IDL), en el acuerdo firmado quedó señalado que: “la Compañía acepta
atender con criterio humanitario los casos identificados en el Informe Final, elaborado por
el Instituto de Defensa Legal”. Esta categoría incluía tres casos de fallecimiento y uno de
agresión verbal.
Por recomendación de la oficina del Ombudsman de Minería de Oxfam Community Aid
Abroad, fue añadido un cuarto caso de fallecimiento.
Por otro lado, el informe también había señalado que los comuneros que desocuparon sus
tierras para dar paso a la mina se vieron en la obligación de trasladar los restos humanos
de sus cementerios; hechos que si bien no fueron presentados a la Comisión de Derechos
Humanos, sí fueron mencionados por algunos demandantes en sus testimonios.
El IDL planteó que los traslados constituyeron una agresión a los valores y sensibilidad de
la población, que debería ser reparada simbólica y públicamente. En cuanto al desarrollo
de las comunidades, se creó un fondo con un monto fijo de US$ 330 mil por año, durante
un período de tres años “contados a partir de la fecha en que se aprueba y suscribe este
Acuerdo.
El acuerdo también precisa que en la Comisión Ambiental se establecerán los lineamientos
y metodologías para: la implementación de planes o programas sobre monitoreo
ambiental conjunto, la evaluación de salud humana y sanidad animal y un sistema de
vigilancia ambiental comunal en el área de influencia de la actividad minero metalúrgica
de la compañía. Otro tema señalado en el acuerdo está referido al seguro ambiental, sobre
el cual se precisa que se definirán “los procedimientos y mecanismos para su
implementación ante la eventualidad de que ocurra alguna contingencia (incidentes o
daños) ambiental”.
Adicionalmente, la empresa aceptó que “todas las actividades que la compañía realice
sobre terrenos ajenos, se harán con el consentimiento previo de las comunidades
propietarias o propietarios individuales”.
De esta manera se introducía por primera vez en el Perú el tema del consentimiento
previo en un acuerdo entre empresas mineras y comunidades. Con la firma de este nuevo
convenio, la empresa minera asumía e intentaba saldar los pasivos que la minería había
creado en la zona, tanto bajo propiedad del Estado como del sector privado, además de
acordar un compromiso de colaboración con las poblaciones vecinas, abordando temas
ambientales, entre otros.
El último gran estallido del conflicto A menos de veinte meses de la firma del convenio
marco de carácter provincial y a cinco meses del acuerdo con las comunidades
campesinas, en mayo de 2005 estalló un nuevo conflicto que terminó con la toma violenta
de las instalaciones de la mina Tintaya.
Un conjunto de organizaciones de la provincia, entre las que destacaban el FUDIE, la
FUCAE, asociaciones de jóvenes y residentes de la ciudad de Yauri, plantearon la
reformulación del convenio marco. Las comunidades de la cuenca del río Salado,
integrantes de la Mesa de Diálogo, no se plegaron a las movilizaciones, prefiriendo
resguardar el espacio de negociación directa que habían logrado con la empresa minera.
La propuesta de reformulación fue acordada en asamblea popular el 17 de mayo y
entregada a la empresa el 18 de mayo, pidiendo que la respuesta sea dada el viernes 20 de
mayo, en la Plaza de Armas de la ciudad de Yauri.
Ante la inasistencia de la empresa a la asamblea, las movilizaciones se iniciaron el 23 de
mayo, produciéndose de inmediato hechos de violencia que terminaron con la toma de la
mina.
Ello hizo que se plantee la drástica revisión del convenio firmado. Entre los puntos más
saltantes de la reformulación estaba el pedido de elevar el aporte de la empresa, de US$
1.5 millones a US$ 20 millones por año, la impermeabilización del dique de la nueva presa
de relaves de Huinipampa, instalar un Comité de Vigilancia Ambiental conjunto, la
construcción de un hospital en la ciudad de Yauri y el asfaltado de la carretera que salía
hacia Arequipa, entre otras demandas.
Las autoridades del Ministerio de Energía y Minas instalaron un comité de crisis, bajo el
liderazgo del viceministro de Minas, Rómulo Mucho, y el padre Gastón Garatea, presidente
de la Mesa de Concertación de Lucha Contra la Pobreza. En el comité también participaron
funcionarios de diferentes carteras ministeriales, representantes del gobierno regional del
Cusco y Javier Aroca, de Oxfam América. El proceso de negociación, que se instaló luego de
la toma de la mina, fue un primer espacio catalizador que bajó los ánimos beligerantes.
Luego de tres reuniones y lograr algunos acuerdos, se pudo disminuir el nivel de tensión,
lo que permitió que las operaciones de la mina de Tintaya sean reabiertas y la situación en
toda la provincia vuelva gradualmente a la normalidad. Las negociaciones se centraron en
temas como la construcción del hospital y la carretera, y la realización de una evaluación
ambiental.
Los últimos acontecimientos Los últimos dos años se han caracterizado por el intento de
avanzar en la implementación de los diferentes aspectos de los acuerdos firmados en los
convenios. Quizás uno de los méritos de todos los actores vinculados a la experiencia de
Tintaya ha sido el haber mantenido los espacios de diálogo logrados, pese a los eventos
que los pusieron en cuestionamiento. Hasta en los peores momentos, los espacios
siguieron operando, intentando encontrar los mecanismos para superar las crisis. La
recuperación de las cotizaciones del cobre y el aumento de las utilidades de la empresa
han provocado que en los dos últimos años la provincia de Espinar reciba mayores
ingresos, mediante las transferencias del canon minero y el aporte del convenio marco.
En este contexto, un conjunto de proyectos han sido aprobados con fondos del convenio
marco y de la mesa de diálogo de las comunidades campesinas. Además, se ha avanzado en
la construcción del hospital provincial y otras obras públicas de carácter e impacto
provincial. Otro hecho importante fue la venta de Tintaya.
El 16 de mayo de 2006, a casi un año de la toma violenta de sus instalaciones, la mina fue
vendida a la empresa suiza Xstrata Cooper. Si bien se especuló que la venta estaba
relacionada con los hechos de mayo de 2005, funcionarios de BHP Billiton indicaron que el
motivo central era que la mina de Tintaya, por sus dimensiones y niveles de reserva, había
dejado de ser una unidad atractiva y que sus inversiones se estaban centrando en
megaproyectos en diferentes regiones en el mundo. De esta manera, el grupo BHP Billiton
dejaba Tintaya, luego de casi diez años de haber asumido su propiedad, y se quedaba en el
Perú únicamente a través de su participación en Minera Antamina. En cambio, para Xstrata
Cooper, un grupo minero en expansión a nivel mundial, Tintaya revestía importancia, ya
que significaba asumir una primera mina en plena operación, en un país que le era
atractivo y en el que desarrollaban un plan de inversiones ambicioso: en agosto de 2004,
Xstrata se había adjudicado el contrato del proyecto minero de Las Bambas, en la vecina
región de Apurímac, y como consecuencia de las fusiones, también había adquirido una
participación importante en la mina de Antamina.
Los nuevos propietarios de Tintaya se comprometieron a respetar los acuerdos firmados
por sus predecesores y continuar en los procesos de diálogo y concertación.
En el último año, el tema ambiental ha sido debatido en las instancias de concertación de
carácter provincial. Uno de los acuerdos de la etapa posconflicto de mayo de 2005 fue
contratar a una empresa consultora para realizar una evaluación ambiental, utilizando
básicamente información secundaria.

