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DESCARTES
* CUESTIÓN 1 EBAU: Contexto filosófico de Descartes
Había tenido excelentes profesores y había leído todos los libros que le habían
caído en sus manos, pero la filosofía aprendida –a base de resúmenes y comentarios de
las obras de Aristóteles- le deja un mal sabor de boca. De lo aprendido hasta entonces
sólo le parecieron valiosas las matemáticas, cuya certeza le asombró.
En consecuencia, Descartes toma la decisión de abandonar el estudio de las
letras, y “leer el gran libro del mundo”. Se dedica a viajar, a visitar distintas cortes
europeas (Holanda, Alemania, Italia), y se enrola en el ejército, donde participó en la
Guerra de los Treinta Años.
Entre 1620 y 1629 se dedicó a viajar. Regresó a París, donde inició la redacción de
sus Reglas para la dirección del espíritu, que contiene las líneas básicas de su
pensamiento y en las que concretó la solución a aquella inspiración recibida en sueños.
Ese mismo año, Descartes decide trasladarse a Holanda en busca de sosiego, pues
París, como confesaba en sus escritos, ofrecía demasiadas distracciones. Holanda, por
otra parte, era uno de los pocos lugares de Europa de la época en donde aún se podía
respirar cierto aire de libertad intelectual, por lo que se había convertido en refugio de
filósofos.
Aunque murió en Estocolmo (Suecia), pasó en Holanda los últimos veinte años de
su vida. Desde la publicación de su Discurso del método, Descartes era conocido y
valorado como intelectual y se carteaba, entre otros, con la reina Cristina de Suecia. Su
admiración hizo que lo llamara a su corte para que lo instruyera personalmente. El filósofo
accedió, pero no calculó las nefastas consecuencias que esta decisión le iba a acarrear.
Entre sus obras destacan las que tratan del método, como las Reglas para la
dirección del espíritu y la más famosa, el Discurso del método. En otras, expuso de modo
sistemático su filosofía; así en las Meditaciones metafísicas y los Principios de la filosofía.
También escribió un Tratado sobre el mundo, que no publicó al enterarse de la condena
de Galileo, y Las pasiones del alma, en la que expone su psicología. Escribió también
otras obras de carácter científico.
Descartes es también por ello el padre del idealismo moderno. Para el filósofo
francés lo primero que podemos decir es que existe nuestro pensamiento y las ideas en él
contenidas: la existencia real e independiente del mundo es una cuestión que habremos
de demostrar.
Esta actitud idealista va a ser ya la de todas las demás filosofías modernas, incluido
el empirismo inglés, para el cual la única realidad admisible es la realidad percibida.
Toda la sabiduría de la época es un viejo edificio falto de unidad e inservible. Hay
que derribar y construir un nuevo edificio enteramente unitario. El plan de la filosofía de
Descartes comienza, por tanto, por solucionar el problema del conocimiento humano.
Vocabulario:
o Razón: para Descartes es la mayor facultad de conocimiento con que cuenta el ser
humano. La razón se encarga de examinar la verdad de las ideas y los razonamientos
y su valor reside precisamente en su independencia respecto a la experiencia
empírica, que para el autor francés será siempre menos fiable. En este contexto, la
razón será el fundamento sólido desde el que buscar una verdad que resista todo tipo
de duda, y por tanto la respuesta adecuada frente a la incertidumbre generalizada
que reinaba en el tiempo de Descartes, tan sólo pocas décadas después de la
irrupción del heliocentrismo y de la reforma protestante.
o Certeza: es un estado subjetivo de seguridad absoluta respecto a la verdad de un
conocimiento determinado, que no puede por tanto ponerse en duda. La certeza
sería en cierto modo el objetivo último del conocimiento humano: es verdad aquello
que se nos presenta con evidencia, y por lo tanto podemos estar seguros del valor de
ese conocimiento. De esta forma habría una correspondencia entre las ideas
evidentes y la certeza que despiertan en nuestro pensamiento. Para Descartes, nada
puede considerarse como verdad, si no podemos asociarlo a la certeza.
o Método: el propio Descartes entiende el método como el “conjunto de reglas ciertas
y fáciles gracias a las cuales todos los que las observen exactamente no tomarán
nunca por verdadero lo es que es falso, y alcanzarán –sin fatigarse con esfuerzos
inútiles, sino acrecentando progresivamente su saber- el conocimiento verdadero de
todo aquello de que sean capaces.” Habría que destacar al menos dos rasgos de
esta definición: la sencillez y la verdad como meta última del mismo. Descartes
concreta las reglas en cuatro: evidencia, análisis, síntesis y comprobación.
o Duda: en un sentido general, la duda consiste en un proceso subjetivo del
conocimiento por el cual cuestionamos el valor de aquello que se nos presenta como
verdadero. Con todo, en la filosofía cartesiana tiene un significado más profundo: la
duda es la primera consecuencia del método cartesiano. Si en su primera regla
Descartes nos aconseja no aceptar como verdadero más que aquello que se
presente como evidente, parece razonable revisar todo lo que conocemos,
someterlo a las mayores y más diversas pruebas de la duda, para quedarnos sólo con
aquellas verdades que superen este proceso. La duda cartesiana no es escéptica, no
pretende destruir el conocimiento, sino más bien alcanzar la verdad, revisando los
fundamentos de todo lo que hemos heredado como verdadero de las autoridades,
la tradición, la historia, etc.
o Hipótesis: en un sentido general de la palabra, cabe entender hipótesis como una
verdad provisional. En el contexto de la filosofía cartesiana cobra un valor añadido al
hacer alusión a una de sus ideas más conocidas: la hipótesis del genio maligno. La
propuesta cartesiana puede entenderse casi como un juego o un experimento
mental: supongamos que hay un genio dedicado a engañarnos permanentemente.
Aun así, ¿seríamos capaces de encontrar alguna verdad indudable? Con esta
hipótesis, Descartes no pretende afirmar la existencia de este genio, sino
sencillamente plantear el argumento más difícil de rebatir en contra de la existencia
de la verdad. Si logramos escapar a esta hipótesis, como hace el autor francés por
medio del cogito, habremos escapado también al más extravagante de los
escepticismos y estaremos en condiciones de afirmar que existe la verdad.
o Cogito: es la primera verdad del sistema cartesiano, a partir de la cual se pueden ir
deduciendo el resto de verdades y, en último término, el conocimiento empírico de la
realidad. El “pienso luego existo” cartesiano (cogito ergo sum) es el reconocimiento
de la intuición directa que cada cual tiene de su propia conciencia, y del valor de
este conocimiento, capaz de superar cualquier ataque de la duda, por más
sofisticado e inverosímil que este sea.
Con el cogito, Descartes sitúa la conciencia, el yo, como fundamento último del
conocimiento y de la verdad del mundo, lo cual resultará problemático pues bastará
elaborar una crítica a este concepto para derrumbar todo el racionalismo que se
está apoyando, en último término, en la subjetividad.
o Idea: contenido mental simple. La palabra idea adquiere por tanto en Descartes un
nuevo significado, alejado del idealismo de Platón. Idea es para Descartes cualquier
contenido de mi mente, por lo que una vez más volvemos a alejarnos de la realidad
para refugiarnos dentro del sujeto de conocimiento. En consecuencia, la verdad para
Descartes será una propiedad de las ideas, y no de las cosas, por lo que esta
subjetivización del concepto de idea nos está alejando del mundo objetivo, con el
que después será muy complicado volver a conectar.
o Sustancia: la definición cartesiana nos indica que sustancia es “una cosa que existe
de tal manera que no tiene necesidad sino de sí misma para existir.” Son sustancia,
para Descartes las cosas particulares. Lo que ocurre es que Descartes reconoce que
esta definición, en un sentido estricto, solo se puede aplicar a Dios, la sustancia
infinita. En cuanto que han sido creadas en algún momento, todas las demás cosas
son sustancia sólo en un sentido derivado, indirecto, “prestado”. Entre todas estas
cosas (sustancia finita) Descartes distinguirá la sustancia extensa (mundo material) y la
sustancia pensante (mundo mental o espiritual). Junto al concepto de sustancia, el
autor francés utiliza los conceptos de atributo (extensión y pensamiento) y modo
(formas en que se dan la extensión y el pensamiento) para completar su explicación
de la realidad.
o Subjetivismo: tendencia a fundamentar la realidad en el sujeto, quitando así valor al
mundo objetivo. Descartes es uno de los autores que inician este subjetivismo, al
fundamentar en el yo el conocimiento verdadero. Aunque luego vuelva a enlazar
con el mundo a través de la demostración de la existencia de Dios, en realidad
estamos ante un autor subjetivista, pues sólo la verdad del cogito puede dar una
respuesta adecuada a la hipótesis del genio maligno. Además, el propio Descartes
nos da una pista sobre el valor que concede a la subjetividad al apuntar en la regla
de la evidencia que la verdad reside en las ideas (contenidos mentales) y no en las
cosas. De hecho, este subjetivismo cartesiano bordeará constantemente el solipsismo:
si no aceptamos su demostración de la existencia de Dios, nos tendríamos que
conformar con el “pienso luego existo” como única verdad absolutamente
indudable.
* CUESTIÓN 3 EBAU: El método cartesiano: las reglas del método y la superación del
escepticismo.
La filosofía sería como un árbol donde se asientan el saber y los cimientos. Las raíces
de este edificio unitario sería la metafísica. El tronco lo constituiría la filosofía natural o
física y las ramas es presentarían como las distintas ciencias particulares (la mecánica, la
medicina y la moral).
Es necesario dar nueva fuerza a este árbol desde sus raíces para que los frutos sean
los adecuados. Dicha revitalización se concretaría en el método cartesiano.
Todas las ciencias, por tanto, son una misma ciencia y, así, todas deben seguir un
método universal. La tradición aristotélica y medieval sostenía la diversidad de métodos,
ya que las ciencias se distinguían unas de otras según el objeto material de su estudio.
Este método universal solo podría encontrarse en las matemáticas –geometría, álgebra-,
pues éstas aportan conocimiento y progreso en su saber.
Las reglas del método cartesiano, tal y como aparecen en el Discurso del Método,
son las siguientes:
Si dudamos de todo nuestro conocimiento, pero aun así queda algo que siga
presentándose como evidente, ese resto indubitable y cierto puede considerarse como
la primera verdad de esta metafísica que estamos buscando. Ésta viene a ser la
propuesta cartesiana: pongamos a prueba todas nuestras verdades, veamos si resisten
incluso los más desconfiados y extravagantes planteamientos de la duda, y si es así,
podremos considerar que aquellas verdades que se nos sigan presentando con
evidencia son lo suficientemente sólidas como para construir toda la metafísica sobre
ellas. Aunque, aparentemente, la duda pueda parecer una estrategia destructiva, su
propósito es, por el contrario, constructivo.
El yo, el sujeto, es por ahora una incógnita, una x: algo, no se sabe qué, que piensa.
El siguiente paso será conocerlo. Para ello, Descartes sólo cuenta con el pensamiento,
pues no puede ni quiere admitir ningún dato que provenga del exterior.
Por eso, su respuesta es que el hombre es una res cogitans, una sustancia
pensante, un ser que piensa. Y como para pensar no hace falta pensar que tenga
cuerpo o que ocupe un lugar, pues todo eso ya ha sido puesto en duda y aun así sigo
pensando, Descartes concluye que el yo, mi alma, es distinta al cuerpo.
Soy una sustancia, una x, cuya actividad consiste en pensar, hasta el punto de que
quizás si dejara de pensar, dejaría también de ser, pues en ese caso no podría saber si
existo.
b) La existencia de Dios
Tras descubrir la existencia del “yo pienso” como primera verdad indubitable, fiel
a su método, Descartes parte de esta primera certeza para demostrar la existencia de la
realidad exterior a la mente. Pero si se ha puesto en duda el contenido de las ideas -y
con ellas, la realidad-, ¿cómo puede el sujeto pensante dar el salto de la mente a la
realidad exterior? Según Descartes, solo Dios hace posible que el “yo pienso” abandone
su soledad. Ha llegado el momento de salir de la subjetividad. Si sólo pudiéramos
conocernos a nosotros mismos, no podríamos vivir, no habríamos hecho nada, la
metafísica sería imposible.
