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La Biblia en el Aula

Dr. Jaime Vázquez Allegue


Centro de Enseñanza Superior Alberta Giménez (CESAG)

¿Existe Dios? El gran enigma. Así se titulaba un ciclo de conferencias dirigidas a


universitarios que se celebró con motivo de la publicación del libro de Stephen Hawking
The Grand Design1. Los organizadores me invitaron a una de las sesiones para replicar –
era el término que utilizaron en la presentación- a uno de los científicos que instantes antes
había expuesto la necesidad de sacar del ámbito de lo académico cualquier atisbo de
fenomenología religiosa, cualquier planteamiento metafísico o cualquier descripción
numinosa2. Con algo de ingenio y una buena dosis de picaresca, aproveché mi intervención
para darle la vuelta al punto de partida y anunciar que lejos de cualquier indicio de
contrariedad, lo religioso es el mejor complemento a cualquier planteamiento científico.
Dicho con otras palabras, la fe y la ciencia no sólo no tienen por qué contraponerse sino
que, en realidad, deben complementarse.
Ya Galileo afirmó: “Decidnos cómo se va al cielo, y dejad que os digamos cómo
marcha el cielo”. Los guardianes de la fe de su época, teólogos oficiales de la Inquisición
declararon que sus afirmaciones y descubrimientos eran inadmisibles porque se oponían a
las afirmaciones bíblicas y, desde su convicción de hallarse en la posesión absoluta de la
verdad, si tan siquiera se dignaron asomarse al telescopio inventado por Galileo, cuando se
lo ofreció como demostración de la verdad de sus teorías3.
Una parte de la juventud actual sufre una crisis religiosa cuando descubre que
asignaturas del mundo de la ciencia confirman teorías como la evolución (Darwin) o la
formación del universo (Big Bang) con argumentos empíricos. Estas teorías científicas
contrastan, aparentemente, con el objeto de la fe (Glaubensgegenstand) o con lo que la fe
ha transmitido durante siglos que tiene sus orígenes en los relatos de la creación del
Génesis según los cuales Dios crea el mundo en siete días y al ser humano a su imagen y

1
S. Hawking & L. Mlodinow, El gran diseño, Crítica, Madrid 2010.
2
J. Vázquez Allegue, “El diseño chapucero. Darwin, la biología y Dios”, Garnata 1 (2010) 88-102.
3
Cf. F. Fernández Ramos, Del mundo físico al tiempo bíblico, UPSA, Salamanca 2001, 7-8.

1
semejanza4. Alguien dijo que el Génesis es, para bien o para mal, el libro fundador de la
historia de Occidente, y, a rastras de ella, la matriz de casi todo lo que contiene nuestro
actual sistema de valores dominantes. No creo que quepa poner en duda esta afirmación:
al trasluz de la primera parte del Pentateuco se ilumina (es un decir) y cobra sentido, o
sinsentido, lo que hoy sucede en el mundo”5.
El debate fe y ciencia es muy antiguo. Ya en el siglo XII, Maimónides afirmaba en su
obra Guía de Perplejos que la razón y la fe siempre han de estar en armonía. El Papa Juan
Pablo II en la encíclica Fides et Ratio (1998) presentaba el diálogo fe y ciencia como un
debate por hacer. En su encíclica Lumen Fidei, el Papa Francisco afirma: “La fe despierta
el sentido crítico, en cuanto que no permite que la investigación se conforme con sus
fórmulas y la ayuda a darse cuenta de que la naturaleza no se reduce a ellas". Y en su
exhortación Evangelii Gaudium (2013) dedica un capítulo al diálogo entre la fe, la razón y
las ciencias, en donde afirma: “El diálogo entre ciencia y fe también es parte de la acción
evangelizadora que pacifica. El cientismo y el positivismo se rehúsan a admitir como
válidas las formas de conocimiento diversas de las propias ciencias positivas. La Iglesia
propone otro camino que exige una síntesis entre un uso responsable de las metodologías
propias de las ciencias empíricas y otros saberes como la filosofía, la teología, y la misma
fe, que eleva al ser humano hasta el misterio que trasciende la naturaleza y la inteligencia
humana. La fe no le tiene miedo a la razón; al contrario, la busca y confía en ella, porque la
luz de la razón y la de la fe provienen ambas de Dios” (EG 242).
Somos nosotros, docentes, pedagogos, formadores de nuevas generaciones, los
que parecemos empeñados en establecer distancias entre lo demostrable y lo que no lo es,
entre las experiencias teofánicas y el empirismo cartesiano, entre la hierofanía de lo
sagrado y la verificación cuantitativa, entre la mostración y la demostración. Cuando,
precisamente, deberíamos ser los primeros en establecer puentes entre aquellas
cuestiones que afectan al desarrollo y crecimiento del ser humano desde dos perspectivas
distintas pero no distantes. No podemos silenciar en nuestras escuelas y centros
educativos la belleza de los pasajes con los que comienza la Biblia. Es necesario volver a
poner la vista prístina en estos escritos sagrados con una mirada sin prejuicios.
Necesitamos volver a leer los relatos de la creación como si fuera la primera vez, como si el

