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UNIVERSIDAD AUTÓNOMA DE CHIAPAS

FACULTAD DE HUMANIDADES, CAMPUS VI


LICENCIATURA EN PEDAGOGÍA
CUARTO SEMESTRE

Apuntes
¿Pensando la institución?
Carlota Amalia Bertoni Unda
Agosto de 2015
La Institución
En todos los ámbitos de la vida humana la palabra institución está presente, ya
sea en la esfera de la vida política, educativa, familiar, económica. El concepto
Institución designa un objeto propio de la sociología, Gauss y Taucomet discípulos
de Durhkeim escriben en la gran enciclopedia “son sociales todas las formas de
actuar y de pensar que cada individuo halla preestablecidos y cuya transmisión se
efectúa por lo general a través de la educación”, y añaden los coautores: “sería
conveniente que una palabra especial designase estos hechos especiales y
parece que la palabra “Institución” sería la más apropiada” (Lourau, 1970:10).
Dos perspectivas han sido las predominantes para su estudio: la
estructural-funcional y la histórico-social. Desde la perspectiva estructural-
funcional las categorías que le dan sustento son: el orden, la función y la
adaptación del individuo al sistema social. La institución es entendida como lo
establecido o instituido, más próximo a un lugar físico y las normas que lo regulan,
concebida como recipiente de la racionalidad y del consenso y como estructuras
invariantes, acentúa la necesidad de interiorización de las normas por los
individuos y no puede visualizarse la capacidad instituyente del sujeto. Le da
supremacía al análisis sincrónico que privilegia los conceptos de estructura y
función sobre un nivel de análisis diacrónico (Emanuelli, 2000), coloca al orden
como sistema de normas y valores que regulan lo permitido en la organización de
la esfera social que tiene asignada cada institución, cualquier institución cumple
una función social y es reconocida como el rasgo positivo y como un deber ser
indiscutible. El mandato social de su función social le da existencia como tal.
Así, la Universidad tiene las funciones sustantivas: docencia, investigación y
extensión, su fin social es formar profesionistas para servir a la sociedad, es un
mandato universal convenido. Cada establecimiento universitario, donde se
concretizan estas disposiciones, en contexto, implica otros mandatos no
reconocidos que están ocultos, pero el objeto empírico, positivo, lo explícito de la
organización, como consciencia, es la función (formal) que de un modo
estandarizado y duradero de comportamientos, organiza la vida institucional en
torno a un propósito, intención o fin.
Desde esta perspectiva no se reconoce que el sujeto al mismo tiempo que
internaliza las pautas y normas institucionales las actúa resignificándolas; lo hace
en sus relaciones con otros y las recrea en su interacción con el grupo o en su
experiencia misma como colectivo, experiencias que no forzosamente son de
aceptación absoluta a lo dado, se da una negatividad que opera desde la
subjetividad del sujeto, en el interior de las instituciones y en el conjunto social que
ha sido estigmatizada, desde la perspectiva estructural-funcional, con el nombre
de desviación o problemático, en ese sentido, “[…] la institución se convierte en
sinónimo de orden establecido, mientras que el grupo informal encarna la
negación y la anarquía […]”. (Lourau, 1970:11)1
Desde otra perspectiva y como hallazgo de la filosofía de las luces, del
materialismo del siglo XVIII y del materialismo histórico fue la historicidad y las
relaciones que las instituciones mantienen con los sistemas culturales, políticos y
con los modos de producción. “Las instituciones en general, cuyo aval jurídico y
material es el Estado, cuentan siempre con una base material, las atraviesa tanto
lo económico, lo político y la ideología”, (Lourau, 1970:12) se percibe más que
como un establecimiento físico o un conjunto de normas que lo regulan, como el
producto de interacciones sociales que nunca son definitivas sino que por el
contrario, se transforman. Por lo tanto, es factible abordar el análisis institucional