Esta segunda idea innata aparece con claridad y distinción en mi espíritu, porque
mi conocimiento de lo finito e imperfecto solo es posible si poseo una idea de lo infinito y
máximamente perfecto con la que pueda comparar tal imperfección.
No hay que perder de vista el modo de hacer metafísica de Descartes. Nunca sale
de sí mismo, de su razón y sus ideas. Dentro de sí ha encontrado la verdad de su
existencia, ha conocido su naturaleza, ha encontrado la idea de Dios, que le ha
permitido demostrar su existencia… Para saber qué existe, qué hay fuera de nosotros, ya
no hace falta salir afuera, mirar al exterior. Y lo mismo va a hacer para demostrar la
existencia del mundo.
Como los objetos materiales son solo extensión, los explicó exclusivamente en
términos de cantidad, prescindiendo de otros conceptos aristotélicos, como la forma o la
naturaleza, ya que su aceptación significaría dotar a las cosas de principios inextensos.
Asimismo, se apartó por completo de la teoría aristotélica sobre el cambio al
reconocer solo el movimiento local, que definió como una alteración en la posición
relativa de un cuerpo respecto a otros.
Ahora bien, el ser humano requería consideración aparte, ya que, además del
cuerpo, experimentamos en nosotros el pensamiento o alma.
Ahora bien, ¿cómo podemos saber con certeza que somos un compuesto de alma
y cuerpo, y que no somos solo nuestra alma? En su tratado Las pasiones del alma,
Descartes refiere que experimentamos la unión de alma y cuerpo en las pasiones, porque
en ellas ambas sustancias interactúan entre sí.
En efecto, una acción del cuerpo es una pasión del alma; por ejemplo, cuando me
doy un golpe, siento dolor. Por el contrario, una acción del alma se convierte en una
pasión para el cuerpo, como sucede cuando recuerdo que tengo un examen mañana y
noto pesadez de estómago.
Por medio de las pasiones, Descartes se aseguró de la unión entre alma y cuerpo,
pero le planteó el dilema de la “comunicación de las sustancias”: si estamos ante dos
sustancias distintas e independientes, ¿cómo se explica que puedan influirse
mutuamente? La solución de Descartes consistió en relacionar el alma con un órgano al
que denominó glándula pineal y que situó en el cerebro.
* CUESTIÓN 4 EBAU: Relaciones de Descartes con otras corrientes o autores
Sin salirse del idealismo, los filósofos posteriores a Descartes que no eran racionalistas
ofrecieron otras explicaciones sobre el conocimiento. El mayor contraste lo brindaron los
empiristas, quienes coincidieron con él en que solo conocemos ideas y no cosas, pero
rechazaron la existencia de ideas innatas, porque ubicaron el origen del conocimiento en
la experiencia sensible y no en la razón.
Ambos coinciden también en rechazar los sentidos, aunque en un caso sea porque
solo nos muestran el mundo sensible, cambiante y en otro porque a veces nos engañan.
La razón es la única facultad capaz de conocer la verdad, para Platón porque conoce el
mundo de las ideas, eterno o inmutable, y para Descartes porque se atiene a verdades
evidentes, indudables.
Ambos son autores que defienden que el conocimiento es innato, aunque para
Platón eso significa que las ideas las conoce mi alma desde antes de estar unida al
cuerpo, mientras que para Descartes significa que las ideas verdaderas son connaturales
a mi razón, y por tanto por el mero hecho de usarla, van a surgir en mi entendimiento.
Ambos se inspiraron en las matemáticas para hacer su filosofía, pero los separan
más de veinte siglos de descubrimientos matemáticos, y por tanto, “sus matemáticas” son
muy diferentes: en el caso de Platón, inspirada en la “matemática mística” de los
pitagóricos y en la geometría de Euclides, mientras que la de Descartes se basa en el
álgebra que desarrollaron los matemáticos islámicos medievales y que con tanto éxito
estaban aplicando Newton, Galileo, etc., a la nueva Ciencia.
Ambos son autores que podríamos calificar de “idealistas”, dado que reservan a
éstas el más alto grado de veracidad y certeza, entre los distintos tipos de conocimiento
que analizan. Pero la concepción de “idea” que nos presentan es completamente
diferente, sobre todo porque -para Platón- las Ideas, o formas, tienen una “realidad
separada”, una existencia real fuera de mí –de hecho, considera que son más reales que
lo material-, mientras que, para Descartes, son, fundamentalmente, contenido mental,
están en mi pensamiento.
Ambos sostienen que es mediante la razón, y no los sentidos, que vamos a alcanzar
el conocimiento verdadero, pero de nuevo tenemos que destacar sus diferencias,
porque para Platón, el conocimiento es recuerdo, que está enlazado con su versión del
innatismo de las ideas, mientras que para Descartes es razonamiento.
HUME
Tanto los filósofos racionalistas como los empiristas vivieron durante los siglos XVII y
XVIII, pero mientras que los primeros eran oriundos del continente europeo, los segundos
procedían de las islas británicas.
Ese mismo año publica la única obra que, en su opinión, le dio fama: los Discursos
políticos. Como secretario del general Saint-Clair viajó por Francia, Austria e Italia. Más
tarde ocupó un cargo en la embajada de París, donde alcanzó gran renombre entre los
ilustrados franceses, hasta el punto de que a su regreso a Londres le acompañó
Rousseau. Su salud fue empeorando y finalmente muere en Edimburgo en 1776.
Otras obras suyas son sus dos Historias de Inglaterra, un tratado sobre Economía y
sus Diálogos sobre la religión natural.
Vocabulario
Según este filósofo, solo conocemos nuestras percepciones, que son los hechos de
conciencia que experimentamos dentro de nosotros mismos. Dividió las percepciones en
dos géneros: impresiones e ideas.
Las impresiones son percepciones intensas, fuertes y vivaces. Las ideas son
percepciones menos intensas, “copias” o derivaciones de las impresiones, producidas
por la imaginación y la memoria.
En cuanto a su composición, las percepciones pueden ser simples (el olor de esta
comida) o compuestas (esa comida tiene olor, sabor, textura…).
Los diferentes tipos de ideas surgen por mera asociación de ellas, asociación que
es posible gracias a unas leyes de conexión que la mente humana posee.
Hume pensó que el hallazgo de estas leyes de asociación era su gran aportación a
la teoría del conocimiento y las asemejó a las leyes descubiertas por Newton para la
física.
Tipo de juicios
Prosiguiendo con sus numerosas clasificaciones, Hume distinguió dos tipos de juicios
en nuestro conocimiento.
b) El problema de la inducción
El enunciado “el calor dilata los cuerpos” sería un ejemplo de ley científica
sustentada en el razonamiento inductivo. El problema estriba en que sería necesario
observar ese fenómeno en el futuro para que esta ley fuera indiscutiblemente universal.
Para subsanar las dificultades de la inducción, las ciencias físicas reclaman el apoyo
del principio de causalidad. Solo si hay una relación necesaria y real entre la causa
(calor) y el efecto (dilatación), se podría defender la universalidad de la ley antes citada.
Por este motivo, el filósofo escocés se propuso investigar la validez de la relación causal.
c) Crítica a la idea de causalidad:
Sin una experiencia previa, seríamos incapaces de predecir cuáles son los efectos
de una realidad cualquiera. Del movimiento de una bola de billar que va a chocar con
otra que está en reposo, puedo suponer cientos de sucesos distintos al que ocurrirá
realmente.
Por esta razón, todas las conjeturas que hagamos a priori sobre los posibles efectos
serán todas arbitrarias. Yo veo el movimiento de la bola A y el movimiento de la bola B,
pero no veo ninguna “fuerza mística” que salga de una e impulse a la segunda.
d) Costumbre y creencia
La vida cotidiana está dirigida así, por una creencia: la de que la naturaleza se
comportará en el futuro del mismo modo que lo ha venido haciendo hasta el presente.
La razón en nada nos puede ayudar para conocer cuestiones de hecho. Sólo la creencia
(belief), que nunca puede acompañarse de certeza, nos hace avanzar cuando nuestro
conocimiento se basa en la experiencia. El conocimiento del mundo nunca podrá ser, en
consecuencia, racional, seguro, objetivo, cierto. Será siempre empírico, inseguro,
subjetivo, incierto o probable.
Hume entiende la creencia como un “sentimiento” de tipo particular que
acompaña a una percepción y se impone a la mente. Podría valer la siguiente definición:
la creencia es un sentimiento que no depende de nuestra voluntad y que nos obliga a
percibir un objeto de una manera diferente, anticipándonos al futuro o atribuyendo al
objeto propiedades que no son directamente observables. La creencia se basa siempre
en un hábito o costumbre mental, en una tendencia a confirmar una idea, acto u
operación, sin que la razón pueda intervenir en ningún momento.
Hume negará la existencia de las tres sustancias que tradicionalmente habían sido
objeto de estudio de la metafísica, y que también afirmará Descartes dentro de su
sistema filosófico: no existe el yo (pues no tenemos una impresión del mismo), y por la
misma razón también están vacíos de contenido conceptos como el de Dios y mundo.
La idea del yo, de manera clásica, es la idea de la existencia del propio sujeto
como entidad distinta a sus percepciones. Para Hume esto no es así. Al tratar del yo,
Hume se refiere a la identidad personal, a la inmortalidad del alma y a la mente.
La pregunta ¿quién soy yo?, dice Hume, habría que cambiarla por: ¿qué impresión
es la que se corresponde con mi yo, distinta de los contenidos de mi mente?
Sin embargo, afirma Hume, que no podamos justificar la existencia del mundo
como sustancia, no significa que éste no exista: de la existencia del mundo hay creencia,
pero no verdadero conocimiento. Sin duda alguna, Hume no quiso negar realmente la
existencia del mundo externo, sino dejar patente la imposibilidad de conocerlo más allá
de nuestras percepciones.
Hume entendió la moral como la ciencia que se ocupa de las reglas que hay que
seguir para conseguir el bien y la felicidad. Según este autor, la finalidad de esta ciencia
es facilitar el criterio que permita la distinción moral entre la virtud y el vicio, y, en
consecuencia, entre lo que debe o no debe hacerse.
Excluida la razón, el criterio para el juicio moral solo podía hallarse en las pasiones o
sentimientos. Este juicio no es un juicio especulativo, sino un sentimiento de aprobación o
desaprobación acerca de determinadas acciones. Este sentimiento se forma en la mente
cuando se reflexiona sobre las impresiones o ideas que representan dichas acciones.
Pese a que las pasiones pertenecen a los individuos y son variables, Hume mantuvo
que el sentimiento moral no es algo cambiante y relativo. Por el contrario, sostuvo que es
una cualidad universal del alma, común a toda la humanidad.
Así, del mismo modo que existe un instinto natural que nos hace distinguir lo
agradable de lo desagradable, hay un instinto o sentido moral que nos hace apreciar lo
que es bueno y lo que es malo. De este modo, la virtud y el vicio no son cualidades de las
acciones, sino percepciones de la mente, similares a las cualidades de los objetos físicos –
sonidos, colores, etc.–, que para Hume eran también subjetivas.
Una vez establecidos los criterios para acertar en los juicios morales, aún cabe
preguntarse qué es lo que hace que estimemos como buena o mala una determinada
acción o cualidad en una situación concreta. Para responder a esta cuestión, Hume
propugnó que la causa de nuestros sentimientos de aprobación o reprobación moral se
halla en la utilidad.
Ahora bien, Hume entendió por utilidad no solo el propio interés sino también el
común a todos los seres humanos. Desde esta perspectiva, una acción o cualidad
produciría un sentimiento agradable o placentero –y por consiguiente sería buena–
cuando es útil para uno mismo y para los demás.
El empirismo, como toda la filosofía moderna, mostró mucho interés por el estudio
del conocimiento humano, y, al igual que el racionalismo iniciado por Descartes, adoptó
una postura idealista.
