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Hallar nuestros verdaderos compromisos es a veces complicado, y también es cierto que resulta

imprescindible para cambiar aquello que nos incomoda.

¿En cuantos momentos de tu vida has deseado conseguir algo, y, sin embargo, todo lo que ibas
haciendo iba destinado a no conseguirlo? Seguro que esto te suena. Es probable que a todos nos
haya ocurrido en alguna que otra ocasión. Pero voy a ir más allá: ¿te has preguntado cómo es
posible que ocurra? ¿Qué es lo que hace que, deseando algo tanto, pareciera que justamente huyes
de ello? La clave se llama compromiso.

En nuestra vida, todos estamos comprometidos con algo, y ese algoes la causa de que elijamos unas
cosas y renunciemos a otras. Todo lo que elegimos es coherente con eso que andamos buscando; en
ocasiones, el compromiso está en hacer, y, en otras, en no hacer. Y, a veces, no sabemos o no
queremos ver dónde está nuestro verdadero compromiso. Es decir, que hay ocasiones en las que
nuestro compromiso está oculto a nuestros ojos, pero no significa que no exista; de hecho, sigue
dirigiendo, desde la sombra, nuestras vidas. La persona que trabaja diez horas al día está
comprometida con su trabajo, aunque diga que su objetivo es quedar con sus amigos para
relajarse; el que sufre debido a sus pensamientos negativos, y decide seguir teniéndolos, está
comprometido con ese sufrimiento, aunque diga que su objetivo es disfrutar con alegría de la vida.

El compromiso es un ingrediente básico e irreemplazable para alcanzar nuestros objetivos. Será tu


propio trabajo personal comprometerte a llevar a cabo ciertas acciones y observar si hay
coherencia entre lo que dice que quieres, y lo que realmente estás haciendo para conseguirlo. Y, en
caso de que no la haya, llegar a ser consciente de ello. La existencia de compromisos ocultos puede
boicotear tus objetivos, por lo que conviene dejarlos al descubierto lo antes posible, incluso cuando
no sean fáciles de aceptar. Porque nos puede parecer que nuestros compromisos no son siempre
valientes y loables: aunque nos duela, como personas humanas que somos, sentimos miedo, somos
vulnerables, nos gusta que nos reconozcan, necesitamos la atención y la aceptación de los demás, y
a veces no nos apetece nada esforzarnos. Ésa es nuestra sombra, y forma parte inequívoca de
nuestro ser, ¿qué ganamos negándola? La idea es, en primer lugar, aceptarla, para, después, actuar
en consecuencia si estamos comprometidos con cambiarla.

Suele ocurrir que confundimos el compromiso con la obligación; en el caso de la obligación, nos
vemos forzados a hacer algo que no hemos elegido porque ponemos el foco en el peligro de las
consecuencias de no cumplir con ello: algo que nos ha sido impuesto, o algo que es así o que debe
ser así. En cambio, en el compromiso el foco está en el deseo, en la pasión, en la motivación surgida
de hacer las cosas porque las hemos elegido con plena libertad, aunque tengan un coste y supongan
un esfuerzo por nuestra parte. Como escribió Shearson Lehman, el compromiso es lo que
transforma una promesa en realidad, es la acción que habla más alto que las palabras, es el triunfo
diario de la integridad sobre el escepticismo. Así que con el compromiso no valen las excusas: si ya
has decidido que no puedes seguir adelante con algo que dices que quieres porque no tienes tiempo,
porque eres muy mayor, porque es muy difícil, o porque ahora no es el momento idóneo, ten muy
claro que, en el fondo, no lo quieres. Tu compromiso se encuentra en algún otro lado, en uno más
bien oscuro, ligado a una necesidad más profunda.
Para transitar por la vida dejando huella necesitamos comprometernos: comprometernos con los
proyectos, con las acciones, con las decisiones, con las relaciones, con las personas. Y hay pocas
satisfacciones mayores que la de lograr algo que uno se había propuesto. Jim Selman sostenía que
la capacidad de comprometernos es probablemente el aspecto más destacable y constitutivo de
nuestra existencia como seres humanos. Y nadie dijo que fuera fácil, pero, definitivamente, sí que
valdrá la pena.

