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I. . ..

A N D R É P AR EN TE

etc. Dos años m ás tarde, Shaw realizó otra instalación, Place-Ruhr (1997). con imagen de cine, inmer-
siva e interactiva, donde cada cilindro representa sitios de interés en el área de Ruhr. Últimamente,
Cine: una puesta en otra escena
Shaw ha invitado a varios cineastas y videastas com o Raúl Ruiz y Jean-Michel Bruyére a hacer filmes Quince años después
para presentar utilizando estos dispositivos. En nuestra última visita al laboratorio de creación de
Shaw en el ZKM, pudimos ver el filme de Jean-Michel Bruyére. Los resultados nos llevan a imaginar
nuevas posibilidades para el cine.
Eduardo A. Russo
17. Luc Courchesne estudió en el Media Lab MIT, donde realizó videos interactivos denom inados
por él hypervideos (Encyclopedia Chiaroscuro, 1987; Portrait One, 1990; Family Portrait, 1993; Hall o f
Shadom , 1996). En estos trabajos, Courchesne privilegió el rostro y los diálogos. En 19 9 7 realizó su
primera instalación panorámica, Landscape One, donde el espectador es rodeado por cuatro grandes
proyecciones de video, que forman una imagen discontinua de 360°. El objetivo principal del trabajo
es la exploración del espacio por parte del espectador. El resto de las instalaciones de Courchesne pre­
sentan esta m ism a cuestión. El espectador interactúa con los personajes de una historia y, con esto,
es invitado a conocer los espacios donde ellos viven.
18. Véase http://www.eco.ufrj.br/visorama. Las siglas m encionadas corresponden a las siguientes
instituciones: UFRJ (Universidade Federal do Rio de Janeiro), IMPA (Instituto Nacional de
M atem ática Pura e Aplicada), CNPq (Conselho Nacional de D esenvolvim ento Científico e
Tecnológico), FINEP (Financiadora de Estudos e Projetos) y FAPERJ (Fu n d ad o de Amparo á Pesquisa 1. Consideración preliminar
do Estado do Rio de Janeiro).
En 19 9 6 , gracias a la generosa convocatoria de Jorge La Feria, un artículo sobre puesta
en escena cinematográfica perteneciente al volumen colectivo El medio es el diseño' inició
un curioso recorrido, mucho más prolongado y productivo de lo que su autor podría haber
imaginado. A lo largo de los quince años transcurridos entre esa publicación inicial y el
presente texto, las insistentes referencias de varias generaciones de estudiantes de diseño,
cine, artes audiovisuales, más lectores ocasionales para quienes fue de utilidad, no dejaron
de sorprenderme, más aún cuando muchas de las afirmaciones allí vertidas tenían cierto
carácter conjetural. Se trataba del intento de conjurar, antes que de circunscribir o menos
aún definir, las resonancias de un término tan persistente en su utilización como elusivo
para una caracterización dura. Para críticos o analistas, acaso un poco menos para los teó­
ricos, la alusión a la puesta en escena ha sido frecuente a lo largo de décadas. Y conside­
rando el tiempo pasado entre aquella publicación y el ejercicio que hoy nos proponemos,
que es el de una lectura a cierta distancia y un intento de actualización mediante una rees­
critura, no podemos dejar de considerar un contexto en el que esa vieja y conocida noción
de puesta en escena todavía insiste, a pesar de que su invocación es mucho más frecuente
que su análisis. Tal vez, la clave de su circulación está en resguardarse protegida por su
m ism a labilidad, por la apelación a ciertos sobreentendidos que parecen oficiar a modo de
contraseña para acceder a lo que para muchos es un arcano del arte cinematográfico, pero
que aquí intentaremos someter a cierta vocación analítica. Si es posible seguir hablando de
puesta en escena, deberemos hacerlo al precio de que el recurso valga para poder compren­
der mejor el cine. Y, como veremos, algo nos indica que por esta compleja cuestión pasan
algunas de las preguntas cruciales que hacen al lugar y sentido del cine en este segundo
siglo de su existencia, período que ha comenzado hace un buen tiempo, pero que aún está
sometido a no pocas perplejidades e incertidumbre tras atravesar cierto ánimo crepuscu­
lar, que muchos consideraron como provocado por la amenaza cierta de una muerte del