Entre las corrientes filosóficas que sucedieron a Hume y secundaron las ideas
empiristas en torno al conocimiento, cabe resaltar éstas:
Racionalismo Empirismo
SEMEJANZAS
Es una filosofía idealista al considerar que Es una filosofía idealista, pues considera
la primera realidad es el pensamiento y que sólo podemos decir que conocemos lo
las ideas en él contenidas. Si existe o no percibido y las ideas que estas
una realidad extramental distinta e percepciones dejan en la mente. Si existe o
independiente es una cuestión a no una realidad que sea la causa de
demostrar posteriormente. nuestras percepciones, no lo sabemos.
Primacía del problema del conocimiento. Para ambas posturas filosóficas, la filosofía
debe comenzar por plantearse y solucionar el problema del conocimiento humano antes
de decir nada acerca de la realidad.
Tenemos autonomía moral, pues es del Tenemos autonomía moral, pues es el
sujeto, de su razón, de donde derivan los propio sujeto en base a sus sentimientos
principios morales. quien determina qué está bien y qué está
mal.
DIFERENCIAS
Sobre el problema del conocimiento
Immanuel Kant vivió con sumo interés las transformaciones políticas, culturales y
sociales de su época, el siglo XVIII y el arranque del siglo XIX. El siglo XVIII fue un periodo
de apogeo económico y de crecimiento de
El siglo XVIII se conoce como Siglo de las Luces, metáfora que pretende reflejar el
reconocimiento del poder de la razón para comprender y organizar el mundo. La razón,
que ilumina con su saber, favorecerá el progreso, frente al poder de las tinieblas de la
etapa anterior, que ya quedó definitivamente superada.
Como fruto del cambio paulatino de la mentalidad, los intelectuales del siglo XVIII
sometieron toda la realidad a los dictámenes de la razón, una razón autosuficiente que,
unida a las aportaciones matemáticas y a la observación empírica, determinará las leyes
que regulan el funcionamiento de la naturaleza.
En este siglo se produce una apuesta universal por la educación ilustrada como
medio necesario para abandonar el estado de ignorancia en el que la mayoría de los
seres humanos se encuentran inmersos. Todos deberían ser instruidos.
Vida y obras de Kant
Kant no sólo es –con Hume- el más importante filósofo del siglo XVIII, y, por tanto, un
filósofo ilustrado, sino que además abrió nuevos caminos al pensamiento y determinó
toda la filosofía posterior, especialmente en Alemania. Su vida exterior careció de
acontecimientos de importancia, ya que toda su existencia estuvo dedicada al
pensamiento.
Este periodo, que se prolongó hasta 1770, suele denominarse período precrítico, y
en él estuvo muy presente la formación recibida en la universidad. Esta educación
comprendía el racionalismo de Leibniz (1646-1716) y de Wolff (1679-1754), así como los
avances científicos de la física de Isaac Newton (1643-1727).
El año 1770 suele identificarse con el inicio del llamado periodo crítico, en el que
incorporó ideas de David Hume (1711-1776) y de Jean-Jacques Rousseau (1712-1778) y
elaboró su propia filosofía. Ese mismo año logró mejorar su precaria situación económica
al conseguir la cátedra de Lógica y Metafísica de la Universidad de Königsberg.
A partir de ese momento, Kant pudo dedicarse con más tranquilidad a la reflexión
filosófica y al desarrollo de su proyecto de investigación sobre la razón teórica y la razón
práctica. En 1781 salió a la luz la primera edición de la Crítica de la razón pura y, a partir
de entonces y hasta poco antes de su muerte, acaecida en 1804, publicó sus obras
filosóficas más significativas.
En 1786, Kant aceptó el cargo de rector de la universidad. En 1789 contempló con
simpatía los sucesos de la Revolución francesa. Kant nunca abandonó su ciudad natal y
sus alrededores y, sin embargo, permaneció en contacto con las ideas y los
acontecimientos sociopolíticos de su tiempo a través de la prensa. Fue una persona
metódica, ordenada y de trato amable, que siempre mantuvo buenas y estrechas
relaciones con la sociedad local.
Fruto de ello son sus tres obras más importantes: Crítica de la razón pura (1781),
Crítica de la razón práctica (1788), Crítica del juicio (1790). Otras obras son: Los
prolegómenos a toda metafísica futura, La fundamentación de la metafísica de las
costumbres, La paz perpetua y La religión dentro de los límites de la razón.
Cansado y habiendo perdido en parte la visión, después de llevar una vida sin brillo
aparente, propia de un profesor con costumbres regulares y totalmente entregado a su
trabajo, muere en 1804, a causa de una grave demencia senil y tras una lenta agonía. Su
entierro constituyó una pública manifestación de tristeza en la ciudad.
a) ¿Qué podemos saber? Este interrogante se desglosa, a la vez, en otros dos: ¿qué
podemos conocer? y ¿qué ciencias podemos desarrollar? Problema del
conocimiento.
b) ¿Qué debemos hacer? Es decir, ¿qué hacer con nuestra libertad? ¿Cómo
debemos comportarnos? Problema ético.
c) ¿Qué nos cabe esperar? Que se desglosa en dos: ¿qué nos cabe esperar de la
Historia? Y ¿qué nos cabe esperar más allá de la vida? Problema del sentido de la
Historia y de la religión.
* CUESTIÓN 2 EBAU:
Vocabulario
o Sensibilidad: en la CrP encontramos una definición del propio autor, según la cual “la
capacidad (receptividad) de recibir representaciones, al ser afectados por los
objetos, se llama sensibilidad”. La sensibilidad por tanto es receptividad, pero cuenta
también con dos estructuras a priori en las que “encajar” el caos de impresiones que
recibe. Se trata del espacio y el tiempo, que Kant llama formas a priori de la
sensibilidad. Las sensaciones situadas por la sensibilidad en el espacio y el tiempo
reciben el nombre de fenómeno.
o Entendimiento: es la espontaneidad del conocimiento, su capacidad de producir
representaciones. El entendimiento se encarga de pensar el fenómeno, aplicándole
una serie de categorías, que son constitutivas de nuestro modo de conocimiento. El
entendimiento, por tanto, va analizando el fenómeno tratando de aplicar alguna de
sus categorías al mismo, aspirando a la comprensión. Kant no le da más importancia
al entendimiento que a la sensibilidad. Ambos deben colaborar para que se pueda
dar el conocimiento, tal y como aparece recogido en una de las frases más citadas
de las CrP: “Los pensamientos sin contenidos son vacíos; las intuiciones sin conceptos
son ciegas.” El resultado al que llega el entendimiento es el objeto de conocimiento
sobre el que es posible formular juicios.
o Razón: tercera facultad de conocimiento, que se encarga de relacionar los juicios
entre sí, buscando nuevos juicios más abstractos, con más capacidad comprensiva.
La tarea de la razón es descubrir nuevo conocimiento combinando entre sí los juicios
creados por el entendimiento. En este proceso, se crearán nuevos conceptos que
estarán justificados siempre que se puedan referir a objetos de conocimiento, es
decir, fenómenos pensados por el entendimiento. La tarea de la razón corre el peligro
constante de ir más allá de su capacidad: cuando el punto de partida no es el
objeto, sino las ideas, los conceptos o las categorías del entendimiento, la razón crea
argumentos, teorías e ideas que no pueden contrastarse con la realidad y por tanto
carecen de validez. Esto es precisamente lo que ocurre con la metafísica.
o A priori: anterior a la experiencia. Los juicios a priori son aquellos que se pueden
formular antes de conocer el objeto del que se habla. Buena parte del conocimiento
a priori es también analítico, es decir, el predicado no añade información al sujeto. El
conocimiento a priori es propio de la lógica y las matemáticas. Sin embargo, no todo
el conocimiento a priori se mueve el terreno de las ciencias formales. Precisamente la
tesis fuerte de la CrP de Kant es que existe conocimiento a priori relacionado con la
experiencia, y formulado en lo que Kant llama juicios sintéticos a priori. Estos juicios
previos a la experiencia son posibles porque el sujeto de conocimiento somete la
experiencia particular a sus estructuras innatas y universales de conocimiento lo cual
permite generalizar esa experiencia y elaborar una ley. De esta forma es posible
afirmar, a priori, cuándo habrá un eclipse lunar o cuál será la velocidad de un objeto
sometido a una fuerza determinada.
o A posteriori: posterior a la experiencia. El conocimiento basado en la experiencia se
formula en juicios sintéticos a posteriori, en los que el predicado sí que añade
información al sujeto. Es decir, gracias al conocimiento a posteriori podemos saber y
describir cómo son las cosas aquí y ahora. El conocimiento a posteriori, cuando no
está organizado o sistematizado por alguna idea, es el propio de la vida cotidiana,
por lo que resulta esencial para el ser humano, aunque carece de validez científica.
o Categoría: es la herramienta principal que utiliza el entendimiento para pensar el
fenómeno. Serían conceptos puros, vacíos de contenido y que necesitamos para
comprender la naturaleza. Kant ofrece un listado de las que serían las 12 categorías
del entendimiento:
o De la unidad: unidad, pluralidad, totalidad.
o De la cualidad: Realidad, negación, limitación.
o De la relación: inherencia y subsistencia (sustancia y accidente), causalidad y
dependencia (causa y efecto) y comunidad (acción recíproca entre agente
y paciente).
o De la modalidad: posibilidad-imposibilidad, existencia-no existencia,
necesidad-contingencia.
o Fenómeno: conjunto de impresiones sensibles situadas en las formas a priori de la
sensibilidad, es decir, en el espacio y el tiempo. El fenómeno es el resultado de la
interacción entre la sensibilidad y la naturaleza y es el punto de partida sobre el que
empieza a trabajar el entendimiento. El fenómeno es condición de posibilidad del
conocimiento, pero no un límite del mismo: gracias a la intervención del
entendimiento y la razón podemos ir más allá del fenómeno, pero hemos de ser
conscientes de que si ambas facultades se ponen en funcionamiento al margen del
fenómeno el resultado será un conocimiento solo aparente, sin referente real. Esto es
lo que le ocurre precisamente a la metafísica, que en su avance teórico prescinde
del fenómeno.
o Noúmeno: es la cosa en sí, lo incondicionado. Del noúmeno no se puede conocer
absolutamente nada, pues todo nuestro conocimiento está mediatizado por la
sensibilidad, el entendimiento y la razón. Kant utiliza expresiones como “entes
inteligibles” o “cosa que ha de ser pensada (solo mediante un entendimiento puro)
como cosa en sí misma, y no como objeto de los sentidos”. El noúmeno es condición
de posibilidad del fenómeno: sería el ser de la realidad sin verse afectado por nuestro
modo de conocer. Tiene que existir para que haya fenómeno, pero en la medida que
conocer es ya afectar la realidad, ajustarla a nuestra forma de conocer, el noúmeno
quedará siempre inaccesible para el ser humano.
o Imperativo: es una regla práctica por medio de la cual la razón expresa un deber. En
la ética de Kant se distinguen de las máximas, que serían principios subjetivos de
acción. Así el imperativo pretende para sí una cierta carga de universalidad y
racionalidad que no tiene por qué estar presente en las máximas.
o Categórico: es aquel imperativo que se caracteriza por su necesidad, universalidad y
racionalidad. El deber que expresa el imperativo categórico es incondicionado: no
importa cuáles sean las visiones del bien o las condiciones de vida de cada cual. Si
somos racionales, hemos de aceptar la validez de este imperativo. El imperativo
categórico no vale de un modo condicional, es decir, no está supeditado a un
modelo de felicidad o vida buena.
o Autonomía: es uno de los rasgos distintivos de la ética de Kant, y consiste en la
capacidad del sujeto de darse normas a sí mismo, conforme a la razón que se pone
en juego en esta actividad. La autonomía va ligada así a la racionalidad y termina
convertida en la clave de la ética de Kant: pretende ser una de las primeras éticas
autónomas de la historia, frente a los planteamientos heterónomos que le
precedieron. Las éticas materiales nos proporcionan un conjunto de deberes
supeditados a una concepción de la felicidad. La ética forma de Kant es una ética
de la autonomía y en este sentido representa una invitación permanente a que sea el
propio sujeto en el ejercicio de su racionalidad, el que determina qué debe hacer en
cada circunstancia. Así, la autonomía dará el salto de la ética a la filosofía de la
historia: la célebre definición kantiana de la Ilustración como “salida del hombre de su
autoculpable minoría de edad” señala la autonomía como el valor ilustrado por
excelencia.
