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ESTUDIO DE LA VARIACIÓN
LINGUÍSTICA
COSERIU E. 1990. Introducción a la lingüística
La realización de la “facultad del lenguaje” propia de los hombres no ocurre de modo uniforme,
sino bajo numerosísimas formas históricas que se llaman comúnmente lenguas.
Lengua: conjunto de los actos lingüísticos prácticamente idénticos de una comunidad de
individuos, un sistema de isoglosas convencionalmente establecido, que abarca lo común de
las expresiones de una comunidad, o también de un solo individuo en distintas épocas. La
lengua existe también como conjunto de actos lingüísticos comunes virtuales: en la conciencia
de cada uno de nosotros existe la lengua como sistema, como modelo, y el mismo modelo
existe también en las demás personas que pertenecen a nuestra comunidad.
Desde el punto de vista puramente lingüístico, el límite entre las lenguas es convencional,
como también lo es el límite entre los dialectos: depende de las isoglosas que se consideren,
pues casi no hay isoglosas que coincidan exactamente en un determinado territorio.
Lengua española significa el sistema de isoglosas característico de los españoles, y de todos
los individuos que pertenecen a la comunidad lingüística española, es decir, el conjunto de
actos lingüísticos comunes a los españoles.
Además, el concepto de sistema de isoglosas nos permite emplear el término lengua aun
refiriéndonos a un solo individuo: la lengua de Cervantes es el sistema característico de
isoglosas que se puede deducir de las obras de este escritor.
Cada sistema de isoglosas abarca sólo los actos lingüísticos comunes en el conjunto
considerado, y, por ello, cuanto más amplio es el sistema de isoglosas considerado en el
espacio o en el tiempo, tanto menor es el número de isoglosas que lo constituyen, y viceversa.
En la delimitación usual de las lenguas como conjuntos identificables y autónomos de
tradiciones del hablar (lenguas históricas o idiomas), se tienen en cuenta, no sólo criterios
lingüísticos, sino también criterios históricos, políticos, culturales, etc. De ahí que los lingüistas
no hablan comúnmente de una lengua latina actual, sino que hablan de lenguas neolatinas o
románicas y de lenguas indoeuropeas.
CRITERIOS
Intercomprensión: Este criterio vale, por ejemplo, en el caso de las lenguas románicas,
pues, comúnmente, un español no comprende a un francés, a un italiano o a un rumano; mas
no vale siempre en el caso de las lenguas eslavas o germánicas, y menos aún en el caso de
las lenguas semíticas, que presentan una notable homogeneidad.
Conciencia del hablante: determinados actos lingüísticos pertenecen a cierta lengua
histórica si el hablante tiene la conciencia de hablar esa lengua, es decir, de que su habla
pertenece a cierto sistema lingüístico. A veces, esa conciencia falla. Por ejemplo, un
campesino moldavo dirá que habla moldavo y no rumano, mientras que lingüísticamente es
difícil reconocer la existencia de una lengua moldava, como diferente del rumano.
Un dialecto es el sistema de isoglosas de una región, delimitado sobre la base de criterios
puramente convencionales (aunque objetivos), es decir, teniendo en cuenta sólo ciertos
fenómenos característicos.
El número de los dialectos en un sistema de dialectos (lengua) puede, por tanto, variar según
los fenómenos y las regiones que se consideren. Por ejemplo, en el sistema español se puede
delimitar un número cualquiera de dialectos (castellano, andaluz, aragonés, etc.,) y dentro de
los dialectos se pueden distinguir sistemas menores de isoglosas, llamados
convencionalmente subdialectos o patois (hablas locales: toledano, cordobés, sevillano, etc.),
con criterios puramente personales.
A veces los criterios lingüísticos no son suficientes. En casos como éste, el lingüista tiene que
aceptar criterios extraglotológicos, por ejemplo, criterios políticos o culturales.
Establecimiento de los límites de un sistema de dialectos:
Criterios lingüísticos: consideramos como portuguesas, y no españolas, las hablas en que
la F inicial del latín se conserva siempre (feito, falar, fogo, frente a hecho, hablar, fuego).
La lengua común no es en su origen sino un dialecto como los demás, de una región o de
una ciudad, pero que, por motivos políticos, históricos o culturales (literarios), ha llegado a
ser lengua nacional, o sea que se usa en todo el territorio considerado como lengua
superdialectal, al lado de las hablas locales. Así, el español común es, en su origen, el dialecto
castellano; el francés común es el dialecto de la región Ile-de-France.