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ED U A R D ° A. RU SSO
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cine. Lo que sigue es, entonces, la reescritura de aquellos viejos argumentos y su comple- como Michel Mourlet, en un discurso cuya sagacidad crítica se ve contrapesada por ciertas
mentación con ciertas ideas de dos órdenes distintos. Por una parte, algunas de ellas pro­ construcciones que parecen pasar del plano de la estética a una metafísica en la que la
vienen de aportes que desde num erosos ángulos (disciplinas o tradiciones de pensamiento puesta en escena ocupa el lugar de operación demiúrgica, abierta a la revelación para los
más o menos organizadas, como también de una actividad ensayística que no es la menor cinéfilos escogidos que accedan a un efecto de verdad más cerca de la iluminación súbita
potencia del pensamiento cinematográfico contemporáneo) se han puesto en marcha para que del goce cinematográfico.’
in te rro g arse sobre la puesta en escena y reconsiderarla mejor, o para examinar su subsis­ Si procedemos a comparar los estudios sobre la puesta en escena cinematográfica con
tencia, sus cambios y hasta su posible desaparición en el audiovisual contemporáneo. Por la abundancia de trabajos dedicados a otras dimensiones en la creación de un film e (v. g.
otra parte, también habrá otras razones, provenientes de nuestro propio ejercicio, el de tra­ los numerosos acercamientos a la narración, a la construcción del espacio cinematográfico
tar de entender el cine en tiempos de aceleración y mutación, que hada 19 9 6 ya se delinea­ a partir del encuadre o al montaje, entre las instancias más examinadas), el lugar de aque­
ban claramente, pero no han hecho m ás que profundizarse en los años sucesivos. Los lla se mantuvo opaco durante largo tiempo, cerrado a las incursiones teóricas y proclive
cambios en el texto obedecerán a ciertos intentos de matizar, reconsiderar o incluso modifi­ -p o r el m ism o m otivo- a funcionar casi con la condición de comodín conceptual.
car abiertamente lo escrito hace ya bastante tiempo. El objetivo no es otro que el de proseguir Intentaremos superar esta dificultad sin pretender agotar la cuestión, m ás bien abriendo
una tarea siempre en curso: la de estar a la altura, mediante el esbozo y despliegue de algu­ interrogantes. Arriesguemos, para iniciar, una hipótesis fuerte: el de la puesta en escena
nas ideas, del desafio que el cine sigue planteando a nuestra experiencia contemporánea. es un punto tan escamoteado como crucial en la teoría cinematográfica, que concierne a
la localización de las operaciones significantes propias del cine. En ella se concentra lo más
decisivo del procesamiento de sus materiales intrínsecos, esto es, ese entramado de im á­
2. Un lugar cuestionado, una hibridación constitutiva genes visuales y sonoras, esa heterogénea mixtura audiovisual en cuya combinatoria se
encuentra lo propio del cine.'1 Esto determina que la noción de puesta en escena se ubique
A lo largo ya de muchas décadas, el concepto de puesta en escena parece resistirse de en la matriz m isma del diseño en los discursos audiovisuales, y especialmente del cine, en
modo especial a ser tratado en la aproximación teórica al cine, aunque si algo toca el núcleo sentido estricto. Y que lo haga en sentido diferencial a la clásica acepción teatral del término.
de lo estrictamente cinematográfico es esta operación todavía poco abordada por el pensa­ Una puesta que comporta un inicial desplazamiento desde el lugar que había adquirido en la
miento cinematográfico. Más aún, es como si su desarrollo hubiese sido total o parcial­ tradición del teatro occidental. Y que, por otra parte, da cuenta de la hibridación constitutiva
mente eludido en numerosas ocasiones. Por cierto, ello no impidió que fuera invocado en no del cine como artefacto tecnológico, cultural y también como evento artístico. En síntesis,
pocas oportunidades de manera genérica, global, al modo de clave para entendidos. En lo entrar al cine por la puesta en escena implica atender al hecho de su construcción a partir de
tocante al cine, la puesta en escena (término extrapolado del teatro en un desplazamiento elementos cuya heterogeneidad y tensión productiva es determinante. El aparato mismo
que comporta no pocos problemas iniciales, vale decir, en su m ism a definición, ya que su inventado, con leves o considerables variantes, hada fines del siglo XX, era algo m uy distinto
tráfico comporta cierto pasaje territorial) ha sido numerosas veces mentada -especialmente a un ente original y unificado que encararía una lucha por la diferenda identitaria entre sus
desde la crítica especializada o el discurso cinéfilo- como un factor al borde de lo inefable. Se vednos. Más bien, ese extraño acontecimiento que fue el de la instaladón del cine heredaba
la convoca, se da por supuesta su definición, se cree estar ante un término unívoco. No es al menos tres ramas de linajes diversos: el de los aparatos de proyecdón de imágenes que se
casual que en el vocabulario de los seguidores de la célebre politique des auteurs delineada por sucedían desde la antigüedad de Oriente y Ocddente, el de los juguetes ópticos que produ-
los críticos de los Cahiers du cinéma durante los años cincuenta, la mención de la puesta en dan la ilusión de movimiento en la imagen, y el de la fotografía que revoludonó poco antes
escena fuera frecuentemente asociada a otra noción clave: la de evidencia.* la reladón entre la mirada y el mundo, al ofrecer imágenes maquínicas que condujeron a otro
Lo cierto es que el recurso a un sobreentendido es paralelo, en realidad, a una notable ordenamiento entre el mundo real, lo visible y el sujeto observador. La puesta en escena
vaguedad en el uso de tina noción abarcativa, cuando no implica la evocación de cierta esen­ aguardaba allí como operadón inidal, en el tránsito de un régimen de lo visible a otro, antes
cia irreductible, de aclaración innecesaria. Ese fue, justamente, el uso que se le dio al tér­ aun de que pudiera considerarse que entraba en juego un lenguaje emergente o una forma
mino en la crítica adscripta no solamente a la política de autores, sino a otras vertientes artística. En la mism a salida de la fábrica filmada en reiteradas ocasiones por Louis Lumiére
extremas del auteurisme que, partiendo de la definición de cine como “arte de la puesta en desde marzo de 1895, mucho antes de haber guión y montaje, induso de pensarse la posibi­
escena” -lo que posee su cuota de acierto-, erigió esta sentencia en axioma autoexplica- lidad de cambios de encuadre o de óptica fotográfica, puede observarse el daro desarrollo
tivo, como si no hiciera falta o conviniese dejar para otro momento la explicación de por de una condencia y una operación en cuanto a la manipulación del movimiento y con­
qué -y, fundamentalmente, de qué modo- el cine es un arte de la puesta en escena. Y más ducta de los empleados que salían por el portón de la usina, cambiando la direcdón y velori-
precisamente, a qué se denominaba puesta en escena. El carácter axiomático del uso de la dad de su andar, usando o no algún vehículo, irrumpiendo algún animal (perro, caballo) en
nodón de puesta en escena en la crítica de cine ha sido llevado a su extremo por autores cuadro con la consabida dosis de azar que ello comportaba.5

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E D U A RD O A . R U S S O C ÍN E : U N A P U E S T A EN O TRA ESC E N A

¡i 3. Trabas de importación, pertinencia del concepto considerada como una dimensión interior al plano, tanto en sentido espacial como tempo­
ral: se analizan sus componentes en términos de iluminación, actuación, escenografía,
# La noción de puesta en escena cinematográfica se instaló desde sus comienzos en el vestuarios y maquillaje, a la vez que se atiende al movimiento y la duración en el seno del
^ £ seno de la lucha por una diferencia: la que separa los terrenos del cine y del teatro. Es plano. El pormenorizado examen marca claramente sus límites en un enfoque intraplano,
ampliamente conocido que el término pertenece tradicionalmente al vocabulario teatral. sin contemplar la eventual extensión del concepto como principio organizador en otros
Fue desde allí desde donde los primeros teóricos de relevancia lo han transpolado a los recortes posibles, como el découpage de cada secuencia o la estructura del filme en su inte-
* estudios cinematográficos; entre ellos, Sergei Eisenstein. Puede que no se recuerde con la gridad.’’ Es de destacar que, en los años siguientes a las primeras ediciones de su m uy útil
insistencia suficiente que su teoría del montaje se remonta -e n sus primeras versiones- a manual de introducción al arte cinematográfico, el concepto de puesta en escena ha sido
f un momento anterior a su acercamiento al cine (precisamente ubicado en relación con abordado en varias ocasiones por el teórico estadounidense. En particular, vale la pena
f 1 algunos problemas de la puesta en escena en el teatro).6 En los ensayos recogidos en Film mencionar la atención dedicada a la puesta en su On the History o f Film Style, al exam i­
Form, el concepto de mise-en-scéne (en su original francés) se cita en varias oportunidades, nar las variaciones en el lenguaje cinematográfico con notable vocación analítica.
destacando su pertinencia teatral. El propio Eisenstein se ocupa de postular la superación Especialmente, en su último capítulo Bordwell analiza los criterios seguidos para destacar
f de esta noción en el terreno cinematográfico, proponiendo a cambio la de mise-en-cadre la importancia de la puesta en escena a partir del uso de la profundidad de campo, en par­
' (puesta en cuadro, también propuesta en francés por el realizador) cuya definición es la ticular en la filmografía temprana de Orson Welles y en las películas de William Wyler, y
f ' siguiente: "A sí como la mise-en-scéne es una interrelación de gente en acción, la mise-en- cómo el Cinemascope y otros formatos de pantalla súperancha renovaron la atención al
f t caáre es la com posición en im ágenes de cadres (planos) en una secuencia de m ontaje” .7 espacio-tiempo dentro del plano en el cine de los años cincuenta.14