* CUESTIÓN 3 EBAU: La Crítica de la Razón Pura: la teoría del conocimiento y la posibilidad
de la metafísica como ciencia
Por eso, la pregunta “¿es posible la metafísica como ciencia?” nos conduce a otra
anterior: ¿cómo es posible la ciencia? Una vez que sepamos cómo es posible, podremos
volver a la cuestión inicial para resolver esa hipotética posibilidad.
Los juicios analíticos son aquellos en los que el concepto del predicado se incluye
en el concepto del sujeto. Si afirmamos, por ejemplo, “todos los cuerpos son extensos”,
entendemos que el concepto “extenso” está contenido en el concepto de cuerpo.
Los juicios sintéticos, en cambio, son aquellos en los que el predicado no está
comprendido en el sujeto. Cuando decimos “Este cuerpo pesa 20 kilos”, el predicado “20
kilos” no es una propiedad incluida en el concepto de cuerpo.
Kant consideró un tercer tipo de juicios, los sintéticos a priori, que son los que
emplea la ciencia, es decir, las matemáticas y la física. Son sintéticos porque se aplican a
los objetos de la experiencia, de modo que aumentan el conocimiento; pero, al mismo
tiempo, son a priori, pues su verdad se funda en conceptos que no provienen de la
experiencia, por lo que son universales y necesarios.
Las tres facultades del conocimiento que Kant distingue en el hombre son:
sensibilidad, entendimiento y razón. La sensibilidad realiza el conocimiento sensible, el
entendimiento formula juicios y la razón enlaza los juicios y razona. Kant realizó un estudio
de cada facultad en la Estética Trascendental, Analítica Trascendental y Dialéctica
Trascendental, respectivamente.
A través de los sentidos recibimos impresiones que son ordenadas por la facultad
de conocer del sujeto que las recibe. Kant denomina a las impresiones “materia del
conocimiento”, y a lo que aporta el sujeto que las conoce –esa ordenación- lo llama
“forma del conocimiento”.
Kant se cuestiona cómo son posibles los juicios sintéticos a priori en las
matemáticas. Las matemáticas se desglosan en aritmética y geometría. La geometría
versa sobre el espacio; la aritmética sobre la sucesión (toda sucesión es algo temporal).
El espacio, al ser aportado por el sujeto que conoce, posee las características de
universalidad y necesidad, lo otorga a la geometría la categoría de ciencia. Lo mismo
ocurre con el espacio respecto a la aritmética. Queda así demostrado cómo es posible
la matemática como ciencia.
ANALÍTICA TRASCENDENTAL:
Podemos percibir sensaciones de una mesa, pero, para poder comprender qué es
una mesa (para poder pensarla) necesitamos que el entendimiento actúe sobre esa
percepción (fenómeno). El entendimiento actuará sobre esa primera síntesis que es el
fenómeno, es decir, la materia del entendimiento. El paso siguiente sería determinar
cómo puede pensar el entendimiento esa materia.
Y esa tarea se hace mediante juicios, a través de los cuales predicamos algo de un
sujeto. Por ello, el entendimiento puede ser considerado como la facultad de los
conceptos o la facultad de los juicios, la capacidad de juzgar.
¿Qué función tienen, pues, los conceptos puros o categorías? Unificar las
impresiones sensibles dadas en el espacio y en el tiempo: si no se diera esa función
unificadora, nos quedaríamos con un conjunto de impresiones inconexas y
desarticuladas. Sin conceptos, no es posible unificar las impresiones sensibles, no es
posible juzgar, no es posible conocer.
Por lo tanto, las categorías no tienen aplicación válida más allá de los fenómenos,
no pueden aplicarse válidamente a realidades más allá de la experiencia.
DIALÉCTICA TRASCENDENTAL
La razón busca encontrar juicios cada vez más generales, que abarquen y sirvan
de fundamento a una multiplicidad de juicios particulares: el juicio “todos los animales
son mortales” sirve de fundamento a otros muchos juicios (“los perros son mortales” ...); el
juicio “todos los vivientes son mortales” abarca juicios más generales aún, sirviéndoles de
fundamento (“los animales son mortales”, “las plantas son mortales”). La razón es, pues,
de tal naturaleza, que tiende a encontrar condiciones (hipótesis, leyes) cada vez más
generales, que abarquen y expliquen un mayor número de fenómenos.
Pero esta tendencia de la razón lleva inevitablemente a traspasar las barreras de
los datos sensibles, en busca de lo incondicionado. La razón busca síntesis más generales
que sean la explicación de todo lo conocido y llevará a cabo una síntesis superior: las
IDEAS TRASCENDENTALES, es decir, el universo como totalidad, el alma y Dios.
Por tanto, para Kant, las IDEAS son formas a priori de la razón. El problema radica
en que la razón no maneja elementos a posteriori, ya que no existe fenómeno alguno
atribuible al yo como totalidad, al mundo o a Dios. La metafísica, por tanto, no puede
calificarse como ciencia.
Razón teórica y razón práctica no son dos razones diferentes en el ser humano, sino
dos funciones perfectamente diferenciadas de una misma y única facultad racional. A la
razón práctica no le interesa conocer cómo es, de hecho, la conducta humana, ni
cuáles son los motivos empíricos o psicológicos (deseos, sentimientos, intereses...) que
impulsan a los hombres a actuar. Sólo le interesa conocer cuáles deben ser los principios
que han de guiarle si quiere actuar racionalmente, moralmente.
Según Kant, la razón teórica se ocupa del ser, mientras que la moral (la razón
práctica) se ocupa del “deber ser”. Mientras que la razón teórica enlaza juicios, la razón
práctica formula imperativos o mandamientos morales, juicios morales acerca de
nosotros mismos y de los demás. Y la existencia de la conciencia moral (el hecho de
formular juicios morales) es tan cierto como la existencia del conocimiento científico.
Por tal motivo, Kant rechaza las éticas denominadas materiales o heterónomas
–aquellas que dictaminan la posible bondad de una acción en función de la
consecución de un fin-. Son éticas que se fundamentan en el contenido de las acciones.
Ejemplo de moral heterónoma sería la moral cristiana. Esta afirma, por ejemplo, que
robar es malo porque el propio hecho de robar es en sí mismo malo (pues aparta de la
unión con Dios, fin último del ser humano).
Según Kant, la posible bondad o maldad de una acción tiene que decidirse
independientemente de su contenido, a priori por tanto, de manera que se pueda
establecer como ley universal y no con respecto a un fin.
Kant, con esto, no está afirmando, según el ejemplo expuesto, que robar sea
bueno o malo según las circunstancias. La cuestión es más profunda, pero fácil de
comprender. El fundamento de la moral tiene que ser independiente de lo empírico.
Defiende Kant que no es un concepto dado del bien lo que determina que algo sea
bueno o malo, sino que es la propia capacidad moral del ser humano la que debe
concretar qué es el bien o lo bueno. Por todo eso, a la ética kantiana se la califica como
moral autónoma.
1. Las éticas materiales son empíricas, y por lo tanto, son a posteriori. No están
extraídas de principios universales, sino que sus principios provienen de la experiencia.
Estas tres dificultades hacen que las éticas materiales no posean validez para
determinar de una forma universal y necesaria el comportamiento humano, por lo que
han de ser sustituidas. Solamente una ética formal, con las características contrarias,
puede ser válida para Kant:
2. No puede ser hipotética sino categórica: los actos se deben realizar no movidos
por una causa particular, sino independiente de ella.
Las dos primeras carecen de valor moral, mientras que la tercera sí lo tiene.
La primera formulación del imperativo categórico es: "obra de tal manera que
quieras que la máxima de tu comportamiento se convierta en ley universal". La ley se
convierte en un fin en sí misma, de ahí que Kant lo formulara también como "actúa
siempre de tal modo que uses a la humanidad, tanto en tu persona como en la de los
demás, como una finalidad en sí mismo y nunca como un medio".
Otro filósofo, más cercano a Kant en el tiempo, como es Hume, sostiene que el
origen del conocimiento está en los sentidos y la experiencia constituye el criterio de
validez y límite de éste. Asimismo, evidentemente para Kant el conocimiento no existe
más allá de la experiencia (fenómenos), coincidiendo con Hume que afirma que nuestro
conocimiento está limitado a las impresiones, frente a Descartes que defiende que el
conocimiento es ilimitado.
Conclusión
Kant recogió la mayor parte de los temas de la Ilustración. Además, tuvo el mérito
de resumir y sintetizar lo más esencial de los principios del racionalismo continental y del
empirismo inglés. La filosofía de Kant produjo un poderoso movimiento en Alemania,
cuyo fruto principal sería la aparición del idealismo (Hegel).
La gran novedad de Kant fue poner como fundamento de todo al propio sujeto y
su razón. Para Kant, es el sujeto el que establece desde sí mismo el orden moral universal
y común a todos; es el sujeto el que postula la racionalidad práctica de la existencia de
Dios y de la creencia religiosa; es el sujeto el que descubre su propia libertad que ha de
plasmarse en un orden político decidido por todos y no impuesto por unos pocos.
En el siglo XX, también el neokantismo es una corriente que volvió a leer sus obras
en la llamada escuela de Marburgo y las interpreta en el sentido de haber liquidado
definitivamente la metafísica, coincidiendo así con Heidegger. También en el siglo XX no
se entenderían sin Kant la fenomenología de Husserl, la filosofía analítica y el nuevo
marxismo de la escuela de Frankfurt.
Filosofía contemporánea
* CUESTIÓN 1 EBAU:
Karl Marx (1818-1883) nació en Tréveris (Prusia), dentro de una familia acomodada
de origen judío. Su padre, jurista de profesión, se vio obligado a renunciar a sus creencias
y a convertirse al protestantismo para poder ejercer su trabajo, proceso por el cual
terminaron pasando también sus hijos y su esposa. Este suceso marcará profundamente
la relación de Marx con la religión.
Marx, como muchos otros filósofos antes que él, pretendió convertir la filosofía en
una ciencia que fuera capaz de explicar el conjunto de la realidad, pero también quiso
que su filosofía sirviera para criticar la realidad histórica que le tocó vivir y ayudar así a
transformarla. Su filosofía, pues, tuvo dos pretensiones relacionadas entre sí:
No estamos ante una de las obras más citadas de Marx, pero sí ante una obra de
referencia. En concreto, el fragmento propuesto pertenece al Prólogo de la obra, en el
que Marx resume sus ideas más importantes.
A este respecto, serán las propias contradicciones internas del sistema capitalista
las que le conducirán al colapso. La desigualdad y la injusticia de la base económica
son, en este sentido, los motores del cambio económico y social, responsables de los
cambios que pueden ocurrir en el terreno cultural e ideológico.
* CUESTIÓN 2 EBAU:
Vocabulario
o Dialéctica: idea que Marx hereda de Hegel, sería el esquema teórico y conceptual
que serviría para darnos una explicación de la realidad y el conocimiento, pero
especialmente de la historia. La tesis central de la dialéctica consiste en afirmar que
el conflicto y la oposición, lejos del estatismo o la identidad, son el fundamento último
de todo. Así, la dialéctica estará organizada en tres momentos: tesis-antítesis-síntesis.
Esta síntesis, que supera el conflicto de tesis y antítesis conservando alguno de sus
rasgos, sería el punto de partida para un nuevo proceso dialéctico, tanto en la
realidad como en la historia.
o Materialismo histórico: es la aplicación de la dialéctica a la comprensión de la historia
de la humanidad, y una de las aportaciones filosóficas más importantes del marxismo.
