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En el derecho moderno, ha terminado por imponerse la teoría del abuso del derecho no sólo
en la doctrina, sino también en la jurisprudencia. En otras palabras, se ha impuesto cierta
relatividad de los derechos subjetivos, en el entendido de que ya no son potestades
absolutas o incausadas de los particulares.
En lo que respecta a su origen histórico, se plantea que esta figura comienza a abrirse
camino en el derecho romano aplicando interpretaciones muy similares en las leyes sobre
partidas. Sin embargo, la concepción jurídica de esta teoría y su aplicación práctica se
consigue es en la jurisprudencia francesa a fines del siglo pasado, siendo muy bien
desarrollada desde entonces.
Para Planiol, la expresión abuso de derecho es absurda y contradictoria, una formula sin
sentido, una logomaquia, pues una persona puede actuar dentro o fuera de su derecho, pero
no puede actuar simultáneamente dentro y fuera de su derecho. Un mismo acto no puede
ser al mismo tiempo conforme y contrario a derecho; el derecho cesa donde comienza el
abuso y no puede haber uso abusivo de los derechos. En realidad, Planiol no condena los
efectos de la teoría, sino sus postulados teóricos. Para algunos autores, aceptar la teoría del
abuso de los derechos constituye la consagración de una intolerable intromisión de la moral
dentro del campo del Derecho. Para Esmein, la teoría del abuso de derecho tiende a borrar
la división esencial entre moral y derecho, pues pretenden conferir a los jueces la suprema
tarea de vigilar que el derecho se mantenga fiel a los valores que lo han orientado y de
impedir que se haga un uso malicioso o impropio del mismo. Por tales circunstancias, se les
confiere a los jueces un poder temible, el de supervisar los fines para los cuales son
conferidos los derechos y de confrontarlos con los móviles de su titular, lo que puede
traducirse en una gran inseguridad jurídica y social.
La cuestión que se plantea en esta figura jurídica es la de determinar si una persona puede
causar un daño a otra mediante el ejercicio de su derecho y si el daño causado de ese modo
debe ser reparado por quien ejerció ese derecho. Se trata, pues, de la situación que se
presenta cuando una persona causa un daño a otra ejerciendo un derecho que le acuerda el
ordenamiento jurídico positivo. La idea era ya conocida por los romanos, quienes si bien
establecían como principio que no es responsable quien causa un daño a otro ejerciendo su
derecho, al mismo tiempo enunciaban el adagio súmmum jus summa injuria, es decir;
mientras más derecho tiene una persona más posibilidad tiene de causar daños, pero la gran
discusión doctrinal acerca de la admisibilidad o no de esta figura como fuente de
responsabilidad, ha ocurrido en el Derecho Moderno, desde mediados del siglo pasado
hasta nuestros días.
Entonces, no se trata del daño causado por el ejercicio prudente y diligente de un derecho,
pues en tal caso la responsabilidad de su titular no se compromete, a menos que se
desconozca el propio derecho que se ejerce.
En efecto, ¿qué significado jurídico tendría un derecho que responsabiliza a su titular, del
daño que causa dentro del marco de la legalidad? Lógicamente que ninguno, pues lo
equipararía al daño que causa una persona por hecho ilícito. Ambas hipótesis serían
idénticas, la de que no existe derecho si su ejercicio causa un daño indemnizable. Sin
embargo, el ejercicio de todo derecho acarrea perjuicios directos y potenciales a los demás.
Por lo menos limita la libertad de estos, lo cual es un daño incuestionable; y acarrea
siempre la posibilidad de coaccionar judicialmente al deudor, lo cual es también un daño
evidente, especialmente cuando se le ejecuta. No sólo esto, sino que hay derecho destinado
precisamente a causar daño a otro u otros, como el de huelga para forzar al patrono a un
acuerdo laboral con los mismos titulares del derecho de huelga; el de libre competencia,
que causa perjuicios recíprocamente entre quienes compiten; y el fundamental para garantía
de todo derecho, el de poder demandar al deudor para que pague, incluyendo los daños que
se derivan de su incumplimiento.
El Código Civil Venezolano trata del abuso de derecho en el segundo párrafo del artículo
1185 del Código Civil: " debe igualmente reparación quien haya causado un daño a otro,
excediendo, en el ejercicio de su derecho, los límites fijados por la buena fe o por el objeto
en vista del cual le ha sido conferido ese derecho".