                                                                                                                       
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Sin embargo, “El análisis institucional (o socioanálisis) tiende a superar el silogismo de la
negación dentro de la institución de lo político y lo económico… consisten en desentrañar el objeto
de la institución, el conjunto de fuerzas sociales en una situación rígida en apariencia por noemas
universales, con vistas a una función precisa,[…]. (Lourau, 1970:11-12)
de la Universidad, como una realidad sociopolítica donde es posible que converjan
diversas ciencias, que alude a procesos sociopolíticos.
Estos procesos sociopolíticos se observan al reconocer las tensiones entre
las significaciones de los sujetos y el campo de las batallas ideológicas por la
conquista de la hegemonía de los mandatos institucionales, ya que se instauran
desde las subjetividades de los universitarios con sentido de pertenencia a un
espacio clausurado por lo prescrito y el poder. Las formas históricas de la
hegemonía no siempre son las mismas y varían conforme el quiénes están
ejerciendo el poder. Las significaciones funcionan como el consenso reordenador
del por-venir institucional, que puede estar conectado con una utopía o ilusión o
con el desencanto que muestran las posiciones en las que se ubican los sujetos
singulares de una institución. (Morae, 2004)
Con un lenguaje material como son herramientas, equipo, tecnología,
infraestructura física, la estructura institucional y un entorno físico relativamente
estable es inseparable del conjunto de reglas que definen el uso que hacen de
éste los sujetos de la institución, proporcionando un contexto social bastante
estable, es el espacio físico donde se viven la articulación de diferentes órdenes y
dimensiones de la institución, donde se hablan los sujetos, donde se configuran
las determinaciones sociopolíticas y el orden institucional. Se crea poder
sencillamente por la manera como se organiza la comunicación y los flujos de
información entre las prescripciones de la institución y sus sujetos (Zino, 1995), así
como por la manera de como se distribuyen los beneficios. Puede verse como el
lugar en el que la ideología tiene permanentemente activada la negatividad,
ideología que resulta negada por la institucionalización de las formas sociales de
perspectiva racional-funcional que expresan, ocultando las determinaciones
materiales y sociales. (Lourau, 1977)

La institución como construcción social


Dentro de todo lo existente, el hombre ocupa una posición peculiar en el mundo.
Construye su propia naturaleza, se produce a sí mismo y constituye una
normatividad de comportamiento que institucionaliza. (Berger y Luckmann, 1986)
Esta condición permite reconocerlo como ser constituido de subjetividad desde la
que produce sus propias condiciones materiales y sociales de existencia, al mismo
tiempo que se sujeta a éstas en un permanente proceso de resignificación. Sus
condiciones de existencia las experimenta como una realidad social con órdenes
lógicos que lo constituyen como sujeto. Realidad que la objetiva en lenguajes. La
objetividad es lo que a cada sujeto individual le permite reconocerse y reconocer a
los otros en el mundo que se representa y significa en discursos contenidos de
sentido por el orden existencial que acoge y que manifiestan su realidad profunda.
Los discursos se articulan con referentes, ideologías, mitos, utopías; revelan las
experiencias individuales y las de los otros.
La existencia del hombre se desarrolla rutinariamente en un mundo
institucionalizado que establece un contexto de orden, dirección y estabilidad que
tiene manifestaciones empíricas en tareas predefinidas y proporciona dirección y
estabilidad a sus actuaciones presentes en la vivencia cotidiana en un devenir de
actos que se repiten y crean pautas de comportamientos que luego puede
reproducirse mecánicamente o recrearse, pero retienen su carácter significativo
que se incrusta en los discursos de los sujetos desde los que se recuerda el
pasado, se vive el presente y se proyecta el futuro en múltiples dimensiones. En
ese sentido el orden se complejiza y se instituye al mismo tiempo que restringe las
opciones a una forma de ser y hacer y establece un trasfondo estable.
La institución como producto humano estará en la anticipación de las
actividades y en el orden establecido que puede agrupar o categorizar en una
variedad de situaciones, permiten predecir comportamientos y predefinir una
organización y tareas alrededor de las que se conforman y viven las afectividades
de los sujetos implicados, puesto que en cada sociedad se dan prescripciones
sociales y sobre los sentimientos adecuados a la tarea, se viven como naturales.
El lugar que ocupan los sujetos singulares en la organización social define su
posición frente a los otros y la manera en la que vive su actuar, es un tipo de
segmentación que los divide o diferencia en estratos, estamentos, clases,
categorías o roles que exigen cierto tipo de comportamiento (Heller, 1979). Esta
segmentación o clasificación hace factible aplicar a las alternativas de
comportamiento un patrón de medida, una normativización tipificada y
habitualizada de comportamientos. La reciprocidad de las tipificaciones de las
acciones y de los roles en las acciones individuales y la rutinización de las
actividades se van conformando desde las intersubjetividades en las
resignificaciones e innovaciones de la realidad social, constituyendo la historicidad
de la vida humana, en ese sentido las instituciones además de control organizativo
implican
[…] historicidad […] Es imposible comprender qué es una institución, si no se
comprende el proceso histórico en que se produjo […] Las instituciones por el
hecho mismo de existir, también controlan el comportamiento humano
estableciendo pautas definidas de antemano que lo canalizan en una dirección
determinada, en oposición a muchas que podría darse teóricamente […]
establecen mecanismos de sanción para su sostenimiento; sistema de control
social […] solamente se requiere mecanismos de control adicionales cuando los
procesos de institucionalización no llegan a cumplirse. (Berger y Luckmann,
1986:76)