La tesis central del materialismo histórico consiste en afirmar que la lucha de clases es
el motor de la historia. Así, para Marx, las condiciones materiales de vida estarían en
la base de la historia, y habría que buscar en la oposición de clases sociales y la
economía la explicación de todo cuanto acontece. La historia de la humanidad se
podría resumir en la sucesión de los diferentes modos de producción, y en cómo en
cada uno de ellos una clase social domina sobre otra en la producción de riqueza y
esta dominación se traslada a la sociedad y la cultura, configurando todos los
ámbitos de la vida.
o Praxis: es la práctica, la acción, y es también uno de los conceptos centrales del
marxismo. Podemos situarlo al menos en dos contextos, uno más general y otro más
filosófico. En su sentido más general, para Marx el ser humano es acción, trabajo:
praxis. Sin embargo, ya desde el esclavismo, el primer modo de producción de la
historia, el trabajo manual se ha valorado de una forma despectiva. Precisamente
porque las valoraciones serán realizadas por los amos, se considera que el trabajo
intelectual o teórico es superior al práctico, creando así un prejuicio que se ha
consolidado hasta nuestros días y que va en contra de lo más propios y característico
del ser humano: la acción. En segundo lugar, cabe relacionar este concepto con la
propia filosofía: la crítica fundamental que le dirige Marx es precisamente la de
haberse convertido en un ejercicio especulativo, sin relación alguna con el cambio
social. Para él, la filosofía debe ser práctica, y centrándose en esta praxis colaborar
en la transformación de la sociedad, tal y como se lee en la famosa tesis XI sobre
Feuerbach: “Los filósofos no han hecho más que interpretar de diversos modos el
mundo, pero de lo que se trata es de transformarlo”.
o Alienación: es un proceso económico, social y cultural, por el cual el ser humano se
convierte en una cosa distinta a lo que es. Podría entenderse como un sinónimo de
deshumanización o cosificación y es un fenómeno característico de todos los modos
de producción a excepción del comunismo. En el capitalismo adquiere cuatro
sentidos: el ser humano vive alienado respecto a la naturaleza, respecto al trabajo,
respecto al producto del trabajo y respecto a la sociedad. Hay alienación en todos
estos sentidos porque la esencia del capitalismo consiste en poner el capital por
encima del trabajo, y a partir de aquí la deshumanización y la pérdida de dignidad
del trabajador se van extendiendo a diferentes ámbitos de la vida económica, social
y cultural.
o Infraestructura: es la base de todo modo de producción y está compuesta por las
relaciones de propiedad y las relaciones de producción. La infraestructura entonces
es el modo de organizar la producción, distribución y producción de bienes en una
sociedad determinada, lo que implica configurar a su vez todo un sistema social,
cultural, político, etc. En este proceso, toda infraestructura asigna un lugar
determinado al ser humano, dependiendo si pertenece a una u otra clase social. Este
tipo de cuestiones clave (qué y cómo se produce, cómo se reparten las funciones de
esta producción etc.) terminan determinando el tipo de sociedad que se forma,
creando una superestructura que será coherente con esta base económica.
o Superestructura: es el conjunto de representaciones e instituciones artísticas,
culturales, religiosas, políticas y jurídicas que han sido creadas por la infraestructura
con un fin predominantemente ideológico. Esto quiere decir que todos los
componentes de la superestructura sirven a un doble fin: ocultan el conflicto que hay
en la base y legitiman la situación vigente. Concretándolo en el capitalismo: el arte,
la propia filosofía, la religión, el ordenamiento jurídico y quienes velan por su
cumplimiento y las propias instituciones políticas como el parlamento son creaciones
de los burgueses para mantener y fortalecer la explotación sobre el proletariado, que
vive en una sociedad en la que los jueces le explican por qué “las cosas son así”, y en
un parlamento que representa los intereses de los dueños de los medios de
producción. Para que la conciencia de clase no aumente y ponga en peligro la
continuidad del sistema se ponen en marcha los mecanismos culturales que distraen
o entretienen a las masas, haciéndoles olvidar la explotación que sufren.
o Fuerzas productivas: es el conjunto de todos aquellos factores que intervienen como
motores de la producción. Aplicado al capitalismo, sería la suma de los medios de
producción y del trabajo, que reflejaría la oposición entre burgueses y proletarios.
Ambas clases sociales son dueñas de su trabajo, pero a mayores los burgueses son los
dueños de los medios de producción y esto les sitúa en una posición claramente
ventajosa respecto a los proletarios, que se ven obligados a vender su capacidad de
trabajo aceptando los términos y condiciones impuestas por los burgueses.
o Medios de producción: es el conjunto de herramientas y máquinas necesarias para
producir bienes. En el capitalismo, los medios de producción pueden comprarse y
venderse, es decir, están protegidos por la ley que los entiende como una propiedad
privada. Aquí está una de las raíces de las desigualdades: los burgueses que poseen
estos medios parten con una ventaja innegable respecto a los proletarios, que están
obligados a “vender” su trabajo a los burgueses para poder utilizar estas máquinas. Es
bien sabido que una de las propuestas del marxismo consiste en abolir la propiedad
privada: en varios textos marxistas se puede leer el énfasis de Marx respecto a la
propiedad privada de los medios de producción. Es necesario abolir esta propiedad,
pues es el origen de la desigualdad entre clases sociales.
o Lucha de clases: es la oposición y el enfrentamiento entre dos clases sociales, que
constituye el motor fundamental del cambio social y de la historia. En cualquier modo
de producción se constituye una clase social dominadora que por definición es la
negación de la otra clase social. Esta negación se refleja en diferentes ámbitos: en la
base en la producción y distribución de bienes y riqueza, pero después en el resto de
espacios, como la cultura, la política y la sociedad. La lucha de clases es necesaria
para que la historia progrese y se termine produciendo el hundimiento del
capitalismo, dando paso a la sociedad comunista, que al abolir la propiedad de los
medios de producción se caracterizará precisamente por ser una sociedad sin clases
sociales.
o Trabajo: es la actividad transformadora ejecutada por el ser humano y que tiene
como finalidad la transformación de la naturaleza para producir bienes. En esta
definición aparecen al menos tres aspectos a destacar. En primer lugar, que el
trabajo puede considerarse como lo definitorio del ser humano, su esencia. Somos
fundamentalmente trabajo, y esta actividad tiene un carácter prácticamente ético:
nos realizamos en el trabajo, pero en un trabajo humanizador. Por otro lado, por
medio del trabajo nos ponemos en contacto con la naturaleza, que es comprendida
por el marxismo como algo más que un mero recurso. El trabajo ha de respetar la
naturaleza cuyo valor ha de ponerse siempre por encima del capital.
La relación entre el ser humano y la naturaleza no puede ser de explotación, lo cual
es propio del capitalismo, sino de respeto por los recursos que, no lo olvidemos, son
imprescindibles para la realización del trabajo y pueden acabar con este si no se
utilizan de un modo responsable.
o Plusvalía: es la diferencia entre el coste de producción de un bien determinado y el
precio de mercado del mismo. El precio de cualquier producto es resultado de la
suma de la materia prima, los medios de producción y el trabajo necesario para
producirlo. El capitalismo funciona añadiendo a este precio una cierta cantidad, que
es precisamente la plusvalía o valor añadido, que sirve precisamente para señalar la
contradicción fundamental del capitalismo. La burguesía niega al proletariado
porque se apropia en exclusiva de esta plusvalía que ha sido producida gracias a la
colaboración de ambos, pues los burgueses aportan materias primas y medios de
producción (ambos conceptos podrían englobarse bajo el término “capital”) y los
proletarios contribuyen con su trabajo. Esta colaboración no se refleja en el reparto
de beneficio, del que se apropian únicamente los burgueses. Así en el sistema
capitalista los proletarios ven cómo los burgueses se apropian de algo, la plusvalía,
que han producido de forma conjunta.
* CUESTIÓN 3 EBAU: El humanismo de Marx. Teoría de la alineación.
Puede afirmarse que Marx mantiene el ideal ilustrado en cuanto que pretende la
liberación del hombre. Su objetivo era la transformación del mundo y acabar con la
explotación del hombre por el hombre. No es extraño, por lo tanto, que en filosofía
marxista se entremezcle con estudios sobre la sociedad, la historia o la economía.
Desde el inicio de su reflexión filosófica, Marx desarrolló una teoría naturalista del
hombre que debía fundamentar su crítica al pensamiento anterior, así como su
superación.
El hombre se hace a sí mismo. No existe una esencia humana ya dada, fija. El ser
humano se produce a sí mismo a través de la historia y en la sociedad a través de su
acción, esto es, trasformando la naturaleza.
Marx consideró que el ser humano debe relacionarse con otras cosas y con otros
hombres, por lo que, en cierto sentido, para realizarse ha de desposeerse de sí mismo.
Esta enajenación no es negativa, ya que pertenece al modo de ser del hombre. Pero
existe para Marx otra forma de enajenación que implica la negación del propio hombre y
que denominó, siguiendo a Feuerbach, alienación.
Dos formas más de alienación justifican las anteriores alienaciones del hombre: la
religiosa y la filosófica.
La causa de la alienación religiosa surge del estado de miseria del hombre. Debido
a su sufrimiento, los hombres se ven obligados a buscar consuelo. La religión se convierte
así en «el opio del pueblo». Dios es para Marx, siguiendo a Feuerbach, un ser imaginario
en el que los hombres proyectan atributos que solo le pertenecen a él, pero de los que
se encuentra desposeído. Sin embargo, a diferencia de Feuerbach, Marx sostuvo que un
sistema económico justo haría innecesaria la religión.
b) Materialismo histórico, que es una explicación sobre la situación histórica del ser
humano, la formación de las sociedades y el sentido final de la historia. Fue
desarrollada en su totalidad por Marx.
Marx distingue en esta infraestructura dos fuerzas dialécticas opuestas entre sí: las
fuerzas productivas y las relaciones de producción. Las relaciones de producción son las
relaciones que se establecen entre los hombres de acuerdo con su situación respecto a
las fuerzas productivas (trabajador, materia prima, maquinaria, etc.).
Aunque el progreso adviene de forma necesaria, Marx considera que los seres
humanos pueden acelerarlo. Esto es posible gracias a la lucha de clases que surge de la
desigualdad entre los hombres y que se deriva de las condiciones materiales
(económicas). La clase dominante quiere seguir manteniendo la propiedad sobre los
medios, mientras que la clase dominada busca destruir los privilegios. El enfrentamiento
entre ambas clases (tesis y antítesis) lleva a una síntesis en la que surge una nueva clase,
punto de partida, a su vez, de un nuevo conflicto. Marx y Engels aplicaron esta teoría a la
historia de las civilizaciones.
Esta fase de “dictadura” fue concebida por Marx como necesaria, pero
provisional: una vez que el proletariado tome el poder, entonces el siguiente paso será
hacer desaparecer al Estado.
Una vez que hayan desaparecido las diferencias de clase, los trabajadores se
organizarán en comunas de producción, en las que todo será de todos y en las que el
criterio de justicia y de reparto será: “De cada cual, según sus capacidades; a cada
cual, según sus necesidades”. En este tipo de sociedad se superarán todas las
alienaciones. El trabajador se identificará con el producto de su trabajo y nadie estará
por encima de nadie. Terminará entonces -dice Marx- la prehistoria de la Humanidad y
comenzará la auténtica Historia.
* CUESTIÓN 4 PAU:
Conclusión
Quizá desde la época de los sofistas y Platón no había estado nunca la filosofía tan
determinada por los problemas políticos y sociales. La filosofía de Marx ha tenido una
enorme importancia e influencia, no sólo en el campo del pensamiento, sino también en
la realidad histórica del mundo contemporáneo.
Marx generó una corriente de pensamiento que se desarrolló en los países en los
que triunfó la revolución comunista, principalmente en la Unión Soviética. Los dirigentes
de la revolución, Lenin y Stalin, adoptaron las principales ideas de Marx, aunque
modificaron algunos postulados.