4
P. Teilhard de Chardin, El medio divino, Trotta, Madrid 2008.
5
F. Sánchez, “Prólogo al Prólogo de la Historia del Mundo”, en El libro del Génesis, Planeta,
Barcelona 1998, 5-6.
2
mundo estuviera recién inaugurado. La Biblia no pretende ser un libro de historia, de
ciencia, de cosmogonía, de antropología, sino, sobre todo, como un mensaje de esperanza,
de salvación, de juicio y de liberación6.

Creación o evolución
Primero fue la revolución copernicana, después las teorías darwinistas de la
evolución, finalmente las ciencias cosmológicas, hicieron inviable la lectura literal de los
relatos de la creación. Descartada esta lectura literalista y la identificación de los textos
como una página de un libro de ciencias naturales que nos informa sobre el cómo de la
creación, no nos queda otra opción que tomar los textos como una reflexión religiosa que
pretende transmitir un mensaje. La juventud actual sostiene que uno de los temas que
determina la capacidad de diálogo en el debate secular entre la fe y la ciencia se encuentra
en la interpretación de los orígenes del mundo y del ser humano a la luz de lo que
demuestra la ciencia y lo que transmite la fe. ¿Creación o evolución? Dos cuestiones que
no sólo configuran la experiencia religiosa, sino que fundamentan procesos sentimentales,
estructuras intencionales y hasta un posible carácter bipolar: con Dios o contra Dios. Sin
embargo, lejos de establecer distancias, la exégesis y los recientes estudios bíblicos
ofrecen una nueva interpretación de los relatos de la creación que no sólo no cuestiona la
ciencia sino que la hace compatible7. En su exhortación apostólica Evangelii Gaudium
(2013), el Papa Francisco afirma: “El anuncio a la cultura implica también un anuncio a las
culturas profesionales, científicas y académicas. Se trata del encuentro entre la fe, la razón
y las ciencias, que procura desarrollar un nuevo discurso de la credibilidad” (EG 132).
La Biblia se plantea el porqué de la existencia mientras que la ciencia se interroga
por el dónde, el cómo, el cuándo se ha formado esa vida. El uso de la Biblia en el aula es
clave para establecer un principio que garantice que la buena transmisión de estas
disciplinas ayudará a descubrir que ni la ciencia cuestiona la fe, ni la fe se opone a las
demostraciones científicas. Cómo presentar lo que dice la Sagrada Escritura sobre el
origen del mundo y del ser humano sin contradecir lo que asignaturas relacionadas con la
ciencia demuestran de forma indiscutible.

6
Cf. G. Ravasi, El libro del Génesis (1-11), Ciudad Nueva, Madrid 1992, 10.
7
Cf. J.L. Ruiz de la Peña, Teología de la creación, Sal Terrae, Santander 1986, 21-22.