El control organizativo posibilita la división social y técnica del trabajo, permitiendo


la repetición de rutinas y tareas o bien momentos de construcción de nuevas
formaciones sociales que exigen un nivel de atención más elevado y, aunque las
rutinas son persistentes, siempre existe en la posibilidad de cambiarlas o
derogarlas cuando ya no tienen sentido para los sujetos (Berger y Luckmann,
1986). La división social del trabajo establece diferentes tipos de funciones
sociales, representa alguna actividad o práctica humana (educativa, política,
económica, etc.) que se institucionaliza en el devenir histórico-social. Desde cada
función social institucionalizada se establece un orden institucional que se
concretiza en un espacio físico definido, organización, normas, comportamientos y
tareas predefinidas, busca distribuir a los sujetos y ordenarlos en el tiempo en una
matriz espacio-temporal. (De la Peza, 1994)
Los individuos marginados del aparato institucional y sin una nominación no
tienen posibilidades de participar en la vida institucional y no tienen una existencia
social. El lugar que ocupa cada individuo en la institución determina al mismo
tiempo su lugar en la sociedad, los divide o diferencia en categorías sociales,
roles, tipos de contratos o con documentos de identificación y localización, son
regímenes de visibilidad que conforman la conciencia y permiten identificar a cada
uno, y esa manera, vigilar o por lo menos predecir sus comportamientos
integrados en un orden institucional determinado.
Cuando el individuo se sujeta a la normatividad establecida en el orden
institucional (universitario) y se coloca como actor (universitario), la institución se
vuelve parte de su vida misma, en ese sentido la institución es una dimensión de
éste, puesto que es él mismo, institución (universitaria) susceptible de ser
localizada en su forma de existencia y presente en un discurso con contenido de
teorías legitimadoras del orden social especializadas y muchas veces
administradas por legitimadores (ideólogos) con dedicación exclusiva, trasciende
la aplicación pragmática y se convertirse en “teoría prescriptiva, verdadera y pura”.
En este proceso de especialización el discurso legitimador alcanza un grado de
autonomía que se actualiza en el entramado de subjetividades. Esta dimensión del
sujeto se hace viva en el hacer cotidiano en establecimientos institucionales
específicos, en una organización con espacios físicos definidos, en el
funcionamiento de lo institucional que administra el mundo, saberes y órdenes
lógicos, que se expresa en un “yo” o en un “nosotros”. El sujeto aparece y se
constituye por la entrada del orden institucional (de la ley) con la prohibición
inscrita, y dado que es su propia producción, es fácil entonces que se fusione con
la institución, pues es una dimensión de él mismo, al mismo tiempo determinación
que es capaz de proporcionarle certidumbre.
La totalidad del orden institucional siempre tiene sentido subjetivo para los
sujetos inscritos en éste y un nivel de integración y admisión que relaciona a los
que participan en él como actores en la trama de los institucional, insertado en los
roles y procesos. El orden institucional sobrevive a la finitud de los sujetos
individuales por la transmisión generacional donde la unidad histórica-biográfica se
agrieta. Los sujetos actualizan en el discurso (acontecimiento del habla) de lo
institucional plasmado en el uso de mensajes individuales como acontecimiento
del lenguaje con códigos colectivos que designan una forma de vida que entrelaza
la identificación del orden social en lo individual produciendo el sentido y predice la
dinámica institucional en la que están insertos los sujetos que hablan (Ricoeur,
1976). Cuando estos acontecimientos significan, explicitan, explican y justifican el
orden establecido, legitiman una ideología y sus significados sociopolíticos y
socioafectivos con validez cognitiva para los sujetos, pues narran una historia e
indican lo que se ha sido, lo que se es y lo que se deber ser. Puesto que “[…] El
discurso considerado ya sea como un acontecimiento o como una proposición, es
decir, como una función predicativa combinada con una identificación, es una
abstracción, que depende de la totalidad concreta integrada por la unidad
dialéctica entre el acontecimiento del significado de la oración y el sentido” .
(Ricoeur, 1976: 25)
El discurso2 del sujeto organiza la realidad y da cuenta de su acción, su
práctica y del mundo institucional, puesto que con el discurso observa al mundo
institucional como la realidad social y a la institución como nucleamiento de lo
colectivo3 que implica la idea de proyecto colectivo (discurso compartido), que
permite pensar lo individual en integración y tensión permanentes con lo
establecido. La realidad social no puede pensarse sin la variedad de instituciones
que norman y orientan los comportamientos humanos puesto que dan certidumbre
y sentido a sus diferentes prácticas, ni fuera del sujeto que se coloca como actor
que asumen los roles de la trama institucional.
El mundo institucional está ordenado en diferentes esferas de la vida social
que se ha ido desarrollando, como consecuencia encontramos una división social
del trabajo cada vez más compleja y especializada, de esta manera podemos
encontrar para la esfera política la institución Estado, para la esfera educativa la
institución Escuela, para la esfera religiosa la institución Iglesia, entre otras.
Asimismo cada aparato organizacional en el que se concretiza el mundo

