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La Moratoria de

Universidades, anti-
fujimorismo, democracia y
libre mercado
OSCAR SUMAR 17/01/2018 14:30 PM

Existe actualmente un debate sobre si se debería o no volver a imponer


una prohibición para la creación de nuevas universidades en Perú. Este
cuento comenzó en 2013 cuando -basados casi exclusivamente en
el trabajo de un investigador (Gustavo Yamada)- se dictó la Ley
Universitaria. La Ley estaba pensada para solucionar el problema
de asimetría informativa (que a su vez llevaba a un problema de baja
calidad) en el mercado universitario.

La solución -imperfecta, contra-intuitiva y costosa- al problema de falta


de información en el mercado no fue, como uno podría esperar, darle más
información a los consumidores (podría apostar a que el portal “Ponte en
Carrera” es conocido por pocos y utilizados por menos aun). No, no, ¡qué
va! La solución principal fue estandarizar las universidades,
imponiéndoles ciertas características como requisito para poder dar títulos
a nombre de la Nación. El problema con este solución es que (i) eleva los
precios, favoreciendo a los que ya están en el mercado y perjudiciando a
los consumidores; (ii) impone características no necesariamente deseadas
por los consumidores; y, (iii) no garantiza que haya una relación causal
entre dichas características y elevar la calidad, aun si usamos la definición
de “calidad” arbitrariamente elegida por el gobierno.

Se podrían haber optado por otras soluciones. Sin ir más lejos, no poner
ningún requisito, sino metas. Sin embargo, se optó por esta solución y
suponemos que es una solución apoyada por los que -efectivamente- la
demandaron y la apoyaron originalmente: Mora, Saavedra, Ñopo, Lorena
Masias (Sunedu), Yamada, congresistas, opinólogos, etc.

A pesar de que se estableció que no se podía licenciar a una universidad


que no cumpliera con dichas características (y sin licencia es
prácticamente carente de objeto la existencia de una universidad); al
Congreso peruano no le pareció suficiente ymantuvo la prohibición de
creación de nuevas universidades impuesta 2012. Durante 5 años las
universidades actuales han funcionado sin competencia, al mismo
tiempo que se les daba un plazo para cumplir la Ley Universitaria de
2013. Si no era claro para el resto (como siempre lo ha sido para mi) que
los principales beneficiarios de la Ley Universitaria son las propias
universidades existentes (sobretodo las “clase B”); la prohibición
establecida contra sus potenciales competidores debió dejar el tema más
claro que el agua. No lo hizo, sin embargo. La conexión no parece existir
para la gran mayoría.

Dicha prohibición expiró hace pocas semanas y han salido voces eufóricas,
indignadas, convencidas, de que es vital para la “reforma educativa” que
se extienda la moratoria por dos años más. ¿Qué está en el fondo de dicho
pedido?

La lista es larga: desconocimiento de lo básico sobre Economía y


regulación; desconocimiento sobre Derecho constitucional; desconfianza
(quizá fundada) en el trabajo de Sunedu; anti-fujimorismo recalcitrante;
tendencias anti-democrácticas y fobia hacia el libre mercado. No estoy
exagerando. La posición “pro-moratoria” es profundamente dañina e
inmadura en una discusión seria sobre regulación. De acuerdo a Vermeule
(2014), cuando tenemos una posición “madura” frente a un riesgo “(…) el
objetivo del creador de un sistema regulatorio debe ser llegar al nivel
óptimo de precauciones en lugar de al máximo nivel de precauciones”.