La lim itación de la puesta a lo pro film ico (el conjunto de elementos por disponer frente Posteriormente, en su Figures Traced in Light. On Cinematic Staging, Bordwell analiza
r> a la cám ara en el rodaje) se im ponía obligadamente, acorde con su concepción panmon- con su habitual minuciosidad las filmografías de Feuillade, Mizoguchi, Angelopoulos y
Hou Hsiao-Hsien.'5 Para entonces demuestra sus prevenciones contra el tradicional con­
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tajista. La mise-en-scéne no sería otra cosa que una dim ensión teatral para convertir en
una "puesta en cuadro” (viable traducción de mise-en-cadre) que absorbería en su defini- cepto de mise-en-scéne, avanzando en la opción que ya había adelantado en su anterior libro,
f* I ción al m ism o montaje. de indagar en el concepto acaso m ás homogéneo de staging, tomando en consideración lo
^ j Años después, Jean Mitry, discutiendo la idea de una puesta en film e a partir del céle­ puesto frente a cámara con cierto ordenamiento, luego modulado por la acción de la óptica,
bre caso de Marcel Pagnol y sus adaptaciones teatrales a la pantalla, apostó de otro modo la luz, el encuadre y movimiento de cámara. Tanto énfasis en el desmenuzamiento analí­
C 1* ■( a la diferencia: tico lo lleva a desestimar la tradición de acudir a una puesta en escena, que hasta llega a
evocar en términos irónicos en las páginas iniciales del libro, para intentar superarla en el
fu El cine - e s preciso d ecirlo- no es solo u n arte de representación, sino u n arte de creación. La resto del volumen:
fí» " puesta en escena, desde este enfoque, no es “ representación” , sino narración y significación por
medio de una determinada form a de representación. Por eso es m ucho m ás u n a escritura, una Y en el 2 0 0 0 una brigada de críticos franceses, cuando se les pidió que explicaran qué signi­
o “puesta en relaciones y en im plicaciones” , que una puesta en escena.8 ficaba para ellos mise-en-scéne, respondieron que era algo centrado en cómo la figura hum ana era
dispuesta en tiempo y espado. La mise-en-scéne, dijo uno de ellos, es una voluntad dem iúrgica de
í *
De esa manera, contribuyó a legitimar un término en que durante largo tiempo ha control del espacio entero de un film e, la búsqueda de una imagen perfectamente adecuada.'6
o insistido, aunque la oleada de la primera semiología a menudo lo considerase sospechosa-
mente globalizante (y acaso caro, por consiguiente, al “idealismo” y “humanismo” a decons- Entrando al nuevo siglo del cine, tal vez fue Jacques Aumont quien intentó dilucidar
truir en el cine concebido como práctica-materialista-al-servicio-de-la-revoludón a tono con los el concepto, en primer término con el concurso de diversos trabajos que aportaron sus
í ecos del 68 francés). Modas aparte, el término parecía relegarse a un estado de espera: acercamientos, si bien parciales, eruditamente fundamentados, en un libro colectivo que
abordando las relaciones entre teatro y cine, Gianfranco Bettetini retomó el problema en trabajó de manera particularmente consistente la hibridación fundacional que llevó a la
los 70 desde una perspectiva semiótica en la que la puesta en escena operaba como puente puesta en escena desde el ámbito del teatro al del cine, como lo demuestra el ensayo ini­
entre am bos campos, el del cine y el del hecho teatral.9 En años recientes la aparición cial del volumen a cargo de Eric de Kuyper.'7
del concepto es m ás bien pulsátil; aunque su tratamiento no consta de modo singular en A la vez, desde el campo de las poéticas particulares, la puesta no ha dejado de ser con­
el abarcativo manual de J. Aumont y otros titulado Estética del cine,"’ ni -sintomática- torneada conceptualmente con cierta frecuencia, puede apreciarse, por ejemplo, que no es
! m ente- en el compendio teórico de Andre Gardies y Jean Bessalel, 200 mots-clés de la théorie sino esta cuestión la que asoma - a partir del tratamiento de lo que el autor denomina
du cinema," puede encontrarse el término en num erosos trabajos, entre ellos el admira­ figura cinematográfica- en las páginas más logradas de Sculpting in Time, el testamento
ble Film Art. An Introduction de David Bordwell y Kristin Thom pson.11 Allí la puesta es estético de Andrei Tarkovski.'8

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Sería injusto ignorar, en este breve recuento de incursiones, cierto lejano antecedente libro cinematográfico en relación con el guión). Pero, por cierto, no es el montaje el tema de
que prenunció en parte una definición ampliada de la puesta en escena, aunque pertene­ este artículo; nos limitamos en estas líneas a advertir la diferencia.
ciera a un teórico en diversos sentidos distante de nuestra perspectiva. Tan solo nos lim i­ En prim er término, hay que distinguir la puesta en escena de la operación técnica con
taremos aquí a dejar constancia de que, en su clásico Theory o f the Film, Béla Balász intentó la cual a menudo se la fusiona: la del rodaje, prolongándosela m ás o m enos en las diver­
pensar la mise-en-scéne como un trabajo que excedía lo "puesto delante de la cámara en el sas oportunidades en que los efectos especiales llevan —en la posproducción—a generar
rodaje” , incorporando diversos momentos previos y posteriores al registro de la imagen. otras imágenes que las registradas por la cámara en estudio o locaciones naturales. De ese
Daba pie así a una definición abarcativa de la puesta, que involucraba dimensiones que modo, guión, montaje y puesta en escena remiten a instancias formales, no a acciones téc­
desbordaban la instancia del rodaje y los límites del cuadro, mucho m ás enriquecedora nicas. Estas últimas son solamente la puesta en práctica de principios cuya verdadera
que la reducción eisensteiniana. Sobre este punto nos interrogaremos en lo que sigue. dimensión hace a la poética del cine.

4. Para ampliar la reflexión sobre la puesta en cine 5. ¿Y qué es, al fin y al cabo, la puesta en escena?

Guión, puesta en escena, montaje. Los tres términos aluden -lu ego de un despeje que La prolongada resistencia consignada al comienzo de este artículo remite a la dificul­
comporta una necesaria sim plificación- al trípode en que se apoya la construcción de un tosa definición positiva de esta instancia, sin incorporar una perspectiva relacional. No
filme, al m enos aquellos que responden al mainstream de la producción cinematográfica. podía ser de otro modo, ya que la cuestión hace de nodo central a la problemática relación
Referirse al cine implica, hasta cierto grado, hablar de un determinado tipo de películas, entre la im agen y el sentido. La definición de puesta en escena es compleja en la Hedida
esto es, largometrajes y de ficción, lo que se suele denominar “cine N R I” {narrativo, repre­ en que allí se juega el trabajo con una materia prima no domesticable: im ágenes visuales
sentativo, industrial). Separar los conceptos teóricos de las operaciones técnicas respecti­ y sonoras difícilmente reductibles al campo de la palabra. Se trata, en definitiva, del
vas es, en este punto, el prim er imperativo. A sí como la noción de escritura, en teoría y momento de la escritura con aquello que Metz supo llamar un significante imaginario
crítica literaria no remite en absoluto a esa acción en la que por distintos procedimientos Si la puesta en escena no se muestra fácilmente adaptable a una definición breve a la
-q u e van desde el marcado en tablas de arcilla hasta el procesador de texto- se fijan trazos manera del diccionario..., ¿por qué no intentar al menos cercarla desde las dimensiones
en un soporte, sino a otra cuestión radicalmente distinta, lo m ism o sucede en el caso del lindantes? Sería una buena m anera de procurar definirla -esto es, buscar una marcación
cine. No obstante, el campo que nos ocupa debe aún soportar (acaso por haber reencon­ de límites posibles- evitando caer en la condición inefable de la que prevenimos.
trado desde sus comienzos la posibilidad de hacer confluir nuevamente las dos antiguas Podríamos comenzar por advertir que la puesta en escena es, en prim er término, una
acepciones de la tekné griega: arte y técnica) el constante malentendido. Habrá que diferen­ instancia posterior al guión, en tanto este es toda tarea de la letra, previa a los interjuegos
ciar entonces algunas nociones que parecen trasladarse de lo estético a lo técnico, implan­ de la imagen. Por otra parte, también cabe advertir que es anterior al montaje, ese trabajo
tando perniciosas confusiones.'9 posterior a la plasm adón de imágenes que consiste en puntuar, discontinuar y reconfigu-
Si utilizamos la m ism a palabra para hablar del concepto general de guión o de los rar lo que ya está plasmado en términos de imagen. Así, lo que en la etapa de guión es un
guiones (desde la sinopsis al m ás obsesivo shooting script, el guión técnico con todas sus relato en palabras, se transforma en el momento de la puesta en algo primordialmente coa-
previsiones), bueno será recordar que la idea de guión como texto previo al rodaje encua­ lescente, continuo, una Gestalt que luego será -m ontaje m ediante- analizada y recom­
dra todo trabajo que, desde el escrito, prefigure ese momento crucial del encuentro con las puesta, sometida a su linearización en secuencias.
imágenes en su producción de sentido, ese cruce en el que se genera la verdadera poiesis En los momentos del guión y del montaje, cabe destacar, predominan las operaciones
de un film e. Del m ism o modo, debemos separar el montaje como principio form al de sobre lo discontinuo. Son dos dimensiones fundamentalmente discretas, por oposición a la
aquella labor que se desarrolla ante la m esa de montaje, o la isla de edición en el caso del puesta en escena, cuya defmitoria indiscreción postula un sujeto abismado en la expecta­
video. Los anglosajones cuentan con esta distinción al definir el principio de montage -q u e ción de un material imaginario que procura construir su propio sentido. La lectura de las
obsesionara a Eisenstein y a tantos otros—como diferente del editing. Lo m ism o intentaron imágenes es aquí una puesta en relación de elementos coexistentes en eso que se presenta
algunos autores franceses al ensayar, en trabajos teóricos, la oposición montage/collage. de modo global, como una mixtura de espectáculo y de ausencia que es preciso completar
Podríamos intentar nosotros - s i el término no estuviera ya consagrado por unos cuantos con el trabajo de la memoria e imaginación. Y si todo texto es un tejido de semejanzas y
años de trabajo en video- distinguirlo mediante el binom io montaje/edición (soslayamos diferencias, guión y montaje operan como dos instancias moderadoras -q u e implantan
el inconveniente -aun que tradicional, en nuestra u san za- compaginación, por toda su con­ cortes, rasgos diferenciales, que hacen sintagm a- de lo que la puesta en escena abre en sus
notación libresca, que termina siendo similar, respecto del montaje, al uso del término asociaciones de materiales tendientes a una fusión problemática, a la convivencia entre lo