                                                                                                                       
2
A reserva de caer en un abuso, el discurso es posible pensarlo como algo semejante a lo que
Marx llamaba superestructura, que prescribe la esfera de la producción de la vida humana, pero al
mismo tiempo es determinado por los modos de producción de la vida humana. Por lo que los
contenidos de la superestructura dan cuenta de los contenidos de la infraestructura. Existe entre
estas dos categorías una relación dialéctica.
3
Concepto utilizado por Morín (1991) para designar el grupo como una construcción de la
representación de lo colectivo en el sujeto. Ésta idea de manera similar, pero desde una
perspectiva psicoanalítica, Kaës (1989) lo utiliza. En otro sentido Zemelmann (1994) lo usa para
reconocer la potencialidad de que la realidad se construye, en oposición de cualquier automatismo
histórico.
institucional, establece su propio orden y división de sus tareas. En ese sentido,
cada sujeto individual desde su historia y su subjetividad cuenta con la posibilidad
de colocarse en un lugar de este orden, lugar desde el que establece vínculos y
significa la realidad social. Así, podemos observar a quienes se colocan en el
Estado4 son los sujetos del poder5, dado que esta institución ha sido significada
como la que orienta la vida política de la sociedad, en ella se concentra
simbólicamente la autoridad y el poder máximo; por lo que el discurso que
manejen estos podrán ser vistos como a los que debe obedecer y como
constituyente de la concepción hombre-sociedad que orienta la vida política de
una sociedad6. Otros sujetos se posicionarán en la institución Escuela
(Universidad) con sus consecuentes implicaciones. Al mismo tiempo, cada una de
estas instituciones especializadas estará atravesada o mediada por los diferentes
órdenes lógicos (económico, político, social, cultural, administrativo) que estarán
presentes en el entramado de roles, formaciones grupales, relaciones de autoridad
y redes en cada mundo institucional.