La lengua común suele diferenciarse del dialecto del que surgió, del cual rechaza muchas
veces las características locales, y se convierte en lengua nacional. Por ejemplo, la Koiné
griega (en su origen, el dialecto de Ática) eliminó con el tiempo a todos los demás dialectos
griegos. Los dialectos griegos actuales son efectivamente dialectos surgidos de una lengua
común (de la antigua koiné), pero de ninguna manera dialectos de la actual lengua griega
común y literaria, todavía en formación.
A veces, de una única lengua “lingüística”, es decir, de un único sistema dialectal, surgen más
lenguas comunes o nacionales, y otras veces a más sistemas dialectales corresponde una
única lengua común.
Ejemplos:
• El caso del sistema lingüístico alemán (Ver página: 28, punto 4.3.1.).
• El caso del eslavo meridional (Ver página: 29, punto 4.3.2.).
• Francia (Ver página: 30, punto 4.3.4.).
• Noruega (Ver página: 32, punto 4.3.6.).
En cierto sentido, se puede decir que una lengua no surge y no desaparece en ningún
momento preciso, sino que sólo se desarrolla o evoluciona: el latín no es, en este sentido,
una lengua muerta, pues sigue viviendo en los idiomas neolatinos, bajo formas que se llaman
gallego-portugués, español, catalán-provenzal, francés, italiano, reto-romance, rumano. Ha
muerto, en cambio, el latín común y literario, puesto que ya no hay ninguna población que lo
emplee como tal.
Y es bueno observar que todo esto no tiene nada que ver con la existencia de una raza o de
una nacionalidad, que son conceptos, respectivamente, biológico y político, y no lingüísticos:
puede existir una nacionalidad argentina sin que exista una lengua argentina, así como existe
una nacionalidad suiza sin que exista una lengua suiza. Del mismo modo, existe una raza
dinárica sin que existe una lengua dinárica, y, viceversa, existe una lengua alemana sin que
exista una raza alemana. (Ver página: 32-33, punto 5.2.).
El término lengua es muchas veces variado en el uso común, y depende de varios criterios
más o menos aplicables, y, en último análisis, de convenciones. Por ejemplo, en una obra
gramatical, será oportuno precisar si el término lengua quiere decir sistema de dialectos (o
sea, si se trata del estudio científico de un sistema de isoglosas, con todos los eventuales
sistemas menores que abarque) o simplemente de lengua común o literaria (es decir, si se
trata de un único sistema de isoglosas, tomado como modelo). Y, para eliminar confusiones,
se podría, por ejemplo, evitar en ciertos casos el término lengua en los estudios lingüísticos,
diciendo, por ejemplo, gramática española o gramática del español, si se trata de una
gramática de todos los dialectos españoles, y gramática de la lengua española, si se trata de
una gramática del español común, lengua oficial, nacional y literaria.
El término lengua presenta muchos empleos específicos, como en las expresiones:
Lenguas especiales: hablas características de grupos sociales profesionales, como también
los lenguajes técnicos (por ejemplo, la lengua de los marinos, la lengua de los pescadores,
de los estudiantes, de los ingenieros, de los obreros metalúrgicos, etc.). A menudo también
se llaman argots.
Lenguas artificiales: sistemas lingüísticos construidos por uno o más individuos, sobre la
base de lenguas históricamente existentes, con el propósito de una difusión universal, es
decir, como posibles instrumentos de comprensión internacional, por encima de los idiomas
nacionales. Tales son el esperanto, el ido, etc.
Lenguas criollas: lenguas comunes insuficientemente aprendidas por poblaciones
indígenas, especialmente en territorios de colonización, y que conservan formas, palabras y
construcciones de las lenguas a que sustituyen (por ejemplo, el francés de los negros de
Haití, de las clases inferiores, etc.).
Lenguas francas: son hablas que pueden pertenecer o no a una comunidad, como dialecto
o como lengua nacional, pero que se usan por poblaciones de distintas nacionalidades y
lenguas, especialmente en sus relaciones comerciales y en otras relaciones con extranjeros.
• Todos los hablantes lo son al menos de un dialecto – de que el inglés estándar es,
por ejemplo, un dialecto tan claro como cualquier otra forma del inglés – y de que no
tiene ningún sentido suponer que un dialecto cualquier es lingüísticamente superior a
otro.
• Es útil clasificar los dialectos como DIALECTOS DE UNA LENGUA.
• Los dialectos pueden ser considerados como subdivisiones de una lengua en
particular.
Inteligibilidad mutua.