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visto y lo oído, a lo mostrado y lo escamoteado, a lo legible y lo que impacta a los sentidos espectador busca saber más sobre eso que no puede ver sino de modo parcial, y al que no
aun sin percibir claramente qué sentido posee, construyendo sus paradigmas en un le queda otro recurso que m irar m ás y más.
m agm a audiovisual donde la participación activa de mirada y escucha van armando los Acerquemos, a título de ejemplo, la enseñanza de ese viejo patriarca de la puesta cine­
sentidos posibles a partir de una experiencia vivida. matográfica que fue Alfred Hitchcock. El filme en cuestión es de visión y revisión obligada,
Pensar la puesta en escena como instancia no atada de modo fijo a operaciones técni­ y damos por descontado su conocimiento por el lector; se trata de La ventana indiscreta
cas permite concebir, por otra parte, oportunidades en las que se presentan determinadas (I 953)- Jefferies (James Stewart) es un fotógrafo profesional que, temporariamente inm o­
zonas de contaminación entre las tres dimensiones. En los storyboards, por una parte, la vilizado por un accidente, contempla las vidas de sus vecinos a través de las ventanas que
puesta se desliza dentro de los papeles previos al rodaje (es, por eso, un tipo de documento dan a un patio trasero. Mediante los fragmentos que puede ver, arm a sus historias y des­
cuya concreción es atribución del realizador o de algún especialista en el trabajo con im á­ cifra sentidos, reinventando a su modo - y nosotros con é l- el cine. Hay un momento cru­
genes gráficas, no de un guionista).2' A su vez, en los diversos casos de improvisación den­ cial en la película en el que de modo excepcional la cámara abandona el departamento de
tro del rodaje, el guión se genera en el seno m ism o de la puesta. Y en el montaje dentro Jefferies, desconcertando la mirada del espectador, para luego asimilarlo nuevamente a la
del plano (esa operación imperfectamente denominada “plano-secuencia”), la puesta posición del protagonista. Es el momento que sucede a la muerte del perrito de una pareja,
absorbe, en su m ism o decurso, la instancia del montaje en el interior de una sola toma. en el que el punto de vista abandona inesperadamente la ubicación dentro del apartamento
de Jefferies, para instalarse en el patio, en un ámbito de inusitada sociabilidad respecto a
los vecinos, azorados por el animalito muerto, y la desolada alocución de su dueña, que
6. Ventanas y puertas en la puesta considera a los otros un hato de insensibles. Luego del discurso pleno de patetismo, el
punto de vista vuelve al apartamento del protagonista y entonces, desde su ventana, se
Demos cuenta de algo que solo aparentemente es paradójico: la puesta en escena del asiste a la revelación de la culpabilidad del asesino, mediante u n recurso de minimalismo
cine es una construcción cuyo lugar no es coextensivo al espacio de la pantalla. Desde sus ejemplar, casi una demostración de sustractividad absoluta de lo que implica la puesta en
inicios el cine ha sido, m ás que un espacio para el despliegue de una im agen plástica, un escena. Hitchcock pone en escena el acontecimiento crucial por el que nos enteramos de
“arte del espíritu” ," que muestra en ese rectángulo algunos indicios que incitan al activo la identidad del culpable mediante un prodigio de síntesis irreductible: muestra solamente
trabajo del espectador. En el cine, la puesta organiza las imágenes para dar forma a un un intermitente punto luminoso en la oscuridad -e l cigarrillo del sujeto en el fondo de una
señuelo para la mirada, antes que algo dado a ver. Desde ese ángulo, la dimensión cinema­ habitación oscura, vista a través de la ventana, cuya brasa se aviva en cada pitada- que se
tográfica trasciende lo pictórico, lo fotográfico, lo gráfico. La plástica de la im agen cede constituye en una de las imágenes m ás inquietantes de su filmografía. Una pantalla que
paso a esa impresión de realidad que hace al espectador habitar una película que se teje de solo muestra el rectángulo oscuro de una ventana en cuyo centro una minúscula luz roja
modo imaginario en su entorno. La puesta es esa operación que consiste en hacer que las lo demuestra todo. En primer término, es un icono que delata, por semejanza perceptiva,
imágenes destilen su sentido. Algunas lo harán de modo aparentemente espontáneo, la simple presencia de una brasa de cigarrillo. Pero también es, de modo indicial, una
simulando ser transparentes; otras se mostrarán problemáticas, renuentes a abandonar el marca de la presencia del frío criminal en la sombra, impasible ante el drama que acaba
terreno de la pura forma para convertirse en representativas. Pero no bien la puesta tiende de desatar. A la vez, el rojo luminoso en el abismo adquiere simbólicamente un sentido
sus redes, el espectador comienza a interpretar indicios, a completar lo faltante, a avizorar infernal, luciferino, devastador: remite inequívocamente a la presencia del mal tras la ven­
el sentido siempre equívoco de lo visto. Desde los asombrosos y amables tiempos de tana oscura. Se hace imposible describir adecuadamente en un papel (o un guión) el efecto
Méliés, el cine ha sido una máquina de mostrar imágenes que llevan un correlato de esca­ demoledor de esos escasos segundos en el espectador que presencia Rear Window, efecto que
moteo. El rectángulo de la pantalla pronto abrió lugar, en cada filme, a un mundo de fic­ descarta, por otra parte -e n esa pulsación temporal del punto lum inoso- cualquier pun­
ción que se presum e continúa más allá de los límites de lo visible. Los bordes operan así tuación en términos de montaje, dado que ocurre en un solo plano, en un ritmo solo
como máscaras, y la imaginación completa lo que no se da a ver en el exiguo recorte ofre­ acorde con la respiración de un personaje que da pitadas a su cigarro. El pasaje dem ues­
cido a los ojos.15 La función de la mirada trasciende desde allí lo expuesto a la visión, tra, por otra parte, que es en el terreno de la puesta, antes que en el guión o en el montaje,
haciendo así a la puesta en escena una operación generadora de una serie de revelaciones donde el cine despliega su más poderosa eficacia simbólica.
momentáneas, producidas cuando las imágenes se forman, confluyen y establecen sus La puesta en escena surge así como momento en el cual se abre una zona de pasaje.
relaciones, tanto como plantean sus interrogantes. Es, en definitiva, el momento de Imposible no abismarse ante la expectante visión de la brasa del cigarrillo revelador del
encuentro - e n un lugar de cruce difícilmente preestablecido, que hace a la puesta en asesino en Rear Window. Y si la puesta compromete al espectador es precisamente porque
escena poseedora de un notable efecto de irrupción en su capacidad significante- de todo este se integra a ella, pasa a habitar esa m ism a escena. Si elegimos denominarla, en el
un tejido audiovisual que allí arriba a su condición de función-signo.*4 Allí es donde el campo del cine, como puesta en otra escena es porque la pantalla se convierte, merced a la