                                                                                                                       
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El Estado puede entenderse como una forma de relación de autoridad (normativa
institucionalizada de lo sociopolítico) que contiene una justificación y explicación del porqué deben
ser así las cosas y es histórico, su ejercicio se concretiza en el aparato y organización
gubernamental. Los gobiernos de los Estados nacionales, son una concreción de esta
institucionalidad, es actuada por sujetos que se colocan en el lugar del poder y de la autoridad
frente a los sujetos que se ubican como ciudadanos.
Las autoridades gubernamentales sin embargo no logran jamás hacer completamente razonable
su poder, porque en todo poder siempre hay algo indemostrable e injustificable. Cuando la
autoridad política ya no logra convencer más ideológicamente exige entonces la fe de sus súbditos
o utiliza la fuerza o violencia.
5
Si bien en términos generales podemos decir que los sujetos posicionados en el Estado son los
sujetos del poder, pero en el entramado organizacional del aparto burocrático que lo operativiza, se
observan relaciones de autoridad y estratificaciones que ubican a sus sujetos en diferentes
posiciones respecto al poder. Esto es una complejidad si lo pensamos desde el sujeto, porque
aparecen otros elementos que constituyen a los sujetos singulares desde los que se va
posesionando en la estructura de lo institucional. Análisis que aquí no abordaremos.
6
Actualmente, el predominio de empresarios con una ideología neoliberal están gobernando en
México, lo que le da un sentido definido al desarrollo social. La cuestión aquí es reconocer la
aceptación o el hecho de cómo se asumen estas posturas aunque no se esté de acuerdo. Ellos
puede ser explicado por la representación y la fuerte significación de lo que es la autoridad (en la
que están colocados empresarios neoliberales y de ultraderecha) y la fuerte estructura de vínculos
de obediencia de los sujetos que se colocan en esa posición. Es posible pensar en la práctica del
autoritarismo como una práctica histórica de los pueblos.
Como construcción social la institución es una construcción sociocultural,
puesto que al mismo tiempo que expresa cierta cuota de poder social y la
posibilidad de lo grupal o colectivo para regular el comportamiento individual
(Fernández, 1994), revela en lo cultural una re-creación continuada, que va
haciéndose a sí misma en el entramado de significaciones de los sujetos que la
van constituyendo; incluye a todos y cada uno de ellos, pues comparten ideas,
opiniones y normas de comportamiento propuestos y a menudo impuestos que
siempre están dichas de manera implícita o explícita en sus discursos. De esta
manera, como producto humano portadora de valor, la institución universitaria
articula mecanismos básicos de legitimación cultural: la ciencia, el arte y la
tecnología. La legitimación de los comportamientos culturalmente establecidos
alrededor de estas producciones culturales es sostenible porque son orientadas
por la utopía del bienestar común (del mandato social); las instituciones de
educación superior actúan como cultura interlocutoras con el todo social.
Reconocer el mandato social en el discurso de los sujeto implica explorar
los puntos de comunión y conflicto que sobre la institución tienen los sujetos
individuales posicionados en diferentes lugares desde los que concurren las
interpretaciones y significaciones del conocimiento de lo institucional y su
organización que es resultante de un devenir de experiencias vividas por sus
sujetos-actores y la posibilidad de ser interpelados por el orden social e
institucional desde diferentes instancias y discursos estatales. El conocimiento y
discursos compartidos que los sujetos actualizan en la cotidianidad de la vida
institucional desde la subjetividad y roles desempeñados, pueden ser vistos como
la caparazón externa que permite la cohesión de las conductas colectivas.
(Enríquez, 1973)
El sujeto es reconocido y se reconoce en la proyección significativa del
constructo institucional (discurso) que le da sentido en el plano de la dinámica
histórico-social bajo la forma de una unidad de la actividad cotidiana con
contenidos explícitos (lo dicho) e implícitos (lo no dicho) en el entramado de
actuaciones de roles, funciones y quehacer de puestos como grupo estructurado,
los sujetos-actores encarnan los "roles" y actualizan la obra representándola en un
escenario determinado. Ni la obra, ni la institución existen empíricamente fuera de
esta realización recurrente, (Berger y Luckmann, 1986) se produce en una trama
de relaciones y sucesos pautados por diverso nivel de generalidad y pregnancia7
que, paulatinamente pasan a formar parte de la subjetividad significándolas y a
funcionar como un regulador social (Fernández, 1994) de la acción común;
aceptadas como verdaderas, inevitables, necesarias por y para todos. (Zino, 1995)

El movimiento Institucional
En cuanto a su dinámica, una institución es en principio un objeto cultural que se
significa y resignifica en la expresión cotidiana de cierta cuota de poder social. Nos
refiramos a las normas-valor, a los roles o a las funciones que se legitiman y
potencian en la cotidianidad de la organización social de un grupo o en la
concreción o actuación de las normas-valor en establecimientos especificos (la
Unach, por ejemplo); la institución expresa para cada uno de nosotros la
posibilidad de sentir que pertenecemos a un grupo y de lo colectivo para regular el
comportamiento individual.
Nuestro nacimiento se produce en una trama de relaciones y sucesos
significados, tipificados y regulados por lo institucional que, paulatinamente y por
el proceso de socialización, pasan a formar parte de nuestra subjetividad, nos
estructura, dándole sentido a nuestra vida y quehacer diario
La institución nos conforma y nos constituye, la contenemos en nosotros y
la hacemos viva, la actuamos impreganada de nuestras subjetividades; es la
“verdad” que orienta y da sentido a nuetra vida, por eso la potencia reguladora de
las instituciones internalizadas, lo cual deviene fundamentalmente, hechos,
sostiene Lidia Fernández (1994:53) de dos hechos:
1. Las interiorizaciones más profundas se hacen en los primeros
períodos de vida, cuando somos más indefensos y nos parecemos más a
un primitivo aterrado frente al poder devastador de la naturaleza. La primera
autoridad, la paterna, se hace cuerpo con una fuerza que combina la que

                                                                                                                       
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Divulgar lo oculto y lo que debería callarse
deriva del peligro que significa para el niño desestimar las órdenes del
padre, con la que proviene de los riesgos fantaseados e investidos por
terrores arcaicos.
2. El núcleo del terror queda disponible para expresase como
culpa y remordimiento frente a la transgresión, y funciona como un
organizados o un atribuidos de potencia para el resto de las normas
sociales que se hacen propias.