La explicación paso a paso de las taras alimentadas por la ignorancia y


el prejuicio:
i. Desconocimiento sobre lo básico sobre regulación. Ninguna persona con
mínimos conocimientos sobre regulación vería la prohibición de entrada
de nuevos competidores como la solución a una falla de mercado, salvo el
caso de un monopolio natural. La competencia promueve la eficiencia, lo
cual significa un mercado sin fallas. Si la justificación para regular en
primer lugar fue una falla de mercado (asimetría informativa), no se
entiende por qué no se dejaría al mercado mismo solucionar -al menos
parcialmente, unida a la regulación misma- la falla de mercado. Que la
competencia “canibaliza” el mercado es un argumento que no tiene una
raíz clara en la Teoría de la Regulación y ha sido definido por el ex
profesor de Regulación de Harvard y actual Justice de la US Supreme
Court como un “cajón de sastre” (en Themis 52, 2005). Llama la atención
especialmente como un congresista como Alberto de Belaunde, que hace
meses abogada por la calidad regulatoria (incluso proponiendo la creación
de una Oficina de Estudios Económicos para que realicen el híper-técnico
análisis costo beneficio), ahora ni si quiera se basa en lo básico de la teoría
regulatoria para sustentar sus propuestas. ¡Se los dije! El énfasis debe estar
en lo básico, por ejemplo la creación de una Oficina del Sentido
Común los ayudaría mucho más.

ii. Desconocimiento sobre lo básico de Derecho constitucional. En Perú,


le guste a los progresistas o no, uno de los principios básicos del Régimen
Económico Constitucional es que la intervención del Estado en la
economía es subsidiaria. La interpretación de ese principio -al menos en
parte- significa que el Estado debe optar por la solución menos gravosa
para solucionar un problema del mercado. Claramente, prohibir la entrada
de nuevas universidades no es la manera menos gravosa de mitigar el
riesgo que tiene la entrada de nuevas universidades -asumiendo que existe
dicho riesgo. Y lo anterior no es solo una opinión mía, está basada en la
propia jurisprudencia del Tribunal Constitucional (TC). Al referirse a la
prohibición de crear sucursales impuesta por el Congreso (antes de la
vigencia de la actual Ley), el TC dijo textualmente: “(…) el Congreso
(…), lejos de adoptar las medidas de reforma necesarias para asegurar la
calidad de la educación (…), se ha limitado a adoptar la inconstitucional
medida de prohibirlas, afectando desproporcionada e irracionalmente el
derecho fundamental e acceso a una educación universitaria (artículo
13º de la Constitución, artículo 13º 2 del Pacto Internacional de Derechos
Económicos, Sociales y Culturales, y artículo 13º 3 del “Protocolo de San
Salvador”), y el derecho a promover y conducir instituciones educativas
(artículos 15º, 58º y 59º de la Constitución)”. Parece que a algunos el
respeto a la Constitución (y tratados internacionales) solo les importa a
veces, cuando se alinea a su discurso político.

Una solución alternativa sería poner requisitos aun mayores a las nuevas
universidades. Si a las antiguas universidades se les pide A, B y C para
licenciarse; entonces que a las nuevas se les pida más cosas que
“garanticen la garantización” de la calidad. La aplicación de la norma
peruana es fácil: si existe una fórmula menos gravosa para obtener el
mismo objetivo, entonces la solución es desproporcionada e
inconstitucional. Cuando le dije esto a una activista anti-fujimorista
(supuesta defensora de la democracia) su respuesta fue: “no soy abogada”.
Me sonó sospechosamente parecido a un meme.

iii. Desconfianza en el trabajo de la Sunedu. A diferencia de lo dicho por


el TC en 2008 mencionado arriba, en 2017, la Sunedu está realizando el
trabajo de licenciar universidades, lo cual debería llevar -según ellos- a
elevar la calidad de la educación al nivel que ellos mismos pensaron que
era el adecuado. Sin embargo, ni la propia directora de Sunedu, Lorena
Masias, ni el congresista creador de la Ley Universitaria, parecen confiar
en que su reforma sirva para algo. Si no, no se explica cómo su sistema
actual para asegurar la calidad no se aplicaría también a las nuevas
ingresantes. De hecho, la actual directora de Sunedu fue preguntada al
respecto:

“Periodista: A partir de enero del 2018 se podrán abrir nuevas


universidades, ya que termina la moratoria. ¿No hay riesgo de que haya
nuevas universidades ‘chicha’?

