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Desarrollo institucional del

Corregimiento de Paucarcolla
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Escribe: Néstor Pilco Contreras - nepcer18@hotmail.com | Cultural - 22 nov 2009

La Hoya del Titicaca en los Andes es uno de los más importantes centros de
civilización antigua en América, albergo decenas de formaciones y sociedades
complejas como Uros, Puquinas, Aymaras y Quechuas. Con la influencia
ibérica, el orden social, económico, político e ideológico se trasformó
creándose en lo político, circunscripciones territoriales coloniales llamados
corregimientos. Durante el virreinato del Perú existieron 48 corregimientos. La
provincia colonial de Paucarcolla, comprende desde 1565 hasta 1784, año en
que se implanta el sistema de intendencias.

Paucarcolla es un distrito de Puno, ubicado en la ribera noroccidental del Lago


Titicaca. Su toponimia proviene de dos vocablos: “Paucar”, que significa
guerrero, en puquina y “Colla” hierba o remedio curativo, en aymara. Según
Romero (1999:35) significaría “lugar donde pelearon los Collas”. Lo cierto
Paucarcolla fue la segunda cabecera del señorío etnohistóricamente llamado
Colla (1 100 d.n.e. - 1 450 d.n.e.), principal centro administrativo, después de
Atuncolla. Dentro de la configuración espacial circunlacustre, según ha
advertido Bouysse Cassagne, pertenece al ámbito de Orcosuyu que se
identifica con lo masculino, lo socialmente ordenado y con predominio de
población aymará.

Luego de implantarse el régimen de dominio español, iniciada en 1534, la


población indígena del Altiplano (de los tres señoríos Colla, Lupaca y Pacaje)
quedó dividida en “encomienda de indios” así, los “Collas de Orcosuyo” fueron
divididos en 13 encomiendas. Uno de ellos fue Paucarcolla, adscrito a la
jurisdicción de la Paz, siendo uno de sus poseedores más antiguos el
encomendero Gomes de Rojas y que luego mediante cédula fechada en 24 de
abril de 1560, el virrey Márquez de Cañete cedió el repartimiento a favor de
Francisco Méndez. Es conocido que hacia 1561 este grupo aborigen brindaba
al encomendero Méndez una renta anual de 1.500 pesos. (Hampe, 1979: 87).

Posteriormente al imponerse las nuevas jurisdicciones administrativas y


políticas, se creó el corregimiento de Paucarcolla, que es equivalente a una
provincia actual, fue un pueblo de Indios, que estaba conformado por tres
zonas territorialmente discontinuas: a) al norte, la zona de Huancane, Vilque
[chico], Moho y Conima; b) al centro, la zona de Coata, y Capachica; y c) al sur,
la zona de Paucarcolla, Tiquillaca -también conocido con el nombre de San
Francisco de Puna- y Puno e Ichu. Eclesiásticamente pertenecía al Obispado
de Charcas y tuvo una parroquia en Paucarcolla, y dos viceparroquias Icho y
Chiaraque, en la etapa media colonial.

Documentos burocráticos: Las visitas

El imperio ibérico, una vez consolidado el dominio en el altiplano surandino


llevó a cabo una sistemática administración burocrática, basado en
documentos legales, como visitas, censos y empadronamientos; con un fin
primordialmente económico. Gracias a estos documentos conocemos sobre el
número de habitantes con la aptitud de tributar y sobre la capacidad
económica, la dinámica social interna de los grupos locales, la organización
laboral y de sus mecanismos de producción.

En este marco, en el pueblo de Paucarcolla en particular, y en el altiplano


andino, en general, se llevó visitas y censos. En el pueblo de Paucarcolla se
realizaron tres “censos”. El primero, en la época de la “visita General” del Virrey
Francisco de Toledo [1569 - 1581], a cargo del Caballero Fray Pedro Gutiérrez,
en 1573, teniendo una población de 1.003 tributarios, de los cuales 711 eran
Aimaras y 292 Uros (proporción de 70.9 por 100 y 29.1 por 100
respectivamente); a ellos se agregaba 205 viejos e impedidos, 1059
muchachos y 2.319 mujeres, formando en total una colectividad de 4586
personas. (Hampe, 1985:210).