Las normas que tienen mayor validez en un grupo social se presentan a cada uno
de los individuos en diferentes dimensiones y órdenes de la vida humana; de ahí
proviene parte de su poder regulador. Son, por un lado, las normas expresas y
dichas en el mundo de la consciencia y de las relaciones. Si cualquiera de
nosotros se comporta según lo establecido y su forma, quedamos dolorosamente
en evidencia, cuando no afrensado, ridiculizado o expulsado de su grupo.

La institución también funciona como un código que, por su capacidad de proponer


significados establecidos, permite ordenar y concertar en la masa del estímulo
social. Violar los marcos que establecen las instituciones, desviarse de ellas,
contestarlas críticamente, no acarrean sólo el riesgo del castigo externo e interno
de la autoridad, significan, además, correr el peligro de ser desmembrado del
cuerpo grupal y también (y peor aún) de derivar hacia una posición irreversible de
extranjero (ese que queda despojado de la posibilidad de poner organización y
atribuir sentido a los estímulos sociales). Cuando el poder regulador de las
instituciones internalizadas fracasa, el conjunto ejerce su poder de vigilancia y
castigo8 a través de las formas sociales encargadas de la protección de lo
establecido. (Fernández, 1994:69)

En ese sentido, la autora sostiene que toda institución implica


• Un conjunto amplio de sujetos humanos y su particular forma de
organización, que les permite asegurar las necesidades básicas para
subsistir: abrigo, alimento, cuidado, afecto.
• Un conjunto de producciones culturales que procuran sostener esta
organización porque ha demostrado ser útil.
                                                                                                                       
8
Es muy interesante al respecto la obra de Foucault. Vigilar y castigar, Madrid, Siglo XXI Editores,
1984.
• Un proceso que posibilita este sostén, la socialización, y otros que
acuden a apoyarlo en sus efectos, los del control social.
• Una tensión inevitable entre los deseos de los individuos y l
necesidad de amoldarlos a la forma social admitida.
• Otro conjunto de producciones culturales destinadas a convencer y
generar la decisión que exige el sacrificio del deseo individual en pro
de la estabilidad colectiva.
Sin embargo el conjunto social no es homogéneo, puede reconformarse
diferencian de grupos, segmentos y sectores que demandan y exigen su derecho
al usufructo de una mayor cuota de bienes y beneficios sociales: más espacio,
más alimento, más objetos, más amor, …; esto es, más poder para manejar y usar
cosas y personas; más acceso a información, conocimientos y misterios; más
capital cultural y social que certifiquen mayores derechos y sean asociados a los
lugares que pretenden ocupar en el entramado social y a su misma naturaleza.
Estos grupos conquistan a través de medios brutales y cruentamente el usufructo
de lo que percibe como sus derechos, al mismo tiempo que producen
explicaciones que los justifican en general enraizados en las dimensiones
sociohistórica, sociopolítica y socioafectiva, en elementos míticos, mágicos y
religiosos. Esas justificaciones y argumentaciona consienten una trama de
significados que encubre la violencia de la expropiación de derechos de unos por
otros, en el origen de las diferencias, y las naturaliza para que no se cuestionen.
Lo anterior, por supuesto implica una tensión que se conforma entre los
grupos y sectores con diferente posición respecto de esos derechos y el capital
cultural; discurso compartido quita peligrosidad a la tensión, encubre las
diferencias; las justifica y le otorga un valor especial en vista de algún proyecto
más general (veáse por ejemplo, el proyecto de universidad, o el proyecto de
patria, por el que murieron los “héroes nacionales” para constituir el Estado
nacional). Por lo que las instituciones preservan la subsistencia del conjunto social
y una forma específica de cómo se distribuye el poder para el uso privilegiado de
bienes económicos, sociales y culturales; por ello es importante conocer la
historia, nuestra historia, para desentrañas las tensiones y estructuras que nos
han ido constituyendo y reconocer los simbólico de la desobediencia de los modos
de ver y hacer que las instituciones pautan y superar los peligro que acarrea las
tensiones entre grupos, personas o sectores.

Bibliografía

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'influye - construye' las instituciones actuales En Revista Latina de
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Enríquez, Eugenio. (1973) Imaginario social, rechazo y represión en las


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