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Comunidad y Sentido de Comunidad:

apertura del concepto de la Psicología Comunitaria a un


dialogo con la filosofía antiesencialista de Jean Luc Nancy

Sebastian Irarrázaval
Teorías y Modelos en Psicología Comunitaria (PSI3587)
Equipo Docente: Jaime Alfaro, Verónica Monreal, Paris Gamonal
Planteamiento
La idea de este seminario es trabajar la hipótesis de un movimiento conceptual que desarrolla la
psicología comunitaria respecto a la noción de comunidad, y sentido de comunidad, para ilustrar un
tránsito hacia una des-sustancializacion de esta. Esto, a través de la presentación de las reflexiones de
algunas autoras, principalmente Krause (2001, 2017) sobre la contingencia, la desterritorialización y el
contenido valórico de las definiciones. Luego se presenta un dialogo con el pensamiento de Nancy en
función de representar la radicalidad de su propuesta en cuanto a la actualización constante de la
comunidad (estar en común), y su posible rol como contraparte de las discusiones en psicología
comunitaria.

Introducción
Este seminario teórico pretende reflexionar sobre el concepto de comunidad y su relación con la
noción de sentido que se desprende de este. Se revisan autores de la psicología comunitaria en
representación de las ciencias sociales orientadas a la intervención, y se revisa el pensamiento del filósofo
Jan Luc Nancy en función de reflexionar sobre estas nociones. Se espera interpelar a la psicología
comunitaria en el nivel conceptual de desarrollo teórico y de comprensión de la realidad. Hacia el final
se presentan reflexiones y preguntas sobre las oportunidades que permite este dialogo.

En la tradición de la psicología comunitaria me interesa abordar distintos aspectos del concepto


de comunidad. Entre ellos: los valores e ideales asociados a su definición, su relación con el territorio,
sus formas de referir a “lo común”, y la dimensión subjetiva e identitaria que sostienen su existencia.
Dimensiones de la comunidad que refieren a aspectos de la realidad de manera de darle estabilidad,
certeza y sustancia a este concepto.

Desde el pensamiento de Nancy pretendo articular algunas de sus ideas para explicitar su
radicalidad respecto a la constitución contingente de la comunidad. Partiré desde el punto central de su
propuesta ontológica: el ser-con. Luego espero desarrollar las implicancias de concebir el ser singular
plural como el ser de la comunidad, y el nosotros como la forma en que participamos en primera persona
de un ser que va mas allá de la noción de individuo. Por último, desarrollar lo que el filósofo entiende
por sentido y su reparto. Esquematización en función de relevar el carácter antiesencialista de su
propuesta.
Antecedentes

Puntualizaciones en el concepto de Comunidad en la psicología comunitaria

El concepto de comunidad es el objeto central de estudio e intervención en psicología


comunitaria. Durante la historia de esta tradición se ha desarrollado, diversificado y actualizado el
concepto con aportes de distintos ámbitos del conocimiento. Es necesario puntualizar que su uso
cotidiano también lo ha hecho significar una serie de fenómenos que escapan al uso de la psicología
comunitaria. Es por sus múltiples significaciones que la definición de comunidad se puede poner en juego
para aumentar su potencial explicativo y su uso operativo.

En ese sentido, la hipótesis que se busca demostrar es una tendencia a la des-sustancializacion de


la comunidad en los desarrollos conceptuales de la psicología comunitaria. Se manifiesta en las
puntualizaciones que algunas autoras hacen del concepto y sus componentes, con el objetivo de no
rigidizar y hacer estáticas sus definiciones. Como también, en los esfuerzos por asir conceptualmente los
aspectos dinámicos y manifestaciones emergentes del fenómeno de la comunidad.

A continuación, presento algunas definiciones de comunidad y las puntualizaciones sobre sus


características que permiten mostrar algunas de las tensiones presentes en su desarrollo como concepto.
Específicamente, se han seleccionado una serie de apreciaciones que abren preguntas para pensar en la
sustancia de la comunidad, entendida como los componentes que sostienen su existencia.