3
El primer paso consiste en enseñar a utilizar la Biblia (texto). Una tarea que, lejos de
pertenecer al ámbito de la pastoral y de la catequética, se adentra de lleno en el
conocimiento de la bibliografía y la metodología de referencia. Todo alumno a una
determinada edad debe saber utilizar la Biblia, conocer su estructura, buscar una cita y
saber situarse ante un texto escriturístico.
El segundo paso implica conocer cuáles son los elementos que rodean al texto
(contexto). En qué momento se escribe, quién lo escribe, dónde lo escribe. El contexto del
texto obliga a recuperar la historia sagrada y quiénes fueron los primeros destinatarios de
aquellos escritos. El Génesis responde al enigma y problema de los orígenes y
postrimerías del ser humano procedente del territorio delimitado por las tres zonas del
Oriente Próximo.
El tercer paso tiene como misión descubrir las intenciones del autor o autores
sagrados (pretexto). Cuál era la finalidad los hagiógrafos cuando escribieron los relatos
bíblicos, cuáles eran sus motivaciones y cuáles fueron las razones que les llevaron a decir
lo que dijeron y cómo lo dijeron.

Texto
El primer libro de la Biblia describe los orígenes del universo y del ser humano en
dos relatos diferentes. La tradición judeocristiana ha visto en estos textos una fuente de
inspiración que ha dado lugar a numerosas lecturas e interpretaciones a lo largo de la
historia. Estas interpretaciones han justificado, en muchas ocasiones, la historicidad de los
relatos otorgando a la literatura bíblica un grado de credibilidad ajena a su dimensión
narrativa. Sin embargo, la historia de la redacción de los relatos del Génesis y los recientes
estudios bíblicos, confirman el carácter mitológico de los textos y la intención apologética
de sus autores. Entiendo por mito el método arcaico de expresar un contenido más
profundo8. La función del mito –afirma Lévi-Strauss- no es tanto la de informar sobre el
pasado cuanto la de iluminar el presente9. “El hombre se pregunta por el sentido de una
cosa, una nación, una estirpe, un elemento de la naturaleza… Para aclararlo recurre a una
reconstrucción hipotética de su origen. Esta intención hermenéutica explica una de las

8
R. Otto, M. Eliade, P. Tillich, H. Schlier y P. Ricoeur han sido quienes mayor han tratado el sentido
y significado del mito y la mitología antigua.
9
Cf. C. Lévi-Strauss, Le cru et le cult, Paris 1964.
4
características esenciales del mito: su anhistoricidad. Mientras que el tiempo histórico es
progresivo, el tiempo en que transcurre la acción mítica es reiterativo, circular, reversible; lo
que ocurrió (hipotéticamente) volverá a ocurrir. De ahí su actualidad; o mejor
(paradójicamente) su inactualidad”10.
Las primeras líneas del primer libro bíblico afirman que “en el principio Dios creó”
(Gén 1,1). Estas palabras son el comienzo del primer relato de la creación (Gén 1,1-2,4a).
El hecho, al margen de las especulaciones teológicas del acontecimiento, no puede ser
analizado sin tener en cuenta el contexto en el que el texto fue redactado y las influencias
literarias que afectaron a la narración. El primer relato de la creación, como una buena
parte de la literatura de la Biblia Hebrea, fue escrito en el contexto del exilio de Babilonia
(587-538 a.C.), en el marco de las deportaciones que llevaron a los israelitas a
Mesopotamia tras la destrucción de la ciudad de Jerusalén. Las múltiples influencias -no
sólo literarias sino también geográficas- que convergen en el texto, confirman que la
composición y redacción tuvo lugar en el exilio de la mano de un autor al que la exégesis
tradicional identificó de forma simbólica como P (Priester) o autor Sacerdotal. Sirvan como
ejemplo de estas influencias, las tradiciones encontradas en la biblioteca de Asurbanipal en
donde se relata el nacimiento de los dioses o la exaltación de Marduk como dios de la
creación que aparece en el poema del Enuma Elish. “Es patente el parentesco entre
determinadas concepciones expresadas en los relatos bíblicos de la creación y las ideas
afines de Babilonia, Fenicia o Egipto”11. Algo parecido sucede con el segundo relato de la
creación (Gén 2,4b-25) atribuido tradicionalmente al autor J (Yahvista), en el mismo
contexto tanto geográfico como cultural y sometido, por tanto, a la influencia de tradiciones
paralelas. Estas tradiciones mesopotámicas no sólo confirman la influencia que ejercieron
sobre el relato bíblico de la creación, sino que determinan la redacción del texto sagrado en
el contexto del exilio.
La exégesis clásica ha identificado a los autores de los relatos bíblicos de la creación
como el Yahvista y el Sacerdotal. Hoy deberíamos considerarlos dos formas diferentes de
transmitir una misma idea: que Dios es uno y que es el creador de todo lo creado. Un Dios
más poderoso que todos los dioses de los panteones de divinidades mesopotámicas. Dos
relatos diferentes para explicar una misma cosa. Es posible, incluso, que los israelitas

