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La petrificación internacional del caso venezolano; ¿Evitar cuál guerra?; ¿Cuál solución
interna?; ¿Y entonces ¿la vía armada qué?; ¿Y Colombia qué?; El 23 de febrero a la luz
del Derecho Internacional Público; ¿Cuál es la legítima defensa nacional en juego?;
¿Ayuda humanitaria o imperialista?; ¿Existe una deuda histórica entre Venezuela y
Colombia?; ¿Venezuela poseída por la santería afro-cubana?
Entonces ¿por qué continuar desconociendo que el presidente J. Guaidó tiene un mandato
constitucional que le obliga, llegado el momento, a recuperar —incluso por la vía armada—
el monopolio de la ‘fuerza pública’ y ejercer como único comandante en Jefe de las armas
de la Nación sin la cual no podría lograr la restauración constitucional y democrática del
país?
En tal sentido el presidente Guaidó empezó por hacer un obligado llamado a los mandos y
tropas actualmente sumisos al régimen recordándoles el deber constitucional que tenían de
reconocerle como Comandante en Jefe de todos los cuerpos armados del país. No obstante,
la tan esperada insurrección de los altos mandos militares y tropas —incitada por todas las
vías dentro y fuera de Venezuela—, si bien podría evitar, acortar o hacer menos cruenta las
otras opciones, sólo sería legítima de consumarse como una decisión corporativa de
reconocimiento del presidente interino como Jefe de Estado y no precisamente como un
cambalache que garantice —al menos a los altos mandos— una impunidad perpetua por su
complicidad en los delitos de Estado que ya les son imputables.
La referida y muy esperada deserción de los altos mandos militares resultaría desde todo
punto de vista preferible a la opción de un golpe militar encabezado por dichos jerarcas,
hasta ahora el principal sostén del régimen madurista. Para la Casa Blanca, el Kremlin y el
Zhongnanhai esta sería una opción ‘limpia’ para evitar una intervención militar abierta
encabezada por EUA., que garantice a las dos potencias para entonces ex madurista sus
interese económicos en Venezuela. Aunque de seguro Rusia y China condenarían en el
Consejo de Seguridad de la ONU dicho golpe, mediante el derecho a veto los EUA.,
tendrían mano abierta para imponer y sostener el nuevo régimen militar lo que para muchos
estrategas resultaría inevitable hasta tanto se termine de erradicar los ‘combos’
paramilitares estatales y extranjeros.
Anunciado como un gobierno de transición con la promesa de unas ‘próximas’ elecciones
libres, a EUA., no le resultaría difícil permutar la fidelidad exigible a tales mandos
golpistas a cambio de una impunidad perpetua por los crímenes que les sean imputables.
Esta opción, que bien podría llamarse la tentación ‘egipcia’, tendría que resolver
previamente cómo y cuándo se dejaría de lado al presidente interino J. Guaidó. No menos
relevante resultar conocer el rol que este último y sus inmensa mayoría de seguidores
asumirían de perpetuarse en el poder la ‘junta’ y ‘líder’ golpista como aconteció en Egipto
desde julio del 2013.
Pero si J. Guaidó no logra consumar dicho mandato, este tendrá que resignarse con pasar a
la historia como un mero presidente provisional cuyo papel histórico, vivo o muerto, fue
apenas servir para la perpetuación de la tiranía bolivariana en su país. Pero igualmente,
llegado tal caso, los 50 países que lo reconocieron de seguro no podrán negar la pifia
cometida al no haber acertado en apoyar —hasta las últimas consecuencias— una causa y
un hombre que apenas fue un frustrado símbolo de resistencia enfrentado a una detestable
tiranía.
Enfrentar esta asincronía del estatus del presidente Guaidó supondría aceptar que como tal
es un jefe de Estado pleno en ‘potencia’ y vocación demostrada con valentía al luchar como
está luchando para hacerse con los atributos de los que aún carece para ejercer a plenitud
todos su poderes. Por ello, parece urgente la designación de un gabinete, al menos de crisis
o reducido, incluido la designación de un vicepresidente que pueda sustituirlo —como bien
podría necesitarse—, como también la conformación del requerido ‘Consejo de Defensa de
la Nación’ con cuyo concurso debe ejercer como comandante en jefe de las fuerzas armadas
del país (art. 236/3 a 7, 23 de la CB).