Krause (2001) presenta una definición de comunidad que contiene tres elementos principales: la
pertenencia, la interrelación y la cultura común. La pertenencia refiere al “sentirse parte de” una
característica, meta o valor compartido con otros, enfatizando la dimensión subjetiva de este criterio. La
interrelación refiere a la existencia de contacto o comunicación entre sus miembros y la consecuente
influencia entre estos. La cultura común refiere a la existencia de significados compartidos, que permiten
la interpretación compartida de experiencias de grupo.

Mas adelante Krause (2017) reformula su trabajo sobre la definición de comunidad y postula una
serie de dimensiones que se articulan en torno a lo común – o aspectos compartidos – para conformar el
núcleo de este concepto. Estas dimensiones son: la cultural, la identidad social, la psicológica-emocional,
la relacional, de la acción, de la motivación, y el espacio-tiempo. Para los propósitos de este seminario
se releva la importancia de: la dimensión psicológica- emocional y de identidad social en cuanto refieren
al “sentirse parte de” y al “reconocerse como parte de”, como también la dimensión espacio-temporal en
cuanto es una categoría que permite problematizar la sustancia de la comunidad. La dimensión relacional
también está implicada en cuanto refiere a las dinámicas de comunicación, de influencia y de poder.

Se toman estas dimensiones con el propósito de visualizar los aspectos de la realidad en la que
situamos el fenómeno de la comunidad, y su función como concepto articulador de una experiencia
humana compartida.

También Maritza Montero (1998, 2004) hace una revisión del concepto de comunidad que
desemboca en la siguiente definición: “Un grupo social dinámico, histórico y culturalmente constituido
y desarrollado, preexistente a la presencia de los investigadores o de los interventores sociales, que
comparte intereses, objetivos, necesidades y problemas, en un espacio y un tiempo determinados y que
genera colectivamente una identidad, así como formas organizativas, desarrollando y empleando recursos
para lograr sus fines”.

Así, estamos ante definiciones conceptuales que refieren a aspectos de la realidad –contexto
cultural e histórico, metas comunes, identidad, entre otros– que se articulan para darle forma a la
comunidad como fenómeno contextualizado que se construye y reconstruye mediante distintas sustancias
que le dan certeza a su unidad y estabilidad en el tiempo.

Comunidad y psicología comunitaria: concepto, valores e idealizaciones

Como presenta Krause (2001) una primera distinción corresponde a la diferencia entre el concepto
de comunidad en su sentido teórico y las valoraciones e ideales asociadas a este. Desde la psicología
comunitaria se puede explicar esta asociación conceptual y valórica desde su contexto de surgimiento en
reacción a sistemas sociales opresivos, como también desde su necesidad de fijar una dirección al
momento de intervenir en función de una transformación. Es así como las definiciones de comunidad
implican un estado ideal hacia el cual hay que apuntar, difuminando su utilidad teórica para delimitar el
objeto de estudio e intervención. Este estado ideal que se construye desde las distintas tradiciones de la
psicología comunitaria se orienta por una serie de valores que articulan la teoría y la práctica, y que, en
términos generales, refiere a la autonomía de las personas para “crear mundo” y desarrollar sus vidas a
través de un ejercicio de poder activo. Concepción que a su vez se traduce, y asocia, a una serie de
resultados positivos como las relaciones de respeto, de solidaridad, de unión, de trabajo, amistad,
equidad, justicia, paz, en fin, valores que se atribuyen a un estado deseable e ideal de la comunidad
(Montero, 2004).
Esto es una paradoja dentro del marco interpretativo de la psicología comunitaria, porque si bien
funciona como recurso para la intervención psicosocial también es perjudicial en cuanto solo resalta los
aspectos positivos y oculta la diversidad dentro de una comunidad (Krause, 2017).

Esto también genera ciertos problemas de traducción al hacerlos dialogar con conceptualizaciones
de comunidad de otras tradiciones que también piensan la comunidad, pero sin un componente valórico
e ideal. Como es la filosofía o la teoría política, a las que este seminario se refiere más adelante.