El abuso de derecho aparece consagrado por primera vez en forma expresa por nuestro
ordenamiento jurídico en el Código Civil del año 1942, vigente en la actualidad. No
obstante que técnicamente constituye una fuente de obligaciones, en Venezuela, siguiendo
la orientación del proyecto franco-italiano de las obligaciones, se colocó la disposición que
lo consagra dentro del artículo correspondiente al hecho ilícito (segundo párrafo del artículo
1185); de modo que parece como si se tratara de un caso particular de responsabilidad por
hecho ilícito, concretamente de un caso particular de responsabilidad civil ordinaria.
Esta ordenación del legislador no ha dejado de ser criticada por la doctrina venezolana, que
aduce que su ubicación al lado del hecho ilícito sólo constituye fuente de confusión, por
cuanto el abuso de derecho no es un caso particular de hecho ilícito sino una fuente
autónoma, con caracteres propios y perfectamente delimitados.
Respecto a la posición de la doctrina se afirma que el código civil al igual que el proyecto
franco-italiano de las obligaciones, acoge un criterio mixto: por una parte, el criterio
internacional al decir que en el ejercicio del derecho el titular no debe exceder "los límites
trazados por la buena fe"; y por la otra, el criterio finalista, al añadir "o por el objeto en
vista del cual le ha sido conferido este derecho". En opinión de algunos autores, nuestro
legislador, al acoger la tesis de la buena fe, no está afectando el criterio internacional, sino
confirmando el criterio finalista, pues la buena fe involucra un sentido de probidad en el
cumplimiento de las obligaciones, mediante el cual el titular de un derecho no puede
pretender más, ni el deudor pretender tolerarle menos, todo lo cual se compagina con la
finalidad para la cual ha sido conferido ese derecho.
En el caso bajo estudio se cita a su vez la sentencia N° 334 de fecha 17 de mayo de 2012
de la propia Sala de Casación Civil del Tribunal Supremo de Justicia, en lo sucesivo
SCC-TSJ, en donde se estableció lo siguiente: “…Para declarar que no hubo abuso de
derecho, el juez de alzada debió examinar las expresiones de la noticia, y su contenido o
no injurioso, en aquella especie, la Sala consideró inmotivada la sentencia y la anuló de
oficio, por esa falta. En la sentencia que ahora nos ocupa, el mismo vicio renace, pero en
sentido contrario, es decir, se afirma que las publicaciones son injuriosas, sin el debido
análisis de su contenido”.
El actor increpa a los codemandados: “Para que convengan o en su defecto a ello sean
obligados por este Tribunal; que deben indemnizar juntos o separadamente a nuestro
mandante por el hecho ilícito civil con abuso de derecho que cometieron en su perjuicio el
Diario EL NACIONAL; con el desprestigio público que le causaron en su honor y
reputación, en la forma y términos expuestos por el presente libelo de demanda. DAÑO
MORAL que estimamos prudencialmente en la cantidad de CINCO MIL MILLONES DE
BOLÍVARES (Bs. 5.000.000.000,00)”. (Negrillas Propias).
Así las cosas, para reforzar la relación existente entre los hechos acreditados en autos y los
supuestos de la norma jurídica contenida en los artículos 1.185 y 1.191 del Código Civil,
atinentes al hecho ilícito y a la responsabilidad especial de los dueños o principales, la sala
refiere la interpretación con carácter vinculante que hiciere la Sala Constitucional en
sentencia 1013 de fecha 12 de junio de 2001, en relación con el alcance del derecho de
información o comunicación y su convivencia con el resto de los derechos fundamentales
reconocidos en nuestra Carta Fundamental, y a tal efecto establece que “…al existir una
responsabilidad civil del diario ‘El Nacional’, y de las periodistas Hercilia Garnica e
Ibeyise Pacheco… la actividad informativa responde, entre otras razones, a que los
medios de comunicación como la prensa, la radio o la televisión, aun cuando gozan
de autonomía en la selección de las informaciones a publicitarse, a estos se les
impone el deber de divulgar informaciones ceñidas a ciertos parámetros. Por eso la
Sala Constitucional afirma que ‘los dislates periodísticos que atentan contra el
derecho de los demás (…) generan responsabilidades legales de los editores o de
quienes los publican, al no tener la víctima acceso a la fuente de la noticia que lo
agravia…’”. (Negrillas Propias).
Estas circunstancias avizoradas en la sentencia nos ayudan a entender con mayor precisión
lo que realmente implica el abuso de derecho, y en ese sentido, se estableció que estas
acciones no merman en lo absoluto el derecho de los medios a informar libremente, pues lo
que si deben tener presente es que deben hacerlo dentro de los límites del bien común y del
respeto del derecho de las demás personas. Por esta razón, se afirma que con el ejercicio
ético del periodismo se establece, en primer término, un compromiso con la sociedad, y en
especial con el primer destinatario de la información que es el ciudadano, recibiendo aquél
a cambio, credibilidad y confianza hacia el trabajo periodístico responsable.