Pese los anteriores considerandos, el objetivo de recuperar y asumir totalmente la jefatura
armada del país impone una salvedad realista. La aludida asimetría en atributos de poder
militar obra en favor de N. Maduro y J. Guaidó y se manifiesta en no menos de 200 mil
efectivos armados (en las tres armas: marina, fuerza aérea y ejército), 2 millones de
integrantes de los ‘colectivos armados’ civiles y un número indeterminado de mercenarios
extranjeros a los que habría que sumar los que, llegado el momento, podrían caer de Cuba,
Nicaragua y Rusia en su defensa. En este sentido, aunque los datos al respecto son variables
y dispersos, basta recordar que en octubre del 2018 el jefe del Comando Estratégico
Operacional de la Fuerza Armada Nacional Bolivariana de Venezuela (CEOFANB),
General Remigio Ceballos Ichaso, alardeó desde San Antonio del Táchira sobre el
despliegue de 100 mil hombres integrantes de las ‘Tropas Especiales de las Fuerzas
Armadas Revolucionarias de Cuba’ —conocidas como Avispas Negras— a lo largo de los
2.219 kilómetros de la frontera con Colombia, operativo que contó con el apoyo de Rusia y
China; una vez más sin la autorización de la Asamblea Nacional.
Frente a los anteriores recursos, Guaidó sólo contaría con los 700 o más efectivos armados
exmaduristas que por lo demás se encuentran refugiados en Colombia. Cualquier aprendiz
de la estrategia y táctica militares sabría que frente a tal asimetría fáctica, por fuera de la
esperada deserción de mandos y tropas maduristas, sólo cabe al gobierno interino pactar
una alianza militar externa. Escapa al objeto de este texto los incontables imprevisibles que
habría que tomar en cuenta al momento de pactar el socorro armado externo y en particular
las decisiones exigidas para un ejercicio efectivo del mando militar supremo de la Nación
en el escenario de tan profunda encrucijada nacional
No obstante, la alianza militar externa requeriría la autorización de la Asamblea Nacional,
precisamente bajo la modalidad de ‘misiones extranjeras’ (art. 187/11, CB). Esto es lo que
justamente ni pudo ni puede hacer Maduro para disfrazar el ingreso y operación en el país
del combo de mercenarios (cubanos, ELN, FARC, Hezbolá) utilizados desde los tiempos
del presidente H. Chávez.
Si bien no está taxativamente previsto en la CB., que estas tropas deban quedar en principio
bajo mando venezolano, obviamente si lo estarían bajo la autoridad última y superior del
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presidente interino y en su caso del Consejo de Defensa (Art. 156/8; 236/ 4 a 6 y 23). El
incremento de desertores oficialistas haría posible una mayor participación en el mando de
las tropas aliadas.
Si bien resultaría dado esperar que una intervención armada externa en Venezuela forzarían
de inmediato la intervención del Consejo de Seguridad de la ONU., la experiencia histórica
permitiría suponer que el Consejo quedaría impedido, una vez más, de asumir su rol de
garante de la paz internacional. De exigir Rusia y China la suspensión de las hostilidades,
EUA., vetaría la aprobación de las resoluciones del caso anulando con ello la aplicación de
algunas de las medidas previstas los art. 41 a 48 de la Carta y las Res. 377, 1950; 2006,
1965, entre las principales.
Muy probablemente, sería dado esperar que la inacción del Consejo se perpetuaría al menos
hasta tanto Rusia y China estimen que sus deudas e inversiones en Venezuela quedarían
adecuadamente garantizadas tras la caída del régimen madurista. Tal cosa podría estar
anticipándose en las conversaciones que inesperadamente iniciaron en Roma el 19 de
marzo el viceministro de relaciones exteriores ruso, Serguéi Riabkov, y el enviado especial
de EUA., para Venezuela, Elliott Abrams. [Volver al índice]
¿Y Colombia qué?
Por fuera de otros gobiernos que deseen o se vean forzados a participar en tal alianza
militar que de seguro liderarían los EUA., la participación de Colombia aparece casi
imperativa desde diferentes puntos de vista. Por fuera de su posición táctica fronteriza,
estarían los compromisos externos asumidos por el país desde finales de mayo del 2018
como ‘socio global’ de la OTAN. Si bien dicho estatus es altamente simbólico dentro de la
Alianza, Colombia contrajo el ineludible deber de coadyuvar a la estabilidad y la seguridad
del área euro-atlántica a través de la cooperación y la acción común con los Estados
miembros de tal Organización, uno de ellos, los EUA. Con ello Colombia se obligó a
asegurar la protección y la promoción en el continente de las libertades fundamentales y los
derechos humanos, la salvaguarda de la libertad, la justicia y la paz interna a través de la
democracia y el mantenimiento de los principios del derecho internacional y humanitario.