Comunidad y psicología comunitaria: lo común y el valor de la diferencia

La referencia a lo que es común entre un grupo de personas ha sido el punto de apoyo para las
definiciones de comunidad. Esto se ha abordado con cierta cautela en las conceptualizaciones de la
psicología comunitaria, pues se entiende que es un componente central por desarrollar, que implica
relevar algunos aspectos sobre otros. Sin embargo, se considera que la absolutización de lo común como
fundamento de la comunidad trae algunos problemas.

Weisenfeld (1996) plantea el problema diciendo que el pensamiento de un nosotros se hace en


base a una distinción radical de lo que nosotros no somos, es decir pone límites respecto a los que son
otros. Dice: “Una comunidad, desde esta perspectiva, es vista como un grupo homogéneo en donde las
discrepancias internas, y las diferencias intra- e interindividuales no son reconocidas” (p.338). Plantea
que desde esta perspectiva se puede caer en una búsqueda irreflexiva de la homogeneidad, regularidad,
equilibrio y congruencia, que a su vez se traduce en el mantenimiento del statu quo; limitando la
posibilidad de transformación y cambio que – por su parte – surge por el reconocimiento de la diferencia.

Krause (2017) puntualiza los problemas que trae un énfasis exagerado en torno a lo común de
una comunidad. Por un lado, ocupar limites rígidos para definir la comunidad genera exclusión,
segregación y polarización, que en casos extremos ha servido como móvil para justificar la violencia de
unos hacia otros. Por otro lado, plantea que es necesario que – al menos – se desarrolle un sentido amplio
de identidad común para hablar de comunidad.

Así, lo común tiene una posición importante en las definiciones de comunidad, pero hay riesgos
de caer en una absolutización de este aspecto.

Los aspectos comunes actúan como un conjunto de certezas que articula un grupo de personas,
funcionando como punto de apoyo y proyección de lo que se permite y existe en una comunidad
determinada.
Sentido de comunidad: identificación social y subjetividad

Luego tenemos el problema de que es inconcebible la noción de comunidad sin su componente


subjetivo o su dimensión psicología que la tradición conceptualiza como “sentido de comunidad”. Esta
noción hacer referencia a “sentirse parte de” (Krause, 2001, 2017) un grupo social amplio, “que supone
relaciones e interacciones tanto de hacer como de sentir por el hecho de compartir aspectos comunes”
(Montero, 2004). Este componente se suele definir desde la autopercepción de los miembros de una
comunidad, es decir que ellos se reconozcan como parte de una red social amplia.

Esta dimensión subjetiva suele concebir lo psicosocial como su sustrato (Montero, 2004, p.100).
Así, la autora entiende esta dimensión de la unidad de lo plural como: “reconocerse como participantes
en un proceso históricamente vivido, que afecta a todos, a pesar de las múltiples diferencias que puede
haber entre las personas que constituyen la comunidad y, además, justamente por esa diversidad.”

También se da una definición de sentido de comunidad en la siguiente línea: "percepción de


similitud con otros, una interdependencia consciente con otros, una voluntad de mantener esa
interdependencia dando o haciendo a otros lo que se espera de ellos, el sentimiento de que se es parte de
una estructura mayor, estable y de la que se depende". (Montero, 2004, p.103)

Es necesario tener presente que el sentido de comunidad no es lo mismo que la identificación


social. La primera se puede entender como un componente subjetivo que se extiende a lo largo de las
redes sociales, y el segundo se refiere a una correspondencia de características individuales y grupales.
Ambos son conceptos que invitan a problematizar que significa eso de sentirse parte en grupos cuyos
limites cada vez son mas difusos y en los cuales se han transformado las dinámicas de participación.
También podemos preguntarnos por el movimiento constante entre identificación y desidentificación que
parecen marcar el paso de las personas por distintos grupos sociales.

