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Parafilias: Desviaciones sexuales de mi esposo

Desviaciones sexuales: Mariano, de 37 años, y Dolores, de 32 años, llevan tres años de novios. De
hecho están pensando en irse a vivir juntos. Los dos poseen estudios superiores y tienen un
trabajo estable y bien remunerado. Sienten que la vida les sonríe y que “todo lo tenemos de cara,
excepto un detalle que quiero arreglar antes de ir más allá”, dice Dolores. Es por este “detalle” que
han acudido, a propuesta de ella, al gabinete de psicología clínica. La mujer explica lo siguiente:

Mi novio es un buen hombre y tenemos una relación solida y confiable, nos queremos y tenemos
planes de futuro, como tener hijos y estas cosas… pero hay una cuestión que para mí es
importante aunque para él no tanto… y es que cuando tenemos relaciones él no puede acabar si
no me insulta gravemente… Ya de un buen principio las cosas fueron así… De entrada me molestó
mucho, pero lo fui tolerando, aunque nunca me ha hecho gracia, claro está. Me lo tomé como una
cosa suya, una manía de esas que tiene tanta gente… pero con el tiempo ha ido a más y ahora ya
no puedo soportarlo. Y si ahora nos vamos a vivir juntos creo que es el momento de ponerle
remedio porque no quiero arrastrar esto toda la vida. Además, como es comprensible, yo no
disfruto todo lo que podría con las relaciones, porque cuando él se pone así, a mí me cuesta
concentrarme y seguir.

Dolores relata, no sin vergüenza, los insultos (de naturaleza sexual y denigratoria) que le dirige
Mariano en el momento culminante de la relación sexual, mientras este asiente un tanto
cabizbajo, pero con una expresión que, de algún modo, indica una cierta indiferencia. Mariano
añade:

Es cierto que esto me pasa, me ha pasado siempre, con ella y con otra novia que tuve. Pero yo no
le doy tanta importancia, no sé cómo decirle. Es el único modo que tengo para poder acabar, si no
lo hago así no puedo eyacular y me quedo fatal, como Ud. comprenderá. Ella ya sabe que, en
realidad, no la insulto a ella como persona, que yo la quiero y la respeto, pero no lo puedo evitar.
Ya se sabe que en esto del sexo cada uno tiene sus peculiaridades, ¿no?
De acuerdo con el DSM-IV-TR hablamos de “parafilias” o “desviaciones sexuales” cuando un sujeto
experimenta recurrentemente intensas necesidades sexuales y fantasías excitantes que incluyen:

1) objetos o sujetos no humanos

2) sufrimiento y/o humillación propia o del compañero —consentida o no por este

3) niños o personas que no participan voluntariamente.

Desde los planteamientos de la psicología de la sexualidad, la parafilia se entiende como una


“alteración del deseo”. La persona con una parafilia, ya sea para alcanzar la excitación y/o el
orgasmo, necesita incluir situaciones como las descritas anteriormente. Sin estos aspectos
extraños su sexualidad se ve notablemente coartada, como en el caso de Mariano.

Una parafilia es un problema clínico cuando es realizada compulsivamente, es la forma exclusiva


de organización del deseo, introduce inestabilidad emocional cuando se realiza e interfiere con la
vida cotidiana de la persona.

La valoración clínica de las fantasías parafílicas es importante porque en algunos casos es la única
manera de expresión sexual del sujeto. Este tipo de fantasías pueden presentarse en forma de
ensoñaciones diurnas y son plenamente conscientes. La presión que siente la persona para hacer
realidad las fantasías parafílicas nos ofrece un grado de la compulsividad.

El DSM-5, propone distinguir entre “parafilia” y “trastorno parafílico”. Señala que una parafilia, en
sí misma, no justificaría una intervención psiquiátrica ni un diagnóstico. Sugiere que solo se da un
trastorno parafílico cuando la parafilia en cuestión causa ansiedad, dificultades, estrés o un riesgo
o daño para quien lo padece y/o los demás. Por lo tanto, expresar una parafilia es condición
necesaria pero no suficiente para efectuar el diagnóstico de un trastorno parafílico.

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