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puesta, en una puerta abierta h ad a un lado radicalmente otro.1* La pantalla abre paso a un desliza hacia delante de la cámara, y no predsam ente para depender de los caprichos del
espacio distinto de aquel delimitado por los bordes de su rectángulo; un espacio otro, que azar, sino, cuando lo que hay frente a esa cámara es un sujeto, para ser conducida por
no por ser estructuralmente discontinuo —construido con parcialidades, fragmentos de aquellos que prestan su presenda para aparecer en pantalla.
espacio y tiem po- deja de ser imaginariamente coherente. Es por esa entrada por donde La antropóloga Claudine de France elaboró un interesante concepto para dar cuenta de
ese paradójico sujeto que es el espectador se introduce en una ficción que se construye a lo que ocurre en la observadón de campo, cuando los sujetos que se van a observar se
su alrededor. Él también habita la escena en la que la puesta se produce: es puesto en el saben sometidos a tal actividad. Se comportan no del m ismo modo en que lo harían si no
filme. De ese modo es como puede asistir a eso cuyo sentido se descifra en un espado im a­ estuviera presente el observador, sino obededendo a ciertas pautas que creen son las con­
ginario que comprende lo visto/oído y aquello que, no siendo mostrado, se da a entender venientes o apropiadas para dicha situadón. Respondiendo al presunto deseo del observa­
en lo que se ve y oye. En una útil introducción a la teoría dnematográfica, estas dimensio­ dor o desafiándolo. En ambos casos, conduciéndose de ese modo para aquel o aquella que
nes de ventanas y puertas han sido exploradas redentem ente por Thom as Elsaesser y asiste a su presencia. De France designó tal práctica como autopuesta en escena, dado
Malte Hagener, de una m anera que articula los modos de existencia de la pantalla como que hace ingresar derta dimensión de performance, hasta de teatralidad, en un ámbito en que
ventanas y puertas, con la percepdón y el cuerpo del espectador/6 es preciso considerarla para reconocer la dimensión especular y hasta espectacular que se
juega permanentemente en las reladones hum anas, cuando sin la presenda de las cáma­
ras el juego de las miradas induce al reconocimiento y el desempeño según formas de una
7. Puesta en escena y cine documental sodo-puesta en escena.17 Ese ofrecimiento consciente y activo, aun cuando compone un
personaje y actúa en forma congruente con dicha posición, está presente en la situadón de
El ejemplo de Rear Windrnv, y por extensión el haber tomado a Alfred Hitchcock como rodaje de un documental. No es solamente una dinámica de apertura o prevención lo que
referente para dar cuenta de las dim ensiones de la puesta en escena, podría in d u d r a una allí se juega, sino un plano de com posidón a cargo del sujeto frente a cámara. En cierto
equivocación si la considerásemos como determinada por una voluntad de control omma- sentido, como lo ha afirmado Jean-Louis Comolli, eso que llam am os documental, no
barcativo por parte de un autor dominante de la totalidad de recursos con los que se cons­ implica ausencia de ficción, sino un modo distinto de posicionamiento frente a la ficdón.
truye lo visto y oído en un film e. Más bien, la puesta es resultado de una ecuadón en la Dirigir un documental no es desestimar la dim ensión de la puesta en escena, sino renun-
que intervienen fuerzas de orientadón y procedenda diversa, que concurren tanto en el d ar de algún modo a su control, para que este se desplace hacia el otro lado de la cámara
terreno de la ficdón (donde puede ser seductor pensar en un vértice de control sobre d con­ y circule entre los otros.
junto) como en el caso del documental, donde responde a instandas mucho m ás matiza­ El caso del documental instala u n elemento fundamental en la consideradón de la
das, tanto desde detrás como delante de la cámara, así como los matices que pueden puesta en escena. No es tanto el gesto de poner en escena por parte de un sujeto particular
advertirse entre la ficdón y lo documental en u n film e concreto, los cuales marcan que la instalado en el lugar de autor lo que la define, sino el hecho de ser una puesta en escena,
diferenda es de grados y modos de ver, antes que relativa a una pertenenda a territorios matizada, de modo plural, lo que genera su compleja estructura. En esta puesta a cargo de
cuyas fronteras son rígidas y claramente delimitadas. instandas en concurso, al cineasta y al sujeto frente a la cámara, actor profesional o amateur,
Puede señalarse, con voluntad analítica, que en la puesta en escena resultan m uy personaje o persona sometida a un registro documental, debemos agregarles otro partícipe
importantes los elementos puestos en juego en el ámbito de la locación o escenografía, los fundamental: el espectador.
cuerpos y acdones de los actores, la presenda y movimiento de los objetos, la iluminadón, Desde el momento en que la puesta incorpora un punto de vista, por otra parte, no
el color, el punto de vista dado por el encuadre y el movimiento de cámara. Pero sería erró­ alude solamente a aquel o aquellos que organizan el m undo diegético del filme, sino tam­
neo considerar, en una concepdón atomística, que la puesta es la sumatoria de esos elemen­ bién a un espectador activo, que se inscribe en dicha escena. No hay puesta en escena sin
tos. Por el contrario, lo que se construye allí es algo que cobra lugar y tiempo a partir de la un lugar y un trabajo asignado para el espectador, que es quien termina por darle forma y
transform adón de esos elementos en una totalidad, una configuradón que no es reductible articularse con ella. Podrá ejecutar ese trabajo o no, de acuerdo a cómo responda al set de
a la suma de sus partes. Para hacer m ás compleja la situadón, la presunta voluntad demiúr- sugerendas que cada película dispone para su recepción, pero su posidón es la de una
gica de un realizador, tan cara a la perspectiva del auteurisme, bien puede dar lugar a una im plicadón necesaria. Sea para partidpar en términos de habitabilidad, atravesando la
ecuadón en la que la puesta se produzca como resultado de fuerzas en conflicto con la ins- pantalla como una puerta dotada de umbral, sea asomado a un espado discontinuo al
tanda autoral desde la posidón del director, como ocurre en el caso del cine documental. suyo, como si fuera una ventana, o induso evaluando aspectos de superfide que permiten
La puesta en escena no está ausente en los documentales, como lo ha advertido insis­ a la pantalla ofidar de lienzo para un contacto más distandado, o aun de orden gráfico en
tentemente la teoría cinematográfica contemporánea, sino que es sometida a derto despla­ el que el espectador es un factor m ás interviniente en la puesta, y dador tanto de sentido
zamiento. Desde ser fundamentalmente determinada por el deseo y acdón del dneasta, se como de efectividad en términos de experiencia sensible, pensar la puesta en escena lleva