Respecto a las consecuencias de la experiencia subjetiva de la comunidad, el sentido de


comunidad se asocia al bienestar, a la pertenencia social, a la confianza, a la interdependencia, al
empoderamiento, entre otras características referidas a la capacidad de una comunidad de ejercer control
sobre sus condiciones de vida.

El sentido de comunidad se suele yuxtaponer con el concepto mismo de comunidad (Krause,


2001) lo que implica pensar en lo relevante de la experiencia subjetiva como sostén de este fenómeno
que refiere a lo colectivo. En ese sentido, ¿Qué posibilidades hay de reconocer comunidad en donde no
encontramos personas que así lo experimenten o reporten?
Podemos decir que la psicología comunitaria plantea una noción de sujeto para la comunidad que
se caracteriza por apropiarse de un sentido de comunidad, y que mediatiza su construcción en función de
las características particulares de esa comunidad. En ese sentido, pesquisamos la necesidad de una
sustancia que vincule lo individual con lo plural, del sujeto con el objeto compartido llamado comunidad.

Comunidad y territorio: movimiento hacia el desapego

La comunidad se suele asociar a una raíz territorial que funciona como encuadre y como sustancia
para el resto de sus componentes. La importancia de este aspecto se puede ver en que las relaciones se
dan en un territorio especifico y delimitado, la historia de la comunidad refiere constantemente al
desarrollo de un territorio, el territorio tiene un rol importante en la identificación social y en el
sentimiento subjetivo de pertenencia.

Actualmente, este vínculo se ha visto debilitado por múltiples factores. Creando una situación en
donde la comunidad se ha virtualizado o acotado a otros espacios, y donde el territorio ha perdido su
capacidad de otorgar significado y promover la interrelación. Los motivos son varios y escapan a lo que
se espera analizar en este seminario. Basta con decir que este movimiento hacia una des-territorialización
de la comunidad se caracteriza por la pérdida de valor y capacidad que ha sufrido el espacio físico como
algo que pertenece a lo común, valor que ha sido reemplazado por una fragmentación exagerada de
espacios privados y personalizados.

Asimismo, la multiplicidad de espacios – laborales, educacionales, habitacionales, entre otros –


en los que se desarrollan y relacionan las personas se han visto complementados y superados por las
oportunidades que ofrece la tecnología relacionada con la comunicación. Krause (2017) plantea que la
creación de comunidades virtuales en torno a afinidades e intereses, sin el limite de la copresencia física,
ha permitido que las comunidades puedan emerger sin tener que pasar por el proceso de construcción de
lazos de confianza. Estos nuevos sistemas de relaciones sociales ocupan el concepto de “comunidad”
como símbolo para identificarse respecto a los otros. Estas se caracterizan por su fugacidad y
temporalidad discontinua, elementos que nos interpelan para redefinir que es lo que se entiende por
comunidad, y su sustancia, en la vida cotidiana de quienes participan de su forma virtual.
Esbozo de la Comunidad en Jean Luc Nancy

El autor que se presenta a continuación, el filósofo francés Jean Luc Nancy, espera tomar el rol
de contraparte externa a la psicología comunitaria desde su pensamiento respecto a la comunidad en un
plano ontológico. Su relación con lo expuesto anteriormente tiene la forma de una radicalización de la
idea de comunidad concebida sin una sustancia o sustrato que la fundamente, idea que se reconoce como
una tendencia en las conceptualizaciones aquí presentadas como representantes de la psicología
comunitaria. Enmarcado en las teorías post-fundacionalistas, la comunidad es pensada como: “una
comunidad paradojal, aporética, nunca totalizable ni totalizante, una comunidad esencialmente abierta e
imposible de ser definida de una vez y para siempre” (Groppo, 2011) En ese sentido, se opone a la noción
de comunidad como límite que cierra la sociabilidad sobre si misma, y la postula como una apertura dada
en la coexistencia y la exposición.