Desde el lado de su soberanía territorial el actual gobierno colombiano podría aprovechar la
erradicación definitiva del refugio-santuario que desde el comandante H. Chávez, gozan en
Venezuela el ELN, las disidencias de la FARC y otros narco traficantes para delinquir
impunemente en Colombia. En particular, el narco cultivo y tráfico de estupefacientes, la
venta de armamentos y el secuestro de connacionales; delitos que nutren los bolsillos de los
altos jerarcas y familiares del régimen madurista. Dado que la complacencia remunerada
con impunidad que han hecho los gobiernos bolivarianos con tales grupos delictivos
implica una renuncia tácita a su soberanía territorial, según el ya citado Capítulo VII de la
Carta delas NN. UU., Colombia posee el derecho a aplicar una legítima defensa punitiva
(art. 51) conforme lo hizo en marzo de 2008 sobre la provincia ecuatoriana de Sucumbios.
Por otro lado, una intervención militar solidaria de EUA., al lado de las tropas colombianas
está prevista en el Acuerdo militar del 2009 que es de obligado cumplimiento para ambas
partes. Igual apoyo está pactado en los convenios militares de EUA., con Brasil del 2010.
Pero de todas formas a nadie escapa que de fracasar la opción militar la tiranía bolivariana
se ad eternum en el poder. A pesar de ser otros tiempos y otros los medios disponibles, los
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espejos de ‘Bahía Cochinos’ y la interminable guerra civil siria pesan demasiado en los
mencionados tableros en los que hoy se juega el destino de Venezuela. [Volver al índice]
A su vez, está aún latente la Res. 1368 (2001) del Consejo de Seguridad que a partir de los
ataques del 9/11 a las Torres Gemelas de Nueva York, vinculó el terrorismo con el derecho
a la legítima defensa; derecho mucho más explícito si el delito de agresión está agravado
por el de terrorismo de Estado como aconteció el pasado 23 de febrero. No obstante, en
principio resulta poco entendible que tanto Brasil como Colombia hayan prescindido de
ejercer ipso facto el legítimo derecho de autodefensa territorial que les asistía; cosa que
bien podría entenderse como consecuencia de la improvisación y temeridad de ambos
gobiernos al momento de prestar sus territorios para intentar la introducción en Venezuela
de la referida carga humanitaria.
Tal renuncia no es lo que precisamente ha caracterizado por decenas de años el
enfrentamiento palestino-israelí o el más reciente indio-pakistaní. Resulta también poco
comprensible que a la fecha, luego de concluida la reunión del Grupo de Lima, ni Brasil ni
Colombia hayan anunciado siquiera que se reservaban el derecho a ejercer las acciones
jurídicas, políticas y militares de las que eran titulares de volverse a repetir las referidas
agresiones territoriales del pasado 23 de febrero. Esto bien podría acontecer de intentar
próximamente el gobierno de J. Guaidó reintroducir dicha ayuda humanitaria por vías
fronterizas con el apoyo de Brasil o Colombia. [Volver al índice]
las tres fronteras terrestres del país (Brasil, Colombia o Guayana). No obstante, el carácter
supuestamente imperialista de esta primera ayuda humanitaria desaparecerá a partir del
momento en que la misma se nutra con ayudas procedentes de otros países como serían las
donaciones de Colombia, Brasil, Chile y Perú. Pero esta ayuda nunca podrá ser imperialista
cuando el gobierno interino —así este no haya aún designado un ministro de Finanzas—
disponga efectivamente de los ingresos y recursos externos que le han sido embargados al
régimen madurista. Entonces, conforme le ordena la CB (art. 3, 236/1-2), como jefe de
Estado, J. Guaidó deberá optar prioritariamente por solventar la angustia alimentaria y
sanitaria de su pueblo (art. 83 y 88, CB) importando desde terceros países lo que sea para
socorrer a quienes lo necesiten, seguramente sin tomar en cuenta si se trata o no de sus
copartidarios.
Pero para cumplir con dicho mandato el presidente interino por ahora tiene la obligación
constitucional subsidiaria de lograr el ingreso de la primera y demás ayudas humanitarias, a
través de las fronteras terrestres, marítimas o aéreas. Pese a su posición asimétrica frente al
régimen madurista, el presidente J. Guaidó deberá continuar contando con sociedad civil
(algo más de 600 mil voluntarios) para cumplir adecuada y oportunamente con este
superior mandato político de socorrer a los afectados por tan extremo abandono estatal (art.