En este punto es pertinente detenernos y hacer una distinción clara, y separar el abuso de
derecho, del hecho ilícito que como se indicó brevemente ut supra, al estar contemplado en
el mismo artículo 1.185 del Código Civil venezolano, ha traído numerosas confusiones y
críticas a través del tiempo, con erradas interpretaciones que equiparan una conducta en
abuso de derecho como lo sería la construcción legal de un inmueble en terrenos propios
para incomodar a tu vecino y forzarlo a vender, con la manifiesta conducta por hecho ilícito
como lo sería la construcción ilegal de un inmueble en terrenos que no son de tu propiedad.
Esta distinción es central en el análisis que discurre, como quiera que no puede equipararse
jamás a quien se excede o desborda los límites del ejercicio de un derecho legítimo como la
libertad de prensa y menoscabando con ello los derechos de un tercero, a quien con dolo
produce informaciones que carecen de veracidad con la intención de dañar el honor o la
reputación de una persona, pues esto ya es constitutivo de delitos como la difamación y la
injuria, que están tipificados como tales en la norma, y en modo alguno emplean el
ejercicio de un derecho.
En ese mismo orden de ideas podemos distinguir claramente al trabajador que decide
arbitrariamente abandonar un puesto esencial de trabajo en el tráfico aéreo por no haber
recibido el trato o la mejora que esperaba de su patrono, del conjunto de trabajadores que
deciden hacer uso del derecho legítimo de huelga, presentando un pliego conflictivo en los
términos y plazos legalmente previstos, y que luego afectan la producción de un bien o
servicio esencial de interés público. En ambos casos se producen daños a terceros, pero
claramente diferenciados, en el entendido de que el operador de la torre aérea puede
generar daños graves por una conducta irresponsable y claramente ilícita, mientras que, en
el segundo, los trabajadores pueden incurrir en abuso de derecho si abandonan sus puestos
de trabajo antes de considerar el interés público que significa la producción de los bienes o
servicios que están bajo su cargo.
La SCC-TSJ sobre el alcance y contenido del artículo 1.185 del Código Civil, ha
sostenido, entre otras, en sentencia N° 122, de fecha 24 de abril de 2000, caso Carlos
Enrique Morales Caballero contra Seguros Orinoco C.A., expediente 99-928, que: “...el
citado artículo 1.185 contempla dos situaciones distintas y naturalmente fija elementos que
diferencian una y otra. Los códigos civiles anteriores sólo contemplaban el hecho ilícito
por antonomasia; es decir, el daño causado a otro con intención o por negligencia o por
imprudencia”.
En este caso, aun y cuando la sala casa sin reenvío la sentencia de la recurrida por
infracciones de orden procesal, considera bien aplicado y confirma la interpretación en el
análisis de la recurrida respecto de la figura del abuso de derecho en el marco del artículo
1.185 del Código Civil Venezolano.
Utiliza entonces la recurrida, el tantas veces indicado artículo 1.185 del Código Civil, no
para castigar la forma en la cual se produjeron los hechos que dieron lugar a la declaratoria
de procedencia de repetición del pago de lo indebido, tal como lo denunció el formalizante,
ni para determinar en sí un hecho ilícito encuadrable en el primer supuesto del artículo
1.185 del Código Civil, sino para establecer que vista la conducta antijurídica en que
actuó el accipiens, éste causó un daño que debe ser reparado, conducta que encuadra en el
abuso de derecho a que se contrae el supuesto de hecho contenido en el segundo párrafo de
la ut supra citada norma.
En ese tenor la Sala Constitucional del Tribunal Supremo de Justicia no ha sido ajena al
tratamiento de esta institución, y estableció su doctrina de forma muy lucida en sentencia
del 20 de noviembre del año 2002, caso ONÉSIMO HERNÁNDEZ PACHECO.
La Sala Constitucional amplia la definición del abuso del derecho y lo consagra como “la
materialización del uso u omisión de una facultad subjetiva contrario al principio general
de la buena fe y al fin que persigue su otorgamiento”.
Debe tenerse en cuenta que el elemento principal que permite la determinación del abuso
del derecho es la realización de la conducta ilegítima dentro de los parámetros objetivos de
una facultad.
Es precisamente, esta característica la que permite diferenciar el abuso del derecho de las
otras modalidades de actos ilícitos. La titularidad de un derecho no es razón suficiente para
justificar actuaciones opuestas al bien común y al valor de solidaridad que rige a nuestro
ordenamiento jurídico (Vid. artículo 2 de la Constitución de la República Bolivariana de
Venezuela).