La comunidad para Nancy va a ser pensada desde lo que él considera el dato experiencial
elemental del ser, es decir: el estar-con-otros. A continuación, se intenta seguir el pensamiento de Nancy
en su tarea de despojar la noción moderna de comunidad de todo intento por hacerla inmanente, es decir
productora de si misma, como entidad que se trasciende, que se programa o que se obra. Este ejercicio
espera llegar a la concepción de la comunidad en la radicalidad de su ser contingente, es decir de su
presente y constante actualidad del ser-con-otros.

Como elemento principal para entender este pensamiento de la comunidad debemos referirnos a
las implicancias de pensar su ontología desde la unidad simétrica del ser-con. Esto, para él autor, quiere
decir que las cosas existen unas al lado de otras, unas con otras, como copresencia. “El con esta regido
por dos grandes principios -o bien sitúa dos coordenadas esenciales-. Por una parte, la multiplicidad; por
otra parte, lo lejano y lo cercano.” (Nancy, 2011) Implica multiplicidad porque una cosa única no puede
existir con respecto a ninguna cosa, una cosa única no puede hacer mundo ni estar con otras en el mundo.
Lo lejano y lo cercano hacen referencia a una condición de proximidad entre las cosas que hay. Pero
como dice Nancy (2011) el con no es simplemente una categoría para darle coordenadas de posición al
ser, sino que es una cualidad suya: constitutiva y originaria. Lo anterior, se traduce en concebir la
copresencia de entes en un reparto de lo que hay en juego, “un reparto de condición, de situación, de
suerte o de destino” (p.20). Así, los entes que están con otros entes no lo están respecto a sus límites y
exterioridades, sino que comparten una coexistencia que los compromete en esta distribución de
presencias expuestas entre sí.
El ser-con como ontología tiene implicancias para pensar los entes. Estos, ya no se entienden
como individualidades separadas absolutamente de otros, que se encuentran en la relación o en el vínculo.
Para Nancy (2002) “el individuo no es mas que el residuo que deja la experiencia de la disolución de la
comunidad” (p.15). En el pensamiento de Nancy los entes – sean cuerpos, rostros, voces, texto – se
entienden como singularidades que comparten la existencia, y que al comparecer – inclinarse fuera de si
– abren los espacios para que se produzca la significación y el reparto de sentido.

A estas alturas parece pertinente presentar con más detalle la noción que Nancy (1996) propone
para hablar de la existencia de los entes, esta es la de: ser singular plural. Esta noción pone estas tres
palabras en una articulación simétrica e intercambiable. Esta definición expone la indivisibilidad de lo
singular y lo plural. El autor dice: “Singular plural: de suerte que la singularidad de cada uno resulte
indisociable de su ser-con-varios, y porque, de hecho, y en general, una singularidad es indisociable de
una pluralidad” (p.48). Agregando: “Una singularidad no se recorta sobre el fondo del ser, es, cuando es,
el ser mismo o su origen” (p.48). Es así, que una singularidad es siempre la pluralidad, siempre es
representante de la pluralidad con la que comparte la existencia. De lo anterior, se desprende la pregunta
sobre ¿qué implica hablar de un nosotros? Para Nancy (1996, p.20) él nos-otros es una paradójica forma
de expresar esta posición de “primera persona del plural”.

De manera menos abstracta, lo que típicamente sería un individuo dentro de los límites de un
cuerpo, seria en estos nuevos términos: “una intersección de singularidades. La exposición discreta -
discontinua y transitoria- de su simultaneidad” (Nancy, 1996, p.101) Se puede entender como las
resonancias que se dan en el espacio entre seres en movimiento, que les dan su forma y curso. Exposición
de su simultaneidad que pasamos a explicar a continuación mediante los conceptos de: comparecencia e
inclinación.

La comparecencia de singularidades hace referencia a una presentación mutua. Esta también


puede expresarse como exposición. Esta comparecencia, presentación, exposición entre singularidades
es constitutiva del ser-con-otros, es el dato experiencial elemental del que hablaba anteriormente. No
puede existir la presentación de un ser sin la presencia de una contraparte que afirme ese gesto. La
comunidad en esos términos es una multiplicidad de seres expuestos entre si de forma dinámica y
contingente, es decir de forma simultánea.