135 de la CB). Forzado el razonamiento anterior, en tanto N. Maduro no permita el ingreso
de tal ayuda internacional, sólo queda al presidente Guaidó forzar nuevamente su ingreso
terrestre fronterizo, antes que intentarlo por vía aérea, fluvial o marítima. Esta opción no
podrá soslayar un involucramiento decisivo —incluso armado— de los países y gobiernos
vecinos que decidan sustentar tal propósito y los que, como EUA., decida aliarse para
garantizar tal objetivo y deber. [Volver al índice]
Bolívar para comprobar su verdadero aspecto físico y si, como creía, había sido envenado
con arsénico por los neogranadinos de entonces, cosa que no logró demostrar el equipo de
forenses dirigido por un español dela Universidad de Granada. Curiosamente, durante los 4
siguientes años, 15 de los venezolanos que tuvieron que ver con tal exhumación, incluido el
propio H. Chávez, perecieron o murieron trágica o inesperadamente.
Quizás no es muy conocido el culto esotérico que con el nombre de San Bolívar se instaló
en Venezuela desde el siglo XIX. Tampoco es un secreto en este país que tanto el
comandante H. Chávez como sus principales sucesores fueron y son adictos a la santería y
ritos anexos. Menos desconocido es que fue con los paleros y babalawos de Cuba con los
que Chávez se inició en el Changó y sus rituales afrocubanos Lukumí, los que luego instaló
en Caracas y cuyos santeros repartió como asesores entre los ministerios, organismos
gubernamentales y empresas estatales, PDVSA en particular.
Circulan testimonios sobre los muchos ritos de conjura realizados por el presidente Chávez
en supuesta defensa de la revolución y perpetuación de su régimen, entre ellos los llevados
a cabo en el 2002 en Mozambique y la isla de Aves. Otros aseguran que con la exhumación
del cadáver de Bolívar —que se llevó a cabo a las 3 a.m. como ordenan tales rituales—,
Chávez satisfizo una exigencia ritual del ‘palo mayombe’. Resulta al menos curioso que
luego de haber manoseado tales restos casi poseído por el éxtasis, el Comandante
bolivariano padeciera el fulminante cáncer de próstata y colon que lo llevó a la tumba,
precisamente en Cuba. Igualmente extraño pareció la muerte súbita acaecida poco después
del prestigioso médico Rafael Marquina que le diagnosticó tal enfermedad. En todo caso
fue en La Habana y no en Venezuela donde el comandante Chávez decidió morir.
¿Será que tales nexos santeros, más que los ideológicos, pudieran explicar que Venezuela
haya favorecido al régimen cubano con no menos US$35 millardos? Cifra que equivale casi
al doble de la deuda de Cuba con la actual Rusia —heredera de la antigua URSS—
acumulada durante 30 años (1961-1991). Igualmente, entre otras aberraciones ¿explicaría
que actualmente Venezuela deba importar gasolina y que parte de ella sea reenviada casi
gratis a sus congéneres bolivarianos de Cuba y Nicaragua cuando los venezolanos tienen
que hacer largas colas cada día para abastecerse del tal combustible? ¿Ahondaría tales
incógnitas el hecho grotesco que la guardia pretoriana que protege a N. Maduro y sus
émulos palaciegos sean todos miembros de las fuerzas mercenarias cubanas? Y todavía
más, que sea un solo oficial de tales fuerzas, alias Asdrúbal de la Vega Orellana, el que da e
impone todas las órdenes militares y de policía en Venezuela, entre ellas las de represión y
exterminio de la oposición, empezando por la persecución de los jóvenes oficiales de las
fuerzas armadas del país que sean o parezcan sospechosos de ‘traición’ al régimen?
A últimas ¿será que los triunviros N. Maduro, D. Cabello y B. Rodríguez han podido
blindarse anulando la maldición que desde el Panteón Nacional bolivariano continúa
irradiando el sarcófago de Bolívar sobre la casi totalidad de los venezolanos? Si tal
acontece, para los familiarizados con tales rituales esotéricos les será fácil predecir que en
tanto no se realice una limpieza espiritual a fondo del país será harto difícil la posibilidad
de éxito del presidente interino Guaidó. [Volver al índice]