* CUESTIÓN 1 EBAU:
Friedrich Nietzsche vivió durante la segunda mitad del siglo XIX europeo. Uno de
los acontecimientos más relevantes de este periodo fue el fracaso de la Revolución de
1848 en Francia y en otros países. Federico Guillermo IV, que reinaba en Prusia y que
había sido mentor del padre de este filósofo, permitió el triunfo de los revolucionarios en
un primer momento, pero posteriormente optó por reprimirlos mediante la fuerza militar.
Los movimientos nacionalistas y democráticos fueron derrotados políticamente por el
absolutismo del Antiguo régimen, pero sus ideas siguieron impregnando la sociedad
europea.
La segunda mitad del siglo XIX también fue testigo de la unificación alemana,
promovida por Bismarck (1815-1898), canciller de Prusia, quien convirtió Alemania en la
primera potencia europea hasta su derrota en la Primera Guerra Mundial. Nietzsche
criticó la idea de un Estado fuerte, porque, además de eliminar a los individuos, lo
consideraba un ente creado por los débiles, que no pueden defenderse por sí mismos,
para vengarse de los poderosos.
Durante el último cuarto del siglo XIX, Nietzsche advirtió síntomas de agotamiento
moral en muchos fenómenos sociales y culturales que se consideraban depositarios de la
Modernidad y de los ideales ilustrados. La obra de Nietzsche denuncia que, en el poderío
europeo de su tiempo, se escondía una profunda decadencia moral y cultural.
La época en la que vivió Nietzsche estuvo, además, muy influida por el ingenuo
optimismo que desató el desarrollo de las ciencias en el siglo XIX y que concedía a éstas
un valor de verdad única y universal del que siempre receló Nietzsche.
Frente a Kant y Hegel, Nietzsche alza la figura de Goethe, el gran poeta alemán, al
que considera el único y auténtico pagano de la post-Ilustración. De él, el filósofo extrajo
una conclusión: la comprensión del mundo se alcanza mejor a través de la expresión
metafórica que mediante la conceptualización metafísica.
El gran músico Wagner fue amigo de Nietzsche durante algún tiempo y le mostró a
éste el ideal del hombre pagano: “Que la propia voluntad domine al hombre; que el
propio placer sea su única ley; pues solamente el hombre libre es sagrado y no algo que
esté por encima de él...”.
Si tuviéramos que encontrar una palabra para definir la relación entre la vida y la
obra de Nietzsche, tendríamos que hablar necesariamente de contraste,
enfrentamiento, oposición. Estos sustantivos reflejan la tensión que existe entre una
persona que vive marcada desde muy joven por la enfermedad, y que, sin embargo,
elabora su propia filosofía como una exaltación de la vida. Discordancia tan llamativa
como la que se produce en su pensamiento: una de las inteligencias más profundas,
claras y desarrolladas de su tiempo es también responsable del irracionalismo más
radical que se ha formulado en la historia de la filosofía.
Nacido en 1844 en Röcken, en la región de Sajonia (Alemania), Nietzsche era hijo
y nieto de pastores luteranos, circunstancia por la cual el filósofo alemán conocería
profundamente los textos y tesis centrales del protestantismo. Quedó huérfano de padre
a los cuatro años. Durante su etapa escolar, destacó tanto por sus excelentes resultados
académicos (especialmente en música y en lenguaje) como por su fuerte carácter, que
le mantenía alejado del resto de compañeros. Es en esta época donde comienzan ya
las fuertes jaquecas que marcarán toda su vida y que terminarán llevándolo a la locura.
Con ocasión del estreno de la ópera “Parsifal”, termina su amistad con Wagner y, al
año siguiente, la enfermedad le obliga a abandonar la vida académica.
Para Nietzsche, nada era verdad ni mentira, por lo que nunca pretendió demostrar
nada de forma concluyente. Su principal objetivo fue provocar la confusión y el
escándalo, criticar todo lo que hubiera sido aceptado tradicionalmente. Sus obras
muestran la personalidad de un espíritu solitario, que se expresa en afirmaciones tajantes
y oscuras, muchas veces difíciles de entender y de refutar por su índole contradictoria.
* Período crítico: la filosofía del atardecer. Nietzsche señala que después de Así
habló Zaratustra, sus obras cambiaron de signo. Esta vez el punto de mira de la crítica
nietzscheana se fijará en toda la civilización occidental, particularmente en algunos de
sus productos culturales: la religión, la filosofía y la moral, pero también la ciencia.
Nietzsche está obsesionado por denunciar el nihilismo y la decadencia occidentales. Es
ahora el “filósofo a martillazos”, cuya crítica radical y visceral campa a sus anchas por
obras como Más allá del bien y del mal, La genealogía de la moral, Crepúsculo de los
ídolos, El anticristo y Ecce homo.
A partir de estas obras continuará plasmando sus ideas en aforismos que serán
recogidos después en la obra La voluntad de poder (publicada póstumamente).
Nietzsche subtituló la obra de esta manera: Un libro para todos y para nadie. Ésta
es la ambigüedad fundamental de sus obras y de su pensamiento. No es un autor
sistemático; emplea habitualmente el aforismo y el poema; su estilo es fascinante. Sus
obras parecen escritas “para todos”.
Si Nietzsche sustituye a Dioniso por Zaratustra es para que “se mande al diablo todo
consuelo metafísico”, como dice él mismo. Es decir, Dioniso se identificaba demasiado
con la metafísica de Schopenhauer, la nueva visión de Nietzsche de la tercera época
rechaza toda metafísica y se mantiene únicamente en el campo de los valores.
Justamente por eso, Nietzsche escoge la figura de Zaratustra, ya que ve en él al
“creador de la moral” –la contraposición bien/mal-; por eso mismo, invirtiendo su
significación histórica, lo convierte en el que supera la moral, en el que va “más allá del
bien y del mal”.
Vocabulario
Apolo, dios de la juventud, la belleza y las artes, era también, según Nietzsche, el
dios de la luz, la claridad y la armonía, y representaba la individuación, el equilibrio, la
medida y la forma, el mundo como una totalidad ordenada y racional. Para la
interpretación tradicional, toda la cultura griega era apolínea, concibiendo al pueblo
griego como el primero en ofrecer una visión luminosa, bella y racional de la realidad.
Nietzsche consideró que esta interpretación es correcta para el mundo griego a partir de
Sócrates, pero no para el mundo griego anterior.
Frente a lo apolíneo, los griegos opusieron lo dionisíaco: Dionisos, dios del vino y las
cosechas, de las fiestas presididas por el exceso, la embriaguez, la música y la pasión, y
según Nietzsche, el dios de la confusión, la deformidad, el caos, la noche, los instintos, la
disolución de la individualidad; los griegos representaban en Dionisos una dimensión
fundamental de la existencia, que expresaron en la tragedia y que fue relegada en la
cultura occidental: la vida en sus aspectos oscuros, instintivos, irracionales, biológicos.
1. Mundo griego hasta el siglo de Pericles (s. V a.C.): es la época de esplendor del
mundo griego pues no se ocultan dimensiones fundamentales y trágicas de la vida
(lo irracional, la temporalidad, la enfermedad y la muerte). Sus dos grandes
construcciones espirituales, el arte trágico y la religión politeísta, junto con la moral
heroica de la excelencia y del valor, afirmaban la vida, cuya expresión simbólica
adquiría su máxima densidad en la reivindicación de lo dionisíaco.
2. Inicio de la decadencia: Eurípides, Sócrates y Platón. Con ellos comienza la cultura
occidental y la decadencia respecto del tono vital anterior; dan lugar al
“platonismo”, o creencia en la existencia de un Mundo Verdadero, Objetivo,
Bueno, Eterno, Racional, Inmutable, y el desprecio de las categorías de la vida (el
cuerpo, la sexualidad, la temporalidad, el cambio, la multiplicidad e
individualidad...). Ellos dan lugar a la Ciencia y la Metafísica y a las condiciones que
permiten la aparición de la Religión y la Moral.
3. Presencia del cristianismo: el cristianismo es “platonismo para el pueblo”, y con él las
ideas exclusivas de uno pocos, los filósofos, se extienden a todos los hombres: el
dualismo ontológico y antropológico son de dominio público; el mundo inteligible
de Platón pasa a ser lo Infinito o mundo divino, el mundo sensible el mundo terrenal,
el alma se opone al cuerpo. El cristianismo influirá en la filosofía puesto que todos los
filósofos son, en el fondo, teólogos; con el cristianismo comienza la moral de los
esclavos.
4. Edad Moderna: comienza la crisis del “platonismo” y del cristianismo. La propia
filosofía prepara la “muerte de Dios”, el empirismo, la Ilustración y ya en el siglo XIX el
materialismo cada vez más pujante muestra el carácter ilusorio de las creencias
anteriores.
5. Actualidad: la Edad Contemporánea es una época de crisis y Nietzsche encuentra
en la “muerte de Dios” el fundamento básico de esta crisis: aquello que había
servido de orientación a toda la cultura desaparece del horizonte y el hombre se
encuentra desorientado. Esta crisis es necesaria para la aparición de una nueva
forma de estar en el mundo, para la aparición de un hombre nuevo (el
superhombre) y de una nueva concepción de la vida (la que identifica la voluntad
de poder con la esencia de la realidad).
Para Nietzsche, el platonismo es toda teoría que escinde la realidad en dos mundos:
un mundo verdadero, dado a la razón, inmutable y objetivo, y un mundo aparente, dado
a los sentidos, cambiante y subjetivo. La filosofía y la religión son una forma de platonismo
y defienden la misma concepción de la realidad, aunque con palabras distintas.
Junto con ello, Nietzsche critica las siguientes creencias básicas relacionadas con
la práctica científica:
La existencia de leyes naturales. Las leyes que el científico cree descubrir son
invenciones humanas; no existen regularidades en el mundo, no hay leyes de la
Naturaleza. Si por leyes naturales entendemos supuestos comportamientos regulares de
las cosas, Nietzsche rechazará la existencia de dichos comportamientos regulares y
necesarios, al considerar que las relaciones entre las cosas no son necesarias, son así.
pero podrían perfectamente ser de otro modo. Las cosas se comportarían siguiendo leyes
o necesariamente si hubiese un ser que les obligase a ello (Dios) pero Dios no existe; las
leyes y la supuesta necesidad de las cosas son invenciones de los científicos.
La filosofía presenta una idea del mundo totalmente inadecuada: en primer lugar,
por considerar al mundo como un cosmos y no como un caos, por creer en la
racionalidad intrínseca de la realidad. La invención del Mundo Racional trae consigo la
invención de los conceptos básicos de toda la metafísica tradicional (esencia,
substancia, unidad, alma, Dios, permanencia, ...); estas entidades son puras ficciones,
consecuencia del poder fascinador de la razón.
La filosofía posterior acepta este esquema mental básico, aunque lo exprese con
distintas palabras. Para Nietzsche, y frente a la interpretación habitual, los griegos no
descubrieron, sino que inventaron la racionalidad y el supuesto carácter ordenado del
mundo.
CRÍTICA A LA RELIGIÓN
El cristianismo lleva hasta el final el desprecio por la vida iniciado por la filosofía
platónica y su superación radical es necesaria para la aparición del hombre nuevo, del
superhombre.
Nietzsche parte del ateísmo: la religión no es una experiencia verdadera pues Dios
no existe; y explica cómo se ha podido vivir durante tanto tiempo en esta ilusión con el
argumento que ya vimos en su crítica a la metafísica: el estado de ánimo que promueve
el éxito de las creencias religiosas, de la invención de un mundo religioso, es el de
resentimiento, el de no sentirse cómodo en la vida, el afán de ocultar la dimensión
trágica de la existencia.
a) La muerte de Dios
Cuando Nietzsche predica la muerte de Dios no quiere decir que Dios haya
existido y después haya muerto (un absurdo para Nietzsche). Esta tesis señala
simplemente que la creencia en Dios ha muerto, expresa el fin de toda creencia en
entidades absolutas. Veamos los principales aspectos de esta concepción:
b) El nihilismo
La moral tradicional creyó también que las leyes morales valen para todos los
hombres y que si algo es bueno es bueno para todos. Esto, por ejemplo, indicaba el
imperativo categórico kantiano y la consideración tomista de la ley moral como
consecuencia de la ley natural y ésta de la ley eterna. Nietzsche niega este segundo
rasgo del dogmatismo moral: si realmente los valores existiesen en un Mundo Verdadero y
Objetivo podríamos pensar en su universalidad, pero no existe dicho Mundo, por lo que
en realidad los valores se crean, y por ello cambian y son distintos a lo largo del tiempo y
en cada cultura. Una vez criticado el fundamento absoluto que sirve de soporte a la
validez de la moral, no se puede pensar en su universalidad.