Problemas que plantea esta distinción:
PIDGINS Y CRIOLLOS
En situaciones especiales de contacto, generalmente de comercio o esclavitud, en que por lo
menos dos grupos se tienen que comunicar entre sí sin tener una lengua común, se desarrolla
una variedad de contacto, al principio muy inestable, que no es la lengua nativa de ninguno
de los hablantes, que se denomina pidgin. Su vocabulario es reducido y generalmente
pertenece a la lengua que se considera socialmente superior y que se llama lengua base o
de superestrato y su fonología y su gramática, muy simplificada, suele reflejar las
características de la lengua o lenguas (generalmente lo segundo) consideradas socialmente
inferiores. Estas últimas son lenguas de sustrato.
Dos posibles etimologías de la palabra “pidgin”:
Que sea una derivación del término pidian, que se refiere a unos indios con los que
comerciaban los ingleses.
Que sea una variante de la palabra inglesa business, pronunciada por hablantes del pidgin
inglés chino que se desarrolló en Cantón en el siglo VII.
El término criollo es la palabra portuguesa crioulo que se refería a un esclavo nacido y criado
en la casa de su amo, y luego significó “hijo de padres europeos nacido en una colonia”.
Una lengua criolla es aquella que se desarrolla cuando un pidgin se empieza a hablar como
lengua nativa en una comunidad. En cuanto esto sucede el criollo se expande tanto en su
gramática como en su vocabulario y empieza a sufrir cambios lingüísticos semejantes a los
de las lenguas que se desarrollaron en forma normal, al grado de que si no tuviéramos
antecedentes históricos sobre la creación de los criollos no podríamos distinguirlos de las
demás lenguas.
Valdman considera que:
Los pidgins se caracterizan lingüísticamente por una simplificación del sistema fonológico. La
simplificación en el plano morfosintáctico adquiere diferentes manifestaciones: generalmente
los morfemas tienen una sola forma, es decir, no hay alternancias ni complicaciones
morfofonémicas.
En muchos pidgins se emplea la parataxis más que subordinación. Cada morfema tiene una
sola expresión fonológica y los homófonos se eliminan por medio de la reduplicación.
El orden de las palabras es fijo, y abundan perífrasis. Se reduce el número departes de la
oración. Hay pocas categorías gramaticales marcadas obligatoriamente.
Los criollos, en oposición a los pidgins, se caracterizan por la complicación de su forma
externa. Adquieren reglas morfofonológicas, más morfología, la sintaxis se enriquece y el
léxico aumenta.
LENGUA FRANCA: es una lengua que se emplea para la comunicación entre personas que
no tienen una lengua nativa en común.
La importancia de los estudios de pidgins y criollos para la lingüística y para las ciencias
sociales en general es cada vez más evidente:
Por una parte los orígenes, descripción y función social de estas lenguas representan
claramente uno de los temas que preocupan a la sociolingüística, pues su existencia se debe
a diversos procesos, sobre todo a aquellos que pusieron en contacto a los europeos con el
resto del mundo.
El estudio de los pidgins y criollos es de suma importancia en relación con los estudios de
bilingüismo, en particular la teoría de sustrato y con la clasificación de lenguas.
Por otra parte, la descripción de estas lenguas presenta un problema porque se caracterizan
por su gran variación, y constituyen, así, un reto para cualquier teoría que se precise de ser
adecuada para la descripción general de las lenguas. Este problema se relaciona también
con el de os universales lingüísticos, pues dadas sus características comunes, se cree que
lo que ambos comparten es en cierto modo lo más básico y natural que puedan tener en
común las lenguas.
El estudio de los criollos y los pidgins también se relaciona con el del aprendizaje de segundas
lenguas, pues los que están adquiriendo una segunda lengua muestran comportamientos
equiparables con los hablantes de un pidgin.
LA GEOGRAFÍA LINGÜÍSTICA
Entre las observaciones más tópicas que los seres humanos hacen a diario se
encuentran aquéllas que se refieren a las diferencias dialectales. Entre los lingüistas,
son tan frecuentes las observaciones de este tipo. De hecho, es probable que las
diferencias dialectales hayan sido temas de conversación desde que la gente empezó
a intercomunicarse.
Una de las muestras más venerables y quizás la más sangrienta de una diferencia
dialectal aparece en el Antiguo Testamento. (Ver ejemplo en página: 35, punto 2.1.).
Las observaciones sobre diferencias dialectales son tan comunes que es quizás
sorprendente el que el avance fundamental en el estudio de los dialectos sólo
comenzase sistemáticamente en la segunda mitad del siglo XIX.
Hasta la segunda mitad del siglo XIX, las descripciones de áreas dialectales son
intuitivas y fortuitas.
Los primeros intentos para sistematizar las observaciones sobre diferencias
dialectales surgieron como una respuesta directa a estos avances. Los
Neogramáticos, cuyo estudio de las lenguas clásicas les llevó a descubrimientos muy
reveladores sobre la interrelación de muchas lenguas modernas y clásicas, habían
empezado la búsqueda de principios generales del cambio lingüístico.