En este caso concreto, la acción como derecho de los particulares de acudir a los órganos de
administración de justicia para la resolución de sus controversias no está revestida de un
carácter absoluto que justifique su ejercicio en detrimento de los intereses sociales. La
sociedad está interesada en el adecuado funcionamiento de los mecanismos de
administración de justicia. El ejercicio de una acción impulsado por móviles temerarios es
contrario a la finalidad que persigue el otorgamiento de este derecho, y genera retardos en
la resolución de las controversias planteadas por otros particulares que actúan motivados
por intereses serios.
En este sentido, merece mención especial la falta disciplinaria de los abogados que incurren
en usos abusivos de la acción de amparo. A tenor de lo dispuesto en el artículo 4 de la Ley
de Abogados, son deberes de los profesionales del derecho la probidad, la defensa de los
intereses de la sociedad y la conservación de una recta y eficaz administración de justicia.
Al respecto, la Sala en cumplimiento de su obligación de sancionar las faltas a la lealtad y
la buena fe en el proceso (artículo 17 del Código de Procedimiento Civil) ordenó remitir
copia de ese fallo al Tribunal Disciplinario del Colegio de Abogados del Estado Miranda a
fin de que se pronuncie sobre la procedencia de la imposición de una sanción disciplinaria
contra el abogado Darío Eduardo Torres (asesor jurídico del ciudadano Onésimo
Hernández).
Así las cosas, y en contraste con los efectos jurídicos del abuso de derecho, encontramos en
el artículo anterior, es decir, 1.184 del Código Civil Venezolano, la figura del
enriquecimiento sin causa que plantea también una consecuencia indemnizatoria, con la
salvedad de que esta no existe en función de una daño ocasionado por el exceso en el
ejercicio de un derecho o por un daño patrimonial derivado de una conducta ilícita, si no
que su naturaleza es de balance o equilibrio patrimonial, o lo que es igual, busca restituir a
las partes en la situación patrimonial previamente existente al momento en que una de ellas
se enriqueció a costas de la otra.
Un enriquecimiento, por una parte, consiste en todo aumento del patrimonio del
enriquecido o demandado, y un empobrecimiento, por la otra, consiste en toda disminución
del patrimonio de una persona, pudiendo efectuarse mediante una disminución del activo; o
en un no aumento del activo.
Por otra parte, el enriquecimiento debe carecer de una causa que lo justifique, conforme al
ordenamiento jurídico positivo.
Esta acción no busca indemnizar todo el daño sufrido por el empobrecido; es por ello que,
NO es una acción de Responsabilidad Civil. Por el contrario, se trata de una
“Indemnización por Equidad” derivada de la declaratoria Con Lugar de una “ACCIÓN DE
EQUIDAD”, la que persigue reestablecer el equilibrio violado de los patrimonios
relacionados.
1.- Quien construya o siembre en un inmueble ajeno (Art.557 C.C.) La Ley señala que el
DUEÑO DEL INMUEBLE HACE SUYA LA OBRA O BIENHECHURÍAS; siempre que
éste pague a su elección, los materiales o gastos de la obra (de mano) efectuadas por el “no
dueño”. Se exige que no haya MALA FE en el tercero; no procede, por tanto, en caso de
invasiones. De probarse la mala fe: EL DUEÑO PUEDE PEDIR LA DESTRUCCIÓN DE
LA OBRA Y QUE “DEJEN EL INMUEBLE COMO ESTABA” MÁS LA REPARACIÓN
DE LOS PERJUICIOS. Si ambos, el dueño y el invasor, actuaron de mala fe (como por
ejemplo ocurre en la invasión de inmuebles), el primero adquiere la propiedad de las
bienhechurías o la obra, pero deberá reembolsar el valor de ellas.
3.- El pago hecho al Incapaz (“menor con o sin la facultad de Discernir”, Art.1.349 C.C.;
inhábil o entredicho). Sólo el incapaz podrá demandar la nulidad del contrato u obligación;
no el contratante “civilmente hábil”. Anulado el contrato u obligación, siendo el Incapaz
parte, éste deberá reembolsar lo recibido; por lo que podría ser demandado para ello. El
actor tendrá que probar que lo pagado por él, se convirtió en provecho o ganancia para el
Incapaz.
8.- En el Pago de lo Indebido, Art.1.178 C.C. El Accipiens debe restituir al Solvens, lo que
recibió de forma indebida; de lo contrario, incurre en Enriquecimiento Antijurídico o Ilícito.
9.- En el “pago anticipado” o antes del vencimiento del término, Art.1.213 C.C. El deudor
podrá accionar contra su acreedor, si por error pagó antes del día ad quem, ello, por el
enriquecimiento ilícito en el patrimonio del acreedor, visto los intereses que pide le
reembolse.