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tanto a renovar las preguntas por los poderes de la imagen cinematográfica, como por los cine, a partir de la experiencia del cineasta iraní, que en cierto modo ha renovado, en el cine
sujetos implicados en esa construcción, tanto en lo que respecta a las instancias autorales de los últimos veinte años, algunos postulados bazinianos que tuvieron su apogeo en la
en juego como en los espectadores que terminan por definir y vitalizar la experiencia de posguerra, bajo la experiencia del neorrealismo italiano, en un discurso cuya indagación
ver un film e.18 de la puesta lo lleva a disolver, entre otras barreras, la existente entre filme de ficción y
documental.
Si atendemos al decurso del cine contemporáneo en los últimos quince años, es posible
8. Puesta en escena y cine contemporáneo. Por la renovación de una (a)puesta observar hasta qué punto la dimensión de la puesta en escena se hace crucial en algunos
nombres clave, que se han convertido en focos de resistencia a la tendencia predominante
La puesta es metamorfosis de la im agen -desde su m era existencia de materia dotada hacia lo visual, hacia un modo de espectáculo que, ingresando en la lógica de los escaparates,
de forma, en su dimensión plástica y valor estético (relativo a la aisthesis, esto es, todo aque­ de los más tradicionales fuegos de artificio o incluso de las experiencias sensoriomotoras de
llo que impacta a los sentidos)- en material significante, vale decir, en los distintos grados los parques temáticos, parece haber acorralado a esta instancia formadora de lo cinematográ­
de su iconización, indicialización y simbolización posibles. Es precisamente en ese fico en una cierta reserva para la mirada y la escucha. Ellos están orientados a un verdadero
momento de telar en el que un texto audiovisual cobra forma, entrelazando sus hilos, reve­ sostén del cine como arte de la puesta en escena en la pantalla contemporánea.
lando su diseño, su trama, sus nudos y enlaces, su textura y también sus agujeros y fallas. Ya hemos mencionado a Abbas Kiarostami, acaso el de más prolongada labor en este
Lo cual determina un m ás que atendible criterio de evaluación estética: nos habilita a pen­ contexto, cuya extensión puede cotejarse con la de un Theo Angelopoulos. Pero hay más, y a
sar que las películas irán m ás lejos, en términos cinematográficos, en la medida en que todos los une la obsesiva atención a esa dinámica que se activa en un encuentro de miradas
trabajen esa zona. Trabajo atribuible, en la inm ensa generalidad, al director (apropiada­ y acciones, de generación de experiencias espadotemporales y una cierta transformación del
mente llamado realizador), que comanda las decisiones en estas modulaciones y combina­ lugar y trabajo del espectador en el curso del filme. Incluso sometiéndolo a desafíos extre­
torias cruciales. Pero desde el costado de la puesta, tan decisiva como la figura del mos, uno de los datos recurrentes en tom o a esta lista podría ser el del cultivo de cierta
realizador (no en vano las ideas de auteur y mise-en-scéne marcharon en tándem durante un intransigencia en sus propuestas poéticas. Una lista no exhaustiva, aunque sí consistente,
largo tramo en la década del 50) es aquella del interlocutor que la completa incorporado de podría evidenciarse en la siguiente serie que abarca a cineastas por otra parte m uy diver­
modo imaginario al filme; el espectador, es preciso reiterarlo, se halla en el otro vértice cru­ sos: Sharunas Bartas, Tsai Ming-Liang, Gus Van Sant, Béla Tarr, Pedro Costa, y los más
cial de la puesta en otra escena. En lo que al cine respecta, trabajar en la puesta en escena jóvenes Apichatpong Weerasethakul o Raya Martin. En lo que al cine argentino respecta,
implica contar con la forma más activa del trabajo de espectador. Paralela al cambio de la más allá de sus proyectos divergentes, la virtuosa operación sobre la puesta, por ejemplo,
im agen en una función-signo es la metamorfosis del espectador en otro, ese que se intro­ caracteriza a Lucrecia Martel y a Lisandro Alonso, y hace de Leonardo Favio el más signi­
duce a medias (parte en la butaca, parte dentro del filme) en el espacio abierto por la pan­ ficativo realizador argentino desde los años sesenta hasta el presente.
talla. Es gracias a su trabajo que la otra escena cierra, con él adentro. Todo espectador de Cabe culminar este texto con una doble referencia, que es m ás una convocatoria para
cine es un spectator infabula, incorporado a ese espacio que lo contiene.29 Y la puesta en proseguir el trabajo de pensar la puesta en escena que un intento de conclusión. Hacia
otra escena es aquella a la que por su propia cuenta y riesgo se asoma cada espectador, i 959 > Alexandre Astruc escribió un breve y significativo ensayo, "¿Qué es la puesta en
habitándola en ese tan inquietante como gozoso trance que se da en el transcurso de cada escena?”, en el que analizando el cine de Mizoguchi, autor crucial para hacer percibir al
película. Apostar por la puesta en cine significa, en última instancia, construir esa escena espectador interesado la necesidad de este concepto, la planteaba como “determinado
virtual en la que los poderes de la ficción cuestionan la presunta consistencia de lo que lla­ medio de prolongar los impulsos del alma en los movimientos del cuerpo”.30A l retomar la
m am os realidad, y juegan con la otra equívoca morada que denominamos identidad. Es en visión del filme de Mizoguchi que cuarenta años antes ocupó a Astruc, Raymond Bellour
esa otra escena en la que el cine muestra sus cartas, asombra, inquieta y entre-tiene a un encara en otro artículo crucial para entender la puesta en escena, entre otras cuestiones
sujeto expectante del siguiente plano, ante el film e que recién comienza o que le permite que abordan el problema de la emoción y la sensación en el film e y ante el film e por parte
incluso anticipar el que verá esta noche. Ese en el cual, como deseoso metteur-en-scéne, del espectador, otra lectura de La señorita Oyw. Y allí formula una idea que nos parece fun­
mucho antes de presenciarlo -e n una puesta privada, fantasmática, anticipatoria y a su damental, dando cuenta de los pliegues y duplicidades en juego cuando de cine se trata.
m edida- se inscribe y en el cual opera, se hace la película (del todo conforme a la frecuente Una película tendría, al menos, dos puestas en escena. Bellour lo expresa así:
expresión coloquial).
Cabe destacar, a modo de referencia decisiva para evaluar el poder de la puesta en [...] hay dos mises en scéne que deben ser diferenciadas. Por un lado está la puesta en escena
escena en estos cines de la contemporaneidad, las consideraciones formuladas por el filó­ que corresponde tanto a una edad com o a una visión del cine, u n cierto m odo de creer en el
plano y en el relato, la mise en scéne que es preciso distinguir de otras form as de organizar las
sofo Jean-Luc Nancy y por Abbas Kiarostami en cuanto a la dim ensión de lo evidente en
im ágenes que a m enudo se m ezclan con ella y la atraviesan (mise en plans, mise en places, mise