Por otra parte, la moral tradicional es antivital: Nietzsche afirma que todas las tablas
de valores son inventadas, pero hay algunas mejores que otras; el criterio utilizado para
esta apreciación es el de la fidelidad a la vida: los valores de la moral tradicional son
contrarios a la vida, a sus las categorías básicas involucradas en la vida. La moral
tradicional (la moral cristiana) es “antinatural” pues presenta leyes que van en contra de
las tendencias primordiales de la vida, es una moral de resentimiento contra los instintos y
el mundo biológico y natural, como se ve en la obsesión de la moral occidental por limitar
el papel del cuerpo y la sexualidad.
El superhombre no se puede identificar con una clase social con privilegios que
le puedan venir por la tradición o que descansen en su poder social (con la
aristocracia, por ejemplo), ni con un grupo definido biológicamente (con una raza);
pero lo podemos reconocer a partir de su conducta moral:
En su obra “Así habló Zaratustra”, se nos narra las tres transformaciones del
espíritu: de cómo el espíritu se transforma en camello, el camello en león y,
finalmente, el león en niño.
El león representa al hombre como crítico, como nihilista activo que destruye
los valores establecidos, toda la cultura y estilo vital occidental.
Esta concepción del tiempo consiste en aceptar que todos los acontecimientos
del mundo, todas las situaciones pasadas, presentes y futuras se repetirán
eternamente. Según la tesis del eterno retorno todo va a repetirse un número infinito de
veces, lo cual implica que las personas conocidas volverán a estar presentes, pero
también el resto de los seres (animales, plantas, objetos inertes), y volverán las mismas
cosas con las mismas propiedades, en las mismas circunstancias y comportándose
de la misma forma.
Las características que para él tiene la realidad, el ser (por lo tanto, la voluntad
de poder) son:
Relaciones de Nietzsche
3. Finalmente, hay otro aspecto que guarda una relación indirecta con la filosofía
de la Historia: la relación entre individuo y sociedad. En cierta forma, se deriva del
marxismo cierto igualitarismo y cierta colectivización que anularían la
individualidad. En la filosofía marxista, lo importante es la sociedad o la clase
social, no el individuo.
Frente a esto, Nietzsche piensa que por encima del grupo social está el ser
humano particular y concreto, llamado a desarrollar al máximo todas sus
capacidades al margen de los dictados o imposiciones de la sociedad.
Conclusión
A finales del siglo XIX y comienzos del XX, la economía española estaba atrasada
con respecto al resto de Europa: la agricultura había entrado en crisis y la industria, poco
desarrollada, se localizaba fundamentalmente en el País Vasco y Cataluña.
Los intelectuales del momento –Unamuno, Pío Baroja o el propio Ortega, entre
otros, frustrados y desencantados por el deterioro político y económico, intentaron
analizar de una manera objetiva el problema de la decadencia de España y promover su
regeneración.
Junto a su afán por modernizar España, Ortega defendió las tradiciones en el arte,
las costumbres –por ejemplo, la caza–, las fiestas –como los toros–, etc. De hecho, siempre
propuso combinar lo tradicional con lo nuevo y moderno, porque, según él, no hemos de
abandonar las tradiciones, sino solo reinterpretarlas y revitalizarlas.
Sin embargo, en Europa, perdida la hegemonía política y cultural tras las dos
guerras mundiales, se experimentaron grandes transformaciones. Las terribles
consecuencias de los conflictos bélicos y políticos dejaron huella y se difundió una cultura
relativista respecto de los valores tradicionales y los grandes sistemas de pensamiento.
El marco específicamente filosófico de los últimos años del siglo XIX puede
definirse mediante tres líneas de pensamiento:
Conviene señalar otras corrientes filosóficas propias de esta época, por las que
Ortega no se interesó, como son el marxismo, iniciado en el siglo XIX, el neopositivismo –
surgido en el Círculo de Viena– y la filosofía analítica –que se preocupaba
fundamentalmente de los problemas del lenguaje–.
José Ortega y Gasset nació en Madrid en 1883 en el seno de una familia burguesa
intensamente relacionada con el periodismo. Cursó sus primeros estudios en la
Compañía de Jesús y los universitarios de Filosofía y Letras en Deusto y Madrid. Sin
embargo, su formación filosófica acabó debiéndose, sobre todo, a pensadores
alemanes como Natorp y Cohen, con los que amplió estudios en la Universidad de
Hamburgo, y de los que recibió una primera influencia neokantiana. A su vuelta a
España, obtuvo la cátedra de Metafísica de la Universidad Central de Madrid.
Entre 1911 y 1935, Ortega desempeñó un papel destacado en la vida intelectual y
en la política española, no sólo por la repercusión de sus escritos, sino también por las
importantes iniciativas y proyectos en los que se embarcó (diario El Sol, Revista de
Occidente, etc.).
Tanto su vocación como sus ideas, lo llevaron a minusvalorar los métodos rígidos y
sistemáticos. Prefería exponer su pensamiento en artículos más que en libros, para llegar
a un público más amplio. Valoraba más la metáfora que el tratado riguroso o manual,
convencido de que la riqueza de la vida requiere aproximaciones mediante círculos
concéntricos más que monografías que traten de agotar los temas.
Todo esto ha hecho difícil interpretar sus obras, pues en ellas hay aparentes
contradicciones, estilo literario y poético más que académico, destellos que no llegan a
iluminar suficientemente el horizonte.
A esto hay que añadir que el verdadero método de la filosofía, para él, es la
narración: no podemos conocer algo si no conocemos su historia, cómo ha nacido, se
ha desarrollado y ha llegado hasta nosotros. La realidad no es estática o fija o
intemporal, sino que está en función de la vida del hombre y, por tanto, es cambiante y
temporal.
Obra EBAU: Qué es filosofía
Qué es filosofía no es un libro escrito solamente para ser leído, sino la trascripción
de un ciclo de conferencias en las que Ortega trata de iniciar en la filosofía a personas
que carecían de este tipo de formación. Por ello, en esta obra Ortega hace gala de su
estilo elegante y sencillo, capaz de expresar en metáforas reveladoras y cargadas de
significado conceptos e ideas complicadas.
La temática de la obra es la filosofía misma y sus corrientes y autores más
importantes. Además de esta panorámica histórico-filosófica de carácter divulgativo, la
reflexión que ofrece Ortega en esta obra trata de determinar cuál puede ser la función
de la filosofía en el presente desde el que él mismo está hablando, es decir, cuál es (por
así decirlo) su tarea pendiente. Para Ortega, la filosofía de su tiempo debe superar viejas
oposiciones y enfrentamientos conceptuales, para acercarse más a la vida y al mundo
que rodea al ser humano.
* CUESTIÓN 2 EBAU:
Vocabulario
o Mundo: sería todo aquello exterior a nosotros mismos, ajeno al sujeto, pero
considerado fundamentalmente en la medida que nos afecta. En ¿Qué es filosofía?
Ortega define la vida como “encontrarse en el mundo” lo que le lleva a una
pequeña caracterización de este concepto. Matiza en la lección X de esta obra que
“mundo” no es sólo el conjunto de objetos o de cuerpos que nos rodea, sin relación
alguna entre sí o con el sujeto, sino estas mismas cosas referidas al yo, consideradas
como circunstancias que afectan al sujeto. Esta consideración de la realidad
conectada con el sujeto aleja considerablemente a Ortega de un objetivismo
radical. El mundo ya no es sólo una realidad independiente al sujeto sino relacionada
con el sujeto.
o Circunstancia: es todo aquello que me rodea hasta el punto de formar parte de mi
yo. En cierta forma es una palabra sinónima de “mundo”, pero cobra un especial
significado en la conocida frase de Ortega en Meditaciones del Quijote: “Yo soy yo y
mi circunstancia y si no la salvo a ella no me salvo a mí”. Circunstancia es, por tanto,
mi mundo, todo el cúmulo de situaciones que estoy obligado a tener en cuenta a la
hora de tomar una decisión, y que forman una parte esencial de mi propia vida, al
mismo nivel que el yo. No hay un sujeto entonces aislado del mundo, que pueda
elegir por encima de todo o contra todos, pero tampoco un esclavo de la realidad.
La noción de circunstancia nos recuerda que la vida está siempre en un contexto,
que está situada, y que no es posible vivir al margen de ese contexto, que llega a
configurarnos como personas.
o Perspectiva: es el punto de vista individual, la visión del mundo y de la vida que cada
uno de nosotros tiene y representa. Este concepto implica una subjetivización del
conocimiento y la realidad, pero a diferencia de la propuesta de Nietzsche no
implica romper con la verdad. Tal y como lo entiende Ortega la perspectiva no anula
la búsqueda de la verdad: más bien es la aportación individual a la misma, y así se
podría entender que la verdad emerge precisamente de la suma de perspectivas
que constituyen el “panorama”, del que Ortega habla en ¿Qué es filosofía?
o Razón vital: es el concepto que propone Ortega para superar la oposición entre
racionalismo y vitalismo. La razón vital es pensamiento que nace de la vida, agarrado
a la vida y que la proyecta más allá de sí misma. La razón tiende a alejarnos de la
vida y a enredarnos en sus abstracciones, pero anteponer la vida a la misma
tampoco es solución, pues es condenarse a habitar un presente permanente. Sin
embargo, el ser humano es una mezcla de ambos: somos razón vital y esto implica
que desde nuestro presente somos capaces de imaginar el futuro, de pensarlo y
proyectarlo, de anticiparnos a la vida que está por venir.
o Ideas: Son aquellos pensamientos o incluso ocurrencias que han sido creadas por el
sujeto o al menos adquiridas conscientemente por el mismo. Una idea puede
copiarse o podemos llegar a ella después de un trabajo de reflexión o investigación
personal. Las ideas incluyen, por tanto, todo nuestro pensamiento consciente, así
como lo que hemos ido aprendiendo a lo largo de nuestra vida. Ellas dependen de
nosotros para su existencia, son “resultado de nuestra capacidad intelectual”.
o Creencias: son aquellos pensamientos que no creamos nosotros, sino que, antes bien,
nos crean, pues nos preceden en el tiempo, y en cierta forma vivimos en ellas,
estamos en ellas sin percatarnos de esta circunstancia. Las creencias nos preceden y
nos vertebran sin que seamos capaces de darnos cuenta, e igualmente nos
pervivirán. No dependen de nuestro pensamiento consciente, no las elegimos ni
decidimos copiarlas o identificarnos con ellas, sino que estas creencias “nos hacen”,
están ya presentes en un fondo social y cultural cuando comenzamos a pensar. Por
ello, titula Ortega el inicio de su ensayo: “Las ideas se tienen; en las creencias se está”.
o Razón histórica: es tomar conciencia de la historia de la razón, lo cual implica revisar
su pasado, sacar a flote las creencias en que se ha ido apoyando y especialmente
analizar y asumir el presente en que se vive. Este concepto acuñado por Ortega
pretende responder a la desilusión generada por la razón física o, si se quiere, el
cientificismo. La ciencia no satisface al ser humano porque éste es
fundamentalmente historia. Por ello, es preciso impulsar una nueva forma de entender
la razón como algo construido y generado a lo largo de la historia, y no
independiente de ella. La razón histórica es una razón situada, y por lo tanto limitada.
El objeto propio de la razón histórica es el acontecer, el proceso, el flujo de
acontecimientos que conectan el pasado con el presente.