Por su lado, la inclinación – clinamen – en el pensamiento de Nancy (1996) es: “una inclinación
del uno hacia el otro, del uno por el otro o del uno al otro. La comunidad es al menos el clinamen del
«individuo».” (p.15). Esta distancia del uno al otro es lo que Nancy reporta como falta en cualquier teoría
política, ética o filosófica, agregando que estas: “no lo inclinaron (al individuo) fuera de sí mismo, sobre
este borde que es el de su estar-en-común” (p.15). Pareciera ser que poner el estar-en-común como borde
convierte esta inclinación en una exposición a la diferencia, a lo que hasta ese momento no está
considerado en la coexistencia, o, en otras palabras, lo que no esta considerado en la repartición de
sentido. Hablar de inclinación parece ser una formula para deconstruir los límites que configuran entes
discretos, cerrados sobre si mismos - sean comunidades, individuos, texto, entre otras cosas que implican
una exposición de la existencia en común -.

Para ir completando esta breve esquematización de las nociones elementales para comprender la
comunidad en Nancy, se presenta la noción de sentido y de reparto como las características que le dan
un dinamismo constitutivo a esta propuesta.

Nancy (1996) define el sentido como nada más que el hecho de ser-los-unos-con-los-otros, en
su forma desnuda. Esto no quiere decir que seamos el contenido, su ejercicio o su cometido. Lo que
somos es el sentido como elemento en el que las significaciones pueden producirse y circular. “El
sentido mismo es la participación del ser” (p.18). El reparto por su parte refiere a esta participación
desnuda de la coexistencia, que implica un reparto de esta existencia en común inmediata, es decir por
la actualización constante del sentido. Se dice que el sentido circula entre todos los seres singulares
plurales creadores de mundo siempre que se encuentren en comparecencia, así el autor dice: “La
circulación- o la eternidad- va en todos los sentidos, pero va siempre que vaya de un punto a otro: el
espaciamiento es su condición absoluta (p.20).

Para ilustrar la circulación de sentido en todos lo sentidos y la afirmación del instante presente,
Cito a Nancy (1996):

“La circulación va en todos los sentidos: tal es el pensamiento nietzscheano


del "eterno retorno", la afirmación del sentido como la repetición del instante,
nada más que esta repetición, y en consecuencia nada (ya que se trata de la
repetición de lo que esencialmente no vuelve), sino esta repetición ya incluida en
la afirmación del instante, en esta afirmación-demanda (re-petitio) asida en el
desasimiento del instante, afirmando el paso de la presencia y pasando ella misma
con ella, afirmación abandonada en su movimiento mismo -pensamiento
imposible, pensamiento que no se detiene en la circulación que piensa,
pensamiento del sentido en el mismo sentido, de su eternidad como la verdad de
su paso. (Como, en el instante que escribo, un gato blanco y colorado atraviesa
el jardín, llevando mi pensamiento con el suyo, en un deslizamiento burlón.)" (Ser
Singular Plural, p.20)

La noción de comunidad que se desprende de estas primeras apreciaciones del pensamiento de


Nancy toma esa forma del ser-con-otros. Esto quiere decir una coexistencia de seres singulares plurales
que en la exposición -inclinación fuera de si mismos- se reparte el sentido sobre las condiciones de una
existencia en común que es dinámica y contingente de forma radical.

Desarrollo

El desarrollo del seminario consiste en relevar los aspectos presentados en los antecedentes que
dan cuenta de los problemas que tiene la noción de comunidad para incorporar sus aspectos contingentes
y dinámicos. Se abordan una serie de preguntas que interpelan a las nociones de la psicología comunitaria
en su capacidad operativa y de hacer sentido de la realidad. La contraparte antiesencialista funciona como
una clave para pesquisar los elementos que fijan -estancan y rigidizan- el concepto de comunidad en
sustancias que dan certeza y estabilidad.