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c in e :u na p u e sta en o t r a e sc e n a

en pages, mise en phrases, mise en images y, especialm ente, mise en plis, que disuelve los lím ites del N. Ostrovskij, en el Moskovskij Proletkult, hacia 1923. Para m ás detalles sobre este período teatral
plano), y luego la puesta en escena com o térm ino en general, susceptible de abarcar la parte decisivo en la carrera eisensteiniana, cfr. del m ism o autor: “Through Theater to Cinem a” , en Film
escenográfica de toda película de ficción.3' Form, Nueva York, Harcourt, Brace & Co., 1949. (Hay traducción castellana: Teoría y técnica cine­
matográfica, Madrid, Rialp, 1989). Puede apreciarse la pertinencia teatral que brinda el autor al con­
De ese modo, conjugando o haciendo entrar en colisión distintos órdenes, uno relativo cepto en el extenso análisis titulado: “Acerca de la puesta en escena", en Eisenstein, Sergei,
al entramado textual del film e, y otro que se extiende a un modo de ver y creer en el cine, Cinematismo, Buenos Aires, Cortizo, 1982.

la puesta en escena deja un lugar fundamental, en su acción m ás abarcativa, a la instala­ 7. Eisenstein, “Through Theater...” , op. cit., p. 16.
8. Mitry, Jean, Estética y psicología del cine, volumen II, México, Siglo XXI, 1978, p. 406.
ción y al sentido de un arte que cobra su form a última a la medida de cada espectador. Un
9. Bettetini, Gianfranco, Producción significante y puesta en escena, Barcelona, C. Gili, 1977.
sujeto inscripto en su propio tiempo, tejiendo por igual im ágenes y fantasmas, lo percep­
10 . De todas m aneras, el cam po de la puesta —aunque no se la denom ine con ese nombre—sobre­
tible y aquello que proviene de m ás allá de lo visible y audible, elementos sin-cuya concu­
vuela la primera parte del libro: “ El filme com o representación visual y son ora” . Cfr. Aumont, J.; Marie,
rrencia una película sería solo un profuso agregado de materia inerte, y no una experiencia M.; Bergala, A. y Vernet, M., Estética del cine, Barcelona, Paidós, 1985, pp. 19-49.
vivida con tal intensidad que puede involucrar la m ism a transformación del espectador, n . Gardies, André y Bessalel, Jean, 200 mots-clés de la théorie du cinéma, París, Cerf, 1992.
tanto en relación con sus emociones y pensamientos, como con su propia percepción e 12. Bordwell, David y Thom pson, Kristin, “The Shot. M ise-en-scéne” , en Film Art. An Introduction,
intelección de ese mundo que lo espera a la salida del cine. Nueva York, Alfred Knopf, 1986, pp. 119 -150. (Hay traducción española: El arte cinematográfico,
Barcelona, Paidós, 1995).
13. Preferimos no traducir el término francés - y a consagrado por el u s o - que alude com o concepto
teórico al desm ontaje del filme plano por plano. Partición que se com plem enta con la segmentación
Notas
en secuencias, cuya articulación estructura la película. Seguim os al respecto las acepciones tom adas
por J. Aumont y M. Marie en Análisis del film , Barcelona, Paidós, 1990, p. 56.
1. La Feria, Jorge y Croism an, Martín (com ps.), El medio es el diseño, Oficina de Publicaciones del
14. Bordwell, David, On the History ofFilm Style, Los Ángeles, UCLA Press, 1999.
CBC/FADU-UBA, 1996.
15. Bordwell, David, Figures Traced in Light, Los Ángeles, UCLA Press, 2005.
2. A si se la puede encontrar en algunos textos fundamentales de aquella tendencia, por ejemplo, en los
16. Ibid., p. 13.
recopilados en De Baecque, Antoine, La política de los autores, Barcelona, Paidós, 2003. Muy en parti­
17 - De Kuyper, Eric, “ Une invention m econnue du sié d e XIX. La m ise-en-scéne” , en Aumont,
cular los suscriptos por Jean-Luc Godard, Fran^ois Truffaut o Jacques Rivette. La evidencia de la
Jacques (org.), La mise-en scéne, Bruselas, De Boeck, 2 0 00, pp. 13 y ss. Cabe también destacar el com ­
puesta en escena solfa ir a la par, en un discurso critico guiado por un entusiasm o que a m enudo se
pacto y útil volumen que el autor le dedicó al concepto en Aumont, Jacques, Le cinema et la mise-en-
deslizaba a la hipérbole, del recurso al genio creador com o artífice de dicha puesta.
scéne, París, Armand Colín, 2006, en el que discute exhaustivamente los usos del término en sus
3. M ás allá de los excesos entusiásticos de Mourlet y su posicionam iento polémico que auspiciaba
acepciones teatral y cinematográfica.
una decidida crítica de derecha com o una de las figuras m ás conspicuas en torno a lo que dio en lla­
18. Especialmente iluminador sobre el concepto de puesta en escena —y en abierta discusión con
m arse macmahonismo (por el cine parisino M acM ahon, en el que se congregaba el núcleo hacedor de
las teorías eisensteinianas—es su extenso capitulo V: “The Film Image” , que puede ser leído com o un
la revista Presence du cinéma), aún hoy vale la pena leer algunos escritos suyos que brindan algunas
intrincado com bate estético cuyos contendientes son la puesta en escena y el montaje. Cfr. Sculpting
pistas de cóm o la puesta era concebida, por aquellos críticos, com o cierta articulación entre la mirada
in Time, Nueva York, Alfred Knopf, 1986, pp. 104-163.
de un cineasta, la mirada y el trabajo del espectador inmerso en el mundo de la diégesis y cierta aten­
19. No es ocioso recordar, en este punto, la célebre -aun qu e por muchos aún o b viada- diferencia­
ción al impacto y acción del actor en dicha relación.
ción formulada por Edgar Morin —El cine o el hombre imaginario, Barcelona, Seix Barral, 1972— entre
4. Evitaremos aquí desviarnos hacia la ya vieja discusión sobre lo específico y no específico en rela­
cinematógrafo y cine. Una cosa es el aparato técnico de registro y reproducción, y otra muy distinta,
ción con el cine. Tan solo consignarem os que, aun haciendo nuestras las preocupaciones de Christian
el arte que a partir de este (y en m uchos sentidos, no sin resistencia) cobra forma, generando un len­
Metz en su exhaustivo Langage et cinéma -P arís, Larousse, 19 7 3 - sobre las múltiples dificultades de
guaje propio.
hallar una sola especificidad en el cine, vale la pena conservarla com o concepto estratégico frente a la
20. Es Le signifiant imaginaire, obra tan crucial por sus elucidaciones parciales com o por sus perple­
idea del cine com o “ arte de síntesis", un híbrido que conjugarla los códigos de un conjunto de disci­
jidades, el punto en la obra de Metz donde m ás se acerca a una teorización de la puesta en escena,
plinas confluentes. Creem os m ás productiva la opción por la diferencia en que el cine puede afirmarse
dejando constancia en la em presa de los límites de la sem iología para encarar la cuestión. Por su
en la construcción de su propio territorio estético, procesando —y, por ende, transformando- materia­
parte, elige remitir la cuestión de la puesta a la problemática del espectador de cine: pensar la puesta
les y form as de las m ás diversas procedencias.
era para él inseparable de una metapsicologla del espectador (Cfr. Metz, C., Psicoanálisis y cine. El signi­
5. H em os considerado este tránsito fundacional, que com porta elem entos de teatro, cine y hasta
ficante imaginario, Barcelona, G. Gili, 1980).
cierto costado etnográfico de la puesta, en Russo, Eduardo A., “Teatro y cine de los primeros tiempos.
2 1. Es de remarcar en este aspecto la insistencia de no pocos estudiosos en la extrapolación de la
Escenas de cambio, cambio de escenas", en Cuadernos del Picadero, n.° 14, número especial dedicado a
noción de puesta en escena a otros ámbitos, por ejem plo, com o se evidencia en diversos trabajos
Teatro y cine, Instituto Nacional del Teatro, Sec. de Cultura de la Nación, diciembre de 2007, pp. 4-9.
teóricos sobre la historieta escritos en los 80 y 90.
6. Eisenstein, Sergei, “ Montaje de atracciones” , en AA.W ., Cine soviético de vanguardia, Madrid, Alberto
22. Nos guía aquí, a pesar del vocabulario un tanto demodé, el intento de promoción de la cada vez
Corazón, 1971. En este artículo, Eisenstein se ocupa de la puesta de Hasta el más sabio se equivoca, de A.
m ás vigente concepción de Hugo Münsterberg - e l primer psicólogo del cine, que la form uló en 1 9 16 -