La segunda visita, se llevó a más de un siglo después de la Visita General,


cuando subsistió los efectos de la sistemática política de reorganización
colonial impuesta por Toledo, generando un doble fenómeno social en la
población andina: una concentración y dispersión. La concentración se dio en
los “pueblos nuevos” o reducciones, que fueron más que verdaderos ´cárceles
sin rejas´, mientras la dispersión fue consecuencia de las duras condiciones
impuestas de trabajo, de tal suerte surgió la denominación de indios originarios
y forasteros. Razón por la cual ante tan situación adversa de la población
andina y con el propósito de dar una estructura mas expedita, el Virrey Duque
de la Plata [1681 - 1689] determinó llevar acabo una numeración general de los
indios del Perú que concluyó con la imposición de nuevas tasas tributarias y
obligaciones laborales. Con este objetivo en 1684, se realizó un censo de los
habitantes de Paucarcolla a cargo del Almirante - General Don Pedro Díaz
Zorrilla quien registró en este pueblo 267 tributarios de procedencia forastera y
89 originarios (proporción 75 por 100 y 25 por 100 respectivamente).

La tercera visita se realizó en el siglo XVIII, a razón de la dura condición de


servidumbre impuesta por los ibéricos que originó una catástrofe demográfica
que sumado a una hecatombe, una grave epidemia llamada peste grande que
apareció hacia 1720, diezmó y dejó en el peor ostracismo y pobreza a la
población indígena. Por esta razón, una vez más, el Virrey Márquez de
Castelfuerte [1724 - 1736] ordenó un empadronamiento de los indios originarios
y forasteros de Paucarcolla, acción que se realizó durante los días 25 a 27 de
febrero de 1728, dirigido por el capitán de infantería Manuel Benero de Valera.
Por la visita se conoce que Paucarcolla estuvo dividido en 9 ayllus, 3 estancias
y 2 ingenios, contó con una población de 753 habitantes de los cuales 574
originarios, 95 varones tributarios, 70 aymaras y 25 Uros. Y 179 indios
forasteros de los cuales 43 tributarios (no se distingue tributarios aymaras ni
uros).

Situación económica: los tributos

La gruesa población andina a condición de súbditos debido al sometimiento


violento, tenía la obligación de tributar con especies y monedas, según la
composición sociolingüística (aymaras y uros) y la naturaleza poblacional
(indios originarios y forasteros). Así los “aymaras” debían pagar un promedio de
6 pesos anuales, mientras que los “Uros” pagarían la mitad, 3 pesos, debido a
la peculiar condición de vida, estimados como una casta pobre, de inferior nivel
de civilización. El primer grupo obtenía sus ingresos de acceso a tierras de
cultivo así como a tierras de pastoreo; debían tejer ropa de lana, y trabajar en
la mita a Potosí. Los “uros”, al no tener acceso directo a tierras ni ganados,
debían acudir a la mita a Potosí, tejer ropa y tributar con pescado seco en
arrobas.

En tanto el grupo de tributarios de categoría originaria y forastera se debió a las


condiciones infrahumanas de explotación. Sánchez Albornoz señala que el
delegado del pueblo de Paucarcolla don Juan Apaza denunció que los
españoles les quitaron sus propiedades y les impedía salir aduciendo que
debían dinero. “De tal suerte los indígenas no tienen en qué sembrar ni pastear
sus ganados, y por eso huyen a otras partes”. Por esa situación los forasteros
tributaban 5 pesos cuando los originarios pagan 9 pesos, en 1684; y en 1728
los forasteros tributaban 20 reales al tercio, 5 pesos al año y no otra cosa.

Los conflictos sociales: vascos y andaluces

Durante la década de 1650 se descubre los asientos de minas de San Juan de


Álva y San José. Asimismo, hacia 1567 el minero español José Salcedo
“descubrió” las minas de Laycakota en tiempos del virrey Luís Henríquez de
Guzmán, Conde de Álva de Liste (1655 - 1661) y junto a ella creció una regular
población y se le dio el nombre de San Luís de Alva; que en seguida se
convirtió en la capital del Corregimiento de Paucarcolla. Tan pronto, en menos
de una década de su existencia, se alzó en fama y opulencia hasta convertirse
en un emblemático conglomerado social principal centro de actividades
económicas.