A continuación, se elaboran las tensiones identificadas en los antecedentes a modo de recapitular


la lectura que se esta haciendo de ellas. La pregunta que guía esta elaboración es: ¿Cómo abrimos el
concepto de comunidad para darle cabida a las manifestaciones contingentes de este fenómeno en la
realidad? ¿Qué puede aportar el pensamiento de Nancy en estas aperturas al dialogo?

Primero, la tensión entre una comunidad como una experiencia directa en contraposición a la
comunidad postergada a un plano ideal. Desde Nancy podemos argumentar la existencia de la comunidad
como algo dado en la constitución del ser, es decir como un dato elemental de la experiencia. Así, se
tensiona la capacidad de un concepto de comunidad permeado y mediado por valores para hacer sentido
de la experiencia directa de esta realidad. La conceptualización de la comunidad en un plano ideal parece
condicionar la capacidad analítica para reconocer la actualidad de sus manifestaciones. Como también
restringir la realización del sujeto y lo común dentro de un marco de valores impuestos.

Luego, la experiencia -constitución- subjetiva de la comunidad como una certeza que otorga
estabilidad se ve tensionada por algunas condiciones actuales en las que se da este fenómeno,
interpelando a esta experiencia en función de una relativización de sus fundamentos. En Nancy, el
encuentro con el otro esta dado en el espaciamiento, exposición y reparto de sentido de forma
constitutiva; estos son factores que se renuevan a cada momento y que se resisten a la estabilidad que
pueda otorgar la fijación de una experiencia individual del ser, principalmente porque toda experiencia
individual es indisociable de la pluralidad en la que se participa. El efecto estabilizador y vinculante que
asume el concepto de sentido de comunidad se ve desafiado por la pertenencia de los individuos a
múltiples comunidades, en distinto grado de identificación y con distintos propósitos. Acotando el
sentido de comunidad a una percepción individual, más que a una cualidad que se proyecta y unifica a
las relaciones sociales.

También, la absolutización de lo común se presenta como una limitante para la emergencia y


manifestación de la diferencia, lo distinto y lo nuevo. La psicología comunitaria se hace cargo de esta
dificultad reconociendo los limites y peligros de articular el concepto de comunidad con énfasis en los
aspectos compartidos. Aunque todavía se puede radicalizar esta postura, dándole un valor prioritario a la
posibilidad de las comunidades de abrirse a la manifestación de la diferencia. Nancy plantea que cada
ser singular plural es un origen de mundo, y que la extrañeza entre unos y otros es una condición
insalvable e inaccesible en su totalidad; así un intento de definir y fijar lo común simplifica radicalmente
los que nos constituye como singularidad plural.

El territorio se ve tensionado por las tecnologías de comunicación en su capacidad de funcionar


como sustrato para el fenómeno de la comunidad, problematizando las cualidades de cada uno en función
de los límites que proponen. Se identifica que el territorio ha perdido su capacidad para sostener el
fenómeno de la comunidad, en cuanto no opera como el sustento prioritario para la interrelación, la
apropiación y la creación de significados comunes. Por su lado, las tecnologías de comunicación han
hecho dispensable el territorio como sostenedor de la comunidad.

Por último, la reducción del fenómeno de la comunidad a un símbolo despojado de características


consideradas centrales en los desarrollos conceptuales de la psicología comunitaria se presenta como un
desafío para sostener este concepto. La adopción del concepto de comunidad para denominar todo tipo
de grupos ha desplazado su significado de características fundamentales de la noción comunidad como:
lazos de confianza o una historia en común.

En síntesis, el problema se puede expresar como: ¿Qué tan efectivas son los conceptos de
comunidad para asir sus cualidades más dinámicas? ¿Qué aspectos dinámicos de la comunidad parece
relevante priorizar para entender la manifestación de este fenómeno? ¿Qué rol cumplen actualmente los
componentes asociados a la estabilidad, certeza y sustancia de la comunidad?
Una pregunta para abrir la reflexión plantea: ¿En que medida, la necesidad de la psicología
comunitaria por adaptar el concepto de comunidad a la forma en que se da actualmente ese fenómeno,
permite conservar sus componentes asociados a una sustancia estable?