* CUESTIÓN 3 EBAU: Teorías fundamentales de su filosofía: el perspectivismo, el
raciovitalismo y la razón histórica
Las perspectivas proporcionan infinitos puntos de vista desde los que se pueden
conocer las cosas. Siguiendo un ejemplo utilizado por el propio Ortega, la vista de la
sierra de Guadarrama es distinta según se mire desde Madrid o desde Segovia y, en
realidad, admite innumerables puntos de vista; según él, no tiene sentido preguntarse
cuál es la visión verdadera, porque todas lo son a la vez. El ser humano capta la verdad
en la medida en que puede dar cuenta de la realidad desde la perspectiva vital en la
que se encuentra. Por tanto, la realidad muestra múltiples facetas que, si se suman unas
a otras, hacen posible alcanzar un conocimiento más completo de ella.
El perspectivismo toma del relativismo que la realidad es múltiple, es decir, que hay
numerosas perspectivas posibles, todas ellas válidas. Pero a su vez asume del racionalismo
que esa multiplicidad de puntos de vista debe ser unificada desde algún principio rector,
ya que esas perspectivas múltiples son complementarias y no contradictorias o
excluyentes unas de las otras.
b) EL RACIOVITALISMO
Ortega rechaza con los vitalistas la «razón pura» racionalista. Esta es una razón
abstracta que pretende analizar la realidad y desentrañar sus principios o elementos en
una búsqueda de la identidad y la estabilidad. Sin embargo, la vida es justo lo contrario:
multiplicidad, dinamismo y cambio. La razón pura renuncia a pensar lo que
verdaderamente interesa por sí mismo, la vida humana, y la sustituye por una abstracción
del yo y de las cosas.
Ortega sostuvo la primacía del método racional, pero dejando como centro de la
reflexión filosófica el problema de la vida. Puede decirse que no se opuso a la razón, sino
a los excesos del racionalismo; ni tampoco se opuso a la vida, sino al vitalismo
irracionalista o a la reducción del concepto de vida a vida instintiva. Para superar estos
extremos, Ortega planteó un nuevo concepto: la razón vital.
En la nueva idea de razón vital se unen los conceptos de razón y de vida. Para
Ortega, la razón es una función vital, como pueden serlo ver o palpar. Razón y vida, por lo
tanto, no se oponen. La primera se integra en la segunda, de ahí la necesidad de sustituir
la razón pura por la razón vital.
c) LA RAZÓN HISTÓRICA
Por otro lado, la razón vital aparece también como razón histórica en tanto en
cuanto es capaz de aprehender la vida humana en su temporalidad e historicidad. No
son dos razones distintas ya que la vida del hombre es un acontecer que se desenvuelve
en el tiempo y está siempre por hacer.
Entender la vida de los seres humanos y de los pueblos supone contar una historia,
narrar «lo que les ha pasado». Pero se trata de una narración, profunda y racional, que
conduce a la comprensión de los hechos.
Hay que distinguir, según Ortega, distintos tipos de pensamientos. Por un lado, el
conocimiento proporciona un método para solucionar el misterio de la vida a partir de
conceptos y razonamientos. Con él, suponemos que hay algo estable y fijo en la realidad
y que somos capaces de captarlo. El conocimiento da lugar a un sistema de creencias
que ofrecen seguridad y que se aceptan de una manera inconsciente. Estamos tan
convencidos que no las cuestionamos ni reflexionamos sobre ellas. Son presupuestos
intelectuales que están por debajo de nuestras decisiones concretas. En sentido estricto,
no poseemos creencias, sino que son ellas las que nos poseen.
La razón histórica, según Ortega, nos ayuda a descubrir una nueva perspectiva
para nuestra vida, llena de nuevas posibilidades. Es una razón que se encuentra en
continuo cambio como la vida que trata de comprender; por eso, no se distingue de la
razón vital, porque solo podemos comprender nuestra vida viviéndola y reviviéndola sin
cesar
* CUESTIÓN 3 EBAU: Análisis de la sociedad
La vida humana –la historia personal de cada uno– está conectada con la historia
de la humanidad. El hombre no solo tiene una herencia biológica como los animales, sino
que, sobre todo, cuenta con una herencia cultural compuesta de creencias e ideas de la
que debe tomar conciencia histórica. Debemos conocer el pasado, ya que en él
encontramos aciertos y errores de los que debemos aprender para mejorar en el futuro.
b) EL HOMBRE Y LA GENTE
Este contacto entre los hombres produce, en primer término, las relaciones
interindividuales, donde «los otros» son circunstancia para mí y yo soy circunstancia para
los otros. Son relaciones espontáneas y responsables, que se salen de la vida individual.
Un ejemplo de este tipo de relación sería el amor o la amistad que surgen de la
convivencia entre individuos. Mediante estas relaciones, los individuos se comunican con
otros individuos y tratan de salir de su soledad.
Pero hay otro tipo de relaciones, que son las relaciones sociales, que no se dan
entre personas individuales, sino entre «cualesquiera», en general. Estas son impersonales,
sin espontaneidad ni responsabilidad. Ejemplo de ellas serían el saludo establecido o el
cartero que deja una carta. No son actos originales y voluntarios de un individuo como
tal, actos que quiere y entiende, sino que son acciones sociales, actos mecánicos, que se
realizan porque «está mandado así».
Las relaciones sociales se manifiestan en los usos, es decir, aquello que pensamos,
decimos o hacemos porque se piensa, se dice o se hace. Ortega describió estos
comportamientos con los siguientes rasgos:
1. Impuestos por la sociedad: el individuo supone que recibirá algún tipo de represalia
si no actúa así.
2. Ininteligibles e irracionales: se realizan automática o mecánicamente.
3. Exteriores al individuo e impersonales: se ponen en práctica por las presiones
recibidas.
Ortega señaló que las relaciones sociales y los usos los realiza la «gente», que es
“todos y nadie en concreto”, vida humana colectiva, vida en sentido secundario. Sin
embargo, las relaciones interindividuales son llevadas a cabo por el ser humano, que es la
persona humana concreta, vida humana individual, vida en sentido primario.
Según Ortega, en todas las sociedades existe una minoría de hombres selectos y
una mayoría de hombres masa. Por hombre masa entiende aquel que carece de
proyecto vital, no se exige, no piensa en mejorar, cree que solo tiene derechos y no
obligaciones. «Para mí –escribe Ortega–, nobleza es sinónimo de vida esforzada, puesta
siempre […] a trascender de lo que ya es hacia lo que se propone como deber y
exigencia. De esta manera, la vida noble queda contrapuesta a la vida vulgar o inerte
[…] De aquí que llamemos masa a este modo de ser hombre, no tanto porque sea
multitudinario, cuanto porque es inerte.»
El hombre selecto es aquel que destaca: es exigente consigo mismo, es noble, tiene
un proyecto vital y asume responsabilidades; este tipo de hombre es el que tiene
capacidad para exigir y guiar a los demás, por lo que es quien debe mandar, pero no
solo en política, sino en todos los ámbitos sociales.
• no contaba con apoyo político ni por parte del régimen ni por parte de los que se
oponían a él (en su mayoría eran de orientación marxista);
• los estudiantes y los profesores jóvenes no habían tenido oportunidad de conocer su
pensamiento. ya que había estado apartado de la universidad durante más de veinte
años;
• las filosofías de carácter metafísico, como era la de Ortega, habían tenido mucho
auge durante la primera mitad del siglo XX, pero en los años 60 triunfaban filosofías de
corte cientificista, como el neopositivismo, o revolucionarias, como el marxismo o las
teorías de Nietzsche;
• fue leído por muchos, pero la mayoría lo consideró más escritor o periodista que
filósofo.
• la utilización de la lengua española como lengua filosófica, sin tener que recurrir a otros
idiomas;
• la sencillez –aparente facilidad– y claridad, que desmiente la idea de que la filosofía ha
de ser algo complejo y oscuro;
• la idea de una filosofía que nace de la vida y asume como tarea la interpretación de
esta en sus múltiples facetas;
• la vinculación entre filosofía y compromiso ético y político, que impele al filósofo a
meditar sobre los acontecimientos de la vida pública;
• el rechazo de la mediocridad intelectual y la apuesta por la cultura y la ciencia, como
medios efectivos para mejorar la vida social y política
No se trata sólo de que el hombre sea un proyecto, y por tanto debamos considerar
también su dimensión futuriza, su hacerse, sino de algún aún más importante: Ortega
rechaza el vitalismo de Nietzsche porque en el fondo sería una afirmación completa de
irracionalismo. Si nos dejáramos llevar por el vitalismo de Nietzsche, dejaríamos de ser
proyecto, es decir, dejaríamos de ser humanos, renunciando a la razón, una de nuestras
características constitutivas.
Las corrientes filosóficas de la segunda mitad del siglo XX se enfrentaron a las graves
heridas sociales e históricas que la Segunda Guerra Mundial había dejado abiertas. El
enfrentamiento bélico había puesto fin a dos grandes regímenes políticos totalitarios, el
nazi en Alemania y el fascista en Italia; sin embargo, el comunista parecía fortalecido en
la Unión Soviética. Ahora bien, la intensidad y extensión de las dos guerras mundiales
planteó la necesidad de establecer organizaciones internacionales que velaran por la
paz de todas las naciones.
En sus primeras obras, Habermas tiene como intención recuperar la teoría crítica
como fue planteada en sus inicios, es decir, como una reflexión que tuviera un objetivo
práctico: mejorar la realidad social.
Habermas propuso una teoría del conocimiento que superara la estrechez del
planteamiento positivista e hiciera posible combinar el carácter científico de la ciencia
social con sus pretensiones críticas. A su juicio, un modelo de teoría pura apartado de los
intereses del hombre es erróneo. El ser humano inicia su conocimiento a partir de ciertos
intereses, que están arraigados en su propia naturaleza.
La teoría de los intereses rectores de conocimiento permite una ampliación del
marco de la ciencia. Este autor sostiene que, así como hay un marco apropiado para las
ciencias empíricas, también existe uno para las ciencias sociales y para las ciencias
críticas, que poseen una metodología y un objeto diferentes de las primeras.
Diferenció tres intereses:
a) Interés técnico. El ser humano percibe la realidad en función de su posible
manipulación. Este interés es el que hace posible la existencia de la ciencia empírica.
b) Interés práctico. No se busca manipular la realidad, sino encontrar su sentido. El
ser humano traba contacto con realidades simbólicas o culturales. Es el campo del
conocimiento práctico y da lugar a ciencias como la historia o la sociología.
c) Interés emancipatorio. En este caso, el ser humano busca criticar la realidad
social y modificarla. Es el campo de las llamadas ciencias críticas.
Este filósofo llevó a cabo un análisis de los actos de habla; a su juicio, los hablantes,
cuando expresan algo, apoyan pretensiones de validez. Esto significa que pretenden que
su acto sea verdadero desde el punto de vista de su referencia al mundo y correcto
desde el punto de vista de las normas y veraz. Sin embargo, los receptores de las
expresiones pueden dudar de esas pretensiones. En ese caso, según Habermas, se inician
los discursos.
Se trata de procesos en los que los participantes tienen que defender de forma
argumentada sus pretensiones de validez. El discurso termina con un consenso.
El filósofo alemán sostuvo que las disciplinas científicas, tanto las empíricas como las
sociales, son racionales siempre que sus principios o formulaciones puedan defenderse
argumentativamente.
Con su teoría, Habermas señala que lo racional es que se imponga la fuerza del
mejor argumento. No se le escapa, sin embargo, que en el mundo real los discursos o los
argumentos pueden manipularse. Hay situaciones de engaño, de abuso de poder, de
uso demagógico. Es obvia la influencia de estas en el resultado del discurso. Ahora bien,
¿cuáles son las condiciones que hacen válidos los discursos?
Para contestar a esta pregunta, Habermas se refiere a un discurso ideal o situación
ideal de habla. Sus características son la igualdad entre los participantes –todos tienen
derecho a argumentar y discutir–, libertad y universalidad. En la medida en que los
discursos reales se asemejen al ideal, serán más o menos válidos.
Habermas sostiene que no hay una concepción sustantiva del bien o de la verdad,
sino que ambos conceptos se han de comprender formalmente; por eso, pretendió
establecer los procedimientos sobre lo que es verdadero y bueno de un modo imparcial y
universal.