10
Cf. M. Eliade, Lo sagrado y lo profano, Labor, Madrid 1967, 108-110.
11
Cf. A. Eichrodt, Teología del Antiguo Testamento, Vol II, Cristiandad, Madrid 1975, 105.

5
afincados en el exilio de Babilonia redactaran otros relatos de la creación aunque sólo los
dos que fueron incorporados al canon de la Biblia Hebrea hayan sido elegidos para
representar esa literatura con una intencionalidad específica, la de transmitir una identidad
a través de la memoria. Lo mismo que sucede con los relatos de la creación podríamos
aplicarlo a otros textos como el jardín del Edén para situarnos en el paraíso; las figuras de
Adán y Eva para explicar el pecado original; la historia de Caín y Abel para justificar el
origen del mal; la leyenda de Noé y el diluvio universal para demostrar el poder de la
regeneración; las tradiciones de Abrahán como padre de los israelitas; las narraciones de
Egipto, el éxodo y la llegada a la tierra prometida… podríamos seguir enumerando
tradiciones de la llamada Historia Sagrada. En cualquier caso, el objetivo era uno y único,
transmitir la identidad a las nuevas generaciones sometidas al riesgo de perderse o diluirse
en el contexto del exilio babilónico para lo cual, la memoria colectiva era el acto previo a la
redacción12.

Contexto
“Para no ser tildada de oportunista, esta óptica interpretativa ha de acreditarse desde
el mismo contexto bíblico. Es decir, si no se quiere dar la impresión de un repliegue
estratégico ante la ofensiva de circunstancias adversas, hay que descubrir en la propia
Bibia cuál fue la intención genuina del autor de Gén 1, qué tipo de mensaje ha querido
transmitir y cuál es, por tanto, la doctrina que pretende enseñar”13.
La historia y la arqueología no sólo garantizan la historicidad de la destrucción de
Jerusalén en el año 587 a.C. (sirva como ejemplo una tablilla babilónica del 594 a.C. que
describe la destrucción de la ciudad) sino que certifican las deportaciones de los israelitas a
Babilonia durante el reinado de Nabucodonosor (604-549 a.C.) como confirma la estela de
Tell Dan descubierta en 1994. El período del exilio en Babilonia con sus sucesivas
deportaciones, supuso un trauma para el pueblo de Israel no sólo por el abandono de su
tierra sino, sobre todo, por la inseguridad que producía estar en otro escenario sometido a
la influencia de tradiciones y culturas diferentes. El paso del tiempo dio lugar a un hecho
singular que determinó la puesta por escrito de las tradiciones hebreas hasta ese momento

12
J. Vázquez Allegue, “Memoria colectiva e identidad de grupo en Qumrán” en Supplements to the
Journal for the Study of Judaism 122, Brill, Leiden 2007, 89-104.
13
J.L. Ruiz de la Peña, Teología de la creación, Sal Terrae, Santander 1986, 22.

