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Haruki Murakami, La Caza del Carnero Salvaje y la construcción novelesca

Haruki Murakami está de rabiosa actualidad: sus recientes nominaciones al Nobel de Literatura
y su particular estilo novelesco, plagado de referencias a la cultura contemporánea y dispersiones
filosóficas, lo han convertido en un autor que empatiza con nuestras preocupaciones existenciales
y resulta fácilmente trasladable a nuestra realidad diaria. Este artículo se centra en el análisis de
La Caza del Carnero Salvaje, su tercera novela. Esta decisión ha estado motivada, en parte, por la
forma en que Murakami construye el argumento, tomando como punto clave una imagen; por otro
lado, he tratado de dar visibilidad a su obra sin recurrir a su aclamada Tokio Blues, que ya ha
alcanzado la categoría de clásico para sus seguidores.
El protagonista de la novela es un joven recién divorciado que trabaja desarrollando pequeños
encargos publicitarios. Fumador y bebedor, mantiene una vida monótona e intrascendente con su
gato en Tokio. Esa tranquilidad se verá truncada cuando decide publicar una imagen enviada por
un amigo suyo, con el que se carteaba cada pocos años, y que resulta de una simpleza
apabullante: un grupo de carneros pastando en un prado. Ésta acaba colocándolo en el punto de
mira de un importante grupo financiero y en el comienzo de una extraña aventura: la búsqueda de
un carnero singular.
Es un argumento elaborado con unos pocos personajes y centrado en la relación que el
protagonista mantiene con ellos, y todo esto siguiendo una trama principal de la que el autor se
evade voluntariamente en gran parte de su transcurso, con el propósito de ahondar en el pasado y
las preocupaciones filosóficas y vitales que se le van presentando. Entre estos personajes
encontramos a su socio, bebedor empedernido, con el que mantiene una relación profesional y de
amistad sin excesiva profundidad, habida cuenta de su carácter solitario. También a su ex-mujer,
con la que sigue manteniendo una buena relación, y un gato viejo que le acompaña en su recién
estrenada condición de divorciado. Pronto aparecerán otros personajes fundamentales: una chica
con la que mantendrá una relación, y cuya belleza se expresa a través de sus orejas perfectas, o
su amigo El Rata, quien le hace envío de la fotografía y resulta una incógnita constante durante
toda la trama. No podemos obviar al hombre poderoso que acaba forzando la búsqueda, cuya
refinada educación e implacable voluntad se nos presentan como un inequívoco signo de poder.
Considero interesante observar la forma en que se van sucediendo los capítulos, siendo estos
de longitud variable, compuestos por una gran cantidad de subcapítulos y divisiones internas que
permiten al autor variar su temática, incorporar digresiones existenciales y provocar pausas en el
flujo de los acontecimientos. Resulta particularmente brillante, desde mi punto de vista, su forma
de alternar los capítulos explicativos con aquellos circunscritos a la trama principal, un recurso
común en los escritores de novelas, pero que aquí se emplea con una originalidad y un estilo
característicos.
La complejidad del argumento va aparejada, paradójicamente, con su simplicidad, y en ello
reside una de las razones del éxito de Murakami: su capacidad para dotar de profundidad a los
detalles, y su particular forma de expresar los sentimientos, enriqueciendo a sus personajes con
unos rasgos característicos y definitorios. Por supuesto, sus incombustibles referencias a los
clásicos de la música y la literatura resultan un deleite para los iniciados, y se han erigido ya como
un elemento fundamental de sus novelas.
La construcción novelesca es un arte insuficientemente apreciado por los más puristas de la
literatura, pero que bien desarrollado genera horas de entretenimiento y reflexión. Haruki
Murakami consigue esto en La Caza del Carnero Salvaje, por lo que recomiendo y aplaudo su
lectura.

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