La empresa elegida fue Walsh Perú.

El informe presentado por Walsh Perú en los primeros meses del año 2007 ha sido
cuestionado por las principales organizaciones sociales de la provincia, como la FUCAE y el
FUDIE, y el nuevo alcalde provincial, Alfredo Salinas Pérez, de la agrupación política
Renacimiento Andino. En asamblea popular, realizada el pasado 27 de marzo de 2007, se
acordó rechazar el informe de Walsh Peru, al que califican de estar parcializado con la
empresa minera y de no cubrir las expectativas de la población, además de haber
incumplido, según los voceros de estas organizaciones, los plazos y los términos de
referencia. Se ha acordado formar una comisión técnica, integrada por los profesionales,
técnicos, líderes, estudiantes y personalidades de la provincia de Espinar para desarrollar
una evaluación y monitoreo propio. Por otro lado, en la misma asamblea se planteó
evaluar la marcha del convenio marco y buscar perfeccionar algunas cláusulas “en favor
del desarrollo integral de la Provincia de Espinar y la empresa minera”.16 En términos
generales, se puede afirmar que pese a los equilibrios precarios y los escenarios aún
inciertos, los espacios de diálogo implementados en la zona de influencia de Tintaya
seguirán jugando un rol central. En ellos se procesarán las principales discrepancias y,
dependiendo del compromiso de los actores, se podrá avanzar en la implementarán de
acuerdos de mayor gravitación.

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