6
transmitidas mayoritariamente de forma oral. Con el paso de los años, los mayores y
ancianos que habían conocido el esplendor de la ciudad de Jerusalén y habían disfrutado
de la organización religiosa del Templo de Salomón (960 a.C.) fueron desapareciendo. Las
nuevas generaciones de hebreos que nacían en el exilio lo hacían en un escenario distinto
y bajo el peligro de verse sometidos a las influencias de las culturas y tradiciones religiosas
mesopotámicas en general y babilónicas en particular. Para los mayores, aquel riesgo sólo
se podía solventar plasmando por escrito las tradiciones, dichos, historias y leyendas que
configuraban la identidad del pueblo de Israel. De esta forma y en este contexto, surge una
literatura que mira al pasado con la intención de proteger una cultura y una identidad, la del
pueblo hebreo en el exilio. Sólo de esta manera se podía explicar a las generaciones
nacientes que ellos tenían una cultura propia, una identidad específica y una religiosidad
particular14. El conocimiento de las cosmogonías de los pueblos circunvecinos, por
ejemplo, ayudó a los biblistas a darse cuenta de que los autores de los relatos bíblicos de
la creación no tenían la intención de ser originales en lo que respecta a los materiales
utilizados en sus narraciones. Ellos, como autores y sus destinatarios eran conscientes de
que los materiales no eran nuevos ni originales. La originalidad tenía otra dimensión que
estaba directamente relacionada con su mensaje y su intencionalidad.
Para la historia de la redacción del texto bíblico, el exilio de Babilonia es un momento
crucial. Por un lado, muchas tradiciones antiguas –en su mayoría transmitidas de forma
oral- son puestas por escrito. Por otro lado, se crea una literatura nueva que se pregunta
por su situación y lamenta su presente al tiempo que mira al pasado con nostalgia.
Posteriormente, tras el retorno, con la constitución de lo que muchos consideran nacimiento
del judaísmo como religión, surgirá una nueva literatura en la que el exilio seguirá siendo
un referente que recordará a los israelitas lo sucedido en el pasado con la esperanza de
que no vuelva a suceder. Por todo ello, cuando nos asomamos a un texto del Antiguo
Testamento, lo primero que tenemos que hacer es preguntarnos si es anterior a la
destrucción de Jerusalén (preexílico), de la época de las deportaciones (exílico) o de los
tiempos de la restauración (postexílico).

14
Véase lo referente a la situación teológica del testimonio de la creación en la obra de G. Von Rad,
Teología del Antiguo Testamento,, Vol I, Sígueme, Salamanca 1972, 184-189.

7
Pretexto
Antiguas son las tradiciones, pero han sido recreadas en un tiempo más reciente y
situadas al comienzo de la Biblia como prólogo y compendio de todo lo que sigue15. Es
ineludible que los relatos de la creación recurren al esquema científico de su época. Un
esquema fixista y monogenista según el cual todo procede de un único tronco original y
tiene una fisiología propia y definitiva desde el primer momento. Sin embargo, el objetivo de
los relatos de la creación no es primariamente científica. Los textos bíblicos quieren poner
al ser humano, desde el primer instante de su existencia, frente a Dios a la hora de buscar
una definición de sí mismo y de su identidad16.
El monoteísmo del pueblo de Israel frente al politeísmo dominante en el contexto
mesopotámico era el primer elemento que había que transmitir. Con este objetivo, tomando
elementos visuales y gráficos del entorno, los autores pusieron por escrito los relatos de la
creación. Para ello utilizaron un lenguaje atractivo, llamativo, capaz de captar la atención de
los más pequeños y de penetrar en sus mentes hasta configurar su propia identidad. Esta
motivación fue la que llevó a los autores de un porcentaje muy elevado de textos bíblicos a
recuperar tradiciones antiguas y ponerlas por escrito y a crear composiciones dirigidas
básicamente a las nuevas generaciones. Esta última razón dio lugar a un tipo de literatura
exagerada, considerada en algunas ocasiones fantástica, a sobredimensionar elementos
físicos y a crear categorías sólo aceptadas por la imaginación. Así, por ejemplo, las
dimensiones fantásticas del Templo de Jerusalén, narraciones de victorias inverosímiles en
el campo de batalla, personajes extraordinarios,… En cierto sentido, estas narraciones
escritas o adaptadas durante el exilio babilónico son, en realidad, cuentos para niños y
como tales han de ser presentados. Cuentos que, como todos los cuentos infantiles,
pretenden transmitir un mensaje a los más pequeños utilizando, para ello, los elementos y
el lenguaje adaptado a la imaginación de los más jóvenes.
En resumen, los relatos de la creación no son dos fragmentos de ciencias naturales,
ni dos noticias profanas sobre el comienzo del mundo y de sus habitantes. Los dos relatos
de la creación del libro del Génesis son la interpretación por parte del pueblo de Israel del