Uno de los fundamentos de su investigación fue la capacidad explicativa de lo que se
conoce como LEY DE VERNER, una formulación de las condiciones fonológicas que
determinan la clase de palabras germánicas que pueden ser excepciones a la LEY
DE GRIMM, un descubrimiento previo que explica el cambio fonológico básico del
proto-indoeuropeo en los dialectos germánicos
La importancia teórica de la Ley de Verner estriba en que eliminaba la gran lista de
aparentes excepciones a la Ley de Grimm demostrando que las así llamadas
excepciones también se regían por propiedades determinadas por una regla. Este
descubrimiento condujo a la hipótesis de que todos los cambios fonéticos son
gobernados por una regla. El principio de los Neogramáticos era el siguiente: “los
cambios fonéticos no admiten excepciones”.
La consecuencia de esta hipótesis fue el desarrollo de la GEOGRAFÍA LINGÜÍSTICA,
una metodología o – más exactamente – un conjunto de métodos para recopilar de
un modo sistemático los testimonios de las diferencias dialectales (A veces llamamos
a la Geografía Lingüística simplemente DIALECTOLOGÍA. En este libro, sin embargo,
usaremos este término para referirnos al estudio de la variedad lingüística mediante
cualquier metodología.
La relación de la geografía lingüística con la lingüística teórica:
La geografía lingüística surgió como respuesta a una afirmación teórica de los
Neogramáticos.
La reacción de los geógrafos dialectales ha sido mostrar una profunda prevención
ante cualquier tipo de teoría lingüística. En cualquier caso, la geografía lingüística,
tanto en sus comienzos, como en sus más recientes estudios, apenas se ha
fundamentado en la teoría lingüística. Desde un primer momento se consideró a la
geografía lingüística como un fin en sí mismo, y sus seguidores han estado a menudo
preocupados del estudio de minucias que apenas afectan a nuestro entendimiento de
la lengua como parte del conocimiento humano.
El resultado inevitable fue que la dialectología y la lingüística tuvieron cada vez menos
contacto entre sí. En el peor de los casos ha habido una especie de fricción absurda
entre los dos grupos, con los dialectólogos despreciando a los lingüistas por
“abstraccionistas”, que se centran en pasatiempos más que en datos reales de la
lengua, y los lingüistas despreciando a los dialectólogos por ser meros coleccionistas
de mariposas, que se andan por las ramas, si ver el árbol y mucho menos el bosque.
Sólo recientemente ha habido una aproximación, con el reconocimiento de que el
estudio de la variación lingüística es sistematizable y, consecuentemente, que el
estudio del dialecto es una fuente central de datos sobre la variación.
En vez de esto, la corriente mayoritaria de la lingüística admite ahora tanto a los
teóricos como a los dialectólogos como estudiosos de la variación lingüística, uniendo
así a ambos o – más exactamente – borrando la distinción entre unos y otros.
Breve historia de la geografía lingüística
Desde que se emprendió el primer gran proyecto de geografía dialectal hasta ahora
ha pasado más de un siglo, y en este periodo ha habido cientos de proyectos, grandes
y pequeños, que han utilizado esta metodología.
La primera encuesta dialectal que se puede atribuir con propiedad a la geografía
lingüística la inició en Alemania Georg Wenker en 1876. (Ver método que utilizó
Wenker en página: 39, punto 2.2.).
A pesar de los problemas con los que se encontraron Wenker y sus sucesores en el
proyecto alemán, la geografía lingüística había comenzado y pronto se extendió. (Ver
cómo avanzaron los proyectos en página: 40, punto 2.2.).
El uso de encuestadores entrenados para recopilar datos tuvo un comienzo favorable
con la encuesta lingüística de Francia, que empezó en 1896. El coordinador, Jules
Gilliéron, emprendió la tarea de mejorar los métodos que Wenker había empleado.
Ideó un cuestionario que aislaba unidades específicas de las que se podían obtener
respuestas uniformes.
Después, Gilliéron escogió un encuestador que registrase las respuestas al
cuestionario en cada entrevista. Edmond Edmont fue elegido por la agudeza de su
oído y se le entrenó para usar adecuadamente la transcripción fonética. (Ver método
que usó Edmond Edmont en página: 41).
La encuesta francesa de Gilliéron ha influido enormemente, y debido a la eficacia del
proyecto desde sus comienzos hasta su publicación y también a la calidad de sus
resultados, se ha convertido en piedra de toque para cualquier encuesta posterior.
(Ver cómo ha influido la encuesta en página: 41).