Lorena Masias: Las universidades nuevas tienen que pasar por el


licenciamiento. Ya no se permitirá eso (que sean ‘chicha’) porque
deben cumplir exigencias“.
En este mismo sentido se pronunció el “inspirador” académico de la actual
reforma, Gustavo Yamada:

“Hoy se ha establecido la Sunedu y hay una nueva ley universitaria, creo


que es tiempo de dar paso a nuevos proyectos. La sociedad es cambiante
y se requieren propuestas educativas innovadoras.Con las nuevas reglas
se evitará que aparezcan proyectos malos”, indicó.

Solucionado el problema, entonces, ¿no? ¡No! ¡Ni se les ocurra! La misma


Lorena Masias en otra declaración:

“No es el momento de crear nuevas universidades, sino de fortalecer y


continuar la evaluación de las ya existentes. Estamos a la mitad del
proceso de evaluación. Esto nos ha permitido evaluar a 116
universidades, de las cuales 30 han conseguido licenciamiento
institucional”, comentó

Tragicómico realmente. Y pensar que personas supuestamente honestas y


decentemente inteligentes están a favor de este despropósito…

iv. Anti-fujimorismo, poca fe en la democracia y el mercado. No le quiero


dar demasiada cuerda a este punto, porque no soy fujimorista (todo lo
contrario) y no me quiero comer un pleito en una supuesta defensa a
Fujimori que no pretendo hacer. Nada más alejado de la realidad. Pero es
un hecho que a Fujimori se le atribuye nuestra supuesta inclinación “pro-
mercado” y que muchos que son “anti-fujimoristas”, lamentablemente,
también son bien rojos en relación a temas económicos. Por mi lado, soy
anti-fujimorista y pro-mercado. Como tal, les digo:

1. Fujimori no promovió la deregulación, lo hizo el Banco Mundial,


aplicando el Consenso de Washington. El proceso fue a nivel
Latinoamericano, no peruano.
2. Las recetas del Banco Mundial no son particularmente neoliberales.
Cualquiera que piense lo contrario necesita estudiar más del tema. Un buen
lugar para empezar es leyendo el brillante trabajo de Álvaro Santos, aquí.

3. El mercado universitario nunca ha sido la panacea de los liberales en


Perú. Cuando Fujimori eliminó la creación de universidades vía ley del
Congreso, la reemplazó por el Consejo Nacional para la Autorización de
Funcionamiento de Universidades (CONAFU). Durante todo el gobierno
de Fujimori se crearon 22 universidades, para un gran total de 72 hasta el
año 2000 (sumados todos los periodos y presidentes anteriores). Solo en
California, USA, hay 316 universidades (o colleges) actualmente. Hay a
rededor de 4 mil en total, comparados a los ciento y tantos en Perú.

Perú no es un paraíso del liberalismo. A lo más que hemos llegado es a


estar a media tabla en protección de las libertades económicas comparado
a otros países del mundo. Si decir que las empresas no necesitan una ley
del Congreso para existir es volverte un “loquito libre mercado”, ¡qué bajo
es nuestro estándar!

Pero lo que más me preocupa no es el libre mercado, sino la poca confianza


que tenemos en la sociedad para solucionar nuestros problemas siendo
emprendedores o poniendo nuestro granito de arena desde donde nos
toque. ¿En verdad confiamos tanto en nuestros políticos para pensar que
son la única solución a nuestros problemas o los únicos que nos pueden
llevar al lugar que aspiramos y soñamos como sociedad?

TOMADO DE:

https://gestion.pe/blog/menulegal/2018/01/la-moratoria-de-universidades-anti-fujimorismo-
democracia-y-libre-mercado.html?ref=gesr

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