15
Véase el capítulo “Primera creación y muerte humana: Los orígenes (Gén 1-11) en X. Pikaza,
Antropología Bíblica. Del árbol del juicio al sepulcro de la Pascua, Sígueme, Salamanca 1993, 57-
129.
16
Cf. H. Simian-Yofré, Metodología del Antiguo Testamento, Sígueme, Salamanca 2001.
8
origen del mundo en función de su propio origen como pueblo de Dios o, en clave cristiana,
la primera página de la historia de la salvación.

Creación y evolución
Confirmada la intencionalidad de los relatos de la creación de transmitir una
identidad a las nuevas generaciones, queda demostrado el carácter imaginativo de sus
autores y, por extensión, la dimensión literaria de los textos. De esta manera, el carácter
legendario, mitológico, imaginativo y narrativo propio de la creación literaria no se opone a
lo que la ciencia pretende demostrar de forma empírica y racional. La creación bíblica no
contradice las diferentes teorías de la evolución ni los estudios sobre el desarrollo y
expansión del universo que confirma la ciencia. No hay enfrentamiento ni oposición porque
estamos ante dos dimensiones diferentes, dos categorías distintas. Los relatos de la
creación pretenden transmitir una fe concreta y la ciencia pretende demostrar unas
hipótesis empíricas. Israel se vio en la necesidad de ir más allá de la alabanza del Creador
al estilo de la originaria teología de la creación. Y por eso el discurso sobre la creación no
se queda sólo en la alabanza divina, como sucede por ejemplo en la epopeya babilónica17.
Si esto que parece tan sencillo, sabe transmitir bien en el aula a nuestros jóvenes,
evitaremos un conflicto que afecta de forma particular a un buen número de jóvenes
adolescentes. El conflicto de que materias académicas de corte científico pretendan
convencerlos de lo que la ciencia demuestra y otras materias, como la asignatura de
Religión, en donde los contenidos se fundamentan en la Sagrada Escritura, parezcan
contradecir lo que la ciencia confirma. Un conflicto que lejos de generar debate, se
convierte en una batalla perdida en una sociedad empírica, racional y científica en donde lo
demostrable está por encima de todo lo demás.
Nadie duda que los relatos de la creación del libro del Génesis son transmisores de
una identidad. Fueron redactados con un objetivo concreto en un momento específico de la
historia, cuando el pueblo hebreo se encontraba en el exilio de Babilonia. Pero eso no se
debe confundir con la intención que motivó su redacción. De ahí que cuando comparamos
la creación bíblica con las teorías sobre la formación del universo y la evolución no
podemos obviar que hablamos de planos diferentes, lenguajes distintos y objetivos

17
Cf. el capítulo “Creación, historia y salvación” de H.D. Preuss, Teología del Antiguo Testamento,
Vol I, Desclée de Brouwer, Bilbao 1999, 403-410.

