You are on page 1of 4

OBRA ÚNICA

El cuerpo de la mujer en la
cultura mochica

Cerámicas, esculturas, joyas y textiles muestran la concepción de la vida según el patriarcado


mochica.l - E. P.
Cerámicas, esculturas, joyas y textiles muestran la concepción de la vida según el patriarcado
mochica.l - E. P.

POR CHUS TUDELILLA


04/12/2016

Una sola obra, el retrato de cerámica que el arqueólogo Rafael Larco Hoyle
recibió de su padre Rafael Larco Herrera en 1923, fue el origen del Museo Larco
de Lima en 1926, dedicado a la investigación y colección de las culturas del
antiguo Perú. De entre las obras de arte precolombino del Museo Larco, la
exposición que se presenta en CaixaForum se centra en las realizadas por los
mochicas, habitantes de las numerosas sociedades que poblaron las regiones de la
costa norte de Perú entre los años 200 al 800 d. C., cuando un colapso repentino
convirtió los centros urbanos en ciudades fantasmas. Todo lo que se sabe de los
mochicas es a través de la arqueología, desde la primera campaña del alemán
Max Uhle en 1899, a la que siguió la ardua, decisiva, y también sistemática, tarea
realizada por Rafael Larco Hoyle, considerado el padre de la arqueología
mochica, hasta las excavaciones actuales tras al descubrimiento de las tumbas
reales de Sipán, en 1987. El estudio que acompaña a las campañas arqueológicas
ha alumbrado la sociedad mochica, y la concepción del mundo y de la vida que
transmitieron a través de mitos, ritos y ceremonias, cuya expresión reflejaron en
cerámicas, esculturas, joyas y textiles.

Según cuentan los autores de los textos incluidos en el catálogo, las pequeñas
unidades territoriales mochicas se fueron transformando a lo largo de sus casi
setecientos años de existencia en estados territoriales mediante un sistema que
supo combinar con éxito eficiencia y legitimidad; valores que, sin embargo, se
mostraron inútiles cuando las autoridades no supieron adaptarlos a la crisis que,
finalmente, condujo a la desaparición de los mochicas, en el siglo VIII. El tiempo
borró la memoria de la sociedad mochica, que volvió a ser recuperada a
comienzos del siglo XX. Hasta entonces, y desde la llegada a América del Sur de
los conquistadores españoles, en 1532, la civilización inca se consideraba la más
antigua de Perú.

De entre los mitos mochicas, anota Jürgen Golte, el mito primigenio atiende al
encuentro de dos seres andróginos, muy diferentes en rango y poder, del que
surge un universo más complejo de generación en generación. Los mochicas
entendían el mundo en que vivían como un presente que descendía del árbol
genealógico de los ascendientes, y el futuro del árbol dependía de los encuentros
regulados entre opuestos complementarios: femenino masculino. Del catálogo de
obras que analiza Ulla Holmsquist, destacamos vasijas cerámicas ceremoniales
que representan el cuerpo de la mujer como receptora y cuerpo generador de
fluidos. No en vano, las mochicas fueron sociedades agrícolas que aprendieron a
aprovechar el agua que venía «de arriba», donde las altas montañas toman
contacto con el cielo, para fertilizar la tierra «de abajo», donde crecen los
cultivos. Para los mochicas, el mundo de abajo es femenino y, por ello, carente
de masculinidad por lo que consideraban preciso masculinizarlo mediante la
entrega de semen.
El cuerpo de la mujer reducido al acto fecundador se representa en cuencos
receptores de semen, real o simbólico, mediante un orificio para la entrada del
líquido en el interior del recipiente, que se corresponde con la vagina. O
modelado en el interior de un cuenco oval, adoptando la postura del acto sexual
con una vulva agrandada por la que se vierte el líquido que desaparece absorbido
en el interior del cuerpo de la mujer. Varios recipientes ceremoniales muestran la
unión sexual entre un hombre y una mujer, con múltiples variantes en función del
rango de los personajes, o de su condición terrenal, divina o sobrenatural.
Cuando las prácticas sexuales no están asociadas a la reproducción indican que
los vivos entran en contacto con los muertos, con los ancestros, cuya presencia se
reconocía en la lluvia y el agua de los ríos. El tránsito del útero materno, del
mundo oscuro al exterior, queda representado en una botella de parto, en la que
la mujer parturienta está sentada, sostenida por otra mujer y ayudada por la
partera que recibe la nueva vida. El fruto de la masculinización del mundo
femenino; según el patriarcado mochica.

You might also like