La lógica cultural de los pueblos andinos circunlacustres prehispanos, indica


que los metales, el oro y la plata no se usaron con propósitos comerciales, sino
más bien ceremoniales; así un paralogismo: pues, sin controles el oro y la plata
no tienen valor alguno. Al fin, el “Muki” dios de la mina, o guardián de los
socavones, el duende ambiguo reveló a los Salcedo tan riqueza, pero quizá se
enojó e hizo de Laicacota el epicentro sangriento de conflicto. Aun en el siglo
XVIII, en el informe de Manuel de Portillo Haedo, corregidor de la provincia de
Paucarcolla y de la Villa de la concepción y San Carlos de Puno, firmado el 3
de noviembre de 1753, se constata sobre la magnitud de riqueza. Hubieron 8
minas, con 1 a 2 vetas, en los cerros aledaños a la ciudad de Puno.

A raíz de los descubrimientos mineros “la rebelión de Laicacota” o “rebelión de


los hermanos Salcedo” comprendió cuatro años de violento conflicto de dos
nacionalidades ibéricas: vasco-andaluz ocurrido en las minas de Laicacota
(1665 - 1668). Fue un fenómeno por la heterogeneidad de una sociedad
compuesta por tantos segmentos étnicos y diferenciaciones sociales y tantas
historias de vida diferente, generaron contradicciones insolubles entre sectores
e individuos, y favorecieron el clima de permanente inestabilidad al Virreinato.
Según Domínguez Faura, fueron las migraciones laborales de
descorporatizacion y mestizaje no biológico que ayudaron a desarrollar una
“identidad mestiza” entre los trabajados tan altamente móviles. Otro factor fue
las “alianzas espúreas” los indígenas con los agentes españoles con
pretensiones políticas.

De San Luís de Álva a la Villa de San Carlos

Mucho se ha polemizado sobre el advenimiento de las riquezas de Laycakota y


con ella sobre la Fundación de Puno, una de las historias que ha quedado
impregnada en la memoria colectiva de los Puneños, es la versión narrada por
el Maestro José A. Encinas. Sin embargo tanto la riqueza y la fama de San Luís
de Álva se esfumó, con la intervención Virreinal de Conde de Lemos
trasladándose a la Villa de San Carlos de Puno el 9 de setiembre de 1668,
siendo la población de Concepción y San Carlos la nueva capital de la
provincia de Paucarcolla el 4 de noviembre de 1668.

A tenor de lo expuesto, considero que el desarrollo histórico institucional del


corregimiento de Paucarcolla basado en sucesos o hechos políticos y
coyunturales -también Jurisdiccionalmente, tanto en lo civil y eclesiástico - , en
los siglos XVII y XVIII, principalmente, puede ser dividida en los siguientes tres
periodos cronológicos relativos y sociopolíticos llamados: 1573 a 1657 del
Patrimonio de la Corona y el auge minero y la rebelión de Laycakota; 1657 a
1720 de San Luís de Alva y la Villa San Carlos de Puno y 1720 a 1784 de la
catástrofe demográfica y la revolución Burguesa anticolonial, mas
concretamente hasta 5 de junio de 1784, fecha en que se crea la intendencia
de Puno.

Finalmente debo señalar que a la luz de tanta polémica y debate, ante la falta
de un documento fehaciente que demuestre la fundación española de Puno, no
se si sean actos deleznables o “tradiciones inventadas” las celebraciones de
una efeméride con tanta pomposidad, desfiles gallardos, cada 4 de noviembre
de todos los años, lo cierto es que Puno, es tradición e historia, una posibilidad
histórica de desarrollo, esa es la razón para seguir viviendo para hacer realidad
la esperanza, la utopía con conciencia y compromiso. En fin lo innegable e
indiscutible es que, Paucarcolla, es capital histórica de Puno.

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