9
concretos. Comparar cuestiones que se sitúan en niveles de comunicación diferentes
conduce a la confusión. Por eso sugiero a los más racionalistas que no olviden que la
ciencia no demuestra que Dios existe, pero tampoco demuestra que no existe. Pero
también sugiero a los más rigoristas que se planteen los siete días de la creación bíblica
como el reflejo simbólico de la evolución darwiniana18. A fin de cuentas, como sostiene el
Papa Francisco, “cuando algunas categorías de la razón y de las ciencias son acogidas en
el anuncio del mensaje, esas mismas categorías se convierten en instrumentos de
evangelización” (EG 132).

Conlusión
La doctrina cristiana de la creación no puede responder a las objeciones
provenientes de las ciencias de la naturaleza mientras no esté en grado de ofrecer una
lectura críticamente solvente de los relatos bíblicos de los orígenes. Con otras palabras:
hay que mostrar, con los recursos de los estudios literarios, que la Biblia no enseña la
creación del mundo en seis días, la aparición de la luz antes que las estrellas, la
concepción fixista de la biosfera y tantas otras cuestiones. Sin embargo, la renovación de la
exégesis bíblica y el uso de los nuevos métodos hermenéuticos y de interpretación libraron
a la Religión del pesado fardo del biblicismo fundamentalista19.
Nuestra fe se nutre de la fe del pueblo de Israel20 que, aquilatando la historia de su
fe, tras el destierro, llega fundamentalmente a la fe en la creación que (leída desde el
acontecimiento de Jesús y desde la historia que él desencadenó, en la que estamos) es la
que hemos profesado21. Si, como sostiene la crítica actual, el Génesis contiene dos relatos

18
J.L. Ska, The Exegesis of the Pentateuch: Exegetical Studies and Basic Questions, Mohr Siebeck,
Tübingen 2009.
19
Cf. J.L. Ruiz de la Peña, Teología de la creación, Sal Terrae, Santander 1986, 22.
20
Sirvan como ejemplo las interpretaciones que hacían los rabinos de los relatos bíblicos de la
creación como pone de manifiesto V.M. Armenteros, Midrás Tanhuma Génesis, Biblioteca
Midrásica, Verbo Divino, Estella 2009. También, el modelo propuesto por M. Pérez Fernández y O.
Ruiz Morell, El beso de Dios. Midrás de la Muerte de Moisés, Biblioteca Midrásica, Verbo Divino,
Estella 2013.
21
Cf. P. Trigo, “Creación y mundo material” en I. Ellacuría – J. Sobrino, Misterium Liberationis,
Vol II, Trotta, Madrid 1990, 11-48.

10
populares de la creación, “entonces es la historia de la verdad por la verdad misma, y la
cuestión ya no es preguntarse ¿qué quiere decir esto?, sino ¿qué quiere decirme esto?”22.
Es necesario por tanto, volver lo antes posible al estudio y enseñanza de los mitos de los
orígenes. Sólo de esta forma entenderemos y haremos entender el sentido y significado del
mundo en el que vivimos. También ayudaremos a responder a las perennes preguntas, de
dónde venimos y a dónde vamos. No olvidemos que en el primer libro de la Biblia y de
forma más concreta en los dos relatos de la creación, nos encontramos con temas tan
propios de una pastoral educativa como son: el origen del mal, la ecología, el racismo, el
machismo, la idolatría, por poner algunos ejemplos. Al final, como afirmó Einstein, “la
religión, sin la ciencia, está coja”, o como afirmó el científico alemán M. Plank: “El primer
trago de la copa de la Ciencia puede inducir al hombre al ateísmo, pero en el fondo de la
copa me espera Dios”23.

22
P. Ortega Campos, El valor educativo de las preguntas en la Biblia, PPC, Madrid 2009, 17.
23
Cf, J. Guitton, Dios y Ciencia, Hacia el metarrealismo, Debate, Madrid 1994, 24-25.

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