Los esfuerzos de la psicología comunitaria por conceptualizar la comunidad como un conjunto


de características que refieren a la estabilidad y certeza del vinculo social surge de su necesidad por
comprender al individuo dentro de un contexto de relaciones, en reacción a la comprensión atomizada
de la psicología en general. Sin embargo, la creación de una estructura conceptual para abordar este
fenómeno suele caer en la idealización de sus manifestaciones, funcionando como una imposición de
coordenadas sobre las que se ha de realizar el sujeto. Esto, trae algunas dificultades para pensar las
cualidades dinámicas y emergentes del fenómeno psicológico y de lo común.

Retomando a Nancy, podemos identificar la brecha que hay entre concebir la comunidad desde
su constitución ontológica despojada de sustancias esenciales y de capas ideales de significado, con la
concepción de la psicología comunitaria que se sostiene sobre puntos que le dan una certeza y estabilidad
a la comunidad. En Nancy, el vínculo social no está sujeto a mediaciones sustanciales o ideales, sino a
una exposición constitutiva entre unos y otros. Esto, sumado al movimiento constante del tiempo y los
seres, da a su vez la condición para la constante renovación de lo que experimentamos como comunidad
a cada momento.

Pareciera ser que en psicología comunitaria el concepto de comunidad pierde su capacidad de


fijar las experiencias y manifestaciones asociadas a este fenómeno. Así, cuando se habla de que la
comunidad toma su forma en la experiencia directa que cada individuo tiene sobre este fenómeno, es
posible dar cuenta de que sus características -sentido de comunidad, símbolos compartidos, lo común, el
territorio- se manifiestan de forma múltiple, heterogénea y constantemente renovada. Al plantear esas
características que componen el concepto de comunidad como su forma ideal de manifestarse, se pierden
las irregularidades que caracterizan la experiencia directa de este fenómeno. Estas irregularidades se
pueden ver en los distintos grados de identificación que se tiene con las múltiples comunidades por las
que suele transitar un individuo, en las diferencias para hacer sentido de las experiencias dentro de los
limites de una misma comunidad, o en la multiplicidad de significados asociados a un territorio
especifico.
Conclusión

Por último, una breve conclusión sobre este movimiento de des-sustancializacion que se ve
forzada a realizar la psicología comunitaria sobre sus conceptos centrales. Podemos dar cuenta en la
revisión de antecedentes teóricos las distintas dimensiones que se consideran para conceptualizar el
fenómeno de la comunidad. Ya sean los valores, el sentido subjetivo de comunidad, los aspectos
compartidos, el territorio, los limites y los símbolos cumplen un rol en la fijación de esta realidad a una
dimensión conceptual teórica. Esta dimensión teórica se ve válidamente interpelada en la medida que ya
no cumple su función de representar una realidad experiencial, en este caso la forma en que se expresa
el fenómeno de la comunidad. El dialogo con un planteamiento filosófico que trabaja en un nivel
ontológico permite remover algunas fundamentaciones de la articulación teórica que hace la psicología
comunitaria. Si bien hay una serie de limites en este dialogo, como: la diferencia de objetivos y propósito
entre las disciplinas, las tradiciones en las que se enmarcan, los recursos conceptuales, entre otras cosas;
también se pueden reconocer una serie acotada de aprendizajes, como son: la propuesta de la des-
sustancializacion como un tema a trabajar en los desarrollos conceptuales de la psicología comunitaria,
una intuición sobre ciertos desafíos que enfrenta la psicología comunitaria en el plano teórico, y algunas
dificultades actuales de los conceptos para referir al fenómeno de la comunidad.

Hacia el final del seminario, la des-sustancializacion toma la forma de un desafío y necesidad de


los desarrollos teóricos de la psicología para incorporar en sus definiciones de comunidad, y sentido de
comunidad, las reflexiones sobre las contingencias, emergencias y dinamismos que se manifiestan en
este fenómeno.
Referencias

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fundacionalista. Revista de Filosofía y Teoría Política (42), 49-68. En Memoria Académica.
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