Sin duda, una vida que valga la pena vivir requiere de la valentía de la consciencia y la
responsabilidad.

Comprometernos con nosotros mismos está directamente relacionado con hacernos


responsables de nuestra propia vida. Y eso suele pasar por indagar en nuestra sombra... A
veces es duro, a menudo desconcertante, pero por mi propia experiencia te puedo asegurar que
la paz interior no tiene precio. Así que te animo con tu propia indagación.

Pero, ¿qué ocurre cuando estamos en soledad y no tenemos nada concreto que hacer? Pues que
nuestra mente se relaja, y resulta que tiene la extraña y desafortunada costumbre de quedarse
enganchada en pensamientos dolorosos o perturbadores: son esos momentos en los que llegas a
vislumbrar que tu trabajo hace tiempo que no te llena, que te preocupa el futuro de tus hijos, que la
relación con tu pareja ya no funciona, o que tu vida no se parece en nada a lo que siempre habías
pensado que querías. Así no es de extrañar que los seres humanos estemos dispuestos a llenar
nuestras mentes con cualquier estímulo externo mientras eso nos evite la “tentación” de mirar
hacia el interior y fijarnos en las emociones negativas. Este tipo de emociones, desagradables,
desconcertantes, son sin embargoel síntoma más claro de que algo no va bien, el síntoma más claro
de que tu vida está necesitando un cambio de manera urgente. Pero el cambio nos aterroriza, así
que lo más probable es que acabes poniendo la tele o sumergiéndote en tu móvil para dejar de
pensar más “tonterías”, y para que las aguas vuelvan a su cauce, quizás no satisfactorio, pero sí
cómodo y conocido. Por lo menos, hasta la próxima vez que bajes la guardia…

“Las personas están mal y sufren en parte porque no saben que sufren”, Claudio Naranjo.

Si te resulta familiar algo de lo anterior, es posible que te estés preguntado qué puedes hacer al
respecto. El problema radica principalmente en la creencia limitante de que los cambios son
desgracias a evitar, y nuestro conservador refranero se encarga de recordárnoslo: más vale lo malo
conocido que lo bueno por conocer. ¿Y por qué razón debería quedarme con esto, si no es positivo
para mí? ¿Y si resulta que puedo encontrar otra cosa que sí me satisfaga, o que me satisfaga más?
El simple hecho de cambiar la palabra “problema” por la palabra “desafío” ya es un gran avance:
tomar cada desafío, no como algo que debe reprimirse o evitarse, sino como una oportunidad para
aprender y para mejorar las propias habilidades. También se requiere una sólida base
de confianza: confiar en que, ocurra lo que ocurra, tú tienes los recursos necesarios para sobrevivir
y seguir adelante, o tienes capacidad suficiente para adquirirlos. Y, por supuesto, necesitas sentir
que te lo mereces: mereces un trabajo mejor, unas relaciones personales más satisfactorias o una
vida emocional más intensa o equilibrada. Hacer las cosas sin pasión es vivir sin resonar, sentir
que no estás aprovechando tu vida. Si decides plantar cara a tus problemas, y trabajas estos
elementos, es más que probable que tu vida esté a punto de cambiar, y, sí, esta vez para bien.

“Para obtener la libertad, primero hay que ser capaz de liberarse”,


Alejandro Jodorowsky.

Sin duda, una vida que valga la pena vivir requiere de la valentía de la
consciencia y la responsabilidad. Oscar Wilde escribió que, para la
mayoría de nosotros, la verdadera vida es la vida que no llevamos.
Pero eso puede cambiar, tú lo puedes hacer cambiar. ¿Te atreves a
despertar y a brillar en todo tu esplendor? Ojalá que sí.

Comprometernos con nosotros mismos está directamente relacionado con hacernos


responsables de nuestra propia vida. Y eso suele pasar por indagar en nuestra sombra... A
veces es duro, a menudo desconcertante, pero por mi propia experiencia te puedo asegurar que
la paz interior no tiene precio. Así que te animo con tu propia indagación!

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