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sobre la realización del filme en “the spectator’s mind". Creem os que el abarcador “ espíritu
mejor la idea que la reduccionista “ m ente". Cfr. Münsterberg, Hugo, The Film. A Psychological Study,
traduce
Fotografía y cine
Nueva York, Dover Publications, 1970. Máquina y espectáculo
23. Cfr. al respecto algunas conjeturas sobre el espacio fuera de cam po en Russo, E. A., ‘ La zona
encubierta” , El Amante-cine, n.° 7, Buenos Aires, 1992. Sebastián Schjaer
24. Seguim os en este punto el concepto del fundador de la sem iótica, Charles Sanders Peirce, cuya
obra -aú n por descubrir de un m odo sistem ático y en sus justos alcances para el pensamiento sobre
el cin e - sentó las bases para una com prensión posible de la imagen en sus efectos de sentido.
25. Resuena en nuestra propuesta la célebre expresión freudiana de “ la otra escena” com o el lugar
donde permanecen confinadas, en cuanto fantasías, aquellas representaciones que en algún momento
fueron alucinaciones obedientes al principio del placer. La acción del principio de realidad las ha desa­
lojado a ese espad o diferente a lo “ real". Desde allí los sueños, tanto com o la creación artística, no cesan
de dar cuenta de esta otra escena en la que reside una verdad del sujeto, más allá de corresponder o no
a una presunta realidad externa. Cfr. al respecto dos textos de obligada referencia: Mannoni, Octave,
Clefi pour l’lmaginaire ou l’Autre Scéne, París, Seuil, 1969 y Le signifiant imaginaire (op. cit.).
26. Elsaesser, Thom as y Hagener, Malte, Film Theory. An Introduction Through the Senses, Nueva
York, Routledge, 20 10 .
27. De France, Claudine, Cinéma et anthropologie, París, Maison des Sciences de l’ Homme, 1989. El d n e nadó como espectáculo de feria, maleducado e irreverente. Políticamente inco­
28. “Aquellos que film am os. Notas sobre la puesta en escena docum ental" (1988), “ ¿Si habláramos rrecto, sucio y poco elegante; más cerca de la kermés y del circo que de los ambientes inte­
de puesta en escena?” (1992), “ Carta de Marsella sobre la auto-puesta en escen a” (1994). en Ver y lectuales. Si con el tiempo logró ser considerado una form a de expresión artística,
poder, Buenos Aires, Aurelia Rivera-Nueva Librería, 2007. A ellos habría que sum ar la sugestiva con­ produdda industrialmente, fuente de musitadas ganandas y estudiada en ámbitos académi­
versación: “ El lugar del espectador. Diálogo con André S. Labarthe" (1998), en Comolli, Jean-Louis, cos, las razones se deben más a una transformadon posterior que a sus verdaderos orígenes.
Filmar para ver, Buenos Aires, Simurg, 2002. El cine en sus primeros años no es culto ni selecto; es masivo e irreflexivo. Lo cual no
29. Remitimos al respecto al trabajo de Francesco Casetti - t i film y su espectador, Madrid, Cátedra,
quiere decir que sea tonto e ingenuo. Una cosa no implica la otra. El cine, en sus albores,
19 8 9 - que, lejos de clausurar un tema com plejo, plantea desde una perspectiva sem iopragm ática dis­
no es, sobre todo, un acto moral n i ético.
tintos problem as sobre esta cuestión que no deja de retornar, a pesar de flujos y reflujos dictados por
m odas intelectuales a las que la teoría cinematográfica no es inmune. Luego de los primeros pasos, el dn e se encontró frente a dos caminos posibles: alinearse
30. Astruc, Alexandre, “ ¿Que est-ce que la m ise-en-scéne?” , en Cahiers du Cinéma, n.° lo o , octubre bajo los designios de la producción industrial o hacer de su práctica una forma de refle­
de 1959 (traducido al español en Cahiers du Cinéma España, n.° 14, agosto de 2008, pp. 68-70). xión sobre sus propios medios. En otras palabras, adoptar como fin último el entreteni­
31. Bellour, Raymond, en Movie Mutatlons. Cartas de cine, Buenos Aires, BAFICI 2002, p. 53. Para miento masivo, o consagrase como un arte en sentido mayúsculo. El prim er camino
extender este punto, con las implicancias que comporta para una teoría de la puesta en escena espe­ derivó, a grandes rasgos, en la conformación de Hollywood y el cine dásico; el segundo,
cialmente atenta a la dimensión de lo entrevisto, lo plegado (de allí la propuesta de una mise en plis,
en la configuración de las vanguardias históricas.
que remite al concepto de pliegue desarrollado en el pensamiento de Deleuze sobre el barroco), reco­
El espíritu de la vanguardia, en su afán de darle al dn e el estatuto de un arte noble, ter­
m endam os la lectura de Bellour, Raymond, “ El despliegue de las em ociones’’ , en Figliola, Alejandra y
Yoel, Gerardo (coords.), Bordes y texturas. R e f le x i o n e s sobre el número y la imagen, Buenos Aires, UNGS, minó por otorgarle un tinte aristocrático, cercenando su pulsión natural al formato narra­
2 0 10 , pp. 85-127.
tivo. Los directores vanguardistas, m ás interesados por la fu ndón plástica de la imagen
que por su cualidad de semejanza con la realidad, se abocaron a construir modos de repre­
sentación alejados de la visión “naturalista”, a la que tendía el d n e narrativo. Condbieron
la experimentación como la práctica a la cual debía tender el arte cinematográfico y revir­
tieron, de ese modo, las funciones asignadas a la máquina. Su contrapartida, cuyo prim er
exponente fue David Wdrk Griffith, intentó, por el contrario, mantener el carácter
masivo y espectacular de un arte que no se autoprodamaba como tal. Su am bidón no fue
tanto la de entrar en el panteón de la cultura, sino la de entretener a multitudes. Los que
entendían el cine de esta forma se abocaron, fundamentalmente, a la creadón de un modo
de representación que fuera lo m ás “realista” posible; su intendón no era evidenciar el arti­
ficio, sino convertirlo en un modo de expresión realista. Ese entretenimiento, muchas
veces, iba acompañado de una profunda reflexión.

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